Colonial 1
Colonial 1
Colonial 1
TERCERA EDICION
PANAMA, R . ®E P .
1969
Dedicatoria
Dedico esta libro a los Miembros del Personal
Docente de la República que asistieron a los Cur-
sos de Verano en la Escuela Juan Demóstenes Aro-
semena, en donde tuve el honor de dictar una
serie de conferencias sobre asuntos variados de
nuestra historia colonial .
En la preparación de estas charlas con los
maestros sobre hechos sucedidos en el territorio
del Reyno de Tierra Firme -hoy Panamá- he
consultado a los mejor informados cronistas de
aquella época y a los comentaristas más autoriza-
dos de estos días, a fin de ofrecer a mis oyentes y
lectores una información la más completa de có-
mo se desarrolló la vida en Panamá en los días
que transcurrieron de 1519 fecha de la fundación de
la _ciudad de Panamá a 1739 año en que debió ce-
lebrarse la última feria de Portobelo .
Muy especialmente fueron motivo de estudio
los comunicados que aparecen en las copias de los
documentos de los Archivos de Indias que eran pro-
piedad de don Enrique J . Arce los que donó a la
Nación y se guardan en la Dirección del Archivo
Nacional de Panamá.
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Así, pues, el único mérito que podemos presen-
tar como atenuante a nuestra deficiencia en la ex-
posición de tema tan vasto como interesante es el
de haber desentrañado y traído al conocimiento
del público y muy especialmente, de los aficiona-
dos a asuntos históricos, algunas informaciones to-
madas de la correspondencia escrita en Panamá
por Gobernadores, Obispos y Oidores de la Audien-
cia sobre asuntos económicos, políticos, militares,
eclesiásticos y de la vida social en aquellos días
de la Colonia .
Ojalá que este ensayo sea bien acogido y me-
jor aprovechado por el Personal Docente de la Re-
pública .
RUBÉN D . CABLES.
FUNDACIÓN Y CRECIMIENTO DE
PANAMÁ LA VIEJA
7
Recorrida la costa Pedrarias decidió el 15 de agosto de
1519, establecer en Panamá una ciudad que sirviera de
punto de partida a las exploraciones que se hicieran en las
costas del Mar del Sur . Así, desocuparía, lo más pronto
que le fuera posible, la ciudad de Santa María que le "era
odiosa" por haber sido fundada por Vasco Núñez de Bal-
boa.
Como dato interesante debemos hacer alusión (le un
Informe al Rey, suscrito por la Audiencia en 1610, en que
se esclarece que el primer asiento de la ciudad de Panamá,
fundada por Pedrarias "estuvo como media legua del lugar
que hoy ocupa, a donde los vecinos se mudaron por la co-
modidad del puerto y que su nombre se dedujo de haberse
fundado junto a unos árboles grandes que los naturales
llamaban "Panamá" . (1 )
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"No tiene esta ciudad otras aguas que las que vienen
del río de Las Lavanderas (Juan Díaz) -que está casi a
media legua de dicha ciudad- y en tiempo de verano se
suele secar y entonces los que no tienen cisterna beben
agua de un pozo que está como a mil pasos de la ciudad y
no muy buena agua .
Además, el puerto o rada de Panamá era poco profun-
do y hallábase expuesto a las contingencias de las altas ma-
reas y a los tumbos del mar, siendo esta. la causa para que
se volcaran o perdieran muchos buques . "La bahía se es-
taba cegando con rapidez ; en 1575 las naos de sesenta
toneladas todavía podían acercarse con mareas altas ;
pero en 1607 aún botes pequeños con frecuencia encontra-
ban dificultades . El puerto obligado fue Perico, a dos
millas de la costa, en forma de media luna, frente a la
desembocadura del Río Grande y del Cerro Ancón" . (1 )
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PANAMÁ LA ANTIGUA
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Basado en un Plano hecho en 1609
por el Ingeniero Roda . cts-ese na • e e ecer
cárcel, una Casa del Cabildo ( 3 ) dos ermitas, una casa
para los Tribunales (4) con una Cárcel, trescientas
treinta y dos casas con techo de tejas, cuarenta casas pe-
queñas, ciento doce ranchos nativos de paja, dos puentes,
un mercado y un matadero . Esta descripción detallada si-
gue de cerca al plano de la ciudad que había preparado el
año anterior el ingeniero Roda . Hoy día las ruinas de los
principales edificios pueden identificarse fácilmente .
