Nanos Valaoritis
Nanos Valaoritis
Nanos Valaoritis
EL MONO PARLANTE
O
PARAMITOLOGIA
LOS LUCEROS
era un niño pequeño en brazos de Melpómene. Ella tenía los hombros picudos y las mejillas
simétricas, y tejía la historia de la cólera y de la pureza -instruida por los cuentos que leía-.
Yo era su hijo disparejo y me daba de mamar peripecias y maravillas, casos increíbles o
insospechados, obvios u ocultos. Andando hacia el misterio nos encontramos con uno de los
Luceros. Saltó del caballo y saludó con una profunda reverencia quitándose su sombrero
que era el sol, luego se inclinó y bebió agua de la fuente. Melpómene me dejó bajo un árbol
cerca del caballo y me dijo que me quedara allí hasta que volviera y que fuera bueno. Ella y
el Lucero marcharon tras unos matorrales y se fundieron en uno. Más tarde volvimos a
encontrarnos por el camino un Lucero. Se quitó el sombrero y era la luna; saludó, pero no
rato. Me abrazó muy fuerte y me besó con más ternura que antes. Durante el camino de
vuelta había anochecido y según nos acercábamos a nuestra realidad cotidiana, justo en el
umbral, topamos con el tercer Lucero. Este ni saludó ni descabalgó; y su gorra era el astro.
una semana entera; y era imposible conseguir que se sentara a contarme algún cuento más.
Los Luceros, como habréis adivinado, eran sus pretendientes. Pero ella en su simplicidad se
imaginaba que estas criaturas corrientes eran seres divinos dotados de propiedades
Melpómene y un día de invierno, a las siete de la mañana en punto, mientras salía el sol,
parió un chiquitín que brillaba todo e irradiaba en torno a la cabeza un halo dorado.
***
Cuando me hice un poco mayor observé con asombro que la vida no era cuento. A las
caricias de Melpómene las sucedieron los palos de doña Sapiencia. Me negaba a aprender a
leer con más testarudez que la suya en enseñarme todavía. Silabeaba con la cabeza
inclinada sobre el libro y entretanto las palabras tejían en mi cabeza como barquitos de
cada palabra que no me sabía. Me daban todas las respuestas. Me solucionaban todos los
problemas. Los palos desaparecieron como por arte de magia. Doña Sapiencia, aturdida,
tragaba saliva sin saber qué hacer. Un día poco faltó para que me pillara. Uno de los luceros
hizo un ruido muy raro al entrar en el cuarto. Sorprendida doña Sapiencia miró todo
alrededor. Por suerte no vio nada. Pero desde entonces, cada vez que teníamos clase,
buscaba con gran atención por toda la habitación, no fuera a estar alguien escondido, y
miraba hasta debajo de los muebles. Un día, mientras estaba tirada en el suelo intentando
ver debajo de un armario, entró mi madre que se pensó que la pobre mujer se había vuelto
loca y la expulsó para que no me pegara su locura. De esta manera me libré del Espantajo
gracias a los Luceros.
***
Finalmente llegó la edad del amor. Y ahí me las vi y me las desee. Era tan tímido y torpe
que de cuantas soñaba ninguna se volvía a mirarme. Permanecí así mucho tiempo
marginado por mis camaradas, más atrevidos, más duros y más hábiles. De las muchachas
más hermosas y vitales me separaba un abismo de dudas que había escavado yo solo entre
nosotros. Pasé años así, desesperado. Hasta que un día me encontré delante del
espectáculo más inesperado, la hija de un Lucero, de aquel del sol por sombrero, que tenía
también ella una estrella alrededor del pelo. Aunque era, como su progenitor, desdeñosa e
empujó a aproximarme, sin conocerla, y a hablarla, con todo lo tímido y miedoso que era, y
nos unimos, nos hicimos novios y nos casamos en las montañas con el sol, la luna y todos
los astros del cielo de testigos. Pero un día los buenos Luceros, que nos dicen siempre la
verdad aunque sea triste, explicaron que había llegado la hora de la separación;y que nos
teníamos que despedir con ternura, amorosa y bondadosamente; porque tales eran los
decretos y los destinos, que estuvieran aquí los hombres y allá los otros seres, los
sobrenaturales, y que se unieran sólo por cuanto tiempo les dejaran lo involuntario y lo
oculto. Con el paso del tiempo cada mañana cuando me levanto, el sol, y cada noche, las
perdí. Y así vence nuestro amor vencido, y queda abolido el tiempo de la separación; y a
pesar del cambio y la andadura del tiempo, lo pasado se vuelve de ahora y lo venidero y lo
