Ley Agraria Del 6 de Enero de 1915 Elena Del Rosario
Ley Agraria Del 6 de Enero de 1915 Elena Del Rosario
Ley Agraria Del 6 de Enero de 1915 Elena Del Rosario
Resumen
La Ley Agraria de 1915 fue el primer paso que se dio en México
para dar una solución no solamente revolucionaria sino institucional
a las demandas del pueblo, es decir, esta ley da una respuesta a las
necesidades del país con una visión a largo plazo que se solidifica al
ser elevada a nivel constitucional en 1917 y, posteriormente, se enri-
quece en los Códigos Agrarios de 1934, 1940, 1942 y la Ley Federal
de Reforma Agraria de 1971, para finalmente, terminar de regular
la tenencia de la tierra con la reforma de 1992 y la nueva Ley Agra-
ria. Es la Ley Agraria de 1915 la semilla que permitió establecer el
cuerpo jurídico que hace posible que actualmente se consideren en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los tres tipos
de tenencia de la tierra más importantes: el ejido, la comunidad y la
pequeña propiedad.
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Fecha de recepción: 28 de febrero de 2015. Correos electrónicos: elenitapatflo@hotmail.com;
mjespino3@hotmail.com
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Mayor información al respecto puede encontrarse en el texto original del Plan de Ayala, dis-
ponible en Secretaría de la Reforma Agraria (ahora Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial
y Urbano, sedatu) Texto del Plan de Ayala en La Legislación Agraria en México 1914-1979,
México, 1979, pág. 15.
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Se agrega que privados los pueblos indígenas de las tierras, aguas y mon-
tes, que el gobierno colonial les concedió, así como también las congre-
gaciones y comunidades de sus terrenos y concentrada la propiedad rural
del resto del país en pocas manos, no ha quedado a la gran masa de la
población de los campos otro recurso para proporcionarse lo necesario
a su vida, que alquilar a vil precio, su trabajo a los poderosos terratenientes,
trayendo esto, como resultado inevitable, el estado de miseria, abyección y
esclavitud de hecho, en que esa enorme cantidad de trabajadores ha vivido
y vive todavía.
Por lo anterior, se dice que es palpable la necesidad de volver a los pue-
blos los terrenos de que han sido despojados, como un acto de elemental
justicia, como la única forma efectiva de asegurar la paz y de promover
el bienestar y mejoramiento de nuestras clases pobres, sin que a esto obs-
ten los intereses creados a favor de las personas que actualmente poseen los
predios en cuestión; porque aparte de que estos intereses no tienen funda-
mento legal, desde el momento en que fueron establecidos con violación
expresa de las leyes que ordenaron solamente el repartimiento de los bie-
nes comunales entre los mismos vecinos y no su enajenación a favor de
extraños, tampoco han podido sancionarse o legitimarse esos derechos por
una larga posesión, tanto porque las leyes mencionadas no establecieron
las prescripciones adquisitivas respecto de esos bienes, como porque los
pueblos a que pertenecían estaban imposibilitados de defenderlos, por fal-
ta de personalidad necesaria para comparecer en juicio
Se prevé la posibilidad que, en algunos casos, no pueda realizarse la
restitución de que se trata, ya porque las enajenaciones de los terrenos
que pertenecían a los pueblos se hayan hecho con arreglo a la ley, ya
porque los pueblos hayan extraviado los títulos o los que tengan sean defi-
cientes, ya porque sea imposible identificar los terrenos o fijar la extensión
precisa de ellos, ya en fin, por cualquiera otra causa; pero como el motivo
que impida la restitución, por más justo y legítimo que se le suponga, no
arguyen contra de la difícil situación que guardan tantos pueblos, ni mu-
cho menos justificada que esa situación angustiosa continúe subsistiendo,
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se hace preciso salvar la dificultad de otra manera que sea conciliable con
los intereses de todos.
El modo de proveer a la necesidad que se apunta, no puede ser otro que
el facultar a las autoridades militares superiores que operan en cada lugar,
para que, efectuando las expropiaciones que fueren indispensables, den
tierras suficientes a los pueblos que carecían de ellas, realizando de esta
manera uno de los grandes principios escritos en el programa de la revolu-
ción y estableciendo una de las primeras bases sobre que debe apoyarse la
reorganización del país.
Por último, se establece:
Que proporcionando el modo de que los numerosos pueblos reco-
bren los terrenos de que fueron despojados, o adquieran los que nece-
siten para su bienestar y desarrollo, no se trata de revivir las antiguas
comunidades, ni de crear otras semejantes, sino solamente de dar
esa tierra a la población rural miserable que hoy carece de ella, para
que pueda desarrollar plenamente su derecho a la vida y librarse de
la servidumbre económica, a que está reducida; es de advertir que la
propiedad de las tierras no pertenecerá al común del pueblo, sino que
ha de quedar dividida en pleno dominio, aunque con las limitacio-
nes necesarias para evitar que ávidos especuladores particularmente
extranjeros, puedan fácilmente acaparar esa propiedad, como suce-
dió casi invariablemente con el repartimiento legalmente hecho de
los ejidos y fundos legales de los pueblos, a raíz de la revolución
de Ayutla.
