4 Santos Que Nos Inspiran A Cuidar de Nuestro Planet1

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FILOSOFIA DE LA NATURALEZA

PROFESOR: PEDRO JUAREZ


TAREA: 4 SANTOS QUE NOS INVITAN A
CUIDAR EL PLANETA
ALUMNO: MIGUEL ANGEL VALENZUELA
MIRANDA
4 SANTOS QUE NOS INSPIRAN A
CUIDAR DE NUESTRO PLANETA

Santa Katalina Tekakwitha (1656-1680)

Katalina se crió en la nación iroquesa,


nativos de Norteamérica, de quienes el
científico ecologista Bill Jacobs dice que “gestionaban
cuidadosamente los campos, bosques y vida salvaje de su
patria. Entendían los ritmos de la naturaleza (…). La misma
Katalina conocía a la perfección las plantas y animales de su
entorno, tanto que cualquier botánico o biólogo de hoy en día la
envidiaría”. Por esta razón se la conoce como “hija de la
naturaleza”. A menudo iba a los bosques a hacer cruces de
madera con palos y hablar con Dios. En el silencio de la
creación, lejos del ruido de la aldea, era capaz de conversar con
su Creador. Su experiencia probablemente nos resulta familiar a
muchos de nosotros y nos demuestra lo valioso que es el medio
ambiente y lo importante que es protegerlo. Si perdemos esos
lugares silenciosos donde poder perdernos en la naturaleza,
perderemos una avenida vital de la espiritualidad.

A sus 11 años, Catalina conoció la fe cristiana cuando a su


pueblo llegaron misioneros jesuitas, que acompañaban a los
diputados mohicanos para firmar la paz con los franceses.

Si bien aceptó la fe rápidamente, la joven pidió bautizarse recién


a los 20 años, haciendo frente a la oposición de su familia, y al
rechazo de su comunidad. Tuvo que huir de su pueblo hasta
llegar a unas comunidades cristianas en Canadá.
Más adelante hizo la Primera Comunión el día de Navidad y
realizó el voto de castidad. Durante su corta vida, mantuvo una
intensa devoción al Bendito Sacramento.

Partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680, en Semana


Santa de aquel año, y con tan solo 24 años. A su muerte, el
pueblo desarrolló inmediatamente una gran devoción por ella, y
muchos peregrinos acudían a visitar su tumba, en
Caughnawaga.

Cuenta la tradición que las cicatrices que la santa tenía en el


rostro se desvanecieron después que falleciera y que se sanaron
muchos enfermos que fueron al funeral.

En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir un monumento


junto a su sepultura y llegó a ser conocida como “El Lirio de los
Mohawks”.

Santa Catalina fue beatificada por San Juan Pablo II, en 1980 y
canonizada por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI, en
octubre de 2012.

San Benito de Nursia


(480-543)

Benito no era un
ecologista en el sentido
moderno de la expresión,
sobre todo porque nuestra dañada relación con la Tierra es un
problema moderno, pero su perspectiva sobre la vida refleja una
preocupación por la ecología. Benito creía que una persona
espiritual, además de rezar, trabajará para hacer del mundo un
lugar mejor, más armonioso. Por ello la mayoría de sus
seguidores se comprometían a quedarse en un fragmento de
tierra durante largos periodos para mejorarlo. También por eso
muchos participaron en la elaboración de cerveza, en apicultura
o alguna otra forma de artesanía o agricultura orgánica. Los
principios por los que Benito vivió su vida se resumen en un libro
llamado Regla de San Benito, y en él recomienda humildad,
compromiso para mejorar tu entorno local, y frugalidad. “La
frugalidad debe ser la regla en toda ocasión”, escribe, porque
tomar más de la parte justa y luego desperdiciarla desajusta el
equilibrio ecológico tanto del alma como del medio ambiente.
Benito valoraba la belleza de la tierra y su capacidad para
reflejar la belleza del paraíso, por lo que dedicó todos los
cuidados que pudo a preservarla y mejorarla.
Siete milagros de San Benito

1 – Rompió un vaso lleno de veneno al bendecirlo con la Señal de


la Cruz

El abad de un monasterio cercano murió y los monjes de ese


convento pidieron a San Benito asumir el puesto y convertirse en
su nuevo abad.

En un principio el Santo se negó, pero ellos insistieron, por lo


que entonces aceptó.

Benito era más estricto que el abad anterior y en poco tiempo los
monjes llegaron a odiarlo.

Por lo que decidieron matarlo y pusieron un poco de veneno en


su copa de vino.

Pero cuando él hizo la señal de la cruz para bendecir el vino, la


copa se rompió de repente como si una roca hubiera sido
lanzada contra ella.

San Gregorio Magno escribe en su relato de la historia:


“accidente por el cual el hombre de Dios percibió que la copa
contenía el trago de la muerte, mismo que no podía soportar el
signo de la vida.”

2 – Salvó a un hombre de ahogarse al convertirse brevemente en


otra persona

Un monje llamado Plácido estaba tomando agua del lago,


accidentalmente cayó al agua y fue arrastrado rápidamente por
la corriente.

