TAreas de La Catequesis
TAreas de La Catequesis
TAreas de La Catequesis
CAPITULO III
«Que toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre » ( Fil 2,11).
77. Clarificado el lugar que ocupa la catequesis dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia,
así como sus relaciones con los demás elementos de la evangelización y con otras formas del
ministerio de la Palabra, en este capítulo se trata de reflexionar de manera específica sobre:
– las tareas mediante las cuales procura esta finalidad, y que constituyen sus objetivos más
inmediatos;
78. La catequesis es una acción esencialmente eclesial. (229) El verdadero sujeto de la catequesis
es la Iglesia que, como continuadora de la misión de Jesucristo Maestro y animada por el
Espíritu, ha sido enviada para ser maestra de la fe. Por ello, la Iglesia, imitando a la Madre del
Señor, conserva fielmente el Evangelio en su corazón, (230) lo anuncia, lo celebra, lo vive y lo
transmite en la catequesis a todos aquellos que han decidido seguir a Jesucristo.
– La Iglesia, en efecto, transmite la fe que ella misma vive: su comprensión del misterio de Dios
y de su designio de salvación; su visión de la altísima vocación del hombre; el estilo de vida
evangélico que comunica la dicha del Reino; la esperanza que la invade; el amor que siente por la
humanidad y por todas las criaturas de Dios.
80. « El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en
intimidad con Jesucristo ». (236)
81. La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo
aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre, que le
había enviado al mundo y con el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con la Iglesia, su
Cuerpo, por la cual se entregó; con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir.
82. La catequesis es esa forma particular del ministerio de la Palabra que hace madurar la
conversión inicial hasta hacer de ella una viva, explícita y operativa confesión de fe: « La
catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe ». (240)
El Concilio Vaticano II expresó así estas tareas: « La formación catequética ilumina y robustece
la fe, alimenta la vida según el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participación del
misterio litúrgico y alienta a la acción apostólica ». (251)
–Propiciar el conocimiento de la fe
El que se ha encontrado con Cristo desea conocerle lo más posible y conocer el designio del
Padre que él reveló. El conocimiento de los contenidos de la fe ( fides quae ) viene pedido por la
adhesión a la fe ( fides qua ). (252) Ya en el orden humano, el amor a una persona lleva a
conocerla cada vez más. La catequesis debe conducir, por tanto, a « la comprensión paulatina de
toda la verdad del designio divino », (253) introduciendo a los discípulos de Jesucristo en el
conocimiento de la Tradición y de la Escritura, que es la « ciencia eminente de Cristo » ( Flp
3,8). (254) Este profundizar en el conocimiento de la fe ilumina cristianamente la existencia
humana, alimenta la vida de fe y capacita también para dar razón de ella en el mundo. La
«entrega del Símbolo », compendio de la Escritura y de la fe de la Iglesia, expresa la realización
de esta tarea.
En efecto, « Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica ». (255)
La comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en los sacramentos y,
particularmente, en la Eucaristía. LaIglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles
cristianos a aquella participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza de la liturgia
misma y la dignidad de su sacerdocio bautismal. (256) Para ello, la catequesis, además de
propiciar el conocimiento del significado de la liturgia y de los sacramentos, ha de educar a los
discípulos de Jesucristo « para la oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada,
el sentido comunitario, la captación recta del significado de los símbolos... »; (257) ya que todo
ello es necesario para que exista una verdadera vida litúrgica.
–Enseñar a orar
La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el carácter orante y contemplativo que
tuvo el Maestro. Aprender a orar con Jesús es orar con los mismos sentimientos con que se
dirigía al Padre: adoración, alabanza, acción de gracias, confianza filial, súplica, admiración por
su gloria. Estos sentimientos quedan reflejados en el Padre Nuestro, la oración que Jesús enseñó a
sus discípulos y que es modelo de toda oración cristiana. La «entrega del Padre Nuestro » , (262)
resumen de todo el Evangelio, (263) es, por ello, verdadera expresión de la realización de esta
tarea. Cuando la catequesis está penetrada por un clima de oración, el aprendizaje de la vida
cristiana cobra toda su profundidad. Este clima se hace particularmente necesario cuando los
catecúmenos y los catequizandos se enfrentan a los aspectos más exigentes del Evangelio y se
sienten débiles, o cuando descubren —maravillados— la acción de Dios en sus vidas.
a) La vida cristiana en comunidad no se improvisa y hay que educarla con cuidado. Para este
aprendizaje, la enseñanza de Jesús sobre la vida comunitaria, recogida en el evangelio de Mateo,
reclama algunas actitudes que la catequesis deberá fomentar: el espíritu de sencillez y humildad
(« si no os hacéis como niños... » [ Mt 18,3]); la solicitud por los más pequeños (« el que
escandalice a uno de estos pequeños... » [ Mt 18,16]); la atención preferente a los que se han
alejado (« ir en busca de la oveja perdida... » [ Mt 18,12]); la corrección fraterna (« amonéstale a
solas tú con él... » [ Mt 18,15]); la oración en común (« si dos se ponen de acuerdo para pedir
algo... » [ Mt 18,19]); el perdón mutuo (« hasta setenta veces siete... » [ Mt 18,22]). El amor
fraterno aglutina todas estas actitudes (« amaos unos a otros como yo os he amado » [ Jn 13,34]).
