Apela Prision Preventiva
Apela Prision Preventiva
Apela Prision Preventiva
ESP. LEGAL:
ESCRITO: N° 01
Que, dentro del plazo de ley cumplo con formalizar el Recurso de Apelación
interpuesto en la audiencia de la prisión preventiva, para lo cual solicito se sirva
elevar el cuaderno respectivo a la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de
Justicia de La Libertad ; para los fines consiguientes, por los siguientes fundamentos:
PRIMERO: ANTECEDENTES.
En la ciudad de Trujillo, el día 21 de noviembre del año en curso, el Juez del noveno
juzgado de investigación preparatoria, en audiencia Pública resolución mediante
resolución N° 02 (auto) declarar fundado el requerimiento de Prisión Preventiva
formulado por la Fiscalía Especializada en Tráfico Ilícito de Drogas; atendiendo que
conforme a su criterio; existen fundados y graves elementos de convicción que
estiman razonablemente que don ERICSON ORLANDO SUYON MARILUZ es
autor del delito de Tráfico Ilícito de Drogas; que la prognosis de la pena privativa de
libertad a imponerse supera los cuatro años, y que existe peligro procesal.
1
Artículo 4. - En toda prestación personal de servicios remunerados y subordinados, se presume la existencia de un contrato
de trabajo a plazo indeterminado. El contrato individual de trabajo puede celebrarse libremente por tiempo indeterminado o
sujeto a modalidad. El primero podrá celebrarse en forma verbal o escrita y el segundo en los casos y con los requisitos que la
presente Ley establece. También puede celebrarse por escrito contratos en régimen de tiempo parcial sin limitación alguna.
presencia de su abogado defensor, manifiesta que efectivamente la presencia de mi
patrocinado al momento de la intervención ha sido porque este se acercaba a
saludarlo (circunstancial), y que la droga (MARIHUANA) encontrada en su poder le
pertenece a él y que lo comercializa a diferentes consumidores y que dicha actividad
lo realiza desde hace más o menos un año atrás y que mi patrocinado no tenía ningún
conocimiento y mucho menos participación de la actividad que éste realizaba, y
asimismo en dicha declaración solicita acogerse a la terminación anticipada.
Ahora bien, la prisión preventiva, además de ser una medida cautelar, constituye una
limitación al derecho fundamental a la libertad personal. Las resoluciones que
impongan deben, por tanto, respetar los requisitos esenciales (hecho que no ha
sucedido en el presente caso) de legalidad, proporcionalidad, excepcionalidad,
jurisdiccionalidad y motivación de las resoluciones que la impongan. En ese sentido
el principio de proporcionalidad afirma que cualquier limitación de derechos
fundamentales debe ser idónea para alcanzar o favorecer el fin perseguido
legítimamente por el Estado; necesaria en la medida en que solo debe ser utilizada si
su finalidad no puede ser alcanzada por otro medio menos gravoso, pero igualmente
eficaz; y, finalmente, proporcional en sentido estricto, lo que supone apreciar de
manera ponderada, en el caso concreto, la gravedad o intensidad de la intervención y
el peso de las razones que la justifican, las cuales no existen en el presente caso.
No se debe dejar de lado que la necesidad de la prisión preventiva requiere evaluar
que se está ante un instrumento que “convive” con otras medidas cautelares
destinadas, también, a proteger el desarrollo y resultado del proceso penal
(comparecencia simple y restringida, detención domiciliaria, impedimento de salida,
suspensión preventiva de derechos). Por lo que siendo la prisión preventiva la medida
limitativa más grave del ordenamiento procesal, el principio de proporcionalidad
exige una aplicación excepcional y subsidiaria. Debe ser la última ratio o último
recurso para salvaguardar el resultado y desarrollo del proceso penal; en ese sentido
el Tribunal Constitucional afirma que:
[…] Si bien la detención judicial preventiva [prisión preventiva] constituye una medida que
limita la libertad física, por sí misma, esta no es inconstitucional. Sin embargo, por el
hecho de tratarse de una medida que restringe la libertad locomotora, dictada pese a que,
mientras no exista sentencia condenatoria firme, al procesado le asiste el derecho a que se
presuma su inocencia; cualquier restricción de ella siempre debe considerarse la última
ratio a la que el juzgador debe apelar, esto es, susceptible de dictarse solo en circunstancias
verdaderamente excepcionales y no como regla general. Ese pues es el propósito del art. 9.3
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, según el cual la prisión preventiva
de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general […] [STC 1091-
2002-HC de 2 de agosto «Caso Vicente Ignacio Silva Checa»].