Atenas, 1961
LAS EXPLICACIONES DEL MAESTRO
a André Breton
Las explicaciones del maestro son siempre bífidas, como la lengua de la serpiente. En las
aguas del tiempo existente - hay que pagar de antemano las cuentas de la experiencia y las
A que reinaban hasta hace un par de días en las afueras de China. - Escarbando por libros
1
viejos y pergaminos, buscando fósiles en los filones del conocimiento; ágatas, en las
canteras de la conciencia y en las orillas de tiempo insecable, te vi, surgida del fondo de mí
mismo; Fermosa hermosísima hija por siempre fatal de las misiones de la abstinencia hasta
alquilar herméticamente cerrada. Echado boca arriba cuento las moscardones y las grietas
del techo y las aguas de mi imaginación; y calculo cuántos amores tengo en mi activo y
entidades musicales, porciones de nulidad virtuosa plantada en los jardines y en los huertos
hasta allí donde alcanza la expansión del ojo vano, y otras rarezas; sedimentos intactos y
enteros como un megalito redondo, como un ara circular. Llueve y las cortinas corridas, los
cerrojos echados; nadie en absoluto por la calle, con excepción de unas pocas sombras que
crecen y se alargan y de algunos fantasmas que no sabría nombrar, juegan en los cabellos
de mármol de un busto famoso y joven - de un poeta, a juzgar por las apariencias - y gran
1Las "Y" dice el original; es una abreviatura inhabitual que puede corresponder a "Ypsilótites",
"Altezas".
LAS VENTANAS DE LA GENIALIDAD
ventanas de la genialidad restantes están cerradas y no se abren más que si las nombras; y
están medio borrados y es imposible leerlos. Cada año vienen a limpiar las ventanas
abiertas cinco mujeres. Señoras de la limpieza estupendas, desnudas y fatales, que llevan
una máscara de seda que les llega hasta los pechos para que no descubra su rostro uno
cualquiera. Las ventanas cerradas las ensucian las polvaredas, las corroe el granizo, las
moja el cielo y las sacude el viento en el transcurso de los siglos; y se vuelven cada vez más
oscuras; de manera que algunos dicen que ni siquiera son ventanas; y la poca luz que les
desierto. Entonces llegaron los reformadores e intentaron darle un nombre al edificio este y
arreglarlo para ofrecérselo a los usuarios. Dijeron que se llamara: Manicomio. Y que allá
vivieran las personas desordenadas; y que los atendieran los sistemáticos, los bien
delirios, de alucinaciones, de ideas fijas y de muchos síntomas más que los llaman clínicos.
Esta institución nueva funciona con regularidad; sólo que se ha hecho imposible abrir las
mil ventanas cerradas de la genialdad; y por consiguiente, el ventilar las habitaciones para la
finalidad que les dieron los reformadores de la sociedad, profesores, abogados, médicos y
jueces. Pega el viento en las ventanas cerradas, y dentro de las habitaciones vacías
permanecen eternamente sin clasificar las mil y una designaciones de la infinita melancolía
del ser.
inocente; y de que fue injusto que ejecutaran las decisiones y las escrituras de lo
la voluntad te recompuse con bastante dificultad -pero siempre seguro de que eras inocente,
oposición a la iglesia, el estado y el trabajo. Cuando tú, mi obra, acabaste, no tenía nada que
hacer por aquí y dando un empujón al mundo cogí carrerilla y subí al firmamento, y me volví
astro en la de la osa; con el pellejo clavado del revés y siempre seguro de que eras inocente,
afiancé mis esperanzas en un mesías nuevo que se reveló falsificación - y tú una invención
desde entonces baño con un solo rayo de luz dorado una ventana donde se sienta una
muchacha que me espera; y siempre seguro de que eras inocente tomo mis medidas y te
- Canta diosa la cólera etc. Como aceptor de misiones siempre me inclino con orgullo ante ti,
impresión profunda del espacio vacío que me contiene hasta este futuro reciente de un
señor de frac y cabeza de clavo hundido hasta el cuello del traje y seguro cuanto es posible
de que eras inocente; sin nostalgias engañosa, sin sentencias judiciales, sin cuchillos, paso
por delante tuyo y me voy y no vuelvo a venir por aquí como no sea para volveros a ver,
PROMELEON
La sentencia de Hermes Trismégisto la conozco "...cuando todos los seres estaban sin
formar y no se podía ver a través de ellos... recogían en sí mismos la simiente del renacer...
