Gestión para Desarrollo de Públicos y Audiencias
Gestión para Desarrollo de Públicos y Audiencias
Gestión para Desarrollo de Públicos y Audiencias
culturales
Este capítulo propone un marco de reflexión sobre los públicos culturales a partir de tres
factores: el valor de las prácticas culturales, el papel de los públicos en el hecho cultural y
los intereses y estadios de demanda. Luego reflexiona sobre el sentido y las finalidades de la
gestión de públicos como marco de referencia para la propuesta de un modelo de desarrollo.
En tercer lugar articula cinco estrategias generales para el desarrollo integral de los públicos
de un proyecto cultural, con una atención particular hacia los públicos infantiles y
adolescentes. Finalmente apuesta por las metodologías de gestión relacional como las más
adecuadas para el desarrollo de públicos culturales.
1. Conceptualización previa
Cualquier reflexión sobre los públicos de la cultura exige una cierta conceptualización previa
debido a la ambigüedad de los términos utilizados. El significante cultura aún no ha
encontrado una definición en la que todos nos encontremos cómodos, por lo que seguimos
reflexionando permanente sobre su contenido y alcance, más aún en una sociedad globalizada
y digitalizada en la que todo cambia a una velocidad superior a la de nuestra capacidad de
análisis y reflexión.
Pero más ambiguo es aún el segundo término del sintagma. Denominamos públicos al
conjunto de personas interesadas en participar en determinadas prácticas culturales. Cada
práctica cultural tiene sus públicos, por lo que el significante "públicos culturales" es un
concepto abstracto que hace referencia al universo de personas interesadas en las distintas
prácticas culturales de una realidad social. Hablamos de públicos, en plural, para expresar
la diversidad de universos personales, gustos y beneficios buscados que tienen las personas
interesadas en una práctica cultural. Las personas interesadas se convierten en "seguidores"
porque quieren participar en las prácticas propuestas y tener información sobre sus creadores
e intérpretes y sobre los proyectos que éstos quieren desarrollar.
Lo que tienen en común los públicos de una determinada práctica cultural es su interés por
participar en ella y por tener información sobre los factores y procesos que la hacen posible,
y compartirla con los demás interesados. El interés es una actitud residente, basada en valores
y estéticas. El interés, que Pierre Bourdieu denominaba necesidad (BOURDIEU, 1988), se
transforma en demanda cuando hay una propuesta de valor disponible y accesible. La
demanda comporta la búsqueda activa de la manera de satisfacer los intereses y la
disposición a asumir sus costes (tiempo, dinero, coste de oportunidad, etc.).
La diferencia entre los públicos y los stakeholders, término aportado por Edward Freeman
(FREEMAN, 1984) para denominar a todas las partes interesadas en un proyecto es que los
públicos tienen interés en participar en las mismas, no sólo en percibir sus beneficios.
El objeto de este capítulo es, sin embargo, tratar de las finalidades y los procedimientos para
desarrollar los públicos culturales. En otras palabras, para qué y cómo podemos hacer que
las distintas prácticas culturales tengan más seguidores. Sin embargo, debido al hecho de
que los intereses arraigan en valores y estéticas, debemos reflexionar primero sobre el valor
objetivo y subjetivo de las prácticas culturales ya que en la medida que las prácticas
propuestas tengan más valor y éste sea percibido por un mayor número de ciudadanos se
podrá conseguir el propósito apuntado.
Debemos distinguir, de entrada, entre el valor objetivo y el valor subjetivo de una práctica
cultural. El valor objetivo es el que ha sido reconocido por el sector cultural y por la realidad
social en la que se realiza. El valor subjetivo es el que tiene para cada persona.
Valores intrínsecos
Valores instrumentales
Valor económico
o Crean riqueza, contribuyendo directa e indirectamente al crecimiento del
PIB y aportando activos intangibles, como la capacidad creativa y de
innovación, al desarrollo de otros sectores productivos.
o Tienen un valor pasivo o de no uso, como el valor de existencia, de prestigio,
de opción y de legado.
