Sergi Torres - Entrevista
Sergi Torres - Entrevista
Sergi Torres - Entrevista
Es como si hubiera habido dos partes en mi vida. Por un lado, estaba el Sergi que iba al colegio
y se relacionaba con sus padres y amigos, y por otro, el Ser que daba lugar a eso… Tengo
recuerdos de una conexión con lo esencial y también, sintiéndome parte de este mundo,
recuerdo que me hacía preguntas del estilo: “¿Quién he sido antes de ser Sergi?”. De muy
pequeño tenía la sensación de que podía parar el tiempo y sentía que estaba llamado a
transmitir ese conocimiento… La conciencia de ese Ser empezó a difuminarse en el momento
que empecé a preocuparme por aprobar exámenes o a centrar mis esfuerzos en aprender
memorizando cosas. Siento que mi conciencia se pasó de frenada al entrar en contacto con la
faceta más racional de la persona.
Hay un suceso que no suelo contar para no generar confusión. Es decir, no fue únicamente el
suceso el factor desencadenante, pero en parte sí. Me hallaba en un momento en el que cada
vez estaba más interesado en cosas distintas a lo que me habían enseñado cuando fui a un
taller de una de las médiums más reconocidas del mundo, Marilyn Rossner. Allí tuve una gran
experiencia y algo se abrió de forma descontrolada… Se disparó mi estado de percepción y
los recuerdos de aquel contacto con lo esencial empezaron a sucederse como mares de lava.
En el fondo, siento que era el momento de que aquello ocurriese y ocurrió de esa manera. La
forma no es tan importante…
Vivimos en un mundo lleno de impulsos y con infinidad de propuestas para todos los
gustos, pero parece que no acabamos de encontrar el sentido… ¿Tan difícil es
encontrar la verdadera paz?
Según mi propia experiencia, superficialmente llegué a descubrir que había un patrón o una
inercia, pero no me conformé con ello, pues limitarme a la conciencia de ese patrón aún me
hacía sentir que yo no podía hacer nada… Fue así como seguí investigando y me di cuenta de
que lo que alimentaba esa inercia era el miedo a algo distinto. Las experiencias profundas que
volvía a experimentar daban un vuelco a esos patrones y al mismo tiempo venían
acompañadas de una gran sensación de inestabilidad, ignorancia y miedo. Fue así como me di
cuenta de que no era difícil, sino que yo mismo era el que lo hacía difícil por miedo a que
ocurriera. En el fondo, somos nosotros mismos los que estamos detrás dificultando nuestra
propia liberación. En realidad, el encuentro con la paz es muy simple; sólo se trata de una
visión sostenida con una voluntad férrea. Esa voluntad a menudo no existe justo por el miedo
a que ocurra esa paz que transforme completamente mi mundo.
Queremos ser libres, pero al mismo tiempo nos boicoteamos la libertad. Una gran
paradoja…
Así es. Las paradojas no tienen movimiento en sí mismas; la solución de la paradoja no genera
una conclusión que genere un movimiento. Por eso los seres humanos tampoco nos movemos.
Puede parecer que evolucionamos, que la tecnología es un gran avance… pero en el fondo es
falso. Seguimos anclados en el mismo punto de conciencia precisamente a causa de esa
paradoja; el quiero y no puedo porque en realidad no quiero.
Esa responsabilidad, primera y última, es básica. Hay muy pocos seres humanos hoy en día
que estén abiertos a responsabilizarse completamente de su historia personal. Aún hacemos
demasiada bandera del victimismo…
¿Cómo vivir centrados, acorde a nuestra esencia, en una realidad alienante y con una
mente llena de niebla?
