TRIBUNALES DE FAMILIA - Susan Turner

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LOS TRIBUNALES DE FAMILIA

Susan Turner Saelzer (*)

RESUMEN

El proyecto de ley que crea los Tribunales de Familia,


actualmente en tramitación, responde a imperativos
provenientes tanto del derecho nacional como del
derecho internacional. En efecto, en la formulación de
un nuevo Derecho de Familia resulta indispensable
adecuar los órganos jurisdiccionales llamados a conocer
de los conflictos que se suscitan en el ámbito familiar y
dotarlos de una competencia amplia para conocer de
todos los asuntos que tengan repercusiones sobre la
familia.

En la primera parte del presente trabajo, se estudia el


contexto que enmarca la idea de la creación de los
Tribunales de Familia y en la segunda, se analiza en
forma pormenorizada los aspectos del proyecto referidos
a la estructura y composición de los Tribunales de
Familia, a su competencia y procedimientos, y por
último, a las vías de solución alternativa de conflictos
consagrados.

En nuestro país, el anhelo de contar con tribunales especiales


dedicados a conocer integralmente de los asuntos relativos a la
familia se ha visto enfrentado, en su concreción normativa, a una
larga y, a veces, contradictoria tramitación parlamentaria. En efecto,
desde 1993, año en que la Comisión Nacional de la Familia
abogaba por la creación de Tribunales de Familia, debieron pasar
cinco años para que el 11 de noviembre de 1997 fuera presentado
por el Ejecutivo el proyecto de ley que los creaba 1. Dicho Proyecto
fue informado por la Comisión de Familia de la Cámara de
Diputados y la Corte Suprema hizo presente sus observaciones.
Con fecha 30 de mayo del 2001, el Presidente de la República
presentó una indicación sustitutiva al proyecto de ley que crea los
Tribunales de Familia2 que, recogiendo los lineamientos
fundamentales del Proyecto y diversas observaciones formuladas
por la Comisión de Familia mencionada, introduce, sin embargo,
importantes modificaciones en materia de competencia de los
Tribunales de Familia y de resolución alternativa de conflictos que
se ventilen ante ellos.

El presente trabajo está dividido en dos partes: la primera, dedicada


a describir el contexto en el cual surge la idea de crear Tribunales
de Familia en Chile y los objetivos perseguidos por los proyectos
respectivos y la segunda, abocada al análisis particular de algunos
aspectos de la Indicación, a saber, estructura y composición del
Tribunal, competencia, procedimientos aplicables y vías de solución
alternativa de conflictos. Se recurrirá al análisis comparativo entre
Indicación y Proyecto cada vez que ello resulte ilustrativo para
alguno de los aspectos mencionados.
I. CONTEXTO PARA LA CREACIÓN DE LOS TRIBUNALES DE
FAMILIA Y OBJETIVOS PERSEGUIDOS POR LOS PROYECTOS

Desde el punto de vista del Derecho Internacional, recepcionado a


través del artículo 5 de la Constitución, existe una obligación
positiva de crear una judicatura especializada para tratar los temas
de la infancia, especialmente lo que dice relación con las
infracciones a la ley penal, de tal manera de garantizar un recurso
efectivo ante los Tribunales de Justicia3. Lo anterior surge como
consecuencia directa de la concepción moderna que ve en el niño
un sujeto de derechos tal como lo es el adulto. De acuerdo con la
dogmática de los Derechos Humanos, el niño, como integrante de la
clase de los seres humanos, es titular del derecho a igual trato y
consideración de parte del Estado (principio de la inviolabilidad) y
del derecho a que no se le reprochen cualidades adscritas, como es
la condición de niño (principio de la dignidad). Sin embargo, dicha
titularidad tiene una importante particularidad ya que siendo la
autonomía del niño potencial, su calidad de sujeto de derechos
tiene un doble propósito: por una parte, reconocerle su calidad de
tal, y por la otra, desarrollar sus aptitudes para que la concreten. Es
decir, se trata de respetar sus derechos con el fin de que lleguen en
el futuro a ejercitarlos en plenitud 4. En este ámbito, el Derecho
Internacional muestra un importante desarrollo normativo, en lo que
se ha denominado en América latina la "Doctrina de la Protección
Integral"5, cuyo fin consiste en garantizar los derechos de la
infancia.

De acuerdo con el art. 44 de la Convención Internacional de los


Derechos del Niño6, instrumento fundamental de la citada Doctrina
de Protección Integral, nuestro país tiene la obligación positiva de
adecuar su Derecho interno y sus políticas públicas a la
Convención. Por tanto, la incumple tanto cuando vulnera los
derechos del niño como cuando omite emprender una readecuación
de su derecho interno a la normativa internacional.

Desde el punto de vista del Derecho interno, la creación de los


Tribunales de Familia se enmarca dentro de un proceso más amplio
de formulación de un nuevo Derecho de Familia. La etapa actual se
caracteriza como una etapa de transición, puesto que coexisten
ideas e instituciones antiguas con otras modernas. Así, dentro de
las primeras, subsiste entre nosotros el matrimonio indisoluble y la
incapacidad, aunque ya no formal, de la mujer casada en sociedad
conyugal. Renovado, en cambio, se muestra el nuevo estatuto
filiativo igualitario, la ley de violencia intrafamiliar, la inclusión del
principio del interés superior del niño, entre otros.

Del análisis de las materias que han sido objeto de reforma en los
últimos años, es posible extraer la conclusión de que el avance que
se ha logrado en la formulación de un nuevo Derecho de Familia
adecuado a los compromisos asumidos por nuestro país a nivel
internacional, se ha plasmado únicamente en el aspecto sustantivo,
es decir, en cuanto a los derechos y deberes de los distintos
miembros de la familia, a la regulación de las relaciones familiares y
a las normas que tienden a proteger y a favorecer la vida familiar.
En cambio, desde el punto de vista procesal, no se aprecia avance
alguno. Es decir, el tratamiento judicial de los conflictos familiares
no ha sido tocado por la tendencia modernizadora 8.

Esta falta de concordancia entre los aspectos sustantivos y los


procesales del Derecho de Familia, genera un efecto perverso: quita
eficacia a los cambios introducidos en el primero y fortalece la
percepción social en torno a que las reformas legales son asuntos
meramente teóricos que sólo interesan a parlamentarios y a juristas
pero que no alcanzan al ciudadano común que, enfrentado a la
práctica judicial, no percibe cambio alguno.

La Comisión Nacional de la Familia, creada durante el gobierno del


Presidente Aylwin, identificó este desequilibrio en su informe final
del año 1993, al señalar que muchos de los problemas detectados
en el orden familiar apuntan al acceso a la justicia 9. Entre los
factores que inciden en la ineficacia del sistema judicial para
resolver cuestiones que se promueven en el ámbito familiar, la
Comisión señaló10:

a) El atochamiento del sistema.

b) La gran dispersión de reglas, procedimientos aplicables y


tribunales competentes en los asuntos de familia.

c) La inexistencia de tribunales especializados.

d) La preponderancia de la lógica adversarial para el


tratamiento de los conflictos.

La Comisión planteó, además, como uno de los criterios que


deberían orientar un proceso de modificaciones legislativas que
recojan la multifacética y compleja realidad de las familias chilenas,
la revisión de las normas procesales, las cuales deberían ser
abordadas con un criterio de unidad, sobre la base de las
particulares características de aquellas cuestiones de connotación
familiar11.
El mensaje12 del Proyecto ratificó y amplió estas ideas de la
Comisión. El diagnóstico que realizó acerca de la problemática de
familia es el de una absoluta asimetría entre las transformaciones
políticas y sociales que el país ha experimentado en las últimas
décadas y el estado de sus instituciones jurisdiccionales, el cual se
manifestaría tanto desde un punto de vista cuantitativo, ya que
nuestro sistema de administración de justicia presentaría una
incapacidad estructural para hacer frente al crecimiento del litigio,
como desde una perspectiva cualitativa, al existir una falta de
correspondencia entre los procedimientos previstos para producir
decisiones jurisdiccionales y la extrema diversidad de los conflictos
que comparecen ante la judicatura reclamando solución. Por
consiguiente, la solución al problema diagnosticado no pasaría sólo
por aumentar la capacidad del sistema para resolver conflictos sino
también por un cambio en el modo en que se resuelven los
conflictos, con miras a hacer de esas resoluciones decisiones
socialmente aceptadas y legitimadas.

Por otra parte, el Mensaje plantea que la modernización de la


judicatura competente para conocer de los asuntos de familia, no es
una iniciativa aislada sino, por el contrario, se enmarca dentro de un
proyecto sistemático de desarrollo de las instituciones
jurisdiccionales, cuyo aspecto más importante lo constituye la
reforma del sistema procesal penal13.

La Indicación, por su parte, no añade nuevos elementos al análisis


anterior y, por el contrario, reafirma la idea de la existencia de un
consenso nacional en torno a la necesidad de crear los Tribunales
de Familia, haciendo suyos los fundamentos, objetivos y contenidos
del Proyecto14.
La conclusión en torno a que la creación de los Tribunales de
Familia no constituye un proyecto aislado ni dentro del marco de las
reformas procesales ni dentro del de las reformas del derecho de
familia, contribuye, en mi opinión, a su análisis, desde que permite
visualizarlos como el puente que lleva el nuevo Derecho de Familia
a la práctica de los Tribunales.

