Gerardo Arenas - Toda Subjetividad Es Alienada
Gerardo Arenas - Toda Subjetividad Es Alienada
Gerardo Arenas - Toda Subjetividad Es Alienada
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Volume
4
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Número
1
Toda subjetividad es
alienada
Every subjectivity is alienated
Gerardo
Arenas
Resumo
Gerardo
Arenas
Desde
Karl
Marx
hasta
Zygmunt
Bauman,
la
noción
de
“subjetividad
Universidad
de
Buenos
alienada”
supone
la
existencia
de
una
subjetividad
no
alienada.
Sin
embargo,
Aires
una
correcta
distinción
entre
subjetividad
y
singularidad
permite
poner
en
Membro
da
Asociacao
Mundial
tela
de
juicio
esa
suposición
y
demostrar
que
toda
subjetividad
es
alienada.
de
Psicanálise,
da
Escuela
de
la
A
tal
fin,
es
necesario
tomar
en
cuenta
el
modo
en
que
el
descubrimiento
Orientación
Lacaniana,
e
do
freudiano
y
la
enseñanza
de
Jacques
Lacan
convergen
con
ciertos
Instituto
Oscar
Masotta
(associada
a
Université
de
Paris
desarrollos
de
Charles
Sanders
Peircey
de
Gottlob
Frege
para
reconsiderar
VIII).Doctor
en
Ciencias
Físicas
ciertas
categorías
lógicas
que
se
remontan
a
Aristóteles.
Sobre
esta
base,
es
(Universidad
de
Buenos
además
posible
mostrar
que
la
subjetividad
nunca
es
algo
que
caracterice
a
Aires).Posgrado
en
Inteligencia
un
sujeto.
artificial.
Facultad
de
Ciencias
Exactas
y
Naturales
(Universidad
de
Buenos
Palavras-‐chave
Aires)Licenciado
en
Ciencias
Físicas
(Universidad
de
Buenos
Subjetividad;
singularidad;
psicoanálisis.
Aires).Licenciado
en
Psicología
(Universidad
de
Buenos
Aires).
grrdrns@gmail.com
Abstract
From
Karl
Marx
to
Zygmunt
Bauman,
the
notion
of
an
“alienated
subjectivity”
assumes
the
existence
of
a
non-‐alienated
subjectivity.
However,
a
correct
distinction
between
subjectivity
and
singularity
allows
questioning
that
assumption
and
showing
that
every
subjectivity
is
alienated.
To
do
this,
it
is
necessary
to
consider
how
the
Freudian
discovery
and
the
teaching
of
Jacques
Lacan
converge
with
certain
developments
of
Charles
Sanders
Peirce
and
Gottlob
Frege
to
reconsider
certain
logical
categories
that
date
back
to
Aristotle.
On
this
basis,
it
is
also
possible
to
show
that
subjectivity
is
never
something
that
characterizes
a
subject.
Keywords
Subjectivity;
singularity;
psychoanalysis.
ECOS
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Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
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Volume
4
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Número
1
Introducción
6
ECOS
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Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
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Volume
4
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Número
1
2
o
más
1
0
Aristóteles
sabía
que
existen
conceptos
de
extensión
vacía,
e
incluso
dio
ejemplos
de
ellos,
pero
en
su
Órganon
no
los
tomó
en
cuenta
porque
él
consideraba
que
la
lógica
no
era
más
que
un
instrumento
para
la
epistéme
y
que
ésta
sólo
se
ocupaba
de
existentes
(CANDEL
SANMARTÍN,
1988,
p.
8-‐
10).
No
obstante,
el
desarrollo
de
la
lógica
mostró
que
era
imposible
dejar
de
tomar
en
consideración
dichos
conceptos,
y
esto
a
su
vez
tornó
necesario
introducir
ciertas
modificaciones
en
la
silogística
aristotélica.
Esas
modificaciones,
a
su
vez,
repercutieron
en
el
sentido
que
debía
otorgarse
a
las
tres
extensiones
mencionadas
–y
muy
particularmente
a
la
extensión
vacía,
como
veremos
a
continuación.
