Apuntes
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Apuntes
1983-2006 1
Mariana Chaves 2
Introducción
La expresión del título “estado del arte”, además de cierto tono pretencioso, declara la
presencia de una sistematización de las producciones existentes, o por lo menos halladas,
sobre una temática. En este caso: las juventudes en la Argentina miradas desde las ciencias
sociales. Este relevamiento fue solicitado en diciembre de 2005 por el Instituto de Altos
Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín para contribuir y respaldar un
proyecto Estudio Nacional sobre Juventud en la Argentina, bajo la dirección de Eleonor Faur,
y en cooperación con la Dirección Nacional de Juventud.
El proyecto general no fue ejecutado, pero los trabajos preliminares y necesarios para su
elaboración se llevaron a buen término. Se finalizó el diseño general del proyecto, que además
de la fundamentación, diseños maestrales, encuestas preliminares, entre otras secciones,
incluía como anexo un informe de las investigaciones desarrolladas hasta ese momento en el
país desde las ciencias sociales. Ese trabajo nunca fue publicado pero ha estado disponible en
espacios y redes de intercambio de investigadores, convirtiéndose en texto de consulta y
referencia para el campo académico. Colaboraron en la búsqueda de información, revisión y
corrección del informe original las investigadoras María Graciela Rodríguez y Eleonor Faur.
El objetivo del informe fue dar visibilidad y articular las producciones realizadas hasta el
momento, los enfoques construidos y las metodologías que se utilizaban para acercarse a lo
juvenil, así como poner en evidencia las áreas temáticas de vacancia a los fines de contribuir
con la elaboración de una agenda de investigación, y en aquel contexto, respaldar la necesidad
e importancia de un Estudio Nacional. En función del período de trabajo disponible, del
objetivo para el que fue solicitado, y de la imposibilidad de abarcar todo tiempo y espacio
sobre el tema, se decidió hacer tres recortes: temporal, disciplinario y expositivo.
1
Como se leerá en la introducción, este escrito formó parte de un proyecto mayor dirigido por Eleonor Faur,
quien colaboró en recopilar información, revisar y corregir el informe, junto con María Graciela Rodríguez.
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Antropóloga. CONICET - Universidad Nacional de La Plata – Universidad Nacional de Tres de Febrero. E-
mail: mchaves@untref.edu.ar
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Papeles de trabajo. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional
de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
El límite temporal no está pautado por fechas exactas, sino construido por aquellas
producciones que se consolidaron en estas últimas dos décadas como referentes obligados en
la temática. Así es que el trabajo publicado en 1986 por Cecilia Braslavsky se evidencia como
un aporte fundante. Sin embargo, no es conveniente dejar la percepción anterior, porque
además de falso sería contraproducente. Se puede hacer una doble lectura sobre esta situación.
La primera, y de orden operativo, es que en este estado del arte está pendiente un trabajo de
revisión de la bibliografía sobre juventud anterior al regreso democrático, material que no se
halla principalmente como “bibliografía sobre juventud”, sino que deberá rastrearse en
producciones cuyo eje está colocado en otra problemática pero que abarcó a personas jóvenes
(fundamentalmente desde la historia y centrados en juventud y política). La segunda lectura,
es de orden interpretativo y hace al estado de la cuestión sobre el tema en el país, por ello
corresponde tomarlo además como elemento de análisis, no sólo de la producción científica
sobre juventudes sino del papel de las ciencias sociales como co-constructoras de su
emergencia, y es simplemente que las juventudes no eran ni objeto ni problemática de estudio.
El corte disciplinar fue decidido haciendo la delimitación en los trabajos de las siguientes
ciencias sociales: sociología, antropología, ciencias políticas, ciencias de la educación, trabajo
social e historia. Se tienen en cuenta algunas elaboraciones desde la filosofía, psicología, el
derecho y la medicina, pero de forma muy colateral.
Con recorte expositivo nos referimos a alertar al lector que no encontrará en este informe una
reseña de cada una de las obras sobre juventudes. Las prioridades fueron: 1) Ofrecer un mapa
de lo que se ha producido y está produciendo; 2) Dejar en evidencia las áreas más
desarrolladas, las que han comenzado a trabajarse y las áreas de vacancia; 3) Sistematizar los
enfoques 3 existentes para el abordaje de la condición juvenil en la Argentina; y 4) Dar
visibilidad a los acuerdos conceptuales y metodológicos a los que se ha arribado desde
diferentes disciplinas, con el fin de recuperar esos avances y poder establecerlos como punto
de partida de un proyecto de relevamiento nacional.
Los estudios sobre juventudes constituyen, para el caso Argentino, un campo disperso pero en
consolidación, tal como lo demuestra el aumento del número de investigadores en el tema y
las tesis de grado y posgrado sobre la temática. Es además un campo en proceso de establecer
sus bordes, límites que no parecen construirse como murallas sino como paredes permeables,
con ladrillos que faltan, con muchas puertas y ventanas, algunas más abiertas que otras, unas
más pobres, otras más ricas, unas de gran profundidad y otras livianas, quizás superficiales.
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Se profundiza en la idea de enfoques bajo el subtítulo “La organización del estado del arte”.
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Así está el campo de los estudios desde las ciencias sociales en la Argentina, con
investigadores que saben que estudian cuestiones de jóvenes pero que no se reconocen como
estudiosos de la juventud, sino como expertos en educación, en trabajo o en salud por
ejemplo. Y no es necesario crear un espacio de exclusividad de juvenólogos, sino reconocer
que esos investigadores, aunque provengan de distintas disciplinas, vayan a diferentes
congresos, publiquen en distintas revistas, sean compilados en obras de títulos diversos, se
hallen insertos en instituciones fragmentadas, y hasta a veces nombren de otro modo a casi lo
mismo, todos ellos están hablando de alguna juventud, y por eso se encontrarán incluidos en
este informe.
Un estado del arte implica además una revisión sistemática de bibliografía, revistas
especializadas, actas de congresos y bancos de datos sobre investigaciones en curso. Realizar
esa tarea no ha sido fácil, y seguro que resulta incompleta. Son varios los inconvenientes o
desventajas a destacar, muchos de los cuales no son exclusivos del tema sino generales a las
ciencias sociales en la Argentina: desde la falta de una biblioteca bien equipada, hasta la
inexistencia de publicaciones específicas. No existía en nuestro país una sola revista científica
especializada en temas de juventud. 4 La única experiencia conocida en este sentido fue la
revista “Mayo” (2000) editada por la DINAJU, cuyo ejemplar ya no se encuentra disponible
en su página web. Ensayos o resultados de investigación han sido publicados en revistas
latinoamericanas especializadas como “Jóvenes de México” y “Última Década de Chile”, o
números especiales de revistas más generales, como han sido los números 117 y 200 de
“Nueva Sociedad”, entre otras. Un segundo elemento es la dificultad para el acceso a la
bibliografía. Además del detalle de que no hay una sola biblioteca que reúna todos los
estudios, muchas veces los trabajos que tratan de jóvenes no son clasificados según esa
mirada sino por sus otros ejes temáticos, y esto dificulta su ubicación.
El informe a partir del cual se produce este artículo ha intentado rastrear en esa dispersión y
poner a todos en un mismo eje: el de la producción de conocimiento sobre juventudes.
Colocar en un eje no es sinónimo de alinear, ni de enlistar, ni de forzar el acomodamiento,
cada uno seguirá teniendo su propia percepción de pertenencia, pero nosotros, desde este eje
4 Con posterioridad a la elaboración del informe original, se editó la “Revista de Estudios sobre Juventudes
Acceso Directo”, desde el Centro de la Juventud de la Secretaría de Promoción Social, Municipalidad de
Rosario, en cooperación con varios organismos nacionales e internacionales y con periodicidad cuatrimestral. Al
parecer, en 2009 había dejado de editarse. Por otro lado, se encuentra en elaboración una publicación específica
en versión digital de “Revista Argentina de Juventud”, editada por el Observatorio de Jóvenes y Medios de
Comunicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, que
estará disponible en http://www.perio.unlp.edu.ar/observatoriodejovenes.
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les adscribiremos una conexión. Es una heteropercepción que los aglutinará en un mismo
escrito promoviendo un encuentro, aunque más no sea, a través de la cercanía de párrafos y
páginas.
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Partes de esa elaboración pertenecen a la tesis doctoral de Chaves (2005b).
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políticas públicas y justicia, derechos y seguridad, todo desde la
perspectiva del acceso.
Muchos trabajos pueden ser ubicados en más de un enfoque, y quizás en el informe aparezcan
sólo como ejemplo de uno de ellos, esperamos que los autores sepan interpretar la intención
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organizativa y analítica de la clasificación. Porque esta presentación, debe quedar claro, es
sólo uno de los ordenamientos posibles.
Una última parte está compuesta por la “Conclusión”, cuyo eje fue la sistematización de las
áreas de vacancia que quedaron al descubierto tras revisar un gran número de producciones
sobre juventudes en las ciencias sociales de la Argentina.
Se ofrece en esta oportunidad en Papeles de Trabajo, una versión más reducida de aquel
informe original, no ha sido aumentado ni sufrió grandes actualizaciones. En particular se
realizaron pequeñas adecuaciones a la introducción en función del nuevo contexto de edición,
se ha disminuido la primera parte, excluyendo el texto sobre representaciones sobre juventud
en la Argentina, que formaba parte de mi tesis doctoral (Chaves, 2005c); también se
mantuvieron la segunda parte (solo se incluyeron algunas de las referencias descubiertas con
posterioridad a mayo de 2006) y las conclusiones.
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1. La emergencia del objeto y del tema
Los estudios de ciencias sociales sobre juventud en la Argentina están cumpliendo su mayoría
de edad, para usar una metáfora pertinente a la temática. Los primeros trabajos se hacen
visibles en la década del ochenta, principalmente en los temas de educación y trabajo, y
tienden a establecer un diagnóstico de situación de la juventud, aunque generalmente
abarcaban sólo el gran aglomerado urbano de Buenos Aires (Braslavsky, 1986; Comisión
Nacional de Pastoral Juventud, 1989). En la década del noventa las investigaciones aumentan
y comienzan a extenderse sobre áreas temáticas más diversas. No es que en décadas previas
no existieran algunos aportes a la temática juvenil, pero la juventud como objeto de
investigación científica en el país emerge con claridad en los últimos treinta años, dándose
una producción continua y en expansión desde entonces. Esto tiene también relación con el
tiempo histórico de emergencia de la juventud como sector social auto y hetero-identificado.
Este tiempo se remonta a las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial para el caso europeo
y norteamericano, donde confluyeron factores que hicieron posible esta aparición: 6
1. La aparición de un mercado, un consumo y una industria orientado a los
jóvenes.
2. El incremento de los medios masivos y el nexo entre éstos y la cultura
juvenil. Cabe mencionar que aquí cada vez más y más personas se ven
comprendidas en un proceso de uniformación cultural.
3. El hiato de la experiencia social que se precipita por la guerra. Generalmente
los argumentos hablan de los efectos disruptivos de la guerra en los chicos
que nacieron en ese período: ausencia de los padres, evacuaciones y otras
interrupciones de la vida familiar, violencia, y cómo esos efectos serían
responsables de la nueva delincuencia juvenil de los 50 tipificada por los
Teds 7 , como los precursores de una tendencia más general de la violencia en
la Cultura Juvenil.
4. Cambios en la esfera de la educación, principalmente por dos pivotes de
desarrollo. Por un lado la educación secundaria para todos, que implicó
escuelas específicas para este grupo de edad, que previamente no existían,
siendo la educación secundaria recibida en las escuelas elementales. Este
cambio interesa porque crea las condiciones para la emergencia específica de
una sociedad de adolescentes. Por otro lado, la masiva extensión de la
educación superior.
5. El arribo de un estilo distintivo para todo el grupo, la ropa y la música-rock
unen sin ninguna duda a esta generación más joven.
6
El siguiente punteo es una síntesis de traducción personal sobre Hall y Jefferson (2000, pp.17-21; 1ª ed.
inglesa, 1975).
7
Estilo cultural juvenil inglés, de origen obrero visualizado –entre otros elementos– por la adopción y
resignificación de los trajes eduardianos, Ted es el diminutivo del rey Eduardo VII. Para un análisis del grupo,
ver Jefferson, T. (2000): “Cultural responses of the Teds: The defense of space and status”, en: Hall, S. y
Jefferson, T. pp. 81-86.
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Estas condiciones se venían gestando desde mediados del siglo XIX pero se agudizaron e
hicieron eclosión en la segunda posguerra. Este conjunto de transformaciones posibilitaron,
construyeron y siguen construyendo juventudes. El paso del tiempo llevó a que los jóvenes
introyectaran las imágenes que había sobre ellos y se generara así una conciencia de grupo de
edad, lo cual coadyuvó a convertirlos en un grupo social independiente.
Será en la década del 60 cuando se advierta a nivel de países centrales y periféricos la
irrupción de este sector social ya con autonomía identitaria. Feixa resume cinco factores que
llevaron a la modificación de las condiciones sociales y de las imágenes culturales de los
jóvenes europeos y norteamericanos desde mediados de los 60:
1) La emergencia del Estado del bienestar; 2) la crisis de la autoridad patriarcal; 3)
el nacimiento del teenage market; 4) la emergencia de los medios de
comunicación de masas; 5) el proceso de modernización en el plano de los usos y
costumbres que supuso una erosión de la moral puritana (Ejemplo: la revolución
sexual) (Feixa, 1998:43).
8
Exposición en el sentido del lugar que ocupó en la historia local, principalmente el alto grado de participación y
protagonismo en el ámbito político, aunque fueron también esas décadas las que vieron irrumpir producciones
contraculturales. Comentarios sobre el movimiento juvenil en Argentina se encuentran en Echenique (2005).
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recién en las postrimerías de los 80, y dunrante los 90, que los jóvenes serán tomados como
temática de estudio, expandiéndose la mirada a casi todos los aspectos de sus vidas.
En América Latina se suman dos elementos no menores en la historia de la construcción de la
juventud regional: la distribución por edades de la población y el proceso de urbanización. En
la Argentina, el 25 por ciento de la población total tiene entre 15 y 29 años, es decir, un cuarto
de la población es considerada joven (INDEC, 2001). Hay una incidencia numérica del grupo
poblacional que otorga características particulares a nuestras sociedades. El segundo elemento
es el proceso de urbanización que se desarrolló en nuestro país desde inicios del siglo XX, lo
cual llevó a que, ya desde la Primera Guerra Mundial, más del 50 por ciento de la población
nacional viviera en centros urbanos, llegando en la actualidad al 89,3 por ciento (INDEC,
2001).
Juventud es una categoría construida, sólo una palabra dice Pierre Bourdieu (1990) en uno de
sus escritos, e inmediatamente aclara que se construye como representación ideológica de la
división de los grupos y que existe una lucha por instalar sus límites. En 1996 el argentino
Mario Margulis titula su libro La juventud es más que una palabra (Ensayos sobre cultura y
juventud) haciendo hincapié en que el término tiene usos particulares, sentidos singulares y
efectos concretos. Desde la sociología de la cultura, ambos autores –uno en Europa y de
trascendencia internacional, y el otro pionero local en la temática y con proyección
latinoamericana– echan raíces para pensar la juventud desde la cultura. Hoy el término
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juventud es reconocido y utilizado como categoría analítica, y esta sistematización conceptual
apuntala también la autonomización del sector social.
Se reconoce un consenso entre las investigaciones revisadas en relación a que la juventud no
es algo en sí, sino que se construye en el juego de relaciones sociales. El carácter de
constructor social está instalado como supuesto explícito de los trabajos provenientes de las
ciencias sociales realizados desde mediados de los 80 pero que, en la mayoría de los casos
vieron la luz editorialmente en la década del 90. El trabajo de Cecilia Braslavsky (1986) fue
realizado en 1984. Saltalamacchia (1990) desde Puerto Rico venía pensando la cuestión
juvenil. Llomovate (1988, 1991), Wortman (1991), Mekler (1992) y Macri y Van Kemenade
(1993) realizan sus trabajos de campo desde mediados de los ’80, y Margulis (1994), con su
equipo, inicia los trabajos desde la sociología de la cultura en los 90.
Es de resaltar que los estudios sobre juventud en el país fueron iniciados desde la sociología,
y será ésta una marca y tendencia en el desarrollo del campo. Dentro de esta disciplina vamos
a encontrar el mayor número de trabajos e investigadores formados y en formación. Desde el
punto de vista temático, y en coherencia con la tradición disciplinar, las preocupaciones
fundacionales son la educación, el trabajo y los sectores populares (Wortman, 1991; Auyero,
1993), carenciados (Macri y Van Kemenade, 1993) o pobres (Llomovate, 1988), y serán estos
intereses los que continúen acumulando el mayor número de producciones. Pero ya en 1985
hay quienes realizan análisis de la juventud desde la cultura, o de algunas de sus prácticas
culturales como es el rock (Vila, 1985). A partir de mediados de los 90 tiende a consolidarse
la mirada sobre lo cultural no sólo en el campo de la sociología (Margulis y otros 1994, 1996,
2003), sino también de la antropología (Kropff, 2004; Chaves, 2005; Elizalde, 2005; Sánchez,
2005), las ciencias políticas (Núñez, 2003), las ciencias de la comunicación (Emanuelli, 2001;
Morduchowicz, 2004; Remondino, 2005; Saintout, 2005; Jaramillo, 2005) y la historia (Pujol,
2002, 2005). Los temas de sexualidad y reproducción con mirada de ciencias sociales, que en
su mayoría se privilegian el uso del término adolescencia, han experimentado un lento pero
continuo desarrollo en los 90 (Pantelides y Cerruti, 1992; Kornblit y Mendes Diz, 1994), y
muchos trabajos han visto la luz a principios de este nuevo siglo (Geldstein y Pantelides,
2001; Checa, 2003; Gogna, 2005; Faur y Gherardi, 2005).
