Una Cartografía Simbólica de Las Represantaciones
Una Cartografía Simbólica de Las Represantaciones
Una Cartografía Simbólica de Las Represantaciones
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En verdad, el espacio es impensable sin el tiempo, por lo que es más correcto ha-
blar de una entidad compleja, el espacio-tiempo, en el cual la dimensión espacial
ha adquirido preeminencia recientemente. Este hecho resulta de las transformacio-
nes por las que pasó nuestro modo de vida en las últimas décadas. El desarrollo de
las tecnologías de la producción, de la información y de la comunicación, hizo que
se creasen simultaneidades temporales entre puntos cada vez más distantes en el
espacio, y este hecho tuvo un papel estructurante decisivo, tanto a nivel de la prác-
tica social, como a nivel de nuestra experiencia personal. Al punto de que John Ber-
ger afirma que las personas no deberían hacer su historia sino antes su geografía 1.
1
Su reflexión más reciente sobre el tema: «Estamos listos para vivir actualmente una nueva situa-
ción histórica que puede ser descrita en términos geográficos» (Berger).
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Todos los conceptos con los cuales representamos la realidad y con cuyo apoyo
constituimos las diferentes ciencias sociales y sus especializaciones, la sociedad y el
Estado, el individuo y la comunidad, la ciudad y el campo, las clases sociales y las
trayectorias personales, la producción y la cultura, el derecho y la violencia, el régi-
men político y los movimientos sociales, la identidad nacional y el sistema mun-
dial. Todos ellos tienen una contextura espacial, física y simbólica que se nos ha es-
capado por el hecho de que nuestros instrumentos analíticos están de espaldas a
ella pero que, vemos ahora, es la clave de la comprensión de las relaciones sociales
de que se conforma cada uno de estos conceptos. Siendo así, el modo como imagi-
namos lo real espacial puede convertirse en la matriz de las referencias con que
imaginamos todos los demás aspectos de la realidad.
Son varios los modos de imaginar y representar el espacio. Dentro de ellos, selec-
cionamos los mapas y, en éstos, los mapas cartográficos. Parto de ellos para anali-
zar un fenómeno característico de la sociedad y del Estado modernos: el derecho.
La comparación propuesta es, pues, entre mapas y derecho. El derecho, esto es, las
leyes, las normas, las costumbres, las instituciones jurídicas, es un conjunto de re-
presentaciones sociales, un modo específico de imaginar la realidad que, en mi en-
tender, tiene muchas semejanzas con los mapas. El análisis de tales semejanzas pre-
supone, en un primer momento, que el derecho sea concebido, metafóricamente,
como mapa y, en un segundo momento, que la metáfora sea tomada literalmente.
Obviamente, el derecho es mapa tan sólo en sentido metafórico. Sin embargo los
tratados de retórica nos enseñan que el uso repetido de una metáfora durante un
largo período de tiempo transforma gradualmente la descripción metafórica en
una descripción literal (Perelman, 405). Las leyes son hoy mapas en sentido meta-
fórico. Mañana podrán eventualmente serlo en sentido literal. La estrategia analíti-
ca aquí propuesta nos obliga a un cortocircuito entre el hoy y el mañana, una sus-
pensión del tiempo que crea espacio para el espacio.
Este abordaje, que se puede designar como cartografía simbólica del derecho, tiene
a mi entender un doble mérito. Por un lado, permite resolver algunos problemas
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de la sociología del derecho hasta ahora sin resolución2. Permite, por ejemplo, de-
sarrollar una conceptualización sociológica del derecho, autónoma de la que ha
sido elaborada por los juristas y por la ciencia jurídica y con eso torna posible supe-
rar uno de los más persistentes obstáculos epistemológicos a la constitución de un
objeto teórico propio de la sociología del derecho3. Por otro lado, la concepción del
derecho en sociedad hacia la que apunta, cuestiona radicalmente algunos de los
postulados filosóficos y políticos de la teoría liberal del Estado y del derecho mo-
dernos y, por esa vía, contribuye a la construcción de un pensamiento posmoder-
no, en este caso, a la construcción de una concepción posmoderna del derecho.
2
Sobre el agotamiento del paradigma tradicional de los estudios sociojurídicos cfr. Santos (1987 a,
297 y ss.) donde tal fenómeno es denominado, a partir de Nietzsche, proceso de camelización (cfr.
también Santos, 1986). Este proceso deviene de una concepción del derecho y de la sociedad en que
ambos son considerados como entidades distintas y autónomas, cabiendo a la sociología determinar
el tipo o el grado de yuxtaposición o correspondencia entre ellos. Sin olvidar los méritos de los obje-
tos de investigación que derivan de esta concepción, se reconoce hoy que ellos se limitan a dos
grandes tipos de reflexiones - el impacto del derecho en la sociedad y el impacto de la sociedad en
el derecho - dejando en la sombra muchas otras cuestiones, más interesantes y más importantes.
