ODISEA Resumen

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ODISEA

CANTO I

Al principio, Homero se dirige a una Musa, pidiéndole una inspiración, a la hora de hablar
sobre un hombre valeroso, que atravesó muchas tierras y arrasó Troya. Se trata de Odiseo: un
caballero que no ha regresado a su casa, a Ítaca, de la expedición a la guerra troyana. Odiseo
erraba por el mundo, por muchos mares. Quedaba retenido en una isla, por una ninfa Calipso,
que intentaba que el hombre se olvide de su patria Ítaca. La ninfa quería ser esposa de Odiseo.
El hombre anhelaba volver a casa pero no podía. Todos los dioses compadecían su destino,
menos Poseidón. El dios de las aguas y mares todavía recordaba el hecho de Odiseo, de cegar
al hijo de Poseidón:Polifemo, un cíclope. Por este motivo, Poseidón no permite al Odiseo
regresar a casa, alejándole de su patria cada vez más, aunque sin darle la muerte. Cuando el
dios se ha dirigido a Etíope, los demás dioses se han juntado en una asamblea. En esta reunión
tomó la voz, Zeus. Acordándose del destino de Egisto, proporcionó un discurso sobre el hecho
de culpar por los humanos, a los dioses, por sus desgracias. Zeus señaló que son los humanos
los que atraen toda la maldad, por sus frívolos hechos. Como ejemplo ha puesto a Egisto, que
tomó por mujer, a la esposa legítima de Atrida y a él lo mató. Hermes el Argifonte, le advirtió a
Egisto, que si pretende ser el hombre de la mujer, se encontrará conla venganza de Orestes.
Egisto no hizo caso y pagó con la muerte por sus hechos. Así, Zeus termina su discurso,
mientras Atenea, de ojos glaucos, le responde, mencionando el triste destino de Odiseo,
retenido en una isla por Calipso. Atenea reprocha a Zeus su falta de interés por el hombre, que
tantas veces le ofrecía las victimas en la guerra troyana. Zeus niega las palabras de Atenea y se
defiende , echando la culpa a Poseidón, que sigue sin disculpar al Odiseo. Zeus anima a los
demás a meditar sobre el pronto regreso de Odiseo, ya que Poseídon, solo, no podrá oponerse
a la voluntad de todos los dioses.

Inmediatamente, le responde Atenea que propone ayudar al Odiseo en la vuelta a su tierra.


Sugiere el envío de Hermes, a la isla de Ogigia, para que informe a la nimfa Calipso sobre la
decisión de los dioses. La misma diosa, iría a Ítaca, disfrazada de un hombre, para infundirle el
coraje, al hijo de Odiseo, Telemáco. Atenea se pone sus hermosas sandalias que la transportan
a Ítaca. Lleva consigo una lanza y toma el aspecto de Mentes, un caudillo de los tafios.

Atenea se detiene en el atrio de casa de Odiseo y se encuentra con los pretendientes de


Penelope. Telemáco fue primero en verla. Sentado entre los pretendientes, meditando sobre
su parde, se levantó y se acercó a la diosa. Atenea recibió una invitación a un banquete. Los
dos se sentaron lejos de lospretendientes mientras los servidores servían la mesa. En la sala,
entraron los pretendientes y se ocuparon por la música y la danza. Femio, al que le fue
otorgada la lira, empezó a cantar para los pretendientes.

En la conversación con Atenea, Telemáco se quejó delos pretendientes, ya que solamente


aprovechaban los bienes de Odiseo, del que nadie sabe nada y que a lo mejor ya había muerto.
El hijo deseaba un regreso inesperado de su padre. A continuación, Telemáco pide a Atenea,
que se presente y diga de donde había venido. La diosa se presentó como Mentes, el hijo de
Anquíalo. Añadió que iba a Temes y que vendía el hierro y el bronce. Dijo también que había
sido advertida sobre la vuelta del Odiseo. Asimismo, le vaticinia a Telemáco, el pronto regreso
de su padre y le ofrece unos consejos. Según dice, Telemáco debe convocar una asamblea a los
héroes aqueos y ordenar a los pretendientes volver a sus posesiones. Si Penelope decide
casarse, Telemáco debe mandarla a casa de sus padres para que le den una boda digna. El hijo
de Odiseo tiene que ir en una nave con 20 remeros a informarse sobre su padre. Primero irá a
Pilos (Néstor) y luego a Esparta( Menelao). Atenea ordenó también que si Telemáco se entera
de que su padre está muerto que le eleve una tumba de honor , dedique numerosas exequias y
entregue a su madre otro hombre. Después de despedirse de Telemáco, Ateneasalió volando y
desapareció.

