Las Medidas de Seguridad
Las Medidas de Seguridad
Las Medidas de Seguridad
DERECHO PENAL II
Las normas sobre medidas de seguridad que contiene el Código Penal Vigente provienen
de tres fuentes legislativas extranjeras. Esta pluralidad de influencias legislativas es
trascendente para poder comprender las características y modalidades de las medidas de
seguridad en nuestra legislación. Sobre el particular debemos precisar lo siguiente:
1. Las disposiciones que aluden a su rol funcional en el articulo IX del Titulo Preliminar
tienen como modelo al Código penal colombiano de 1980 (cfr. Artículo 12).
2. Las normas que tratan de las clases de medidas de seguridad aplicables, responden a la
influencia del Código Penal Brasileño de 1984 (cfr. Artículos 96 a 98).
1 HURTADO POZO, Jose. Manual de derecho penal – parte general 4° edición editorial Moreno S. A. LIMA- PERU
2 JORGE BARREIRO, Las medidas de seguridad en el Derecho español, Madrid
3. Las reglas que regulan la aplicación de las medidas de seguridad provienen del
Anteproyecto de Código Penal Español de 1983 (cfr. Artículo 87 a 89).
1. ORIGENES
LOMBROSO, CUBI Y SOLER serían los paradigmáticos corifeos de esta línea, que otros –
PRINS, VACCARO, FERRI – complementarían intentando incluir factores sociales que,
actuando sobre el sujeto, habrían de determinar su peligrosidad (3).
3 PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Nuevo Proceso Penal – Reforma y Política Criminal. 1.ª edición. Edit. Moreno. Lima –
Perú. 2009
Sobre este proceso Hurtado Pozo ha sostenido también que “La corriente del positivismo
criminológico italiano propuso el abandono del criterio de la culpabilidad y su sustitución
por la de carácter peligroso del delincuente. Su fundamento fue la concepción
determinista del mundo.
Considera que la pena es, por tanto, inútil y propugna que sea reemplazada por las
mediad de seguridad. Con esta, se debe neutralizar al delincuente, tratarle mediante la
educación y la medicina o colocarle bajo tutela o asistencia. La aplicación de estas
medidas depende, en consecuencia, del estado personal del delincuente. Su objetivo es
combatir su peligrosidad De esta manera se refuerza la idea de prevención general” (5).
Es en ese contexto que a través de un Ante Proyecto de Código Penal de 1839, el penalista
suizo Carl Stoos decidió, por primera vez, regular en una propuesta legislativa un sistema
bipartito o dualista de sanciones donde incluían penas y medidas de seguridad.
Es en ese contexto que a través de un Ante Proyecto de Código Penal de 1839, el penalista
suizo Carl Stoos decidió, por primera vez, regular en una propuesta legislativa un sistema
bipartito o dualista de sanciones donde incluían penas y medidas de seguridad.
4 BORJA MAPELLI CAFFARENA y JUAN TERRADILLOS BASOCO. Las consecuencias jurídicas del delito. Tercera Edición. Editorial Civitas. Madrid. 1996, p. 200
5 HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General I. Tercera Edición. Grijley. Lima. 2005, p. 43
2. CONCEPTO Y NATURALEZA
Las medidas de seguridad son sanciones que se aplican judicialmente a los inimputables o
imputables relativos que han cometido un hecho punible, cuando existe el peligro
potencial de que puedan incurrir en el futro en actos similares (8).
6 BORJA JIMENEZ. Emiliano. La naturaleza de las medidas de seguridad en el Derecho Español. En estudios penales.
Libro Homenaje al Profesor Luis Alberto Bramont Arias. Editorial San Marcos. Lima. 2003, p. 26.
7 BARREIRO, Agustín Jorge. Las Medidas de Seguridad en la Reforma Penal Española, en Política Criminal y
Reforma Penal. Editoriales de Derecho Reunidas. Madrid. 1993, p. 726.
8 HURTADO. Manual…, op. cit., p. 33
Ahora bien, en la doctrina y el derecho extranjeros las medidas de seguridad han recibido
diferentes denominaciones. Es así que para algunos autores ellas son designadas como
“medidas de seguridad y reinserción social” o como “medidas de seguridad criminales”,
siendo que en el derecho penal alemán las medidas de seguridad son conocidas como
“medidas de corrección y seguridad”, y en la legislación peruana la terminología
tradicional es “medidas de seguridad”, que fue la que utilizó el Código de Maurtua desde
1924.
