Vinculos Tóxicos Maldavsky
Vinculos Tóxicos Maldavsky
Vinculos Tóxicos Maldavsky
ISSN: 1666-244X
dmaldavsky@gmail.com
Universidad de Ciencias Empresariales y
Sociales
Argentina
Resumen
Este trabajo aborda el rol de la intersubjetividad en la construcción del psiquismo y la im-
portancia de la empatía ambiental en el desarrollo de la subjetividad. Sentirse sentido por
el otro es una condición fundamental para que un sentimiento llegue a la conciencia como
expresión subjetiva. El encuentro del bebé con la vitalidad pulsional y anímica del otro pri-
mordial le posibilita cualificar sus vivencias, lo cual significa tornar conscientes sus procesos
pulsionales. Este nivel primario de conciencia es la fuente del sentimiento de sí, fundamento
de la subjetividad. Existen familias, sin embargo, que en vez de promover el desarrollo de
la subjetividad, pueden perturbar o incluso impedir esta conquista. Son estructuras con pre-
caria capacidad simbólica, que mantienen una simbiosis patológica, o en las que prevalece
un enlace narcisista entre los individuos. Se trata de vínculos que no diferencian los orga-
nismos entre sí, y los mantienen unidos por una lógica de adhesividad, como si formasen un
único cuerpo. Este nexo intersubjetivo expone los individuos a la invasión de procesos tó-
xicos y traumáticos. El material clínico de una familia cuyos miembros presentan síntomas
de desvalimiento es ilustrativo de estos procesos tóxicos y traumáticos vinculares. A través
del Algoritmo David Liberman (ADL), la autora se propone investigar el lenguaje del ero-
tismo (fijaciones libidinales y defensas) predominantes en un miembro de una familia: una
paciente portadora de una enfermedad crónica terminal sometida a tres trasplantes de
riñón, condición abarcada por la teoría del desvalimiento propuesta por David Maldavsky.
Summary
This paper looks into the role of intersubjetivity in the organization of the psyche, as
well as into the importance of environmental empathy with regard to the development
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Introducción
El psicoanálisis vincular, campo relativamente nuevo y en expansión respecto de lo que
se considera el cuerpo teórico-clínico del psicoanálisis, abre nuevos paradigmas entre
los cuales se encuentra el que propone la concepción del psiquismo como un sistema
abierto, en continuidad-discontinuidad con el otro. Desde esta perspectiva, el psiquismo
no se limita a la dimensión intrasubjetiva en la cual el otro y el mundo externo están
representados como objetos internos. Se compone también de una dimensión intersub-
jetiva, cuyo funcionamiento está sobredeterminado por la bidireccionalidad de influen-
cias entre el sujeto y el otro, la cual mantiene su heterogeneidad en el interior de la
subjetividad. Sin embargo, el psiquismo del sujeto singular incluye en su funciona-
miento producciones del otro y de la cultura, no homogenizados por los procesos de
internalización, pero que alcanzan el estatus de la representación. Una concepción de
esta naturaleza supone representaciones que implican al menos dos psiquismos y cuya
comprensión depende de considerar a todos los sujetos relacionados (Spivacow, 2005).
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Las pulsiones, concebidas en el límite entre lo somático y lo psíquico, representan los es-
tímulos que provienen del interior del cuerpo y llegan al psiquismo como cantidad (quantum
energético), que se traduce en afectos. Los afectos son la primera manifestación de la vida
pulsional y surgen antes de las huellas mnémicas provenientes de los registros perceptuales.
Captados y registrados en su matiz, los afectos fundan una memoria inicial e inauguran la
conciencia originaria, única forma de conciencia existente para el yo-real primitivo.