A menudo no tenemos los recursos necesarios, pero siempre nos queda la voluntad. Todo lo
que yo experimento parte de un origen, y ese origen es mi esencia. Quizás yo no puedo ser
consciente de mi esencia, pero sí de sus efectos; lo que pienso y siento a cada momento. De
esto sí que puedo ser consciente y trabajar con ello. Así pues, si con voluntad, yo decido
aceptar cómo soy, cómo siento, cómo me veo y lo que pienso, entonces estoy aceptando la
esencia. Esta aceptación es lo que me permite viajar a través de los pensamientos y las
emociones hasta llegar a su origen. Mientras que, normalmente, para querer llegar a esa
conciencia esencial, acostumbramos a rechazar los pensamientos y emociones que creemos
que nos lo impiden, y así, es como nos alejamos de nuestra esencia.
Para estar en paz, hay que hacer las paces con todo…
Así es, pero sobre todo tenemos que tener en cuenta que estar en paz no es una técnica ni un
método, es una decisión. Quizás no disponemos de muchos recursos, pero sí que podemos
entrenarnos y prepararnos para tomar con firmeza esa decisión.
La vida, en esencia, es felicidad. Cuando pierdo esta conciencia, olvido lo que es. Este es el
estado mental generalizado de los seres humanos. Así, nos hemos inventado otra felicidad,
pero que en el fondo nos hace sufrir, porque cuando la alcanzo, sufro por retenerla o sufro por
perderla. Esto hace que la felicidad, tal y como la entendemos a menudo, sea tan voluble,
imperando el sufrimiento. No se trata de que seamos felices, sino que somos felicidad… Hemos
llevado la felicidad a un ámbito emocional, un espacio muy inestable y volátil, especialmente
hoy en día. Por tanto, cualquier cosa que logre alcanzar desde el ámbito emocional, ya sea
paz, ya sea amor emocional, en algún momento me va a llevar inequívocamente a sufrir.
Siempre sufrimos hasta que utilizamos el sufrimiento para darnos cuenta de que, en esencia,
es felicidad. Ahí vuelve a aparecer otra vez la gran paradoja…
La vida como felicidad… ¿Cómo explicárselo a los que más sufren, por ejemplo a
consecuencia de la crisis?
Es imposible. En el 1213, sólo se podía hablar de que la tierra no era plana con aquellos que
estaban abiertos a plantearse otra visión. Así, hoy en día, sólo puedes plantear la salida al
sufrimiento, es decir, que el sufrimiento, en esencia, sólo es felicidad mal comprendida, a
aquellos que están abiertos a tener una perspectiva distinta de su sufrimiento. Muy pocas
personas hoy en día están dispuestas a ello. El sufrimiento se suele ver a menudo como algo
nuestro, y así, inconscientemente, lo poseemos, nos aferramos a él. Sería como un osito de
peluche hecho de cristales y clavos, pero que nos ha acompañado durante toda nuestra vida.
Buscar la felicidad significa necesariamente que no soy feliz. Por tanto, cuanto más la busco,
más confirmo que no lo soy. Tenemos miedo de darnos cuenta de que lo que estamos sintiendo
justo ahora es felicidad mal comprendida porque esto nos hace experimentar una cierta forma
de felicidad, y también hace que nos demos cuenta de que hemos estado equivocados toda
nuestra vida en nuestro camino de búsqueda de la felicidad, en el que tanto hemos sufrido y
tanto hemos hecho sufrir a los demás. Esto nos lleva hacia la pura honestidad y depende, de
nuevo, de una decisión.
En primer lugar, hay que recordar que tenemos el poder de ejercer esa decisión de ir más allá
de nuestra personalidad para residir en el Ser. Desde ese espacio, te das cuenta de que no
somos seres sociales, ni culturales, ni económicos… Ver esto, te hace ver también que no estás
en crisis ni has entrado nunca en ninguna crisis. Simplemente, estás viviendo experiencias.
Usar nuestro poder para intentar salir de la crisis o cambiarla, implica que tengo que sacar mi
poder de esa decisión de estar en la esencia para caer igualmente en las redes de ese
conglomerado de creencias, moral, etc…
¿Se podría decir que toda lucha es una huida hacia delante?
Cuando llegue el día en que un gran número de seres humanos logre dar ese paso adelante
para no identificarse con ninguna estructura externa, la sociedad, la economía, la cultura, la
economía, el arte… adquirirán su máximo exponente porqué será lo más esencial lo que se
expresará a través de estos canales sin interferencias.
