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La persona humana,
el derecho a la vida y el aborto
por Eduardo A. Sambrizzi
Presidente
Académico Dr. Jorge R. Vanossi
Vicepresidente
Académico Dr. Roberto E. Luqui
Secretarios
Académico Dr. Emilio P. Gnecco
Académico Dr. Rafael M. Manóvil
Tesorero
Académico Dr. Daniel Funes de Rioja
La persona humana,
el derecho a la vida y el aborto
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ternos, creándose de tal manera un nuevo ser, irrepetible, con una au-
tonomía y una identidad genética propia, distinta a la de sus padres,
el cual posee la potencialidad suficiente como para, a partir de allí,
desarrollarse hasta su nacimiento mediante un proceso irreversible y
continuo, y luego continuar su vida hasta la muerte. Y es desde ese
momento de la concepción, precisamente, que la vida humana mere-
ce protección jurídica, resultando indiferente a ese efecto el hecho de
que el embrión todavía no se haya anidado en la pared del útero ma-
terno; de la misma manera, infundadamente se sostiene que el inicio
de la condición humana se produce con la aparición de la cresta neu-
ral, o teorías semejantes, las cuales olvidan considerar, entre otros
irrefutables argumentos, que desde la concepción no se produce en
el ser humano ningún cambio ontológico. El ser humano continúa
siendo el mismo desde la concepción, aunque más desarrollado en
los diferentes pasos que requiere hasta llegar al nacimiento.
Cada etapa del desarrollo del embrión exige la anterior, ya que se
trata de la misma realidad, del mismo ser que tiene una estructura ex-
clusivamente humana y estrictamente suya2. Desde el momento de la
fecundación del óvulo queda inaugurada la vida de un nuevo ser, sien-
do en el momento de la fecundación cuando se fija el programa de lo
que será: un hombre, individual, con sus notas características ya bien
determinadas. Con la fecundación ha comenzado la aventura de una
vida humana, cada una de cuyas grandes capacidades exige tiempo,
un largo tiempo, para ponerse a punto y estar en condiciones de actuar.
Como afirma Alberto Rodríguez Varela3, hablar de persona antes
de nacer significa hablar del hombre, porque si el no nacido no es
humano desde un principio, o sea, desde la concepción, jamás podrá
llegar a serlo. Carece de sentido sostener que comenzamos nuestra
vida siendo un ser que todavía no es humano, por lo cual, resulta
2 CHOMALI G., Fernando, “La píldora del día después. Consideraciones antropológicas y éticas”,
en Vida y Ética, publicación del Instituto de Bioética de la Facultad de Posgrado en Ciencias de la
Salud, de la Pontificia Universidad Católica Argentina, año 2, nº 2, pág. 179.
3 “Aproximación a la persona por nacer”, 2ª ed.
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4 Recordamos asimismo, que el art. 12 inc. 1º de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, re-
conoce que todas las personas en la provincia gozan del derecho a la vida desde la concepción hasta
la muerte natural, y que el art. 36 inc. 2º de dicha Constitución dispone que “todo niño tiene derecho
a la protección y formación integral, al cuidado preventivo y supletorio del Estado en situaciones
de desamparo y a la asistencia tutelar y jurídica en todos los casos”. A su vez, en el art. 2º de la ley
de esa Provincia nº 13.298, de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, se
establece que quedan comprendidos en la misma las personas desde su concepción hasta los 18 años
de edad.
5 De Martini, Siro, “El derecho penal y la protección de la vida de las personas por nacer”, E.D., del
08/09/05.
6 CSJN: P.709.XXXVI, del 5/3/2002.
7 CSJN: S.1091.XLI, del 28/2/2006.
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Dios, así como por tener un fin trascendente9. Por la dignidad que
esas circunstancias le confieren, tiene una serie de derechos funda-
mentales, de carácter inviolable y que no pueden ser impunemente
conculcados, entre otros, a que se respete su vida desde el comienzo
de su existencia, hasta su conclusión en forma natural, por oposición
a provocada. Y ese derecho es patrimonio de todo hombre, por el
solo hecho de serlo, por lo que no puede encontrarse a disposición
de la voluntad mayoritaria o no de las demás personas.