"Por regla general las ciudades españolas en América
seguían el plan común decretado en la Real Cédula de 1573 .
En el centro de la plaza principal había siempre el acos-
tumbrado pilar o poste de piedra o madera -la picota-
símbolo de la autoridad real ; y frente a la plaza se encon-
traba la Iglesia principal, el Cabildo y la Cárcel . Sus ca-
lles corrían en ángulos rectos, dividiendo la ciudad en áreas
rectangulares.
"Panamá, siguió este plan general y naturalmente se
dividió en una área oficial y mercantil, en la parte este de
la población, y en una área eclesiástica y residencial al
oeste, a lo largo de la plaza, con los barrios de Malambo y
Pierdevidas al norte y noroeste, respectivamente, donde
los indios y los negros tenían chozas primitivas" .
Calles Principales
Desde la gran plaza tres calles corrían al oeste : la de
La Carrera, que era la más cercana a la playa y que se
extendía también a la plaza pequeña en el lado este de la
ciudad . A lo largo de esta calle están las ruinas del Hos-
pital de San Juan de Dios, el Convento de San Francisco,
el Convento de La Merced y el Fuerte de la Natividad, que
se levanta a corta distancia al este del Puente de Piedra
en el camino de Cruces y Natá ; la Empedrada, que era la
próxima calle hacia el norte, corría entre la plaza princi-
3) Consejo Municipal .
1) La Audiencia .
pal y los jardines del convento de San Francisco y en ella
estaban ubicados el Convento de la Compañía de Jesús,
la Iglesia y el Convento de las Monjas de la Concepción ; y
más al norte una calle cuyo nombre no está bien conocido,
pero que a veces se menciona como calle del Obispo, proba-
blemente porque la casa del obispo estaba originalmente en
esta calle.
De sur a norte había siete calles ; la más importante
era la de Santo Domingo, que corría al lado oeste de la .
plaza principal y seguía más allá del Convento de Santo
Domingo, continuando por encima del puente del Rey y
era el comienzo del camino a Portobelo .
El Convento de la Merced
El Convento de la Merced fue el primero que se le-
vantó en la ciudad el año 1,522, cerca del estero donde se
echó el puente de piedra del Matadero y del sitio en que se
erigió el reducto de la Natividad . Se construyó con los
auxilios reales y las dádivas otorgadas por los particula-
res . La comunidad disponía de una renta de seiscientos pe-
sos anuales, un hato de cuatrocientas vacas en Pacora y dos-
cientas yeguas para atenderlo, a todo lo cual Su Majestad
agregó ciento cincuenta pesos como limosna especial .
En la Iglesia del Convento de La Merced, cumulga-
ron el día de los Santos Inocentes -28 de diciembre
de 1530- los miembros de la tercera expedición que Fran-
cisco Pizarro conducía a la conquista del Perú . Para di-
cho acto el presbítero Hernando de Luque, Vicario de la
santa Iglesia Catedral, celebró con toda solemnidad una
misa cantada y durante la cual predicó un sermón de oca-
sión el Padre Juan de Vargas, uno de los cinco religiosos
dominicanos que acompañaron la expedición . Durante la
misa el sacerdote dividió la santa hostia en tres partes co-
mulgando los tres contratantes, con religiosa devoción, en
testimonio de la garantía espiritual y divina con que re-
frendaban el cumplimiento de las obligaciones contraídas .
La Catedral
De todas las ruinas de Panamá la Vieja, la Catedral
es la mejor conservada . El edificio primitivo era de ma-
-20-
dera con techo de paja y fue construido poco después de
haberse fundado la ciudad . En 1535, en el lugar escogi-
do por Fray Tomás de Berlanga se erigió una estructura
de madera bajo la dirección del arquitecto español Antón
García. Años después, en 1578, hubo necesidad de restau-
rar el templo, insuficiente ya para albergar en su recinto
a la feligresía panameña . Esta construcción se dañó rá-
pidamente y para 1619 no prestaba seguridad alguna, a
pesar de las reparaciones que se le hicieron . Entonces se
comenzaron los trabajos para construirla de cal y canto, y
la obra se terminó en 1 .626 cuando fue consagrada . Sufrió
grandes daños en el incendio de 1644, pero fue restaura-
da en 1649 .