A pesar de que Benito se encontraba a una buena distancia del


lago, milagrosamente supo lo que había sucedido.

Y de inmediato ordenó a otro monje llamado Maurus correr hacia


el lago para salvar a Plácido.

Cuando Maurus llegó al lago – sin pensarlo- corrió sobre la


superficie del agua, agarró a Plácido por el pelo y lo arrastró
hasta la orilla.

Sólo se dio cuenta de que había caminado sobre el agua


después de que él estaba ya de vuelta en tierra.

San Gregorio Magno escribe que Maurus “se maravilló y tenía


miedo de lo que había hecho.”
Y aquí es donde las cosas se ponen todavía más extrañas.

Hablando sobre el evento más tarde ese mismo día, Maurus


insistió en que difícilmente había estado consciente de caminar
sobre el agua mientras lo hizo.

¿Y Plácido? Él afirmó que la persona que lo había sacado del


agua en el medio del lago no llevaba puesta la ropa de Maurus,
sino la de Benito.
En otras palabras, de alguna manera misteriosa, aunque Maurus
había sido el que fue al lago, Benito había trabajado
milagrosamente a través de él para caminar sobre las aguas y
salvar a Plácido.

3 – Leía de la mente de sus monjes

Algunos de sus monjes fueron enviados a entregar un mensaje a


otra ciudad. Durante el tiempo del viaje, Benito les ordenó
ayunar, como era su costumbre.

Pero el viaje duró un poco más de lo que esperaban y alguien les


invitó a su casa para una buena comida y ellos aceptaron ¿quién
se enteraría?

Benito se enteraría.

Cuando regresaron, él inmediatamente les preguntó dónde


habían estado comiendo.

Cuando le respondieron que no habían comido en ningún lugar,


Benito les dijo donde habían comido, lo que habían comido y
cuántas bebida habían tomado.

Descubiertos, así como temerosos por el hecho de que Benito


podía conocer todos los detalles de lo que habían
hecho, “cayeron temblando a sus pies” y confesaron su pecado.

4 – Resucitó a un niño

Durante un proyecto de construcción en la abadía, el mismo


satanás vino a San Benito y le dijo que planeaba atacar a los
monjes que trabajan en el proyecto.

Benito inmediatamente, envió un mensaje de advertencia a los


trabajadores.
Tan pronto como llegó el mensaje, una pared parcialmente
terminada se colapsó sobre un niño pequeño que estaba
ayudando con el trabajo, causándole la muerte.

Golpeados por la pena, los monjes trajeron el cuerpo muerto y


mutilado a Benito, quien puso el cadáver del pequeño en una
mesa, sacó a todos de la habitación y comenzó a orar.
.
Milagrosamente, el niño volvió a la vida y su cuerpo fue sanado
de todas las lesiones.

5 – Movió una enorme piedra con su oración

Algunos monjes estaban ocupados construyendo nuevas celdas


en la abadía y se encontraron con una enorme piedra que
bloqueaba el camino de la construcción. Incluso trabajando
todos juntos, no fueron capaces de mover la piedra.

¿Entonces, qué hicieron? ¡Llamaron a San Benito, por supuesto!

Él dijo una oración por los que moverían la piedra y

Los monjes fueron capaces de mover con facilidad la piedra.

6 – Exorcizó a un demonio obstinado

Un hombre de un pueblo cercano estaba poseído por un


demonio y su obispo local no pudo exorcizarlo.

Él envió al hombre a los santuarios de muchos santos


mártires, pero sin efecto alguno.

Finalmente, el obispo llamó a Benito, quien invocó a Nuestro


Señor Jesucristo en oración e inmediatamente liberó al hombre
del demonio.
Benito le dejó al hombre dos reglas a seguir para evitar otro
ataque demoníaco:

1 abstenerse de comer carne el resto de su vida y


2 no tratar de entrar en el sacerdocio.

7 – NO SE INMUTÓ POR EL ENGAÑO DEL DIABLO

Durante una construcción, Benito pidió que los monjes cavaran


un agujero profundo en un determinado lugar.

Los monjes encontraron un viejo ídolo de bronce.

Por alguna razón, uno de los monjes puso el ídolo en la cocina;


no con la intención de adorarlo, sino sólo como un lugar para
ponerlo.

De repente, un incendio masivo se desató en la cocina.

Preocupados de que el fuego pudiera engullir toda la


construcción, los monjes llamaron a Benito, quien dijo que no
veía ningún fuego.

Cuando los monjes insistieron que la cocina estaba en llamas,


Benito se dio cuenta de que las llamas eran un truco del diablo
para asustarlos – un truco que era totalmente ineficaz en él.

