Acto Juridico
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Acto Juridico
I.
GENERALIDADES
SOBRE LA TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO
1.
LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
COMO PRESUPUESTO DE LA TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO
1.1. Las personas gozan de libertad para actuar en los más amplios ámbitos de su
vida, y así pueden hacerlo en la medida que su voluntad los impulse a ello.
Este es el ideal liberal decimonónico que inspira al Código Civil, y que se traduce, en el
ámbito jurídico, en la llamada autonomía privada o autonomía de la voluntad, principio que
informa en gran medida el derecho privado nacional, y particularmente, la construcción de
la teoría del acto jurídico.
Son múltiples los ejemplos que dejan en evidencia el valor superior que se confiere a la
libertad y a la voluntad humana en el Código.
La forma y los efectos de esos vínculos son de las más diversas clases: pueden crear,
modificar o extinguir obligaciones; transferir la propiedad sobre cosas o bienes; pueden
crear un nuevo estado civil, etc.
La teoría del acto jurídico también se predica sobre la base de la libertad y de la voluntad,
como presupuestos del obrar o actuar humano. El acto jurídico se construye sobre la base
de la autonomía de la voluntad.
De este modo, la teoría del acto jurídico constituye un esfuerzo doctrinario por
sistematizar las notas comunes y distintivas que tienen las diversas
manifestaciones de voluntad que los hombres, en ejercicio de su libertad, formulan con
el propósito de crear, extinguir y modificar relaciones jurídicas personales o reales.
Así resulta posible, entonces, determinar de qué manera son similares –y hasta qué punto
se rigen por ciertas reglas comunes– manifestaciones de voluntad que aparecen tan
distintas como el otorgamiento de un testamento, la celebración de un matrimonio, o la
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Las personas gozan de libertad y autonomía para celebrar o no los actos
jurídicos que estimen adecuados a los fines que persiguen;
Sin embargo, la autonomía privada reconoce límites. Varios son los fundamentos de estos
límites a que se refiere la doctrina, pero nos parece que en general se pueden reconducir
a la protección del orden público.
2.
LOS HECHOS ANTE EL DERECHO. CLASIFICACIÓN
Se impone, entonces, una primera clasificación de los hechos, según cuál sea el origen
o causa de los mismos:
(ii) Hechos del hombre o actos humanos, como por ejemplo, comer o correr.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Hechos jurídicos, que son aquellos relevantes y que producen efectos
jurídicos.
Cabe destacar que ambas clasificaciones anteriormente reseñadas son compatibles entre
sí. De este modo, por ejemplo, existen hechos de la naturaleza (por ejemplo, la lluvia) o
del hombre (por ejemplo, correr) que no son jurídicos. Más importante aún, existen
hechos de la naturaleza (por ejemplo, el transcurso del tiempo, la muerte) y hechos del
hombre (como comprar un auto, otorgar un testamento o matar a una persona) que son
propiamente jurídicos, porque producen efectos en el derecho e interesan a éste.
2.3. Los hechos jurídicos del hombre son el objeto de nuestro estudio en este curso,
pero todavía es necesaria una tercera clasificación, que atiende a la intención de
producir efectos jurídicos:
(i) Hechos jurídicos del hombre, sin intención de producir efectos jurídicos:
corresponden a los cuasicontratos, los delitos y cuasidelitos.
(ii) Hechos jurídicos del hombre, con intención de producir efectos jurídicos.
De este modo, un delito civil es un acto voluntario –porque ha ocurrido por causa de la
voluntad de quien lo comete– pero no tiene la intención de producir un efecto jurídico; la
consecuencia jurídica que se sigue de él –la responsabilidad civil o deber de indemnizar
perjuicios– surge con independencia del fin perseguido o esperado por quien lo comete.
2.4. Todavía podríamos hacer una clasificación más de los hechos jurídicos del
hombre, según su licitud o ilicitud:
(i) Hechos jurídicos del hombre lícitos: cuasi contratos y actos jurídicos.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Lo relevante a destacar es que, de entre las clasificaciones de los hechos, tenemos que
existen hechos jurídicos del hombre, realizados con intención de producir efectos
jurídicos, y que son lícitos. Estos corresponden a los denominados actos jurídicos,
que son materia de estudio de este curso.
3.
EL CONCEPTO DE ACTO JURÍDICO
(a) Se trata de una manifestación de voluntad: esto significa que existe una
exteriorización –sea por medio de una declaración o de un comportamiento– que
permite conocer la voluntad de quien otorga el acto. Sin esa exteriorización, la
voluntad del agente se mantendría en su fuero interno y no produciría
consecuencia alguna.
Ambas nociones son en realidad compatibles: el propósito práctico que las partes
persiguen al celebrar un acto jurídico es considerado por el derecho y, de cierto
modo, traducido a ciertos efectos propiamente jurídicos que permiten o protegen
ese fin práctico.2
(c) La manifestación de voluntad produce los efectos queridos por el autor o las
partes, porque el derecho la sanciona: decíamos que los actos humanos
pueden no tener la intención de producir efectos jurídicos, que era el caso de los
cuasicontratos, los delitos y los cuasidelitos. Ellos son también hechos voluntarios,
pero en que el autor no ha querido perseguir un efecto jurídico determinado.
Los actos jurídicos producen los efectos queridos por su autor o por las partes,
que como decíamos, consisten en adquirir, modificar o extinguir un derecho o una
relación jurídica.
2 Un ejemplo sencillo es el siguiente: el propósito práctico o económico de quien vende una cosa es recibir
dinero por ella. Ese propósito práctico se traduce jurídicamente en la obligación del comprador y derecho del
vendedor a recibir el precio.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esto, que podría ser más o menos discutible a nivel filosófico, nos parece que no
tiene discusión en la realidad. Como veremos, si bien existe amplia libertad para
otorgar actos jurídicos, la autonomía de la voluntad –fundamento de la facultad de
otorgar actos jurídicos– tiene importantes limitaciones. Más aún, existen también
limitaciones a las clases, formas y efectos en que se pueden otorgar actos
jurídicos, lo que demuestra que la sanción que la ley otorgue es indispensable para
que los actos jurídicos puedan producir sus efectos.
Las doctrinas alemana e italiana distinguen entre negocio jurídico y acto jurídico. Los
primeros corresponderían a aquellos hechos del hombre en que los efectos a que da son
precisamente los que él ha deseado; mientras que los segundos corresponderían a
aquellos hechos del hombre cuyos efectos son meramente los que la ley atribuye al hecho
voluntario.
4.
LA TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO EN EL CÓDIGO CIVIL CHILENO
Esto tiene lugar por influencia del Código Civil francés de 1804, tradicionalmente
considerado una de las fuentes del Código Civil chileno. Ese Código, como el nuestro, no
contiene una sistematización de la teoría del acto jurídico, sino que –como explicamos a
continuación– reglamenta más bien las obligaciones y los contratos, extrayendo de esas
normas una teoría general del acto jurídico.
Por otra parte, el Código Civil no reglamenta tampoco de forma orgánica los actos
jurídicos. Sin embargo, la teoría del acto jurídico se sustenta y construye sobre la base
de diversas disposiciones del Código Civil, principalmente ubicadas del Libro IV del
Código (en especial, sus Títulos I, II, XX), así como en otras disposiciones dispersas a lo
largo del Código (por ejemplo, los arts. 10, 11 y 12 en el Título Preliminar, el art. 1545 en
el Título XII del Libro IV, el art. 2284 en el título XXXIV del mismo Libro, etc.), e incluso en
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
5.
LA CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS JURÍDICOS
En los arts. 1439 y siguientes, el Código Civil hace una clasificación de los contratos.
Con ciertos matices, aquellas clasificaciones también podemos aplicarlas a los actos
jurídicos. Lógicamente, la doctrina también ha ofrecido otras clasificaciones de los actos
jurídicos que resultan útiles de consignar.
Cabe destacar que “Cada parte puede ser una o más personas”, como dispone el art.
1438 del Código; en consecuencia, parte es la persona o grupo de personas que
constituyen un solo centro de intereses para efectos de la manifestación de voluntad.
Así, son ejemplos de actos jurídicos unilaterales los siguientes: el testamento; la renuncia
de ciertos derechos, cuando es permitida; la confirmación de un acto nulo, la aceptación
de una herencia; etc.
Son ejemplos de actos jurídicos bilaterales, en tanto: el contrato; la tradición; el pago, etc.
Por último, pueden considerarse ejemplos de actos jurídicos multilaterales los siguientes:
el contrato de sociedad (en caso que tenga más de dos socios), o la novación por cambio
de acreedor.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esta clasificación se desprende del art. 1439 del Código Civil, según el cual “El
contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae
obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes se obligan recíprocamente”.
En todo caso, no deben confundirse: la clasificación que hace el art. 1439 se refiere
únicamente a los contratos, que como veremos, son actos jurídicos bilaterales.3
Cabe destacar que los actos jurídicos bilaterales se llaman también –por la
doctrina– convenciones. El acto jurídico bilateral o convención se define como el
acuerdo de voluntades que tiene por objeto crear, modificar o extinguir
derechos.
Debe destacarse que lo que señalamos es una precisión doctrinaria. El Código Civil
no distingue entre contrato y convención, sino que los trata como sinónimos,
definiendo al contrato o convención legalmente en el art. 1438 como “un acto por el
cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
3 Así, ocurre que el contrato –acto jurídico bilateral– puede ser a su vez calificado como unilateral o bilateral,
cuestión que estudiaremos en la parte general de los Contratos
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El criterio de clasificación atiende al beneficio que reciben las partes del acto jurídico.
Así, el acto jurídico es gratuito cuando cede en beneficio de una sola de las partes, y
oneroso cuando lo hace en beneficio de ambas.
Según algunos, esta clasificación sólo rige respecto de los actos jurídicos patrimoniales y
bilaterales, y por lo mismo, equivale a la clasificación que hace el art. 1440 del Código
respecto a los contratos de tal naturaleza.
La importancia de distinguir entre actos a título gratuito y a título oneroso radica, primero,
en que por regla general el error in persona sólo aplica a los primeros, siendo indiferente
a los segundos. Además, la ley suele ser más exigente respecto de los actos gratuitos,
siendo un ejemplo de ello el trámite de la insinuación como trámite previo a la donación.
Finalmente, los actos de comercio son siempre a título oneroso.
(i) El acto oneroso es conmutativo cuando aquello que las partes se obligan a
dar, hacer o no hacer se mira como equivalente a lo que la otra parte
debe dar, hacer o no hacer a su vez; y
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esta clasificación del Código es criticada por cierta doctrina (Jorge López). A su juicio, el
criterio de distinción es más bien que sólo en los contratos conmutativos se está en
situación de valorar o pronosticar anticipadamente si el acto jurídico será beneficiosa y
porqué, mientras que en el contrato aleatorio no hay cálculo factible respecto de las
consecuencias económicas que tendrá el acto, que se encuentra sujeto a la suerte o al
azar.
Esta clasificación es en parte legal y en parte doctrinaria, lo que tiene lugar por causa el
art. 1442 del Código Civil, según el cual “El contrato es principal cuando subsiste por sí
mismo sin necesidad de otra convención, y accesorio, cuando tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella.”
Pero esto deja fuera a otros actos jurídicos que, si bien requieren de la existencia de un
acto principal para subsistir, no tienen por objeto o propósito asegurar el cumplimiento de
otra obligación. Es el caso de las capitulaciones matrimoniales –convenciones de carácter
patrimonial que celebran los esposos antes o en el acto de contraer matrimonio– que
“sólo valdrán entre las partes y respecto de terceros desde el día de la celebración del
matrimonio”, es decir, dependen de que exista matrimonio para tener efecto. A estos actos
jurídicos se les denomina por la doctrina, meramente, actos jurídicos dependientes.
Así las cosas, el criterio de clasificación atiende a si el acto jurídico puede subsistir o
no por sí mismo, sin necesidad de otra convención, cuestión que separa a los actos
principales de los actos accesorios y actos dependientes. Y estos últimos, a su vez, se
subclasifican según tengan o no por objeto asegurar el cumplimiento de una obligación
principal.
(i) Acto jurídico principal es aquel que subsiste por sí mismo sin necesidad
de otro;
(ii) Acto jurídico accesorio es aquel que tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no puede
subsistir sin ella; y
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De una perspectiva algo más restringida, se ha clasificado a los actos jurídicos según
requieran o no de una solemnidad para manifestar válidamente la voluntad.
(i) Acto jurídico solemne es aquel en que la voluntad del autor o contratante
solamente puede manifestarse válidamente mediante una formalidad
esencial al acto o contrato;
(ii) Acto jurídico no solemne es aquel en que la voluntad del autor o contratante
se puede manifestar válidamente de cualquier modo.
Esta clasificación tiene su origen en aquella que establece el art. 1443 del Código, que
distingue entre contratos reales, solemnes y consensuales. El Código distingue en
base al momento en que se forma el contrato y los requisitos que debe reunirse en ese
instante para la formación del contrato, y más propiamente en nuestro concepto, distingue
en base a la forma que debe manifestarse el consentimiento para la válida formación
del respectivo contrato.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
tal vez es más adecuado hablar de actos patrimoniales y actos de derecho de familia,
siendo el criterio de clasificación más propiamente la diferencia entre sus
características y efectos, como veremos luego.
La principal diferencia entre ambas clases de actos jurídicos radica en que, mientras los
primeros son de orden estrictamente privado, los segundos versan sobre materias
de orden público, con el propósito de proteger intereses sociales superiores al mero
interés privado de cada interesado (la debida constitución de las familias, la protección de
los cónyuges, interés superior del niño, etc.)
Esto produce una serie de consecuencias prácticas del mayor interés. Primero, mientras
en los actos patrimoniales prima el principio de que pueden renunciarse los derechos
establecidos en el sólo interés del renunciante y cuya renuncia no esté prohibida (art. 12
del Código), en los actos de familia generalmente nos enfrentamos a derechos
irrenunciables.
Segundo, mientras que en los actos patrimoniales existe fuerte primacía de la autonomía
de la voluntad para crear, modificar o extinguir relaciones jurídicas y sus efectos, en los
actos de familia ésta se encuentra fuertemente limitada, puesto que salvo prestar la
voluntad o consentimiento para que el acto nazca a la vida jurídica, sus efectos están
regulados legalmente de forma prácticamente inmodificable (y así, por ejemplo, en el
matrimonio sólo se puede escoger el régimen de bienes, cuya reglamentación legal no
puede alterarse, estando incluso limitado el cambio de regímenes durante el matrimonio).
(6) ACTOS JURÍDICOS ENTRE VIVOS Y ACTOS JURÍDICOS POR CAUSA DE MUERTE
El criterio de clasificación radica en el momento a partir del cual los actos producen pleno
efecto.
(i) Actos jurídicos entre vivos son aquellos que producen pleno efecto en
vida de sus autores;
(ii) Mientras que actos jurídicos mortis causa son aquellos en que la muerte
del sujeto que los otorga es supuesto esencial y necesario para que
produzcan efecto.
El ejemplo típico del acto por causa de muerte es el testamento. Nótese que el hecho de
que un efecto de un contrato se subordine a la muerte de un autor o una de las partes, sin
ser elemento esencial del acto jurídico, no lo convierte en acto mortis causa. Por ejemplo,
el caso de la extinción del mandato por la muerte de una de las partes, no convierte al
mandato en un acto jurídico por causa de muerte.
4 El estado civil se define legalmente como “la calidad de un individuo, en cuanto le habilita para ejercer
ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones” (art. 304 del Código Civil), y más claramente, como la calidad
permanente que ocupa un individuo en la sociedad, derivada de sus relaciones de familia.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Actos puros y simples son aquellos que no están sujetos a modalidad, y
producen sus efectos ordinarios sin modificación;
Por regla general, los actos innominados tendrán pleno valor legal al igual que los actos
nominados, siendo excepcionales las áreas del derecho que no permiten su creación (por
ejemplo, el derecho de familia).
(i) Los actos jurídicos constitutivos son aquellos que crean una situación
jurídica o un derecho nuevo, que antes no existía.
(iii) Los actos jurídicos traslaticios son aquellos que transfieren de un titular a
otro un derecho previamente existente.
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Es importante destacar que un mismo acto jurídico puede, según los casos, tener carácter
de administración o de disposición.
(i) Actos causados son aquellos en que la causa aparece manifiesta o está
indicada;
(ii) Actos formales o abstractos son aquellos cuya causa no cobra expresión
en ellos o que se celebran sin guardar relación alguna con una causa
determinada.
No nos parece que en el caso de los actos formales o abstractos no exista una causa,
sino más bien que en ellos la causa se encuentra en una relación jurídica distinta pero
relacionada –por ejemplo, un pagaré no tiene una causa que aparezca manifiesta en él,
sino que ella radica en una relación jurídica diversa pero relacionada: un mutuo de
dinero– o en último término en una liberalidad –por ejemplo, la hipoteca que una persona
otorga para asegurar una obligación ajena–.
Esto es así porque el Código Civil dispone que “no puede haber obligación sin una causa
real y lícita”, pero de inmediato advierte que “no es necesario expresarla” y acepta que la
pura liberalidad o beneficencia sea causa suficiente de un acto (art. 1467).
6.
LA ESTRUCTURA DEL ACTO JURÍDICO
Los actos jurídicos se estructuran, a modo general, sobre la base de tres clases de
elementos. De este modo, al analizar un acto jurídico determinado –por ejemplo, una
compraventa– seremos capaces de distinguir cuáles son sus elementos esenciales,
cuales son elementos de su naturaleza, y cuales son elementos meramente accidentales
del respectivo acto jurídico.
Nuestro Código Civil recoge o consagra estos tres elementos en el art. 1444, aunque ahí
–como es habitual– lo hace refiriéndose al contrato en particular, señalando que “Se
distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que son de su
naturaleza, y las puramente accidentales”. “Cosa” es aquí sinónimo de elemento, no de
bien.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El Código Civil señala que “Son de la esencia de un contrato aquellas cosas sin las
cuales o no produce efecto alguno, o degenera en otro contrato diferente”.
En este sentido, se indica que los elementos de la esencia de los actos jurídicos son
necesarios y suficientes para que el acto pueda producir efectos: necesarios, porque sin
ellos no producirá efecto o degenerará en otro distinto; y suficientes, porque basta la sola
reunión de ellos para que el acto jurídico tenga un contenido mínimo y produzca sus
efectos.
Ahora bien, los elementos de la esencia del acto jurídico se clasifican en:
Existe cierta discusión doctrinal sobre cuáles son los elementos esenciales
comunes o generales a todo acto jurídico, sin que el art. 1444 del Código
los mencione o enumere expresamente.
Conjugando esa disposición con el art. 1445 del Código Civil, debiéramos
concluir que tienen tal carácter la voluntad, el objeto y la causa; es decir,
sin dichos elementos, el acto jurídico no producirá efecto alguno, no
existiría propiamente. ¿Cómo se llega a esta conclusión?
- El art. 1445 dispone que “para que una persona se obligue a otra
por un acto o declaración de voluntad es necesario: 1º que sea
legalmente capaz; 2º que consienta en dicho acto o declaración y su
consentimiento no adolezca de vicio; 3º que recaiga sobre un objeto
lícito; 4º que tenga una causa lícita”.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El Código Civil dispone que “son de la naturaleza de un contrato las [cosas] que no
siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula
especial”.
Así, se ha criticado que más que “elementos” de la naturaleza en los actos jurídicos, se
trata de “efectos” de su naturaleza, es decir, efectos que la ley subentiende y que no
requieren una manifestación de voluntad para existir. Lo que es un efecto de un acto no
puede ser elemento del mismo; sólo los elementos de la esencia serían propiamente
elementos del acto jurídico. Esta misma crítica se predica respecto de las cosas
accidentales, a que nos referiremos a continuación.
Otro ejemplo típico son las obligaciones de saneamiento de la evicción y de los vicios
redhibitorios en la compraventa, los cuales están establecidos por la propia ley para la
compraventa y no requieren estipulación expresa, pero las partes pueden excluir dichas
obligaciones sin que la compraventa deje de producir efecto o degenere en un contrato
distinto (arts. 1842, 1852 y 1859 del Código Civil).
El Código dispone que “son accidentales a un contrato aquellas [cosas] que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales”.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así por ejemplo, en una compraventa, el Código dispone –como cosa de la naturaleza de
ese contrato– que el precio se debe pagar en el lugar y al tiempo de la entrega de la cosa
vendida (art. 1872). Por medio de una cláusula accidental, se puede estipular que el
precio se pague a plazo, con lo que se modifica su exigibilidad; o que se pague en un
lugar distinto, con lo que se altera el efecto natural de la compraventa en esta materia.
Un tema interesante para dilucidar ocurre cuando las partes de un acto o contrato
estipulan una cláusula accidental pero la “elevan” a carácter esencial, lo que es una
práctica común al celebrar contratos.
Por ejemplo, se pacta: “El contratante X declara que el inmueble dado en arrendamiento
cuenta con todos los permisos municipales, sanitarios y administrativos necesarios para
operar como supermercado, declaración que las partes elevan a categoría esencial para
efectos de este contrato”.
Víctor Vial ofrece otros dos ejemplos. Uno, relacionado al art. 1802 del Código Civil, que
permite estipular que la compraventa de ciertos bienes –que ordinariamente es
consensual– “no se repute perfecta hasta el otorgamiento de escritura pública o privada”.
Otro, consiste en la sujeción de los efectos de un acto o contrato a una condición
suspensiva.
¿Qué ocurre en este caso? ¿Cuál es el efecto de “elevar” una estipulación meramente
accidental a carácter esencial?
En nuestro concepto, la solución del problema habrá que verla caso a caso, atendiendo a
qué fue o en qué consiste el pacto accidental que se “elevó” a esencial. Así, por ejemplo,
en los tres casos indicados, el efecto no es el mismo.
En el segundo caso, concordamos con Víctor Vial en que efectivamente tendría lugar que
la estipulación accidental se convertiría en una estipulación esencial, pero nos parece que
ello no es por mera voluntad de las partes, sino por expresa disposición y permisión legal
(el art. 1802 permite ese pacto e indica expresamente que “no se repute perfecta”, con lo
que atribuye precisamente ese efecto).
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7.
LOS REQUISITOS DE LOS ACTOS JURÍDICOS
Anteriormente nos hemos referido a la estructura del acto jurídico, en el sentido que éstos
requieren ciertos elementos esenciales para su existencia jurídica (descartando entonces
que los llamados elementos de la naturaleza y meramente accidentales cumplan dicha
función).
La doctrina tradicionalmente enseña también que el acto jurídico debe cumplir ciertos
requisitos, tanto de existencia como de validez, los cuales son necesarios para que
pueda existir sanamente y poder producir sus efectos de manera estable.
Una vez más, el Código Civil no se refiere de manera expresa a los requisitos del acto
jurídico. Sin embargo, ellos están reflejados –aunque sin distinción clara entre requisitos
de existencia y validez– en el art. 1445 del Código, al que ya nos referimos antes, que
dispone:
“Art. 1445. Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad
es necesario: 1º que sea legalmente capaz; 2º que consienta en dicho acto o declaración
y su consentimiento no adolezca de vicio; 3º que recaiga sobre un objeto lícito; 4º que
tenga una causa lícita”.
Los requisitos de existencia son aquellos indispensables para que el acto nazca a la
vida del derecho, para que exista como tal y produzca efectos. Sin ellos, será
jurídicamente inexistente y no producirá efecto alguno.
