Los Origenes Del Socialismo. Del Sociali PDF
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UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN...................................................................................................... 1
VII. CONCLUSIÓN....................................................................................................... 19
VIII. BIBLIOGRAFÍA................................................................................................... 20
1
I. INTRODUCCIÓN
2
que coincidían en la hostilidad contra el orden individualista que prevalecía en lo económico, y con-
tra el predominio concedido a las cuestiones políticas sobre las sociales y económicas en las opinio-
nes y actitudes contemporáneas acerca de las relaciones humanas y de la ordenación justa de los
asuntos públicos4.
Los grupos, a los que originalmente se les denominó como socialistas, fueron principalmen-
te tres: en Francia fueron los saint-simonianos y los fourieristas, y en Gran Bretaña los owenianos,
quienes en 1841 adoptaron oficialmente el nombre de socialistas. Dedicaremos un apartado en el
presente trabajo para tratar estos grupos mencionados y las doctrinas que proponen, pero como pre-
facio dispararemos algunas cuestiones previas acerca de sus ideales.
En primer lugar, los tres grupos consideraban la cuestión social como la más importante de
todas y que la labor de los hombres era promover la felicidad y el bienestar general. Los tres consi-
deraban esta labor completamente incompatible con la continuación de cualquier orden social que
se basara en una lucha de competencia entre los hombres por obtener los medios de vida. También,
los tres desconfiaban de la política y de los políticos principalmente. Según sus conceptos, la direc-
ción de los asuntos sociales deberían ejercerla los productores, invalidando de este modo, las formas
tradicionales de gobierno y de organización política existentes.
Aunque dentro de esta coincidencia de propuestas se hallaban diferencias considerables a la
hora de llevar a la práctica sus proposiciones. Los fourieristas y los owenianos eran creadores de co-
munidades. Éstos se propusieron invalidar las sociedades antiguas e implantar una red de comunida-
des locales fundadas sobre una base social. Los saint-simonianos, por su parte, creían en la eficacia
de una organización y una planificación científica a gran escala, y aspiraban a transformar los Esta-
dos nacionales en grandes corporaciones productoras dominadas por hombres de ciencia y de gran
capacidad técnica. Los owenianos y los fourieristas evitaban la actividad política, mientras que en
un sentido opuesto los saint-simonianos tendían a apoderarse de los Estados y gobiernos, con la fi-
nalidad de transformarlos de manera conveniente a sus propósitos.
Como se observa, había grandes diferencias, pero residía un elemento común en estas doctri-
nas que bastaba para darles en el lenguaje popular el mismo nombre. Las tres eran enemigas del in-
dividualismo, del sistema económico de la competencia y de la idea de que una ley económica natu-
ral por sí misma produciría el bien general. Por consiguiente, socialismo, tal como la palabra se em-
pleó en un principio, significaba la ordenación colectiva de los asuntos humanos sobre una base de
cooperación, con la felicidad y el bienestar de todos como fin, y haciendo resaltar la producción y la
distribución de la riqueza y la intensificación de los influjos socializantes en la educación de los ciu-
dadanos a lo largo de toda su vida mediante formas cooperativas de conducta, en contra de la com-
petencia, y mediante actitudes y creencias sociales5.
El socialismo, en sus primeros tiempos, no podría entenderse como una doctrina de luchas
de clases entre el capital y el trabajo. Habrá que esperar hasta Marx para encontrar un reforzamiento
de esta doctrina, aunque en las décadas de 1820 y 1830, hubo exponentes de la lucha de clases,
quienés adoptando un carácter radical, volvieron la vista atrás buscando inspiración en Babeuf y en
la Conspiración de los Iguales.
4. COLE, Historia del pensamiento socialista. Vol. I, los precursores: 1789-1850, p. 10.
5. Ibid. p. 12.
3
Al poner fin al tratamiento del socialismo utópico, comenzaré por definir las principales
ideas y obras de Marx y Engels, en su primera etapa y todo enmarcado en los primeros prologome-
nos del Marxismo como ideología social.
6. MACKENZIE, Norman, Breve historia del socialismo, Barcelona, Labor, 1973, p. 11.
7. LICHTHEIM, George, Breve historia del socialismo, Madrid, Alianza Editorial, 1979, p. 13.
8. Término con el que se denomina a las ciudades estado de la antigua Grecia.
9. BEER, Max, Historia general del socialismo y de las luchas sociales, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1973, p. 21.
10. Ibid. p. 24.
4
también una población de hombres no libres que constituían los verdaderos medios de producción y
que pertenecían al Estado en calidad de propiedad común.
Con respecto a Atenas es primordial tratar en este apartado el conflicto social o como es de-
nominado comúnmente como stasis11, la cual aconteció durante los siglos VII y VI a.C., en esta
misma polis. El germen de este conflicto social viene dado como consecuencia de las acciones de
un régimen político, anclado en esta polis, que se regía sobre la base de un poder oligárquico, el
cual actuaba conforme a su ideología. Esta clase oligárquica, por medio de la usura, consiguió ex-
propiar tierras a los campesinos poco a poco, lo que llevó a éstos últimos a caer en la servidumbre
por deudas y como derivación de lo anterior, el estallido de una crisis agraria. Por consiguiente, esta
circunstancia política y social provocó el descontento de las clases inferiores, lo que acabó desem-
bocando en un estallido social.
