Textos Sobre Soberania

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“La concepción y el concepto de soberanía”

ANEXO II

DOCUMENTOS – ANTECEDENTES PRÓXIMOS

Documento 01

EDICTO DE MILÁN (a. 313)

Por su parte Licinio, pocos días después de la batalla, tras hacerse cargo y

repartir una parte de las tropas de Maximino, llevó su ejército a Bitinia y

entró en Nicomedia. Allí dio gracias a Dios con cuya ayuda había logrado

la victoria y el día 15 de junio del año en que él y Constantino eran

cónsules por tercera vez, mandó dar a conocer una carta dirigida al

gobernador acerca del restablecimiento de la Iglesia y cuyo texto es el

siguiente:

"Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos

felizmente en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la

seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto

con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención

para el bien de la mayoría, tratar, repetimos, de aquellos en los que radica

el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a

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todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual

quiera, de tal modo que toda clase divinidad que habite la morada celeste

nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra

autoridad.

As¡ pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de

que a nadie le, sea negada la facultad de seguir libremente la religión que

ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más

conveniente, a fin de que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos

este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia.

Por lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido

anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas

anteriormente respecto a nombre de los cristianos, ya que nos parecían

hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en

adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo

libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y

molestia.

Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas

decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los

cristianos plena y libre facultad de practicar su religión.

Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia

entenderá que también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la

facultad de observar libre Y abiertamente la religión que hayan escogido

como es propio de la paz de nuestra época.

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Nos ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como

responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y

además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les

sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse Y acerca de lo

cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean

propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que

los cristianos no tengan que pagar por ellos ningún dinero de ninguna

clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como

donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos y, si

los que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna

indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que

en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello.

Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e

inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y

como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se

reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su

comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como

queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les

sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente

también para estos casos lo expuesto más arriba, de que los que hayan

hecho esta restitución gratuitamente puedan esperar una indemnización

de nuestra benevolencia.

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En todo lo dicho anteriormente deberás prestar el apoyo más eficaz a la

comunidad de los cristianos, para que nuestras órdenes sean cumplidas lo

más pronto posible y para que también en esto nuestra clemencia vele por

la tranquilidad pública. De este modo, como ya hemos dicho antes, el

favor divino que en tantas Y tan importantes ocasiones nos ha estado

presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de

nuestras empresas v para prosperidad del bien público.

Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a

conocimiento de todos convendrá que tú la promulgues y la expongas por

todas partes para que todos la conozcan y nadie pueda ignorar las

decisiones de nuestra benevolencia. "

A esta carta que fue expuesta para conocimiento de todos añadió de

palabra vivas recomendaciones para restablecer en su estado primitivo los

lugares de reunión. Y de este modo desde la ruina de la Iglesia a su

restablecimiento transcurrieron diez años y alrededor de cuatro meses.

LACTANCIO: De mortibus persecutrum (c. 318-321).

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Documento 02

EDICTO DE TESALÓNICA (a. 380)

Queremos que todas las gentes que estén sometidas a nuestra clemencia

sigan la religión que el divino apóstol Pedro predicó a los romanos y que,

perpetuada hasta nuestros días, es el más fiel testigo de las predicaciones

del apóstol, religión que siguen también el papa Dámaso y Pedro, obispo

de Alejandría, varón de insigne santidad, de tal modo que según las

enseñanzas de los apóstoles y las contenidas en el Evangelio, creamos en

la Trinidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios y tres personas

con un mismo poder y majestad.

Ordenamos que, de acuerdo con esta ley, todas las gentes abracen el

nombre de cristianos y católicos, declarando que los dementes e

insensatos que sostienen la herejía y cuyas reuniones no reciben el

nombre de iglesias, han de ser castigados; primero por la justicia divina y

después por la pena que lleva inherente el incumplimiento de nuestro

mandato, mandato que proviene de la voluntad de Dios.

C. Th. XVI, 1 –2 (a. 380) (T208/22)

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Documento 03

TEORÍA DE LAS DOS ESPADAS

Suplico a Tu Piedad que no juzgue arrogancia la obediencia a los

principios divinos. Que esté lejos, te lo suplico, de un emperador romano,

el considerar injuria la verdad comunicada a la conciencia. Pues, son dos,

emperador augusto, los poderes con los que principalmente se gobierna

este mundo: la sagrada autoridad de los pontífices Y el poder de los reyes.

Y de estos dos poderes es tanto más importante el de los sacerdotes

cuanto que tiene que rendir cuentas también ante el divino juez de los

gobernadores de los hombres.

Pues sabes, clementísimo hijo, que aunque por tu dignidad seas el

primero de todos los hombres y el emperador del mundo, sin embargo

bajas piadosamente la cabeza ante los representantes de la religión y les

suplicas lo que es indispensable para tu salvación, y que, en la

administración de los sacramentos y en la disposición de las cosas

sagradas, reconoces que debes someterte a su gobierno y no ser tú el que

gobiernas, y así en las cosas de la religión debes someterte a su juicio y

no querer que ellos se sometan al tuyo.

Pues si en lo que le refiere al gobierno de la administración pública, los

mismos sacerdotes, sabiendo que la autoridad te ha sido concedida por

disposición divina, obedecen tus leyes para que no parezca que ni siquiera

en las cosas materiales en las cosas materiales se oponen a las leyes, ¿de

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qué modo debes tú obedecer a los que se les ha asignado la

administración de los divinos misterios? Y así como a los pontífices les

incumbe una responsabilidad no pequeña si callan algo que convenga al

culto divino, así también les incumbe una responsabilidad no menor si

desprecian lo que deben obedecer. Y así a todos los sacerdotes en

general, que administran rectamente los divinos misterios, conviene que

los corazones de los fieles les estén sometidos, ¿cuánto más se debe

prestar obediencia a la cabeza de la sede apostólica a quien la misma

divinidad quiso que todos los sacerdotes le estuvieran sometidos y la

piedad de toda la Iglesia siempre ha honrado como tal?