El Cabildo
De acuerdo con el mapa del ingeniero Roda, confec-
cionado en 1609, y la descripción de la ciudad enviada al
Consejo de Indias en 1610, el Cabildo estaba inmediata-
mente al sur de la Catedral ; pero cuando la Catedral fue
destruida por el terremoto de 1612 es probable que el Ca-
bildo también fuera destruido y reconstruido en el lado
de la plaza principal . "Pobres ruinas se muestran hoy en
pie de lo que un tiempo fuera suntuosa y magnífica cons-
trucción, tanta, que bien pudieron asegurar los cabildan-
tes de 1674 que la Casa Consistorial de la Antigua Pana-
má había costado doscientos cincuenta mil pesos . Verda-
dero o no este dato, es el caso que el edificio albergó en
su recinto durante ciento cincuenta años a una de las cor-
poraciones cívicas más apegadas a sus fueros y más celo-
sa de conservar el rango y prerrogativas que los monar-
cas españoles le otorgaron desde los primeros años de su
funcionamiento" .
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LAS CASAS REALES
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y parte de la costa de Honduras y Guatemala que corres-
ponde a la Mar del Sur" .
Después del párrafo que acabamos de transcribir, pa-
reciera demás insistir en demostrar por qué Panamá que-
dó condenada a no ser otra Cosa que tierra de paso, cami-
no del más allá . Descubiertas las tierras del Perú la ava-
lancha de los conquistadores pasó por el Istmo sin dete-
nerse, ansiosos de llegar cuanto antes a la rebatiña del oro,
allá en las tierras de los Incas . No valía la pena estable-
cerse en el Reyna de Tierra Firme, de limitados horizon-
tes y escasa población, cuando hacia el Sur se extendían
enormes imperios repletos de riquezas .
En 1533 el Licenciado Espinosa decía en una carta al
Rey : "arribó a puerto un navío lastrado y cargado de
oro y plata, sin traer ni poder traer más otra cosa, siendo
su capacidad cincuenta toneladas" . Así se explica por qué
"los vecinos han dejado las granjerías de las minas y los
oficiales mecánicos sus oficios" .
En todas partes estaba la gente alterada para irse al
Perú. Yo no los dejo ir, dice el Gobernador de los Ríos,
porque no dejen la tierra despoblada, aunque creo que tie-
nen razón de irse, porque viven en mucha miseria y ven
venir a sus criados cargados de oro y ellos sus amos, no
tienen que comer" . ( 1 )
Hacia allá fueron con Pizarro y Almagro, el Licencia-
do Espinosa, Bajadoz, de Soto y otros valientes capitanes
de Pedrarias, quienes le acompañaron en el descubrimien-
to de Castilla del Oro . En Panamá solamente se quedaron
los fatigados en las empresas y hazañas gloriosas de los pri-
meros días de la conquista, los que no tenían fuerzas o les
faltaba el coraje para seguir adelante y se conformaban
con quedarse en Panamá para recibir los beneficios de ese
continuo movimiento de cargas y descargas, de idas y veni-
das de la gente que atravesaba este puente del mundo, ca-
mino al Perú o de regreso a España .
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constantemente eran arrastrados por las crecidas del Río,
Mataznillo" .
Por otra parte, las mismas iglesias y ruinas de los
conventos en Panamá la Nueva demuestran que Pana-
má fue siempre una ciudad de segundo orden, la que en su
plenitud de crecimiento nunca pudo igualarse a las grandes
metrópolis hispano-americanas . Era una ciudad que vi-
vía del tráfico de las colonias que se extendían a lo largo
de las costas del Mar del Sur sin recursos ni medios eco-
nómicos para llevar vida propia . Panamá llevaba una vida
deslumbrante, aparatosa, pero ficticia, que se apagó al pri-
mer embate de la adversidad .
"Si hay vecinos ricos -expresaba en 1589 el Oidor
Antonio Salazar- es por razón de las contrataciones y
por los aprovechamientos de las recuas y barcos con que
transportan toda la carga que desemboca en Nombre de
Dios" y no podía ser de otra manera en un territorio de
tránsito como lo es y lo ha sido Panamá .