Es en este contexto en el cual emerge la figura del legislador Solón de Atenas, quién bajo
una amenaza de sublevación popular, la nobleza le encargó que adoptara las medidas legales nece-
sarias para establecer la paz entre la nobleza y el pueblo. Solón procedió a una reforma económica y
política en la cual suprimió todas las hipotecas que pesaban sobre la tierra y prohibió la esclavitud
por deudas. La constitución política se torno de una oligarquía a una timocracia en la que la base del
poder residía en el poder adquisitivo que poseyera cada ciudadano.
Caso similar es el que acontece en Roma, durante el período de la República, entre los siglos
VI y I a.C. En esta ciudad nos hallamos con dos capas sociales opuestas enfrentadas entre sí: los
patricios y los plebeyos. Los patricios eran campesinos acaudalados que ocupaban todas las magis-
traturas y se constituyeron progresivamente en una clase dominante. En el lado opuesto, los plebe-
yos, aldeanos humildes, estaban excluidos del poder político. En este caso no hay una disputa por
lograr una igualdad social, ya que estos plebeyos eran libres y gozaban de los derechos cívicos co-
mo ciudadanos romanos que eran. Estamos ante una reivindicación concerniente a la participación
política, la cual estaba monopolizada por los patricios y que se zanjará a favor de los plebeyos me-
diante una serie de concesiones de forma gradual que se traducirán en unas legislaciones que permi-
tirán a los plebeyos acceder al poder político.
En el plano intelectual, se observan propuestas a las que se les puede atribuir el calificativo
de “utópicas”. Entre estas utopías sociales es en donde situamos a la obra La República de Platón,
considerada como una construcción poética, aristocrática y comunitaria 12, en la que los productores
no asumían un control político y se conservaba la esclavitud, pero en la que los nobles, los guerre-
ros y los filósofos vivían comunitariamente. Platón concebía, según Max Beer, la instauración de un
comunismo integral en un Estado ideal en el que habrían de ser comunes tanto las mujeres como los
hombres, lo mismo que toda la educación y toda la actividad en general, tanto en tiempo de guerra
como en tiempo de paz13.
Con la aparición del cristianismo se introducen en la historia nuevos conceptos y se presenta
a la humanidad nuevas afirmaciones como la igualdad de los hombres, la liberación de los esclavos,
la justicia en la propiedad o la eliminación de ésta. Se podría afirmar que éstos fueron los principios
fundamentales interpretados en los Evangelios por los primeros cristianos. Incluso, estos “primeri-
zos” que adoptaron la fe cristiana, muchos de ellos, se organizaron en micro-comunidades con la fi-
11. Guerras y luchas civiles dentro del marco político-social de las poleis griegas.
12. MARIO BRAVO, Hisroria del socialismo, 1789-1848: el pensamiento socialista antes de marx, p. 43.
13. BEER, Historia general del socialismo y de las luchas sociales, p. 35.
5
nalidad de dar una expresión concreta a los postulados citados con anterioridad. Algunos supuestos
del cristianismo incidieron decisivamente sobre la futura interpretación de éste como movimiento
igualitario incluso en lo económico, aludiendo a aspectos como el de la caridad, la limosna y la re-
pulsa a una sociedad timocrática, y a favor de una en la que el protagonismo lo asumieran los
pobres.
Es de destacar, con alusión a las organizaciones comunales de los cristianos primitivos, su
evolución, en la Alta y Baja Edad Media, en formas comunitarias más avanzadas cuyo reflejo lo
contemplamos en las órdenes monásticas o bien manifestadas en algunas creencias y supersticiones
de carácter colectivo.
También perteneciente al marco histórico medieval y retomando la cuestión de los conflictos
y movimientos sociales, es menester hacer referencia a una serie de levantamientos de carácter cam-
pesino que tuvieron lugar en la Inglaterra del siglo XIV. Se tratan de movimientos que reflejan el
descontento de los campesinos ingleses y que en ciertas ocasiones concluyó en una revuelta. Los
campesinos, cada vez más separados de la tierra y faltos de todo derecho social, aspiraban a que se
restableciese la antigua igualdad de los cristianos y que se suprimiese el esplendor del catolicismo
de esta época. Algunos colectivos que fueron partícipes de este movimiento incluso llegaron a plan-
tear la desaparición de los privilegios y la repartición de toda la prosperidad. Dentro de esta serie de
movimientos, concretamente en la revuelta campesina de 1381, destacó la figura de John Ball, sa-
cerdote inglés y principal instigador de la revuelta, quién predicó la hermandad de todos los hom-
bres, creados iguales por la naturaleza y privados de sus derechos por los señores, los jueces y los
juristas14.
En los comienzos de la Edad Moderna, concretamente en el año 1516, presenciamos la pu-
blicación de Utopía, obra publicada por Tomás Moro, y la cual es considerada como la mayor de las
fantasias sociales. El objetivo de la obra es describir la Inglaterra de principios del siglo XVI, cuan-
do el derrumbamiento de la estática economía medieval derribó en problemas nuevos y sin prece-
dentes, con especial daño a los campesinos. Moro cuenta la historia de la isla de Utopía, que contra-
pone a la situación de Inglaterra, país en el que la propiedad privada y la exclusión de la mayoría de
los ciudadanos de los bienes materiales en beneficio de la minoría, constituyen la raíz de sus males.