Como Tu Piedad sabe, nadie puede elevarse por medios puramente

humanos por encima de la posición de aquel a quien el llamamiento de

Cristo ha preferido a todos los demás y a quien la Iglesia ha reconocido y

venerado siempre como su primado. Las cosas fundamentales por

ordenación divina pueden ser atacadas por la vanidad humana, pero no

pueden, sin embargo, ser conquistadas por ningún poder humano.

Quiera el cielo que la audacia de los enemigos de la Iglesia no les sea

también definitivamente perniciosa por cuanto ningún poder podrá

quebrantar las bases establecidas por el propio Autor de nuestra sagrada

religión. En efecto el fundamento de Dios está firme (2ª Timoteo, Cap. 2,

Vers. 19). ¿Ha sucumbido la religión a las novedades, por grandes que

fuesen cuando fue majestad algún hereje? ¿No ha seguido, por el

contrario, siendo invencible cuando se esperaba verla sucumbir?

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Que desistan, por tanto, te ruego, esos hombres que aprovechan la

perturbación de la Iglesia como pretexto para aspirar imprudentemente a

cosas que les están prohibidas. No les permitas alcanzarlas, sino que

conserven su posición ante Dios y ante los hombres.

Gelasio I al emperador Anastasio (a. 494). Epístola VIII, P. L. LIX


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Documento 04

LA «DONACIÓN DE CONSTANTINO»

Concedemos a nuestro santo Padre Silvestre, sumo pontífice y Papa

universal de Roma, y a todos los pontífices sucesores suyos que hasta el

fin del mundo reinarán en la sede de san Pedro, nuestro palacio imperial

de Letrán (el primero de todos los palacios del mundo).

Después la diadema, esto es nuestra corona, y al mismo tiempo el gorro

frigio es decir la tiara y el manto que suelen usar los emperadores y

además el manto purpúreo y la túnica escarlata v todo el vestido imperial,

y además también la dignidad de caballeros imperiales, otorgándoles

también los cetros imperiales y todas las insignias y estandartes v diversos

ornamentos y todas las prerrogativas de la excelencia imperial y la gloria

de nuestro poder.

Queremos que todos los reverendísimos sacerdotes que sirven a la

santísima Iglesia romana en los distintos grados, tengan la distinción,

potestad y preeminencia de que gloriosamente se adorna nuestro ilustre

Senado, es decir que se conviertan en patricios y cónsules y sean

revestidos de todas las demás dignidades imperiales.

Decretamos que el clero de la santa iglesia romana tenga los mismos

atributos de honor que el ejército imperial. Y como el poder imperial se

rodea de oficiales, chambelanes, servidores y guardias de todas clases,

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queremos que también la santa Iglesia romana se adorne del mismo

modo.

Y para que el honor del pontífice brille en toda magnificencia,

decretamos también que el clero de la santa Iglesia romana adorne sus

caballos con arreos y gualdrapas de lino.

Y del mismo modo que nuestros senadores llevan el calzado adornado

con lino muy blanco (de pelo de cabra blanco), ordenamos que de este

mismo modo los lleven también los sacerdotes, a fin de que las cosas

terrenas se adornen como las celestiales para gloria de Dios. (...)

Hemos decidido igualmente que nuestro venerable padre el sumo

pontífice Silvestre v sus sucesores lleven la diadema, es decir la corona de

oro purísimo y preciosas perlas, que a semejanza con la que llevamos en

nuestra cabeza le habíamos concedido, diadema que deben llevar en la

cabeza para honor de Dios y de la sede de san Pedro.

Pero, ya que el propio beatísimo Papa no quiere llevar una corona de

oro sobre la corona del sacerdocio, que lleva para gloria de san Pedro, con

nuestras manos hemos colocado sobre su santa cabeza una tiara brillante

de blanco fulgor, símbolo de la resurrección del Señor y por reverencia a

san Pedro sostenemos la brida del caballo cumpliendo así para él el oficio

de mozo de espuelas: estableciendo que todos sus sucesores lleven en

procesión la tiara, como los emperadores, para imitar la dignidad de

nuestro Imperio.

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Y para que la dignidad pontificia no sea inferior, sino que sea tomada

con una dignidad y gloria mayores que las del Imperio terrenal,

concedemos al susodicho pontífice Silvestre, papa universal, y dejamos y

establecemos en su poder, por decreto imperial, como posesiones de

derecho de la santa Iglesia romana, no sólo nuestro palacio como se ha

dicho, sino también la ciudad de Roma y todas las provincias, distritos y

ciudades de Italia y de Occidente.

Por ello, hemos considerado oportuno transferir nuestro Imperio y el

poder del reino a Oriente y fundar en la provincia de Bizancio, lugar

óptimo, una ciudad con nuestro nombre Y establecer allí nuestra gobierno,

porque no es justo que el emperador terreno reine donde el emperador

celeste ha establecido el principado del sacerdocio y la cabeza de la

religión cristiana.

Ordenamos que todas estas decisiones que hemos sancionado mediante

decreto imperial y otros decretos divinos permanezcan invioladas e

íntegras hasta el fin del mundo.

Por tanto, ante la presencia del Dios vivo que nos ordeno gobernar y

ante su tremendo tribunal, decretamos solemnemente, mediante esta

constitución imperial, que ninguno de nuestros sucesores, patricios,

magistrados, senadores y súbditos que ahora y en el futuro estén sujetos

al Imperio, se atreva a infringir o alterar esto en cualquier manera. Si

alguno, cosa que no creemos, despreciara o violara esto, sea reo de

condenación eterna y Pedro y Pablo, príncipes de los apóstoles, les sean

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adversos ahora y en la vida futura, y con el diablo y todos los impíos sea

precipitado para que se queme en lo profundo del infierno.

Ponemos este decreto, con nuestra firma, sobre el venerable cuerpo de

san Pedro, príncipe de los apóstoles, prometiendo al apóstol de Dios

respetar estas decisiones y dejar ordenado a nuestros sucesores que las

respeten. Con el consentimiento de nuestro Dios y Salvador Jesucristo

entregamos este decreto a nuestro padre el sumo pontífice Silvestre v a

sus sucesores para que lo posean para siempre y felizmente.

