Números 12 Mujeres Negras
Números 12 Mujeres Negras
Números 12 Mujeres Negras
org
Consejo Latinoamericano de Iglesias Conselho Latinoamericano de Igrejas
Una relectura de Números 12 desde una perspectiva de mujeres negras
Betty Ruth Lozano
Bibiana Peñaranda
Resumen
Presentamos una relectura de Números 12 desde una perspectiva de mujeres
negras. Lo que hacemos es desplazar la atención de Miriam y Aarón, que ha sido
la lectura tradicional del texto, para enfatizar la presencia silenciada de la mujer
cusita, la cual no nos cabe duda es la misma Séfora, esposa de Moisés. Y para
finalizar le damos voz a Séfora, ella misma nos cuenta su propia versión de los
hechos narrados en Números 12.
Abstract
We offer a rereading of Numbers 12 from a perspective of black women. What we
are doing is shifting the attention away from Miriam and Aaron where the
traditional reading of the text has placed it and emphasizing the silenced
presence of the Cushite woman which, no doubt, is actually Zipporah, wife of Moses. And to conclude, we give voice
to Zipporah as she herself tells her own version of the facts recounted in Numbers 12.
Nuestro primer acercamiento al texto de Números 12 lo hicimos desde la expropiación simbólica y real que la
cultura occidental, patriarcal y racista, ha hecho de nuestros cuerpos de mujeres negras. Este texto nos ofreció una
identificación inmediata con una mujer negra, que, según nosotras leíamos, estaba siendo excluida, marginada,
negada por otra mujer y/o por otro pueblo debido al color de su piel. Esta primera lectura pretendió desplazar la
atención de Moisés y Miriam, que ha sido la lectura tradicional del texto, para ubicar a la cusita como centro del
relato.
Como mujeres negras asumimos a la mujer cusita o etíope como la protagonista.
Interpretamos el castigo a Miriam como una opción de Dios por el pueblo negro, esto nos alegró y nos llevo a
ratificar que Dios esta en contra del racismo, es más lo considera un pecado y envía a Miriam una enfermedad
como la lepra, la cual es como un llamado a mirarse, a volverse sobre su piel y a que sienta por siete días lo que
significa ser rechazada, apartada, excluida, tanto por sus hermanos como por el pueblo que camina junto con ella,
quien además debió detener su marcha, retrasarse en su caminar; seguramente también reflexionar sobre el
pecado de Miriam que era también su propio pecado, es decir que se dieron cuenta que el racismo, la exclusión y
la discriminación no hacen parte del plan de Dios para su pueblo. Miriam es obligada a retractarse y a entrar en un
proceso de arrepentimiento. Aquí también hicimos un desplazamiento porque tradicionalmente se ha leído que el
pecado de Miriam es el cuestionamiento al liderazgo de Moisés. Temimos caer en una lectura patriarcal al resaltar
el enfrentamiento entre las dos mujeres, pero como mujeres negras queríamos visibilizar la otra cara del conflicto
presentando el enfrentamiento étnico racial que veíamos dentro del pueblo de Israel.
Releyendo el texto con nuevas informaciones, especialmente las aportadas por Maricel Mena y Peter Nash en el
encuentro anual de Ribla realizado en São Leopoldo, Brasil, en 2004, nos cuestionamos el conflicto racial que en
un principio era tan evidente para nosotras, porque si bien no hay ninguna duda de que la cusita es una mujer
negra resulta absurdo pensar que Miriam pueda ser una mujer blanca, ya que Israel es fruto de la mezcla de
muchos pueblos que estaban bajo el dominio Egipcio. Bueno, si esto es así, ¿cuál es el problema con la cusita
realmente? y ¿por qué si Aaron murmura junto con Miriam, él no es castigado de la misma manera?, ¿será por el
corte machista que tiene la Biblia?, ¿será que nuestra reflexión es errada, será que...?
¿Por qué la mujer cusita es vista como una amenaza por Miriam y Aarón? ¿Qué representa ella en la vida del
pueblo de Israel o en la vida de Moisés? ¿Qué tiene que ver la cusita con el liderazgo que le está siendo
cuestionado a Moisés? Y ¿qué si la cusita y Séfora son la misma mujer?