Así, los requisitos de existencia de todo acto jurídico serán la voluntad5, el objeto y la
causa. Lógicamente, la voluntad es el elemento fundamental que caracteriza la noción
misma del acto jurídico, mientras que el objeto se corresponde con la intención de
producir efecto jurídico o el fin práctico propuesto al celebrar el acto; por su parte, la
causa –que la ley define como el motivo que induce al acto o contrato– es también
requisito de existencia del acto jurídico porque el Código mismo dispone que no puede
haber manifestación de voluntad sin una causa.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
dispone el art. 1443 del Código– pero nosotros entendemos que la solemnidad es
propiamente la forma de manifestar la voluntad en los actos solemnes, de forma tal
que deben entenderse incluidas dentro de la voluntad para efectos de los requisitos de
existencia del acto jurídico. Así también se ha fallado (ICA Stgo., 1/12/1952, Repertorio).
En síntesis: para existir un acto jurídico, debe haber una manifestación de voluntad, con
un objeto y una causa, expresada por medio de la solemnidad que corresponde en caso
de ser un acto solemne.
Los requisitos de validez del acto jurídico, en cambio, son aquellos necesarios para que
éste tenga plena eficacia y produzca sus efectos de manera estable. El acto que
adolece de la falta de un requisito de validez nace a la vida jurídica, pero con un
defecto que lo expone ser invalidado.
Los requisitos de validez del acto jurídico son –siguiendo al art. 1445 del Código Civil– la
capacidad, la voluntad no viciada, el objeto lícito y la causa lícita. De este modo, si
bien nacerá a la vida del derecho, nacerá con un defecto el acto jurídico cuya
manifestación de voluntad haya sido dada por un incapaz, o cuya manifestación de
voluntad adolezca de algún vicio (error, fuerza y dolo), o que tenga un objeto ilícito o haya
sido celebrado por causa ilícita.
II.
LA VOLUNTAD JURÍDICA
1.
CONCEPTO Y REQUISITOS
Como la mera voluntad interna no puede ser conocida por los demás, y por lo mismo no
puede producir consecuencias en derecho, el primer requisito de la voluntad jurídica
consiste en que debe ser manifestada.
Pero además, la voluntad –para ser jurídicamente relevante– debe perseguir un fin
sancionado (reconocido o tutelado) por el derecho. En esto consiste el segundo
requisito de la voluntad jurídica: debe ser seria.
2.
LA MANIFESTACIÓN DE LA VOLUNTAD
Hemos dicho que la voluntad debe, en primer término, ser manifestada o exteriorizada, de
modo tal que ella salga del mero fuero interno, sea conocida y resulte relevante para el
derecho. Ello puede tener lugar, en principio, de dos maneras.
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Por regla general, la voluntad jurídica se manifestará por una acción directa:
habitualmente por medio de una declaración hecha por medio del lenguaje hablado o
escrito, o también por gestos o indicaciones.
Se enseña por la doctrina que la declaración de voluntad expresa debe ser clara, sin
ficciones ni ambigüedades, siendo el propio declarante el obligado a soportar las
consecuencias de su falta de claridad. Por eso, por ejemplo, las cláusulas ambiguas de un
contrato se interpretan contra quien la dictó, en caso que la ambigüedad provenga de una
falta de explicación que le sea imputable (art. 1566).
Así señala el art. 1654 del Código, que dispone que “Hay remisión tácita cuando el
acreedor entrega voluntariamente al deudor el título de la obligación, o lo destruye o
cancela, con ánimo de extinguir la deuda”, siendo de interés destacar que en ese caso el
legislador presume de forma simplemente legal la remisión tácita de la deuda, admitiendo
al acreedor probar que la entrega, cancelación o destrucción del título no fue voluntaria o
no fue hecha con ánimo –es decir, con intención o voluntad– de remitir la deuda.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Por otra parte, la doctrina entiende que nuestra legislación otorga, por regla general,
igual valor a la manifestación expresa y tácita de la voluntad. Así se desprende del hecho
que existen numerosos casos en que efectivamente permiten manifestaciones tácitas, en
oposición a ciertos casos excepcionales donde solamente se admiten manifestaciones
expresas de voluntad.
De interés es que –de forma aún más general– el Código de Comercio contempla igual
valor para la manifestación expresa o tácita de voluntad, puesto que en su art. 103
dispone que la aceptación tácita de una oferta produce los mismos efectos y se sujeta a
las mismas reglas que la aceptación expresa. Esto es de la mayor relevancia, porque
como veremos más adelante, la aceptación constituye uno de los actos que conforma el
consentimiento, que es la manifestación de la voluntad en los actos jurídicos bilaterales.
En estos casos se pide al testador declaraciones expresas, aunque no sean verbales, las
cuales deben ser claras e inequívocas al punto que –en el primer caso– todos deben ver,
oír y entender su manifestación de voluntad, y –en el segundo caso– debe quedar de
manifiesto una afirmación o negación.
Finalmente, las partes de un acto jurídico pueden estipular que ciertas manifestaciones
de voluntad solamente sean expresas para tener eficacia en sus relaciones jurídicas. Así,
por ejemplo, la cláusula en que se estipula el plazo de duración de un contrato de
6 Este último caso resulta un ejemplo curioso o paradojal, porque de una manifestación de voluntad expresa
es que la ley concluye una voluntad tácita. Así, el art. 1516 entiende que se renuncia a la solidaridad en el
caso que el acreedor exige o reconoce el pago de su parte o cuota de la deuda al deudor, expresándolo así
en la carta de pago. El hecho de expresar que se exige únicamente una cuota al deudor equivale a manifestar
tácitamente la renuncia a la solidaridad, porque el acreedor tenía la facultad de cobrar toda la deuda –no solo
una cuota– al deudor.
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El silencio no constituye, por regla general, una forma de manifestar la voluntad. Esto
es así, porque quien calla no niega ni afirma, teniendo el silencio un carácter equívoco
que no conduce a determinar o concluir voluntad alguna.
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3.
LA SERIEDAD DE LA VOLUNTAD
El ejemplo clásico que se da: una obra de teatro en que se manifiesta al público la parte
del libreto en que se ofrece celebrar un contrato.
Se ha fallado que “La declaración de voluntad que importa el consentimiento debe ser
manifestada con el propósito de crear un vínculo jurídico, para que pueda obligar a la
persona que la emite; debe haber una relación jurídica formal, una intención en tal
sentido, manifestada ostensiblemente, y no sólo el propósito de servir, complacer o
ayudar sin ánimo de obligarse seriamente” (ECS, 18/08/1955, Repertorio).
4.
LA VOLUNTAD EN LOS ACTOS JURÍDICOS BILATERALES:
EL CONSENTIMIENTO
23
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
La formación del consentimiento está reglamentada en los artículos 97 a 108 del Código
de Comercio, con el propósito ex profeso de suplir esa deficiencia del Código de Bello8,
igual que ocurrió con el Código Civil francés. Es generalmente aceptado –conforme deja
claro la historia fidedigna del establecimiento del Código de Comercio– que dichas reglas
son de aplicación general a la materia civil, aun cuando la ley misma no lo diga
expresamente.
También se la define como el acto jurídico unilateral por el cual una persona propone
a otra celebrar una determinada convención.
Que la oferta sea completa significa que en ella deben ir precisados todos los requisitos
del contrato que sean necesarios para que con la simple aceptación del destinatario el
contrato quede perfecto.
La oferta incompleta –esto es, vaga o imprecisa, carente de elementos suficientes para
configurar una convención– no es jurídicamente tal. Con ella sólo se da inicio a
24
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
conversaciones preliminares que pueden llegar más tarde a una oferta. Estas
conversaciones preliminares se caracterizan porque en ellas no hay ánimo de obligarse –
es decir, falta la seriedad propia de la oferta– sino solamente una intención prospectiva,
para conocer las condiciones en que la otra parte aceptaría contratar.
El inciso primero del art. 105 del Código de Comercio se refiere a esta última clase de
ofertas en estos términos: “Las ofertas indeterminadas contenidas en circulares,
catálogos, notas de precios corrientes, prospectos, o en cualquiera otra especie de
anuncios impresos, no son obligatorias para el que las hace.”
11 29 de diciembre de 2011, Rol N° 1872-2010; 12 de abril de 2012, Rol N° 218-2011; 24 de marzo de 2016,
Rol N° 2786-2015.
25
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De esta forma, las ofertas hechas a persona indeterminada no son propiamente ofertas en
el sentido jurídico que hemos usado anteriormente, sino que son simples formas de
propaganda.
Cabe destacar que el art. 105, en su inciso segundo, reglamenta la situación de las
ofertas hechas a un conjunto de personas determinadas por medio de anuncios, y –se
entiende por algunos– tienen prácticamente el mismo nulo efecto obligatorio que las
ofertas a persona determinada.
Esto es así porque, según esa disposición, “Dirigidos los anuncios a personas
determinadas, llevan siempre la condición implícita de que al tiempo de la demanda no
hayan sido enajenados los efectos ofrecidos, de que no hayan sufrido alteración en su
precio, y de que existan en el domicilio del oferente”; cuestión que significa que, como el
oferente puede cambiar el precio de la cosa, basta su solo arbitrio para desvincularse de
la oferta hecha por anuncios a un conjunto de personas determinadas.
(2) LA ACEPTACIÓN
La importancia de esta segunda clasificación radica en los efectos que cada una produce
en relación a la formación del consentimiento, como veremos a continuación.
26
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
En efecto, para que la aceptación genere el consentimiento es necesario que reúna dos
requisitos:
(a) La aceptación debe ser pura y simple: para que se forme consentimiento es
necesario que la aceptación de la propuesta sea pura y simple. Así resulta de lo
dispuesto en el art. 101 del Código de Comercio, que en su primera parte, dispone
que “Dada la contestación, si en ella se aprobare pura y simplemente la propuesta,
el contrato queda en el acto perfeccionado y produce todos sus efectos legales
[…]”.
En este punto, sin embargo, cabe hacer ciertas precisiones cuando la oferta
comprende varias cosas –llamada también oferta múltiple– (por ejemplo, varios
contratos a la vez, o en una sola convención varias cosas o cosas de distintas
calidades).
La oferta múltiple indivisible, en cambio, debe entenderse como una única oferta,
de forma tal que la aceptación parcial acá se regirá plenamente por el art. 102 del
Código de Comercio: constituirá una nueva propuesta.
12 Esta afirmación requiere algún matiz, pues como dijimos anteriormente, en el caso de las convenciones
nominadas o típicas, ciertos extremos de la convención (las cosas de su naturaleza) están suplidas por la
normativa legal. Así, la aceptación se estimará total cuando comprenda los elementos esenciales de la
convención y aquellas estipulaciones meramente accidentales que modifiquen las cosas de la naturaleza. Por
otro lado, en el caso de las convenciones innominadas, la aceptación se estimará total refiriéndose a todos los
extremos de la convención ofrecida; y aquellas estipulaciones que no se incluyan en la oferta, debieran
entenderse excluidas de la convención, salvo por aquellas estipulaciones que por la costumbre se incorporen
(art. 1546 del Código Civil) o aquellas cláusulas de uso común, cuya estipulación se presume aunque no se
exprese (art. 1563).
27
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(b) La aceptación debe darse mientras la oferta esté vigente: para que se forme
consentimiento es necesario también que la aceptación de la propuesta tenga
lugar mientras la oferta se encuentre vigente.
13 Que dispone que “El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la
aceptación, salvo que al hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto
del contrato, sino después de desechada o de transcurrido un determinado plazo.”
14 “Art. 98. La propuesta hecha por escrito deberá ser aceptada o desechada dentro de veinticuatro horas, si
la persona a quien se ha dirigido residiere en el mismo lugar que el proponente, o a vuelta de correo, si
estuviere en otro diverso.
Vencidos los plazos indicados, la propuesta se tendrá por no hecha, aun cuando hubiere sido aceptada.
En caso de aceptación extemporánea, el proponente será obligado, bajo responsabilidad de daños y
perjuicios, a dar pronto aviso de su retractación.”
28
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(ii) Retractación del oferente: Hemos dicho que la oferta es un acto jurídico
unilateral, cuestión que significa –en principio– que tiene valor jurídico, por
lo que no podría ser desdicha o revocada sin más por quien la formula.
Sin embargo, la ley ha permitido expresamente la retractación de la oferta,
esto es, el desistimiento unilateral que el proponente hace de su oferta,
dejándola sin efecto. En efecto, es regla general que el proponente
pueda retractarse, en el período que media entre el envío de la propuesta y
la aceptación. Así dispone el art. 99 del Código de Comercio15. Esta regla
general tiene dos excepciones, en las cuales está vedada la retractación:
15 “Art. 99. El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la
aceptación, salvo que al hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto
del contrato, sino después de desechada o de transcurrido un determinado plazo.
El arrepentimiento no se presume.”
16 El límite de esa indemnización es, en definitiva, aquellos gastos, daños y perjuicios sufridos como
consecuencia de preparar la celebración del contrato ofrecido (por ejemplo, en estudiar títulos, en prospectar
los aspectos del negocio, etc.), lo que en definitiva constituye daño emergente; pero no el valor o utilidad que
se habría obtenido de celebrar el contrato (lucro cesante), porque justamente la ley ha permitido la
retractación, y además, porque justamente se permite celebrar el contrato para salvar esta responsabilidad.
29
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Para nosotros, que entendemos que la entrega o la solemnidad son las formas de
manifestar la voluntad, el mero consentimiento no permitirá perfeccionar esa clase de
actos; y consecuentemente no se podría obligar a la contraparte a cumplir la
convención o contrato, ni a otorgar la solemnidad o realizar la entrega18.
Esto no significa, en todo caso, que el consentimiento carezca de todo valor en el caso de
los contratos solemnes o reales. En caso que formado el consentimiento, una de las
partes rehúse otorgar la solemnidad o realizar la entrega, se generará a su respecto
responsabilidad por la ruptura de las tratativas preliminares, también llamada
responsabilidad precontractual, en los términos que hemos señalado anteriormente.
17 Confirma lo anterior el hecho que las arras, conforme al art. 109 del Código de Comercio, deben
devolverse una vez cumplido el contrato o pagada una indemnización, cualquiera sea la parte incumplidora.
18 Tampoco puede entenderse que aquí se pueda obligar a realizar la entrega u otorgar la solemnidad a la
contraparte. Esto es así atendido lo que dispone el art. 1554 del Código Civil, que reglamenta la promesa de
celebrar un contrato (también llamada contrato de promesa). Sólo en caso que se otorgue una promesa de
celebrar un contrato –con todos los requisitos que ello conlleva– surge el derecho a exigir la entrega de la
cosa o el otorgamiento de la solemnidad, o en otros términos, el derecho a exigir celebrar el contrato
prometido.
30
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Convenciones entre presentes son aquellas en que la aceptación puede ser
conocida por la otra parte al mismo tiempo o inmediatamente de ser
emitida;
(ii) Convenciones entre ausentes son aquellas en que la aceptación sólo
puede ser conocida después de cierto tiempo, más o menos largo, de
ser emitida.
Como veremos, el Código de Comercio recoge una de ellas, no obstante que, en un caso
de excepción, la ley ha seguido también otra.
19 Esto resulta ser hoy en día muy claro, por el advenimiento de la comunicación instantánea por medios
mecánicos y electrónicos, que no existían al tiempo de dictarse el Código de Comercio.
31
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
5.
LOS VICIOS DE LA VOLUNTAD
Antes dijimos que uno de los requisitos de validez de los actos jurídicos es que la voluntad
o consentimiento no adolezca de vicio (art. 1445 del Código Civil).
La teoría de los vicios de la voluntad tiene por propósito proteger la autonomía privada,
como expresión de la libertad humana; se pretende proteger la formación de un
consentimiento libre e informado, el cual desaparece completamente en caso de fuerza, o
adolece de defectuoso conocimiento en caso de fuerza o dolo.
Así, dispone el art. 1451 del Código que “Los vicios de que puede adolecer el
consentimiento, son error, fuerza y dolo.” Si bien el Código se refiere a los vicios del
consentimiento, debemos entender que ellos pueden viciar también la voluntad en los
actos unilaterales, los cuales en todo caso tienen ciertas reglas propias en esta materia.
32
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
5.1.
EL ERROR
Los actos jurídicos son manifestación de voluntad. Pero lo que determina a las personas a
manifestar su voluntad para otorgar un acto jurídico es el conocimiento que tienen de la
realidad.
Interesa destacar, finalmente, que en el caso del error se manifiesta una voluntad;
pero el conocimiento que determina esa voluntad es defectuoso. En términos
estrictos, el vicio es del conocimiento más que del consentimiento.
Es importante distinguir también el error del dolo, en cuanto este último – como
veremos – vicia el consentimiento porque induce a la celebración del contrato
mediante engaño, que igualmente deforma el conocimiento de la realidad.
20 “Art. 1682. La nulidad producida por un objeto o causa ilícita, y la nulidad producida por la omisión de
algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o contratos en
consideración a la naturaleza de ellos, y no a la calidad o estado de las personas que los ejecutan o
acuerdan, son nulidades absolutas.
Hay asimismo nulidad absoluta en los actos y contratos de personas absolutamente incapaces.
Cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa, y da derecho a la rescisión del acto o contrato.”
21 Stolfi, en Víctor Vial.
33
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
La distinción provenía del hecho que, entre los romanos, se consideraba inexcusable el
error de derecho, porque resultaba inexcusable el incumplimiento de preceptos jurídicos
siquiera por desconocimiento. Sólo el “error facti” resultaba excusable.
34
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, como la ley se presume conocida por todos, y nadie puede lícitamente alegar
ignorarla, menos sería posible invocar ignorancia o error de la misma para intentar
invalidar un acto jurídico. Un acto jurídico celebrado por quien ha incurrido en un
error de derecho no se encuentra viciado y no podrá ser invalidado.
La doctrina habitualmente señala que excepción a esta regla constituyen los arts.
2297 y 2299 del Código Civil23, que reglamentan el cuasicontrato de pago de lo
no debido.
Hay que destacar, eso sí, que en caso de realizarse un pago de lo no debido, no
se demandará la nulidad de dicho pago en base al error de derecho, sino que se
ejercerá la acción particular que ofrece dicho cuasicontrato: la acción in rem verso,
que persigue la repetición del pago de lo no debido.
En lo que toca al art. 2299, no vemos nosotros allí una excepción al art. 1452.
Más propiamente, entendemos que la referida norma reglamenta una presunción
que favorece al que paga lo que no debe.
En efecto, quien paga lo que no debe lo hace porque cree ser deudor, o bien por
mera liberalidad (donación). Como la pura liberalidad o beneficencia es causa
suficiente de los actos jurídicos (art. 1467), quien pretende retener el pago de lo no
22 “Art. 706. La buena fe es la conciencia de haberse adquirido el dominio de la cosa por medios legítimos,
exentos de fraude y de todo otro vicio.
Así en los títulos translaticios de dominio la buena fe supone la persuasión de haberse recibido la cosa de
quien tenía la facultad de enajenarla, y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato.
Un justo error en materia de hecho no se opone a la buena fe.
Pero el error en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite prueba en
contrario.”
23 “Art. 2297. Se podrá repetir aun lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no tenía por
fundamento ni aun una obligación puramente natural.
Art. 2299. Del que da lo que no debe, no se presume que lo dona, a menos de probarse que tuvo perfecto
conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho como en el derecho.”
35
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
debido podría sencillamente alegar que el que hizo el pago actuó por mera
liberalidad, y conforme a las reglas generales sobre carga de la prueba, tocaría a
quien quiere repetir lo pagado acreditar que no fue el caso.
El art. 2299 establece una presunción que invierte esa carga probatoria a favor de
quien hizo el pago, pues impone a quien recibió el pago –y quiere retenerlo– la
carga de acreditar que el que realizó el pago tuvo “perfecto conocimiento de lo que
hacía, tanto en el hecho como en el derecho”; de forma tal que acá un error de
derecho tendrá el efecto de impedir demostrar que tuvo lugar válidamente una
donación.
Se enseña por algunos24 que nuestro Código Civil, siguiendo a Pothier, distingue
tres clases distintas de error de hecho: el error esencial, el error sustancial y el
error accidental, distinción cuya relevancia está en que sólo los dos primeros vician
el consentimiento, no así el último.
36
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Ahora bien, siendo así, el error esencial debiera estar sancionado con la
inexistencia o la nulidad absoluta (según sea la postura que se siga al
respecto), porque en definitiva, no ha llegado a formarse siquiera
consentimiento.
27 Luis Claro, Arturo Alessandri Besa. Este entendimiento del tema está tomado de la doctrina francesa, que
tiene disposiciones legales sobre error distintas a la nuestra (un solo artículo en oposición a los tres que hay
en Chile). Allá el error sustancial es el caso de error más importante que reconoce el Código Civil, y por lo
mismo, la doctrina construyó la figura del error obstáculo que no está tratada en la ley.
28 Avelino León, Carlos Ducci.
37
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El error sustancial está tratado en el inciso primero del art. 1454 del
Código29. En este caso, se vicia el consentimiento cuando la sustancia o la
calidad esencial del objeto del acto o contrato, es diversa de lo que se
cree:
En efecto, por una parte se usa el concepto “sustancia del objeto del acto o
contrato”, el cual –siendo sinónimo de materia de que está hecha una
cosa– constituye un parámetro netamente objetivo. Por eso se
ejemplifica con una barra de plata en oposición a una barra de un metal
semejante; podría también pensarse en la confusión de un cristal o
diamante con simple vidrio, o de un vino con un vinagre.
Sin embargo, la expresión “calidad esencial del objeto del acto o contrato”
podría entenderse como un parámetro subjetivo, lo cual se determinaría
conociendo los motivos o intención de las partes para contratar.
29 “El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad esencial
del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree; como si por alguna de las partes
se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de algún otro metal semejante.”
38
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
30 “El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento de los que contratan, sino
cuando esa calidad es el principal motivo de una de ellas para contratar, y este motivo ha sido conocido de la
otra parte.”
39
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
31 “Art. 1455. El error acerca de la persona con quien se tiene intención de contratar no vicia el
consentimiento, salvo que la consideración de esta persona sea la causa principal del contrato.
Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá derecho a ser indemnizada de
los perjuicios en que de buena fe haya incurrido por la nulidad del contrato.”
32 Que el error en la persona se refiera no solo a la identidad en cuanto nombre, sino también a las
cualidades de la persona misma, que son las que definen quién es, lo desprendemos del art. 676 del Código
Civil, que dispone “Art. 676. Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en
cuanto a la identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien se le hace la entrega, ni en
cuanto al título. Si se yerra en el nombre sólo, es válida la tradición.”; y del art. 1057, en cuanto dispone “Art.
1057. El error en el nombre o calidad del asignatario no vicia la disposición, si no hubiere duda acerca de la
persona.”
33 Por ejemplo, Carlos Ducci.
34 “Artículo 8º.- Falta el consentimiento libre y espontáneo en los siguientes casos:
1º Si ha habido error acerca de la identidad de la persona del otro contrayente;
2º Si ha habido error acerca de alguna de sus cualidades personales que, atendida la naturaleza o los fines
del matrimonio, ha de ser estimada como determinante para otorgar el consentimiento,”
35 “Art. 1386. La donación entre vivos es un acto por el cual una persona transfiere gratuita e
irrevocablemente una parte de sus bienes a otra persona, que la acepta.”
36 “Art. 2216. El error acerca de la identidad personal del uno o del otro contratante, o acerca de la
substancia, calidad o cantidad de la cosa depositada, no invalida el contrato.
El depositario, sin embargo, habiendo padecido error acerca de la persona del depositante, o descubriendo
que la guarda de la cosa depositada le acarrea peligro, podrá restituir inmediatamente el depósito.”
40
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Cabe destacar, eso sí, que en caso de viciarse el contrato por esta clase de
error, existirá un derecho para que la contraparte sea indemnizada de los
perjuicios en que incurrió de buena fe por la nulidad del contrato. Que
esté de buena fe significará, en nuestro concepto, que no conociera que la
identidad o calidad personal era la causa principal de su contraparte para
celebrar el acto.