tierra...pues lo divino es la amalgama entera del cosmos renovada por la naturaleza" (Tercer
discurso sagrado de Hermes) . Conozco la sentencia y la repito con otras palabras, mías
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experimentado y antiquísimo. En los viejos tiempos vivía un rey que se llamaba Promeleón
porque era medio hombre medio león. Este hombre quería casarse y buscaba una mujer
como él, medio humana medio leona. Pero no era justo ni apropiado el que encontrara una
señorita así. Rebuscaban los sabios en sus cuadernos, a ver si se había dado algún caso
semejante, y los no sabios también escrudiñaban por toda la tierra en busca de la leona de
angustiada, teorías y consejos; y no se hablaba de otra cosa, se hacían cálculos sobre quién
sería el afortunado que la encontrase, porque Promeleón, el antiguo y poderoso rey, había
prometido muchas cantidades muy convenientes y dones y regalos y una gran recompensa
a quien le encontrara la leona, la mortal sacada medio de animales medio de humanos que
le estuviese uno a uno, aparejada. Los días pasaban, los meses pasaban, los años se iban,
los años desaparecían y Promeleón seguía soltero. Al final de los finales Dios tomó el
parecer de arreglar el asunto y una noche de invierno le nació a un hombre pobre una hija
medio niñita medio leoncita. Al principio éste y su mujer se asustaron tanto que faltó bien
poco para que hicieran caso al cura y la mandaran al diablo, de donde había venido. Pero se
decidieron ir a ver si tenían la suerte de que su hija le gustara a aquel rey inmortal. Enviaron
El autor transforma el texto que cita uniendo fragmentos muy separados unos de otros. Además
introduce un par de modificaciones puntuales que cambian aún más el sentido: "αδιοράτων"
(impenetrables, imperspicuos, opacos) en lugar de "αδιερίστων"
αδιερίστων" (que se considera debe leerse
"αδιαιρίστων"
αδιαιρίστων" -no divididos-) y "ανακυθέναι"
ανακυθέναι" ("rebrotan", -pasiva insólita de "κύω", "preñar" o "estar
preñada" + "ανά"-, "re-"-.) en lugar de "αναλυθέναι" (se disuelven). Por último, no son citas del
"tercer discurso sagrado", sino del que convencionalmente se designa como "tercer tratado
hermético" cuyo título es "discurso sagrado".
pues una noche un mensajero a escondidas, no fueran a enterarse en el pueblo y cayera
enseguida; y al día siguiente ya la llevaban al palacio del rey, envuelta en pañales para que
no se viera su cuerpo de león. Allí la quitaron lo primero de todo los pañales, para ver si
habían dicho su padre y su madre la verdad, y luego les pagaron con muchas monedas de
oro y de plata, y con piedras preciosas y cuanto se pueda imaginar. Al volver al pueblo la
pareja, como no se sabía cómo unas personas tan pobres se habían vuelto ricos de repente,
en una sola mañana, sospecharon de ellos; empezaron a pensar mal y terminaron corriendo
la voz de que andaba por medio el diablo, y de que los florines eran un embeleco y si los
tocabas se convirtían en carbón. Con esta justifincación fueron una noche y rompieron la
puerta de la casa y buscaron por todos los armarios y cajones y arcones; pero no
encontraron nada. Porque dio la casualidad de que en el bargueño donde los tenían
hubiesen mentido y los hubiesen humillado por no haber encontrado nada de cuanto se
rumoreaba. Pero el tiempo no sufre detenciones y su hija se hizo mayor; y dejó de ser una
niña; y se convirtió en una jovencita; y entonces el rey quería casarse con ella, y hacerla
reina suya, y compartir su lecho con ella, y tener muchos hijos humanoleoncitos. Pero ella
quería conocer antes a sus padres y pedirles su consentimiento; y, entonces ya sí, volverse
reina con la ceremonia que se estilaba en su pueblo. Así ocurrió y la muchacha se marchó y
quiso obtener el permiso de sus padres. Pero ellos, que temían quedar en ridículo, no la
reconocieron; aseguraron que no era hija suya, por más que hubiera llegado con escolta real
y con el aparato oficial de bulas y escrituras donde ponía que era hija de ellos; los muy
hija, no vieran más la luz del día. Entonces el pueblo dio rienda suelta a la lengua; y
concluyeron que no podían haber tenido aquella visita tan principesca sin que allí hubiera
gato encerrado y que seguro que andaba por medio el enemigo y que el tesoro estaría
hasta los pisos de las habitaciones; y al final encontraron el tesoro enterrado en el jardín,
donde habían tenido la precaución de esconderlo después del primer asalto a su casa; y se
lo repartieron entre ellos después de haberlo exorcizado para que no se les convirtiera en
ceniza entre los dedos. La hija, entretanto, se fue desconsolada a Promeleón y le dijo que no
quería ni podía casarse; ya que sus padres no la reconocían como hija suya, ni le daban su
permiso y su bendición.