Edictum Constantini and Silvestrem Papam (s. VIII), P.L. VIII

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Documento 05

CARTA DE ALCUINO A CARLOMAGNO

Aconsejaría más cosas a vuestra dignidad si tuvierais tiempo de oírme y

yo tuviera la facultad de hablar elocuentemente. Porque a menudo la

pluma suele sacar a la luz los secretos del amor de mi corazón v trata

acerca de la prosperidad de vuestra excelencia y de la estabilidad del reino

que os ha sido dado por Dios y del progreso de la santa Iglesia de Cristo,

que de muchas maneras es perturbada por la maldad de los malos y

manchada por los crímenes de los perversos no sólo de personas

corrientes sino también de los más nobles y altos, cosa la más terrible de

todas.

Pues hasta ahora tres personas han estado en la cima de la jerarquía en

el mundo: el representante de la sublimidad apostólica, vicario del

bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, cuya sede ocupa. Viene

después el titular de la dignidad imperial que ejerce el poder secular en la

segunda Roma. De qué modo impío el efe de este Imperio ha sido

depuesto no por extranjeros sino por los suyos y sus conciudadanos, se

sabe en todas partes. Viene en tercer lugar la dignidad real que nuestro

Señor Jesucristo os ha reservado para que gobernéis por ella al pueblo

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cristiano. Ella supera las otras dos dignidades, las eclipsa en sabiduría v

las sobrepasa.

Ahora, sobre ti solo se apoya la salvación de las iglesias de Cristo, de ti

esperan su salvación, de ti, vengador de crímenes, guía de los que yerran,

consolador de los afligidos, sostén de los buenos. ¿Es que acaso no es la

sede de Roma donde en tiempos floreció la religión de la máxima piedad,

donde se producen los ejemplos de la mayor impiedad? Pues estos

mismos, obcecados en su corazón obcecarán su cabeza. Ni parece que allí

haya temor de Dios, ni sabiduría, ni caridad. Pues, ¿qué clase de bien

podrá haber allí donde no se encuentra nada de estas tres cosas? Pues si

el temor de Dios se encontrara en ellos, nunca se atreverían; si se

encontrara la sabiduría, no hubieran querido, y si la caridad, no hubieran

obrado.

Los tiempos son peligrosos, como lace mucho lo predijo la misma

verdad porque la caridad de muchos se enfría (Mat. 24, 12). De ninguna

manera hay que omitir el cuidado de la cabeza. Pues es menos grave que

estén enfermos los pies a que lo esté la cabeza. Así pues hágase la paz

con el pueblo impío, si es que puede hacerse; déjense a un lado las

amenazas, para que obcecados no huyan sino que se les retenga en la

esperanza hasta que con saludable consejo de nuevo vuelvan a la paz.

Pues hay que retener lo que se posee para que no por la adquisición de

algo menor se pierda algo más importante. Guárdese la oveja propia para

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que el lobo rapaz no la devore. Así pues afánese uno en lo extraño para

no permitir daño en lo propio.

ALCUINO. Epístola XCV (a. 799) P. L. C.

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Documento 06

LA AUTORIDAD PONTIFICIA SOBRE EL PODER TEMPORAL

En realidad son distintos el poder de los reyes y la autoridad de los

pontífices. Uno pertenece al oficio sacerdotal y otro al ministerio real.

Como se lee en las Sagradas Escrituras: el mundo se rige por dos

poderes: la autoridad de los pontífices y el poder real. Solamente Nuestro

Señor Jesucristo pudo ser a la vez rey y sacerdote. Después de la

Encarnación, Resurrección y Ascensión al cielo, ningún rey se atrevió a

usurpar la dignidad de pontífice ni ningún pontífice el poder real, ya que

sus actuaciones fueron separadas por Cristo, de modo que los reyes

cristianos necesitan de los pontífices para su vida eterna y los pontífices se

sirven en sus asuntos temporales de las disposiciones reales, de modo que

la actuación espiritual debe verse preservada de lo temporal y el que sirve

a Dios no debe mezclarse en los asuntos temporales y al contrario no

debe parecer que preside los asuntos divinos el que está implicado en los

asuntos temporales.

Es superior la dignidad de los pontífices a la de los reyes, porque los

reyes son consagrados en su poder real por los pontífices y los pontífices

no pueden ser consagrados por los reyes. Además la carga de los

sacerdotes es más pesada que la de los reyes pues deben dar cuenta ante

el juicio divino incluso de las personas de los reyes. Y en los asuntos

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temporales es tan pesada la carga de los reyes como la de los sacerdotes

puesto que este trabajo les ha sido impuesto para honor, defensa y

tranquilidad de la santa Iglesia, de sus rectores y ministros, por el rey de

los reyes.

Y como leemos en las Sagradas Escrituras (Deut. XVII) cuando los

sacerdotes ungían a los reyes para el gobierno del reino y colocaban en su

cabeza la diadema, ponían en sus manos las leyes para que aprendiesen

cómo debían regir a sus súbditos y honrar a los sacerdotes.

En la Historia sagrada se lee que el rey Ozías se atrevió a quemar el

incienso, que era función propia de los sacerdotes y no del rey, por esto

fue atacado por la lepra, expulsado del templo por los sacerdotes y

recluido en su casa hasta su muerte. (II Par. XXVI)

HINCKMAR DE REIMS: Capitula in Sínodo apud S. Macram (a.881), P.L. CXXV.

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Documento 07

SILVA CANDIDO - Adversus Simoniacos

Entre otras absurdas supercherías con que los sicofantes, como

atrapadores de pájaros, cazan a los incautos codiciosos, se encuentra la

exaltación del poder mundano y especialmente del imperial v real más allá

de toda medida, mientras minimizan la dignidad de la Iglesia. Y ya que

todo bajo el sol tiene sus vicisitudes, unas veces prósperas otras

desgraciadas, juzgan el mérito y poder de la dignidad sacerdotal de

acuerdo a la prosperidad o desgracia externa de la Iglesia, exaltando a

veces el poder secular por encima del sacerdotal como el sol la luna,

poniéndolos otras veces juntos como dos soles, o por fin otras veces -

aunque esto es más raro - subordinando el poder secular como un hijo a

su padre.