Opuesta a la situación de Inglaterra tenemos la isla de Utopía, cuyos ciudadanos entregan al
fondo común los productos de su trabajo y sacan del almacén todo lo que necesitan, y en donde re-
side la paz y la seguridad. Presenta un sistema, que el autor Norman Mackenzie denomina como co-
munista15, en el cual los hombres no tienen ni deseo ni necesidad de acumular riquezas personales
para procurarse comodidades y por consiguiente verse libres de la opresión que implica lo anterior.
La población de Utopía era consciente de que la lucha por la riqueza era la raíz de la ambición, de
las contiendas civiles, de las guerras y de la decadencia de las naciones.
El concepto que se nos presenta en la obra no fue una idea inédita en los tiempos que fue pu-
blicada la obra. Ya comentamos con anterioridad la obra clásica La República de Platón, en la que
se describe a una sociedad idealizada, y que sin duda influye decisivamente en la sociedad que nos
presenta Tomás Moro. Sus obra ha sobrevivido hasta nuestros días como un reflejo de la vida que
los hombres no sólo podrían, sino que también deberían vivir.
14. Sobre este aspecto vease FOURQUIN, Gay, Los movimientos populares de la Edad Media, Madrid, Castellote Editor,
1973.
15. MACKENZIE, Breve historia del socialismo, Barcelona, p. 20.
6
Y por último, para finalizar este apartado, hay que mencionar el movimiento de los levellers
o niveladores surgido durante el transcurso de la Revolución Inglesa en el siglo XVII. Los levellers
eran un grupo de reformistas que había surgido en el seno del ejército del Parlamento durante la
Guerra Civil inglesa y que propugnaba la igualdad entre todos los hombres ante la ley. Esta agrupa-
ción es considerada, en las fuentes tradicionales, como un movimiento radical que concentró sus es-
fuerzos en las reformas políticas con el propósito de combatir los privilegios, ostentados por una
minoría, y proclamar la tierra como patrimonio natural de todos los hombres.
Este ideario fue expresado también por una pequeña congregación conocida como los di-
ggers o cavadores. Éstos tuvieron como guía político a Gerard Winstanley. A diferencia de los leve-
llers, los diggers tenían poca certidumbre en la eficacia de la acción política y sus ideas acerca de la
sociedad que deseaban establecer en Inglaterra eran mucho más precisas. Aunque no obtuvieron un
éxito político inmediato, estuvieron en condiciones de influir en algunos sectores populares. Sus ar-
gumentos se basaban en la repulsa de la propiedad privada de la tierra, en el gobierno fundado en
los principios del derecho natural y en la liberación del pueblo de todos los gravámenes y vínculos,
a los que siempre había estado sujeto. Una rápida persecución impidió que el movimiento se afirma-
se y extendiera.
Winstanley, posteriormente, se hizo escritor y elaboró una doctrina en la que dicta que la
sociedad está dividida en clases antagónicas, las contiendas políticas son un reflejo de los intereses
sociales, y el trabajo cooperativo y la propiedad colectiva deberán reemplazar a la mano de obra
asalariada y a la propiedad privada. El experimento de Winstanley fracasó, pero no obstante y de
forma indirecta está ligado al moderno movimiento socialista.
En el anterior apartado hemos tratado las primeras manifestaciones de lo que se podría cata-
logar como un socialismo primitivo, unas ciertas manifestaciones de reivindicación social, pero que
en la mayoría de ellas carecían de una ideología y organización clara en la que poder sustentarse.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII, yuxtapuesto a la Revolución Francesa, surge una teo-
ría política denominada como “babouvismo” que tenía como a su principal ideólogo y estandarte a
François Babeuf.
Con total seguridad, Babeuf marca la línea divisoria entre el socialismo primitivo y el socia-
lismo moderno. Aunque podemos citar a algunos autores franceses a los que se les puede asociar
legítimamente con la tradición socialista como Mably y Morell 16. Ambos autores, considerados co-
mo precursores del socialismo utópico, defendían un comunismo integral y tuvieron, sin duda, una
notable influencia en Babeuf. No del mismo modo podríamos considerar a Rousseau, aunque sus
ataques contra la propiedad, su denuncia de la corrupción de la sociedad y su reivindicación sobre la
igualdad, dejaron su impronta en jacobinos como Marat y Robespierre17.
Estos autores fueron pensadores que se hallaban en la periferia de un inmenso movimiento
intelectual con un gran contenido democrático y liberal, pero sin nada específicamente socialista en
7
sus ideas esenciales, sólo en su creencia en la felicidad humana como posible objetivo que habría de
ser alcanzado por el progreso continuado de la Ilustración.
La figura de Babeuf surge en el marco contextual histórico de la Revolución Francesa, la
cual constituye el acontecimiento decisivo que sirve como preludio a toda una serie de movimientos
sociales y políticos que se desarrollarán en el siglo XIX. Reconocidos autores de corriente anarquis-
ta como Kropotkin dedicaron un gran estudio a la Revolución. Kropotkin consideraba que del con-
junto de ideas que brotaron espontáneamente en los años revolucionarios, surgieron las ideas comu-
nitarias, anarquistas y socialistas vigentes en su época18.
En la historia de las ideas socialistas, Gracchus Babeuf, es, ante todo, un precursor. Pasará a
convertirse en una figura legendaria para todos los revolucionarios posteriores. Se le atribuyó el mé-
rito de haber comprendido y expresado con radicalidad que la revolución política debía pasar a ser
una revolución económica y social, objetivo que se consiguió fundamentalmente a través de las
conspiraciones de grupos radicales19.