9 VILLAVICENCIO TERREROS, Felipe. Derecho Penal. Parte General. Grijley. Lima. 2006, p.77
10 SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad en el nuevo Código penal, Valencia, 1997, pp 61 y ss).
11 Sobre esta cuestión, de manera detallada, cfr. JORGE BARREIRO, Las medidas de seguridad en el Derecho español,
Madrid, 1976, pp 33 y ss.
ético o ético‐jurídico, sino una responsabilidad legal o social atribuible al sujeto por formar
parte de la sociedad. La pena debía tener su fundamento en la peligrosidad del
delincuente. La superación de esta polémica se produce mediante el compromiso
alcanzado con las propuestas de las llamada «direcciones intermedias», encabezadas por
v. Liszt en Alemania o por Carnevalle y Alimena en Italia. La solución pasa por entender
que el Derecho penal debe establecer dos clases distintas de reacciones o consecuencias
jurídicas frente al delito: la penal, cuyo fundamento y límite sería la culpabilidad del
sujeto, y las medidas de seguridad, cuyo presupuesto es únicamente la peligrosidad del
delincuente. De ahí la denominación con la que se suele designar a esta propuesta, la de
«doble vía». En la actualidad se habla de un sistema denominado «vicarial» (cfr. infra, IV),
que permite compatibilizar ambas vías computando el tiempo de cumplimiento de la
medida de seguridad como parte de tiempo de pena.
Las medidas de seguridad son, por tanto, la consecuencia jurídica establecida para
aquellos sujetos que han puesto de manifiesto su peligrosidad con un comportamiento
delictivo, pero del que no pueden ser culpables. Son un mecanismo complementario a la
pena y suponen, como ésta, la previa realización de un hecho previsto en la ley como
delito. Comportan, como la pena, una restricción de derechos y son impuestas, al igual
que la pena, de conformidad con lo previsto en la Ley, por los órganos de la jurisdicción
penal.
Lo que diferencia claramente la pena de la medida de seguridad es su fundamento; como
ya hemos dicho, la culpabilidad en las penas, la peligrosidad en las medidas de seguridad
(12).
De lo anterior se deriva que son dos los presupuestos materiales que deben fundamentar
la imposición de las medidas: la peligrosidad criminal (13) del sujeto y la comisión de un
delito previo (14). Estos presupuestos constituyen también criterios limitadores de la
12 Según JORGE BARREIRO, «La reforma de 1978 a la LPRS», en Comentarios a la legislación penal, vol.
II, El derecho penal del Estado democrático, Madrid, 1983, p 488.
13Cfr. las SSTS de 18 de diciembre de 1996 (RJ 9004), 29 de junio de 1999 (RJ 6120), 7 de febrero
de 2000 (RJ 307)
14 La peligrosidad criminal no puede presumirse, sino que ha de estar probada. No caben en nuestro
Derecho (cfr. STC 23/1986, de 14 de febrero de 1986)
gravedad y duración de las medidas. Éstas no podrán ser más gravosas que la pena
correspondiente al delito previo realizado, ni exceder del límite necesario para prevenir la
peligrosidad del autor (art. 6.2 CP). Si las medidas se fundamentan en la peligrosidad
criminal del sujeto a quien se imponen, desaparecida la peligrosidad, dejará de tener
sentido el cumplimiento de la medida.
Esto último se concreta en dos sentidos. Uno, de orden cualitativo: no puede imponerse
una medida de seguridad privativa de libertad si el delito cometido no está castigado con
una pena también privativa de libertad (arts. 95.2 y 104 CP). Otro, de orden cuantitativo:
el internamiento no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa de
libertad.
Como ya se expuso en otro lugar (cfr. lección 2.IV.3), la previsión de las medidas de
seguridad en el sistema jurídico‐penal parece responder a una ponderación equilibrada
entre los tres principios de la Política criminal: por una lado, entre el de seguridad y el de
respeto de la dignidad (sub principio de subsidiariedad, en cuanto que la medida se
presenta como una alternativa menos lesiva a la pena); y por otro lado, entre el de
dignidad y el de seguridad (sub principio de culpabilidad, en la regla de igualdad real o
material: trato desigual a sujetos desiguales, de acuerdo con la cual, parece ajustado a
Derecho contar con alternativas a la pena para sujetos inimputables). Es posible dar
entrada entonces a las medidas de seguridad (arts. 19; 20 in fine para los supuestos 1.º;
2.º; 3.º; CP), que se orientan a la concreta fuente de peligrosidad del sujeto en cuestión,
por lo que prima en ellas la prevención especial.