Tenemos miedo del miedo porque es la puerta a la paz o a lo esencial. En el momento en que
una conciencia deja de ser consciente de su felicidad o de su presencia, la primera sensación
que surge es el miedo, y es embarcándose en ese miedo que uno empieza luego a tener miedo
del miedo. La manera de que esto empiece a disolverse es dando espacio a las emociones, ya
que detrás de toda emoción podemos encontrar siempre trazas de miedo. Si en lugar de huir
de lo que siento me dirijo hacia ello encontraré el gran pánico de la conciencia humana; no
saber quién soy y por qué estoy viviendo la vida que vivo. Si a partir de ahí, consigo dar un
paso más, el gran paso, alcanzaré la ausencia de miedo; la paz perfecta.
Así es. Se trata de desprenderte de algo que crees que eres tú y que además, a menudo, se
suele creer que sólo eres eso… Para el inconsciente, pasar a ser consciente es como un suicidio.
Hay un método universal, que además es excepcional y bajo mi punto de vista es el único: la
vida de cada uno. La vida particular, vivida realmente, plenamente, te lleva a la salida del
sufrimiento. Así pues, en el fondo se trata de algo lógico y simple, nada difícil. No es algo que
yo tenga que hacer porque la vida ya tiene lugar, sino simplemente, tengo que dedicarme a
vivirme.
Se suele decir que el amor es el mejor antídoto para el miedo, pero ¿qué hacer
cuando amar también da miedo? ¿Cómo amar de verdad?
A menudo se tiene la sensación de que cuando consigamos alcanzar el amor, visto como algo
externo, entonces mi miedo desaparecerá. Pero no es así. Mi miedo ya es una forma de amor,
muy desenfocada quizás, pero si yo me abro a sentir mi miedo, lo estaré aceptando y podré
amarlo; por tanto, ese gesto es lo que me lleva a sentir que mi miedo en el fondo es amor.
Una vez más, no hay nada alcanzable porque ya somos todo. Cuando te das cuenta de que
dentro del mismo miedo está el amor surge una carcajada, pues te das cuenta de que los
motivos por los cuales has estado buscando toda la vida, ya eran en sí mismo los resultados
de eso que tanto buscabas.
Sólo con que sea un poco sesgada, a lo que miramos ya no le podemos llamar realidad. Por
tanto, no se trata de que la malinterpretemos, sino que directamente no la vemos. En el
momento en el que no vemos completamente la realidad, estamos completamente ciegos,
aunque puedas pensar que estás sólo un poco ciego. La Conciencia Absoluta es absolutamente
radical; o ves o no ves, o es real o no es real. No hay las medias tintas que tanto nos gustan
a los seres humanos…
El punto clave es tomar la decisión de dar la bienvenida a todo lo que llegue, sea lo que sea.
Eso no quiere decir que tenga que estar contento o agradecido de un conflicto, pues puedo
estar muy asustado o muy rabioso, pero al darle la bienvenida puedo ver desde dónde se
origina mi rabia o mi miedo. Entonces puedo utilizar el conflicto como método para descubrir
la esencia de mis emociones. Al final, lo que nos ocurre, suele ser aquello que nosotros mismos
decidimos experimentar.
Hay que volver a lo esencial. Todo lo que yo digo no tiene la intención de que sea comprendido.
No hay varias formas de abordar esto. Si estás realmente dispuesto a comprender tu vida,
todo lo que ocurra en ella puede ser fantástico para alcanzar ese propósito. Si no estás
dispuesto, no hay nada que se te pueda dar que puedas usar para ello. Más allá de si una
persona tiene o no recursos suficientes para comprender su vida, para mí, lo realmente
importante, es si quiere o no.
¿Qué pasa cuando creemos que queremos pero acabamos tropezando siempre con
la misma piedra en forma de dificultades?