Peirce
se
cuenta
entre
los
primeros
en
señalar
el
modo
en
que
había
que
modificar
la
silogística
aristotélica
a
la
hora
de
incluir
en
ella
los
conceptos
de
extensión
vacía
(PEIRCE,
1931-‐1958;
ARENAS,
2012,
p.
221-‐
2).
Frege,
por
su
parte,
observó
además
que
la
función
del
concepto
de
extensión
vacía
es
la
del
0
que
se
cuenta
como
1,
responsable
de
la
iteración
del+1
inherente
a
la
sucesión
de
los
números
naturales
(FREGE,
1988;
ARENAS,
2010,
p.
47-‐9).
Y
lo
más
relevante
para
nosotros,
en
este
contexto,
es
que
Lacan
demostró
que
al
sujeto,
definido
como
lo
que
un
significante
representa
para
otro
significante
(LACAN,
2006,
p.
165),
corresponde
la
extensión
vacía
en
el
sentido
señalado
por
Frege,
tal
como
Miller
lo
ha
sintetizado
con
claridad
(MILLER,
1988).
En
consecuencia,
la
distinción
lógica
entre
lo
singular
y
el
sujeto
puede
demostrarse
en
el
nivel
más
elemental
de
las
extensiones.
Podemos
resumir
esa
distinciónpor
medio
del
siguiente
cuadro:
singular
sujeto
1
0
(1)
Donde
introducimos
el
símbolo
0(1)
para
representarla
función
del
“0
que
se
cuenta
como
1”.
Un
corolario
inmediato
de
esta
conclusión
parcial
es
que,
si
lo
singular
es
lo
propio
de
uno
solo
y
se
distingue
de
lo
subjetivo,
entonces
lo
subjetivo
7
ECOS
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Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
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Volume
4
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Número
1
no
es
lo
propio
de
uno
solo:
es
más
bien
lo
propio
de
ninguno,
y,
por
ende,
no
es
propiedad
de
nadie.
En
definitiva,
no
hay
paradoja
en
afirmar
que
una
subjetividad
nunca
caracteriza
a
un
sujeto.
Puede,
sí,
especificar
a
un
grupo,
a
una
población,
o
a
la
humanidad
entera,
pero
jamás
podrá
corresponder
a
uno
solo.
Esto
basta,
de
paso,
para
mostrar
las
afinidades
entre
lo
subjetivo
y
lo
universal.
A
simple
vista,
la
expresión
subjetividad
de
la
época
parece
una
doble
contradicción
en
los
términos,
al
menos
si
se
considera
que
“época”
designa
algo
objetivo
y
universal
mientras
que
“subjetividad”
designa
todo
lo
contrario.
Pero
un
atento
examen
de
las
tres
extensiones
lógicas
desmantela
esa
apariencia:
el
sujeto
no
se
confunde
con
lo
singular,
y
solamente
lo
singular
se
contrapone
a
lo
universal
(que,
por
su
parte,
es
perfectamente
compatible
con
lo
subjetivo).
En
más
de
una
ocasión,
Foucault
ha
mostrado,
de
manera
exhaustiva,
el
modo
en
que
cada
una
de
las
épocas
que
él
ha
sometido
a
sus
estudios
arqueológicos
se
caracteriza
por
ciertas
constelaciones
significantes
cuyo
efecto
es
la
constitución
de
determinadas
posiciones
subjetivas
anudadas
a
–y
dependientes
de–
dichos
significantes
(FOUCAULT,
1980,
2005;
ARENAS,
2012,
p.
67,
300).
Y
se
impone
mencionar
que,
por
otro
camino,
Freud
y
Lacan
habían
llegado
a
conclusiones
compatibles
con
ésta
(FREUD,
1984;
LACAN,
1992).
Las
denominadas
“tribus
urbanas”,
por
mencionar
sólo
un
ejemplo,
hoy
en
día
son
la
prueba
visible
del
carácter
esencialmente
plural
de
la
subjetividad.
El
individuo
y
la
clase
Cuando,
en
lugar
de
referirlos
al
significante,
los
referimos
a
conceptos,
los
universales
correspondientes
definen
colectivos
esencialmente
homolo-‐
gables
a
clases
y
cuyos
elementos
no
son
sujetos,
sino
individuos.