El yo-real primitivo posee pocos recursos para tramitar los estímulos que pueden tor-
narse excesivos y, por lo tanto, potencialmente tóxicos o traumáticos. Para mantenerse
libre de la invasión de excesos, el yo-real primitivo desarrolla gradualmente una co-
raza antiestímulo protectora cuya función es resguardar el aparato psíquico contra las
incitaciones mecánicas desmesuradas provenientes del exterior (Freud, 1950 [1895],
1920). Inicialmente, esa función de protección debe desempeñarse por un ambiente
empático que actúa como filtro. A partir de la efectividad de esa función y de la pro-
gresiva diferenciación del bebé en relación con la madre, su yo va construyendo, por
introyección, su propia barrera de protección, cuya eficacia influirá en el proceso de
cualificación de las percepciones registradas por la conciencia originaria.
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Puede ocurrir, sin embargo, que la madre no cumpla ese rol y, en vez de filtrar, acoger
y procesar los estímulos excesivos para el bebé, lo use como coraza o lugar de descarga
de sus propios procesos tóxicos. En este caso, en vez de una armonización de la libido
intrasomática, el aparato tenderá a la descarga de la energía psíquica. Esto se debe a
un desequilibrio de la lucha de Eros contra la pulsión de muerte, en la cual el principio
de constancia, que intenta mantener un nivel mínimo de tensión compatible con la
vida, sucumbe a la imposición del principio del nirvana, que tiene por finalidad la au-
sencia total de tensión (Freud, 1920).
Dicho de otra forma, una de las condiciones para que una sensación llegue a la con-
ciencia como expresión subjetiva es sentirse sentido por el otro, lo cual depende del en-
cuentro con la vitalidad pulsional y anímica del otro primordial. Si el interjuego
pulsional entre madre y bebé es acertado, no solo el niño sacia el hambre, alivia su
dolor o concilia su sueño sino que podrá cualificar estas vivencias, lo cual significa tor-
nar conscientes sus procesos pulsionales al mismo tiempo que establece un nexo con
la vitalidad de los procesos pulsionales de quienes asumen el rol de madre. Este nivel
primario de la conciencia es la fuente de la sensación de sí mismo, fundamento de la
subjetividad (Maldavsky, 2007). Lo paradójico es que la subjetividad, o sea, lo que
cada uno tiene de más íntimo, se construya en el vínculo con el otro, por la interinfluen-
cia con el otro.
Desvalimiento y trauma
Freud (1920) propuso la idea de una coraza antiestímulo como parte superficial del orga-
nismo que muere para proteger el resto contra los estímulos mecánicos externos, pero no
contra los estímulos químicos internos. Maldavsky (1996) postula que la coraza antiestí-
mulo se construye también a partir de una parte viva del organismo, integrada tanto por
el sistema inmune como por las pulsiones orgánicas de dormir, respirar y curar (Freud,
1933), cuya función es defender contra procesos químicos capaces de alterar la economía
pulsional. Corresponden a las pulsiones de autoconservación e intentan el restablecimiento
de la economía pulsional cuando está amenazada por riesgos tóxicos, procurando la neu-
tralización de las incitaciones exógenas que perforan la coraza antiestímulo.
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En relación con la desestimación del afecto, defensa principal de los cuadros del
desvalimiento, Maldavsky (1992) comenta cómo Freud se refirió ampliamente a la
función defensiva de la desestimación que, en esencia, actúa frente a lo nuevo. Des-
taca que lo nuevo desestimado puede ser la instancia paterna (como núcleo del su-
peryó/ideal del yo) y el yo real definitivo (como representante psíquico de la
realidad), pero también el yo-placer purificado (como representante psíquico de la
alianza de sexualidad y autoconservación en el enjuiciamiento de lo mundano). La
desestimación del yo-placer implica que un fragmento o la totalidad del juicio atri-
butivo, que distingue lo bueno de lo malo, lo útil de lo perjudicial, queda abolido, y
en el caso de las afecciones tóxicas podríamos decir que ambos juicios invierten su
función, con lo cual el masoquismo (por tomar lo placentero por displacentero y a
la inversa) se combina con la alteración de la autoconservación (por tomar lo útil
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Freud (1950) distinguió entre vivencia de dolor y dolor: en el primer caso, se conserva
el matiz afectivo, mientras que en el segundo este se pierde debido a la intensidad del
estímulo que atraviesa el sistema neuronal, que tiende a la descarga, pero queda mar-
cado por la disposición al retorno del trauma. Al hablar de dolor en el contexto de las
neurosis traumáticas, Freud (1920) dice que en el caso específico del dolor corporal es
probable que el displacer proceda de una perforación de la coraza antiestímulo en un
área circunscrita. Luego, desde este lugar de la periferia, las excitaciones continuas
fluyen al aparato psíquico. En respuesta a esta invasión, se produce un contrainvesti-
miento energético del nivel correspondiente, con lo cual todo el resto del psiquismo se
empobrece, significando una parálisis extensa de las demás operaciones psíquicas.
