Shutter Island
Shutter Island
Shutter Island
Un caso Clínico
Laura Kait
El autor es de Boston y allí ubica todas sus historias, tres de las cuales han
sido llevadas al cine y son películas excelentes que espero hayáis visto:
Shutter en inglés puede significar distintas cosas que tienen que ver con
“cierre”. Se le llama “shutter” a una contraventana o al obturador de una
cámara fotográfica, pero prefiero elegir la tercera posibilidad que es el
aumentativo de “shut”, cerrado. Podríamos traducir este título como la isla
cerradísima, o tal vez, la isla aislada. Allí se encuentra un centro psiquiatrico
para criminales. Es decir un loquero cárcel que se llama Ashcliffe, recordemos
que es el nombre de la novela en inglés. “Cliff” es acantilado, esos que rodean
la mayor parte de la isla y que la transforman en un lugar sin salida, cerrado. Y
“ash”, significa ceniza, pero también fresno -un árbol muy resistente a la
humedad, al viento y a las enfermedades (dicen los botánicos). Estas palabras
nos dan al menos un par de posibilidades de traducción, este nosocomio se
podría llamar “El acantilado de los fresnos” o “El acantilado cenizo”, que es
efectivamente el color de las inmensas paredes de piedra que transforman la
isla en un sitio imposible de abandonar. Sólo tiene una vía de entrada y salida,
a través de un pequeño embarcadero.
Presentado en la sesión clínica del Seminario UMBRAL, el 21 de Junio 2010. Pati Llimona, Barcelona.
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Dennis Lehanne, 2010, Shutter Island, RBA, Barcelona.
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del manicomio se filmaron en un viejo hospital psiquiatrico, hoy clausurado.
Para el campo de concentración de Dachau –recuerdos y también espacio de
algunas alucinaciones de nuestro personaje principal que ha estado en la
segunda gran guerra- se usó un antiguo molino abandonado. Así tenemos los
cuatro escenarios que forman esta serie espacial tan interesante: una isla, un
loquero, un fuerte militar y un campo de exterminio nazi. Espacios que
conforman distintos modos de aislamiento.
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G. Pommier presentó -en las Jornadas de La Fundación Europea para el psicoanálisis. Dubrovnik, mayo
2010- una lectura de esta película (que parece habernos impactado para pensar distintas cuestiones de
nuestra clínica) para mostrar esta lectura al revés, trabajo del psicoanalista para develar la Otra Escena.
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Lo “había llevado a las islas cuando todavía era un niño, demasiado pequeño
para ser útil en un bote. Sólo había podido desenmarañar los sedales y quitar
los anzuelos. Se había cortado muchas veces…” hasta sangrar.
Es desde el bote de su padre que avista por primera vez la isla Shutter, su
padre le dice cómo se llama y el niño pregunta por qué. El padre responde: “Tu
y tus preguntas. Siempre haciendo preguntas” El niño insiste y el padre dice
que no lo sabe y que ese nombre se lo habrán puesto los piratas. Respuesta
que encandila al pequeño, que imagina a los hombres con el parche en el ojo y
relucientes espadas escondiendo tesoros en Shutter Island. Inmediatamente
después de lo cual Lehane escribe: “Luego vomitó varias veces virulentamente,
negros hilillos que cayeron del bote de su padre al mar”. El padre lo consuela
diciendo que esto pasa porque es la primera vez en la barca. Pero el niño sabe
que no es por el bote que se mece que está vomitando:
“Era toda esa agua. Rodeándonos por todas partes como si fuera lo único que
quedara en el mundo… Hasta ese momento no se había percatado de que
estaban solos.”
Durante el funeral de su padre, el joven hijo recuerda esta escena de su
bautismo de mar, que había concluido con estas palabras de su padre:
“Así es el mar… Algunos hombres van a él, a otros se los lleva. Y miró al hijo
de tal manera que este supo en que clase de hombre acabaría convirtiéndose.
La opción no deja resquicios, o vas al mar o el mar te mata. El hijo, ante esta
apuesta del padre reconoce que nunca será un hombre que irá al mar, es más
lo detestará, pero resulta que su padre, paradójicamente, ha quedado en la
misma serie, “asesinado” por el mar. Lo que se había presentado al niño como
una disyunción, al adolescente le aparece como una conjunción, un “y” que
posiblemente nunca se había inscripto. No sabemos nada más acerca de la no
inscripción de la castración en nuestro personaje. Sabemos de la ausencia de
ese “y”, una que conjuga que la vida y la muerte hacen parte de la historia
subjetiva. Sin la muerte que lo simbólico impone no hay vida posible. El sujeto
queda atrapado en un “matar o morir”. Y nuestro personaje lo llevará al acto,
enrolándose en la vida militar.