Cada
individuo
puede
tomarse
como
un
representante
de
su
clase
(es
decir,
como
un
ejemplar
de
la
misma),y,
en
lo
que
a
su
carácter
de
individuo
atañe,
es
indistinguible
de
cualquier
otro
individuo,
tal
como
Borges
lo
señaló
poéti-‐
camente
(BORGES,
1989).
En
este
sentido,
cabe
decir
que
el
individuo
es
la
clase.
Ahora
bien,
es
preciso
aclarar
que
el
hecho
de
que
el
universo
definido
por
un
concepto
constituya
una
clase
no
es
más
que
un
ideal
que,
en
sentido
estricto,
sólo
es
alcanzable
cuando
dicho
concepto
puede
expresarse
en
un
lenguaje
formal
donde
la
relación
entre
el
significante
y
el
significado
sea
nula
(por
ausencia
de
significado)
o
rígida
(por
ausencia
de
equivocidad
o
de
multivocidad),
si
bien
ni
siquiera
esto
lo
garantiza
–como
lo
prueban,
por
un
lado,
la
existencia
de
clases
que
interactúan
con
su
propia
clasificación
formalizada
(HACKING,
2001),
y
por
otro
lado,
ciertas
paradojas
de
la
teoría
de
conjuntos.
En
el
caso
que
aquí
nos
interesa,
es
decir,
en
el
de
los
seres
hablantes
–cuyo
lenguaje
está
articulado
al
modo
de
cadenas
de
signi-‐
ficantes
que
tienen
significados
con
los
cuales
mantienen
una
relación
no
rígida
(SAUSSURE,
1986)–,
la
fuga
del
sentido
es
irreductible
y,
por
ende,
el
concepto
no
permite
sostener
una
estricta
clasificación
(es
decir,
dar
lugar
a
que
todos
los
individuos
alcanzados
por
el
concepto
formen
parte
de
una
clase,
y
a
que
todos
los
que
no
son
alcanzados
por
ese
concepto
formen
parte
de
la
clase
complementaria).
En
este
sentido,
la
noción
de
“individuo”
debe
entenderse
como
una
abstracción
cuya
perfecta
realización
resulta
especialmente
inalcanzable
en
el
caso
de
los
seres
hablantes.
Otro
ángulo
bajo
el
cual
puede
reconocerse
la
diferencia
de
naturaleza
entre
el
individuo
y
el
sujeto
puede
deducirse
de
lo
que
acabamos
de
decir.
Un
sujeto
siempre
está
sujetado
a
otra
cosa,
y
por
ende
nunca
está
solo.
El
individuo,
por
el
contrario,
al
ser
idéntico
a
la
clase
que
lo
define,
no
está
sujeto
a
ella
y
por
ende
siempre
puede,
al
menos
en
potencia,
estar
solo.
La
promoción
del
individualismo
contemporáneo,
inequívoco
producto
del
8
ECOS
|
Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
|
Volume
4
|
Número
1
discurso
capitalista,
tiene
por
contracara
la
producción
masiva
de
soledades,
mientras
que
Robinson
Crusoe,
aun
sin
Viernes,
nunca
estuvo
solo
después
de
su
naufragio,
en
la
medida
en
que
no
dejó
de
ser
sujeto
(súbdito)
de
la
corona
inglesa
y
de
Dios
(ARENAS,
2012,
p.
75).
Una
vez
reconocida
la
diferencia
entre
individuo
y
sujeto
a
partir
de
la
distinción
entre
significante
y
concepto,
podemos
plantear
la
diferencia
entre
“individuo”
y
“singular”.
Como
recién
lo
hemos
señalado,
el
individuo
siempre
es
el
representante
de
un
colectivo,
aun
cuando
ese
colectivo
se
reduzca
a
un
solo
elemento.
Dicho
de
otro
modo,
todo
individuo
es
un
particular,
en
el
sentido
de
que
puede
entendérselo
como
la
parte
mínima
de
un
universal.
Por
el
contrario,
lo
singular
es
lo
que
no
pertenece
a
ningún
colectivo,
en
la
medida
en
que
su
carácter
objeta,
precisamente,
el
de
lo
universal
en
calidad
de
tal.
Lo
singular
no
es,
pues,
equivalente
a
la
máxima
particularidad.