Femio, cantaba sobre el regreso cruel de los aqueos de la guerra de Troya. Su bello canto oyó
Penelope, que bajó de su casa, escoltada por dos criadas. Le pidió a Femio, que dejara de
cantar sobre este asunto. Reconoció que mientras oía el canto de Femio, estaba recordando a
Odiseo. Estos recuerdos le partían el corazón. La mujer añoraba a Odiseo.

En seguida, le respondió Telemáco, defendiendo al aedo. El hijo de Odiseo, dijo queFemio no


tenía la culpa en que varios guerreros no regresaron a casa después de la guerra. Zeus, como
dice, es el responsable de juzgar sobre las vidas de los mortales. Le ordenó a Penelope que
escuchara la canción con el valor y la dignidad. Asimismo pide a su madre, que vuelva a sus
labores. Telemáco asume el poder de la casa. Mientras Penelope vuelve a su dormitorio, sus
pretendientes expresan el deseo de compartir con ella su lecho. Aquí nuevamente alza la voz
Telemáco. El joven les ordena disfrutar del banquete y escuchar al aedo. Les informa sobre la
reunión que tendrá lugar al día siguiente, donde les va pedir que abandonen su palacio.

Le contestó Antínoo, sorprendido con la actitud de Telemáco. El pretendiente le reprochó que


seguramente alguno de los dioses le había enseñado dirigirse a uno, de tal manera. Telemáco
responde que si Zeus le otorga el derecho de reinar, lo va a recibir con dignidad.

Luego lehabló Eurímaco que se interesó por el forastero que había llegado a casa. Sin embargo
Telemáco le explica que el hombre que estaba ese día en la posesión, había visitado la casa
antes de la expedición de Odiseo, a Troya.

Al final, los pretendientes se quedaron en casa de Odiseo, hasta el anochecer, cuando


decidieron volver a sus casas. Telemáco se acostó pensando en su padre, más que nunca.

Canto VI

Resumen:

Por la noche, Atenea visita en un sueño a Nausícaa, la princesa feacia, y la insta a lavar sus
vestidos. Cuando despierta Nausícaa toma un carro de carga y va con sus siervas a lavar sus
vestidos junto al río. Extienden la ropa mojada a lo largo de la orilla, luego se bañan y juegan
desnudas. Ulises, desnudo él mismo, se despierta cuando las oye. Se acerca a ellas, pero su
aspecto sucio y salvaje asusta a todas, excepto a Nausícaa. Él le pregunta si es mortal o es una
diosa, y la alaba por su extrema belleza. Le pide que lo guíe a la ciudad y le dé ropa. Ella acepta
gustosamente y ordena a sus siervas que lo atiendan. Sin embargo, Ulises es modesto y quiere
bañarse a solas. Se baña, Atenea lo embellece aún más, y las siervas le dan comida y bebida.

Nausícaa le indica que camine tras su carro, con sus siervas, camino a la ciudad, pero le
advierte que si la gente lo ve con ella se dispersará el rumor de que es su futuro esposo. Por
eso, le pide que se esconda detrás de unos árboles cerca de la muralla de la ciudad, y luego
averigüe cómo llegar al palacio de Alcínoo. Allí encontrará a su madre, a quien deberá pedir
ayuda. Si a ella le cae bien, entonces lo tendrá en su casa pronto. Se dirigen a la ciudad y pasan
por el bosque de Atenea, donde Ulises le implora a la diosa hospitalidad de parte de los
feacios.

Análisis:

Una vez más, Ulises demuestra juzgar muy bien a las personas y tomar astutas decisiones.
Después de asustar a las siervas de Nausícaa, al aparecerse desnudo y con su aspecto atroz,
debe decidir si abrazar las rodillas de Nausícaa y suplicarle, lo que sería un gesto tradicional, o
utilizar "sagaces y blandas palabras" (148) para conquistarla. Como hace con frecuencia, utiliza
casi cuarenta líneas del poema para ensalzar la belleza de Nausícaa y preguntarse si es una
diosa. Y agrega: "(...) un gran miedo me impide abrazarme a tus pies" (168). Por supuesto, la
verdadera razón por la que no lo hace, al menos al principio, es porque, en el estado en que
está, teme "que al cogerse a sus pies se irritase con él la doncella" (147). Las palabras aquí no
son un mero sustituto de la acción, sino la única alternativa de Ulises.