Si bien el Código Civil se refiere al error como vicio del consentimiento, éste
también constituye un vicio de la voluntad en los actos jurídicos
unilaterales.
Así por ejemplo, el art. 1058 del Código señala que “se tendrá por no
escrita” –es decir, es nula– la asignación testamentaria “que pareciere
motivada por un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error
no hubiera tenido lugar”. La particularidad de esta disposición es que, a
diferencia de las clasificaciones que hemos visto previamente, el Código da
un criterio más sencillo y amplio para distinguir qué clase de error viciaría
la voluntad del testador: el error de hecho relevante, sin distinguir entre
especies de error (más que para excluir el error de derecho).
37 “Art. 2116. El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios a otra,
que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.”
38 Razón por la cual, conforme al art. 2103, “Disuélvese asimismo la sociedad por la
muerte de cualquiera de los socios”.
39 “Art. 2456. La transacción se presume haberse aceptado por consideración a la persona con quien se
transige.
Si se cree pues transigir con una persona y se transige con otra, podrá rescindirse la transacción.
De la misma manera, si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse esta
transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho.”
40 “Art. 676. Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en cuanto a la
identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien se le hace la entrega, ni en cuanto al
título. Si se yerra en el nombre sólo, es válida la tradición.”
41 Víctor Vial.
41
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
5.2.
LA FUERZA
El segundo vicio de que puede adolecer la voluntad, según el art. 1451 del Código Civil,
es la fuerza, también llamada violencia. A falta de definición legal, se puede definir como
los apremios físicos o morales que se ejercen sobre una persona destinados a que
preste el consentimiento para un acto jurídico. El consentimiento se estima viciado en
estos casos porque no ha sido prestado de manera libre o espontánea.
(i) los apremios físicos, esto es, malos tratos de obra (por ejemplo, se da una
golpiza al sujeto, quien para evitar que siga, acepta suscribir un documento)
(ii) los apremios morales, esto es, la amenaza, intimidación o coacción (por
ejemplo, se le dice al sujeto que se matará a su familia si no firma un
documento, el cuál acepta inspirado por temor).
Hay autores que distinguen entre fuerza física o absoluta y la fuerza moral (amenaza o
intimidación). Partiendo de la base de un típico ejemplo en materia de fuerza –caso del
sujeto al cual le toman la mano para suscribir el documento, de forma tal que es
básicamente un autómata– afirman que en el caso de la fuerza física, más que vicio del
consentimiento, no existiría consentimiento; la voluntad sería solo aparente, y el acto
jurídico sería propiamente inexistente. Así, el estudio de la fuerza se limitaría al estudio de
la fuerza moral42.
Si bien concordamos que en el caso que proponen no hay propiamente voluntad, no nos
parece que en todos los casos de fuerza ocurra lo mismo. Por eso el ejemplo que dimos
42 Víctor Vial.
42
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
“Fuerza es la presión que se ejerce por una persona por actos materiales o amenazas
para inducirla a consentir. Expone a la víctima, a la persona respecto de la cual se ejerce,
o a un sufrimiento presente o al temor de uno futuro. Y justo es el propósito de verse libre
de este sufrimiento o de evitarlo el que la decide a consentir. En puridad, el vicio del
consentimiento no está constituido por la fuerza misma; no son los actos de violencia
ejecutados sobre la persona los que vician el consentimiento, sino que éste deriva del
temor que en el ánimo del contratante producen los actos materiales de violencia o la
amenaza de que es víctima.” (ECS, 10/06/1980).
(2) REQUISITOS
Cuando se arranca una manifestación de voluntad de una persona por medio de fuerza, el
Código permite al afectado ejercer la acción de nulidad relativa o rescisión, invalidando el
acto jurídico en que se manifestó este consentimiento viciado. Sin embargo, no cualquier
fuerza, amenaza o intimidación califica para tal propósito.
Antes bien –siguiendo la terminología del Código, que dice que “la fuerza no vicia el
consentimiento, sino cuando”– un comportamiento debe reunir varios requisitos para
constituir el vicio de fuerza y permitir anular un acto jurídico.
En primer término, la fuerza debe ser grave, lo que significa que debe influir
significativamente en el ánimo de la víctima, o como dice el Código, debe ser
capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio (art.
1456).
Con el uso de la expresión “sano juicio” se quiere significar que la fuerza debe
medirse en consideración a una persona de juicio normal y no en alguien
síquicamente enfermo (ICA Stgo 21/01/1982).
Sin embargo, la ley orienta la actividad del juez, pues en el art. 1456 le indica que
para decidirlo debe tomar en cuenta la edad, sexo y condición de la víctima.
43
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Condición es una expresión amplia, que en nuestro concepto puede servir para
incluir características como niveles culturales, económicos, profesionales, etc.
Como cuestión de hecho, el que alegue la fuerza tendrá la carga de acreditar tanto
que existió la respectiva violencia o amenaza, como la entidad de la misma. Sin
embargo, el propio art. 1456 presume que ciertas circunstancias constituyen
amenaza, al señalar que “Se mira como una fuerza de este género todo acto que
infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno
de sus ascendientes o descendientes a un mal irreparable y grave”.
En segundo término, la fuerza debe ser injusta o ilegítima, lo que significa que
debe ser contraria a derecho o destinada a obtener una ventaja
desproporcionada o injusta. Este requisito no lo contempla el Código
expresamente, pero hay consenso en la doctrina sobre él.
Por ejemplo, la amenaza de embargar bienes por parte del acreedor que goza de
un crédito contra el deudor no constituirá el vicio de fuerza. El embargo de bienes
es una actuación legítima, y por lo mismo, no es antijurídica43.
Para viciar el consentimiento, la fuerza debe ser también determinante, esto es,
que la manifestación de la voluntad sea una consecuencia inmediata y directa
de la fuerza o amenaza, de modo que sin ella, la víctima no habría otorgado el
acto jurídico en cuestión.
Este requisito se desprende del art. 1457 del Código, que reglamenta de quien
puede provenir la fuerza, señalando que “basta que se haya empleado la fuerza
por cualquiera persona con el objeto de obtener el consentimiento”.
43 Sin embargo, podría constituir fuerza la misma amenaza cuando es hecha por quien no tiene un título
ejecutivo contra el deudor; o hecha contra quien no es su deudor para obtener de éste una prestación.
44 Víctor Vial.
45 José Joaquín Ugarte.
46 Véase el Repertorio del art. 1456.
44
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así resulta del art. 1457 del Código Civil, según el cual “para que la fuerza vicie el
consentimiento no es necesario que la ejerza aquel que es beneficiado por ella; basta que
se haya empleado la fuerza por cualquiera persona con el objeto de obtener
el consentimiento.”
Esta disposición deja a salvo que la fuerza pueda tener lugar, entonces, en los actos
jurídicos unilaterales, siendo de interés destacar que el art. 1007 expresamente dispone
que “el testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza, es nulo en
todas sus partes”.
Esta última disposición pareciera dar a entender que en el caso del testamento la fuerza
no requiere cumplir todos los requisitos que establecen los arts. 1456 y 1457 –lo cual nos
parece discutible–, y más importante aún, que la fuerza no viciará solamente una de las
disposiciones o asignaciones del testamento, sino que permitirá anularlo enteramente.
Igual ocurre con la aceptación y repudiación de una herencia, que son rescindibles por el
vicio de fuerza (arts. 1234 y 1237 del Código Civil).
El art. 1456 inciso segundo dispone que “El temor reverencial, esto es, el solo temor de
desagradar a las personas a quienes se debe sumisión y respeto, no basta para viciar el
consentimiento.”
En todos esos casos muchas veces nos encontraremos con actos jurídicos que las
personas no realizarían espontáneamente; sin embargo, el consentimiento que allí se
presta no pasa a ser un consentimiento forzado, porque dicha sumisión o respeto no tiene
un origen antijurídico, por lo que no se vicia el consentimiento.
45
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Por esto, se ha fallado que “la circunstancia de que el firmante de una escritura haya
tenido su ánimo sugestionado por el interés de no desagradar a su padre y de salvarse de
una situación delicada, no constituye fuerza ni dolo que anule el contrato” (ICA Stgo
28/03/1914)
Así, por ejemplo, el de quien expuesto a morir de hambre roba comida; de quien,
apremiado por necesidades financieras, toma un préstamo a intereses altísimos; o de
quien, ahogándose en el mar, ofrece a un remero su reloj para que lo salve.
Estos últimos dos ejemplos permiten preguntarse si quien tomó el préstamo o quien
ofrece el reloj podrían invocar la fuerza para anular su consentimiento e invalidar el
préstamo o la donación.
Una opinión diversa ofrece Carlos Ducci. Para su concepción, lo que caracteriza a la
fuerza es el temor producido, y consecuentemente, el referido temor lo puede causar
tanto un acto del hombre como un hecho o fuerza externa; lo único importante es
determinar si hay libertad para expresar el consentimiento.
Para sustentar su opinión, señala además que cuando el art. 1456 se refiere a “todo acto
que infunde a una persona un justo temor…”, no debemos circunscribirlo solamente al
acto humano de un tercero, cuestión que él entiende que ratifica la disposición siguiente
sobre temor reverencial. En efecto, el temor reverencial no emana de un acto de terceros,
sino que se genera en la conciencia individual derivado de circunstancias externas
independientes de la acción humana.
Finalmente, señala que el art. 1457 no limita la fuerza solo a los actos humanos, sino
que solamente deja en claro que la fuerza puede emanar de un tercero. Lo mismo
entiende del art. 1007, que aludimos antes (por eso se usa, en su concepto, la expresión
“de cualquier modo haya intervenido la fuerza”).
5.3.
47 Víctor Vial explica que en el derecho italiano, en cambio, existe una norma expresa que autoriza la
rescisión por causa del estado de necesidad.
46
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
EL DOLO
El dolo es el tercer vicio del consentimiento que individualiza el art. 1451 del Código Civil,
y como tal, está tratado de forma particular en los arts. 1458 y 1459.
Sin embargo, el dolo es una cuestión más general en nuestro derecho civil, de lo cual el
vicio del consentimiento no es sino una manifestación. En efecto, el dolo es también el
elemento constitutivo del delito civil, conforme dispone el art. 2284 del Código48; es
también una causal de agravación de la responsabilidad contractual, conforme al art.
1558; y en último término, se relaciona también en varias ocasiones con la mala fe.
El art. 44 del Código da una definición legal de dolo, señalando que éste “consiste en la
intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”.
Como puede advertirse, sin embargo, la definición legal evoca más bien el elemento
constitutivo del delito civil, y especialmente, el estado de ánimo de quien lo comete (quien
tiene la intención positiva de inferir injuria), y no da un concepto completo del dolo en
cuanto vicio de la voluntad.
Doctrinariamente, entonces, se acostumbra señalar que el dolo –en cuanto vicio del
consentimiento– se define como las maquinaciones fraudulentas destinadas a que
una persona preste su consentimiento para la celebración de un acto o contrato;
como “el error provocado engañando a otro”49; o como “toda forma de artificio capaz de
inducir a engaño a otros, que excede de aquel género de habilidades que se pueden
considerar permitidas a las partes en la lucha de astucia que suele desarrollarse en el
curso de las negociaciones de un contrato oneroso”50.
La jurisprudencia ha dicho que “Es condición del dolo, en cuanto vicio del consentimiento,
la concurrencia de una acción u omisión voluntaria empleada por una persona con el
propósito de causar daño a otra, sea por maldad, sea por el deseo de proporcionarse un
determinado provecho. Lo informa, en definitiva, una serie de maniobras ilícitas llevadas a
la práctica para inducir a engaño.
Es condición necesaria para la existencia del dolo que la parte a quien se atribuye,
valiéndose de la astucia y la malicia, engañe a la otra, obteniendo un consentimiento que,
en otra forma, indudablemente le habría sido negado.” (ICA Stgo, 27/09/1945).
Lo que caracteriza al dolo como vicio del consentimiento es, entonces, más amplio que la
sola intención de inferir injuria al otro contratante; es el engaño, el despliegue de
maquinaciones fraudulentas, cuyo propósito es causar error en la otra persona, de
forma tal que celebre un acto o contrato que de lo contrario no celebraría.
48 “Art. 2284. Las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho voluntario de
una de las partes. Las que nacen de la ley se expresan en ella.
Si el hecho de que nacen es lícito, constituye un cuasicontrato.
Si el hecho es ilícito, y cometido con intención de dañar, constituye un delito.
Si el hecho es culpable, pero cometido sin intención de dañar, constituye un cuasidelito.”
49 Stolfi, en Víctor Vial.
50 Betti, en Víctor Vial.
47
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, en el dolo se produce la misma situación que en el error: una falsa representación
de la realidad de quien otorga el acto. La diferencia es que, mientras en el caso del error,
ella es espontánea, en el dolo es provocada por la contraparte del negocio.
El dolo admite ciertas clasificaciones, tanto doctrinarias como legales, que tienen interés
principalmente para determinar los efectos que se siguen de cada tipo de dolo.
Una primera clasificación doctrinaria distingue el llamado dolo bueno del dolo malo.
Una segunda clasificación, también doctrinaria, distingue entre el dolo positivo y el dolo
negativo.
Es discutible en principio si nuestro Código acepta el dolo omisivo, atendido que indica
que “el dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes”,
expresión que parece evocar la necesidad de actos positivos que lo manifiesten.
Lo importante será, en todo caso, determinar cuándo un contratante está obligado a sacar
del error a su contraparte; no siempre existe esa obligación, porque el hecho de negociar
de buena fe no implica custodiar los intereses de la contraparte por sobre los propios.
48
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Una tercera clasificación, con base legal, distingue entre el dolo determinante y el dolo
incidental.
El art. 1458 del Código Civil dispone –al igual que como hace con la fuerza– que “el dolo
no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes y cuando además
aparece claramente que sin él no hubieran contratado”.
Dos son los requisitos que debe reunir, entonces, el dolo para viciar el consentimiento.
Dispone el Código Civil que el dolo debe ser obra de una de las partes, lo que –
conforme al art. 1438– denota en principio que el dolo tiene lugar en las
convenciones y contratos.
Para sostener esta posición, se citan varios ejemplos: por ejemplo, el caso de la
aceptación o repudiación de una herencia de los arts. 1234 y 1237 del Código, en
los cuales expresamente se permite rescindir la aceptación o repudiación de la
herencia en caso de haber sido obtenidas por dolo51 y el caso de la renuncia a los
gananciales del art. 1782 del Código, que permite pedir la rescisión de dicha
renuncia si ella fue obtenida por engaño52.
51 “Art. 1234. La aceptación, una vez hecha con los requisitos legales, no podrá rescindirse, sino en el caso
de haber sido obtenida por fuerza o dolo, y en el de lesión grave a virtud de disposiciones testamentarias
de que no se tenía noticia al tiempo de aceptarla.”
“Art. 1237. Ninguna persona tendrá derecho para que se rescinda su repudiación, a menos que la misma
persona o su legítimo representante hayan sido inducidos por fuerza o dolo a repudiar.”
52 “Art. 1782. Podrá la mujer renunciar mientras no haya entrado en su poder ninguna parte del haber social
a título de gananciales.
Hecha una vez la renuncia no podrá rescindirse, a menos de probarse que la mujer o sus herederos han
sido inducidos a renunciar por engaño o por un justificable error acerca del verdadero estado de los
negocios sociales.
Esta acción rescisoria prescribirá en cuatro años, contados desde la disolución de la sociedad.”
49
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Víctor Vial también pone como ejemplo el testamento, citando el art. 968 N° 4 del
Código, que hace indignos de suceder al “que por fuerza o dolo obtuvo alguna
disposición testamentaria del difunto, o le impidió testar”. Pero de dichas
disposiciones no se sigue que el testamento efectivamente pueda anularse por
causa del dolo de quien obtuvo una disposición testamentaria, sino que
únicamente se establece una sanción para quien incurrió en el dolo: se le hace
indigno de suceder.
La ley es categórica en exigir que el dolo sea determinante para viciar la voluntad.
De los antecedentes tiene que aparecer claramente que sin él no se hubiera
contratado. Por eso, decíamos que el dolo determinante se llama también
inductivo; y sólo a éste confiere la ley la virtud de permitir la anulación de un acto o
contrato.
El efecto del dolo, cuando reúne dichos requisitos, es que produce la nulidad relativa del
acto o contrato que adolece de él, conforme al art. 1682 inciso final del Código Civil.
Si no se reúnen esos requisitos, en cambio, nos encontramos ante el dolo incidental, que
es aquel que reglamenta el inciso segundo del art. 1458 del Código, al señalar: “En los
demás casos el dolo da lugar solamente a la acción de perjuicios contra la persona o
personas que lo han fraguado o que se han aprovechado de él; contra las primeras por el
total valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta concurrencia del provecho que
han reportado del dolo.”
De este modo, la víctima del dolo puede demandar a quien lo fraguó –esto es, a quien
ejecutó la maquinación fraudulenta– por la totalidad de los perjuicios que el dolo le haya
irrogado. El responsable del dolo puede ser tanto la contraparte en la convención, como
un tercero, siendo indispensable en todo caso que se haya producido un perjuicio efectivo
(daño emergente o lucro cesante, daño moral), el cual deberá ser acreditado.
Por otro lado, la víctima del dolo también puede demandar a quienes se aprovecharon del
dolo, disposición que es un espejo de la que establece el art. 2316 del Código Civil53 en
materia de responsabilidad extracontractual. Esto es lo que se conoce como la acción de
restitución del provecho del dolo ajeno, por vía de la cual se que recibió provecho del
dolo, para que lo restituya a la víctima.
53 “El que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo
que valga el provecho.”
50
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El Código Civil es especialmente categórico en este punto, puesto que en el art. 1459
dispone que “El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley.
En los demás debe probarse.”
Esta disposición es concordante con la del art. 707 del Código –incluida entre la
reglamentación de la posesión– que señala que “La buena fe se presume, excepto en los
casos en que la ley establece la presunción contraria. En todos los otros la mala fe
deberá probarse.”
Así por ejemplo, en materia de posesión, se presume de derecho la mala fe cuando existe
un error en materia de derecho por parte del poseedor (art. 706). Se presume también la
mala fe, en la renuncia que hace un socio a la sociedad colectiva civil para apropiarse de
una ganancia que debía pertenecer a la sociedad (art. 2111).
El art. 44 del Código Civil define la culpa grave como aquella que “consiste en no manejar
los negocios ajenos con aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poco
prudencia sueñen emplear en sus negocios propios”, y acto seguido, indica que “Esta
culpa en materias civiles equivale al dolo”.
Carlos Ducci estima que la equivalencia de la culpa grave al dolo permitiría considerar
a la primera también como vicio del consentimiento. Ello lo sostiene considerando que
la ley justamente los hace equivalentes, y además, en consideración a que el elemento
intencional del dolo será siempre difícil de probar, mientras que la culpa grave –en su
concepto– se puede desprender de antecedentes objetivos más fáciles de establecer. Así,
su concepción facilitaría la prueba para acreditar la concurrencia de este vicio del
consentimiento.
En nuestra opinión, parece en primer lugar que los supuestos en que tendría aplicación
esta equiparación son realmente escasos. Pero más importante aún, creemos que lo que
distingue al dolo como vicio del consentimiento es justamente la existencia de una
maquinación, lo que implica un proyecto o plan dirigido a una finalidad espuria;
54 Esto último entraría en el campo de aplicación del error inexcusable, que según la doctrina no
vicia el consentimiento en forma general.
51
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Nótese que la equiparación de la culpa grave y el dolo, para buena parte de la doctrina,
no es absoluta.
5.4.
LA LESIÓN
(1) CONCEPTO.
Doctrinariamente, la lesión puede definirse como el perjuicio pecuniario que sufre una
de las partes en la celebración de un contrato oneroso conmutativo, debido a la
desproporción en el valor de las prestaciones recíprocas.
De esta forma, siempre en un plano doctrinario, la lesión solamente puede tener lugar en
contratos onerosos conmutativos (arts. 1440 y 1441 del Código Civil), esto es, aquellos
que tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes y en que cada una de las partes se
obligó a dar, hacer o no hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra se
obligó a dar, hacer o no hacer a su turno.
No tendrá lugar en el caso de actos o contratos gratuitos –porque en ellos sólo una
de las partes sufre el gravamen en utilidad de la otra– ni en contratos onerosos
aleatorios, en que el “equivalente” de lo que una parte se obliga a dar, hacer o no hacer,
es la contingencia incierta de ganancia o pérdida.
52
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Para así sostenerlo, se alude en primer término al hecho que el art. 1451 no la
contempla como vicio del consentimiento, en circunstancias que el Proyecto de 1853 la
consideraba expresamente como un vicio especial del consentimiento y la establecía de
forma general.
Allí se decía que aplicaba a los contratos conmutativos, se exigía que fuera enorme,
esto es, que el valor de lo dado por una de las partes no llegara a la mitad de lo que el
otro diera a su vez, y finalmente, que no constara intención de donar el exceso, lo cuál
debía mencionarse específicamente en el acto (cosas o cantidades que se donaban).
53
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De este modo, se ha creído que –conforme a la historia fidedigna del establecimiento del
Código Civil– se decidió no dar a la lesión el carácter general de vicio del consentimiento.
Se agrega a lo anterior el hecho que Andrés Bello no siguió en este punto a Pothier, que
consideraba la lesión como una imperfección del consentimiento de la parte lesionada.
En tercer lugar, en Chile se considera que la lesión opera solamente en aquellos casos
en que expresamente se ha establecido por el legislador, y sin que en todos ellos la
sanción corresponda a la nulidad relativa o rescisión, que es la sanción propia a los
vicios del consentimiento.
En todo caso, existe una opinión minoritaria –sostenida por Carlos Ducci– que
considera que la lesión sí puede ser considerada como vicio del consentimiento.
Si bien reconoce que el Código no la trató expresamente y de forma general como vicio
del consentimiento, este autor entiende que no existe una prohibición general de
sanción de la lesión, y que además por algo existe la definición de contrato
conmutativo.
Invoca además el art. 1348 del Código Civil, que dice que “las particiones se anulan o
rescinden de la misma manera y según las mismas reglas que los contratos”, agregando
que “la rescisión por causa de lesión se concede al que ha sido perjudicado en más de la
mitad de su cuota”. Esto demostraría también que la lesión puede considerarse permitida
o aceptada en forma general entre nosotros.
Para Ducci, como la lesión no está consagrada a modo general, estaría incluida en
principio dentro del error, la lesión constituiría un error en la magnitud de las
prestaciones.
Para así sostenerlo, Ducci recurre a la definición del error sustancial (“sustancia o calidad
esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato”) y la relaciona con el art. 1460 del
Código, que señala que “Toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más
cosas que se trata de dar, hacer o no hacer.” El autor entiende que, conforme a esos
artículos, que el error sustancial se refiere en general a objetos, entendidos como la
prestación del acto jurídico; y dice que cuando se trata de prestaciones, el error en la
calidad esencial de las mismas no puede ser otra cosa que la magnitud de la prestación.
Ducci argumenta también que si el art. 2458 del Código estableció, como regla especial
del contrato de transacción que “el error de cálculo no anula la transacción, sólo da
derecho a que se rectifique el cálculo”, es porque la regla general sería que un error de
cálculo sí puede formar parte del error sustancial/lesión.
54
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Conforme al art. 1889, la lesión enorme ocurre cuando se producen las siguientes
situaciones:
En cuanto a los efectos de la lesión enorme, el art. 1890 establece: “El comprador
contra quien se pronuncia la rescisión, podrá a su arbitrio consentir en ella o
completar el justo precio con deducción de una décima parte, y el vendedor, en el
mismo caso, podrá a su arbitrio consentir en la rescisión o restituir el exceso del
precio recibido sobre el justo precio aumentado en una décima parte”.
55
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Ese artículo nos indica especialmente cómo determinar el justo precio de las cosas
permutadas.