Si bien es cierto existe consenso en que la libertad personal puede restringirse con el
propósito de asegurar el desarrollo y resultado del proceso penal y que en este caso la
medida no afecta la presunción de inocencia2, entonces es necesario un segundo nivel
de análisis (análisis que no se ha hechos en el presente caso) para establecer cuál es la
medida necesaria, en el caso concreto, para neutralizar el peligro procesal que se
presenta (peligro procesal que no existe). Aquí opera el principio de proporcionalidad
y la necesaria aplicación excepcional y subsidiaria de la privación cautelar de
libertad, pero sin embargo el Juez no ha valorado tales presupuestos, solo se ha
limitado a aplicar una medida drástica que priva de la absoluta libertad a mi
patrocinado.
En ese sentido no ha tomado en cuenta que la aplicación de una medida cautelar
personal afecta el derecho a la presunción de inocencia cuando persigue fines
espurios, ajenos a su carácter procesal, instrumental y cautelar, puesto que, no existen
elementos contundentes que hasta la fecha de dictada tal medida prueben la comisión
del delito de TID a mi patrocinado (ver informe Policial).
Ahora bien nos instalamos en el extremo de que la prisión preventiva en este caso
persigue un fin legítimo como el de evitar el peligro de fuga, aun así se puede
observar que su aplicación es desproporcionada, porque, esta función que persigue
puede lograrse mediante una medida menos grave como por ejemplo la de
comparecencia restringida, tomando en cuenta que no existen graves elementos de
convicción para estimar la comisión del delito que se le imputa a mi patrocinado.
Esto supone a su vez que las medidas distintas a la prisión preventiva también deben
perseguir fines compatibles con la presunción de inocencia (evitar el peligro de fuga o
2
Artículo 2 del Título Preliminar del NCPP. 1. Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada
inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre lo contrario y se haya declarado su responsabilidad mediante
sentencia firme debidamente motivada. Para estos efectos, se requiere de una suficiente actividad probatoria de cargo, obtenida
y actuada con las debidas garantías procesales. En caso de duda sobre la responsabilidad penal debe resolverse a favor del
imputado.
la obstaculización de la averiguación de la verdad), y una verdad que ya se sabe, pues
el coimputado Roger Javier Eustaquio Espínola, ha manifestado que mi patrocinado
desconocía de la actividad ilícita y de la existencia de dicha mercancía; ahora bien en
un Estado de derecho como el nuestro, y a pesar de que nos encontremos frente a
medidas menos intensas, no se justifica ninguna restricción de derechos
fundamentales de orden penal, sin una sentencia firme previa y debidamente
motivada que acredite la responsabilidad penal del sujeto pasivo de la medida, más
aun si no existen suficientes elementos que acrediten la responsabilidad de mi
patrocinado; en ese sentido creemos que es una medida de por si excesiva, pues tales
presupuestos (peligro de fuga y peligro procesal) pueden ser satisfechos a través de
una medida menos intensa pero igualmente eficaz, y así lo ha establecido el Tribunal
Constitucional en la sentencia contenida en el expediente 1091-2002/HC, de 2 de
agosto(Caso «Silva Checa»). En ella, se dice:
[...] Su aplicación [se refiere a la prisión preventiva] no debe ser la medida normal
u ordinaria, sino que solo puede dictarse en casos particularmente graves y
siempre que sea estrictamente necesaria para los fines que se persigue en el
proceso penal. [...]. El principio de favor libertatis impone que la detención judicial
[prisión preventiva] tenga que considerarse como una medida subsidiaria,
provisional y proporcional [...]. El carácter subsidiario de la medida impone que
antes de que se dicte, el juez deba considerar si idéntico propósito al que se
persigue con el dictado de la detención judicial preventiva [prisión preventiva] se
puede conseguir aplicando otras medidas cautelares no tan restrictivas de la
libertad locomotora del procesado [...]. La existencia e idoneidad de otras medidas
cautelares para conseguir un fin constitucionalmente valioso, deslegitima e
invalida que se dicte o mantenga la medida cautelar [de prisión preventiva].