Tales argumentos reconocieron de manera clara la situación social y eco-
nómica que vivían los campesinos en esa época, así como sus causas y la
resolución de lo que procedía hacerse. Resaltando que no solamente se
debería restituir a las poblaciones de las tierras que les habían despojado,
sino también la dotación de ellas a los que las requirieran, con el propósito
de otorgar un desarrollo digno a las personas y librarlas de la explotación
económica.
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solamente podrá ser nulificada cuando así lo soliciten las dos terceras par-
tes de aquellos vecinos o de sus causahabientes.
El artículo 3º establece que los pueblos que necesiten ejidos, pero carez-
can de ellos, o que no pudieran lograr su restitución por falta de títulos, por
imposibilidad de identificarlos o porque legalmente hubieren sido enajena-
dos, podrán obtener que se les dote del terreno suficiente para reconstruir-
los conforme a las necesidades de su población, expropiándose por cuenta
del gobierno nacional el terreno indispensable para ese efecto, del que se
encuentre inmediatamente colindante con los pueblos interesados.
El contenido de este precepto resulta muy relevante, ya que: a) En él se
fundamenta el derecho de los campesinos que carecieran de tierras o que
no hubieran logrado su restitución a ser dotados de ellas, disposición
que posteriormente, con la abrogación de la presente Ley en 1934, se in-
corpora al Artículo 27 constitucional en su fracción X y que estará vigente
hasta su derogación en 1992, y b) Por primera vez se incorpora el con-
cepto de ejido, pero con una acepción diferente a la que tenía en la época
colonial, ya que en este periodo se denominaba así a la superficie que los
pueblos de indios usaban para guardar sus ganados sin que se revolvieran
con los que pertenecían a los españoles (Espinoza, 2008).
Según Chávez Padrón, la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, no se re-
fiere al ejido colonial, sino que llama ejido a lo que en esa época se denomi-
naba tierras de repartimiento (Chávez Padrón, 1991). Además de crearse
formalmente la acción agraria de dotación, se establece la manera en que
se obtendrán los terrenos suficientes para cubrir las necesidades de los po-
blados, nos referimos a la “expropiación” que llevará a cabo el gobierno
nacional.
Esto último nos permite ver el respeto a los principios constitucionales,
en este caso de la Constitución de 1857, que establecía que la expropia-
ción solamente procedería por causas de utilidad pública y previa indem-
nización. Por otro lado, también se puede considerar que tal disposición
constituyó en un inicio un obstáculo, entre otros, para llevar a cabo un
reparto masivo de tierras tal como se podría pensar con la lectura de tales
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tación y asesoría a los campesinos sobre cómo llevar a cabo sus solicitudes
de tierra para que pueda prosperar la acción ejercitada, pero por otro, una
sujeción o control de los mismos que tendrá efectos en el terreno político.
Por su parte, el artículo 6º de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915,
establece que las solicitudes de restitución de tierras pertenecientes a
los pueblos que hubieren sido invadidas u ocupadas ilegítimamente, se
presentarán en los estados, directamente ante los gobernadores, en los
territorios y Distrito Federal ante las autoridades políticas superiores. Se
prevé que en los casos en que la falta de comunicaciones o el estado de
guerra dificultaren la acción de los gobiernos locales, las solicitudes podrán
también presentarse ante los jefes militares que estén autorizados especial-
mente para el efecto, por el encargado del Poder Ejecutivo, adjuntándose a
estas solicitudes los documentos en que se funden; igualmente se presen-
tarán ante las mismas autoridades las solicitudes sobre concesión de tierras
para dotar de ejidos a los pueblos.
El contenido anterior señala ante qué autoridad debería iniciarse el pro-
cedimiento de restitución y dotación de tierras: ante los gobernadores e
incluso los jefes militares.
El artículo 7º estableció:
La autoridad respectiva, en vista de las solicitudes presentadas, oirá
el parecer de la Comisión Local Agraria sobre la justicia de las rei-
vindicaciones y sobre la conveniencia, necesidad y extensión de las
concesiones de tierras para dotar de ejidos, y resolverá si procede o
no la restitución o concesión que se solicita. En caso afirmativo, pa-
sará el expediente al Comité Particular Ejecutivo que corresponda a
fin de que, identificando los terrenos, deslindándolos y midiéndolos,
proceda a hacer entrega provisional de ellos a los interesados (Díaz
Soto y Gama, 1976).
Se entiende que quien tomaba dicha resolución eran los gobernadores de
los estados o los jefes militares y, en caso de ser positiva, el Comité Particu-
lar Ejecutivo era quien realizaba la entrega provisional de tierras.