Como teórico y revolucionario práctico, Babeuf participó activamente en la Revolución
Francesa, formando parte de sus corrientes más radicales y representando a los sectores más empo-
brecidos de París20. Durante la Revolución, toda su actividad política constituyo un intento de llevar
a la práctica el concepto de igualdad que propugnaba la Revolución d 1789.
Tras estar varias veces en prisión, Babeuf intentó organizar en París una conspiración clan-
destina contra el Directorio, entre los años 1796 y 1797. Esta organización revolucionaria y conspi-
rativa recibió el apelativo de la “Conspiración de los iguales”. Fue la tensión de la guerra, el exceso
de sufrimientos y la derrota y decapitación del partido jacobino lo que se halló detrás de la aparición
comunista de Babeuf y de su grupo, al que Marx consideró como el “primer partido comunista” 21.
Correspondió a Babeuf y a su grupo presentar, después de la fuerte reacción contra la Revo-
lución que se produjo bajo el Directorio, un plan casi completo de comunismo proletario, el cual
puede considerarse como el precursor no sólo de las doctrinas socialistas posteriores de propiedad y
explotación colectiva de los medios de producción, sino también de la idea de la dictadura del pro-
letariado como manera de someter a las demás clases sociales y de derrotar los intentos de contra-
rrevolución22.
La “Conspiración de lo iguales”, a pesar de su carácter esencialmente nuevo como primer
movimiento socialista del pueblo23, había poco en él que fuese nuevo en las aspiraciones sociales de
los conspiradores. Estaban reproduciendo y aplicando a la situación social doctrinas de comunismo
y de igualdad social que habían aprendido de Mably y de otros filósofos del siglo XVIII. Lo origi-
nal era la transformación de estas ideas utópicas en una forma de movimiento social que aspiraba al
cambio inmediato de toda la sociedad existente y de sus instituciones, tanto económicas como polí-
ticas.
18. GARCÍA MORIYON, Felix, Del socialismo utópico al anarquismo, Madrid, Cincel, 1990, p. 35.
19. Ibid. p. 36.
20. KOHAN, Néstor, Introducción al pensamiento socialista. El socialismo como ética revolucionaria y teoría de la re-
belión, Bogotá, Ocean Sur, 2007, p.44.
21. RICCI, Francesco, "Francia, 1789-1797 ¿Cómo nació el primer partido comunista de la historia?", Revista Marxismo
Vivo, 1 (2010), p. 248.
22. COLE, Historia del pensamiento socialista. Vol. I, los precursores: 1789-1850, p. 25.
23. Ibid. p. 25
8
El movimiento consiguió apoyos en las grandes ciudades y especialmente en París, en donde
tuvo partidarios debido a la situación de carestía y de falta de trabajo que siguió a la Revolución y a
la resistencia de los campesinos emancipados para abastecer de lo necesario a las ciudades. Fue una
conspiración cuya intención era atraerse a los numerosos elementos urbanos descontentos principal-
mente a causa del hambre.
Babeuf y sus partidarios se propusieron establecer una dictadura temporal, apoyada en los
obreros de París. Proponían la expropiación inmediata de toda propiedad que perteneciese a las cor-
poraciones, y al mismo tiempo la abolición de todos los derechos de herencia, de tal modo que la
propiedad que todavía quedase en manos privadas pasaría en el transcurso de una generación a pro-
piedad comunal. Francia habría de dividirse en nuevos distritos administrativos, en los cuales la
propiedad que pasase a ser pública sería administrada por funcionarios de elección popular. El tra-
bajo sería obligatorio para todos y sólo las personas ocupadas en un trabajo útil tendrían derecho al
voto. La enseñanza se pondría al alcance de todos y estaría dirigida a instruir al pueblo en los prin-
cipios de la nueva sociedad basada en la propiedad común24. Todas estas ideas quedaron reflejadas
en el Manifiesto de los iguales.
El plan de Babeuf fue finalmente descubierto y el movimiento desarticulado gracias a las la-
bores del infiltrado Georges Grisel25. Bounarroti, Maréchal, Babeuf, Darthé y toda la cúpula conspi-
rativa fueron detenidos el 10 de mayo de 179626. Los principales conspiradores, Babeuf y Darthé,
fueron ejecutados. Sin embargo, muchos quedaron libres cuando el peligro había pasado, y a algu-
nos como Maréchal, autor del Manifiesto de los iguales, y Bounarroti, no se les llegó a ejecutar y
únicamente fueron deportados.
Para finalizar este apartado, podemos concluir que la importancia de la Conspiración de los
iguales estriba en que es un levantamiento que se anticipa a movimientos posteriores que se produ-
jeron después de que la Revolución Francesa perdiera su fuerza, y que fueron consecuencia princi-
palmente de desarrollos posteriores del capitalismo y de los nuevos derechos de la burguesía. En
conclusión, el babouvismo fue esencialmente un producto de la decepción revolucionaria27.
9
volución de 1830, presentando diversas identidades. Pero la clave del socialismo, que se está tra-
tando en el presente trabajo, reside en la tendencia igualitarista y su relación con los otros dos gran-
des distintivos manifestados en la Revolución Francesa, la libertad y la fraternidad28.
Con respecto al concepto de utopía, y del cual se han mostrado algunos aspectos en anterio-
res apartados relacionados con ideas surgidas en el pasado, hay que mencionar que es un término de
origen griego, cuyo significado hace referencia al “lugar que no existe”. La utopía se define como
una crítica de lo real, como una producción intelectual que al expresarse niega, en ese mismo acto, y
en este caso desde el punto de vista social, la sociedad que es, es decir, la negación de un mundo in-
satisfactorio, injusto y oprimido, y al mismo tiempo se presentaría como una imagen poblada de ar-
quetipos de una sociedad antagónica de la existente 29. En consecuencia, la utopía se ofrece como un
elemento liberador e incitador hacia el cambio social.
