Elementos de La Estética Musical - Hugo Riemann

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BIBLIOTECA CIENTIFICO-FILOSOFICA

ELEJY.I:ENTOS

DE

Estética Musical
POR

Hugo Riemann
Profesor extraordinario en la Universidad de Leipzig.

VERSIÓN ESPANOLA

MADRID
DANIEL JORRO, EDITOR
23J CALLE DE LA PAZ, 23
1914
CAPÍTULO III

La música. ·

Ningún arte parece más distante de la Naturaleza


que la música. Esta observación fue · formulada por
Eduardo Hanslick, en un opúsculo que hizo, en su tiem­
po, mucho ruido, y se resume en estas palabras: cNo
hay belleza natural para la música>. Mientras que to­
das las demás artes son, o reproducción libre o trans­
formación de representaciones tomadas de la realidad,
la música no tiene, a lo que parece, casi ninguna base
análoga que repose en la ex-p"'.riencia de los sentidos. La
Naturaleza produce formas muy diversas y provistas de
las mismas propiedades que aquéllas a las que el juicio
estético se refiere, en las creaciones artísticas; uno de
los problemas de suyo poco fáciles de la estética del arte,
consiste en probar Ja diferencia que existe entre un bello
rostro, un paisaje sugestivo en la Naturaleza, y su re­
producción por medio del ·arte. No hay, en realidad,
para la obra musical, ningún modelo posible en la Natu­
raleza. Las manifestaciones sonoras de esta última están,
en efecto, muy alejadas aún de todo primer comienzo
del arte musical.
Los gemidos de la tempestad, el silbido del viento, el
22 ELEMENTOS DE ESTÉTICA MUSICAL

rugido del trueno, el murmullo de las olas, el murmullo


del arroyuelo, el crujido de las ramas bajo el soplo del
huracán, son otros tantos fenómenos sonoros de la Na­
turaleza, que obran poderosamente sobre nuestra sen­
sibilidad. Estos fenómenos no son, sin embargo, de nin­
guna manera música; un abismo los separa de ella, el
que señala la distancia entre el 1·uido y el sonido, elemen­
to primero de toda música. El canto de los pájaros se
acerca sensiblemente a la verdadera música; pero las
quejas dd ruiseñor, el llamamiento del mirlo no pueden
casi (en cuanto expresión de la sensibilidad de los es­
res vivos), ser distinguidos del canto humano. Ahora
bien, en el canto del hombre, como de ello encontra­
ríamos abundantes pruebas, es donde debemos bus­
car el fundamento de toda música verdadera. Si es im­
posible considerar la obra del hombre que expresa su
estado ele alma por el canto, como una especie de •be­
lleza natural» que sirviese de modelo al arte, no sería
tampoco razonable ver en el murmullo encelado de los
cantores con alas un simple fenómeno natural, y no una
manifestación que pertenece ya al dominio del arte. .
Desde que los sabios no temen ya conceder a los ani­
males ciertas facultades de inteligencia que el hom­
bre acaparaba en otro tiempo para sí sólo, la estética no
tiene ya ninguna seria razón para negar a estos mismos
'
animales la facultad de expresar sus sentimientos, bajo
una forma que encierra los elementos de lo que nosotros
llamamos arte. Lejos de mí la idea de desarrollar aquí
esta tesis accidental. Baste por ahora haber llamado la
atención sobre el hecho de que todas las veces que la
Naturaleza parece producir sonidos musicales en un or­
den lógicamente establecido, nos encontramos enfrente
de un sér vivo y dotado de sensibilidad; no se trata aquí,
como en los diferentes casos citados más arriba, de na­
turaleza inorgánica y simplemente animada por nuestra
imaginación.
LA MÚSICA 23
La Naturaleza no produce, en efecto, ni sonata, ni
sinfonía, no conoce ni melodía, ni harmonía, por senci­
llas que sean; no sería menos erróneo creer que la acti­
vidad creadora del artista musical esté libre y emanci­
pada de toda regla normalmente establecida. Todo lo
contrario, la música es, quizá, de todas las artes, aqué­
lla en la cual las leyes severas que rigen su formación
son más evidentes. Por poco que se reflexione con ma­
dµrez, se confesará que la distinción que hemos esta­
blecido entre las artes, basándonos en sus relaciones
con Ja Naturaleza, conduce a una conclusión absoluta-
. mente falsa. En el fondo, la escultura no reproduce,
más que la pintura, los objetos reales· de la Naturaleza;
una y otra se limitarían a despertar su representación
en nosotros, por la copia de sus contornos y de sus co­
lores, por la imitación de la imagen que la experiencia
nos da de ellas, gracias a la mediación de Ja luz. Las
artes de reproducción no pueden evocar realmente ni el
perfume de la flor, ni la deliciosa frescura de una mafla­
na ele estío, ni Ja vicia intensa de un cuerpo humano; es­
tán reducidas a sugerir la esencia verdadera ele las co­
sas por las formas exteriores, por medio de las cuales
acostumbran presentarse a nuestra experiencia. ¿No
sería Ja música, a su vez también y de una manera
análoga, una cierta •bella apariencia» de la realidad?
Ciertamente lo es; pero toma primeramente sus da­
tos de un mundo alejado de aquél al cual las demás se
refieren. Herder, cuya Kalligona es una de las más
notables obras antiguas, en el dominio de la estética,
definió excelentemente la diferencia entre el mundo del
oído y el de la vista: «En el conjunto de las impresiones
auditivas, no son sólo las formas corporales las que des­
aparecen, sino también los contornos, las figuras, el es­
pacio, la luz misma ..... Penetramos en la región de los
sonidos, mundo invisible: pero ¿qué hemos perdido?
Nada más que el exterior de las cosas: forma, contorno,
24 ELEMENTOS DE ESTÉTICA MUSIOAL