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Este precepto dará lugar a la interposición del juicio de amparo por parte de
los afectados con resoluciones presidenciales restitutorias y dotatorias
de tierras, constituyéndose en un factor que obstaculizó en sus inicios la
reforma agraria, lo cual será reconocido hasta 1931 cuando se expide un
decreto prohibiendo la interposición de dicho recurso y señalando expre-
samente que los afectados solamente tendrían el derecho a solicitar la in-
demnización correspondiente.
El artículo 11 preceptúa que una ley reglamentaria determinaría la con-
dición en que quedarían los terrenos que se devolvieran o fuesen adjudi-
cados a los pueblos, y la manera de dividirlos entre los vecinos quienes,
mientras tanto, los disfrutarían en común.
Por último, el artículo 12 dispuso que los gobernadores de los estados,
o en su caso los jefes militares de cada región autorizados por el encargado
del Poder Ejecutivo de la República, nombrarían a los integrantes de la Co-
misión Local Agraria y los Comités Particulares Ejecutivos.
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Esto en teoría supone una tremenda desventaja para los capitales pri-
vados, quienes no tenían certeza jurídica en sus inversiones, pues la tierra
no podía ser dada como respaldo a las mismas. Una vez eliminadas estas
restricciones con la posibilidad de adoptar el dominio pleno, es decir, cam-
biando las tierras de ser parte del régimen social al privado, se esperaba
que la inversión privada aumentara y hubiera un crecimiento sin prece-
dente en este sector, sin embargo, acorde a datos de la sedatu a 2012 so-
lamente 2.5% del total de las tierras ha adoptado esa opción, y se trata
principalmente de ejidos para realizar desarrollos urbanos y turísticos, y no
para hacerlo producir.
A 100 años de la promulgación de la Ley Agraria, se puede entonces
definir tres grandes etapas del agrarismo en México: de 1915 a 1992 como
el reparto de las tierras; de 1993 a la fecha como la regularización u or-
denamiento de este reparto, y además de la etapa del Desarrollo Rural In-
tegral, pues una vez que se tiene la certeza y seguridad jurídica sobre la
tenencia de la tierra, y se cuenta además con mecanismos que fomentan
la formación de empresas rurales que ayuden a vencer el minifundismo
que plaga y debilita la productividad de los ejidos, se pretende ahora apoyar
y fomentar estrategias ya no de subsidio sino de impulso a la producción, es
por eso que la actual administración ha reformado las reglas de operación
de los principales programas de apoyo al campo, como lo son el proagro,
progan y propesca, siendo los cambios más importantes que se entreguen
“apoyos diferenciados y vinculados con la productividad” (Presidencia de
la Republica, 2015).
En ese marco, uno de los principales cambios consiste en que anterior-
mente se entregaba el subsidio sin condiciones, ahora el productor tiene que
justificar su destino para la adquisición de insumos, pago de capacitación/
asistencia técnica, gastos en mejores prácticas agrícolas o como complemen-
to de otros programas de apoyo, un cambio que sin duda permite tener un
control más eficiente del destino del recurso, pero que no está totalmente
libre de la potencial corrupción (Ruiz, 2014).
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Conclusiones
La Ley Agraria del 6 de enenro de 1915 fue el primer paso que se dio en
México para dar una solución no solamente revolucionaria sino institucio-
nal a la demandas del pueblo, es decir, esta ley da respuesta a las necesida-
des del país, con una visión a largo plazo que se solidifica al ser elevada a
nivel constitucional en 1917 y, posteriormente, se enriquece en los Código
Agrarios de 1934, 1940 y 1942 y la Ley Federal de Reforma Agraria de
1971, para finalmente terminar de regular la tenencia de la tierra con la
reforma de 1992 y la Ley Agraria.
Es la ley de 1915 la semilla que permitió establecer el cuerpo jurídico
que hizo posible que actualmente se consideren en la Constitución los tres
tipos más importantes de tenencia de la tierra: el ejido, la comunidad y la
pequeña propiedad.
A 100 años de que el presidente Carranza promulgara esta ley, más
de 50% de la estructura de la tenencia de la tierra en el país se encuentra
en manos de 29 mil 442 ejidos y 2 mil 343 comunidades, es decir, 100.3
millones de hectáreas de un total de 196 millones que conforman al país
se encuentran bajo un régimen social y a la fecha, acorde a datos de la
sedatu, albergan alrededor de 5 millones 222 mil sujetos agrarios, que se
definen como titulares de derechos agrarios reconocidos sobre la tierra y
sus familias, cifras completamente contrastantes con las de 1910, cuando
97% de la tierra cultivable en México tenía solamente 840 dueños.
El modelo social de la tenencia de la tierra que se estableció con esta ley,
está tan arraigado en México que aún con la reforma de 1992, en donde se
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