La escena con Nausícaa y sus siervas invierte otras típicas asociaciones con la feminidad a lo
largo de la Odisea. Por un lado, son muchachas activas e independientes, que viajan solas para
lavar ropa (incluso Nausícaa, una princesa, parece ayudar a lavar su propia ropa) y juegan un
juego bullicioso con una pelota. Que Ulises, desnudo, asuste a las siervas es comprensible,
pero la ausencia de miedo en Nausícaa es una muestra encomiable de independencia.

De hecho, la desnudez predominante en este Canto da vuelta otro motivo del poema. Por una
vez, la feminidad no se usa para la seducción. De hecho, es Ulises quien de alguna manera
seduce a Nausícaa, primero con sus dulces palabras y luego, tras bañarse, con su apariencia.
Nausícaa incluso comenta: "¡Ojalá que así fuera el varón a quien llame mi esposo[!]" (244), y le
preocupa que la gente del pueblo piense que ha encontrado un marido en Ulises, lo que tal vez
constituya una ilusión para ella.

Ulises no muestra resentimiento hacia Atenea por hacerse sorda "(...) a mis ruegos / cuando el
dios me vejaba que agita la tierra (...)" (325-326). Aunque Atenea prácticamente no interfirió
en el ataque de Poseidón a Ulises durante su reciente viaje por mar, Ulises todavía reconoce
que necesita su ayuda y le reza.

Canto IX

Resumen:

Ulises revela su nombre y su tierra natal a Alcínoo, y dice que Calipso lo retuvo contra su
voluntad antes de su llegada. Traza su ruta después de Troya. Luego, su tripulación saqueó
Ísmaro, una ciudad costera de los Cícones, y lucharon contra su ejército. Perdieron a muchos
hombres cuando sus doce barcos zarparon y sufrieron una gran tormenta los días siguientes en
el mar. El décimo día llegan a la isla de los Lotófagos, un pueblo pacífico que se alimenta de
loto, dulce planta productora de placer. Tres de los hombres de Ulises la comen y desean
permanecer allí, pero Ulises los obliga a volver a la nave y vuelven a zarpar.

Luego llegan a la tierra de los cíclopes, una raza de gigantes ermitaños de un solo ojo. Al día
siguiente, los hombres de Ulises se deleitan con las abundantes cabras en la desierta y fértil
isla frente a la tierra de los cíclopes. Al día siguiente, Ulises y su tripulación cruzan para
encontrarse con los cíclopes. Ven a un hombre enorme y salvaje en un campo, y Ulises le lleva
una piel de cabra llena de dulce licor a modo de regalo. Llegan a su cueva, y los hombres de
Ulises quieren robarle sus quesos y su ganado. Ulises se niega, ya que quiere conocer al dueño.
Lo esperan y luego, cuando entra y se pone a hacer sus cosas, se esconden.
El cíclope, llamado Polifemo, los nota y les pregunta quiénes son. Ulises se presenta y le pide
cualquier ayuda que pueda proporcionarles, advirtiéndole no ofender a Zeus, el dios de la
hospitalidad. Polifemo ridiculiza la idea: no le importan los dioses. En cambio, pregunta dónde
está la nave de Ulises. El astuto líder le miente y le dice que fue destruido, y que ellos son los
únicos sobrevivientes. Polifemo agarra a dos de sus hombres, los mata y se los come enteros
mientras los otros miran, impotentes. Luego se echa a dormir en su puerta, advirtiéndole a
Ulises que no lo mate, ya que no serían capaces de apartar su enorme cadáver para atravesar
la puerta y escapar.

Por la mañana, Polifemo se come algunos hombres más, luego sale y bloquea la entrada de la
cueva con una gran roca. Ulises crea un plan para derrotar a Polifemo. Corta una sección de
seis pies de un gran tronco de olivo que Polifemo deja en la cueva, luego le da forma para
hacer un extremo puntiagudo y afilado, y finalmente lo pone al fuego para endurecerlo. Por la
noche, Polifemo regresa y se come a dos hombres más. Ulises le ofrece un poco de su vino.
Polifemo le pide más y le pregunta su nombre, prometiéndole un regalo a cambio. Ulises le
dice que su nombre es "Ninguno", y Polifemo le responde que su regalo consiste en que se lo
comerá último, tras haber engullido a todos los otros. Pero Polifemo se queda dormido,
borracho, y Ulises y cuatro hombres recalientan su arma en el fuego y la embisten contra el
único ojo del cíclope. Lo ciegan y él aúlla para llamar a los otros cíclopes, que desde el exterior
de su cueva le preguntan si un hombre lo ha engañado. "Nadie", dice Polifemo, lo ha
arruinado. Los otros cíclopes entienden que nadie le ha hecho nada, y se van, diciéndole que
ore a su padre, Poseidón.