Se entiende por lesión grave, dice el último inciso del precepto, la que disminuye
el valor total de la asignación en más de la mitad.
Lo interesante del precepto es, que en este caso, nos encontramos con la
rescisión por lesión de un acto jurídico unilateral y gratuito, lo cual choca con el
concepto doctrinario de la lesión.
Esta rescisión, dice el Código en el art. 1350, puede ser “atajada” por los demás
copartícipes si ellos “ofrecen y aseguran” el suplemento faltante a la porción del
coasignatario perjudicado. Esto es curioso, porque la expresión “atajar” denota que
la demanda se puede enervar antes de fallada –a diferencia del caso de la lesión
enorme en los bienes raíces– y que para enervarla se puede simplemente ofrecer
y asegurar –con una caución– el pago correspondiente.
(e) Mutuo.
56
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El art. 2206 establece que “El interés convencional no tiene más límites que los
que fueren designados por ley especial; salvo que, no limitándolo la ley, exceda en
una mitad al que se probare haber sido interés corriente al tiempo de la
convención, en cuyo caso será reducido por el juez a dicho interés corriente”.
Más interesante, eso sí, resulta el hecho que acá la sanción no es la nulidad
relativa, sino que simplemente opera una reducción del interés, que baja al
interés corriente vigente al tiempo de la convención (la sanción es que no se
puede cobrar siquiera el máximo convencional, se rebaja al interés corriente).
(f) La anticresis.
La anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para
que se pague con sus frutos. La cosa raíz puede pertenecer al deudor, o a un
tercero que consienta en la anticresis (arts. 2435 y 2436).
El art. 2443 establece que los intereses que se estipularen en caso de celebrarse
una anticresis están sujetos a la misma regla sobre lesión enorme que vimos en el
mutuo.
Conforme al art. 1535 del Código, la cláusula penal “es aquella en que una
persona, para asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena,
que consiste en dar o hacer algo en caso de no ejecutar o de retardar la obligación
principal”.
Pues bien, el Código también ha establecido una regla para moderar las
cláusulas penales enormes, en el art. 1544. La regla distingue tres situaciones:
57
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
6.
DESAVENENCIA ENTRE LA VOLUNTAD REAL Y DECLARADA: LA SIMULACIÓN
III.
LA CAPACIDAD
IV.
EL OBJETO
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTO
Hemos dicho anteriormente que, entre los requisitos de existencia del acto jurídico, se
encuentra el que éste tenga un objeto; mientras que, constituye requisito de validez del
acto jurídico, que la voluntad recaiga sobre un objeto lícito. Así resulta de lo dispuesto
en el art. 1445 del Código: “Para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad es necesario: 3º que recaiga sobre un objeto lícito”.
(i) Que podemos distinguir entre el objeto del acto jurídico y el objeto de las
obligaciones;
(ii) Que el Código Civil no contempla una definición legal; y
(iii) Que la teoría del objeto –al igual que la teoría de la causa– ha sido
construida sobre la base del contrato, esto es, del acto jurídico bilateral, por
58
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Como decíamos entonces, el Código Civil no ha dado una definición del objeto,
limitándose a decir, en el art. 1460, que “Toda declaración de voluntad debe tener por
objeto una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer. El mero uso de la cosa
o su tenencia puede ser objeto de la declaración.”
Recordemos por otro lado que el art. 1438 define al contrato o convención como el “acto
por el cual una persona se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
Luis Claro Solar enseña que nuestro Código Civil incurre en una confusión en el art.
1460, tal como ocurrió con el Código francés, siguiendo ambos a Pothier. En su concepto,
el Código aquí confunde dos cosas distintas:
En otras palabras, Claro Solar –siguiendo a Capitant– entiende que lo que define el art.
1460 es el objeto de la obligación, mientras que el objeto del acto jurídico serían los
derechos u obligaciones que se crean, modifican o extinguen. El objeto inmediato del
acto jurídico son los derechos subjetivos que éste crea, modifica o extingue;
mientras que el objeto mediato del acto jurídico son las prestaciones específicas,
esto es, lo que se da, hace o no hace.
En esta perspectiva, el objeto es propiamente el medio con el cual las partes pretenden
conseguir el propósito o finalidad que se han propuesto al celebrar el acto jurídico; es el
mecanismo que satisface la intención o finalidad (económica) que han tenido las partes a
la vista al celebrar el acto.
Es importante destacar que en la definición se habla no solo de la cosa que debe darse,
sino también de la que debe entregarse. Esto tiene como propósito incluir, dentro de la
55 En palabras de Claro Solar, prestación es “un acto que el deudor debe ejecutar en beneficio del
acreedor”, la cual “puede referirse a una cosa que debe darse o a un hecho que debe hacerse o no
hacerse”.
59
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
definición de objeto, la entrega de cosas para su mero uso o en mera tenencia, que el
art. 1460 expresamente dice que pueden ser objeto de la declaración de voluntad.
Como explica Claro Solar, esa disposición –tomada del art. 1127 del Código francés– es
necesaria para dejar en claro que las cosas materiales no sólo pueden ser objeto de
derechos reales (“dar”), sino también pueden ser objeto de derechos personales o
incluso pueden ser entregadas en uso o custodia, sin traspasar su dominio ni su
posesión, como ocurre en el caso del depósito, la prenda, el comodato, el arrendamiento,
etc.
Una última precisión, que surge del hecho que el objeto está construido siempre desde la
perspectiva de los contratos. Como se advierte de la definición, hay ciertos tipos de actos
–particularmente algunos actos unilaterales, actos de familia– que parecen quedar fuera
de la definición.
Así, por ejemplo, ¿cuál es el objeto en el acto de reconocer la filiación? No parece haber
allí una cosa que se dé, haga o no haga.
2.
REQUISITOS
Más importante que la definición del objeto, resulta tener en cuenta cuáles son los
requisitos que debe reunir el objeto para ser tal, de forma tal que podamos advertir
cuando el acto jurídico carece o no de objeto.
Esta es precisamente la orientación del Código Civil, que más bien destina sus
disposiciones a expresar cuáles son los requisitos que debe reunir el objeto de la
declaración de voluntad. Consecuentemente, referiremos ahora los requisitos que debe
reunir el objeto.
El art. 1461 del Código nos indica cuáles son los requisitos que debe reunir el objeto de
todo acto jurídico, para lo cual distingue entre, por una parte, las cosas –entendida en su
acepción de cosa material o bien– y, por otra parte, los hechos y abstenciones:
“Art. 1461. No sólo las cosas que existen pueden ser objetos de una declaración de
voluntad, sino las que se espera que existan; pero es menester que las unas y las otras
sean comerciables, y que estén determinadas, a lo menos, en cuanto a su género.
La cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos
que sirvan para determinarla.
Si el objeto es un hecho, es necesario que sea física y moralmente posible. Es
físicamente imposible el que es contrario a la naturaleza, y moralmente imposible el
prohibido por las leyes, o contrario a las buenas costumbres o al orden público.”
(1) REQUISITOS QUE DEBE REUNIR UNA COSA PARA SER OBJETO DE UN ACTO JURÍDICO
Si el objeto recae sobre una cosa, ésta debe reunir los siguientes requisitos:
(a) La cosa debe ser real: Esto es, que exista al tiempo de celebrarse el acto
jurídico, o que se espere que existan, pues como dice el art. 1461, no sólo las
cosas que existen pueden ser objetos de la declaración de voluntad, sino también
aquellas que se espera que existan.
60
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
La compraventa contiene una regla especial que materializa este principio. Así, el
art. 1814 del Código dispone que “La venta de una cosa que al tiempo de
perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe, no produce efecto
alguno”, lo cual es concordante con el art. 1445, que nos enseña que la falta de un
elemento esencial del acto jurídico –como es el objeto– tiene como consecuencia
que el acto no produzca efecto alguno.
El Código agrega una regla adicional a este respecto, la cual para Claro Solar
serían de aplicación general en materia de objeto.
Dice el inciso segundo del art. 1814 que “si faltaba una parte considerable de ella
al tiempo de perfeccionarse el contrato, podrá el comprador a su arbitrio desistir
del contrato, o darlo por subsistente, abonando el precio a justa tasación”. De esta
forma, la falta parcial del objeto permite al comprador elegir: entre persistir en el
contrato, o hacerlo subsistir pagando sólo una parte del precio que corresponda a
justa tasación.
Dice el último inciso del art. 1814, en todo caso, que si se vende una cosa
inexistente a sabiendas, deberán resarcirse los perjuicios al comprador de buena
fe. Esto es, quien comete el delito civil –“a sabiendas” es una expresión que
denota dolo– consistente en engañar vendiendo una cosa que sabe inexistente, no
sólo estará expuesto a la nulidad por falta de objeto, sino también a indemnizar
perjuicios.
Decíamos también que puede ser objeto del acto la cosa que no existe, pero se
espera que exista; esto es, sobre cosa futura. El acto jurídico sobre cosa futura
puede tener dos modalidades.
56 Tan así nos parece, que el Código ni siquiera contempla la regla inversa: caso en que el
vendedor, enfrentado a una falta considerable del precio, pueda optar por desistir del contrato o
darlo por subsistente, disminuyendo o ajustando el objeto vendido.
61
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, ese artículo dispone que “La venta de cosas que no existen, pero se espera
que existan, se entenderá hecha bajo la condición de existir, salvo que se exprese
lo contrario, o que por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la
suerte.”
Cabe destacar, finalmente, que hay un caso de cosa futura que la ley
expresamente impide ser objeto válido de los actos jurídicos: el derecho de
suceder por causa de muerte a una persona viva. Así lo dispone el art. 1463 del
Código.
Sin embargo, este caso es habitualmente tratado dentro de los casos de objeto
ilícito que consagra expresamente el Código, por lo que allí lo estudiaremos.
(b) La cosa debe ser comerciable: dice el art. 1461 que tanto las cosas que existen
como las que se espera que existan, deben ser comerciables. El art. 1464 N° 1
señala, a su turno, que hay un objeto ilícito, en la enajenación de las cosas que no
están en el comercio. Para Claro Solar, en esta última disposición se incurre en un
error, puesto que la enajenación de una cosa incomerciable más bien existe falta
de objeto, y no un objeto ilícito (cuestión que a efectos de su teoría de la
inexistencia y la nulidad tendrá relevancia).
Por regla general, las cosas son comerciables, de forma tal que corresponde
más bien determinar qué cosas tienen carácter incomerciable conforme a la ley.
Que una cosa sea comerciable significa que ella es susceptible de dominio o
posesión por los particulares. En cambio, las cosas incomerciables no son
susceptibles de dominio o posesión particular, y se encuentran excluidas del
comercio humano por su naturaleza, por su destinación, o por la ley en
protección del orden público o de la moral y las buenas costumbres.
62
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Nótese que estos últimos están también tratados como una clase de objeto
ilícito en el art. 1464 N° 2 del Código, lo cual debiéramos considerar
también impreciso, igual que lo señalado por el art. 1464 N° 1, porque más
bien en estos casos existe falta de objeto.
Avelino León y Víctor Vial entienden que en realidad no existe aquí una
incomerciabilidad. Esas cosas son susceptibles de dominio y posesión
particular. Más claramente a nuestro juicio, Daniel Peñailillo entiende que
éstas son cosas de comerciabilidad limitada, porque en ciertos casos es
posible y permitido celebrar actos jurídicos sobre las mismas, siempre
cumpliendo las reglamentaciones y exigencias propias de cada sector.
(c) La cosa debe ser determinada: el art. 1461 exige, finalmente, que para ser objeto
de una declaración de voluntad las cosas “estén determinadas, a lo menos, en
cuanto a su género”.
57 No puede decirse lo mismo, en cambio, de los bienes fiscales, que son aquellos bienes
nacionales cuyo uso no pertenece generalmente a todos los habitantes. Dichos bienes son
comerciables, siempre sujeto a las disposiciones particulares que regulan la enajenación de los
mismos por parte del Fisco.
63
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Sabido es que las cosas pueden ser específicas –especies o cuerpos ciertos– o
genéricas. Las especies o cuerpos ciertos son cosas que están determinadas
individualmente: por ejemplo, el inmueble ubicado en calle tanto, o el automóvil
patente tanto. Las cosas genéricas en cambio, corresponden a un
indeterminado individuo dentro de un género determinado: por ejemplo, una
manzana; un saco de arroz, o una cantidad de dinero.
Esto resulta de lo dispuesto en el art. 1461 inciso segundo, que indica que “la
cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga
datos que sirvan para determinarla”.
Por ejemplo, es igualmente determinado referirse a “15 sacos de arroz” que a “la
cantidad de sacos de arroz que sea posible comprar en el mercado central con
$10.000”. En este último caso, la cantidad es indeterminada pero el acto contiene
datos o reglas que permiten determinarla. Otro ejemplo nos lo da el art. 1808 del
Código, que permite que el precio de una compraventa de cosas fungibles58 sea
establecido como “el corriente de plaza”.
58 Cosas fungibles son aquellas que pertenecen a un mismo género y se encuentran en un mismo
estado, de forma tal que resultan sustituibles unas por otras, y tienen igual poder liberatorio. Por
ejemplo, el dinero.
59 Aunque no es una norma propiamente de objeto, el art. 1063 dispone que “La elección de un
asignatario, sea absolutamente, sea de entre cierto número de personas, no dependerá del puro
arbitrio ajeno.” Pero otras normas
64
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Se agrega por algunos autores (Ducci) que el objeto que consiste en una cosa
genérica debe también estar determinado en cuanto a su calidad. Recurriendo
al ejemplo usado antes, diríamos “un saco de arroz grado 1 grano largo”; o por
ejemplo “100 kilos de ciruelas de tal variedad y determinado calibre”.
Así, el art. 1509 del Código –en materia de obligaciones de género– señala que el
deudor de esta clase de obligaciones queda libre de ellas entregando la cantidad
debida de cosas del género “con tal que sean de una calidad a lo menos mediana”.
Si entendemos que esta regla tiene aplicación general, nos encontraremos
con que nunca las cosas genéricas estarán indeterminadas en cuanto a su
calidad.
(2) REQUISITOS QUE DEBE REUNIR UN HECHO O ABSTENCIÓN COSA PARA SER OBJETO DE
UN ACTO JURÍDICO
Si el objeto recae sobre un hecho –sea este un hecho positivo, sea uno negativo o
abstención– debe reunir los siguientes requisitos:
(a) El hecho o abstención debe ser determinado: si bien el art. 1461 no dice
expresamente que este sea un requisito de los hechos o abstenciones, es evidente
que el hecho o abstención objeto del acto debe ser claramente determinado, es
decir, especificado de forma tal que evite ambigüedad en cuanto a qué es lo
que debe o no hacerse.
Por otra parte, atendido que lo que se debe es un hecho o una abstención, si este
fuera indeterminado, existiría una limitación indeterminada a la libertad
personal de quien resulta obligado, lo cual tampoco parece aceptable. Por
ejemplo, si el objeto del acto jurídico consiste en una prohibición de realizar una
actividad económica, y ella no está determinada de forma precisa, o en cuanto a
su duración, existiría una limitación a una libertad constitucionalmente garantizada
que no estaría claramente determinada.
(b) El hecho o abstención debe ser físicamente posible: el art. 1461 expresamente
indica que si el objeto del acto jurídico es un hecho, es necesario que sea
físicamente posible. Es físicamente imposible el hecho que es contrario a la
naturaleza. Por ejemplo, nadie podría obligarse a volar o a correr a la velocidad
del sonido.
Lo relevante a considerar es que la imposibilidad debe ser absoluta, esto es, debe
ser tal para todos los hombres (erga omnes); no califica como imposibilidad la
imposibilidad relativa a ciertas personas determinadas.
65
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(c) El hecho o abstención debe ser moralmente posible: el art. 1461 indica
también que si el objeto del acto jurídico es un hecho, es necesario que sea
moralmente posible. Es moralmente imposible el hecho “prohibido por las leyes, o
contrario a las buenas costumbres o al orden público”.
Esto resulta más claro cuando confrontamos esta disposición con los arts. 1465 y
1466, que contemplan casos específicos de actos o contratos que adolecen de
objeto ilícito, por estar prohibidos por la ley o en que la cosa objeto del contrato es
contraria a las buenas costumbres o al orden público.
Conforme al art. 10º del Código, a su turno, los actos que prohíbe la ley
son nulos y de ningún valor, salvo que la ley contemple una sanción
diversa.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
En cada caso que se presenta, los jueces deben delimitar qué comprende
estos conceptos, teniendo en consideración principalmente el espíritu
general de la legislación, los principios generales de derecho y los usos o
costumbres propios de cada sociedad.
¿Qué ocurre cuando una cosa o un hecho no reúnen los requisitos que hemos indicado
anteriormente? Faltará el objeto, lo cual producirá –según la opinión que se siga– la
inexistencia del acto jurídico o bien su nulidad absoluta (art. 1682 del Código).
3.
EL OBJETO ILÍCITO
Hemos visto entonces los requisitos que debe cumplir el objeto para existir como tal; sin
ellos, al acto faltará el objeto.
Pero sabemos también que –una vez que el acto jurídico tenga un objeto– debemos
asegurarnos que este sea lícito, puesto que así lo exige el art. 1445 N° 3 del Código Civil:
60 A estos efectos hay que recordar que la ley prohibitiva es aquella que no sólo impone una
abstención a las personas, sino que no permite tampoco la posibilidad de sustituirse por un hecho
positivo (por ejemplo, pactar las partes en contrario), en razón o protección del orden público.
Carlos Ducci enseña que la infracción a una ley imperativa se equipara a la infracción de una ley
prohibitiva, cuando los requisitos que se omiten al celebrar el acto o contrato están establecidos
por la ley imperativa en atención a la naturaleza del acto mismo y no a la calidad de las personas
que los ejecutan o celebran, porque se trataría de disposiciones de orden público, cuya infracción
acarrea también la nulidad absoluta. Cita una sentencia de la Corte Suprema en apoyo de esta
tesis.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
para que una persona se obligue para con otra por un acto o declaración de voluntad se
requiere que ésta recaiga sobre un objeto lícito.
Como advertencia previa debemos indicar que, si bien hemos visto anteriormente que el
requisito de licitud del objeto –en principio– es distinto de la falta de objeto; sin embargo,
dijimos también que el Código Civil a veces confunde ambos conceptos.
Así, por ejemplo, el art. 1464 N° 1 y N° 2 señala que habría objeto ilícito en la enajenación
de “las cosas que no están en el comercio” y “de los derechos o privilegios que no pueden
transferirse a otra persona”, es decir, que habría objeto ilícito en la enajenación de
cosas incomerciables, siendo que el art. 1461 nos indica que en realidad la
comerciabilidad sería un requisito para que exista objeto, no para que sea lícito.
Del mismo modo, el propio art. 1461 incurre en cierta confusión puesto que exige que los
hechos, para ser objeto de un acto jurídico, no sean prohibidos por las leyes o contrarios
al orden público o a las buenas costumbres; en circunstancias que lo que contraviene la
prohibición legal o el orden público es por definición un objeto ilícito.
Esta confusión puede explicar, por otra parte, el motivo por el cual los casos de objeto
ilícito especialmente reglamentados por el propio Código Civil son tan disímiles, lo cual
quedará más claro cuando expliquemos el concepto de objeto ilícito.
El Código Civil no ha definido qué constituye objeto lícito o ilícito. Por lo mismo, la
doctrina se ha esforzado –con dispares resultados– en definir un concepto.
Para Luis Claro Solar, el objeto lícito es aquel reconocido, protegido y amparado por la
ley; de forma tal que el objeto ilícito es aquel que infringe la ley, contraviene el orden
público o las buenas costumbres, lo que se desprende de lo dispuesto en los arts. 1461 y
1467, este último que expresamente define la causa ilícita como aquella prohibida por
la ley o contraria a las buenas costumbres o al orden público.
Para Carlos Ducci, lo esencial es que el objeto ilícito corresponde a aquel que no está
conforme a la ley. De esta forma, objeto lícito será aquel que reúne todos los
requisitos que señala el art. 1461 y que no consista en ninguno de los casos que el
Código expresamente sanciona como tales; será ilícito, entonces, el objeto que falte
algún requisito legal o los casos expresamente sancionados como tales.
Víctor Vial parte por aclarar que la licitud o ilicitud no puede predicarse de las cosas,
sino que solamente de los hechos, porque las cosas no son lícitas o ilícitas en sí
mismas, pero los comportamientos sí pueden calificarse de esa forma.
De esta forma, para Víctor Vial el objeto ilícito es aquel que consiste en la ejecución
de un hecho ilícito o moralmente imposible, en los términos del art. 1461.
Por otra parte, para este autor, en los demás casos que la ley sanciona como objeto ilícito,
entiende que éste se produce no por la cosa o por el hecho que constituyen el acto, sino
que el acto jurídico mismo constituye objeto ilícito, cuestión que ocurre respecto de
los actos o contratos prohibidos por la ley o en la enajenación de las cosas que enumera
el art. 1464 del Código.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(a) Actos que contravienen el derecho público chileno: el art. 1462 dispone que
“hay un objeto ilícito en todo lo que contraviene al derecho público chileno”.
En apoyo de esta tesis está el hecho que en el año 1978 se dictó el D.L. N° 2349,
que Establece normas sobre contratos internacionales para el sector público,
donde expresamente se autorizó someter a legislación y jurisdicción extranjera los
contratos internacionales en que sea parte el Estado o sus organismos,
instituciones o empresas. Si fue necesario autorizarlo expresamente, es porque de
lo contrario no resultaba posible.
El punto es dudoso pero muy importante, puesto que es común que en contratos
celebrados en Chile, o respecto de bienes situados en Chile, se estipule que las
diferencias entre las partes serán resueltas por una Corte del Distrito de Nueva
York o de la ciudad de Londres, etc.
(b) Los pactos sobre sucesiones futuras: El art. 1463 del Código dispone que “el
derecho de suceder por causa de muerte a una persona viva no puede ser objeto
de una donación o contrato, aun cuando intervenga el consentimiento de la misma
persona.”
Se trata aquí de los llamados pactos sobre sucesiones futuras, que son
convenciones cuyo objeto es precisamente un derecho que no existe pero se
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
espera que exista: el derecho a suceder por causa de muerte, a una persona que
está actualmente viva. Como decíamos, he aquí una excepción al art. 1461, en
cuanto éste permite que las cosas futuras sean objeto de los actos y declaraciones
de voluntad.
El fundamento de esta prohibición, como explica Claro Solar, viene del derecho
romano, que consideraba estas estipulaciones inmorales, porque en ella se
especulaba con la muerte de una persona, y peligrosas, porque podían incentivar
que las personas provocaran la muerte cuya sucesión futura habían convenido
recibir. Pothier explica en el mismo sentido la prohibición.
El Código dice que el derecho a suceder a una persona viva no puede ser
objeto de “donación o contrato”, expresión aparentemente equívoca porque
la donación es a su vez un contrato, y aparentemente limitada, por cuanto
las donaciones y los contratos son sólo algunos de los actos jurídicos que
podrían tener lugar sobre este objeto.
Están prohibidos también los pactos de renuncia, que son aquellos por los
cuales una persona renuncia anticipadamente a su eventual asignación
hereditaria. La repudiación de la herencia sólo puede tener lugar después
de abierta la sucesión, conforme al art. 1226 (relacionar con art. 956, que
indica cuándo se produce la delación de una asignación).
Dispone que “Las convenciones entre la persona que debe una legítima y
el legitimario, relativas a la misma legítima o a mejoras, están sujetas a las
reglas especiales contenidas en el título De las asignaciones forzosas.”