La aclaración de que la juventud no es una categoría definida exclusivamente por la edad y
con límites fijos de carácter universal se encuentra en casi todos los textos revisados. Los
autores toman precauciones para no pensar la juventud como un período fijo en el ciclo de
vida de los hombres y las mujeres, un momento universalizable, en el que todos entrarán y
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saldrán en el mismo momento más allá de sus condiciones objetivas de vida, su pertenencia
cultural o su historia familiar. Además se registra un interés por la conceptualización sobre la
base de múltiples discursos. El acuerdo es que si lo juvenil es una condición social, su
explicación no puede estar en el sí mismo, sino que corresponde (re) construirla desde cómo
es vivida y explicada por quienes se consideran jóvenes y cómo es interpelada desde otros
grupos de edad, desde las industrias mediáticas y desde los productos que se le ofrecen
(industria de la moda, música, audiovisual, entretenimientos, etcétera), en el marco de la
diversidad y la desigualdad.
Citaremos en extenso a Víctor Mekler (1992) en su pionero estudio de la situación laboral de
los jóvenes en la ciudad de Buenos Aires como ejemplo de la concepción que se establece en
las ciencias sociales locales:
El trabajo de Mekler no sólo es de gran valor por el conocimiento que aporta sino que muestra
–de forma trunca, ya que el apoyo financiero para continuar investigando fue interrumpido-,
la importancia que un organismo gubernamental especializado en juventud promueva, decida
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y apoye investigaciones en la temática. La investigación de Mekler se originó en el marco de
un convenio de FLACSO con la Subsecretaría de Juventud de la Nación a principios de 1989.
9
Se utiliza en los estudios del tema para nombrar aquello que quiere adoptar características de juvenil pero que
no lo sería por el criterio etáreo, por ejemplo, adultos juvenilizados, proceso de juvenilización.
10
En esta tesis se utilizarán indistintamente los términos franja y grupo de edad. Se evitará el uso de clase de
edad ya que no sólo no es un término de uso expandido sino que además supone la existencia de un
funcionamiento de las clases de edad similar al de las clases sociales, situación que no es pertinente para nuestra
realidad (en algunas sociedades parece adecuada su aplicación, como en los masai y su estructura de clases de
edad analizado por Bernardo Bernardi, 1985 Age Class Systems, Nueva York, Cambridge University Press,
citado en Feixa, 1998: 23-26)
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No se hace referencia a la edad en términos cronológicos absolutos medidos en años, sino, como se explica
más adelante, a las edades como construcciones sociales y al procesamiento social de las edades.
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experiencias biográfica e histórica son constructoras de identidad, por lo que la experiencia
etaria puede ser analizada como anclaje identitario.
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y la industria del entretenimiento se sumaron a este proceso de institucionalización del curso
de la vida.
Cada sociedad construye su definición de las edades de la vida basada en su concepción de
persona 12 ; así:
En el caso de las sociedades modernas, la definición del estatuto de persona se
basa en el presupuesto de la igualdad ante las leyes y el Estado (la igualdad
jurídica), lo que explica la objetivación de las edades y la cronologización del
curso de la vida en la modernidad. La edad contada sobre el rígido criterio del
tiempo absoluto se torna la mejor forma de reducir todas las diferencias sociales e
individuales reales a un denominador común y universal –el individuo abstracto y
jurídico de la modernidad también es un ser que atraviesa estadios evolutivos, de
su nacimiento a la madurez–. (Según Lima y Viegas, citado en Groppo, 2000: 74-
75, traducción propia).
12
Para comparar con las sociedades tribales vale tener en cuenta que: “Dentro de las sociedades tribales,
primitivas, el pasaje de una categoría social a otra es una muerte simbólica de la antigua categoría de persona
para la nueva, a través de los rituales de pasaje. La construcción de la persona en la sociedad tribal es diferente
de la construcción del individuo en la sociedad moderna. Los ritos de iniciación, que marcan el pasaje de una
persona de una categoría a otra dentro de una sociedad, no piensan cada categoría como un estadio de evolución
individual , sino como un ciclo ya completo que debe ser sustituido por otro ciclo del curso de la vida. Lo que los
ritos de iniciación buscan no es construir un individuo autónomo, una identidad individual o una voluntad
particular. Ellos buscan una construcción de una identidad tribal.” (Groppo, 2000:273-274).
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económicos o de otro tipo, y aunque éstos inciden, el aspecto central tiene
que ver con procesos de significado.
6. Se produce en lo cotidiano. Sus ámbitos de referencia son íntimos,
cercanos, familiares: los barrios, la escuela, el trabajo, etcétera.
7. Pero también puede producirse en lo imaginado. Donde las comunidades
de referencia tienen que ver con la música, los estilos, la internet, etcétera.
8. Se construye en relaciones de poder. Definidas por condiciones de
dominación / subalternidad o de centralidad / periferia, donde la relación
de desigualdad no implica siempre el conflicto, pues también se dan
procesos complejos de complementariedad, rechazo, superposición o
negación.
9. Es transitoria. Donde los tiempos biológicos y sociales del joven o la joven
en lo individual, los integran o expulsan de la condición juvenil, a
diferencia de las identidades estructuradas / estructurantes que son
perdurables (como las de clase, étnicas, nacionales o de género). (Pérez
Isla, 2000: 15).
Se observa en las investigaciones del siglo XXI y varias de fines del siglo XX, tanto a nivel
internacional como nacional, una preeminencia del punto de vista relacional para el análisis
de lo juvenil, donde el y la joven son concebidos como actores sociales completos, inmersos
en relaciones de clase, de edad, de género, étnicas y raciales. La juventud se piensa como un
modo que tiene la sociedad y la cultura de hacer vivir una parte de la vida: es el modo de
explicar, dar sentido, practicar, habitar ese espacio social de la experiencia desde diferentes
situaciones y distintas posiciones sociales.
Los trabajos revisados evidencian un avance en el acuerdo, en el campo de las ciencias
sociales, de tomar juventud como categoría analítica que cobrará sentidos particulares al ser
analizada inserta en el mundo social; será allí desde donde se podrá explicar como condición
juvenil, es decir qué es ser/ estar joven en ese tiempo y lugar para esas personas jóvenes y no
jóvenes, lo cual resulta en unos conjuntos identificables por auto y/ o heteropercepción a los
que se denominará juventudes. 13
La opción de muchos investigadores por el plural juventudes debe ser interpretada, no como
un neologismo banal, sino como una lucha política de afirmación de la heterogeneidad en
oposición al discurso homogeneizador que primó en los estudios previos sobre juventud en el
país, que sigue dirigiendo muchas de las políticas de intervención hacia el sector y que
articula uno de los significados más reproducidos en torno a de los jóvenes invisibilizando la
complejidad de sus vidas.
13
Otras discusiones conceptuales se encuentran en: Machado Pais (1993), Barbero (1998), Groppo (2000), Pérez
Islas (2000a, 2000b), Margulis y Urresti (1996, 1998) y Elbaum (1996).
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5. Discusiones en torno a los límites y los contenido
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser
un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de
los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la
necesidad de tomar, por primera vez, unos mates, solos.
Anónimo
La frase que inicia este acápite puede causar cierta gracia, pero bien habla de cómo se
establecen algunos límites entre etapas, funciona como un buen ejemplo de aquello que
previamente nombramos como el procesamiento social de las edades.
Identificamos tres posiciones en las discusiones para establecer o acordar límites sobre la
juventud en el ámbito de las ciencias sociales, los hemos denominado:
1. Corte demográfico
2. Moratoria social
3. Moratoria vital y condición juvenil
Una de las definiciones fuertes que construye a la juventud como representación sociocultural
y como situación social es la distinción demográfica. Clasificación basada en la medición del
tiempo de vida a través del calendario occidental. Se producen así edades medidas en días,
meses y años que a su vez serán agrupadas conformando etapas: niñez, juventud, adultez,
ancianidad, etcétera. En la Argentina, tanto el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INDEC)) como la Dirección Nacional de Juventud (DINAJU) han decidido colocar los
límites de la etapa joven entre 15 y 29 años. Las mismas edades delimita el anteproyecto de
Ley Provincial de Juventud (Provincia de Buenos Aires), mientras que el anteproyecto de Ley
Nacional de Juventud presentado por la diputada Margarita Jarque especifica 14 a 29 años.
Dentro de la franja joven los estudios demográficos, los organismos de crédito y de políticas
sociales, entre otros, suelen distinguir tres subgrupos: 15-19, 20-24 y 25-29. A los implicados
en el primero se lo llama adolescentes, a los del segundo y tercero, jóvenes. Frecuentemente a
los comprendidos en primera sección de la franja etaria siguiente, de 30 a 34 años, se los
denomina adultos jóvenes, pero no entran en la delimitación demográfica y legislativa como
juventud.
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A nivel de organismos internacionales, la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ) 14
adopta la perspectiva demográfica definiendo como jóvenes a aquellas personas que tienen
entre 14 y 24 años de edad, lo mismo ha hecho el Consejo Económico para América Latina y
el Caribe (CEPAL) 15 dependiente de Naciones Unidas, y ambas, ya desde el informe 2003, se
han visto en la necesidad de aclarar el criterio erario:
Se incluye en la población joven a las personas de entre 10 y 29 años. De hecho el
criterio etario actualmente es bastante relativo, dado que las edades objetivas que
corresponden a los comportamientos juveniles y la etapa vital que define a los
jóvenes (cambios fisiológicos, de conducta y de roles) se ve determinada por
transformaciones sociales, culturales y económicas. Los criterios respecto del arco
de edad oscilan entre 15-24 años, 15-29 años y 10-29 años. (CEPAL/OIJ, 2003:5)
Las Naciones Unidas establecen un rango de edad para definir a la juventud como al conjunto
de hombres y mujeres de entre 15 y 24 años. 16 En el último estudio de la CEPAL coordinado
por Hopenhayn (2004), el criterio seleccionado es el europeo, de 15 a 29 años.
Es interesante ver cómo se han modificado los límites de las etapas a través del tiempo: en
estudios y datos censales de dos décadas atrás (Braslavsky, 1986) se consideraba joven sólo
hasta los 24 años y se llamaba adultos jóvenes a los de 25 a 29 años, quienes hoy han sido
absolutamente integrados a juventud. El estatuto legal de los jóvenes es otro indicio de la
variabilidad de los límites que se establecen. El límite inferior no se ha modificado en las
últimas décadas, lo que sí ha sucedido es que los primeros años de la juventud son cubiertos
legalmente por las leyes de infancia o las más modernas de niñez y adolescencia 17 , y también
pretenden abarcarlos los proyectos de ley de juventud. Una coincidencia evidente en las leyes
argentinas es la posición de subordinación de los menores a los mayores, la jerarquía etárea es
un orden indiscutible para el Estado-Nación. La persona menor de 16, 18 o 21 años,
14
Argentina integra junto a Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay una de las cinco zonas geográficas (subregiones),
que componen la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ). En total son países de América del Sur y
América Central, además de México, España y Portugal. Otros organismos internacionales como el Fondo de
Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), consideran juventud
a la franja de 10 a 24 años y la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) toma como población joven a
la franja de 15 a 24 años de edad.
15
El CEPAL ha sido la organización que más informes ha presentado sobre la juventud latinoamericana, y
aunque no han podido cumplir con su expectativa de periodicidad sus trabajos son únicos e importantísimos por
el alcance regional y la acumulación de datos que ofrecen.
16
Algunos países extienden este rango, por ejemplo, colocando el inicio a los 12 años (Colombia y México), o
terminándolo a los 29 (Portugal, México y España).
17
Por ejemplo, la Ley de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, Provincia de Buenos
Aires. (Ley 13.298 sancionada el 29/12/2004, Promulgada: 14/1/2005; Publicada: 27/1/2005) en su artículo 2º
dice: “Quedan comprendidas en esta Ley las personas desde su concepción hasta alcanzar los 18 años de edad,
conforme lo determina la Convención sobre los Derechos del Niño. Cuando se menciona a los niños quedan
comprendidos, en todos los casos, las niñas, las adolescentes y los adolescentes”.
17
Papeles de trabajo. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional
de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
dependiendo del Código, no es reconocido como ser autónomo 18 . La tutela es en primera
instancia, y naturalmente de sus padres, si ellos no cumpliesen se hará presente la “madre
patria” para la tutela responsable. La jerarquía etárea legislada y legitimada es uno de los
elementos fuertes que construyen la cronologización de la vida e instaura una
institucionalización del curso de la vida.
En este sentido, Krauskopf (2000) sostiene que en las definiciones socio-jurídicas el tema de
la edad es problemático porque supone la superposición etárea de adolescencia y juventud,
donde la segunda engloba a la primera pero no a la inversa. Y que, por otro lado el sujeto
juvenil comparte una condición socio-jurídica con la población menor de 18 años, por lo cual
el segmento de la juventud que va de los 18 a los 30 años posee status de ciudadanía. Por eso
es bastante común que el sujeto juvenil quede subsumido en la categoría de adulto, cuestión
que se complejiza si se lo cruza con la legislación acorde a este sujeto.
18
Según información obtenida en el ámbito del derecho, se considera mayor en el código civil y comercial desde
los 21 años, y a partir de los 18 se puede ejercer la libre administración. Otra opción es conseguir a través de los
padres o juez la emancipación, los jóvenes menores de 21 años no son libres de armar pareja legal ni de transitar
por fuera del territorio nacional, sólo lo pueden hacer con el permiso de los padres o el Estado. Tanto para el
código penal como para el electoral se es menor hasta los 18 años, pero he aquí una interesante paradoja del
funcionamiento democrático, sólo se puede ser candidato después de los 21 (para algunos cargos, para otros se
pide aún más edad) pero se puede ser condenado penalmente desde antes de los 18: menor edad para el encierro
(se lo considera responsable y se lo castiga), mayor edad para el cargo (no se lo considera responsable para
ocupar un cargo). Cuando existía el servicio militar, la convocatoria y el reclutamiento se hacía sobre los varones
de 18 años, a esa edad ya se podía “morir por la patria”. El límite etáreo que más bajo cae es del derecho laboral,
desde lo 14 años se pueden establecer contratos legales, pero sólo se podrá ser delegado sindical desde los 18 y
miembro de comisión directiva desde los 21.
18
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de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
continua expansión de la industria del cuidado personal, y lo que se dio en llamar los
productos para el mercado juvenil. Pero todo esto es ya la crítica de esta concepción,
expliquemos antes que esta postura se vincula con la concepción de la juventud como etapa de
moratoria social, ya que se la entiende como un tiempo sin responsabilidades. Margulis y
Urresti (1998) bien lo explican en uno de sus textos:
19
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La idea de moratoria, que refleja ese no lugar entre infancia y adultez, sufre entonces sus
contusiones.
Es el tiempo segmentado de la posmodernidad, sin percepción de futuro y
plagados de olvidos, en los que resulta difícil hallar sin grandes dificultades un
lugar en el mundo (...). Los jóvenes de hoy tienen menos tiempo de
entretenimiento y de exploración y mayores exigencias, lo que significa que hay
menos transición y más permanencia (menor tiempo de entrenamiento y/o ensayo
y más exigencias de toma de decisiones), y esto tanto como vivencia de ‘juventud
forzada’ en sectores populares como de juventud extendida en sucesivos
requisitos de formación (Balardini, 2000:11).
Margulis y Urresti (1996) critican también la idea de moratoria social y la describen como un
etnocentrismo de clase, a cambio proponen la idea de moratoria vital, que hace referencia a
una característica cronológica de la juventud, un aspecto objetivante de su definición, que
consiste en poseer mayor capital energético y sentirse (y estar) más alejado de la muerte que
otras generaciones, a esto también lo llaman crédito temporal o vital, lo que equivale a más
tiempo por delante para vivir.
Tal como lo venimos definiendo, la juventud es una condición que se articula
social y culturalmente en función de la edad –como crédito energético y moratoria
vital, o como distancia frente a la muerte- con la generación a la que se pertenece
–en tanto memoria social incorporada, experiencia de vida diferencial-, con la
clase social de origen –como moratoria social y período de retardo-, con el género
–según las urgencias temporales que pesan sobre el varón o la mujer-, y con la
ubicación en la familia –que es el marco institucional en el que todas las otras
variables se articulan-. Es en la familia, ámbito donde todos estamos incluidos,
donde se marca la coexistencia e interacción de las distintas generaciones, o sea
que es en ella donde se define el lugar real e imaginario de cada categoría de
actores dentro del entorno del parentesco. La familia en sentido amplio, como
grupo parental, es quizá la institución principal en la que se define y representa la
condición de joven, el escenario en el que se articulan todas las variables que la
definen. (Margulis y Urresti, 1996:29)
Saltalamacchia (1990) resalta la necesidad de dar cuenta del modo en que el corte etáreo
interactúa con aspectos socioculturales. Su argumento indaga sobre algunos conceptos
relativos a cuestiones etáreas, para poder establecer los modos en que la edad se relaciona con
significaciones sociales, tanto generales como en el interior de cada país, determinando así las
maneras en que cada cohorte se relaciona con todo el acontecer social. 19 Aunque sea
importante considerar el conjunto que resulta de la mezcla de rasgos de corte biológico con
los específicamente socioculturales, es necesario dar cuenta, simultáneamente, de los modos
19
Aquí cohorte se la define como una serie de individuos que coparticipan de una característica común, como la
edad u otras.
20
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en que cada uno de estos aspectos colabora en la construcción del otro. Esta distinción
analítica permite captar la medida en que ambos contribuyen a estructurar específicas maneras
de experimentar y de situarse en relación con las normas, valores y acontecimientos de cada
época.
En el mismo sentido, Elbaum sostiene en un apartado:
Las perspectivas que historizan los modelos de ser jóvenes colaboran en la
constitución de lo joven `por fuera´. Existe además un campo de lo juvenil –con
una autonomía relativa- desde donde también se producen luchas por la
postulación del sentido válido de lo que es joven. Al interior del campo son
básicamente las distintas grupalidades las que plantean enfrentamientos o
asunciones del modelo legítimo de ser joven (Elbaum, 1996: 121).