Entonces Promeleón volvió a hacer llamar a los padres y les ofreció un banquete
casarse. Aquellos, sospechándose algo malo, hicieron de la necesidad y del interés virtud; y
ya que habían perdido todo lo que les había dado anteriormente el rey, aceptaron; y se
celebró la boda en palacio con sus bendiciones. Pero al volver a casa los asaltaron en un
bosque oscuro unos bandidos. Y se contaba que mientras los asaltaban se oían gruñidos y
rugidos de león. Y se dijo que su propia hija había prometido una paga a los bandidos para
que los asaltaran. Y cuando llegaron al pueblo se encontraron con otras desgracias: las
bestias robadas y la casa quemada por los del pueblo. Entonces maldijeron la hora en que
desgracia; mas esta vez el rey no se conmovió en absoluto y los echó con dureza; porque en
comieron las fieras salvajes en los montes. Mientras tanto su hija se arrepintió de haber
dejado a Promeleón echar a los autores de sus días; y marchó al pueblo para llevárselos.
Cuando vio la casa quemada y que ellos no aparecían, supuso que los habían matado los
del pueblo y se detuvo a comérselos uno tras otro, hombres, mujeres y niños. Promeleón al
poderoso que pregonaba y presumía de poder convertir en personas a los leones reales, si
ejercía todo su poder y en ese momento no eran contrarios los demonios de la tierra y los
astros del cielo; y que poseía el secreto de un bebedizo que tornaba a su forma humana
incluso a los árboles; y ordenó que le trajeran una tortuga y la hizo beber allí mismo y la
convirtió en persona humana capaz de caminar, no sólo a cuatro o tres patas, sino también
a dos e incluso a una. Y la fama de sus proezas se extendió por Oriente y Occidente y llegó
compañera en personas le daría muchas riquezas indecibles, que no las había visto ni en
sueños; y le enseñó algunas de sus riquezas y el mago se quedó pasmado y aceptó. Pero el
rey le pidió por si acaso antes, que uno nunca sabe, que probase primero con su mujer, la
reina, y luego con él, porque no quería ser humano él solo y que ella siguiera como antes y
se separaran. El mago probó entonces primero a hacer humana a la mujer; pero le resultó
imposible conseguirlo, y entonces el rey le dijo que le había engañado; e iba a expulsarlo de
allí cuando el mago, sin pedirle permiso, para salvar el pellejo, lo convirtió en persona. En
cuanto se convirtió en persona, el rey se olvidó de todo, tan contento se puso; y no sólo no
castigó al mago; sino que le pagó la mitad de los dineros que le había prometido; ya que no
había conseguido convertir también en persona a la reina, sino solamente a él. Cuando el
mago se marchó, le asaltaron al llegar la noche unos bandidos en el mismo sitio que habían
asaltado a los padres de la muchacha, y se oyeron otra vez rugidos de león mientras los
bandidos hacían presa en él. Pero Promeleón, que ahora era humano, olvidó a su mujer y
tomó otra esposa, humana. Entonces Promeleona, así la llamaban, fue al bosque y se
escondió con los bandidos y no dejaba pasar un solo viajero sin comérselo, después de que
le hubieran afanado los bandidos. Por último, el mal llegó a tal extremo que Promeleón se
vio obligado a ordenar que la prendieran; y cuando la capturaron, la metió en una jaula y le
daba de comer todas las mañanas coderitos tiernos, pero la nueva mujer se puso celosa y
pagó a unos hombres para que la mataran. Estos la llevaron a un lugar desierto y la
torturaban; entre los tormentos Promeleona decía: "¡Ay! ¿por qué habré nacido de tales
padres que no me dieron permiso para casarme, y que me maldijeron para que no me
volviera jamás humana y para que no funcionara la magia conmigo, y que me quisiera comer
lo que vieran mis ojos; y que no tuviese corazón para dolerme ni lágrimas para llorar, y que
asesinos, y a ella la hizo aherrojar, diciéndose "no esperes nada bueno de los hombres."