Y esta ficción de la sucia y malvada adulación ha tenido tanta influencia

en nuestros días que alguno de estos parásitos ha acostumbrado a

atraerse el favor popular diciendo de este modo: el papa es el padre

romano, el emperador es su hijo y yo que estoy entre los dos soy el

Espíritu Santo. Blasfemia ésta que ¿qué católico se atreverá, no diré a

proclamar sino a oír con paciencia?

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Pero el ciego adulador mientras que está satisfecho sobremanera del

efecto de su adulación al intentar ser estimado por los hombres más allá

de lo que era y parecía, incurre en dos herejías porque como Arrio con su

presunción establece grados en la santa Trinidad y como Manes confiesa

que él es el Espíritu Santo. Y con estos sacrilegios y otros muchos, odiado

por Dios y sus fieles como otro Jasón, muere fuera de su patria, prófugo y

errante.

De aquí que cualquier príncipe que busca adquirir la felicidad sobre la

tierra y prepararse para la bienaventuranza en la vida futura, no debería

hacer ningún caso a tales personas, porque "Del señor que escucha la

palabra mentirosa, todos sus ministros son impíos" (Prov. 29, 12). Y de

aquí el que no trate a los sacerdotes de Cristo y las cosas que le

corresponden de modo diferente del que empleó el gran Constantino y sus

ortodoxos sucesores en el Imperio, como hemos dicho antes en este libro.

Cualquiera, entonces, que desee comparar las dignidades sacerdotal y

real de una manera útil e intachable, puede decir que, en nuestra época,

la Iglesia es semejante al alma y el reino al cuerpo, por lo que se adhieren

y se necesitan mutuamente, y cada uno a su vez exige y rinde servicios al

otro. Se sigue de esto que, del mismo modo que el alma es más excelsa

que el cuerpo y lo dirige, así también la dignidad sacerdotal excede a la

real, como podríamos decir mejor, la dignidad celeste a la terrena. Así,

para que todas las cosas guarden su debido orden y no exista confusión,

el sacerdocio, como un alma, debe advertir de lo que debe hacerse. Y en

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el reino, a su vez, la cabeza debe gobernar a todos los miembros del

cuerpo y dirigirlos a donde deban ir; porque así como los reyes deben

seguir a los clérigos, así también el pueblo laico debe seguir a sus reyes

para bien de la Iglesia y del país. Y de este modo el pueblo dele ser

enseñado por uno y otro poder, por uno y otro debe ser también

gobernado v no debe seguir con negligencia a ninguno de los dos. (...)

Cosa que la autoridad de los santos Padres inculca a los sacerdotes al

decirles de este modo: El pueblo debe ser enseñado pero no hay que

seguirle en sus juicios pues nosotros debemos advertirle lo que es licito

hacer o no, si es que no lo saben, pero no restar oídos a sus opiniones. Y

acerca de los reyes y príncipes del siglo dice lo siguiente: "Los príncipes

del siglo ocupan algunas veces el escalón más alto del poder dentro le la

Iglesia para poder fortificar mediante este poder la disciplina eclesiástica.

Por lo demás, dentro de la Iglesia no sería necesario el poder si este

poder no impusiera por el terror de la disciplina lo que el sacerdote no

puede lograr por la predicación de la doctrina. A menudo el reino celestial

se beneficia del reino terrenal porque los que dentro de la Iglesia actúan

contra la fe y la disciplina son contenidos por el poder de los príncipes, y

la disciplina que la humanidad de la Iglesia no puede hacer prevalecer, el

poder del príncipe la impone a los rebeldes. Así pues que sepan los

príncipes del siglo que deben velar por la Iglesia que Cristo les ha

encomendado proteger. Pues, ya sea que la paz y la disciplina de la

Iglesia se vea aumentaba por la actuación de los príncipes fieles a la

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Iglesia o sea disminuida, Dios pedirá cuenta a aquellas personas bajo cuyo

poder confió a su santa Iglesia.

HUMBERTO DE SILVA CANDIDO: Adversus Simoniacos Libri III (1054-58) P. L. CXLIII.

Acerca de los báculos y anillos otorgados mediante la autoridad

de los laicos.

Al haber ordenado los venerables y sumos pontífices, por inspiración del

Espíritu Santo, que la elección de los clérigos se haga por decisión del

metropolitano y se confirme después (una vez aprobada por la autoridad

civil) por la nobleza y el pueblo, todo lo que se haga en orden inverso, de

tal manera que lo primero sea lo último y lo último lo primero, se hará en

contra de los sagrados cánones y en menosprecio de la religión cristiana.

Pues tal como se lleva esto a cabo, es el poder civil el primero en elegir y

ratificar y a éste, se quiera o no, le sigue el consentimiento de la plebe y

del clero y en último lugar el juicio del metropolitano. De donde se seduce

que los elegidos de este modo como se ha dicho anteriormente, no han de

ser considerados obispos, porque su nombramiento se efectuó al revés, ya

que lo que debió hacerse lo último se ha hecho lo primero y se ha hecho

además por hombres que no tienen jurisdicción alguna en esta materia.

¿Pues qué. tienen que ver los laicos con la distribución de los

sacramentos de la Iglesia y la gracia pontificar o pastoral, es decir, la

concesión de los báculos y anillos, símbolo del trabajo y milicia de la

Iglesia y en los que se apoya toda consagración episcopal?

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Pues con los báculos, redondos y doblados por la parte superior para

invitar y atraer al pueblo y por la parte inferior, en cambio, aguzados y

armados, para reprender y castigar, se indica a los sacerdotes los

cuidados pastorales que se les confían y se les aconseja lo que deben

hacer para mantenerse rectos y justos y para que condescendiendo con el

pueblo al que deben atraer hagan blando el duro y difícil camino del bien

obrar y de la oración, de tal manera que siempre tengan estos báculos

dirigidos hacia sí mismos y nunca, por obcecación de sus mentes, los

aparten de sí. La parte inferior de estos báculos aconseja a los pastores

que aterroricen a los rebeldes con severas amonestaciones y que si

continuaran en el error los expulsen de la Iglesia con el castigo más

severo de todos. Todo esto lo confirma brevemente el apóstol en la

siguiente frase: Os pedimos que corrijáis a los rebeldes, que consoléis a

los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacienta con todos.