Las luchas por los límites no sólo están dentro del campo académico, están también en el
campo social general. El proceso por el cual lo joven se autonomiza de los sujetos-personas
jóvenes y se convierte en un valor que valoriza –valga la redundancia– todo aquello que toca,
en el sentido de otorgar belleza, salud o energía, produciendo una expropiación de la
jovialidad (Elbaum, 1996). Este proceso es también conocido como juvenilización, fenómeno
que se encarna en todas las otras etapas corriendo los límites, tanto hacia arriba porque se
juvenilizan los adultos, como hacia abajo porque se juveniliza la infancia. O, como lo ha
trabajado para un caso Corea (2004), puede tratarse de la destitución mediática de las etapas
de la vida.
6. Historia de la juventud
Los estudios comprendidos en Historia de los jóvenes de Giovanni Levi y Jean Claude
Schmitt (1996), se han convertido en una obra de referencia para conocer la historia de la
juventud occidental y occidentalizada. En la obra se analiza cómo fueron entendidos los
grupos de edad joven en el marco de distintos acontecimientos históricos en sociedades y
culturas que pasaron a formar parte –no sin conflicto- de nuestra comprensión del mundo.
Luis Antonio Groppo en su trabajo Juventude. Ensaio sobre Sociología e História das
Juventudes Modernas (2000) 20 da profundidad temporal a los orígenes de la concepción
moderna de joven en lo que John Gillis denominó La Era de la Adolescencia 21 , que abarca
desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX,
20
Todas las citas sobre este texto son traducciones propias.
21
Gillis, John (1981): Youth and History. Tradition and Change in European age relations. 1770 - present.
Expended Student Edition, Academic Press, New York, Londres; citado en: Groppo (2000: 277).
21
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Una era que sumó esfuerzos de educadores, pedagogos, legisladores, políticos y
religiosos en la democratización y extensión del mundo escolar, como bien
partidos, sindicatos, organizaciones estatales, pastores e Iglesias en la creación
de asociaciones juveniles bajo su tutela, y, finalmente, biólogos, fisiólogos,
médicos, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas y cientistas sociales que
realizaron estudios sistemáticos sobre la naturaleza biológica, comportamental y
cultural de los individuos adolescentes. Vislumbramos también la actuación de
instituciones jurídicas, estatales y los efectos del mundo del trabajo industrial en
el proyecto de la cronologización del curso de la vida, cuyos resultados
construirán importantes puntos de partida para las relaciones generacionales,
intrafamiliares y sociales de todo tipo a lo largo del siglo XX (Gillis, 2000: 277-
278).
Pueden agregarse personajes de diversa importancia local pero que continúan el modelo del
ídolo muerto joven y la representación emblemática de la juventud 22 : Ernesto Che Guevara,
Eva Duarte de Perón, Luca Prodan, Miguel Abuelo, Federico Moura, Rodrigo y uno
fundamental para las sociedades oficialmente cristianas como la nuestra: Jesucristo.
Cabe aclarar que es el sentido masivo y masificado de esta irrupción es lo que la hace
cualitativamente diferente a irrupciones previas, pero no hay que olvidar esos otros
acontecimientos. Para América Latina es preciso recordar la irrupción de la juventud
universitaria en la década del 20 (período de primera posguerra) 23 , allí los militantes
reformistas se enunciaban como jóvenes, dando existencia a la juventud como actor político.
La diferencia con el período de la segunda posguerra es que en 1918 la irrupción quedó
22
Se puede vincular con la irrupción juvenil universitaria latinoamericana, que en su manifiesto liminar de la
reforma de 1918 decía: “La juventud vive en trance de heroísmo” (reproducido en Portantiero, 1978:133).
23
Para profundizar sobre el proceso de la reforma universitaria se recomienda Portantiero, 1978.
22
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circunscripta a los jóvenes universitarios, luego de 1945 serán un gran número y de diversos
sectores a los que se nombrará e interpelará como jóvenes, ya no sólo los universitarios, no
sólo los politizados, no sólo los que estudian y no sólo los varones.
En su historización del breve siglo XX Eric Hobsbawn dedica un capítulo importante a la
revolución cultural llevada a cabo por los jóvenes entre otros actores sociales. De hecho fue
esta revolución social y cultural la que los hizo emerger como sector social reconocible, e
indica que la nueva cultura juvenil –así la llama el autor– tenía tres vertientes que coinciden
con los elementos señalados por otros autores:
En primer lugar, la juventud pasó a verse, no como una fase preparatoria para la
vida adulta, sino, en cierto sentido, como la fase culminante del desarrollo
humano. (...) El que esto no se correspondiese con una realidad social en la que
(con excepción del deporte, algunos tipos de espectáculo y tal vez las matemáticas
puras) el poder, la influencia y el éxito, además de la riqueza, aumentaban con la
edad, era una prueba más del modo insatisfactorio en que estaba organizado el
mundo. (...)
La segunda novedad de la cultura juvenil deriva de la primera: era o se convirtió
en dominante en las economías desarrolladas de mercado, en parte porque ahora
representaba una masa concentrada de poder adquisitivo, y en parte porque cada
nueva generación de adultos se había socializado formando parte de una cultura
juvenil con conciencia propia y estaba marcada por esta experiencia, y también
porque la prodigiosa velocidad del cambio tecnológico daba a la juventud una
ventaja tangible sobre edades más conservadoras o por lo menos no tan
adaptables. (...) El papel de las generaciones se invirtió. (...)
La tercera peculiaridad fue su asombrosa internacionalización. Gracias en gran
parte al boom de la expansión del mercado juvenil, principalmente industria de la
moda, la cosmética y la música (Hobsbawn ,1998: 327-330).
El antropólogo Carles Feixa (1998, 2006) revisa la historia de las investigaciones sobre
juventud y propone un agrupamiento en torno a seis grandes modelos de juventud que
representa a través de figuras que funcionan como tipos ideales: 1) el púber para la sociedad
primitiva (sociedades segmentarias sin Estado); 2) el efebo para la sociedad antigua; 3) los
mozos para el Antiguo Régimen (sociedades campesinas preindustriales); 4) los muchachos
en la sociedad industrial; 5) la irrupción de la juventud como actor protagonista en la escena
pública, que caracteriza a la sociedad postindustrial. Inmediatamente después de la Segunda
Guerra Mundial se impuso en Europa una imagen de la juventud conformista: “La
adolescencia como período libre de responsabilidades, políticamente pasivo y dócil” (Feixa,
1998: 41); pero enseguida se comenzó a vislumbrar otra imagen, la del rebelde sin causa,
expresada en la multiplicidad de culturas juveniles que aparecieron en escena a través de los
23
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medios, las políticas públicas y la ocupación de espacios en la ciudad y que llamaron la
atención por su manera de vestir y adornarse, su gusto por la música rock y sus prácticas
violentas y/o pasatistas. Y por último, 6) la juventud en la era digital, los postadoelscentes,
según los llama el autor, utilizando una imagen sobre la cual hace su hipótesis, agregada a la
tercera edición del libro, sobre la innovación que conlleva haber crecido en entornos
digitalizados, donde los padres aprenden de los hijos y los ritos de paso pueden ser
reemplazados por ritos de impasse.
En Latinoamérica hay estudios que marcan los procesos generales de la emergencia juvenil,
Rossana Reguillo sintetiza la cuestión de la visibilidad:
Los jóvenes han adquirido visibilidad social como actores diferenciados: a) a
través de su paso, por afirmación o negatividad, por las instituciones de
socialización; b) por el conjunto de políticas y normas jurídicas que definen su
estatuto ciudadano para protegerlo y castigarlo; c) por la frecuentación, consumo y
acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales específicos.
(Reguillo, 2000: 51)
24
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La producción de investigaciones históricas de largo plazo para el caso argentino es menor.
Existen trabajos aislados de épocas o acontecimientos particulares en los que los jóvenes
fueron protagonistas (por ejemplo Kleiner, 1964; Brignardello, 1972; Clementi, 1982;
Biagini, 2000 varios y 2001; Balardini, 2002, Portantiero, 1978, Romero, 1998, Pujol, 1999,
2005). Dos de los temas más analizados son la Reforma Universitaria de 1918 y
principalmente, desde la ensayística y el periodismo, la juventud politizada o los movimientos
artísticos de los ´60 y ´70: organizaciones político-militares, experiencia del Instituto Di Tella
o historia del rock nacional 24 . El investigador argentino Nicolás Casullo, quien se reconocía
como parte de esa generación, brinda un bello y acertado análisis de la época, donde vincula
lo internacional a lo local y remarca el nuevo sentido que adquiere lo juvenil,
Por primera vez surge fuertemente, brutalmente, la idea de generación, ya no de
clase, ya no de Nación, sino de generación. La vinculación entre el estudiante
norteamericano, el estudiante francés, el estudiante latinoamericano, es una
vinculación que se da a través de la conciencia de una generación. Aparece por
primera vez, de manera rotunda, colectiva, política, la idea de juventud, como una
nueva subjetividad con sus razones, con sus valores, con sus sentidos históricos,
con sus significados culturales (Casullo, 1997: 170).
24
Para un panorama nacional de época, ver Casullo (1997), Urresti (2000) y Pujol (2002).
25
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Los informes de situación o panoramas producidos para generar conocimiento sobre
juventudes implican siempre recortes. Pero en la revisión realizada queda en evidencia que
hasta el momento no se ha realizado ningún estudio cuyo diseño, implementación y análisis
haya colocado como objetivo la generación de conocimiento con representatividad a nivel
nacional y regional, urbano y rural, sobre las condiciones de vida de los jóvenes.
Los estudios hallados pueden ser clasificados según su recorte principal, como el territorio
que abarcan. Por ejemplo, el “Primer Informe de Juventud de la Ciudad de Buenos Aires”
(Balardini, Castillo y Hermo, 1994) o “Los jóvenes rurales en Argentina” (Román, 2003).
También por tema, como el contenido en “Encuesta nacional a estudiantes de enseñanza
media 2001: Prevalencias de consumo de sustancias psicoactivas, del último año y del último
mes” (SEDRONAR, 2001). Por otra parte existe diversidad en relación a las herramientas
utilizadas para construir la información. Desde este punto de vista, hay algunas que son
producto de encuestas aplicadas para el caso, como los informes de juventud del Deutsche
Bank (1993 y 1999), y otras son análisis de datos tomados en encuestas de organismos
oficiales, como la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, que da lugar al “Diagnóstico
del desempleo juvenil” (Lépore y Schleser, 2005).
Frente a esta diversidad, y por la dificultad que ha significado reunir todos estos materiales,
una contribución de este informe será presentar algunos datos básicos de la información
hallada, aunque no resultará posible desarrollar en profundidad cada investigación porque
sobrepasa el tiempo y espacio disponible. En la Tabla del Anexo se presentan organizados por
orden cronológico de publicación todos los trabajos de este enfoque a los que se ha tenido
acceso. Se incluyen los datos de los autores, organismo que lo encargó, en el caso lo que
hubiera, año de realización del trabajo de campo, territorio geográfico abarcado, tema
principal al que se abocó, herramientas utilizadas para la recolección de datos y referencia del
material.
No se incluyen en este listado las investigaciones internacionales que abarcan y ofrecen
información sobre la juventud local. Sería el caso de los estudios sobre juventud
iberoamericana o latinoamericana como los de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe dependiente de Naciones Unidas (CEPAL, varios años) 25 o los informes del Banco
25
Todos los informes disponibles en la página de CEPAL: http://www.eclac.cl
26
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Mundial 26 . A todos aquellos que pretenden un panorama comparativo, se recomienda su
consulta. También encontrarán en algunas de esas producciones datos desagregados para la
Argentina no relevados en otros estudios. Principalmente los trabajos de la CEPAL se han
constituido, a través de más de una década, en el aporte más sistemático en información sobre
juventud latinoamericana, principalmente teniendo en cuenta que recién en los últimos años se
han comenzado a realizar Encuestas Nacionales de Juventud en los países de este continente
(son muchos, además del nuestro, los que no han realizado este tipo de relevamiento).
Además de los informes sobre este sector, que ha elaborado especialmente la CEPAL, incluye
un capítulo o secciones con información sobre adolescencia y/o juventud en los clásicos
“Panorama de la situación de América Latina”, que desarrolla ininterrumpidamente desde
hace tiempo. Por ejemplo, el publicado en 2004, “La Juventud en Iberoamérica. Tendencias y
Urgencias”, coordinado por Martín Hopenhayn, se ha convertido en material de referencia
para la temática al sintetizar las paradojas y tensiones que viven los jóvenes latinoamericanos
hoy: más educación y menos empleo, más acceso a información y menos acceso a poder; más
expectativas de autonomía y menos opciones para materializarla, mejor provistos de salud
pero menos reconocidos en su morbimortalidad (contraste entre buena salud y riesgos
sanitarios poco cubiertos). Son más dúctiles y móviles pero más afectados por trayectorias
migrantes inciertas, son más cohesionados hacia adentro pero con mayor impermeabilidad
hacia fuera, más aptos para el cambio productivo pero más excluidos de éste. Les toca el lugar
ambiguo entre receptores de políticas y protagonistas del cambio, la tensión entre la
expansión del consumo simbólico y restricción en el consumo material, el contraste entre
autodeterminación y protagonismo y precariedad y desmovilización (Hopenhayn, 2004).
Hay otro tipo de informes que tampoco se incluyen en la tabla pero que consideramos útil
citar aquí. Se trata de recopilaciones temáticas que se los podrían llamar estados de situación
pero que no incluyen relevamiento de opinión, percepciones o datos de los jóvenes, ni en
modo directo (fuente primaria), ni indirecto (fuente secundaria). Son ejemplos de estos
trabajos el realizado por Sergio Balardini y Javier Hermo “Políticas de Juventud en América
Latina: Evaluación y Diseño. Informe Argentina” (1995), en convenio OIJ-FLACSO; así
como el “Informe de la República Argentina: marco normativo-legal. Oferta programática”,
26
El Banco Mundial ha dado a conocer el 27 de octubre de 2005 el Boceto para el Informe sobre el desarrollo
mundial 2007 que está dedicado al tema juventud y lleva por título “Desarrollo y la Próxima Generación”:
http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/EXTDECPGSPA/EXTRESINSPA/EXT
WDRINSPA/EXTIDM2007INSPA/0,,menuPK:1723472%7EpagePK:64168427%7EpiPK:64168435%7EtheSite
PK:1723443,00.html
27
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realizado por OIJ y la Dirección Nacional de la Juventud (2000); y por último, el
relevamiento de material producido por Diego Fraga e Ignacio Samaca en 1994 “Bibliografía
sobre Juventud en Argentina”. FLACSO, Buenos Aires.
27
El AMBA o Conurbano Bonaerense adquiere contornos diferentes, de allí que en el presente trabajo
identificaremos el AMBA con las denominadas primera y segunda corona del Conurbano, que comprende los
siguientes municipios: San Martín, Avellaneda, Morón, La Matanza, Vicente López, Lanús, Lomas de Zamora,
Tres de Febrero, San Isidro, Almirante Brown, Berazategui, Quilmes, Florencio Varela, Esteban Echeverría,
Moreno, Merlo, Gral. Sarmiento, José C. Paz, San Miguel, Malvinas Argentinas, San Fernando, Hurlingham,
Ituzaingó y Tigre.
28
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enfoque las investigaciones que se centran en el análisis de uno de estos clivajes que se
articulan con la condición juvenil.
En este grupo son mayoritarios los estudios que toman el clivaje de clase o el recorte de sector
social como entrada a las juventudes, y dentro de ellos son mucho más numerosos los estudios
sobre sectores de baja renta, pobres, marginales o sectores populares que los realizados sobre
sectores medios y altos. Esta inclinación sectorial no es exclusiva de los estudios en juventud,
se encuentran desproporciones semejantes al revisar otras áreas del campo de las ciencias
sociales.
En la mayoría de los trabajos la cuestión de clase o sector social no está tomada como objeto
de análisis en sí sino como dato contextual que ubica estructuralmente a los sujetos. Es
colocado como dato de partida, no como dato a construir. Preguntas sobre enclasamiento,
desclasamiento o reenclasamiento, desde la perspectiva de los actores involucrados, no se han
ubicado, así como tampoco acerca de cómo los jóvenes perciben e interpretan las relaciones
de clase propias y de otros, o si se consideran dentro del campo de lo popular por ejemplo.
El eje de los análisis suele estar orientado a cómo viven o experimentan estos jóvenes la
situación social, qué prácticas realizan, cómo se organizan o qué consecuencias tiene la
pobreza o la pertenencia a los distintos sectores para el ejercicio de los derechos, el acceso al
trabajo, la educación, la salud, los espacios urbanos, la recreación, etcétera.
Dentro de este enfoque 28 , y para el caso de baja renta, podemos mencionar las publicaciones
sobre jóvenes de periferia (Wortman, 1991), jóvenes de barrios carenciados (Macri y Van
Kemenade, 1993), juventud y pobreza (Konterllnick y Jacinto, 1996; Sánchez 1997, 2005),
jóvenes vulnerables (Jacinto, 2000), jóvenes pobres (Longo, 2003, 2004), jóvenes en enclaves
de pobreza estructural (Saraví, 2004), jóvenes de sectores populares (Auyero, 1993); Szulik y
Kuasñosky, 1993; Núñez y Corral, 2005) y jóvenes en condiciones de pobreza (Peiró, 2005).
Enfocados en sectores medios se halla la compilación realizada por Wortman (2003), en torno
a los consumos culturales, y el estudio que presenta y compara aspectos de la afectividad y
sexualidad en sectores populares y sectores medios de Margulis y otros (2003). Los sectores
altos han sido los menos estudiados, pero es posible leer cuestiones sobre la socialización de
estos jóvenes en Svampa (2001), ubicándolos dentro de los que ganaron o como sectores
medios privilegiados (Del Cueto, 2003) y como sectores favorecidos (Ziegler, 2004).
28
Se recuerda que la clasificación de enfoques presentada no implica la exclusión de uno sobre otro. Por ello,
algunos trabajos se encuentran mencionados en más de un tipo de abordaje.
