Centurion Romano
Centurion Romano
Centurion Romano
FE (B.6.4.8)
REFERENCIA BÍBLICA: Lucas 7:1-10
VERSÍCULO CLAVE: " 'Solamente da la orden, para que sane mi criado'… Jesús
se quedó admirado al oír esto" (Lucas 7: 7 y 9ª, Dios
Habla Hoy).
CONCEPTO CLAVE: Jesús espera que tenga suficiente confianza para acudir a
Él con mis necesidades espirituales, físicas y emocionales.
APLICACIÓN: Explíqueles que la acción de orar por otra persona se llama intercesión.
La persona que ora es un intercesor. Hoy día nosotros también podemos ser
intercesores así como fue el centurión en la historia que vimos. Él oró por una
persona que conocía y amaba. Pregúnteles si ellos quieren interceder en oración por
una persona que conocen y aman y que necesita de sus oraciones. Diga que no
necesariamente esas personas tienen que estar enfermas o algo así. Ellos pueden
interceder por sus padres, hermanos, amigos, vecinos. Para la próxima semana ellos
escribirán en su Libreta de Investigaciones el nombre de la persona o personas por
las cuales quieren interceder en oración. Sus necesidades y los días que se
comprometen a orar.
ORACIÓN: Aproveche estos momentos para orar, si hay algunos niños que ya tienen
nombres de personas por las cuales quieren interceder, ore por ellos. Si hay niños que
quieren orar, permítales hacerlo. Termine dando gracias por Jesucristo y porque
podemos acudir a Él con nuestras necesidades y las necesidades de nuestros amigos
y hermanos.
Pida a una niña operar la máquina de tiempo. Después de los sonidos fuertes
y la vibración, sale un soldado romano con un bastón en su mano y marchando: "UN,
DOS, TRES, CUATRO. UN, DOS, TRES, CUATRO. ¡ ALTO! Presenten armas: ¡YA!
Descansen. ¡YA!" De repente da la vuelta para ver a sus soldados y no ve a nadie.
Sorprendido exclama:
Centurión: ¡Oh, oh! ¿Dónde estoy? ¿Dónde están mis soldados? Soy responsable
por ellos.
Centurión: ¡Debe de funcionar bien! Estoy seguro que es muy placentero vivir en
el futuro con ustedes, pero yo tengo una comisión del César, el
Emperador Romano.
Centurión: ¡Un capitán! ¿No pueden ver que llevo este bastón de madera de viña de
uva? Este significa que soy un Centurión. Tengo bajo mi cuidado 100
soldados. Soy uno de los 60 centuriones en una legión del ejército
romano. Oh, sea, en cada legión romana hay 6.000 soldados.
Pregunta #4: Bueno, si usted está en Galilea, tal vez conoce a alguien de allí a quien
nosotros seguimos: Él es Jesús de Nazaret. ¿Lo conoce?
Pregunta #5: Señor, párese por favor. Nosotros, también, somos sus seguidores.
Todos somos iguales.
Pregunta #6: Sí, lo hemos hecho, hermano Centurión, aunque no hemos visto
a Jesús como usted. ¿Cómo está? Descríbalo. ¿Cómo se ve?
Centurión: ¡ Oh!, ¡Yo nunca lo he visto! Pues, tampoco he visto a César, pero sé
bien quién es. Le he entregado mi servicio y voy a cumplir durante mi
carrera, aún si cuesta mi vida. Con Jesús, es igual, sino mi entrega a él
no es nada más que unos cuantos años. Él es mi comandante eterno.
Estoy a su servicio como soldado perpetuo.
Pregunta #7: ¿En su servicio ha hecho usted algo grande para Jesús alguna vez?
Centurión: Mejor dicho, ¡él ha hecho algo grande para mí! Desde el principio
cuando llegué a esta tierra que tiene tradición de estar en contacto con
el Dios viviente, empecé a conocer a los grandes líderes religiosos
judíos.
