Memorias de Un Hijueputa

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Resumen del libro Memorias de un hijueputa de Fernando Vallejo.

Título del resumen: Fusil y verdad.


Fernando Vallejo reapareció en las hojas y en la tinta con un libro que fusila con
más precisión que un arma, fuera de esto su texto se consolidó como uno de los
libros más vendidos de la última versión de la Feria del Libro.
Memorias de un hijueputa es la materialización de la justicia, justicia en medio de la
cual muere el que debe morir, vive el que debe vivir y se condena a quien se debe
condenar.
En este libro el discurso de Vallejo se llena de acción por medio de un dictador que
le da estructura y fin a la historia, muchos de sus críticos afirman que este es su
libro más político, otra característica de este texto es que no tiene ni un tinte de
temor al poner nombres propios y darles el lugar que merecen, el libro condena y
no tiene piedad de decir la verdad.
Tanto ese dictador como Vallejo, que a propósito pueden ser dos personas
totalmente diferentes pero que a veces pareciesen ser el mismo, tienen un tridente
que castiga lo que merece ser castigado
Vallejo es como un diablo dador de la verdad y sintiente del dolor, Colombia lo
atrapa, lo sigue, lo suelta y lo mueve, Colombia es su letra y Colombia es la historia
que lo inunda.
Si todos fuéramos animales, Fernando Vallejo sería una hiena y para comprobarlo
no hay que leer de zoología, hay que leerlo a él.
El texto critica al colombiano como un espectador de todo lo que le pasa, lo que le
daña, lo voltea y lo patea, esto le trae desesperación ¿y cómo no va a suceder? El
silencio nos matara más rápido que la misma violencia.
Los políticos y la iglesia son lo que descabeza primero vallejo, pintándolo como
aquello que nos gobierna, nos ciega, nos tuerce y nos malacostumba, todo esto
sobra porque todo se traduce en hacer el bien porque sí y nada más ¿si esto no nos
gobierna qué lo hará? ¿si esto no nos salva qué lo hará?, el sentido común, la
justicia y la voluntad tienen más poder que la novena más fervorosa.
Vallejo pone en duda todo lo que no se puede ver, el agotamiento de Bolívar, la
resurrección de Cristo, todo lo que no sepa a verdad y todo lo que no tenga un piso
pasa a la sala del descabezamiento.
¡Importancia a lo importante! Grita Vallejo con el megáfono más grande que se
pueda crear, que si Violencia se escribió alguna vez con mayúscula, pero se nombra
suavecito, que si estamos consagrados al Sagrado Corazón de Jesús o si no, que
si las aguas del Mar Rojo fueron separadas o no, entre otros.
Memorias de un hijiueputa es como un libro tipo “100 preguntas y 100 respuestas”,
es la verdad en la sencillez, ejecutar delincuentes en vez de ejecutar leyes, si dos
personas delinquen dos personas pagan, no hacen falta mil tratados ni mil poderes,
porque existe el poder de un Vallejo contundente.
Otro descabezado es el permanecer orando durante horas a lo que daña más no
cura.
Imaginar a Fernando Vallejo es imaginar la desesperación, las mejillas moradas y
las teclas de un computador que no se explican el sinsabor que deja todo lo que
pasa en el país.
Otro descabezado es Dios, o por lo menos la descabezada es la forma en que se
relaciona el ser humano con él, dejando todo en sus manos, hasta lo que no le
corresponde, quitándose las culpas y llenándose de vagancia, no contento con esto
asumiéndolo como suyo, asumiéndolo como un producto, como uno de los juguetes
de Toy story que se marcan debajo de los zapatos escribiendo el nombre de la
persona a la que pertenecen, todo reducido a un vacío grito de ¡que mi Dios se lo
pague! “La suerte del hombre a Dios no le importa” dice textualmente Vallejo en la
página 15 de su libro.
Nos estamos matando por insignificancias, nos estamos matando por petróleo ¿de
qué sirve el petróleo en el Reino de Dios?
El fusilamiento y el descabezamiento es con nombre propio, Gaviria, Pastrana,