Esto tomando en cuenta que se ha identificado al responsable del delito, quien
además acepta su responsabilidad y proporciona la identidad de su proveedor, en ese
sentido podemos afirmar sin temor a equivocarnos que en nuestro ordenamiento
jurídico, el principio de proporcionalidad, en consideración a su necesidad, obliga a
que la prisión preventiva sea considerada como una medida excepcional y
subsidiaria.
Tales presupuestos se coligen con el tratamiento de la prisión preventiva como una
limitación de un derecho fundamental, la libertad personal.
Además, en ella se destaca un factor fundamental vinculado a la noción instrumental
de la prisión preventiva, la provisionalidad. Esta exige que la privación cautelar de
libertad [en tanto accesoria al proceso penal] solo dure lo que dure el proceso
principal o por lo menos mientras dure la investigación destinada a la búsqueda de
suficientes pruebas que vincules o desvincules al acusado de la comisión de un delito.
El carácter provisional de la prisión preventiva significa que no solo la adopción sino
también el mantenimiento de la prisión preventiva están supeditados a las
circunstancias fácticas que constituyen su presupuesto. Solo debe mantenerse la
prisión preventiva mientras permanezca inalterada la situación que dio lugar a su
adopción es decir que no se haya logrado esclarecer los hechos o falten algunas
investigaciones por hacer que impliquen directamente al imputado, presupuesto que
no ocurre en el presente caso pues los hechos están totalmente claros y se ha
identificado plenamente al autor de dicho delito, y es el mismo quien acepta la
comisión de tales hechos, ofreciendo colaborar.
Como podemos observar en el análisis de la relación entre prisión preventiva y
libertad personal, para que la privación cautelar de libertad constituya un instrumento
legítimo, deben respetarse sus presupuestos, los mismos que han sido desarrollados
en la STC 0808-2002/HC, de 8 de julio (Caso “Tello Díaz”), conforme a la cual los
requisitos para aplicar la prisión preventiva son: “que exista prueba suficiente
(fumus boni iuris), peligro procesal (periculum in mora) y que la pena probable
a imponer sea superior a cuatro años de pena privativa de libertad […].
En ese sentido el fumus boni iuris o apariencia de buen derecho indica que para
decretar la prisión preventiva debe llevarse a cabo un juicio de verosimilitud sobre
el derecho cuya existencia se pretende declarar en una sentencia definitiva.
Juicio que debe estar asentado en criterios objetivos que permitan identificar los
elementos que conducen a una razonada atribución del hecho punible, ahora bien en
el caso de autos podemos observar que no existen tales elementos que determinen
circunstancias o hechos atribuibles a mi patrocinado pues dichos elementos (acta de
intervención policial, acta de registro personal, acta de verificación de domicilio,
declaración del imputado, declaración del coimputado Javier Eustaquio Espínola,
declaración de efectivos policiales, informe policial) carecen de sustento factico que
vinculen a mi patrocinado con la comisión de dicho delito.
Por su parte en el periculum in mora se advierte con mayor claridad cuáles son los
objetivos que un ordenamiento procesal persigue mediante la utilización de la prisión
preventiva, asimismo establece dos presupuestos importantes, los cuales no se
encuentran en dicho proceso y el Juez no ha logrado argumentar convincentemente la
decisión basada en estos dos presupuestos que son:
El peligro de fuga y peligro de obstaculización, respecto al peligro de fuga podemos
afirmar que es el elemento más importante para valorar la aplicación de la prisión
preventiva y así lo ha establecido el Tribunal Constitucional al afirmar que:
[…] el principal elemento a considerarse en el dictado de [una] medida cautelar
debe ser el peligro procesal que comporte que el procesado ejerza plenamente su
libertad locomotora, en relación con el interés general de la sociedad para reprimir
conductas consideradas como reprochables jurídicamente. […] [SSTC N.° 1091-
2002-HC/TC, de 12 de agosto (Caso “Silva Checa”).
