Análisis de El Polvo de Los Muertos

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 7

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN UNIVERSITARIA


UNIVERSIDAD CATÓLICA "CECILIO ACOSTA"
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
PROGRAMA: EDUCACIÓN
MENCIÓN: LENGUA Y LITERATURA
SISTEMA: DISTANCIA
ASIGNATURA: SEMINARIO DE LITERATURA
VENEZOLANA Y REGIONAL

Elaborado por:

M.Sc. Jhobetza Sthormes Rojas


C.I.: 16.470.301

Cabimas, marzo 2014


El polvo es el legado. La muerte no es el final de la vida.

La obra El polvo de los muertos es una especie crónica que cuenta de manera
detallada la historia de un ruso (Alexander Marion Projarov) que llega a Maracaibo
con la esperanza de escapar de quienes le persiguen, ya que éste es un espía
(puede inferirse, debido a que no lo dice directamente pero queda implícito)
aunque cada vez que le preguntan si lo es, el mismo evade la pregunta de
cualquier manera posible. Además de relatar lo que le acontece al mencionado
personaje, se deja ver una recopilación de hechos históricos (historias dentro de
una historia) que sirven a los personajes para mantener una tertulia entre ellos.

No obstante, la característica del estricto orden cronológico desaparece de


cuando en cuando, al pasar de la historia que cuentan los personajes a la que está
relatando el mismo Projarov a Eduardo “ojos de sabandija”. El mismo autor aclara
en ciertas partes del texto que no es necesaria tanta cronología. Igualmente, la
considero crónica literaria, debido a que se disponen escenas llevadas a cabo al
mismo tiempo, ubicando al lector en diferentes sitios de la historia narrada pero la
impresión que percibí era que todo sucedía al unísono. Por otro lado, el lenguaje
utilizado por el autor es común, nada complicado, claro está, sin dejar de ser muy
descriptivo tanto para lugares como para personas, así logramos imaginar las
escenas descritas con un gran apego a la realidad que el artista quiere presentar.

El tema central de la obra es la muerte vista desde distintas perspectivas


(Projarov, Boscare, Benjamín Rodriguez). Todo cuanto se describe, de lo que se
habla, lo que se cuenta está relacionado a la muerte, ¿cómo es?, ¿cómo la ven?,
si importa morir o no, la comparan con la soledad, con el olvido al no ser
mencionado en historias “¿cómo se mantendrían con vida Benjamín y Boscare si
él ya no estaría para nombrarlos o pensarlos?, ¿quién los narraría para restituirlos
a la realidad? Si el pensamiento es lenguaje, la vida también...” (Olivar, 2013)

Una vez hecha la introducción, en imperioso entrar en materia. En mi opinión,


y siendo la muerte el tema central y el que, particularmente, más me impactó
debido a la forma en que se le abordaba, la idea de la muerte vista como el
comienzo de todo, no el final; es la esencia del presente ensayo.

Tomando en consideración el planteamiento anterior, es de entenderse que la


muerte deja a los seres queridos soledad, rabia, amores inconclusos, pasiones
que no pueden ser apaciguadas, dudas existenciales, incertidumbres acerca de lo
que están pasando o cómo fueron las últimas horas de los “desdichados” (destaco
la palabra, puesto que no podemos afirmar con certeza si realmente es una
desgracia morir o representa un alivio para el difunto, a lo mejor está más tranquilo
en su nuevo mundo, ¿acaso no era esto lo que deseaba descifrar Boscare?).

Con referencia a lo anterior, volvemos a la mentada incertidumbre. Si se trata


de desentrañar los misterios que acoge el “más acá” y aún no se logra ni siquiera
terminar de conocer a una persona que lleva años conviviendo con nosotros,
menos alcanzaremos a entender los misterios del “más allá”. Entonces
imaginemos la angustia de Boscare por querer saber qué había allí, qué estaría
pasando su amada Otilia.

Entonces, debido a tales interrogantes en torno a la muerte, se acude a un


médium que pretende famoso médium, reducir el mundo exterior únicamente al
contenido de su conciencia. “Esta <<reducción fenomenológica>> es el primer
paso importante que da Husserl” (Eagleton, 1998), es decir, para llegar a la
certeza de que su “amada esposita” podía comunicarse con él o estaría
esperándolo cuando llegara el momento de su muerte, Albert no hacía caso de
todo cuanto le mostrara su experiencia, para él, su mundo exterior giraba en torno
a su propia conciencia.

En consecuencia, según el autor antes citado con la FENOMENOLOGÍA


“puede considerarse a los objetos no como cosas en sí mismas sino como cosas
propuestas (o pretendidas) por la conciencia. Toda conciencia es conciencia de
algo. Al pensar me doy cuenta de que mi pensamiento <<apunta hacia>> algún
objeto”. Esto nos lleva al siguiente planteamiento: el olvido no está permitido, no
es una opción. “Nuestros muertos deben seguir aquí”, -y no lo digo con ánimo de
asustar a nadie ni tratando de recrear una trillada escena de terror- con nosotros,
dejarnos sus partículas, sus enseñanzas, actuaciones...

