Leyendas

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Leyendas

El Sisimite

El Sisimite es otra de las versiones de las criaturas gigantes


que aparecen de la nada y desaparecen del mismo modo.

Este monstruo también es llamado Itacayo y deambula por las


altas montañas buscando las más remotas cavernas para
habitar. Estos monstruos secuestran a las mujeres y se las
llevan a sus cuevas. Se dice que de esta unión nacen hombres-
simio.

Esta historia es usada todavía para asustar a jovencitas que se


van muy lejos de sus casas, aunque existe una historia que
narra que una mujer logró escapar del escondite en donde el
Sisimite la tenía presa.

El cadejo blanco

Se trata de un perro mítico que solo


aparece ante las personas que deambulan
por la calle a altas horas de la noche.
Según las versiones, el perro tiene dos
formas: una blanca, que es la buena; y
otra negra, que es la mala.

El perro negro está asociado con el mal y


dicen que persigue a las personas que andan borrachas saliendo de fiestas, carnavales o juegos
de azar y cantinas.

El perro blanco protege a los que no andan en vicios pero que también tuvieron que
deambular por la calle de noche por alguna razón diferente.

La Sucia

Este relato es muy parecido al de La Llorona o La Sayona en


el resto de Latinoamérica. Ésta era una muchacha muy
hermosa que tenía un prometido, el amor de su vida.

Sin embargo, el cura se negó a efectuar la boda porque la


joven no estaba bautizada. El casamiento no se dio y ella
entró en una depresión, razón por la cual el novio la dejó.

Cuando se enteró de que su ex prometido se iba a casar con


otra, impactada por la noticia, entró en demencia y se lanzó
por un precipicio. Por eso su espíritu deambula por las
riberas de los ríos, lanzando alaridos horribles y espantando a los hombres y jóvenes.
Cuento

Uga la tortuga. Cuento infantil sobre la


perseverancia

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta


constantemente Uga, la tortuga.

Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es


la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue
premios a la rapidez y, para colmo es una
dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día,


harta de que sus compañeros del bosque le
recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus
tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la
charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros?
Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues
siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con
la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.

Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y
la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te
aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me
ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era
consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino


acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN
cuento

El gigante bonachón,

Sofía era una niña de apenas 9 años, llena de curiosidad pero muy tímida. Como no tenía
padres, vivía junto a otras niñas en un orfanato de Inglaterra. Le gustaba estar sola y no tenía
muchos amigos. Un día, o mejor dicho, una noche, algo le llamó la atención. Esa noche Sofía no
podía dormir, y se asomó a la ventana. Entonces le vio: era grande, muy grande... era un
¡gigante!

Al principio Sofía tuvo miedo. Pensó que el gigante le haría daño. Pero el gigante le trató desde
el principio con dulzura. Resultó ser un gigante bonachón. 

El gigante le llevó hasta el mundo en donde vivía. Le enseñó todos los secretos sobre su país y
su gente. Por ejemplo, le contó por qué los gigantes tienen esas orejas tan grandes... ¿Quieres
saberlo? Chsss.... pero es un secreto: Los gigantes pueden oír gracias a sus enormes orejas...
¡todos los secretos de las personas! Sí, los gigantes oyen sonidos que nadie puede escuchar.
Escuchan los pensamientos y son capaces de oír a los corazones hablar.

Los gigantes son capaces de volar, siempre que se toman Gasipum, una bebida especial.
Además, corren muy deprisa, gracias a sus larguísimas piernas.

El gigante bonachón no lee cuentos, sino sueños. Sus libros están escritos con sueños que
consiguen cazar al vuelo. Gracias a los sueños que lee el gigante Bonachón, Sofía duerme
tranquila y sin pesadillas, y por muy tontos que parezcan esos sueños, siempre funcionan. De
hecho, el gigante Bonachón narra los sueños sobre los libros, unos libros mágicos. Cuando
empieza a contarlos, ya no pueden parar.

Pero no penséis que todos los gigantes son así de buenos. En el país de los gigantes, también
hay malos. De hecho, uno de ellos quería hacer daño a Sofía y a todos los niños del planeta. El
gigante bonachón decidió hacerles frente, con ayuda de Sofía y de la mismísima reina de
Inglaterra. Todos juntos (incluidos los sueños atrapados por el gigante bonachón) pudieron
parar a los gigantes malos. 

Desde entonces, y par evitar nuevos problemas, los gigantes decidieron esconderse en su


mundo. Pero yo sé una cosa que muchos no saben: de vez en cuando, dejan entrar a algún
niño, para contarles todos sus secretos. Que además, son muchos
cuento
El pajarito perezoso,

Había una vez un pajarito simpático, pero muy, muy perezoso. Todos los días, a la hora de
levantarse, había que estar llamándole mil veces hasta que por fin se levantaba; y cuando
había que hacer alguna tarea, lo retrasaba todo hasta que ya casi no quedaba tiempo para
hacerlo. Todos le advertían constantemente:

- ¡Eres un perezoso! No se puede estar siempre dejando todo para última hora...

- Bah, pero si no pasa nada - respondía el pajarito - Solo tardo un poquito más que los demás
en hacer las cosas.