Entonces ocurrió un milagro y llegó un día un hombre con una piel de león por capa; y
contestó que se la había comprado a unos bandidos que la vendían. Pero Promeleón era
astuto y no lo creyó y volvió a preguntárselo hasta que confesó el hombre de la piel que era
el cuero de una leona humana, que la había encontrado herida y agonizante en un lugar
desierto; y que le había dado pena y la llevó al médico que la curó; pero ella permanecía
inconsolable y se fue muriendo poco a poco de una pena que no quiso explicar a nadie; y
que un poco antes de morirse le hizo jurar que se pondría su piel e iría al palacio de
Promeleón; pero que no le dijera de quién era la piel hasta que la reconociera él mismo. Y
entonces fueron todos al lugar donde la había enterrado y levantaron un león de piedra con
rostro de mujer, y le pusieron alas para indicar que Promeleona estaba ya en el cielo; y así
surgió la historia de que quizá en cierta ocasión había preguntado a uno: "¿Qué es lo que
primero nada, después pasea y luego vuela?" y contestó: "El hombre; porque primero nada
en el vientre de su madre; después pasea sobre la tierra; y luego, cuando expira, su alma
vuela al cielo." Y aquella le contesto que no la quería nadie, ni sus padres, ni su marido,
como para que cobrara alma para volar; y por eso la llamó Esfinge, porque la esfingía
Nanos Valaoritis
FANTASMOMIOMAQUIA
Durante algún tiempo fui árbol -medio árbol, medio hombre. Tenía alma, ojos, nariz y
orejas de hombre. Mis manos eran ramas; mis piernas, raíces; mi tronco, tronco de árbol; mi
ombligo, un nudo de madera. Mis cabellos eran las hojas y hablaba en un rasgueo suave
balanceaba; y en vez de lengua tenía una flor que salía en primavera; y entonces, venían
todas las abejas y las mariposas a sorber de mí; y sin querer llevaban mi polen a una
compañera, que también era árbol, que yo la quería con ardor; y que crecía en el jardín de
una casa, buenecita y mimada. Llevaba sin verla unos cuantos años; porque, mientras,
habían crecido entre nosotros otros árboles que me impedían su vista. Pero escuchaba sus
suspiros cuando llovía; escuchaba sus particulares crujidos, y era siempre todo oídos, a ver
si oía algún runflo o algún susurro de ella. Todo esto era antes de que llegaran los ratones.
Arremetieron de pronto una noche; treparon por mí, unos anidaron en mi tronco, y otros
empezaron a roer mis raíces. Me roían y ahuecaban. Ahora estoy vacío por dentro y los
ratones estos circulan de un extremo a otro, hasta mis ramas más altas. Fue imposible
oponer resistencia a sus dientes y a su insistente roer. Ahora estoy listo para caer y
desplomarme a la menor tormenta. Mi única satisfacción será que al caer arrastraré conmigo
abandonan hasta los últimos ratones, -señal de que se acerca un vendaval y caeré; porque
estos animales, dicen, saben de antemano que nos va a ocurrir. Pero para mi gran asombro,
ni pizca de borrasca. El cielo azul, igual que antes, límpido y sereno. Noté, con todo, un frío
recorrerme todo el cuerpo, algo se estaba metiendo dentro mío y trepaba por mi interior
hasta llegar al corazón; allí se detuvo. Porque el corazón del árbol es duro, más duro que
todas las partes de madera. Estuve un buen rato sin atreverme a moverme. Me imaginaba
que sería una serpiente y tenía miedo de que fuera venenosa y me mordiera. Mas no era
serpiente, sino una extraña figura liquiducha y blancuzca que los demás hombres, los que
andan, llaman fantasma. Antes de que terminara de examinarlo bien, para ver que clase de
fantasma era, empezó una algarabía fenomenal en mi cavidad interior. Como arañazos,
grititos, chillidos y mamporros. Los ratones habían vuelto -por lo visto se habían equivocado,
no había razón para que me abandonaran-; y ahora se habían enzarzado en una lucha
tremenda con el fantasma, que no pensaba dejarlos pasar. La matanza duró toda la noche,
y a la mañana siguiente el suelo alrededor mío estaba sembrado de ratones; unos yacían