Para entender esta disposición hay que tener presente que una legítima es
aquella cuota de los bienes de un difunto que la ley asigna a ciertas
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
También hay que tener presente que la ley dispone imperativamente que la
mitad de la herencia constituye la legítima rigorosa, esto es, la porción
que obligatoriamente debe repartirse entre los legitimarios; la otra mitad de
la herencia se divide en dos cuartos: la cuarta de libre disposición, de la
cual el causante puede disponer a su arbitrio, y la cuarta de mejoras, de la
cual el causante puede disponer para favorecer a su cónyuge, o a alguno
de sus descendientes o ascendientes, sean o no legitimarios.
Pues bien, la regla del inciso segundo del art. 1463 pareciera indicar que
dichas convenciones hacen excepción a la regla del inciso primero, por lo
que serían lícitas, pero ello no es así.
Este pacto es válido, pues el art. 1204 inciso primero indica que si se
contraviene dicha promesa, “el favorecido con ésta tendrá derecho a que
los asignatarios de esa cuarta le enteren lo que le habría valido el
cumplimiento de la promesa, a prorrata de lo que su infracción les
aprovechare”.
Antes de analizar cada uno de los casos que esta disposición contempla, es
necesario primero revisar ciertas cuestiones de carácter general que suscita la
norma.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, no existirá objeto ilícito si una persona, por ejemplo, se adjudica una
propiedad cuya especie se litiga, o que está embargada.
(ii) ¿Qué ocurre con la venta de una cosa cuya enajenación adolece de
objeto ilícito?
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(iii) Otros actos y contratos cuyo objeto sean las cosas enumeradas en el
art. 1464
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El Código indica, como primer caso de objeto ilícito del art. 1464, el de la
enajenación de las cosas que no están en el comercio. Se refiere aquí a las cosas
comunes a todos los hombres y a los bienes nacionales de uso público, pues los
derechos personalísimos son comprendidos en el N° 2 de este artículo.
Sin embargo, este artículo nos indica que en el caso de enajenarse una cosa
incomerciable –o de venderse ella, conforme al art. 1810– el acto jurídico
adolecerá de objeto ilícito.
Esto ha motivado a ciertos autores, como Claro Solar y Víctor Vial, a indicar que en
estos casos el Código ha incurrido en error o confusión; lo cual se explica
básicamente desde la perspectiva que dichos autores consideran que la
inexistencia produce una situación distinta que la mera nulidad absoluta.
Para considerar que el Código es coherente en este punto, hay que considerar
más bien que el Código no ha distinguido claramente entre falta de objeto y objeto
ilícito, sino que los trata del mismo modo y sin distinción (Carlos Ducci).
Como ya hemos explicado, este también es un caso confuso, puesto que dijimos
que los llamados derechos personalísimos –a que se refiere esta disposición–
constituyen cosas incomerciables cosas incomerciables, por lo que aquí faltaría el
objeto. Nos remitimos a lo ya dicho sobre la eventual confusión en que incurrió el
Código.
(c.3) Art. 1464 N° 3. “Enajenación de las cosas embargadas por decreto judicial, a
menos que el juez lo autorice o el acreedor consienta en ello”:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Hay que distinguir entre las partes litigantes del juicio en que se decretó el
embargo o medida precautoria, y los terceros ajenos a éste.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(iii) Para que exista objeto ilícito, en todo caso, es necesario que el
embargo o medida precautoria exista al momento de la enajenación.
La pregunta surge del siguiente caso: un deudor (A) tiene dos acreedores
(B y C). Cada uno de ellos inicia un juicio ejecutivo por su cuenta, y cada
uno de ellos embarga el mismo bien del deudor (una casa por ejemplo). El
acreedor B logra que su juicio avance más rápido, y logra que el bien
embargado sea rematado y enajenado a un tercero antes que concluya el
juicio del acreedor C, estando vigente el embargo decretado en este último
juicio.
Para Claro Solar, Avelino León y Víctor Vial, no habría objeto ilícito, porque
el espíritu detrás de la norma es sancionar un comportamiento voluntario
del que enajena una cosa embargada, en circunstancias que en la
enajenación forzada no se requiere la voluntad del deudor.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
En cuanto a la autorización judicial, ésta debe provenir del propio juez que
decretó el embargo o medida precautoria; y si son varios los jueces que
han decretado tales medidas, todos ellos deben autorizar la enajenación.
(c.4) Art. 1464 N° 4. “Enajenación de las especies cuya propiedad se litiga, sin
permiso del juez que conoce del litigio”:
Sin embargo, no basta con que sólo exista un litigio para que la especie
tenga el carácter de litigiosa. El art. 296 inciso segundo del Código de
Procedimiento Civil agrega un requisito adicional, al disponer que “Para
que los objetos que son materia del juicio se consideren comprendidos en
el número 4º del artículo 1464 del Código Civil, será necesario que el
tribunal decrete prohibición respecto de ellos”.
En otros términos, el art. 296 del CPC modificó el art. 1464 N° 4 del Código,
de forma tal que las especies litigiosas son aquellos cuerpos ciertos,
muebles o inmuebles, cuyo dominio o propiedad se discute en juicio y
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(ii) Por su parte, rigen a este respecto las normas del art. 297 del CPC que ya
vimos, en el sentido de cuándo se entenderá que existe un objeto ilícito
respecto de terceros a quienes se haya enajenado la especie litigiosa, para
efectos de que se pueda perseguir en su contra el efecto de la nulidad.
Hay autores, como Ducci, que consideran que con la disposición del art.
296 del CPC este art. 1464 N° 4 ha pasado a ser redundante o estar de
más, porque finalmente las especies litigiosas tienen que ser también
“embargadas” (en sentido amplio) para que su enajenación adolezca de
objeto ilícito; entonces este caso termina reconducido al caso de la
enajenación de las cosas embargadas por decreto judicial.
Al igual que en el caso del art. 1464 N° 3, es posible enajenar las especies
litigiosas con la autorización del juez que conoce del litigio.
Carlos Ducci entiende lo mismo. Como el caso del art. 1464 N° 4 es una
hipótesis que también cae dentro del art. 1464 N° 3, en su concepto,
entonces también procede acá que el consentimiento del acreedor permita
enajenar válidamente la cosa.
Dispone el art. 1465 que “El pacto de no pedir más en razón de una cuenta
aprobada, no vale en cuanto al dolo contenido en ella, si no se ha condonado
expresamente. La condonación del dolo futuro no vale.”
Esta disposición contiene dos reglas o situaciones distintas, que vale la pena
revisar separadamente.
(d.1) El pacto de no pedir más en razón de una cuenta aprobada no vale en cuanto
al dolo contenido en ella, salvo que se condone expresamente.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Pues bien, la primera regla del art. 1465 nos dice que el finiquito –“el pacto de no
pedir más”– es nulo si la cuenta ha sido obtenida con dolo –“no vale en cuanto al
dolo contenido en ella”–, salvo que en el propio finiquito se condone
expresamente el dolo (no resulta posible una condonación tácita).
Esto es así porque, como se presume la buena fe, la ley supone que la persona
que aprueba una cuenta lo hace estimando verdaderas las partidas de la cuenta.
Por lo mismo, si después de aprobada la cuenta, descubre que ésta fue dolosa (se
falsificó un balance, se inventaron créditos o se ocultaron deudas, por ejemplo), no
podría invocarse el finiquito contra la acción por dolo que ejerce el que dio el
finiquito.
El dolo que en este caso se condona es un dolo pasado, puesto que se refiere al
dolo contenido en la rendición de cuenta que ya fue aprobada; y este dolo debe
haber sido conocido de la parte que lo condona.
La segunda regla del art. 1465, en concordancia con lo señalado, dispone que “la
condonación del dolo futuro no vale”, esto es, está prohibido –por adolecer de
objeto ilícito– condonar anticipadamente el dolo.
La razón de esta disposición es evidente: todos los contratos en que una parte
puede imponer sus cláusulas tendrían una estipulación condonando el dolo futuro,
por lo que éste pasaría en la práctica a dejar de ser sancionado. Además, una
condonación anticipada del dolo se opone a la presunción general de buena fe.
Conforme al art. 1466 del Código, “Hay asimismo objeto ilícito en las deudas
contraídas en juego de azar”.
El Código divide los juegos en juegos de azar, que son aquellos en cuyo resultado
predomina la suerte; y juegos de destreza, en cuyo resultado prima la destreza,
distinguiendo a su vez juegos de destreza corporal y de destreza intelectual.
Conforme al art. 1466 y al art. 2259, el juego de azar tiene carácter ilícito,
mientras que los juegos y apuestas lícitos –esto es, de destreza– constituyen
contratos aleatorios, y son por tanto perfectamente lícitos62.
62 Con la particularidad que el juego de destreza corporal da acción para exigir el pago quien gana
contra quien pierde, mientras que los juegos de destreza intelectual no producen acción, de forma
tal que el que gana no puede exigir el pago al que pierde, pero sí tiene excepción, para retener lo
pagado por éste.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El mismo art. 1466 dispone que hay objeto ilícito “en la venta de libros cuya
circulación es prohibida por autoridad competente, de láminas, pinturas y estatuas
obscenas, y de impresos condenados como abusivos de la libertad de prensa”:
Esta disposición de carácter general hace eco de aquella contenida en el art. 10º
del Código, conforme a la cual los actos que prohíbe la ley son nulos y de ningún
valor, salvo que la ley contemple una sanción diversa.
Dijimos anteriormente que el acto que prohíbe la ley se identifica con la infracción
a una disposición prohibitiva, y en ciertos casos, a la infracción de disposiciones
imperativas si los requisitos que se omiten al celebrar el acto o contrato están
establecidos en atención a la naturaleza misma de los actos o contratos, y no a la
calidad de las personas que los ejecutan o celebran.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
V.
LA CAUSA
1.
GENERALIDADES Y CONCEPTOS
Sabemos que el Código Civil exige, conforme al art. 1445 N° 4, que todo acto o
declaración de voluntad debe tener también una causa lícita. Hemos dicho anteriormente
que la presencia de causa es un requisito de existencia de todo acto jurídico, y que el
hecho que ésta sea lícita constituye un requisito de validez de los actos jurídicos.
Por lo mismo es necesario revisar los distintos conceptos de causa, primero, para ver
posteriormente cómo ellos pueden ajustarse a lo dispuesto en nuestro Código Civil.
Jurídicamente, la causa puede ser definida desde tres ópticas distintas.
Dice Claro Solar que la causa eficiente es el elemento generador del efecto.
Esta era la noción que los romanos tenían del concepto de causa: la causa de la
obligación era su fuente misma (el delito o cuasidelito, el contrato o el cuasicontrato).
Así, por ejemplo, la causa final de todo comprador en toda compraventa es procurarse
una cosa a cambio de dinero; y de todo vendedor, en toda venta, de procurarse dinero a
cambio de dar una cosa.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, por ejemplo, mientras una persona vende una cosa porque necesita el dinero para
pagar una deuda, otra puede vender porque quiere invertir en valores mobiliarios, etc.
Posteriormente, Domat elabora por primera vez una teoría de la causa como la
conocemos actualmente. Pothier sigue esta teoría, perfeccionándola sin mayores
alteraciones, y es esta doctrina la que inspira a los redactores del Código Civil
francés.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
En concepto de este grupo de autores, la causa sería falsa por las siguientes
razones:
(i) En los contratos bilaterales, la causa sería falsa porque como las
obligaciones recíprocas nacen al mismo tiempo, mal podría una de ellas ser
causa de la otra (la causa debe ser anterior al efecto, no puede ser
coetáneo).
(ii) En los contratos reales, la causa sería falsa porque la entrega de la cosa no
puede ser causa de la obligación, porque es un requisito esencial para que
el contrato se perfeccione (en nuestro concepto, es la forma de manifestar
el consentimiento).
(iii) En los contratos gratuitos, la causa sería falsa porque se confunde con los
motivos (la intención de liberalidad sería un motivo ocasional).
Para estos autores, en consecuencia, la causa sería también inútil, por los
siguientes motivos:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esta teoría fue posteriormente contestada por varios autores, entre quienes
destaca el también francés Henri Capitant, quienes reivindican la utilidad de la
causa y la precisan en base a términos similares a la doctrina clásica.
Así, por ejemplo, precisan que la causa en los contratos bilaterales es la voluntad
de obtener la ejecución de la obligación recíproca. Así, por ejemplo, en la
compraventa, la causa de la obligación del comprador de pagar el precio, es que
se concrete la entrega de la cosa vendida como consecuencia de la obligación que
el vendedor asume a su turno.
Entre nosotros, esta es la posición que tiene Claro Solar, por ejemplo. Por lo
demás, en nuestro derecho no puede aceptarse una posición anticausalista,
porque la ley precisamente la consagra y exige como requisito de los actos y
declaraciones de voluntad.
Esta doctrina postula que la causa del contrato es el fin o función económico-social
perseguida en el contrato. Por ejemplo, la causa de los negocios onerosos es su
función consistente en producir un cambio de prestación y contraprestación; es
causa de la compraventa su función de producir un cambio de cosa por precio; es
causa de la donación su función de producir un enriquecimiento del donatario.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, bajo esta doctrina, la causa del acto jurídico es el móvil o motivo determinante
que impulsó al autor o a las partes a celebrar un acto jurídico. La causa no es una
cuestión abstracta y general a todo acto o contrato de una misma especie, sino
que es una motivación psicológica particular de cada contratante.
2.
LA CAUSA EN EL CÓDIGO CIVIL Y EN EL DERECHO CHILENO
El Código Civil chileno indica, en su art. 1467, que “no puede haber obligación sin una
causa real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es
causa suficiente”.
Define también el Código la causa ilícita, como aquella “prohibida por la ley, o contraria a
las buenas costumbres o al orden público”; y concluye con un ejemplo: “Así la promesa
de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar
algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita.”
(1) ¿SE REFIERE EL CÓDIGO A LA CAUSA DEL ACTO JURÍDICO O SOLAMENTE A LA CAUSA
DE LA OBLIGACIÓN?
Esta interrogante surge del tenor literal del art. 1467, conforme al cual “no puede haber
obligación sin una causa”.
(i) Una parte de la doctrina (R. Hevia) sostiene que lo que requiere causa es
solamente la obligación. Así lo denotaría el tenor literal del art. 1467 y del
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
art. 1445 (que exige la causa para que una persona “se obligue para con
otra”).
Más aún, esta doctrina alude al art. 2057 del Código, cuyo inciso segundo
se refiere a las “sociedades que son nulas por lo ilícito de la causa”: la
sociedad es un contrato, de forma tal que predicándose la ilicitud de la
causa de la sociedad, se está diciendo que es dicho contrato el que debe
tener una causa.
(iii) Víctor Vial sostiene que tanto la obligación como el acto jurídico deben
tener una causa, y cada cual corresponderá a distinto criterio, según
veremos a continuación. Lo mismo opinaba Avelino León.63
(i) Claro Solar y Alessandri, entre otros, sostienen que nuestro Código sigue la
doctrina tradicional en materia de causa.
▬ Esta posición surge también del hecho que el art. 1467 exige que la
obligación tenga una causa real y lícita, lo que denota que puede
haber obligaciones sin causa, cuestión que la teoría clásica
contempla (el ejemplo que la doctrina clásica da es aquel en que se
vende una cosa que las partes suponen que existe pero en realidad
no existe, de donde resulta que carece de causa la obligación del
comprador de pagar el precio). Si el Código hubiera seguido la
doctrina de la causa ocasional, jamás existirían obligaciones sin
causa, puesto que siempre existirá un motivo sicológico que pueda
inducir a contraerla. En este sentido se argumenta también que el
ejemplo que da el Código –promesa de dar algo en pago de una
63 Para estos autores ambas clases de causa están comprendidas en nuestro derecho. En su
concepto, la causa ocasional corresponde a la causa que debe tener todo acto o contrato,
conforme a la definición legal que da el art. 1467; mientras que la causa final –la doctrina clásica–
es la causa que debe reunir toda obligación.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(ii) Otra parte de la doctrina (Ducci, Víctor Vial) sostiene que el Código innovó
en esta materia, adelantándose a consagrar la causa ocasional, sin seguir
entonces la doctrina clásica. Esta posición sostiene lo siguiente:
(iii) Nuestra opinión –que sigue de cerca las explicaciones de Carlos Ducci– es
la siguiente.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
que es también con ese sentido que la expresión ha sido usada por el
Código en los arts. 1454 y 1455.
Ahora bien, no por este motivo pasa a ser irrelevante la causa final, sino
que ella resulta plenamente relevante.
64 Así ha fallado la Corte Suprema, al señalar “SEXTO: Que en relación a la excepción de nulidad
de la obligación, que es también un modo de extinguir las obligaciones, se ha fallado que si el
deudor la alega en razón de carecer la obligación de causa real y lícita su defensa deberá probar
tal aserto, pues si bien la ley establece que toda obligación debe tener causa real y lícita, no es
necesario expresar esa causa, por lo cual esta omisión no puede acarrear por sí sola la nulidad de
la obligación;” (ECS, 25/08/2015, Rol 274-2015).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
“Que conforme lo establece el artículo 1467 del Código Civil "se entiende
por causa el motivo que induce al acto o contrato" y correspondiendo dicho
motivo, en el caso sub lite, según lo acreditado por las probanzas allegadas
al proceso, a saldar las deudas referidas en el considerando precedentes,
forzoso resulta concluir que la convención celebrada entre a INMOBILIARIA
PROAN S.A. e INVERSIONES EL PROYECTO LTDA., efectivamente tiene
causa.” (ICA Stgo, 2/12/2016, Rol 9968-2015)
3.
REQUISITOS QUE DEBE REUNIR LA CAUSA CONFORME AL CÓDIGO CIVIL
Conforme al art. 1467, debemos concluir que la causa debe cumplir dos requisitos para
que exista válidamente un acto jurídico: debe ser real, y deber ser lícita.
Causa real corresponde a aquella que efectivamente existe. En consecuencia, faltará este
requisito cuando estemos ante la falta de causa –esto es, una causa inexistente–, ante
una causa falsa, que es aquella que no existe pero se hace aparecer como existente, o
ante una causa errónea, puesto que la existencia de una causa real implica que ésta debe
ser verdadera.
En consonancia con ello, el Código ejemplifica señalando que “la promesa de dar algo en
pago de una deuda que no existe carece de causa”. Se trata de una hipótesis en que la
causa de la promesa de pagar es inexistente, y por lo mismo, faltará la causa.
Esto es cierto sea que se vea la causa como el móvil personal (quien paga lo hace porque
cree que debe, su propósito es saldar una deuda; si no existía la deuda, su propósito es
inexistente, falta la causa) o como el fin económico-social del acto jurídico (el fin-
económico social del pago es saldar deudas, si no existe la deuda, no hay razón para
hacer un pago).
“DECIMO: Que, en relación con excepción del N° 14 del artículo 464 del Código de
Procedimiento Civil, en relación con los artículos 1445 N° 4, 1467, 1682 Código Civil, en
concordancia con las motivaciones expuestas anteriormente, se puede establecer, que en
este caso en particular, no existe obligación alguna contraída por Inmobiliaria Altamira
Limitada por la cual se haya girado el cheque que se cobra, incluso ni siquiera está
respaldado por facturas o lo que es lo mismo, la obligación emanada de dicho cheque es
nula y siendo nula la obligación por falta de causa, la ejecución por la que se exige el
pago de una suma de dinero no puede prosperar.
UNDECIMO: Que en efecto, consta de los antecedentes allegados al juicio y como ya se
dijo en los motivos anteriores, el documento objeto de esta causa fue girado en garantía,
por lo que el cheque carece de causa real y lícita porque se entregó por una causa
distinta a la de pagar una deuda, de modo que no existe una obligación contractual que
90
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
motive el giro del documento y además adolece de objeto ilícito, por la misma razón al
haber sido entregado por un objeto distinto al alegado por la ejecutante y al señalado en
la Ley de Cheques.” (ICA Concepción, 5/08/2016, Rol 697-2016)
Otros ejemplos de falta de causa que encontramos en el Código son, por ejemplo, la
situación del art. 1816, que dispone que “la compra de cosa propia no vale”. Estamos ahí
ante un caso de falta de causa (o causa falsa, si se compra algo que erradamente se
piensa ajeno, pero es propio), porque el fin económico social de la compraventa es
hacerse de un bien ajeno, no propio.
También existirá falta de causa en los actos jurídicos absolutamente simulados, que son
aquellos en que las partes –con el propósito de ocultar su voluntad real– celebran un
contrato que no tiene motivo real para celebrarse, y por lo mismo, carece de causa.
Es también necesario que la causa del acto o contrato sea lícita; el Código define
entonces la causa ilícita como aquella prohibida por la ley, o contraria a las buenas
costumbres o al orden público.
También hemos explicado qué son las buenas costumbres y el orden público. En este
sentido, adolecerá de causa ilícita el acto o contrato por medio del cual el deudor y un
tercero se conciertan para alterar el precio de un remate judicial; el contrato de
arrendamiento celebrado respecto de un inmueble para convertirlo en una casa de
tolerancia o en un casino de juegos clandestino, etc.
(3) SANCIÓN DE QUE ADOLECERÁ EL ACTO JURÍDICO CUYA CAUSA NO CUMPLA CON DICHOS
REQUISITOS
En otras palabras, el fraude a la ley se configura cuando una serie de actos lícitos se
emplean para evadir el cumplimiento de una norma obligatoria.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
La diferencia del fraude a la ley con la simulación radica en que, en esta última, las partes
han realizado un negocio que carece de voluntad o causa real, con el propósito de
disimular otro acto o contrato; mientras que en el fraude a la ley, las partes utilizan un
sistema de actos jurídicos reales, que en conjunto logran conseguir un resultado
práctico análogo al del negocio prohibido.
(i) El elemento objetivo del fraude a la ley consiste en el resultado que la ley
prohíbe. Debe producirse un efecto práctico igual o análogo al resultado
que prohíbe la ley.
El fraude a la ley se relaciona con el tema de la causa, en el sentido que el fraude a la ley
se lleva a cabo por un motivo ilícito: burlar la aplicación de una norma jurídica.
De esta forma, por algunos autores se ha invocado que existe causa ilícita en los actos
fraudatorios, lo cual importa infringir el art. 1467 del Código Civil, viciándolos de
nulidad absoluta (por ejemplo, Fernando Fueyo). Agregan, además, que al obtenerse un
resultado equivalente al de un acto jurídico prohibido, el acto fraudatorio adolecería
también de objeto ilícito, pues se infringen los artículos 10 y 1466 del Código Civil, lo que
conlleva también su nulidad absoluta.
El Código Civil dispone que “es nulo el contrato de compraventa celebrado entre
cónyuges no separados judicialmente” (art. 1796), razón por la cual los cónyuges no
pueden celebrar compraventas entre sí.
Sin embargo, los cónyuges sí pueden conformar sociedades entre ellos. De esta forma,
podría ocurrir que los cónyuges celebren un contrato de sociedad, al cual uno de ellos
aporte como capital una determinada cosa, y el otro en cambio aporte dinero. Disuelta la
sociedad, al practicarse la liquidación, podría resultar que se adjudique la cosa aportada
como capital al cónyuge que no la aportó, y al revés, que el dinero se aporte al cónyuge
que no aportó éste.
Así, se producirá el mismo efecto práctico que una compraventa entre cónyuges, pero sin
celebrar una compraventa, sino que otorgando un contrato de sociedad, que es un acto
jurídico lícito, y en este caso, real.
4.
LOS ACTOS JURÍDICOS ABSTRACTOS
Dijimos anteriormente que los actos jurídicos podían clasificarse en actos causados o
abstractos; definimos los actos causados como aquellos en que la causa aparece
manifiesta o está indicada, mientras que los actos abstractos son aquellos cuya causa
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
no cobra expresión en ellos o que se celebran sin guardar relación alguna con una
causa determinada.