Asimismo en la sentencia contenida en el expediente N° STC 0791-2002/ HC, de 21
de junio: (Caso “Riggs Brousseau”). El Tribunal Constitucional añade lo siguiente:
[…] La inexistencia de un indicio razonable en torno a la perturbación de la
investigación judicial o a la evasión de la justicia por parte del procesado,
terminan convirtiendo el dictado o el mantenimiento de la detención judicial
preventiva [prisión preventiva] en arbitrario, por no encontrarse razonablemente
justificado […].
En otras sentencias el TC también intenta precisar el contenido del concepto de
peligro procesal. Así, sostiene:
[…] En particular, el peligro de que el procesado no interfiera u obstaculizará la
investigación judicial o evadirá la acción de la justicia. Tales fines deben ser
evaluados en conexión con distintos elementos que, antes y durante el desarrollo
del proceso, puedan presentarse y, en forma significativa, con los valores morales
del procesado, su ocupación, bienes que posee, vínculos familiares y otros que,
razonablemente, le impidan ocultarse o salir del país o sustraerse a una posible
sentencia prolongada […]. [SSTC 1091-2002-HC/TC, de 12 de agosto (Caso «Silva
Checa»); 1565-2002-HC/TC, de 5 de agosto (Caso “Chumpitaz González”); y, 376-
2003-HC/TC, de 7 de abril (Caso “Bozzo Rotondo”)].
En este sentido, el TC desarrolla los elementos que a su juicio deben ser evaluados
antes y durante el desarrollo del proceso para determinar la existencia del peligro
procesal. Concretamente, menciona 1) los valores morales del procesado, 2) su
ocupación, 3) los bienes que posee, 4) los vínculos familiares, y 5) otros elementos
que impidan ocultarse, salir del país o sustraerse de una sentencia prolongada.
En cuanto al primer elemento, los valores morales del procesado, nada indica la
sentencia que demuestre que estos pueden afectar el desarrollo del proceso y
constituir un criterio con una pesada carga valorativa y, por tanto, de muy difícil
comprobación. Es una cuestión tan subjetiva con un componente social marcado y sin
una estrecha relación con la presencia del peligro de procesal.
Ahora bien, cualquier persona con valores morales socialmente aceptados puede
constituir un serio peligro para el ejercicio de la administración de justicia
(¡probablemente porque existe la seria intención de, precisamente, no ver afectada su
reputación por la existencia de un proceso o una sentencia condenatoria en su contra).
Nada impide tampoco que una persona, con valores morales que la sociedad juzgue
negativamente, no tenga la intención de sustraerse a la acción de la justicia u
obstaculizar la averiguación de la verdad. Es este un criterio que ofrece muy pocas
luces en la interpretación del peligro procesal y ha afectado el principio de igualdad al
que tiene derecho mi patrocinado como ciudadano sometido al ius puniendi del
Estado.
La ocupación, los bienes que posee y los vínculos familiares forman parte de una
clara definición de los componentes del concepto de arraigo, que es un criterio
universalmente reconocido para identificar la existencia o inexistencia de peligro
procesal. El arraigo debe ser entendido como el establecimiento de una persona en un
lugar por su vinculación con otras personas o cosas. La falta de arraigo no comporta
en sí misma un peligro de sustracción del imputado a la acción de la justicia, pero sí
permite presumirlo cuando se combina con la gravedad del delito y otros factores
relevantes como el hecho de la existencia de graves elementos que vincule al
imputado con los hechos que se le atribuye, situación que en el caso en concreto no
existen.
Son circunstancias que pueden acreditar el establecimiento de una persona en un
determinado lugar, como acertadamente señala el TC: El arraigo familiar (vínculos
familiares) que no es otra cosa que el lugar de residencia de aquellas personas que
tienen lazos familiares con el imputado.
