La Última Entrevista de Carlo Maria Martini

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LA ÚLTIMA ENTREVISTA DE CARLO MARIA MARTINI

de Georg Sporschill S.I. y Federica Radice Fossati Confalonieri

P. – ¿Cómo ve Usted la situación de la Iglesia?

R. – La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura


ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías,
el aparato burocrático de la Iglesia aumenta, nuestros ritos y nuestros hábitos son
pomposos. Estas cosas sin embargo, ¿expresan lo que somos nosotros hoy? (…) El
bienestar pesa. Nos encontramos allí como el joven rico que, triste, se fue cuando
Jesús lo llamó para que se convirtiera en uno de sus discípulos. Sé que no podemos
dejar todo con facilidad. Pero por lo menos podríamos buscar hombres que sean libres
y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de
El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos? Por
ninguna razón debemos limitarlos a los vínculos de la institución.

P. – ¿Quién puede ayudar a la Iglesia hoy?

R. – Padre Karl Rahner utilizaba con gusto la imagen de las brasas que se esconden
debajo de la ceniza. Yo veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza sobre las brasas que a
menudo me surge un sentido de impotencia. ¿Cómo se pueden liberar las brasas de la
ceniza en modo tal que se fortalezca la llama del amor? Antes que nada debemos
buscar estas brasas. ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen
samaritano? ¿Qué tienen fe como el centurión romano? ¿Que son entusiastas como
Juan Bautista? ¿Qué osan lo nuevo como Pablo? ¿Que son fieles como María
Magdalena? Yo aconsejo al Papa y a los obispos que busquen a doce personas fuera
de lo común para los puestos de dirección. Hombres que están cercanos a los más
pobres, que estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas.
Necesitamos confrontarnos con hombres que ardan en modo tal que el espíritu pueda
difundirse por doquier.

P. – ¿Qué instrumentos aconseja contra el cansancio de la Iglesia?

R. – Aconsejo tres muy fuertes. El primero es la conversión: la Iglesia debe reconocer


los propios errores y debe recorrer un camino radical de cambio, empezando por el
Papa y los obispos. Los escándalos de las pedofilia nos empujan a iniciar un camino
de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los temas que
implican el cuerpo son un ejemplo. Estos son importantes para cada uno, y a veces
quizá son incluso demasiado importantes. Tenemos que preguntarnos si la gente
escucha aún los consejos de la Iglesia en materia sexual. La Iglesia en este campo,
¿es aún una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios de
comunicación? El segundo es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II ha devuelto la
Biblia a los católicos. (...) Sólo quien percibe en su corazón esta Palabra puede formar
parte de aquellos que ayudarán a la renovación de la Iglesia, y sabrán responder a las
preguntas personales con una elección justa. La Palabra de Dios es simple y busca
como compañero un corazón que escuche (...). Ni el clero ni el derecho eclesial
pueden sustituirse a la interioridad del hombre. Todas las reglas externas, las leyes,
los dogmas nos han sido dados para aclarar la voz interna y para el discernimiento de
los espíritus. ¿Para quién son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de
curación. Los sacramentos no son un instrumento para la disciplina, sino una ayuda
para los hombres en los momentos del camino y en las debilidades de la vida.
¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una fuerza nueva? Pienso
en todos los divorciados y en las parejas que se han vuelto a casar, en las familias
ampliadas: necesitan una protección especial. La Iglesia sostiene la indisolubilidad del
matrimonio. Es una gracia cuando un matrimonio y una familia lo consiguen (...). La
actitud que tenemos hacia las familias ampliadas determinará el acercamiento a la
Iglesia de la generación de los hijos. Una mujer ha sido abandonada por el marido y
encuentra un nuevo compañero que se ocupa de ella y de sus tres hijos. El segundo
amor lo consigue. Si esta familia es discriminada, no sólo se aparta a la madre, sino
también a sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su apoyo,
la Iglesia perderá a la generación futura. Antes de la comunión rezamos: "Señor, no
soy digno...". Nosotros sabemos que no somos dignos (...). El amor es gracia. El amor
es un don. Se debería dar la vuelta a la pregunta sobre si los divorciados pueden
tomar la comunión. ¿Cómo puede la Iglesia ayudar con la fuerza de los sacramentos a
quienes tienen situaciones familiares complejas?

D. – Usted, personalmente, ¿qué hace?

R. – La Iglesia se ha quedado atrás en 200 años. ¿Cómo es posible que no se


mueva? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de coraje? De todos modos, la fe es el
fundamento de la Iglesia. La fe, la confianza, el coraje. Yo soy viejo y estoy enfermo y
dependo de la ayuda de otros. Las personas bondadosas que me rodean me hacen
sentir el amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que de vez
en cuando percibo respecto a la Iglesia en Europa. Sólo el amor vence al cansancio.
Dios es amor. Yo tengo aún una pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?

(Del "Corriere della Sera", 1 de septiembre de 2012)

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La génesis de la entrevista en la reconstrucción hecha por el "Corriere della Sera" del


4 de septiembre:

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