El anillo por otra parte, sello de los secretos celestiales, indica y

aconseja a los predicadores que, con el apóstol, marquen con signo

distintivo la sabiduría de Dios y la prediquen entre los perfectos pero,

como si estuviera sellada, la aparten a su vez de los imperfectos, cuyo

alimento no es comida sólida sino leche, y que expliquen y confíen sin

descanso esta fe del Esposo a la esposa que es la Iglesia. Así pues,

quienes mediante estas dos cosas inician a alguien en el ejercicio pastoral,

reivindican para sí sin duda alguna toda la autoridad pastoral. Pues,

después de una ordenación de tal clase, ¿qué juicio libre acerca de tales

Sinforiano Moreno García Página 25 12/06/2008


pastores, ya ordenados, podrán tener el clero, la plebe o el metropolitano

que les va a consagrar? Pues los consagrados de este modo irrumpen

violentamente, intentando dominar el orden clerical y a la plebe antes de

ser conocidos, solicitados o pedidos por estos órdenes.

De este modo ataca al metropolitano al no ser juzgado por él sino al

juzgarlo él. Y ya no solícita ni toma su consejo sino que reclama y exige

sumisión, cosa que sólo se le otorga mediante la oración y la unción

episcopal. Pues, ¿qué le aprovecha ya el devolver el anillo que lleva? ¿Lo

hace acaso por el hecho de haberle sido dado por un laico? Pero el

bautismo dado por un laico no ha de ser repetido de nuevo, sino que ha

de ser completado por la oración y unción del sacerdote, si es que

sobrevive la persona. Pero si muere, podrá, sin la unción del sacerdote,

entrar sin duda alguna en el reino de los cielos ya que, salvo por el agua

del bautismo nadie puede entrar. De donde se deduce que toda unción

episcopal se les concede sólo por medio del anillo y del báculo, sin cuyos

símbolos y autoridad no son obispos, ya que consta que sin una unción

visible y sólo mediante estos atributos, que aparecen visiblemente en el

anillo y el báculo, se les concedió a los santos apóstoles el cuidado

pastoral.

Yo pregunto, pues, por qué se devuelve lo que se tiene, a no ser que

sea o bien para vender de nuevo el patrimonio eclesiástico, bajo pretexto

de orden o donación o bien para que sea corroborada por el metropolitano

la primera venta; sea para lo que fuere, lo cierto es que es para encubrir

Sinforiano Moreno García Página 26 12/06/2008


la ordenación laica bajo el color de una cierta legalidad eclesiástica. Lo

cual si no se ha hecho, ni se hace, que cualquiera me acuse de mentiroso.

Pero lo que es más grave es que no sólo en el tiempo pasado fue

costumbre, hacer tal cosa, sino que también ahora, en nuestros tiempos,

es algo corriente, como se sabe. ¿Es qué acaso no es verdad que los

príncipes del siglo vendieron y venden las cosas de la Iglesia bajo el falso

nombre de investidura v más tarde bajo el nombre de consagración

episcopal?

HUMBERTO DE SILVA: Adversus Simoniacos (1045-58) P.L. CXLIII.


Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

Sinforiano Moreno García Página 27 12/06/2008


Documento 08

Decreto “IN NOMINE DOMINI” ( 1059)

En el nombre del señor y Dios Jesucristo, nuestro salvador, en el año

1.059 de su encarnación, en el mes de abril, en la duodécima indicción, en

presencia de los santos evangelios, bajo la presidencia del reverendísimo y

beatísimo papa apostólico, Nicolás, en la patriarcal basílica lateranense,

llamada basílica de Constantino, con todos los reverendísimos arzobispos,

obispos, abades, y venerables presbíteros y diáconos, el mismo venerable

pontífice, decretando con autoridad apostólica, dice:

Vuestras eminencias, dilectísimos obispos y hermanos, conocen - y

tampoco se escapa a los miembros de menor categoría -, cuánta

adversidad ha soportado esta sede apostólica, a la que por voluntad divina

sirvo desde la muerte de Esteban, nuestro predecesor de feliz memoria, a

cuántos golpes y ofensas se la ha sometido por obra de los traficantes

simoníacos; hasta el punto de que la columna del Dios vivo sacudida

parecía casi vacilar, y la sede del sumo pontífice, forzada por la

tempestad, parecía a punto de abismarse en la profundidad del naufragio.

Por esto, place a mis hermanos que debemos afrontar la eventualidad

futura con la ayuda de Dios, y proveer para lo sucesivo una constitución

eclesiástica, para que los males, si surgen, no, prevalezcan. De aquí que,

apoyándonos en la autoridad de nuestros predecesores y de los otros

santos padres, decretamos y establecemos:

Sinforiano Moreno García Página 29 12/06/2008


Que, cuando el pontífice de esta Iglesia romana universal muera, los

cardenales obispos decidan entre ellos con la consideración más diligente,

llamando después a los cardenales sacerdotes; y del mismo modo, se

asocien al resto del clero y del pueblo para proceder a la nueva elección,

a fin de que el triste morbo de la venalidad no tenga ocasión ninguna de

infiltrarse.

Y por tanto sean los varones más religiosos quienes promuevan la

elección del futuro pontífice y todos los demás les sigan. Y este orden de

elección se considere justo y legítimo, ya que observa las reglas y las

acciones de varios santos padres, y se resume en aquella frase de nuestro

bienaventurado predecesor León: Ninguna razón permite – dice - que se

consideren obispos quienes no fueron elegidos por los clérigos,

proclamados por el pueblo, y consagrados por los obispos sufragáneos

con la aprobación del metropolitano. Ya que la sede apostólica está por

encima de toda la Iglesia en toda la tierra, y no puede tener sobre ella un

metropolitano, no hay duda de que los cardenales obispos tienen función

de metropolitanos, llevando al sacerdote elegido a la cima de la dignidad

apostólica.