El problema de la estasis de la libido como fuente de estados tóxicos fue mencionado por
Freud a lo largo de su obra. Maldavsky (1992) propone que se considere la posibilidad de
la estasis no solo de la libido genital sino para cada pulsión parcial, suponiendo que esta
hipótesis se relaciona con los cuadros de adicción y las enfermedades psicosomáticas. De
manera general, el estancamiento libidinal acarrea el desvalimiento psíquico y motor ante
la pulsión, lo cual puede relacionarse con la falta de representantes psíquicos que posibi-
liten la tramitación anímica de lo pulsional. El desvalimiento puede darse al extremo de
no ocurrir el mínimo enlace entre lo pulsional cuantitativo y la cualificación que se da a
través de la impresión sensorial y, sobre todo, vía el matiz afectivo por mediación de la
conciencia originaria, que en estos casos se presenta con fallas constitutivas.
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psíquicos para tramitar las exigencias pulsionales propias y de los interlocutores, re-
curriendo a defensas funcionales y/o patógenas”. Los vínculos intersubjetivos “crean
tramas pulsionales intercorporales, es decir, nexos entre pulsiones originadas en orga-
nismos diferentes” (op. cit., 17). La perspectiva de este autor implica que la intersub-
jetividad involucra también el modo como se conquista, se pierde o se conserva la
capacidad de cualificar las experiencias, función propia de la conciencia originaria.
Fallas en el proceso de cualificación de la conciencia originaria implican fallas en el
proceso representacional primario pues los representantes pulsionales se imprimen con
significatividad, si fueron cualificados por los matices afectivos.
Por lo tanto, los vínculos intersubjetivos, sobre todo los familiares, pueden tanto pro-
mover el desarrollo de la subjetividad como impedir o perturbar esa conquista. Existen
estructuras familiares con precaria capacidad simbólica en que se mantiene una sim-
biosis patológica o en que prevalece un lazo narcisista entre los miembros. Se trata de
vínculos regidos por un nexo intercorporal indiscriminado en el que los organismos no
se diferencian entre sí, manteniéndose unidos por una lógica de adhesividad. Familias
con estas características acostumbran fallar en su función de tramitación individual de
las exigencias pulsionales y de la realidad, lo cual interfiere con otras dos funciones bá-
sicas de una estructura familiar: la función antitóxica y la producción de una coraza an-
tiestímulo. Como consecuencia, los individuos quedan expuestos al riesgo de invasión
por procesos tóxicos y traumáticos. Las defensas predominantes en esas estructuras
son la desestimación del afecto, la desestimación de la realidad y/o de la instancia pa-
terna y la desmentida (Maldavsky, 1996).
Material clínico
Mediante estos conceptos, nos proponemos pensar acerca de los nexos intersubjetivos
existentes en la familia Krieger, en la cual suponemos que prevalece un funcionamiento
tóxico, cuyos signos son los síntomas de patología del desvalimiento que presentan
todos sus integrantes. La familia fue a consultar por consejo de la terapeuta de Paula
(30 años), quien se encuentra en tratamiento en un consultorio de trastornos alimenta-
rios, por comer compulsivamente. Además de Paula, se presentan a la primera consulta,
Enio (52 años) y Olga (50 años), los padres, y Rosa (32 años), la hija mayor del ma-
trimonio. El tercer hijo, Edu (28 años), estudia en otro país desde los 16 años. El padre
abusa del alcohol y usa ansiolíticos para controlar sus crisis de pánico; la madre es
obesa fláccida; Rosa sufre trastornos renales crónicos desde la adolescencia; y Edu es
usuario de marihuana y tiene vida sexual promiscua.