muertos y otros, heridos, expiraban. Me froté los ojos de sorpresa. ¿Quién era este valeroso
fantasma que tan bravamente me había defendido contra los ratones? Permanecía
acurrucado dentro de mí y vigilaba no fuera a acercarse otra vez alguno que hubiera
escapado de la escabechina. Viví así tranquilamente todavía muchos años, hasta que un día
se fue el fantasma. Me dio tiempo a verlo según salía y creí reconocer la figura de mi
amada. Es cierto que no la oía desde hacía tiempo y que un día que hacía mucho viento vi
entre los demás árboles,que se habían apartado un momento, que no se estaba en su lugar
cuchicheos, suspiros y sollozos. Al final me enteré que la habían talado los nuevos dueños
de la casa, porque les quitaba la vista. Y su fantasma había venido a guarecerse en mí para
echar a los ratones. Derramé lágrimas amargas hasta mi muerte. No la olvidé. Ahora estoy
disperso por varios muebles , ruedas y ventanas; y uno de mis trozos, en un barco de pesca,
está clavado al lado de un madero de mi amada; y así permanece siempre algo del sentir
primero; porque el todopoderoso que administra las cosas y nos rige, el tiempo, nos ha dado
existencia, vida, o cómo quieran vds., las migajas transmigradas desde la misma mesa
inicial.
Atenas, 1961
allí han dicho que nació, con la cabeza para abajo y no con los pies para arriba. La madre
del mundo era una mujer horrenda, una bruja con cabeza peluda, y con las uñas y los
dientes tan puntiagudos como agujas. Pero el Mundo era hermoso; bello desde el primer
instante; y primero el sol, su tío, se quedó embelesado mirándole, lo mismo que su tía, la
luna, y luego, todas los demás astros del cielo, sus primos. Después se quedaron
embelesados el mar y las montañas; y los ríos, las peñas, los árboles, las lluvias y las nubes.
Todos estaban embelesados, incluso las bestias salvajes y las domésticas, y las aves y los
reptiles y, en el fondo del mar, los peces. Sólo había uno al que no le embelesaba, su padre.
Este era envidioso y celoso y se llamaba Abismo. Llegó un día donde la madre e intentó tirar
al mundo al gran precipicio que abrió delante. Pero los ángeles dieron alas al mundo y voló.
Y hasta los demonios le llamaban bienaventurado cuando iba volando. Entonces el Abismo,
para vengarse, hizo tres niños más con su madre, la Bruja; hizo a los Años a la Corrupción y
al Vacío. Desde entonces estos tres compiten entre sí por quién destruirá primero el mundo;
que lo tenemos un instante y luego lo perdemos, todos nosotros, las criaturas del Instante
TRANSUBSTANCIACION
para Andreas Empeírikos
Primero vino y se quedó parado en la plaza vacía una bicicleta, y siguió un rato de pie él
solo. luego se sentó sobre él el ciclista; y sobre los hombros del ciclista, un chiquillo menudo;
y en la palma del chiquillo, un caballito del diablo; y dentro del caballito del diablo, ¡Yo!
Después se apiñaron; primero uno que pasaba por allí, que se paró y lo estuvo
contemplando un rato; más tarde éste se fue y llegó otro que se paró y lo estuvo admirando;
luego, al irse éste, un tercero que miraba como bobo, lleno de confusión, y no entendía qué
quería decir; éste también acabo yéndose a sus cosas. Cuando se marcharon estos,
llegaron los listos de tres en tres; y hablaban a voces entre ellos diciendo que no podía darse
ni ser de verdad: Un corredor de bicicleta de pie, él solo, y sin caerse, en medio del mar,
sobre las aguas, sin hundirse. Eso era una blasfemia; porque sólo uno anduvo sobre las
aguas, y las aguas son de lluvia, nada más que un palmo, y no son suficientes para soportar
el peso de una bicicleta hecha y derecha, con montador y desmontador, y con un niño en su
hombro, y con un caballito del diablo, y conmigo dentro del inspirado caballito. Entonces los
listos lo dejaron y llegaron los pedantes y nos examinaron atentamente. Contaron los latidos
ropa, dieron alimentos y analizaron los excrementos. Resultados, nada. No bastan los
sentimientos cuando se trata del equilibrio; ni los argumentos tienen que ver con el registro.