En el caso que nos atañe, el concepto de “socialismo utópico”, es preceptivo mencionar que
fue acuñado por Friedrich Engels en su obra Del socialismo utópico al socialismo científico, con la
finalidad de distinguir la cualidad moral de la primera generación de socialistas en contraposición a
la cualidad científica que el propio Engels concedía a la teoría y a los estudios que realizaban él y
Marx.
En su obra, Engels cataloga a Saint-Simon, Fourier y Owen como los tres grandes utopistas.
Para Engels, un rasgo común en los tres es el de no actuar como representantes de los intereses del
proletariado, el cual había surgido como un producto de la misma historia 30. Al igual que los ilustra-
dos franceses, los utópicos no se proponían emancipar primeramente a una clase determinada, sino
a toda la humanidad de golpe31.
Pero la propuesta de Engels, tal como está planteada, es considerada también como desafor-
tunada debido a que no se puede sopesar un socialismo sin utopía, como demuestra la propia obra
de los fundadores del materialismo histórico32, y porque en nuestro tiempo, parte de las viejas pro-
puestas de los socialistas utópicos han renacido como alternativas33.
Como ya se citó en la introducción de este trabajo, Saint-Simon, Fourier y Owen son los tres
grandes representantes de esta generación socialista considerada por Engels como “utópica”, y con
respecto a ellos y sus planteamientos vamos a centrarnos en las venideras páginas. Cada uno de
ellos presenta su propia singularidad, pero en común reside la idea de considerar el progreso como
un avance lineal. La preocupación central de estos utópicos no estaba en los medios que había que
utilizar para alcanzar su concepción de sociedad futura, sino en describir su forma de organización,
dando por supuesto que ineludiblemente este modelo de sociedad llegaría en un plazo de tiempo no
muy largo.
28. CABO, Isabel de, Los socialistas utópicos, Barcelona, Ariel, 1987, p. 12.
29. Ibid. p. 7.
30. ENGELS, Friedrich, Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, Ricardo Aguilera, 1968, p. 58.
31. Ibid. p. 58.
32. Término acuñado por Georgi Plejánov, que alude al marco conceptual identificado por Karl Marx y usado original-
mente por él y Friedrich Engels para comprender la historia humana.
33. CABO, Los socialistas utópicos, p. 17.
10
2. SAINT-SIMON
11
organizada con el propósito de garantizar el bienestar de los pobres, pero desconfía profundamente
del “gobierno popular”, que supone el gobierno de la ignorancia sobre el saber36. Quería sobretodo
que gobernase el saber e insistía en que los guías naturales de los trabajadores pobres eran los in-
dustriales.
En la doctrina de Saint-Simon no entran las nociones del derecho o libertades del individuo.
Siente reverencia por el orden como condición necesaria para una organización social científica, y
está mucho menos interesado en hacer a los hombres felices que en que trabajen bien. Tenía la con-
vicción de que quizás esto les haría felices, pero la creación más bien que la felicidad era su princi-
pal objetivo. De este modo, Saint-Simon se propone unir las clases industriales en contra de los
ociosos, y especialmente contra las “dos noblezas” de Francia: la antigua nobleza y la nueva creada
por Napoleón, las cuales bajo la Restauración constituyeron una fuerza antisocial unida37.
En su doctrina, las artes y las ciencias morales desempeñan también una función esencial, ya
que percibió que el desarrollo social no era la única necesidad humana. Los industriales dirigirían
las finanzas, y serían los que dirían la última palabra para decidir lo que debería hacerse, pero serían
aconsejados por los sabios y los artistas, que habrían de colaborar para dar a la sociedad una direc-
ción clara. En este ámbito, Saint-Simon dio una gran importancia a la educación la cual debía ser
dirigida únicamente por los sabios y debía basarse en una enseñanza primaria universal destinada a
inculcar en todo el pueblo un verdadero sistema de valores sociales, de acuerdo con los progresos
de la Ilustración. La sociedad, para funcionar adecuadamente, necesitaba una base común de valo-
res, y a la ciencia moral le correspondía formularlos en un código de educación y de conducta mo-
ral38.
La fase final de los escritos de Saint-Simon está representada en su última obra, el Nuevo
Cristianismo, de la que sólo escribió el principio. En esta postrera obra presenta una nueva cristian-
dad que había de estar formada por una Iglesia que dirigiese la educación y que estableciese un có-
digo de conducta y creencia social sobre la base de una fe viva en Dios como legislador supremo
del universo. Habría de haber una religión nueva, sin teología, basado en el estado al fin alcanzado
por el desarrollo del espíritu humano, no sólo como inteligencia, sino también como fe en el futuro
de la humanidad39.
Saint-Simon dejó a sus discípulos el Nuevo Cristianismo como testamento. Su mensaje fue
recogido por sus discípulos y esto terminará reflejándose en una doctrina denominada como saint-
simonismo, la cual apareció en el mundo como una religión y halló a un jefe dispuesto, Enfantin, a
elevarla hasta el límite de la fantasía religiosa, conservando al mismo tiempo el núcleo de fe en la
misión civilizadora de la industria científica.