figura, espacio; ahora bien, estos signos superficiales


nos enseñaban poca cosa sobre el •interior., y aun esto
poco que nos enseñaban no nos era accesible, sino vol­
viendo sobre nosotros mismos. Este mundo interior en el
que reina nuestra sensibilidad, es lo que nos queda•.
Según Herder, todo fenómeno sonoro es la expresión
de un sér que se comunica con mayor o menor intensi­
dad con otros seres en armonía con él, sus emociones
profundas, sus sufrimientos, sus resistencias, sus fuer­
zas que despiertan . . . . . El metal herido resuena de otra
manera que Ja cuerda punteada, y la flauta suena de
otro modo que la campana y que la tuba•. Aquí, nues­
tro autor pierde la vista un instante el fin que persigue,
atribuyendo a los objetos inanimados, pero sonoros, la
expresión de sentimientos que ignoran forzosamente;
se llegaría de este modo a pretender que el sonido de
un violín sería la expresión de los sentimientos del mis­
mo instrumento, y que el trombón y la cítara expresan
su propia personalidad. Algunas páginas más allá, Her­
der, da de nuevo una base más sólida a sus razonamien­
tos, cuando, después de haber hablado del pá,j aro que
gesticula al trinar, del gallo que canta, del león que
ruge, y llega al fin al hombre primitivo:
«La voz y el gesto son una misma cosa para el hom­
bre primitivo; este ú!timo experimenta una dificultad
real en aislar la una del otro, pues se trata de la doble
expresión, perceptible a la vez al oído y a la vista, de
Jos sentimientos íntimos del hombre sensible . . ... La unión
de la voz y del gesto es la expresión natural de estos
sentimientos•.
Grito de dolor o de alegria, inflexión tierna o alegre,
la música, es pues, en su origen, la expresión del senti­
miento, del estado anímico; por este mismo hecho, no
solamente es comprensible, sino engendradora de senti­
mientos, de estados de alma semejantes a los que la ins­
piraron, para todos los seres organizados de Ja misma
LA Mi!SICA 25