29
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La diferenciación entre jóvenes escolarizados y no escolarizados es otro recorte realizado por
varios investigadores para acercarse a la cuestión juvenil, y que pese a no ser específicamente
de clase está en fuerte relación por la vinculación existente entre estratificación social y
desigualdad educativa. Ejemplo sobre prácticas de jóvenes escolarizados: Kessler (2002a,
2002b), Duschatzky (1999) y Chaves (2005b).
Son numerosas las investigaciones que delimitan su objeto de estudio en varones jóvenes
(Longo, 2003) o en mujeres jóvenes, siendo estas últimas, como ya dijimos, más numerosas
que los primeros, principalmente dentro del campo de los estudios de salud sexual y
reproductiva, donde se encuentra el mayor número de investigaciones. Ejemplo de ello son las
investigaciones publicadas por el Ministerio de Salud de la Nación en el marco de su
29
Para un análisis sobre androcentrismo en los estudios de juventud, se recomienda el artículo publicado con
posterioridad al informe original de Elizalde (2006).
30
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Programa Vigi+A (varios 2005) y realizadas por distintos organismos, como CEDES,
Fundape o Centro de Estudios en Población.
Algunos textos realizan un doble enfoque de clivaje sumando el sexo a la clase o el sector
social de pertenencia. Desde este lugar son mayoritarios los trabajos sobre mujeres pobres sin
distinción etárea; entonces, dentro de ellos hay que aprender a leer sobre mujeres pobres que
además son jóvenes.
Son escasos los trabajos con perspectiva de género en jóvenes. Podemos citar la reciente tesis
doctoral de Elizalde (2005), y nuevamente en vinculación con salud sexual y reproductiva la
publicación de Geldstein y Pantelides (2001), donde se abordan los roles de género en
adolescentes mujeres en vinculación con los riesgos reproductivos. En torno a masculinidad,
podemos mencionar a Urresti (2003) para masculinidad en sectores medios, y a Ferraudi
Curto (2003) en sectores populares. Para comprender la construcción de la masculinidad en la
Argentina es relevante el trabajo de Archetti (2003), aunque no esté dedicado exclusivamente
a juventud.
Actualmente se encuentra en desarrollo una investigación con sede en FLACSO sobre
juventud, género y tecnologías de información y comunicación dirigido por Gloria Bonder,
que abre un espacio previamente no explorado con perspectiva de género. No se han
identificado trabajos sobre juventud transgénero. Los trabajos sobre sexo y sexualidad se
incluyen en el enfoque de prácticas (punto 7), ya que, como dijimos, no necesariamente
implican un enfoque de género.
No se han hallado publicaciones que sigan la problemática del cruce entre juventud y
nacionalidad, así como tampoco entre juventud y cuestión racial en la Argentina. Pero ambos
temas son tratados en estudios sobre discriminación, racismo y prejuicio, por ejemplo en
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Elbaum (1997) y Margulis y Urresti (2002), y en algunos estudios sobre migraciones, como es
el caso de los bolivianos en Caggiano (2005).
3. Enfoque inclusión-exclusión
El par inclusión-exclusión, que actúa no solo como marco interpretativo sino como
herramienta metodológica, es uno de los más utilizados para los estudios locales y
latinoamericanos sobre juventud, ya sea que utilicen herramientas cuantitativas, cualitativas o
ambas. Este enfoque se convierte así en el más numeroso e incluimos en él casi la totalidad de
las investigaciones dedicadas a:
30 La corriente generacional de la sociología de la juventud tiene por objeto la juventud como fase de vida, su
discusión principal es la problemática de la continuidad /discontinuidad entre las generaciones y su marco
teórico se basa en las teorías de la socialización desarrollada por el funcionalismo (Talcott Parsons, S.N.
Eisenstadt, E.H. Erikson) y en la teoría de las generaciones (Karl Mannheim, Theodor Roszak). Para todos ellos
las discontinuidades intergeneracionales estarían en la base de la formación de la juventud como una generación
social. Si bien el concepto de generación tiene en esta corriente una impronta biológica, algunos de sus
representantes expresan reparos para su aplicación. Este sería el caso de Mannheim, quien expresa: “La
contemporaneidad del nacimiento —nos dice—, de hacerse joven, adulto, viejo, no es constitutiva de la situación
común en el espacio social [...] No se puede hablar de una situación de generación idéntica más que en la medida
que los que entren simultáneamente en la vida participen potencialmente en acontecimientos y experiencias que
crean lazos. Sólo un mismo cuadro de vida histórico-social permite que la situación definida por el nacimiento
en el tiempo cronológico se convierta en una cuestión sociológicamente pertinente” (Mannheim, citado en
Martín Criado, 1998: 80). Para revisar de la noción de generación, véase Ortega y Gasset (1947), Mannheim
(1993), Bourdieu (1998) o Ghiardo (2004).
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3.1. Educación
3.2. Trabajo
3.3. Políticas públicas
3.4. Justicia, derechos y seguridad
Que los estudios que se encontrarán referidos en esta sección hayan sido colocados dentro de
este tercer enfoque no significa que se trate de investigaciones que exclusivamente analicen la
inclusión y la exclusión. De ninguna manera esto es así, sino que, luego de la revisión
bibliográfica, se reconoce que el par inclusión-exclusión o integración-exclusión es un par
analítico común a todos estos estudios; en algunos siendo eje y en otros tomado como marco
general de un interés particular distinto.
Realizamos una doble lectura acerca de por qué la mayoría de los trabajos funcionan en algún
momento con par analítico. Por un lado, y sería una lectura oportunamente contextualizada en
tiempo y espacio, se ha reconocido en el ámbito científico (también en el político, en los
medios y en el habla cotidiana) que desde los últimos cuarenta años en el país se ha producido
una transformación en los ámbitos económico, social, político y cultural que han dado como
resultado, entre otras cosas, un creciente proceso de polarización social y que éste aún no se
ha detenido. Esto llevó a que las ciencias sociales incorporaran en su lenguaje y se dedicaran
prioritariamente a dar cuenta de las desigualdades generadas en términos de inclusión y
exclusión, o de otros pares que funcionan de forma semejante como son integración-
desintegración o afiliación-desafiliación, según la opción teórica elegida. Desde este lugar,
entonces, las investigaciones en juventud están a tono con la generalidad de estudios sobre la
situación de otros grupos etáreos en la Argentina, y principalmente de los que abordan las
temáticas que hemos reunido bajo este enfoque, ya que todas son áreas de fuerte intervención
estatal. El eje inclusión-exclusión siempre es leído en su relación con el Estado. En una
mirada comparativa hacia un modelo inclusivo previo31 se interpretan los modos actuales
como excluyentes, y especialmente como consecuencia de las reformas sociales 32 en trabajo,
educación, salud, previsión social, seguridad, etcétera, profundizadas en los noventa.
La segunda lectura está en estrecha relación con la concepción de la juventud como aquel
sector social que debe ser incluido o integrado a la vida social general y con el
31
Históricamente previo, ese modelo socioeconómico marcó una etapa de la historia nacional y comenzó a
resquebrajarse a fines de los años sesenta, para instalarse estructuralmente desde mediados de los años setenta.
Existen discusiones sobre el significado del modelo inclusivo en la conformación de la percepción histórica de
clase, principalmente asociado al ideal o mito de la movilidad ascendente (Minujín y Anguita, 2004; Wortman,
2003; Chaves, 2003).
32
Un muy buen trabajo sobre estos cambios en el Gran Buenos Aires puede encontrarse en Bayón y Saraví
(2002).
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reconocimiento de una posición asimétrica en relación a otros grupos etáreos, particularmente
los adultos. Desde este lugar, el enfoque sobre la integración, la inclusión y la exclusión se
suma a lo que hemos descrito como primer lectura, y puede dar como resultado la
interpretación de dobles –ejemplo: mujer y joven- o triples –mujer, pobre y joven-,
condiciones de subordinación. El país de modelo inclusivo ya no ese existe, de modo tal que
no solo serán excluidos aquellos que alguna vez fueron incluidos, sino que habrá caso de
jóvenes que nunca, o por lo menos no a corto y mediano plazo, tal como muestra la tendencia,
vivirán esa experiencia.
La distribución de producciones dentro de este enfoque corresponde, en primer lugar, a
educación; en segundo, a trabajo; pasan luego a tener peso los estudios sobre políticas
públicas de juventud; y, en cuarto lugar, los temas de justicia, derechos y seguridad.
3.1. Educación
Al pasar revista a las investigaciones en educación que abarcan a los jóvenes, se observan dos
grandes cuestiones. En primer lugar, y de mucha importancia, que existe una amplia
producción sobre la inclusión y/o la exclusión de las y los jóvenes en el ámbito educativo, y
que ello está registrado con una interesante variabilidad. Diversidad de perspectivas analíticas
(aunque predomina una perspectiva crítica), metodológicas (estudios estadísticos,
etnográficos, etcétera), ejes de conocimiento (desde cuestiones pedagógicas hasta
macroestructurales) y de referente empírico. En este último caso se evidencia un desigual
número de investigaciones según se trate de sectores desfavorecidos –mayor- o favorecidos –
menor-, y una inmensa diferencia en favor de las investigaciones sobre el sistema de
educación pública en contra de la educación de gestión privada, tanto laica como de
administración religiosa.
En segundo lugar, que en muchos de los casos no se analiza la condición juvenil. Es decir, no
se está abordando la especificidad del sujeto que participa –o no- del sistema educativo. Esta
tendencia se ha revertido en la última década, y va tornándose indispensable para los
investigadores el conocimiento de las prácticas juveniles por fuera de la escuela para entender
el adentro. Justamente, lo que algunos autores están poniendo en discusión es este límite entre
el adentro y el afuera, y cómo se articula la condición juvenil en general con la condición de
alumno o no-alumno; en definitiva, cómo entra la juventud en la escuela y cómo esta
institución interpela y construye juventud.
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Esta perspectiva articula y se potencia con los análisis que muestran la pérdida o disminución
del papel hegemónico de la escuela como una mediación fundamental en la información y
formación de las nuevas generaciones. Los aprendizajes de los jóvenes en muchas
oportunidades ya no están centralizados en la escuela, y además la institución educativa no
posee una actualización de información tal que pueda seguir el ritmo de la nueva producción
veloz de conocimiento y las innovaciones tecnológicas. No solo porque ha sufrido un proceso
de desinversión o porque la formación de profesores y maestros no se actualice en paralelo a
la producción de conocimiento, sino porque otras mediaciones le han disputado, y en muchos
casos le han ganado, el espacio de informador y formador. La industria de la comunicación
(TV, radio, internet) se ha instalado como un espacio de socialización fundamental en las
nuevas generaciones.
La revisión de la literatura permite identificar tres grandes grupos según realicen:
A) Diagnósticos generales sobre infraestructura educativa y personas a las que
atiende (principalmente informes estadísticos).
B) Análisis de una problemática singular del sistema:
El sistema (mirada macro):
• Discriminación, fragmentación, segmentación y/o
estamentalización educativa, circuitos diferenciados
La institución educativa (mirada micro):
• Relaciones entre actores institucionales: alumnos-
profesores, alumnos-alumnos, etc.
• Organización escolar: participación, democracia.
Enseñanza-aprendizaje:
• Deserción, fracaso escolar, sobreedad
• Innovación y/o dificultades de enseñanza y/o aprendizaje
Didácticas específicas
C) Estudios sobre en un nivel educativo particular:
EGB (tercer ciclo, o ESB)
Polimodal, Secundario
Terciarios no universitarios
Universitario
Como sucede con nuestra clasificación por enfoques, hay trabajos que pueden ser ubicados en
más de uno de los grupos, o que los combinan.
El Ministerio de Educación de la Nación ha realizado un relevamiento de las investigaciones
educativas realizadas en 2000 y 2001, e informa que:
“Del análisis presentado surge que la mayor parte del trabajo se concentra en el
análisis de las prácticas escolares, ya sea en el marco del aula como en el nivel
institucional. Así quedan al descubierto grandes áreas de vacancia vinculadas al
análisis de la política educativa desde lo macroestructural y problemáticas
vinculadas a lo coyuntural. Este es el caso, para mencionar sólo algunos, de la
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educación de población en contextos de pobreza, el fracaso y la violencia escolar
o la educación de los adolescentes como grupo de edad específico o cuestiones de
economía de la educación, entre otros” (Serra y Landau, 2003:22-23).
En ambos casos, el de las agencias de investigación y el del Ministerio nacional, emerge como
temática vacante y/o relevante el nivel educativo específicamente diseñado para jóvenes y
adolescentes. Estamos frente a una demanda del Estado por producir conocimiento sobre este
sector social. Juan Carlos Tedesco, recientemente nombrado viceministro de Educación de la
Nación, lo enunciaba claramente en 2001 al prologar una publicación de carácter
internacional sobre escuela media, y que transcribiremos en extenso porque sintetiza el
panorama de la cuestión en su vinculación con el análisis de la condición juvenil:
En el marco de este análisis general, la educación secundaria es –probablemente–
el tema que provoca mayores controversias en la agenda de discusiones de los
procesos de transformación educativa. Hace ya mucho tiempo que los
diagnósticos, tanto cualitativos como cuantitativos, han señalado que en la
enseñanza media se concentra la mayor densidad de problemas o, desde el punto
de vista de las políticas de educación, existe la menor cantidad de soluciones y
respuestas.
Para comprender las razones de este déficit de respuestas es preciso recordar que
la expansión de la enseñanza básica provocó, en casi todos los países, la
masificación de la enseñanza media y, con ello, la crisis del modelo tradicional
que concebía este nivel como un mecanismo de pasaje a la universidad, a través
del acceso a la cultura general.
Pero la masificación de la enseñanza media también está asociada a la situación
de la juventud en la sociedad moderna. Al respecto, es posible identificar tres
grandes tendencias, no siempre armónicas sino más bien contradictorias entre sí,
que afectan de manera decisiva la situación de la juventud. En primer lugar, la
tendencia a aumentar las dimensiones de la vida social sobre las cuales los jóvenes
deben tomar decisiones.
En el pasado, todo lo referente al estilo de vida, a las maneras de relacionarse y de
elegir amigos, de vestirse o de constituir una familia, por ejemplo, estaba en gran
medida determinado por el origen social, la cultura y las instituciones. Hoy en día,
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en cambio, aunque existan limitaciones materiales para hacerlo, todos los
estímulos sociales se dirigen a presentar muchas más opciones en esos ámbitos y a
pretender que cada uno tome sus propias decisiones.
En segundo lugar, el momento de tomar decisiones se está adelantando de manera
progresiva. Las decisiones se toman cada vez más temprano. Hasta los niños
toman hoy algunas decisiones o participan en la toma de ciertas decisiones sobre
sus estilos de vida, sus maneras de vestir, la elección de sus amigos, etc., que antes
estaban totalmente reguladas desde afuera. En otro sentido, este fenómeno se
expresa, por ejemplo, a través de la discusión que se produce en el ámbito jurídico
acerca de la edad mínima a partir de la cual una persona es responsable de sus
actos, discusión fundamental desde que se produjo el incremento de la
delincuencia juvenil e infantil.
Contradictoriamente con estas dos tendencias que reflejan más bien el aumento de
la autonomía, asistimos a un tercer fenómeno, según el cual se posterga cada vez
más el momento de la independencia, de la autonomía material y financiera,
porque se pospone cada vez más el ingreso al mercado de trabajo.
En este juego contradictorio de tendencias vigentes en la sociedad, la juventud se
encuentra en una situación muy compleja. Por un lado, aparece asociada con
imágenes que la presentan con un futuro incierto, con carencia de posibilidades,
riesgos de exclusión, ausencia de utopías y de proyectos en los cuales valga la
pena invertir energías y emociones. Por otro, en cambio, se la concibe como el
símbolo de la creatividad, de las posibilidades de utilización plena de los
márgenes de libertad existentes, de ruptura con el pasado. Si bien existen pocos
estudios empíricos sobre estos fenómenos en la región, es posible afirmar que este
juego de tendencias contradictorias no es un fenómeno coyuntural. Se trata de una
cuestión estructural muy profunda, a la cual se debe prestar mucha más atención si
pretendemos encontrar respuestas pedagógicas y educativas adecuadas. (Tedesco,
2001: Introducción).
Una serie de estudios realizados en la Argentina concuerdan en señalar que, pese a las
transformaciones experimentadas desde mediados de los setenta, la cobertura educativa,
particularmente en el nivel medio, mantuvo un crecimiento sostenido, lo cual redundó en un
significativo aumento en los logros educativos de la población. Sin embargo, al mismo
tiempo, el obtener un título secundario ha ido perdido relevancia en el mercado de trabajo, a
partir de un proceso de devaluación de credenciales educativas (Filmus y Miranda, 2000). Son
numerosos los estudios sobre la relación educación, trabajo y/o empleo, no sólo como
transición, o vinculación de uno y otro, sino la experiencia juvenil entre la escuela y el trabajo
(Llomovate, 1991; Mekler, 1992; Konterllnik y Jacinto, 1996; Filmus, 2003).
Una importante proporción de jóvenes acceden hoy al nivel medio, aunque alrededor de un
tercio no logra completarlo, con las consecuencias negativas que ello implica para una
inserción adecuada en el ámbito laboral. En este sentido, un conjunto de trabajos han señalado
las asociaciones existentes entre las características socioeconómicas y familiares de los
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hogares en los que residen los jóvenes y sus logros educativos o su asistencia escolar
(Bertranou, 2002; Sosa Escudero y Marchionni, 1999; Herrán y Uythem, 2001; López, 2001,
2002; SIEMPRO, 2001, Binstock y Cerrutti, 2005).