Cfr., en el mismo sentido, Nelken.
3
Cfr. también Richard Abel.
4
Igualmente, Robinson y Petchnik consideran que los mapas son la analogía básica de nuestra cultu-
ra (p. 2).
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el imperio. Con todo, verificaron, con gran frustración, que el mapa no era muy
práctico, puesto que era del tamaño del imperio (p. 847).
Para ser práctico, el mapa no puede coincidir punto por punto con la realidad. Sin
embargo, la distorsión de la realidad que eso implica no significa automáticamente
distorsión de la verdad, si los mecanismos de distorsión de la realidad son conoci-
dos y pueden ser controlados. Y, de hecho, así es. Los mapas distorsionan la reali-
dad a través de tres mecanismos principales: la escala, la proyección y la simboliza-
ción. Son mecanismos autónomos que implican procedimientos distintos y exigen
decisiones específicas. Mas también son interdependientes, pues, como dice el car-
tógrafo americano Mark Monmonier, «la escala influye en la cantidad de detalle
que puede ser mostrado y determina si un cierto símbolo es o no visualmente efi-
caz» ( p. 1).
Los mapas deben ser fáciles de usar. De aquí resulta una permanente tensión entre
representación y orientación. Se trata de dos exigencias contradictorias y los mapas
son siempre compromisos inestables entre ellas. Como vimos en el mapa de Bor-
ges, demasiada representación puede impedir la orientación. Inversamente, una re-
presentación muy rudimentaria de la realidad puede proporcionar una orientación
rigurosa. Cuando somos invitados a una fiesta en una casa cuya localización desco-
nocemos, nuestro anfitrión probablemente nos diseña un croquis que nos orienta
eficazmente, a pesar de no representar o representar muy pobremente las caracte-
rísticas del camino y del espacio envolvente que tenemos que recorrer hasta nues-
tro destino. Ilustración semejante puede ser extraída de los portolanos, los mapas
medievales de las costas y de los puertos que, a pesar de representar muy imper-
fectamente el globo terrestre, orientaban con seguridad a los navegantes 5. Hay ma-
pas que resuelven la tensión entre representación y orientación privilegiando la re-
presentación. Los denomino, siguiendo la cartografía francesa, mapas-imagen.
Otros mapas resuelven la misma tensión privilegiando la orientación. Son los ma-
pas instrumentales (F Wahl, 42).
do más elevado de pormenorización que los mapas de pequeña escala porque cu-
bren un área inferior a la que es cubierta, en el mismo espacio de diseño, por los
mapas de pequeña escala. Los mapas son siempre «una versión miniaturizada»
(Keates, 73) de la realidad y, por eso, implican siempre una decisión sobre los deta-
lles más significativos y sus características más relevantes. Como dice Muehroke,
«lo que torna al mapa tan útil es su genio de omisión, es el reducir la realidad a su
esencia» (p. 10). Es fácil ver que la decisión sobre la escala a adoptar condiciona la
decisión sobre el tipo de uso del mapa y viceversa. Por ejemplo, «los mapas de pe-
queña escala no permiten medir con exactitud la amplitud de las carreteras o de los
ríos pero permiten determinar con exactitud las posiciones relativas de estos ele-
mentos, entre sí y en relación con los demás accidentes del terreno» (Monmonier,
4).
La geografía, que comparte con la cartografía el interés por el espacio y por las re-
laciones espaciales, ha contribuido mucho al estudio de las escalas, tanto de las es-
calas de análisis, como de las escalas de acción. Respecto de las primeras, sabemos
hoy que ciertos fenómenos, como por ejemplo los climas, son sólo susceptibles de
ser representados en pequeña escala en tanto que otros, como por ejemplo la ero-
sión, sólo son susceptibles de ser representados en grande escala6.
6
Cfr., por ejemplo, Y. Lacoste (1976, 61; 1980, 17). En el mismo sentido, J.B Racine et al. (1982).
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La segunda observación sobre la proyección es que todos los mapas tienen un cen-
tro. Cada período histórico o tradición cultural selecciona un punto fijo que funcio-
7
Cfr, entre otros Monmonier (15); Keates (72); Muehrcke (456); Muracciole (235); Hodgkiss (32).
8
Sobre el uso de mapas para fines de propaganda cfr. Monmonier (p. 43); Hodgkiss (p. 15); Muehrc-
ke (p. 395); Riviere (p. 351); Speier (p. 310); Quam (p. 21); Boggs (p. 469); Sharkey (p.148).