manera. Herder repite estas ideas en la cuarta parte de


Kall�9ona consagrada especialmente a la música: «El
instrumento, idéntico al que ha producido un sonido,
dice, es el más propio para suministrar vibraciones sim­
páticas fuertes y j ustas a la vez; lo mismo sucede entre
los organismos vivos . . . . . Un grito de angustia los reúne
a todos y no los deja reposo, mientras resuena en sus
oídos; se lamentan y se dirigen a socorrer al que sufre.
El canto de alegría, el llamamiento del deseo atraen tam­
bién fuertemente a aquéllos a quienes se dirigen. El po­
der elemental del sonido, no reside, pues solamente en la
•proporción de los diferentes grados del oído., como
si el sentimiento perteneciese al oído mismo que, aisla­
do del resto del universo, se creara sonidos; esto no es
más que un estado de sueñc1 o de delirio, estado que
presupone la existencia de la vigilia y de la salud. El
poder del sonido, el llamamiento a las pasiones pertene·
cen a la raza entera; están en relaciones de simpatía con
su estructura física e intelectual. Es la voz de la natura­
leza, la energía de la emoción íntima propuestas a la
simpatia de toda la raza•.
Herder reconocía categóricamente que los movimien­
tos sonoros son una imagen de los movimientos de nues­
tra alma: •Sonidos que aumentan o disminuyen, que su­
ben o bajan, que se suceden con lentitud o con rapidez,
en un movimiento igual o desigual, sonidos graves o li­
geros, tímidos, rudos o atenuados, llamados también
choques , palpitaciones, suspiros, olas de emoción o de
alegria ... despiertan en nuestra alma movimientos an<\.·
logos. Nuestro ser pasional (�ó 0Dµ•xóv) se yergue o desma­
ya, se estremece de gozo o se arrastra lamentablemen­
te; tan pronto se impone como retrocede; la emoción le
hace unas veces más fuerte y otras más débil. En una
palabra, cambia su propio movimiento, su actitud, a
cada modulación (cambio de dinámica), a cada a cento
que le conmueve, y aun más a cada modificación del
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tono. La música toca en nosotros una especie d¡¡ . clavi­


cordio que forma nuestra propia naturaleza, en lo que
de más íntimo tiene• .
El autor anónimo (Hochlitz?) de un estudio sobre Ja
música ( 1 ), dice con mucha oportunidad: • Todas nues­
tras emocion!ls, todos nuestros sentimientos son movi­
mientos, o por lo menos, no existen sin movimiento.
Hay pues, alguna semejanza entre los movimientos que
el sonido produce en nosotros por estas impresiones, que
cambian a consecuencia de sus propias modificaciones,
y los movimientos que son el resultado de nuestras
emociones. Esta analogía es tanto más sensible cuanto
el hombre tiene costumbre de traducir sus sentimientos
por exclamaciones sonoras. Así, el sonido no nos comu­
nica solamente sus propios movimientos; puede, ade­
más, despertar en nosotros los que son inherentes a la
emoción que expresa por movimientos análogos a estos
últimos. Pero ¡que distancia no separa el sonido, del
M·te de los sonidos de Ja música! Si es verdad que el
el hombre traduce más frecuentemente sus sentimien­
tos íntimos por medio de los sonidos, no es menos cier­
to que estos sonidos están aún muy lejos de los artifi­
cios ele la música. ¡Y que abismo no vemos entre los so­
nidos articulados del lenguaje y los sonidos modulados
de la música! No puede ser este, mi juicio, sino el can­
to, para el cual la Naturaleza ha preparado al hombre,
a

colocando en él los sonidos y concediéndole la facultad


de combinarlos. Pero ¿de dónde viene que el hombre
cante? Casi siempre, según parece, de la emoción . . . . .
Por este mismo hecho, e l movimiento d e las emociones
se encontró en el sonido que, pasando al estado de can­
to, transmitió este movimiento a la melodía. Esta, se
hace forzosamente de una parte la imagen, el lenguaje

(9) Deber die Tonkünst en el año (t799) de la Allg. llfosik·Zei­


tung, pág. 723.
LA MÚSICA 27

de las emociones en cuestión, por otra parte, la chispa


quo enciende en nuestra alma, por su simple •represen­
tación», sino las emociones mismas, por lo menos la
la ilusión poderosa de estas emociones . Por esto, si me
preguntase qué música es más antigua, si la vocal o la
instrumental, respondería sin vacilar que considero a la
primera, no solamente como la hermana mayor, sino
como la madre de la segunda.
Esta clara demostración de la acción directa de la
música sobre nuestra alma es, al mismo tiempo, una
respuesta a la cuestión de saber si existe una belleza
natural para la música; ¿no bastan estas indicaciones
para desenmascarar la debilidad y la superficialidad .de
la negación de Hanslick? Es verdad que este último de­
muestra que la música representa el elemento dinámico
de las emociones, Ja movilidad de sus formas; pero no
nota que es también la interpretación del sér íntimo, del
alma, con el mismo título que las artes plásticas lo son
del sér exterior, del cuerpo. Hemos tenido que negar a
la pintura y a la escultura la facultad de representar di­
rectamente el interior de la cosa, Ja vida misma del sér,
y hemos insistido sobre el hecho ele que no pueden otra
cosa que hacer que se les· adivine por el intermediario
de] exterior, ele las formas bajo las cuales estamos habi­
tuados a figurárnoslos. La música se encuentra casi
desprovista del poder de evocar ante nuestra imagina­
ción lo exterior o corporal; está destinada, por el
contrario, a expresar y a comunkar los sentimientos
más íntimos, en sus innumerables variantes. Del mismo
modo que la luz, con sus grados de intensidad y sus re­
fracciones (colores) diversas, no hace sino transmitir las
formas exteriores de las cosas y no pertenece propia­
mente a estas últimas, del mismo modo el sonido no sir­
ve más que para la transmisión de las emociones, sin
formar parte integrante de estas emociones. Quizá po­
dría decirse aún ele estos colores que son propiedades
28 ELEMENTOS DE ESTÉTICA MUSICAL