La llegada de la flota era el gran acontecimiento pa-
ra esta encrucijada entre los mares y punto de contacto
entre el comercio de la metrópoli y sus colonias . Tan
pronto se conocía la salida de la flota del puerto de Sevilla, .
el Presidente de la Audiencia, Gobernador de Panamá, co-
municaba al Virrey del Perú por medio de un barco de
aviso la fecha de arribo de la flota a Cartagena y Portobe-
lo. Generalmente, la flota salía de Sevilla en agosto, lo
que permitía que arribase al Istmo en la estación más sa-
ludable del año y en una época en que el transporte a tra-
vés de Panamá era más fácil y barato .
Al llegar la flota a Portobelo, -que bien podía com-
ponerse de treinta o' noventa barcos mercantes según las
necesidades del comercio- su Almirante bajaba de uno de
los buques de guerra para presentar a las autoridades del
puerto las instrucciones recibidas en España, quedando
por entonces sujeto a las órdenes del Presidente (le la Au-
diencia de Panamá. Los empleados de la Aduana poseían
- 27 -
facultad para visitar e inspeccionar los galeones, lo mismo
que las naos mercantes y si los galeones conducían parte
de la carga se colocaban guardias a bordo, como en los mer-
cantes, para evitar la salida clandestina de artículos no re-
gistrados . (2)
Por su parte, el Virrey hacía todas las diligencias pa-
ra que la gran armada del Perú llegara al puerto de Pe-
rico días antes de la llegada de la flota a Portobelo . La
armada transportaba del Perú el oro y la plata del Rey y
el dinero de los comerciantes peruanos que concurrían a
la Feria y sus buques venían cargados con los productos
de esa tierra : harina, azúcar, aceitunas, jabón, alpargatas,
jarcias, garbanzos, aceite y vinos . Lo que era de vender
se realizaba en al comercio local de Panamá, pero la carga
pesada del oro y las barras de plata eran desembarcadas
y transportadas a lomo de mulas a Portobelo tan pronto se
sabía de seguro la llegada de la flota al puerto .
Descargada la mercancía de la flota y ajustados los
precios se iniciaban las compras por los comerciantes de
Nicaragua, Perú, Quito y Chile que habían concurrido a
la feria a comprar sus mercaderías y las cuales pagaban
con monedas de oro y barras de plata . Días después, uti-
lizando las mismas recuas de mulas transportaban las mer-
cancías a Panamá o movilizaban la carga pesada en las
embarcaciones que remontaban el río Chagres hasta Cru-
ces, de donde se les llevaba hasta Panamá, a lomo de mulas .
Todo este ajetreo representaba dinero y utilidades pa-
ra los dueños de recuas y según opinión de informante de la
época "hay arrieros muy ricos y poderosos que traen gran-
des recuas de mulas con que han ganado y adquirido mu-
cha hacienda porque en tiempo de armada vale el flete de
una mula veinticinco y treinta pesos por diez y ocho le-
guas de camino . A veces los dueños de las recuas de mu-
las subían a su antojo el precio de acarreo entre Panamá
y Portobelo lo que obligó al Rey a dictar un Cédula Real
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-en el año de 1618 `ordenando al Presidente de la Audiencia
señalara una tarifa oficial para evitar ese abuso en el aca-
rreo de las mercaderías por el Camino Real
En Panamá los bogueros de la bahía volvían a ganar
dinero al transportar las mercancías a los buques que ha-
bían permanecido anclados en Perico . "Además de los
bultos de mercaderías, la armada del Sur regresaba al Pe-
rú cargada con maderas y cueros curtidos y gran número
de negros bozales que los comerciantes adquirían de los
mercaderes portugueses, quienes tenían el negocio exclu-
sivo de los negros esclavos" .
En muchas ocasiones concurrían a Panamá junto con
la armada del Perú, navíos de particulares con registros
de plata para el puerto de Perico, cuyos dueños se queja-
ban a la Audiencia de Lima de que la carga que debía
movilizarse al Callao era monopolizada por los barcos de
la Armada, haciéndoles así una competencia ruinosa, razón
por la que el Oidor de la Audiencia de Lima, Licenciado
Cacho de Santillana sugirió al Rey "que los navíos de la
Armada salgan del puerto de Perico dentro de veinte o
treinta días a lo mas largo que surgieren en dicho puerto,
pues es término competente para proveerse de lo necesario,
después de haber entregado la plata y recibido los pliegos
y la carga y pasajeros que voluntariamente quisieran venir
y cargar en ellos, dentro de este plazo, sin fuerza ni vio-
lencia, a fin de que no se detengan más" .