Elíjanlo del seno de la misma iglesia, si lo encuentran digno; en caso

contrario, tómenlo de otra iglesia cualquiera. Guardando el debido honor y

la reverencia hacia nuestro querido hijo, Enrique, que es ahora rey y que

se espera será, con la ayuda de Dios, el futuro emperador, y a los

Sinforiano Moreno García Página 30 12/06/2008


sucesores de él, que impetraren personalmente este privilegio de la sede

apostólica.

Que si la perversidad de los hombres impíos e inicuos prevaleciera tanto

que hiciera imposible en la Urbe una elección justa, genuina y libre, los

cardenales obispos, con los sacerdotes y los laicos católicos, tienen el

poder de elegir el pontífice de la sede apostólica donde estimen más

oportuno. Si, terminada la elección, una guerra o cualquier tentativa de

los hombres se opusiera a que el elegido tomara posesión de la sede

apostólica según la costumbre, no obstante, el elegido poseerá la

autoridad de regir disponiendo de todas sus prerrogativas, como sabemos

que hizo antes de su consagración el bienaventurado Gregorio.

Pero si alguno, contrariamente a este nuestro decreto promulgado en

sínodo fuera elegido, consagrado o entronizado mediante la revuelta, la

audacia o cualquier otro medio (nadie lo considere papa, sino Satanás, ni

apóstol sino apóstata y con perpetua excomunión), por autoridad divina y

de los santos apóstoles Pedro y Pablo, juntamente con sus instigadores,

partidarios y secuaces, sea expulsado de la santa Iglesia de Dios, como

anticristo, enemigo y destructor de toda la cristiandad. Y no se le conceda

ningún crédito, sino que quede perpetuamente privado de la dignidad

eclesiástica de cualquier grado que sea. Con la misma sentencia se

castigará a cualquiera que por su parte le rinda homenaje como a

pontífice verdadero, o trate de defenderlo.

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Quienes temerariamente se opongan a este decreto nuestro y traten de

estorbar a la Iglesia romana contra lo aquí establecido, sean condenados

a perpetuo anatema y excomunión y sean considerados entre los impíos

que no resucitarán en el juicio final.

Sientan sobre sí la ira del Omnipotente (del Padre, del Hijo, y del

Espíritu Santo) y en esta vida y en la futura sufra el furor de los santos

apóstoles Pedro y Pablo, cuya Iglesia trató de perturbar; su casa quede

desierta y ninguno habite en su tabernáculo; sus hijos queden huérfanos y

su mujer viuda, conmuévanse él y sus hijos, mendiguen y sean

expulsados de sus casas...

C. BARONIO: Annales ecelesiastici XI, c. 272-3

Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

Sinforiano Moreno García Página 32 12/06/2008


Documento 09

“DICTATUS PAPAE” (1075)

1. Que sólo la Iglesia ha sido fundada por Dios

2. Que por tan sólo el pontífice romano tiene derecho a llamarse

universal.

3. Que sólo él puede deponer o establecer obispos.

4. Que un enviado suyo, aunque sea inferior en grado tiene

preeminencia sobre todos los obispos en un concilio, y puede

pronunciar sentencia de deposición contra ellos.

5. Que el papa puede deponer a los ausentes.

6. Que no debemos tener comunión ni permanecer en la misma casa

con quienes hayan sido excomulgados por el pontífice.

7. Que sólo a él es lícito promulgar nuevas leyes de acuerdo con las

necesidades del tiempo, reunir nuevas congregaciones, convertir en

abadía una canonjía y viceversa, dividir un episcopado rico y unir

varios pobres.

8. Que sólo él puede usar la insignia imperial.

9. Que todos los príncipes deben besar los pies sólo al papa.

10. Que su nombre debe ser recitado en la iglesia.

11. Que su título es único en el mundo.

12. Que le es lícito deponer al emperador.

Sinforiano Moreno García Página 33 12/06/2008


13. Que les lícito, según la necesidad, trasladar los obispos de sede a

sede.

14. Que tiene poder de ordenar a un clérigo de cualquier iglesia para el

lugar que quiera.

15. Que aquel que haya sido ordenado por él puede ser jefe de otra

iglesia, pero no subordinado, y que de ningún obispo puede

obtener un grado superior.

16. Que ningún sínodo puede ser llamado general si no está convocado

por él.

17. Que ningún capítulo o libro puede considerarse canónico sin su

autorización.

18. Que nadie puede revocar su palabra y que sólo él puede hacerlo.

19. Que nadie puede juzgarlo.

20. Que nadie ose condenar a quien apele a la santa Sede.

21. Que las causas de mayor importancia de cualquier iglesia, deben

remitirse para que él las juzgue.

22. Que la iglesia romana no se ha equivocado y no se equivocará

jamás según el testimonio de la Sagrada Escritura.

23. Que el romano pontífice, ordenado mediante la elección canónica,

está indudablemente santificado por los méritos del bienaventurado

Pedro, según lo afirma san Enodio, obispo de Pavía, con el

consenso de muchos santos padres, como está escrito en los

decretos del bienaventurado papa Símmaco.

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24. Que a los subordinados les es lícito hacer acusaciones conforme a

su orden y permiso.

25. Que puede deponer y establecer obispos sin reunión sinodal.

26. Que no debe considerarse católico quien no está de acuerdo con la

Iglesia romana.

27. Que el pontífice puede liberar a los súbditos de la fidelidad hacia un

monarca inicuo.

GREGORIO VII: Registrum P. L. CXLVIII, c 407-408

Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

Sinforiano Moreno García Página 35 12/06/2008


Documento 10

EXCOMUNIÓN DE ENRIQUE IV (1.076)

Oh bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, inclina, te rogamos,

tus piadosos oídos a nosotros y escúchame a mí que soy tu siervo. Tú me

has nutrido desde la niñez y hasta este día me has librado de la mano de

los inicuos, que me odian y odiarán por la fidelidad que te guardo. Tú me

eres testigo – y mi señora la madre de Dios, y el bienaventurado Pablo,

hermano tuyo entre todos los santos – de que tu santa Iglesia romana me

llevó contra mi voluntad a su timón, de que yo he pensado que fuera un

acto de rapiña el ascender a tu sede y de que más bien he querido

terminar mi vida yendo de un lado para otro, antes que arrebatar tu lugar

por medios seculares por amor de la gloria terrena. Por esto, por tu gracia

y no por mis méritos, creo que has querido y quieres que este pueblo

cristiano confiado de modo especial a ti, me obedezca a mí también de

modo especial, en razón del vicariato que se me entregó.

