Letras
Letras
Letras
1
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Propuestas para la inclusión de La Liga de los Pelirrojos en el
aula: actividades habituales, secuencias y proyectos, Flavia Caldani. Buenos Aires: Ministerio de
Educación e Innovación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Unidad de Evaluación
Integral de la Calidad y Equidad Educativa, 2018.
2
Se comparte este cuento en el informe de FEPBA 2016, junto a ejemplos de ítems de lectura,
disponible en http://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/informe_pedagogico_fepba_2016.pdf
Ver también el material de sensibilización FEPBA 2018 para docentes en:
http://www.buenosaires.gob.ar/calidadyequidadeducativa/evaluacion/fepba
3
Está incluido en un documento de Grados de Aceleración (2004), Prácticas del Lenguaje, 6.°/7.°.,
Primer Bimestre, como parte de una actividad habitual de lectura de cuentos policiales.
4
Este cuento se encuentra disponible en el material Sherlock Vive para primer año de ES de la serie
Profundización de la NES.
Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
31-08-2019 1
Se plantean, a continuación, tres tipos de actividades (A, B, C) y algunas
consignas a partir de las cuales el docente podría diseñar otras similares.
En varias de las actividades se les propone a los alumnos producir las
pistas o preguntas para que estén involucrados en todo el proceso de
trabajo. Además, se promueve la relectura de los cuentos para participar
de los juegos.
Al final se les plantea la posibilidad de compartir los criterios e ideas que
pusieron en juego para colaborar con la reflexión sobre lo realizado y la
elaboración de justificaciones a partir de las experiencias de lectura, es
decir, de sus interpretaciones y razonamientos desarrollados.
Si los alumnos han leído varios cuentos policiales es posible realizar una
actividad que les permita jugar al detective. Como se señala en las
orientaciones para el trabajo con «La Liga de los pelirrojos», se trata de
“«extraer las pistas de un cuento policial que los chicos aún no hayan leído
para que, al compartirlas con ellos y analizarlas, lleguen a generar una
hipótesis de la resolución del enigma como si fueran detectives de un
policial clásico». (p.10).
A.1. A partir de las pistas que dan los versos del cuento, ¿quién les parece
que es el asesino y por qué? Tienen que fundamentar a partir de lo que
está narrado en el cuento
(pueden tratar de adivinarlo en pequeños grupos y leer luego el final para
ver quién descubrió el enigma).
1.
«Cuento policial»,
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba
todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima
leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó
en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer.
Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de
dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven,
armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la
casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la
penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler,
pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. A
la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por
la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que
la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven
vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su
amante y que esa noche la visitaría.
2.
«El papel quemado. Memorias de John Rambet»,
Y con el aire más natural del mundo, volvió al lado del joven, mientras yo
iba a entregar al oficial los papeles recogidos por mí y los que me acababa
de entregar Holmes.
Luego, siguiendo las instrucciones que acababa de darme, me coloqué en
sitio donde no pudiera perder de vista a aquel joven.
Confieso que me sorprendieron sobremanera las instrucciones de
Sherlock, pero como estaba ya acostumbrado a su manera de ser, me
limité a cumplirlas y a tratar de explicarme las razones que podría tener mi
amigo para habérmelas dado.
El joven se separó de Sherlock Holmes algunos pasos y se dirigió a otro
sitio. Yo lo seguí a distancia viniendo, por ese movimiento, a pasar al lado
de mi amigo, quien me detuvo y me dijo:
— No lo siga más. Cuando se retire de aquí, lo seguiremos los dos.
Sólo se trata de no perderlo ahora de vista para saber luego su
domicilio; pero aún no se irá.
— ¿Ocurre algo de particular?
— Poca cosa. El incendio que estamos presenciando es obra de una
mano criminal…
— ¿Y cree usted que ese joven es el incendiario?
Hace poco lo sospechaba; ahora estoy seguro de ello.
— No dudo que sea así; pero me extraña que siendo él el incendiario
permanezca por aquí. ¿No teme que se descubra algún indicio y…?
— Sí; lo teme mucho; pero aún no se irá.
— ¿Qué quiere usted decir con eso?
— Que no se irá, hasta que aparezca el cadáver del otro.
— ¿Un cadáver?
— Sí. Entre esos escombros hay un hombre carbonizado.
Y con el aire más natural del mundo, volvió al lado del joven, mientras yo
iba a entregar al oficial los papeles recogidos por mí y los que me acababa
de entregar Holmes.
Luego, siguiendo las instrucciones que acababa de darme, me coloqué en
sitio donde no pudiera perder de vista a aquel joven.
Confieso que me sorprendieron sobremanera las instrucciones de
Sherlock, pero como estaba ya acostumbrado a su manera de ser, me
limité a cumplirlas y a tratar de explicarme las razones que podría tener mi
amigo para habérmelas dado.
El joven se separó de Sherlock Holmes algunos pasos y se dirigió a otro
sitio. Yo lo seguí a distancia viniendo, por ese movimiento, a pasar al lado
de mi amigo, quien me detuvo y me dijo:
— No lo siga más. Cuando se retire de aquí, lo seguiremos los dos.
Sólo se trata de no perderlo ahora de vista para saber luego su
domicilio; pero aún no se irá.
— ¿Ocurre algo de particular?
— Poca cosa. El incendio que estamos presenciando es obra de una
mano criminal…
— ¿Y cree usted que ese joven es el incendiario?
Hace poco lo sospechaba; ahora estoy seguro de ello.
— No dudo que sea así; pero me extraña que siendo él el incendiario
permanezca por aquí. ¿No teme que se descubra algún indicio y…?
— Sí; lo teme mucho; pero aún no se irá.
— ¿Qué quiere usted decir con eso?
— Que no se irá, hasta que aparezca el cadáver del otro.
— ¿Un cadáver?
— Sí. Entre esos escombros hay un hombre carbonizado.
Y sacando del bolsillo uno de los papeles medio quemados que había
recogido, me lo tendió diciendo:
— ¿No le dice a usted nada este papel?
tima vez
ases conmigo.
Onor
la memoria
rdarás de mí.