Él oró para que los monjes fueran liberados del engaño y


rápidamente lo fueron.
San Pablo VI (1897-
1978)

En 1971, el papa Paul VI


calificó la degradación
medioambiental como
uno de los problemas
más urgentes a los que se enfrenta la humanidad, al menos en
parte vinculando nuestro cuidado de la naturaleza a nuestra
propia salud espiritual. Sus palabras son una advertencia clara
que, por desgracia, están resultando ser proféticas:
“Bruscamente, la persona adquiere conciencia de [que] debido a
una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo
de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”. No
solo terminamos convirtiéndonos en víctimas de un planeta
destruido que ya no puede sostenernos, sino que también hay
una consecuencia para el alma humana en el sentido de que un
entorno que ya no tolera nuestra presencia crea una dificultad
espiritual: ya no estamos en armonía con la Tierra, y la forma en
que tratamos a nuestro medio ambiente es un reflejo de cómo
tratamos a otras personas. Por esta razón Pablo VI identifica el
daño a la naturaleza como una crisis humana urgente que nos
afecta a todos. ¿La solución? El valor de hacer un cambio
radical.

San Pablo VI es el Papa autor de la encíclica Humanae Vitae, la


visionaria encíclica sobre la defensa de la vida y la familia, y
quien llevó a término el Concilio Vaticano II iniciado en 1962 por
San Juan XXIII.

Giovanni Battista Montini nació en Lombardía (Italia) el 26 de


septiembre de 1897 y falleció en Castel Gandolfo el 6 de agosto
de 1978, tras un pontificado de 15 años iniciado en 1963.
El 29 de mayo de 1920, a la edad de 22 años, fue ordenado
sacerdote y enviado a Roma a estudiar en las en la Pontificia
Universidad Gregoriana, en la Universidad de Roma La Sapienza
y a la Academia Pontificia Eclesiástica.

Cuatro años después, fue asignado a la oficina de la Secretaría


de Estado, en donde permaneció por 30 años.

El 1 de noviembre de 1954, a la edad de 57 años, fue nombrado


Arzobispo de Milán y el 15 de diciembre de 1958, San Juan XXIII
lo nombró Cardenal.

En 1963, al morir San Juan XXIII, el entonces Cardenal Montini


fue elegido Papa el 21 de junio de ese año, tomando el nombre
de Pablo VI y diciendo al mundo que continuaría con la labor de
su predecesor.

El 24 de junio de 1967 trató el tema del celibato en una encíclica


y el 24 de julio de 1968 escribió en su última encíclica, Humanae
Vitae, sobre la regulación de la natalidad. Ambos fueron temas
controversiales durante su pontificado.

El santo protagonizó importantes cambios en la Iglesia. Algunos


de naturaleza ecuménica, como su célebre abrazo con el
patriarca Atenágoras en 1964 y el mutuo levantamiento de
excomuniones.

Otros, de índole pastoral, como haber iniciado la era moderna de


los viajes pontificios con visitas a los cinco continentes, así como
a Tierra Santa y la ONU. Además, promulgó en 1969 la reforma
litúrgica.

También, Pablo VI creó cardenales a Karol Wojtyla, en 1967, y a


Joseph Ratzinger, en 1977, quienes serían luego sus sucesores
San Juan Pablo II y Benedicto XVI, respectivamente.

Las encíclicas escritas por el santo son Ecclesiam Suam (6 de


agosto de 1964), Mense Maio (29 de abril de 1965), Mysterium
Fidei (3 de septiembre de 1965), Christi Matri (15 de septiembre
de 1966), Populorum Progressio (26 de marzo de 1967),
Sacerdotalis Caelibatus (24 de junio de 1967), y Humanae Vitae
(25 de julio de 1968).

San Francisco de Asís (1181-1226)

San Francisco era famoso por su


amor a los animales, incluso hasta el
punto de predicar para ellos, pero su
amor se extiende mucho más allá de
ser un amante de los perros, ya que
abraza a toda la creación. Percibió
un fuerte vínculo entre sí mismo y el
medio ambiente, que invitaba a toda
la naturaleza a glorificar a Dios. En su
Cántico de las criaturas, Francisco habla del “hermano Sol”, la
“hermana Luna” y la “madre Tierra”. Sobre el Sol escribe:
“Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente
en el Señor hermano Sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva
significación”.

Su seguidor san Buenaventura dice que Francisco extendió la


hermandad incluso a las criaturas más pequeñas. En todas ve un
reflejo de Dios, lo
cual implica que
cuanta más
fraternidad
encontremos con
la naturaleza,
más conectados
estaremos con el
Creador.

En la ciudad de
Gubbio había un
lobo que
atemorizaba a la
población, ya que
devoraba a
animales y
personas. San
Francisco quiso
ayudar y fue
hasta al lugar donde yacía la bestia.

Cuando el animal se le acercó con la boca abierta, el santo le


hizo la señal de la Cruz y le dijo: “¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te
mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie”.

Entonces el lobo se acercó mansamente y el santo le pidió que


no vuelva a hacer daño a ningún hombre o animal y le prometió
que a cambio los habitantes le darían alimento.

San Francisco le tendió una mano y el animal puso en ella una de


sus patas delanteras a modo de “acuerdo”. Desde entonces el
lobo recorría la ciudad sin hacer daño a nadie. Inclusive su
muerte fue lamentada por el pueblo.
San Francisco también solía predicar a las aves que se reunían a
su alrededor. Llegó a componer un cántico donde agradecía y
alababa a Dios por toda la creación.

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