Centurión: No, no. Les invité a mi casa en Capernaúm para instruirme. Ellos me
leyeron de sus libros sagrados en hebreo. Yo solo puedo leer el
latín. Cada pregunta que tenía yo, ellos me contestaban leyendo los que
dice el Dios de Israel. Yo creí en Él.
Pregunta #9: Entonces, ¿les acompañaba usted a su templo o a sus sinagogas para
rendir culto al verdadero Dios?
Centurión:: ¿No saben nada, niños? ¡Por supuesto no pude acompañarlos! ¡Soy un
romano! Ellos tienen leyes que dicen que solamente los hombres judíos
pueden entrar en culto en la presencia del Dios del universo. Pero,
aunque sabía que yo no podría estar presente, no había ley que dijera
que no podría construirles una sinagoga--como una iglesia local para
los creyentes judíos. Con tan gran gozo, les edifiqué a ellos su sinagoga.
De lejos yo podía verlos entrar cada sábado para dar culto a Dios y
escuchar el mensaje de las Escrituras. Durante la semana venían para
instruirme a mí. ¡Qué privilegio! Fue una de estas veces cuando
entendí que estuvieron esperando la llegada de su Mesías, el Hijo de
Dios, su Salvador. Y comprendí que cuando venga, no sería para salvar
Centurión: Yo ya les había dicho: ¡no conocí a Jesús! Yo tenía mis responsabilidades.
No pude salir, dejando a mis soldados para verlo. Primero algunos de
mis amigos judíos me trajeron noticias que Juan el Bautista estuvo
preparando a la gente, insistiendo que se arrepintiera para estar
preparados para recibir a Cristo cuando se presentara. Entonces,
inmediatamente yo me arrepentí de todos mis pecados. Y estuve a la
expectativa de que pronto vendría el Cristo. No tuve que esperar
mucho. Pronto los mismos judíos me aseguraron que Juan el Bautista
ya había anunciado a todos quién era el Mesías: su primo, Jesús. Esto
fue suficiente para mí. A base de su Palabra, yo le acepté como mi
propio Salvador.
Pregunta #11: Pero, ¿no vio usted a Jesús cuando fue a Capernaúm?
Centurión:: Solo una vez. Nunca olvidaré ese día. Sucedió que por varios días no
habíamos dormido, luchando para salvar la vida de mi fiel siervo.
Entonces se presentaron mis amigos judíos, los ancianos de la
sinagoga, para anunciarme las nuevas que Jesús había llegado a
Capernaúm. Yo no estuve acostumbrado a pensar que podría
acercarme a Él, el Hijo de Dios. Era nada menos que el Mesías que
habían estado esperando los judíos por tantos siglos. Yo no tenía
derecho a acercarme a él ¡menos pedirle un favor! Pero, rogué a mis
amigos judíos si ellos podrían buscarle y pedirle que sanara a mi buen
siervo.
Centurión: Oh, ¡sí, por supuesto! Yo vi la multitud en camino desde mi casa. Pero
¿Cómo podría aceptar que él rompiera sus leyes religiosas y que viniera
a mi pobre casa llena de personas no judías, personas paganas como yo?
¡No, no, no! ¡No podía permitirle eso! Él es el puro, sin pecado. No quise
que ensuciara sus manos viniendo para estar en contacto con nosotros.
Pregunta #15: Y ¿qué hizo el Señor cuando recibió este comité de parte suya?
Centurión:: Oh, niños, es el tesoro más grande que en mi vida he recibido. Cristo
me aprobó--¡frente de todos! Mis amigos me dijeron después que se
quedó admirado al oír eso y que les dijo: "Les aseguro que ni siquiera
en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre".
Centurión:: Antes de que regresaran mis amigos, yo sabía que el Señor me había
oído. Les recibí con una gran sonrisa: mi querido siervo había sido
sanado en un momento. ¡Recibimos un milagro! ¡Un milagro en
mi casa!
Pregunta #17: Entonces, está usted convencido que uno no necesariamente tiene que
ver a Jesús para que él actúe en su propia vida.