Pero, habiendo comprobado, tanto en el plano internacional como


en el nacional, que existe el imperativo de crear una judicatura
especial para los asuntos de familia, cabe cuestionarse acerca del
fundamento de este imperativo. En mi concepto, nace por dos
razones: en primer lugar, por la especial naturaleza que tiene el
conflicto familiar, y en segundo, por la intervención, directa o
indirecta, de niños en él.

El conflicto familiar se caracteriza por la posición en que se


encuentran las partes durante su desarrollo y una vez concluido. El
que las partes tengan alguna relación jurídica previa al surgimiento
de la controversia, no tiene nada de particular, desde que esta
característica constituye, por ejemplo, la base de la responsabilidad
contractual. El conflicto entre arrendatario y arrendador por la época
de restitución del inmueble supone el nexo del contrato de
arrendamiento entre ellos. Sin embargo, durante el transcurso de la
contienda judicial, ninguno de ellos está obligado a prestar
protección personal al otro, ni a proveerlo de alimentos, ni a
compartir un hogar común. Asimismo, si se declara la terminación
del contrato de arriendo, desaparece, al menos para el futuro, el
nexo primitivo que unía a las partes del conflicto y, por lo tanto,
arrendador y arrendatario dejan de ser tales. Parece innecesario
agregar, a continuación, que un padre o una madre, no pierden tal
condición por la dictación de una sentencia.

Las particularidades de la problemática familiar imponen la


necesidad de buscar nuevos enfoques para su tratamiento que, tal
como ya se expresaba, logren una debida correspondencia entre su
naturaleza y la decisión jurisdiccional respectiva.

En este contexto, y como respuesta al criterio individualista y lineal


propio de nuestro Derecho, surge una epistemología sistémica que
ve en la familia un conjunto de sistemas yuxtapuestos. Encontramos
el sistema conyugal, el parental y el filial. Ante un quiebre
matrimonial, no cabe duda que el sistema conyugal o marital se
desintegra. Pero el parental, marido y mujer en sus respectivos
roles de padre y madre, se mantiene intacto. La forma de
intervención del órgano jurisdiccional será determinante para
favorecer o por el contrario, entorpecer, la subsistencia del sistema
parental.

La concepción sistémica constituye una perspectiva diferente y


eficaz frente a aquellas de inspiración individualista y lineal que
hasta ahora se utilizaron, habitualmente, en la explicación y
resolución de la problemática familiar relacionada con la ruptura
matrimonial y sus incidentes conexos, como son tuición, alimentos,
relaciones con el padre privado de la tuición, etc. 15 .

En la concepción individual, propia de nuestro derecho, se favorece


al individuo como centro de la imputación de derechos y
obligaciones. Si a ello unimos una causalidad lineal, tenemos que
siempre existirá una víctima y un victimario, un inocente y un
culpable. De esta manera, se privilegia el litigio por sobre el acuerdo
porque se trata, en último término, de defender derechos
individuales afectados, relegando a un segundo plano el interés de
la familia como unidad. La ley contempla sus resguardos para una
familia rota, no para una familia transformada, de manera que de los
padres sólo uno podrá seguir funcionando como tal, mientras el otro
quedará relegado a la pobre categoría de visitante. Pareciera que al
existir litigantes y culpables dentro de la familia, ella pierde parte de
su respetabilidad, reduciendo las posibilidades de que tome sus
propias decisiones, las cuales serán ahora reemplazadas por la
sentencia del Juez.

Según la concepción sistémica en cambio, la imputación de


derechos y obligaciones está centrada en la familia como totalidad.
A consecuencia de ello, ninguna solución a un conflicto podría
importar la defensa de los derechos de uno y al mismo tiempo, el
atentado a los intereses de todos. Abandonando el esquema de
culpables y víctimas, y considerando que en sistemas que
interactúan con causalidad circular, las conductas son meras
respuestas a otras conductas y por lo tanto, las responsabilidades
son necesariamente compartidas, se revaloriza el acuerdo,
relegando a un plano secundario al litigio. Esta concepción
sistémica moderna nos aleja de la terrible sensación que cuando las
personas "ganan" un juicio de familia, se ha perdido definitivamente
la posibilidad de arribar a una solución satisfactoria de sus
problemas.

El segundo factor determinante para intentar explicar la necesidad


de una jurisdicción especial y especializada para los conflictos de
familia, es la intervención de niños en él, entendiendo por tales, a
todo ser humano menor de 18 años (art. 1 CIDN), sujeto de plena
dignidad humana con la particularidad de su potencialidad en
cuanto al ejercicio de sus derechos.

En derecho comparado, es posible distinguir dos sistemas de


protección o tutela de los niños: en un extremo, encontramos el
sistema francés de control familiar, y en el otro, el sistema alemán
de autoridad16, que se distinguen por la legitimación de la
intervención estatal en el ámbito familiar. De acuerdo con el
primero, la familia es la que tiene el control de la potestad de tutela
y cuidado de los niños. En este sistema, se prefiere la
supervigilancia que ejerce la propia familia a la intervención del
Estado o del poder público. Por el contrario, en el sistema de
autoridad, la obligación general de tutela de los niños está
entregada al Estado, quien la ejerce a través de los Tribunales de
Justicia. Es decir, la intervención pública está legitimada en una
amplia gama de materias de índole familiar.

En cuanto al sistema de protección de la niñez en Chile, es posible


distinguir tres etapas que se suceden cronológicamente,
caracterizadas por un aumento sucesivo de la intervención del
Estado. En la primera de ellas, la normativa aplicable al niño era la
del Código Civil que se inspiraba en un afán de protección
patrimonial del niño. No se trataba de un conjunto orgánico de
normas sino de algunas reglas especiales, aplicables durante el
período intermedio en que el menor llegase a la mayoría de edad.
El código confiaba en el buen criterio del padre para manejar todo lo
concerniente a la vida y a los bienes del hijo. Sólo en este último
plano, el patrimonial, existían algunas normas de control, quedando
el aspecto moral entregado enteramente al ámbito privado. Es decir,
frente al padre, el hijo constituía más un objeto que un sujeto de
derechos17.

Con la entrada en vigencia de la ley N° 4.447 de 1928, antecesora


de la actual Ley de Menores18, se implanta en nuestro país la
doctrina de la "situación irregular". De acuerdo con ella, el
destinatario de la ley especial de menores, aplicable
preferentemente por sobre el Código Civil, es el menor en situación
irregular, o, lo que es lo mismo, el menor enfrentado a un riesgo
material o moral. Es decir, la ley no está destinada a la generalidad
de los niños para quienes sigue vigente la tutela familiar, sino sólo
para aquellos que se encuentren en una situación excepcional de
desprotección. Es justamente esa desprotección la que posibilita la
intervención estatal a través de los Tribunales. Por consiguiente, en
esta etapa, el sistema tutelar nacional se acerca al sistema de
autoridad, en que la intervención estatal se justifica, más que en el
afán de reconocer los derechos de los niños, en la protección de la
sociedad frente a estos "menores problema".

La tercera etapa dentro de la protección de menores en Chile,


marca su inicio, al menos teóricamente, con la entrada en vigencia
de la CIDN en el año 1990. El Derecho Internacional, y
especialmente esta Convención, irrumpe con una nueva tesis: el
niño como sujeto de derechos que puede hacer valer tanto frente a
sus padres como frente a terceros, respaldado por una normativa
orgánica y completa cuyo destinatario es el niño, sin apellidos de
ninguna clase. Esto es lo que se conoce como Doctrina de la
Protección Integral del Menor19.
Actualmente, y mientras nuestros legisladores no adecuen la
normativa interna a la de la CIDN, en la práctica coexisten dos
visiones contradictorias sobre la intervención del Estado en la
problemática de la niñez. Ello trae como consecuencia, la
vulneración de ciertos derechos esenciales del niño. A modo de
ejemplo, y en relación con nuestro tema procesal, es altamente
dudoso que el actual procedimiento en materia de menores cumpla
con las garantías del debido proceso 20. En la lógica de la situación
irregular, siendo el Estado el llamado a tutelar al menor en riesgo
social, es imposible reconocer que entre ese órgano tutelar y el ente
tutelado se genere un conflicto jurídico. De allí, que el procedimiento
de menores sea sin forma de juicio y que el niño no tenga la
posibilidad de oponerse a las resoluciones de los Tribunales 21.

Como conclusión, la intervención directa o indirecta de niños en los


conflictos de familia y el rol que a éstos les corresponde jugar en
ellos, protagónico en el sistema de protección integral recogido del
Derecho Internacional o secundario, según la actual Ley de
Menores, configura el carácter especial de este tipo de
controversias, determinando la necesidad de crear Tribunales
especializados en el tema22.

En cuanto a las metas perseguidas por el Proyecto, la Indicación


recoge, como ya se señalara, tres de los cuatro objetivos generales
de "política pública de justicia" originalmente planteados 23:

1. Lograr la inmediación entre los jueces y los justiciables a


través de un procedimiento que privilegie la oralidad por sobre
la escrituración, generando el efecto de dar mayor publicidad
e imparcialidad al juicio.
2. Aumentar el acceso a la justicia, especialmente de los
sectores que por razones socioeconómicas han estado
mayoritariamente excluidos de ella.