12
3. FOURIER
El segundo ideólogo dentro de esta primitiva doctrina socialista y escuela francesa que va-
mos a estudiar es a Fourier. En este caso, difícilmente podría haber dos personalidades que plan-
teasen la cuestión social de manera más distinta que Saint-Simon y Fourier, aunque los dos son con-
siderados como precursores del socialismo.
François-Charles-Marie Fourier nació en la localidad francesa de Bensançon en 1772. Perte-
neciente a una familia burguesa, estudió derecho, y comercio y contabilidad. Profesionalmente
desempeñó trabajos mercantiles en factorías de Lyon, París, Marsella y Rouen. Tras la muerte de su
padre, él mismo fundó un establecimiento comercial, aunque terminó arruinándose y viviendo de
una pequeña pensión y de los trabajos realizados como escribiente de una empresa norteamericana
en París40.
Sus obras más importantes fueron: Teoría de los Cuatro Movimientos, en 1821; Tratado de
la Unidad, en 1823; El Nuevo Mundo industrial o societario, en 1829; Contra las sectas de Saint-
Simon y Owen, en 1831; y La falsa industria, en 183541.
Fourier elaboró sus ideas por sí mismo, casi sin influencia de ningún escritor anterior, par-
tiendo de un análisis de la naturaleza humana y sobretodo de las pasiones que afectan a la felicidad
humana. Su tema fundamental fue que la organización social adecuada no tiene que tender a desviar
los deseos humanos, sino hallar la manera de satisfacerlos en forma que conduzca a la armonía en
lugar de la discordia.
En este aspecto tenemos la primera contradicción con respecto Saint-Simon, quién como he-
mos podido ver en el anterior punto, daba sobre todo importancia a una producción abundante y
eficiente, a una organización a gran escala y una amplia planificación. En contraposición, Fourier
parte siempre del individuo, de lo que a éste le agrada y le desagrada, su busca de la felicidad y su
goce en la creación. Para Fourier era de necesidad fundamental que el trabajo fuese en sí mismo
agradable y atractivo, y no sólo beneficioso en sus resultados.
En la doctrina de Fourier ningún trabajador tenía que tener una sola ocupación. Creía que to-
dos debían de trabajar en ocupaciones distintas. Dentro de cada día de trabajo, los miembros de sus
comunidades pasarían continuamente de una ocupación a otra, de modo que nunca sintiesen el fasti-
dio del esfuerzo monótono. Podían elegir libremente sus ocupaciones, dentro de las muchas oportu-
nidades que se les ofrecían, incorporándose voluntariamente a los grupos de trabajo y ocupaciones.
Fourier pensaba que esta variedad de trabajo para cada persona correspondía a la variedad natural
de los deseos humanos.
Las comunidades que proponía Fourier se llamarían “falansterios” 42. Estas comunidades de-
bían habitar en un gran edificio común o en un grupo de edificios, bien dotados de los servicios co-
munes. La comunidades que él proponía deberían tener un tamaño y una estructura que correspon-
diese a ciertas exigencias, ni demasiado pequeñas, a fin de dar a cada miembro un margen suficiente
para elegir sus ocupaciones, ni tampoco mayores de lo necesario para satisfacer esta necesidad. Los
apartamentos en los que residirían estas comunidades no serían iguales. Se adaptarían a gustos, exi-
gencias e ingresos diferentes.
40. CABO, Los socialistas utópicos, p. 117.
41. Ibid. p. 118.
42. COLE, Historia del pensamiento socialista. Vol. I, los precursores: 1789-1850, p. 73.
13
Los falansterios se establecerían y financiarían, no por el Estado ni por otro organismo pú-
blico, sino por acción voluntaria. Para llevar a cabo este modelo de financiación, Fourier apelaba a
los capitalistas para que comprendiesen la belleza de su sistema y el goce de vivir así, con el fin de
que ofreciesen el dinero necesario para establecer las comunidades de una manera adecuada. Pero
este reclamo no tuvo éxito.
No se debería recurrir al Estado ni a ningún cuerpo político para organizar su nuevo sistema,
aunque sostenía que cuanto éste se hubiese establecido, surgiría una estructura federal libe formada
por falansterios federados organizados por un gobernador coordinador, a quién Fourier llamaba
“omniarca”.
La variedad propuesta en los réditos del capital y el propósito de que todo obrero fuese tam-
bién dueño del capital hicieron que el sistema de Fourier fuese más igualitario de lo que parece a
primera vista. Pero Fourier no aceptaba la igualdad completa ya que creía que no estaba de acuerdo
con la naturaleza humana. Pensaba que los hombres tenían un deseo natural a ser retribuidos con
arreglo a su trabajo, y sería contraproducente contrariar este deseo.
Fourier fue indudablemente un pensador social serio, que contribuyó mucho, no sólo a las
ideas sociales y cooperativas, sino también a la solución de todo problema de trabajo y de los estí-
mulos y relaciones humanas vinculadas con ellos. Su teoría fundamental es la de una asociación
fundada en una ley psicológica.
Hasta cerca del final de su vida Fourier encontró pocos discípulos, pero en la década de
1820 un pequeño grupo se reunió a su alrededor y entre sus partidarios y los saint-simonianos se
inició una discusión. Sus partidarios fueron mucho más numerosos después de la revolución france-
sa de 1830 y la rivalidad entre las dos escuelas incrementó hasta el punto de despreciarse ambas
mutua y profundamente.