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na como centro de los mapas en uso, un espacio físico simbólico al que es atribuida
una posición privilegiada y a partir del cual se distribuyen organizadamente los
restantes espacios. Por ejemplo, los mapas medievales acostumbraban poner un lu-
gar sagrado en el centro, Jerusalén en los mapas europeos. La Meca en los mapas
árabes9. La misma relación centro-periferia puede ser observada en los mapas ac-
tuales, ya sea en los mapas cartográficos o en los mapas mentales. Al respecto de
estos últimos, que son finalmente las imágenes cognitivas visuales del mundo que
nos rodea, dice Muehrske, con base en múltiples estudios sobre la percepción cog-
nitiva del espacio, que la mayoría de nuestros mapas mentales resaltan y privile-
gian nuestra vecindad, el sitio que no es más familiar, atribuyendo menos significa-
do a todo lo que nos rodea.
9
Hodgkiss (p. 29). Una visión ligeramente diferente, que muestra como el centro de los mapas fue
evolucionando a lo largo de la Edad Media, en D. Woodward (1985, 510).
10
...One could see he was wise, the moment one looked in his face! He had brought a large map re-
presenting the sea, without the least vestige of land: And the crew were much pleased when they
found it to be. A map they could all understand. «What's the good of Mercator's is North Poles and
(Equators, Tropics, Zones and Meridian Lines?» So the sellman would cry: and the crew would
reply. «They are merely conventional signs!» «Other maps are such shapes, with their islands and
[capes! But we've got out brave Captain to thank» so the crew would protest) «that he's brought us
the best A perfect and absolute bank» (L. Carrol, 757).
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cionado a lo largo de los tiempos y aún hoy los sistemas varían según el contexto
cultural del productor del mapa o según el uso específico a que este último se des-
tina. Basado en la semiótica, Keates distingue, en un libro reciente sobre este tema,
entre señales iconos y señales convencionales (1982, 66). Las señales iconos son se-
ñales naturalísticas que establecen una relación de semejanza con la realidad repre-
sentada. Por ejemplo, un conjunto de árboles para designar el bosque. Las señales
convencionales son más arbitrarias. Por ejemplo, por convención se usan líneas
para designar carreteras y fronteras y círculos de diferentes tamaños para designar
pueblos y ciudades (Monmonier, 6). Si volvemos la mirada hacia la historia de los
mapas, verificamos que los sistemas de señales comenzaron a ser predominante-
mente convencionales (Caron, 9). Aún hoy, según múltiples circunstancias, los ma-
pas pueden ser más figurativos o más abstractos, basarse en señales emotivas o ex-
presivas o, por el contrario, en señales referenciales o cognoscitivas. En resumen,
los mapas pueden ser hechos para ser vistos o para ser leídos.
La digresión que acabo de hacer por la cartografía permitió reunir algunos de los
conceptos e instrumentos analíticos en que se basa la cartografía simbólica del de-
recho que presentaré enseguida. Parto de la verificación, hoy pacífica en la sociolo-
gía del derecho (y fundamentada en múltiples investigaciones empíricas), de que,
al contrario de lo que pretende la filosofía política liberal y la ciencia del derecho
que sobre ella se constituyó, circulan en la sociedad, no una, sino varias formas de
derecho o modos de juridicidad. El derecho oficial, estatal, que está en los códigos
y es legislado por el gobierno o por el parlamento, es apenas una de esas formas,
aunque tendencialmente la más importante. Esas diferentes formas varían en cuan-
to a los campos de acción social o a los grupos sociales que regulan, en cuanto a su
durabilidad, que puede ir desde la larga duración de la tradición inmemorial hasta
la efimeridad de un proceso revolucionario, en cuanto al modo como se previenen
los conflictos individuales o sociales y los resuelven siempre que ocurran, en cuan-
to a los mecanismos de reproducción de la legalidad, y distribución o denegación
del conocimiento jurídico. Parto, así, de la idea de pluralidad de los órdenes jurídi-
cos o, de forma más sintética y corriente, del pluralismo jurídico 11. Procuraré de-
mostrar que las varias formas de derecho tienen en común el hecho de ser mapas
sociales y, tal como los mapas cartográficos, recurrir a los mecanismos de la escala,
de la proyección o de la simbolización para representar y distorsionar la realidad.
Demostraré, también, que las diferencias entre ellas se pueden reducir a diferencias
11
Sobre el pluralismo jurídico, cfr., entre muchos otros, J. Griffiths; F: Snyder; P: Fitzpatrick; B. San-
tos 1985b.