3. Consagrar un procedimiento en que las soluciones no


adversariales o cooperativas del conflicto familiar primen por
sobre las adversariales.

II. ANÁLISIS PARTICULAR DE LA INDICACIÓN EN CIERTOS


ASPECTOS

A continuación, se analizará la normativa de la Indicación referida a


la estructura y composición de los Tribunales de Familia, a su
competencia, procedimientos aplicables y vías de solución
alternativa de conflictos previstos, con la finalidad de determinar
cómo a través de ella se pretenden concretar los objetivos
generales planteados.

1. Estructura y composición de los Tribunales de Familia

La primera cuestión que surge es la relación que existe entre los


Tribunales de Familia que se pretenden crear y los Juzgados de
Menores actualmente existentes. Los primeros se crean a partir de
la transformación de los segundos, es decir, ambos no están
destinados a coexistir en el tiempo (art. 143 de la Indicación 24). La
Indicación contempla un régimen transitorio de instalación de los
Tribunales de Familia y, consecuentemente, de vigencia de los
Juzgados de Menores.

En cuanto a la estructura orgánica de los nuevos Tribunales de


Familia, ella debe satisfacer una serie de exigencias dirigidas hacia
una mayor efectividad en la labor jurisdiccional. Por una parte, se
plantea el requerimiento de un Tribunal cuya composición permita
una adecuada respuesta a las particularidades del conflicto familiar
que ya se describieron. Ello exige que la jurisdicción de familia sea
interdisciplinaria, en el sentido que el Tribunal cuente con asesoría
de expertos en otras áreas sociales, con el objeto de entregar
soluciones integrales y no parciales a las controversias. Y por otra
parte, se reconoce el imperativo de un Tribunal que desde el punto
de vista netamente práctico, funcione en forma eficiente.

Al primer requerimiento, que mira esencialmente a la respuesta


propiamente "jurisdiccional" que los Tribunales de Familia den a un
conflicto, la Indicación responde con una estructura orgánica donde,
además de los jueces, cuyo número varía entre 2 y 9, se distinguen
un Consejo Técnico, un administrador y una planta de oficiales de
Secretaría (art. 1).

En cuanto al Consejo Técnico, y siguiendo las tendencias del


derecho comparado25, constituye éste un cuerpo de asesoría
especializado que pone a disposición del Juez, la visión
interdisciplinaria necesaria para resolver. Su labor es asesorar a los
Jueces en el análisis de los hechos y situaciones relacionadas con
los asuntos de que conocen y en cualquier otra materia de su
especialidad en que el juez lo solicite, así como en la adopción de la
resolución que mejor convenga a los intereses permanentes del
grupo familiar (art. 4 inciso 2).

La Comisión de Familia de la Cámara había introducido dos


importantes modificaciones al Proyecto relativas al Consejo Técnico
y que fueron tomadas por la Iniciativa:
1. La ampliación de su composición, originalmente de
sicólogos y asistentes sociales, incorporando a orientadores
familiares26 (art. 5).

2. La eliminación del carácter público de los informes y


opiniones del Consejo Técnico, argumentando que dicho
carácter podría atentar contra el derecho a la privacidad de las
personas, al estar los informes normalmente referidos a
cuestiones del ámbito familiar 27, coincidentemente con lo
dispuesto por el artículo 16 de la CIDN respecto del derecho a
la intimidad del niño y de su familia. Se sustituyó entonces, la
publicidad por la obligación del Tribunal de poner en
conocimiento de las partes, durante las audiencias, el
contenido de los informes28 y en esos términos reguló la
Indicación esta materia (art. 4 inciso 3). Vemos enfrentados
aquí dos principios: por una parte, la publicidad que fomenta
la transparencia del órgano asesor y, por otro, la garantía
constitucional del respeto y protección a la vida privada de las
personas (art. 19 N°4) que la instancia jurisdiccional no puede
vulnerar.

Al segundo requerimiento, que apunta a la efectividad de la


actividad jurisdiccional, la Indicación responde con la instauración
de un Tribunal unipersonal de composición múltiple. Es decir, cada
Tribunal de Familia constituirá una unidad jurisdiccional compuesta
por un número variable de jueces, cada uno de los cuales detentará
indistinta y separadamente la potestad jurisdiccional plena (arts. 1 y
2). Frente a los beneficios que presenta el órgano colegiado, a
saber, posibilidad de deliberación entre los miembros del Tribunal y
de distribución de las cargas de trabajo 29, se opta por continuar con
el Tribunal unipersonal, como es actualmente, pero introduciendo la
variable de la composición múltiple.

A través de esta nueva composición del Tribunal, habrá un ahorro


sustancial de medios humanos y físicos puesto que con una misma
estructura administrativa, funcionarán varios Jueces al mismo
tiempo, solucionando de paso el problema endémico de
acumulación de causas que generan retraso en la labor
jurisdiccional30.

Una importante modificación que contempla la Indicación con


respecto al Proyecto, es que ella misma fija el número de Tribunales
a crearse (art. 3), y que ascenderá a 41, y el número de jueces que
los integrarán en cada caso.

El Proyecto regulaba en su Párrafo Tercero, la figura del


Administrador del Tribunal. Su finalidad primordial era desligar al
Juez de toda la gestión de administración y finanzas, de tal manera
que pudiera dedicar el máximo de tiempo a la labor propiamente
jurisdiccional. El administrador sustituía de esa forma al actual
Secretario quien, en la práctica, lleva la carga de las labores
administrativas en los Juzgados de Menores. Si bien parecía
indudable la necesidad de crear el cargo de Administrador del
Tribunal31, su inserción dentro de la estructura organizativa del
Tribunal de Familia no resultaba del todo armónica. A modo de
ejemplo, según el art. 8 N° 3 del Proyecto, el administrador debía
elaborar el sistema de distribución de causas entre los distintos
jueces y de acuerdo con el art. 14, sería de su cargo la distribución
de las tareas que correspondan a los oficiales de Secretaría.
Partiendo de la base que el Administrador era un profesional
experto en áreas de administración o finanzas y no en materias
jurídicas, surgía la razonable duda acerca de su capacidad para
ordenar la labor interna relacionada con la tarea jurisdiccional.

La indicación, en cambio, no contempla un régimen especial para el


Administrador por cuanto el nuevo Código Orgánico de Tribunales,
promulgado en el contexto de la reforma procesal penal, regula su
figura y la organización administrativa del tribunal (artículos 398 y
siguientes).

2. Competencia de los Tribunales de Familia

El análisis comparativo del artículo 6 de la Indicación en relación


con el actual art. 26 LM, que fijan las materias de competencia de
los Tribunales de Familia y del Juez de Menores, respectivamente,
indica que pueden distinguirse cuatro grupos de asuntos:

1. Aquellos que siendo actualmente de competencia de los


Juzgados de Menores, lo son también de los Tribunales de Familia.

2. Aquellos que actualmente son de competencia de los Juzgados


de Menores en forma parcial y que se incorporan a la competencia
de los Tribunales de Familia íntegramente.

3. Aquellos que siendo actualmente de competencia de los


Juzgados de Menores, son excluidos de la competencia de los
Tribunales de Familia.

4. Aquellos que no siendo actualmente de competencia de los


Juzgados de Menores lo son, sin embargo, de los Tribunales de
Familia.
1. Materias que siendo actualmente de competencia de los
Juzgados de Menores, lo son también de los Tribunales de Familia

1.1 Los asuntos relativos al cuidado personal de los menores


(art. 6 n° 1 en relación con art. 26 n° 1LM).

1.2. En lo relativo al derecho y deber de los padres que viven


separados de sus hijos de mantener una relación directa y
personal con estos últimos (art. 227 CC), concepto que de
acuerdo con la nueva ley de filiación reemplazó al
denominado "derecho de visitas" (art. 6 n° 2 en relación con el
art. 26 n° 1LM). Si bien esta no era una materia enumerada
separadamente en la LM, se desprendía del numeral 1
referido a la tuición. En efecto, y de acuerdo con el art. 48 LM,
cada vez que se someta a la decisión del Juez la
determinación de la persona a quien corresponderá ejercer el
cuidado personal del menor, y no se debatiere la forma en la
que éste se relacionará con el padre o madre que quede
privado de su cuidado personal, el Juez de oficio deberá
pronunciarse sobre el punto.

1.3 En todo lo que diga relación con el ejercicio, suspensión o


pérdida de la patria potestad y la emancipación (art. 6 n° 4 en
relación con el art. 26 n° 1LM).

1.4 En materia de adopción (art. 6 n° 5 en relación con art. 26


n° 5LM). En este caso, la intervención del Tribunal debe
adecuarse a las normas de la nueva ley de adopción.

1.5 En materia de salida de menores al extranjero (art. 6 n° 6),


situación que si bien no está enumerada en el art. 26,
contempla la intervención del juez en el art. 49 de la misma
LM.

1.6 En los disensos para el matrimonio (art. 6 n°7 en relación


con el art. 26 n°4 LM).