Deben tenerse en cuenta las circunstancias personales, no es indispensable que los
familiares vivan con el imputado, porque puede existir arraigo familiar cuando el
pariente, a pesar de no vivir en el mismo techo, depende de él para su subsistencia. El
arraigo laboral o profesional (ocupación) supone que el medio fundamental o único
de subsistencia del imputado provenga de un trabajo desarrollado en el país; o en su
caso, también deben evaluarse los casos en los que el imputado necesita permanecer
en el país para desempeñar su actividad laboral, en ese aspecto se observa también
que no existe ningún indicio razonable que se presuma que mi patrocinado se
sustraerá de la justicia menos salir del país; asimismo se aprecia que todas estas
especies de arraigo (familiar, laboral, etc) son criterios que antes que justificar la
prisión preventiva, en realidad desincentivan la fuga del imputado; aunque
evidentemente su ausencia también permite valorar, con otros factores, el riesgo de
fuga, como sucede en el presente caso, la inexistencia de elementos que vinculen a mi
patrocinado con la posible comisión del delito que se le imputa.
Asimismo el Tribunal Constitucional en la STC 0791-2002/HC, de 21 de junio: (Caso
2Riggs Brousseau”). Establece:
[…] Es preciso observarse, juntamente con tales factores [que existan suficientes
elementos probatorios de la comisión de un delito y que la sanción a imponerse sea
superior a cuatro años] fundamentalmente si el ejercicio de la libertad locomotora
por la procesada pondrá en riesgo el éxito del proceso. Para ello es necesario
considerar, juntamente con el peligro procesal, la magnitud de la pena […], el
carácter de los hechos que se le atribuyen y que estén basados en suficientes
elementos de prueba(subrayado nuestro), las repercusiones sociales del hecho
considerado injusto y la complejidad de la investigación judicial, cuando exista
una pluralidad de individuos comprendidos y se observe, de su comportamiento
procesal, la voluntad de evitar que la investigación judicial pueda terminar
óptimamente […].
En este aspecto podemos observar que del análisis simple del caso materia de autos
no existen tales elementos que vinculen al imputado con la comisión de tal delito y
menos existen elementos que justifiquen la imposición de nueve meses de prisión
preventiva, siendo esta medida en extremo arbitraria, cuando tranquilamente el
peligro de fuga y peligro de obstaculización se puede satisfacer con otras medida
menos gravosa (comparecencia simple o restringida).
Ahora bien en relación con los suficientes elementos de prueba, existe una clara
confusión por parte del Juez entre el fumus boni iuris y el periculum in mora. Pues
no se discute, como ya se advirtió, que la apariencia de buen derecho es un
presupuesto necesario en la aplicación de la prisión preventiva, pero este no debe
condicionar la valoración del peligro procesal como se ha hecho en el caso materia de
autos.
Pues si se introduce este criterio en la valoración del peligro procesal se corre el
riesgo, que el propio TC anuncia en las sentencias citadas anteriormente, de
considerar legítima la aplicación de la prisión preventiva solo valorando la suficiencia
probatoria y la alta posibilidad de sancionar al imputado a una pena superior a 4 años
(lo que a juicio del mismo TC la convierte además, en una «pena anticipada) y eso es
exactamente lo que sucedido en el presente caso.
Y como podemos observar, se ha vulnerado el artículo 139°.5 de la Constitución
Política del Perú, atendiendo que la resolución impugnada contiene una motivación
aparente.
Por lo expuesto, podemos concluir que el Juez ha realizado una manifiesta ilogicidad
en la motivación del auto recurrido, por no haber valorado debidamente los
elementos de convicción aportados por el fiscal; siendo así, es necesario que la Sala
Penal de Apelaciones; realice un control externo de la exigencia de motivación
racional de estos, a fin de controlar el sentido lógico mediante el cual el Juez arribó a
la decisión Impugnada.
III.PRETENSIÓN CONCRETA:
Solicito a la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de
TRUJILLO, DECLARAR NULA la Resolución N° 02 de fecha 21 de Noviembre de
2014, dictada por el Juez del Noveno Juzgado De Investigación Preparatoria de
Trujillo, que DECIDIÓ Declarar Fundado el Requerimiento de Prisión Preventiva; y,
REFORMÁNDOLO impongan al imputado la Medida de Comparecencia Simple.
POR TANTO: