The Naked Truth. Vi Keeland PDF
The Naked Truth. Vi Keeland PDF
The Naked Truth. Vi Keeland PDF
Traducción
ClauV PurpleGirl
Corazón_de_tinta RRZOE
Leidy Vasco Tessa
Lipi Sergeyev Walezuca
3 Luisa
Corrección
Cherrykeane Sibilor
ClauV Taywong
EstherC Tolola
Diseño
Bella’
Contenido
Sinopsis Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
4 Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Capítulo 37
Capítulo 18 Epílogo
Capítulo 19 Sobre la Autora
Sinopsis
Era un lunes típico.
Hasta que el gran jefe me pidió que hiciera la propuesta para un nuevo
cliente.
Después de dos años en un terreno inestable en el trabajo debido a mi
metedura de pata, una oportunidad para impresionar a los socios
mayoritarios era justo lo que necesitaba.
O eso creía yo...
Hasta que entré en la sala de conferencias y choqué con el hombre al
que se suponía que tenía que convencer.
Mi café se derramó, mis archivos cayeron al suelo y casi pierdo el
equilibrio.
5 Y esa fue la parte buena de mi día.
Porque el hombre hermoso que se agachó y me miró como si quisiera
comerme viva, no era otro que mi ex, Gray Westbrook.
Un hombre del que acababa de empezar a salir.
Un hombre a quien mi corazón despreciaba; sin embargo, es obvio que
mi cuerpo todavía tenía otras ideas.
Un hombre que era tan carismático y seguro de sí mismo como sexy.
De alguna manera, logré sobrevivir a través de mi presentación
ignorando su intensa mirada.
Aunque era imposible ignorar todas las cosas sucias que me susurró
al oído justo después de que terminé.
Pero no había manera de que le diera otra oportunidad, especialmente
ahora que era un cliente.
Perdonar requiere fuerza
Cuando te enamoras de una mujer fuerte y lo jodes,
6 ella te va a perdonar… después de que termine de
patearte el trasero
1
Layla
—Lo siento. Olvidé llamarte. No voy a poder ir a almorzar hoy. —Suspiré
y señalé con la mano los papeles esparcidos por mi escritorio—. Pittman me
pidió que hiciera una presentación para un nuevo cliente.
—¿El Viejo Pittman o fue Joe quien te lo pidió?
—El Viejo, Pittman. Bien, pedir no es realmente la palabra correcta.
Abrió la puerta sin llamar mientras yo estaba en una conferencia telefónica,
me hizo poner en espera a mi cliente a mitad de frase, y luego vociferó algo
como a las tres en punto en la sala de conferencias ejecutivas y se fue. Tuve
que llamar a su secretaria Liz para que me diera los detalles.
7 —Eso es genial. Finalmente estás volviendo a estar en gracia con los
socios importantes. Sabía que lograrías llegar allí. —Oliver se acercó a mi
escritorio y me besó en la parte superior de la cabeza mientras salía—. Te
traeré los tacos de atún fresco que amas.
—Eres el mejor.
Había estado viendo a Oliver Blake durante aproximadamente un mes,
a pesar de que habíamos sido amigos durante casi cinco años. Era un socio
menor en la división de derechos de autor de mi bufete de abogados, y no
exageraba; en verdad era el mejor.
Cuando estuve enferma el fin de semana pasado, pasó a llevarme sopa
de pollo. Si estaba deprimida, me recordaba todas las cosas buenas de mi
vida. Él había sido mi mayor seguidor incluso antes de que comenzáramos
a salir, animándome a pasar la tormenta aquí en Latham & Pittman después
de que casi me expulsaron y despidieron hace un par de años. Inteligente,
guapo y con un gran trabajo: era el hombre soñado que a una chica le
encantaría llevar a casa para conocer a sus padres. Y totalmente opuesto a
los idiotas por los que normalmente me siento atraída.
La semana pasada mencionó que su contrato de arrendamiento
terminaría en unos pocos meses e insinuó que le encantaría que lo ayudara
a buscar un lugar más grande, ya que esperaba que pasara más tiempo allí
en el futuro. Inteligente, guapo, un gran trabajo, y... no le teme al
compromiso.
Hice una nota mental de revisar sus armarios en busca de esqueletos
ocultos la próxima vez que fuera a su apartamento, y luego volví a estudiar
mi presentación.
Había visto a los socios principales dar el discurso al cliente varias
veces, pero esta era la primera vez que yo lo daría. Y odiaba no tener más
que unas pocas horas para estudiar las diapositivas y escribir mis propias
notas. Sin mencionar que lo único que sabía sobre la empresa de inversión
que lanzaría era que era una start-up con un capital inicial masivo.
Probablemente algún comerciante arrogante que se fue de su empresa y se
llevó con él mil millones de dólares en inversores; justo el tipo de cuenta que
los socios principales amaban.
Las firmas de inversores de la vieja escuela eran buenos clientes:
facturación constante por revisar contratos, prospectos e innumerables
tratos con la SEC, pero las firmas de inversión jóvenes, arrogantes y de
nueva era dirigidas por yuppies acumulaban facturas legales como si
estuvieran pagando con dinero de Monopoly. Eran continuamente
demandadas por acosar a empleados, discriminación, incumplimiento de
contratos, violaciones de valores. Demonios, incluso nuestro departamento
de impuestos se involucraría, porque todos esos jóvenes creían que eran
8 más inteligentes que el IRS.
Un par de horas más tarde, cuando llegó la hora de mi presentación,
subí en el ascensor al último piso y atravesé las gruesas puertas de cristal
que conducían a las suites del nivel ejecutivo. Mi firma no era barata, mi
oficina personal era espaciosa y los muebles eran de alta gama. Pero la
planta ejecutiva apestaba a dinero, dinero viejo: mostrador de recepción de
caoba, araña de cristal, alfombras persas y obras de arte originales con
iluminación perfectamente posicionada.
No me pasó desapercibido que la última vez que me invitaron aquí fue
hace casi dos años, cuando me convocaron para explicar mis acciones, lo
que resultó en cargos en mi contra por parte del Comité Disciplinario de la
Asociación de Abogados del Estado de Nueva York. Que te invitaran al piso
superior significaba algo, bueno o malo, lo que me hizo sentir aún más
curiosidad acerca de por qué estaba haciendo la presentación de hoy.
Sarah Dursh, una de las socias principales, me recibió en el pasillo
mientras caminaba hacia la sala de conferencias.
—¿Estás lista?
—Tan lista como puedo sentirme sin saber mucho sobre el cliente.
Sarah frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir con que no sabes mucho sobre el cliente?
—Sé lo básico. Pero el prospecto corporativo aún no estaba disponible,
así que no sé mucho sobre los actores clave. Me siento poco preparada.
—Pero has trabajado con el CEO antes. —Ella negó con la cabeza—. Es
por eso que solicitó que tú específicamente hicieras la presentación.
—¿Se me pidió que hiciera la presentación? No sabía eso. ¿Quién me
solicitó?
Al llegar a la puerta de vidrio de la sala de conferencias ejecutiva, pude
ver a Archibald Pittman de pie en el otro lado, riendo mientras hablaba con
un hombre. Estaba de espaldas a nosotros, así que no pude ver su rostro
de inmediato.
Tampoco sumé dos más dos inmediatamente cuando Sarah dijo:
—Ahí está. Ese es el Señor Westbrook. Él fue quien pidió que
encabezaras la reunión de lanzamiento.
Como tenía un montón de archivos, mi computadora portátil y un café
Starbucks, Sarah abrió la puerta, y di un paso adelante. Había hecho
exactamente dos pasos cuando el hombre con el que Pittman había estado
hablando, se giró. Entonces todo se vino abajo.
Literalmente. Me congelé.
Sarah, que estaba justo detrás de mí, caminó hacia mí, causando que
9 los archivos que sostenía se me escaparan de las manos. Me incliné para
atraparlos. Mi café se sacudió, y agarré el recipiente, lo que provocó que la
tapa se desprendiera. Cuando lo agarré, todo el café Venti se derramó por la
alfombra. Lo único que logré salvar del piso de la sala de conferencias fue
mi laptop.
Antes de que pudiera recoger mis cosas o incluso enderezarme para
levantarme, una mano fuerte encontró mi codo mientras me tambaleaba en
el suelo. El hombre se había agachado directamente frente a mí, y todo lo
que podía hacer era mirar.
Sin embargo, no podía creer lo que veía.
Tampoco podía imaginar cómo usar mi gran boca para decir una sola
palabra, y de repente nos encontramos cara a cara. La intensidad de nuestra
conexión me quitó el aliento. Mi pulso se aceleró, el corazón latió dentro de
mi pecho, y ni siquiera intenté recoger mis archivos o el café salpicado.
Manteniéndome sujeta por el codo, me tendió la otra mano para que la
tomara.
—Es bueno verte de nuevo, Pecas.
***
No tenía idea de cómo lograr superarlo hasta el comienzo de la
presentación. Al principio pensé que estaría nerviosa con el Señor Pittman
y los otros socios principales en la sala mientras hablaba. De nuevo, no tenía
idea de que Gray Westbrook estaría mirándome desde el otro extremo de la
mesa. Sus ojos eran penetrantes, y su sonrisa tanto me enfurecía como me
intimidaba al mismo tiempo.
Peor aún, él era más hermoso de lo que recordaba. Su piel estaba
bronceada, lo que hacía que el verde en sus ojos fuera mucho más
penetrante. A través de su traje, podía decir que se había vuelto más
voluminoso, que debajo de la costosa ropa a medida había un cuerpo tan
cincelado como su mandíbula. Y sentado en la cabecera de la mesa, exudaba
una potencia que golpeaba todos mis botones de excitación. Había olvidado
que un hombre podría afectarme físicamente de esa manera.
Intenté ignorarlo y atenerme a mis diapositivas. Pero fue casi imposible.
Desde el momento en que comencé, me había obligado a interactuar
haciendo preguntas. Mi presentación era de aproximadamente treinta
diapositivas, y hasta ahora había interrumpido al menos diez. Al principio
me puso nerviosa, a pesar de que sus preguntas eran básicamente bolas
suaves. Pero después de que recuperé el juicio, el que constantemente me
obligara a responderle había empezado a molestarme.
10 —Nuestra división de valores trabaja estrechamente con la SEC,
FINRA, DOJ y la División de Valores del Estado de Nueva York para
supervisar y...
Me interrumpió. De nuevo.
—¿Quién dirigirá mi equipo?
—Como iba a decir, la división de valores está compuesta por un socio
principal que trabajó en el Departamento de Justicia, litigando con el fraude
de valores durante once...
Mientras hablaba, Gray miró su reloj. Luego procedió a interrumpirme
por lo que tenía que ser la vigésima vez en menos de media hora.
—Lo siento. Tengo una reunión en la ciudad a la que tengo que correr.
Si los ojos dispararan dagas, el hombre se habría visto como una
rebanada de Lacey Swiss. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Tratando de
desquitarse por cómo terminaron las cosas?
Doblé mis brazos sobre mi pecho.
—¿No estaba claro que nuestra presentación tardaría al menos una
hora?
Aunque mis ojos nunca abandonaron los de Gray, sentí que las cabezas
se movían en mi dirección. Probablemente, los socios mayores estaban
teniendo un ataque cardíaco ahora mismo.
No me importaba una mierda.
El labio de Grey se curvó. Él estaba divirtiéndose. El imbécil.
—Inicialmente reservamos una hora, pero ha surgido algo urgente que
requiere mi atención inmediata.
—¿De verdad? ¿Cuándo surgió?
—Layla, —advirtió el Señor Pittman, deteniéndose poco antes de eso
será suficiente. Pero no necesitaba decirlo; su tono lo decía todo.
Luego dirigió su atención a Gray.
—Lo siento, Señor Westbrook. Por supuesto, entendemos que esté
ocupado. Tal vez podamos reprogramar, y estaría más que feliz de terminar
la presentación y responder cualquier pregunta que pueda tener.
Grey se puso de pie y se abrochó la chaqueta del traje.
—Eso no será necesario.
El señor Pittman comenzó a hablar, pero Gray solo me habló al otro
lado de la mesa.
11 —Tal vez Layla pueda terminarla esta noche durante la cena.
Entrecerré los ojos.
—Tengo un compromiso previo con un cliente.
Los ojos de Pittman casi se salieron de su cabeza.
—Completaré lo que sea que tengas esta noche, Layla. Terminarás tu
presentación durante la cena con el Señor Westbrook.
El gran jefe no preguntaba; lo estaba afirmando. Ya había presionado
mi suerte hasta donde podía doblarla sin romperla, así que mantuve mi boca
cerrada y silenciosamente miré a Gray.
Todos los socios se dieron la mano con nuestro posible cliente e
hicieron una pequeña charla. No tenía intención de bajar al otro extremo de
la mesa. En cambio, empaqué mi computadora portátil y mis archivos para
ocuparme y esperar a que el Señor Westbrook simplemente desapareciera.
No tuve tal suerte.
Grey se acercó y extendió su mano.
—Señorita Hutton.
Al ver a mis jefes observando nuestro intercambio sobre el hombro de
Gray, coloqué mi mano en la suya, que luego usó para acercarme más. Sentí
su aliento caliente en mi cuello mientras me susurraba al oído.
—Puedes actuar como si estuvieras enojada todo lo que quieras. Pero
tu cuerpo me dice lo contrario. Estás tan feliz de verme como yo estoy de
verte.
Eché la cabeza hacia atrás, indignada.
—Estás loco.
Sus ojos se posaron en mi pecho, donde mis pezones prácticamente
perforaban mi blusa transparente. Traidores de mierda.
Gray sonrió.
—En Logan's, a las 7 p.m. Haré una reserva y enviaré un auto a
recogerte.
—Nos vemos allí.
Él negó con la cabeza y se rió.
—Extrañaba esa actitud, Pecas.
Bien, porque vas a obtener mucho más de eso.
***
14
2
Gray
—Así que, ¿eres el jefe de Layla? —Tomé un trago saludable de la
bebida que nuestro camarero acababa de traerme.
—No, no soy su jefe. Estoy en la división de derechos de autor, en
realidad. Pero soy un socio menor en Latham & Pittman. He estado con la
firma por quince años. Puedo responder cualquier pregunta que tengas.
Quería que el molesto desorden entre Layla y yo se eliminara.
—¿Estás insinuando que Layla no es capaz de responder ninguna
pregunta que pueda tener?
—No, en absoluto.
15
—¿Entonces, porque estás aquí?
El cuello de lápiz miró a Layla para responder.
—Yo invité a Oliver, —dijo—. Como le dije, pensé que debería haber
más de un abogado disponible para responder sus preguntas, considerando
cuán valiosa sería su cuenta para nuestra firma.
—Pensaste mal. —Me volví hacia Oliver—. Puedes marcharte. Confío en
que Layla podrá manejar cualquier pregunta que pueda tener.
Layla habló con los dientes apretados, pero logró mantener un tono
nivelado.
—Oliver ya está aquí. Y aporta mucho valor. Estoy seguro de que lo
verá cuando terminemos la cena.
El mesero apareció sosteniendo los menús.
Refunfuñé para mis adentros.
—Estoy seguro de que no lo haré.
Después de ordenar la cena, el acompañante de Layla se excusó para
ir al baño.
Tan pronto como estuvo fuera del alcance del oído, le dije:
—Tenemos que hablar, Layla. Solos. Dile que dé un paseo.
—¿Qué? ¡No!
Me paré.
—Bien. Me encargaré yo mismo.
Ignoré a Layla gritándome mientras seguía al señor Socio Junior al
baño. Cuello de Lapiz estaba en el urinario. Aparentemente, su cuello no era
lo único que se parecía a un lápiz. Me puse de pie a su lado y busqué en mi
bolsillo. Sacando billetes de cien dólares de mi gruesa billetera, esperé hasta
que abrochó su cremallera. Luego extendí el efectivo.
—¿Cenas en otro lugar? Va por mi cuenta.
Cuello de Lápiz bajó la mirada hacia el efectivo, me miró y caminó hacia
los lavamanos. Esperé mientras se lavaba las manos.
Cuando terminó, se apoyó en el fregadero y cruzó los brazos sobre el
pecho.
—Supongo que estamos hablando de hombre a hombre aquí, no de
abogado en Latham & Pittman a posible cliente, ¿verdad?
—Por supuesto. —Asentí una vez—. De hombre a hombre.
Él sonrió.
—Bueno. Entonces déjame decirte, estás perdiendo el tiempo si estás
interesado en la Señorita Hutton.
16
—¿Por qué?
—Tres razones. Una, Layla nunca saldría con un cliente. Dos, hice mi
debida investigación de ti. Puedes ser un cliente que valga mucho dinero
para la empresa, pero también eres un ex convicto. Y tres, ella es mi novia.
Mi sangre comenzó a bombear más fuerte. No esperaba esa última
parte. Aunque, si Oliver pensaba que eso me asustaría, tenía otra cosa por
venir. Acababa de pasar tres años en prisión. Incluso si encontrara a este
tipo ligeramente intimidante (lo cual no hacía en lo más mínimo) nunca me
vería sudar.
En cambio, sonreí y le puse una mano en el hombro.
—Déjame ser honesto, ya sabes, de hombre a hombre: no encuentro
ninguna de esas tres razones como disuasiva.
***
21
3
Layla
—Estas son hermosas.
Becca, la recepcionista quien también era mi amiga y compañera
frecuente para almorzar entró en mi oficina cargando un enorme ramo de
rosas amarillas. Tenían que ser unas dos docenas. Las colocó en el escritorio
y suspiró.
»Desearía poder encontrar un chico como Oliver. Ese hombre está loco
por ti.
Sonreí. Aunque tenía el ligero presentimiento de que tal vez no eran de
él. Esperaba estar equivocada.
22 —¿Almorzamos hoy? —preguntó.
—Seguro. ¿Cómo a la una?
—Te llamaré entonces. Si no lo hago, no aparecerás hasta que esté
oscuro afuera.
Ella tenía razón. Tenía la tendencia de sumergirme en un proyecto y
perder la noción del tiempo.
Becca estaba saliendo de mi oficina cuando Oliver entró.
—¿Por qué no tienes un hermano, Oliver? —bromeó.
Él sonrió. Entonces sus ojos se posaron en la enorme entrega en mi
escritorio, y su sonrisa juguetona se marchitó.
Mierda. Él no las envió.
—¿Admirador secreto del que debo preocuparme?
—Uh... Becca acaba de traerlas. Creí que las habías enviado.
Sacudió la cabeza.
—Quisiera.
Mientras Oliver y yo habíamos estado saliendo durante casi un mes,
nunca tuvimos la charla, más porque era innecesaria que por cualquier otra
cosa. Ninguno de los dos tenía tiempo de salir con otra persona. Demonios,
almorzábamos juntos cuando podíamos, pero en cuatro semanas, solo
habíamos estado en un par de citas oficiales. Ambos trabajábamos jornadas
de diez horas, seis días a la semana. Así que nunca me molesté en
considerar que Oliver podría estar saliendo con otras mujeres, y parecía que
él tampoco había pensado en esa posibilidad para mí, hasta ahora.
Él no preguntó, pero también se quedó allí esperando, sus ojos
parpadeaban ocasionalmente en la tarjeta sin abrir grapada al exterior de la
envoltura transparente de celofán. Las cosas se volvieron incómodas.
Oré silenciosamente porque el teléfono sonara, pero por supuesto que
no. Con el tiempo, separé la tarjeta mientras mi cerebro deliberaba sobre
cómo manejar esto si las flores fueran de hecho de Gray. Oliver vio como
deslizaba la pequeña tarjeta de su sobre rosa.
Al leerlo, forcé mi perfecta sonrisa falsa de tribunal a fijarse en mi
rostro.
—Una amiga. La ayudé con un trabajo legal, y las envió como
agradecimiento.
Oliver pareció aliviado. Doblé la tarjeta en la palma de mi mano, que ya
había empezado a sudar.
—Entonces, ¿qué te trae a mi piso? —le pregunté—. ¿Viniste a ver cómo
vive la otra mitad?
23
La oficina de Oliver estaba dos pisos más arriba que la mía. Había sido
recientemente renovada, y aunque mi piso era agradable para los estándares
de la firma de abogados, el suyo era lujoso.
—Pensé en darte los buenos días y contarte sobre una pequeña charla
que tuve con nuestro posible cliente anoche.
Mierda. Estaba cavando un gran agujero de mentiras, y todas tenían
que ver con Gray Westbrook. Ni siquiera estaba completamente segura de
por qué había empezado este lío fingiendo que no lo conocía. Pero las
mentiras siguieron llegando.
—¿Ah? —Técnicamente, esto no era una mentira; era una omisión
pretender que no sabía que Gray había tratado de perseguirlo en el baño de
caballeros. Aunque omisión o mentira, como sea que lo llamara, todavía se
sentía mal.
—Está interesado en algo más que un consejo legal tuyo. El idiota
realmente pensó que podría darme un fajo de dinero en efectivo y yo haría
una caminata antes de la cena.
—¿Qué dijiste?
—Le dije que nunca saldrías con un cliente o un ex convicto.
—Ya veo…
—De todos modos, fue el primer lanzamiento que te hicieron los socios
principales, por lo que sé que sería bueno que consiguieras la cuenta. Pero
el lado egoísta de mí espera que se vaya a otro lado para que no te ataque.
—Puedo manejarlo sola.
—Sé que puedes. Esa es una de las cosas que creo que es muy sexy
acerca de ti. Tienes bolas más grandes que la mayoría de los hombres que
conozco. Pero este tipo acaba de salir de prisión.
—Prisión federal por tráfico de información privilegiada. Él no es un
violador.
—Sí. Pero odio la idea de que estés cerca de un tipo sin moral ni ética.
—Si no pasara tiempo con personas que carecían de moral y ética,
tendría muy pocos clientes. ¿Sabes que trabajo para el lado de los valores
de la empresa, no para el departamento artístico y de derechos de autor
como tú?
—Triste. —Oliver sonrió—. Pero cierto. Tengo que irme, tengo que
prepararme para la cita de las diez en punto. ¿Cena esta semana?
—Por supuesto. Suena bien.
Le pedí a Oliver que cerrara la puerta antes de salir, fingiendo una
conferencia telefónica en la que necesitaba saltar. Una vez que estuve sola,
24 me recosté en mi silla, desdoblé la tarjeta arrugada en mi mano y la leí
nuevamente
Pecas
Te he echado de menos. Toma el riesgo y dame una segunda
oportunidad
X
Gray
Odiaba todo lo que este hombre había hecho en las últimas veinticuatro
horas. Había aparecido sin previo aviso en mi empresa e insistió en que
hiciera la presentación, exigió delante de los socios que asistiera a una cena,
una cena en la que fue grosero con Oliver, me hizo mentir sobre no conocerlo
y tuvo el descaro de enviarme flores. Pero sobre todo... odiaba tener
mariposas en el estómago cuando él estaba cerca.
***
El olor a rosas impregnaba el aire. Aunque no había quitado el celofán
ni había sacado el jarrón de la envoltura protectora de cartón en la parte
inferior, una dulce fragancia floral flotaba a través de mi oficina. Me
sorprendí mirando fijamente el arreglo en más de una ocasión mientras mi
mente vagaba. Me distraía mientras trataba de terminar de leer una oferta
de compra de acciones. Pasé toda la mañana y tres horas después del
almuerzo intentando terminar de revisar esa maldita cosa, cuando debería
haberme tomado una hora en total.
Frustrada, me arranqué las gafas de mi rostro, las arrojé sobre el
escritorio y me recosté en el asiento, mirando ceñudas a las malditas rosas
que estaban en la esquina de mi escritorio.
—Sabes, eres muy parecido a él. —Definitivamente me había vuelto
loca, considerando que ahora estaba hablando con un ramo de flores sin
abrir—. Muy bonito y con buen olor. Pero si cedo y agarro una, me pincharé
con una espina.
Estaba claro que no iba a lograr nada con las malditas cosas que se
burlaban de mí en mi escritorio. Respiré profundamente, me levanté, recogí
el ramo, caminé hacia mi cubo de basura y arrojé a la basura lo que
probablemente valía doscientos dólares en flores.
Tal vez fue simbólico, o tal vez solo estaba loca, pero pude concentrarme
después de eso. En menos de media hora, finalmente terminé con lo que
25 había estado trabajando y me fui donde mi asistente legal para que
escribiera mis notas manuscritas.
Regresé a mi oficina y estaba hurgando en mi archivador cuando
alguien llamó a mi puerta abierta. Alcé la vista y vi al viejo Pittman en la
puerta. Cerré el armario.
—Señor Pittman. ¿Cómo puedo ayudarle?
Era la segunda vez en dos días que bajaba de la torre de marfil para
hablar conmigo. Sabía que lo que quisiera tenía que estar relacionado con
cierto cliente potencial. Por primera vez, caí en la cuenta de que el golpe que
le había infligido al ego de Gray podría haberlo llevado a maldecirme ante
mis jefes. No sobreviviría en esta empresa si los socios principales pensaban
que había saboteado intencionalmente una gran cuenta potencial. El
terreno inestable de mi suspensión había comenzado a estabilizarse
recientemente.
—Pensamos en venir a darle las buenas noticias, Layla. —Pittman
esbozó una extraña sonrisa.
—¿Buenas noticias?
—Sí.
Dio unos pasos hacia mi oficina y, por primera vez, noté que no estaba
solo. Gray se pavoneó como si fuera el dueño del lugar. Él mostró una
sonrisa malvada.
Pittman le hizo un gesto.
—El Señor Westbrook acaba de contratarnos. Dijo que fuiste muy
persuasiva en la cena.
Luché contra la ostentación que sentía.
—Oh. Esas son... son noticias fantásticas.
Pittman le dio unas palmaditas a Gray en la espalda.
—Has tomado la decisión correcta. Layla aquí te cuidará muy bien.
Los ojos del hijo de puta brillaron.
—Con eso estoy contando.
—Bueno, los dejaré para que hablen. —Pittman me miró—. Sé que
necesitarás quien te cubra con la declaración Barag. Haré que Charles
asista por ti. El Señor Westbrook es un cliente VIP, por lo que necesitaremos
reorganizar algunas cosas para ver si estás disponible cuando lo necesite.
—¿La deposición Barag? Es mañana.
—No te preocupes. Si Charles no puede ponerse al día, lo
26 reprogramaremos. El viaje del Señor Westbrook tiene prioridad.
—¿Viaje?
—Lo acompañarás a Greensboro.
***
29
4
Layla
2 años antes
—Necesitas cambiarte los zapatos.
—¿Zapatos? —bajé la mirada a mis pies. Las sandalias de tiras Brian
Atwood de color rojo no iban exactamente con mi conservador traje de
abogado. Pero me obligaron a trabajar aquí un sábado. Necesitaba algo que
me hiciera sentir humana, Y ciertamente no estaban tan lejos de que
necesitara cambiarlos. Volví a mirar al oficial de correccional.
—¿Qué pasa con mis zapatos?
***
Estaba dentro de una prisión. No una de esas con una sala de visitas
31 como las que ves en la televisión, en las que el visitante está de un lado de
un grueso vidrio de seguridad y tienen que tomar un teléfono para
escucharse, sino una prisión en la que los hombres caminan por ahí
libremente. Diferente a la prisión de máxima seguridad vecina, el campo de
prisioneros de mínima seguridad de Otisville, donde impartiría clases todos
los sábados durante los próximos meses, se sentía como una universidad.
El perímetro de la instalación no tenía cercas. Los reclusos ni siquiera vivían
en celdas cerradas. En vez de eso, tenían viviendas y casilleros estilo
dormitorio. Si no hubiera sabido que era una prisión cuando entré, no
habría mirado dos veces a los hombres que caminaban tranquilamente con
pantalones de color caqui y botones. La mayoría podría haber pasado por
profesores. Parecían ser en su mayoría hombres mayores, de corte limpio, y
con un aire que los rodeaba y que decían que sus otras casas eran
penthouses.
—¿Cuántas personas tiene esta instalación? —le pregunté al guardia
que me llevaba a la biblioteca.
—Sube y baja un día cualquiera, pero generalmente un poco más de
cien.
Atravesamos una puerta y bajamos por un largo pasillo con ventanas.
Los hombres afuera sonreían y parecían divertirse.
—¿Es eso... una cancha de bochas?
Él se rió entre dientes.
—Sí. También tenemos un campo de béisbol mejor que la escuela
secundaria de mi hijo. No llaman a estos campos Club Fed por nada.
El lugar era mucho mejor de lo que esperaba, pero la biblioteca, la
biblioteca, era malditamente loca. Dos docenas de estantes contenían más
libros de los que mi biblioteca pública local había albergado durante su
crecimiento. Había grandes mesas con sillas de madera que me recordaban
a aquellas en las que me había sentado hasta altas horas de la noche en la
facultad de derecho. Una pared de vidrio separaba un gran salón de clases
con un monitor de computadora de pantalla plana en cada escritorio.
—Por Dios. —Miré alrededor.
—No es lo que esperabas, asumo.
—De ningún modo.
El guardia señaló hacia el salón de clases.
—La biblioteca estará cerrada para cualquier persona que no esté
registrada para tomar sus clases. Para que pueda usar el aula o la biblioteca,
lo que quiera. Creo que hay catorce chicos registrados en la clase que
comienzan hoy, sin incluir a Westbrook. Así que tendrás mucho espacio.
—¿Westbrook?
32 —Él coordina todas las clases que están sucediendo en este momento.
—Oh. Bueno.
—Hablando del diablo. —El guardia levantó su barbilla—. Aquí viene
nuestro chico guapo residente.
Me volví para encontrar a un hombre alto y de pelo oscuro que venía
hacia nosotros. Caminando con otro hombre, mantuvo su cabeza baja hasta
que llegó a la puerta de la biblioteca. Cuando la levantó, la vista hizo que mi
corazón hiciera un pequeño baile de dos pasos. "Chico guapo" no le hacía
justicia al hombre. Era hermoso. Ridículamente. El tipo de aspecto tosco,
oscuro y masculino que probablemente lo volvía completamente arrogante
y lleno de sí mismo. Mi debilidad.
Nuestros ojos se fijaron, y una sonrisa lenta y engreída se extendió por
su rostro. Fue entonces cuando salieron las armas grandes, los hoyuelos
más prominentes y profundos que había visto en mi vida.
Sí. Definitivamente está lleno de sí mismo.
Aunque... tal vez este castigo no sería tan malo después de todo.
El guardia hizo la presentación.
—Westbrook, esta es Layla Hutton. Ella estará enseñando la clase de
auto apelaciones para reclusos.
Él extendió su mano con un asentimiento.
—Encantado de conocerte. Grayson Westbrook. Los guardias aquí solo
llaman a las personas por su apellido. Los civiles me llaman Gray. —Sus
ojos se movieron rápidamente sobre mí—. Tendré que quedarme cerca.
Muchos de estos hombres no han visto a una mujer tan bella como tú en...
—negó con la cabeza—. Demonios, esto podría ser la primera vez para la
mayoría.
El guardia se rió entre dientes.
—Sí. Es por eso que te quedarás cerca, Westbrook. —Se volvió hacia
mí—. Como dije, este es un campamento de seguridad mínima. Nuestras
puertas no están cerradas, y los prisioneros están básicamente en el sistema
de honor. No hay delincuentes violentos aquí. Deciden irse, finalmente los
traen de vuelta, y ya no son huéspedes de esta agradable instalación. ¿Te
sientes bien si te dejo con Casanova un momento mientras tomo algo para
comer? Tenemos personal limitado y usualmente dejamos a los abogados y
contratistas regulares por su cuenta si se sienten cómodos. —Señaló las
cámaras en las paredes y el techo—. Siempre tenemos los ojos puestos en ti
y estaremos a un grito de distancia. Y la puerta de la biblioteca estará
bloqueada, dado que está cerrada hoy.
—Umm... claro. —Estaba bastante nerviosa, aunque algo de eso se
alivió cuando el magnífico coordinador del programa mostró sus hoyuelos
33 de nuevo.
Después de que el guardia desapareció, Gray me acompañó al aula
contigua.
—Entonces... ¿Sacaste la pajilla corta en tu firma y te toca hacer el
trabajo pro bono, o te metiste en problemas y esto es parte de tu castigo?
Creo que la mayoría de los abogados no se ofrecían como voluntarios
para conducir hasta el medio de la nada y enseñar a los criminales convictos
cómo revocar sus apelaciones por la bondad de sus corazones.
—Castigo. Hoy es el primer día de mi sentencia de prisión.
—Podría ser peor. En realidad, podrías ser residente aquí en lugar de
obligarte a trabajar aquí por un tiempo.
—Cierto.
—¿Qué hiciste que te metió en problemas?
—¿No sabes que no es cortés preguntarle a una mujer su edad, peso o
por qué casi la expulsan?
Sonrió. Dios, necesitaba dejar de hacer eso.
—Lo siento.
—Está bien.
Gray encendió la laptop en el frente del salón de clases.
—Esto tiene Wi-Fi, pero es limitado. Si necesitas ir a una página no
autorizada, solo avísame y te conseguiré acceso.
—Bueno. Estupendo.
—La clase no comienza hasta dentro de unas dos horas más o menos.
Voy a pasar el rato al lado, en la biblioteca para que puedas prepararte. Si
necesitas algo, solo toca el cristal.
Pasé la siguiente media hora asegurándome de tener acceso a todos los
recursos de investigación que revisaría durante mi primera presentación.
Luego revisé las diapositivas que había preparado.
Gray se había sentado en una silla de la biblioteca y estaba leyendo un
libro, llevando unas gafas que no había usado antes. Debían ser para leer.
Como me había preparado demasiado para dar clase hoy (como de
costumbre), tenía mucho tiempo que matar. Y... tenía curiosidad por ver
cómo se veía el Adonis con gafas de cerca. Así que fui al lado de la biblioteca.
—Arena movediza, ¿eh?
Gray había estado absorto en su libro y no me escuchó entrar.
—¿Es ficción o no ficción? —pregunté.
Levantó la vista. Las gafas cuadradas de montura gruesa que llevaba
34 le funcionaban realmente; funcionaban en mí. La nitidez de su forma
complementaba su mandíbula angular. Se los retiró de la cara y me encontré
debatiendo si me gustaba más con o sin ellas mientras hablaba.
—No ficción. Es una memoria escrita después de que el autor recibió
un diagnóstico de cáncer de pulmón. Es como su mirada hacia atrás
mientras todavía estaba aquí.
—Eso suena deprimente.
—Lo hace. Pero en realidad no lo es. Es gracioso. Él mira hacia atrás a
la mierda que tomó en serio con una perspectiva completamente nueva al
final. Y se da cuenta de que algunos de los días más importantes que tuvo
fueron simplemente días ordinarios pasados con las personas adecuadas.
Me senté en la mesa frente a él, y nuestros ojos se encontraron. Cerró
el libro. Acababa de conocer al hombre, no sabía nada de él aparte de que
trabajaba en una prisión, pero tenía la extraña sensación de que ese era uno
de esos días importantes. Era loco.
Nos sonreímos en silencio, nuestra química fuera de lugar ascendió a
un nivel incendiario, hasta que el guardia abrió la puerta de la biblioteca.
—Solo revisando. ¿Todo bien?
Saludé.
—Todo bien. Gracias.
—Regresaré más tarde, antes de que lleguen tus alumnos.
—Bueno.
Gray no me quitó los ojos de encima durante el intercambio con el
guardia. Ni siquiera fingió mirar a otro lado mientras yo me acomodaba en
mi asiento. Me hizo sentir como una adolescente al ser observada por el
chico guapo a mi lado en clase de matemática, una especie de emoción
nerviosa. Pero mi forma de lidiar con los nervios siempre fue frontal. Incluso
en la escuela secundaria, me volvía hacia el chico y le devolvía la sonrisa
hasta que retrocedía o hacía su movimiento. No era diferente ahora.
—Me estás mirando —dije.
Su sonrisa se ensanchó.
—Eres hermosa. ¿Te molesta que aprecie eso?
Sostuve su mirada.
—No. Y tú tampoco estás tan mal. ¿Te molestará si te miro?
El brillo en sus ojos fue un poco más brillante.
—Por supuesto que no, mira lo que quieras.
Pasamos los siguientes minutos solo mirándonos. Fue la interacción
35 más extraña que tuve con un hombre que acababa de conocer.
—Dime algo sobre ti, Layla Hutton. Además de tu edad, peso o razón
para una inhabilitación cercana, por supuesto.
—Tengo veintinueve, peso cincuenta y seis kilos y descubrí que un
cliente estaba abusando de su esposa, por lo que rompí la confidencialidad
y se lo comuniqué a la policía.
Él sonrió y se frotó la barbilla.
—Parece que deberías haber obtenido una medalla por esa última
parte, nada cerca de ser suspendida.
—Sí, bueno... así es como me siento. Pero el comité disciplinario y los
socios del bufete de abogados donde trabajo tienen una forma diferente de
pensar.
Suspiré. Realmente me sentí bien al conocer a alguien y sacar todo eso
de mi pecho de inmediato.
—¿Sabes? —dije—. Esta es la forma en que siempre debería ser.
Conoces a un hombre. Él te dice que piensa que eres atractiva. Le dices que
es mutuo. Luego ventilas tu ropa sucia. Si todavía te mira de la misma
manera, continúas. Si no, te vas. La vida es demasiado corta como para
perder el tiempo.
—Estoy de acuerdo. Dime, ¿cómo te estoy mirando después de que has
ventilado tu ropa sucia?
Lo estudié. Él arqueó una ceja cuando me incliné más cerca para
obtener una buena visión de lo que estaba pensando dentro de esa hermosa
cabeza suya. Lo que encontré me dio escalofríos. Los ojos realmente son las
ventanas del alma.
Me senté en mi silla.
—Me estás mirando como si quisieras verme desnuda.
Gray echó la cabeza hacia atrás en carcajadas.
—Muy bien.
Levanté mi barbilla.
—Tu turno. Cuéntame tu ropa sucia.
Sus ojos oscuros se ensombrecieron y su expresión se volvió seria.
—Tengo treinta y un años, pesé noventa y dos la última vez que revisé,
y... —Hizo una pausa y se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en
la mesa y mirándome directamente a los ojos—. Y fui enviado a prisión por
abuso de información privilegiada que no cometí.
Mi sonrisa se marchitó antes de que la última parte se registrara en mi
cerebro. Estaba confundida.
36
—¿Has estado en prisión?
—Soy el coordinador del programa, Layla. Es mi trabajo. Mi trabajo
como interno. —Gray se inclinó más cerca y buscó mis ojos—. ¿Cómo me
estás mirando ahora?
5
Layla
Había estado tratando de reducir mi consumo a una taza de café, pero
esta mañana definitivamente era necesaria una dosis doble. Había dado
vueltas y vueltas toda la noche, incapaz de apagar los pensamientos en mi
cabeza lo suficiente como para relajarme y dejarme llevar. Gracias a Dios
por el corrector.
Miré por la ventana del dormitorio de mi apartamento del tercer piso y
tomé mi café. Tenía media hora antes de que el automóvil me recogiera para
ir al aeropuerto, y todo lo que tenía que hacer era vestirme, lo que me dejó
aún más tiempo para pensar.
Un automóvil negro de la ciudad disminuyó la velocidad, luego se
37
detuvo en la acera de mi edificio. Eché un vistazo al reloj junto a mi cama
para ver si había perdido la noción del tiempo. Seis y media. El servicio de
automóviles llegó muy temprano. Por supuesto, podría haber hecho que el
conductor esperara hasta las siete, la hora que había programado, pero ese
no era mi estilo. Bebí el resto del café y me dirigí al armario para buscar el
vestido que había escogido para ponerme hoy, pero me detuve cuando sonó
mi timbre. Los conductores normalmente estaban inactivos hasta que salía,
en lugar de estacionarse y decirme que estaban aquí.
Tomé el intercomunicador.
—¿Hola?
—Buenos días preciosa.
Me quedé helada. La voz de Gray era profunda y distinta. No podría
confundirse con el de nadie más.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estamos aquí para recogerte para ir al aeropuerto.
—¿Nosotros?
—Mi chofer y yo.
—Tengo programado mi propio vehículo. Te veré en el aeropuerto.
—Cancelé tu auto.
—¿Tú qué?
—Necesitamos tiempo para repasar algunas cosas antes de la reunión.
Además, no tiene sentido llevar dos autos para ir al mismo lugar. Tu
secretaria me dio tu itinerario, así que llamé al servicio de transporte y les
dije que el automóvil ya no era necesario.
—No puedes hacer eso.
—Estoy aquí en lugar de tu auto, ¿no?
Levanté la vista y conté hasta diez. Gray estaba tratando de hacer más
que compartir un auto al aeropuerto. Quería sacarme de mi juego. Se lo
hacía ocasionalmente a mis oponentes para hacerlos sentir desequilibrados.
Cambiaba aleatoriamente el tema de mi interrogatorio a mitad de camino,
codificaba el orden de mis testigos: cualquier cosa que los hiciera sentir
inquietos les permitía caer en un poco de vulnerabilidad.
No tenía intención de convertirme en un peón en los juegos que Gray
creía que podría jugar conmigo.
Presioné el timbre después de una larga pausa.
—Bajaré en un momento.
—Necesito usar tu baño.
38
—¡No!
—O es eso o tendré que encontrar un callejón en alguna parte.
—Busca un callejón. —Solté el botón del intercomunicador y fui a
vestirme. Desde la otra habitación, escuché su respuesta de voz en la
distancia, pero no pude entender lo que había dicho. No importaba.
Ciertamente no vendría a mi apartamento.
Por naturaleza, yo era una persona complaciente. Así que, sin pensarlo,
me apresuré a vestirme para no tener al conductor y a Gray esperando.
Cuando lo noté, disminuí la velocidad, pasé unos minutos más arreglando
mi cabello y añadiendo otra capa de mascara. Pero eso solo me molestó más,
porque sentía que estaba haciendo un esfuerzo extra en mi apariencia para
mi compañero de viaje.
Necesitaba dejar de pensar demasiado y tratar a Gray como cualquier
otro cliente.
Cargué mi bolso con los pocos archivos que tenía, agregué algunas
almohadillas y plumas legales, y respiré profundamente antes de dirigirme
hacia abajo. Gray estaba de pie justo afuera de la puerta principal de mi
edificio, apoyado contra la barandilla.
—¿Encontraste un callejón? —dije cortante.
—No. Lo pensé mejor. Estoy en libertad condicional. Volver a ir a
prisión por exposición indecente no está en mis planes.
—Hay una cafetería en la esquina.
—Traté. El propietario dijo que no funcionaba.
Puse los ojos en blanco y gemí antes de volver a subir las escaleras.
—Vamos. Solo el baño.
En el ascensor, miré al frente, a pesar de que veía sus ojos a través de
mi visión periférica. Sin embargo, mirar las brillantes puertas plateadas que
reflejaban casi tan bien como un espejo no hizo mucho para ayudarme a
evitar mirar a Gray. Iba vestido con un traje de Brioni a medida, de cinco
mil dólares, y el sastre había hecho un gran trabajo. Mostraba su delgada
cintura, abrazaba sus anchos hombros y lo hacía lucir elegante sin esfuerzo.
A algunas mujeres les gustaba una mirada de chico malo, todo James Dean
con una chaqueta de cuero. Pero un traje bien ajustado presionaba cada
uno de mis botones.
Admirar el paquete presentado ante mí casi me hizo olvidar sus
verdaderos colores. Casi.
Las puertas se abrieron y salí corriendo del carro, ansiosa por respirar
un aire que no fuera compartido con Gray Westbrook. Abriendo mi
apartamento, sostuve la puerta abierta y señalé.
39
—Al final del pasillo, primera puerta a la derecha. No curiosees.
Aparté mi mirada de él mientras caminaba, sin querer notar que el
sastre había hecho un trabajo tan bueno en la parte posterior como el que
tenía delante.
Mientras esperaba con impaciencia, sosteniendo la puerta de entrada
abierta, sonó un teléfono celular desde algún lado. Eché un vistazo a la
cocina antes de darme cuenta de que venía del baño.
Unos minutos más tarde, Gray caminó por el pasillo. El timbre comenzó
de nuevo cuando llegó a donde estaba parada en la puerta. Se sacó el
teléfono del bolsillo y levantó un dedo.
—¿Qué pasa? —respondió—. ¿Está todo bien?
Parecía preocupado. A través del receptor, escuché a una mujer
hablando, pero no pude entender lo que decía. Así que escuché un lado de
la conversación.
—Nunca estoy demasiado ocupado para ti. ¿Qué está pasando?
Sus ojos se cerraron cuando la mujer habló de nuevo.
—¿Estás herida? ¿Qué pasó?
La ansiedad en su voz se instaló en mi pecho mientras escuchaba
nuevamente.
Se pasó una mano por el cabello.
—¿Quién estaba conduciendo?
Otra pausa.
Gray negó con la cabeza.
—¿Dónde estás? ¿Ya llegó la policía?
Más sonidos apagados a través del teléfono.
—Estaré ahí. No hables con nadie, Etta. Ni una palabra.
Se movió para finalizar la llamada y me miró.
—Cambio de planes.
—¿Qué pasó?
—Un amigo de la familia tuvo un accidente. Tiene setenta y siete años
y el doctor le quitó la licencia el año pasado. Ella todavía conduce de todos
modos. Necesito llegar a Queens.
—Vámonos.
40 ***
46
6
Layla
—Gracias por esta mañana —dijo Gray mientras tomábamos asiento
en el avión, uno al lado del otro, en primera clase.
Supuse que era otro detalle en mi itinerario que Gray había elegido
arreglar, porque la asignación de asiento que mi asistente había
proporcionado estaba en la fila veintitrés. Al menos, de este cambio no me
quejé.
—En cualquier momento. Etta es genial. Ella se preocupa mucho por
ti.
—Es más como una madre para mí que la que tenía. La mayoría de mis
47 maestros en la escuela primaria pensaban que ella era mi madre después
de que mi mamá murió. Etta fue la única que se presentó a las conferencias
de padres y maestros y conciertos de coro. Mi padre nunca lo hizo.
Me sentí suavizarme, volviendo al tipo de conversaciones de corazón a
corazón que habíamos tenido por más de un año. No quería ser mala cuando
hablaba tan bien de una mujer que obviamente era importante para él, pero
tampoco quería que usara esta situación para volver a estar conmigo.
Ofreciendo una sonrisa comprensiva, me volví para mirar por la
ventana. Gray podría ser un montón de cosas, pero en la parte superior de
la lista, era perspicaz. Tomó la indirecta, y los dos estuvimos en silencio por
el resto del abordaje y despegue. Me había traído mis auriculares y había
planeado ponérmelos para evitar una pequeña charla con Gray, pero
después de esta mañana, se sentía más rudo de lo que quería.
Quince minutos después de alcanzar nuestra altitud de crucero, se
movió en su asiento para mirarme.
—Ahora que tus opciones son saltar treinta y cinco mil pies o
escucharme, quiero explicarme.
Estábamos en la fila dos, así que podía ver la puerta del avión. Lo miré.
—Dame un minuto; estoy sopesando mis opciones.
Sonrió antes de que su rostro se pusiera serio.
—No voy a irme por las ramas con lo que tengo que decir. He estado
esperando mucho tiempo para sacarlo de mi pecho.
Nuestras miradas se quedaron atrapadas, y leyó mi silencio como un
permiso para proceder.
—Estuve casado. Brevemente. Pero técnicamente, no te mentí cuando
me lo preguntaste. Anulé el matrimonio. Lo que significa que nunca existió.
Sentí una repentina y abrumadora oleada de náuseas. En algunas
ocasiones, pensé en volver y confrontarlo por su mentira, pero estaba tan
dolida y me sentía tan estúpida por enamorarme de un tipo que estaba en
la cárcel.
Había sido un año de malas elecciones para mí, y había llegado al punto
en el que dudaba de todas mis decisiones. Si Gray hubiera sido un tipo
normal con quien estaba saliendo, y hubiera descubierto que estaba casado,
habría marchado a su casa para cantarle las cuarenta respecto a sus
mentiras. Pero con Gray, en el fondo creo que tenía un poco de miedo de
darle la oportunidad de explicarse. Mi corazón se había enamorado rápido
y duro, pero mi cabeza seguía gritando que era una mala idea.
—Ella firmó como tu esposa en el registro de visitantes.
—No puedo explicar eso sino diciendo que cuando hice mi lista de
visitantes, las cosas eran muy diferentes, y ella todavía era mi esposa.
48
—¿Por qué no simplemente me dijiste que estabas casado, y el
matrimonio había sido anulado, cuando te pregunté si alguna vez estuviste
casado? También me dijiste que nunca antes habías tenido una relación
seria. Creo que el matrimonio califica como bastante serio.
Gray pasó sus dedos por su cabello.
—Tenía miedo.
—¿Por qué? Ser divorciado o anular un matrimonio no me hubiera
asustado. Pero que me mintieras y me hicieras sentir como si hubieses
jugado conmigo por más de un año... eso fue horrible.
—Lo sé. Recibí ese mensaje cuando devolviste mis cartas sin abrir y
dejaste de visitarme.
—No entiendo. ¿Por qué tenías miedo de decirme todo esto?
—Porque harías preguntas, y no quería explicar lo idiota que era. Sabía
que estabas asustada acerca de lo que estaba pasando entre nosotros, para
empezar. Enfrentémoslo, me conociste mientras estaba en la cárcel. La
baraja ya estaba contra mí.
Miré por la ventana por unos momentos mientras los pensamientos
giraban en mi cabeza. ¿Le creo? ¿Importa si lo hago? ¿Qué hubiera pasado si
hubiera sido honesto conmigo hace un año? ¿Dónde estaríamos hoy? ¿Qué
hay de Oliver?
Una parte de mí no quería escuchar la historia de Gray. La mujer en
mí no quería darle la oportunidad de aclararlo todo. Nunca más volvería a
confiar en él de todos modos. Había roto más que mi confianza; había roto
mi corazón.
Pero el abogado en mí necesitaba llegar al fondo de lo que había pasado.
Y si iba a trabajar con él, necesitábamos pasar este desastre. De lo contrario,
habría algo pendiente de nosotros para siempre. Etta parecía pensar que
ayudaría a Gray a seguir adelante si pudiera contar su historia y ver que no
cambiaba las cosas entre nosotros. Tal vez los dos necesitábamos que
finalmente lo hiciera.
No podría poner más tensión en nuestra relación para escuchar y
aceptar su disculpa.
Respiré profundamente, puse mi cara de póquer, cambié de posición
en mi asiento y le presté a Gray toda mi atención.
—Comienza desde el principio.
Gray me estudió por un momento y luego asintió.
—Max y yo comenzamos la compañía de inversión juntos.
49 —Me contaste sobre él. Dijiste que tu compañero te engañó.
Negó con la cabeza y cerró los ojos.
—Max no es un él. Asumiste eso y te dejé hacerlo al evitar decirte la
verdad. Max es una mujer. Ella fue mi compañera y mi esposa por un
período de tiempo.
—¿La socia que te embaucó fue tu esposa?
Gray miró hacia abajo.
—Sí. No vi nada de eso.
—¿Cuánto tiempo estuviste casado?
—Suficiente tiempo para joderme la vida. —Hizo una pausa—. Dos
años después de que comenzamos la firma, ya estábamos gestionando más
de medio billón de dólares en inversiones. Cuando cerramos la cuenta más
grande que habíamos conseguido, Max y yo hicimos un viaje a la República
Dominicana para celebrar. Ambos éramos adictos al trabajo. Pasábamos
doce horas al día juntos, pero las cosas entre nosotros fueron estrictamente
comerciales hasta ese viaje.
—Bien.
—Celebramos durante un fin de semana largo, y la mierda pasó entre
nosotros. La noche antes de regresar, nos emborrachamos y terminamos
casándonos. Fue algo de lo más espontáneo, o al menos en ese momento
pensé que lo era. —Gray negó con la cabeza—. No tenía idea de que era el
comienzo de una puesta en escena que literalmente me robaría años de mi
vida.
—¿Y lo anulaste cuando llegaste a casa?
—No. Eso es lo que debería haber hecho. Pero en cambio, comencé a
sentirme feliz con la idea de estar casado. Trabajaba largos días y no tenía
el tiempo o el deseo de tener una relación. Cada vez que salía con una mujer,
sería sincero sobre no querer un compromiso. Dirían que estaban bien con
eso, pero eso siempre cambiaba después de unas pocas citas. Estar con Max
lo hizo fácil.
—¿La amabas?
—No lo sé. Pensé que lo había hecho. No tanto como a una esposa, sino
como una compañera y amiga, al menos.
—¿Cuánto tiempo te quedaste casado?
—Casi dos años.
—Me dijiste que tu socio te embaucó y aceptaste un acuerdo de
culpabilidad porque la evidencia era tan fuerte contra ti que podrías haber
obtenido diez años más que el trato que te ofrecieron. ¿Entonces sabías que
era ella y no podías probarlo?
50
Gray soltó una respiración profunda.
—Tomé el trato por ella. Es una larga historia. Pero ella hizo parecer
que uno de los tipos que trabajaba para nosotros nos había embaucado a
los dos. Ambos estábamos siendo investigados. Fui acusado primero. La
suya supuestamente estaba en camino. Tomé el trato porque nuestro
abogado dijo que había una buena posibilidad de que ambos obtuviéramos
más de diez años. Habría corrido el riesgo por mí. Era jodidamente inocente.
Pero no podía dejar que Max, mi esposa, fuera a prisión. Mi abogado pudo
negociar un acuerdo en el que pagaría un par de años si me echaba la culpa
de todo. Max obtuvo inmunidad judicial. —Negó con la cabeza—. La traición
no viene de tus enemigos. Viene de las personas que te importan.
Mis ojos se agrandaron.
—¿Entonces aceptaste un acuerdo para que la persona que te embaucó
no fuera a la cárcel?
Sonrió tristemente.
—¿Qué tal la ironía?
La emoción surgió dentro de mí. Tristeza. Culpa. Enfado. Lástima.
Sorpresa. Miedo. Tenía miedo de creerle, aunque en el fondo, sabía que me
estaba diciendo la verdad.
—Podrías haberme dicho…
—Estaba avergonzado. Y, para empezar, estabas nerviosa acerca de
acercarte demasiado a mí. No quería asustarte con nada de esta mierda,
una ex esposa, qué ingenuo fui. Solo quería seguir con mi vida y no mirar
hacia atrás nunca más.
—¿Cuándo te diste cuenta de que fue Max quien te embaucó?
—Alrededor de un mes después de comenzar mi sentencia, un amigo
mío vino a visitarme. Había estado en el metro y había visto a Max, pero ella
no lo había visto. Estaba demasiado ocupada chupando la cara de Aiden
Warren.
—¿Así que sospechaste porque ella te estaba engañando?
—Aiden Warren era el hombre que pensábamos nos había embaucado.
Mis ojos se abrieron de nuevo.
—Mierda. ¿Entonces los dos te inculparon juntos?
—Más de diez millones de ganancias provenientes de operaciones con
información privilegiada entraron y salieron de una cuenta con mi nombre,
ninguna de ellas se encontró ni recuperó. Hice que mi amigo contratara a
un investigador y cavara sobre Aiden. Al parecer, los dos habían sido pareja
desde antes de que lo contratara como empleado.
51 —¿Puedes probar todo esto? ¿Consultaste con tu abogado acerca de
retirar la declaración de culpabilidad?
—Mi abogado dijo que es difícil anular una declaración de culpabilidad
una vez que has sido condenado, incluso más difícil después de que
cumpliste la sentencia. Tenemos algunas pruebas, y todavía estoy
trabajando en ello, pero ni siquiera estoy seguro de querer perder el tiempo
luchando esa batalla.
—Pero lograr que se anule significa que no tendrás la batalla cuesta
arriba para recuperar tu licencia de la Serie 7.
—Lo sé —asintió—. Tuve treinta y nueve meses para hacer nada más
que pensar en mi vida. Nací con dinero. Mi padre tenía una empresa de
inversión exitosa, y estaba en camino de seguir sus pasos. Siempre
trabajando. Nunca en casa. Ninguna cantidad de dinero era suficiente. Me
casé con una mujer porque era conveniente para mi trabajo. Mi padre no
eligió a las mujeres con las que trabajó. Después de que mi madre murió,
escogió mujeres a las que no les importaba si él estaba en casa y eran felices
gastando su dinero. Pero finalmente se aburrirían de estar solas, y él se
divorciaría nuevamente. Se había casado cinco veces para cuando tenía
cincuenta. Murió solo de un ataque al corazón a los cincuenta y nueve años
mientras cumplía mi último mes en prisión.
—Lo siento.
Gray me dio una sonrisa triste.
—Gracias. Esos años en Otisville me hicieron darme cuenta de que no
quiero terminar como él. El mercado quema a la gente de todos modos,
estaba a mitad de camino. Mi padre me dejó suficiente dinero para pagar la
restitución y aun así crear mi propia empresa. Tengo la oportunidad de
comenzar de nuevo y voy a aprovecharla.
—Vaya. Parece que realmente has buscado mucho en el alma.
—Es increíble qué años de no tener nada que hacer, sino reproducir tu
vida una y otra vez en tu cabeza, haga que te des cuenta de lo que es
importante.
Me dolió el pecho por él. Si todo lo que decía era verdad, lo que mi
instinto me decía que así era, había perdido tres años de su vida, su negocio,
su padre, y había sufrido la traición definitiva de la mujer con la que se
había casado y en la que obviamente confiaba. Sin embargo, no parecía
amargado. Mientras que el dicho es que cuando la vida te da limones, haces
limonada, estoy bastante segura de que usaría los limones para pegarle a la
gente en la cabeza si estuviera en su lugar.
Me apoyé en el reposabrazos entre nosotros. Grey se acercó y acarició
suavemente mi brazo.
—Lamento haberte lastimado, Layla. Sé que tomará tiempo para que
52 confíes en mí. Pero voy a ganármelo.
No supe cómo responder, así que elegí no hacerlo. Aunque quitar mi
brazo del apoyabrazos probablemente dijera más de lo que cualquier palabra
podría hacer.
El pesar nubló sus ojos.
—¿Amas a este chico Oliver?
—Es un buen tipo. Estamos bien juntos.
Buscó mi rostro.
—No escuché la palabra amor.
—No importa. —Agité mi mano hacia adelante y hacia atrás entre los
dos—. No vamos a pasar, Gray.
Una lenta sonrisa se extendió por su hermoso rostro.
—Sí lo haremos. Puedes pelear todo lo que quieras. —Apoyó su rostro
en el mío.
Nuestras narices prácticamente se tocaron. Mi cuerpo hormigueaba
sintiendo su aliento caliente sobre mi piel.
—De hecho, quiero que pelees. Lucha con uñas y dientes. Lo hará
mucho mejor para los dos cuando finalmente te rindas.
7
Gray
Fue imposible concentrarse todo el día.
La mitad del tiempo, miré a Layla a través de la mesa mientras ella
hablaba, sin escuchar ni una palabra, pero sabiendo que cada vez que
pronunciaba una zeta, podía ver su lengua húmeda y rosa mientras se
asomaba entre sus brillantes labios pintados de rojo y sus dientes blanco
nacarado. Cuando sonreía a medias, siempre era con el lado izquierdo, y las
más pequeñas patas de gallo abollaban su piel de porcelana.
Afortunadamente, uno de mis dos socios tenía la capacidad de
concentrarse. Franklin Marks había sido un asociado vitalicio de mi padre
y tenía sesenta y tantos años. Asociarse conmigo para comenzar esta
53
empresa de capital de riesgo fue un pasatiempo para él. Ya tenía más dinero
del que las próximas dos generaciones de niños Marks podrían gastar.
Franklin trajo a la mesa años de experiencia en finanzas, del tipo que no se
enseñaba en los programas de maestría de la Ivy League. Estaba del lado
conservador, pero estaba bien porque ayudaría a equilibrar a Jason, mi otro
socio.
Jason y yo habíamos sido amigos desde niños. Confiaba mi vida en él.
A lo largo de los años, habíamos invertido juntos en pequeños proyectos
para divertirnos. Pero tenía cierta tendencia a arriesgarse, en los negocios y
en su vida personal. Trabajaba duro y jugaba aún más duro. Por eso lo llevé
aparte después de nuestra reunión para decirle que la abogada por la que
estuvo salivando todo el día estaba fuera de los límites.
Había planeado la reunión de hoy mayormente como una excusa para
viajar con Layla, tenerla a solas por un tiempo. Esta noche incluso me había
saltado la cena con mis socios, solo para tener unas pocas horas más en un
vuelo a casa juntos. Pero el viaje resultó ser productivo. Layla ahora tenía
todo lo que necesitaba para finalizar los acuerdos que necesitábamos, y
Franklin quedó tan impresionado con la forma en que nos manejó a los tres
todo el día, que le dijo que la llamaría para otro trabajo.
En el automóvil en el camino de regreso del aeropuerto, mi teléfono
sonó. Lo levanté para encontrar el mejor maldito texto que había recibido.
Incapaz de contener mi sonrisa, le mostré a Layla el mensaje de American
Airlines.
El vuelo fue cancelado.
—¿Qué? ¡No! —Ella agarró el teléfono de mi mano para verificar la
autenticidad de mis noticias—. ¿Nos reservaron un vuelo para mañana?
Necesitamos llamar. Debe haber un vuelo esta noche que podamos tomar.
Negué.
—Cuando retrasé nuestros planes debido al accidente de esta mañana,
mi asistente dijo que era el último vuelo del día.
—Eso es imposible.
—Volaremos desde Greensboro, no desde Atlanta. No hay vuelos dentro
y fuera cada tres minutos todo el día y la noche.
Sacó su propio teléfono y revisó en internet para verificarlo. Mientras
hacía su inútil intento de escapar de mi compañía, aproveché la oportunidad
para buscar un hotel cercano con un buen restaurante, preferiblemente algo
romántico.
Me había alojado en el Hotel O. Henry antes. Era muy agradable, y
recordé pasar a un restaurante contiguo. Llamando por mi teléfono, revisé
las fotos. El hotel se veía tan bonito como lo recordaba, y mejor aún, el
54 restaurante parecía tranquilo, con un ambiente agradable. Layla todavía
estaba buscando cuando reservé dos suites.
Ella bufó.
—No puedo creer que realmente no haya otro vuelo esta noche.
—Nos reservé habitaciones en un hotel en el que me he alojado antes.
—Dejé pasar el hecho de que había pedido que estuvieran una al lado de la
otra.
—Ni siquiera tengo una muda de ropa o un cepillo de dientes.
—Hay un pueblo comercial al otro lado de la calle, un centro comercial
al aire libre con cadenas de tiendas y un restaurante en el hotel.
Frunció el ceño.
—¿Al menos puedes pretender que no estás feliz con esto? Tu sonrisa
realmente me está molestando.
—Me prometí a mí mismo que si conseguía que me volvieras a hablar,
nunca existiría otra mentira. Así que ni siquiera estoy escondiendo que estoy
jodidamente emocionado de que estemos atrapados aquí.
Le dije al conductor que nos llevara al Hotel O. Henry, y Layla llamó a
su oficina para informarles sobre el cambio de planes. Cuando llegamos a
la recepción, ya era bastante tarde, y las tiendas iban a cerrar pronto.
—Deberíamos correr a las tiendas antes de que cierren.
—Bueno.
La primera tienda en la que tropezamos resultó ser Victoria's Secret.
Me sentí como si hubiera salido con esta mujer por más de un año, sin
embargo, no tenía idea de qué tipo de lencería era su favorita. Si hubiera
tenido la esperanza de descubrirlo pronto, ese pensamiento fue rápidamente
aplastado.
Se detuvo frente a la tienda.
—¿Por qué no vas a buscar lo que necesitas? No necesito ayuda aquí.
—¿Estás segura? Es posible que necesites una segunda opinión
cuando estés en el probador.
Señaló hacia un Gap.
—Ve.
Sonreí.
—Nos registraré después de tomar algunas cosas y nos encontraremos
en el hotel.
Ella abrió la puerta de la tienda.
—Puedo registrarme sola.
55 Le hablé mientras me alejaba.
—Mi color favorito es el rojo…
Al menos no me mostró el dedo. Progreso.
***
Sabía que se llamaba Layla porque su madre había sido una gran fan
de Clapton. Sabía que en tercer grado había tenido una pelea con un chico,
le había dado un puñetazo y le había roto la nariz. Sin embargo, nunca la
había visto en jeans o compartido una comida decente con ella. Me senté en
el bar del restaurante, disfrutando de la vista de sus caderas bien formadas
que se deslizaban hacia adelante y hacia atrás, vestida con mezclilla
apretada mientras caminaba hacia mí.
—No me mires así.
Bebí el whisky escocés y la soda que había pedido. Otra cosa que me
había perdido.
—¿Mirarte cómo?
—Ya sabes.
—¿Como si prefiriera comerte para la cena que cualquier cosa en el
menú en este lugar?
La anfitriona se acercó para decirme que nuestra mesa estaba lista,
reduciendo la respuesta malvada que Layla había estado a punto de
entregar. Eso me decepcionó.
Me levanté y tendí mi mano.
—Después de ti.
Entrecerró los ojos.
—Bien. Pero no mires mi trasero.
Como si hubiera la oportunidad de que surgiera una bola de nieve en
el infierno de que eso sucediera.
Una vez que estuvimos sentados, Layla pidió vino, y rechacé una
segunda bebida. Tres años sin alcohol disminuyeron mi tolerancia, y quería
que mi mente se mantuviera clara como el cristal mientras pasaba tiempo
con esta mujer.
La miré a través de la mesa. Se sentía como una extraña de muchas
maneras ahora. Aún más extraña o no, me sentí más conectado con ella que
cualquier otra persona en mi vida. Había una cadena entre nosotros, y
mientras ella intentaba cortarla, planeaba seguir tirando.
56 —Entonces... tus nuevos socios parecen agradables —ofreció.
—Sí. Ciertamente mejores que la última. —Sabiendo que mi tiempo a
solas con ella era limitado, mi mente solo tenía una pista—: ¿Cuánto tiempo
has estado viendo a cuello de lápiz?
Ella frunció el ceño, así que aclaré. Aunque pensé que era
perfectamente claro a quién me estaba refiriendo.
—El abogado con el que trabajas. ¿Su empresa no tiene una política
contra salir con compañeros de trabajo?
—Sabes que su nombre es Oliver. Y no es asunto tuyo cuánto tiempo
lo he estado viendo o qué políticas tiene mi empresa.
La camarera trajo el vino de Layla y tomó nuestra orden de cena. Ver a
Layla llevándose la copa a los labios y seguir su esbelta garganta mientras
tragaba era una visión extraordinaria.
Captó la mirada en mi rostro y se movió en su asiento.
—Tienes razón —le dije—. Cuantos menos detalles conozca, mejor.
Mientras no estés follándolo.
—Dormiré con quien quiera.
—¿Has dormido con alguien desde que comenzamos a tener citas?
Se burló.
—¿Citas? ¿Así es como llamas a mi servicio comunitario obligatorio que
me obligó a trabajar contigo?
—No. Pero así es como llamo a las tres horas que pasamos juntos cada
semana antes de que “fuera hora” de tu servicio comunitario obligatorio. Y
todos los sábados que pasamos juntos cuando ya no tenías que venir. Y las
largas cartas que intercambiábamos todas las semanas. Por supuesto que
no era lo ideal, no podía compartir un vino contigo ni invitarte a cenar o
desvelarte al final de la velada, pero aún así lo consideraba citas.
—Lamento decir que estás solo en eso.
Sabía que estaba mintiendo. Ella había estado allí conmigo. Pero era
más fácil seguir adelante si no admitía la verdad.
—Cuéntame acerca de tu trabajo. ¿Cómo están las cosas para ti ahora?
Cuando estábamos... —sonreí— ...saliendo, estabas en un terreno inestable.
Supongo que las cosas funcionaron bien ya que todavía estás allí.
—Facturé tres mil horas el año pasado, más que cualquier otro
asociado por al menos doscientas horas. Hice financieramente estúpido que
se deshicieran de mí.
Hice algunos cálculos rápidos.
57 —Tres mil horas son sesenta horas a la semana de facturación.
Considera las horas de almuerzo y traslado, un par de descansos en el baño,
y debes haber estado trabajando doce horas al día, siete días a la semana.
—Lo hice. Este año me he reducido a seis días, así no me voy a quemar.
—Al menos eso te dejó poco tiempo para tener citas.
Rodó sus ojos antes de tragar el resto de su vino. Terminar la copa
pareció relajarla un poco. La conversación se hizo menos adversa.
—Entonces, has estado fuera por qué, ¿dos semanas?
—Quince días. Necesitaba poner algunas cosas en orden antes de
aparecer en tu empresa. Estuve fuera de la ciudad por una semana,
ocupándome de algunas cosas para mi padre.
—Lamento nuevamente tu pérdida. Eso debe haber sido duro para ti.
—Mi padre y yo tuvimos una relación tensa. Pero sus últimos deseos
fueron honorables. Tuvo cinco esposas, pero quería ser enterrado con mi
madre.
—Ella murió cuando eras pequeño, ¿verdad?
—Sí. Cáncer de mama a los treinta y ocho. Fue enterrada en California
con su madre y su hermana, quienes murieron antes de los cuarenta por la
misma causa.
—Guau.
—Ella era florista, de hecho, conoció a mi padre cuando vino a enviarle
flores a su novia. —Negué con la cabeza—. Eso debió haber sido una
bandera roja allí para ella.
—¿Entonces lo enterraste junto a tu madre?
—Probablemente va a patearme el trasero algún día, pero sí. Hice esos
arreglos mientras todavía estaba encerrado.
Layla sonrió.
—Solo tenía nueve años cuando ella murió. Pero habían estado viviendo
separados por unos años ya. Aunque nunca se divorciaron. Ella decía que
él era el amor de su vida, y que cuando encontrabas tu único y verdadero
amor, no podías reemplazarlo, porque habías entregado tu corazón.
—Guau. Y supongo que él sintió lo mismo, dado que tuvo otras cuatro
esposas, ¿pero quería ser enterrado con ella?
—Supongo. No podrían estar juntos, pero nunca dejaron de amarse.
Nuestros ojos se encontraron, pero Layla rápidamente desvió la mirada.
—¿Así que fuiste a California para visitar su lugar de descanso? —
preguntó.
—Sí. Y plantar un jardín gigante.
58
Su frente se arrugó.
—¿Un jardín?
Me reí de la mierda que había hecho mi primera semana completa como
un hombre libre.
—Cuando se casaron, ella quería una casa en los suburbios. Él quería
estar cerca de su oficina y vivir en el penthouse que ya poseía. Acordaron
que se quedarían en la ciudad por unos años y luego se mudarían a
Westchester o Long Island. Ella tenía un gran plan para un jardín en el patio
para cuando eso sucediera, con todas sus flores y árboles favoritos.
Recuerdo que trabajaba en eso todo el tiempo. Estaba en un gran borrador
del tamaño de un plano, con todo tipo de detalles. Trabajó en él una o dos
veces por semana durante años, constantemente añadiendo cosas y
rediseñando. Después de que nos mudamos del penthouse de mi padre,
nunca volví a ver esos planos. Ella se enfermó poco después de que se
separaron.
—¿Así que le plantaste un jardín?
—No solo cualquier jardín, su jardín. El abogado de mi padre tenía esos
viejos planos con su testamento y documentos legales. Había guardado sus
planos durante todos estos años y había dejado instrucciones para contratar
a alguien que plantara el jardín donde estaban enterrados.
—Eso es extrañamente romántico.
—Me llevó una semana encontrar todas las cosas que quería plantar.
Mi cuello todavía está quemado por el sol al cavar esa cosa.
—¿Lo plantaste tú mismo?
Asenti.
—El plan era que mi madre y yo lo hiciéramos juntos. Nunca tuvimos
la oportunidad. Era lo menos que podía hacer. Y por mucho que despreciara
a mi padre por muchas cosas, espero que mis padres se reúnan y disfruten
juntos del jardín.
La camarera interrumpió trayendo nuestra cena. Después de que se
fue, Layla me estaba mirando divertida.
—¿Qué? —dije.
—Nada. —Negó—. Solo come y no hagas que me gusten más las cosas
que salen de tu boca.
Sonreí.
—Creo que te gustarían todavía más las cosas que puedo hacer con mi
boca.
59
8
Layla
Había estado callada desde que llegamos al aeropuerto. Mientras
esperábamos en el salón para comenzar el abordaje, me ocupé en mi
computadora portátil con correos electrónicos. Podría trabajar 24/7 y nunca
terminar de tener cosas de la empresa por hacer. Pero hoy, si fuera sincera,
mi cabeza se quedó abajo con la nariz enterrada en el trabajo porque no
quería hablar con Gray.
Anoche, habíamos planeado encontrarnos para desayunar antes de
nuestro vuelo. Pero después de horas de permanecer despierta,
concentrándome en el hombre que había visto la noche anterior,
sintiéndome como si me hubiera arrullado al ver al hombre que había
60 conocido hace dos años, un hombre que me había aplastado, necesitaba
usar mi cabeza en vez de mi corazón para poner las cosas en una perspectiva
adecuada.
Convenientemente, tuve un dolor de cabeza esta mañana y no me uní
a él para el desayuno. No necesitaba más tiempo personal a solas con Gray.
Acababa de recuperar mi capacidad de llevar mi vida por el buen camino, y
lo último que quería era volver a abrir viejas heridas.
Después de escucharlo, me sentí mal. Realmente lo hice. Pero me había
llevado casi un año seguir adelante, y ni siquiera habíamos llegado a lo
físico. La conexión que habíamos compartido era diferente a todo lo que
había experimentado alguna vez, y su mentira -técnica o no-, junto con su
pasado loco y el hecho de que ahora era un cliente, era demasiado.
No tenía un buen historial respecto a elegir al tipo correcto. Tampoco
mi madre. Y estaba decidida a no convertirme en ella, una mujer que pasó
su vida con un hombre que nunca fue realmente suyo, sin importar cuánto
sintiera la tentación de roerme.
Cuando nuestro vuelo de regreso a casa alcanzó la altitud de crucero,
saqué mi computadora portátil en un intento por ignorar a Gray.
Suavemente se acercó y lo cerró.
—Me va a salir demasiado caro si tengo que encerrarte a treinta y cinco
mil pies cada vez que quiera hablar contigo —dijo.
—Lo siento. Me pongo al día con algunas cosas a las que no llegué
anoche. ¿Querías hablar sobre su acuerdo de asociación?
Sacudió la cabeza.
Tomé una respiración profunda y exhalé audiblemente.
—Gray, estás comenzando una nueva compañía. Recuperaste tu vida.
Deberías seguir adelante. Estoy segura de que todo lo que tendrías que
hacer es chasquear los dedos para conseguir una cita. ¿Notaste la manera
en que la azafata te miraba cuando venía a darnos las toallas calientes? Ella
es atractiva. ¿Por qué no la invitas a salir?
Me lanzó una mirada molesta.
—¿Sales con todos los hombres de aspecto decente que están
interesados en ti?
—No. Pero estoy viendo a alguien.
—Él no es adecuado para ti.
—¿Y lo sabes basado en una cena en la que le faltaste el respeto, y se
vio obligado a ser educado contigo por su trabajo?
—No. Lo sé porque él no soy yo.
61
Nos embarcamos en una larga mirada. Tenía la sensación de que nada
de lo que había dicho en este viaje lo había disuadido en lo más mínimo.
—He seguido adelante, Gray. Tienes que aceptar eso si vamos a trabajar
juntos.
—¿Y si no estuvieras viendo al polla de lápiz?
—¿Pensé que su apodo era cuello de lápiz?
—Lo seguí al baño. Créeme, el cuello delgado es representativo de toda
su anatomía.
—Eres un idiota.
—No estás defendiendo su honor para decir que estoy equivocado. Lo
que significa que solo uno de nosotros ha tenido la desafortunada
experiencia de ver su pequeño pene, o sabes que es verdad y el tema es
indefendible.
—Creo que has perdido la cabeza. No voy a discutir sobre los genitales
de otro hombre contigo.
—Eso es bueno. Porque preferiría que discutiéramos el mío.
No pude evitar reír.
—En serio, Gray. ¿Qué tal si no discutimos respecto a la polla de nadie,
y en su lugar me dices qué más puedo hacer por ti, aparte de redactar el
acuerdo de asociación?
—No me puedes hacer la pregunta “¿qué otra cosa quiero que hagas
por mí?” y esperar una respuesta legítima.
—Veré mi fraseo en el futuro.
La cara juguetona de Gray se transformó en algo más serio.
—En realidad, hay una cosa que puedes hacer por mí.
—¿Qué cosa?
—Comencemos de nuevo. Sin mencionar el pasado ni nada.
Totalmente no era lo que esperaba que dijera.
—Bueno. Creo que es una gran idea. Lo revisamos y cerramos el caso.
Creo que seguir adelante con un borrón y cuenta nueva, si vamos a trabajar
juntos, es algo bueno. —Incliné la cabeza—. Aunque, estoy un poco
sorprendida de que lo sugieras ya que has pasado la mayor parte de las
últimas veinticuatro horas tratando de hacerme recordar lo que sucedió
entre nosotros en el pasado.
Mi mano izquierda había estado sentada en el apoyabrazos entre
nuestros asientos. Gray la cubrió con la suya y me miró a los ojos.
62
—Solo quería aclarar las cosas. Ya lo hice. Pero estoy dispuesto a
comenzar de cero para volver a ganarte.
—Gray…
—Te daré un poco de espacio ahora. Sé que lo necesitas. —Captó mi
mirada—. Pero ya no habrá más mentiras ni omisiones. Dicho eso, no hemos
terminado. Recién estamos comenzando. Porque lo que teníamos era real, y
lo real no desaparece, no importa cuánto lo desees.
9
Layla
2 años antes
—Cuéntame algo sobre ti que nadie más sepa.
Gray se rascó la barbilla. Habíamos estado sentados en la mesa de la
biblioteca durante horas, supuestamente preparándonos para la clase que
tenía que enseñar en una hora, que es la forma en que nos escapábamos
pasando tanto tiempo juntos los sábados durante las últimas ocho semanas.
—No como sandía —dijo.
Entrecerré los ojos.
63 —¿Cómo eso puede ser un secreto?
—No lo es. Pero nadie sabe la razón por la que no la como.
Apoyé los codos sobre la mesa.
—Continua…
Gray me señaló en señal de advertencia.
—Sin reírte.
—No estoy segura de poder hacer esa promesa.
Negó con la cabeza con una sonrisa fácil.
—En la guardería, mi maestra nos leyó Jack y las Habichuelas Mágicas.
Supongo que de alguna manera me llevó a pensar que cosas gigantes
podrían crecer a partir de las semillas, si se plantan en el lugar correcto. En
casa, tuvimos una sandía redonda en el mostrador de la cocina por un
tiempo, y un día mi madre decidió abrirla. Dijo que no tenía semillas, y no
vi ninguna de las semillas negras regulares, así que comí. En mi tercer
pedazo, le dije a mi mamá que me gustaban más las sandías redondas que
las ovaladas que generalmente compraba porque eran más crujientes.
—¿Era crujiente? ¿Tu sandía estaba mala?
—No, había pequeñas semillas blancas adentro que eran suaves, pero
los bordes tenían un crujido, sin saberlo mastiqué las semillas. Mi madre
las sacó de un pedazo y me las mostró. Dijo que eran inofensivas. Pero tenía
en la cabeza que una sandía gigante iba a crecer en mi estómago y
terminaría explotando. Todas las noches me acostaba y sacaba mi estómago
para ver si estaba creciendo. Y estaba tan seguro de que iba a suceder, que
creí ver que mi estómago se agrandaba.
Cubrí mi boca y me reí.
—Oh Dios mío. ¿Y dejaste de comer sandía después de eso?
Asintió.
—Llevo veinticinco años sin sandía hasta ahora.
—Eso es una locura.
Señaló.
—Y esa es la razón por la que nadie sabe por qué no como sandía.
Vi como los ojos de Gray vagaban por mi rostro, parpadeando hacia
mis labios, luego volvían a subir para mirarme a los ojos.
—Tienes pecas en la nariz —dijo—. Pero tratas de encubrirlas.
Levanté mi mano a mi cara.
—Aparentemente no estoy haciendo un muy buen trabajo.
—Me gustan. Me recuerdan que eres real. A veces, después de que te
64 vas, empiezo a preguntarme si te he imaginado.
Por alguna razón, eso hizo que mi corazón se hinchara.
Un guardia interrumpid asomando la cabeza para su control ocasional.
—¿Todo bien por aquí?
Saludé y asentí.
—Todo bien. Gracias, Marcus.
—Regresaré en media hora para el comienzo de la clase.
Mi rostro cayó. Las pocas horas a solas con Gray cada sábado se habían
convertido en el punto culminante de mi semana. Pero parecían ir cada vez
más rápido. Cuando me relajaba lo suficiente como para volver a
convencerme de que no estaba loca por comenzar a enamorarme de un
hombre que vivía en una prisión federal, resultaba que era hora de comenzar
las clases. Empecé a llegar tres horas antes cada semana, fingiendo la
necesidad de preparar el curso con Gray. Pero los dos realmente nos
sentábamos el uno frente al otro y nos conocíamos todo lo que podíamos en
el tiempo que teníamos. Era como una cita: pasaba tiempo extra
preparándome de antemano, sentía la adrenalina cuando entraba a la
habitación y quería saber más y más sobre él. La parte más difícil, sin
embargo, era tratar de ignorar nuestra conexión física. Siempre estaba
presente, y la semana pasada, nos aventuramos en un nuevo territorio
cuando Gray describió el beso que quería darme. Nunca supe que hablar de
ser físico podía ser tan erótico.
—Tu turno —dijo Gray.
Mi mente había saltado las huellas.
—¿Para qué?
Los ojos de Gray se posaron en mis labios, y la comisura de su boca
tembló como si supiera dónde se había metido mi cabeza.
—Tu turno de decirme algo que nadie más sabe.
Cuando no respondí de inmediato, volví a mirar y descubrí que la
sonrisa de Grey se había convertido en una sonrisa en toda regla. Negué con
la cabeza en un intento de aclararme.
—Ummm... —Pensé en algo que ni siquiera mi mejor amiga conocía,
pero podría ser demasiado loco como para compartirlo—. Tengo un
cuaderno yeahway.
Sus cejas se juntaron.
—¿Un qué?
—Un cuaderno yeahway. Bueno, en realidad, son más como siete
cuadernos yeahway ahora.
65
—¿Qué es exactamente un cuaderno yeahway?
—Es una lista de cosas que analizo para decidir si haré o no. No golpees
el nombre. Lo comencé cuando tenía siete años. Le pregunté a mi padre si
podíamos conseguir un perro, y me dijo que un perro necesitaba hacer
mucho ejercicio, ser limpiado con frecuencia y que era caro. Le dije que eran
buenos como perros guardianes y que me enseñarían de responsabilidad.
Se rió y me dijo que era un buen intento, pero los pros no superaron a los
contras. Entonces, esa noche, saqué un cuaderno nuevo, lo abrí a la primera
página y dibujé una línea en el medio. Escribí todos los pros y los contras
en los que podía pensar, y luego di otra oportunidad a mi padre. Por
supuesto, se me ocurrieron veinticinco pros y solo diez contras.
Gray sonrió.
—Ya veo que la abogada en ti salió temprano.
—Sí. Mi lista no cambió su opinión, pero mi madre lo hizo, así que
terminamos teniendo el perro de todos modos. Y descubrí que me gustaba
escribir los pros y los contras de las cosas. Como que me ayudaba a
organizar mis pensamientos.
—¿Para qué otro tipo de cosas haces listas?
—Cualquier cosa. Todo. ¿Debo besar a Danny Zucker en octavo grado?
¿Debo irme a la universidad? ¿Vale la pena gastar mil cuatrocientos dólares
en un par de botas de cuero?
Los ojos de Gray brillaron.
—¿Besaste a Danny Zucker?
Levanté mi mano izquierda y comencé a marcar los pros.
—Era popular. Tenía buenos labios. Tenía experiencia besando. —
Levanté la mano derecha y marqué los contras—. Su experiencia incluía
intercambiar saliva con... —Arrugué mi nariz—. Amanda Ardsley. —Hice
más contras—. Todo el mundo conocía a todas las chicas a las que había
besado antes, por lo que la gente probablemente sabría que yo también lo
hice. Gérmenes. Brakets. —Marqué mi último dedo en mi mano derecha y
sin expresión—. Halitosis.
Gray echó la cabeza hacia atrás en carcajadas.
—Supongo que el pobre Danny perdió.
Sonreí.
—Lo hizo.
—¿Fuiste a la universidad?
—Si. Esa fue probablemente mi lista más desigual. Las desventajas
66
incluían que extrañaría a mi madre y mis amigos. Y que tenía miedo. Los
pros llenaron una hoja por ambas caras.
—¿Botas? —dijo.
—Las usaré para ti la próxima semana.
Realmente me encantaron las pequeñas patas de gallo alrededor de sus
ojos cuando sonrió.
—¿Y guardaste todos los cuadernos donde haces estas listas de pros y
contras?
—Sí. Siete cuadernos completos que datan de hace casi veinte años. Se
han convertido en mi propia versión peculiar de un diario.
—¿Todavía lo haces? ¿Hacer listas?
Me mordí el labio inferior y debatí sobre decirle en el que había
empezado a trabajar la semana pasada.
—En ocasiones. Me resulta tranquilizador por alguna razón.
Sus ojos vagaron por mi rostro. El hombre tenía una extraña habilidad
para leerme. Me desconcertaba casi tanto como me parecía fascinante.
Cuando nuestros ojos se encontraron, supe que tenía la respuesta incluso
antes de hacer la pregunta.
—¿Has hecho una para involucrarte conmigo?
***
La clase había terminado hace diez minutos, pero todavía tenía algunas
personas esperando para hablar conmigo. Cuanto más les enseñaba sobre
el proceso de apelación y la investigación de casos precedentes, más
suscitaron preguntas sobre la viabilidad de anular sus propios casos.
Un guardia que había visto una o dos veces, pero que nunca me había
hablado, se detuvo en el aula.
—Se acabó el tiempo, muchachos —dijo desde la puerta.
Mis ojos se iluminaron con los de Gray. Caminó hacia el guardia, y los
dos hablaron durante unos minutos. Sus ojos de vez en cuando
parpadeaban hacia donde estaba parada. Cuando terminaron, Gray regresó
al frente de la habitación y habló con los rezagados que daban vueltas.
—Kirkland tiene que limpiar la habitación antes del final de su turno.
Van a tener que hacer sus preguntas la próxima semana.
Sin mucha queja, el último de los estudiantes caminó hacia la puerta.
Tratar con la mayoría de los muchachos alojados aquí no era diferente a
67 tratar con personas en el trabajo. Estos hombres eran de cuello blanco,
muchos de ellos educados mejor que yo.
El guardia le gritó a Gray con un tono de advertencia.
—Tienes diez minutos, Westbrook. Eso es. Luego de eso tengo que
llevarla a la salida.
Esperé hasta que la puerta se cerró para hacer cualquier pregunta.
—¿Que está pasando?
—Cuarto librero desde la puerta de la biblioteca. Es un punto ciego
para las cámaras. —Gray levantó la barbilla—. Lleva ese libro que usaste
para la clase como si necesitaras guardarlo.
—Pero es de la biblioteca de mi empresa. Lo traje conmigo.
Me miró a los ojos.
—Confía en mí. Nos encontraremos allí en dos minutos.
Por cierto, sus pupilas negras apartaron casi todo el verde de sus ojos,
y sospeché que sabía lo que estaba a punto de suceder. Y a pesar de que
hace apenas treinta segundos me había sentido completamente normal,
todo mi cuerpo cambió inmediatamente con anticipación. Asentí y caminé
hacia la biblioteca contigua, contando los libreros a medida que avanzaba.
La piel de mi cara ardía, pero mis dedos de manos y pies parecían enfriarse
y perder la sensibilidad. La cabeza me daba vueltas mientras trataba de
caminar normalmente con las piernas temblorosas y actuaba de manera
natural, sabiendo que las cámaras tenían ojos en todas partes.
Insegura de qué hacer conmigo misma cuando llegué al cuarto librero,
traté de parecer ocupada hojeando los títulos de los libros en el lomo. Si
alguien hubiera aparecido, sostenido un arma en mi cabeza, y me hubiera
dicho que leyera las palabras, habría muerto. Estaba demasiado encendida
como para ver directamente.
Olí a Gray antes de verlo. Tenía un olor limpio, fresco, pero masculino.
Estaba de espaldas a él mientras caminaba por el pasillo detrás de mí, y
una de sus grandes manos se agarró a mi cadera mientras la otra me
apartaba el cabello hacia un lado. Jadeé. Si hubiera estado en una montaña
rusa, ascendiendo poco a poco hasta la cima, este momento se cernía sobre
la cumbre; mi sangre bombeó más rápido, llena de adrenalina, temor y
anticipación, esperando a que bajara la espeluznante colina.
Su voz baja hizo cosquillas en mi cuello.
—Detenme ahora, Layla, si no quieres esto.
El carro de la montaña rusa se balanceaba hacia adelante y hacia atrás
en el precipicio.
—¿Qué pasa con las cámaras? —Mi voz era tan ronca y sin aliento,
68 apenas la reconocí.
—Confía en mí —dijo.
Confía en mí.
Tan loco como era, lo hice. Y tal vez ni siquiera me importaban las
consecuencias, si las hubiera. Quería tocar a este hombre más que
cualquier otra cosa que hubiera deseado. Me volví, y la mirada acalorada de
Gray atrapó la mía. Me miró a los ojos, parecía darme una última
oportunidad para detenerlo. Incapaz de hablar, le hice un leve gesto de
asentimiento mientras mi pecho subía y bajaba.
Antes de que pudiera prepararme para lo que acababa de acordar, Gray
me agarró el rostro con ambas manos y me apoyó contra la estantería detrás
de mí. Su cabeza se inclinó, y plantó sus labios sobre mi boca.
La sacudida de sentir su cuerpo presionar contra el mío me hizo olvidar
que existía algo más. Se pasó la lengua por los labios, instándome a abrir,
y gimió en mi boca cuando su lengua encontró la mía. Gemí en respuesta.
Nunca en mi vida había sentido tanta hambre, un deseo tan profundo. Un
fuerte latido entre mis piernas me empujó hacia él, pero todavía no podía
acercarme lo suficiente.
Como si sintiera lo que necesitaba, Gray puso sus manos alrededor de
mi trasero y tiró de mis muslos, guiándome a envolver mis piernas alrededor
de él para poder presionar más profundo. Aplastó su erección contra mi
dolorido clítoris y la tierra se sacudió. La fricción me excitó tanto que pensé
que era posible que me hiciera acabar solo frotándonos.
Mis dedos se entrelazaron a través de su sedoso cabello, jalando y
tirando de los suaves mechones. Él gimió de nuevo, y el sonido causó una
onda que partió de nuestros labios unidos directamente hacia abajo entre
mis piernas. Una de las manos en mi trasero se movió hasta mi cuello y se
tensó cuando su pulgar inclinó mi cabeza más hacia un lado y profundizó
el beso.
La sensación de ingravidez golpeó mi vientre, y comencé a caerme. Mi
carro de la montaña rusa se balanceó hacia adelante y hacia atrás una
última vez antes de descender por la larga pendiente. Mientras jadeábamos
y nos agarrábamos el uno al otro, levanté mis manos imaginarias en el aire
y disfruté el loco, aterrador y maravilloso paseo.
Cuando nuestro beso se rompió, quedé hipnotizada por el efecto que
este hombre tenía sobre mí. Las manos de Gray volvieron a mi rostro
mientras ahuecaba mis mejillas, acariciando suavemente con su pulgar
mientras arrastraba besos suaves como plumas desde un extremo de mis
labios hasta el otro.
Su voz era ronca.
69 —Esto es real.
Tragué saliva, sin entender lo que quería decir en ese momento.
El crujido de la puerta al abrirse y la fuerte voz del guardia me hicieron
saltar.
—¡Se acabó el tiempo, Westbrook!
Gray apoyó su frente contra la mía.
—Me tengo que ir. Recuerda lo que acabo de decir cuando empieces a
dudar de ti misma para el martes.
10
Gray
2 años antes
—El saldo de mi cuenta de la tienda de alguna manera pasó de cero al
máximo de doscientos noventa dólares —anunció Rip, mi compañero de
litera—. No sabrías nada sobre eso, ¿verdad?
Me alegré de que mi espalda estuviera frente a él. Continué doblando
la ropa que acababa de lavar encima de mi litera.
—¿Cómo diablos sabría de dónde vino el dinero en tu cuenta? —mentí.
Le escribí una carta a Etta y le pedí que llenara su cuenta hace algunas
70 semanas. Ella tenía acceso a todos mis fondos personales en el mundo real.
Me había estado preguntando si lo había conseguido.
—¿Tal vez mi Katie lo hizo?
Me sentí mal por darle la esperanza de que su hija hubiese venido. Pero
él no me aceptaría el dinero, y sabía que tenía una pila de cartas que le
había escrito, pero que no podía permitirse comprar ni un sello postal. Rip
y yo habíamos sido compañeros de literas desde el día en que llegué. Él ya
llevaba aquí unos meses, así que me mostró las cuerdas.
—Tal vez. Pero al menos ahora puedes conseguir algunos alimentos
gourmet que tanto te gustan —bromeé—. Fideos Ramen, ciruelas pasas,
Pop-Tarts.
—No todos crecieron comiendo caviar en una cuchara de plata, chico
bonito.
Me reí.
—¿Qué hay en tu agenda para hoy después de la diálisis?
—Probablemente mire algo de televisión. Tienen una maratón de
películas de John Wayne en la sala de actividades esta tarde.
—Ah. ¿una buena siesta larga, entonces?
Arrojó una toalla a mi espalda.
El verdadero nombre de Rip era Arthur Winkle. Pero había sido
apodado Rip por su inclinación a la siesta. Rip Van Winkle. El tipo
cabeceaba en medio de las conversaciones, durante la cena e
inevitablemente durante la hora del televisor. Siempre negaba estar
dormido, diciendo que estaba "descansando los ojos". Cada vez que los
reclusos se reunían para mirar algo, todos gemían cuando Rip se unía a
ellos porque estaría roncando a los diez minutos de comenzar el espectáculo.
—¿A qué hora viene tu amiga? —preguntó.
—A las Diez.
Rip sabía todo acerca de Layla y de mí. Principalmente porque no
dejaba de hablar de ella, nunca. Los días de semana eran básicamente una
cuenta regresiva para el fin de semana. Y aunque los sábados siempre eran
increíbles, los domingos apestaban porque tardaba demasiado en volver a
verla. Llevando ya seis meses de servicio a la comunidad solo le quedaban
otras dos semanas, y había dudado en mencionarlo porque no era correcto
pedirle que siguiera conduciendo aquí cada semana solo para visitarme,
aunque la idea de no verla por más de un año hasta que saliera me mataba.
—Creo que voy a escribirle una carta a Katie y darle las gracias por el
dinero, luego le enviaré todas estas cartas atrasadas. —Rip le escribía a su
hija todas las semanas, como un reloj. Ella nunca le había respondido, ni
una vez.
71
—Suena como un plan. —Miré la hora -diez para las diez- y luego tomé
la manzana que había guardado del almuerzo de ayer para mancillar a la
maestra—. Mejor dirígete a la clase.
***
***
***
Finalmente pude rascar ese maldito picor. Pero no antes de verter una
gran copa de merlot, deshacerme de mi vestido y sujetador a favor de los
pantalones cómodos y una camiseta universitaria desgarrada, y poner
música suave. Me dejé caer en el sofá, levanté mi celular e ingresé mi
contraseña para finalmente leer el mensaje que Gray había enviado hacía
horas. Mi patético corazón se aceleró al ver su nombre iluminarse.
Tomé un gran y saludable trago de vino y me acomodé para leer la larga
cadena de mensajes.
83 Gray: Ey. Perdón por molestarte. A menos que estés fuera en una
cita. Entonces no lo siento.
Unos minutos más tarde, otro texto había llegado.
Gray: Tal vez estoy llevando esto de la honestidad demasiado lejos.
Déjame empezar de nuevo. Etta se metió en problemas con la policía
hoy. Una multa por exceso de velocidad y conducción sin licencia.
También me dijo que era su segunda multa. Lo que Google dijo podría
significar que ahora es un delito grave. Le dije que no habías hecho
ningún trabajo en la corte de tráfico, pero ella no me dejó llamar a nadie
más. Tal vez, ¿podrías hablar con ella al menos? Llámame.
Mierda
No podía arrastrar el bienestar de Etta por las cosas entre Gray y yo.
Eso no sería justo. Así que tenía que llamarlo.
Al menos así es como justifiqué mi dedo sobre su nombre y el debatirme
si le devolvía el mensaje de texto a las once de la noche del sábado.
12
Gray
Mi tarde había estado ocupada entre la entrega de un nuevo colchón y
revisar obsesivamente mi teléfono en busca de mensajes de texto.
Acababa de pasar tres años encerrado en un lugar del cual no podía
irme, sin mujeres y comiendo comida de mierda. Y aquí estaba, solo, un
sábado por la noche, comiendo comida china de mierda en mi apartamento,
solo con mi soledad.
Después de revisar mi teléfono una vez más, lo tiré en el sofá y solté un
suspiro de frustración.
Debería estar en un bar, conociendo a una mujer que no quisiera nada
84 más que mi polla dura entre sus piernas. Pero en cambio, estaba en casa
siendo leal a una mujer que probablemente estaba en una jodida cita.
Layla Hutton.
Una parte de mí pensó que tal vez mi obsesión desaparecería una vez
que la viera de nuevo y le dijera mi versión, después de un año de tener que
recordar cómo se veía, a qué olía.
No tuve tal suerte. La mujer estaba muy debajo de mi piel y no podía
sacudirla, a diferencia de la mujer cuya máquina de café espresso Breville
de dos mil dólares estaba guardada en una caja para enviarla a la tienda
local de artículos de segunda mano.
Esperaba que el condominio que tenía y compartía con Max estuviera
vacío cuando entrara después de tres años de ausencia. Pero fue todo lo
contrario. Ella había dejado absolutamente todo como estaba cuando
comencé mi sentencia. Incluso su ropa todavía estaba en el armario. Aunque
con la cantidad de dinero que había estafado, estoy seguro de que no tendría
reparos en comenzar de nuevo con su colección de productos finos.
Como mi tarde estaba libre, había decidido hacer limpieza, básicamente
deshacerme de toda su mierda. No me importaba si era nuevo o algo que se
pudiera usar. Quería que todo lo que ella había traído a mi vida se fuera.
El pasillo a mi penthouse ahora estaba lleno de cajas y bolsas de
donaciones.
Zapatos Prada.
Bolsas Hermes.
Gafas de sol Cartier.
Max tenía un gusto caro. Probablemente estaría donando más de
cincuenta mil dólares de mierda cara. Pero la purga de los remanentes de
mi vida con ella valía cualquier precio.
Tirando un mezclador KitchenAid que había comprado y nunca usó,
miré alrededor de mi apartamento medio vacío. Fuera lo viejo, dentro lo
nuevo. Aparte del colchón nuevo que habían entregado hoy, no tenía
muchas ganas de reemplazar las cosas de inmediato.
No estaba seguro de si Max había escogido la botella de whisky de
treinta años que tenía en mis manos, pero bueno, me desharía de ella esta
noche, después de que estuviera vacía.
Me senté en mi vieja silla favorita de cuero, que estaba acomodada
frente a un sofá de diseño, y bebí un sorbo de whisky añejo mientras miraba
la ciudad. Mi apartamento Tribeca daba a la parte baja de Manhattan desde
la sala de estar y tenía una vista del río Hudson desde mi dormitorio. La
ciudad estaba oscura, pero el horizonte nítido y brillante iluminaba la
85
noche. Cuanto más lo miraba, más me encontraba preguntándome dónde
estaría Layla esta noche.
No era tan estúpido como para pensar que recuperarla sería rápido y
fácil. Pero el pensamiento de ella allí afuera con algún otro tipo no era algo
que pudiera manejar por mucho tiempo. Incluso si no podía tenerla,
necesitaba encontrar una manera de asegurarme de que nadie más lo
hiciera.
Mi teléfono zumbó desde donde lo había tirado en el sofá. Mirando mi
reloj, eran poco después de las once, así que pensé que probablemente era
uno de mis socios comerciales. Ambos vivían en la costa oeste y tampoco
dormían.
Pero un poco de sol se asomó desde el oscuro horizonte cuando vi el
nombre de Layla en mi pantalla.
Layla: Lamento escuchar lo de Etta. Por supuesto que la ayudaré.
Agite el hielo en mi vaso, decidiendo una respuesta. Me había portado
bien y no había hecho contacto últimamente, dándole espacio para que se
diera cuenta de que aún no habíamos terminado. Si bien la situación de
Etta no era algo de lo que me hubiera alegrado, solo con ver la respuesta del
mensaje de Layla me sentí aliviado de que no hubiese decidido cortarme por
completo.
Gray: Gracias.
No pude evitar enviar otro.
Gray: Es tarde. ¿Acabas de llegar?
Layla: Si.
Gray: ¿Cita?
Observé los puntos aparecer en señal de que estaba respondiendo,
luego detenerse, luego comenzar de nuevo.
Layla: No es que sea de tu incumbencia, pero sí. Estaba en una cita
con Oliver.
La idea de que saliera con otro hombre debería haberme enojado, pero
en lugar de eso sonreí y terminé el resto de mi bebida.
No está en una fiesta de pijamas. Esa es mi chica.
Le devolví el mensaje de texto.
Gray: Yo tampoco he estado durmiendo con nadie.
Estuvo en silencio durante cinco minutos completos. Tal vez la había
empujado demasiado lejos. La burla sobre sexo en los textos no era lo mismo
que en persona. Pasé mis dedos por mi cabello y volví a enviarle mensajes.
Gray: Lo siento. Estaba bromeando.
86
Pasaron otros diez minutos, pero esta vez, observé los puntos aparecer
y detenerse. Aparecer y parar. Aparecer y parar. Claramente, algo estaba en
su mente, y tenía reservas acerca de compartirlo conmigo. Estaba a punto
de enviar un mensaje de texto nuevamente cuando llegó su respuesta.
Layla: Estás arruinando mi oportunidad de tener una relación
agradable y normal.
Mierda.
Comencé a responder el texto y luego lo pensé mejor. En su lugar, la
llamé. Respondió al primer tono.
—Oye —suspiró.
Una palabra, y supe que estaba más sensible que enojada. Necesitaba
ir con cuidado.
—Extrañé tu voz.
—¿En apenas una semana? —dijo—. No la escuchaste en todo un año
y lo hiciste bien.
Puse mis pies descalzos sobre la mesa de café frente a mí.
—Ah. Pero escuchaba tu voz. Leía tus cartas todos los días. Estoy
bastante seguro de que memoricé alguna de ellas. En mi cabeza, escuchaba
tu voz diciendo todas las cosas que escribiste en ellas.
—Tal vez deberías desenterrarlas si aún las tienes. Puedes usarlas
cuando sientas la necesidad de escucharme, en lugar de llamarme.
Me reí.
—Solo eran un sustituto porque era físicamente imposible tener algo
real.
—Todavía es físicamente imposible. —Escuché la sonrisa en su voz.
—De ningún modo. Solo dilo, y estaré en tu puerta en veinte minutos.
Ella se quedó en silencio por un minuto, por lo que bromeé:
—Si lo estás pensando, iré a tu casa para no perder el tiempo en la
remota posibilidad de que digas que sí.
No esperaba la confesión que vino después.
—No he tenido relaciones sexuales desde antes de conocerte.
—¿Por qué no lo has hecho?
Ella estuvo en silencio por unos momentos mientras mis esperanzas se
elevaron. Entonces dijo:
87 —No quería.
—¿Porque quieres tenerlas conmigo?
—No. No quiero tenerlas contigo.
—No quieres o no quieres querer tenerlas conmigo. Hay una gran
diferencia, pecas.
Más silencio.
—No quiero querer. Ni siquiera quiero querer hablar contigo.
Escuchar eso dolió como el demonio. Pero era comprensible que tuviera
miedo. Necesitaba ganarme su confianza.
—Si te hace sentir mejor —dije—, yo tampoco he tenido relaciones
sexuales desde que te conocí.
Por su tono, la imaginé rodando los ojos.
—Pobre bebé. ¿Has estado libre por tres semanas y no puedes
encontrar a nadie que satisfaga tus necesidades?
—No te engañes. Conseguir un culo también es fácil para mí, Layla.
Pero solo hay un trasero que quiero, y ese es el tuyo.
La escuché suspirar, así que supe que no había colgado. A la mierda.
También podría lanzarme de lleno. No había pensado que esta conversación
estaría sucediendo tan pronto. A veces es necesario empujar la puerta para
abrirla y correr hacia adentro antes de que te golpee en la cara.
—¿Cenas conmigo? Almorzar incluso. ¿Desayuno? Voy a tomar lo que
estés dispuesta a dar.
—No lo sé, Gray. —Se calló de nuevo—. Me tengo que ir. Envíame un
mensaje de texto con el número de Etta y la llamaré por la mañana.
—Buena noche, hermosa.
Esperé hasta que ella colgó para mover el teléfono de mi oído.
—No dijo que no —murmuré para mí mismo. Progreso.
***
—¿Hola?
Rodé sobre mi espalda con mi celular presionado en mi oreja. La luz de
la mañana entraba por el pequeño espacio donde a las persianas les faltaba
un listón. Eso me recordó que también necesitaba tirar esas mierdas. El
listón se había caído la primera noche en que mi nueva esposa y yo
habíamos regresado de República Dominicana, cuando en una sesión de
besos borrachos había incluido hacerla recargar contra la ventana.
88
—No me digas que todavía estás en la cama, muchacho. Acabas de
perder tres años de tu vida. Deberías levantarte en la madrugada, con
muchas ganas de hacer cosas.
Etta.
Me froté el sueño de los ojos con una mano.
—¿Qué hora es?
—Son más de las siete de la mañana.
—Las cuatro de la tarde es después de las siete de la mañana, Etta.
¿Qué tal algo más específico?
Ella me ignoró.
—¿Estás libre más tarde?
—Si más tarde significa horas después de las siete de la mañana, sí.
—Mi cerradura de la puerta no funciona.
Me senté en la cama.
—Bueno. Dame unos minutos y voy para...
—No. No. Tengo el bloqueo superior y mi vecindario sigue siendo
seguro. Las chicas vendrán a jugar mahjong hoy. ¿Por qué no vienes a eso
de las cuatro? Te haré tu comida favorita.
Mi boca se hizo agua.
—¿Gumbo?
—Y pastel de melocotón casero, solo si te paras en la tienda y recoges
algo para mí.
—Robaré una tienda si me haces gumbo y pastel de melocotón, Etta.
—Ahora, ahora... Creo que podría ser demasiado pronto para ese tipo
de bromas, sobre todo después de salir de prisión. Nunca se sabe quién
puede estar escuchando en los teléfonos en estos días.
Me reí.
—¿Qué necesitas que recoja?
—Un poco de vino. Tinto.
—Odias el vino.
—Bueno, estoy ansiosa por un poco, y no sé cómo andar por la sección
de vinos de una tienda de licores.
—No hay problema. Te recogeré algo en el camino.
89 —Nos vemos esta tarde.
Desde que me levanté, pensé que Etta tenía razón. Había cosas por las
que habría dado cualquier cosa por hacerlas en los últimos tres años. Sin
embargo, ahora que podía, no había apreciado la oportunidad que tenía. Así
que saqué mi perezoso trasero de mi cómoda cama nueva y comencé mi día
con una larga carrera por Central Park. Luego fui al refugio de animales.
Había tenido que entregar a mi perro en adopción cuando Max se mudó
porque era alérgica.
Todavía me sentía culpable por eso, aunque había examinado a fondo
a la pareja que lo había adoptado. En retrospectiva, debería haberme
deshecho de Max y haber mantenido a mi perro.
***
***
92
13
Layla
—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi tono fue más que un poco
acusatorio.
—Etta me pidió que viniera y arreglara la cerradura de su puerta —
respondió Gray.
—Ella quería hablar conmigo sobre sus infracciones. Dijo que era difícil
para ella moverse tan bien sin conducir, y me preguntó si podía pasar esta
tarde. —Entrecerré los ojos—. Pusiste a Etta en esto, ¿verdad?
Levantó su mano derecha como si estuviera haciendo un juramento.
—No tenía idea de que estarías aquí. Lo juro. —Una expresión de
93 comprensión cruzó su rostro. Dejó las bolsas que llevaba, junto con una
pequeña caja de herramientas—. Déjame mirar la cerradura.
Grey se arrodilló y agitó el pomo de la puerta varias veces. El cerrojo se
movió dentro y fuera. Parecía funcionar bien. Luego, colocó un
destornillador en la placa de apoyo en el otro lado de la jamba de la puerta,
y algo salió.
—¿Qué es eso? —dije.
Lo levanto del suelo y comenzó a desplegarlo.
—Parece que una caja de fósforos vacía y doblada evitó que cerrara
correctamente.
—¿Una caja de fósforos doblada?
—Sí. Creo que jugó con ambos. —Grey cerró su caja de herramientas y
se levantó, levantando la otra bolsa que había traído con él—. También me
pidió que trajera vino tinto, a pesar de que a ella nunca le ha gustado el
vino. Dijo que estaba ansiosa por probarlo.
—Ella me preguntó ayer por teléfono qué tipo de vino me gustaba. Dije
algo rojo.
—¿Quién está en la puerta, Layla? —llamo Etta desde el piso de arriba.
Si tenía alguna duda sobre si Gray decía la verdad, el tono de Etta
confirmó que ella era la orquestadora de esta noche. Era unas octavas más
alto de lo normal y casi cantaba. Sabía que llevaba una gran sonrisa arriba.
Grey negó con la cabeza y puso los ojos en blanco.
—Soy yo, Etta. Estoy revisando tu puerta. —Bajó la voz y me habló—.
Lo siento. Ella tiene buenas intenciones.
La impenetrable pared que había construido alrededor de mi corazón
sufrió una fisura pensando por qué se disculpó en su nombre y la defendió,
en lugar de regañar a Etta por sus pequeñas mentiras blancas. Él no la
avergonzaría. Era dulce. Maldición.
—Oh, eso es genial —dijo Etta de nuevo—. Acabo de hacer gumbo.
Layla accedió a acompañarme a cenar. Tú también deberías quedarte.
La mirada de Gray se puso seria, y mantuvo su voz baja.
—¿Estás bien con eso?
Mis entrañas estaban bailando un poco, incluso si mi cerebro todavía
no se había unido a la fiesta.
—Sí, está bien.
Levantó su caja de herramientas y extendió su mano hacia las
escaleras.
94
—Después de ti.
La cara de Etta se iluminó cuando Gray entró en la cocina.
—Zippy. Gracias por venir a mi rescate.
Gray sonrió y sacó de su bolsillo la caja de fósforos doblada que había
empujado dentro de la puerta. Sosteniéndola en la palma de su mano, dijo:
—La cerradura está arreglada. —Me guiñó un ojo—. El viento debe
haber lanzado algunos escombros, y esto se atascó en ella.
Etta dirigió su atención al horno.
—Genial. Eso es maravilloso. Ahora todos podemos sentarnos y cenar
temprano. ¿Sabías que el gumbo es uno de los platos favoritos de Layla?
Grey capturó mi mirada.
—Sí. A ella también le gustan los caracoles. Aunque con eso voy a tener
que estar en desacuerdo.
Estaba empezando a pensar que no estaba exagerando cuando dijo que
recordaba todo sobre nuestro tiempo juntos.
—Si recuerdo bien —le dije—. Grey tiene espaguetis con salchichas en
su lista de comidas favoritas. Así que creo que tendremos que estar de
acuerdo en no estar de acuerdo con las mejores comidas.
Etta colocó un pastel de melocotón encima de la estufa y se quitó los
guantes.
—Le gusta más cuando asas la salchicha y la rebanas muy delgada,
luego lo agregas a una lata de espaguetis regulares. ¿Alguna vez te contó
sobre el momento en que los hizo para su amigo Percy mientras yo estaba
en la tienda de comestibles?
Gray se acercó a un cajón y sacó un abridor de vino. Tomó el vino que
había traído de la bolsa de papel marrón.
—Si vamos a compartir las historias de mi infancia, creo que voy a
necesitar esto.
Etta me tomó del brazo.
—Vamos, cariño. Vamos a sentarnos en la sala mientras Gray nos trae
un poco de vino. Por cierto, antes de que lleguemos a la historia de las
salchichas y lo olvide, déjame contarte en qué consistió el pequeño asunto
de Gray mientras llamó a Percy su mejor amigo durante años.
Grey gimió y apretó la botella de vino sobre la mesa mientras
murmuraba en voz baja:
—Joder.
95 —El pobre chico no pudo pronunciar la “errr” durante mucho tiempo,
así que todo salía como si fuera un uhh. Era lindo, excepto que Percy se
convirtió en, una palabra que las mujeres no suelen decir, ya sabes un
gatito1. —Ella se rio entre dientes—. Lo gracioso es que resultó que tenía
razón. Ese Percy creció para ser un gran pelele.
Etta y yo fuimos a sentarnos a la sala de estar, y finalmente Gray se
unió a nosotras con dos copas de vino y una bebida que trajo para Etta sin
tener que preguntar qué quería. Me contó una historia tras otra sobre el
joven Grayson, cada una más embarazosa que la anterior, hasta que las
lágrimas corrían por mi cara.
—Oh, Dios mío —Me reí—. Detente. Ni siquiera puedo beber un sorbo
de vino porque temo que salga por mi nariz y manche tu sofá.
Gray sacudió la cabeza, pero no estaba molesto. Tenía la sensación de
que nada de lo que Etta podría decir o hacer lo haría enojarse realmente con
ella.
—Creo que deberíamos rellenar la cara de Etta con un poco de gumbo
ahora para mantenerla en silencio por un tiempo.
—Oh, Zippy. Es por diversión. No te estoy avergonzando, ¿verdad?
1
Según la historia, el niño diría Pussy en vez de Percy, que si bien significa “gatito” también se usa para
referirse a la Vagina, o como insulto hacia alguien (marica)
Su uso de su apodo me hizo darme cuenta de que todavía no sabía el
origen. Tomé un trago de mi vino, que era mi segunda copa y estaba casi
vacía, antes de preguntar:
— ¿De dónde viene tu apodo para Gray, Etta? ¿Por qué lo llamas Zippy?
Los hombros de Gray se encogieron, y su cabeza colgó.
—Mierda —murmuró.
Parecía haber renunciado a tratar de mantener a Etta en silencio
diciendo su nombre en un tono de advertencia y repartiendo miradas
sutiles. En cambio, se preparó para ello.
Los ojos de Etta bailaban con diversión.
—Era el verano entre el jardín de niños y primer grado. Uno realmente
caliente, pero Gray no era de quedarse dentro y jugar en el aire
acondicionado, incluso cuando estaba a cuarenta grados. Así que sufrió una
quemadura por calor —se inclinó y bajó la voz—. En sus testículos.
Me tapé la boca e intenté no reírme.
—Oh Dios mío.
—Así que ese verano se conoció como verano de comando. Gray decía
que era más cómodo para él ir sin ropa interior, y Dios sabía que estaba lo
suficientemente irritado allí, así que no forcé el problema. Todo estuvo bien
96 hasta el incidente de la cremallera.
El resoplido que había estado tratando de contener se escapó, y luego
Etta se echó a reír junto a mí. Tuvo que contar el resto de la historia a través
de ataques de risa.
—Estaba poniéndose un par de jeans y atrapó una pequeña parte de la
piel de su tercera pierna —Etta negó con la cabeza y se rió—. Le puse una
curita. Afortunadamente, no sangró demasiado, a esa edad, la sangre no
siempre corre hacia el sur. Creo que ese fue el final del verano de comando.
Gray era bueno. Nos miró a las dos riendo a sus expensas y se inclinó
para llenar mi copa de vino.
—Sigue bebiendo. Tal vez no recuerdes nada de esto mañana.
Me limpié las lágrimas de los ojos.
—No es posible, Zippy.
Se levantó, tomó la botella de vino, ahora vacía, y me miró mientras
hablaba con Etta.
—Esto no es algo que realmente quisiera escucharte repetir, Etta, pero
te he oído contar esta historia antes, y te estás perdiendo una parte que creo
que es esencial para restaurar mi virilidad después de la última media hora.
Las cejas de Etta se unieron y luego sonrió. Inclinándose hacia
adelante, susurró:
—Probablemente tiene una pequeña cicatriz, pero por George, el chico
tenía un gran cañón para ser tan pequeño.
Miré a Gray, que tenía una sonrisa maliciosa en su rostro. Sintiéndome
sonrojada, aparté mis ojos, y ya que él estaba de pie, aterrizaron cara a cara
con el tema de nuestra conversación. Tenía un par de jeans con cremallera,
pero fue el bulto lo que me llamó la atención.
Me levanté bruscamente y tomé la botella de vino vacía de su mano.
—Voy a tirar esto.
Necesitando un minuto, me quedé mirando por la ventana de la cocina
sobre el lavabo de Etta. Estaba tan perdida en mis pensamientos que no
había escuchado pasos entrar a la cocina. Pero definitivamente sentí el
cuerpo parado detrás de mí.
No me di vuelta cuando Gray comenzó a hablar. Su voz era baja.
—Cuando estuve en Otisville, tuve que comer cuando me dijeron,
ducharme a una hora determinada y no pude salir del mismo edificio gris
durante tres años. Sin embargo, lo que me hizo sentir prisionero, más que
cualquier otra cosa, fue no poder tocarte como quería cuando estabas cerca
de mí. Y ni siquiera me refiero a sentirte excitada o algo sexual. Solo quería
97
poner mi mano sobre la tuya cuando te movías cada semana cuando el
guardia te decía que era hora de irte, frotar mi pulgar por tu brazo para
llamar tu atención cuando apartaste la vista de mí después de que dije algo
que te tocó cerca, quitarte el cabello de la cara cuando te reíste y un mechón
se atascó en tus largas pestañas. —Hizo una pausa—. Ahora estoy libre,
pero una gran parte de mí todavía se siente como si estuviera en la cárcel.
Cerré mis ojos. Recordé no querer nada más que me tocara durante
todos esos meses en los que vivía para los sábados. La verdad era que no
quería nada más que me tocara ahora mismo. No podía negar que la
atracción todavía estaba allí. El aumento de mi temperatura cuando él se
paró detrás de mí fue algo más que la radiación del calor del cuerpo.
Finalmente me di la vuelta. Gray no hizo ningún intento de retroceder,
permaneció firmemente plantado en mi espacio personal y me miró
fijamente. Cuando por casualidad miré hacia arriba, nuestros ojos se
encontraron y me permití perderme por un minuto. De la nada, me encontré
preguntando algo que me había estado molestando desde que empujó su
camino de regreso a mi vida.
—El último día que te visité, me registré en tu hoja de registro y vi una
firma sobre la mía. No pude descifrar la letra del nombre, pero la palabra
escrita en la columna de relación con el recluso era clara como el día:
esposa. Así es como me enteré. Para entonces, era amigable con todos los
guardias, así que cuando le pregunté si era un error, me confirmaron que
no, y me dijeron que no había ido a visitarte por un tiempo.
Hice una pausa, recordando cómo me sentí como si me hubieran
pateado en el estómago ese día.
—¿Por qué Max fue a verte si ya estabas divorciado... o anulado?
Grey me miró a los ojos.
—Mi padre se había desmayado en la oficina. Al día siguiente, hicieron
el diagnóstico de un aneurisma cerebral inoperable. Uno de sus amigos se
acercó a Max para intentar enviarme un mensaje. No tenía idea de lo que
había pasado entre nosotros dos. Ella apareció. Era la primera vez que la
veía desde que le dije que sabía lo que había hecho y que anularan nuestro
falso matrimonio. Tenía curiosidad por ver qué demonios la haría mostrar
su rostro. Entró en la sala de visitas. Le dije que no se molestara en sentarse
y que dijera lo que iba a decir. Ella me sonrió y me dijo "El imbécil de tu
padre tiene un aneurisma cerebral. Estará muerto antes de que salgas".
Luego se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta por la que entró. No la he
visto desde entonces.
Miré a mis pies.
—Así que el día después de que la mujer que robó tres años de tu vida
apareciera y te dijera que tu padre se estaba muriendo, te dije que te fueras
98 a la mierda y te alejaras.
Cuando levanté de nuevo la mirada, un mechón de cabello cayó en mi
cara. Gray extendió la mano para apartarlo y se detuvo, retirando su mano.
—No es tu culpa. Debí haber sido sincero contigo sobre Max desde el
principio. Entonces me habrías dado la oportunidad de explicar su visita ese
día.
Asentí, pero su intento de aceptarlo no me hizo sentir mejor por lo que
debió pasar.
—Lo siento, Gray. En verdad.
Etta entró en la cocina. Casi había olvidado que estaba aquí. Grey dio
un paso atrás.
—Lamento interrumpir, pero si no apago el fuego del gumbo, estaremos
comiendo afuera. —Se acercó a la estufa y sacó la enorme bandeja del calor.
—¿Qué puedo hacer para ayudar, Etta?
—Eres una invitada. Ve a tomar asiento y Grey pondrá la mesa.
No necesitaba que se lo dijeran dos veces. Metió la mano en el armario
y bajó los platos antes de sacar los utensilios. Claramente, él sabía cómo
andar por la cocina, y eso calentó un poco mi corazón. Un hombre adulto
que todavía escuchaba y obviamente amaba a su niñera de la infancia era
leal. Y eso significó más para mí que toda la química que aún surgía entre
nosotros.
***
***
***
—Oh, Dios mío —Layla aterrizó de plano sobre su culo y se rió. Igual
que la primera vez que conocí a Pecas, actuó con timidez e indecisión,
olfateando hasta que decidió que estaba bien, y luego saltó y la golpeó para
lamerle la cara. Esta vez agarré su collar, como lo había hecho la voluntaria
cuando lo conocí.
—Relájate, muchacho. Tómalo con calma. Sé que ella huele bien, pero
nos avergüenzas a los dos. Además, podría estar un poco celoso.
La sonrisa de Layla era amplia cuando puso los ojos en blanco y me
permitió ayudarla a levantarse. Se quedó agachada a mi lado, cuando Pecas
finalmente desvió su atención hacia mí.
—Ahí tienes. Ya es hora de que te dieras cuenta de que estaba aquí.
107 Ella miró mientras rascaba detrás de sus orejas y le daba un buen
frotamiento con las dos manos.
—Y yo aquí asumí que te referías a la atención que le estaba prestando
al perro cuando dijiste que estabas celoso —bromeó Layla—. Ahora no estoy
tan segura. Creo que podrías haber estado celoso de que el perro me
prestara atención.
—Me dejas lamerte la cara, y ni siquiera recordaré que tengo un perro.
Ella rió.
La voluntaria había dicho que el Wi-Fi del centro no funcionaba esta
mañana, por lo que se retrasaron un poco en la aprobación de la adopción.
Nos sugirió que pasáramos un rato en la sala de juegos para mascotas
mientras ellos trabajaban para finalizar todo.
Me quedaría todo el día en esta habitación de olor putrefacto solo para
mantener esa sonrisa en la cara de Layla. Parecía tan despreocupada en
este momento.
Pecas corrió y sacó su zapato. Supongo que esa cosa vendría a casa
conmigo si todavía no la había abandonado. Layla tomó el zapato y tiró de
un extremo mientras él tiraba felizmente del otro.
—¿Esto es lo que están usando como juguetes ahora? Cualquiera que
sea la tarifa por adoptarlo, creo que necesitas duplicar tu donación.
Dios, esa maldita sonrisa.
—Es de su anterior propietario. Historia triste. Murió... —Extendí la
mano y acaricié la espalda del perro mientras los dos jugaban al tira y
afloja—. Y este pequeño se metió en problemas en la casa por unos días
antes de que alguien los encontrara. Por eso lo afeitaron. Cuando lo vi ayer,
estaba cubierto de pegamento y barro. Pero ese zapato es de su dueño, y
parece estar atado a él.
—Awww. Pobre bebé. —Layla soltó el zapato y tomó a Pecas en sus
brazos, acurrucándolo contra su pecho.
Podría jurar que el perro me miró y sonrió. Tal vez lo imaginé.
—Tuve un perro cuando era pequeña.
—Lo sé. Ese fue el comienzo de tus listas de pros y contras. Tenías un
perro que llamaste Muffin el Mutt.
Ella me miró divertida, con la nariz arrugada.
—¿Recuerdas el nombre de mi perro?
—¿Demasiado espeluznante?
Su labio se contrajo.
108
—Tal vez un poco.
Diez minutos después, Carol, la voluntaria que nos ayudó cuando
entramos, apareció en la puerta.
—Parece que le ha gustado la señora.
Vi en mi visión periférica que Layla estaba a punto de corregirla, así
que me adelanté.
—¿Puedes culparlo? El perro tiene buen gusto.
Le guiñé un ojo cuando mi supuesta esposa me dio una mala mirada.
—Estamos listos con el papeleo. Lamento la espera. Solo necesitamos
que firme algunos formularios y podrá irse.
Levanté al perro de los brazos de Layla y le ofrecí una mano para
ayudarla a levantarse.
—Estaré justo al lado cuando estén listos —dijo Carol. Comenzó a
alejarse y luego se dio la vuelta y señaló al holgazán mordido en el suelo—.
No olviden el zapato de Pecas.
Layla había estado cepillando el pelo de perro de sus pantalones. Su
cabeza apareció.
—¿Qué es lo que acaba de decir?
—Dijo que estaría justo al lado cuando estemos listos.
Ella entrecerró los ojos.
—Después de eso.
—Que no olvidáramos su zapato.
—Sí, ¿Y cómo llamó al perro?
—Por su nombre, por supuesto.
Ella juguetonamente me golpeó el brazo.
—¿Cuál es el nombre del perro, Westbrook?
Sonreí
—Pecas.
—¿Ese era su nombre o así es como lo llamaste?
—No tuve nada que ver con eso —Señalé su nariz. Las pequeñas pecas
estaban al frente y en el centro con su nueva cabeza rapada—. Pero ahora
sé por qué nos unimos tan fácilmente. Pecas y yo. Era cosa del destino.
Ella negó con la cabeza, pero la sonrisa que llevaba no había
desaparecido. Extendí mi mano para que caminara por la puerta delante de
mí, pero la detuve antes de que pasara para susurrar:
***
***
***
—Oh, Dios mío. —Le entregué la cerveza a Gray y me quedé de pie junto
a él mientras las personas se arremolinaban alrededor de Harper, que
arrasaba su regalo—. No me digas que esa cosa gigante es una caja de cajas.
Mi ahijada acababa de abrir la caja cuadrada de un metro cúbico que
Gray le trajo solo para encontrar otra caja envuelta y ligeramente más
pequeña dentro.
Gray sonrió y bebió su cerveza.
—Dijiste que tenía una obsesión con las cajas.
Sí le había dicho eso, pero hacía un año y medio.
—¿Cómo diablos lo recuerdas?
—Te lo dije, recuerdo cada minuto que pasamos hablando.
Dios, en verdad lo hace. Y que recordara algo tan aleatorio que le conté
sobre mi ahijada hacía tanto tiempo de verdad hacía que quisiera encontrar
ese armario vacío en el que amenazó con meterme.
—Fue muy dulce de tu parte. Yo solo le compré un candado en forma
de corazón. Estará decepcionada después de esto, lamentablemente.
Él sonrió con orgullo.
—Y la última caja tiene un regalo de verdad. Es una caja tallada de
madera y para poder abrirla tiene que armar un rompecabezas.
Lo miro con el ceño fruncido.
—Esto es casi un soborno y podría ser considerado una trampa a
nuestra apuesta.
—Todo mi regalo costó menos de veinte dólares. ¿Cuánto gastaste en el
tuyo?
Llevé el vino a mis labios.
—Que me jodan.
131 Echó un vistazo a la habitación con una sonrisa engreída en el rostro.
—Me encantaría. ¿Hay un armario cerca?
Negué con la cabeza.
—Vamos, tramposo, déjame presentarte al resto.
La fiesta no era muy grande, básicamente la familia de Quinn y su
esposo Brian y algunos empleados del pub. Brian, siendo el desconfiado
policía de la ciudad de Nueva York que era, exhibió una máscara hostil en
su rostro mientras le estrechaba la mano a Gray. Cuando Quinn le contó
que había conocido al hombre en prisión, había sido bastante contundente
al decir que me había vuelto loca. Cuando se enteró que todo terminó como
lo hizo, no hizo falta que me dijera “te lo dije”.
Brian miró fijamente a Gray durante el saludo.
—Layla es como una hermana pequeña para mí, y tengo un arma.
—¡Brian! —lo regañé.
Gray alzó una mano, indicándome que lo dejara encargarse de ello.
Tragó y asintió hacia Brian.
—Entendido.
Es gracioso. Desde que decidí perdonar a Gray y seguir adelante,
realmente me sentía mal por todo lo que tuvo que pasar y quería que todos
los demás también siguieran adelante. La gente seguía viéndolo como un
exconvicto y un futuro sospechoso por más que conocieran la verdad de su
historia. Por ello, aunque en parte comprendía el recelo de Brian, también
hacía que quisiera defender a Gray.
—¿Sabes qué, Brian…?
Gray deslizó una mano por mi cintura y me dio un apretón discreto.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y supe que quería que lo dejara estar.
Así que lo hice… por el momento.
Señalando a Brian con un dedo, dije:
—Hablaremos más tarde.
Regresamos afuera y terminé de presentar a Gray. Al menos el resto de
las personas fueron más amables. Cuando terminé, nos sentamos en una
tumbona al sol. Era un maravilloso día de primavera. Apoyé la cabeza en su
hombro.
—Lamento lo de Brian y Quinn.
—No lo hagas. Si no fueran protectores, no serían buenos amigos. Me
alegra que lo sean.
132 —Lo sé. Pero quiero que les agrades.
—No planeo irme a ningún lado, Pecas. Déjalos que se tomen su tiempo
y será sincero. No puedes obligarlos a bajar la guardia. —Me besó la
coronilla—. Tengo que ganarme su confianza de la misma forma en que me
gané la tuya.
***
Unas horas más tarde, a medida que la fiesta llegaba a su fin, observé
desde la distancia mientras Gray hablaba con Brian. Jugaban a la
herradura bajo las luces, y Gray se había unido a ello. Sospechaba que lo
había hecho para pasar más tiempo con Brian y no por querer jugar.
Quinn se acercó y se sentó en la silla de madera junto a mí.
—¿Asumo que cortaste con el Señor Twist?
Tardé un minuto en darme cuenta de que se refería a Oliver.
—Sí. Es un buen tipo, pero cuando Gray regresó a mi vida me di cuenta
que Oliver no era eso. Incluso si Gray tampoco termina siéndolo… lo que
siento me recordó lo que debería ser.
Un grito fuerte me hizo volver la atención al juego. Algo bueno debía
haber pasado porque Brian lanzó un puño al aire y luego observé cómo él y
Gray chocaban los cinco.
—La forma de ganarse a mi marido es ser bueno en los juegos tontos
que le gustan.
Me giré hacia ella.
—¿Y qué tiene que hacer Gray para ganarse la aprobación de la esposa?
—Es simple: hacer feliz a mi chica y no lastimarla.
Harper vino corriendo desde dentro con su prima y saltó a mi regazo.
—Tía Layla, ¿quieres jugar con mis cajas?
—Claro, mocosa.
No estaba segura de cómo jugar con cajas, pero dejé que la pequeña
tirana me llevara a la terraza posterior hasta que el juego terminó y los
chicos se aproximaron. Brian alzó a Harper de la caja donde se había
sentado y la lanzó al aire. Ella chilló como una niña pequeña debería hacer
cuando su papi juega con ella.
—Es tarde —dijo él—. ¿Qué te parece si las llevo a ti y a tu prima a la
cama, pero dejo que tengan la luz encendida y lleven alguna de esas cajas?
—¡¡Sí!!
133
Dejó a Harper en el suelo y ella bostezó en el momento justo.
—Da las buenas noches y agradece a todos por haber venido.
Harper hizo las rondas, abrazando a todas las mujeres, pero
manteniéndose alejada de la mayoría de los hombres, como siempre. Fui
recompensada con un abrazo enorme con dos brazos y luego se detuvo y
alzó la vista hacia Gray, que estaba de pie junto a mí.
Él se agachó para estar a su altura.
—Fue muy lindo conocerte, Harper.
—Gracias por las cajas —dijo ella.
Ella dudó y luego nos sorprendió a todos cuando saltó a los brazos de
Gray a por un abrazo.
Quinn y yo seguíamos negando con la cabeza cuando Brian la llevó a
su habitación.
Gray me habló al oído, lo que me provocó piel de gallina en los brazos.
—Una menos, queda una.
Volvió a levantarse y comenzó a desenrollarse las mangas de la camisa,
que debía haber enrollado mientras jugaba con los chicos. Quinn me dio un
codazo en las costillas.
—Ay. —Me giré hacia ella, que agrandó los ojos en dirección a los brazos
de Gray, sus enormes y gruesos antebrazos.
Dios, espero que su analogía sea cierta.
Una vez las chicas estuvieron en la cama, Brian, Quinn y yo nos
sentamos en el jardín con Gray, contándole historias de los tres de
pequeños. Reímos y bebimos. Creí que pasaría mucho tiempo hasta que
ellos aceptaran a mi nuevo… ¿Qué es Gray? Supongo que había aceptado a
mi nuevo novio. Era casi medianoche cuando decidimos darlo por finalizado.
En la puerta, abracé a mi mejor amiga y le prometí que iría a cenar a
su pub esa semana. Brian y Gray se estrecharon las manos, esta vez sin la
mirada helada. Cuando Gray abrazó a Quinn, ella me guiñó un ojo sobre su
hombro antes de hacerme un gesto con los pulgares arriba.
Los pulgares arriba.
Por supuesto que Gray tuvo que girar la cabeza en ese preciso
momento, pero no podía estar segura si lo había visto; hasta que se giró. El
brillo en sus ojos me confirmó que lo había visto todo.
El hombre había hecho lo imposible en seis horas: recibido un abrazo
de la cumpleañera y el sello de aprobación de mi mejor amiga.
Y yo…
134 Estaba a punto de ser manoseada en el auto de camino a casa.
18
Gray
Una limusina esperaba en la acera.
—¿Una limusina? ¿Dónde está tu auto? —preguntó Layla.
Le hice señas al conductor y le abrí la puerta trasera, sin contestar.
Ella me miró, todavía esperando una respuesta, mientras me acomodaba a
su lado en los asientos de atrás y cerraba la puerta. Hablé con el conductor,
dándole la dirección de Layla, y terminé con:
—Toma el camino largo. Haré que valga la pena.
Presioné un botón en el panel de control superior y el vidrio de
privacidad comenzó a elevarse. Una vez estuvo subido del todo, tiré de Layla
135 desde su asiento a mi lado hasta mi regazo.
—Creo que he ganado una apuesta, y estoy listo para recoger mi
premio.
El olor de su perfume, o tal vez su champú, me volvía loco. Me sentía
como un adolescente a punto de tocar por primera vez a la chica sexy a la
que había adulado durante todo el año. Sólo que era un hombre de treinta
y un años que estaba a punto de avergonzarme al venirme en mis
pantalones.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando alcancé el dobladillo inferior
de su blusa, y me excito ver cómo crecía el jadeo de su pecho. Esperé mucho
tiempo para ver sus hermosas tetas. Ahora que por fin había llegado el
momento, quería memorizar cada cambio en su respiración, cada sonido
que hiciera, para saber lo que le gustaba.
Levanté la tela hasta su ombligo y bajé la cabeza para lamerle el
ombligo antes de mordisquear a un lado de su cintura y luego al otro.
Levantando la mirada para poder verle el rostro, me di cuenta de que
sus hermosos ojos verdes azulados se habían vuelto de un azul océano
profundo. Se oscurecían cuando estaba enojada o cachonda, y yo estaba
jodidamente emocionado de ver finalmente este color por la razón correcta
otra vez. Levanté su blusa un poco más, hasta justo debajo de su esternón.
Acercándome para un beso suave, dije:
—Busqué la definición de meter mano.
Su voz era una mezcla de diversión y sarcasmo, con un lado de
excitación áspera.
—No me di cuenta de que meter mano estuviera en el diccionario.
—Tuve que usar Urban Dictionary.
—Oh, ¿en serio? ¿Y qué decía exactamente Urban Dictionary?
Pasé la lengua a lo largo de la piel en la parte inferior de la copa de su
sostén, trazando la forma de su pecho. Primero uno, luego el otro.
Mis labios vibraron contra su piel mientras hablaba.
—Decía que meter mano significa ser tocada en tus partes íntimas.
Tirando hacia atrás para volver a mirarla a los ojos, levanté lentamente
su blusa más, exponiendo su sostén. Era casi imposible, pero no permitiría
que mis ojos cayeran para mirarla mientras hablaba.
—Ya que es ambiguo en cuanto a qué debería estar tocando tus partes
privadas, voy a ir con lengua.
—Y yo que creía que el que te metieran mano significaba que un chico
pusiera la mano bajo el sostén de una chica... —Su voz se acalló cuando
136 acaricié con mi boca su hermoso escote y lamí en una línea desde los senos
hasta el cuello.
Layla se movió de cómo la había colocado sobre mi regazo. La falda que
llevaba se abrió, y pude sentir el calor de su coño caliente a través del
material de mis pantalones y su ropa interior. Gemí y usé mis pulgares para
empujar hacia abajo las copas de su sostén antes de sumergir la cabeza
hasta un pezón endurecido. Ella estaba ahí conmigo cuando mordía,
manteniendo el capullo entre mis dientes mientras tiraba de él antes de
soltarlo y moverme hacia el otro. Me ahuecó las mejillas mientras chupaba,
pasando las uñas a lo largo del contorno de mi mandíbula. Mis caderas se
elevaron para empujar contra ella, para que sintiera lo que me estaba
haciendo.
Cuando gimió mi nombre, casi me vuelvo loco. No había querido nada
más que oír ese sonido durante tanto tiempo. Gimiendo. Mi nombre. Su
respiración era irregular mientras se mecía en mi contra. No había planeado
nada más que una sesión de besos y chupar sus hermosas tetas, pero,
cuando se estrelló contra mi pene duro como una roca por segunda vez, me
di cuenta de que necesitaba un alivio.
Pero tenía miedo de presionarla demasiado, demasiado rápido. Así que
probé las aguas, frotando suavemente mi pulgar sobre el exterior de sus
bragas.
Que me jodan.
Estaban empapadas.
La mierda empezó a salirse de mi control después de eso. Agarré un
puñado de su cabello y bajé su boca a la mía. A diferencia de la última vez,
no tuve que animarla que se abriera para mí. La lengua de Layla se deslizó
dentro de mi boca con un afán que me hizo gemir. Su blusa seguía
levantada, y sus tetas tan apretadas contra mí que la dureza de sus pezones
contra mi pecho, incluso a través de mi camisa, era como pedernal raspando
contra el acero. Las chispas volaban.
Pero no era suficiente; necesitaba prenderle fuego.
Levantándola suavemente, le ahuequé el coño con la palma de la mano.
A pesar de que se frotó contra ella, quería oírla decirlo.
—Dime que quieres que te haga venir.
Empezó a responder, pero sus palabras fueron cortadas por un grito
ahogado cuando mi pulgar presionó su clítoris hinchado a través de sus
bragas resbaladizas.
—Sí. Sí.
—Sí, ¿qué?
—Hazme venir —jadeó—. Por favor.
137
La agarré de la cadera con mi mano izquierda, la levanté un poquito y
le arranqué las bragas de la piel con la derecha. Los sonidos de mi
desesperación la hicieron gemir de nuevo.
Puede que me corra antes que ella me toque la polla.
Cuando le metí dos dedos dentro, su espalda se arqueó. Usé mi otra
mano para tirarle del cabello, y la eché hacia atrás para exponer su cuello.
Chupando con fuerza su delicada piel, quise dejar una marca para
recordarle lo que se sentía al tenerme follándola con el dedo.
Su coño era muy apretado. Saqué los dedos y los empujé más fuerte de
lo que esperaba. Jadeó, y mi boca se hundió más para encontrar su pezón
otra vez.
—Qué mojada estás para mí. Qué hermosamente apretada. Me encanta
ser tu primera vez en mucho tiempo. Y tú la mía. —Aumenté la velocidad a
la que movía los dedos. Ahora se deslizaban suavemente hacia adentro y
hacia afuera, su cuerpo relajándose un poco y aceptando el placer. Sus
caderas comenzaron a mecerse.
—¿Tomas la píldora, Layla?
—Sí —gimió.
—Bien. Fui al médico la semana pasada, para un reconocimiento. Estoy
limpio. Te traeré los papeles para que los veas, si quieres. —Añadí un tercer
dedo en el momento exacto en que le di a su cabello otro tirón fuerte y bueno,
y su gemido sonó como una canción.
—Hemos tenido barreras entre nosotros durante años. No quiero nada
entre nosotros cuando estés lista. Quiero que estés desnuda para que pueda
llenarte con mi corrida.
Estiré el pulgar para presionarle el clítoris, lo cual había estado
ignorando a propósito, y cuando empezó a cantar sí, sí, sí, no estuve seguro
si le gustaba lo que estaba haciendo o si ella tampoco podía esperar a que
me corriera en ella. Me gustaba pensar que eran las dos cosas.
Sentí su coño apretándome los dedos y eché la cabeza atrás para ver el
momento mágico de su explosión. La vista era más cautivadora que
cualquier otra cosa que hubiera visto. Sus músculos palpitaron mientras
gritaba mi nombre, y luego su cara se tensó ante un resplandor de
relajación. Sus ojos se cerraron, y cabalgó en una ola de euforia.
Hermosa.
Jodidamente hermosa.
Eventualmente, solté mi apretado agarre de su cabello, y ella se
desplomó contra mí. Con la cara presionada contra mi hombro, su
138 respiración se mantuvo irregular durante un tiempo. Cuando se estabilizó,
giró la cabeza para mirarme a la cara, y capté la mejor sonrisa perezosa en
sus labios.
Sonreí de oreja a oreja. Había tenido un orgasmo, pero esa cara feliz
fue el mejor regalo que me podía haber dado. La abracé, le besé la coronilla.
Este... este fue otro de esos momentos en los que quise que el tiempo se
detuviera.
—Dios, creo que realmente necesitaba eso. —La voz de Layla ya estaba
atontada.
—Yo también lo creo.
—Maldita sea. Los chicos de la secundaria no tenían ni idea de lo que
hacían al tocarme.
Me reí.
—¿Es una locura que tenga ganas de darle una paliza a un puñado de
deportistas de instituto sin rostro que pudieron tocarte las tetas antes que
yo?
Se río.
—¿Loco? Sí. Pero también muy dulce.
Sentí que el auto iba lento y miré por la ventana. Ya habíamos
atravesado el túnel y regresado a Manhattan. No tenía sentido del tiempo
cuando se trataba de esta mujer. Desde el primer día que la conocí, las horas
parecían pasar volando.
—Ya casi llegamos a tu casa —le susurré, y le besé la frente.
Se levantó y miró afuera.
—Vaya. Eso fue rápido.
Miré mi reloj.
—Dejamos la casa de Quinn hace casi una hora.
Ella se alisó el pelo y sonrió.
—Maldita sea. Supongo que el tiempo vuela cuando te diviertes.
Unos minutos más tarde, justo cuando nos habíamos recompuesto,
nos detuvimos fuera de su apartamento. Mi erección no iba a desaparecer
por sí sola, pero al menos había bajado lo suficiente como para poder
caminar.
—Te acompaño arriba.
Layla se mordió el labio, y sus ojos se apartaron de los míos mientras
deliberaba sobre algo.
139 —No me he encargado de ti. ¿Quieres pasar un rato?
Fue una invitación por la que habría dado mi brazo izquierdo hacía
unas semanas. Sin embargo, cuando la miré a los ojos y vi que tenía dudas,
supe que no estaba preparada para eso.
—Por mucho que quiera decir que sí... —Le pasé dos dedos por debajo
de la barbilla y la levanté para que nuestros ojos se cruzaran—. Por mucho
que, de verdad, quiera decir que sí, debo irme.
Parecía aliviada y decepcionada, pero asintió.
Decidí que era más seguro despedirse en la puerta. Después de que
abriera su apartamento, agarré el marco de la puerta con ambas manos.
—Ven conmigo a una fiesta mañana por la noche. Es el cumpleaños
número 60 del compañero de mi padre, así que no será tan divertido como
el de una niña de seis años, pero me encantaría llevarte y presumir de ti.
Grant también es mi padrino.
La cara de Layla se suavizó.
—Me encantaría eso.
—¿Seguirás sintiéndote así si te digo que es de etiqueta?
Sonrió.
—Estoy segura de que puedo sacar algo elegante de mi armario.
Asentí.
—Siete en punto.
—De acuerdo.
Inclinado, rocé con mis labios los suyos, aunque realmente quería
volver a devorar esa boca.
—Gracias por esta noche, Pecas.
Se sonrojó.
—Estoy segura de que soy yo la que debería darte las gracias después
del viaje a casa.
—Fue un placer para mí. No puedo esperar a hacerlo de nuevo muy
pronto… sólo que, la próxima vez… con mi lengua.
140
19
Layla
Es grande.
Y duro.
Y ha pasado mucho, mucho tiempo.
Mordí la tapa de mi pluma y bajé la mirada a mi libreta.
Muy, muy duro, agregué. Tanto que al parecer merecía dos espacios en
la columna de los pros. Y subrayé el muy. Ambas veces.
Me había preparado temprano, así que todo lo que tenía que hacer era
ponerme el vestido. Dado que no esperaba a Gray en otra media hora, había
141 comenzado un análisis de pros y contras de acostarme con él. Después de
veinte minutos, mi lista de pros era bastante larga; sin embargo, mi lista de
contras tenía un solo elemento. Pero si hubiera dejado caer mi lista de pros
y contras en una báscula, estaba bastante segura de que el peso de ese
contra aún podría inclinar la báscula hacia su lado.
Podría romperme el corazón de nuevo.
Esa era realmente mi única reserva ya. Lo había perdonado. Había
aceptado todo lo que me había dicho como la verdad. Incluso me había
admitido que éramos un asunto pendiente que no podía superar, sin
importar cuánto lo hubiera intentado.
Sin embargo, seguía aterrorizada. En el fondo, una parte de mí se
preocupaba de que no fuera diferente de mi madre, que no fuera capaz de
ver una situación por lo que realmente era y que aceptaría a un hombre que
era algo distinto de lo que realmente quería.
Recordé el día en que me di cuenta de que mi madre se encontraba en
negación. Tenía quince años y mi padre se había ido el día anterior a sus
habituales cuatro días en la costa oeste, con su verdadera familia. Mi madre
se hallaba sentada a la mesa de la cocina, tomando una taza de té mientras
miraba folletos de viaje para Hawaii. Me emocioné y le pregunté si nos
íbamos de vacaciones.
Ella sonrió y dijo que sí.
—Tu padre nos iba a sorprender, pero los encontré en su maleta
cuando la desempacaba de su viaje de negocios.
Viaje de negocios. Así es como siempre llamaba el tiempo que pasaba
con su esposa y su otra hija.
Mi sonrisa se había desvanecido. Claro. Nos iba a sorprender con un
viaje. No eran folletos que su esposa había guardado allí para que eligiera
un lugar agradable para su verdadera familia. Sacudí la cabeza y dije:
—Mamá... no hay viaje.
—Por supuesto que lo hay —dijo ella.
Le examiné la cara, pensando que no había manera de que lo creyera.
Pero lo creía.
Me entristeció.
Nunca fuimos a Hawaii ese verano. Pero papá tuvo una ausencia de
dos semanas y, cuando llamó para hablar con nosotras, el código de área
para su viaje de negocios era 808. Maui.
¿Cómo podría no haberlo visto? Yo era solo una niña, y lo vi claro como
el día. La única explicación lógica era que justificara todo en su cabeza
porque quería estar con él. Y admitir que el hombre que amaba era un
mentiroso habría significado que estaba mal que estuviera con él. Se supone
142 que el amor es ciego, pero no se supone que te haga sordo, tonto y estúpido
también.
Guardando mi libreta, decidí vestirme. Si realmente planeaba darle una
oportunidad a esta relación, no podía pasar el tiempo antes de mi cita
recordando el pobre ejemplo de relación de mis padres y todos mis
problemas de confianza.
Decidí usar un traje, en lugar de un vestido de cóctel. El traje de
etiqueta podía ir por uno u otro camino, y estaba de humor para arreglarme.
Gasté una cantidad excesiva de dinero en esta cosa y solo la había usado
una vez, para un evento de caridad al que asistí para un cliente junto con
algunos de mi firma. Era del más hermoso y profundo matiz de azul
medianoche. Tenía una silueta sencilla y elegante, con un escote bajo, pero
aún así conseguía cubrirlo todo y lograr un estilo elegante. Las delicadas
cuentas de perlas se ceñían a mi cintura en un patrón similar a un cinturón
y hacían que mis curvas destacaran. Cuando lo usé para el evento anterior,
recibí un montón de cumplidos, de hombres y mujeres.
Mi timbre sonó justo a tiempo y le dije a Gray que subiera mientras me
delineaba los labios de un tono rojo extra brillante. Salió del ascensor justo
cuando yo abría la puerta principal y dejé escapar un pequeño suspiro. Dios,
estaba guapísimo.
Su cabello normalmente desordenado estaba peinado hacia atrás y
hacia un lado, y su traje le quedaba perfectamente. Parecía una estrella de
cine antiguo, un caballero. Aunque, cuando anduvo hacia la puerta y
envolvió su brazo alrededor de mi cintura, su boca fue cualquier cosa menos
caballerosa.
—Estás tan hermosa que te comería.
Apoyé las manos en su pecho y bromeé:
—Tal vez tenga que perder otra apuesta en la fiesta de esta noche.
Gray gruñó y tomó mi boca con un beso. Me encantaba que sus manos
siempre encontraran mi cara cuando me besaba. Ahuecó mis mejillas y me
ladeó la cabeza mientras me chupaba la lengua. Me imaginé cómo se sentiría
si su cabeza estuviera entre mis piernas y chupara allí con la misma
intensidad. Antes de que rompiera el beso, su lengua se retiró y luego volvió
a revolotear contra la mía.
Oh, Dios mío.
No me había imaginado cómo se sentiría su lengua sobre mí; me lo
estaba mostrando.
—No tienes que ganar o perder una apuesta, cariño. Solo dilo. Estoy
salivando ante la oportunidad de meter mi lengua en ese apretado coño
tuyo.
143
Me estremecí. Dios, me encantaba esa sucia boca suya.
—Creo que será mejor que te quedes aquí mientras agarro mi bolso.
Cuando me di la vuelta para entrar, Gray se quedó firmemente
plantado en la puerta.
—Estaba bromeando, sabes. Entra.
Sacudió su cabeza lentamente mientras sus ojos se movían de arriba a
abajo.
—Créeme. Tengo que quedarme aquí afuera.
***
148
20
Gray
Joder, no quería decepcionarla.
A mitad de camino a mi apartamento, empecé a darme cuenta de que
necesitaba tomar una ducha rápida para tener unos minutos de privacidad
cuando llegara a casa. Mi polla estaba haciendo un esfuerzo por liberarse,
sentado en la parte de atrás de la cabina y sosteniendo su mano. No había
manera de que pudiera satisfacerla así. Mi actuación rivalizaría con la
mierda de la primera vez de un adolescente. Tendría suerte si no me venía
en mi propia mano tratando de sacarme la polla de los pantalones.
Me mantuve alejado, sin querer que las cosas se calentaran solo para
verme obligado a salir a refrescarme. En el ascensor, puse las manos en los
149
bolsillos para no tocarla. Estaba tan cerca, olía como el puto cielo, y la idea
de presionarla contra el cristal del pequeño carro era insoportable. Quería
que se mirara en el espejo y viera su reflejo cuando la tomara por detrás.
Pero una vez entramos en mi apartamento, evitarla se convirtió en un
desafío. Pecas se encontró con nosotros en la puerta y me ignoró para lamer
a Layla. Perro inteligente.
Pensé que la distracción podría ser la excusa perfecta para
escabullirme unos minutos.
—Voy a darme una ducha rápida.
Layla se puso en pie y agarró las solapas de mi chaqueta.
—¿Quieres compañía?
Mierda.
Tal vez si me llenara la polla de espuma no se daría cuenta de que me
corrí antes de que me tocara.
Me pasé los dedos por el pelo.
—Pensándolo bien, ¿qué tal un poco de vino?
—Claro. El vino suena bien. —Layla caminó hacia las ventanas abiertas
en la sala de estar contigua para observar la vista. Era una noche clara, y
la ciudad se encontraba iluminada por la oscuridad.
Me tomé mi tiempo abriendo una botella de su favorito y sirviendo dos
vasos. Le pasé uno cuando me uní a ella en las ventanas, y otra brillante
idea me golpeó. Si pudiera tomar unas copas, podría ralentizar un poco mi
libido.
Me tragué medio vaso y me desaté la pajarita, dejándola suelta
alrededor de mi cuello. Traté de evitar mirar a la hermosa mujer que se
encontraba a mi lado, pero no pude evitarlo.
Dios, ¿por qué tiene que ser así su clavícula? Ese cuello... Quería
morderlo de la peor manera posible.
Sin darme cuenta, terminé la otra mitad de mi vino. Pero Layla sí se
dio cuenta. Miró el vaso vacío que tenía en la mano, todavía sosteniendo del
que aún no había sorbido.
—¿Pasa algo, Gray?
Se volvió hacia mí, y el brillo de la luna le iluminó la cara. Parecía un
ángel al que quería hacerle cosas malas. Metí las manos en los bolsillos otra
vez para protegerme, y casi olvido que me había hecho una pregunta.
—No. Todo está bien.
150
Entrecerró los ojos.
Maldita sea.
—Bien. —Sacudí la cabeza y dejé escapar una fuerte ráfaga de aire—.
No he estado con una mujer en mucho tiempo.
Sonrió.
—¿Te preocupa haber olvidado cómo se hace?
—Listilla.
—Es como montar en bicicleta. Estoy segura de que lo harás bien.
Montar. ¿Tenía que usar esa palabra? No podía esperar a que me
montara. Me decidí abruptamente por otra copa de vino. Cuando volví a las
ventanas, Layla me dio la espalda. Se apartó el cabello a un lado.
—¿Podrías ayudarme con la cremallera? Quiero quitarme este vestido.
Levanté la vista y hablé en silencio con Dios. ¿No he tenido mi parte de
vergüenza? Sólo dame esto. Diez minutos sin avergonzarme. ¿Es mucho
pedir? Acabo de donar tres malditos años.
La habitación estaba tan silenciosa que cada diente que se separaba de
la cremallera hacía eco. Se le puso la piel de gallina en el cuello a Layla, y oí
el traspiés en su respiración cuando mi mano llegó al final de la cremallera,
cerca de su precioso trasero.
Se dio la vuelta y me miró a los ojos antes de quitarse lentamente el
vestido del cuerpo. Se arrugó en un gigantesco mar azul a sus pies. Cerré
los ojos y conté hasta diez antes de levantar la mirada. Pero nada pudo
detenerme cuando vi lo que había frente mí. Dios, es preciosa. Layla no
llevaba nada más que bragas de encaje negro, un sujetador sin tirantes a
juego, del que se le estaban saliendo las tetas, y un sexy par de tacones de
aguja. Su cintura era tan pequeña que podía cubrirla envolviendo las dos
manos. Y sus piernas, un kilómetro de suavidad sedosa que mi lengua no
podía esperar para lamer de dedo a dedo.
—Joder. —Agité la cabeza y di un paso atrás, incapaz de apartar los
ojos de ella—. Layla... vas a tener que prometerme que me darás múltiples
oportunidades para compensar mi pobre actuación la primera vez que esté
dentro de ti. Estoy a unos treinta segundos de terminar, y aún no hemos
empezado. Eres hermosa.
—Creo que puedo ayudarte. —De repente se arrodilló.
Y, si antes me había parecido hermosa, esto… nada podría compararse
a esta vista. Qué. Hermosa. Joder. Definitivamente iba a ponerme en
evidencia, pero al menos podría tener una oportunidad si ya hubiera dejado
ir uno.
151
Layla tomó mi cinturón, y gracias a Dios sus dedos aún funcionaban,
porque yo era completamente incapaz de hacer otra cosa que no fuera
mirarla fijamente. A diferencia de su vestido, cuando me bajó la cremallera
de los pantalones, no pude oír los dientes que se separaban porque el único
sonido que escuchaba era el torrente sanguíneo que pasaba por mis oídos.
El latido de mi corazón estaba fuera de control.
—Jesús —susurró mientras mi polla era liberaba—. Ahora creo que soy
yo la que está un poco nerviosa.
Layla se mojó los labios pintados de rojo y levantó la vista de debajo de
sus gruesas pestañas.
—No te detengas. Tragaré por ti.
Jodido.
Jesus.
Cristo.
Ella se inclinó hacia delante, lamiendo el reluciente líquido preseminal
de mi corona, y me mostró la sonrisa más taimada antes de abrirla más y
succionarme en su boca. Sentí que todo el autocontrol al que me había
estado aferrando se me escapaba de las manos.
Mis dedos se cerraron en su grueso cabello, y algo sobre sentir la
sacudida de su cabeza en mis manos me hizo explotar. Gemí y apreté mi
agarre en su pelo con un pequeño tirón. Me dejó marcar el ritmo con las
manos y, de alguna manera, milagrosamente, me abstuve de convertir lo
que era la mejor sensación que había tenido en mi vida en follarle la cara
hasta que su garganta estuviera en carne viva.
La visión de su cabeza moviéndose cada vez más rápido, cada vez
llevándome un poco más profundo, era la cosa más sexy que había visto en
mi vida. Cuando sentí que su mano comenzaba a masajearme las pelotas,
me di cuenta de que por este momento valió la pena esperar tres años.
Demonios, podría haber dado otros tres si esto me estuviera esperando
cuando saliera.
Estoy tan cerca.
Tan cerca.
Olvida la vergüenza. Olvida la dignidad.
Gemí y Layla respondió con un sonido que era casi un zumbido y luego,
de repente, tragó, y le di en la garganta.
—Joder.
»Sí.
152 »Mierda. Tómalo todo...
En cuestión de segundos, sentí que se me tensaban las bolas, y supe
que estaba a punto de explotar. Aunque me dijo que no me detuviera, me
sentí obligado a advertirle. Puede que quisiera follarme su cara, su culo, sus
tetas, su coño y cualquier otro sitio en el que me dejara meter la polla, pero
no era un animal, después de todo.
—Nena... —Me las arreglé para gemir—. Voy a ...
Respondió clavándome las uñas en el culo, y rápidamente perdí la
batalla. Chorros de semen salieron disparados mientras todo mi cuerpo
temblaba. Ni siquiera estaba seguro de cómo me mantenía de pie con la
intensidad de mi orgasmo.
Después de tomarme un minuto para reunir un poco de fuerza, levanté
a Layla de sus rodillas y la puse en mis brazos. Me acarició el pecho, que
seguía vestido.
—Jesús, eso fue... —Me quedé sin palabras—. Eso fue...
Layla me colocó las manos en el cuello.
—Sólo el principio. Eso es lo que es.
21
Layla
El dormitorio estaba a oscuras.
Gray no me había tocado desde que entramos, pero podía sentirlo
detrás de mí. Su aliento caliente me hacía cosquillas en el cuello mientras
hablaba.
—Quiero ver tu cara mientras estoy dentro de ti, pero privarte de la
vista aumentará tus otros sentidos, así que eso tendrá que esperar. —Pasó
sus dedos a lo largo de uno de mis brazos, y cada vello de mi cuerpo se erizó.
Dios, no bromeaba, mis otros sentidos se intensificaron.
La cruda química sexual que había estado chispeando entre nosotros
153 desde la primera vez que nos vimos creció como un reguero de pólvora. Mi
cuerpo estaba tan al límite que cuando Gray agarró mi cadera, que salté un
poco. Su otra mano apartó a un lado mi cabello y luego su boca comenzó a
chupar el pulso en mi garganta.
—Levanta las manos. Ponlas juntas detrás de mi cuello.
Levanté los brazos e hice lo que se me ordenó. Las manos de Gray
acariciaron mi cuerpo. Cuando llegó a mis pechos, apretó con fuerza, y solté
un pequeño gemido.
—He estado soñando con esto durante años —susurró—. Tantas
fantasías. No puedo esperar a realizarlas todas contigo. —Empujó hacia
abajo las copas del sostén y me pellizcó los dos pezones.
—Háblame de ellas. —Mi voz sonaba sensual. Casi no sonaba como
yo. Por otra parte, nunca había estado tan excitada en mi vida.
La boca de Gray se detuvo en mi oreja mientras sus manos
masajeaban los pezones que acababa de despertar con un delicioso dolor.
—Quiero que te pares frente a un espejo y juegues con tus tetas
mientras te chupo el cuello, con mis dedos dentro de tu coño y mi polla
enterrada en tu culo.
Me quedé sin aliento.
—¿Qué más?
Sus manos viajaban lentamente y con mucho esfuerzo por mi cuerpo
y se deslizaron dentro de mis bragas.
—Quiero que te sientes en mi cara y la montes. Quiero mi nariz
enterrada en tu coño mientras chupo tu clítoris.
Metió un dedo y luego un segundo.
—Oh Dios.
—Estás tan mojada por mí.
Recosté mi cabeza contra su pecho.
—Cuando te veo en tu oficina, detrás de ese gran escritorio tuyo,
tienes tanto control y poder. Quiero quitarte eso, hacer que te arrodilles y
me chupes la polla.
Dejé salir una risa nerviosa. Pero no estaba bromeando.
Gray usó una mano para apretarme contra él mientras sus dedos se
deslizaban hacia adentro y hacia afuera. Su erección estaba completamente
dura de nuevo y presionada en dirección a mi espalda baja. Podía sentir la
suave y caliente piel de su polla contra mí.
—Quiero llenar cada parte de tu cuerpo. —Metió otro dedo en mí—.
154 Con mi lengua, mis dedos, mi polla... quiero tener tu coño, tu culo, tus tetas,
tu boca.
—Dios, Gray.
Sacó sus dedos y me hizo girar. Me sentí mareada, y mis rodillas
estaban débiles. Me bajó las bragas y me quitó el sostén antes de dar unos
cuantos pasos. Mis ojos aún no se habían ajustado a la oscuridad total lo
suficiente como para ver frente a mí.
—La cama está frente a ti. Dobla la cintura y apoya la cabeza en ella.
Abre bien las piernas para mí.
Gray se puso de rodillas y luego su boca apareció directamente entre
mis piernas abiertas. No empezó despacio. Enterró su cara en mi humedad,
chapoteando como si no pudiera conseguir lo suficiente y luego chupó fuerte
mi clítoris. Mi orgasmo comenzó a crecer y me preocupaba que pudiera caer
sobre él.
—Tan dulce...
Metió un dedo en mí.
—Tan apretado...
Gimió y golpeó mi clítoris con su lengua.
—Tan jodidamente húmedo para mí...
La ola que había estado amenazando en la distancia se estrelló
repentinamente sobre mí sin previo aviso. Me quejé cuando mi cuerpo
empezó a latir por sí solo.
Justo cuando empecé a bajar, Gray me levantó y me colocó en la
cama. Su cuerpo vino sobre el mío, luego sus labios. Me devoró la boca en
un beso lleno de más pasión de la que jamás había experimentado. Su tacto
era fuerte y dominante, con un control perfecto y poco contundente.
Compuestos, pero necesitados, nuestros labios entrelazados, las lenguas
entrelazadas, y los cuerpos envueltos uno alrededor del otro. Nos separamos
brevemente, solo lo suficiente para que Gray pudiera quitarse la camisa que
aún llevaba puesta.
Se movió un poco, alineando su gruesa cabeza en mi abertura. Pero
luego se detuvo.
—¿Puedo tomarte sin protección?
Ya habíamos tenido esta discusión, pero me encantó que me lo pidiera
de todos modos.
Envolví mis piernas alrededor de su cintura, animándolo.
—Sí, por favor.
155 Así de cerca, pude ver el blanco brillante de sus ojos y observé cómo
se cerraban por un minuto mientras él empujaba en mí.
Con su circunferencia, debe haber sido consciente de que necesitaba
ir despacio. Sin apartar nunca la mirada, se tomó su tiempo, entrando y
saliendo, y luego empujando un poco más con cada nuevo empuje. Una vez
que estaba casi completamente asentado, se detuvo y murmuró contra mi
boca.
—Joder. Te sientes tan jodidamente bien.
Después de que mi cuerpo comenzó a relajarse y a aflojarse, Gray
reclamó mi boca y empezó a empujar más duro. Más rápido. Más profundo.
Los golpes se convirtieron en empujones giratorios, y cada vez se hundía
más y más profundamente hasta que la base de su polla estaba moliendo
contra mi clítoris. Nada se había sentido tan bien, ciertamente no la primera
vez. Y esto era solo el principio.
Mi orgasmo comenzó a crecer de nuevo, con músculos que latían a su
alrededor.
—Gray...
Aceleró su ritmo.
—Joderrrr. Justo ahí contigo, nena.
El sonido de nuestros cuerpos húmedos aporreándose resonó en la
habitación. El olor del sexo impregnaba el aire, y mi cuerpo tarareaba al
tocarlo. Me sentí total y completamente consumida por este hombre. Esa
sensación me empujó al límite, y mi orgasmo palpitó a la vida. Gray mantuvo
el ritmo perfecto mientras yo cabalgaba en una ola larga y dichosa. Me
susurró al oído mientras gemía, diciéndome lo bien que se sentía dentro de
mí, cómo le pertenecía mi cuerpo y lo duro que iba a venirse. Después de
que finalmente empecé a sentirme débil, Gray aceleró su ritmo antes de
hundirse profundamente y llenarme con su liberación.
Me besó durante mucho tiempo después de eso. Besos lentos,
hermosos, románticos y sensuales con los que soñaba una chica joven.
Besos que sentías en tu corazón.
Si no hubiera estado tan embelesada por el momento, me habría
preocupado que lo que sentía en mi corazón era mucho más que un beso.
***
158
22
Layla
Gray: Creo que me estás ablandando.
Lancé las gafas al escritorio y me recliné en la silla con una sonrisa
de colegiala.
El mensaje fue una pausa bienvenida después del lunes que había
tenido. Había pasado la mañana en una dura declaración y la primera hora
de la tarde leyendo un caso aburrido en mi oficina. Lo que debería haberme
llevado media hora ya me había llevado dos. Realmente necesitaba terminar,
porque pronto vendría un nuevo cliente.
Layla: Espero que no sea en una parte que me gusta dura…
159
Gray: Mierda. No digas duro. Acabo de aterrizar en Los Ángeles y
estoy en un taxi de camino a conocer a un potencial socio comercial.
Ahora voy a tener que hacer primero una parada en el hotel.
Layla: JA. ¿Qué parte se está suavizando, diablillo?
Gray: La interior. ¿Pude haber perdido la masculinidad después
de solo estar dentro de cierto coño dos días? Escuché una maldita
canción de Taylor Swift mientras caminaba por el aeropuerto de Los
Ángeles y pensé en ti.
Suspiré.
Layla: ¿Qué canción era?
Gray: Al carajo si lo sé. Dije que había perdido la masculinidad,
no que era gay.
Layla: creo que necesitas terapia. ¿A qué hora son tus citas hoy
y mañana?
Gray: Hoy a las cinco y otra a las ocho de la noche, hora de Los
Ángeles. Será tarde en tu horario después de que termine mi cita en la
cena, así que te llamaré mañana. Moví mis citas de la tarde a la mañana,
así puedo tomar un vuelo temprano a casa. Quiero volver para llevarte
mañana a cenar.
Layla: Está bien. ¿Alguna razón en especial?
Contestó:
Gray: Sí. Te extraño.
El hombre podía hacer que me desmayase. Justo cuando iba a
contestarle, mi secretaria avisó:
—Tu cita de las tres ya está aquí.
Pulsé el intercomunicador en el teléfono de mi escritorio.
—De acuerdo. Gracias. Dale el contrato de representación estándar
para que lo lea mientras espera. Necesito diez minutos para despejar mi
escritorio y correr al baño.
—Entendido.
***
Me permití otro minuto para releer mis mensajes con Gray, tratando
160 los mensajes como gasolina para atravesar el día agotador. Para ser una
mujer que había estado aterrorizada de una relación con él no hace mucho,
ciertamente parecía como si lo hubiese superado. Habíamos pasado las
tardes del viernes y el sábado juntos en diferentes fiestas, luego pasamos la
noche del sábado hacia la tarde del domingo teniendo tanto sexo como era
humanamente posible. La tarde del domingo nos habíamos puesto al día en
el trabajo mientras nos sentábamos uno frente al otro en mi sala de estar.
Nos habíamos pasado recipientes de comida para llevar y compartimos
sonrisas silenciosas hasta que terminamos a las once de la noche y volvimos
juntos. Se sentía lo mejor de los dos mundos: la excitación de algo nuevo, y
a la vez la comodidad de algo familiar. Incluso me quedé con su perro
cuando dejó la ciudad esta mañana, en lugar de enviar a la pequeña cosa
dulce a un hotel de perros.
Realmente necesitaba ponerme en marcha y no mantener a mi cita
esperando mucho tiempo. Mis dedos se cernían sobre las teclas, debatiendo
mi respuesta a su mensaje durante unos cuantos latidos. A la mierda. El
que no arriesga, no gana.
Layla: Yo también te extraño
***
Mackenzie Cartwright, mi consulta de la tarde, entró a mi oficina con
uno de esos cochecitos de lujo y una niña pequeña durmiendo. No podía
decir que eso pasase antes.
Además de que el ochenta por ciento de mis clientes eran hombres,
las mujeres a las que ocasionalmente les ofrecía mis servicios mantenían
sus negocios y vida personal muy separados. No tenía ni idea si la mayoría
de ellos incluso tenían familia.
Extendí la mano.
—Layla Hutton. Es agradable conocerla, señorita Cartwright.
Me corrigió.
—Es señora.
—Oh. Sí. Por supuesto. —Le señalé las tres sillas de invitado al otro
lado de mi mesa—. Por favor, tome asiento. ¿Puedo conseguirle algo de
beber?
—No, gracias. Pero si podemos por favor mantener esta conversación
en voz baja para que mi hija no se despierte, sería genial.
—Claro —contesté, dándome cuenta de que no había bajado el tono
161 en lo absoluto—. Lo siento —susurré—. Por supuesto.
Rodeé la mesa y esperé a que la señora Cartwright se acomodase.
Vestía una chaqueta ligera, aunque hoy probablemente hacía unos
veinticinco grados afuera, y llevaba lentes oscuros de sol. Pero tomó asiento
sin quitárselas.
De acuerdo. Como sea.
—Entonces… ¿el asistente con el que hizo el primer contacto y
estableció la cita dijo que tenía un desacuerdo entre socios sobre el que
quería asesoría?
Parecía estar mirándome. Esperé en un incómodo silencio hasta que
finalmente respondió:
—Eso es correcto.
—¿Por qué no empieza por el principio? —Bajé la mirada a la
información del cliente que los asistentes tomaban durante una entrevista
telefónica antes de que aceptásemos un cliente nuevo—. ¿Dice que sospecha
que su socio malversó fondos?
Me miró un poco más. Esta era la cita inicial con un cliente más
extraña de todas.
De nuevo, esperé por su respuesta a través de un largo silencio
incómodo.
Me dio la oportunidad de echarle un buen vistazo. Era atractiva, pero
demasiado delgada. Sus pómulos, que podían haber parecido de modelo con
otros seis o nueve kilos, en cambio sobresalían de su pálida piel cenicienta.
Con una inspección mayor, pensé que su grueso cabello oscuro, que cubría
una buena parte de su pequeño rostro con gruesos mechones, en realidad
podía ser una peluca. Intenté ver sus ojos, pero estaban ocultos tras los
oscuros cristales de sus lentes de gran tamaño.
En algún momento, la espera y la comprobación de la otra solo se
convirtió en extraña, y sentí la necesidad de buscar su respuesta de nuevo:
—¿Ya ha hablado con su socio por el problema?
—Sí.
Muy bien, entonces. Aparentemente solo iba a conseguir respuestas
de una palabra. Normalmente estas eran las respuestas que conseguía del
cliente del abogado contrario durante una declaración, no del mío. Clientes
buscando ayuda normalmente no podían esperar a contarme sus historias.
—¿Y cuál es la posición de su socia en la malversación? ¿Ella admitió
haber tomado los fondos?
162 —Él.
—Oh, de acuerdo. ¿Él admite haber tomado los fondos?
—No.
—¿Todavía tiene firma autorizada en las cuentas bancarias de la
sociedad?
—Sí.
—De acuerdo. Bueno, lo primero que podemos hacer es ir a la corte y
presentar una demanda que le impida retirar dinero o cobrar algún cheque
sin la firma de ambos. De ese modo, usted todavía será capaz de utilizar los
fondos de la asociación para un propósito legítimamente de negocios en la
que ambos coincidan, pero ninguno será capaz de tomar una decisión
unilateral de retirar dinero para un uso personal.
—Bien.
—¿Tiene idea de la cantidad de fondos que cree que ha malversado?
—No.
—¿Qué tal una idea general?
Me miró un poco más.
Frustrada, hice un gesto con las manos para que hable.
—Es… ¿mil, diez mil, cien mil? No tiene que ser exacto. Podemos hacer
una estimación aproximada…
—Seis millones.
Arqueé las cejas.
—¿Seis millones?
—Sí.
Me sentí como si se estuviese burlando de mí. ¿Quién viene a la oficina
de un abogado para discutir sobre su socio robándole de su negocio, pero
sin querer realmente dar alguna información, y cuando se le arranca la
estimación de lo robado… resultan ser seis millones de dólares?
Solté el bolígrafo y dejé de tomar notas. Definitivamente algo era
extraño.
—Y esos fondos… ¿fueron tomados de los beneficios del negocio?
Negó.
—Eran fondos con los que ambos contribuimos de un negocio previo
del que éramos parte. Los transferimos de nuestra anterior firma.
***
Archibald Pittman salió por la puerta principal con otro hombre justo
cuando mi auto se detuvo en la acera. Lo más inteligente hubiera sido
esperar a que se fuera, pero el viaje desde el apartamento de Layla había
elevado mi ansiedad a un nivel completamente nuevo. No había manera de
que perdiera 30 segundos solo para evitar a su jefe.
Caminando hacia la puerta, miré mi teléfono para evitar hacer
contacto visual. Eso no impidió que Pittman se fijara en mí.
—¿Grayson? —detuvo su conversación y me llamó mientras trataba
de pasar.
Levanté la vista.
—Archie. Me alegro de verte.
—¿Vas a subir a esta hora tan tarde?
Me saqué una excusa del culo.
—Contrato urgente, tiene que ser enviado de vuelta a la costa oeste
esta noche.
—Me alegra ver que mi personal se ocupa de tus necesidades.
—Sí. —Le hice un breve asentimiento, ansioso por entrar en el
edificio—. Bueno... el tiempo corre. Que tengas una buena noche.
Ya estaba cuatro pasos más cerca del edificio antes de que pudiera
terminar de despedirse.
El elevador se abrió en el piso de Layla, y me sentí aliviado al ver que
las puertas dobles de vidrio seguían abiertas. Por supuesto, la recepción
estaba vacía a las diez de la noche, así que entré en las oficinas interiores.
Los pasillos estaban iluminados, pero la mayoría de las puertas de la oficina
estaban cerradas. Hice el último giro, a la izquierda, y vi que la cuarta puerta
de abajo, la de la oficina de Layla seguía abierta, aunque las luces estaban
apagadas.
No esperaba ver a nadie, y como estaba oscuro, casi me pierdo cuando
entré a su oficina. Pero las luces se encendieron de repente. Debían haber
tenido un sensor de movimiento que activé al entrar. Encontré a Layla
sentada en su escritorio mirándome.
Fruncí el ceño.
168 —¿Estabas durmiendo?
—No.
—¿Qué pasa? —Los papeles estaban esparcidos por todo su escritorio,
que normalmente estaba pulcro y organizado. Algunos incluso estaban en
el suelo.
Di unos pasos más cerca y vi mejor su cara. La piel alrededor de sus
ojos estaba hinchada y roja. Había estado llorando.
—Layla, contéstame. ¿Alguien te lastimó? —Mi sangre empezó a
bombear con lo que podría haber sucedido. Todos los peores pensamientos
empezaron a pasar por mi mente. Ella estaba sola en la oficina por la noche
sentada en la oscuridad… su escritorio era un desastre desordenado...
había estado llorando... ¿Alguien la atacó?
Me miró fijamente, sin decir nada. Caminé detrás de su escritorio y
giré su silla para mirarla. Agachado, traté de mantener la calma y mi voz
firme.
—Layla. Háblame. ¿Qué pasó, cariño?
Una página en el borde de su escritorio me llamó la atención, y giré la
cabeza, seguro de que estaba viendo cosas. Pero no lo estaba.
Recogí el periódico. La foto tenía unos pocos años, pero no había duda
de que era Max. Recordé bien el artículo. Kiplinger's había hecho una
historia sobre el auge de las mujeres comerciantes, y Max había aparecido,
junto con algunos otros emergentes de la industria. La pieza había salido
unos meses antes de que abriéramos nuestra firma.
Mis ojos viajaron sobre el resto de su escritorio.
¿Qué demonios...?
Recogí otro periódico, un artículo sobre nuestra sociedad.
Otro documento: la presentación de la UCC sobre nuestra sociedad.
Otra copia de mis documentos de sentencia de la corte criminal.
Todo el escritorio estaba cubierto de papeles sobre mí, Max, o sobre
nuestra desaparecida firma.
Layla me miraba cuando volví a prestarle atención.
—Qué pasó. ¿Por qué estás investigando a Max?
Miró hacia otro lado, mirando por la ventana de su oficina hacia la
oscuridad exterior durante un minuto antes de regresar.
—La conocí hoy.
***
170 Fue al menos la tercera vez que me hizo esa pregunta. Jesucristo.
Estaba tan ocupado superando la conmoción de lo que me había dicho, que
ni siquiera había empezado a pensar en lo que esto significaba para nosotros
dos si fuera cierto. Alzando la mirada, vi tanto dolor en sus ojos. De repente,
todo lo que había esperado durante más de dos años parecía que se me
escapaba de las manos.
Me levanté y volví a caminar detrás de su escritorio, en donde ella
todavía estaba sentada en su silla.
Agachado de nuevo, sujeté su rostro.
—No he visto a Max en más de un año. Lo último que supe es que se
había mudado a Florida. Ni siquiera sabía que estaba en Nueva York, y
ciertamente no que iba a venir a verte y a jugar algún tipo de juego
enfermizo. No tenía ni idea de que ella tenía una hija, y no la hubiera dejado
salirse con la suya en todo esto, Layla. Tienes que creerme. —Acerqué mi
cara para que solo pudiéramos vernos a los ojos—. No tenía ni idea de nada
de esto. Ni idea.
Ella buscó en mi cara y asintió.
Di un suspiro de alivio, aunque sabía que era solo temporal.
El sonido del tintineo de llaves me obligó a prestar atención desde
Layla hasta el vestíbulo, justo cuando un guardia de seguridad uniformado
se detuvo en la entrada.
—El edificio se cierra en quince minutos, Layla.
Ella asintió.
—Oh. Está bien, Frank. Gracias.
El guardia la miró a la cara y me agaché a su lado.
—¿Todo bien?
—Sí. Todo está bien. Todo está bien. Nos iremos en unos minutos.
Asintió.
—Que tengas una buena noche.
Cuando se alejó, le quité el cabello de la mejilla.
—Pareces exhausta. Ven a casa conmigo.
Agitó la cabeza y comenzó a barrer con las manos todos los papeles
esparcidos sobre su escritorio en un montón.
—Tengo a Pecas en mi casa, ¿recuerdas? Además, estoy exhausta.
Realmente quiero dormir en mi propia cama esta noche.
171
Ya se me estaba escapando mentalmente. No podía dejar que la
distancia física se sumara a eso.
—¿Puedo ir a casa contigo, entonces?
Vi la vacilación en su rostro.
—Dormiré en el sofá si necesitas espacio. No me empujes y cierres la
puerta, Layla. Por favor.
A regañadientes, asintió.
Esa noche, me dejó dormir en su cama. La abracé y la sostuve con
fuerza, aferrándola a mi vida. Porque lo sabía. Lo sabía. La mierda estaba a
punto de golpear al ventilador mañana.
24
Layla
La cama estaba vacía junto a mí por la mañana. Fría también.
La luz del día todavía no estaba brillando a través de las cortinas, pero
no tenía ni idea si era la mitad de la noche o la primera hora de la mañana.
Alcanzando mi teléfono para comprobar la hora, vi la luz de la cocina por
debajo de la puerta cerrada de mi habitación.
Las cinco de la mañana. No era una dormilona, pero me había tomado
mucho tiempo quedarme dormida, incluso después de que me hubiese dado
la vuelta y fingido que me había quedado dormida. Así que esta mañana,
estaba agotada. Parte de mí quería girarse y olvidarlo todo, pero sabía que
172 no podría dormir. Necesitaba levantarme y tomar una ducha, pensar en todo
lo que había ocurrido con la mente clara de un nuevo día. Pero también
necesitaba saber si Gray todavía estaba aquí. Sentía que lo estaba, así que
salí de la cama y de la habitación.
Lo encontré con una taza de café en la mano, mirando la pantalla de
su laptop en la sala de estar. La luz del techo estaba apagada, pero el brillo
de la pantalla iluminaba su rostro. Gray siempre era hermoso. Sería
imposible no ver eso con cualquier emoción que mostrase, su estructura
ósea cincelada no permitía que la belleza escapase como lo hacía con otros
hombres, dependiendo de su humor.
Pero esta mañana se veía casado. Sus ojos verdes reflejaban las ojeras
bajo ellos y se veían cansados por la falta de sueño.
—¿Hace cuánto que has estado levantado? —Caminé hacia la cocina
y tomé una taza de café del armario.
Gray dejó la laptop en la mesita de café y se movió en su asiento para
enfrentar la cocina.
—¿Una hora o dos?
Me preparé un café y me apoyé en la encimera para beberlo.
—¿Dormiste algo?
—Creo que fue más como una pequeña siesta. ¿Tú?
—Un poco más que eso. —Miré hacia su laptop—. ¿En qué estás
trabajando? No parecías muy emocionado de leer lo que fuese.
—Algunas revisiones de la oferta a la firma tecnológica cuyo contrato
reparaste. Mis socios quieren hacer una oferta hoy. Creen que hacer otra
aventura económica es interesante, y si extendemos la oferta con una
pequeña ventana de aceptación, no tendrán tiempo de terminar sus debidas
diligencias o hacer una oferta competitiva.
Asentí.
—Hazme saber si necesitas que haga algo.
Ninguno dijo nada más durante unos extraños minutos después de
eso. Odiaba la sensación de no mencionar lo obvio y preferiría desahogarme.
—¿Vas a contactar hoy con ella?
Dio palmaditas en el sofá junto a él.
—Ven a sentarte.
Esto iba a ser un tira y afloja. Ya podía verlo. Yo intentaría poner un
poco de espacio entre nosotros —físico o mental—, y Gray lucharía conmigo
por ello.
173 —Prefiero quedarme de pie mientras bebo el café.
Frunció el ceño, luego se levantó y caminó hacia la cocina para
permanecer frente a mí. Mi cocina en forma de U era pequeña, así que la
distancia entre nosotros era solo de unos centímetros.
Tira.
Afloja.
Bajó la mirada.
—Busqué en internet su información de contacto esta mañana y
conseguí su dirección de correo electrónico y número de oficina que parece
actual. Ni siquiera tengo su número de teléfono.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo no puedes tener su número de teléfono?
—Intenté llamarla una vez después de que averigüe lo que había
hecho. Pero había cambiado de número de teléfono, y mi correo electrónico
se regresó sin enviar.
—Oh. —Dudé por un momento—. Yo lo tengo. Quiero decir, me dio su
información de contacto cuando mi asistente preparó la cita. Si lo
necesitas…
Gray fijó la mirada en la mía.
—Ya te ha arrastrado lo suficiente a su juego. Pero gracias.
—¿Qué vas a decir cuando contactes con ella?
Gray negó.
—No tengo ni una jodida idea. Pero supongo que debería comenzar
con: ¿Tengo una hija?
***
***
184
26
Gray
Revolviendo los cubitos de hielo en mi vaso vacío, miré el desastre de
mi vida esparcido sobre todo el sofá del salón y el suelo. La carpeta que Max
me había dado lo contenía todo: sus papeles médicos, su testamento
declarándome a mí como tutor de Ella, una carta de siete páginas que
detallaba todos los por qué, cómo y cuándo de su enfermedad y embarazo,
y el certificado de nacimiento de mi hija y archivos médicos.
Incluso había admitido su culpa escribiendo los detalles de la estafa
de la que me había culpado. Era un montón de información. Pero era a la
fotografía de mi hija colocada sobre los papeles a la que seguía volviendo.
185 Mi hija.
No estaba seguro de si alguna vez me acostumbraría a incluso pensar
en esas palabras, mucho menos decirlas en alto. Ella Kent Cartwright había
nacido el día de San Valentín hacía casi tres años. Max había inscrito el
nombre del padre como desconocido en el certificado de nacimiento, pero le
dio a Ella el apellido de soltera de mi madre como segundo nombre: Kent.
Tomé la fotografía de Ella para estudiarla por centésima vez. No tenía
ni idea de cómo ocuparme de una niña; una hija, nada menos. Pero mi
corazón se hinchaba cada vez que miraba su adorable pequeño rostro.
Sentía como si mi vida una vez más hubiera sido atrapada en un tornado, y
dónde me escupiría estaba fuera de suposición. Pero sabía una cosa segura:
necesitaba conocer a Ella lo antes posible.
Tambaleándome hasta la cocina, rellené mi vaso, maldiciendo la
botella vacía mientras me servía las últimas gotas.
Necesitaba hablar con Layla. Me había enviado un mensaje hacía una
hora y todavía no podía obligarme a responder. ¿Qué demonios le
respondía?
Sí, tengo una hija.
Y… muy pronto seré un padre soltero de una niña de casi tres años a
la que nunca he conocido.
Lo que quería hacer era mentir, decirle que Max no se había
presentado a nuestro encuentro y solo pasar una noche más en negación.
Pero… nada de mentiras. Así era como la había perdido en primer lugar.
La discusión ciertamente no era una que debería desenvolverse vía
mensaje. Eran casi las ocho, así que me imaginé que Layla ya debería estar
en casa.
Gray: ¿Está bien si me paso por tu casa para que podamos hablar?
Su respuesta llegó rápido.
Layla: No.
MI corazón comenzó a latir con fuerza y jugueteé con mi teléfono,
dejándolo caer cuando comencé a contestarle. Escuché otro sonido del
teléfono en el fondo mientras recuperaba el teléfono del suelo. Estaba tan
centrado en la razón por la que no quería que pasara por su casa que no me
di cuenta de que era el teléfono de mi casa.
Gray: ¿Todavía estás en el trabajo? Podría ir por ti e ir juntos a
tu casa.
Layla: Ya no estoy en el trabajo
Mierda. Simplemente no quería que fuera.
186 Gray: ¿Demasiado cansada?
Mi teléfono sonó de nuevo. Esta vez lo escuché alto y claro, pero elegí
ignorarlo.
Quien estuviera llamando no era tan importante como Layla.
Layla: En realidad no lo estoy.
Mierda.
Volví a mirar el teléfono y luego lo pensé mejor. En su lugar, pulsé
Llamar.
Respondió al primer timbre.
—Necesitamos hablar, cariño —dije.
—Coincido. ¿Entonces por qué no respondiste ya al teléfono de tu
casa?
Por unos instantes estuve totalmente confundido.
—¿Cómo sabes que mi…
—Porque estoy abajo, esperando a que le digas a tu encantador
portero que me permita subir.
Tomé el teléfono de mi casa y lo sostuve en la otra oreja.
—¿Norman?
—Sí, señor Westbrook.
—¿Puedes dejar subir a la señorita Hutton?
—Lo haré.
—Y para situaciones futuras, la señorita Hutton es bienvenida en
cualquier momento que ella desee.
—Entendido.
Colgué el inalámbrico y regresé a mi teléfono móvil.
—Trae tu trasero aquí, listilla.
***
Esperé frente a las puertas del elevador. Pecas, por otra parte, tomó
su zapato de confianza y entró directamente cuando las puertas se abrieron.
Layla se inclinó para tomarlo.
—¿Estás contento de verme o intentas escapar en el elevador?
187 Quería mantener esa sonrisa en su rostro para siempre. De repente,
un triste pensamiento me golpeó. No había querido tener una conversación
seria por mensaje.
Lo mismo podría haber sido cierto para ella. Podía estar aquí para
abandonar mi trasero en persona.
Intenté sacarme el pensamiento de la cabeza y permanecer positivo.
—Esta es una agradable sorpresa.
Terminó de acariciar a Pecas y lo dejó en el suelo.
—Me imaginé que me habías estado evitando todo el día porque tenías
noticias que no querías compartir y no me mentirías cuando te preguntara.
Forcé una sonrisa.
—Me conoces bien.
En el interior, era un maldito desastre, incapaz de pensar
correctamente, pero eso no me detuvo de meterla dentro. Vestía un traje de
negocios rojo: falda y chaqueta, con una camisola blanca de seda debajo.
Sosteniendo a Pecas, la fina tela se apretó contra su sujetador, y pude
vislumbrar el patrón del encaje debajo. Sus largas piernas tonificadas, eran
torneadas y suaves, y llevaba tacones negros que habría optado por tener
clavados en mi espalda solo para sentirlos punzando mi piel. Pero fue su
nariz lo que me atrapó. No se había tapado las pecas. De algún modo eso
me dio un faro de esperanza al que aferrarme.
Mientras estaba ocupado comiéndomela con los ojos, aparentemente
ella había estado haciendo lo mismo conmigo. Excepto que lo que encontró
no fue un placer.
—Te ves terrible —comentó.
—Entonces es algo bueno que tú te veas tan hermosa y puedas tomar
el relevo.
—¿Vas… vas a invitarme a entrar para que podamos hablar? ¿O solo
vamos a permanecer frente al elevador y mirarnos el uno al otro?
—¿Cómo te sentirías sobre permanecer aquí?
Forzó una sonrisa.
—Vamos. Dame algo de beber. Por cómo te ves, tenemos mucha charla
por delante.
Después de que le sirviera un vaso de vino y tomara una botella de
agua para mí —había tenido suficiente—, fuimos a la sala de estar. Había
olvidado el desastre por todo el lugar. Apartando los papeles del sofá, le hice
sitio para que se sentara.
188 Layla puso la mirada en la fotografía de la que hoy no había podido
apartar la mirada. La tomó y la observó mientras bebía de su vino.
—Es hermosa. La fotografía ni siquiera le hace justicia —dijo
suavemente.
—No he hecho otra cosa que mirarla durante horas.
Giró la mirada para encontrarse con la mía.
—¿Es tuya?
Dejé salir un profundo suspiro.
—Max me dio las pruebas de ADN que muestran que Aiden no es el
padre y el examen que ella asegura que hizo con muestras de mi cepillo de
dientes y cuchilla de afeitar, que es positivo en paternidad.