1.7 En las causas sobre maltrato de menores y de parientes


incapaces. La referencia a estos últimos fue agregada por la
Comisión al Proyecto y recogida por la Indicación. (art. 6 n° 15
en relación con el art. 26 n° 12 LM).

1.8 Sobre adopción de medidas de protección de los derechos


de los menores de edad y de los derechos eventuales del que
está por nacer. La referencia a estos últimos fue agregada por
la Comisión y recogida por la Indicación (art. 6 n° 16 en
relación con el art. 26 n° 9 LM).

2. Materias que actualmente son de competencia de los Juzgados


de Menores en forma parcial y que se incorporan a la competencia
de los Tribunales de Familia íntegramente.

Respondiendo al objetivo específico en orden a que la jurisdicción


especializada constituida por los Tribunales de Familia deba
conocer de todas las materias que puedan afectar a las familias, de
manera que aquellas que se encuentran en conflicto no deban
iniciar varios procedimientos distintos y ante Tribunales diferentes
para resolver los asuntos que los involucran y que tienen, en
definitiva, un mismo origen32, la Indicación entrega a los Tribunales
de Familia el conocimiento íntegro de las siguientes materias:
2.1 Las causas de alimentos (art. 6 n° 3 en relación con el art.
26 n° 2 LM). Desaparece, por consiguiente, la distinción entre
alimentos que deben demandarse ante el Tribunal de Mayor
Cuantía y aquellos que se solicitan ante el Juzgado de
Menores.

2.2 Los procedimientos sobre guardas (art. 6 n° 9 en relación


con art. 26 n° 6 LM).

Por consiguiente, todos los procedimientos contemplados en los


artículos 838 y siguientes del Código de Procedimiento Civil,
deberían tramitarse ante los Tribunales de Familia.

3. Materias que siendo actualmente de competencia de los


Juzgados de Menores, son excluidos de la competencia de los
Tribunales de Familia.

Señalé, a propósito de los objetivos generales perseguidos por la


Indicación, que ésta había recogido tres de los cuatro objetivos
planteados por el Proyecto. El objetivo desechado fue el de
Instaurar un órgano jurisdiccional con competencia para conocer de
las infracciones juveniles a la ley penal, con un procedimiento que
cumpla con las garantías del debido proceso33.

En pos de ese objetivo, el art. 17 n° 17 del Proyecto,


coincidentemente con lo previsto en el art. 26 n° 8 LM, entregaba al
conocimiento de los Tribunales de Familia los asuntos relativos a
faltas, crímenes y simples delitos en que hubieren menores sin
discernimiento inculpados y en la expedición de la declaración
previa sobre si el mayor de 16 y menor de 18 años hubiere obrado o
no con discernimiento.
En la discusión que se generó dentro la Comisión de Familia en
torno a la determinación del tribunal competente para las
infracciones juveniles a la ley penal quedó de manifiesto que existen
distintas posiciones al respecto, a saber:

A. Los Tribunales de Familia no deben tener el conocimiento


de las infracciones juveniles a la ley penal pues, por
disposición expresa del Art. 40 n° 3 de la CIDN, nuestro país
está obligado a tener leyes, procedimientos, autoridades e
instituciones "específicos" para los niños inculpados de
infracciones a leyes penales. En consecuencia, no pueden los
tribunales de competencia general, conocer de estas
materias, que de intervenir mayores, calificaríamos de
penales34 .

B. Para la otra posición, desde un punto de vista doctrinario,


no se estaría vulnerando la CIDN al quedar entregada esta
materia infraccional a los Tribunales de Familia. Ello atendido
a que, a diferencia de lo que ocurre en nuestra actual
legislación de menores, en el proyecto están claramente
diferenciadas la vía de competencia proteccional, referida a
los derechos amenazados o vulnerados de los niños, y la vía
infraccional, destinada a determinar la responsabilidad y
atribución de consecuencias por infracciones de la ley penal
cometidas por niños. Y esta diferenciación se produce por la
consagración de la prohibición que un mismo juez conozca
"de los asuntos de protección de menores y de los asuntos
relativos a crímenes y simples delitos en que aparezcan
menores inculpados", según el artículo 4 del Proyecto.
En lo que sí hubo consenso, fue en la necesidad de adecuar el
procedimiento al que están sometidos los menores infractores.
Existiendo la clara distinción y separación entre la situación de
estos menores y la de los niños en situación de abandono, riesgo o
simple mala conducta, debe propenderse a la consagración de un
debido proceso para los primeros. Como ya se anticipó, en la actual
LM no se distingue entre infractores y no infractores, porque si bien
se reconoce la diferencia objetiva entre la participación de un niño
en hechos delictivos y no delictivos, al momento de establecer las
consecuencias jurídicas de estos hechos, la ley no distingue y el art.
30 de la misma ley, autoriza que en ambos casos se les apliquen
las medidas del art. 2935 .

Por otra parte, la ausencia de una división clara entre lo


proteccional y lo infraccional de nuestra actual normativa, queda de
manifiesto en el hecho que ambas materias, están sujetas al mismo
procedimiento. En efecto, no existiendo contienda, de acuerdo con
el art. 34 LM, el procedimiento será verbal y sin forma de juicio,
dictando el Juez sus resoluciones con conocimiento de causa. Es el
Juez por lo tanto, quien ordena el procedimiento. La falta de un
verdadero "juicio" engarza perfectamente dentro de la lógica del
sistema tutelar chileno, porque si el Juez está llamado a proteger
los derechos de los niños, es imposible que sus intereses y los del
menor sean contrapuestos y consecuencialmente, este menor no es
parte del proceso, carece del derecho a la defensa jurídica y no
dispone de recursos en contra de las resoluciones del Juez 36.
Pensemos sólo en la envergadura de la medida de internación que
puede aplicar el Juez de Menores y que constituye una restricción
de la libertad personal del niño. Mirado desde su punto de vista,
como sujeto de derechos, ni la propia Constitución al consagrar la
garantía de la libertad personal contempla una excepción como
esta, inspirada en la "protección" de un menor.

Por lo tanto, la aspiración en este punto consistía en que los


Tribunales de Familia pudiesen tomar sobre sí el conocimiento de
las infracciones juveniles a la ley penal en el marco de un
procedimiento que satisfaga plenamente las garantías del debido
proceso.

La Indicación, sin embargo, abandona la tesis anterior y sigue la


tendencia contraria a la del Proyecto, excepcionando del
conocimiento de las infracciones juveniles a la ley penal a los
Tribunales de Familia, para preservar la naturaleza civil de los
mismos y regularla en forma distinta, adecuando la legislación
nacional a la CIDN37.

Concordantemente con la línea seguida por la Indicación y en el


marco de la reforma procesal penal, el anteproyecto de ley sobre
Responsabilidad de los Adolescentes por Infracciones a la Ley
Penal38 señala que existirá un sistema de justicia especializado para
la persecución, defensa, conocimiento, juzgamiento y ejecución de
las infracciones cometidas por adolescentes a la ley penal (art. 17).

No queda claro el fundamento de este cambio de perspectiva del


Ejecutivo, sobre todo, considerando que la reforma procesal penal
ya estaba en marcha al momento de presentarse el Proyecto y que
incluso el Mensaje del mismo hace referencia expresa a ella 39.
4. Materias que no siendo actualmente de competencia de los
Juzgados de Menores lo son, sin embargo, de los Tribunales de
Familia.

En este grupo de asuntos quedan comprendidos:

4.1. Las acciones de estado civil de las personas (art. 6 n° 8).


Emanando el estado civil de las relaciones de familia de los
individuos, era evidente que el conocimiento de las acciones
que lo protegen debía entregarse a los Tribunales de Familia.
La nueva ley de filiación no especificó el Tribunal competente
para conocer de las acciones de filiación y por consiguiente,
se ha entendido que ellas siguen dentro de la competencia de
los Tribunales Ordinarios de Mayor Cuantía40.

4.2. Los procedimientos de interdicción (art. 6 n° 10). Esta es


una materia ligada a los procedimientos sobre guardas que
como ya se dijo, quedan entregados en su integridad a los
Tribunales de Familia. En efecto, en el caso de disipadores,
de dementes y de sordomudos que no pueden darse a
entender por escrito, el trámite previo a la designación del
curador es la declaración de interdicción. Estos juicios no
tienen un procedimiento especial asignado y por consiguiente,
se tramitan de acuerdo al juicio ordinario 41. Sea que
intervengan o no menores, serán de competencia de los
Tribunales de Familia.

4.3. Los asuntos que se susciten entre cónyuges (precisión


esta última que había introducido la Comisión al Proyecto),
relativos al régimen patrimonial del matrimonio y los bienes
familiares (art. 6 n° 11). La Indicación desglosa estas materias
en las siguientes: separación judicial de bienes (si bien el
Proyecto no se refería expresamente a ella, se entendía
implícita en su art. 17 N°11), autorizaciones judiciales en
materia de matrimonio, bienes familiares, administración de la
sociedad conyugal, en las causas sobre declaración y
desafectación de bienes familiares y autorizaciones judiciales
de actuaciones de la mujer casada en sociedad conyugal,
cuando no tiene la administración de la misma.