Asimismo se ha señalado que la experiencia educativa de los jóvenes es claramente una
experiencia disímil y heterogénea, dada la diversidad y desigualdad de los ámbitos escolares
que atienden a distintas clientelas (Kessler, 2002a; Urresti, 2000; Tiramonti, 2004;
Duschatzky y Corea, 2003, Zaffaroni y otros, 2005). La fragmentación y segmentación del
sistema educativo impacta en la diversidad de representaciones sociales de alumnos y
profesores, contribuyendo a la reproducción de las desigualdades sociales. Por su parte Feijoó
(2005) analiza la escuela actual atravesada por la crisis económica y social de la Argentina y,
desde la perspectiva de la institución escolar, se centra en el análisis de aquello que la escuela
no es capaz de brindar a los jóvenes. En el discernimiento de los desafíos que los cambios
sociales le exigen a las prácticas educativas (Braslavsky, 2001; Feijoó y Corbetta, 2004, Tenti
Fanfani, 2005), la aproximación cualitativa a los problemas que surgen de la relación entre
nueva pobreza, juventud y nuevos desafíos educativos, intenta comprender qué ocurre en
contextos en los cuales el deterioro social pone en peligro la efectividad de las prácticas
educativas (Elbaum, 1998; Duschatzky, 1999; Duschatzky y Corea, 2003). Otros trabajos
cualitativos, principalmente con un enfoque etnográfico, han abordado las relaciones entre
pares al interior de la escuela (Maldonado, 2000), la relación de la cultura escolar con las
prácticas culturales de jóvenes (Falconi, 2004a y 2004b; Elbaum, 1998), la política y
democracia participativa al interior de la escuela, junto al ejercicio de la autoridad y la
aplicación de normas o acuerdos de convivencia (Narodowski, 1993; Dussel, 1997; Marino y
Moroni, 1999; Batallán y Campanini, 2005; Lionetti, Gallo y Noel, 2006). Otros núcleos de
trabajo han sido las problemáticas de la educación intercultural y el tratamiento de la
diversidad cultural en el aula (Neufeld, 1999), y con un reciente desarrollo la cuestión de la
violencia en la escuela (Imberti, 2001).
No se han ubicado trabajos sobre la juventud en los institutos de formación superior no
universitaria. Sobre juventud en la universidad una publicación pionera es la de Tedesco y
Blumenthal (1986), pero priman los trabajos de corte histórico que abordan la acción política
de la militancia universitaria en época de la Reforma y en los sesenta y setenta (Portantiero,
1978; Clementi, 1982; Romero, 1998; Echenique, 2005)
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3.2. Trabajo
Parte del proceso de emancipación de los jóvenes se vincula o relaciona con la posibilidad de
lograr autonomía en el plano económico. Sin embargo, el conjunto de las investigaciones
sobre juventud y trabajo (o sobre juventud y empleo) coinciden en señalar que la inserción
laboral de los jóvenes resalta por importantes niveles de desempleo y subempleo, así como
también de precariedad e inestabilidad laboral. Esta situación se acompaña de bajas
remuneraciones y escasa cobertura de seguridad social (OIJ-CEPAL, 2004). Este panorama
desalentador en relación a la inclusión en el mundo laboral viene siendo sistematizado en el
país desde principios de los noventa (Mekler, 1992, Feldman, 1995) y lo deja en absoluta
evidencia como situación ya no coyuntural sino estructural el último informe del Ministerio
de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación (Lépore y Schleser, 2005) y el
diagnóstico general de la problemática juvenil elaborado por Salvia y Lépore en 2004, a
pedido de la Pastoral juventud (también el artículo de Miranda y Salvia, 2001).
En la Argentina, se observa que desde principios de la década de 1990 el desempleo juvenil
(entre 18 y 25 años) triplica el de los otros grupos etáreos (Beccaria, 2005). Distintos estudios
indican la existencia de un fuerte vínculo entre la tasa de desocupación y el nivel socio-
económico del hogar de procedencia, señalando que el desempleo afecta principalmente a
sectores de recursos económicos escasos y, entre ellos, impacta más en aquellos jóvenes con
menores niveles educativos. La relación entre la inserción laboral y el nivel educativo
alcanzado es estrecha, dado también los cada vez mayores requerimientos del mercado para la
inserción de nuevos trabajadores (Deutsche Bank, 1999; Lépore y Schleser, 2005; Beccaria,
2005).
Importantes diferencias sociales atraviesan la experiencia laboral de los jóvenes, dando
cuenta, entre otras cosas, que mientras algunos pocos permanecen durante cada vez más años
en el sistema educativo, otros muchos cesan en su formación formal para buscar (con mejores
o peores resultados) insertarse en el mercado de empleo remunerado. Beccaria (2005) observa
que sólo el 26 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 25 años ocupados permanece en el
sistema educativo. Binstock y Cerrutti (2005) mostraron que, en el caso de los jóvenes que
acceden al nivel medio, la probabilidad de abandonar la escuela se triplica si los jóvenes
trabajaron durante la cursada respecto a quienes nunca trabajaron. Esto no implica desconocer
una mejora en la cobertura educativa de las nuevas generaciones, sino que, como lo muestran
Salvia y Lépore (2004), no tuvo su correlato en una mejora en las oportunidades laborales,
entre otras cosas, porque la relación educación-empleo no es universalizable en una sociedad
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con una estructura de oportunidades sociales segmentada que por lo tanto condiciona
fuertemente las trayectorias juveniles según se acceda a un circuito educativo o laboral u a
otro.
Lépore y Schleser (2005) muestran que el ya elevado desempleo juvenil se agrava entre las
mujeres, y más aún entre las adolescentes. Al observar las tasas de desempleo según la
posición que los jóvenes ocupan en sus familias, surgen otras evidencias de especial interés
para el conocimiento de sus condiciones de vida. Se observa por ejemplo, que los jóvenes que
se autodefinen como jefes de hogar y que, presuntamente, tienen responsabilidades familiares,
muestran tasas de desempleo muy inferiores a los niveles promedio, alcanzando al 12,9 por
ciento, mientras que las tasas de desocupación más elevadas se encuentran entre quienes
viven con sus padres y se definen como hijos/as (28,7 por ciento para el total de jóvenes de
entre 15 y 24 años) y también entre las cónyuges –25,5por ciento para el total de cónyuges de
igual grupo etáreo- (Lépore y Schleser, 2005).
Las prácticas laborales concretas de los jóvenes presentan otras aristas entre sectores menos
favorecidos. Kessler (2002b, 2002c) ha observado que los jóvenes con menores recursos
acuden a prácticas laborales que combinan con delictivas, lo que caracteriza como un cambio
de lógica de trabajador a proveedor, que los lleva a obtener recursos a través de distintas
estrategias según su accesibilidad.
Este panorama permite preguntarse no sólo sobre la situación y trayectorias laborales de los
jóvenes, sino también indagar sobre el grado de estabilidad o inestabilidad de sus
ocupaciones, y sobre la percepción que los jóvenes tienen sobre su vida laboral en el futuro,
incluyendo en este punto la valoración que los jóvenes tienen sobre el trabajo (Deutsche
Bank, 1993; Kornblit, 1996; Alsenson y otros, 1999 y 2000, Bosio, 2000). También cómo la
situación laboral se articula con su construcción identitaria (Svampa, 2000; Longo, 2003 y
2004), con sus condiciones de empleo y organización sindical (Martucceli y Svampa, 1997;
Mendizábal y Bisio, 2002) o la problemática de la búsqueda del primer empleo, vinculando
historias familiares y organización sindical (Steinberg y otros, 2004). Se registra también un
área de interés sobre la inserción laboral de los graduados universitarios (Fernández
Berdaguer, 2000).
Actualmente, en el Centro de Investigaciones Laborales (CEIL-PIETTE) dependiente de
CONICET, se encuentran en desarrollo el mayor número de investigaciones sobre trabajo y
juventud, principalmente a nivel de investigadores en formación. En los últimos años las
organizaciones sindicales de base, algunas de sus federaciones o nucleamientos centralizados
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han encarado investigaciones sobre aspectos de la situación económico social, laboral y
sindical general, o de la rama de producción que les compete y se están consolidando como
centros productores de conocimiento que deben ser tomados en cuenta por los investigadores
del campo ubicados en centros de investigación de mayor tradición. Esta articulación es
imperativa también en sentido inverso, para que los resultados circulen hacia los trabajadores
y sus organizaciones gremiales. Se destacan las producciones pioneras en este sentido de la
Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que desde la década del ochenta a través de su
Instituto de Estudios y formación dirigido por Claudio Lozano, viene dando a luz diferentes
publicaciones e informes (www.institutocta.org.ar). Para ejemplificar con otras experiencias
en este sentido, podemos citar la creación del Instituto de Investigaciones Pedagógicas Marina
Vilte de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina
(CTERA) y también el Consejo Coordinador Argentino Sindical (CCAS), afiliado a CLAT
(Central Latinoamericana de Trabajadores), que nuclea más de veinte organizaciones
sindicales y posee un área específica sobre juventud (aunque en este último caso no se hallan
informes).
En la sección sobre Educación se hizo referencia a las investigaciones sobre formación para el
trabajo. Podemos agregar aquí algunos estudios que han sistematizado experiencias de
intervención con jóvenes, tanto desde ONG (Cogliati y Kremenchutzky, 1998), como desde
programas públicos (Verdier, 1996; Muriello, 1996; Jacinto y otras, 1999; Cohen, Martínez y
Navarrete, 2001; Devia, 2003). Un espacio de vinculación y difusión de las producciones en
esta área es Centro Interamericano de Documentación e Investigación sobre Formación
Profesional (CINTERFOR) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sobre trabajo en el medio rural se han encontrado pocas producciones. Se destaca el informe
desarrollado por Román (2003) desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y
Alimentos, las continuas producciones de Luis Caputo (2003) en torno a diferentes aspectos
de la vida de los jóvenes rurales, y particularmente sobre juventud y cooperativismo Moschén
(2000) y Paira (2000).
Un último apunte parece necesario. Salvia y Lépore han sintetizado una mirada que debe ser
tomada en cuenta para no caer en análisis lineales o simplistas que culpabilizan de casi todo a
la historia muy reciente, la posmodernidad, la última crisis económica o la anterior reforma
educativa. Ellos muestran que estas condiciones
explican sólo en parte los problemas socio-ocupacionales y de integración social
que afectan a los jóvenes actuales. Se trata de un problema de larga data,
acumulativo, que ha afectado al menos a dos generaciones anteriores de jóvenes y
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que tiene a la generación actual como una nueva víctima. En realidad, el deterioro
social que golpea a los jóvenes constituye un problema más general, de raíz
estructural y de carácter complejo, cuya explicación fundamental cabe ubicarla en
la ausencia -desde hace más de 30 años- de un modelo sustentable de desarrollo
económico, capaz de brindar a viejas y nuevas generaciones un horizonte cierto de
libertad, confianza y progreso fundado en la integración social (Salvia y Lépore,
2004: 3).
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los espacios por los jóvenes. Al no prestar especial atención al sector las políticas urbanas,
están desperdiciando la posibilidad de acercarse a los jóvenes desde una de sus prácticas más
cotidianas. Se halla documentado para algunas localidades que son los jóvenes algunos de los
mayores usuarios de los espacios públicos, ya sea como lugar de tránsito o de permanencia.
Los estudios muestran que la no intervención protectora y transformadora del Estado en la
administración del espacio de la ciudad, a favor de los más desprotegidos que habitan
espacios degradados y sin infraestructura de servicios y recreación, no hace más que
reproducir y/o profundizar el marco de desigualdad donde se desarrolla la vida urbana 33 en la
Argentina (Chaves, 2005; Saraví, 2004; Balbi, 2005; Infantino, 2004). El caso de las políticas
culturales funciona de forma semejante; por lo menos así lo demuestran algunas tesis aún
inéditas (Chaves, 2005; Infantino, 2005).
Un área de ausencia de intervención estatal en el país corresponde a las políticas de vivienda
para jóvenes, y en la búsqueda de información no hemos hallado investigaciones nacionales
sobre esa problemática 34 . Parece que la cuestión habitacional de los jóvenes queda
invisibilizada en su cohabitación con el grupo parental. Además, generalmente los reclamos y
movimientos por tierra y vivienda no han sido leídos en clave etaria. Valen por el momento
para el caso juventud las conclusiones a las que se arriba en los análisis de la política
habitacional en general, y donde se las caracteriza como políticas habitacionales sin rumbo, ya
que:
Las sucesivas modificaciones de las políticas del Estado, causadas por el empuje
de la dinámica social por una parte, y por la influencia de las agencias
internacionales y la lógica de los mercados, por otra parte, provocan que las
políticas, en términos reales, sean una mezcla de fragmentos, marchas y
contramarchas (Cravino, Wagner y Varela, 2002).
Se constata que las políticas públicas de los organismos de seguridad no han sido estudiadas
en su carácter de políticas de juventud; sin embargo, varios estudios sobre jóvenes muestran
cómo estos actores sociales vivencian a los organismos de seguridad, principalmente policía
33
Vale aclarar que la concepción de vida urbana no es en contraposición a una vida rural. La dicotomía rural-
urbano con la que se analizó durante décadas el espacio habitado ya no tiene donde anclar. Las discusiones
actuales no sólo hablan hace tiempo de un continuo o un flujo rural-urbano, sino que fueron más allá y proponen
la imposibilidad de pensar ese par como oposición. Vida urbana no remite a la vida en la ciudad, sino que da
cuenta de los modos de articular la vida, tanto en el campo como en la ciudad, tanto en el centro como en la
periferia.
34
Se registran pocos trabajos sobre condiciones habitacionales de juventud; lo más cercano que se ha encontrado
es el informe realizado por CEPAL en 1997 para el caso uruguayo “Condiciones habitacionales de la juventud:
elementos para el diseño de una política de vivienda en Uruguay” (Montevideo, CEPAL, 1997).
Disponible en http://www.eclac.cl/publicaciones/Montevideo/8/LCR148E/LC-R148.pdf
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de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
federal y policías provinciales, como uno de los principales agentes del Estado con los cuales
establecen permanentemente vínculos que en la mayoría de los casos estudiados toma la
forma de un vínculo de oposición o por lo menos de carácter conflictivo. La policía aparece
como una alteridad radical para un gran número de jóvenes argentinos. Esto se muestra tanto
en las investigaciones sobre jóvenes pobres como en jóvenes de clase media, ya que se
convierte en un eje articulador de oposiciones para la significación de los espacios urbanos
(graffitis, murgas, esquinas) como de los espacios simbólicos (hinchadas de fútbol, recitales).
Los temas vinculados a justicia, derechos y seguridad son tratados en la sección 3.4.
Tal como explicitamos en el punto 3.1., referido a Educación, se registran análisis sobre
políticas educativas que ya fueron referenciadas en ese acápite. Los estudios sobre políticas de
inserción laboral o de formación profesional ya fueron nombrados bajo el subtítulo 3.2.
Trabajo, por lo que no serán reiterados. Ambos subtítulos son parte del enfoque Inclusión-
exclusión.
De las publicaciones sobre juventud rural, dos de ellas han sido elaboradas teniendo como
unos de sus fines el de ofrecer lineamientos para la intervención estatal en el sector. Son los
casos del informe de la Dirección de Desarrollo Agropecuario (Román, 2003) y de los
artículos de Caputo (2003).
Hemos detectado documentos que pueden ser utilizados como referencia para un diagnóstico
de las políticas de juventud en el país. Por un lado el trabajo de Balardini y Hermo (1995),
quienes en el marco del Proyecto “Políticas de Juventud en América Latina: Evaluación y
Diseño”, redactaron el informe de la situación argentina, realizando un “diagnóstico y
descripción de las principales políticas que involucran a los jóvenes, desarrolladas en el
período 1990-1995”, y luego efectuando un balance y proponiendo “perspectivas posibles de
futuros desarrollos”. El informe, como lo detallan los autores, plantea:
Una descripción de los principales programas estatales, respetando los criterios
sugeridos de privilegiar la mención de las políticas existentes por sobre la
profundización del análisis de cada una de las acciones descriptas. El análisis se
centra en las políticas desarrolladas por el Estado Nacional, sin introducirse en los
niveles locales (provinciales y municipales), a excepción de unos pocos casos
significativos (referentes a algunos organismos públicos dedicados
específicamente a juventud) (Balardini y Hermo, 1995: 4).
Las conclusiones a las que llega dicho informe no son alentadoras para 1995 y mucho menos
si once años después la mayoría de sus planteos críticos sobre las políticas públicas de
juventud siguen vigentes. Y como se verá, en aquel momento la comparación se remontaba a
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un informe de 1989, frente al cual no se vislumbraban cambios contundentes. Dado su valor,
resulta pertinente reproducir textualmente tales conclusiones:
El presente.
Consideramos que aquella evaluación sigue siendo válida en sus términos
generales, si bien advertimos, desde la gestión iniciada en 1989, un mayor interés
por acercar políticas activas para jóvenes de menores recursos, a través, por
ejemplo, de los programas dirigidos a la capacitación y, a microemprendimientos
productivos. En todo caso, tanto la falta de recursos como el bajo grado de
especialización de los responsables de políticas de juventud en temas juveniles,
actúan dificultando cualquier propuesta masiva en esa dirección.
35
Se refiere al informe publicado por el Ministerio de Economía, Subsecretaría de Economía, “El Gasto Público
Social”, volumen V: “Sectores Nutrición y Promoción Social”, Programa Nacional de Asistencia Técnica para la
Administración de los Servicios Sociales (PRONATASS), Gob. Argentino/ BIRF/ PNUD, realizado por el
Instituto Di Tella. Directores del Informe: Héctor Diéguez, Juan Llach (coord.), Alberto Petrecolla. Buenos
Aires, 1989.
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• El bajo presupuesto atribuible, en parte, a la falta de inserción del
organismo dentro de los objetivos de desarrollo humano y social global.
• La baja propensión de los funcionarios a establecer objetivos
institucionales que incluyan y trasciendan la propia gestión.
• En un primer momento, la incorporación de programáticas ajenas sin la
necesaria adecuación institucional.
• La improvisación, el intuicionismo, la falta de diagnósticos generales y
específicos.
• La falta de seguimiento y evaluación de los programas ejecutados y de
estudio de impactos.
• La falta de profesionales especializados en políticas de juventud.
