Comedia Veraneando en Zapallar
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VERANEANDO EN ZAPALLAR
ACTO ÚNICO
ESCENA PRIMERA
Procopio y Robustina.
Procopio: (leyendo un diario). "Se encuentran veraneando en Zapallar el talentoso
abogado don Procopio Rabadilla, su distinguida esposa doña Robustina Jaramillo
y sus encantadoras hijas Amparo, Consuelo y Esperanza. ¡Qué tal el parrafito!
Robustina: Procopio... no me saques de mis casillas. En lugar de agradecerme lo
que hago por prestigiar nuestro nombre por asegurar e! porvenir de nuestras
hijas... por darte brillo.
Procopio: Sí... ya lo tengo en la tela de mis trajes.
Robustina: Intentas burlarte de mí... Procopio vulgar, hombre inútil.
Procopio: Mujer, no me insultes, si no quieres que...
Robustina: Infame. Abogado sin trabajo.
Procopio: (sin hacerle caso.) Veraneando en Zapallar... Afortunadamente no
mentimos, porque este último patio de la casa ostenta unas hermosas matas de
esa sabrosa legumbre.
Robustina: Claro. Muy justo. Muy natural. ¿Qué habrían dicho las amistades si
hubieran sabido que nos quedábamos en Santiago?
Procopio: Eres insoportable mujer, con tus pretensiones ridículas. Tan bien que
estaría yo a estas horas, dándome un paseo por las piscinas.
Robustina: Atisbando a las lolas... a las bañistas. Si te conozco, Procopio. Si sé
que eres un eterno enamorado.
Procopio: Exageras, mujer. Lo que hay es que soy aficionado a la geometría, y a
estudiar en el terreno las rectas, las curvas, los catetos y las hipotenusas...
Robustina: Pues, si quieres estudiar matemática, no tienes más que encerrarte en
tu cuarto.
Procopio: ¡Ay, la suspirada libertad! Y se dice que las mujeres no mandan. Yo no
sé qué mas pretenden las señoras con sus teorías feministas
Robustina: Nosotras somos las mártires del deber
Procopio: Y nosotros los mártires para pagar las cuentas de la modista, de!
lechero v de todo..
i Ah!, esta vida es horrible, desesperante. (En alta voz y paseándose a grandes
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Pedro Lagos #536 haciendo lo imposible’’
pasos). ¡Cómo encontrar consuelo, cómo hallar una esperanza, en dónde buscar
amparo a esta crítica situación...!
ESCENA SEGUNDA
ESCENA TERCERA
Dichos y Luchito.
Procopio: Respiro.
Amparo: San Antonio Bendito ha hecho un milagro.
Esperanza: No. Ha sido San Expedito, santo que hace las cosas ligerito.
Amparo: Yo le hice una manda.
Esperanza: Y yo también.
Amparo: Yo un paquete de velas para su altar.
Esperanza: Y yo otro.
Amparo: Bueno, papito. Danos la plata para comprar las velas.
Procopio: Pero entonces, ¿qué gracia tiene que ustedes hagan la manda?
Amparo: Es que nosotros ponemos la intención, pero tú pones la plata.
Procopio: Lo de siempre: yo soy el eterno pagador. Bueno, niñas. Ya se está
oscureciendo y es conveniente que os dediquéis a hacer vuestras labores. (Se van
Amparo, Consuelo y Esperanza.) (A Luchito): Tú, estudiante reprobado, a repasar
tus libros. A ver cómo sales en marzo. (Se va Luchito) (A su mujer): Tú querida
Robustina, a zurcirme los calcetines. En estos tiempos no se pueden comprar
nuevos. Y yo, me largo a la calle.
Robustina: ¿Eh?
Procopio: Claro mujer. A comprar provisiones para el día de mañana.
Robustina: De veras, me olvidaba. Bueno. Puedes salir pero vuelves luego.
Procopio: ¡Ah, claro! Anda, tráeme el, sombrero y el sobretodo. (Se va Robustina.)
ESCENA CUARTA
Procopio (solo): Al fin. Voy a respirar aire, a estar un rato en libertad, lejos de la
férula de esta reina del hogar. Compraré las provisiones de costumbre, las dejaré
encargadas donde un amigo de confianza en casa de Jerez, en seguida iré a
echar una modesta cana al aire y a beber unas copitas con unos buenos amigos
que están veraneando como yo. Este Jerez es muy diablo. Anoche me facilitó para
los efectos de esta aventura una barba postiza, con la cual podré andar tranquilo,
sin que nadie me reconozca. (La saca del bolsillo y la examina.) Por cierto que no
le he dicho ni una palabra a mi mujer de este disfraz. (Hace aspavientos y habla
mientras oculta la barba en su bolsillo.)
Robustina (entrando y sorprendiéndolo): ¿Qué es eso?... ¿Que estás hablando
solo? ¿Qué significan esos movimientos?
Procopio: Problemas, hija mía. Problemas...
Robustina: ¡Ah!
Procopio: (después de ponerse el sobretodo y el sombrero): Bueno, mujer. Hasta
luego.
Robustina: No tardes ¿eh?... Y mucha discreción.
Procopio: Pierde cuidado. Hasta luego, esposa mía.
Robustina: Válgame Dios Lo que cuesta mantener el prestigio de nuestra posición
social.
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ESCENA QUINTA
Robustina y Amparo.
ESCENA SEXTA
sobran.
Consuelo: (irónicamente): Las ganas.
Robustina: Pero, qué barbaridad. Parece que los sentimientos fraternales
desaparecen al tratarse de estos asuntos.
Esperanza: Es que son muy delicados.
Amparo: Bueno. Basta. Será como ustedes quieran, pero es el hecho que yo seré
la primera en contraer nupcias. Porque lo que eres tú (refiriéndose a Consuelo) no
te fíes de tu cadetito.