Polifemo abre la puerta de la cueva, esperando atrapar a cualquiera que intente escapar.
Ulises tiene otra idea. Une al rebaño en la cueva y crea un cabestrillo debajo de cada animal,
que los hombres pueden montar. Permanecen en sus carruajes hasta la mañana, cuando
Polifemo deja pasar al rebaño por la entrada. El carnero de Ulises es el último en salir, y
Polifemo se pregunta por qué no está liderando el rebaño, como hace habitualmente. Una vez
en el claro, los hombres abandonan sus cabestrillos y conducen los carneros a su nave. Ya
seguro en el mar, Ulises insulta a Polifemo a los gritos. Polifemo arranca un trozo de la colina y
lo arroja cerca de la nave, desequilibrándola con una ola gigante. A pesar de las súplicas de su
tripulación, que le piden a Ulises no revelar su posición burlándose de Polifemo, Ulises le da al
cíclope el nombre y la patria del hombre que lo cegó. Polifemo dice que una vez le
profetizaron que alguien llamado Ulises, probablemente un gigante, lo cegaría. Ahora le pide a
Ulises que regrese, que lo tratará bien y orará por él a su padre, Poseidón.

Ulises rechaza su oferta, y Polifemo le ruega a Poseidón que Ulises pierda a sus compañeros y
no vuelva nunca a su hogar. Poseidón envía inmediatamente una enorme roca que casi golpea
la nave. La tripulación se apresura a encontrarse con el resto de la flota, y sacrifican el rebaño
robado como ofrenda a Zeus. Sin embargo, Zeus tiene en mente la destrucción y la muerte de
esos hombres inconscientes. Ellos celebran ese día, y a la mañana siguiente continúan su viaje
a casa.

Análisis: Casi a mitad de esta historia nos enteramos del trasfondo que explica por qué
Poseidón le tiene rencor a Ulises. Pero el episodio de Polifemo es importante más allá de servir
como una instancia de la trama: aquí aprendemos mucho sobre Ulises como líder, tanto sobre
sus fortalezas como sobre sus defectos.
Tal como vimos en el Canto VIII, en el que reacciona airadamente ante un desafío atlético,
vemos cómo aquí también Ulises se muestra propenso a tomar decisiones precipitadas.
Primero, comete el error de querer encontrarse con Polifemo, incluso cuando sus hombres le
advierten que puede ser una mala idea. Esta acción se puede atribuir a la fe de Ulises en la
buena voluntad de los hombres (e incluso de los cíclopes). Pero comete un error mucho más
grave cuando se burla de Polifemo, no una sino dos veces. Este segundo error es el que crea su
problema con Poseidón, ya que revela su nombre, atrayendo sobre sí la ira del dios del mar, lo
que posteriormente condenará a sus compañeros.

Pero por cada fallo en su juicio, Ulises diseña un plan igualmente ingenioso para escapar de los
problemas causados. Antes del episodio de Polifemo, Ulises aleja sabiamente a su tripulación
de la tierra de los hedonistas y adictos Lotófagos, sabiendo que sucumbir a la tentación allí
evitará los placeres más auténticos del hogar. Con Polifemo se le ocurren tres ideas brillantes:
elaborar una estaca para cegar a Polifemo en su único punto vulnerable, llamarse a sí mismo
"Ninguno" para que los otros cíclopes no sepan quién lo cegó, y disimular las monturas debajo
de los carneros para escapar. En cada caso, un hombre con menos capacidad táctica habría
optado por una solución más simple (matar a Polifemo cuando estaba durmiendo junto a la
puerta, revelar su nombre de inmediato e intentar pasar corriendo al lado de Polifemo,
respectivamente), lo que habría conllevado destructivas consecuencias.