Vale la pena reiterar que no es que los actos abstractos no tengan una causa –puesto que
la ley lo exige siempre, respecto de todo acto jurídico– sino más bien que en ellos la
causa se encuentra en una relación jurídica subyacente –por ejemplo, un pagaré no
tiene una causa que aparezca manifiesta en él, pero generalmente ella radica en una
relación jurídica diversa pero relacionada: un mutuo de dinero– o en último término en una
liberalidad –por ejemplo, la hipoteca que una persona otorga para asegurar una
obligación ajena–.
En otras palabras, en esos casos el derecho hace abstracción de la causa del acto
jurídico –prescinde de ella en términos concretos– de forma que dichos actos son válidos
con independencia de su causa.
(a) Los actos jurídicos abstractos se identifican, en general, con los denominados
títulos de crédito, que corresponden a documentos en que consta, por escrito,
el derecho a una determinada prestación, generalmente el pago de una suma
de dinero.
La particularidad de los títulos de crédito es que estos circulan por medio del
endoso65. Esto significa que el tenedor legítimo del título de crédito –que lo ha
recibido por medio del endoso de parte de su beneficiario, o del anterior tenedor–
tiene derecho a exigir la prestación que en él conste, no obstante que dicho
tenedor legítimo no sea la persona en cuyo favor originalmente se estableciera el
derecho a exigir dicha prestación; y el tenedor legítimo también tiene derecho a
endosar a su turno el título, para entregarlo a alguien más en dominio, en prenda,
o en cobro.
¿Por qué circulan los títulos de crédito? Los títulos de crédito representan, en
buenas cuentas, dinero. La idea detrás de los títulos de crédito es que éstos son
valores representativos de dinero, de forma tal que, por ejemplo, una persona
podría igualmente pagar una deuda de $100.000 con esa suma en dinero efectivo,
o mediante la entrega de un pagaré representativo de esa suma.
(b) No obstante, según alguna doctrina, existen también otros actos abstractos que no
son títulos de crédito. El ejemplo habitual de ello es la fianza, reglamentada en los
arts. 2335 y siguientes del Código.
65 El endoso es el escrito por el cual el tenedor legítimo transfiere el dominio de la letra, la entrega
en cobro o la constituye en prenda. (art. 17 de la Ley N° 18.092, sobre letra de cambio y pagaré).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Se dice que este es un acto jurídico abstracto porque el art. 2354 del Código
consagra lo que constituye un principio típico de los actos jurídicos abstractos: la
imposibilidad de oponer excepciones personales del deudor principal al acreedor
que cobra la fianza.
(c) Es importante destacar, finalmente, que los actos jurídicos abstractos sólo pueden
ser creados por ley; las partes no podrían atribuir el carácter abstracto a un
determinado acto jurídico.
Esto es así, según la generalidad de la doctrina, atendido que el art. 1444, 1445 y
1467 dejan claro que todo acto jurídico debe tener una causa real y lícita, lo que
constituye elemento esencial de ellos, cuya omisión es sancionada con la nulidad
absoluta.
De esta forma, se desprende que la causa, como elemento esencial que debe
tener todo acto jurídico, es un requisito de orden público, del cual las partes no
podrían prescindir a su arbitrio. Sólo la ley puede determinar que ciertos actos se
abstraigan de su causa o prescindan de ella.
(a) Hemos dicho que la causa es el mecanismo que contempla la ley para asegurar o
controlar que las motivaciones que inducen a celebrar actos jurídicos sean lícitas,
esto es, que no sean prohibidas por la ley, ni contraríen al orden público o las
buenas costumbres.
Sin embargo, hay ocasiones en que el derecho prefiere prescindir del control de la
“moralidad” de los actos jurídicos, privilegiando la certeza del tráfico jurídico. En
efecto, en el caso de los actos jurídicos abstractos, el derecho renuncia a controlar
la licitud de su causa –disminuyendo entonces la posibilidad de que dichos actos
sean calificados como ineficaces– con el propósito de que los actos jurídicos
abstractos sean especialmente eficaces en el tráfico jurídico, sin estar expuestos a
que su validez sea impugnada por vicios de su causa.
En el caso de los títulos de crédito, la idea es que éstos circulen con eficacia en el
tráfico jurídico, actuando de forma equivalente al dinero. Esa circulación debe tener
la menor cantidad de trabas posible, lo ideal es que el título de crédito pueda ser
exigido y cobrado existiendo la menor cantidad posible de impedimentos que
puedan afectar su cobro.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
los eventuales defectos o vicios causales que éste pueda tener, para privilegiar
que su cobro sea expedito.
(b) Es importante precisar, en todo caso, que la abstracción del título de crédito no
tiene lugar entre las partes que lo celebraron, respecto de las cuales es causado
igual que cualquier otro. Por tanto, si uno de los contratantes adquiere la obligación
de pagar mediante la entrega de títulos de crédito, y la causa es ilícita, se puede
anular el contrato y pedir la restitución de los títulos.
El acto deviene en abstracto una vez que comienza a circular, lo que sucede con el
endoso del título de crédito. Acá el acto jurídico se abstrae de su causa, de forma
tal que el obligado al pago del título de crédito no puede negarse a pagarlo al
tercero que lo recibió en endoso, invocando la nulidad por causa ilícita de la
relación original o subyacente.
El art. 28 dispone que “La persona demandada en virtud de una letra de cambio
no puede oponer al demandante excepciones fundadas en relaciones
personales con anteriores portadores de la letra.”
66 Rol Nº 291-04, Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema, por los Ministros Sres.
Jorge Rodríguez A., Adalis Oyarzún M. y Sergio Muñoz G. y Abogados Integrantes Sres. Hernán
Álvarez G. y Oscar Carrasco A. Autorizado por el Secretario Carlos A. Meneses Pizarro, en autos
caratulados Arriagada Guerrero Arturo Hans con García Peña Marta.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
VI.
LAS FORMALIDADES
VII.
LA INEFICACIA DE LOS ACTOS JURÍDICOS
1.
GENERALIDADES
A lo largo del curso hemos visto qué requisitos debe reunir un acto jurídico, tanto para su
existencia como su validez, cumplidos los cuales el acto producirá plenamente sus
efectos, conforme se explica en el capítulo pertinente a los efectos de los actos jurídicos.
(i) Las hipótesis de invalidez del acto jurídico, es decir, aquellos casos en que
el acto o declaración de voluntad carezca de alguno de los requisitos
para su existencia o validez. Tal como la ley ampara los efectos de las
manifestaciones de voluntad que persiguen producir efectos jurídicos y
cumplen con los requisitos para ello, la ley priva de efectos a aquellas
declaraciones de voluntad que carecen de dichos requisitos.
Para efectos de nuestro curso, nos detendremos primero en el estudio de la invalidez del
acto jurídico, lo que redunda en definitiva en el estudio de la inexistencia –como eventual
consecuencia jurídica de los actos que adolecen de la omisión de ciertos requisitos– y
más propiamente, de la nulidad.
2.
LA INEXISTENCIA DEL ACTO JURÍDICO
96
Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El tema de la inexistencia de los actos jurídicos constituye una de las polémicas más
tradicionales de nuestro derecho civil, la cual hasta el día de hoy mantiene posiciones
encontradas. No obstante que la discusión pierde relevancia práctica como consecuencia
de lo que es hoy en día una tendencia totalmente dominante en materia jurisprudencial,
es necesario iniciar el estudio de la invalidez de los actos jurídicos preguntándonos por la
inexistencia y su reconocimiento en nuestro derecho.
El problema que hace surgir la teoría de la inexistencia en Francia puede resumirse del
siguiente modo.
Primaba en Francia un principio –hasta hoy de gran relevancia– según el cual “no hay
nulidad sin texto” (pas de nullité sans texte). Conforme a dicho principio, el derecho
francés consideraba que sólo podía sancionarse con la nulidad aquellos casos que
expresamente se contemplaban en la ley; los casos que la ley no sancionaba
expresamente con la nulidad, no podían ser anulados.
Resultaba, sin embargo, que entre las causales de nulidad del matrimonio, el Código de
Napoleón no contemplaba que el matrimonio fuera contraído por dos personas del mismo
sexo. De esta forma, existía una aparente incongruencia: por un lado, resultaba obvio que
el matrimonio entre personas de un mismo sexo era algo imposible de concebir a la
época; no obstante lo cual, el Código no declaraba expresamente su nulidad.
Para solucionar este incordio, se indicó que el matrimonio tenía ciertos requisitos de
existencia y ciertos requisitos de validez; sus requisitos de existencia serían la existencia
de consentimiento, y la existencia de capacidad civil y física, entendiéndose por
capacidad física la capacidad de procrear, ejemplo de lo cual eran precisamente los
matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Por lo mismo, el acto jurídico inexistente equivale a la nada jurídica, esto es, no es
considerado de forma alguna por el derecho. Esto genera consecuencias importantes,
que distinguen a la inexistencia de la nulidad de los actos jurídicos.
(v) Se agrega además que la inexistencia podría ser alegada por cualquier
persona, mientras que la nulidad sólo podría alegarse por aquellos que
tengan interés en ello (nulidad absoluta) o por aquellos en cuyo beneficio la
han establecido las leyes o por sus herederos o cesionarios (nulidad
relativa).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Un grupo de autores, entre quienes cabe destacar a Luis Claro Solar y Enrique
Rossel, y modernamente a Víctor Vial, estiman que el Código Civil efectivamente
consagra y distingue entre inexistencia y nulidad.
Para sostener esta posición, Claro Solar recurre a varias disposiciones del Código,
de las cuales extrae que hay una consecuencia distinta a la pura nulidad para la
omisión de ciertos requisitos prescritos por la ley para que el acto jurídico tenga
lugar, entre las cuales destacan:
(i) el art. 1444, conforme al cual los elementos de la esencia del acto jurídico
son aquellos sin los cuales el acto “no produce efecto alguno”, en
circunstancias que los actos viciados de nulidad producen sus efectos
mientras no hayan sido declarados nulos;
(ii) el art. 1701, que dispone que “la falta de instrumento público no puede
suplirse por otra prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa
solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o celebrados aun cuando en
ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de cierto plazo,
bajo una cláusula penal: esta cláusula no tendrá efecto alguno”;
(iii) el art. 1809, que dispone que “no habrá venta” en caso que no se designe
por las partes la persona que debe determinar el precio de la compraventa;
(iv) el art. 1814, que dispone que la venta de una cosa que al tiempo de
perfeccionarse el contrato se supone existente y no existe –es decir, a la
cual falta el objeto– “no produce efecto alguno”.
En síntesis, Claro Solar afirma que disposiciones como las transcritas demuestran
que el Código recoge la inexistencia y la diferencia de la nulidad, puesto que en
vez de afirmar que en tales casos el acto o contrato de que se trata es nulo,
dice algo mucho más fuerte: no produce efecto alguno, se mirará como no
celebrado, no habrá venta, etc.
Claro Solar agrega también que el art. 1681 del Código deja de manifiesto que la
nulidad absoluta aplica solamente respecto de los actos jurídicos a que falta
“alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo acto”, siendo
“valor” un sinónimo de validez, sin referirse entonces a los requisitos de existencia
del acto jurídico.
Finalmente, Claro Solar indica que la nulidad está tratada como un modo de
extinguir las obligaciones, lo cual demuestra que la nulidad aplica a actos
jurídicos existentes, esto es, que generan obligaciones; mientras que, como el
acto inexistente no genera obligaciones, no fue necesario que el Código se
refiriera expresamente a la inexistencia.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Conforme al art. 6º de dicha ley, se sanciona con nulidad absoluta –“es nula
absolutamente”– la sociedad cuya constitución o modificación no se otorga
por escritura pública, o cuyo extracto no haya sido inscrito oportunamente,
o bien en cuya escritura o extracto no se contengan ciertas menciones que
exige la ley.
La ley agrega que dicha nulidad absoluta puede ser saneada, y que gozará
de personalidad jurídica si consta de instrumento público o instrumento
privado protocolizado.
(ii) El art. 6º A de la misma ley, en cambio, dispone que “es nula de pleno
derecho y no podrá ser saneada” la sociedad anónima que no consta ni de
escritura pública, ni de instrumento reducido a escritura pública, ni de
instrumento privado protocolizado.
La ley agrega que, “si existiere de hecho” una sociedad de tal clase, dará
lugar a una simple comunidad de bienes.
Otro grupo de autores, entre quienes destacan José Clemente Fabres, Arturo
Alessandri Rodríguez, Arturo Alessandri Besa y Carlos Ducci, entre otros,
sostienen que el Código Civil no consagra ni recoge la inexistencia como forma de
ineficacia de los actos jurídicos, para lo cual esgrimen variados argumentos.
Se afirma también, que cuando el art. 1682 dispone que se sanciona con nulidad
absoluta la “omisión de los requisitos o formalidades que las leyes prescriben para
el valor de ciertos actos o contrato”, la ley se está refiriendo a toda clase de
requisitos, incluyendo requisitos de existencia, los cuales también son necesarios
para el valor del acto.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Se afirma que el art. 1682 sanciona expresamente con nulidad absoluta los
actos de los absolutamente incapaces, no obstante que en el caso de estos
últimos se entiende que no existe voluntad. Si el Código reconociera la
inexistencia, esos casos habrían tenido que ser sancionados con
inexistencia.
(ii) Se afirma que aunque el art. 1682 se refiera solo al objeto ilícito al
establecer la nulidad absoluta, debe entenderse que la nulidad también se
aplica a la falta de objeto, atendido lo dispuesto en el art. 1461. En dicha
norma, se equiparan los casos de hechos físicamente imposible –que son
casos en que faltará absolutamente el objeto– con hechos moralmente
imposibles –que son casos en que el objeto existe pero es ilícito–. De esta
forma, la ley sanciona del mismo modo la falta de objeto que la ilicitud
del mismo.
(iii) El art. 2452 del Código, en materia de transacción, dispone que “no vale” –
es nula– la transacción sobre derechos ajenos o derechos que no existen,
es decir, la transacción que adolece de falta de objeto. El Código no la
sanciona con inexistencia.
Esta parte de la doctrina también invoca, como argumento, ciertos casos que son
constitutivos de falta de causa, y que sin embargo están expresamente
sancionados con nulidad absoluta, lo que demuestra que la inexistencia no está
consagrada en el Código:
(i) Es el caso del art. 1630, que dispone que “para que sea válida la novación
es necesario que tanto la obligación primitiva como el contrato de novación
sean válidos, a lo menos naturalmente”. Si la obligación primitiva no
existe, faltará la causa de la novación, y sin embargo, la ley dispone
que en tal caso la novación no será válida, es decir, será nula.
(ii) El art. 1816, que dispone que la compra de cosa propia “no vale”. La
compra de cosa propia carece de causa, y sin embargo, la ley la
sanciona expresamente con nulidad –no vale– y no con inexistencia.
(iii) El art. 2455, que dispone expresamente que es nula –no inexistente– la
transacción celebrada después de terminado el litigio, es decir, considera
nula la transacción que carece de causa.
Esta opinión agrega, en general, que aquellos casos en que la ley se sirve de
expresiones como “no produce efecto alguno”, “no hay sociedad”, etc., son
expresiones o fórmulas con que la ley alude a la nulidad absoluta.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Existen, sin embargo, fallos más bien aislados en que se ha acogido la inexistencia
como consecuencia autónoma y distinta de la sanción de nulidad absoluta.
“30°.- De cuanto analizado en este capítulo I. fluye que las daciones en pago en
permanente referencia están totalmente faltas de consentimiento, de objeto y de
causa, consecuencia de lo cual es que no tengan existencia jurídica, por cuanto a
la luz del artículo 1682 del estatuto privatístico, esos tres elementos constituyen
presupuestos de nacimiento o existencia de una obligación.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
2.
LA NULIDAD DE LOS ACTOS JURÍDICOS
El Código Civil no define la nulidad. El art. 1681 se limita a señalar que “Es nulo todo acto
o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo
acto o contrato, según su especie y la calidad o estado de las partes”, mientras que el art.
1567 la califica como un modo de extinguir las obligaciones.
Ante esa ausencia de definición legal, cabe definir la nulidad como lo hace Alessandri: una
sanción legal establecida para la omisión de los requisitos y formalidades que las
leyes prescriben para el valor de un acto o contrato, según su especie y la calidad o
estado de las partes, que consiste en desconocer sus efectos jurídicos.
Esta definición comprende tanto a la nulidad absoluta como a la nulidad relativa; por lo
mismo, generalmente se entiende que el concepto de nulidad de nuestro Código Civil es
unitario.
Como se ha dicho, la nulidad debe conceptualizarse como una sanción civil, puesto que
la legislación la impone como una suerte de pena a los actos jurídicos que adolecen de la
omisión de ciertos requisitos.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Conforme a dichas características, la nulidad sólo podría aplicarse en los casos en que la
ley la ha establecido; y sólo podría aplicarse a aquellos casos que –interpretados de
forma restrictiva– se encuadran dentro de las causales de nulidad, sin que sea procedente
aplicar la nulidad por analogía a casos que no caben en forma estricta dentro de los
supuestos sancionados con la nulidad.
Sin embargo, las características anteriormente anotadas no obstan que –en nuestro
derecho– la nulidad se encuentre consagrada de forma expresa o tácita. La nulidad será
expresa cuando la ley diga, explícitamente al reglamentar un acto jurídico, que la omisión
de un determinado requisito produce nulidad (por ejemplo, los arts. 1107 y 2270 emplean
la expresión “es nulo”); o cuando utilice fórmulas análogas, como son aquellas
contempladas en los arts. 1207 y 2451 (“no valdrá”), en los arts. 1425 y 2456 (“son
rescindibles”), en los arts. 674 y 675 (“para que sea válida”, “para que valga”).
En cambio, la nulidad será tácita, cuando ésta se derive de los principios generales que
señalan los arts. 10 y 1681 del Código Civil.
La nulidad, además de calificarse como una sanción, constituye una forma o medida de
protección.
En otros términos, la nulidad relativa es una institución de orden privado, que protege
a ciertas personas en cuyo favor la ley ha establecido esta especie de nulidad. Así
resulta de lo dispuesto en el art. 1684 del Código y de analizar las diversas causales de
nulidad relativa (por ejemplo, error, fuerza o dolo).
Así resulta del art. 1469 del Código, que dispone: “Los actos o contratos que la ley
declara inválidos, no dejarán de serlo por las cláusulas que en ellos se introduzcan y en
que se renuncie a la acción de nulidad”.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
¿Qué ocurre con la renuncia hecha a posteriori? Cosa distinta es que, con posterioridad a
celebrado el acto o contrato que adolece de nulidad, la parte que lo ejecutó o celebró
renuncie a la acción de nulidad. Esta renuncia es válida.
Conforme dispone expresamente el art. 1567 del Código, las obligaciones se extinguen en
todo o parte “por la declaración de nulidad o por la rescisión”, de suerte que –para el
legislador– la nulidad efectivamente constituye un modo de extinguir las
obligaciones.
Sin embargo, la doctrina acostumbra señalar que ello sería una impropiedad. La nulidad
no extingue propiamente las obligaciones que surgen de un acto o contrato, sino que
destruye el acto o contrato que engendró la obligación, extinguiéndose ésta como
consecuencia de aquello.
Hemos señalado que la nulidad es la sanción que se produce por la omisión de los
requisitos de existencia y validez de un acto jurídico. Como sabemos, dichos requisitos
deben concurrir al momento de formarse el acto jurídico; si falta uno de ellos al momento
de formarse el acto jurídico, éste adolecerá de un vicio.
Ciertos autores (Alessandri Rodríguez, por ejemplo) creen que existen dos casos de
nulidad superviniente:
(i) el caso contemplado en el art. 1809 del Código: dispone que “no habrá venta” en
caso que el tercero a cuyo arbitrio se dejó la determinación del precio no lo hiciere.
(ii) el caso contemplado en el art. 2067 del Código: dispone que la sociedad “es nula”
en caso que faltare el tercero a cuyo arbitrio se dejó la repartición de beneficios y
pérdidas.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Así, es un principio generalmente aceptado que la nulidad debe ser declarada por
una sentencia judicial firme, pronunciada en un juicio en que se haya discutido la
nulidad del acto o contrato. Es la sentencia definitiva firme que declara la nulidad la que
produce la consecuencia –si bien retroactiva– de borrar los efectos del acto jurídico nulo.
La doctrina desprende esta exigencia de los arts. 1687 y 1689 del Código Civil, que
respectivamente reglamentan los efectos de la nulidad respecto de las partes del acto
jurídico nulo y respecto de terceros. Dice el art. 1687 que “la nulidad pronunciada en
sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada, da a las partes derecho para ser
restituidas al mismo estado en que se hallarían…”; el art. 1689, por su parte, dispone que
“la nulidad judicialmente pronunciada da acción reivindicatoria contra terceros
poseedores…”.
También concluye lo anterior del art. 1567 N° 8, que al consagrar la nulidad y la rescisión
como modos de extinguir las obligaciones, se refiere a “la declaración de nulidad y la
rescisión”.
Existe una opinión minoritaria, que tradicionalmente sostuvo Alfredo Barros Errázuriz y
que hoy mantiene Jorge Baraona, conforme a la cual la nulidad absoluta –no la relativa–
operaría de pleno derecho o ipso iure.
Baraona explica su opinión en el siguiente sentido: si bien los textos legales que aludimos
anteriormente son contundentes, a su juicio lo que ellos reglamentan es solamente la
producción de los efectos propios de la nulidad.
De esta forma, la sentencia judicial solamente se requiere para que tengan lugar los
efectos propios de la nulidad: “extinguir” las obligaciones que no se han cumplido aún, y
disponer las restituciones mutuas en el caso de obligaciones que ya se cumplieron. En su
concepto, el acto no pasa de ser válido a nulo por la declaración de nulidad; lo es ipso
iure, desde su formación, siendo la sentencia necesaria únicamente para legitimar el
incumplimiento de una obligación pendiente, o para disponer la restitución de obligaciones
ya cumplidas.
(f) La nulidad sólo aprovecha a las partes del juicio que intervinieron en él
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esto es así conforme a un principio básico de derecho procesal, según el cual las
sentencias judiciales sólo son obligatorias respecto de las personas que intervinieron
como parte en el juicio respectivo.
De esta forma, hay que tener claro que cuando el art. 1687 dispone –por ejemplo– que la
nulidad pronunciada por sentencia firme impone a los contratantes el deber de hacerse
restituciones mutuas, para quedar en el estado anterior a la celebración del acto nulo, ese
deber sólo es exigible respecto de los contratantes que intervinieron en el juicio, pero no
de aquellos que no fueron parte del litigio.
Lo que señalamos se desprende además del art. 1690 del Código Civil, que dispone que
“Cuando dos o más personas han contratado con un tercero, la nulidad declarada a favor
de una de ellas no aprovechará a las otras.” Así, en el caso en que dos personas
contratan con un tercero y sólo una de ellas demanda la nulidad del contrato, obteniendo
sentencia favorable. Dicha nulidad no aprovecha a la persona que no intervino en el juicio;
quien tendrá que ejercer su propia acción de nulidad para beneficiarse de la nulidad del
contrato.
Que la nulidad se pueda hacer valer como acción significa que la parte interesada en que
se declare nulo un contrato, puede pedirlo por medio de una demanda, en la cual
solicite la declaración de nulidad del acto o contrato. Esta es la forma ordinaria o habitual
de hacer valer la nulidad.
Pero la nulidad también se puede hacer valer como excepción, esto es, como una
defensa opuesta contra la demanda de otra persona; por medio de la excepción de
nulidad se intentará obtener el rechazo de la demanda, atendido que el acto o contrato en
que ella se funda, o la obligación que genera, es nulo.
Así, por ejemplo, si alguien demanda a otra persona por el incumplimiento de un contrato,
pero ese contrato adolece de un vicio de nulidad, el demandado podrá oponer como
excepción a la demanda la nulidad del contrato materia del juicio, y el juez podrá declarar
que ese contrato es nulo y rechazar la demanda.