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El derecho y la escala
Una de las virtudes más interesantes de la cartografía simbólica del derecho consis-
te en el análisis del efecto de la escala en la estructura y en el uso del derecho. El
Estado moderno se sustenta en el presupuesto de que el derecho opera según una
única escala, la escala del Estado. Durante mucho tiempo, la sociología del derecho
aceptó acríticamente este presupuesto. En las dos últimas décadas, la investigación
sobre el pluralismo jurídico llamó nuestra atención sobre la existencia de derechos
locales en las zonas rurales, en los barrios urbanos marginales, en las iglesias, en
las empresas, en el deporte, en las organizaciones profesionales. Se trata de formas
de derecho infraestatal, informal, no oficial y más o menos consuetudinario. Más
recientemente aún, la investigación sobre los intercambios económicos internacio-
nales permitió detectar la emergencia de una nueva lex mercatoria, un espacio jurí-
dico internacional en que operan diferentes tipos de agentes económicos cuyo com-
portamiento es regulado por nuevas reglas internacionales y relaciones contractua-
les establecidas por las empresas multinacionales, por los bancos internacionales o
por asociaciones internacionales dominadas por unas o por otros (Kahn; Wallace).
El capital transnacional creó, así, un espacio jurídico transnacional, una legalidad
supraestatal, un derecho mundial. Este derecho es, en general, muy informal. Basa-
do en las prácticas dominantes, o sea, en las prácticas de los agentes dominantes,
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Los diferentes órdenes jurídicos operan así en escalas diferentes y, con eso, tradu-
cen objetos empíricos eventualmente iguales en objetos jurídicos distintos. Sucede,
sin embargo, que en la práctica social las diferentes escalas jurídicas no existen ais-
ladas y, por el contrario, interactúan de diferentes maneras. Continuemos con
nuestro ejemplo o imaginemos que un conflicto de trabajo irrumpe en una fábrica
portuguesa de confecciones, que produce bajo el régimen de subcontratación para
una multinacional de ropa deportiva.13 En tal situación, los objetivos de regulación
de los tres derechos arriba referidos convergen en una misma acción social, el con-
flicto concreto. Esto puede crear la ilusión de que los tres objetos jurídicos se sobre-
ponen y coinciden. De hecho, no es así; tampoco coinciden las imágenes jurídicas
de base, los universos simbólicos; de los diferentes agentes económicos moviliza-
dos en el conflicto. Los obreros y, a veces, el patrón tienden a tener una visión de
grande escala del conflicto, una visión dramatizada, plena de detalles y de discur-
sos particularísticos, en suma, una visión y una concepción moldeadas por el dere-
cho local de la producción. Los dirigentes sindicales y, a veces, el patrón tienden a
ver el conflicto como una crisis, más o menos momentánea, en el proceso continuo
de las relaciones de trabajo. Es una visión predominantemente moldeada por el de-
recho estatal y las acciones que de ella se desprenden buscan un compromiso entre
el conflicto concebido en grande escala en el derecho de la producción y su concep-
ción en mediana escala en el derecho estatal. Finalmente, para la empresa multina-
cional de ropa deportiva el conflicto de trabajo es un detalle o accidente mínimo
que, si no es rápidamente resuelto, puede ser fácilmente superado, transfiriendo la
encomienda para Malasia o Taiwan.
13
Un análisis profundo de la naturaleza jurídica y económica de la subcontratación en M.M Marques
(1986; 1987).
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tal empeño reside en que, como ya dejé dicho arriba, la vida sociojurídica está
constituida, en la práctica, por diferentes espacios jurídicos que operan simultánea-
mente y en escalas diferentes. La interacción y la intersección entre los diferentes
espacios jurídicos es tan intensa que, al nivel de la fenomenología de la vida socio-
jurídica, no se puede hablar de derecho y de legalidad sino de interderecho e inter-
legalidad.
A este nivel, es menos importante analizar los diferentes espacios jurídicos que
identificar las complejas y dinámicas relaciones entre ellos. Empero, si al proceder
nosotros a tal identificación, descuidamos la cuestión de la escala, caeremos en una
situación tan frustrante como la del turista que se olvidó en casa el transformador
que le permitirá usar la máquina de afeitar en un país extranjero.