Los pajarillos pasaron todo el verano volando y jugando, y cuando comenzó el otoño y empezó
a sentirse el frío, todos comenzaron los preparativos para el gran viaje a un país más cálido.
Pero nuestro pajarito, siempre perezoso, lo iba dejando todo para más adelante, seguro de
que le daría tiempo a preparar el viaje. Hasta que un día, cuando se levantó, ya no quedaba
nadie.

Como todos los días, varios amigos habían tratado de despertarle, pero él había respondido
medio dormido que ya se levantaría más tarde, y había seguido descansando durante mucho
tiempo. Ese día tocaba comenzar el gran viaje, y las normas eran claras y conocidas por todos:
todo debía estar preparado, porque eran miles de pájaros y no se podía esperar a nadie.
Entonces el pajarillo, que no sabría hacer solo aquel larguísimo viaje, comprendió que por ser
tan perezoso le tocaría pasar solo aquel largo y frío invierno.

Al principio estuvo llorando muchísimo rato, pero luego pensó que igual que había hecho las
cosas muy mal, también podría hacerlas muy bien, y sin dejar tiempo a la pereza, se puso a
preparar todo a conciencia para poder aguantar solito el frío del invierno.

Primero buscó durante días el lugar más protegido del frío, y allí, entre unas rocas, construyó
su nuevo nido, que reforzó con ramas, piedras y hojas; luego trabajó sin descanso para
llenarlo de frutas y bayas, de forma que no le faltase comida para aguantar todo el invierno, y
finalmente hasta creó una pequeña piscina dentro del nido para poder almacenar agua. Y
cuando vio que el nido estaba perfectamente preparado, él mismo se entrenó para aguantar
sin apenas comer ni beber agua, para poder permanecer en su nido sin salir durante todo el
tiempo que durasen las nieves más severas.

Y aunque parezca increíble, todos aquellos preparativos permitieron al pajarito sobrevivir al


invierno. Eso sí, tuvo que sufrir muchísimo y no dejó ni un día de arrepentirse por haber sido
tan perezoso.

Así que, cuando al llegar la primavera sus antiguos amigos regresaron de su gran viaje, todos
se alegraron sorprendidos de encontrar al pajarito vivo, y les parecía mentira que aquel
pajarito holgazán y perezoso hubiera podido preparar aquel magnífico nido y resistir él solito. Y
cuando comprobaron que ya no quedaba ni un poquitín de pereza en su pequeño cuerpo, y
que se había convertido en el más previsor y trabajador de la colonia, todos estuvieron de
acuerdo en encargarle la organización del gran viaje para el siguiente año.

Y todo estuvo tan bien hecho y tan bien preparado, que hasta tuvieron tiempo para inventar
un despertador especial, y ya nunca más ningún pajarito, por muy perezoso que fuera, tuvo
que volver a pasar solo el invierno.
Fábula corta para niños: El congreso de los ratones

Había una vez una familia de ratones que


vivía en la despensa de una casa, pero
temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera de día
o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a petición
del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.

El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos vivir
así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento. Atemos un cascabel al gato, y así sabremos
en todo momento por dónde anda. El sonido nos pondrá en alerta y podremos escapar a
tiempo.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y
felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada del
enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión
importante: ¿Quién de todos le pondrá el cascabel al gato?

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no
podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a sentir miedo. Y todos,
absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.

Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo.

La cigarra y la hormiga. Fábula sobre el esfuerzo

La cigarra era feliz disfrutando del verano:  El sol brillaba, las flores desprendían su aroma...y la
cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el
día entero trabajando, recogiendo alimentos.

- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto
algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.

- Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le


respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.

La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.

Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían
quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo,
helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.

- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida
y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.

La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.

- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías
mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?

- Cantaba y cantaba bajo el sol - contestó la cigarra.


- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno -

Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.

Moraleja: Quién quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el tiempo.
FIN

La zorra y las uvas. Fábula

En una mañana de otoño, mientras una zorra descansaba debajo de una plantación de
uvas, vio unos hermosos racimos de uvas ya maduras, delante de sus ojos. Deseosa de comer
algo refrescante y distinto de lo que estaba acostumbrada, la zorra se levantó, se remangó y se
puso manos a la obra para comer las uvas.

Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de lo que ella
imaginaba. Entonces, buscó un medio para alcanzarlos. Saltó, saltó, pero sus dedos no
conseguían ni tocarlos.

Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrera y saltó otra vez, pero el
salto quedó corto. Aún así, la zorra no se dio por vencida. Tomó carrera otra vez y volvió a
saltar y nada. Las uvas parecían estar cada vez más altas y lejanas.

Cansada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de
que era inútil repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una
profunda frustración. Agotada y resignada, la zorra decidió renunciar a las uvas.

Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro que volaba
por allí, había observado toda la escena y se sintió avergonzada. Creyendo que había hecho un
papel ridículo para conseguir alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:

- Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras. Me equivoqué al


principio pensando que estaban maduras pero cuando me di cuenta de que estaban aún
verdes, preferí desistir de alcanzarlas. Las uvas verdes no son un buen alimento para un
paladar tan refinado como el mío.

Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no fue por su falta de
esfuerzo por lo que ella no había comido aquellas riquísimas uvas. Y sí porque estaban verdes.

Moraleja: Si hay algo que de verdad te interesa, no desistas. Esfuérzate y persevera hasta
conseguirlo.

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