Uribe, Santos, Timochenko, Santrich y demás, es motivo de descanso el poner lo
malo y lo bueno en su lugar, en la página 19 Vallejo anuncia que “No hay sociedad
posible sin el castigo al delito” y ahí mismo ordena que “delito cometido aquí se pafa
sin importar el status del delincuente ni el tiempo transcurrido”, la verdad siempre
está, la verdad es inamovible, a las doce de la noche la verdad seguirá siendo ella
aunque se le haya negado todo el día.
Que el que delinque pague con su vida y si no va a pagar con su vida, que pague
su madre o que paguen sus hijos.
Vallejo dice en la página 21 “yo soy la memoria y la conciencia de Colombia” y es
tan incómodo como cierto.
No podemos decir que Vallejo pasó en un momento de su vida de espectador a
poderoso, porque lo cierto es que él nunca fue espectador ¡nunca!
Vallejo llama a su propio texto un libro de memorias y no hay duda de esto.
A Vallejo le basta solo un motivo para fusilar a alguien, la verdad no tiene piedad, o
sino que lo diga Mockus cuando encuentre su nombre mal parqueado en la página
30. Pero, Vallejo es diablo y es Dios a la vez, porque no se limita en defender a
Mockus y sus peculiares costumbres y esta defensa la hace diciendo que cuando él
se baja el pantalón y muestra sus nalgas, el país “aterrado, con todo lo asesino que
es, no le da crédito a sus ojos”.
Vallejo también fusila a un titiritero y a un títere que llevan un año en show (el titiritero
lleva mucho más a decir verdad) y haciendo las cosas como le gusta a Colombia,
escribiré suavecito y no diré sus nombres.
Vallejo anuncia en la página 35 “y aquí me tienen, curando a Colombia de sus
innatas perversiones para bien del mundo” ¿recuerdan que al principio de este
escrito dijimos que Vallejo era una hiena?, pues bien las hienas fusilan y
descabezan pero también curan, limpian y ponen las cosas en su lugar, muy al estilo
El rey león.
Como si quedase tallado en una piedra Vallejo escribe en la página 41 “Y oíme lo
que te voy a decir, Bergoglio, prestá atención. Voy a acabar con tu Iglesia. Primero
la voy a sacar de Colombia. Y después del mundo. Ni vos ni nadie podrá conmigo
porque tengo el arma más poderosa que existe: la verdad.”
Una página después, en la número 42 indica “Y una advertencia: cuídate del Hijo
de Satanás, que viene en camino con su tridente, cuernos y olor a azufre, trayéndole
por fin al mundo la moral que tanto ansiaba: la de los deberes en vez de derechos,
la del amor a los animales y el desengaño en los humanos. Mi moral pues,
Bergoglio, ¡la moral! MI verdad pues, Bergoglio, ¡la verdad!”
La escritura y la lectura de Memorias de un hijueputa es una eficaz forma de educar
un país, cosa que resulta muy difícil, esto en palabras de su propio autor en los
últimos renglones de la página 45, “educar a un país se me hace dificilísimo”.
La página 51 es como la creación de un nuevo género que se podría llamar
ficción/realidad sin peros y sin piedad, pues allí fusila sin piedad a César Gaviria,
Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y a Juan Manuel Santos, “fueron cayendo y de
hijueputas los cuatro pasaron a cadáveres.”
¿Recuerdan que páginas afirmamos el poder de Vallejo? Hasta él tiene claridad
sobre esto llamándose a sí mismo “el gran escritor de Antioquia” y si le pongo
comillas es porque lo dice tal cual la página 85, no porque tenga dudas.
Los fusilados son muchos, van desde los que nombramos dos párrafos atrás,
pasando por otros políticos, los curas, los narcotraficantes, los paracos, los
guerrilleros, los secuestradores, los atracadores, los grafiteros, los raperos, los
médicos y las madres de los médicos, la página 88 dice “la humanidad tiene que
limpiarse de la mugre a diario.”
En la página 173 Vallejo dice “Y para qué quiero opiniones ajenas, si yo tengo
verdades propias. Verdades nuevas que voy desgranando por aquí y por allá una
tras otra.”
Para: “Colombia la miserable”
De: Fernando Vallejo.

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