De acuerdo con esto, el pensamiento se halla presente en la obra. En algunas


partes se percibe cuando algún personaje está absorto en ellos y los lleva a
recrear toda una escena vivida con algún individuo o de alguna novela leída. Por
ejemplo, cuando Projarov comienza a meditar y se adentra en la historia de uno de
sus westerns tratando de relacionarlo con lo que ocurría. Al cabo de un rato
Wilhelm Urdaneta se molesta porque lo ve alejado de la realidad y le espeta que
“...parece un chiflado secuestrado por marcianos...” (Olivar, 2013)

Además de ello, se presenta el lenguaje (en este caso oral o escrito) como
vida. Hablar de aquéllos que partieron, narrar y/o contar sus historias; permite
mantener vivos a todos los que estuvieron en el “más acá” y ahora pertenecen al
“más allá”. En cuanto a esto, para la fenomenología de Heidegger

el lenguaje no es un mero instrumento de comunicación,


un recurso secundario para expresar “ideas”: es,
precisamente, la dimensión en que se mueve la vida
humana y que, por principio de cuentas, hace que el
mundo llegue a la existencia. Sólo donde hay lenguaje
hay "mundo", en un sentido distintivamente humano”. El
mismo tiene un contenido de “verdad” (Eagleton, 1998).
Inclusive, lo dice el mismo Projarov: “...pero sin la conciencia del poder
resucitador del lenguaje, estamos condenados al más severo olvido”. Asimismo, el
autor de la obra, a través de sus personajes pretende hacernos ver que en un
inmenso mundo abarrotado de pensamientos disímiles, la perspectiva permite
explicar de manera distinta lo que ocurre, lo que percibimos. Así, nos encontramos
con un Benjamín Rodriguez y un Projarov que no creen en los médiums, que se
dejan llevar únicamente por la razón para explicar e interpretar cualquier
fenómeno bajo una argumentación justificada -qué hay más allá de la muerte en
este caso-. Y un Albert Boscare que (contrariamente) abre paso a la intuición.
En este sentido, Husserl afirma que “la fenomenología es una ciencia de los
fenómenos puros. Constituyen un sistema de esencias universales, pues modifica
cada objeto en la imaginación hasta descubrir lo que en él es invariable”. Además,
ineludiblemente tendría que ser una presunción totalitaria pues obedecía
totalmente a la intuición “...no hace falta interpretar los fenómenos, construirlos así
o asá en una argumentación razonada”. Eagleton (1998). También, y ligado a lo
descrito anteriormente, sostiene el autor precitado, que la fenomenología proponía
un mundo inteligible, y además establecía el carácter central del individuo. Esto es
una ciencia de la subjetividad.

Finalmente, quisiera destacar la importancia del papel del autor en el texto,


visto desde la perspectiva fenomenológica. Luego de realizar la lectura de El polvo
de los muertos y de La playa de los muertos, pude inferir -sin revisar la biografía
de Norberto José Olivar- que el escritor tiene una singular predilección por el tema
de la muerte, por el efecto que causa en el hombre y por la manera de tratar dicho
asunto, tal vez ha perdido algún familiar que se niega a dejarlo solo y el literato
zuliano ha recurrido a la asistencia de médiums para aliviar el dolor o tratar de
hacer “cognoscible” aquello que pretende comunicar el difunto. En este orden de
ideas se puede citar entonces a Eagleton (1998) cuando explica que

el texto queda reducido a ejemplificación o encarnación de la


conciencia del autor. Todos sus aspectos estilísticos y semánticos
son aprehendidos como partes orgánicas de un total complejo,
cuya esencia unificante es la mente del autor. Para conocer esta
mente no debemos referirnos a nada de lo que sepamos sobre el
autor —queda prohibida la crítica biográfica— sino
exclusivamente a los aspectos de su conciencia que se
manifiestan en la propia obra.
En efecto, si analizamos el discurso, podemos percatarnos que los temas
recurrentes abordados por Olivar son la muerte, el miedo al olvido y a la soledad,
el sóviet y los espías, el comunismo. Todo esto enmarcado en un clima político, de
amor e incredulidad. De acuerdo con lo expuesto anteriormente, el antes
mencionado autor (Eagleton, 1998) asevera que
debemos fijarnos en las "profundas estructuras" de su mente, las
cuales pueden encontrarse en los temas recurrentes y en el
patrón de sus imágenes. Al aprehender esas estructuras
aprehendemos la forma en que el autor “vivió” su mundo, las
relaciones fenomenológicas entre él mismo como sujeto y el
mundo como objeto. Es típico de la crítica fenomenológica enfocar
la forma en que un autor experimenta el tiempo o el espacio, la
relación entre el yo y los demás o su percepción de los objetos
materiales.
En conclusión, todo lo anterior me lleva a interpretar que el novelista expresa
su forma de ver la muerte, de entender que la misma es sólo el comienzo de algo,
¿de qué?, no estoy segura, pero la relaciona con lo que deja un ser humano
cuando muere: sus experiencias, sus enseñanzas, sus cartas, sus venganzas, su
abandono...su “polvo”.
REFERENCIAS

Eagleton Terry (1998). Una Introducción a la Teoría Literaria. Fondo de Cultura


Económica. Argentina

Olivar Norberto (2013). El Polvo de los Muertos. Santillana. Venezuela.

También podría gustarte