Eso es un claro indicativo de que en realidad no se quiere. A menudo, una de mis tareas más
arduas es mostrar a las personas que piensan que quieren vivir plenamente, que en realidad
no quieren. Al final, el truco para saber dónde estamos posicionados es muy simple… Sólo
tenemos que preguntarnos honestamente: ¿Soy plenamente feliz? Si ves con honestidad que
no eres feliz, automáticamente ya sabes que realmente no estás queriéndolo ser, pienses lo
que pienses al respecto. Cuando le pedimos al Ser que mire directamente a la personalidad,
la respuesta es demoledora porque el Ser no ve personalidad…
Es un requisito básico. Si mi vida es el lugar en el que aprendo, ¿qué sentido tiene rechazarlo?
¿Qué otros requisitos de los que han ido saliendo son pues imprescindibles en el
método hacia una vida plena?
En mi vida ha habido maestros, enseñanzas, libros… que mientras los iba siguiendo yo creía
que eran “la vía”. Pero cuando descubrí lo que hay detrás del velo perceptual, me di cuenta de
que todo esto no tenía ningún significado especial; no era nada distinto a cualquier situación
corriente en la que mi método o maestro real sigue siendo la vida y lo que ocurre en el
presente. Podríamos decir que tengo mi propio currículum espiritual pero al final me he dado
cuenta de que no sirve de nada. Ahora bien, fue necesario pasar por ahí para darme cuenta
de que en el fondo no servía de nada. No se trata de rechazar nada, sino de ponerlo todo en
el mismo lugar. Mientras busques, encontrarás guías… Así que la pregunta es: ¿Qué hago yo
con esos guías? Si no estoy muy atento a esto, me puedo acabar montando toda una película
espiritual con el mismo final de siempre.
No suelo mencionarlo porque en el fondo creo que es algo muy individual. Llegó un día en el
que descubrí que Un Curso de Milagros no era un simple libro de tapas azules, páginas finas y
mucha letra, sino que era una puerta que si la cruzaba podía convertir el libro en cualquier
persona, cosa o situación. En realidad, cualquier cosa puede enseñarte lo que este libro
muestra; que estamos ciegos perceptualmente, que el mundo no existe tal y como lo vemos
y que la herramienta clave para conseguir salir de todo esto es perdonar, que en última
instancia, se trata de ejercer la voluntad de soltar.
¿Qué podemos esperar de esta nueva era en la que hace poco se supone que hemos
entrado?
Si uno quiere aprender a conducir, le da igual si hace sol, frío, llueve o está nublado.
Simplemente se monta en el coche y ya está. El encuentro con el Ser es algo tan genuinamente
personal e individual que, finalmente, no hay contexto que influya en ello. El contexto sí que
te puede ayudar a tomar el poder de decisión para alcanzarlo, pero en realidad es la voluntad
y no el contexto lo que de verdad nos hace libres. El contexto, por sí solo, nunca nos va a
liberar.
Para mí es una muestra más de que cuando no interfieres, las cosas ocurren. Desde el primer
día de este proyecto, pude comprobar cómo su proceso, hasta hoy, responde a una serie de
mecanismos que uno desconoce… Yo, lo único que he hecho al respecto, es ofrecerme,
ponerme en juego sin interferir. Eso es lo que hemos hecho desinteresadamente cada uno de
sus miembros. Disfrutándolo a cada instante y sin expectativas, ha ido siguiendo su curso.
Sinceramente, las críticas, ya sean positivas o negativas, no nos interesan demasiado… Las
agrademos todas, pero lo que de verdad nos llega al corazón es que una persona nos escriba
diciéndonos que le ha cambiado la vida. Al ver la película, ciertas personas se han podido dar
cuenta de que ellas tienen el poder de tomar la decisión para vivir una vida plena.
Lo único que puedo añadir es algo que me digo a mí mismo; se terminó el tiempo para la
esperanza porqué ha llegado el tiempo de la verdad. El tiempo para despojarnos de máscaras,
disfraces… y dedicar nuestra vida a estar en ese Ser, ya sea en forma de ira, agradecimiento
o paz inconmensurable, no importa. No hay diferencias al final.