El derecho penal moderno ha ido incorporando a lo largo del presente siglo las medidas
de seguridad y corrección como consecuencia del delito, siendo que mediante de ellas se
persiguen exclusivamente objetivos de defensa social a través de la presente prevención
especial.
a) EL SISTEMA MONISTA
b) EL SISTEMA DUALISTA
En el sistema dualista, las penas se basan en la culpabilidad, mientras que las medidas de
seguridad prescinden de la culpabilidad, y se fundamentan en la peligrosidad del autor.
Las penas miran al pasado, al hecho cometido mientras que las mediad miran al futuro, se
establecen sobre la base de un pronóstico de peligrosidad y se mantienen en función de
los resultados que su desarrollo proporciones respecto al individuo sometido a las
mismas. En el sistema de doble vía de lo que se
trata es de combinar “las ventajas de una pena vinculada a la culpabilidad con algunas
ventajas del tratamiento eficaz desde el punto de vista de la prevención especial(16).
c) EL SISTEMA VICARIAL
Posteriormente surgió el sistema vicarial (doble vía). En este sistema, cuando se imponen
una pena o una medida de seguridad, ambos privativas de libertad, debe cumplirse
primero la medida y el tiempo de duración de esta computara para el tiempo de duración
de la penal e, incluso, es posible que el tribunal no solo compute el tiempo de la medida
sin que puede ir más allá y considera que a la vista de los resultados del tratamiento, ya no
es necesario el cumplimiento de la pena.
b) Del mismo modo, las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad se
orientan a un idéntico fin constitucional: a saber, la reeducación y reinserción social del
sometido a ellas.
c) Por último, se considera también que las medidas de seguridad han de estar rodeadas
de todas las garantías de la pena y sometidas igualmente a idénticos límites
constitucionales.
La distinción resulta más complicada con la introducción del sistema vicarial (19), por cuanto
los límites entre penas y medidas son los más difusos. En efecto, pues, en el sistema
vicarial resulta muy difícil separar la pena de la medida, pues, esta funciona como pena y
la pena puede funcionar como medida, en tanto el sistema de continuación del
tratamiento iniciado y llevado a cabo con la medida de seguridad (20).
Sin embargo, Silva (21) considera que es posible establecer distinción entre pena y medidas
de seguridad:
a) Las penas tienen como presupuesto la culpabilidad, mientras que las medidas se
imponen en razón a la peligrosidad.
17 BACIGALUPO, Enrique. Principios Constitucionales del Derecho Penal. Hammurabi.BS AS. 1999. op. cit., p. 23
18 ZUGALDIA, Fundamentos de Derecho Penal. Granada, 1990, p. 110.
19 BACIGALUPO. Principios…, op. cit., pp. 23-25
20 LOPEZ BARJA DE QUIROGA, Jacobo. Derecho Penal – Parte General. Lima. Gaceta Juridica. TIII, 1.ª edición. 2004
21 SILVA SANCHEZ, Jesús. El Nuevo Código Penal: Cinco cuestiones fundamentales. José María Bosch Editor. Barcelona,
1997. op. cit., pp. 27-35
b) Las penas están orientadas a la prevención general positiva, y las medidas de seguridad a la
prevención especial.
Por ello, aquel autor señala que «mientras que la penas asegura la vigencia de la norma desde un
punto de vista normativo o contra fáctico, la medida de seguridad opera mediante un
aseguramiento empírico o cognitivo».
a) SEGÚN EL FUNDAMENTO
Con base en este punto de partida, pueden ser agrupadas de dos maneras: las pos
delictivas, esto es, las impuestas al sujeto que ha realizado una conducta punible, y las pre
delictivas, es decir, las asignadas a la persona antes de que cometa trasgresión alguna de
la ley penal; el basamento asignado a ambas es la in demostrada "peligrosidad del agente"
antes o después de haber cometido el delito. Esta división, cuya acogida en el derecho
comparado es indiscutible, tuvo su mayor esplendor durante el imperio del derecho penal
defensista, propio de la concepción liberal intervencionista de comienzos del SIGLO XX; no
obstante, es rechazada por la doctrina contemporánea.
c) SEGÚN EL DESTINATARIO
Se escinden en personales, cuando son impuestas a personas naturales, tal como sucede
en los ejemplos hasta ahora mencionados y reales, si recaen sobre personas jurídicas,
como, por ejemplo, el cierre de un establecimiento o la disolución de una sociedad.
d) SEGÚN EL TIEMPO
Pueden ser duraderas, cuando tienen una permanencia más o menos determinada y se
aplican según las circunstancias concretas y pueden conducir a la indeterminación con la
consiguiente trasgresión del principio de legalidad; y no duraderas o aisladas, si no
dependen del tiempo, como sucedería con la amonestación.
