Muy Tarde Entendí Tu Amor

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Muy tarde entendí tu amor… Pero te amo

Introducción
Vamos a analizar en la Biblia la historia de dos hombres que por
situaciones de la vida, fueron tal vez los que estuvieron más cerca de
Jesús en el momento de la cruz. Dos vidas que nos dan una profunda
enseñanza, dos personas que no disfrutaron a Jesús en su ministerio,
pero que aprovecharon los últimos momentos de vida de Jesús para
reconocer su amor y entrega por la humanidad.

Muchas personas dejan a Dios para para


para para Infortunadamente
para muchos ese ese nunca llegará.

El Centurión cerca a la Cruz Mateo 27:45-54

El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando


vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y
dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios.
Habían crucificado a Jesús. Él estaba en la cruz, agonizando por
nuestros pecados. Todos los soldados, los sacerdotes y ancianos, la
muchedumbre, y aun los ladrones que estaban crucificados con Él le
injuriaban.

Por eso, nos dice,


Es decir, del mediodía hasta las tres
de la tarde, hubo oscuridad sobre toda la tierra. Aun la creación en si
estaba lamentado la muerte de Jesús, el Hijo de Dios.
Entonces, ahora, cuando el Salvador está agonizando, la luz literal del
mundo, el sol, está apagado, para mostrar que la gente está apagando
la luz espiritual del mundo, es decir a Jesús.
El gritó de Jesús fue porque estaba en gran sufrimiento, pero lo que Él
gritó es aún más importante: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? Él fue dejado para sufrir en la cruz, y Dios quitó de Él
toda la consolación que había tenido anteriormente. Esto fue para que
Cristo pudiera recibir todo el peso de nuestros pecados.
Y por eso, aunque su sufrimiento humano era obvio, lo más importante
es su sufrimiento espiritual. Él sufrió en su corazón, en su alma, para
recibir el sufrimiento que merecemos. Por eso, Él grita: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué más has desamparado?” porque en su Espíritu Él siente
la desolación y la tristeza de una persona que está llena de conflictos,
de enfermedades, de sufrimientos y que está apartado de Dios, y de
toda la consolación del mismo.
Y aun el lenguaje de su grito nos muestra esto. Cuando Él estaba
sufriendo en la cruz, Él no usó el griego que Él aprendió y que el usó
diariamente para enseñar a la gente. El regreso a su lengua natal, la
de su crianza, el arameo, porque Él estaba gritando de su corazón. Lo
entendemos, porque muchas personas han aprendido bien otro
idioma, pero cuando sufren, lloran o se dedican a clamar de corazón,
no hablan el idioma que han aprendido, sino el propio, en este caso
para nosotros el castellano de nuestra niñez, porque estamos
hablando íntimamente del fondo del corazón, Cristo gritó a su Papá en
el idioma de la familia.

Mientras Él estaba agonizando, la gente no tenía ninguna compasión


de Él, por eso le dieron algo de beber, para alargar más sus
sufrimientos.

Cristo gritó la última vez. En su agonía, clamó, con gemidos más


profundos que las palabras. Y entregó el Espíritu.
Murió, y dio su Espíritu a quien le ha dado su vida, a su Padre eterno.
Por eso, el velo del templo se rasgó en dos. El velo sirvió para separar
el lugar santo, y el lugar santísimo, donde estaba ubicado el
propiciatorio sobre el arca del testimonio. (Ver manual CF2)