El fourierismo empezó a ejercer influencia fuera de Francia. Se estudió en Alemania como
una variante del nuevo pensamiento social francés, y se extendió a Inglaterra, en donde sus partida-
rios tuvieron que enfrentarse con una doctrina rival, el socialismo de Owen, al cual se asemejaba en
algunos aspectos. En los Estados Unidos el fourierismo arraigó mucho más que en Gran Bretaña e
incluso que en Francia, habiéndose fundado un cierto número de colonias.
4. OWEN
El último pensador utópico que vamos a tratar es Robert Owen, máximo representante del
utopismo inglés. Owen ha sido llamado como el fundador del socialismo inglés y a él se le debe el
haber iniciado el movimiento para la reforma industrial.
Nació en 1771, en Newton, Gran Bretaña, en el seno de una familia pobre de artesanos. Tra-
bajó en numerosas casas comerciales, hasta que se convirtió en socio de una fábrica textil en La-
nark perteneciente a su suegro. Asumió la dirección de la empresa convirtiéndola en un modelo di-
ferenciado del resto de factorías. Pronto emprendió un vasto plan de reformas con el objetivo de
mejorar las condiciones obrero industrial, condiciones que logró hacer efectivas en el campo de la
legislación social43.
14
En 1812 elaboró un proyecto de reforma general de la sociedad en el que se encuentran es-
bozos de un planteamiento comunista. Con posterioridad, en 1818 se dirigió al Congreso de la Santa
Alianza para presentar sus ideas sobre los nuevos modos de organizar la sociedad, mientras que se
difundía en el continente la idea New Lanark como la “ciudad utópica de Moro” 44. Una nueva colo-
nia organizada en Motherwell despertó la aversión de las clases dirigentes contra la filantropía owe-
niana que comenzó a ser valorada como revolucionaria.
Sometido a un aislamiento, marchó a estados Unidos, donde fundó la colonia New
Harmony. En el estado de Indiana en 1827 había treinta colonias 45, todas ellas organizadas sobe el
patrón de ideas de la New Lanark. En estos momentos Owen desplegó una intensa actividad propa-
gandística de sus teorías e innovaciones sociales. Pero su fortuna empezó a decrecer y pronto se
encontró al borde de la ruina. Regresó a Gran Bretaña, donde de nuevo recuperó su posición econó-
mica, llevó a cabo nuevos experimentos sociales y se involucró en el Movimiento Cartista.
Sus principales obras fueron: Nuevas vías sociales, en 1812; Carta a los gobernantes de Eu-
ropa, en 1818; El Nuevo Mundo Moral, entre 1826 y 1844; y Plan del Sistema Racional, en 182346.
Robert Owen fue por iniciativa propia la fuerza impulsora de tantos movimientos, sobre to-
do a causa de sus propias limitaciones. Las ideas fundamentales de Owen eran pocas. La impresión
de variedad que daba nacía de su celo infinito en aplicarlas.
Su socialismo fue sobre todo resultado de dos cosas: de una opinión acerca del proceso de
formación del carácter, que adoptó muy pronto en su vida, y de su experiencia como fabricante, pri-
mero en Manchester y después en New Lanark.
Owen batalló en dos frentes. Su opinión acerca de la formación del carácter hizo que acusa-
se a todas y cada una de las iglesias cristianas de predicar una doctrina falsa y desmoralizadora, y su
hostilidad a la competencia le condujo a un ataque directo tanto contra los economistas como contra
sus compañeros patronos.
En sus obras, Owen defiende la formación del carácter, no tanto del individuo como en la
sociedad, es decir, en el carácter predominante de una sociedad o de un grupo de individuos. Por ca-
rácter no entendía esencialmente el conjunto de cualidades del individuo, sino más bien la estructu-
ra de las ideas y valores morales, y las tendencias de la conducta relacionadas con ellos, puntos en
los cuales era indispensable que hubiese una cualidad común en toda sociedad para que ésta mar-
chase bien.
Partiendo de esta opinión acerca del carácter, Owen acusó al sistema industrial de formar
malos caracteres, tanto a causa de su lucha por la competencia y por recurrir a la ambición humana,
como a causa de las malas condiciones físicas y del medio moral malo en que las víctimas del nue-
vo sistema industrial estaban obligadas a vivir desde su temprana edad. También destacó la impor-
tancia de la educación como instrumento para transformar la calidad de la vida humana. Daba im-
portancia a la educación formativa, y en sus ideas pedagógicas acentuaba mucho el elemento moral.
15
V. LOS INICIOS DEL MARXISMO. MARX Y ENGELS
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que había sucedido en Francia como resultado de su desarrollo se extendería a otros países a medida
que el capitalismo se desarrollara más. También presentó una interpretación económica de la evolu-
ción histórica, con las clases como materialización de las fuerzas económicas.
Estas influencias y otras más, le sirvieron a Marx para concebir su teoría que veces es llama-
da “materialista” o “económica”, aunque actualmente los marxistas suelen preferir la palabra “mate-
rialista” a la palabra “economía” para designar la concepción marxista de la historia, que en última
instancia no sería más que la aplicación a la historia de las leyes universales de la dialéctica que do-
minan todos los ámbitos del ser50.
Marx y Engels se llamaban a sí mismos "materialistas", sobre todo, porque querían rechazar
la doctrina idealista de los hegelianos, los cuales consideraban las cosas como menos reales que las
ideas e incluso como sus copias imperfectas. Ambos pensadores querían afirmar, de acuerdo con
Feuerbach, que el ser es anterior a la conciencia y no lo contrario51.