Cualquiera que sea la situación en la que se encuentre la perso-
na, ésta conserva siempre su dignidad –desde la concepción hasta la
muerte–, la cual no es susceptible de grados: no podemos ni perderla
ni ganarla, incrementarla o disminuirla. La vida no tiene distintos
grados de dignidad, siendo errónea la afirmación de que la vida es
digna únicamente si tiene ciertas y determinadas características. La
ley 26.061, reglamentaria de la Convención sobre los Derechos del
Niño, establece que todo niño tiene derecho a la vida y a la dignidad
como sujetos de derechos (arts. 8 y 9).
Etienne Montero, Profesor de la Facultad de Derecho de la Uni-
versidad de Namur, en Bélgica, ha dicho que “la persona tiene siem-
pre la misma dignidad ontológica, intangible e inviolable, enclavada
en su ser mismo y apoyada en el hecho simple y esencial de existir
y de pertenecer al género humano: la vida humana fundamenta la
dignidad”10.
9 Gonzalo Herranz señala al respecto que “esta comprensión del hombre como imagen de Dios, aun a
pesar de sus minusvalías y deficiencias, concedió una inmensa superioridad moral y una humanidad
incomparable a la ley mosaica cuando se la compara con otras legislaciones de la antigüedad. Lo
distintivo de ella es que ya no es aceptado marcar como indignos a los débiles, pobres y ciegos, a
las viudas y huérfanos, los esclavos y extranjeros”: “Eutanasia y dignidad del morir”, Conferencia
pronunciada en las Jornadas Internacionales de Bioética de Pamplona, (Bioética y dignidad en una
sociedad plural), del año 1999, en Internet, www.muertedigna.org/ textos/euta241.htm
10 “¿Hacia una legislación de eutanasia voluntaria?. Reflexiones acerca de la tesis de la autonomía”,
en Internet, www.udep.edu.pe/bolcapella/capinf87.html. Conf., CASTAÑEDA, Adolfo J., “Cómo
defender la vida ante los argumentos a favor de la eutanasia y el suicidio asistido”, en Internet, www.
aciprensa.com/eutanasia/ argumentos.htm
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10. Conclusiones
En primer lugar, me parece bien que exista un amplio y respe-
tuoso debate sobre el aborto, sin fanatismos y con la mente abierta
a todas las opiniones. Por mi parte, creo que se deben prevenir los
embarazos no deseados, y respetar, ayudar y atender a las madres
que no quieren o no pueden criar a sus hijos, pero ello –que es cier-
tamente relevante– se halla muy alejado de aprobar una legislación
que permita matar al ser humano cuando se halla en el vientre de su
madre. Y aunque existiera “conflicto entre los derechos e intereses
de los niños… frente a otros derechos e intereses igualmente legíti-
mos, prevalecerán los primeros”, como establece expresamente el
artículo 3º de la ley 26.061.
El Estado nunca debe involucrarse en la eliminación de seres hu-
manos inocentes, ya que su verdadera obligación es la de garantizar
su interés superior y superviviencia.
Resulta indudable que las normas de cualquier especie que se
sancionen a nivel nacional o provincial que autoricen la muerte pro-
vocada de modo directo de una persona inocente, carecen de validez
constitucional, lo que es así mientras no sea reformada la Constitu-
ción Nacional, resultando irrelevante que los afectados tengan unas
horas, una semana o tres meses de gestación, pues todas las perso-
nas, desde su concepción, tienen el mismo derecho a la vida.
La aprobación del aborto implica el desconocimiento de la dig-
nidad que tiene toda persona humana, no pudiendo haber verdadera
democracia si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se
respetan sus derechos.
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