Cuando no concurrían flotas los vecinos de Panamá
comerciaban con los vecinos del Perú, quienes venían a
comprar a esta ciudad y a vender a los pobladores de Tie-
rra Firme los artículos de su industria y cultivo .
Otras riquezas provenían de "la ganadería, por ser la
tierra espaciosa y beneficiada grandemente de agua y pas-
tos ; la pescadería de perlas y algunas minas de oro que
las había a cuatro leguas de esta ciudad" . (1 )
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Es curioso anotar que en 1607 había cincuenta y (los
hatos de ganado : diez y siete de ellos en el término de Pa-
namá, veintiuno en Chepo, seis en Chame, cuatro en Caimi-
to, dos en Perequeté, uno en Capira y otro en Sajalices
con un total de cincuenta y tres mil seiscientas cabezas . ( 4)
Así mismo hemos leído que el Rey Felipe II, variando
su línea general de conducta, era dueño y empresario en
la explotación de las ricas minas de Veraguas, en cuyos so-
cavones trabajaban para su beneficio más de trescientos ne-
gros esclavos . Al referirse al negocio de las perlas Oviedo
dice en su historia, publicada en 1547, que el quinto real
de las pesquerías de perlas ascendía a quince mil ducados
al año . Agrega que él mismo poseía una perla redonda
con peso de veintiséis quilates . Pedrarias Dávila pagó en
1515 en Santa María del Darién mil doscientos pesos por
una perla en forma de pera, de hermosísimo color que pe-
saba treinta y un quilates . Más tarde esta perla que era
conocida con los nombres de la Peregrina, la Huérfana, la
Sola, fue a parar a manos de la Emperatriz .
Según el informe de Vásquez de Espinosa escrito en
1612 "hay en Veraguas (Montijo) muchos aserraderos ele
preciosas maderas, de cedros y otras de estima, donde se
asierran tablas y tablones y otros maderos que se nave-
gan a Lima . Los aserraderos que hay en esta provincia
son los mejores y mayores que hay en la costa del Mar del
Sur, en los cuales y en los demás de la jurisdicción se fa-
brican navíos y fragatas para los que hay buenos y famo-
sos astilleros" .
Desde los tiempos de Balboa y Andagoya se construye-
ron en Tierra Firme los primeros barcos capaces de ir al
descubrimiento de las tierras de Nicaragua y del Perú y
esa tradición naviera subsistió porque "a fines del siglo
XVI habían unos diez grandes navíos en la bahía de Pa-
- 30 -
Rincón histórico en la Antigua Panamá .
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clavitud a los naturales para que prestaran sumisión y
vasallaje, no obstante las instrucciones dadas a Pedrarias
para que su conducta fuese otra distinta" . (')
- 36 -
Así mismo, "quedó absolutamente prohibido que los
encomenderos ni personal alguno hiciese cargar a los indios
ninguna clase de carga, por pequeña que fuese, ni aún
para llevarla a corta distancia, aún cuando ellos mismos se
ofreciesen a ello" ; e igualmente "establecido que no se
permitiría el mal trato de los indios, azotándolos o permi-
tiendo que se les azotara y para evitar abusos en la com-
pensación de su trabajo, las autoridades en la colonia se-
ñalaron los precios de los salarios-que debían pagarse a los
indios que servían en las estancias o en las casas de los en-
comenderos . Finalmente los indios no se vendían ni podían
ser traspasados a otros encomenderos, ni tampoco podían
alquilarse ni prestarse so pena de perdimiento de dichos in-
dios . ( 2 )
"En su celo por proteger a los nativos el Rey tomó me-
didas para que los negros no vivieran con los indios porque
además de que los tratan mal se sirven de ellos, les quitan
lo que tienen inclusive las mujeres e hijas sin que traten
de resistirles y además, son corruptores de sus costumbres
y creencias" .