Valor relacional
o Distinción social o expresión de la identidad de grupo.
o Contribución a la integración y promoción social
El valor subjetivo es la percepción que cada persona tiene de los valores objetivos
apuntados. Los valores descritos en la taxonomía no son excluyentes, de tal manera que
cuando en una misma práctica cultural son percibidos varios de ellos se refuerzan y
consolidan. El concepto de beneficios buscados que aportan Natel y otros coincide con el de
valores subjetivos o percibidos de una práctica cultural: la participación de los públicos en
una determinada actividad cultural habitualmente es debida a una combinatoria de valores
subjetivos o beneficios buscados.
Las tasas de penetración social de las prácticas culturales en una comunidad cultural
indican, por un lado, las diferencias de valor subjetivo que les otorgan sus miembros, y, por
otro, su grado de accesibilidad. En la Encuesta sobre hábitos y prácticas culturales en España
2010-11 se percibió que las actividades culturales más frecuentes, en términos anuales,
son escuchar música, leer e ir al cine, con tasas del 84,4%, el 58,7% y el 49,1%
respectivamente, seguidas en intensidad por la visita a monumentos, que realiza cada año
un 39,5% de la población, la asistencia a museos o exposiciones, 30,6% y 25,7%
respectivamente y a conciertos de música actual, el 25,9%, y en posiciones intermedias
encontramos la asistencia anual a bibliotecas, el 20,5%, al teatro, 19,0%, a yacimientos
arqueológicos, 13,9%, a galerías de arte, 13,6%, y a conciertos de música clásica, con
tasas anuales de asistencia del 7,7% de la población.
Podemos considerar que la cultura es una praxis o experiencia humana. También puede ser
considerada como un conjunto de significantes (lenguajes y códigos) y un conjunto de
significados (conocimientos, creencias, valores, sentimientos, etc.), distinguiendo la cultura
objetiva (patrimonio colectivo) de la subjetiva (capital personal).
Unos creadores que invitan a otros ciudadanos a compartir sus reflexiones sobre la
realidad personal o social a través de prácticas presenciales o del consumo no
presencial de sus producciones.
Otras personas que participan en las propuestas presenciales de los creadores o que
consumen sus producciones. A estas personas las consideramos públicos, usuarios
o participantes (en las políticas de democratización cultural), y consumidores o
clientes(desde la perspectiva económica o de mercado). Y según la actividad que
realizan las denominamos espectadores, telespectadores, visitantes, lectores,
audiencias, etc.
Lo que no podemos dejar de considerar, en cualquier caso, es que los públicos son agentes
esenciales en el hecho cultural. Los públicos no son sólo la justificación política de ciertas
inversiones públicas, el atrezo que necesitan los creadores para satisfacer su ego, ni los
consumidores anónimos que sostienen el desarrollo de las industrias culturales, ni "el lado
oscuro de la sala" . Las prácticas culturales no son sólo bienes de consumo, son prácticas o
productos de interés público que deben ser protegidos y fomentados por los poderes públicos.
En cualquier proyecto cultural hay que definir el papel que se quiere que tengan los
públicos en su desarrollo, es decir, las finalidades del modelo de gestión que se adopte.
Podemos apuntar tres grandes finalidades complementarias que, entre otras, están presentes
en el desarrollo de públicos:
Cada proyecto cultural establecerá una jerarquía entre estas finalidades en función de su
naturaleza, misión y circunstancias, pero de alguna manera deben estar siempre presentes
tanto en proyectos que apuestan por la cultura de excelencia como por los que operan en el
paradigma de la sociocultura como retórica reactiva que enfatiza la dimensión social de las
prácticas culturales.
Estadio
Perfil
1. Públicos con demanda inexistente o negativa
No tienen interés por unas determinadas propuestas culturales probablemente porque no han
tenido ninguna experiencia de referencia que haya sido significativa y satisfactoria. Son
públicos indiferentes a una determinada propuesta cultural.
2. Públicos con demanda latente
Tienen interés por participar en determinadas prácticas escénicas, probablemente debido a
la interiorización de los valores o intereses de terceros, pero no han podido acceder a ellas a
causa de determinadas barreras o resistencias. Este interés residente no satisfecho se
considera demanda latente.