Las actitudes evangélicas que Jesús sugirió a sus discípulos, cuando les inició en la misión, son
las que la catequesis debe alimentar: buscar la oveja perdida; anunciar y sanar al mismo tiempo;
presentarse pobres, sin oro ni alforja; saber asumir el rechazo y la persecución; poner la confianza
en el Padre y en el apoyo del Espíritu Santo; no esperar otro premio que la dicha de trabajar por
el Reino. (271)
– Todas las tareas son necesarias. Así como para la vitalidad de un organismo humano es
necesario que funcionen todos sus órganos, para la maduración de la vida cristiana hay que
cultivar todas sus dimensiones: el conocimiento de la fe, la vida litúrgica, la formación moral, la
oración, la pertenencia comunitaria, el espíritu misionero. Si la catequesis descuidara alguna de
ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento.
– Cada una de estas tareas realiza, a su modo, la finalidad de la catequesis. La formación moral,
por ejemplo, es esencialmente cristológica y trinitaria, llena de sentido eclesial y abierta a su
dimensión social. Lo mismo ocurre con la educación litúrgica, esencialmente religiosa y eclesial,
pero también muy exigente en su compromiso evangelizador en favor del mundo.
– Para realizar sus tareas, la catequesis se vale de dos grandes medios: la transmisión del mensaje
evangélico y la experiencia de la vida cristiana. (275) La educación litúrgica, por ejemplo,
necesita explicar qué es la liturgia cristiana y qué son los sacramentos, pero también debe hacer
experimentar los diferentes tipos de celebración, descubrir y hacer amar los símbolos, el sentido
de los gestos corporales, etc... La formación moral no sólo transmite el contenido de la moral
cristiana, sino que cultiva activamente las actitudes evangélicas y los valores cristianos.
Como indicaba el Directorio de 1971, « interesa en gran manera que la catequesis conserve esta
riqueza de aspectos diversos, con tal de que un aspecto no se separe de los demás, con detrimento
de ellos ». (278)
88. La fe, impulsada por la gracia divina y cultivada por la acción de la Iglesia, experimenta un
proceso de maduración. La catequesis, al servicio de ese crecimiento, es una acción gradual. La
catequesis apropiada está dispuesta por grados. (279)
– el tiempo de purificación e iluminación , (283) que proporciona una preparación más intensa a
los sacramentos de la iniciación, y en el que tiene lugar la « entrega del Símbolo » (284) y la «
entrega de la Oración del Señor »; (285)
89. Estas etapas, llenas de la sabiduría de la gran tradición catecumenal, inspiran la gradualidad
de la catequesis. (287) En la época de los Padres de la Iglesia, en efecto, la formación
propiamente catecumenal se realizaba mediante una catequesis bíblica , centrada en la narración
de la Historia de la salvación; la preparación inmediata al Bautismo, por medio de una catequesis
doctrinal , que explicaba el Símbolo y el Padre nuestro, recién entregados, con sus implicaciones
morales; y la etapa que seguía a los sacramentos de la iniciación, mediante una catequesis
mystagógica , que ayudaba a interiorizarlos y a incorporarse en la comunidad. Esta concepción
patrística sigue siendo un foco de luz para el catecumenado actual y para la misma catequesis de
iniciación.
Ésta, por ser acompañamiento del proceso de conversión, es esencialmente gradual; y, por estar al
servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo, es eminentemente cristocéntrica.
90. Dado que la « misión ad gentes » es el paradigma de toda la acción misionera de la Iglesia, el
catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora.
(288) Por ello, es conveniente subrayar los elementos del catecumenado que deben inspirar la
catequesis actual y el significado de esta inspiración.
Antes hay que decir, sin embargo, que entre los catequizandos (289) y los catecúmenos y entre la
catequesis posbautismal y la catequesis prebautismal , respectivamente, hay una diferencia
fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos por los
primeros, los cuales « han sido ya introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el
Bautismo. Por tanto su conversión se funda en el Bautismo recibido, cuya virtud deben
desarrollar después ». (290)
91. Supuesta esta diferencia esencial, se consideran ahora algunos elementos del catecumenado
bautismal, que deben ser fuente de inspiración para la catequesis posbautismal:
– El catecumenado bautismal está impregnado por el misterio de la Pascua de Cristo . Por eso, «
conviene que toda la iniciación se caracterice por su índole pascual ». (293) La Vigilia pascual,
centro de la liturgia cristiana, y su espiritualidad bautismal, son inspiración para toda la
catequesis.