El recuento de Homero del cegamiento de Polifemo es sorprendente en sus poderes


descriptivos y poéticos. Las imágenes son vívidas y específicas: "Tal clavando en el ojo la punta
encendida, a mi impulso/ daba vueltas en él; barbotaba caliente la sangre / en su torno y el
ascua abrasaba, quemada la niña, / ya la ceja y el párpado; el fondo del ojo chirriaba / en el
fuego (387-391). Nótese que todo este episodio está narrado con la voz de Ulises, que está
relatando su historia a Alcínoo, y es el relato más largo que le hemos escuchado hasta el
momento. Ulises (y Homero, por supuesto) usa varios símiles al describir el cegamiento:
"Apoyado yo arriba, / la forzaba a girar cual taladro que en manos de un hombre / va
horadando una viga de nave; a derecha e izquierda / mueven dos la correa y él gira sin pausa
en su sitio" (383-386), y "Cual gime con fuerza en tonel de agua fría / la gran hacha o la azuela
que baña el broncista tratando / de dejarlas curadas (que es ésa la fuerza del hierro), / tal
silbaba aquel ojo en redor de la estaca de olivo (391-394). Ambos símiles nos recuerdan el
trabajo casi mecánico en el que están involucrados los hombres (crear un arma, endurecerla
mediante el fuego y cegar a Polifemo) y el esfuerzo de colaboración requerido para realizar tal
tarea: solo juntos, como un broncista virtual y sus trabajadores , pueden derrotar a los
poderosos cíclopes.

Canto X

Resumen:

Ulises continúa su historia para Alcínoo. Después del encuentro con Polifemo, Ulises y su
tripulación llegan a la isla Eolo, dios del viento. Eolo los hospeda durante un mes, y luego le
entrega a Ulises el odre de los vientos para ayudarlo a navegar. Él y su tripulación zarpan con el
viento del oeste a sus espaldas, y después de diez días llegan a Ítaca. Pero mientras Ulises
duerme su tripulación, creyendo erróneamente que el odre de Eolo está lleno de plata y oro, lo
abre con avidez. Todos los vientos se precipitan y el barco es despedido en medio de un
huracán.
Son enviados de vuelta a la isla de Eolo, y Ulises le explica lo que pasó. Aiolos cree que el viaje
de Ulises está maldecido por los dioses y se niega a volver a ayudarlo. Ulises y su tripulación
vuelven a zarpar, ya sin viento, y llegan a la tierra de los Lestrígones. El rey, Antífate, y la reina
se comen a uno de los enviados de Ulises, y la tripulación logra escapar por poco cuando los
otros Lestrígones lanzas piedras hacia la nave en retirada.

Los hombres llegan entonces a la isla de la diosa Circe. Ulises mata un ciervo y aumenta la
moral de su tripulación con un gran banquete. Les dice que vio humo saliendo del bosque,
pero sus hombres, recordando sus últimos encuentros con extraños, temen nuevos
encuentros. Sin embargo, Ulises, después de una selección aleatoria, envía a la mitad de sus
hombres a investigar bajo el mando de Euríloco.

En las afueras de la casa de Circe encuentran lobos y leones de montaña sumisos y hechizados.
En el interior, Circe canta mientras teje en su telar. Todos los hombres (excepto Euríloco, que
sospecha un engaño) se tranquilizan con este comportamiento aparentemente dulce y entran.
Circe les prepara un banquete y les pone algo a sus bebidas. Cuando los hombres las beben se
convierten en cerdos. Ella los cierra en un chiquero mientras Euríloco sale corriendo para
alertar al resto de la tripulación.

Ulises se dirige solo a la casa de Circe, a pesar de las protestas de Euríloco. El dios Hermes lo
detiene en el camino y le da una planta que lo protegerá de la poción de Circe. Le explica
también que debe amenazar a Circe de muerte, y entonces ella le propondrá que duerman
juntos. Ulises debe aceptar para así romper el hechizo sobre su tripulación.

Ulises visita a Circe, y la planta hace su magia contra la poción. Sigue el plan de Hermes, y por
su fortaleza ella lo reconoce como el gran Ulises. Siguiendo las predicciones de Hermes, Circe
le pide que se acueste con ella, y él primero le hace prometer que no usará más
encantamientos. Se retiran a su opulento dormitorio, pero Ulises está preocupado por sus
compañeros. Circe los vuelve a convertir en hombres, y se ven mejor que nunca. Ella le dice a
Ulises que ordene a sus hombres traer sus barcos a la orilla y volver a su casa. Así lo hace y
todos regresan, excepto Euríloco, quien todavía sospecha.

Las siervas de Circe bañan a los hombres y les sirven la cena. Circe invita a Ulises a quedarse
con ella en su isla. Los hombres terminan quedándose por un año en este paraíso hasta que
finalmente recuerdan a Ulises su misión. Este le pide a Circe que los ayude a navegar a casa,
pero ella le dice que debe ir al Hades, la tierra de los muertos, y hablar con el ciego Tiresias. Le
da al abatido Ulises detalladas instrucciones para navegar hacia allí y preparar ritos para
convocar a Tiresias. Ulises le dice a su tripulación que es hora de irse, pero Elpenor, el más
joven, se cae del techo sobre el se había quedado dormido, borracho, y muere.