Consuelo: ¿Te da envidia?
Amparo: Lástima. Porque suponiendo que te fuera bien hasta la terminación de
sus estudios, -lo que sería un milagro-, cuando ingresara al ejército habría que
pedir permiso para que se pudiera casar contigo. Son muchos trámites. Hay que
gustarle a los padres, a los hermanos, a los tíos, a todos los parientes, y todavía
hay que gustarle al gobierno. Es terrible.
Robustina: Podías aprender de vuestra hermana menor. Tiene más sentido
práctico
Esperanza: Sí, mamá. Yo no deseo jóvenes arrogantes, guapos, o con vistosos
uniformes. Prefiero un señor de edad.
Amparo: ¡Qué horror!
Consuelo: ¡Qué atrocidad!
Esperanza: Un señor de edad pero con dinero, que me dé lujo, que me dé gusto
en todos mis deseos, que me compre joyas, trajes y auto. No desespero
encontrarlo.
Amparo: ¿Pero no te atrae el amor, la juventud, la simpatía que emanan de las
miradas cariñosas, la emoción que experimentamos al ver de improviso al ser
amado?
Esperanza: Sí. Todo eso es muy lindo, muy encantador, muy poético. Pero no se
encuentra fácilmente y, sobre todo, a nuestro alcance. Un novio que sea al mismo
tiempo joven rico e inteligente, y en la imposibilidad de encontrar las cosas al
gusto de una, opto por lo práctico, por un señor de edad que tenga dinero.
Consuelo: Lo que desea ésta (señalando a Esperanza) es quedar viuda, joven y
con plata. Un partido ventajoso, como dicen los hombres.
Robustina: Bueno. Basta de charlas, y a descansar. Está un poco fría la noche, y
no conviene estar al sereno. Fácilmente se puede coger un resfrío.
Consuelo: Está bien mamá, Nos vamos (se van todas a sus habitaciones.)
ESCENA SÉPTIMA
ESCENA OCTAVA
Amparo sola, entrando pensativa.
Amparo: ¿Qué será de Ernesto? La última vez que lo vi, fue a la salida de misa...
(Se oye ruido en el patio de una de las casas vecinas.) (Alarmada): ¿Quién podrá
ser si no hay nadie allí ahora? ¿Habrá entrado algún ladrón?...
ESCENA NOVENA
Amparo y Ernesto.
Ernesto: (asomando arriba del tejado, por la casa vecina): Soy yo, Ernesto.
Amparo: Cielos ¡qué placer! ¿Tú aquí?... Pero ¿a qué se debe esta sorpresa?
¡Qué vergüenza me da al mismo tiempo!
Amor mío, "a Zapallar me dijiste que te ibas", y a Zapallar fui. No estabas.
Entonces dije; "Estará en otro Zapallar... y, efectivamente, aquí te veo.
Ernesto: Pero, ¿cómo...como has sabido?
Ernesto: Por una casualidad. Verás. Rondaba frente a tu casa, imaginándome
verte en los balcones, fresca como una rosa y encantadora como siempre, cuando
con gran asombro mío veo salir sigilosamente a tu hermano Luis; ¡tate! me dije.
Aquí hay gato encerrado. Y como tocó la coincidencia que la casa vecina estaba
desocupada, aquí me tienes.
Amparo: Bueno, Ernesto; pero no vaya a verte alguien en esa postura, con lo cual
nos comprometerías. Voy a abrirte la puerta de calle y conversaremos unos pocos
minutos con más tranquilidad.
Ernesto: (asustado). ¡Ay!
Amparo: ¿Qué es eso?
Ernesto: Que me parece que tiembla...
Amparo: De veras. Por Dios, bájate.
Ernesto: Hasta luego. (Ernesto desaparece tras el tejado).
ESCENA DÉCIMA
ESCENA UNDÉCIMA
Amparo, sola.
ESCENA DUODÉCIMA
Amparo y Ernesto.
ESCENA DECIMOTERCERA
ESCENA DECIMOCUARTA
Dichos y Ernesto.
ESCENA DECIMOQUINTA
Ernesto, solo.
Ernesto: Lo malo es que no traigo arma alguna. (Se registra los bolsillos.) ¿Y si el
bandido lleva puñal?... (Pausa) ¡Ea!... ánimo... resolución. (Dirigiéndose a una
puerta y retrocediendo.) Pero no, no me atrevo... ¡Qué falta me hace mi revólver!
Hay que tener presente que está empeñado... mi amor propio, mi honor de
caballero. Debo, pues, afrontar la situación. ¿Qué hacer? La verdad es que yo, al
salir de casa, no me figuré el lío en que iba a meterse. Pero, por ella,, estoy
dispuesto a iodo. Moriré por ella corrió un paladín de los tiempos heroicos.
(Transición). El escándalo que voy a formar si el ladrón pretende atacarme, va a
ver para contarlo. La verdad es que tengo miedo de penetrar en las habitaciones.
Yo preferiría esperarlo aquí, en el patio. Aquí hay más cancha, más campo para la
lucha... y para huir en caso necesario. Pero no. Huir no. ¿Qué diría mi Amparo?
Debo mostrarme ante sus ojos como un valiente. Venga, pues, corno revólver
improvisado, la llave de mi casa. Con ella apuntaré al bandido, si se atreve a
presentarse.
ESCENA DECIMOSEXTA
Ernesto y Amparo.
Escuela Patronato San Antonio ‘‘Comienza haciendo lo necesario, luego
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ESCENA DECIMOSÉPTIMA
Dichos y Robustina.
ESCENA DECIMOCTAVA
ESCENA DECIMONOVENA
ESCENA VIGÉSIMA