Más adelante –al hablar de los efectos de la nulidad– desarrollaremos con más detención
ciertos temas sobre el ejercicio de la acción de nulidad y la excepción de nulidad.
2. LA NULIDAD ABSOLUTA
(1) CONCEPTO
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Es por este motivo que se habla de nulidad absoluta: ella aplica de forma general y
respecto de toda persona, en los casos en que se omite un requisito o formalidad
que la ley prescribe necesario para que un acto jurídico tenga valor, en
consideración a la naturaleza misma del acto contrato; en cambio, la nulidad relativa es
aquella que se pronuncia solamente en aquellos casos en que se omitió un requisito
relativo a la calidad o estado de una de las personas que intervino en él.
Esto se desprende particularmente del art. 1683 del Código, que expresamente permite
pedir la nulidad al ministerio público “en el interés de la moral o de la ley”.
Esta es, por lo demás, una consecuencia muy clara de que la nulidad absoluta está
establecida en interés general. Otra consecuencia de ello está en que no es posible la
renuncia anticipada de la acción de nulidad absoluta, y más importante aún, en que la
nulidad absoluta no es susceptible de confirmación o ratificación, y sólo se sanea
por el transcurso del plazo máximo de prescripción.
Atendido que la nulidad absoluta tiene un carácter excepcional –esto es, sólo tiene lugar
respecto de las causales que expresamente la consagran, siendo los demás vicios de
nulidad causantes de la rescisión– vale la pena detenernos en las causales que la hacen
procedente.
El art. 1682 contempla una causal genérica de la nulidad absoluta, esto es, la omisión
de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor de ciertos actos o
contratos, en consideración a la naturaleza de dichos actos o contratos.
Decimos que esta es una causal genérica, porque por vía de ésta causal se engloba a
las diversas disposiciones que establecen algún requisito o formalidad especial para
ciertos actos o contratos, en consideración a la naturaleza o especie del acto mismo.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De esta forma, cuando el Código dice que hay nulidad absoluta por la omisión de
un requisito que la ley prescribe para el valor del acto, en consideración a su
naturaleza, está diciendo que hay nulidad absoluta por la omisión de un
elemento de la esencia, general o especial.
Así, por ejemplo, cuando nos hemos referido a la cosa y el precio como elementos
esenciales propios de la compraventa, debemos entender que la omisión de
alguno de ellos constituye la omisión de un requisito que la ley prescribe para el
valor de toda compraventa, en atención a su carácter de tal.
(i) Requisitos de forma, en cambio, se refieren a las formas externas que revisten
al acto jurídico, sea que éstas sirvan propiamente para manifestar o expresar la
voluntad o que ellas concurran en la celebración del determinado acto jurídico. Por
lo mismo, debemos equipararlas generalmente con las solemnidades, que son
los requisitos externos necesarios para que un acto jurídico se perfeccione y sin
los cuales no produce efecto alguno.
Nótese que los ejemplos que dimos demuestran que las formalidades o
solemnidades son variadas en cuanto a su tipo, puesto que puede serlo tanto el
instrumento público o privado, como puede serlo la presencia de testigos, o la
presencia de un funcionario (oficial civil o notario público), también puede serlo la
inscripción en un registro, etc.
El caso del contrato de promesa, establecido en el art. 1554 del Código permite
diferenciar claramente entre “requisitos” y “formalidades”. Ese artículo dispone:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El art. 1682 del Código agrega que la nulidad absoluta se produce también por un objeto
o causa ilícita.
El mismo art. 1682 nos indica que los actos y contratos de las personas
absolutamente incapaces también adolecen de nulidad absoluta.
Finalmente, debemos recordar que el art. 1447 del Código, luego de definir las
incapacidades absolutas y relativas, indica que “Además de estas incapacidades hay
otras particulares que consisten en la prohibición que la ley ha impuesto a ciertas
personas para ejecutar ciertos actos.”
Es el caso, por ejemplo de la compraventa entre cónyuges. El art. 1796 –que dispone que
“es nulo” el contrato de compraventa entre cónyuges no separados judicialmente–
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
establece una verdadera norma prohibitiva, porque no existe ningún requisito o formalidad
que permita a dos cónyuges no separados celebrar válidamente una compraventa entre
ellos.
(ii) con nulidad relativa: en términos generales, se sancionará con nulidad relativa la
contravención de incapacidades especiales en que la ley prescribe ciertos requisitos o
formalidades que permiten realizar válidamente el acto. Esta no es una regla absoluta,
porque habrá que determinar si dichos requisitos o formalidades están establecidos en
consideración a la naturaleza misma del acto, o en atención al estado o calidad de las
personas que los celebran o ejecutan. Pero lo común será esto último, se tratará de
requisitos que protegen a una persona en razón de una determinada condición, y por lo
tanto, se sancionan con nulidad relativa.
Es el caso, por ejemplo, del art. 412 inciso primero del Código, que dispone que “Por
regla general, ningún acto o contrato en que directa o indirectamente tenga interés el tutor
o curador, o su cónyuge, o cualquiera de sus ascendientes o descendientes, o de sus
hermanos, o de sus consanguíneos o afines hasta el cuarto grado inclusive, o alguno de
sus socios de comercio, podrá ejecutarse o celebrarse sino con autorización de los otros
tutores o curadores generales, que no estén implicados de la misma manera, o por el juez
en subsidio.”
Hemos dicho también que, en concepto de algunos, el error esencial también produce la
ausencia de consentimiento, de forma tal que constituiría también una causal de nulidad
absoluta.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Nos hemos referido anteriormente a todas estas causales de nulidad en forma detenida,
por lo que es innecesario profundizar mucho más aquí.
Hemos dicho anteriormente que la nulidad absoluta, igualmente que la nulidad relativa,
debe ser declarada judicialmente. Pero para que se produzca esta declaración, es
necesario que alguien pida la declaración de nulidad.
La materia está tratada en el art. 1683 del Código Civil, que dispone lo siguiente:
“La nulidad absoluta puede y debe ser declarada por el juez, aun sin petición de parte,
cuando aparece de manifiesto en el acto o contrato; puede alegarse por todo el que tenga
interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o
debiendo saber el vicio que lo invalidaba; puede asimismo pedirse su declaración por el
ministerio público en el interés de la moral o de la ley; y no puede sanearse por la
ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de diez años.”
Pues bien, la ley ha concedido esta facultad a “todo el que tenga interés en ello, excepto
el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio
que lo invalidaba”.
(i) ¿A qué se refiere el Código cuando dice “todo el que tenga interés en ello?
Este es el significado de la expresión “todo el que tenga interés en ello”: incluye tanto a
quienes celebraron el acto o contrato, como a los terceros que de algún modo se
vean afectados por las consecuencias jurídicas del mismo.
Lo anterior significa que la afectación que un tercero sufra por causa del acto que
pretende anular debe tener un significado económico para él, la declaración de nulidad
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Supongamos que una persona vende y transfiere un inmueble de su propiedad por medio
de un acto absolutamente simulado, que carece de voluntad real y de causa. Un acreedor
del vendedor tiene interés actual y patrimonial en que esa venta y transferencia sean
anuladas, porque con ello aumenta el patrimonio sobre el cual hacer efectivo su crédito.
Del mismo modo, la doctrina y jurisprudencia indican que el interés debe ser actual, Ello
significa que el interés debe concurrir al momento de pedirse la nulidad absoluta, es decir,
cuando se pide la acción de nulidad debe existir el interés pecuniario concreto que motiva
a deducir la acción, por lo que no es suficiente que el interés lo constituya una mera
expectativa.
Si el acreedor del vendedor tiene un crédito solamente condicional –que constituye una
mera expectativa– no tendrá interés actual para deducir la nulidad mientras no se cumpla
la condición de la cual dependía la vigencia de su crédito.
La regla general de que la nulidad absoluta puede ser pedida por todo aquel que tenga
interés en ello, tiene una excepción importante: no puede pedir la nulidad aquel “que ha
ejecutado el acto o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo
invalidaba”.
Esta regla constituye una manifestación de un principio de derecho, conocido como nemo
auditur (“nemo auditor propriam turpitudinem alegans”). Conforme a este principio,
nadie puede aprovecharse de su propia torpeza o su propio dolo. Lo que se pretende es
sancionar a quien celebró un acto o contrato sabiendo que adolecía de un vicio,
privándole de poder pedir la nulidad y beneficiarse de sus efectos.
Pues bien, con esta frase, la ley está impidiendo demandar la nulidad a las personas
que reúnen dos requisitos: fueron parte del
- sabiendo o debiendo saber del vicio que lo invalidaba: la excepción del art.
1683 se aplica a la parte del acto o contrato que sabía o debía saber el vicio que lo
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De esta forma, la ley se refiere a un conocimiento real y efectivo del vicio particular
que aqueja al determinado acto; no se refiere a que las partes conozcan o
deban conocer la ley que consagra la nulidad o establece el vicio, en
aplicación de la ficción de conocimiento de la ley que establece el art. 8º del
Código. En efecto, si la ley se refiriera al conocimiento de la ley, nadie podría
invocar la nulidad absoluta, porque la ley se presume conocida por todos; las
partes del acto jurídico siempre tendrían que saber o debieran saber de la
concurrencia de un vicio.
Se celebra una compraventa entre dos personas que están casadas. Los
cónyuges no podrán, en principio, pedir la nulidad de la compraventa; y ello será
por el hecho de saber que están casadas, no por el hecho de saber que la ley
declara nula la compraventa celebrada entre cónyuges.
De esta forma, el hecho que los cónyuges ignoren que la ley prohíbe que celebren
una compraventa no les permite pedir la nulidad; el hecho de saber que son
cónyuges implica que saben –tienen conocimiento real y efectivo– del vicio que
invalida el acto, y por lo mismo, se les impide demandar la nulidad.
Una persona contrata con una persona que ha sido declarada interdicta por
demencia, estando inscrita la declaración de interdicción en el Registro de
Interdicciones y Prohibiciones del Conservador de Bienes Raíces. Pues bien, esa
persona no podrá pedir la nulidad, aun cuando no conociera de forma real y
efectiva que su contraparte era demente interdicto. En este caso, atendido que la
interdicción había sido inscrita –medida de publicidad– la persona debía saber del
vicio de nulidad que aquejaba a la celebración del contrato.
La regla relativa a privar de la acción de nulidad a quien sabía o debía conocer del vicio
genera habitualmente un problema: en qué situación quedan los herederos del
contratante.
El problema radica en que los herederos, por una parte, suceden a la persona del
causante, y por lo tanto, adquieren la misma posición que éste tenía en el acto o contrato,
y consecuentemente, el derecho a pedir la nulidad absoluta del mismo. Por otro lado, sin
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
embargo, también puede considerarse que los herederos tienen un interés propio o
autónomo en pedir la nulidad, como tendría cualquier tercero.
- Para algunos, los herederos –en cuanto son sucesores del causante en todos sus
derechos y obligaciones transmisibles– adquieren el derecho a pedir la nulidad
absoluta con la misma limitación que tenía el causante; de esta forma, si éste
sabía o debía saber del vicio que invalidaba el acto, debe entenderse que los
herederos están en la misma situación, por lo que no podrán pedir la declaración
de nulidad.
- Para otros, en cambio, los herederos podrían invocar un interés propio o personal
para pedir la nulidad absoluta, y por lo tanto, no se les aplicaría la limitación, aun
cuando el causante supiera o debía saber del vicio que invalidaba el acto.
Esta posición se apoya básicamente en el hecho que la regla del art. 1683
constituye una sanción a la mala fe, y como las sanciones son estrictamente
personales, la limitación para pedir la nulidad no podría ser extensiva al heredero,
puesto que se aplicaría una sanción a quien no incurrió en la conducta sancionada
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El art. 1683 del Código Civil permite también pedir la nulidad absoluta al Ministerio
Público, en el solo interés de la moral o la ley.
La Fiscalía Judicial se compone del Fiscal de la Corte Suprema, y de los Fiscales de las
respectivas Cortes de Apelaciones.
Si bien la Fiscalía Judicial tiene funciones más bien disciplinarias (vigilan por sí o por
medio de las fiscalías de cada Corte la conducta disciplinaria de Ministros y jueces, para
solicitar a la Corte Suprema la aplicación de medidas de corrección en caso necesario), la
ley reclama su intervención en ciertos negocios específicos, en los cuales puede actuar
como parte principal, como terceros o como auxiliar del juez.
Lo habitual será esto último, puesto que la Fiscalía Judicial habitualmente es requerida
para informar respecto a diversas materias (en general, se puede pedir su informe en
diversidad de materias; típicamente, informan en los juicios en que tienen interés las
corporaciones o fundaciones de derecho público; en los juicios en que se persigue la
responsabilidad civil y penal de jueces; en los juicios sobre el estado civil de las personas;
en las contiendas de competencia que se traben entre tribunales de diferente clase; en el
trámite del exequátur ante la Corte Suprema, etc.)
Sin embargo, en la práctica hoy en día esto prácticamente no ocurre; atendido que las
Fiscalías Judiciales solo existen en las Cortes de Apelaciones y en la Corte Suprema, no
existen fiscales judiciales en primera instancia, por lo que nunca ocurre que éstos
pidan la nulidad absoluta de un acto o contrato. Esta disposición, en consecuencia, es
más bien un resabio histórico, que nos permite en todo caso demostrar que la
nulidad absoluta es una institución de orden público, que protege o salvaguarda la
moral y la ley.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El art. 1683 del Código consagra también que la nulidad absoluta “puede y debe ser
declarada por el juez, aun sin petición de parte, cuando aparece de manifiesto en el acto
o contrato”.
En primer lugar, esta disposición consagra una potestad judicial –un poder y un deber–
puesto que no sólo permite, sino que obliga al juez, a declarar la nulidad absoluta en el
caso que ella aparezca de manifiesto.
De esta forma, hay que tener claro que el juez no sólo está facultado para declarar la
nulidad absoluta cuando la advierta de manifiesto, sino que está verdaderamente obligado
a hacerlo, lo cual se explica porque la nulidad absoluta es una institución de orden
público y por lo mismo, el juez no puede dejar pasar ante sí un acto o contrato que
es manifiestamente nulo.
Ahora bien, para que pueda ejercerse esta potestad judicial excepcional, es necesario que
se cumplan tres requisitos copulativos:
En efecto, el juez sólo podrá tomar conocimiento del acto o contrato en el marco
de un juicio que se ventila ante él. Dentro de dicho juicio, al momento de dictar
la sentencia definitiva, es que puede decretar la nulidad absoluta. El juez no está
facultado para iniciar de oficio un juicio nuevo que verse sobre la nulidad del acto o
contrato; debe hacerlo en un juicio que haya sido previamente iniciado ante él.
Finalmente, existe cierta discusión sobre quienes deben ser las partes del
juicio en que se hace la declaración de nulidad absoluta. Alessandri y Vial
enseñan que no es necesario que en el juicio intervengan todos los interesados en
el acto o contrato en cuestión, con apoyo de jurisprudencia tradicional.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Sin embargo, la jurisprudencia más reciente ha entendido que para que pueda
declararse la nulidad absoluta de oficio, en el juicio deben ser parte todos
quienes tengan interés en el acto o contrato, esto es, todas las partes que los
celebraron e incluso terceros que hayan adquirido derechos con posterioridad a la
celebración del acto o contrato.
Como es obvio, el acto o contrato que se declara nulo absolutamente, tiene que
haber sido presentado en el juicio por alguna de las partes, puesto que esa es la
única forma en que el juez puede tomar conocimiento cabal de su contenido y
estipulaciones, y analizar si efectivamente adolece de nulidad absoluta.
En conclusión, la sola lectura del acto o contrato debe ser suficiente para constatar
el vicio; si ello no es así, el juez no puede declarar de oficio la nulidad absoluta.
El art. 1683 dispone claramente que la nulidad absoluta no puede sanearse por la
ratificación de las partes, ni por un lapso de tiempo que no pase de diez años. Al alcance
de estas disposiciones nos referiremos a continuación.
Dispone el art. 1683 del Código Civil que la nulidad absoluta no puede sanearse por la
ratificación de las partes, con lo que se establece una diferencia con la nulidad relativa,
que sí puede sanearse por la ratificación (art. 1684).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
carecía de facultades suficientes para vender). Lo que el Código habría querido decir es
confirmación.
El art. 1683 dispone que la nulidad absoluta sólo se sanea por un lapso de tiempo
superior a 10 años.
Ahora bien, hay que tener presente que –en estricto derecho– los vicios de nulidad
absoluta jamás se sanean; un objeto ilícito no pasa a ser lícito porque transcurre el
tiempo, la causa ilícita no pasa a ser lícita porque pasen los años, etc.
Lo que ocurre es que después del plazo legal, el legislador tiene interés en consolidar las
relaciones jurídicas, y particularmente, en consolidar las atribuciones y
desplazamientos patrimoniales.
En efecto, ocurre que un acto o contrato absolutamente nulo generalmente produjo ciertos
efectos –obligaciones y derechos– los cuales normalmente se habrán cumplido de parte y
parte, generando desplazamientos o atribuciones patrimoniales (por ejemplo, una
compraventa que adolece de causa ilícita, habrá significado que de un patrimonio pase a
otro la cosa vendida, y al revés, que pase de un patrimonio a otro el dinero del precio). Del
mismo modo, durante el transcurso del plazo legal es posible que las cosas que han sido
objeto de un acto o contrato hayan seguido circulando, pasando a manos de terceros (por
ejemplo, la cosa vendida por medio de una compraventa que adolecía de causa ilícita,
posteriormente fue nuevamente vendida y transferida a un tercero ajeno).
3. LA NULIDAD RELATIVA
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(1) CONCEPTO
Conforme se desprende del art. 1681 y 1682 del Código Civil, la nulidad relativa es la
sanción legal a todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley
prescribe para su valor, en atención a la calidad o estado de las personas que los
ejecutan o acuerdan. El Código Civil la denomina en general rescisión.
A diferencia de la nulidad absoluta, que se entiende ser una institución de orden público
que cautela intereses generales, la rescisión se produce por infracciones que afectan
solamente a ciertas y determinadas personas, que por su calidad o estado, deben
celebrar actos o contratos con sujeción a requisitos especiales. Esto es lo que le da
el carácter de relativa: se refiere solamente a ciertas y determinadas personas.
En concepto de Jorge Baraona, el carácter de “relativa” vendría dado más bien por el
hecho que el acto sería nulo solamente para la parte en cuyo beneficio se estableció la
nulidad relativa; no así para la otra parte del acto jurídico, para quien el acto jurídico es
válido y obligatorio, sin posibilidad de pedir la nulidad.
Decíamos que, conforme al art. 1682 inciso final del Código, la nulidad relativa
constituye la regla general en materia de nulidad; de esta forma, la omisión de
cualquier requisito necesario para la validez de un acto o contrato, que no produzca
nulidad absoluta, será causal de nulidad relativa.
Atendido lo anterior, las causales que hacen procedente la nulidad relativa son múltiples,
pero pueden agruparse del siguiente modo.
Hemos dicho anteriormente que los vicios del consentimiento –el error, la fuerza y el dolo–
se sancionan con la nulidad relativa.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Esto es así, además, porque los vicios del consentimiento tienen naturaleza subjetiva;
dicen relación con el fuero interno del individuo particular que celebra el acto, y es en
beneficio suyo que la ley ha establecido la posibilidad de pedir rescisión del acto que
adolece de un vicio del consentimiento.
Además, lo corrobora el art. 1691 del Código, que hace expresa referencia a la
“violencia” (fuerza), el error y el dolo, para determinar en cada caso particular la forma en
que debe contarse el plazo para pedir la rescisión.
Debemos hacer dos prevenciones que ya hemos hecho anteriormente en esta materia.
Primero, que respecto del error esencial, no es pacífico que dicho vicio se sancione con
la nulidad relativa. Nos remitimos a lo explicado anteriormente.
Dijimos anteriormente que los actos de los absolutamente incapaces son nulos de nulidad
absoluta, por disposición expresa del art. 1682.
Por el contrario, los actos celebrados por los relativamente incapaces darán lugar a la
nulidad relativa. A estos efectos, debe recordarse que los incapaces relativos son aquellas
personas contempladas en el inciso tercero del art. 1447 del Código Civil, esto es, los
menores adultos y los disipadores interdictos.
Lo anterior significa que los actos celebrados por estos incapaces, por regla general,
serán otorgados por ellos mismos pero sujetos a determinadas autorizaciones o
formalidades habilitantes, sin los cuales, adolecerán del vicio de nulidad relativa.
Es por estas razones que la ley se refiere a los requisitos o formalidades establecidos en
atención a la calidad o estado de las partes. Con dicha expresión, se está refiriendo a
personas cuya calidad –la de incapaz relativo– prescribe que sus actos jurídicos cumplan
con ciertos requisitos o formalidades (las autorizaciones o formalidades habilitantes), la
omisión de los cuales acarreará la nulidad relativa.
Ahora bien, ¿qué tipo de autorizaciones o formalidades habilitantes requieren los actos de
los relativamente incapaces para ser válidos? Son variadas.
Por ejemplo, el menor adulto no puede –por regla general– ejecutar actos jurídicos por sí
solo. Debe hacerlo representado, o aún autorizado por quien tenga la patria potestad
conforme indica el art. 260.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Por otro lado, ciertos actos jurídicos del menor adulto requieren de otra formalidad
habilitante: la aprobación de la justicia. Así por ejemplo, el art. 254 del Código exige
autorización del juez con conocimiento de causa, para enajenar o gravar los bienes
raíces del hijo menor adulto o sus derechos hereditarios. El art. 394 del Código exige,
para enajenar ciertos bienes del pupilo menor adulto, autorización judicial y pública
subasta.
Ocurre algo similar con el pródigo interdicto, quien deberá realizar sus actos jurídicos
patrimoniales representado o autorizado en los actos que intervenga personalmente,
requiriendo en ciertos casos autorización judicial, pública subasta, etc.
Hay varias causales de nulidad relativa que surgen de la infracción de ciertos requisitos o
formalidades establecidos en los distintos regímenes matrimoniales, cuyo propósito u
objeto es proteger o cautelar a uno de los cónyuges en relación con ciertos bienes de
interés de la familia.
Pues bien, a modo de ejemplo, cabe destacar que conforme al art. 1749 del Código Civil,
el marido requiere autorización de la mujer, o de la justicia en subsidio, para enajenar o
gravar voluntariamente, o prometer enajenar o gravar los bienes raíces sociales o los
derechos hereditarios de la mujer. Este requisito pretende proteger a la mujer casada, que
carece de la administración de la sociedad conyugal y de la administración de sus bienes
propios, respecto de una negligente administración del marido.
El art. 1757 del Código sanciona de manera expresa la ausencia de dicha autorización
con nulidad relativa.
Pues bien, a modo de ejemplo, el art. 1792-3 dispone que ninguno de los cónyuges podrá
otorgar cauciones personales a obligaciones de terceros sin el consentimiento del otro
cónyuge. Este requisito protege a cada uno de los cónyuges, ayudando a conservar el
patrimonio del otro –en el cual después se hará compensación de los gananciales– del
evento que una caución otorgada en favor de un tercero termine disminuyendo se
patrimonio y perjudicando al cónyuge al momento de repartir los gananciales.
El art. 1792-4 sanciona de manera expresa la ausencia de dicha autorización con nulidad
relativa.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Es el caso, por ejemplo, del art. 412 inciso primero del Código, que dispone que “Por
regla general, ningún acto o contrato en que directa o indirectamente tenga interés el tutor
o curador, o su cónyuge, o cualquiera de sus ascendientes o descendientes, o de sus
hermanos, o de sus consanguíneos o afines hasta el cuarto grado inclusive, o alguno de
sus socios de comercio, podrá ejecutarse o celebrarse sino con autorización de los otros
tutores o curadores generales, que no estén implicados de la misma manera, o por el juez
en subsidio.”