Al dejarlo los pedantes llegan los no partícipes, los desconocidos, los neutrales y tiraron
reales y se llenó el bote tres veces hasta arriba, y lo vaciaron; y entonces descabalgó el
ciclista, y el chiquillo bajó de su hombro y abrió la mano, y el caballito del diablo salió
volando; y se fue el ciclista y la bicicleta y yo; y se quedó la plaza vacía como estaba antes y
Una mañana el señor Talmúdez, -David Talmúdez Joaquímez-, se despertó sin cabeza.
Se rompió la cabeza intentando acordarse de dónde la había dejado. Le fue imposible. "Me
habrán cortado la cabeza mientras dormía", se dijo; y se levantó para lavarse la cara y los
dientes. Se había olvidado de que no tenía ni dientes ni cara. "me cago en ros", pensó,
que pudiera abrir la boca. "Esto pasa de castaño oscuro", se dijo, "tengo que hacer algo".
Pero no sabía qué hacer. Al final decidió que lo mejor sería ir al médico, a pedirle consejo.
Así pues, salió a coger el autobús para ir al médico. En el autobús nadie se atrevió a decir
nada; porque a todos les parecía que se habían vuelto locos. Al sacar billete, el cobrador se
Una mujer que iba a subir al autobús, al verlo bajar, soltó un berrido y cayó patas arriba.
Era una solterona que toda su vida había soñado en hacer cortar la cabeza a un hombre.
Su conmoción era tan violenta que tuvieron que darle aire durante toda una hora antes de
que se recuperara.
CAP. II
Entretanto el señor Talmúdez ha llegado a la consulta del médico. "El doctor hoy no
recibe", le dice la enfermera, sin espantarse nada. Estaba, como ven, acostumbrada a cosas
así. "Carajo," dijo para sí el señor Talmúdez, ¿ahora qué hago?" "Es mejor que vaya usted
podrá hacer nada por usted. Seguro que hay algún asunto de faldas por medio" , añadió,
“que le ha hecho perder la cabeza”. Según bajaba la escalera, el señor Talmúdez pensó que
la enfermera era insolente y desvergonzada inmiscuyéndose así en su vida privada, y volvió
a subir para recordárselo y que la próxima vez se ocupara de sus propios asuntos. Pero la
enfermera, que era apetitosa y joven le calló la boca, ---aunque ya no tenía-, con un beso y
le dijo que le ayudaría ella misma "a recuperar su cabeza" y le dio cita para aquella misma
noche a las ocho, para salir juntos y buscarla. De esta manera el señor Talmúdez se fue
CAP. III
cuatro. Por eso, antes de perder la cabeza, no trataba con sujetos sospechosos que se
pasan todo el día en los Cafés. Se compró un periódico e intentó leer. Pero, ¿cómo iba a
leer si ya no tenía ojos? En vano intentaba sujetarse las gafas sobre su inexistente nariz o
en las orejas. Finalmente se vio obligado a sostenerlas en la mano y terminó por dejar la
lectura para otro momento. Al camarero, que creía soñar y se frotaba los ojos para ver si
dormía o estaba despierto, le pidió un sandwich de jamón. Pero cuando se lo trajo se dio
cuenta de que no tenía dientes para masticarlo y no tuvo más remedio que echárselo al
gollete tal como estaba. Esto le resultó muy molesto y además estuvo mucho rato sintiendo
el sandwich en el estómago. Se juró que no volvería a tomar nada sólido antes de recuperar
la cabeza.
CAP. IV
Cuando Margarita Fuentevieja, señora de Talmúdez, volvió a casa de una visita a una
inquietó. "Qué raro," dijo para sí, "debe de pasar algo, porque no sale nunca por las
mañanas. Seguro que ha vuelto a perder la cabeza."
fuente; la metió en la nevera, para que no se estropeara; y se puso a esperar que volviera su
marido. No era la primera vez que perdía la cabeza, así que la señora de Talmúdez se puso
a tejer calcetines para su hijo, que por entonces se hallaba en el ejército haciendo el servicio
militar.