Cuando, diez años más tarde, estudié las luchas sociales y jurídicas de los morado-
res de las favelas de Recife con el objetivo de legalizar la ocupación de las tierras
14
Como dejé dicho arriba, la cartografía simbólica es susceptible de aplicación a otras formas institu-
cionalizadas de representaciones sociales, de la religión a la educación, de la salud a la moda, de las
fuerzas armadas al movimiento sindical. Por ejemplo, el proceso educativo de grande escala, que
tiene lugar de modo informal y cotidiano en el seno de la familia, del grupo de referencia o de la co-
munidad local, no coincide con el proceso educativo de pequeña escala en el ámbito del sistema
educativo formal, nacional (público o privado), aun cuando los dos procesos coinciden, en la prácti-
ca, sobre los mismos tópicos. La educación de grande escala suscita, en general, un patrón de socia-
lización que privilegia la representación de los espacios socialmente construidos y la posición que
en esos espacios ocupan los diversos sujetos del proceso educativo. Al contrario, la educación de
pequeña escala suscita, en general, un patrón de socialización que privilegia el movimiento y la
orientación entre diferentes espacios sociales, construidos o a construir, aun cuando ese movimien-
to, a nivel agregado, es ilusiorio y la ilusión de que él existe en la realidad es uno de los factores de
la rigidez macrosocial.
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Más allá de suscitar diferentes patrones de regulación, las diferentes escalas de le-
galidad condicionan (y son condicionadas por) redes de acciones diferentes. Una
red de acción es una secuencia interligada de acciones estructuralmente determina-
das por límites predefinidos. Identifico dos tipos de límites: los límites definidos
según el ámbito y los definidos según la ética de las interacciones. Según el ámbito,
distingo dos tipos de redes de acciones: la red de acciones estratégicas y la red de
acciones tácticas. Según la ética, distingo igualmente dos tipos de redes de accio-
nes: la red de acciones instrumentales y la red de acciones edificantes. A la luz de
los ejemplos arriba señalados, sugiero que la legalidad de grande escala suscita (y
es suscitada por) redes de acciones tácticas y edificantes, en tanto que la legalidad
de pequeña escala suscita (y es suscitada por) redes de acciones estratégicas e ins-
trumentales. Los diferentes grupos y clases sociales no son todos igualmente socia-
lizados en las diferentes redes de acciones. Estas se encuentran desigualmente dis-
tribuidas en la sociedad. Un cierto grupo o una cierta clase social socializados pre-
dominantemente en un cierto tipo de redes de acciones tienden a ser específica-
mente competentes en el tipo de legalidad que les está asociado. En una situación
de interlegalidad, o sea, en una situación en que la legalidad de pequeña escala se
entrecruza con la legalidad de grande escala, las acciones asociadas con la primera
tienden a ser agresivas, excepcionales, críticas, referentes a luchas o conflictos de
grande alcance, en tanto que las acciones asociadas con la legalidad de grande es-
cala tienden a ser defensivas, vulgares, referentes a la interacción de rutina y a las
luchas y conflictos de pequeño alcance15.
15
Sobre el concepto de luchas de diferente alcance, cfr. la distinción entre «molar struggles» y «mole-
cular struggles» en G. A. Miller et al., 59.
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nivel de detección dice respecto al nivel el mínimo detalle en la acción social que
puede ser objeto de regulación. Este nivel permite distinguir entre lo relevante y lo
irrelevante. El nivel de discriminación dice respecto a las diferencias mínimas en la
descripción de la acción social susceptibles de justificar diferencias de regulación.
Permite distinguir entre lo mismo (que debe tener tratamiento igual) y lo distinto
(que debe tener tratamiento diferente). Por último, el nivel de evaluación dice res-
pecto a las diferencias mínimas en la cualidad ética de la acción social susceptibles
de hacer variar cualitativamente el sentido de la regulación. Permite distinguir en-
tre lo legal y lo ilegal16.
16
Continuando con el ejercicio de extender la estrategia analítica aquí desarrollada en una aplicación
al derecho, y a semejanza de como lo hice con la educación (ver nota 14), puede decirse que, en el
dominio de la salud, otra gran representación social con varios grados de institucionalización, los
niveles de regulación varían, por ejemplo, entre la medicina popular y la medicina oficial. La prime-
ra parece caracterizarse por un nivel de regulación más bajo que la segunda, ya sea en cuanto al ni-
vel de detección (la caracterización de síntomas que pueden constituir una cuestión de salud), ya en
cuanto a nivel de discriminación (la distinción y la localización de los síntomas), o aun en cuanto al
nivel de evaluación (la discriminación entre lo que es salud y lo que es dolencia).
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El derecho y la proyección
Según el tipo de proyección adoptado, cada orden jurídico tiene un centro y una
periferia. Esto significa, en primer lugar que, a semejanza de lo que pasa con el ca-
pital monetario, el capital jurídico de una específica forma de derecho no se distri-
buye igualmente por el espacio jurídico de ésta. Tiende a concentrarse en las regio-
nes centrales, pues es ahí donde es más rentable. En estas regiones, el espacio es
mapeado con más detalle y absorbe más recursos institucionales, tales como tribu-
nales y profesionales del derecho, y más recursos simbólicos, como son los tratados
de los juristas y la ideología y cultura jurídica dominante17.