• En general, el bajo involucramiento de los destinatarios potenciales de las
mismas y la falta de existencia de un sólido interlocutor del Estado
equivalente de un Consejo Nacional de Juventud (la Mesa de Concertación
Juvenil aún no logra dicho status).
• No se observa, por parte de los niveles más altos de la administración, el
suficiente respaldo al desarrollo de políticas de juventud, con excepción,
tal vez, del Proyecto Joven.
• En general, respecto a los organismos públicos de juventud, una de las
mayores dificultades que observamos, es la dificultad de los funcionarios
para promover políticas basadas en la coordinación y articulación de
recursos.
• En los hechos, los organismos funcionaron, en el mejor de los casos, como
ejecutores de políticas, y muy escasamente en el rol de coordinadores de
políticas públicas. Las excepciones a esta regla, se han debido en la
mayoría de los casos, más a la afinidad política o personal con
funcionarios responsables de otros sectores de la administración que a la
definición de una política institucional.
• Esta situación se corresponde, con las misiones y funciones explicitadas en
sus decretos de creación, que lleva a pensar que fueron concebidos,
inicialmente, como organismos de ejecución de políticas, contando para
ello con ingentes recursos para efectivizarlas, hecho que no se verificó en
la práctica. Los presupuestos nunca se correspondieron con tal eventual
compromiso.
• Debe advertirse, que, por un lado, los reiterados cambios de status jurídico,
han significado una especie de adecuación institucional a su real peso
político y, por otro, que lo sucesivo de dichos cambios se refleja en la
pérdida de credibilidad de los organismos ante otros del propio estado y
ante las organizaciones sociales implicadas en el campo de intereses de
juventud.
• Por otra parte, los permanentes cambios de gestión, de programas y de
personal, impiden avanzar en la calificación de técnicos y del personal de
conducción.
• En muchos casos, el cambio de un programa por otro, produce no sólo la
ruptura de los servicios ofrecidos, sino cierta parálisis institucional, en
tanto los objetivos declamados por los programas de reemplazo no
presentan diferencias efectivas respecto a los anteriores, llevando a
interrogarse por la necesidad real de efectuar dichos cambios.
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• No existe una institución federal que reúna a todos los organismos de
juventud del país, que permita fortalecer su presencia, coordinar esfuerzos
y calificar su instalación dentro de los organismos del Estado.
En fecha más reciente, octubre de 2000, la Dirección Nacional de Juventud (DINAJU) –en el
marco del Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud de América
Latina 1995-1999 (PRADJAL), y a solicitud de la Organización Iberoamericana de la
Juventud (OIJ)– ha desarrollado el “Informe de la República Argentina: marco normativo-
legal y oferta programática”. Esta publicación ofrece una declaración de principios sobre
cómo la DINAJU aborda la cuestión juvenil enmarcándose en la doctrina de la protección
integral, en contraposición a la doctrina de la situación irregular que regía –y aún rige en
muchos espacios- la intervención estatal sobre los jóvenes. Seis años después esta discusión
sigue vigente y todavía no se ha logrado implantar como marco hegemónico el modelo de la
protección integral (a pesar de los avances hechos en materia legislativa). El informe de
DINAJU ofrece una compilación de la legislación que actúa sobre el sector juvenil y una
descripción breve de la oferta de programas dedicados a jóvenes por parte del Estado
Nacional, pero no es una publicación de investigación.
Por otra parte, la Fundación Banco Provincia de Buenos Aires realiza desde hace años el
informe anual sobre desarrollo humano de dicho distrito. En el período 2004-2005, el tema a
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analizar fue la “Integración social de la juventud”, y los resultados fueron difundidos en 2005.
El informe presentado es de alto valor informativo, no sólo porque trabaja tanto con fuentes
secundarias como de elaboración propia, sino además porque ha consultado una gran cantidad
de especialistas para dar cuerpo a un conocimiento complejo de la condición juvenil en la
provincia. Esta investigación presenta varios capítulos donde se aborda la cuestión de las
políticas de juventud Particularmente en el capítulo VIII se realiza un recorrido institucional
por las políticas públicas, donde por un lado diagnostican dificultades semejantes a las
presentadas por Balardini y Hermo en 1995, y por otro ofrecen un panorama de programas y
planes provinciales sobre, para o con jóvenes, tanto de raíz estatal como de organizaciones
comunitarias. Esta sistematización de experiencias brinda algunos lineamientos de
experiencias positivas. En un capítulo posterior y como marco comparativo se da cuenta de
las políticas de juventud en Europa y en América Latina.
Investigadores más nóveles están tomando el análisis de las políticas de juventud como
temática de formación de posgrado. Algunos resultados han sido publicados y ofrecen una
variación en el enfoque analítico de las políticas públicas, ya que suman a la mirada de la
inclusión o exclusión en dichas políticas el examen sobre qué tipo de juventud interpela o
pretende construir, cuáles son las modalidades de participación propuesta y los modelos de
intervención ejecutados, y cuáles son las estrategias grupales de los jóvenes (Núñez, 2003;
Farías, 2004).
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Se recuerda que estamos dando prioridad en este punto a los estudios de justicia, derechos y
seguridad dentro del enfoque analítico de inclusión-exclusión. La mayoría de estos trabajos
podría haber sido incluida en la sección 3.3., sobre políticas públicas, ya que las prácticas de
las instituciones legislativas, judiciales y ejecutivas son obviamente ejercicio de políticas
públicas; pero hemos decidido colocarlas en un apartado diferente debido a la magnitud de la
temática, aunque siempre dentro del enfoque de inclusión-exclusión. Cabe aclarar que la
revisión no ha alcanzado a un gran número de producciones de las ciencias jurídicas; esto
debe ser destacado ya que estamos dejando afuera producciones realizadas desde una
disciplina cuyo área central es la cuestión de la justicia y el derecho. Esto hace suponer la
existencia de fecundas y numerosas discusiones sobre la temática en ese campo disciplinar.
Desde la sociología y la antropología se han desarrollado especialidades jurídicas, y son sus
producciones las más numerosas. Se encuentran también algunos trabajos desde las ciencias
de la comunicación, las ciencias políticas y el trabajo social. Los estudios abordan
principalmente el accionar de las fuerzas de seguridad, el sistema penitenciario y el sistema
jurídico sobre las y los jóvenes. Las investigaciones que abordan juventud y delito desde un
enfoque de prácticas, sociabilidad y sentidos otorgados por los jóvenes han sido incluidas en
el enfoque 7, sobre prácticas, usos y consumos (Kessler, 2002c, 2004; Míguez, 2002).
La cuestión de la legislación sobre juventud fue sistematizada por Fraga en 1995, quien a ese
momento ofrece un estado y un panorama de la cuestión no muy alentador, cuyas
conclusiones son semejantes a lo apuntado sobre políticas públicas de juventud en general
mencionadas en el punto 3.3. (Balardini y Hermo, 1995). Otras revisiones sobre lo legislativo
son el informe de DINAJU (2000), y el análisis crítico del por entonces proyecto de ley sobre
Protección Integral del Niño y del Adolescente (2000) realizado por el Centro de Estudios
Legales y Sociales (CELS). Ambos trabajos discuten el paradigma jurídico de la situación
irregular en pos de avanzar hacia una concepción de los niños y adolescentes como sujetos de
derecho bajo el paradigma de la protección integral. Como indica Kessler (1996), “mirada
desde la perspectiva de los derechos, la adolescencia asombra por su soledad”; esta frase que
tan bien diagnosticó la situación en aquellos años ha comenzado a revertirse con la reciente
aprobación de la Ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes (sancionada el 28 de setiembre de 2005, promulgada de hecho el 21 de
octubre y publicada el 26 de octubre del mismo año). Y a escala de legislaciones provinciales,
recientemente se ha aprobado la ley de provincia de Buenos Aires 13.298, de la Promoción y
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Protección Integral de los Derechos de los Niños (sancionada el 29 de diciembre de 2004,
promulgada el 14 de enero de 2005 y publicada el 27 de enero del mismo año). Otras
provincias ya poseen legislación específica: Salta (1999), Mendoza (ley 6354/ 1995), Chubut
(4347/ 1997), Río Negro (3097/ 1997), Misiones, Neuquén (2302), Córdoba (9053/ 2002),
Tierra del Fuego (101/ 2000), y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (114/ 1998).
En relación a derechos humanos se destaca como pionero el “Informe sobre Adolescentes
Desaparecidos” de 1982 editado por el CELS, donde se denuncian los casos registrados por la
organización hasta ese moment,o y “Niños desaparecidos. Jóvenes localizados en la Argentina
desde 1976 a 1999”, de Abuelas de Plaza de Mayo (1999). El CELS sigue siendo una
referencia como fuente de información sobre las infracciones a la ley y los derechos por parte
del Estado. Se cuentan entre sus producciones dedicadas exclusivamente a jóvenes el capítulo
6 del informe 2002, dedicado a la represión ilegal de niños y adolescentes (CELS, 2002) y el
excelente informe sobre “Situación de niños, niñas y adolescentes privados de libertad en la
provincia de Buenos Aires” (Beloff y Palmieri, 2003), que deja al descubierto la vulneración
institucionalizada de los derechos de niños y adolescentes a través de prácticas ilegales de
larga data como las torturas, malos tratos, apremios y, fundamentalmente, la privación de la
libertad en personas menores de 18 años y sus condiciones de detención. El informe pone “en
evidencia la subsistencia de una concepción paradigmática de la infancia reñida con las
normas constitucionales vigentes” (2003:151). En este sentido resultan ejemplificadoras las
conclusiones sobre los niños, niñas y adolescentes privados de libertad, lo que también ha
sido expuesto por Guemureman (2005). El análisis de la información sobre la dimensión
cuantitativa de la privación de la libertad en la Provincia de Buenos Aires permite extraer las
siguientes conclusiones.
a) Durante el año 2001, según datos del Ministerio de Seguridad, se detuvieron
14.839 niños, niñas u adolescentes por motivos vinculados con conflictos con
leyes penales.
b) Ninguna institución provincial provee datos acerca de los niños, niñas y
adolescentes que son privados de su libertad en dependencias policiales por
motivos relacionados con el artículo 10 inc. b del decreto ley 10.067/83. Sin
embargo, un análisis sobre libros de comisarías y otros documentos señala que
la cantidad de las detenciones por supuestas motivos de protección es
considerablemente mayor que la cantidad de detenciones por motivos penales.
c) No existe información sobre la cantidad de jóvenes que permanecen detenidos
en dependencias policiales. Sólo existe información referida a niños, niñas y
adolescentes que fueron alojados en las Comisarías del menor. Durante el año
2001 el número de jóvenes alojados en comisarías del menor alcanzó un
promedio diario de 100.
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d) Si bien es imposible establecer con exactitud el número de niños, niñas y
adolescentes cuya libertad ambulatoria se encuentra restringida, una
aproximación permite determinar que al mes de octubre de 2001 se encontraban
privadas de su libertad un número aproximado de 8.195 personas menores de 18
años en dependencias bajo la Superintendencia del Consejo Provincial del
Menor y en Comisarías del Menor.
e) Sobre el total de niños, niñas y adolescentes que se encuentran
institucionalizados, el mayor número lo está por causas asistenciales (81,92%
del total) y su motivo de institucionalización responde “al artículo 10, inciso b,
del decreto ley 10.067/83” (96,5%).
f) Si bien la distribución por sexo es pareja, el número de mujeres que se
encuentran institucionalizadas por razones penales sólo asciende a 42, es decir,
menos del 3% de los casos de niños y adolescentes privados de libertad por
motivos penales. Resulta claramente visible que las institucionalizaciones de
tipo penal tienen un sesgo importante hacia el sexo masculino.
g) El intervalo de edad que concentra mayor cantidad de privaciones de libertad es
el comprendido entre los 15 y los 18 años, que concentra el 35,59% de las
internaciones.
h) En lo que se refiere a la modalidad institucional es importante destacar que de
los más de 8.000 niños y adolescentes institucionalizados, sólo 800 se
encuentran alojados en instituciones dependientes del Consejo Provincial del
Menor, mientras la mayoría se encuentra asistida por servicios tercerizados
(públicos o privados). Estos servicios son supervisados por distintas
dependencias del Consejo Provincial del Menor, debido a lo cual no existe un
registro unificado de ellos. (Beloff y Palmieri, 2003: 155-157).
Estas conclusiones para provincia de Buenos Aires deben alarmar no sólo por el número de
vidas sobre las que el Estado realiza prácticas inconstitucionales y/o ilegales, sino además, y
en particular para el interés de este estado del arte, porque demuestra la ausencia de
información centralizada, sistemática y de acceso público por parte de los organismos del
estado que intervienen en la tutela de los menores, y deja al descubierto el importante papel
que le cabe y pueden cumplir, las ciencias sociales en la producción de conocimiento sobre
estas situaciones, ya sea desde organismo estatales, organizaciones no gubernamentales u
organismos internacionales. Un ejemplo de la producción científica en este sentido es el
desarrollo del Observatorio de Adolescentes y Jóvenes creado a partir de un proyecto de
investigación del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, que
Trata de generar un dispositivo que permita monitorear de un lado la circulación
de adolescentes y jóvenes a través de las instituciones de control social y de otro,
las rutinas operacionales que utilizan las propias agencias para administrar y
gestionar las diferentes problemáticas adolescentes y juveniles
(www.observatoriojovenes.com.ar/home, 2004).
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Son numerosos los trabajos sobre la construcción del menor y las problemática de tutela,
tanto en términos de sistema o modelos de intervención como en relación a subjetividad o
construcción social de infancia y juventud (Daroqui y Guemureman, 1998, 1999; Duschatzky,
2002; Ponce, 2003; Roovers, 2003); y también sobre los procesos de institucionalización y
judicialización de niños y jóvenes (Galindo, 1998; Rossi, 2000; Belfo 2001; Daroqui y
Guemureman, 2001; Guemureman, 2003). Al respecto se encuentran artículos en las revistas
“Delito y Sociedad” de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA
(http://www.catedras.fsoc.uba.ar/pegoraro); en la publicación on line “Niños, menores e
infancias” del Instituto de Derechos del Niño, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales,
UNLP (http://www.jursoc.unlp.edu.ar/externos/sitioidn1).
Unos últimos apuntes para esta sección, relacionados con lo que se ha dado en llamar la
criminalización de la juventud. Este proceso entraña como elementos principales una visión
esencialista del joven como peligroso, una asociación lineal entre comportamientos juveniles
y violencia, una mirada que no distingue entre juventud pobre y delito, y que ataviada con
imaginarios racistas y xenófobos sumará a la edad otras marcas reconocibles para la
estigmatización del sector social, todo en un marco de percepción de inseguridad generalizada
que encarna en estas personas jóvenes uno de sus chivos expiatorios fundamentales,
declarándolos así los principales culpables. El mecanismo del pánico moral entra entonces en
funcionamiento, y las intervenciones de las industrias comunicacionales y muchos
legisladores, opinólogos o actores públicos instalan discusiones que tiendan a justificar
mecanismos represivos sobre niños y jóvenes. Frente a esto, han sido muchos los cientistas
sociales que expresaron una opinión contraria, fundados en los contundentes resultados de las
investigaciones en el campo, que demuestran que las medidas represivas no resultan en
mejoras de la calidad de vida ni para la sociedad y mucho menos –obviamente- para los
jóvenes. Personas a las que la sociedad les está ofreciendo un camino de maltrato, castigo o
privación de libertad, y en este último caso, mayormente institucionalizando judicialmente por
la condición de pobreza en que se hallan insertos.
Numerosas investigaciones han puesto en evidencia la relación conflictiva entre jóvenes y
policía 36 . Esta institución –a la que muchos jóvenes eligen como trayectoria laboral
(Sirimarco, 2004)-, es uno de los puntos de contacto más frecuentes entre los sectores
juveniles y el Estado, y la mayoría de las acciones registradas son de tipo represivo
(Tiscornia, 2000). La percepción negativa de los jóvenes sobre la actividad policial, sus
36
Es pionero en este sentido el informe de Laura Gingold sobre el caso de Ingeniero Budge (1991).
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intervenciones y tratos se documenta en diversos trabajos, e implica por un lado la denuncia
de las acciones represivas, pero además un alto descreimiento en la capacidad de los
organismos de seguridad y sus miembros, y al mismo tiempo un registro en el discurso juvenil
de reclamos de mayor intervención para el control de la seguridad pública (Balbi, 2005). Son
interesantes los resultados sobre los criterios de justicia que manejan o están construyendo
diferentes sectores juveniles (Kessler, 2002c; Nuñez, 2004 y 2005).
El descreimiento en el funcionamiento eficaz de las instituciones, o en las instituciones
mismas, que abarca en el discurso juvenil tanto al ámbito legislativo como judicial y
ejecutivo, encuentra una de sus expresiones en la policía, con quienes muchos jóvenes
mantienen una relación basada en la alteridad radical, es un otro oponible al que hay enfrentar
y que los enfrenta. La paradoja es que los miembros de la institución son en un alto número
personas también jóvenes. La cuestión de la condición juvenil al interior de los organismos de
seguridad como policías, ejércitos o servicios penitenciarios es un área de vacancia en los
estudios de juventud.
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cantidad de familias ensambladas (Wainerman y Geldstein, 1994; Jelin, 1998; Torrado, 2003;
Di Marco, 2005; Donini, 2005; OIJ-CEPAL, 2004; Binstock, 2004).
Algunos de los cambios atravesados en las familias se relacionan con la mayor autonomía de
las mujeres, producto del incremento de su participación en el mercado de trabajo
remunerado, y también de la expansión de sus derechos civiles y políticos y la atenuación de
la autoridad patriarcal. En este sentido, ha resultado crucial tanto la democratización de la
legislación sobre familia, como el reconocimiento de niños y adolescentes como sujetos de
derechos (Birgin, 2003; Minyersky, 2003; Di Marco, 2005; Jelin, 1998; Harari, 2005). A
pesar de estos avances normativos, y de la incipiente preocupación sobre las relaciones
familiares como objeto de políticas públicas, persisten en las familias diversas formas de
violencia contra las mujeres y contra niños y niñas, aunque el registro sobre este problema es
completamente asistemático e incompleto (Birgin y Pastorino, 2005). Todo ello afecta las
formas de vida familiar de los jóvenes, sea en sus hogares de origen, o bien en los procesos de
constitución de familias propias.