Pueden ser sustitutivas cuando se imponen en lugar de las penas a las que reemplazan,
como sucede si se interna al condenado en una clínica psiquiátrica; y complementarias, las
que persiguen completarlas o perfeccionarlas.
g) SEGÚN SU IMPORTANCIA
Desde este punto de vista, pueden ser principales si se aplican por sí mismas sin sujeción a
ninguna otra, como sucede con la internación en clínica psiquiátrica; y accesorias, cuando
penden de otra u otras para su subsistencia, como acontece con la libertad vigilada.
Según Jakobs admitiendo de entrada que todas las medidas de seguridad están vinculadas
en la práctica con un mal que el autor ha de soportar, clasifica las medidas de seguridad
en:
Se utilizan dos criterios clasificatorios. En primer lugar, según la finalidad perseguida por la
medida, se distingue entre las de carácter corrector (educativas o terapéuticas) y las
asegurativas. En segundo lugar, se puede diferenciar las medidas por el contenido de
éstas: medidas personales (afectan al sujeto, y pueden ser privativas o no de libertad) y
medidas reales (afectan a las cosas).
Las medidas no privativas de libertad tienen como denominador común que no afectan a
la libertad del sujeto. La mayor parte de ellas tienen por objeto la privación o restricción
de otros derechos distintos a la libertad, aunque algunas de ellas afectan a determinados
aspectos de la libertad ambulatoria. En nuestro Derecho se prevén como medidas de
seguridad no privativas de libertad: La inhabilitación profesional; la expulsión del territorio
nacional de extranjeros no residentes legalmente en España; libertad vigilada; custodia
familiar; privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores; privación del
derecho a la tenencia y porte de armas (arts. 96.3 y 105 CP).
José Hurtado Pozo en su libro Manual de Derecho Penal Parte General de manera
didáctica establece al respecto que la corriente del positivismo criminológico italiano
propuso el abandono del criterio de la culpabilidad y su substitución por la de "carácter
peligroso" del delincuente. Su fundamento fue la concepción determinista del mundo.
Por tanto, percibe el comportamiento humano como el resultado de un proceso
condicionado por la personalidad de éste y las circunstancias exteriores y no como una
manifestación del libre arbitrio del autor.
Considera que la pena es, por tanto, inútil y propugna que sea reemplazada por las
medidas de seguridad. Con éstas, se debe neutralizar al delincuente, tratarle mediante la
educación y la medicina o colocarle bajo tutela o asistencia. La aplicación de estas
medidas depende, en consecuencia, del estado personal del delincuente. Su objetivo es
combatir su "peligrosidad". De esta manera, se refuerza la idea de la prevención especial.
Las medidas de seguridad fueron reguladas de manera sistemática, por primera vez, por
Carl Stooss en un Proyecto legislativo. Inspirándose parcialmente en las ideas positivistas,
previó en su anteproyecto de CP suizo de 1893, al lado de las penas, las medidas de
seguridad con finalidad sólo preventiva para luchar contra la criminalidad, neutralizando o
eliminando el carácter peligroso del autor.
Esta iniciativa de Stooss no constituía del todo una primicia, en la medida en que existían
algunos antecedentes en la Ley belga de 1891 sobre los vagabundos peligrosos, en el
Código penal italiano de 1889 (Código Zanardelli) o en la Ley francesa de 1885 instaurando
la relegación de los multireincidentes, La originalidad de Stooss reside, en especial, en que
su propuesta permitía sustituir la pena por la medida de seguridad, cuando la infracción
ponía en evidencia con claridad el carácter peligroso del delincuente. Esto suponía admitir
que no podían separarse de manera nítida las penas de las medidas ya que las últimas
podían, igualmente, conllevar una privación de la libertad”.
Se trataba entonces de un sistema dualista que permitía pronunciar, llegado el caso en la
misma sentencia, una pena fijada en función de la culpabilidad del delincuente y una
medida de seguridad fundada sobre la personalidad del mismo. Este sistema se
caracteriza por su flexibilidad porque da prioridad a la ejecución de la medida y otorga al
juez la facultad de renunciar, total o parcialmente a la ejecución de la pena
(vikariendes System).
En el Proyecto de C.P.P. de 1991, art. 71 se previeron, como en el texto vigente, sólo las
medidas de internación para inimputables [art. 71, 74] y el tratamiento ambulatorio para
los imputables relativos [art. 71, 76]. Sin embargo, en el texto definitivo del Código,
dictado mediante Decreto Legislativo por el Poder Ejecutivo, se introdujo un nuevo art. 77,
en el que se previó una medida de internación para imputables relativos o imputables
toxicómanos o alcohólicos, que se aplicará antes de la pena.