intrínsecas de los ol\jetos; el Jeriguaje corriente ha «Con­


sagrado» esta opinión y, como nosotros no nos repre­
sentamos los objetos materiales sino muy excepcional­
mente por otro procedimiento (el tacto, por ejemplo), es
cierto que tal opinión no carece de valor práctico. Es
preciso, por el contrario, acordarse de la afirmación de
Herder con motivo de la explosión natural e inconscien­
te de los sentimientos, bajo la doble forma del gesto y de
la voz, para admitir que la elección del sonido precisa­
mente como forma ele expresión de los sentimientos,
sea igualmente impuesta por la Naturaleza. Dedúcese
también de esta afirmación, que el gesto (en la acep­
ción más amplia del término), es apto para este género
de expresión; pero nadie pretenderá que las artes del
gesto vivo (danza, mímica) puedan concurrir con la mú­
sica, aún desde el punto de vista de la multiplicidad y
de la diversidad de las formas expresivas. En cuanto a
la escultura y a la pintm·a, están reducidas a fijar sola­
mente un momento el gesto, y dejan a la imaginación
la tarea de completar y de interpretar este último. Es
verdad, que si la expresión plástica no es perceptible a
los órganos del oído, la expresión musical no lo es a los
órganos de la vista, y esto no nos obliga, de ningún
modo, a llamar a la una sorda y a la otra ciega. Pero
mientras la pantomima, sin palabras ni música, es ins­
tintivamente calificada de muda, el uso no nos suminis­
tra ningún término que designe un vacío dolorosamen­
te sentido en el empleo de la música, sin representación
mímica. Es esta una prueba de que la música, en cuan­
to forma única de expresión, puede satisfacernos más
plenamente que las artes del gesto vivo. Sin embargo,
nuestra intención no es, ni elevar, ni rebajar un arte
con relación a los demás. Queremos simplemente pro­
bar que la música no es un producto de la imaginación
sin lazo oon el mundo real, sino que debemos, llenos de
admiración por las maravillas de la creación, conside-
LA MÚSICA 29

rarla como un medio de expre.sar los movimientos más


íntimos del alma humana y comunicarlos a nuestros se­
mejantes.
Podemos, pues, afirmar perfectamente, que la belle­
za natural de la música reside en el conjunto de emo­
ciones del alma humana, y que la apreciación de la be­
lleza musical no es de ningún modo más difícil que la
de la belleza de las demás artes. En efecto, como ya lo
hemos hecho notar, la música es, de todas las artes,
aquélla en la cual la leyes de la realización formal, que
son las únicas que crean expresión verdadera (conforme
a la Naturaleza) un arte, son más evidentes. Por último,
las fórmulas sonoras, empleadas, si me atrevo a decir­
lo, figuradamente, y que con el concurso de asociacio­
nes voluntarias de ideas, van más allá del efecto direc­
to, pueden ser clasificadas fácilmente por categorías y
reducidas a algunos tipos, cuya interpretación se ex­
plica por el valor expresivo ele los factores elemen­
tales.
Más adelante nos ocuparemos, en detalle, de las re­
laciones de la música con su hermana geme!a, la poe­
sía (1). Por el momento, notaremos sólo, que la música
vocal, es decir, aliada a la palabra, se desarrolló antes
que la música instrumental absolutamente independien·
te. Pero esta comprobación histórica no se refiere para
nada a la cuestión de saber si es posible hacer remon­
tar el lenguaje y la música a un origen común, que de­
bería ser considerado, según todas las probabilidades
como puramente musical . La solución, quizá impracti­
cable de este problema, seria rica en con9ecuencias de
todas clases para la estética de las dos artes: de la poe­
sía y de la música.

(1) Cf. J. Combarieu. Las rekiciones ele la niúsica y ile la poe­


sía. (París, F. Alean).

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