La primera entrevista se inició con el discurso de Paula que profería acusaciones contra
el padre, a quien se refería como alguien que hace únicamente lo que quiere sin con-
siderar las necesidades ajenas. Paula habló sola durante varios minutos, mientras Olga
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y Rosa demostraban algo de tensión y Enio pareceía estar “desligado”, ajeno a lo que su-
cedía. Cuando Paula, en un acceso de furia, grita insultos al padre, Enio parece reconec-
tarse con el ambiente pero no para responder a lo que Paula había dicho. Enio inicia un
relato de su infancia, contando que desde pequeño se las arreglaba solo porque su madre
era una mujer retraída y de poco contacto afectivo. Se sentía más cerca de su padre, quien
-sin embargo- estaba poco en la casa pues su vida era disipada. Para estar cerca del padre,
Enio se escondía en el asiento de atrás del auto e iba donde iba el padre, sobre todo a los
prostíbulos. Cuando el padre lo descubría, lo dejaba al cuidado de las prostitutas, quienes
lo acogían cariñosamente. Enio afirma que sus recuerdos de acogimiento y calor humano
vienen del contacto con ellas. En ese momento intervino Olga diciendo que la madre de
Enio, incluso actualmente, era una persona fría, que parecía preocuparse únicamente por
ella misma. Luego, Enio siguió contando un episodio ocurrido cuando él tenía 4 ó 5 años:
tuvo necesidad de encontrar a las mujeres que le brindaban contención y salió a vagabun-
dear por las calles, en las que se perdió. A la noche, durmió en un terreno baldío y recién
a la mañana siguiente fue encontrado por su familia.
Ese episodio fue relatado sin modulación de afecto y escuchado con aparente indife-
rencia por Olga y las hijas. La terapeuta, sin embargo, sufrió un fuerte impacto con-
tratransferencial ante la condición de desamparo afectivo de Enio. El contraste entre
el no sentir del grupo y el intenso sentir del terapeuta acusa un modo de circulación li-
bidinal intragrupo aparentemente paradoxal porque se caracteriza por una adhesividad
acompañada de desconexión, denominada de apego desconectado. Opera a modo de
ventosa o de sanguijuela que implica un apego adhesivo a otro cuerpo, por medio de
una sensorialidad monótona que capta los procesos intrasomáticos ajenos. Esta forma
de contacto se mantiene por una desconexión en relación con el universo sensible, gra-
cias a una percepción sin conciencia, no acompañada de investimiento de atención. La
desconexión “implica dotar a la superficie sensible con una capa viscosa, en la cual no
tiene eficacia la impresión sensorial y, cuando un estímulo atraviesa esta región de in-
diferencia hostil, es captado como una intrusión, como un golpe, y no como una inci-
tación cualificable” (Maldavsky, 1994:36). Con ese criterio de contacto, el universo
sensible se mantiene brumoso e indiferenciado por falta de cualificación, marcado por
la captación de frecuencias, golpes, sensaciones de vértigo o intrusiones dolorosas. La
atención se despierta por estímulos incitantes y no por un movimiento libidinal dirigido
al mundo exterior.
Otro aspecto a destacar en ese primer encuentro es la forma catártica en que Paula ini-
ció la entrevista. El discurso catártico es una de las tres formas de manifestación dis-
cursiva inherentes a los procesos tóxicos y traumáticos, al igual que el discurso
inconsciente y el discurso especulador. Ninguno de los tres es representativo de la sub-
jetividad pues proviene de nexos intercorporales carentes de diferenciación funcional
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Se detecta también un rasgo cínico, caracterizado por la tendencia a abortar todo pro-
yecto vital genuino, tanto propio como ajeno. Detrás de una fachada engañosa que
goza con la propia desgracia se esconde una tentativa de nivelar lo vital con lo inerte.