Prosiguiendo con el ejemplo arriba señalado, puede decirse que los contratos cons-
tituyen el centro del derecho burgués. Los conceptos, las teorías, los principios ge-
nerales y las reglas de interpretación desarrollados en torno de los contratos han
ocupado un lugar central en la legislación moderna, en la formación de los juristas
y en la ideología jurídica dominante. Además de eso, la perspectiva contractual ha
sido exportada a otras ramas del derecho, al derecho constitucional, al derecho ad-
ministrativo y aun al derecho criminal. Cuando hoy se habla del fin de los contra-
tos o, invirtiendo la secuencia propuesta por Maine, del paso del contrato hacia el
status, no debe olvidarse que, a pesar de las transformaciones sociojurídicas de las
últimas décadas, los contratos continúan siendo la supermetáfora, no sólo del dere-
cho moderno, sino también de la sociedad moderna en general. Basta recordar,
17
La relación centro-periferia existe en todos los espacios sociales y, por lo tanto, en las formas de ca-
pital social y simbólico que los constituyen y accionan (el capital religioso, el capital educacional, el
capital médico, el capital corporal, etc.).
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18
Esta distinción es también usada por Muehrcke en el análisis de los mapas congnoscitivos, pero
con un sentido ligeramente diferente (p. 4).
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un grupo social dado y sólo a él aplicable. Había así diferentes comunidades jurídi-
cas constituidas según el nacimiento, la religión, la etnia o la ocupación de sus
miembros. Cada individuo o grupo de individuos tenía una cualidad jurídica pro-
pia, un derecho personal o professio juris que transportaba consigo donde quiera
que fuese.
El jus civile era en Roma el derecho personal de los ciudadanos romanos y el jus
gentium fue creado para regular la actividad de los no ciudadanos. La idea de lex
terrae, de un derecho general aplicable a todo el territorio independientemente de
las características personales de sus habitantes, se desenvolvió muy lentamente. En
este proceso, que es el proceso de desarrollo de lo que denominó derecho geocén-
trico, la extensión de la economía de mercado y la burocratización progresiva de
los grupos sociales y sus instituciones desempeñaron un papel en verdad decisivo.
Según Weber este proceso culminó en la Revolución Francesa cuando el Estado
moderno se transformó en una institución coercitiva global y su derecho pasó a
aplicarse a todos los individuos y a regular de modo general y abstracto todas las
situaciones (pp. 698 y 724).
Reconoce Weber que aún hoy existen en la sociedad moderna formas de derecho
personal o particularístico pero que, al contrario de lo que sucedía en la sociedad
antigua, esas formas se fundan, exclusivamente, en razones técnicas o económicas
y sólo rigen en los estrictos límites que le son fijados por el derecho general estatal
(p. 697). En mi entender, esta confrontación histórica entre derecho egocéntrico y
derecho geocéntrico no puede ser considerada como definitivamente decidida a fa-
vor de este último. Algunos desarrollos sociojurídicos recientes apuntan a la emer-
gencia de nuevos particularismos jurídicos, de formas nuevas de derecho egocén-
trico que, al crear auténticos enclaves personales con estatutos jurídicos propios,
neutralizan o eluden la aplicación del derecho general del país. Para ilustrar esto,
retomo el ejemplo del nuevo tipo de derecho mundial de que hablé arriba al discu-
tir la escala del derecho. La multiplicidad de contratos económicos internacionales,
que cubren nuevas áreas de actividad económica e incluyen cláusulas hasta ahora
desconocidas, y la proliferación de reglamentos, códigos deontológicos, códigos de
conducta privada referidos a las actividades de las empresas multinacionales y de
las asociaciones económicas o profesionales internacionales en dominios tan diver-
sos como transferencia de tecnología, mercados de capitales, publicidad, promo-
ción de ventas, estudios de mercado, seguros, asistencia técnica, contratos de llave
en mano, etc., etc. Todas estas formas de derecho mundial crean un espacio jurídi-
co transnacional que frecuentemente colisiona con el espacio jurídico nacional 19.
19
Sobre estos conflictos cfr. Kahn; Farjat; Wallace.