—¿Le crees?
Miré la foto que todavía tenía en las manos.
—Creo que la habría creído solo con esa fotografía.
Layla sonrió con tristeza. Nos miramos el uno al otro en completo
silencio durante un largo momento. No sabía qué decir y pensé que lo mejor
era dejar que ella lo digiriera y no forzarla.
Con el tiempo apartó la mirada.
—¿Por qué la mantuvo lejos de ti?
—Dijo que averiguó que estaba embarazada justo antes de que
aceptara el trato y pensó que posiblemente no lo aceptaría si sabía que tenía
una hija en camino. Puede que hubiera luchado por mi libertad y eso habría
puesto en peligro su trato de inmunidad.
—Dios —dijo con un jadeo—. Eso es despiadado.
Negué y me miré los pies.
—No creía que nada más pudiera sorprenderme.
—¿Te quiere de vuelta? ¿Por eso te lo dijo como lo hizo… a través de
mí? ¿Apareciendo en la oficina de ese modo?
—No. Dijo que quería ver con quién iba a estar pasando el tiempo su
hija.
—Obviamente hay más formas normales por las que decantarse en
ese sentido. ¿Como tal vez dejar que el padre supiera que tiene una hija
antes de espiar a su novia?
—No hay nada normal en Max. Lo aprendí de la manera difícil.
De nuevo nos quedamos callados durante unos minutos. Necesitaba
contarle el resto, pero no estaba seguro de cómo decirle que la vida que
189 acababa de recuperar estaba a punto de dar un giro. Aunque su siguiente
pregunta abrió la puerta.
—¿Entonces qué pasa ahora? ¿Va a permitir que la veas? ¿Luchará
contigo por las visitas y tus derechos legales?
Esperé hasta que Layla bebió su vino y alzó la mirada para
encontrarse de nuevo con la mía.
—Max se está muriendo. Etapa cuatro de cáncer de mama que se ha
extendido a… todas partes.
Se quedó boquiabierta y se llevó la mano al pecho.
—Oh Dios mío, Gray.
—Decidió decírmelo porque se está quedando sin tiempo y quiere
ayudar a hacer más fácil la transición.
—¿La transición?
—Para que yo tenga la custodia.
—Caray. —Layla se frotó la sien—. Yo… yo ni siquiera sé qué decir.
Le quité el vino y lo dejé en la mesa de café, así podía tomar sus manos
en las mías.
Mirándola a los ojos, indiqué:
—Di que saldrás con un padre soltero que no tiene ni maldita idea de
qué hacer con un niño. Di que no va a hacer que huyas asustada de nuevo.
Bajó la mirada.
—Gray… esto es mucho.
—Lo sé. Y no te estoy pidiendo que lo aceptes todo ahora mismo.
Joder, ni siquiera yo me he permitido asimilarlo.
Levantó la mirada hacia mí. Su mente parecía estar dando vueltas a
toda velocidad como había hecho la mía todo el día, colocando las piezas de
rompecabezas en su lugar.
—Esa es la razón por la que está tan delgada. La peluca. Las grandes
gafas de sol.
Asentí.
—No se ve bien.
—¿Llegaste a conocer a Ella hoy?
Fruncí el ceño.
—No. Dejé la oficina de Max con la cabeza dándome vueltas y vine a
casa para leer una carta de siete páginas que me había dado en un archivo
lleno de documentos legales. La carta tenía su número de teléfono en ella y
190 decía que le enviara un mensaje cuando estuviera preparado para ver a Ella.
Le envié un mensaje más temprano, pero aún no he recibido respuesta.
—Ella lleva un audífono. Lo noté el otro día cuando Max movió su
cabello. Se me olvidó por completo.
Asentí.
—También tenía archivos médicos de Ella en el archivo. Tiene
Connexin 26. Es una condición genética que puede causar la pérdida parcial
o total de la escucha. En su caso es parcial, pero ha empeorado
progresivamente, así que Max le está enseñando lenguaje de signos por
precaución. Mi padre también lo tenía. No llevaba audífono, pero debía
haberlo hecho. Solo hacía que todo el mundo se repitiera todo el tiempo.
—Jesús, Gray. No sé qué decir. Te has perdido casi tres años de la
vida de tu hija.
—Tendré que corregirlo.
Me miró a los ojos y observé los suyos llenos de lágrimas. Pensé que
estaba triste por este último cambio en las cosas. Una sola lágrima se deslizó
por su mejilla y la sequé con mi pulgar.
—Siento tener todo este equipaje. Si fuera un hombre mejor, me
alejaría de ti y no dejaría todo esto a tus pies. Pero cuando se refiere a ti,
soy completamente egoísta. No puedo evitarlo. Siento estar molestándote.
Pero no puedo dejarte ir de nuevo. No tuve elección la última vez cuando te
alejaste.
Comenzaron a caer más lágrimas. Dejé salir un suspiro y limpié de
nuevo sus mejillas.
—Lo siento. Por favor no te enfades. Arreglaré esto. Arreglaremos esto.
Me mata verte llorar porque te decepcioné de nuevo.
—No estoy llorando porque me decepcionases. —Sorbió por la nariz—
. Estoy llorando porque perdiste años con tu hija y ni siquiera las has
conocido todavía.
La acerqué a mí y la abracé. Se sentía como si finalmente pudiera
respirar de nuevo. Acaricié su cabello.
—Es mucho, lo sé. Y no espero que digas nada hoy. Necesitas algo de
tiempo. Pero hay algo más que necesito decir.
Echándose atrás, una sonrisa triste apareció en sus labios.
—No estoy segura de que pueda soportar mucho más.
Tomé su mano en la mía y la llevé a mis labios para un beso.
—Esto no tiene nada que ver con Max. Pero es importante que lo
191 sepas.
—¿Qué es?
—Mañana o cuando reflexiones en todo, cuando pienses en todo este
desastre que te eché encima, necesito que también recuerdes otra cosa. —
Me detuve y esperé hasta que realmente me miró a los ojos antes de
continuar—: Estoy enamorado de ti, Layla Hutton, tan jodidamente
enamorado de ti que duele pensar en perderte.
Sonrió.
—Gray…
Llevé mis labios a los suyos para detenerla de hablar.
—Shhh. Hemos hablado de demasiada mierda por una noche. ¿Qué
tal si te sirvo otro vino y tomamos un baño caliente juntos?
—No sé, Gray. Debería ir…
—Si te vas, voy a ir contigo. No vas a deshacerte de mí tan fácilmente.
Podemos ir a tu casa si quieres, pero no voy a dejarte sola… no esta noche
después de echarte toda esa mierda encima.
Parecía en conflicto, pero después de unos minutos finalmente
asintió.
Layla aceptó mi oferta de vino, pero rechazó mi sugerencia de
bañarnos juntos.
Esa noche cuando nos metimos en la cama, la sostuve en mis brazos
tan apretadamente como pude sin hacerle daño. Pero incluso con mi agarre
de hierro, la sentí apartarse.
192
27
Layla
Me desperté con la vista de un Gray dormido. Parecía tan tranquilo.
Me dolía el corazón por todo lo que había perdido: tres años de su vida, su
negocio, su reputación, el nacimiento de su hija, sus primeros pasos, su
primer corte de cabello, sus primeras palabras, su primer... todo. Así que
quería estar aquí para él, aguantarlo hasta el final. Pero la idea de construir
una nueva vida que ahora incluía a una niña de tres años y su madre que
estaba a punto de morir me asustaba mucho.
El mecanismo de autoprotección en mi corazón quería que corriera
hacia otro lado tan rápido como pudiera. Pero la parte que palpitaba
salvajemente cada vez que Gray entraba en la habitación me mantenía aquí
193 mirándolo dormir.
La noche anterior no pude dejar de pensar en algo que mi madre
siempre había dicho. Después de darme cuenta de que no éramos la única
familia de mi padre, que en realidad ella era la otra mujer y que yo era su
hija bastarda, le pregunté a mi madre en más de una ocasión cómo podía
soportar algo así. Su respuesta siempre fue la misma “Cuando amas a
alguien, a veces necesitas poner primero sus necesidades”.
Siempre había pensado que era una salida, que aceptar que mi padre
necesitaba tener dos familias era una tontería. Sin embargo, siempre
mantuve mi lengua bajo control, sin querer molestarla ni hablar mal de mi
padre, que era tan bueno conmigo... cuando estaba cerca.
Pero dentro, cada vez que ella decía que el amor significaba tener que
poner sus necesidades antes que las suyas, todo lo que podía pensar era Sí
y simplemente le enseñaste que tus necesidades siempre están en segundo
lugar. Al crecer, me había prometido poner primero mis propias necesidades
si alguna vez me enamoraba.
Los ojos de Gray se abrieron de golpe ante ese pensamiento.
—Oye. —Extendió la mano y pasó un pulgar por mi mejilla—. Todavía
estás aquí.
—¿Pensaste que me habría ido?
Me dio una suave sonrisa.
—Tenía miedo de quedarme dormido y que el agarre sobre ti se aflojara
por miedo a que te escabulleras.
—Bueno, tengo que levantar el culo e ir a trabajar. También necesito
ir a mi departamento para bañarme y conseguir ropa. Así que mejor me
muevo.
Se acercó a mi espalda y me arrastró contra él.
—Dúchate conmigo.
—Eso no es exactamente propicio para llegar al trabajo a tiempo.
Gray enterró su cabeza en mi cabello.
—Podemos ser rápidos.
La forma en que su aliento caliente en mi cuello me hizo excitarme al
instante, me hizo saber que era un montón de mierda.
—¿Qué tal si me baño aquí y nos preparas algo para desayunar?
—Vamos a negociar —se quejó contra mi piel antes de arrastrar una
línea de besos en mi cuello—. Nos bañamos juntos y te comeré de desayuno
194 mientras te lavas. Multitarea.
Incliné la cabeza hacia atrás para permitirle un mejor acceso y sonreí.
—Buen intento. Pero tengo una deposición a las diez en punto que
durará la mayor parte del día, así que necesito algo para llenar mi vientre.
—Te daré algo para llenar tu vientre.
Riendo, lo empujé lejos para poder levantarme.
—Tendré que dejarlo para otro día.
Después de una ducha rápida, envolví mi cabello en una toalla y me
puse la camisa que Gray había usado ayer. Colgaba sobre mis rodillas como
un vestido mientras seguía el olor a tocino a la cocina. Gray estaba parado
frente al horno sin camisa, vestido con un pantalón negro. Los músculos de
su espalda estaban marcados sin que los flexionara, y se estrechaban hasta
una delgada cintura. No importaba cuán confundida estuviera mi cabeza en
ese momento, mi libido sabía exactamente lo que quería.
Caminé detrás de él y rasqué las uñas en su espalda, no tan
suavemente.
Gray gimió.
—No tienes idea de la fuerza de voluntad necesaria para permanecer
aquí, sabiendo que estabas desnuda en la otra habitación. Rasgúñame otra
vez, y voy a mandar a la mierda al autocontrol, y vas a estar arriba en el
mostrador de la cocina con las piernas abiertas y tarde para ir a trabajar.
Puso el tocino en el plato, tomó un poco de pan tostado cuando saltó
de la tostadora y se giró para mirarme. Sus ojos miraron hacia un bulto
notable en sus pantalones.
Me tapé la boca y reí.
—¿Eso acaba de pasar ahora?
—Me desperté en la cama junto a ti. Había empezado a bajar un
minuto antes de que clavaras esas uñas en mi espalda. Ahora has hecho
que vuelva a levantar su cabeza necesitado.
Tomé el plato de sus manos e intenté ignorar mi propia cabeza
necesitada, aunque la mía estaba al norte de mi cintura.
—¿Tocino y tostadas?
—Estoy sin huevos. Era eso, mantequilla de maní o un bistec.
—Buena elección.
—Siéntate. El café acaba de terminar de preparase. Nos serviré a los
dos un poco.
Aunque Gray había colocado una segunda porción de tocino, lo dejó
195 en la estufa y se sentó frente a mí solo con su café.
—¿No vas a comer tu tocino y tostadas?
—Después de volver de una carrera. No puedo comer antes de llegar
al pavimento.
Tomé un sorbo de mi café. No me había preguntado cómo tomaba,
pero lo hizo perfectamente. Mi corazón se calentó.
—¿Qué hay en tu agenda para hoy?
Su sonrisa tranquila cayó.
—Revisé mi teléfono mientras estabas en la ducha. Max escribió de
nuevo tarde anoche. Dijo que podía conocer a Ella esta tarde. Sugerí el
parque al otro lado de la calle. Hay una zona de juegos para niños y un
parque para perros. Voy a reorganizar mi horario para trabajar desde casa
hoy. Le dije que me enviara un mensaje con la hora, que estaría disponible
tan pronto como pudiera llegar allí.
—Guau. Bueno. ¿Estás nervioso?
Se pasó una mano por el cabello.
—Estoy aterrorizado. Se supone que un hombre no debe mostrar
miedo, pero tengo miedo de que esta niña me mire y empiece a llorar.
—Oh, Dios mío. —Su vulnerabilidad tocó un punto débil dentro de mí.
Me levanté y me arrodillé junto a él. Tomando su mano, le dije—: Ella te
amará, Gray. Los niños tienen un sexto sentido cuando se trata de saber
quién es una buena persona. Y te vi con la hija de Quinn. Te dije que Harper
no es una fanática de los hombres en absoluto, sin embargo, te aceptó.
—La soborné con un regalo que sabía que amaría.
—Tal vez. Pero confía en mí, no habrías recibido ese abrazo si no
tuviera la sensación de que eras una buena persona. Y si lo sabes o no,
fuiste bueno con ella. Eres natural. Cuando hablaste con ella, no bajaste la
mirada. Te miré. Te agachaste y le hablaste al nivel de los ojos. La trataste
como una persona, no como un niño pequeño, y realmente escuchaste
cuando ella habló. Eso es prácticamente todo lo que necesitas para
comenzar. El resto vendrá a ti.
—Nunca he cambiado un pañal en mi vida. Vi videos de YouTube
silenciados anoche después de que te quedaste dormida.
Sonreí.
—Estarás bien. Lo resolveremos. Además, la mayoría de los niños ya
no usan pañales cuando tienen tres años. Así que eso es una cosa menos
de qué preocuparse.
Él había estado mirando nuestras manos unidas, pero sus ojos
196
saltaron a los míos. Su mirada era intensa.
—¿Qué? —dije.
—Dijiste Nosotros.
Mi frente se arrugó.
—Nosotros. Dijiste Nosotros lo resolveremos.
Ni siquiera me había dado cuenta, pero él tenía razón.
—Supongo que lo hice.
Gray empujó su silla hacia atrás y me levantó en su regazo. Ahuecó
mis dos mejillas en sus grandes manos.
—De cualquier cosa que puedas decir para tratar de hacerme sentir
que no iba a arruinar esto, eso me da más esperanza que cualquier otra
cosa. Porque contigo a mi lado, puedo hacer cualquier cosa.
***
***
205
29
Gray
Google se había convertido en mi mejor amigo.
Cómo comunicar en señas “¿cómo estás?”
¿Qué comen los niños de tres años?
Juguetes apropiados para una niña de tres años.
Qué juguetes comprar a una niña de tres años.
Cosas para hablar con una niña de tres años.
206 Cáncer de mama en etapa cuatro.
¿Qué diablos es Yo Gabba Gabba?2
Hoy iría al departamento de Max para pasar tiempo con Ella en casa.
Cuando me sugirió que fuera a su casa, automáticamente quise decir que
no. De ninguna manera quisiera estar atrapado dentro de las mismas cuatro
paredes que tú, incluso si el lugar es del tamaño de un palacio. Pero después
de pensarlo un poco, me di cuenta de que necesitaba ser más flexible y hacer
lo mejor para Ella. Tenía que hacer lo que fuera para ayudarla a abrirse, y
eso probablemente sucedería mejor en su propio terreno, en lugar de hacerlo
en el apartamento de un extraño. Así que no luché contra eso. Mis
sentimientos por Max, mi instinto de lucha, tenían que ocupar un segundo
plano por mi pequeña niña.
Mi pequeña niña.
Era realmente surrealista.
Max había dicho que lo que más le gustaba a Ella era dar largos
paseos. Le encantaba mirar alrededor de la ciudad sentada en el interior de
su cochecito. Así que cuando me detuve en la tienda de juguetes en la calle
***
Caminé durante una buena hora por el paseo marítimo cercano. De
hecho, en algún momento, empecé a trotar, luego a correr, luego a correr lo
más rápido posible. No fue hasta que me incliné, con las manos en las
rodillas jadeando por aire, que me di cuenta de lo que había hecho. Había
necesitado todo de mí para alcanzar la velocidad de la mierda volando por
mi cabeza.
¿Qué diablos estaba mal con Max? ¿No la había amado lo suficiente?
Éramos malditos amigos, socios de negocios. Nunca había tenido una
210 maldita pista de que ella tenía sentimientos por mí. No era como si me lo
hubiera dicho, ni siquiera había hecho ninguna insinuación en ese sentido.
Pensé que nos habíamos casado por capricho, mientras estábamos
borrachos en una celebración de vacaciones en una isla. Fue una broma al
principio, hasta que sugirió que lo intentáramos. Después de un poco,
comencé a instalarme en el arreglo. Parecía conveniente para los dos.
Entonces tal vez no la amaba como un hombre debería amar a una esposa,
¿pero era esa una razón para arruinar mi vida?
Todo este tiempo, cuando reflexioné de nuevo, asumí que ella era pura
maldad. No tenía idea de que era una loca y malvada. Estamos hablando de
Glenn Close, de Atracción Fatal3, una completa locura.
Después de haberme calmado, me di cuenta de que necesitaba
sacarme esta mierda de la cabeza por el bien de mi hija. Ella tenía que ser
mi prioridad ahora. No podía dejar que Max me robara más tiempo. Así que
volví a su casa, respiré hondo y toqué el timbre.
La carita que gritó mi nombre cuando se abrió la puerta me dio fuerzas
para volver a entrar.
***
***
***
***
229
31
Gray
Me tomé mi tiempo caminando hacia la puerta.
Las pequeñas y dulces respiraciones de Ella soplaban en mi mejilla con
cada exhalación mientras su cabeza descansaba en mi hombro. Hace unas
cuantas semanas, nunca hubiera pensado que esta sería mi vida. Si alguien
me hubiera dicho que estaría haciendo tiempo antes de tocar el timbre para
regresar a mi hija a su madre moribunda, les hubiera dicho que estaban
malditamente locos.
Y la locura no habría sido que tuviera una hija, sino que llegara a
querer tanto y tan rápido a una niña que ni siquiera había sabido que existía
no mucho tiempo atrás.
230
Pero Ella era especial. Inteligente, divertida, con una alegría de vivir
que había olvidado que existía, además de —miré hacia su rostro dormido—
adorable, incluso cuando estaba babeando mi camiseta. Todavía estaba
aterrorizado y una parte de mí no podía comprender completamente la
magnitud de lo que sucedería en el futuro cercano, pero lo quería. Quería
encargarme de esta pequeña niña, protegerla de todos los males del mundo
y ser un padre que estuviera ahí para ella. Dicen que los niños aprenden de
ver a sus padres, no por lo que sus padres digan con palabras. Bueno, lo
mismo aplica para los niños que no tienen los mejores modelos a seguir.
Había aprendido de mi padre qué no hacer.
Soy un firme creyente de que todo sucede por una razón. Si hubiera
descubierto que iba a tener un hijo tres años atrás, cuando mi trabajo era
lo más importante en mi vida, podría haber seguido los pasos de mi viejo y
querido padre, dejando que todos los demás criaran a mi hijo, enfocándome
en el dinero y el poder. Pero los años sin nada que hacer excepto pensar me
habían orientado. Las necesidades de Ella vendrían primero... sin importar
qué. También lo harían las de Layla.
Toqué el timbre y esperé para devolver a mi bella durmiente. Después
de unos minutos, toqué por segunda vez. Seguía sin haber respuesta, así
que comencé a buscar mi teléfono en el bolsillo cuando la puerta finalmente
se abrió. Max se veía como mierda en comparación a esta mañana. Y esta
mañana se había visto bastante mal.
—¿Qué está pasando? ¿Estás bien?
Tenía una manta envuelta en su cuerpo.
—Sí. Solo tengo frío. Me quedé dormida en el sillón.
Entrecerré mis ojos
—Afuera hace casi treinta grados. ¿Tienes el aire acondicionado
demasiado alto?
—No. Es un efecto secundario de algunas de mis medicinas. Frío y
somnolencia.
Estiré la mano y toqué su frente. No estaba caliente.
Max intentó sonreír, pero parecía que no tenía la energía. Se hizo a un
lado para que entrara.
—¿Cuánto tiempo ha estado durmiendo?
—Tal vez una media hora. Se quedó profundamente dormida camino a
casa.
—¿Puedes ponerla en su habitación?
—Claro.
231
Llevé a mi princesa a su habitación y la acosté en la cama. Se revolvió,
pero giró sobre su costado y nunca abrió sus ojos. Arropándola, besé su
frente antes de salir de su habitación, intentando no hacer ni un sonido.
Que me importara el bienestar de Max me ocasionaba un montón de
emociones encontradas. Quería pasar de largo junto a ella, donde estaba
sentada en la sala de estar, que me importara tan poco como a ella le había
importado yo mientras estuve pudriéndome en prisión durante tres años.
Pero era humano. Por no mencionar que se encargaba de cuidar a mi hija.
Así que necesitaba asegurarme de que fuera capaz de hacerlo.
—¿Vas a estar bien? —Me paré en el arco entre el pasillo y la sala de
estar.
Antes de que pudiera responder, una tetera silbó.
—No quiero que eso despierte a Ella. —Se puso de pie y entró en la
cocina.
La seguí.
—¿Tienes a alguien que te ayude? ¿Que te cuide?
Sacó la tetera del fuego y la puso en otro quemador.
—No tengo muchos puentes que no haya quemado ya. Tengo a Paula,
que trabaja para mí. Se encarga de cuidar a Ella mientras trabajo.
Sabía que Max era hija única igual que yo; ella y su madre no eran
cercanas. Hasta donde recordaba, tenía una tía en Connecticut con quien
se llevaba bastante bien. ¿Cuál era su nombre? Betty, Betsy... Su apellido
era Potter, y recordaba que era similar al de la autora de esos libros para
niños sobre conejos. Beatrix4. Eso era.
—¿Qué hay sobre Beatrice?
—Murió el año pasado. Un derrame cerebral. —Max abrió un gabinete
y se estiro para alcanzar una taza—. ¿Te gustaría algo de té?
—Lamento escuchar eso. Té, no. Gracias.
Sirvió una taza llena de agua caliente y hundió una bolsita de té.
Girándose, dijo:
—Estaré bien. Todavía puedo manejarla, si eso es lo que te preocupa.
—Puedo llevármela por esta noche si es demasiado.
—No. —Negó con la cabeza y bajó la mirada—. Sabré cuando sea
demasiado. No la pondré en riesgo, aunque quiero pasar con ella tanto
tiempo como sea posible.
Asentí.
233
***
***
***
***
una persona que duerme por un largo período, o a alguien que, por una razón desconocida,
no se entera de lo sucedido.
—¿Por qué me lo debes?
—Tres años de escuchar mi mierda.
—Tu mierda era más interesante que la mía. De hecho, no tengo
ninguna mierda —rio.
—Vamos. Volvamos a la carretera.
No había mucho tráfico, así que nos relajamos mientras viajábamos y
conversábamos. No tardé mucho en ponerme al día con la vida de Rip. Todo
lo que le quedaba era su única hija que vivía en Seattle.
—¿Cómo está tu abogada? —preguntó—. ¿Ya la has atado?
Mi última carta a Rip había sido unos días antes de que todo ocurriera
con Ella y Max. Obviamente, tenía un montón para ponerlo al día. No me
apetecía hablar de ello, pero no había manera de esconderme estando solos
en el auto.
—Es una larga historia —le advertí.
Se recostó en su asiento.
—Tengo unas horas más que matar. Empieza por el principio.
Así que lo hice. El pobre Rip pasó la siguiente hora moviendo la cabeza.
La mayoría de las veces se quedó callado, con algunas respuestas de "tienes
que estar bromeando", hasta que llegué a la parte en la que rompí con Layla.
253
—Nunca te dije por qué mi Laura ya no me habla.
Laura era la hija de Rip. Mis ojos se fijaron en él y volvieron a la
carretera.
—No. Nunca lo mencionaste.
Conocía la historia de por qué lo habían enviado a la cárcel: quiso
ayudar con las cuentas médicas de su nieta, por lo que había usado su
antigua impresora para hacer tarjetas de Seguro Social falsas. Por cien
dólares cada una, había forjado más de mil impostores, mientras enviaba a
su hija el dinero en efectivo de forma anónima. Cuando lo arrestaron, su
hija se dio cuenta y dejó de hablar con él. Él nunca mencionó por qué, y no
presioné.
—La dulce Daniella, que en paz descanse, tenía dieciséis cuando su
corazón empezó a fallar. Dieciocho cuando su condición se volvió demasiado
crítica como para levantarse de la cama. Había tenido una docena de
cirugías desde que nació, y no pudieron arreglarlo. Necesitaba un
trasplante. La mayoría de la gente piensa que hay una gran lista de espera
para los órganos. La hay, pero no la hay. Te registras en tu centro de
trasplantes. Pero puedes registrarte en más de un centro de trasplantes para
tratar de aumentar tus probabilidades de obtener un órgano, lo que se llama
listado múltiple. Pero el seguro médico solo paga por una serie de pruebas,
y luego están los viajes, los hoteles y todo lo que viene con el transporte de
un niño enfermo a un lugar diferente. Necesitas dinero.
—No tenía ni idea.
—Sí. Yo tampoco. Sabía que mi hija no aceptaría el dinero si sabía cómo
lo había conseguido. Así que se lo envié anónimamente. La gente rica hace
eso a veces. Los hospitales los llaman ángeles de la medicina.
—¿Usó el dinero?
Rip miró hacia abajo y negó con la cabeza.
—Daniella había empezado a involucrarse realmente con el grupo de
su iglesia el último año de su vida. Y había hecho muchos amigos en el
hospital de niños, niños que también estaban en las listas de órganos. Ella
no quería que su madre tomara el dinero porque pensaba que el dinero no
debía dar a una persona una ventaja sobre otra. Tenía amigos en la misma
lista que ella que no podían permitirse el lujo de estar en múltiples listas.
Así que mi hija terminó donando el dinero al fondo de niños no asegurados
del hospital.
—Mierda.
—Sí. Laura tuvo que pasar por la pérdida de Daniella sola mientras yo
estaba en prisión por un crimen que no necesitaba cometer. Tarde o
temprano ella volverá a hablarme, espero. Pero está enojada porque no me
254
comuniqué con ella, ni siquiera le pregunté cómo se sentía Daniella acerca
de ser agregada a otras listas. Dice que tomé la decisión por ella, como si
supiera lo que quería. —Se detuvo—. ¿Te suena familiar?
Suspiré.
—Entiendo tu punto de vista. Pero es diferente. Estoy tratando de hacer
lo mejor para Layla.
—Y estaba tratando de hacer lo mejor para Daniella y Laura. Pero no
podemos decidir qué es lo mejor para otros adultos, hijo. Ellos deciden por
sí mismos.
Entendí lo que estaba diciendo. Realmente lo hice. Pero a veces las
personas que amas no hacen lo que es mejor para ellas si eso significa
lastimar a alguien que les importa.
—Déjame preguntarte algo. ¿Lo harías todo de nuevo?
—¿Qué? ¿Meterme en problemas para salvar a mi nieta? Por supuesto.
Pasaría el resto de mi vida en ese agujero de mierda del que me acabas de
recoger si eso significara que podría haber vivido más tiempo. Pero...
hablaría con ella antes de hacerlo esta vez. Tal vez no le cuente mi plan,
pero al menos averiguaría sus deseos. Si lo hubiera hecho, nos habría
ahorrado muchos dolores de cabeza.
Estuvimos callados por un tiempo después de eso. Rip miró por la
ventana, perdido en sus pensamientos y sin duda disfrutando de su nueva
libertad. Hice lo que había estado haciendo durante una toda la semana,
reflexionar sobre mi decisión de terminar las cosas con Layla.
Cuando nos acercamos a la ciudad, Rip dijo:
—No pude conseguir lugar en la Y8 de Queens. Estaban llenos. Tengo
uno en la del Bronx. Puedes dejarme dondequiera que vayas. Tomaré un
tren al Bronx.
Casi había olvidado que no le había contado a Rip los arreglos que
había hecho.
—Te conseguí un lugar.
—Gracias. Pero no puedo quedarme contigo. Necesito valerme por mí
mismo. Tengo suficiente dinero para uno o dos meses.
—No te estaba invitando a quedarte conmigo —bromeé—. Te conseguí
tu propia casa. En Queens. Planta baja de una casa de dos familias, no muy
lejos de donde vivías antes. El primer mes es gratis. Si te gusta el lugar,
podemos ponernos de acuerdo para que trabajes en la casa y ayudes al otro
inquilino aquí y allá a cambio del alquiler.
255 —Eso suena demasiado bueno para ser verdad.
—No has conocido al otro inquilino todavía...
***
267 —Ella, ¿estás diciendo que Gray es listo como tu papá porque quieres
que sea tu papá?
Ella sonrió y puso sus manos sobre su rostro, cubriéndolo como si se
avergonzara. Abrió dos dedos para exponer un ojo y me miró, asintiendo.
Tragué un par de veces para combatir un torrente de lágrimas
inesperadas.
—Ven aquí. —Envolviendo un brazo alrededor de su pequeña cintura,
levanté a Ella del suelo y la subí a mi regazo. Aparté las manos del rostro y
sonreí.
—Me alegra que quieras eso, Ella. Porque soy tu papá. Siento no haber
podido estar aquí cuando eras una bebé, pero te prometo que siempre estaré
aquí de ahora en adelante.
Ella me miró fijamente y luego buscó en su madre algún tipo de
afirmación. Max asintió.
—Puedo llamarte...
Levantó la mano, extendió los cinco dedos y se dio dos golpecitos con
el pulgar en la frente. Me recordó a un pavo. Mi habilidad para el lenguaje
de señas era una mierda, pero me había topado con la palabra papá en mi
primera noche tratando de aprenderlo en línea. Esa se me había quedado
pegada.
—Me sentiría honrado si me llamaras... —Imité la señal y agregué la
palabra con una grieta en la voz—. Papá.
Su sonrisa me emocionó. Pero entonces su dedo índice se acercó a su
labio y parecía estar pensando en algo. Miré a Max, que se encogió de
hombros y esperamos.
—¿Eso significa que voy a vivir contigo y no con mamá?
Negué con la cabeza, pero luego me di cuenta de que algún día sería
el caso, y no quería que mi primer acto como su padre oficial fuera una
mentira. Miré a Max y le di la señal no verbal de: ¿cómo responder a esta
pregunta?
Max tomó la mano de Ella.
—Tienes dos lugares a los que llamar hogar. Uno con mamá y otro con
papá. Y eso es genial porque si uno de nosotros alguna vez necesita... irse...
siempre tendrás un lugar al que llamar hogar.
Se giró hacia mí.
—¿Te vas a ir otra vez?
268 —Nada en el mundo podría hacerme dejarte ahora que voy a ser tu
papá.
Ella sonrió.
—De acuerdo.
—¿Y sabes qué más? —dije.
—¿Qué?
—¿Recuerdas la habitación en la que dormiste en mi casa?
Asintió.
—Esa va a ser tu habitación de ahora en adelante. Así que siempre
tienes un lugar al que llamar hogar cuando estamos juntos. Y te diré algo,
puedes elegir tu propio color de pintura y podemos comprar algunas
decoraciones para que se sienta como tu habitación.
Los ojos de Ella se abrieron de par en par.
—¿Puedo pintarlo de mi color favorito?
—Podemos pintarlo del color que quieras.
Sonrió.
—Mi color favorito es el arco iris, igual que el de Layla.
