Sustitución de Herederos y Legatarios

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Sustitución de herederos y legatarios

En materia de derecho de sucesiones, nuestro Código Civil solamente regula la sustitución


directa -también llamada ordinaria o vulgar- en la institución de herederos y de legatarios. Hay
otras variedades de sustitución, que son la fideicomisaria, la pupilar y la ejemplar, ninguna de
las cuales ha sido contemplada en nuestro código. Aunque es cierto que no han sido
expresamente prohibidas, dice que el código no las admite. Antes de tratar de la única
regulada directamente por nuestro ordenamiento civil, con ocasión de comentar los artículos
pertinentes, que permitirán precisar sus perfiles y características, conviene una breve
explicación de cada una de ellas, siquiera brevemente. Mas antes de entrar a esa somera
exposición conviene acotar que todas las variedades tienen en común el respeto a la voluntad
del testador para ordenar su propia sucesión. Los efectos de esta voluntad varían según el tipo
de sustitución prevista, pues mientras la vulgar y la pupilar y ejemplar tienen por objeto
primario evitar la apertura de sucesión intestada y que, por lo tanto, su patrimonio termine
llegando a quienes no desea que lo reciban, la fideicomisaria limita la facultad de disposición
de los bienes por parte del primer adquirente. De ahí que, pudiendo ordenar su sucesión
dentro de los límites de la ley, se permite que el propio interesado contemple el caso de que
falten las personas a quienes quiere, e instituya a otras en sustitución de las primeras.

1.1. La sustitución vulgar.

Se trata del caso por el cual un llamado a título de heredero o de legatario ocupa el lugar de
otro, en defecto de éste. No hay, por tanto, llamamiento doble y conjunto, pues el segundo
viene a ser contingente, eventual o incierto para el caso de que el primero no llegue a suceder.
Es por ese motivo que la vulgar también se conoce como sustitución directa, porque el
sustituto recibe su liberalidad (como heredero o legatario) directamente del causante. Como
dice expresivamente, testamentariamente se designa un viceheredero (o vicelegatario ), que
se prefiere al que habría de ser llamado en otras circunstancias. El testador desea que alguien
supla -reemplace-la posición o lugar sucesorio de quien, por razones que veremos, no puede o
no quiere recibir lo que en principio le estaba asignado. La sustitución vulgar supone, así, que
el sustituido -primer instituido- nunca llega a suceder.

Su vocación sucesoria no se concreta en efectiva delación en su favor. Naturalmente, efecto de


lo anterior y característica fundamental de la sustitución vulgar es que surte eficacia solamente
una institución. O dicho de otro modo: aunque haya varios llamados, sólo uno de ellos está
destinado a ser el beneficiario, porque no hay institución conjunta (eventualmente con
derecho de acrecer) ni hay institución sucesiva en que uno llega a suceder después que
efectivamente otro ha sucedido con anterioridad. En suma, la sustitución vulgar o directa
importa una alternativa: si no es uno de los llamados entonces es el otro designado en su
reemplazo, pero nunca los dos al mismo tiempo ni uno después del otro.

Las consecuencias de la sustitución dependen de la naturaleza de la institución. Si se trata de


heredero único, la sustitución impide la apertura de la sucesión intestada, y el sustituto
aceptante pasa a ser heredero desde el momento mismo de la muerte del causante, como si el
sustituido nunca hubiera sido llamado. El sustituto, de esta manera, es preferido y excluye a
cualquiera de los herederos legales. Si se trata de herederos concurrentes, la sustitución de
uno de ellos impide el derecho de acrecer en favor del otro. Tratándose de legado, el efecto es
similar. Por un lado, impedir el derecho de acrecer entre legatarios cuando pudiera
corresponder de no haberse dispuesto la sustitución. De otro lado, impedir que el legado se
extinga y revierta a la masa hereditaria como ocurriría normalmente (artículo 776).

Fundamentos de la sustitución

La norma del artículo 740 es clara respecto de su razón de ser: permitir al testador estatuir un
orden sucesorio subsidiario, cuando por las razones que establece la misma disposición -y
otras que serán materia de comentario- no puede resultar eficaz el preferente. Esto es, que
en caso no pueda tener efecto una institución sucesoria, exista otra (u otras) alternativa. Así, el
testador estipula un régimen sucesoral que reemplaza al que ordinariamente debiera tener
cabida de no haber previsión testamentaria. La ley, por tanto, autoriza que la voluntad del
testador establezca un orden de preferencia distinto del supletoriamente previsto a falta de tal
estipulación. Hay una prelación de delaciones, ocurriendo una en defecto de la otra.

La voluntad de sustitución

La designación de sustituto, aunque supletoria, es una institución sucesoria y, por tanto,


sujeta en un todo a lo que sobre institución dispone el artículo 734. Consiguientemente, ha de
constar en testamento de manera indubitable tanto la voluntad de llamar a una persona
sustituta en caso de defecto del titular, cómo el nombre del sustituto. Solo conviene decir en
este lugar que la manifestación de voluntad de designar a un sustituto no tiene que hacerse
empleando fórmulas sacramentales.

La voluntad tiene que ser expresa, en el sentido que tiene que haber sido expresada y que no
se admite la tácita (derivada de circunstancias de comportamiento extratestamentarias). Pero
eso no se impone que la sustitución tenga que sujetarse a expresiones particulares. La
disposición sustitutoria es, en definitiva, una disposición testamentaria y, o por tanto,
susceptible de interpretación. Y no solo es interpretable la voluntad sustitutoria propiamente
dicha, sino también los alcances de la misma.

Los casos de sustitución vulgar

El artículo 740 alude a tres casos de sustitución, que examino a continuación separadamente,
antes de referirme a otros posibles supuestos:

a) Premoriencia.- La hipótesis no tiene mayor complejidad, salvo para precisar que lo mismo
vale en caso de conmoriencia, porque lo cierto es que el designado preferentemente no llega a
suceder.

b) Falta de aceptación o renuncia.- Atendiendo a que la renuncia surte efectos retroactivos, el


sustituto es sucesor desde la apertura de la sucesión. Por supuesto, el llamado
sustitutoriamente también tiene a su vez derecho de renunciar. Como su derecho surge con la
delación y ésta ópera solo desde que ocurre la causal de sustitución, es claro que el plazo para
renunciar (y en todo caso, el plazo para que se le tenga por aceptante según la desafortunada
presunción del artículo 673), empieza a transcurrir desde que tiene conocimiento de la
renuncia del anterior y no desde la muerte del causante. Renuncia que, desgraciadamente, la
ley no tiene establecido con carácter obligatorio que se inscriba en Registro Público alguno,
por lo que, en definitiva, los plazos para el sustituto solo pueden discurrir desde que haya
fehaciencia de estar enterado de la renuncia que causa su ulterior derecho a sustituir.

c) Pérdida por indignidad.- La declaración judicial de indignidad determina que el indigno no


llega a suceder. Se le tiene por apartado ab initio de la sucesión y surge el derecho del
sustituto, con todos los efectos ordinarios de un primer llamamiento.

Revocación

El caso puede aparecer como inusual, pero no por ello imposible. Es la hipótesis en la cual el
testador establece de antemano que si llegara a revocar la institución de un llamado y no
establece otra cosa distinta, que en tal caso le sustituya otro a quien desde ya designa.

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