El Proyecto exceptuaba las materias derivadas de la sucesión


por causa de muerte y la liquidación de la sociedad conyugal y
la Comisión había agregado a dicha excepción, los asuntos
derivados de las donaciones entre vivos, que siguen las reglas
de la sucesión por causa de muerte42. Estas excepciones
fueron eliminadas por la Indicación y por consiguiente,
quedarían también incorporadas a la competencia de los
Tribunales de Familia.

En relación con los bienes familiares, es conocida la amplia


crítica que generó la forma de constitución ideada por la ley
19.335 de los bienes familiares. Al requerir declaración judicial
en un procedimiento contencioso, aun cuando los cónyuges
estén actuando de mutuo acuerdo, se desnaturalizó la
institución43. Al menos, radicando la competencia para su
declaración en el Tribunales de Familia, se contextualiza en
algo este procedimiento judicial.

4.4. Las materias sobre divorcio (art. 6 N° 12). Actualmente, la


acción de divorcio, sea perpetuo o temporal, se deduce ante
el Tribunal de Mayor Cuantía que corresponda, con la
diferencia que el juicio de divorcio perpetuo se somete a las
reglas del procedimiento ordinario, mientras el de divorcio
temporal, a las del procedimiento sumario (arts. 753 y 754
Código Procedimiento Civil). Si bien el divorcio no afecta el
vínculo matrimonial, es evidente su repercusión dentro del
ámbito familiar. Desde ya, la separación de cuerpos entre los
cónyuges o la separación de bienes que genera
específicamente el divorcio perpetuo, afectarán
sustancialmente las relaciones personales y patrimoniales del
sistema marital tanto como del parental.

Junto a las materias relativas al divorcio, el Proyecto


entregaba competencia a los Tribunales de Familia para
conocer de los procedimientos sobre nulidad de matrimonio,
con excepción de aquellos que se funden en las causales
señaladas en el art. 31 de la Ley de Matrimonio Civil (art. 17
n° 13). Por lo tanto, quedaban exceptuados los juicios de
nulidad basados en el incumplimiento de las solemnidades del
matrimonio, es decir, en la incompetencia del Oficial del
Registro Civil o en la inhabilidad o falta del número de testigos
exigidos por la ley. De acuerdo con lo expresado por los
representantes del Ejecutivo ante la Comisión de Familia de la
Cámara, la razón de fondo que llevó a establecer esta
excepción a la competencia de los Tribunales de Familia, fue
que dichos tribunales no tuvieran participación en los juicios
fraudulentos de nulidad de matrimonio en que se invoca la
inobservancia de las solemnidades del matrimonio,
especialmente, la de la incompetencia del Oficial. Por esta vía,
se quiso "velar por la honestidad y credibilidad de estos
nuevos órganos"44. A contrario sensu, estos representantes
sostenían, entonces, que los Juzgados de Letras de Mayor
Cuantía que actualmente conocen de estos procesos son
deshonestos y carentes de credibilidad, arrastrando en esta
misma calificación a las Cortes de Apelaciones que conocen
de las sentencias de nulidad de matrimonio vía trámite de
consulta.

Resalta la falta de rigurosidad jurídica aplicada en la materia.


En efecto, de las normas sobre nulidad de matrimonio
contenidas en la Ley de Matrimonio Civil, ninguna permite
concluir que la causal de inobservancia de las solemnidades
esté sujeta a normas distintas a las que rigen las demás
causales taxativas de nulidad y por consiguiente, no existen
argumentos de fondo que justificaren la excepción planteada
por el Ejecutivo. En definitiva, pareciera que atacando los
efectos y no la causa de un problema y haciendo una
distinción sin ninguna base jurídica, se pretendía salvar el
"honor" de una nueva institución.

La Comisión de Familia estimó improcedente la excepción


planteada por el Ejecutivo y decidió eliminarla argumentando
que "el Parlamento no tiene por qué presumir que los
Tribunales de Familia vayan a prestarse para seguir
otorgando facilidades para que se continúe utilizando un
procedimiento de nulidad matrimonial viciado como el que hoy
existe"45 . Es decir, aparentemente la opción seguida consistía
en trasladar la responsabilidad de regularizar la situación
actual de las nulidades de matrimonio desde el ámbito
legislativo a la esfera judicial.
La Indicación excluye de la competencia de los Tribunales de
Familia todas las causas sobre nulidades de matrimonio,
argumentando que en esos casos se requiere de un
pronunciamiento judicial recaído en aspectos técnico-jurídicos
más propios de la justicia civil que de la de familia 46.
Efectivamente, en las causas sobre nulidad, el Juez analiza la
concurrencia de los requisitos de validez del contrato de
matrimonio y en ese sentido existe el tal pronunciamiento
"técnico-jurídico". Sin embargo, esta fundamentación
pareciera ceder, en mi concepto, ante uno de los principios
inspiradores de la idea de una judicatura especializada en
asuntos de familia: que un solo órgano reúna la competencia
integral para conocer de los conflictos que reconocen su
origen en las relaciones familiares. Porque, de seguirse la
propuesta de la Indicación, la demanda de nulidad de
matrimonio se presentaría ante el Juez de Letras de Mayor
Cuantía y la de sus asuntos conexos, alimentos, tuición,
visitas, régimen patrimonial, etc., ante el Tribunal de Familia.

4.5. En directa relación con el divorcio y con la nulidad de


matrimonio, la Indicación entrega a estos tribunales el
conocimiento de las cuestiones previas a la declaración de
divorcio y de nulidad de matrimonio establecidas en artículo
140, es decir, los asuntos relativos a la tuición y visitas de los
hijos comunes, al régimen patrimonial del matrimonio, a los
bienes familiares y a la situación alimentaria de los miembros
de la familia que tuvieren derecho a alimentos,
estableciéndose la forma de llegar a dicha solución (nuevos
arts. 26 bis y 35 bis). Esta reforma pretende lograr que la
situación de los hijos esté completamente resuelta una vez
decretado el divorcio o la nulidad del matrimonio de sus
padres.

El actual art. 755 del Código de Procedimiento Civil contempla


la posibilidad de que se determine a quién corresponderá la
tuición de los hijos y su régimen de visitas, en la nomenclatura
antigua, durante el juicio de divorcio o nulidad, como incidente
separado del asunto principal. Sin embargo, esta norma tiene
escasa aplicación práctica por la dualidad de tribunales
competentes.

4.6. Los asuntos a que dé lugar la aplicación de la ley N°


19.325 que establece normas sobre procedimiento y
sanciones relativos a los actos de violencia intrafamiliar (art. 6
n° 14). Recordemos que con esta ley, se dio un gran paso
adelante, al sacar de la esfera privada la violencia, física o
sicológica, dentro de la familia y trasladarla al plano de la
tutela jurídica47. En su exposición ante la Comisión de Familia,
la entonces ministra de Justicia, Soledad Alvear, recordó que
uno de los puntos más conflictivos en la tramitación de la ley
de violencia intrafamiliar, fue justamente la determinación del
Tribunal competente para conocer de esta materia 48.
Entregando este conocimiento a los Tribunales de Familia, se
retoma la idea original de que éste estuviera radicado en los
Juzgados de Menores, únicos especializados en controversias
de familia.
4.7. Por último, se hace explícito, que los Tribunales de
Familia tendrán competencia en todos los demás asuntos que
leyes generales o especiales les encarguen (art. 6 n° 17).

Como conclusión es posible afirmar que la competencia que


tendrán los Tribunales de Familia es mucho más amplia que la
que actualmente tienen los Juzgados de Menores, excluidas
las infracciones juveniles a la ley penal, pues a la gama de
materias que estos conocen, se agregan otras entregadas
actualmente a los Juzgados de Letras de Mayor Cuantía.
Desde el punto de vista de las materias entregadas a su
conocimiento, se logra entonces, el objetivo de reunir ante un
solo órgano jurisdiccional todas las materias familiares o que
tengan repercusión en la familia.

3. El procedimiento ante los Tribunales de Familia

Los problemas que se identificaban en el Proyecto relacionados con


el procedimiento actual eran su extrema escrituración, la alta
mediación entre el Juez y las personas que concurren ante él, lo
que se traduce en una importante actuación de los funcionarios no
letrados del Tribunal y la alta discrecionalidad del procedimiento 49.
El remedio que se pretende aplicar con el fin de que los Tribunales
de Familia estén en condiciones de dar una respuesta adecuada al
contencioso familiar, es muy similar a la fórmula utilizada por la
reforma procesal penal. En efecto, se trata de consagrar
procedimientos que favorezcan la inmediación entre los justiciables
y los jueces, instituyendo, en consonancia con el derecho
comparado, un procedimiento que enfatice la oralidad por sobre la
escrituración. El diseño corresponde a un procedimiento oral,
concentrado y desformalizado, en el que primarán los principios de
la inmediación, de la oficialidad y la búsqueda de soluciones
colaborativas entre las partes (art. 7)50.

Recordemos que según el art. 34 LM, el procedimiento ante los


Juzgados de Menores dependerá de la naturaleza del asunto de
que se trate: si es no contencioso, será verbal y sin forma de juicio,
y el Juez dictará sus resoluciones con conocimiento de causa. Si,
en cambio, existe contienda entre las partes o la resolución del Juez
es objeto de oposición, entonces resulta aplicable el procedimiento
sumario establecido por el Código de Procedimiento Civil, con las
modificaciones puntuales que señala la disposición citada.