36
Gray
Después de eso, el día siguió como cualquier otro día con Ella. Nos
detuvimos y recogimos a Pecas, que llevó con él su zapato viejo todo el
camino al Central Park y luego los tres pasamos la tarde mirando maquetas
de barcos. Mientras Ella buscaba a Stuart Little, yo me obsesioné con la cita
de Layla esta noche y recordé que la última vez que estuvimos juntos fue
una tarde muy agradable.
Ella y yo incluso compramos helado al mismo tipo y nos sentamos en
el mismo banco donde los tres habíamos comido la última vez. Debe haber
hecho que Ella pensara también en Layla.
269 Ella lamió el cono mientras el helado de chocolate goteaba por los
dedos por el otro lado.
—¿Puede Layla venir al parque con nosotros la próxima vez?
No creí que debiera explicar que habíamos roto. Hoy ya había
sobrecarga de información.
—No lo sé, cariño.
Ella lamió un poco más.
—¿Mamá y tú están casados?
Tosí mientras tragaba mi helado.
—No, mamá y yo ya no estamos casados.
—Entonces, ¿eso significa que puedes casarte con Layla?
Eso quisiera.
—Eso significa que podría volver a casarme. Técnicamente. tu madre
también podría hacerlo.
—¿Qué significa tecn-icamente?
—Significa que podría pasar, pero no necesariamente va a pasar.
Ella volteó su mano, examinó sus dedos cubiertos de helado derretido
y mojó su punta para lamerlos.
—Como encontrar a Stuart Little ahí fuera.
Me reí.
—Supongo que sí, claro.
—¿Por qué se casa la gente?
Buena pregunta. Llevo años intentando averiguar por qué me casé con
tu madre.
—Se casan porque se aman.
—¿Amas a Layla?
Mierda.
Bueno, esa fue al menos una pregunta a la que pude responder de
todo corazón.
—Sí, cariño, amo a Layla.
Estuvo callada durante mucho tiempo después de eso. Miré un
montón de veces mientras lamía el cono en silencio, sabiendo que las ruedas
de su cabecita giraban rápidamente.
270 —¿Cómo se siente el amor?
Jesús, ella hacia preguntas difíciles.
—Se siente como si hicieras cualquier cosa en el mundo para que esa
persona fuera feliz. Te pone feliz y cálido por dentro.
Ella se río.
—Mi helado me está haciendo sentir fría por dentro. Pero me encanta
el helado.
Terminó su cono y compré una botella de agua para mojar las
servilletas y así poder limpiarle las manos, a pesar de que Pecas parecía más
que dispuesto a ocuparse de ello por nosotros. Pensé que nuestro pequeño
corazón a corazón abierto había terminado.
—¿Te hago sentir feliz y caliente por dentro? —preguntó.
Mi corazón se hinchó.
—Lo haces. Y haría cualquier cosa en el mundo para hacerte feliz.
Me regaló su sonrisa dentuda.
—Eso significa que me amas.
Froté la nariz contra la suya.
—Desde luego que sí. Te amo demasiado, cariño.
Su cara se puso muy seria.
—¿Te quedarás aquí?
—Me voy a quedar para siempre, Ella.
***
272 Mierda.
—Todos ellos.
Empecé por abajo. Palm Court estaba lleno de gente, pero ninguno de
ellos era Layla. Luego fui a The Champagne Bar, aunque también estaba
vacío. Esperé el ascensor al Rose Club, pero me desesperé y fui en busca de
escaleras. Subiéndolas de dos en dos pasé junto al maître mientras él
intentaba ayudarme.
No había rastro de ella en el bar.
Me dirigí a un tramo interior de escaleras, lo que me llevó a una
configuración de sala de estar de gran tamaño. Escaneando la habitación
grande, estaba a punto de pasar a mi siguiente parada cuando vi la parte
superior de la cabeza de una mujer sobre una silla alta y roja en un rincón
privado de la habitación. Estaba sentada sola.
Mi corazón se descontroló. Tenía que ser ella. Al acercarme, me di
cuenta de que no tenía ni idea de lo que iba a decir. Sondeando los muebles,
vi un par de piernas. Piernas preciosas, sexys, espectaculares. Las
reconocería en cualquier parte.
Me detuve detrás de su silla y respiré profundamente antes de dar el
paso.
Layla tenía la cabeza agachada y estaba enviando mensajes de texto
en su teléfono mientras me acercaba. Le tomó unos segundos darse cuenta
de que alguien estaba parado frente a ella. Cuando levantó la mirada,
parpadeó un par de veces.
—¿Gray? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Necesito hablar contigo.
La sorpresa en su rostro se transformó en ira.
—¿Aquí? ¿Ahora? No parecías muy preocupado cuando quería hablar
contigo. —Se puso de pie y cruzó los brazos sobre su pecho—. Haz una cita
el lunes con mi secretaria para lo que necesites.
—No.
Sus cejas se levantaron.
—¿No?
—Esto no puede esperar.
Negó con la cabeza y se acercó. El fuego en sus ojos debería haberme
hecho retroceder, pero en vez de eso me excitó. Me recordó la primera vez
que nos vimos. Su boca me había atraído a ella incluso antes de que me
diera cuenta de lo perfectos que eran sus labios. Esa había sido nuestra
273 regla: absoluta honestidad sin adornos.
Sus manos volaron a sus caderas.
—Tienes pelotas, ¿lo sabías? Me dejas, me descartas como si nunca
hubiera existido y luego apareces aquí mientras espero para cenar y
¿esperas que deje todo y hable contigo?
—No hables. Sólo escucha.
El fuego en sus ojos se encendió. Abrió la boca para decir algo, luego
la cerró y levantó el brazo para mirar su reloj.
—Tienes un minuto.
No podía resistir la tentación de seguir tocándola. Alargando la mano,
acuné su rostro en mis manos. No les dio una bofetada, lo que me pareció
una buena señal.
—Lo jodí. Lo sé. Terminé las cosas porque pensé que era lo mejor para
ti. Hoy me di cuenta de que ni siquiera sabía qué era lo mejor para mí, así
que, ¿cómo demonios podría haber sabido qué era lo mejor para ti?
Su rostro se suavizó.
—Sé que no quieres tener hijos. Hace un mes podría haber dicho lo
mismo. Ambos venimos de familias jodidas. Pero a veces lo inesperado llega
y nos hace darnos cuenta de que nunca supimos lo que queríamos.
—Ni siquiera me preguntaste si quería tener hijos.
Había olvidado que no sabía que había leído su lista. Miré mis pies.
—Cuando estaba buscando menús para llevar, estabas en la ducha.
Vi lo que escribiste.
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Qué escribí? ¿De qué estás hablando?
Tenía la maldita cosa memorizada después de tantas veces de volver
a ponerla en mi mente.
—Nunca seré su prioridad... Me lastimará de nuevo... Nunca quise
tener hijos... Merezco más.
La miré y asentí.
»Sé que mereces más. Te mereces exactamente lo que quieres. Pero tal
vez haya una posibilidad de que lo que quieres pueda cambiar.
Los ojos de Layla parecieron desenfocarse por un minuto, como si
estuviera buscando algo. Entonces se formó una mirada de reconocimiento.
274
—¿Leíste uno de mis cuadernos?
—No fue intencional. Pero sí, lo hice.
—¿Y por eso rompiste conmigo? ¿Por la lista?
Negué con la cabeza.
—Debería haber hablado contigo de ello.
—Sí. Debiste hacerlo. ¿Sabes por qué?
Asentí.
—Porque no tenía derecho a tomar una decisión por ti.
—Eso es cierto. Pero también me habría dado la oportunidad de
decirte que lo que leías no era sobre ti.
—¿Qué?
—Así es. Me gustaría tener hijos algún día. Si me hubieras preguntado,
te lo habría dicho. Lo que leíste fue una lista que hice hace quince años,
sobre si debía perdonar a mi padre.
La miré con incredulidad.
Marcó la lista con una cruz en los dedos.
—Nunca seré su prioridad. Saldré lastimada de nuevo. Nunca quiso
tener hijos. Me merezco más. Creo que eso fue escrito cuando no se presentó
a la ceremonia de graduación de mi escuela secundaria después de haber
prometido que estaría allí. Si mal no recuerdo, también había algo de que
no era de fiar. Porque no lo era. Nunca.
Me pasé una mano por el cabello.
—Jesucristo. ¿Hablas en serio?
—Basado sólo en eso, te alejaste de mí. ¿Sin luchar?
—Max dijo que cuando hablaste con ella...
Layla levantó una mano.
—Ni siquiera termines esa frase.
Mierda.
Levantó la muñeca y miró su reloj.
—Cinco segundos. ¿Algo más?
Mierda.
Era ahora o nunca. Extrañé todo sobre esta mujer. Desde la forma en
que olía, pasando por la actitud que me daba, hasta la sensación cálida que
275 tenía en el pecho al estar cerca de ella de nuevo. Mis ojos se posaron sobre
su nariz y me di cuenta de que no se había cubierto las pecas. Me dio el
valor que necesitaba para poner mi corazón en juego.
—Te amo. Nunca he estado más seguro de nada en mi vida. Te amo,
Layla. Estamos destinados a estar juntos. Ambos lo supimos desde el primer
día. Amarte es como respirar; no puedo parar.
Sus fruncidos labios se inclinaron hacia arriba, pero luego volvieron
a caer.
—Me lastimaste, Gray. Dos veces. No puedo pasar por eso otra vez.
—Lo sé. Y si me dejas tener otra oportunidad, te prometo que te
compensaré. No volveré a dudar de las cosas entre nosotros. No puedo. No
puedo. Porque quiero envejecer contigo, pecas. Ambos crecimos mirando las
relaciones de nuestros padres y no queriendo repetir lo que vimos. Ella
crecerá queriendo lo que ve que tenemos. Podemos romper el ciclo y hacerlo
bien.
Las lágrimas llenaron sus ojos.
—Tengo miedo, Gray.
—¿Me amas?
Asintió.
—No podía seguir adelante después de que nos separamos la primera
vez porque no sabía cómo dejarlo ir. Todavía no lo hago.
—Entonces no lo hagas, cariño. Sólo aguanta un poco. Y haré lo
mismo. —Mi pulgar atrapó una lagrima que caía.
—Extraño a Ella —dijo.
Era mi turno de ahogarme. Lo único que me hizo más feliz que
escuchar que me amaba, era escuchar que también amaba a mi hija.
—Quiere pintar su habitación de mi casa de arco iris.
Layla sonrió.
—Podemos hacer eso. Cuando era niña, siempre quise paredes
blancas con un gran arco iris pintado.
Ella dijo nosotros. Rocé mis labios contra los suyos. Cuando no me
detuvo, seguí adelante. Lamí sus labios, instándola a que la abriera y gimió
en mi boca. El beso fue más apasionado que cualquier cosa que hayamos
compartido. Tanta emoción acumulada entre nosotros que era imposible no
sentir la quemadura. La envolví en mis brazos, sosteniéndola contra mí. El
olor de su perfume y el sabor de su dulce beso me habían hecho perder
noción hasta de dónde estaba. Cuando la levanté en el aire, queriendo
envolverme con sus piernas y ponerla contra la pared más cercana, Layla
276 recobró el sentido común.
—Gray…
—¿Mmmm? —Jalé su cabello y mi boca empezó a explorar su cuello.
—Estamos en un lugar público.
Mordisqueé su oreja.
—Baño. ¿Dónde está el baño más cercano?
Se rio. El sonido era mejor que cualquier melodía para mis oídos.
—No creo que debamos ir al baño. Pero... estamos en un hotel.
—Demonios, sí. —A regañadientes, la dejé ir, pero sólo para salir
corriendo del bar y dirigirme a la recepción. Prácticamente tuvo que correr
con los tacones para seguirme el ritmo. Esas cosas definitivamente se
quedarían puestas.
Gracias a Dios, el hotel tenía una habitación.
Una vez que estuvimos en el ascensor, finalmente pude presionarla
contra la pared. Agarré su trasero y guie sus piernas por mi cintura, a
ninguno de los dos nos importó que llevara un vestido. Luego chupé su
clavícula y le dije todas las cosas que no podía esperar para hacerle.
—No puedo esperar a estar dentro de ti. Me importa un carajo que sea
primitivo y chovinista. Quiero marcar cada parte de tu cuerpo como mía.
Voy a dejar marcas de mordeduras en tus muslos antes de chuparte el coño
y que te vengas en mi boca. Voy a venirme en tu dulce coño y luego en tu
boca. Cuando termine, te doblaré sobre la cama y te follaré con mis dedos
hasta que también ruegues por mi polla.
—Dios, Gray.
Las puertas del ascensor se abrieron y una pareja que parecía
asustada nos obligó a separarnos. Por suerte, era nuestro piso.
Nuestra única pausa fue para entrar en la habitación del hotel como
adolescentes cachondos. Y eso fue sólo porque no podía decidir dónde quería
follarla la primera vez, contra la puerta, en el costoso escritorio de la esquina
de la habitación, o en la lujosa cama king. Pero el brazo del sofá tenía la
altura perfecta para doblarla... A la cama. La cama tiene que ser lo primero.
De alguna manera me las arreglé para quitarnos la ropa mientras
manteníamos nuestras lenguas enredadas. Me eché para atrás para mirarla
cuando estaba desnuda. Su cabello negro se extendía sobre la ropa de cama
blanca y su cuerpo naturalmente bronceado tenía un brillo de sudor que
quería lamer de pies a cabeza. Pero su belleza me mantuvo ahí parado,
mirándola.
277 —Tú eres... —Me quedé sin palabras—. Quiero decir hermosa, pero
no parece suficiente. Eres... el amor de mi vida.
Levantó la mano, extendiéndola hacia mí. Besé la parte superior y la
palma de su mano antes de enredar nuestros dedos y trepar por encima de
ella. Tirando de nuestras manos unidas sobre su cabeza, alineé mi polla con
su entrada resbaladiza. Frotando hacia arriba y hacia abajo, la sensación
de su calor húmedo fue casi suficiente para hacerme correr.
Tomé su boca en un beso mientras empujaba hacia adentro. Mis
brazos temblaban mientras me estabilizaba.
—Te amo, Layla.
—Yo también te amo, Gray. —Sonrió y envolvió sus piernas alrededor
de mis caderas.
Quería quedarme aquí, decirle más sobre lo que sentía por ella, pero
el impulso de moverme era demasiado grande. Me deslicé hacia adentro y
hacia afuera, chupando cada parte de su cuerpo; sus tetas, su garganta y
sus deliciosos labios. Pero cuando nuestros ojos se bloquearon, empezamos
a hacer el amor. Amor real, verdadero, crudo y dolorosamente bello. Como
nada que yo haya experimentado.
Quería seguir avanzando despacio, conservar este momento en el
tiempo y no abandonarlo nunca, pero cuando tu mujer pronuncia las
palabras “Vente dentro de mí. Por favor, vente dentro de mí” cualquier
oportunidad de ser lento y constante se fue por la ventana.
Mi ritmo se aceleró y cuando apretó sus piernas alrededor de mi
cintura, me hundí profundamente, rozando contra el lugar que tanto
amaba. Sus ojos se giraron hacia atrás en su cabeza y gimió.
—Eso es todo. Vente para mí, nena. Voy a llenar tu coño... Voy a
venirme tan duro...
Su cuerpo se apretó y empezó a tener espasmos a mi alrededor. Dijo
mi nombre en una mezcla de gemidos y gritos mientras juntos montamos
su ola. Cuando empezó a bajar, me apresuré y la follé aún más fuerte.
Nuestros cuerpos golpeándose entre sí era el sonido más erótico que jamás
había oído. Me enterré tan profundo y estaba tan abierta para mí, que mis
bolas empezaron a golpear entre sus nalgas. Incapaz de contenerme más,
me vine entrando largo y profundo dentro de ella.
Nos tomó mucho tiempo recuperar el aliento. La llevé conmigo, me
acosté de espaldas con ella sobre mí. Su cabeza descansaba sobre mi
corazón.
—Tu corazón late tan rápido.
278
—Eso es lo que me haces.
Sentí su sonrisa contra mi pecho mientras acariciaba su cabello
húmedo.
Unos minutos más tarde, giró la cabeza y apoyó la barbilla en su mano
para mirarme.
—Mierda. Necesito hacer una llamada.
Mi cuerpo se tensó. La única persona a la que podría tener que llamar
en este momento sería a su cita. Mis brazos se envolvieron a su alrededor y
afirmé mi agarre. Lógico o no, estaba celoso del hombre al que había dejado
plantado esta noche por el mero hecho de que casi había salido con él.
—¿Podríamos al menos esperar a que mi polla se desinfle antes de que
te levantes para llamar a otro hombre?
Sus cejas se fruncieron.
—¿Otro hombre? ¿De qué estás hablando?
—¿No ibas a llamar a tu cita y disculparte por haberlo dejado
plantado?
Levantó la cabeza.
—Espera. ¿Cómo sabías que estaba aquí esta noche?
—Etta me lo dijo.
Layla empezó a reírse.
—¿Qué es tan gracioso?
—Etta. Nos engañó a ambos. Se supone que tengo que encontrarme
con ella para cenar aquí esta noche. Me dijo una historia sobre cómo se
encontró con su esposo aquí y dijo que regresaban todos los años en su
aniversario; cómo cuando era niña siempre pensó que el lugar era mágico y
luego cuando se encontró con el hombre con el que se casó aquí, eso lo
confirmó.
—Recuerdo vagamente que hace años. Ambos se disfrazaban y venían
aquí todos los años.
—Así que no fue que de repente te diste cuenta de que me amabas y
no podías vivir sin mí, fueron más bien los celos los que te sacaron de tu
trasero para tratar de ganarme de nuevo.
—¿Importa lo que haya costado?
—Normalmente eres una persona celosa, ¿no?
—Sólo soy celoso cuando la gente toca lo que es mío, cariño.
279 —Pero no era tuya cuando pensaste que había hecho planes para una
cita con un hombre esta noche.
Me agaché y saqué a Layla de mi pecho, de manera que estuviésemos
frente a frente.
—Has sido mía desde el día que nos conocimos. Puede que no siempre
hayamos estado juntos, pero eso no te hizo menos mía.
Epílogo
Layla
Dos años después
Volví a casa para encontrar algo poco común: una casa tranquila.
Cuando salí esta mañana para desayunar con mi padre y mi media
hermana, la casa ya era un caos. Gray y Ella estaban en el patio a las ocho
de la mañana, trabajando en el jardín del infierno. Pecas había rodado en la
pila de estiércol que habían planeado esparcir hoy en un lado del patio y
luego se empapó gracias al aspersor en el otro.
Nada como tomar un café con el olor a mierda de vaca y perro mojado
antes de ir a compartir una comida con dos personas que todavía me ponían
280
nerviosa.
Hace unos meses, salí con Ella y me encontré otra vez con mi media
hermana, Kristen. Se auto invitó a almorzar con nosotras y cuando
terminamos, me di cuenta de que la había pasado muy bien. Había abierto
una puerta que creía que estaba permanentemente cerrada y desde
entonces nos hemos estado tomando las cosas con calma.
Dejé caer mi bolso en la mesa de café de la sala de estar y salí al patio
trasero. Tampoco había nadie allí, pero no pude evitar reírme de la locura
que vi.
La casa que habíamos comprado en Brooklyn hace seis meses estaba
a unas cuadras de donde Ella había vivido con su madre. Me había
enamorado del vecindario durante el año y medio que habíamos visitado con
frecuencia al recoger a Ella. Max había sorprendido a todos, incluyendo a
los médicos y vivió dieciocho meses más en lugar de los tres a seis que le
habían dicho que era probable. Algunas partes de ese largo viaje estaban
pavimentadas con duras y frecuentes hospitalizaciones y dolores de cabeza
para Ella a medida que se hacía mayor y empezaba a darse cuenta de lo que
estaba pasando.
Ella había experimentado tantos cambios, que parecía una cosa
menos con la que tendría que lidiar si nos quedábamos en el vecindario con
el que ya estaba familiarizada.
Así que, compramos una hermosa y vieja casa de piedra rojiza con un
pequeño patio en una calle llena de árboles y decidimos llamarla nuestra
casa en Brooklyn. Ella se había cerrado por un tiempo después de la muerte
de su madre y Gray estaba desesperado por conectarse con ella. Ambos lo
estábamos. Les sugerí que tal vez los dos deberían idear un proyecto en el
que trabajar, lo que les daría una razón para pasar tiempo juntos. Gray
había sacado los planos del jardín de su madre, el que nunca habían tenido
la oportunidad de plantar juntos y había volado a California para plantar
alrededor de su parcela funeraria.
Miré alrededor de nuestro patio. En una esquina estaba el jardín de
su madre, completo con todos los árboles, flores y plantas que había
diseñado hace veinticinco años. Ese proyecto había hecho que Ella saliera y
Gray quería seguir adelante. Así que los dos habían decidido diseñar su
propio jardín, como lo había hecho con su madre cuando era pequeño.
Habían pasado diseñándolo la mayoría de las noches durante más de
un mes. Los fines de semana, habíamos caminado por los viveros y los
espectáculos de jardinería, lo que con frecuencia nos llevó a rediseñar los
planes. Ahora estaban en la fase tres de la plantación. Ni siquiera quería
281 saber el valor de todo lo que se ha plantado en este loco jardín. Estaba
bastante segura de que teníamos al menos un auto aquí atrás. Pero lo que
le había dado a Gray y Ella, no podías ponerle precio. Su curación y sus
lazos afectivos valían cualquier cantidad de dinero.
Eché otro vistazo a la jungla y volví a entrar. ¿Dónde estaban todos?
Me di cuenta de que ni siquiera Pecas estaba por aquí. Su confiable zapato
estaba sobre su cama de perro, no el original por supuesto. El mocasín
desgastado de su antiguo dueño, que había llevado consigo durante casi dos
años, estaba ahora enterrado en nuestro patio. Alrededor de una semana
después de que Ella se había mudado, Gray y yo lo atrapamos poniendo su
mocasín para que descansara cerca del gran árbol en el medio del patio. Esa
noche, había robado una de las zapatillas con luces de Ella y eso fue todo.
Su viejo zapato había sido finalmente reemplazado. Estos días rara vez
viajaba sin el zapato de Ella.
Subí a cambiarme y me detuve en la puerta de Ella para apagar la luz.
Las paredes blancas con un enorme arco iris nunca dejaban de hacerme
sonreír. Hace unos meses le leí Stuart Little en la cama por lo menos por
centésima vez, y me preguntó si su mamá podía ver el arco iris desde arriba.
Le dije que creía que podía. Dios sólo pone arco iris en el cielo después de
una tormenta, y siempre pensé que era para recordarnos que las cosas
volverán a brillar.
Apagué la luz de la habitación de Ella y me dirigí a nuestra habitación.
El segundo piso de la casa podía calentarse durante el día, especialmente
en nuestra habitación, ya que mi novio loco había aislado doblemente las
cuatro paredes con aislamiento acústico cuando volvimos a hacer el piso de
arriba. El hecho de que ahora fuéramos padres de tiempo completo no
significaba que Gray se lo tomara con calma en el dormitorio por la noche.
Entré en nuestro armario y cambié la ropa por una camiseta sin
mangas y pantalones cortos. Al salir, noté algo en el medio de la cama.
Un cuaderno rojo en espiral. En la portada, con la letra masculina y
tajante de Gray, había escrito Cuaderno de pros y contras de Gray. Me reí y
me senté para ver qué estaba tramando.
Al igual que mis libros, la página estaba dividida en pros y contras
con una línea de pluma en el medio. Su lista no tenía un encabezado en la
parte superior, así que traté de desentrañar el misterio.
La lista de pros era enorme, y la primera entrada me dejó
boquiabierta.
Polla grande.
No pude descifrar de qué se trataban las siguientes.
Mando a distancia.
282 Café programado.
Tomates cherry frescos.
Rip y Etta. ¿En serio?
¿Qué demonios estaba tramando este loco? Seguí leyendo la lista.
Lengua mágica.
El amor de mi vida.
Arco iris.
La lista seguía y seguía y ocupaba casi todo el anverso y el reverso de
una página. La última entrada hizo suspirar a mi corazón.
Porque tiene la otra mitad de mi corazón, y juntas nuestras almas laten
como una sola.
Había estado tan absorta en entender la lista que no había oído a
nadie entrar. La voz grave de Gray me hizo saltar de la cama, y el cuaderno
se fue volando por los aires.
—¿Fisgoneando?
—Dios, Gray. —Sostuve mi mano sobre mi corazón, que se sentía
como si se saliera de mi pecho—. Me has dado un susto de muerte.
Se quedó en la puerta, llenándola con su imponente figura. Sus brazos
se extendieron sobre su cabeza agarrándose a la parte superior. Todo lo que
necesitaba era una mirada a la sexy media sonrisa en su rostro y supe que
estaba tramando algo malo. El latido entre mis piernas esperaba que lo que
fuera, sucediera en esta habitación.
Sus ojos apuntaron al cuaderno que estaba en el suelo.
—¿Lo resolviste?
—Sí, creo que sí. El título de la lista es Gray está loco.
Su labio tembló y entró en la habitación. Tomó el cuaderno y me lo
dio.
—¿Por qué no lo hacemos juntos?
Me di cuenta de que Ella no había entrado en la habitación.
—¿Dónde está Ella?
—Con los abuelos por esta noche.
Traducción: con Etta y Rip.
Ella había empezado a llamarlos abuelos hace un año. La habían
llevado a pasar la noche varias veces por nosotros, una vez cuando tuvimos
que salir de la ciudad para una reunión de negocios juntos, y otra vez la
283 noche en que Gray me pidió que me mudara con él.
—¿Me dijiste que se la llevaban y me olvidé?
Negó con la cabeza.
—No. Pensé que podríamos hablar sin interrupciones. También tienen
a Pecas.
A mi cuerpo le encantaba pensar en una noche entera a solas con
Gray.
—¿De qué quieres hablar?
Sus ojos volvieron a apuntar a la lista.
—Empieza a leer.
Estaba intrigada, por no decir más. Bajando la mirada, leí el primero.
—¿Polla grande?
—Diría que está por encima de la media, ¿tú no?
—¿Entonces esto se refiere a tu anatomía?
—Por supuesto.
Me reí.
—¿Mando a distancia?
Se sentó en la cama.
—¿Sabes cómo funciona?
—No.
—Bueno, yo sí.
Fruncí las cejas.
—Está bien...
Volvió a mirar la lista.
—Sigue adelante.
—¿Café programado?
—¿Qué tan importante es el café para ti cuando te despiertas?
—¿Qué tan importante es el número uno en tu lista para ti? —dije.
Ese labio sexy tembló de nuevo.
—Sigue adelante.
Bajé la mirada.
—¿Tomates cherry frescos?
284
—Son buenos del jardín del infierno, ¿no es así?
—Mmmm. Como comer bolas de azúcar.
Continuando con el rompecabezas.
—¿Rip y Etta?
—¿Cuánto tiempo llevan casados?
—No lo sé. ¿Unos meses?
Rip y Etta se habían reunido en secreto como pareja a las pocas
semanas de que Rip se mudara. Esa parte no nos había impresionado. Eran
dos gotas de agua. Pero nos habíamos sorprendido cuando Rip se lo
propuso. Si se volviera a casar, perdería parte de las prestaciones de
supervivencia que recibía de la pensión de su esposa fallecida. Cuando
mencionamos eso, dijo que estaba completamente consciente y que prefería
estar quebrado y hacer de Etta una mujer honesta que tener algo de dinero
en el bolsillo, aunque ya no tenían que preocuparse por el dinero.
Gray les había regalado la casa en la que vivían como regalo de bodas.
Bueno, ese y el otro regalo sorpresa que había preparado. De alguna manera
Gray había convencido a la hija de Rip para que viniera a su boda. Rip había
llorado como un bebé cuando la vio entrar. Y el resto de nosotros no pudimos
evitar seguir su ejemplo.
Gray miró la lista.
—Más vale que la próxima sea auto explicativa.
Lengua mágica.
Me moví en mi asiento y sonreí.
La siguiente era El amor de mi vida.
—¿Me amas? —dijo.
—Por supuesto. Más que nada.
—Sigue adelante.
—¿Arco iris?
—¿Qué me dijiste cuando terminamos de pintar la habitación de Ella
con ese arco iris gigante como sorpresa? —Lo recordaba.
—Dije que eras el arco iris de mi vida. Despejaste el camino para que
dejara de llover.
Tomó mi mano y la apretó. Juntos repasamos el resto de la lista de
pros.
285
—¿Ya lo descifraste? —preguntó.
—Tal vez necesite leer las contras.
Sólo había una cosa en la lista de contras. Lo leí en voz alta.
—Atascada conmigo para siempre.
Gray se puso de pie. Se arrodilló y me tomó la mano.
—Quería estar preparado por si necesitabas debatirlo antes de
responderme. Conocimientos de cómo usar el control remoto y programar la
cafetera, la lengua mágica, Rip y Etta venciéndonos a llegar al altar... son
sólo algunas de las interminables razones por las que deberías casarte
conmigo.
Metió la mano en su bolsillo y sacó una hermosa caja. Abriéndola,
reveló el anillo de compromiso más increíble que jamás había visto. La
piedra central tenía que ser de tres o cuatro quilates, y había dos piedras a
cada lado, cada una lo suficientemente grande como para ser un anillo de
compromiso por sí sola.
—Cuando le dije a Etta que planeaba pedirte que te casaras conmigo
y que quería incorporar la piedra del anillo de mi madre en el escenario,
insistió en que también tomara su anillo de bodas original y usara esa piedra
en el diseño. Así que este anillo está hecho de tres piedras de las mujeres
más increíbles de mi vida. La piedra grande en el centro es sólo para ti. Y
los de los lados son la de mi madre y la de Etta. Mientras trabajaba con el
joyero en el diseño, me di cuenta de que también era simbólico tener tres
piedras, porque llevas a dos de nosotros, a mí y a Ella.
Las lágrimas caían por mi rostro. Miré nuestras manos juntas y noté
que las de Gray estaban temblando. El hombre nunca mostraba sus nervios.
—Es hermoso, Gray. Ni siquiera sé qué decir.
—Podría haber reforzado un poco la lista de pros a mi favor. Y la única
contra, que te quedarías conmigo para siempre, podría superar las dos
páginas de los pros. Pero si aceptas ser mi esposa, te prometo que todos los
días trabajaré para añadir algo nuevo a esa lista de pros. Podría decir que
me devolviste la fe en el amor. Pero hiciste más que eso, Layla. Me trajiste
de vuelta a la vida. Así que, por favor, cásate conmigo. Por favor, dime que
pasarás el resto de tu vida como mi esposa.
Estaba tan emocionada que apenas podía pronunciar las palabras.
—Sí. Sí. Dios, sí.
Gray tomó mi rostro en sus manos, ahuecó mis mejillas y me besó
suavemente en los labios.
—Casi lo olvido. Le dije a Ella que hoy te iba a pedir que fueras mi
286 esposa y me dijo que te dijera algo.
—¿Qué?
Gray se inclinó hacia atrás y colocó el pulgar contra la mano, abriendo
los dedos de par en par.
—Mami —dijo—. Dejará de llamarte Layla y te llamará mami, si te
parece bien.
Las lágrimas de felicidad inundaron mis ojos después de eso. Agarré
a Gray en un abrazo y no lo dejé ir por mucho tiempo. Era bueno que me
hubiera hecho la lista, porque enlistar todas las razones por las que debería
casarme con este hombre podría haber llevado años y muchos cuadernos.
Pero al final, sólo necesitaba una verdad en la lista de pros: Cada pedazo de
mí amaba cada pedazo de él.
Sorbí las lágrimas.
—Cometiste un error en tu lista pros, señor Westbrook.
Alejó un mechón de cabello de mi mejilla y sonrió.
—Ah, ¿sí? ¿Cuál, Pecas?
—Atrapada para siempre contigo está en el lado equivocado de la
página.
Sobre la autora
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Vi Keeland, autora número uno en las listas de best seller del New York
Times, Wall Street Journal y USA Today.
Con millones de libros vendidos, sus títulos aparecen en más de cien
listas internacionales y han sido traducidos a veinticinco idiomas. Vive en
Nueva York con su esposo y sus tres hijos, mientras vive su propio felices
para siempre con el niño que conoció cuando tenía 6 años.
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