3. Públicos primerizos
Han tenido una o diversas primeras experiencias, superando determinadas barreras o
resistencias, pero aún no las han interiorizado y, por lo tanto, aún no tienen intereses
definidos o consolidados.
4. Públicos ocasionales
Son públicos con un cierto grado de consumo cultural, de mayor o menor intensidad, de
carácter reactivo, que toman la decisión de consumo de forma ocasional, propuesta a
propuesta, como respuesta a estímulos del entorno personal o social (prescripción de terceros,
publicidad, circunstancias personales, etc.). A medida que incrementan el consumo van
consolidando sus intereses.
5. Públicos regulares
Son públicos que tienen un cierto patrón o pauta de consumo, intensivo o de baja
intensidad, de carácter proactivo, en los que la demanda es endógena o a partir de ciertos
compromisos formales de consumo (como los abonos o la inscripción en clubs de consumo)
para asegurar el nivel de consumo que consideran adecuado.
6. Públicos amigos o colaboradores
Son públicos dispuestos a colaborar en el desarrollo de una propuesta cultural porque se
sienten identificados con sus valores, objetivos o estéticas. La disposición a colaborar
puede ser residente e inactiva, y puede desarrollarse a través de colaboraciones ocasionales
o participando en alguna plataforma o asociación de amigos o colaboradores. Sus
aportaciones a una práctica cultural son en forma de tiempo, dinero, difusión o prescripción.
Públicos activos o asistentes: los que participan en las propuestas culturales, desde
primerizos a colaboradores.
Públicos inactivos: los que no participan, tanto si son indiferentes como si tienen
interés en participar.
Públicos potenciales: los públicos con interés en determinadas prácticas escénicas,
participen o no en ellas.
4. Estrategias generales
Las estrategias son procesos dirigidos a conseguir unos determinados objetivos partiendo
de los distintos estadios de la demanda. Proponemos cinco estrategias generales
(COLOMER, 2013):
Para desarrollar estas estrategias debemos articular las políticas de oferta con las de
demanda.
Las políticas de oferta deben generar y dar a conocer propuestas de valor
diversificadas y accesibles.
o Deben ser percibidas como aportadoras de valor de uso.
o Deben ser diversificadas porque los valores e intereses de los ciudadanos son
diversos.
o Deben ser accesibles para no discriminar a los ciudadanos con menor
capacidad adquisitiva y de utilización de los recursos del entorno.
Las políticas de demanda deben incorporar las prácticas culturales en el sistema de
valores e intereses de los ciudadanos.
o Los valores e intereses culturales surgen de experiencias culturales
significativas.
o Para que las experiencias sean significativas deben ser interiorizadas.
o Las personas pueden asimilar los valores e intereses de terceros,
especialmente en la primera socialización.
Los públicos regulares proactivos de una práctica cultural son su principal activo. Es el
primer paso en un proceso de desarrollo de públicos. Hay dos objetivos estratégicos:
conservarlos y desarrollarlos.
Para ampliar sus intereses, los promotores culturales deben proponerles prácticas que
vayan más allá de sus gustos y preferencias reconocidos y, en base a la confianza
generada, los públicos probablemente aceptarán el riesgo de explorarlas para ampliar sus
horizontes. Si las nuevas prácticas exploradas representan experiencias positivas las
incorporarán al universo de intereses consolidados, ampliándolos y diversificándolos, y
generando más oportunidades de consumo y, por tanto, una mayor frecuencia. El incremento
de frecuencia de consumo lleva, además, a la creación de hábitos de regularidad incidentales.
El segundo paso es desarrollar hábitos de regularidad en los públicos ocasionales. Para ello
hay dos caminos:
En primer lugar un compromiso de los públicos con ellos mismos para evitar
que factores externos y circunstanciales puedan privarle del disfrute de una
programación o producto.
En segundo lugar un compromiso de consumo futuro con el promotor cultural,
una muestra de confianza y de apoyo a su labor.