Partiendo de nuestra experiencia de opresión y exclusión quisimos que la mujer Cusita hablara y esto fue lo que
nos dijo:
Bendito sea Yahvé, el Dios de Sifrá, Fuvá, Agar e Ismael, que libró y sigue liberando a los pueblos de esclavitudes
pasadas y actuales, me dirijo a ustedes hermanas negras de la diáspora, primero reconociéndome como la mujer
cusita, pero también reconociéndome con un nombre propio que me da identidad, soy Séfora, la esposa de Moisés,
sí, esa misma, una de las mujeres que él ayudara a defender de los pastores para que el rebaño de nuestro padre
pudiera tomar agua del pozo, eso fue cuando huía de Egipto. Hago parte del pueblo de Israel desde sus comienzos
o sea cuando empezó a conformarse como pueblo libre en el desierto, fui entregada por mi padre Jetro como
esposa a Moisés, a quien le he sido fiel y le he acompañado en las buenas y en las malas.
Cuando conocí a Moisés él solo sabia de las costumbres egipcias, pues se crió dentro de esta cultura, por eso
puedo decirles con certeza que Moisés aprendió a ver y a reconocer a un Dios cercano, dispuesto a hablarle cara a
cara en nuestra familia. Moisés se integró rápido a nuestro estilo de vida, le gustaba mucho pastorear las ovejas y
acompañar a mi padre en sus ceremonias rituales en honor a Yahvé; mi padre era sacerdote en Madian y Moisés
aprendió mucho de Dios a través de él, eso le ayudo a reconocer al Yo Soy en la zarza ardiendo, pues al calor de
nuestro fogón hablábamos de ese gran Dios que hace prodigios y se manifiesta a quien quiere y donde quiere.
Cuando Dios le ordenó regresar a Egipto, mis hijos y yo le acompañamos, pero cuando las cosas se pusieron muy
difíciles con el Faraón el nos envió junto a mi padre, yo no quería dejarlo pues quería estar con él de cuerpo
presente en esa lucha, pero él insistió y tuve que partir, pero le acompañé con mis oraciones y con la presentación
de sacrificios al Dios liberador que aprendí a adorar en mi familia.
Como esposa de Moisés era su confidente, muchas veces fui su consejera, su refugio en medio de las presiones
que hacía el pueblo cuando no teníamos comida o agua, o carne, se decía que yo ejercía una fuerte influencia
sobre Moisés por eso Miriam y Aarón, se sentían a veces desplazados y se quejaban de que Dios también había
hablado con ellos, lo que pasa es que Moisés a veces tenia dificultad para compartir el poder, tanto que mi padre le
sugirió que escogiera entre el pueblo 60 personas que le ayudaran a impartir justicia ya que él se echaba solo esa
responsabilidad y la gente pasaba largas horas haciendo grandes colas para plantearle sus problemas, en esa
ocasión yo le ayudé a escoger a algunos ancianos del pueblo.
A Miriam tampoco le gustó que Moisés escogiera una mujer extranjera para casarse y formar su familia. Murmuró
contra él y fue castigada. Una enfermedad que le puso la piel blanca, le llenó todo el cuerpo. El pueblo decidió
excluirla de la comunidad por temor al contagio y todo el pueblo se detuvo a esperar que sanara.
Quiero decirles que yo no entré en discusión con Miriam porque Dios le había dejado clara su posición frente a su
pecado, pero si aproveché los siete días en que el pueblo se paró a esperarla para decirles que no soy una
extranjera, que hago parte del pueblo, que con ellos viví y sufrí su liberación y que al unirme en el desierto a ellos
no fue para estar en mejor posición, no, sino para seguir caminando con quienes eran mi familia y con quienes
quería compartir la libertad, y ayudar así como ayudamos a Moisés en el conocimiento de ese Dios generoso
liberador que está al lado de los pobres y excluidos.