CAP. V
otros lo son de las finanzas o del fútbol. Estaba seguro de que en los periódicos de todo el
fotografía. Desde luego, ahora que habían publicado que era la única persona del planeta
tierra sin cabeza las cosas iban a marchar muy bien. Esperaba con impaciencia la tirada de
la tarde para ver si hablaban de él. "El Astro de la Noche" no decía nada; "El Mundo de la
Tarde", tampoco, ni "La Luz Vespertina". Sólo le quedaba una esperanza: "El Faro" no
dejaría escapar un caso semejante. Lo abrió con manos temblorosas y leyó: "Según parece
corre de nuevo el rumor de que el hombre sin cabeza ha aparecido por segunda vez este
año en nuestra ciudad. Los que difunden tales majaderías sin duda hace tiempo que ellos
mismos han perdido sus cabezas y no se han percatado de ello. La estupidez y la credulidad
siegan cabezas a diario entre las masas. Lo repetimos de una vez por todas: No existe el
hombre sin cabeza, ni ha existido ni existirá jamás, a no ser que algunos se refieran de esta
En esta ecuación,
ecuación, en griego, se lee el apellido del escritor Nikos Kazantzsakis. Este exalta el
Decidió contestar inmediatamente. Pidió recado de escribir y empezó:
¡Existo!
Terminó:
"Si lo ponen en duda, envíen a uno de sus periodistas mañana al Café "La Gran Disculpa".
Estaré allí y le concederé una entrevista. Ruego que se halle asimismo presente el fotógrafo.
H.s.C.
CAP. VI
valor del pueblo cretense en "El Capitán Mijalis" -novela inspirada, según el prólogo, en su propia
familia-, quizá por eso N. Valaoritis subraya el componente de "chimenea" que tiene su apellido;
dado que "ser de chimenea" en griego significa ser de linaje ilustre. Pero el juego de palabras no
acaba ahí: "ponérle a uno la cabeza como una olla", -olla = kazani-, significa "ponérsela como
un bombo".
Hacia las ocho pasó por allí la enfermera.
"¿Dónde buscamos?"
"No sé."
"¿Qué ponen?"
Se pusieron morados: ¡qué pollos, qué pescados, qué langostas, qué caviares! El señor
mañana.
"Jamás de los jamases." contestó la enfermera, haciéndose la juiciosa, aunque sabía desde
"Finjo que no quiero, bobo. En el fondo me muero de ganas, pero no puedo dejar que se
note. Me da vergüenza. ¿Qué no dirá Ud. después de mí a sus amigos?"
"No tengo amigos." dijo el señor Talmúdez. Tengo una mujer, una hija y un hijo."
Fueron; pero lo que hicieron permanecerá secreto. El taxista pidió doble tarifa porque el
"Ten cuidado, no vayas a perder la tuya por una muchacha, como yo hoy." le dice el señor
Talmúdez.
"No te preocupes colega, ¿total, por una cabeza?... para mí eso es coser y cantar."
"¿Una qué?
"Es un decir, hombre, no te lo tomes a pecho." "Qué vida esta que no puede uno ni bromear
CAP. VII
"Estás un poco pálido" le dice "¿Qué has andado haciendo otra vez? ¿Calaveradas?"
Como un gato mojado el señor Talmúdez se puso la cabeza en el cuerpo, igual que otros
se ponen el sombrero.
"Dios mío," pensó "mañana "La Chimenea" volverá a cantar victoria a costa mía."
Porque una vez que había encontrado su cabeza, tenía que esperar mucho tiempo hasta
volver a perderla. Ya que nadie pierde voluntariamente su propia cabeza. Estas cosas
Nanos Valao
Valaoritis, nace en Lausaña (Suiza) el 5.7.1921. Estudió Derecho, en Atenas,
Filología Inglesa, en Londres y Filología Francesa y Clásica en la `Ecole des Hautes Etudes'
de la Sorbona. En 1939 la revista Nea Grámmata acoge sus primeros poemas. Por entonces
es uno de la media docena de poetas griegos que, según Odysseas Elytis, son los únicos
que se iniciaron de verdad en los misterios gozosos del surrealismo, con sus medio-tertulias
(1976-83) y Montreal. Hoy en día vive en Atenas; sigue escribiendo con gran lucidez y ha
Mundo, y Transubstanciación.
Transubstanciación. Altazor, Revista de la Conserjería de Cultura de Cantabría.
p.15 (presentación) pp 16-27 (traducciones). 1992.
- Las explicaciones del Maestro. Las Ventanas de la Genialidad. Los Juegos del
Ciclo. Los Luceros (repetido). Cantárida. Revista de Cabezón y Comarcal. nº140, p.25,
nº141, p.26, nº142, p.25 y nº143, pp 25 y 26. Nov. y Dic. 1994, Ene. y Feb. de 1995. (Total,
5 pag.)