Por tu gracia, Dios me ha dado la potestad de atar y desatar en el cielo

y en la tierra. Basándome en esta confianza, por el honor y la defensa de

tu Iglesia, en nombre de Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

por medio de tu potestad y autoridad, quito al rey Enrique, hijo del

emperador Enrique, que se sublevó con inaudita soberbia contra tu

Iglesia, el poder sobre todo el reino de Germania y sobre Italia, y libero a

Sinforiano Moreno García Página 37 12/06/2008


todos los cristianos del vínculo de juramento que le hicieron o le hagan, y

prohíbo que ninguno le sirva como a rey.

Es justo en efecto que quien se afana por rebajar el honor de tu Iglesia

pierda el suyo. Y ya que desdeñó obedecer como cristiano y no regresó al

Señor, al que despidió relacionándose con los excomulgados, cometiendo

muchas iniquidades y despreciando las amonestaciones que por su bien le

hice y de las que eres testigo, separándose de tu Iglesia e intentado

dividirla, actuando en tu nombre le ato con el vínculo del anatema y le ato

con ese vínculo con la confianza puesta en la autoridad que me has

otorgado, para que las gentes sepan y ven que tú eres Pedro y que sobre

esta piedra el hijo de Dios vivo edificó su Iglesia y las puertas del infierno

no prevalecerán sobre ella.

Acta Sacti Gregorii VV P. L. CXLVIII.

Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

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Documento 11

INOCENCIO III – BULA “VENERABILEM”

Algunos Príncipes han utilizado sobre todo esta objeción, diciendo que el

legado de la sedes apostólica actuó como un elector o procurador. Como

elector, habría metido su hoz en la mies ajena y entrometiéndose en la

elección habría derogado la autoridad de los príncipes. Como procurador,

parece que procedió falsamente al estar ausente una de las partes al no

haber sido citada y por lo tanto no debió ser juzgada como rebelde.

Reconocemos como es nuestro deber a aquellos príncipes el derecho y

la potestad de elegir al rey y promoverlo después a emperador, puesto

que les pertenece por derecho y por la antigua costumbre, y sobre todo,

porque tal derecho y potestad les vino a ellos de la sede apostólica, la cual

traspasó de los griegos a los germanos en la persona del magnífico Carlos.

Pero los príncipes deben reconocer, y, ciertamente lo hacen, como ellos lo

hicieron en nuestra presencia, que el derecho y la autoridad de examinar

a la persona elegida rey y que ha le ser promovida al Imperio nos

pertenece, puesto que nos le ungimos, consagramos y coronamos. Pues

regular y generalmente se ha observado que el examen de la persona

pertenecía a aquel que, debe imponer las manos. ¿Pues acaso, si los

príncipes, no sólo en discordia, sino en concordia, eligen como rey a

Sinforiano Moreno García Página 39 12/06/2008


cualquier sacrílego o excomulgado, tirano, necio o hereje, debemos nos

ungir, consagrar v coronar a tal persona? En absoluto.

Así pues, respondiendo a las objeciones de los príncipes, afirmamos que

nuestro legado aprobando al rey y reprobando al duque, ni actuó como

elector puesto que no hizo que fuese elegido alguien, ni eligió; ni de

procurador, pues ni condujo, en cuanto al acto de los electores, a

confirmar o anular la elección de uno u otro. Ejerció el oficio de

denunciante porque consideró indigna a la, persona del duque e idónea a

la del rey para obtener el Imperio, no tanto por los esfuerzos de los

electores como por los méritos de los elegidos, aunque muchos de

aquellos que obtienen el poder, por derecho y costumbre de elegir al rey y

promoverlo a emperador dan su asentimiento al mismo rey, y porque los

partidarios del duque se atrevieron a elegirle estando otros ausentes y

despreciándolos, queda claro que ellos procedieron falsamente, cuando a

la elección se opuso más el desprecio de uno que los obstáculos de

muchos. Así pues, nos, exigiéndolo la justicia, consideramos v nombramos

al rey y no al duque. Puesto que en la elección se dividen los votos de los

príncipes, podemos favorecer al otro después de la amonestación y la

prevención de las partes, mayormente cuando nos piden la unción,

consagración y coronación; así brilla a la vez el derecho y el ejemplo.

¿Acaso, si advertidos y amonestados los príncipes no pudiesen o no

quisiesen ponerse de acuerdo, la sede apostólica carecerá de abogado y

defensor y la culpa de aquellos redundará en pena para ella?. Así pues,

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conozcan los príncipes que habiendo sido elegidos en discordia Lotario y

Conrado, el romano pontífice coronó a Lotario, quien coronado obtuvo el

Imperio y que finalmente el mismo Conrado volvió a su gracia.

Exhortamos a aquellos que se aparten del duque, justamente reprobado

por nos, y que no resistan ponerse al lado del rey (...). Pues, los

impedimentos del duque son notorios, a saber: la excomunión pública, el

perjurio manifiesto y persecución divulgada de sus progenitores y de él

mismo contra la sede apostólica y otras iglesias. Además, fue anudado por

nuestro predecesor con el vínculo de la excomunión, lo cual reconoció

cuando por su embajador pidió el favor de la absolución por lo cual fue

elegido estando excomulgado. Así mismo, también y contra su juramento

se atrevió a usurpar el reino por el vicio de la ambición y sin buscar el

consejo de la sede apostólica, cuando debía haber consultado antes a la

Iglesia romana acerca de aquel juramento. No tiene ningún valor para su

total excusa, decir que aquel juramento fue ilícito, pues no debía de haber

preguntado, antes que ir contra él por temeridad propia. (...) Pues nadie

con mente sana ignora que nos pertenece juzgar si tal juramento es lícito

o ilícito y por lo tanto si se ha de observar o no. Además, si dicho duque

obtuviere el poder, la libertad de los príncipes perecería con la elección.