Pero
lo
singular,
en
cualquiera
de
los
usos
que
se
ha
dado
al
término
desde
la
antigüedad
clásica
hasta
la
actualidad,
tampoco
es
solitario:
en
su
definición
aristotélica,
se
define
en
tensión
y
en
contrapunto
con
lo
uni-‐
versal
(al
cual
objeta),
su
empleo
en
matemáticas
(y,
por
ende,
en
las
ciencias
exactas
y
naturales)
también
muestra
que
es
impensable
una
singularidad
si
no
se
la
define
en
relación
a
una
ley
(que
ella
viola
o
a
la
cual
ella
escapa),
en
el
dogma
católico
la
singularidad
de
Cristo
sólo
toma
su
sentido
en
relación
con
el
conjunto
de
los
hermanos
(en
Cristo)
por
los
cuales
será
dado
por
Dios
padre
en
sacrificio
(VIVES
PÉREZ,
2004),
y
en
el
discurso
analítico
la
singularidad
siempre
ha
sido
definida
como
el
estilo
de
los
lazos
libidinales
de
cada
uno
con
los
otros
(ARENAS,
2010,
2012).
Tal
como
lo
indica
el
término
inglés
single,
lo
singular
es
en
verdad
“soltero”,
y,
para
decirlo
con
un
toque
de
humor,
esto
no
significa
que
sea
solitario,
sino
más
bien
que
no
se
casa
con
ningún
concepto.
Carácter
objetivo
del
sujeto
En
el
contexto
de
la
teoría
del
conocimiento,
el
sujeto
se
define,
por
su
relación
(de
oposición)
con
el
objeto,
mediante
una
suerte
de
“regla
de
tres”
que
podemos
escribir
como
sigue:
sujeto
objeto
cognoscente
cognoscible
Para
desmontar
esta
relación,
bastaría
con
mostrar
que
el
sujeto
es
cognoscible.
Pero
no
sólo
haremos
eso:
mostraremos
incluso
en
qué
medida
es
posible
hacer
un
cálculo
del
sujeto
y
así
llegar
incluso
a
manipular
su
posición.
Por
lo
tanto,
si
mantenemos
para
el
objeto
la
categoría
de
lo
cog-‐
noscible,
así
habremos
demostrado
también
el
carácter
objetivo
del
sujeto.
En
primer
lugar,
debemos
reconocer
que
el
conocimiento
posible
del
sujeto
se
reduce
a
determinar
la
posición
de
ese
sujeto
en
relación
con
un
par
de
significantes:
el
significante
S1por
el
cual
él
es
representado
(y
que,
por
ende,
lo
identifica),
y
el
significante
S2ante
el
cual
él
es
representado
por
el
primero
(y
que,
entonces,
determina
la
significación
del
primero).
Cono-‐
cer
el
sujeto
equivale
pues
a
determinar
el
par
significante
(S1;
S2),
y
esto
no
sólo
es
posible,
sino
que
no
presenta
excesivas
dificultades.
Veámoslo
en
uno
de
los
ejemplos
más
corrientes:
el
de
la
elección.
Se
propone
a
alguien
elegir
algo
dentro
de
un
conjunto
de
alternativas.
Cada
una
de
éstas
constituye
un
valor
posible
de
S1.
El
S2
puede
reducirse
al
mero
conjunto
formado
por
todas
las
alternativas,
pero
también
puede
incluir
un
9
ECOS
|
Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
|
Volume
4
|
Número
1
discurso
mucho
más
amplio
y
más
complejo.
En
particular,
ese
discurso
puede
tornar
imperativo
realizar
la
elección
entre
esas
opciones
(es
el
caso
de
la
ley
de
obligatoriedad
del
voto
en
la
mayoría
de
los
países
demo-‐
cráticos)
o
incluso
imponerle
una
opción
con
más
fuerza
que
las
demás
(el
caso
extremo
de
esta
posibilidad
es
el
de
la
elección
forzada,
definida
por
“la
bolsa
o
la
vida”).
La
posición
del
sujeto
frente
a
la
elección
se
define
mediante
el
par
formado
por
el
S1
elegido
y
el
S2
que
le
otorga
su
sentido.