Las normas relativas a las medidas de seguridad que contiene el Código Penal vigente
provienen de tres fuentes legislativas extranjeras. En primer lugar, las disposiciones que
aluden a su rol funcional en el artículo IX del Título Preliminar tienen como modelo al
Código Penal colombiano de 1980 [Cfr. Art. 12]. El artículo 52 del nuevo Código
colombiano de 2000 se refiere a las funciones de las medidas de seguridad. Luego, las
normas que tratan de las clases de medidas de seguridad aplicables, responden a la
influencia del Código Penal brasileño de 1984 [Arts.96 a 98]. Finalmente, las reglas que
regulan la aplicación de medidas deben su redacción a las previsiones similares que para
ello incluyó el Anteproyecto de Código Penal español de 1983 [Cfr. Arts. 87 a 89]. Esta
heterogénea mixtura de fuentes legales extranjeras debe tenerse en cuenta, de modo
preeminente e insoslayable, para poder comprender y desarrollar, con coherencia y
eficacia, la utilización de las normas sobre medidas de seguridad del Derecho peruano
vigente.
Las penas y las medidas de seguridad son las dos consecuencias jurídicas, del delito
principales y que, desde una perspectiva del Derecho material, define el carácter
represivo-preventivo de todo sistema penal. Tanto las penas como las medidas de
seguridad constituyen el núcleo básico de la reacción penal, entendiendo algunos autores
a tales como de sanciones penales, en el más amplio sentido de la palabra (24),
nomenclatura con la que no estamos de acuerdo. Tanto una como otra reconocen
distintos presupuestos para su imposición pues en tanto que para la pena será el de la
culpabilidad, para las medidas de seguridad será el de la peligrosidad criminal del sujeto.
De esta forma tanto las penas como las medidas de seguridad integran el núcleo punitivo
estricto de nuestro sistema de reacción penal. Así, ni la responsabilidad civil ni las
consecuencias accesorias lo serán con tal contundencia pues en tanto que en el primer
caso su incorporación a un sistema de reacción penal obedece a razones político-
criminales de tutela efectiva a los intereses de la víctima del delito, pudiendo no estar y
24 Cfr. TERRADILLOS BASOCO, Juan y MAPEIXI CAFARENA, Borja. Ob. Cit. p. 21.
sin embargo no deja de ser exigible en una vía civil; hace que en su naturaleza jurídica
prevalezcan razones ajenas a la comisión de un delito o falta, sino que se retraigan a la
eventualidad de haberse producido, con tales hechos, dar civilmente relevantes. Esto es,
debiéndose evaluar de acuerdo a las reglas que el derecho civil franquea para los
supuestos de dar y de responsabilidad civil. Así, tampoco en el supuesto de las
consecuencias accesorias se plantea una base netamente punitiva ya que ellas se
estructuran en base a un razonamiento de control accesorio y de internalización de los
costos del comportamiento de quien tiene a cargo la persona jurídica(25) o, como apunta
GARCIA MARTÍN, en base a una situación patrimonial ilícita (en el caso de la privación de
las ganancias) y la peligrosidad objetiva de la cosa (en el caso del comiso de los
instrumentos del delito (26).
No hay lugar a dudas, entonces, de que las penas y las medidas de seguridad son las
consecuencias jurídicas del delito por excelencia y que sobre ella, recaen una serie de
precisiones jurídico-penales sobre las que debemos ahondar. Hemos de ocuparnos
empero, por ahora, sólo de las medidas de seguridad, ya que ellas, reconociendo como
presupuesto para su imposición el de la peligrosidad criminal (con muchos matices),
habrán de ser las propias para quienes, en la lógica de GRACIA MARTÍN {de pluralidad de
supuestos y hechos configuradores en las consecuencias jurídicas del delito)27, reconozcan
en su comportamiento un estado de no culpabilidad producto, en principio de la
inexistencia de imputabilidad o de la afirmación de semi-imputabilidad-configurando con
ello un estado necesariamente peligroso y ampliando, de este modo, su aplicación, bajo
una perspectiva vicarial del sistema penal, al de los imputables peligrosos, como se verá
después.
Lo primero que debemos decir respecto de las medidas de seguridad es que, aún
integrando el núcleo punitivo esencial — el otro lo conforma el sistema de penas — de
nuestro sistema de reacción penal, no son sanciones. Las medidas de seguridad no son
sanciones (28) y que muchos autores utilicen (incluso inconscientemente) esa expresión
para denominarla, haciéndola coincidir con la pena, en un mismo lugar, es producto de
rezagos positivistas en cuyo seno se llegó a considerar, como lo veremos más adelante, a
la "peligrosidad" como el presupuesto para la imposición de cualquier medida de orden
punitivo, llegando a sostener que el fundamento de la pena, era dicha peligrosidad.