El quinto paso es despertar el interés por una determinada práctica cultural a públicos
con demanda inexistente. Este es el paso más complejo de todos, y el que se desarrolla
en un plazo más largo.
1. Para despertar el interés primero hay que captar la atención. Para ello es
necesario:
o Disponer de propuestas de valor significativas
o Conseguir que los públicos objetivo fijen su atención sobre ellas
2. Si hemos captado su atención podemos intentar que tengan unas primeras
experiencias culturales satisfactorias que generen interés por aquella práctica
cultural. Para ello hay que conseguir tres cosas:
o que participen en una primera experiencia cultural (captación)
o que tengan ganas de repetir (satisfacción)
o que tengan una segunda o más experiencias (repetición)
Para que los públicos que han participado en una primera experiencia puedan estar
informados de nuevas propuestas es necesario que faciliten a los promotores sus datos
de contacto. Si no se consiguen es probable que todo el esfuerzo de captación para
conseguir una primera experiencia se pierda por falta de continuidad.
Para facilitar que los públicos con demanda latente participen en una primera
experiencia cultural se pueden recorrer básicamente dos caminos complementarios:
Para crear valor por determinadas propuestas culturales hay que incidir en los valores
de contexto porque los públicos indiferentes, a falta de criterio propio, operan
básicamente por los valores dominantes en su contexto), reducir las barreras o
resistencias (prejuicios sobre que la cultura es algo elitista y aburrido, que es muy cara,
que uno no sabe cómo debe comportarse en ciertas actividades, etc.) y buscar alguna
forma de mediación (en grupo, invitado por un espectador experto, en una oferta
promocional con incentivos adicionales, a través de un club de consumo prescriptor,
etc.).
Un estudio de María José Quero aporta datos significativos sobre esta cuestión
(QUERO GERVILLA, El paradigma del marketing relacional: una aproximación
innovadora para la gestión de servicios culturales, 2008). Sin embargo, los resultados
de la inversión en niños y adolescentes son a medio o largo plazo y esto es un
inconveniente en las políticas inmediatistas.
Hay tres ámbitos de vida en los que se puede acceder a experiencias culturales:
El grupo familiar.
Muchas experiencias culturales de niños y adolescentes se producen a través de
la familia y son percibidas e interiorizadas como pautas de comportamiento de
grupo social. Las prácticas familiares en la primera socialización son las más
determinantes de los gustos e intereses culturales porque además de generar el
interés por acceder a nuevas experiencias se interiorizan como valores propios
del grupo social por imitación del comportamiento de los adultos de referencia.
El grupo escolar.
En las prácticas escolares a veces hay mucha actividad cultural pero a menudo
pocas experiencias significativas. Una parte se realizan dentro del centro
educativo en forma de talleres y otras actividades, otras consisten en la
participación de grupos escolares en prácticas culturales del entorno. Los
mediadores son profesionales de la educación que aplican técnicas o
metodologías educativas para la interiorización de la experiencia. El grupo
escolar ofrece, además, una oportunidad excepcional para crear interés por
determinadas prácticas culturales en niños y adolescentes de familias sin capital
cultural. Sin embargo, para que una experiencia escénica trascienda a nivel de
aprendizaje se requiere la existencia de emotividad en el mediador que
acompaña al niño o adolescente. La gran debilidad de las prácticas culturales en
el sistema escolar es que muchos docentes acompañantes no tienen interés por la
práctica en la que participan.
El grupo de iguales.
En la adolescencia los niños pasan de un grupo social jerarquizado (la familia) a
un grupo de iguales en el que deben encontrar un lugar y un status. El grupo de
iguales establece nuevos valores y prácticas de grupo que ejercen presión de
conformidad sobre cada uno de sus miembros. Los valores interiorizados en la
infancia muchas veces entran en conflicto con los valores de grupo y se resuelven
de distinta manera, pero muchas veces el adolescente claudica de los valores
familiares hasta que ha afianzado un lugar en el grupo de iguales. Cuando el
grupo de iguales asiste a una experiencia cultural, fuera del grupo familiar o
escolar, actúa como mediador en la interiorización de la experiencia.