Esto
muestra
que
el
número
de
posiciones
subjetivas
puede
ser
(y,
de
hecho,
usualmente
es)
mucho
más
reducido
que
el
número
de
individuos
que
constituyen
la
población
estudiada,
y
basta
además
para
probar
que
el
sujeto
pertenece
al
dominio
de
lo
cognoscible.
Afirmarlo
no
implica,
de
por
sí,
que
exista
una
ciencia
del
sujeto,
pero
esto
no
quita
que
exista
un
saber,
o
al
menos
un
saber
hacer,
relativo
al
dominio
del
sujeto
(en
más
de
un
sentido
del
término
“dominio”).
De
hecho,
los
denominados
formadores
de
opinión,
tanto
en
el
campo
de
la
pro-‐
paganda
política
como
en
el
de
la
publicidad
comercial,
son
expertos
en
crear
o
modificar
ese
discurso
que
resumimos
en
el
término
S2,
y
son
capa-‐
ces
de
hacerlo
de
tal
forma
que
eso
promueva
cambios
–medianamente
predecibles
y
calculables–
en
el
S1
que
representará
al
sujeto.
Se
forjan
de
ese
modo
hornadas
de
subjetividades
y
masivas
modificaciones
en
las
posiciones
subjetivas.
Shakespeare
lo
mostró
con
admirable
economía
de
recursos
en
una
escena
de
Julius
Caesar,
donde
la
mera
repetición
insistente
de
la
frase
Brutus
is
an
honorable
man
en
boca
de
Marco
Antonio
hace
que
los
ciudadanos
romanos
que
escuchan
su
discurso
pongan
en
tela
de
juicio
la
honorabilidad
de
Bruto
y
de
los
demás
hombres
que
habían
conspirado
con
él
para
consumar
el
asesinato
de
Julio
César,
y
que
se
levanten
contra
ellos.
El
sujeto,
en
suma,
no
sólo
es
cognoscible,
sino
que
además
ese
cono-‐
cimiento,
perfectamente
asequible
en
mayor
o
menor
medida,
permite
manipularlo.
En
esto,
que
es
tan
antiguo
como
la
retórica,
se
basan
las
renovadas
terapias
cognitivo-‐conductuales,
según
Miller
lo
ha
demostrado
con
precisión
(MILLER,
2013).
Conclusión:
la
alienación
intrínseca
del
sujeto
Hemos
visto
que
la
posición
del
sujeto
depende
del
par
significante
(S1;
S2).
El
primero
de
estos
dos
significantes
puede
–aunque
sólo
en
contadas
ocasiones–
ser
una
invención
del
ser
hablante
en
cuestión,
y
tal
es
el
caso
de
los
neologismos
que
surgen,
por
sorpresa,
como
formaciones
del
inconsciente.
El
chiste
conocido
como
“famillonario”,
salido
de
la
pluma
de
Heinrich
Heine
y
analizado
por
Freud,
es
uno
de
los
ejemplos
más
insignes
de
esta
rara
posibilidad
(FREUD,
1989,
p.
18-‐22,
134-‐6;
ARENAS,
1998,
p.
92-‐4).
Sin
embargo,
el
caso
más
usual
es,
por
cierto,
aquel
en
el
cual
ese
significante
forma
parte
–al
igual
que
el
sujeto–
del
campo
del
Otro
(LACAN,
1992,
2006).
Tal
es,
por
otro
lado,
el
caso
general
del
segundo
de
los
significantes
que
definen
la
posición
subjetiva
(S2),
y
las
constelaciones
que
mencionamos
al
final
del
apartado
anterior
–las
mismas
que
nos
muestran
el
modo
en
que
esa
posición
puede
ser
manipulada–
sin
lugar
a
dudas
lo
prueban.
En
suma,
la
posición
del
sujeto
siempre
depende
de
lo
que
ocurre
en
el
Otro,
y
es,
por
lo
tanto,
alienada.
Al
comienzo
de
este
artículo,
habíamos
dicho
que
el
término
“sujeto”
siempre
implica
el
vínculo
de
sumisión
(sujeción)
entre
lo
así
designado
y
otra
cosa,
y
también
habíamos
afirmado
que
así
lo
reflejan
las
lenguas
occidentales
modernas.