28 SOLER, Sebastián. Las medidas de seguridad no son sanciones, en, ADPCP, T. XVII, Fase. II, (may-agost.), 1964. pp. 215 y ss.
29 Cfr. PÉREZ ARROYO, Miguel. Ob. Cit. p. 227
30 Con esto se pretendió la realización de la justicia en sí misma. Sin embargo, como sostiene ROXIN, estado social y democrático de
derecho que mantiene separados lo moral con lo jurídico, estas ya no tiene cabida (Cfr. VILLAVICENCIO TERRERO, Felipe. Lecciones de Derecho
penal. Parte general. :uzco, 1990. Pág. 36.)
Partiendo de la base de que las medidas de seguridad y rehabilitación social forman parte
de los instrumentos político-penales (y por a adidura político-criminales) que el Derecho
penal le franquea a la sociedad y su Estado lo cual es indiscutible) al igual que en el caso de
la pena, a modo de instrumento ius puniendi estatal, debemos encontrar su fundamento,
legitimidad, función y contenido en su propio origen, en relación a las penas de cuya
insuficiencia retributiva, en determinados supuestos, se alimentan.
La pena, por sí sola, no puede captar el plus de la peligrosidad adicional de estos sujetos
que va más allá de la culpabilidad por el hecho cometido. Como afirma WELZEL la función
de protección jurídica que cumple la pena está limitada, tanto material como
personalmente, a la retribución justa por el quebrantamiento del derecho de parte del
autor que actúa culpablemente. Esta función la cumple frente a delincuentes ocasionales
o quienes son socialmente aptos para la convivencia, pero no respecto de la peligrosidad
de autor que sobrepasa la culpabilidad en ciertos delincuentes por estado (32).
De esta manera a los sistemas penales, como anota GARCÍA-PABLOS, le quedaban tres
alternativas: 1) Seguir a un concepto estricto de pena, despreciando las necesidades
preventivas, solución no ajustada a las necesidades sociales ante los peligros que
planteaba la criminalidad de individuos considerados peligrosos. 2) Se podía revisar el
concepto clásico de pena, de forma que pudiera asumir las funciones de corrección y
aseguramiento (con entidad autónoma suficiente no como fines accesorios al estilo de las
teorías de la "unión" — Vereinigunstheoríe —, en la que se deja de lado el carácter
meramente retributivo — retribución divina, moral o jurídica — de la pena o de mal
necesario, justificada en sí misma —- Teorías absolutas de la pena — así como el
utilitarista en cuanto la prevención de la criminalidad — Teorías relativas de la pena —;
sino que eclécticamente postulan una plurifuncionalidad de la pena, en cuanto a la
retribución y la prevención del delito), encontrando en esta solución el problema de poder
controlar ni someter a límites una potestad estatal punitiva orientada a tales fines; 3)
Como última posibilidad cabía que admitir junto a la pena un segundo sistema de
reacciones para aquellos casos de sujetos peligrosos necesitados de corrección respecto a
los que la pena retributiva, basada en la idea de culpabilidad.
REGLAS DE APLICACIÓN
32 WELZEL, Hans. Derecho penal alemán. Traducción de Juan Bustos Ramírez y Sergio \'á ez Pérez. Santiago: Editorial jurídica de Chiie, 4
ed. Castellana, 1993. p. 286. Según esta propuesta, las penas deberían complementarse con las medidas de seguridad (lo cual se
satisface en ei CP peruano al haberse asumido un modelo ya no meramente dualista sino VICARIAL). La intensidad y duración de ¡a
medida estarían dadas por ía peligrosidad y no por la culpabilidad.
1. Legalidad
2. Jurisdicción.
El Juez Penal competente es la única autoridad del Estado que puede imponer medidas de
seguridad. Además, solo podrá hacerlo a través de una sentencia.
Esto es, luego de un juicio en el cual la actividad probatoria desplegada acredite con
suficiencia y racionalidad que el imputado inimputable fue quien cometió el hecho
punible. En este sentido, pues, era correcta la opinión de Peña Cabrera al precisar que “las
medidas de seguridad constituyen siempre una sanción penal que solo ha de aplicarse
cuando se ha demostrado la comisión de un delito”(33)
Un aspecto que guarda relación con este principio y el de legalidad es que la medida de
seguridad de internación no puede aplicarse con carácter de medida coercitiva personal
durante el proceso. Efectivamente, las normas vigentes del código de Procedimientos
Penales de 1940 y el Código Procesal Penal de 1991 no regulan ni autorizan tal posibilidad.