“Tenemos miedo de vivir nuestra vida”
En vez de “darnos a la vida”, la mayoría de nosotros esperamos que sea la vida la que
nos dé lo que creemos necesitar para ser felices. Este podría ser el núcleo de lo que
Sergi Torres nos propone en esta entrevista. Que la Vida en sí misma no contiene
miedo, sino que el miedo surge de la equivocada dualidad entre nosotros y la Vida.
Disfrutar del silencio y la soledad, paseando por el bosque que hay cerca de su casa, es
de las cosas que mejor le sientan a Sergi Torres, cuando los encuentros y conferencias
le dejan algo de tiempo libre. “No suele apetecerme relacionarme mucho. En este
sentido soy muy mal amigo y no demasiado social. Sin embargo, como más disfruto
seguramente, es compartiendo con mi familia, mi pareja Sara y nuestro hijo Arnau, de
ocho años. Con ellos disfruto de lo más simple, como puede ser hacerle la cena a
Arnau o acompañarle por la mañana al colegio o estar envuelto en una manta con Sara
viendo una película. Yo soy el encargado de hacer las palomitas”, nos cuenta al
consultarlo sobre sus momentos de vida familiar.
Y a pesar de las pasiones deportivas que le despierta el Barça, equipo al que sigue
siempre que puede, el momento más sentido y degustado por él llega cuando todos en
la casa se van a dormir: “cuando todos están acostados y yo me quedo un par de horas
más en pie”, confiesa. “Esas dos horas de silencio, las agradezco mucho. Son un
espacio para disfrutar de nada y de todo, para desaparecer…”
Desaparecer, y meditar un momento sobre los conceptos con los que abrimos la
entrevista: la vida, la fe y el miedo.
¿Y la Fe?
La Fe es un sendero a recorrer que uno empieza a ciegas, con coraje y una clara
decisión de llegar a descubrir lo que se encuentra al final de ese sendero. El sendero de
la Fe nos puede llevar a una gran sabiduría, siempre y cuando no convirtamos la fe en
un saco de creencias o de ideologías que nosotros queremos que sean ciertas sí o sí.
Cuando he sentido la verdadera Fe, reconozco que lo primero que he sentido es mi
ignorancia más absoluta. Por eso dije que es un sendero que requiere coraje y una
clara decisión, porque sino, uno se para en este primer paso y cae en la trampa de
substituir la ignorancia por una creencia que suele estar muy alejada del destino del
sendero de la Fe.
Durante mucho tiempo para mí, la Fe fue algo a lo que debía agarrarme en momentos
de dificultad. Era una creencia optimista de que todo iba a salir bien, en lugar de ser
una oportunidad para hacer frente a mi ignorancia de no saber cómo vivir ese
conflicto.
Por ejemplo en una situación de despido laboral, tener fe no consiste en creer que uno
va a encontrar trabajo pronto, sino más bien, no tener miedo de vivir esa experiencia
de vida tal y como es.
¿Y el Miedo?
Cada vez se me hace más difícil expresar lo que para mí es el miedo, porque mi visión
del miedo cada vez es más simple, y lo simple no tiene sentido explicarlo, sino vivirlo.
En realidad el miedo no es nada en sí mismo. Es, más bien, la consecuencia o el efecto
de haber decidido olvidar algo que es básico para poder vivir una vida sin miedo: saber
quién soy, cual es mi origen y dónde estoy ahora. Cuando uno no recuerda estas tres
cosas, que en realidad son la misma, empieza a sentir un vacío de certeza. A este vacío
yo lo llamo miedo.
Si en verdad tenemos miedo de vivir nuestra vida, ¿qué tipo de vida hemos vivido
hasta ahora?. O dicho de otra forma, ¿qué patrones de conducta nos han ayudado a
sobrevivir en una vida con miedo?