“Lo esencial del cinismo está constituido por un goce disolvente de lo vital, por una
tendencia a la esterilización y a la desestructuración” (Maldavsky, 1994: 50). Del
mismo modo que el rasgo viscoso es lo abúlico, el rasgo cínico se organiza por iden-
tificación con un objeto decepcionante y, principalmente, como consecuencia de fija-
ción a núcleos traumáticos, lo cual en términos de economía significa un
desinvestimiento del yo, tanto por parte del narcisismo como de la autoconservación,
como resultado de la función desobjetivante de la pulsión de muerte, especialmente for-
talecida por la indiferenciación de estos contextos. En la fijación adhesiva al trauma,
la experiencia se mantiene viva por un estado de interrupción de la libido. De ese modo,
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Enio, aunque ausente, siguió siendo el blanco de las acusaciones de su mujer y de las
hijas, quienes lo describen como autoritario, egocéntrico y como alguien a quien úni-
camente le importa él mismo. Soportan sus abusos por temor a que se torne violento.
Informan que él es dependiente de ansiolíticos que controlan los ataques de pánico
que lo asaltan, sobre todo cuando, por su trabajo, debe estar en contacto con descono-
cidos. Se protege de ese tipo de angustia llevando comprimidos en los bolsillos. A esto
se suma el abuso en la bebida, principalmente los fines de semana cuando le es posible
dormir después de la ingesta de alcohol. A pesar de su evidente fragilidad y margina-
lización en el contexto familiar, el lugar designado a Enio en la representación-grupo
de la familia es el de un déspota psicótico, personaje típico de los contextos tóxicos y
traumáticos, así como de las caracteropatías sobreadaptadas. Este cuadro se piensa
como el de un líder con características tiránicas, pues puede pasar de la indiferencia al
ataque violento, ante el cual los demás se sienten indefensos, sumisos y en riesgo de
ser desestimados en el caso en que el individuo entrase en un proceso de retracción psi-
cótica (Maldavsky, 1996).
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(2005). La segunda generación sufre no exactamente una repetición del trauma sino un
proceso tóxico que puede resultar en una manifestación psicosomática o una adicción.
Para Maldavsky (1996), la transmutación del trauma de la primera generación en un
trastorno tóxico en la segunda deriva de una tentativa de alterar una incitación mecánica
(externa) para convertirla en química (interna).
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que sale, sobrecargándose con los excesos financieros de los demás, sobre todo del padre
y de los hermanos. Sucede que con ese tipo de vínculo cualquier separación significa
una ruptura que puede llevar a estados hemorrágicos, de drenaje pulsional, que suele ob-
turarse mediante la adherencia a otro cuerpo. Tal vez la presencia de Dinda, inerte y sin
proyectos vitales, opere como garantía eterna para el mantenimiento de adhesividad.
Ese fue el momento en que Edu se presentó por primera vez a la sesión familiar, en
medio de intensos conflictos y peleas que se sucedieron, sobre todo entre él y Rosa, que
no aceptó el hecho de que el hermano no le hubiese informado inmediatamente sobre
el incidente ocurrido un mes antes de la fecha prevista para la cirugía. Según Edu, la
contaminación habría ocurrido en una situación de promiscuidad en la cual había es-
tado alcoholizado y drogado y no podía acordarse con quién había mantenido relacio-
nes homosexuales. Al despertar y darse cuenta de lo ocurrido fue a un consultorio
especializado en HIV donde le informaron que únicamente podría saber con seguridad
su estado después de seis meses. En ese momento, en vez de avisar a la familia acerca
del hecho, se fue de viaje en vacaciones permitiendo que Rosa mantenga expectativas
en relación con la realización del trasplante. El argumento de Edu se basó en el temor
a la reacción de la familia a la homosexualidad. Pero Rosa rechazó su justificación
pues eso no era un secreto entre ellos dos y, aunque no quisiese exponer lo ocurrido,
habría bastado con justificarse contando cualquier mentira con tal de que ella no hu-
biese mantenido su expectativa. Finalmente, Edu intentó colocarse como víctima de
una enfermedad grave y terminal, pero Rosa reaccionó con ironía dando a entender
que esa situación era la de ella. Eso desencadenó un acceso de furia por parte de Edu,
quien se fue violentamente de la sesión.