Análisis:

La tentación hiere a los hombres tres veces en este Canto. Primero, la tripulación abre con
avidez el odre de los vientos, sospechando incluso que Ulises estaba escondiendo un tesoro
para no compartirlo con ellos. Luego, los hombres aceptan la hospitalidad y las bebidas de
Circe. Finalmente, todos, y en particular Ulises, con mucho gusto aceptan pasar un año
disfrutando del lujo en compañía de Circe, manteniendo el anhelo de sus hogares lejos de sus
mentes. De hecho, a pesar de la usual sensatez que lo caracteriza al tomar decisiones, el gran
defecto de Ulises es su ocasional comportamiento impulsivo y emocional, como también lo
demuestran su insensata burla de Polifemo en el Canto IX o, como señala Euríloco, su capricho
de ir a ver a Polifemo.

Circe, en cierto modo, es un doble de la diosa Calipso. Mientras que Calipso criticaba el doble
estándar respecto al género entre los dioses, argumentando en contra de la injusticia de un
sistema en el que los dioses pueden tomar amantes mortales como les plazca, mientras que las
diosas no (y por extensión, parecía aplicar esta crítica a la sociedad griega), Circe invierte los
papeles en lo que respecta a la usual dinámica de poder femenino / masculino. Circe explota la
debilidad y la desesperación de los hombres, convirtiéndolos en los cerdos con los que
probablemente asocia su comportamiento.

Curiosamente, Circe es primero comparada con otra mujer en el poema: Penélope. A esta se la
muestra por primera vez tejiendo en su telar, que es la actividad que usa para alejar a sus
pretendientes. Dado que Circe es otro de los ejemplos del poema de una mujer
simbólicamente castradora, y como Penélope ha planteado algunas dudas sobre la sinceridad
de su fidelidad, se dibujan más paralelos, y Penélope sale perdiendo. Ella, también, recibe a un
grupo de hombres que han convertido su lugar en una pocilga, pero no es lo suficientemente
fuerte como para alejarlos, como sí puede hacerlo Circe.

Tal vez sea la fuerza de Circe, por no mencionar su belleza divina, la que atrae a Ulises. Al igual
que con Calipso, no parece tener ninguna duda al cometer un acto de infidelidad con ella. En
lugar de pensar con culpa en su esposa se preocupa por el bienestar de sus compañeros de
tripulación.

Canto XI

Resumen:

Ulises y su tripulación navegan a la región de los hombres cimerios y, según las instrucciones
de Circe, hacen un sacrificio ritual por Tiresias. Mientras espera a Tiresias, Ulises contiene a los
otros fantasmas que emergen, incluido el de Elpenor, muerto al caerse del techo de la casa de
Circe. Ulises le promete un entierro propio de un marinero en la isla de Circe. También ve a su
madre muerta, Anticlea. Finalmente, aparece Tiresias y le advierte que Poseidón busca
venganza por el cegamiento de su hijo Polifemo. Le advierte a Ulises que no toque los rebaños
de Sol Hiperión cuando aterrice en Trinacia, prediciendo la perdición de su tripulación en caso
de que lo hicieran. También predice que Ulises llegará solo a su casa y matará a los
destructivos pretendientes de Penélope. Luego llevará un remo a un lugar donde los hombres
desconocen el mar, y cuando alguien le pregunte sobre el bieldo en su hombro, deberá hacer
un sacrificio a Poseidón, que le asegurará una vida abundante a partir de entonces.

Tiresias se va, y Ulises le permite a Anticlea beber la sangre que ha preparado y así hablar. Él le
cuenta brevemente sobre el propósito de su viaje, luego le pregunta qué la mató, y cómo está
el resto de la familia. Ella relata las vidas de Penélope y Telémaco y le dice que su padre está
en la casa, esperando el regreso de su hijo. Ella también era así, y la soledad y el anhelo por
Ulises, dice, es lo que la mató. Ulises intenta abrazarla, pero sus manos atraviesan el aire.
Después de que terminan de hablar, se acercan más muertos y le cuentan a Ulises sus
respectivas historias.