Patrones basados en la irresponsabilidad. Dicho de otra forma, patrones basados en el
“no querer” asumir nuestro propio miedo y dolor. Eso nos ha llevado a tener que hacer
responsables a los demás y a nuestra vida de lo que a nosotros nos ocurre, o de lo que
nosotros pensamos, o incluso sentimos. A su vez, eso nos ha llevado a un tipo de
comportamiento totalmente incoherente: querer ser felices sin estar dispuestos a
asumir la responsabilidad de nuestros propios obstáculos a la felicidad.
De qué manera podemos aceptar que los demás – pareja, familia, amigos- tienen la
necesidad (y el derecho) de vivir sus vidas fuera de nuestro control, estemos o no de
acuerdo con lo que ellos decidan hacer con sus vidas?
Es obvio que los demás forman parte de nuestra vida, así que de nuevo, cuando no
aceptamos sus vidas o su forma de ser, rechazamos a nuestra vida y a nosotros
mismos. Sólo hace falta ver el dolor que implica tratar de cambiar la vida de otro.
Aunque lo más curioso es darse cuenta de que cuando me relaciono con otra persona
en realidad no es con ella con quien me relaciono sino con mis opiniones acerca de esa
persona. Esto genera la conocida sensación de incomunicación con los demás o el no
sentirse uno totalmente querido por los demás. Sin embargo, cuando nos
relacionamos primero con nosotros mismos desde lo más profundo de nuestro Ser,
entonces encontramos lo esencial, y en lo esencial todos estamos unidos. Ahí la
necesidad de ser comprendido, respetado o amado desaparecen, y resurge el
agradecimiento por el otro sin importar lo que nosotros vemos que hace o deja de
hacer. Cuando descubres que amar te lleva a la paz y que no hacerlo genera dolor, uno
decide amar a pesar de que quizá al principio cueste. Pero no debemos olvidar que
estamos aprendiendo. Lo más importante es tomar la decisión de amar. El resto llega
por si solo.
Has dicho alguna vez que cuando tenemos miedo estamos equivocados. ¿Crees que
el miedo es falta de Fe? ¿Por qué nos cuesta tanto vivir sin miedo?
“Cuando sientes miedo es porque estás equivocado” es una de las premisas del libro
“Un Curso de Milagros”. Se refiere a que cada vez que sentimos miedo es debido a que
estamos interpretando incorrectamente aquella situación que nosotros pensamos que
nos produce miedo. Cuando conseguimos verla más allá de nuestras “historias
personales” podemos ver que no hay nada que en realidad pueda afectarnos si
nosotros no elegimos previamente sentirnos afectados. Muy pocos son conscientes de
ese tipo de elecciones porque ocurren mayormente en el ámbito de nuestro
inconsciente. Cada vez que sentimos miedo es porque hemos permitido que una parte
de nuestra consciencia olvide su identidad universal.
El miedo es ausencia de consciencia, es pura ignorancia. Nos cuesta tanto vivir sin
miedo porque nos da miedo vivir sin miedo. ¿Qué paradoja verdad? El miedo es un
circuito cerrado de pensamiento. Salir de este circuito tan conocido por nosotros
supondría un vuelco entero a nuestro mundo, a nuestra forma de ver y de sentir las
cosas, y eso nos da miedo. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, es el
estandarte de la gran mayoría de la humanidad.
Cuando tú dices “la vida no piensa, no opina, la vida es” ¿qué nos quieres sugerir?
Que nosotros solemos hacer justo lo contrario. Somos fruto de Algo que no opina ni
juzga las cosas como buenas o malas. Sin embargo, nosotros hemos inventado una
forma de pensar y de ver las cosas moral y dual, que es opuesta a la que la Vida tiene.
Sabiendo esto y teniendo en cuenta que somos producto de la Vida, entenderemos
ahora el porqué del dolor y del sufrimiento que acarreamos durante tantos miles de
años.
Tú nos haces una pregunta muy liberadora: “¿qué escondes tú ahí dentro, que aún
no has puesto en juego en tu vida?”. Poner en juego implicaría riesgo, y riesgo lleva
al miedo. Si lo que podemos manifestar es “el ser”, es “la vida”, la parte luminosa de
nosotros, por qué el miedo tiene más peso y nos anula?