En la Iniciativa y bajo el epígrafe "De los principios del


procedimiento" que da inicio al Título III "Del procedimiento", se
consagran algunas normas que, vistas en la perspectiva de los
objetivos perseguidos con el procedimiento, marcan definitiva y
perentoriamente el actuar del Juez. Especial mención merecen, a
mi parecer, los siguientes principios:

1. Tanto en la sustanciación del procedimiento como en la


interpretación de las normas, el Tribunal debe tener a la vista
que su objeto es el adecuado resguardo de los derechos
reconocidos por la ley y la más pronta y justa decisión de la
controversia (art. 10).

2. La figura del Juez es netamente activa. Ejerce sus


potestades de oficio, especialmente en dos sentidos: por una
parte, para adoptar en cualquier estado del proceso, todas las
medidas necesarias para llevarlo a término con la mayor
celeridad (art. 12); y por otro, para buscar vías de solución
que signifiquen mitigar la confrontación entre las partes,
privilegiando las soluciones colaborativas acordadas por ellas
(art. 13).

3. La inmediatez se asegura consagrando la nulidad insanable


de la delegación de funciones por parte del Juez (art. 11).

El proyecto contemplaba una expresa remisión al Derecho


Internacional de los Derechos Humanos, en cuanto al amplio y
profundo avance en garantías tanto sustanciales como procesales
para afrontar la problemática de la familia y de los menores. Se
consagra en el artículo 24 que al procedimiento de familia le serían
directamente aplicables las normas contenidas en los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Chile y
vigentes en concordancia con el art. 5 de nuestra Constitución. La
indicación no contempla una norma similar.

En el marco de los principios del procedimiento, la Indicación regula


4 procedimientos:

A. Procedimiento ordinario (arts. 25 y sig.)


B. Procedimientos especiales
B.1. Relativo a la aplicación de medidas de protección de los
derechos de los menores de edad (arts. 35 y sig.)
B.2. De violencia intrafamiliar (arts. 50 y sig.)
B.3. De los actos judiciales no contenciosos (arts. 67 y sig.)

El procedimiento ordinario se aplicará a todos los asuntos


contenciosos cuyo conocimiento corresponda a los Tribunales de
Familia y que no tengan un procedimiento especial contemplado
(art. 25). En este procedimiento ordinario, la demanda podrá ser
verbal, caso en el cual habrá que protocolizarla, o escrita (art. 26).
Presentada que sea, el Juez cita a las partes para dentro de los 15
días siguientes a la última notificación, a la denominada "audiencia
principal" (art. 27). A ella deberán asistir personalmente, sin perjuicio
de la presencia de sus representantes y deberán concurrir con los
antecedentes probatorios que avalen su pretensión (art. 28). En
esta audiencia se desarrollará todo lo que actualmente son las
distintas etapas del juicio: se contestará la demanda; se fijarán las
materias controvertidas que se someten a la decisión judicial y se
determinarán las pruebas a rendir, citando a los testigos, ordenando
informes, designando a los peritos, etc.; se resolverá todos los
incidentes; se propondrá a las partes que se sometan a la
mediación en aquellas materias en que es voluntario hacerlo; se
hará el llamado a conciliación; y; finalmente, una vez concluida al
audiencia principal, el Juez dictará la sentencia, explicitando
verbalmente sus fundamentos, pero con la obligación de entregar
copia escrita a las partes dentro de los cinco días siguientes (art.
32).

Sólo si la prueba rendida no fuere suficiente para resolver, el Juez


puede decretar, fundadamente, una nueva audiencia de carácter
complementario, que se desarrollará dentro de los 30 días
siguientes y en un solo acto (art. 29 n°6 y 31).

En cuanto a la prueba y a la forma de apreciarla, al Juez se le


entrega un alto grado de discrecionalidad desde dos perspectivas:

a. Por una parte, y abandonando el sistema de la prueba legal


o tasada, se faculta al Juez para apreciar la prueba de
acuerdo con las reglas de la sana crítica, es decir, de aquellas
en que el tribunal debe expresar las razones jurídicas y las
simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia en
cuya virtud le asigne valor o desestime la prueba (art. 21). El
Juez de Menores, bajo la actual ley, aprecia la prueba en
conciencia (art. 36 LM).

b. Además, el artículo 20 señala como medios de prueba


aceptados todos aquellos que obtenidos lícitamente, sirvan
para formar la convicción del Juez. Es decir, también se le da
un grado de libertad importante al tribunal en cuanto a los
medios de prueba en que funde su decisión.

4. Vías alternativas de solución de conflictos

La consagración de vías alternativas para la resolución del conflicto


constituye el sello distintivo de los nuevos Tribunales de Familia. Tal
como se señalara anteriormente, una de las orientaciones para el
Juez de Familia tanto en su proceder como en la resolución misma
de los conflictos, consiste en buscar alternativas tendientes a
mitigar la confrontación entre las partes, porque la especial
naturaleza del conflicto familiar y sus repercusiones en cada uno de
los miembros de la familia, como en su conjunto, aconsejan atacar
los problemas en su fase más temprana, de tal modo de minimizar
sus consecuencias.

En este sentido, la Indicación regula el sistema nacional de


mediación anexo a los Tribunales de Familia tanto en aspectos
sustanciales, como son los principios que la rigen, como en los
formales, referidos a procedimientos ante los mediadores. La
innovación respecto del Proyecto se presenta en cuanto a que se
abordan además, los aspectos orgánicos del sistema de mediación
(párrafos tercero a octavo del título V), los cuales debían ser
abordados por una ley especial, según lo señalaba el mensaje del
Proyecto51.

El Proyecto contempla el llamado a conciliación que el Juez podía y


debía realizar en el desarrollo del procedimiento ordinario. Sin
embargo, la conciliación no se concibió como la vía principal de
terminación cooperativa del conflicto, puesto que ella supone la
existencia de un conflicto que ya puso en marcha el aparato
jurisdiccional, cuando lo que se busca justamente es dejar la vía
judicial reservada sólo para aquellos conflictos donde no existe
solución conciliatoria alguna. Con ese objeto se consagra la
instancia de la mediación, entendida como aquel sistema de
resolución de conflictos no adversarial, en el que un tercero neutral,
sin poder coercitivo, ayuda a las partes a buscar, por sí mismas,
una solución a su conflicto (art. 71).

Se calcula que más del 80% de las causas de que conocen los
Juzgados de Menores corresponden a materias de tuición,
alimentos y al derecho de los padres e hijos que viven separados a
mantener una relación directa y personal52. Pues bien, es
justamente en esas tres materias en donde el proyecto establece la
instancia previa de mediación con el carácter de obligatoria (art. 74).

Por lo tanto, se puede concluir que la idea de fondo del


procedimiento ante los Tribunales de Familia es que éste sea la
última medida posible, una vez que ha quedado descartada la vía
no adversarial representada por la mediación.

Mirado desde ese punto de vista, el sistema se presenta mucho


más realista porque, considerando el abultado contenido de la
audiencia preliminar, y el número de causas que actualmente
conoce un Juzgado de Menores, necesariamente se concluye, con
un pesimismo justificado, que el modelo es inviable. Por el contrario,
incorporando al esquema la instancia de la mediación, el juicio pasa
a ser residual.

La mediación presenta muchas ventajas por sobre el procedimiento


judicial, fundamentalmente en materias de familia. Desde ya, es un
procedimiento que fortalece la autoestima y la validación social de
los participantes, lo que resulta especialmente importante en los
sectores de escasos recursos que presentan un bajísimo nivel de
acceso a la justicia. Además, tiene un importante componente
preventivo de situaciones de riesgo social al preocuparse del grupo
familiar en su totalidad.53 Por otra parte, es una vía relativamente
barata y probadamente eficiente. La mayoría de los mediadores
declaran tasas de éxito del 80 al 90%54.

El proyecto define lo que debemos entender por mediación. Es


decir, estamos frente a un procedimiento regido por técnicas
especiales y en el cual un tercero calificado y neutral, sin indicarle a
las partes la solución del conflicto, actúa estimulando y facilitando la
resolución del mismo.

En términos muy simples, el mediador y las partes, identifican


primeramente los puntos de acuerdo y de desacuerdo, luego
intercambian información objetiva relevante para el conflicto y por
último, intentan desarrollar soluciones mutuamente aceptadas. De
este procedimiento, y confrontándolo al procedimiento jurisdiccional,
cabe destacar lo siguiente:
1. Que las partes se encuentran en un plano de igualdad entre ellas
y también respecto del mediador. Es decir, este último no puede
imponer soluciones a las partes. De esta manera se logra que, a
diferencia del proceso judicial, las soluciones provengan de las
partes mismas y no del tercero, lo cual aumenta significativamente
los índices de cumplimiento voluntario de los acuerdos y el grado de
satisfacción de las partes por los mismos. Por ejemplo, en Canadá
se estableció que un 47% de los casos de tuición resueltos a través
de la mediación terminaron en tuición compartida mientras que de
los resueltos en el sistema jurisdiccional sólo el 5% llegaron a esta
solución. La legitimidad de la mediación proviene justamente del
hecho que el nuevo equilibrio entre las partes provino de ellas
mismas. En la solución final, su rol fue netamente activo. Siendo
ellas responsables de resolver la disputa, pueden controlar mejor el
resultado, adoptándolo para acrecentar al máximo sus intereses.
Por lo anterior, el mediador está obligado a procurar una situación
de igualdad de condiciones entre las partes y si no la logra
conseguir, debe finalizar la mediación (art. 78).