Con el propósito de hacer efectiva la protección de los
nativos varias cédulas reales fueron dictadas por el rey con
el fin de reglamentar y organizar la vida de los in-
dios . Era su primordial empeño reconcentrarlos y obli-
garlos a vivir en pueblos para instruirlos en la santa fe
católica, ampararlos y defenderlos en su libertad y mejorar
su vida y costumbres .
Para establecer un pueblo de indios su fundador pro-
curaba que el sitio fuera saludable, abundante en aguas pa-
ra el servicio y que sus tierras fueran hábiles para el cul-
tivo .
Marcados los egidos de la población se señalaba el cua-
dro de la plaza y el sitio para la iglesia, la que debía ser
-37-
capaz de dar cabida a la indiada ; así mismo, se determina-
ba lugares para la construcción de las casas reales, merca-
dos, cárceles, etc.
En los pueblos y ciudades se señalaban por escogen-
cia del Adelantado o del Gobernador, a cuyo cargo estaba
la colonización de la Provincia, los Regidores que formaban
el Cabildo y esta corporación nombraba los Alcaldes Ordi-
narios que eran autoridades civiles que impartían justicia
a nombre del Rey en los asuntos corrientes de la vida de
los habitantes del lugar .
En cada pueblo de naturales había un Corregidor que
llevaba la representación del gobierno español y por lo tan-
to era superior jerárquico de los Alcaldes Ordinarios .
Pero tan sanes propósitos quedaron las más de las ve-
ces sin cumplimiento y enterado el Emperador de los ma-
los tratamientos que se hacían a los indios, quiso remediar-
lo todo, como rey justiciero y celoso del servicio de Dios
y provecho de los hombres y así buscó personas de ciencia
y de conciencia que dictasen algunas leyes para gobernar
las Indias, buena y cristianamente .
Tan pronto fueron redactadas las Nuevas Leyes fue-
ron enviadas a América para su cumplimiento, provocan-
do con tal medida graves agitaciones entre los encomende-
ros que consideraban imposible su permanencia en Améri-
ca -si se les privaba del servicio de los indios . Donde más
se alteraron los colonos fue en el Virreinato del Perú en
donde renegaban de las nuevas ordenanzas reales y malde-
cían por ello a Fray Bartolomé de Las Casas .
Al comienzo los encomenderos apelaron del cumpli-
miento de las Nuevas Leyes y pidieron su revocatoria ; pe-
ro cuando les fue negada los colonos del Perú se atrevieron
a contradecirlas y proclamaron como Jefe a Gonzalo Piza-
rro, quien se declaró en abierta rebeldía contra el manda-
to real .
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Contrario a lo que sucedió en otros territorios la su-
presión de las encomiendas en Tierra Firme se efectuó sin
grandes trastornos ni agitaciones políticas . Por real cé-
dula fechada en 1549, el Rey Carlos V dictó órdenes espe-
ciales para que se cumpliera en el Reyno de Tierra Firme
su real mandato, documento este que se transcribe a conti-
nuación porque honra al Rey y es testimonio de los pro-
pósitos cristianos que el monarca español tenía para las
indiadas de América .
"Don Carlos, a vos, Sancho de Clavijo, nuestro gober-
nador de la Provincia de Tierra Firme, llamada Castilla del
Oro, salud e gracia ; sepades que nos, habiendo entendido
cuan pocos indios de los naturales de esa tierra hay vivos
al presente en ella y que ha sido gran causa de ello los ma-
los tratamientos que han recibido de las personas que los
han tenido y tienen encomendados, hemos acordado para
que los que han quedado puedan multiplicarse y ser instruí-
dos en las cosas de nuestra santa fé católica, mandarlos
poner en libertad como están los de las islas Española y
Cuba y así a vos, mandamos, que luego que esta recibiéseis,
pongáis en libertad a todos los indios que al presente son
vivos en esta provincia, no importa que estén encomendados
a personas particulares, por cuanto es nuestra voluntad que
los indios no sean molestados con tributos ni otros servicios
reales, ni personales ni mixtos, más de como lo son los es-
pañoles que en esas provincias residen y se les deje holgar
para que mejor puedan multiplicarse y ser instruidos en las
cosas de nuestra santa fé y que a los indios que vos, pusié-
reis en libertad les preveis de personas religiosas, que los
administren e instruyan en las cosas de nuestra santa fe
católica, e vos, particularmente, tendréis muy gran cuida-
do de procurar como sean muy bien tratados y daréis or-
den para que vivan en pueblos, lo cual así haréis y cumpli-
réis a pesar de cualquiera apelación o suplicación" .
Después de leer los documentos del Archivo de Indias
referentes a esta orden, es de justicia hacer mérito de la
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acuciosidad y empeño leal de como don Sancho de Clavi-
jo, Gobernador de la Provincia de Tierra Firme, llamada
Castilla de Oro, dió cumplimiento en 1552 al mandato del
Rey .
Por bandos y con los consabidos redobles de tambo-
res, el Gobernador notificó e hizo citación a todos los colo-
nos para que denunciaran las piezas de indios que tuvieran
en su poder o encomienda, excitando a los poseedores a
que presentaran sus credenciales para exigir los servicios
de éstos como esclavos . Para la defensa de los indios nom-
bró un apoderado, defensor de los indios, en el caso de que
los interesados apelaran de la sentencia del Gobernador .
Mas de cien páginas manuscritas, llenas de autos, senten-
cias y apelaciones forman el legajo confeccionado para re-
clamar la libertad de los indios en Tierra Firme, proclama-
da por el Rey Carlos V.
Es de observar que la gran mayoría de los indios de-
nunciados en esclavitud eran traídos del Perú, de Nicara-
gua y Venezuela, ya que los indios panameños estaban en
libertad, congregados en comunidades o pueblos de natura-
les, como Penonomé, Olá, Atalaya, San Francisco, Chepo,
Taboga, bajo el gobierno o catequización de misioneros que
les enseñaban la fe y religión católica .
En carta de 5 de octubre de 1529, Francisco Castañe-
da, Alcalde Mayor de León, Nicaragua, denunciaba al Rey
"que se herraban muchos indios libres por esclavos -in-
dios tomados en guerra- y que un criado de Pedrarias, que
se dice Diego de Vega, tenía licencias adelantadas para
sacar más de mil indios esclavos para comerciarlos en Pa-
namá" .
Como ninguno de los poseedores de estos indios decidió
quedarse con ellos a condición de reconocerles un sueldo
por sus servicios, tal como lo ordenaba el mandato real y
como no había medio para trasladarlos a su país de origen,
tal como lo disponía el Rey, don Sancho de Clavijo dispuso
- 40 -
repartir la indiada por grupos de conformidad con su
lengua en tres distintas comarcas .
"Un año después de liberados los indígenas se man-
daba a la isla de Otoque a los venezolanos ; los nicaraguen-
ses a las regiones del cerro de Cabra hasta el río Caimito
y los restantes a la isla de Taboga . En cada estableci-
miento se ¡rigió un edificio para iglesia, con cura que hi-
ciera la doctrina ; se nombró un cacique para el gobierno de
cada núcleo y un maestro de agricultura para enseñar el
cultivo de la tierra, a cuyo fin también se proveyó a los in-
dígenas de instrumentos de labranza" .
A pesar de que un Presidente de, la Audiencia infor-
maba al terminarse el siglo XVI "que aquí no hay indios
ni gente entretenida con esperanzas de encomiendas", poco
después, en 1620, el gobernador de Veraguas, don Lorenzo
del Salto, "solicitaba al Rey se sirviera enviarle doscientos
soldados para sacar de las montañas situadas en la Cordille-
ra Central cinco o seis mil indios de guerra, bárbaros infie-
les, sin luz del verdadero Dios, para instruirlos en nuestra
Santa fé católica" . Pedía, así mismo, autorización "para que
los indios que conquistase por armas, los pudiera encomen-
dar y repartir entre las personas que ayudaran en la con-
quista" .
La finalidad de esta proyectada expedición guerrera
contra los indios de Veragua está bien clara y los motivos
para llevarla a cabo el mismo gobernador don Lorenzo
del Salto los expone cuando informaba "que en la provin-
cia de Veragua hay en su contorno cinco ciudades y siete
pueblos, de indios de paz, que tendrán entre todos novecien-
tos, que están encomendados a los beneméritos, siendo la,
mayor encomienda de cuarenta indios y muchas de doce y
paga cada uno a su encomendero de tributo, seis pesos de
a ocho reales cada uno o seis fanegas de maíz, que es lo
mismo que trigo, pues sirve de pan en esta tierra" . Es-
tas ciudades "que la mayor no tenía más de cuarenta ve-
cinos españoles" eran Remedios, Alanje, Santa Fe, Monti -
jo, y la recién fundada población de Nuestra Señora de Las
Palmas en cuyas minas laboraban más de trescientos ne-
gros esclavos, provenientes de la Concepción de Veragua .