Ulises detiene su historia. Alcínoo, rey de los fecios, le pide que pase otro día con ellos para
que puedan proporcionarle regalos, y luego le pregunta si se encontró con alguno de los
guerreros que lucharon con él entre los muertos. Ulises relata que vio a Agamenón, quien le
cuenta cómo Egisto y su esposa, Clitemnestra, lo mataron. Le advierte sobre la maldad de las
mujeres y le sugiere regresar a su hogar en secreto, sin avisarle a su esposa. Ulises habla con
otras sombras, incluido Aquiles, quien le cuenta acerca de su hijo acerca de cuyo hijo,
Neoptólemo. Ve a Tántalo atormentado por no poder comer ni beber, y a Sísifo, empujando
perpetuamente una roca en una colina. Los fantasmas se amontonan a miles y asustan a
Ulises, que se aleja con su tripulación.

Análisis:

Es apropiado que la causa de la muerte de la madre de Ulises sea la soledad y el anhelo, las
emociones centrales en un poema sobre una búsqueda incesante de hogar y el aislamiento
que ello conlleva. Este Canto también arroja luz sobre otros cuatro temas que definen el
poema: la fidelidad, la reverencia a los dioses, la tentación y la resistencia.

Finalmente, después de escuchar su historia tantas veces a través de otras voces, oímos
directamente de Agamenón. El relato de su muerte a manos de su esposa y su amante ha
reforzado continuamente la historia paralela de Ulises, y Agamenón hace explícito el mensaje
subyacente de la historia: "no es posible de hoy más confiar en mujeres" (456).

A Ulises también se le recuerda que no toque los rebaños de Hiperión, y que haga un sacrificio
a Poseidón una vez que esté instalado en Ítaca. En otras palabras, se le advierte que presente
sus debidos respetos a los dioses. La tentación de atacar a los rebaños demostrará ser
demasiado grande para su tripulación, y la tentación es, de hecho, el punto ciego continuo de
Ulises y de sus marineros. El castigo de Tántalo encarna la tentación, que en su caso es aún
peor porque nunca puede satisfacerla.

También Sísifo nos recuerda un importante rasgo del carácter de Ulises: la persistencia.
Empujando eternamente una pesada roca hacia la cima de una colina, Sísifo avanza como
Ulises, en lo que parece un interminable viaje a casa.

Canto XXIII

Resumen:

Euriclea despierta a Penélope y le cuenta sobre el regreso de Ulises y su victoria sobre los
pretendientes. Penélope cree que se equivoca, que un dios debe haber matado a los
pretendientes y que Ulises está muerto. Finalmente, baja las escaleras y observa a Ulises en
silencio y desde lejos, sin saber realmente si es él. Quiere probarlo con señales secretas que
solo ellos conocen. Ulises consiente, pero primero establece un plan para lidiar con las
consecuencias de la masacre: para asegurarse de que nadie se entere de los asesinatos,
fingirán que están celebrando la boda de Penélope con uno de los pretendientes para darles
tiempo para huir al bosque.

Telémaco y los demás organizan una falsa celebración. Penélope mantiene su actitud neutral
hacia Ulises y le pide a Euriclea que prepare su cama fuera del dormitorio de ella. Ulises se
enfada: nadie puede mover la cama que él mismo hizo de un olivo. Su reconocimiento del
mueble es una prueba de que él es de verdad Ulises, y Penélope lo abraza y le pide perdón por
sus sospechas. Ulises llora y abraza a su esposa. Sin embargo, él tiene una prueba más de la
que Teiresias le habló: debe llevar un remo al continente y encontrar hombres que no hayan
visto nunca el mar, hasta que uno le pregunte qué es el remo. Luego colocará el remo allí y
hará un sacrificio a Poseidón, regresará a casa y hará más sacrificios para todos los dioses. En la
cama, ella le cuenta sobre los pretendientes, y él narra sus aventuras.

Por la mañana, Ulises le dice a Penélope que debe visitar a su padre. Tiene miedo de que se
corra la voz sobre los eventos de ayer, por lo que le indica que lleve a sus siervas al piso
superior y que no tenga ningún contacto con el exterior. Se va con Telémaco y sus pastores,
escondido con la ayuda de Atenea.

Análisis:

Después del clímax bélico del Canto XXII, Homero mantiene la tensión en este episodio en dos
frentes. Primero, el reencuentro de Ulises con Penélope tiene suspenso: después de lidiar con
tantos impostores en el pasado, ¿admitirá ella que él es el verdadero Ulises y, una vez que lo
haga, cómo reaccionarán el uno al otro?