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Los conflictos tienen orígenes diversos. He aquí algunos de ellos a título de ejem-
plo: la determinación de la responsabilidad de los nuevos contratos no respeta las
leyes nacionales; los contratos incluyen cláusulas generales sobre el derecho aplica-
ble, tales como los principios generales de derecho o los usos comerciales, con el
único propósito de evadir la aplicación del derecho nacional; se recurre al sistema
de arbitraje con el mismo propósito; los asociados comerciales suscriben acuerdos
de caballeros que violan abiertamente las leyes nacionales, sobre todo las que regu-
lan la competencia; la legislación nacional promulgada para fiscalizar los contratos
de transferencia de tecnología tiene una eficacia casi nula; y, finalmente, las empre-
sas multinacionales más poderosas llegan inclusive a imponer sus leyes a los Esta-
dos nacionales. La violación del derecho nacional asume tales proporciones que el
código deontológico para las empresas multinacionales, propuesto por las Nacio-
nes Unidas, incluye esta forma sorprendente: «La empresa multinacional respetará
las leyes nacionales del país donde opera» (Destanne de Bernis en Farjat, 65).
Todos estos conflictos, latentes o manifiestos, son síntomas de una tensión crecien-
te entre el derecho geocéntrico de los Estados-naciones y el nuevo derecho egocén-
trico de los agentes económicos transnacionales. En mi opinión, estamos por asistir
a la emergencia de nuevos particularismos estructuralmente semejantes a los esta-
tutos personales y corporativos de la sociedad antigua y medieval descritos por
Weber. Tal como los antiguos grupos de status, las empresas multinacionales y las
asociaciones económicas internacionales tienen un derecho propio que regula sus
negocios donde quiera que ellos tengan lugar y cualesquiera que sean las leyes na-
cionales allí vigentes. Las nuevas formas de particularismo, corporativismo y per-
sonalismo se caracterizan aun por el hecho de que este derecho mundial es forjado
según los intereses de las empresas o bancos más poderosos. Bertold Goldman
puede verificar que muchos de los contratos-tipo son creados por una única em-
presa multinacional suficientemente poderosa para poder imponerlos a sus contra-
partes (p. 180). Así se explica cómo una nueva práctica instituida por una empresa
influyente puede transformarse en una costumbre. Esta nueva forma de privilegio
de status puede también ser detectada en los códigos de conducta de las asociacio-
nes económicas o profesionales internacionales (por ejemplo, en el código deonto-
lógico de la Asociación Internacional de Franchising). Como nota Farjat hay una
estrecha coincidencia entre los agentes económicos poderosos y las autoridades
profesionales que redactan los códigos deontológicos (p. 57).
El análisis del derecho según los tipos de proyección nos permite ver aún la relati-
vidad de la distinción entre derecho y hecho, o sea, entre la evaluación normativa y
la descripción factual de la realidad, una distinción teorizada exhaustivamente por
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El derecho y la simbolización
Sin embargo el contraste entre los dos estilos de simbolización es aún más evidente
en las situaciones de pluralismo jurídico en que la práctica social obliga a una cir-
culación permanente a través de órdenes jurídicos con estilos diferentes de simboli-
zación. De una forma o de otra, todas las investigaciones empíricas que realicé in-
20
Cfr. por ejemplo, Farjat, 65.
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La investigación sobre las luchas sociales y jurídicas en Recife revela que, tanto los
moradores de las favelas, como la Iglesia católica que los apoya, buscan una rela-
ción de complementariedad momentánea e inestable entre el derecho no oficial de
las favelas y el derecho nacional estatal. La construcción e imaginación de la reali-
dad en estas dos formas de derecho siguen sistemas de señales divergentes, el bí-
blico y el homérico, respectivamente. Los líderes comunitarios y los abogados con-
tratados por la Iglesia para defender a los favelados son frecuentemente forzados a
cambiar de estilo y de sistema de señales de acuerdo con el auditorio relevante
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frente al cual tengan que argumentar en el momento. El estilo bíblico, usado en las
asambleas al interior de las favelas, tiene que ser traducido al estilo homérico cuan-
do se trata de argumentar en el tribunal o en una repartición administrativa. Pero
también puede suceder que, en determinados momentos, los dos estilos y sistemas
de simbolización se superpongan e interpenetren, como por ejemplo, cuando gru-
pos de moradores de las favelas van a asistir, como «público», al juzgamiento de
un conflicto de tierra y, de repente, comienzan a gritar consignas y a entonar cánti-
cos religiosos en plena sala de audiencias (Santos 1982b, 21).
Los mapas son objetos vulgares, triviales. Forman parte de nuestro cotidiano al
mismo tiempo que nos orientan en él. Como dice Hodgkiss, «es difícil no ser con-
frontados en nuestra rutina diaria con por lo menos dos mapas. En la mañana, al
pasar los ojos por el periódico camino al trabajo, es casi seguro tropezarnos con un
mapa en blanco y negro para señalar y localizar un acontecimiento cualquiera im-
portante. Al llegar a casa, al fin del día, el noticiero de la televisión también nos
mostrará un mapa con el mismo objetivo. A más de eso, la previsión del tiempo
nos es hecha cotidianamente, tanto en la prensa, como en la televisión, con la ayu-
da de fotografías de satélite y de mapas particularmente concebidos para facilitar
la comprensión» (p. 11).