En
este
sentido,
resulta
peculiarmente
instructivo
el
caso
de
la
lengua
francesa,
en
la
cual
sujet
es
a
un
tiempo
“sujeto”
y
“súb-‐
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ECOS
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Estudos
Contemporâneos
da
Subjetividade
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Volume
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Número
1
dito”.
Lacan,
por
su
parte,
ha
despejado
y
formalizado
la
estructura
lógica
de
esta
alienación
estructural
(LACAN,
1990,
p.
211-‐223).
El
breve
recorrido
realizado
nos
permitió
desmontar
la
pseudo
ecuación
de
la
cual
partimos,
y
remplazarla
por
una
serie
de
nítidas
diferencias,
subjetivo
≠
individual
≠
singular
≠
no
objetivo
pero,
si
bien
es
cierto
que,
a
partir
de
lo
que
aquí
hemos
desarrollado,
la
expresión
“subjetividad
alienada”
pasa
a
constituir
un
evidente
pleonasmo,
¿a
qué
corresponde
tildar
de
“alienación”,
y
sobre
qué
puede
recaer?
A
pesar
de
que
nuestra
propuesta
deberá
ser
objeto
de
futuros
desarrollos,
podemos
arriesgar
la
hipótesis
de
que
aquello
que
resulta
alienado
de
múltiples
maneras
–y,
en
función
de
variados
discursos
dominantes
(entre
los
cuales,
por
supuesto,
sobresale
el
capitalista),
puede
incluso
ser
aplastado–es
la
singularidad
de
cada
quien,
con
la
violencia
que
tal
operación
implica.
El
psicoanálisis
–en
consonancia
con
la
proposición
LVII
del
libro
III
de
la
Ética
de
Spinoza,
y
desde
el
momento
mismo
del
descubrimiento
freudiano–
ha
centrado
la
singularidad
en
aquello
que
define
el
estilo
del
querer
del
sujeto
(es
decir,
el
de
sus
lazos
libidinales),
y
ha
definido
su
posición
ética
a
partir
del
respeto
por
esa
singularidad
(ARENAS,
2010,
2012).
Sin
embargo,
un
resultado
de
la
fase
globalizada
del
capitalismo
es
la
masificación,
que
anula
lo
singular;
y
la
ideología
resultante
de
esa
infra-‐
estructura
se
contrapone
a
la
reconciliación
de
cada
uno
con
su
singu-‐
laridad.
En
efecto,
si
bien
la
individuación,
que
es
el
proceso
predominante
en
la
actualidad,
parece
compatible
con
la
posibilidad
de
que
cada
quien
quiera
a
su
manera
(los
cambios
jurídicos
y
políticos
que
en
materia
de
género
se
han
producido
son
innegables),
es
en
verdad
contraria
a
la
asunción
de
la
propia
singularidad
y
al
respeto
que
la
misma
merece,
dado
que
esa
individuación
tiende
a
anular
los
lazos
sociales
–por
el
simple
hecho
de
que
no
constituye
más
que
la
célula
madre
de
la
segregación
generalizada
(ARENAS,
2010,
p.
278).
Esto
muestra
que
sólo
será
posible
realizar
una
correcta
lectura
de
los
avatares
de
la
subjetividad
contemporánea
si
se
conserva
la
clara
distinción
entre
sujeto,
individuo
y
singularidad.
Sobre
la
base
de
la
obra
de
Freud,
Lacan
ha
contribuido
en
gran
medida
a
promover
esa
distinción
imprescindible
(LACAN,
2003,
p.
199).
El
presente
trabajo,
que
pretendió
señalar
a
grandes
rasgos
las
principales
líneas
de
demarcación
requeridas,
no
constituye
más
que
una
breve
prolongación
del
suyo.
Esperamos
que
esto
contribuya
a
eliminar
los
falsos
problemas
que
crecen
a
la
sombra
de
la
falta
de
rigor
conceptual,
ya
que
hay
muchos
problemas
reales
que
requieren
solución
urgente.
Sobre
o
artigo
Recebido:
27/04/2014
Aceito:
08/06/2014
Referências
bibliográficas
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Contemporâneos
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