2. Que las partes son "dueñas" de la mediación, en el sentido que


de ellas solamente dependerá el destino de la misma. Basta que
cualquiera de ellas manifieste su intención de no seguir adelante
con la mediación para que ésta se dé por terminada (art. 79). Por
consiguiente, aun en las materias de mediación obligatoria, las
partes son libres para abandonar esta instancia. Iría contra la
naturaleza de la mediación que el juez o el mediador pudiese
obligar a los intervinientes a seguir en el proceso no adversarial.

La instancia de mediación está concebida en el proyecto en tres


niveles:
A. En las causas relativas a alimentos, tuición y visitas, la mediación
es anterior al procedimiento judicial y en carácter de obligatoria (art.
74). La secuencia que describe la ley, es la siguiente: presentada la
demanda recaída en cualquiera de estas materias de mediación
obligatoria, ella le será asignada a uno de los Jueces y se
mantendrá en suspenso mientras se lleva a efecto la derivación al
mediador. Si después de dos citaciones a la mediación, alguna de
las partes no concurre, se la tiene por frustrada (art. 89). Si la
mediación no llegare a buen término, ya sea por retiro de una de las
partes o vencimiento del plazo de 60 días sin un acuerdo entre
ellas, el demandante queda habilitado para iniciar la vía judicial (art.
92). Por el contrario si se lograre el acuerdo total o parcial de los
asuntos controvertidos, el mediador enviará el acta respectiva de
avenimiento al Tribunal para su aprobación. Con ella, el acta tiene
mérito de sentencia ejecutoriada para todos los efectos legales (art.
93).

Un punto no regulado es el concerniente a las consecuencias de la


no comparecencia de ambas partes en una materia de mediación
obligatoria. El Proyecto tampoco preveía la situación y surgían dos
interpretaciones posibles, contradictorias entre sí: entender que el
demandante quedaba privado de la posibilidad de seguir adelante
con su demanda (sanción específica para el demandante que no
comparecía a la mediación del art. 70 inc. 2) o por el contrario,
suponer que recién en ese momento quedaba habilitado para
hacerlo (consecuencia de la frustración de la mediación por
inasistencia del demandado, falta de acuerdo o por retiro de las
partes art. 70 inc. 2 y 75 inc. 2).
La sanción impuesta para la inasistencia del demandante a la
mediación obligatoria consistente en no poder seguir adelante con
su demanda, planteaba la interrogante de si ella contravenía la
garantía constitucional de la igual protección de la ley en el ejercicio
de los derechos (art. 19 n°3), al privarle de la posibilidad de recurrir
a los Tribunales respecto de dichas materias. A mi juicio, esta
contravención existía y por lo tanto, es acertado que la Indicación
haya eliminado la disposición.

B. En un segundo nivel se encuentran aquellos asuntos que no


pueden someterse a mediación y que son los relativos al estado
civil o interdicción de las personas, maltrato de menores e
incapaces, adopción, nulidad de matrimonio y divorcio (art. 76).

C. Por último, todas las demás materias de competencia de los


Tribunales de Familia son de mediación facultativa, es decir, podrán
ser derivadas a mediación en cualquier estado de la causa, hasta
antes de la audiencia complementaria, mediante resolución del juez
y con acuerdo de las partes (art. 75). Justamente una de las
diligencias previstas en la audiencia preliminar es la promoción por
parte del Tribunal de sujetar el conflicto al proceso de mediación
(art. 29 n° 3).

En una categoría intermedia a la de mediación facultativa,


obligatoria y prohibida, quedan situados los asuntos referidos a
violencia intrafamiliar pues no siendo obligatorio para el Juez
someterlos a mediación, podrá hacerlo bajo ciertos requisitos (arts.
57 y 58). La indicación faculta expresamente a la víctima de la
violencia intrafamiliar para negarse a la mediación o conciliación. En
el proyecto, los asuntos sobre violencia intrafamiliar eran de
mediación facultativa. La Comisión modificó este criterio y adoptó
una posición intermedia autorizando la procedencia de la
mediación, pero sólo bajo ciertos requisitos, que pretendían
insertarla como instancia excepcional en los asuntos de violencia
doméstica55. Este mismo criterio siguió la Indicación, consagrando
que la mediación, al igual que la conciliación, procederá luego que
el Juez, asesorado por el Consejo Técnico, se asegure que las
partes están dispuestas a participar en un proceso de esta
naturaleza y de que existe algún grado de reconocimiento de la
situación por parte del ofensor. Deberá tener en cuenta la capacidad
de las partes en conflicto para negociar libremente y en un plano de
igualdad, como asimismo, el peligro potencial de violencia futura
(art. 56 inc. 2). Deberá existir a lo menos una audiencia privada con
cada una de las partes al inicio de la mediación con el objeto de que
ellas puedan expresarse libremente (art. 56 inc. 4) y la víctima de la
violencia deberá contar siempre con asesoramiento letrado (art. 58).
Tanto la vía de la conciliación como la de la mediación quedan
absolutamente descartadas cuando el demandado o denunciado ha
cometido antes actos de violencia intrafamiliar o cuando el
denunciante o demandante se opone a ellas (art. 57).

En mi opinión, a través de estos criterios normativos para la


procedencia de la mediación, y de la conciliación en su caso, en
asuntos de violencia intrafamiliar, se pretendió dominar los aspectos
propios de este tipo de conflictos, entregando al Juez una misión
imposible, consistente en solucionar el conflicto aplicando
herramientas equivocadas. La mediación, aun con los resguardos
legales adoptados, se desnaturaliza al ser aplicada a este tipo de
conflictos, porque en estas materias queda de manifiesto, quizá
mejor que en cualquiera de las enumeradas por la Indicación como
no aptas para someterse a mediación, que no se pueden cumplir los
presupuestos básicos de esta vía alternativa de resolución de
conflictos.

Desde ya, no existirá la participación voluntaria y en un plano de


igualdad de las partes. La indefensión sicológica, la dependencia
emocional y normalmente económica de la víctima con respecto al
agresor, hacen ilusorio cualquier intento del mediador por lograr la
paridad entre los participantes de la "cultura del maltrato" 56,
concepto que clarifica que el fenómeno de la violencia doméstica
tiene numerosos componentes relacionados y con una dinámica
propia. ¿Resulta posible exigir del mediador la imparcialidad frente
a las partes que esta técnica demanda? Si por las razones antes
expuestas el mediador, necesariamente, tiene que compensar las
posiciones de las partes para lograr algún grado de paridad, será
imposible que no favorezca a la víctima por sobre el agresor. Por
otro lado, y bajo el imperativo de la imparcialidad, no podrá
reprocharle su conducta al agresor contribuyendo a la convicción de
éste sobre la licitud de su violencia. Si conoce de maltratos graves,
constitutivos de delitos, no podría hacer la denuncia respectiva, a
menos que las víctimas sean menores o incapaces, por cuanto la
reserva del procedimiento se lo impediría (art. 80) 57.

En definitiva, pareciera que la mediación en estos casos dejaría en


una situación aún más peligrosa a la víctima, normalmente la mujer,
ya que el procedimiento al que se encontraría sometida no
contempla los resguardos a sus garantías de seguridad, de igualdad
ante la ley, de un recurso efectivo ante los Tribunales competentes,
etc. Y ello no porque el procedimiento de mediación sea en sí
deficitario en estos aspectos, sino porque no está pensado para
asuntos de las características de la violencia intrafamiliar.

Un punto no abordado por la indicación es el de la relación existente


entre la mediación y la conciliación. Al respecto, el Proyecto
contemplaba inicialmente que la segunda tendría un campo de
aplicación más amplio que la primera. En efecto, se disponía que el
llamado a conciliación por parte del Juez era procedente también en
aquellas materias en que estuviera prohibida la mediación (art. 23).
Además, la conciliación se concibió como supletoria de la
mediación. Es decir, procedería facultativamente cada vez que la
mediación hubiese fracasado por cualquier causa o en forma
obligatoria, cuando la cuestión no hubiese sido sometida a
mediación (art. 46 n°6). Por lo tanto, la conciliación era la última
posibilidad de terminar con el conflicto en forma voluntaria y
cooperativa en todos los asuntos de competencia de los Tribunales
de Familia. Sin embargo, en esta materia la Comisión de Familia
introdujo una modificación importante: eliminó la posibilidad de
conciliar posiciones en aquellas materias en que estuviere prohibida
la mediación por tratarse de asuntos de estricto orden público que
debían ser resueltos privativamente por los Tribunales 58.