Por otra parte, también se articulan en este ámbito las dinámicas propias del mercado laboral
en relación con las mayores dificultades de inserción ocupacional para los/las jóvenes, y la
creciente informalidad e inestabilidad de sus ocupaciones. De modo que una de las tensiones
que viven los y las jóvenes en la actualidad se relaciona con mayores expectativas de
autonomía pero menores posibilidades de ejercerla, lo que hace que muchos permanezcan
durante más años en sus hogares de origen (OIJ-CEPAL, 2004), o bien, que les cueste
sobremanera conciliar sus responsabilidades familiares con las laborales, particularmente, en
el caso de las jóvenes mujeres.
Distintos estudios han mostrado que el cambio de patrones de provisión de recursos
económicos en los hogares, no ha alterado aún las pautas de cuidado de los miembros de las
familias (Wainerman, 2003, Ariza y de Oliveira, 2003; Cerrutti, 2003; Aguirre, 2004, entre
otras). Los aportes de los estudios sobre masculinidades resultan también relevantes para
orientar la indagación sobre el modo en que las imágenes de género –femeninas y masculinas-
juegan un papel significativo sobre el modo en que se organiza la división sexual del trabajo –
y la estructura de autoridad- en las familias (Valdés y Olavarría, 1998; Viveros, 2001;
Olavarría, 2001; Faur, 2004 y 2005).
Las investigaciones de la dimensión cultural de la familia y las relaciones afectivas y sexuales
son muy escasas. En ese sentido vale destacar la obra de Mario Margulis y su equipo que
abordaron “los mandatos culturales referidos a la constitución de relaciones afectivas, a la
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sexualidad y el amor” (2003:25) en jóvenes de ciudad de Buenos Aires y algunas localidades
del conurbano. Se destacan en esa obra los capítulos sobre modelos de matrimonio (Urresti,
2003) y pareja (Margulis, Rodríguez Blanco y Wang, 2003); y sobre formas de noviazgo y
cortejo en jóvenes, relacionado con sexualidad y afectividad (Leschziner y Kuasñosky, 2003;
Pérez y Piñero, 2003). Análisis sobre la conformación de la masculinidad se encuentran en los
capítulos de Ferraudi Curto (2003) y Urresti (2003). La cuestión de feminidad y
masculinidad en jóvenes es un área a profundizar, principalmente en análisis de tipo
relacional donde se confronten/complementen ambas construcciones de género.
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Núñez, 2003, 2004, 2005; Sánchez, 1997; Reguillo, 2000; Varela, 2002; Saraví, 2004, entre
otros). Así se ha abordado el tema de la constitución de colectivos juveniles, identificando la
aparición de formas culturales emergentes portadoras de nuevos signos de lo político (Feixa,
1998; Reguillo, 2000; Kropff, 2004, Chaves, 2004). Estos trabajos sostienen que a través de
estas formas los jóvenes experimentan el poder, la autoridad, los proyectos, la gestión, el
reclutamiento, las interacciones y el lenguaje, lo cual supone explorar las prácticas sociales de
uso y de simbolización del espacio público (Núñez, 2003, Urresti, 2000).
En este contexto, las acciones culturales de los jóvenes han dado lugar a la revisión de las
interpretaciones tradicionales de las acciones políticas, poniendo en debate el concepto mismo
de política (Beck, 1999; Reguillo, 2000). De tal modo, la participación requiere ser entendida
entonces, también desde las formas propias de empoderamiento que se dan los mismos
jóvenes, no siempre acordes con los paradigmas de los adultos. Las acciones relacionadas con
la participación implican un gradual empoderamiento de los sujetos, que progresa desde la
información, la consulta y la retroalimentación, hasta la participación plena (toma de
decisiones e iniciativa en las acciones), y que se completaría con una autonomía donde los
jóvenes desarrollen y lleven a la práctica proyectos propios (Krauskopf, 2000).
En síntesis, los cambios producidos en las últimas décadas en los contextos sociales,
culturales, económicos y políticos, impactan no sólo sobre los modos de pensar la
emancipación de los jóvenes, sino también sobre las formas de participación y de obtención
de autonomía, así como los ámbitos donde se experimentan las diversas modalidades de
agenciamiento. De tal modo, vale la pena la valoración que los jóvenes tienen respecto de
acciones realizadas en instancias institucionales distintas a las clásicas del mundo político
como son las deportivas, religiosas, artísticas o civiles (OIJ-CEPAL, 2004). Algunos jóvenes
se agrupan alrededor de su pertenencia comunitaria, conformando grupos que ofrecen no sólo
ámbitos de identificación poderosos hacia el interior del grupo, sino también modos de
intercambio económico y social con los otros. Es el caso, por ejemplo, de los hinchas de
fútbol (Garriga Zucal, 2005), de los voluntariados (Salvia y Lépore, 2004), o en el ámbito del
trabajo grupos que elaboran formas estilísticas de diferenciación del conjunto de trabajadores
a partir de su identidad juvenil (Garriga Zucal y Rodríguez, 2005).
Ofrecen una mirada sumamente interesante para entender el vínculo con la y lo político en
clave generacional e histórica, las investigaciones sobre memoria, tanto de jóvenes que
participan en organizaciones de reivindicación de derechos como de los que no lo hacen.
Particularmente se conocen dos trabajos donde se explora la participación de los jóvenes en
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organismos de derechos humanos, se trata de dos tesis, una de nivel de posgrado y otra de
grado. La investigación doctoral de Catela da Silva (2001), centrada en la experiencia de
reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos, describe un catálogo de papeles
/documentos, imágenes, marcas, acciones y personajes que configuran esta forma particular
de hacer política en la disputa de los familiares de desaparecidos. Este repertorio forma parte
de la memoria colectiva que se reactualiza y se pone en acto en distintas prácticas públicas de
los jóvenes argentinos, desde la misma acción de agrupación Hijos por la Identidad y la
Justicia, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) estudiada en su tesis, hasta las
movilizaciones de diciembre de 2001 (Zibecchi, 2003) o la más recientes movilizaciones y
organizaciones en torno al incendio de Cromañón (La Vaca, 2005; Wortman, 2005; Conde,
2005; Chaves, 2006). Siguiendo una pista que se avizora de algún modo en la tesis de Catela
da Silva (2001) sobre la cuestión del ocultamiento, no puesta en público o culpabilización de
la dimensión de militante de los desaparecidos, Blanco (2006) define como tema el análisis de
las representaciones de la política y de la militancia en el discurso de las generaciones
posdictadura, y desde allí arroja una tesis que considero muy estimulante para profundizar e
interpelar la y lo político en los jóvenes del presente:
La militancia aparece en el discurso de los jóvenes al mismo tiempo que se los
acusa de despolitización, de desmovilización (...) Se da así un aparente paradoja,
producto de una compleja dialéctica entre dos épocas, y entre dos generaciones,
entre los setenta y el periodo comprendido de los años noventa a esta parte: los
jóvenes de hoy son despolitizados porque no son como los jóvenes de otra época.
Esta última operación es la que es más urgente desmontar. Tal vez la imagen
actual que los propios jóvenes tienen (y no sólo ellos) de los jóvenes de los setenta
esté impidiendo pensar sus prácticas actuales, y de ahí que ellos mismos sean
quienes asuman como verdadero el estigma que sobre ellos recae. Esto es
paradójico también porque funciona como parámetro (para señalar sus supuestos
rasgos de carencia) el grupo que anteriormente fue construido como otro negativo.
Mas bien, como sostiene Ulrick Beck, los jóvenes de alguna manera “practican
una denegación de la política altamente política” (Blanco, 2006: 82).
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pertinente profundizar esta línea de investigación para conocer la participación, lo político y
la política en las juventudes argentinas contemporáneas.
Se observa una disputa por el sentido mismo de participación, no sólo en el ámbito
académico, sino también en el discurso social. Los estudios muestran que muchos jóvenes
están participando, pero que los ámbitos donde desarrollan sus prácticas no suelen ser
relevados como dimensiones de la participación. El “Informe sobre Desarrollo Humano en la
provincia de Buenos Aires” es elocuente en este sentido (Balbi, 2005). Estamos entonces
frente a un problema que merece ser estudiado con mayor profundidad. En coherencia con el
análisis previo es pertinente asumir una noción de participación constituida no sólo por los
modos legitimados de participar sino por lo que los sujetos en estudio consideran
participación (Núñez, 2003). De aquí que sería interesante se profundizaran investigaciones
sobre:
1) la relación de los jóvenes con los modos legitimados de participar entendiendo
esto no sólo como las instituciones clásicas (ejemplo: partidos políticos) sino
también con los modos en que se considera adecuado participar en ellos (ejemplo:
acuerdos de convivencia en las escuelas medias);
2) las prácticas de participación que los jóvenes consideran como tales (ejemplo:
marchas de protesta, raves) y los modos de participar que ellos prestigian o
construyen (ejemplo: centros de estudiantes, grupos artísticos).
6.1. Valores
Las investigaciones realizadas por el Deutsche Bank (1993 y 1999) constituyen los mapas
más amplios sobre representaciones y valores generales de los jóvenes en la Argentina,
aunque lamentablemente no son estudios nacionales sino sobre Ciudad de Buenos Aires y
partidos del conurbano bonaerense. Ambos estudios indagaron sobre los modos en que los
jóvenes perciben y/o conciben la familia, el trabajo, la educación, la sociedad, la política, los
medios de comunicación, las drogas, el tiempo libre, los problemas sociales o los problemas
que los afectan. En la publicación de 1999 se relevaron también las ideas de futuro y los
proyectos de los jóvenes en tanto expectativas, así como la relación de las y los jóvenes con
las nociones de patria y aspectos de su identificación con lo nacional. Un aspecto interesante
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de la investigación de 1993 es que se encuestó como grupo de referencia a adultos, con lo cual
el significado de los porcentajes hallados en jóvenes pudo ser evaluado comparativamente con
este otro grupo etáreo. Este punto es de gran importancia, ya que son muy escasos los estudios
que tomen varias generaciones y a partir de allí interpreten los valores y representaciones.
Otro punto a destacar de estos informes es que ofrecen en sus anexos las herramientas
utilizadas para la construcción de la información, con lo cual se permite que otros
investigadores revisen y entiendan, aunque sea en parte, qué se preguntó para obtener esas
respuestas. Si estudios de este tipo fueran realizados regularmente y con mayor
representatividad territorial, obtendríamos un mapa sobre lo que las y los jóvenes están
pensando, qué hacen o desean hacer, con qué cosas están en desacuerdo y cuáles les son
indiferentes, en definitiva, los conoceríamos más, porque tal como está escrito en el prólogo
del primer estudio, la juventud argentina es “un grupo de la sociedad del cual se habla mucho
y sorprendentemente se sabe poco” (Deutsche Bank ,1993: 7).
Además de estos estudios de tipo general, existen publicaciones que describen ciertos valores
o representaciones y los discuten en el marco de referentes empíricos particulares (por
ejemplo Borobia, 2003) o temáticas específicas como sensibilidades sociales y políticas
(Sidicaro, 1998), crisis de los valores (Sidicaro, 1998), expectativas y valores (Tenti Fanfani,
1998) o visiones de la política (Tenti Fanfani, 1998).
Otras fuentes que brindan información sobre valores y creencias de jóvenes son las encuestas
de consumos culturales. Estos relevamientos suelen no presentar la información desagregada
por fracciones de edad pequeñas, pero de todos modos es posible obtener información del
sector, y quizás uno de sus mayores aportes es la posibilidad de ver cómo cada aspecto,
elemento, valor o representación se presenta en distintos grupos etáreos, y así se obtiene una
visión contextualizada de las percepciones de los jóvenes. Son los casos de la Encuesta de
Consumo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires (Dirección General del Libro y Promoción
de la Lectura, 2004) y la de alcance nacional del Sistema Nacional de Consumos Culturales
(Secretaría de Medios de Comunicación, 2005).
6.2. Religiones
Los aportes de la sociología han sido relevantes para dar cuenta del panorama general de la
religión en nuestro país a partir de las relaciones entre grupos religiosos, sociedad y Estado,
teniendo en cuenta los imaginarios sociales dominantes en cada época, especialmente los
ligados al liberalismo (Mallimacci, 2002; Mallimacci y Di Stéfano, 2001). Sin embargo,
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desde la perspectiva de la indagación empírica sobre la relación de los jóvenes con la religión,
la mayoría de estas investigaciones presentan dos características: por un lado, han privilegiado
las denominaciones confesionales tradicionales (catolicismo, judaísmo, etcétera), y por el
otro, han estudiado a grupos que comparten una misma fe, sin discriminar las prácticas
específicas de los jóvenes, los que han sido observados como parte del grupo mayor. La
excepción la constituye un conjunto, aunque breve, de trabajos que han producido algunos
relevamientos fundamentalmente de tipo cuantitativo en relación con los jóvenes y la religión.
En ellos se da cuenta, por ejemplo, de que entre el 69 y el 78 por ciento de los jóvenes
argentinos se declara católico, mientras que el 19 por ciento afirma no pertenecer a ninguna
religión (Fundación Odiseo, 2004: Deutsche Bank, 1993). De todos modos, ser miembro de
una comunidad religiosa, o declarar serlo, no implica la concurrencia al templo: en 1993, los
jóvenes que participaban regular o casi regularmente de las ceremonias religiosas, sumaban
apenas el 15 por ciento (Deutsche Bank, 1993). Algunos trabajos antropológicos han
indagado específicamente sobre la participación de jóvenes en organizaciones religiosas (Da
Silva Catela, 1994, en el caso de mormones; y Fora, s/f, sobre católicos).
Por otro lado, en los últimos años han proliferado una serie de cultos religiosos y de formas
alternativas de religiosidad popular (Carozzi, 1986) no siempre validadas oficialmente, pero
cuya raigambre en los sectores populares resulta de significativo interés. Estas formas de
religiosidad popular, que caen por fuera de las denominaciones tradicionales (el
pentecostalismo y otras variedades evangélicas, por ejemplo), han sido enmarcadas dentro de
un conjunto de prácticas y representaciones que atraviesan denominaciones y prácticas
autónomas, aunque todas ellas compartirían el hecho de ser cosmológicas, holistas y
relacionales (Semán, 2000). A pesar de que estos ámbitos de religiosidad popular “aún no ha
recibido la atención que se merece por parte de los científicos sociales” (Frigerio, 1996:53),
algunos trabajos han ahondado sobre la relación de estas formas de religiosidad con los
procesos de conformación de identidades populares (Semán, 2000; Carozzi y Frigerio, 1992;
Forni, 1986; Frigerio, 1990, 1995a, 1995b), así como también sobre la presencia de la
religiosidad en la trama socio-cultural de los sectores populares en condiciones de pobreza
(Ameigeiras, 2000, 1998), e incluso sobre el vínculo entre identidad y cuerpo de jóvenes en
instituciones de rehabilitación pentecostales (Míguez, 2002, 2000).
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7. Enfoque de uso, consumo, producción y práctica
Ha sido posible agrupar en este enfoque todos aquellos trabajos que tratan del espacio, el
tiempo, la sociabilidad, el mercado, las industrias de comunicación e información, la
tecnología, el arte, las prácticas y consumos culturales, el deporte, las drogas y el cuerpo. Es
un grupo diverso de temas y problemáticas que han recibido un tratamiento diferenciado y
muchas veces opuesto, según los investigadores privilegien una perspectiva de las personas
jóvenes como sujetos activos o pasivos. En el primer caso, el énfasis está puesto en la
capacidad productora, constructora y creativa de los sujetos jóvenes. Ejemplo de esto son los
trabajos sobre prácticas culturales, sexualidad, drogas y delito tomados como prácticas que
otorgan e imbuyen de sentido la vida de muchos jóvenes. En el segundo caso, los estudios se
estructuran mayoritariamente en términos de usa-no usa, tiene-no tiene, y del consumo
entendido como recepción pasiva.
7.1. Salud
Los estudios sobre salud en jóvenes muestran un gran vacío con relación a la temática de
acceso, cobertura y uso del sistema de salud. No se han encontrado en esta revisión análisis
desde las ciencias sociales sobre este aspecto a excepción de un artículo de Adaszko (2001).
Se recuerda que han quedado fuera de la revisión los trabajos provenientes de las ciencias
médicas. Los datos de cobertura y acceso (obra social, atención pública o privada, etcétera) en
jóvenes deben ser buscados dentro de informes generales para toda la población. Los datos
poblacionales están relevados y el corte etario es uno de los registros, pero no se ha efectuado
una interpretación particular sobre el sector (estudios de este tipo cabría clasificarlos en el
enfoque de inclusión-exclusión).
Tampoco hemos registrado investigaciones sobre preferencias de tratamiento médico,
medicinas o formas de cura con relación a jóvenes, como tampoco a concepciones de
enfermedad ni a los servicios de atención de adolescentes o jóvenes ni en el sistema público ni
en el privado. Sí existen trabajos, aunque pocos, sobre representaciones de salud; por ejemplo
Kornblit (1996), Kornblit y otros (2005, 2006), quien, desde un enfoque de psicología social y
ambiental, aborda las valoraciones y representaciones sociales de jóvenes con relación a salud
en un sentido amplio, incluyendo estrés percibido y satisfactores posibles. Estudios desde la
perspectiva antropológica han dado cuenta de las formas de padecimiento en usuarios de
drogas (Epele, 2002, 2006; Grimberg, 2006).