No me alegra el castigo a Miriam, triste que una persona tenga que pasar por la experiencia de exclusión y rechazo
para saber que el Dios que profesa no es compatible con esas actitudes. Miriam y Aarón pecaron; primero, al no
discernir entre los estados que son un peligro para el proyecto de Dios (Dt 7,14) y los pueblos para los que
también ese proyecto es una promesa, segundo, al creerse el único pueblo elegido y beneficiario de los propósitos
divinos y, tercero, al rechazar a los extranjeros indiscriminadamente.
Esa situación de rechazo es la que viven hoy cientos de miles de mujeres negras, indígenas, gitanas, dalits, árabes,
que son excluidas, marginadas, rechazadas como personas, a las que se les niegan sus derechos como seres
humanos, también la viven numerosos pueblos que son considerados obstáculos al desarrollo hegemónico que los
países del Norte imponen sobre los del Sur.
Las invito hermanas a que se fortalezcan unas a otras, creyendo y visibilizando al Dios de la vida que estuvo
conmigo y sigue con ustedes, un Dios que es inclusivo, que no acepta bajo ninguna circunstancia el racismo, la
discriminación, la xenofobia. Queridas hermanas, mantengan la esperanza en la construcción del Reino de Dios en
esta tierra, aléjense del consumismo idólatra, cuídense de multiplicar esas estructuras injustas siendo ustedes
mismas excluyentes, luchen, no se queden esperando como el pueblo de Israel al pie del mar, hagan lo que Dios
les dijo que hicieran: avancen (Éxodo 14,15)!
En conclusión, el acercamiento inicial que hicimos al texto, surgido de nuestra espontánea identificación con una
mujer africana la cual asumíamos como víctima, nos cegó para ver otros aspectos en el texto que podían ser más
iluminadores de nuestra condición de oprimidas hoy en día: la contribución de Séfora y su familia etíope a la
religiosidad del pueblo hebreo, el liderazgo de Séfora y de su padre Jetro, la opción de Dios por Séfora. No es
suficiente con acercarse al texto bíblico desde nuestra condición de oprimidas, porque podemos caer en lecturas
fundamentalistas del texto. Es necesaria la exégesis, el análisis del contexto, el conocimiento de la historia.
Confirmamos una vez más, que desplazar la atención de los sujetos obviamente protagónicos, para dar la palabra
al que está silenciado, excluido, al que no tiene voz o lo han callado, permite darle al texto un vuelco completo y
encontrar mensaje de liberación para los que sufren aún en textos considerados muy difíciles. No pretendimos dar
respuesta a todas las preguntas que nos formulamos en un principio, mas bien fueron una provocación que nos
invita y los y las invita a emprender la búsqueda por esas y otras respuestas. Darle voz a Séfora significa una
invitación a que los excluidos no se queden callados, es una invitación para que las mujeres negras nos tomemos
la palabra, no nos victimicemos más sino que nos levantemos a marchar por nuestra propia liberación y la de todos
los oprimidos. Séfora invita a avanzar, a visibilizarse.
Betty Ruth Lozano
Diagonal 22 no. 17 F 16
Barrio Uribe
Cali
Colombia
Bibiana Peñaranda
Carrera 4 D no. 46 – 08
Barrio Salomia
Cali
Colombia
Cusitos/as es la manera como en la Biblia se nombra a los etíopes (Etiopía viene del griego Aithiopia: “quemado
por el sol”). Los hebreos llamaron este país kux (Cus).
El Consejo Latinoamericano de Iglesias es una organización de iglesias y movimientos cristianos fundada en Huampaní, Lima, en noviembre de 1982, creada para
promover la unidad entre los cristianos y cristianas del continente. Son miembros del CLAI más de ciento cincuenta iglesias bautistas, congregacionales,
episcopales, evangélicas unidas, luteranas, moravas, menonitas, metodistas, nazarenas, ortodoxas, pentecostales, presbiterianas, reformadas y valdenses, así como
organismos cristianos especializados en áreas de pastoral juvenil, educación teológica, educación cristiana de veintiún países de América Latina y el Caribe.