Ello ha generado que en casos extremos los jueces hayan ordenado la detención del
inimputable y su internamiento en un centro carcelario lo cual resulta inadecuado y
arbitrario dada la calidad y estado concreto del imputado. Sin embargo, el Código procesal
Penal de 2004 si ha legislado sobre estos aspectos al incorporar como medida cautelar la
internación preventiva (cfr. Artículo 293 del Código Procesal Penal de 2004).
33 PEÑA CABRERA, Raúl. “Tratado de Derecho Penal. Estudio programático de la parte general”. Tomo I.
Segunda Edición. Lima. 1995. Pág. 556
3. Necesidad.
imponerle una medida de seguridad, la autoridad judicial debe tener en cuenta estas
consideraciones:
a) La peligrosidad delictual requiere un pronóstico integral que debe hacerse sobre la base
del delito cometido, su modalidad de ejecución y la evaluación sicológica y siquiátrica que
se haga de la gente.
b) La declaración de peligrosidad debe expresarse como un pronóstico de probabilidad
relevante de la comisión de nuevos delitos. No es suficiente, pues, la mera posibilidad de
que ello pueda acontecer.
c) El pronóstico de peligrosidad debe fundarse en los resultados de las evaluaciones que
apliquen los peritos al infractor. Sin embargo, dicho pronóstico siempre será una decisión
judicial por lo que se requiere también de una fundamentación jurídica.
4. Proporcionalidad.
La peligrosidad del agente del delito es también un factor determinante para medir la
proporcionalidad de la medida a imponer. Al respecto, la doctrina española ha
cuestionado que la peligrosidad futura pueda servir para indicar la proporcionalidad de las
medidas de seguridad. En ese sentido, por ejemplo, se ha señalado que la
proporcionalidad refleja un sentido retributivo propio de la culpabilidad y que resulta
implicante con el efecto preventivo que demanda la peligrosidad del infractor, la cual se
mide hacia el futuro.
De allí que en el artículo 73 del código Penal peruano, siguiendo su fuente hispánica, lo
que se demanda es que el juez evalúe la naturaleza del delito cometido y la de aquellos
que se pronostica que se podrían cometer por el agente de no ser sometido a la medida
de seguridad. Se trata, pues, de una proporcionalidad condicionada no sólo por hechos
futuros, sino también, y sobre todo, por un hecho delictuoso pasado. Pero, además, por
la concreta necesidad de internación o tratamiento ambulatorio que el estado personal
del infractor requiere.
Compartimos, por lo tanto, lo expuesto por San Martín Castro, quien señala que el
principio de proporcionalidad “tiene un definido acento garantista y se expresa en una
5. Posdelictualidad.
6. Control Judicial.
El juez competente está obligado a controlar la ejecución de las medidas de seguridad que
imponga. El Juez está, pues, vinculado a ellas por una obligación de inmediación que no
debe sucumbir, como desafortunadamente ha ocurrido con frecuencia, a la rutina de la
eventualidad, la improvisación o la falta de diligencia. Por consiguiente, la autoridad
judicial, debe planificar y programar adecuadamente sus visitas a los centros de
internación o donde se estén ejecutando las medidas de tratamiento ambulatorio, para,
de esa manera, poder recibir con sentido de oportunidad los reportes correspondientes.
Esta práctica debe hacerse una rutina responsable y no un evento episódico a cumplir
cada seis meses. Las medidas de seguridad son sanciones por lo que su ejecución no debe
quedar librada a las decisiones y actuaciones exclusivas del órgano administrativo o
sanitario. Por lo demás, solo un control efectivo y con periodicidad razonable sobre las
medidas de internación permitirían al juez decidir con certeza y eficiencia sobre su
reducción o cese en los caos que autoriza la ley.
34Cfr. SAN MARTÍN CASTRO, César. “Proceso Penal, anomalía síquica grave y delito”. II Congreso Internacional
de Derecho Penal. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1997. Pág. 27.
35 Cfr. VILLAVICENCIO TERREROS, Felipe. “Derecho Penal. Parte General”. Grihley. Lima, 2006. Pág. 78.
Ahora bien, pese a sus notables mejoras con relación al Código de 1924, el Código Penal
de 1991 no incorporó normas, cuando menos generales, sobre cómo deberían proceder
los magistrados para la ejecución y supervisión de las medidas de seguridad. Esta carencia
tampoco fue superada por el Código de Ejecución Penal y su Reglamento. En
consecuencia, todo lo concerniente a este delicado dominio ha permanecido de facto en
el nivel discrecional de las decisiones que adopta el servicio siquiátrico del centro de
tratamiento a donde es remitido, por disposición de la autoridad judicial, el enfermo
mental que fue declarado autor de un delito.