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Hemos descrito casi exclusivamente vacancias, ¿cómo entender entonces que el abordaje de
salud lo incluyamos en el enfoque de prácticas? La respuesta es que existen tres temáticas
comúnmente incluidas en salud que son tratadas desde la condición juvenil, y que poseen un
amplio desarrollo, aunque de forma desigual. De hecho sucede que estas tres temáticas de
salud son casi exclusivamente investigadas con relación a jóvenes; esto ha llevado a la
asociación directa de un tema con otro, y que, más allá de los datos objetivos que sustentan
estas asociaciones se corra el riesgo de generar una fuerte representación sobre estas
problemáticas como exclusivas del sector social que nos ocupa. Al existir muy pocas
investigaciones sobre los mismos temas en otros grupos etéreos, se genera una imposibilidad
comparativa que tiende a reforzar la noción de que estos temas son de jóvenes; nos estamos
refiriendo, en orden creciente de trabajos encontrados, a los temas:
a) Mortalidad. Estudios generalmente realizados sobre fuentes estadísticas
secundarias que abordan las muertes violentas, suicidio, accidentes, asesinatos,
muerte en riña y homicidios (Bonaldi, 1998, 2002; Casullo, Bonaldi y Fernández
Liporace, 2004).
Las investigaciones se centran en el registro e interpretación de los modos en que los jóvenes
mueren, son adictos o realizan sus prácticas sexuales; también en términos de usuarios, tanto
de drogas o alcohol (donde también encontraremos el concepto de consumo) como de
métodos anticonceptivos o abortivos. El enfoque predominante en el abordaje de estas
temáticas es el de prácticas, uso y consumo pero siempre con una lectura en términos de
salud, y generalmente en un análisis como problemática, entendiendo esto último de
diferentes modos, muchos trabajos inician con una crítica a esa perspectiva. Un buen ejemplo
es Adaszko (2005), con relación a la construcción del embarazo adolescente como problema
de salud pública.
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inicial en torno al cuidado anticonceptivo, la mayor exposición a riesgos de contraer
enfermedades de transmisión sexual –incluyendo VIH-SIDA- y, en muchos casos, el inicio de
la historia reproductiva. Estos procesos ocurren de modo diferente entre varones y mujeres, de
acuerdo a subgrupos de edad, y al origen socio-económico (Checa, 2003; OIJ-CEPAL, 2004;
Gogna, 2005; Geldstein y Pantelides, 2001; Bianco et.al., 2003, Faur y Gherardi, 2005).
37
Algunos datos para Argentina señalan que aproximadamente el 15 por ciento del total de nacimientos
corresponde a madres adolescentes (de entre 10 y 19 años de edad). En números absolutos, esto significa que,
dado que en el año 2002 se registraron 694.684 nacimientos, en 101.753 las madres tenían menos de 20 años. De
ellos, 3.270 corresponden a niñas menores de 15 años. Como en los otros grupos de edad, también en la
fecundidad adolescente se encuentran diferencias regionales: la ciudad de Buenos Aires presenta la tasa más baja
de nacimientos con madres adolescentes (24,8 por mil), mientras que la provincia de Chaco exhibe la tasa más
alta (114 por mil) (Faur y Gherardi, 2005, en base a información del Ministerio de Salud de la Nación -MSAL).
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Otro de los problemas vinculados con la salud sexual y reproductiva de los jóvenes es la
creciente incidencia del VIH-SIDA en edades tempranas, y la feminización de la epidemia. En
la actualidad, el grupo etario más afectado es la franja de 25 a 34 años de edad, que concentra
el 47,7 por ciento de los casos masculinos y el 44,7 de los femeninos. Teniendo en cuenta que
la infección por VIH se produce entre 8 y 10 años antes de la aparición de los síntomas del
sida, resulta evidente que una importante proporción de infectados puede haber contraído el
virus durante la adolescencia (Faur y Gherardi, 2005).
Recientemente Gogna (2005) ha realizado un estado del arte sobre las investigaciones en
sexualidad y derechos en la Argentina en la década del noventa y en el capítulo dedicado a las
ciencias sociales hay un apartado específico sobre adolescencia y sexualidad que ofrece un
actualizado panorama de la cuestión, relevando los temas tratados, las metodologías, los
resultados obtenidos hasta el momento y las discusiones en curso. Reproduciremos a
continuación una síntesis.
ADOLESCENCIA Y SEXUALIDAD
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países de la región: un importante porcentaje de los adolescentes de ambos
sexos son sexualmente activos, no tienen suficiente información acerca de la
sexualidad, la reproducción y la anticoncepción
y tienen dificultad para adoptar conductas adecuadas para la prevención del
embarazo no deseado y las ETS-sida (Maddaleno, 1995; extraído de Gogna, M.,
2005: 34-35)
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juvenil, su grado de organización, proyección o intereses que los nuclean van armando un
mapa de la condición juvenil en el país que guarda coherencia con resultados de otros países
latinoamericanos, y también de los países centrales, donde la tendencias que las juventudes
están visibilizándose y en el ámbito de la expresión. Expresión que cobra cuerpo en las pieles
tatuadas, en paredes grafiteadas, organizaciones delictivas, gremiales o de fanáticos,
agrupamientos efímeros, territorios defendidos, relaciones que perduran y espacios virtuales.
Diversidad, velocidad de transformación y también permanencias y continuidades son
palabras clave que están siendo utilizadas para leer la sociabilidad juvenil y sus prácticas
culturales.
Conclusiones
Como anticipáramos en la introducción, esta última parte está compuesta por una
sistematización de las áreas de vacancia que quedaron al descubierto luego de revisar un gran
número de producciones sobre juventud desde las ciencias sociales en la Argentina.
Pasaremos entonces revista por cada uno de los enfoques que agrupan tanto temas como
metodologías.
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2. Enfoque de clivaje: clase, sexo-género, etnia y generación
En relación a clase se distingue:
• Un mayor desarrollo de investigaciones sobre la condición juvenil en sectores
populares, pobres o vulnerables por sobre los sectores de clase media y clase
alta.
• Mínima presencia de estudios comparativos entre sectores de clase y/o análisis
de fenómenos transclasistas.
• Poca atención a la experiencia relacional de clase de los jóvenes, a cómo las y
los jóvenes explican y dan sentido a la estructura desigual de la sociedad
Argentina y a las interpretaciones que puedan tener sobre su posición y la de
otros (abordajes en la perspectiva del enclasamiento).
3. Enfoque de inclusión-exclusión
El análisis de la literatura deja en evidencia que:
3. 1. Educación
• Hay un desigual número de investigaciones a favor de los sectores
desfavorecidos –pero incluidos-; del sistema de educación de gestión pública;
y de las instituciones educativas en ciudad de Buenos Aires y conurbano
bonaerense.
• Ausencia de investigaciones sobre los sistemas no formales de educación para
jóvenes.
• Exiguos trabajos sobre la experiencia escolar de los jóvenes no escolarizados
en nivel medio pero con trayectoria educativa previa.
• No se hallaron estudios sobre la problemática de analfabetismo en jóvenes.
• Tampoco sobre la condición de jóvenes en el sistema de educación de adultos,
en educación terciaria universitaria y no universitaria y en educación en
contextos de privación de libertad.
• Son aún insuficientes los estudios que abordan la condición juvenil en su cruce
con la institución escolar.
• Es necesario profundizar en el conocimiento de las trayectorias educativas de
los jóvenes, de los principales factores asociados tanto al logro como el
fracaso y de los efectos que tiene la educación adquirida en los procesos de
incorporación al mercado de trabajo.
• Sería pertinente analizar hasta qué punto las características de las familias de
origen, las diversas adscripciones sociales, la localización geográfica regional
y el sexo dan cuenta de las diversas experiencias y logros educativos, de las
percepciones acerca de la utilidad de la educación alcanzada, de los nexos
entre educación y trabajo, y de las vinculaciones entre educación y
constitución familiar.
3. 2. Trabajo
• Existe información sobre la condición económica de los jóvenes, construida
fundamentalmente por estadísticas y en relación con el mercado de trabajo formal e
informal. Pero son insuficientes los estudios cualitativos que muestren la situación y
trayectorias laborales de los jóvenes. Resultan prioritarios estudios que recorran la
historia laboral de los jóvenes y puedan registrar no solo la relación significativa que
las y los jóvenes establecen o no con el trabajo y/o el empleo sino además un
relevamiento de la percepción que los jóvenes tienen sobre su vida laboral en el
futuro, incluyendo en este punto la valoración que los jóvenes tienen sobre el
trabajo.
• Son escasos los estudios de los procesos de inserción en el mundo del trabajo,
(antigüedad, modo de obtención), las caracterizaciones de la inserción actual (tipo
de ocupación, categoría ocupacional, grado de formalidad/informalidad), y los tipos
de empleo, formas de obtención y motivos de cambio.
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• Ausencia de investigaciones que traten la relación entre trabajo de jóvenes y otras
actividades de su vida cotidiana, por ejemplo dificultades para compatibilizar
estudio y trabajo, conciliación entre responsabilidades familiares y laborales,
sociabilidad en torno al lugar de trabajo.
• No se han relevado publicaciones sobre las condiciones particulares de explotación
de la fuerza de trabajo juvenil, como tampoco sobre el trabajo no remunerado al
interior del grupo doméstico.
• El tratamiento del tema sindicalización, organización gremial o percepción de los
gremios no ha recibido casi tratamiento desde la perspectiva etárea o generacional.
• Son mayoritarios los estudios sobre trabajo en contextos urbanos y muy minoritarios
sobre trabajo de jóvenes en contextos rurales.
3. 3. Políticas públicas
• Insuficientes estudios sobre el diseño y la aplicación de las políticas públicas en
juventud, principalmente a niveles provinciales y municipales.
• En el análisis de políticas sociales o públicas en general no se registra la perspectiva
etárea. Como se dijo en el cuerpo del informe, la mayoría de las políticas públicas
que tienen contacto con jóvenes no han sido interpretadas como políticas de
juventud (Ejemplo: políticas de seguridad pública, política educativa, política
cultural, etcétera).
• Escaso relevamiento de la percepción de las y los jóvenes sobre las políticas
públicas. Sería interesante indagar las representaciones juveniles acerca de políticas
y actores estatales, así como las demandas de los jóvenes en relación con las
políticas y servicios públicos, y su percepción acerca de los beneficios que obtienen
de las políticas públicas, en caso de estar vinculados a alguno de los planes
actualmente implementados.
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infancia y cuántos de ellos han crecido bajo la tutela de otras personas que no son
sus progenitores.
• Escasez de información sobre los procesos de emancipación, formación de familia y
organización de las familias de los jóvenes en la Argentina. Faltan datos sobre inicio
de vida en pareja, edad y motivos de la emancipación (o de la no emancipación para
quienes ya formaron su propia familia), tipo de familia actual, rupturas y
separaciones posteriores (edad y motivos).
• Mínimos registros sobre la división etárea del trabajo en el hogar, la organización de
trabajo doméstico y de cuidado de miembros de las familias por los jóvenes, así
como sobre las imágenes de género acerca de las responsabilidades familiares y
laborales como los aspectos vinculados a las percepciones sobre las relaciones de
género, las representaciones que éstos tienen sobre derechos y responsabilidades de
varones y mujeres en el ámbito familiar y laboral, incluyendo los aspectos ligados a
la crianza y cuidado de hijos/as.
• Faltan investigaciones que aborden las relaciones afectivas, sexuales y de pareja
entre los jóvenes. Se desconocen las formas de cortejo, sus transformaciones o
continuidades históricas, su variabilidad regional, en relación al género o al estilo
cultural de adscripción.
• Son insuficientes los estudios sobre la maternidad y paternidad en jóvenes.
• A pesar de que generalmente se toma la cuestión de la emancipación de los jóvenes
hay muy pocos estudios que interpreten los grados de autonomía del sector en
relación a su grupo familiar de origen y lo que implica en términos de autonomía la
conformación de un nuevo grupo familiar.
• Poco registro del grado de conflictividad familiar, incluyendo el relevamiento de
situaciones de violencia doméstica hacia o desde la y el joven.
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6. Enfoque de valores y creencias
6.1. Valores
• Ausencia de estudios de representatividad nacional sobre valores y representaciones
de las y los jóvenes.
• Imposibilidad de establecer comparaciones con otros grupos etáreos, entre regiones
y entre diferentes momentos históricos.
• Desde esta realidad parece relevante profundizar el conocimiento de las
percepciones de los jóvenes acerca de, por ejemplo: principales problemas de su
región y del país; percepción sobre distintas instituciones (Estado, iglesias,
educación pública, sociedad civil, familias); conocimiento y representaciones acerca
de derechos; percepción sobre justicia y distribución de privilegios; percepción sobre
la legitimidad sobre patrones de relación jerárquica y sobre patrones de relación
igualitaria; percepción sobre posibilidades de sí mismo/a y de organizaciones de la
sociedad civil para incidir en la transformación de problemas sociales.
6.3. Religiones
• Son casi inexistentes los trabajos en el país que den cuenta de las prácticas de
religiosidad de los jóvenes.
• Teniendo en cuenta que no todas las experiencias religiosas pueden ser clasificadas
dentro de las denominaciones tradicionales y que, paralelamente, existe un relativo
vacío sobre las realidades juveniles, será interesante proyectar investigaciones para
conocer hasta qué punto estas experiencias son relevantes para los jóvenes. En este
campo, resulta importante indagar no sólo las creencias y las prácticas religiosas de
los jóvenes, sino también el modo en que las mismas tienen incidencia en sus
prácticas y decisiones. Ejemplo de ello son las decisiones reproductivas, la vida
familiar y la participación social, política y cultural.
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• Control y regulación del tiempo: construcción y experiencia de temporalidades
distintas. Tiempos autónomos y tiempos heterónomos. Prácticas de uso del tiempo
no asociadas a educación ni trabajo
• Representaciones de la sociedad surgidas en la producción y el consumo cultural.
• Representaciones políticas surgidas en la producción y el consumo cultural.
• Representaciones de justicia y de derechos surgidas en la producción y el consumo
cultural.
• Participación en producciones culturales: modalidades, lugares, frecuencia, origen
del grupo de pertenencia, valoración respecto de otros ámbitos (educación, trabajo,
familia, etcétera.).
• Estilos culturales: caracterizaciones, continuidades y rupturas, reconstrucción de la
historia de los estilos culturales de jóvenes en la Argentina.
• Productos culturales: músicas (rock, cumbia, carnavalescas –murga, comparsa,
batucada, candombe-, tango, melódico, folclore, etcétera), danzas, plástica, teatro,
cine, literatura, etcétera.
• Actividades focales: recitales,
• Deportes: práctica deportiva, asociaciones ligadas a lo deportivo (clubes, ligas,
hinchadas), consumo de espectáculos deportivos (asistencia, medios).
• El mercado: consumos, mercantilización, circuitos de capitales, distribución, acceso
y desigualdad.
• Industrias de comunicación: relación entre jóvenes e industrias, discusiones en torno
a la autonomía de la producción cultural, consumos de televisión, radio, periódicos,
revistas, internet.
• Usos, apropiaciones y creaciones de nuevas tecnologías: nuevas sociabilidades,
aprendizajes intergeneracionales, prácticas de nuevas formas de concebir la
propiedad de la información y el conocimiento.
• Cuerpos: disputa por la autonomía, marcas, transformaciones, estéticas.
Comentario final
Este punteo de áreas de vacancia es una contribución a clarificar lo que está pendiente para
delinear prioridades y políticas de investigación en el sector. Es destacable que un ítem
importante de vacancia es justamente la inexistencia de un estado del arte sobre las
investigaciones en juventud en la Argentina. A ello este escrito intenta ser un primer aporte,
pero de ningún modo se puede plantear como exhaustivo o totalizador y mucho menos
cerrado, queda aún mucho trabajo por hacer.
Hay cuatro cuestiones que me gustaría resaltar en estos últimos párrafos y que llevan implícita
una propuesta:
• Biblioteca y centro de documentación
Frente a la dispersión del material, la insuficiencia de medios económicos, las dificultades en
el acceso a las tecnologías de la información y a la información misma, se torna
imprescindible la organización de un espacio de acopio de información sobre la condición
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de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
juvenil en la Argentina (libros, revistas, tesis, informes), que acumule y distribuya
información facilitando de este modo el acceso y la formación y contribuyendo entonces al
avance de los conocimiento en el área.
• Revistas y libros
Ante la inexistencia de un espacio editorial especializado en juventud, ante la realidad de la
caída de la edición nacional y la ausencia desde hace años de publicación de tesis de grado y
postgrado por parte de las universidades u organismos de financiación, y cuando la
transferencia de los conocimientos ha quedado limitada a las posibilidades de cada
investigador de invertir en la misma, resulta prioritaria una política editorial que fomente,
apoye e invierta la organización de publicaciones específicas, tanto en formato de revistas
periódicas (lo cual daría una continuidad a la difusión de los estudios en el país) como de
libros.
• Encuentro
Al estar constituido el campo de los estudios en juventud por investigadores provenientes de
distintas disciplinas y ocupados en distintas temáticas que tienen como referente empírico y/o
analítico a los jóvenes, faltan espacios de encuentro específicos. A esto se suma que muchos
de los interesados en la temática son funcionarios o agentes del Estado que no frecuentan los
mismos circuitos que los académicos. Se produce entonces una disociación, una dispersión y
un alto desaprovechamiento de las producciones en los distintos ámbitos (entre investigadores
y otros agentes del estado, entre regiones, provincias y universidades, entre disciplinas,
etcétera). Se propone la realización de un Primer Encuentro de Investigadores en Juventudes
en Argentina, con el apoyo de los organismos que se asuman como interesados.
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de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
4. Las representaciones de jóvenes varones y mujeres acerca de su posición en las
familias, la distribución de responsabilidades de provisión de recursos económicos y
de cuidado de otros miembros de sus familias.
5. El conocimiento, las prácticas y las representaciones que tienen acerca de su
sexualidad y de los procesos reproductivos.
6. Las prácticas y representaciones juveniles respecto a su participación social, cultural
y política.
7. Las percepciones de los jóvenes acerca de distintas instituciones públicas y privadas,
así como su forma de relacionarse con las mismas.
8. Las diferencias socioeconómicas, regionales y de género en los aspectos recién
señalados (trayectorias educativas, laborales, familiares, reproductivas y de
participación social, política y cultural).
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de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 5, Buenos Aires, junio de 2009.
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