Apropiadamente, Homero hace que la cama de la pareja sirva como prueba de la identidad de
Ulises. Para una historia tan preocupada por el anhelo conyugal, la cama es el símbolo perfecto
de su matrimonio: tallada por Ulises en un sólido olivo, es un espacio permanente, inamovible
e íntimo, exclusivamente para él y Penélope.

Una vez que la cama despeja cualquier aire de sospecha, Homero deja una hermosa y emotiva
descripción del reencuentro de la pareja, con un lenguaje elegante y significativo lleno de
símiles:

Tal le habló, creció en él un afán de gemir y lloraba

apretando en su pecho a la esposa leal y entrañable.

Cual de grata se muestra la tierra a unos hombres que nadan,

cuya nave rompió Poseidón en el mar, agredida

por la fuerza del viento y el recio oleaje, y muy pocos

a la costa escaparon a nado del agua grisácea

con la piel recubierta de costra salina, y contentos

en la tierra afirmaron el pie tras rehuir la desgracia,

tal de dulce mostrábase a ella el esposo al mirarle

sin poder desprender de su cuello los cándidos brazos.

(231-240)

La comparación de Ulises con un náufrago lanzado a tempestad está lejos de ser arbitraria: el
pasaje proporciona una suerte de sinopsis de las aventuras de Ulises que preceden a su llegada
a Ítaca.
El segundo conflicto dramático que Homero promete es la prueba final de Ulises según lo
prescrito por Tiresias. Esta mini odisea, junto con la necesidad de Ulises de escapar de la
ciudad y ver a su padre, mantiene a el público interesado en el episodio final.

Canto XXIV

Resumen:

Hermes lleva a los pretendientes, que chillan como murciélagos, al Hades, donde se
encuentran con los fantasmas de Aquiles y Agamenón. El pretendiente Anfimedonte le explica
su destino a Agamenón, quien compara, con envidia, a su deshonesta y asesina esposa
Clitemnestra con la fiel Penélope.

Mientras tanto, Ulises y su tropa llegan a la morada de Laertes. Ulises encuentra a su frágil y
anciano padre atendiendo su viña. Se le ocurre una identidad falsa y se presenta a sí mismo,
señalando que vio a Ulises por última vez cinco años antes. Pero la pena de Laertes lo obliga a
revelarse, demostrando su identidad a través de su cicatriz y su conocimiento de los árboles
del viñedo. Se abrazan y entran juntos a la mansión a comer, uniéndose a los otros, incluido el
viejo sirviente Dolio, padre de los traidores Melanto y Melantio. Ulises le cuenta a su padre de
su victoria sobre los pretendientes.

De vuelta en la ciudad, se corre el rumor de la derrota de los pretendientes. La gente del


pueblo se lleva los cuerpos y los entierra, luego se reúnen. La mitad, liderada por Eupites,
padre de Antínoo, quiere vengarse por la muerte de sus hijos, mientras que la otra mitad se da
cuenta de que había un dios del lado de Ulises, y argumentan que sus hijos merecían el destino
que tuvieron. Eupites incita al primer grupo a vengarse y se dirigen a la mansión de Laertes,
pero Atenea, disfrazada de Mentor, incita a Laertes a atacar a Eupites con su lanza. Ulises y sus
compañeros comienzan a matar a los demás, pero Atenea los detiene y declara una tregua
entre las partes en conflicto.

Análisis:

El inconsistente episodio final (con su escena tangencial en el Hades, la falta de conflicto con
Dolio, cuyos hijos han sido asesinados por Ulises, y el fracaso de Ulises en seguir las
instrucciones de Tiresias para hacer un sacrificio a Poseidón) da crédito al argumento de que
gran parte del final de la Odisea tiene una autoría plural.

Sin embargo, el episodio sí ata muchos otros cabos sueltos e hilos temáticos. Se nos recuerda
una vez más el tema de la fidelidad, ya que Agamenón compara a Penélope y Clitemnestra.
Además, aquí se le da un giro al reencuentro padre-hijo entre Ulises y Telémaco y a la
maduración de este último a través de la batalla: Ulises se reúne con su propio padre (de
nuevo con una identidad falsa al principio, lo que constituye otro motivo), y es Laertes, en este
caso, quien se prueba a sí mismo en una contienda.

La ordenada resolución subraya un último motivo: el poder de los dioses. Son los dioses
quienes deciden el destino de los humanos, quienes pueden declarar la guerra y quienes
pueden hacer la paz. Lo más cerca que los griegos se acercaron a los dioses, se podría
argumentar, fue a través de sus escritores, porque también ellos tenían control total sobre sus
personajes, y ninguno lo tenía más que Homero.

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