La tierra tembló, y las rocas se partieron, porque toda la creación


estaba agonizando en la muerte de su Creador. “Y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se
levantaron.” Otros se levantaron de entre los muertos, para mostrar la
victoria aun en la muerte del Hijo de Dios.
Y al final, el centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús
(los que se burlaban de Jesús, y le pusieron una corona tejida de
espinas, y una caña en su mano, y le escupieron, y le golpearon en la
cabeza) temieron en gran manera. Reconocieron lo que había pasado.
Y declararon, “Este era el Hijo de Dios”.
Todo esto nos lleva a pensar y meditar
¿Y para nosotros? Es un cuento, una historia interesante, ¿y no más?
¿Quién es este hombre? ¿Era (y es) el Hijo de Dios, o solamente un
pobrecito que sufrió en inocencia? Si nosotros entendemos bien,
vamos a temblar, y declarar con el centurión, “Él es el Hijo de Dios.”
Aquel centurión pudo ser testigo privilegiado de todos los hechos del
sacrificio de Cristo. Fue tan buen testigo que se convirtió en el
momento de la muerte de Jesús, reconociéndolo como el Hijo de Dios.
Estaba acostumbrado a este tipo de cosas, había visto y dirigido
bastantes crucifixiones, y no iba a dejarse impresionar por una más;
no era un trabajo bonito, pero había que hacerlo, y este oficial no es
fácilmente impresionable, pero puede captar mejor que otros las
características peculiares de esta crucifixión, esta no era una
crucifixión normal, y el hombre que estaban crucificando marcaba una
gran diferencia con respecto a los demás.
Un testigo puede serlo de muchas maneras. El centurión miraría las
cosas como militar de carrera. No era un mercenario a sueldo como
los que se burlaron de Jesús cuando le vieron caído después de la
flagelación. Los centuriones eran militares en el más puro sentido de la
palabra, es decir, hombres de honor, con sentido de la disciplina y de
la lealtad. Un verdadero militar debe poseer muchas virtudes humanas
si quiere desempeñar su tarea con un mínimo de dignidad.
Aquel centurión se convirtió en la muerte de Cristo; Marcos dice que El
centurión, que estaba de pie frente a Él, dijo al ver como expiró:
verdaderamente este hombre era Hijo De Dios, Mateo añade que lo
mismo dijeron los que guardaban a Jesús junto a Él; y Lucas precisa
que dio gloria a Dios y dijo: Este hombre era realmente justo. Los
matices son importantes, pero, de momento, consideremos que un
cambio así no suele darse de repente y examinemos la posible
evolución del centurión que le lleva a la fe, y sigamos orando por todos
nuestros familiares y amigos.
Otro caso fue el del ladrón que estaba a su lado
Lucas 23:39-43

En Mateo 27:44

Se nos dice que dos de los hombres que estaban siendo crucificados
eran ladrones cuyos crímenes habían resultado en una sentencia de
muerte. Y en una muestra increíble de sinceridad, rara vez vista entre
los criminales, uno de ellos admitió que tanto él como el otro eran
culpables y su castigo era justo. Él no hizo caso a los reclamos del
gentío hostil de curiosos; sino que declaró que Jesús era inocente, es
decir, Él no era culpable de nada de lo que los romanos consideraban
ser una ofensa capital.
La multitud que estaba alrededor burlándose del Señor estaba
compuesta principalmente de Fariseos y sacerdotes ¡que de hecho
sabían que Él no era culpable! Ellos estaban enfurecidos por sus
afirmaciones de ser Dios y ya que ellos no tenían autoridad de darle
muerte por lo que ellos consideraban una blasfemia, ellos fabricaron la
acusación de que su intención era ser un Rey en oposición a Roma.
Ese hombre, cuya identidad desde aquel día, hasta el de hoy, es el de
ser uno de los dos ladrones crucificados con Cristo; mostró un
verdadero arrepentimiento y fe. Su sorprendente confesión de fe en
medio de circunstancias tan horrendas hace obvio que en algún
tiempo pasado, él había escuchado a Jesús, ya sea por medio de
Juan el Bautista o del mismo Señor. De otra forma él no hubiera

reconocido la inocencia de Cristo y le hubiera pedido personalmente


que lo recordara cuando viniera en su reino.
Cuantos de nuestros seres queridos están en la misma condición, han
oído del amor de Dios y aún no se atreven a seguirle (Por orgullo, por
el que dirán, por sentirse culpables de algo, por muchas ocupaciones,
etc.)
Y la respuesta que el Señor le da, es una que todavía trae gran
consuelo y gozo a los corazones de los creyentes: “De cierto (la cual
es la palabra “ tanto en Hebreo como en Griego) te digo que
“ estarás conmigo en el paraíso”