A diferencia de la nulidad absoluta, la nulidad relativa solamente puede ser pedida por
un grupo muy específico de personas que establece el art. 1684: “aquellos en cuyo
beneficio la han establecido las leyes”, además de sus herederos o cesionarios.
De esta forma, la nulidad relativa no puede ser declarada por el juez de oficio, sino solo a
petición de dichas personas; tampoco puede pedirla el ministerio público en el solo interés
de la ley.
Ahora bien, ¿quiénes son “aquellos en cuyo beneficio la han establecido las leyes”?
Así, el contratante que padeció el error, la fuerza o el dolo podrá pedir la nulidad
relativa del contrato; no podrá pedir la nulidad, en cambio, el contratante que provocó el
error, o incurrió en violencia o dolo.
Del mismo modo, en el caso de las nulidades relativas producidas por la omisión de algún
requisito establecido en materia de administración de los regímenes patrimoniales
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Otro tanto ocurre con las incapacidades especiales a que nos hemos referido
anteriormente; el legitimado para pedir la nulidad será el perjudicado con la infracción,
por ejemplo, el pupilo.
Finalmente, podrán pedir la nulidad relativa los incapaces relativos en los casos en que
ésta se produzca por la omisión de algún requisito o formalidad establecido en favor de
ellos. Lo importante a considerar respecto de los incapaces es que el art. 1685 establece
una excepción por medio de la cual impide que ciertos incapaces puedan pedir la
declaración de nulidad relativa.
Dice el art. 1685 que “Si de parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o
contrato, ni él ni sus herederos o cesionarios podrán alegar nulidad. Sin embargo, la
aserción de mayor edad, o de no existir interdicción u otra causa de incapacidad, no
inhabilitará al incapaz para obtener el pronunciamiento de nulidad.”
De esta forma, el incapaz que ha incurrido en dolo para inducir al acto o contrato está
impedido de solicitar la nulidad, sanción que se extiende por expreso texto legal a sus
herederos o cesionarios.
El dolo que exige esta disposición es claramente un dolo resultado de una maquinación
fraudulenta, es decir, de una puesta en escena activamente fraguada y puesta en
marcha por el incapaz. El incapaz tuvo que realizar comportamientos para hacerse
pasar por incapaz; lo cual le vale la sanción que la ley le impone: no puede pedir la
nulidad.
Por otro lado, debemos tener en consideración que el art. 1686 del Código dispone que
“Los actos y contratos de los incapaces en que no se ha faltado a las formalidades y
requisitos necesarios, no podrán declararse nulos ni rescindirse, sino por las causa en
que gozarán de este beneficio las personas que administran libremente sus bienes”.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Nuestro Código Civil quiso despejar toda duda, y abolió expresamente la restitutio in
integrum. Así se lee en el Mensaje del Código, donde se indica expresamente; y así tuvo
lugar la disposición del art. 1686, que deja en claro que los actos de los incapaces no
pueden ser declarados nulos ni rescindirse sino cuando concurren las causales de
nulidad que hemos visto anteriormente, y que por el contrario, los actos válidamente
celebrados por ellos no podrán declararse nulos ni rescindirse, que es lo que ocurría por
causa de la restitutio in integrum.
En el caso de los herederos, para que puedan pedir la nulidad relativa, deben haber
aceptado la herencia, cuestión que pueden hacer de forma expresa o tácita conforme a
los arts. 1241 y 1242, mencionados anteriormente. De hecho, pedir la declaración de
nulidad absoluta constituye un “acto de tramitación judicial” por el cual se toma el título de
heredero, conforme al segundo de dichos artículos.
Una vez que la herencia se haya partido, la nulidad relativa sólo podrá pedirla el
heredero al que se adjudicaron los derechos provenientes del acto o contrato
rescindible.
En el caso de los cesionarios, debe tenerse presente que se pueden ceder tanto los
derechos sobre el acto o contrato nulo, como también cederse exclusivamente el derecho
a pedir la nulidad relativa del acto o contrato nulo (aunque Pablo Rodríguez opina que, en
el primer caso, debe hacerse expresa mención del derecho a demandar la nulidad
relativa, porque se trataría de un derecho autónomo, no derivado del acto o contrato
mismo).
Como también dijimos anteriormente, el Código Civil usa la expresión ratificación para
significar la renuncia a la acción de nulidad que compete a alguno de los que
intervinieron en la ejecución o celebración del acto jurídico, no obstante que en
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
En este sentido, la posibilidad de confirmar el acto relativamente nulo nos revela una vez
más que estamos frente a la protección de intereses meramente particulares. En efecto,
atendido que se trata de una verdadera renuncia de un derecho, conforme al art. 12 del
Código Civil, es inconcuso que nos encontramos frente a un derecho que “mira en el solo
interés” del renunciante.
Es necesario, además, destacar que el art. 1697 dispone que “No vale la
ratificación expresa o tácita del que no es capaz de contratar”.
Lo anterior significa que la ratificación, en cuanto acto jurídico que es, debe reunir
uno de sus requisitos de validez, como es la existencia de capacidad legal de
quien lo ejecuta.
El art. 1693 señala que “La ratificación necesaria para sanear la nulidad cuando el
vicio del contrato es susceptible de este remedio, puede ser expresa o tácita.”
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El art. 1694 del Código dispone, en todo caso, que la ratificación expresa tiene un
requisito de validez especial: debe hacerse con las solemnidades a que, por
ley, está sujeto el acto o contrato que se ratifica.
Conforme al art. 1695 del Código, la ratificación tácita “es la ejecución voluntaria
de la obligación contratada”. Conforme a lo que expresa el Código, es necesario
dilucidar dos aspectos para poder entender cuándo se ha producido confirmación
tácita:
Esto significa que si el afectado por el acto o contrato nulo no sabe que
éste adolece de un vicio –error de hecho– o desconoce que dicho vicio le
permite invocar la nulidad para no cumplir la obligación –error de derecho–
no está confirmando tácitamente, y por lo mismo, no está renunciando a
pedir la nulidad relativa.
▬ ¿Es posible que exista confirmación tácita por otras formas distintas
que la “ejecución voluntaria de la obligación contratada”?
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Tal sería el caso, por ejemplo, del deudor que pide un plazo para pagar
(porque reconoce así la obligación, pero en vez de ejecutarla, pide un plazo
para hacerlo); de la persona que, habiendo comprado y adquirido un bien
por medio de un acto resciliable, lo vende y transfiere a otra persona
(porque en vez de pedir la nulidad, que lo obligaría a restituir la cosa
comprada, la enajena a un tercero).
En general, los autores (Claro Solar, Alessandri, Vial) entienden que sí.
Basta cumplir una obligación de un contrato para que se entienda
confirmado el vicio de nulidad, no es necesario cumplir todas las
obligaciones que el mismo contempla. Esto es así porque ese
cumplimiento, aunque parcial, ya revela la intención de validar el acto que
adolecía de nulidad.
La nulidad relativa, al igual que la nulidad absoluta, puede sanearse también por el
transcurso del tiempo. Así resulta del art. 1684 del Código en relación con el art. 1691.
(i) Plazo
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
De acuerdo al art. 1691, el plazo para pedir la rescisión durará cuatro años, sin
perjuicio de que las leyes especiales no hubieren designado otro plazo. Como se
advierte, se trata de un plazo de saneamiento inferior al que permite sanear la
nulidad absoluta.
El art. 1691 establece la forma de contabilizar este cuadrienio, distinguiendo entre las
distintas clases de vicios que pueden producir la nulidad relativa. Así:
Por su parte, el art. 1692 dispone la forma de contabilizar este plazo cuando la nulidad es
pedida por los herederos de quien sufrió el vicio. Así:
(a) Generalidades: los efectos de la nulidad absoluta y relativa son los mismos
No existe distinción entre la nulidad absoluta y relativa en lo que respecta a sus efectos.
Éstos son exactamente los mismos, aplicándose al efecto los arts. 1687, 1688 y 1689 del
Código Civil en ambos casos. Los veremos más adelante.
Esto resulta de lo dispuesto en los arts. 1687 y 1689, cuyo texto presupone justamente
que la nulidad haya sido declarada por un tribunal; y diferencia a la nulidad de la
inexistencia, puesto que esta última opera ipso iure o de pleno derecho, lo que no ocurre
respecto de la nulidad según la gran mayoría de la doctrina.
Así, los efectos jurídicos que produce el acto nulo se mantendrán hasta que se declare la
nulidad por un tribunal en sentencia firme, y sólo en ese momento tendrán lugar los
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
efectos de la nulidad, para hacer desaparecer las consecuencias jurídicas que provocó el
acto nulo.
Es importante recalcar que la sentencia judicial a la que hacemos referencia debe reunir
ciertos requisitos:
(i) Debe tratarse de una sentencia en los términos que las define el art. 158 del
Código de Procedimiento Civil, y particularmente en nuestro concepto, tiene que ser una
sentencia definitiva, esto es, la que pone fin a la instancia.
(ii) La sentencia debe ser dictada en juicio seguido entre legítimos contradictores,
es decir, en el juicio deben haber intervenido personas interesadas en que se declare
la nulidad o validez del acto o contrato; y más aún, deben haber intervenido todos los
que celebraron el acto o contrato que se pretende anular.
Esto es así porque todos los interesados en la nulidad o validez del acto jurídico tienen
derecho a ser oídos.
(iii) Debe tratarse de una sentencia definitiva firme, en los términos que indica el art.
174 del Código de Procedimiento Civil: aquellas contra las cuales no procede recurso
alguno, o en caso contrario, aquellas cuyos recursos no se hayan deducido dentro del
plazo que concede la ley, o deducidos éstos, una vez notificado el decreto que las mande
cumplir.
Como dijimos en clases anteriores también, la sentencia que declara la nulidad sólo
afecta a quienes fueron partes en el juicio en que se declaró.
Esto es consecuencia del principio procesal básico que consagra el inciso segundo del
art. 3º del Código Civil –las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino en las
causas en que han sido pronunciadas– y está ratificado en el art. 1690 del Código, según
el cual “cuando dos o más personas han contratado con un tercero, la nulidad declarada a
favor de una de ellas no aprovechará a las otras”.
El efecto fundamental de la nulidad, entre las partes que celebraron el acto jurídico, es el
que consagra 1687 inciso primero del Código: la nulidad pronunciada en sentencia que
tiene fuerza de cosa juzgada, da a las partes el derecho para ser restituidas al mismo
estado en que se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo.
Ahora bien, es necesario hacer algunas distinciones en relación con este efecto de la
nulidad:
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
(i) Si el acto jurídico no se había cumplido aún: cuando no se han ejecutado las
obligaciones que había engendrado el acto nulo –por ejemplo, no se había pagado el
precio de la compraventa cuya nulidad se declara– la nulidad tiene por efecto extinguir
las obligaciones que habían surgido del acto nulo.
De esta manera, en este caso la nulidad se comporta como un modo de extinguir las
obligaciones, que es el tratamiento que le da el Código Civil en el art. 1567 N° 8.
Ciertamente, la nulidad destruye el acto jurídico, lo extrae del ordenamiento, y junto con
ello, extingue las obligaciones que el acto había creado y que no se hubieran cumplido.
De esta forma, cada contratante deberá devolver al otro lo que haya dado o pagado con
ocasión de las obligaciones que se declararon nulas. Para estos efectos, se aplicarán las
reglas de las prestaciones mutuas que contempla la acción reivindicatoria (art. 904 del
Código).
Hay que destacar que, para que el contratante pueda lograr las restituciones recíprocas
de su contraparte, el Código le confiere en definitiva la acción reivindicatoria, que
ejercerá conjuntamente con su acción de nulidad.
Así por ejemplo, junto con declarar nulo un contrato de compraventa, el interés del
contratante es que le devuelvan la cosa vendida. Para tal efecto, goza de acción
reivindicatoria
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El principio básico a estos efectos lo consagra el art. 1689 del Código, que dispone que la
nulidad judicialmente pronunciada da acción reivindicatoria contra terceros
poseedores, sin perjuicio de las excepciones legales.
Ocurre que la nulidad intenta extraer al acto nulo del ordenamiento, y hacer desaparecer
todos sus efectos. Sin embargo, sucede también que en el tiempo intermedio entre que
se celebra el acto viciado y que se declara la nulidad, pueden celebrarse diversos
actos jurídicos que permitan transferir las cosas objeto del acto nulo, a terceros
ajenos a dicho acto jurídico, los cuales tienen entonces la calidad de poseedores de
ellas.
Para eso se confiere entonces acción reivindicatoria: en estos casos, la única forma de
devolver las cosas al estado anterior a la celebración del acto nulo, es reivindicando
respecto de terceros poseedores, lo que hará que la cosa objeto del acto nulo vuelva en
último término al contratante que le corresponde.
En consecuencia, queda claro que ante un acto nulo se originan dos acciones para el
interesado o beneficiado por la nulidad:
(i) La acción de nulidad, que es una acción personal, dirigida contra la persona que
celebró el acto o contrato nulo y contra todos los interesados en la validez o nulidad del
acto; y
(ii) La acción reivindicatoria, que es una acción real, que se dirige sea contra el
propio contratante que celebró el acto nulo, o bien contra los terceros poseedores de la
cosa, si ésta ha sido enajenada.
Ahora bien, la pregunta que hay que hacerse es cómo se ejercen estas dos acciones:
¿simultáneamente, o debe ejercerse la nulidad antes que la reivindicación?
Esta solución, en todo caso, genera dos clases de problemas que para el demandante de
nulidad resultan indeseables:
▬ Los plazos de prescripción: Ejercer una acción de nulidad podría tomar tiempo
suficiente para permitir que, al ejercer la acción reivindicatoria contra un tercero,
este haya adquirido por prescripción la cosa que se pretende reivindicar.
▬ La nulidad podría ser inoponible al tercero: En efecto, el tercero podría alegar
que conforme al art. 3º del Código Civil, a él no le afecta la nulidad declarada en la
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Para evitar estos inconvenientes, es aconsejable –y según cierta doctrina (A. Romero),
indispensable– ejercer simultáneamente la acción de nulidad y la acción
reivindicatoria.
En tal caso, se demandará la nulidad del acto o contrato, y esta acción se dirigirá a los
legítimos contradictores de la nulidad, es decir, las demás partes del acto o contrato nulo,
y aquellos que tengan interés en la validez o nulidad del acto; y al mismo tiempo, se
demandará reivindicación de la cosa –o cancelación de los gravámenes o derechos
reales–, y esta acción se dirigirá contra el que actualmente posea la cosa o los titulares de
los gravámenes o derechos reales.
Por regla general, consideramos que la nulidad es total, en el sentido que el vicio y la
declaración de nulidad acarrean la extinción completa del acto o contrato viciado, el cual
desaparece completamente del ordenamiento.
Así parece desprenderse por lo demás de las reglas del Código Civil, que en general dan
la impresión de referirse a la nulidad de todo el acto jurídico.
Sin embargo, es posible concebir que la nulidad sea una sanción solamente parcial a los
actos jurídicos, lo que se dará en casos en que los actos o contratos estén constituidos
por diversas estipulaciones o cláusulas, más o menos independientes unas de otras, las
cuales podrían adolecer de algún vicio de nulidad y sin embargo, no afectar el resto del
acto jurídico.
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
El concepto de conversión del acto nulo se refiere a la situación en que el acto nulo se
transforma por el imperio de la ley, siendo sustituido el acto nulo por otro acto
jurídico distinto que la ley establece, cumpliéndose de esta forma la finalidad
económica que las partes tuvieron a la vista al realizar el acto.
Por regla general, los casos de conversión del acto nulo se refieren a actos jurídicos que
deben constar por escrito, pero que al carecer de alguna formalidad legal o
mención especial, no valen como tales actos jurídicos, pero sí como otros que no
debían cumplir tales formalidades o menciones.
En Chile, no existen reglas generales que reglamenten la conversión del acto nulo, sólo
algunos casos aislados en legislaciones especiales.
Por ejemplo, el caso del art. 1701 inciso segundo del Código Civil: en este caso, el
instrumento público que adolece del defecto de incompetencia del funcionario o por otra
falta en la forma, valdrá igualmente como instrumento privado si estuviere firmado
por las partes.
En este caso, nos encontramos ante un instrumento público nulo, que como tal, no tendrá
el valor probatorio que la ley le otorga a dichos instrumentos; sin embargo, la ley le
reconoce igualmente el valor de instrumento privado si el documento ha sido firmado, lo
que es relevante porque puede llegar a tener valor probatorio incluso equivalente al del
instrumento público en el juicio respectivo.
4.
LA INOPONIBILIDAD DEL ACTO JURÍDICO
1. GENERALIDADES Y CONCEPTO
Los terceros que pueden alegar la inoponibilidad son, por lo general, los llamados terceros
relativos, es decir, aquellos que no pueden estimarse como representantes de las partes y
que están o estarán en relaciones con éstas. En oposición a los terceros relativos se
encuentran los terceros absolutos, que son aquellos que no están ni estarán en relaciones
jurídicas con los autores o partes de un acto jurídico. Se trata de terceros totalmente
extraños. Sin embargo, alguno, por excepción puede hacer valer la inoponibilidad, como
es el caso de la venta de cosa ajena.
2. CLASES DE INOPONIBILIDAD
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Dichas formalidades no se exigen para constituir válidamente un acto o contrato –el que
será válido sin ellas–, pero sí se exigen para que los efectos del acto jurídico puedan
hacerse valer u oponerse contra terceros.
Inoponibilidades de fondo son aquellas que se basan en los efectos de un acto que
hieren injustamente los derechos de terceros.
Tales inoponibilidades son las siguientes: por falta de concurrencia, por clandestinidad,
por fraude, por lesión de los derechos adquiridos y por lesión de las asignaciones
forzosas.
Como hemos dicho, las formalidades de publicidad son aquellas destinadas a que los
terceros tomen conocimiento de un acto o contrato celebrado por las partes, o de la
ocurrencia de un hecho de relevancia jurídica.
Sólo mediante estas dos anotaciones la ley presume que los terceros han tomado
o podido tomar conocimiento de la contraescritura. Si estas dos anotaciones no se
hacen o se omite cualesquiera de ellas, la contraescritura es inoponible, no afecta
a los terceros. Entre las partes la contraescritura es perfectamente válida, pues la
disposición transcrita sólo tiene por objeto proteger a los terceros.
▬ La sentencia judicial que declara una prescripción hace las veces de escritura
pública para la propiedad de bienes raíces o de derechos reales constituidos en
ellos; pero no vale contra terceros sin la competente inscripción (art. 2513).
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Benjamín Morales Palumbo
– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Sabemos que los instrumentos privados hacen fe, entre otras cosas, de la fecha de su
otorgamiento. Así, nadie puede desconocer que un determinado instrumento público –por
ejemplo una escritura pública– fue otorgada el día que en ella se indica.
En efecto, el Código Civil declara que “la fecha de un instrumento privado no se cuenta
respecto de terceros sino desde el fallecimiento de algunos de los que le han firmado, o
desde el día en que ha sido copiado en un registro público, o en que conste haberse
presentado en juicio, o en que haya tomado razón de él o le haya inventariado un
funcionario competente, en el carácter de tal” (art. 1703). Además, según el art. 419 del
Código Orgánico de Tribunales, la fecha de instrumento privado se cuenta respecto de
terceros desde su protocolización.
Tratándose de asuntos mercantiles, las escrituras privadas que guarden uniformidad con
los libros de los comerciantes hacen fe de su fecha respecto de terceros, aun fuera de los
casos que enumera el copiado artículo 1703 del Código Civil (C. de Comercio, art. 127).
Con este título se engloban los casos en que el acto o contrato no puede hacerse valer,
oponerse, en contra de las personas que no han concurrido como partes a su
celebración.
El caso más típico es el de la venta de cosa ajena, la cual es válida, sin perjuicio de los
derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el tiempo (art. 1815).
Tal contrato es inoponible al verdadero dueño, puesto que este no concurrió a prestar el
consentimiento a la compraventa, de forma tal que ésta no puede perjudicar sus derechos
sobre la cosa vendida.
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
No pueden oponerse a los terceros los actos o contratos celebrados ocultamente, por la
imposibilidad de aquéllos de tomar conocimiento de éstos. Ejemplo clásico es el de las
escrituras privadas hechas por los contratantes para alterar lo pactado en escritura
pública: aquéllas no producen efectos contra terceros, les son inoponibles (art. 1707 inc.
1º).
Son inoponibles por fraude los actos ejecutados en fraude de los derechos de terceros;
así, cuando un tercero es víctima de un acto ejecutado para defraudar sus derechos, la
ley le concede ciertos medios para que aquellos actos no los afecten.
Está fundada en la causal de fraude, por ejemplo, la llamada acción pauliana, acción que
permite a los acreedores perjudicados por actos realizados por el deudor solicitar la
rescisión de éstos, cumpliéndose además otros requisitos señalados por la ley (art. 2468).
También la ley declara nulo el pago hecho al acreedor si se paga al deudor insolvente en
fraude de los acreedores a cuyo favor se ha abierto concurso (art. 1578 Nº 3).
El fraude difiere del dolo porque éste tiene lugar entre las partes cuando una de ellas se
vale de engaño para perjudicar a la otra; en cambio, el fraude es una maniobra de mala fe
ejecutada por una o ambas partes dirigida a perjudicar a terceros.
Esta inoponibilidad comprende los casos en que los efectos de un acto no pueden
hacerse valer contra terceros que tienen derechos adquiridos sobre cosas a que el acto
se refiere.
Así, por ejemplo, el decreto de posesión definitiva de los bienes del desaparecido
otorgado a favor de otros sujetos pueden rescindirse en beneficio del desaparecido si
reapareciere, recobrando sus bienes en el estado en que se hallaren, subsistiendo las
enajenaciones, las hipotecas y demás derechos reales constituidos legalmente en ellos
(art. 94 Nº 4). Los terceros que adquirieron legalmente estos derechos sobre los bienes
del desaparecido que reaparece podrían oponerle esta adquisición si él pretendiera
recobrarlos en virtud de la rescisión del decreto de posesión definitiva.
Estas asignaciones son aquellas que el testador está obligado a hacer a ciertas personas
determinadas por la ley, como, por ejemplo, los hijos. Si en un caso dado el testador nada
asigna a sus hijos, el testamento no adolece de nulidad, es válido, pero inoponible a
dichos hijos en cuanto los perjudica y ellos pueden solicitar la reforma del testamento para
salvar ese perjuicio (art. 1216).
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– Apuntes de clases: Derecho Civil I –
Por regla general, la inoponibilidad se deduce como excepción por el tercero en contra del
cual se pretende hacer valer en juicio, el acto jurídico inoponible. Así, por ejemplo, si
alguien demanda al dueño de una cosa para que éste se la restituya, invocando una
compraventa en la cual el dueño no intervino, éste podrá alegar la inoponibilidad de la
venta de cosa ajena (inoponibilidad por falta de concurrencia), lo que hará como
excepción a efectos que se rechace la demanda en su contra.
En contados casos, sin embargo, la inoponibilidad sí puede deducirse como acción; así
ocurre con la acción pauliana, por ejemplo.
Entre la nulidad de los actos jurídicos y la inoponibilidad de los mismos hay diferencias
notorias.
▬ En primer lugar, la nulidad ataca la validez del acto mismo, privándolo de eficacia
tanto respecto de las partes como de los terceros; en cambio, la inoponibilidad
sólo se dirige a privar de efectos al acto respecto de terceros de buena fe, pero el
acto jurídico es, en sí mismo, válido.
▬ En segundo lugar, la nulidad tiende a proteger a las partes del acto, mientras que
la inoponibilidad, protege más bien a terceros ajenos al mismo.
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