La película no tiene este material acerca de los datos familiares del sujeto, sino
que comienza doblemente en el agua. Dos inspectores de policía se acercan a
la isla Shutter en un barco, mientras uno de ellos vomita al agua, con la cabeza
metida dentro de un inodoro mientras el cielo amenaza temporal. Son Teddy
Daniels y Chuck Aule. Vienen a investigar la desaparición de Rachel Solando,
una asesina psicótica. Desaparecida. Desaparición prácticamente imposible,
dentro de nuestra isla aislada.
¿Qué más sabemos de Andrew Laeddis?
Entró al ejército y llegó a sargento durante la segunda guerra mundial, en la
que participó liberando el campo de Dachau, donde participó de un asesinato
masivo de todos los soldados alemanes que allí estaban, en lugar de tomarlos
prisioneros, que es lo qué él habría de haber ordenado. Las imágenes del
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horror allí encontrado, por los prisioneros muertos en vida, más el horror
producido por los fusilamientos que no impide, son para él una invasión
fantasmática permanente que nunca lo abandonan. A la que se suma la
imagen alucinatoria (sabremos después) de una madre y su hija muertas en un
abrazo, entre la pila de cadáveres producidos por los nazis.
Al regresar de la guerra se enamora y se casa con Dolores Chanal, con quien
tendrán tres hijos, dos niños y una pequeña. También desarrolla una adicción
al alcohol que va creando situaciones cada vez más dolorosas en la pareja,
hasta la tragedia que será el desencadenante de la psicosis. El sujeto había
mantenido hasta este momento una vida ligada por este “matar o morir” que ha
realizado en primer término con la actividad militar y luego haciéndose policía.
¿Posible frágil suplencia? ¿Posible cuarto nudo? Los militares y los policías
van armados y pueden hacer uso de ese objeto, pueden matar. Se elige uno de
estos dos oficios sabiéndolo.
Aquí comienza otra parte de esta densa historia que nos pondrá ante la
presencia del acto de una Medea contemporánea. Es una de las cuestiones
interesantísimas de este autor, la facilidad con que nos lleva a tocar los más
diversos temas con una profundidad y verosimilitud admirables.
Otro de los psiquiatras de Ashcliffe, el Dr. Cawley –director del hospital- será el
personaje que cuente la historia de Dolores, la mujer de Andrew. Dice, y lo dice
sin rodeos, que era loca, y sumida en una profunda depresión. Se describen
varias escenas de ella con contenidos delirantes pero aquí citaremos sólo dos
sucesos. En primer lugar prendió fuego a la casa donde vivían, en un intento
por liberarse de sus fantasmas. Como posible salida terapéutica Andrew la
lleva a vivir fuera de la ciudad, a una casa en el campo, en contacto con la
naturaleza, junto a un bellísimo lago, para tener una vida supuestamente sana
(por lo que luego sucederá, parece pertinente ser cauto con este tipo de mitos
sobre la vida sana). Andrew, cada vez bebe más y cada vez está más lejos.
Ausencia que se acentúa porque la casa queda en las afueras y su trabajo lo
requiere en la ciudad o en otras ciudades a donde viaja para resolver sus casos
policíacos, es inspector. Dolores se va sintiendo más y más abandonada. En
uno de esos regresos a casa, nuestro futuro paciente, encontrará a su mujer
sentada en el bellísimo jardín en pleno brote y a los tres niños flotando,
cadáveres, en el lago.
Una pequeña digresión sobre algo curioso que me pasó con este texto. Leía el
libro, siempre con un bolígrafo a mano para subrayar, anotar, comentar, trozo a
trozo, sabiendo ya que iba a escribir sobre Andrew Laeddis. Ahora, cuando
estoy escribiendo esta presentación vuelvo al libro y descubro que en las
últimas 24 páginas, no hay nada más que el texto de la novela. Ningún
subrayado. Ninguna anotación al margen. Así, quedó grabado mi espanto
paralizante, el que no me permitió subrayar y mucho menos escribir. Esto, me
obligó a releer -esta vez sí con lápiz activo- este relato del Dr. Cawley sobre
Dolores que cuesta tanto más escuchar cuanto sabemos que es justo esto lo
que es imposible de simbolizar para Laeddis. Y mientras Cawley insiste e
insiste con el relato en el vano intento de que el paciente pueda recordar para
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salirse del personaje del delirio y recobrar su realidad, escena que se juega en
el faro de la isla, Andrew sólo va a recordar dos escenas.
Una vez, su hija pequeña, Rachel, de cuatro añitos, le preguntó por qué su
madre la miraba de esta manera. ¿Qué manera? Como si yo la pusiera triste.
El rostro de su pequeña niña vuelve una y otra vez por vía de distintas
alucinaciones y son parte de su tortura permanente, en la película esta es la
niña que aparece muerta en el campo nazi.
La segunda escena es con su hijo mayor, que le pide quedarse a vivir en el
parque. Ante la pregunta ¿por qué? ¿Qué tiene de malo el sitio en que
vivimos? La respuesta es: Demasiada agua…. Recordemos que viven junto a
un lago. En este momento Andrew añora a su madre. Piensa que si estuviese
viva podría enseñarles a sus nietos que tenían que ser fuertes… Es interesante
esta reflexión, porque en lugar de recordar la angustia que su padre le hizo
sentir en el agua, lo que recuerda es la fortaleza que su madre intentó
trasmitirle y que quedó sin efecto por la ausencia de padre. Lo que el autor dice
de esta manera:
Era evidente que esas lecciones debía darlas un hombre, pero era la mujer la
que las inculcaba de forma permanente.
Durante esta escena con el hijo, Andrew no deja de beber y beber y concluye:
-Demasiada agua. ¿Algún problema más?
-No, señor.
Así padre e hijo, vuelven a estar vinculados por lo líquido, pero esta vez por
identificación al mismo rechazo. Del lado de estos hombres, abuelo, padre, hijo,
el agua. Mientras, del lado de Dolores tenemos el fuego. Recordaremos, pues,
que el vínculo de Medea con el fuego, es igualmente mítico que intenso. En
primer lugar ayudará a Jasón para que pueda hacerse con el Vellocino de Oro,
protegido por el fuego y el dragón. Medea, profundamente enamorada de
Jasón, lo ayudará con sus poderes mágicos a robar el Vellocino a su propio
padre, dándole un ungüento que lo protege del fuego y adormeciendo a la
bestia con sus conjuros. Mucho más tarde, cuando el amado la traiciona y está
por casarse con Glauce, hija del rey Creonte, le envía de regalo un vestido de
novia impregnado en veneno que la abrasará a ella y a su padre al querer
socorrerla. Inmediatamente corona su venganza asesinando a los dos hijos que
había tenido con Jasón.
Por primera vez me he preguntado qué pasó después. Qué hacen los dioses
con esta mujer que asesina a sus hijos para castigar al padre que la abandona
a ella como hombre. Es muy interesante descubrir que Medea se salva y
continúa sus devenires brujeriles durante largos años. Posiblemente, los dioses
hayan supuesto que no hay peor castigo que continuar la vida sabedora de su
acto. En cambio, Jasón es castigado por su traición y muere de una forma
curiosa. Mientras llora, en el puerto, la muerte de sus hijos, se le derrumba
encima, la nave Argos, la de los argonautas, la que él comandó hacia la
búsqueda del Vellocino.
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Nuestra Medea, aquí llamada Dolores (nombre que ahora se significa) no
desea seguir con vida y en el mismo jardín, junto al lago donde no hace mucho
rato ha ahogado a sus tres hijos, le pide a Andrew que la mate con el arma que
siempre lleva consigo. Le pide que la libere y él lo hace, perdiendo para
siempre eso que algunos llaman “la razón”. En el mismo acto mueren ambos,
ella para la vida, él para el saber.
Es por esta vía que es recluido en Ashcliffe. Asesino y psicótico. Construye un
delirio donde él continúa siendo un importante inspector de policía, que va a
develar cómo y quienes en el manicomio están haciendo pruebas con
medicamentos para someter y controlar a las personas, igual que lo hacían los
nazis. Si alguien descubre lo que los médicos traman contra los enfermos y se
opone a estas pruebas, desaparecerá. Así todos los trabajadores y médicos del
hospital son, en el delirio paranoico de nuestro paciente, cómplices del maltrato
ejercido sobre los internos con quienes se experimenta. Hay un diálogo muy
sugerente al respecto, donde Andrew, en su personaje de inspector de policía
pregunta a su compañero:
-Solo los humanos padecen esquizofrenia. Ni las ratas, ni los conejos, ni las
vacas pueden tener esta enfermedad. Por lo tanto ¿de qué otra forma puede
experimentarse con los posible remedios?