Marketing masivo
La revolución industrial introdujo la posibilidad de producir en serie y realizar
publicidad masiva de los productos comunes. De la venta a granel se pasó al
producto de marca. La publicidad masiva aseguraba un buen posicionamiento
del producto y, por tanto, unos excelentes resultados comerciales. Una forma de
marketing masivo es la venta masiva a través de redes de expansión geométrica
(como Avon o Tupperware) sin costes estructurales ni comerciales, o de venta
piramidal. Sin embargo, con la evolución del mercado se están diversificando los
gustos y las necesidades. El mercado, inicialmente homogéneo, se está
fragmentando en subconjuntos con perfiles de consumo específicos. También se
han fragmentado los medios masivos de comunicación.
Marketing segmentado
La fragmentación de los mercados evolucionados permite identificar segmentos
con perfiles de consumo distintos. Las organizaciones pueden aplicar un
marketing segmentado si diversifican sus productos y su comunicación por
segmentos de demanda. La fragmentación se puede hacer a tres niveles:
segmentos, nichos o celdas. Hay organizaciones que aplican un marketing de
segmento único (con mayor riesgo) y otras que aplican un marketing
multisegmento (con riesgo más diversificado y posibilidad de economías de
escala que reducen costes estructurales). Hay organizaciones que ofrecen
diversos productos para un único segmento de mercado y otras que ofrecen un
producto distinto a cada segmento de mercado.
Marketing personalizado
Hay organizaciones que adaptan su producto y su comunicación a cada cliente
individual. El modelo de producción de los artesanos es preindustrial porque
fabrican productos a medida para cada cliente. Los productos son singulares
pero tienen costes elevados. Las industrias de masas promovieron la
estandarización del producto y su aceptación social porque los precios bajaron
significativamente. La gestión de bases de datos de clientes ha permitido volver
a fabricar productos más personalizados, incluso individualizados con costes no
muy elevados. En la gestión cultural se ha aplicado mayoritariamente un modelo
de marketing masivo a pesar de que los públicos son un segmento social
reducido. El notable impacto social de los medios de comunicación de masas (un
emisor y muchos receptores) llevó a grandes campañas de marketing masivo,
que tiene buenos resultados en los bienes de consumo cotidianos pero que no es
adecuado para los productos culturales por su condición de bienes de compra
especializada.
El marketing transaccional
El marketing transaccional opera en el corto plazo y tiene como objetivo
conseguir el máximo de transacciones satisfactorias para los individuos y las
organizaciones. Normalmente opera a través de proveedores de servicios
especializados (empresas de ticketing, por ejemplo) porque no requiere contacto
directo con los públicos ni mucha información sobre ellos ya que se relaciona de
forma genérica por segmentos.
El marketing relacional
El marketing relacional tiene como objetivo construir relaciones duraderas.
Opera en el medio y largo plazo y desarrolla relaciones satisfactorias con los
públicos. Para tener un conocimiento amplio de sus intereses y hábitos necesita
contacto directo y regular con cada individuo. También requiere que la
organización centre su sistema de trabajo en los públicos y que la estrategia de
marketing sea asumida por todo el equipo. En este contexto los roles de
vendedor-comprador se integran y se crea una comunidad de intereses en la que
se producen intercambios entre las partes que progresan a medida que aumenta
la confianza.
Bibliografía
BOURDIEU, Pierre. La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Mª del Carmen
Ruiz de Elvira (trad.). Madrid: Taurus, 1988. 789 p. ISBN 84-306-0338-7.
PEPPERS, Don; ROGERS, Martha. Uno por uno, el marketing del siglo XXI. Buenos
Aires: Javier Vergara, 1996. 340 p. ISBN 978-950-15-1582-4.
QUERO GERVILLA, Mª José; VENTURA FERNÁNDEZ, Rafael. "El compromiso
como variable mediadora para la predicción de las futuras intenciones de consumo en los
servicios: una aproximación empírica a los consumidores de artes escénicas en España"
[en línea]. En: Revista Cuadernos de Gestión, v. 11, n. 1, 2011, p. 15-36. ISSN 1131-
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