(...)

Pues si lo mismo que antes su hermano había sucedido a su padre,

ahora el duque sucediese a su hermano, parecería que el Imperio se debía

a la sucesión y no a la elección: esto redundaría en perjuicio de los

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príncipes, viéndose que sólo los de la familia del duque ostentaban el

Imperio. Así pues, exhortando a tu nobleza, mandamos por los escritos

apostólicos que totalmente te apartes de dicho duque, sin que sea

obstáculo el juramento que por razón del reino le hiciste, puesto que tal

juramento no se debe observar en cuanto que fue reprobado para obtener

el Imperio.

BULA Venerabilem (1.209), apud Decret. Gregor. Lib. 1 tít. VI

Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

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Documento 12

BULA DE INOCENCIO IV “EGER CUI LEVIA” (1245) DIRIGIDA

CONTRA FEDERICO II

Cualquiera que busque sustraerse a la autoridad del vicario de Cristo

(...) atenta contra la autoridad de Cristo mismo. El rey de reyes nos ha

constituido sobre la tierra como su mandatario universal y nos ha atribuido

la plenitud del poder dando al príncipe de los apóstoles y a nos el poder

de atar y desatar no sólo a quien sea sino también lo que sea (...). El

pontífice romano puede ejercer su poder pontificial sobre todo cristiano al

amenos ocasionalmente (...) y con mucha más razón en virtud de pecado.

El poder del gobierno temporal no puede ser ejercido fuera de la Iglesia,

puesto que no hay poder constituido por Dios fuera de ella (...).

(...) Carecen de perspicacia y no saben remontarse al origen de las

cosas aquellos que se imaginan que la sede apostólica ha recibido de

Constantino la soberanía del Imperio, ya que la tenía antes, como es

sabido, por naturaleza y en estado potencial. Nuestro Señor Jesucristo,

hijo de Dios, verdadero hombre y verdadero Dios, verdadero rey y

verdadero sacerdote según el orden de Melquisedeq (...) ha constituido en

provecho de la Santa Sede una monarquía no sólo pontificial, sino real; ha

dado al bienaventurado Pedro y a sus sucesores las riendas del Imperio, a

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la vez terrestre y celeste, como lo indica la pluralidad de llaves. Vicario de

Cristo, ha recibido el poder de ejercer su jurisdicción por una parte sobre

la tierra para las cosas temporales, por la otra en el cielo para las cosas

espirituales.

(Ed. E. Winkelman) - Acta Imperii inedita, t II, num. 1035

Emilio Mitre Fernández – TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL – Ariel 1998

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Documento 13

BULA “UNAM SANCTAM” (1.302)

Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay

una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros

firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no

hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama

en los cantares: Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta. Única es

ella de su madre, la preferida de la que la dio a luz (Cant. 6, 8). Ella

representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de

Cristo, Dios. En ella hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef.

4, 5). Una sola, en efecto, fue el Arca de Noé en tiempo del diluvio, la cual

prefiguraba a la única Iglesia, y, con el techo en pendiente de 8un codo

de altura, llevaba un solo rector y gobernador, Noé, y fuera de ella leemos

haber sido borrado cuanto existía sobre la tierra. Mas a la Iglesia la

veneramos también como única, pues dice el Señor en el Profeta: Arranca

de la espada, oh Dios, a mi alma y del poder de los canes a mi única (Ps.

21, 21). Oró, en efecto, juntamente por su alma, es decir, por sí mismo,

que es la cabeza, y por su cuerpo, y a este cuerpo llamó su única Iglesia,

por razón de la unidad del esposo, la fe, los sacramentos y la caridad de la

Iglesia. Esta es aquella túnica del Señor, inconsútil (Jn. 19, 23) que no fue

rasgada, sino que se echó a suertes. La Iglesia, pues, que es una y única,

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tiene un solo cuerpo, una sola cabeza, no dos, como un monstruo, es

decir, Cristo y el vicario de Cristo, Pedro y su sucesor, puesto que dice el

Señor al mismo Pedro: Apacienta mis ovejas (Jn. 21, 17). Mis ovejas,

dijo, y de modo general, no éstas o aquéllas en particular; por lo que se

entiende que se las encomendó a todas. Si, pues, los griegos u otros dicen

no haber sido encomendados a Pedro y a sus sucesores, menester es que

confiesen no ser de las ovejas de Cristo, puesto que dice el Señor en Juan

que hay un solo rebaño y un solo pastor (Jn. 10, 16).

Por las palabras del Evangelio somos instruidos de que, en ésta y en su

potestad hay dos espadas: la espiritual y la temporal... Una y otra espada,

pues, están en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas

ésta ha de esgrimirse a favor de la Iglesia; aquélla, por la Iglesia misma.

Una por mano del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si

bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la

espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la

espiritual... Que la potestad espiritual aventaje en dignidad y nobleza a

cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más claridad,

cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal... Porque, según atestigua la

Verdad, la potestad espiritual tiene que instituir a la temporal, y juzgarla si

no fuera buena... Luego si la potestad terrena se desvía, será juzgada por

la potestad espiritual; si se desvía la espiritual menor, por su superior;

mas si la suprema, por Dios solo, no por el hombre, podrá ser juzgada.

Pues atestigua el Apóstol: El hombre espiritual lo juzga todo, pero él por

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nadie es juzgado (1 Cor. 2, 15). Ahora bien, esta potestad, aunque se ha

dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana sino antes

bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores

confirmada en Aquel mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando

el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares, etc. (Mt. 16, 19). Quien quiera,

pues, resista a este poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios

resiste (Rom. 13,2) a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos

principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no

que “en los principios”, sino que en el principio creó Dios el Cielo y la

Tierra (Gen.1, 1). Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo

declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda

necesidad de salvación para toda humana criatura.

BONIFACIO VIII: BULA Unam Sanctam (1.302)

Miguel Artola. TEXTOS FUNDAMENTALES PARA LA HISTORIA. Alianza 1992

Sinforiano Moreno García Página 47 12/06/2008

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