“2. El Juez Penal examinará, periódicamente la situación de quien sufre una medida de
internación. Fijará un plazo no mayor de seis meses entre cada examen, y decidirá previa
audiencia teniendo a la vista el informe médico del establecimiento y del perito. La
decisión versará sobre la cesación o continuación de la medida y, en este último caso,
podrá ordenar la modificación del tratamiento.
3. Cuando el Juez tenga conocimiento, por informe fundado, de que desaparecieron las
causas que motivaron la internación, procederá a su sustitución o cancelación”.
1. Al sujeto que sea declarado exento de responsabilidad criminal conforme al inciso 1 del
artículo 20, se le podrá aplicar, si fuere necesaria, la medida de internamiento para
tratamiento médico especial en un establecimiento adecuado al tipo de anomalía o
alteración psíquica que se aprecie. El internamiento no podrá exceder del tiempo que
habría durado la pena privativa de libertad, si hubiera sido declarado responsable el
sujeto, y a tal efecto el juez o tribunal fijará en la sentencia ese límite máximo;
2. El sometido a esta medida no podrá abandonar el establecimiento sin autorización del
juez o tribunal sentenciador, de conformidad con lo previsto en el artículo 75 del referido
cuerpo de leyes;
3. Además, esta medida de seguridad también podrá imponerse en el caso de eximente
incompleta en relación con el artículo 77 siempre que la pena aplicable sea privativa de
Comentando este artículo podemos decir, que el Derecho penal no sólo es un medio de
represión, sino también un medio de prevención y lucha contra la delincuencia. Si esta
doble tarea se lleva a cabo solamente con la aplicación de la pena, se habla de un Derecho
penal monista.
Por el contrario, se habla de un Derecho penal dualista, cuando junto a la pena, se aplican
otras medidas de distinta naturaleza a las que se llaman medidas de seguridad.
En el Derecho penal moderno junto a la pena, como principal consecuencia del delito,
vienen también en consideración las medidas de seguridad, adoptándose así en la mayoría
de los países un sistema dualista de las consecuencias jurídicas del delito.
Los presupuestos de las medidas deberán regularse, en la ley penal: se trata de sanciones
alternativas que no es preciso delimitar en general con respecto a las otras sino que
requieren en el caso concreto una ponderación cosa que solo es posible si sobre ellas
debe decidir una única instancia. etc. De aquí se desprende que la peligrosidad de un
sujeto, es decir, la posibilidad de que cometa un delito en el futuro, puede constatarse
aun antes de que se haya cometido delito alguno. Frente a esa peligrosidad pre delictual
está la peligrosidad pos delictual, que es la probabilidad de delinquir en el futuro que
muestra una persona que ha cometido ya un delito, es decir, un delincuente. En nuestra
opinión, no hay ninguna duda de que el presupuesto de las medidas de seguridad lo
constituye la peligrosidad pos delictual. Ello se deriva de la propia naturaleza y concepto
del Derecho penal.
Es evidente, por tanto, que el Derecho penal sólo debe ocuparse de conductas peligrosas
pos delictuales y que, por consiguiente, las medidas de seguridad jurídico-penales
únicamente deben referirse a dichas conductas.
Pero, aun aceptando este punto de partida, deben analizarse, siquiera brevemente, las
ventajas e inconvenientes de esta consecuencia del delito.
Por otra parte, es el único recurso de que dispone el Estado en aquellos casos en los que
no puede imponer una pena por ser el sujeto inimputable, aun cuando ha cometido un
hecho tipificado en la ley como delito y es peligroso y aún existe el peligro de que con la
medida de seguridad se persiga en realidad un aumento de la gravedad de las penas,
aduciendo la supuesta finalidad de la defensa social o de la corrección del individuo.
Por todo ello, se propone hoy un sistema combinado de penas y medidas, en el que éstas
sólo sean, en principio aplicables como sustituto de la pena cuando el sujeto del delito no
sea responsable del mismo, pero sí peligroso y, excepcionalmente, juntamente con la
pena, cuando sean de distinta naturaleza y, por tanto compatibles en su cumplimiento
simultáneo o, en el caso de que ambas sean privativas de libertad (internamiento
psiquiátrico y cárcel para un toxicómano), haciendo cumplir en primer lugar la medida y
luego computando su tiempo de duración en el tiempo de duración de la pena".