Acerca del influjo determinante de las fuerzas de producción en la historia humana, la teoría
de Marx alude a que la evolución de la sociedad depende del carácter variable de las fuerzas de pro-
ducción, es decir, del dominio del hombre sobre el resto de la naturaleza 52. Marx afirma que la ver-
dadera fuerza impulsora se halla en las fuerzas de producción mismas, y a medida que estas fuerzas
cambian, a causa del desarrollo ulterior del conocimiento humano y de la capacidad práctica, nece-
sariamente se produce una adaptación, tanto de la estructura social y política como de las estructu-
ras ideológicas que determinan la forma de vida de la sociedad.
Sin embargo, los intereses de la clase gobernante tenderán a que esta adaptación no se pro-
duzca en todo lo que amenace su predominio, y con arreglo a ello estas clases emplearán su poder
para mantener la estructura política tal como es y para reprimir innovaciones tanto económicas co-
mo ideológicas, incluso cuando éstas son adecuadas. De este modo, en todo sistema social que está
sometido a un desarrollo económico, se producirá una falta de armonía entre el constante movi-
miento de avance de las fuerzas de producción y la superestructura estática y resistente de las insti-
tuciones políticas e ideológicas de la sociedad respectiva. A medida que se acentúa la falta de armo-
nía, habrá luchas de clases cada vez más intensas que preparen el camino hacia la revolución social.
La revolución destruirá rápidamente la anticuada superestructura de instituciones sociales y la sus-
tituirá por otra superestructura nueva que esté en armonía con la cambiada situación de la fuerzas de
producción.
Estas revoluciones sociales son las crisis principales de la historia humana. De este modo
Marx y Engels suponían que todo acontecimiento histórico podía explicarse directamente con arre-
glo a esta fórmula.
50. RUIZ SANJUÁN, César, "Marx y el marxismo", Revista de filosofía Thémata, 44 (2011), p. 485.
51. COLE, Historia del pensamiento socialista. Vol. I, los precursores: 1789-1850, p. 272.
52. Ibid. p. 276.
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VI. EL MANIFIESTO COMUNISTA
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programa de reforma universal. Su misión no es trazar utopías sino organizar al proletariado para la
lucha que ha de llevarle al poder.
También se nos relata que el proletariado al obtener la victoria empleará después su supre-
macía política, para ir quitando gradualmente todo el capital a los burgueses y para centralizar todos
los instrumentos de producción en las manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como
clase gobernante. Utilizará este control con el objetivo de aumentar la suma de fuerzas productoras
lo más rápidamente posible en interés de toda la sociedad. A esto le sigue el proyecto de un progra-
ma de acción para los proletarios en la próxima revolución europea.
Tanto la tercera como la cuarta parte del Manifiesto están dedicadas a una serie de críticas de
las distintas escuelas socialistas del pensamiento que habían precedido al “socialismo científico”. Se
exponen los defectos de estas distintas formas de doctrina socialista. Se tratan sucesivamente el so-
cialismo feudal, el socialismo pequeño burgués, el socialismo alemán, el socialismo verdadero, el
socialismo conservador, y por último, el socialismo crítico y utópico.
Marx dedica una gran parte de su crítica al “socialismo utópico”, aunque también le atribuye
a éste una posición de gran importancia en el desarrollo de la doctrina socialista. Marx declara que
el socialismo utópico está estrechamente relacionado con una fase del desarrollo social, que precede
a la aparición de un movimiento proletario organizado y con conciencia de clase. El “socialismo
utópico” pertenece a un período en el cual el proletariado todavía no aparece como un posible ins-
trumento de revolución, de tal modo que los socialistas utópicos llegaron a construir sus proyectos
de reforma a base de su concepción subjetiva de lo justo y lo injusto, y a predicar una cruzada moral
más bien que a dirigir un movimiento revolucionario.
VII. CONCLUSIÓN
A través de las páginas de este trabajo hemos podido observar y analizar, desde las primiti-
vas manifestaciones que podemos denominar como socialistas, debido a su carácter popular, hasta
las primeras doctrinas y teorías propiamente socialistas. Todas tenían algunos rasgos comunes, la
reivindicación de la igualdad en algunos casos o la supresión de los privilegios de una minoría de la
sociedad en otro casos.
El principio del siglo XIX se constituye como el comienzo o el “nacimiento” del socialismo.
Como hemos citado, fueron de un carácter elemental las consecuencias sociales derivadas tanto de
la Revolución Francesa como de la Revolución Industrial, la cuales incidieron de una manera sus-
tancial en los primeros planteamientos de carácter socialista. Estos ideales primerizos de concep-
ción socialista representados por los “socialistas utópicos”, aunque fueran difícilmente realizables y
llevados a la práctica, supusieron las bases y raíces del socialismo del siglo XIX y del posterior
siglo XX. Podemos considerar al marxismo como una derivación de lo anterior, aunque en un sen-
tido crítico a los anteriores planteamientos, pero aun así no por ello deja de estar influenciado pos el
“socialismo utópico” al cual enjuicia.
Lo explicado en esta exposición sólo es el preludio de lo que supondrá para el socialismo la
segunda mitad del siglo XIX, ya con las primeras asociaciones de carácter obrero y socialista, en
donde podremos ver tanto elementos de unión como disensiones internas, lo que dará lugar a distin-
tas ramificaciones y grados distintivos dentro del socialismo.
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VIII. BIBLIOGRAFÍA
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