Por un lado porque no recordamos esa parte interna de conciencia plena. Por el otro,
la intuimos suficientemente como para temerla. Intuimos, aunque sea muy
inconscientemente, que al despertar esa parte del Ser en plenitud, nuestra vida dará
un vuelco completo y que nunca volverá a ser lo que era antes. De algún modo
preferimos sufrir que despertar nuestra paz, porque el sufrimiento lo conocemos, pero
a la Paz no.
Cuando te refieres al amor que siente mi vida por mí ¿te refieres a Dios? ¿Por qué no
mencionas a Dios (espiritual, no religioso), siendo que la imagen que tienen las
personas de “la vida” es finita y vulnerable?
Cuando digo Dios, lo que digo está tan sumamente alejado de la palabra Dios, que dejé
de usarla. Al cabo de un tiempo, y sin ser premeditado, me encontré en una
conferencia hablando sobre la Vida en términos de conciencia universal, y vi que
estaba nombrando a Dios con una palabra desprovista de significados propiamente
religiosos, filosóficos o espirituales en general. Dios no responde a religiones ni
ideologías. Ni tan si quiera es espiritual. Aunque, al fin y al cabo cuando se habla de lo
Absoluto no existen palabras ni conceptos que lo definan ni lo nombren.
¿Cuál crees que es la forma en que las personas se relacionan con un poder superior,
llámese Dios, Energía o Vida?
En realidad no hay “forma” de relacionarse con lo divino, porque nosotros mismos
somos una forma de Dios. Dios es todo, por lo tanto no existe, en realidad, una forma
de relación con esa Conciencia Suprema, porque, al ser Una, no existe nada con lo que
poder relacionarse. Sin embargo, cuando perdemos nuestra consciencia divina,
olvidamos esa unidad y empezamos a tratar de restablecer esa conexión viendo a Dios
como algo separado de nosotros. Es ahí cuando nace el deseo y la necesidad de ser
felices y de vivir en paz, pero nunca funciona bajo el prisma dual, humano. El recuerdo
de nuestra identidad divina siempre viene de Dios hacia nosotros y no al revés. Lo
interesante de esto que digo no es saberlo ni comprenderlo, sino vivirlo.
Muchas de las personas que leen nuestra revista buscan respuestas a su dilema
espiritual; otras simplemente “buscan” alternativas posibles que mejoren su vida. Tú
siempre dices que las respuestas que buscamos están mucho mas cerca, dentro de
nosotros…
Recuerdo cuando yo buscaba. Recuerdo esa sensación de “ahora sí, ahora sí” o la de
“esto sí, esto sí” o la de “esta chica sí que sí”. Sin embargo la búsqueda implica más
búsqueda. Es lógico que uno no pare de buscar mientras siga sintiendo un vacío
interior. Lo curioso es que buscamos llenarnos desde fuera. La búsqueda termina
cuando por fin uno se abre a aprender a aceptarse a sí mismo completamente.
Si lo miramos de nuevo, desde los términos de la Vida, veremos que la Vida se está
dando todo el tiempo. En cambio, cuando nosotros buscamos, lo que hacemos es
tratar de obtener aquello que creemos que al conseguirlo nos hará sentir plenos
(felices o en paz). Esto es lo opuesto a lo que la Vida hace; dar es lo opuesto a tratar de
obtener. Por eso es que nuestra búsqueda nunca nos sintoniza con la Vida y al no
sintonizar con Ella, seguimos sintiéndonos vacíos, y por lo tanto, necesitando buscar
algo que nos llene.
Lo más curioso del buscador es culpar a aquello que encuentra en su búsqueda, de no
llenarle suficientemente. Irónico, ¿verdad?. Yo lo hice durante muchos años. Culpé a
mis amigos, parejas, trabajos, familiares y circunstancias, de no llenarme. Les culpaba
de tener que seguir buscando, cuando era yo quien tenía pánico de encontrarme a mí
mismo.