-Con humanos.
Por eso nos identificamos de entrada en la película con este inspector de
policía que viene a un psiquiátrico represor, maltratador de enfermos, donde se
ejecutan lobotomías, etc. etc. Sin suponer que estamos dentro de la
construcción esquizo paranoide.
El inspector al que da vida en su delirio se llama Edward Daniels. Y si alguien
hace alusión a Andrew Laeddis, el brote de violencia está garantizado. Se
transforma así en el paciente más agresivo y peligroso de la institución, donde
todos han de llamarlo Teddy, sobrenombre de Edward, porque si por error,
alguien hace referencia a Andrew, acabará en la enfermería, malherido.
Llegamos así al tercer y último eje temático. La institución psiquiátrica. Ashcliffe
está dirigido por el Dr. Cawley, un defensor de las técnicas de psicoterapia en
contra de la violencia ejercida desde la medicina, cuyo mayor exponente en la
época era la lobotomía. Este médico, junto al entonces joven psiquiatra que
nos cuenta la historia, el Dr. Sheehan, han incluido técnicas de laborterapia,
vemos a los pacientes trabajando el jardín, grupos psicoterapéuticos donde
participan los empleados del hospital y lo escuchamos sostener una importante
oposición con su superior, el Dr. Naehring, -interpretado en la película por el
bergmaniano Max Von Sidow- intermediario de la Junta de Inspectores, que
exige una lobotomía para Andrew Laeddis.
Cawley y Sheman, idean una especie de psicodrama que durará cuatro días,
en el cual (y esto es literatura) todo el hospital, pacientes, empleados,
cuidadores, médicos, participarán de la realización del delirio de Andrew. Y
esta es la historia. Andrew llega (de no sabe donde) en un barco, como el
inspector Daniels, acompañado de un nuevo colaborador, el Inspector Aule,
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que no es otro que el Dr. Sheeham. Vienen a investigar la desaparición de una
interna. El objetivo de los médicos es que a través de frustrarse en la búsqueda
de la desaparecida paciente sesenta y siete, pueda reconocer que se trata de
él mismo. Hemos de hacer notar que la que falta en su delirio es una mujer,
cuando el que falta es él mismo, lo que marca una doble posición a la vez
ausente de si mismo y feminizada.
No es posible aquí, relatar esos cuatro días de investigación. Lo resumimos
brevemente. Los médicos investigan dentro de la subjetividad del paciente para
intentar provocarle un reconocimiento, imposible para él. Mientras que Teddy
Daniels simula buscar a Rachel Solando, la paciente 67, su objetivo oculto es
encontrar a Andrew Laeddis, loco pirómano, encerrado en Ashcliffe desde hace
años por haber incendiado la casa donde vivían, matando quemada a su mujer
Dolores, con quien jamás habían tenido hijos.
Lo último que intenta el Dr. Cawley es mostrarle que los nombres son
anagramas:
Edward Daniels ………….. Andrew Laeddis
Rachel Solando ………… Dolores Chanal
Laeddis había sido un experto descifrador de códigos, durante su experiencia
militar y este es un eje de su investigación y también el medio que ha utilizado
para solapar los personajes de la realidad con los de su delirio. El psiquiatra
cuidadoso y dedicado, se lo explica y hace todos los esfuerzos posibles para
que se reconozca esta realidad.
Imposible. Andrew no puede saber. Estará para siempre viviendo en el mundo
que la paranoia le impone.
A la vez, aparece otro imposible de saber. Esta vez para la medicina, que
tampoco se entera. Lo que le hace afirmar al Dr. Cawley, en ese 1954 de la
historia:
Ahora mismo el poder está en manos de los cirujanos, pero eso va a cambiar
rápidamente. Los farmacéuticos ocuparán su lugar y, aunque pueda
parecérselo, no será menos cruel.
Parece un tema por demás actual, está próximo a salir el DSM V, para mejor
medicar, mejor dominar y generar el consumo que el mercado exige hasta
intoxicar a los pacientes.
Para terminar, apoyando la previsión del Dr. Cawley, podemos citar un dato de
lo más alarmante. En plena crisis globalizada, el año pasado, 2009, una de las
pocas industrias que aumentó hasta el 11% la contratación de personal, ha
sido la industria farmacéutica. Y esto no es literatura.