Surgen algunas preguntas en torno de los proyectos de vida y de actitud de Edu frente a
la donación de su órgano como, por ejemplo, lo que significa vivir tan lejos de la familia
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desde los 16 años aunque era absolutamente dependiente del dinero que le enviaban,
o en torno de lo que representa para él donarle un riñón a la hermana como para haber
recurrido a la solución mencionada con tal de no donarlo. Tal vez el distanciamiento
geográfico implique una endeble tentativa de mantener una vida propia, algo inviable
según el criterio adhesivo de su familia. Tal vez cederle un pedazo del propio cuerpo
a la hermana represente un golpe insoportable al precario narcisismo de Edu.
A lo largo del período que antecedió al último trasplante, Olga y Paula organizaron reu-
niones con Rosa con el fin de enterarse del sistema financiero de la empresa, totalmente
controlado por ella. No se otorgaba un beneficio monetario a cada uno, nadie sabía lo que
ganaba por lo que hacía pues en la medida en que necesitaban un aporte financiero para
pagar sus cuentas se lo solicitaban a Rosa, quien se los otorgaba. Sin embargo, esos en-
cuentros resultaron infructíferos porque Rosa no podía brindar la información objetiva
que la madre y la hermana necesitaban para ‘tomar las riendas’ del sistema financiero.
El valor de los números en los procesos tóxicos es destacado por Maldavsky (1992b)
cuando retoma a Lacan para quien, en las patologías psicosomáticas, los números re-
emplazan a las letras: no cobra eficacia el mundo de las representaciones sino la forma
más elemental de organización de la percepción. El sujeto (percepiens) no está en
juego, lo está el perceptum en el sentido en que las “equivalencias entre percepciones
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no tienen un carácter simbólico, y reúnen estímulos sensoriales que tienen la misma fre-
cuencia, con lo cual la noción de número tiene un valor diverso, ya no en el contexto
de su relación con el otro y el sujeto” (op. cit. 35). En los procesos tóxicos, el estatus
de los números denuncia una regresión del universo de las representaciones a lo me-
ramente cuantitativo de la economía pulsional, carente de cualidades, en que funciona
un tipo de sensorialidad que solo capta frecuencias.
Concluimos con la idea de que la ausencia de distancia entre los individuos de esta fa-
milia resulta en que el espacio de intimidad, en el que se daría el contacto piel a piel
respecto de la sensorialidad recíproca y la ternura, esté excedido por una forma de con-
tacto en que un cuerpo se introduce en el otro. Esto es consecuencia de una hipertrofia
libidinal que, en vez de investir estímulos mundanos, toma como objeto parte del
cuerpo ajeno. El origen de este criterio de contacto puede encontrarse en los orígenes
del desarrollo psíquico, cuando el yo todavía no se discrimina del ello y la libido inviste
órganos y zonas erógenas, pues la sensorialidad dirigida al mundo externa todavía no
está investida. En ese momento, tanto una actitud intrusiva como el exceso de distancia
pueden causar el mismo efecto de promover magnitudes voluptuosas hipertróficas en
vez de registros sensoriales, lo cual configura una vivencia traumática. En el caso de
Enio, parece haber existido un exceso de distancia en el vínculo materno, mientras en
el caso de Olga, por el contrario, una simbiosis familiar.
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Con el objeto de estudiar e investigar las patologías del desvalimiento a través del
Algoritmo David Liberman (ADL), método de investigación psicoanalítica del len-
guaje desarrollado por David Maldavsky (2004), hemos recortado, a partir del ma-
terial grabado durante varias sesiones vinculares, el discurso de Rosa, paciente
portadora de una enfermedad renal crónica actualmente en proceso de recepción de
un tercer riñón trasplantado.
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