Al usar como metáfora de base un objeto tan común y vulgar como el mapa, la car-
tografía simbólica del derecho pretende contribuir a vulgarizar y trivializar el dere-
cho tendiendo a abrir camino a un nuevo sentido común jurídico. El conocimiento
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La cartografía simbólica del derecho aquí trazada es una de las vías posibles de ac-
ceso a una ciencia posmoderna. Correspondientemente, la concepción del derecho
que transmite es también posmoderna. A lo largo de la exposición, fui presentando
algunos de los componentes básicos de esta concepción. El primero y tal vez más
importante es el concepto de pluralismo jurídico. No se trata del pluralismo jurídi-
co estudiado y teorizado por la antropología jurídica, o sea, de la coexistencia, en el
mismo espacio geopolítico, de dos o más órdenes jurídicos autónomos y geográfi-
camente segregados. Se trata, más bien, de la superposición, articulación e interpe-
netración de varios espacios jurídicos mezclados, tanto en nuestras actitudes, como
en nuestros comportamientos y actitudes, ya sea en momentos de crisis o de trans-
formación cualitativa en las trayectorias personales y sociales, ya en la rutina fría
del cotidiano sin historia. Vivimos en un tiempo de porosidades y, por lo tanto,
también de porosidad ética y jurídica, de un derecho poroso constituido por múlti-
ples redes de órdenes jurídicos que nos fuerzan a constantes transiciones y trans-
gresiones. La vida sociojurídica de fin del siglo está constituida por la intersección
de diferentes líneas de fronteras y el respeto de una implica necesariamente la vio-
lación de otras. Somos, pues, transgresores compulsivos, el otro lado de la libertad
multiplicada por sí misma según el ideario de la modernidad.
tiempo que amplía el espacio jurídico hasta la escala planetaria, crea particularis-
mos y personalismos que reproducen los privilegios de status medievales ligados a
las diferentes professiones juris.
Al contrario del sentido común jurídico hoy dominante, el nuevo sentido común
jurídico parte de una concepción de derecho autónoma e independiente de la que
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Dije arriba que merecería la pena probar las virtudes teóricas y políticas de la carto-
grafía simbólica en el estudio de otras representaciones sociales más allá del dere-
cho. Pienso que merecerá particularmente la pena en el caso de las representacio-
nes sociales que tienen un contenido normativo explícito cuya reproducción am-
pliada está asegurada por organizaciones formales servidas por conocimientos y
prácticas profesionalizadas. Así será el caso de la religión y de la educación pero
ciertamente de todas las demás prácticas y representaciones sociales cristalizadas
en instituciones formales, profesionalizadas, desde las fuerzas armadas al movi-
miento sindical, del deporte a la seguridad social21.
Tal vez para superar, sin éxito, a mi entender, este obstáculo, la sociología se refu-
gió en el exterior de las representaciones sociales institucionalizadas por la socie-
dad moderna y se dedicó al estudio de su impacto social, ya sea para establecer su
positividad, como en el caso del funcionalismo, o para establecer su negatividad,
como en el caso del marxismo. El estudio de impacto social, o sea, de lo que está a
juzante de las instituciones, fue complementado por el estudio de lo que está a
montante de las instituciones, o sea, el estudio de los intereses sociales o grupales,
bien para establecer la universalidad de los intereses, como en el caso del funciona-
lismo, bien para establecer su naturaleza clasista, como en el caso del marxismo.
Este proceso, que monopolizó lo que mejor se produjo en la sociología durante mu-
chos años, hizo olvidar que entre los intereses y los impactos estaban las cosas ins-
21
Cfr. nota 14 y 16 para algunas sugerencias sobre la aplicación ampliada de la cartografía simbólica.
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te vinculado al uso a que se les quiere destinar. Por eso, las reglas de la escala, de la
proyección y de la simbolización son los modos de estructurar en el espacio dise-
ñado una respuesta adecuada a nuestra subjetividad, a la intención práctica con
que dialogamos con el mapa. Así, los mapas son un campo estructurado de inten-
cionalidades, una lengua franca que permite el diálogo siempre inacabado entre la
representación de lo que somos y la orientación que buscamos. El inacabamiento
estructurado de los mapas es la condición de creatividad con la cual nos movemos
entre sus puntos fijos. De nada valdría diseñar mapas si no hubiese viajantes para
recorrerlos.
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Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 116 No-
viembre- Diciembre de 1991, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.