A. esta solicitud de don Lorenzo del Salto referente
al servicio de los indios y renovación de las encomiendas,
replicaba el Rey que era injusto e inhumano la revoca-
ción de las órdenes dadas y que la "cédula que PROHIBE'
LOS SERVICIOS PERSONALES es el fundamento y con-
servación de las Indias y del derecho de los indios y así ex-
cusaréis hablar en semejante plática, por el escándalo que
de lo contrario resulta, mayormente, siendo vos, goberna-
dor, a cuyo cargo está la ejecución de todo esto" .
Y en relación con la proyectada expedición advertía
el Rey al señor gobernador de Veragua : "el estado de la
Real hacienda no está por ahora de manera que pueda em-
plearse en estos gastos . Debéis valeros de vuestra pruden-
cia y-cuidad o para mover algunas pláticas de paz con es-
tos indios de guerra, de manera que por esos medios se
consiga la pacificación que se pretende . Para eso, será a
propósito, que les deis a entender las buenas condiciones
con que serán recibidos y si hubiere algunos religiosos que
sepan la lengua, será muy a propósito que os valgáis de
ellos, para que traten con los caciques y cabezas de tales in-
dios las mercedes que se les harán y comiencen a entablar
lo principal que es la predicación evangélica" . (3 )
Tal vez a estos razonamientos y órdenes reales se de-
bió el viaje de catequización dé fray Adrián de Santo To-
más por las tierras del Guaimí, en ese mismo año, 1620 .
De lo expuesto puede apreciarse que mientras el Rey
Carlos V era justo y humanitario y daba instrucciones
para que "los indios no fueran molestados con tributos ni
otros servicios reales, ni personales, ni mixtos, más de como
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lo son los españoles que en esas provincias residen" tan no-
bles propósitos no podían tener cumplimiento en los do-
minios de América en donde imperaba la fuerza y la ava-
ricia, había siervos y señores y en donde el indio tenía
valor comercial y era como moneda corriente o bestia de
carga y trabajo del que se esperaban los mayores rendir
mientes .
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los pobladores de la región construyeran viviendas en la
ciudad, obligándoles concurrir a Natá, regularmente los do-
mingos, para asistir a los oficios religiosos, recibir los sa-
cramentos y mantenerlos dóciles al mandato de las autori-
dades. Al efecto, distribuyó solares en las plazas y calles
principales de la ciudad y desde esa época, Natá aumentó
su población urbana y llegó a merecer el título de ciudad y
ser el centro principal y de partida para la colonización
de la Provincia de Veragua .
Fue durante su gobierno que el Presidente de la Au-
diencia de Panamá, don Francisco Valverde y Mercado,
fundador de Portobelo, Gobernador y Capitán General de
Tierra Firme dió el aviso de que naves enemigas merodea-
ban en el mar Caribe a la altura de Cartagena de Indias,
por lo que el acucioso don Juan de Arrola, Gobernador de
la Provincia de Veragua, Alcalde Mayor de la ciudad de
Natá y de la Villa de Los Santos, ordenó tocar tambores,
levantó banderas y por bando hizo pregonar en las expresa-
das ciudades y en San Pedro del Montijo, Santa Fe, Reme-
dios y Alanje la orden de concentración de todos los varo-
nes hábiles de 16 a 60 años para tomar las armas en de-
fensa de los territorios de su majestad "so pena de caer e
incurrir en desgracia ante su augusto soberano y en per-
dimiento de todos los bienes, los cuales desde luego le se-
rían confiscados y puestos a nombre del Rey" .
En cumplimiento de tal orden se reunieron e inscri-
bieron en la plaza mayor de Natá más de doscientos cin-
cuenta vecinos de esos contornos, los cuales se presentaron
armados de sus respectivas armas -arcabuces, espadas y
lanzas-- y desfilaron en revista ante el Teniente del Alcal-
de Mayor, don Francisco Martínez de Leyva y juraron de-
fender los dominios de su soberano y señor .
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EL DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERU
CAPITULO IV