2 Corintios 5:21
Y volviendo a la promesa que se le hizo al ladrón penitente sobre el
estar en el paraíso con el Señor ese mismo día, se necesita enfatizar
que esto significa que: el cese de esta vida humana lo llevaba
inmediatamente a un estado de vida eterna en la presencia de Dios el
Padre. Y ese mismo principio es algo que todo creyente genuino
puede mirar en expectativa de también tener esa experiencia.
Los cuatro relatos de los Evangelios nos dicen que había un total de
tres hombres que murieron en la cruz ese día, pero ahí también
estábamos usted y yo, porque en lo que concierne a Dios, ese día
usted y yo también estábamos allí crucificados con su Hijo.
Romanos 6:6 Gálatas 2:20
Así que, ¿podría usted como el ladrón penitente sentir la necesidad de
admitir su culpa y pedirle a Cristo que le ayude en todas sus áreas? El
ladrón sabía que su castigo era justo y que la muerte estaba cerca,
pero él no dejo que eso lo detuviera para alcanzar a Jesús por medio
de la fe.
Aquí hay algunas cosas notables que el ladrón no hizo:
Él no fue bautizado, ni fue un involucrado de alguna congregación.
Él era un alma perdida camino a una condenación inminente cuando
de repente; él arrojó su alma a los pies de Jesús. Y fue salvo,
instantáneamente, ahí mismo y en ese momento, sobre la misma base
que cualquiera es salvo. Y también recibió seguridad inmediata de su
salvación…”
Aclaro algo aquí muy importante, si bien es cierto que él no se
congregó, también es cierto que no disfrutó de las enseñanzas y del
amor que Jesús impartía. La congregación es necesaria para el
crecimiento espiritual de las personas, no puede faltar.
Hebreos 10:24-25

Si usted ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, pero ha


sido muy tibio en su caminar espiritual con Él, le ha faltado
compromiso y fidelidad, Dios te da hoy, una nueva oportunidad, no la
pierdas.
Si usted nunca ha aceptado a Jesucristo como Salvador, pero ha
comprendido su realidad y el fin de los tiempos que se acerca, y quiere
aceptar su regalo gratis de la Vida Eterna, usted puede hacerlo ahora
en este preciso momento. Una vez lo acepte a Él como Salvador,
usted habrá nacido de nuevo, y tendrá el Cielo tan seguro como si ya
estuviera allí.
Recuerden, también, que estaba rodeado de burladores. Es fácil nadar
con la corriente, pero es duro ir contra ella. Este hombre oyó a los
sacerdotes orgullosos, cuando ridiculizaban al Señor, y a la gran
multitud de gente del pueblo, todos a una, unirse en el escarnio; su
compañero captó el espíritu de la hora, y también se burló, y él tal vez
hizo lo mismo por un rato; pero por la gracia de Dios fue cambiado, y
creyó en el Señor Jesús a pesar de todo su desprecio. Su fe no se
afectó por lo que lo rodeaba; sino que él, ladrón agonizante como era,
se reafirmó en su confianza.
Aplicación Teoterápica
Si el centurión y aquel ladrón entendieron a última hora el mensaje de
Salvación, y recibieron el impacto del sobrenatural amor de Dios, es
nuestro compromiso seguir insistiendo y orando por nuestros seres
queridos y amigos…Aún hay tiempo.
Si Jesús hubiera querido que fuera un caso solitario, le hubiera dicho
débilmente para que nadie escuchara, "No dejes que nadie lo sepa;
pero hoy estarás en el reino conmigo." No fue así, nuestro Señor habló
abiertamente, con todas sus fuerzas y amor y los que estaban
alrededor incluyendo al centurión oyeron lo que dijo, por eso quedo
escrito.
Jesús actuó de esta manera porque Él quiere repetir esa salvación
cada día.
Él es capaz de salvar por completo la vida de cualquier persona quien
quiera que sea, pues salvó a aquel centurión y al ladrón que
agonizaba.

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