La Indicación no recogió, como en otras materias analizadas, las


modificaciones introducidas por la Comisión de Familia al Proyecto
y simplemente, eludió referirse expresamente a la procedencia de la
conciliación en relación con la mediación, lo que lleva a la
conclusión que la primera se regirá supletoriamente por las normas
del Código de Procedimiento Civil (artículos 262 y siguientes), en la
medida que se trate de materias susceptibles de transacción, y que
procederá independientemente del tipo de mediación obligatoria,
facultativa o prohibida, a que estuviera sometido el asunto.

Considero que la mediación es un importante desafío para todos los


involucrados en el sistema jurisdiccional. Representa un salto desde
la lógica de juzgar a la de interceder, desde aplicar la ley a
considerar primordialmente los intereses en juego, desde evaluar a
facilitar, desde ordenar a acomodar y desde decidir a conciliar 59.
Para los jueces particularmente, plantea el desafío de no ver en ella
una amenaza a su autoridad de dictar fallos y de hacer
declaraciones normativas públicas. Para los abogados, el de no
considerarla un peligro a su medio de trabajo que se traducirá en
una baja en la demanda de sus servicios. Para los mediadores, el
de responder a las expectativas de eficiencia, cualitativa y
cuantitativa, en la solución de las controversias. Para los
ciudadanos en general, el de no sentir afectados su dignidad y
honor al tener que reconocer sus errores o hacer alguna concesión.

BIBLIOGRAFÍA

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1992.

(*) Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de


Chile. Abogado. Magistra Iuris Georg-August-Universität, Göttingen,
Alemania. Profesora de Derecho Civil, Universidad Austral de Chile

1
Proyecto de ley que crea los Tribunales de Familia, Boletín N
2118-18. En adelante "Proyecto".

2
Boletín 2118-18. En adelante, "Indicación".

3
V.gr., arts. 9 y 10 Declaración Universal de Derechos Humanos,
art. 40.2.a Convención Internacional de los Derechos del Niño.

4
Peña González, Carlos, "El Derecho Civil en su relación con el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos", en Sistema
Jurídico y Derechos Humanos. El Derecho Nacional y las
obligaciones internacionales de Chile en materia de Derechos
Humanos, Medina Quiroga, Cecilia, et al. (ed.), Ediciones de la
Universidad Diego Portales, Santiago, 1996, p. 625.

5
Cillero, Miguel, "Leyes de Menores, Sistema Penal e instrumentos
internacionales de Derechos Humanos", Medina Quiroga, Cecilia
(ed.), ibíd., p. 498.

6
En adelante, CIDN.

7
Veloso Valenzuela, Paulina, "Nuevos Principios del Derecho de
Familia en función, principalmente, de la normativa internacional
que emana de los tratados de Derechos Humanos", Revista de
Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso, Vol. XIX, 1998, p.
38. (en adelante: "Nuevos Principios del Derecho de Familia")

8
En España, por ejemplo, los Juzgados de Familia figuraron por
primera vez en la Disposición Final de la Ley 11/1981 de 13 de
mayo, que modificó el Código Civil en materias de filiación, patria
potestad y régimen económico del matrimonio.

9
Informe Final de la Comisión Nacional de la Familia, Publicación
del Sernam, Santiago, 1993, p. 6.

10
Ibíd.

11
Id., p. 7.

12
Mensaje del Presidente de la República al Proyecto de Ley que
crea los Tribunales de Familia, Boletín N 2118-18. En adelante,
"Mensaje".

13
Mensaje , pp. 1 y 2.
14
Indicación, p. 1

15
Díaz Usandivaras, C., Filgueira de Casares, L., "El impacto de la
epistemología sistémica en la asistencia legal y psicosocial de
familias en proceso de disolución marital", Sistemas familiares,
Argentina 1987, p. 64.

16
Peña González, Carlos, Op. cit., pp. 630-633.

17
Id., p. 635.

18
En adelante, LM.

19
Beloff, Mary, "Modelo de la protección integral de los derechos del
niño y de la situación irregular: un modelo para armar y otro para
desarmar" en Justicia y Derechos del Niño, Mary Beloff, et al.
(ed.), Unicef y Ministerio de Justicia de Chile, Santiago, 1999, p. 10.

20
Sobre la garantía del debido proceso, ver: art. 19 n°3 inciso 5
CPR; arts. 10 y 11 Declaración Universal de Derechos Humanos;
art. 14 Pacto Internacional Derechos Civiles y Políticos; art. 8
Convención Americana sobre Derechos Humanos.

21
Cillero, Miguel, Op. cit., p. 18.

22
Sobre la fundamentación del principio de la especialización de los
Juzgados de Familia y su distinción de la especialidad prohibida por
la Constitución (art. 19 N° 3) ver: Xiol Ríos, Juan Antonio, "Origen y
situación actual de los Juzgados de Familia" en Los Juzgados de
Familia y los procesos matrimoniales diez años después (1981-
1991). Resultados y experiencia. Instituto Vasco de Derecho
Procesal, San Sebastián, 1992, p. 53.
23
Mensaje, pp. 4-7.

24
En lo sucesivo, las disposiciones citadas se refieren a la
Indicación.

25
Raúl Velazco, José, "Tribunales de Familia: un nuevo aporte",
Revista Jurídica Argentina La Ley, t. 1991-E, Buenos Aires, 1992, p.
1496.

26
Informe de la Comisión de Familia acerca del proyecto de ley que
crea los Tribunales de Familia, Boletín N 2118-18, (en adelante:
"Informe Comisión"), p. 46.

27
Ibíd.

28
Id., p. 110.

29
Raúl Velazco, José, Op. cit., p. 1496.

30
De acuerdo con el estudio empírico "Justicia y marginalidad.
Percepción de los pobres" realizado por la Corporación de
Promoción Universitaria y la Dirección de Estudios Sociológicos de
la Universidad Católica de Chile en el año 1993, el 42.8% de los
encuestados considera entre las medidas necesarias para mejorar
la justicia en Chile que los trámites judiciales sean más rápidos.
Publicación del mismo nombre, p. 30.

31
En este mismo sentido, Informe de la Corte Suprema sobre
proyecto de ley que crea los Tribunales de Familia de fecha 14 de
enero de 1998, p. 3.

32
Mensaje, p. 7.
33
Id., p. 5.

34
En este sentido, ver opiniones vertidas en Comisión de Familia,
Informe Comisión, pp. 10-11.

35
Cillero, Miguel, Op. cit., p. 527.

36
Id., p. 542.

37
Indicación, pp. 2-3.

38
Versión final del anteproyecto de fecha 20.11.2000.

39
Mensaje, p. 2.

40
Cfr. Veloso Valenzuela, Paulina, "La determinación de la filiación"
en El nuevo estatuto filiativo y las modificaciones al Derecho
Sucesorio a la luz de las normas y principios de la ley N 19.585,
LOM Ediciones, Santiago, 1999, p.65; Ramos Pazos, René,
"Acciones de filiación" en Modificaciones al Código Civil en
materia de filiación y sucesión por causa de muerte. Ley
19.585, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de
Concepción, 1999, p.62. Una opinión distinta sostiene Alvarez Cruz,
Raúl, La Filiación y otras reformas al Código Civil. Ley 19.585,
Santiago, 1999, p. 75.

41
Cfr. Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo II, Editorial
Jurídica, Santiago, 2000, p. 575.

42
Informe Comisión, p. 49.
43
Cfr. Schmidt Hott, Claudia, Nuevo régimen matrimonial. Ley
19.335 analizada y comentada, Editorial Jurídica Conosur,
Santiago, 1995, p. 51.

44
Informe Comisión, p. 49.

45
Id., p. 50.

46
Mensaje de Indicación, p. 2.

47
Veloso Valenzuela, Paulina, "Nuevos Principios del Derecho de
Familia", p. 54.

48
Informe Comisió, pp. 8 y 30.

49
Mensaje, p. 4.

50
Cfr. Raúl Velazco, Op. cit., p. 1497.

51
Mensaje, p. 13.

52
Informe Comisión, p. 33.

53
Id., p. 28.

54
Goodin, Robert A., "La mediación: panorama general de la
solución alternativa de controversias" en La Mediación y los
Tribunales, Publicación del Programa de Información Internacional
Departamento de Estado de los EE.UU., Santiago, 1999, p. 13.

55
De esta manera, el nuevo inciso segundo del art. 55 señalaba:
"En los asuntos a que dé lugar la aplicación de la ley N° 19.325,
sobre violencia intrafamiliar, la mediación sólo procederá
excepcionalmente en los términos y condiciones establecidos en los
artículos 123 y siguientes del párrafo segundo del Título V". Informe
Comisión, p. 67.

56
Rioseco, Luz, Anexo Informe Comisión, p. 1.

57
En las proposiciones que hizo el Centro de Mediación de
Santiago al párrafo de la mediación, se plantea eliminar la
excepción a la confidencialidad en caso de que el mediador tome
conocimiento de maltrato en contra de menores de edad o
incapaces. Documento "Propuestas del Centro de Mediación de
Santiago en relación al proyecto de ley que crea los Tribunales de
Familia", inédito, 1997, p. 2.

58
Informe Comisión, p. 52.

59
Chodosh, Hiram E., "Mediación judicial y cultura jurídica" en La
Mediación y los Tribunales, ibíd., p. 5.

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