Monografía de Estudios de La Sabiduría Oculta..1 Y 2...
Monografía de Estudios de La Sabiduría Oculta..1 Y 2...
Monografía de Estudios de La Sabiduría Oculta..1 Y 2...
A - 00.- INTRODUCCIÓN A LA
SABIDURIA OCULTA…-
Como quiera que los estudios gnósticos han progresado extraordinariamente en estos
últimos tiempos, ninguna persona culta caería hoy, como antaño, en el error simplista de
hacer surgir las corrientes gnósticas de alguna exclusiva latitud espiritual.
Si bien es cierto que debemos tener en cuenta en cualquier sistema gnóstico sus
elementos helenísticos, orientales, incluyendo Persia, Mesopotamia, Siria, India,
Palestina, Egipto, etc.; nunca deberíamos ignorar los principios gnósticos perceptibles en
los sublimes cultos religiosos de los náhuatles, toltecas, zapotecas, mayas, chibchas,
incas, quechuas, etc., etc., de Indo américa.
Hablando muy francamente y sin ambages diremos: "La Gnosis es un funcionalismo muy
natural de la conciencia, una philosophia perennis et universalis".
Sin una previa información sobre Antropología Gnóstica, sería algo más que imposible el
estudio riguroso de las diversas piezas antropológicas de las culturas: azteca, tolteca,
maya, egipcia, etc., etc., etc.
Los antropólogos profanos no son capaces de penetrar en el fondo vivo de los grandes
misterios aztecas, por ejemplo; en cambio la Antropología Gnóstica va al fondo.
Cualquier pirámide, cualquier pieza arqueológica se dirige en última instancia al Ser,
siempre al Ser. La Gnosis va al Ser, hacia la transparencia cristalina del Ser.
Es obvio que quienes aman el Ser, quienes se preocupan por su propio Ser interior,
tienen que resolverse a disolver el Ego, el Yo pluralizado, a ese conjunto de elementos
infrahumanos subjetivos que personifican nuestros defectos psicológicos.
Indubitablemente, rechazar el Ser es ir hacia el abismo, hacia la muerte segunda de la
cual se habla en todos los textos gnósticos.
EL ARTE.- Lo hallamos en todas las piezas arcaicas, en todas las piezas antiguas, en las
pirámides y en todos los viejos obeliscos de Egipto, en el México antiguo, en los mayas,
en las reliquias arqueológicas de los aztecas, zapotecas, toltecas, etc.; en las pinturas de
Miguel Ángel, los jeroglíficos de Egipto, en los viejos relieves del antiguo país de los
faraones, en la China, en los viejos pergaminos de la Edad Media, de los fenicios, asirios,
etc., etc.
Hay dos clases de arte: primero, el subjetivo, es el arte que a nada conduce. Segundo: el
arte regio de la Naturaleza, el arte objetivo, real, el arte trascendental. Obviamente tal
arte contiene en sí preciosas verdades cósmicas. Indubitablemente el arte gnóstico se
basa en la ley del siete, en la ley del sagrado Heptaparaparshinokh.
En cuestión de pinturas, lo mismo, la ley del siete domina todas esas pinturas antiguas,
aztecas, mayas, egipcias, fenicias, etc.; éstas transmiten preciosas enseñanzas. También
encontramos pinturas preciosas de grandes enseñanzas en todos esos viejos cuadros
medievales, en las catedrales góticas, etc. El arte regio de la Naturaleza es un medio
transmisor de las enseñanzas cósmicas
La Gnosis no está en contra de ninguna religión, escuela o secta. Todas la religiones son
perlas de oro engarzadas en el hilo de oro de la Divinidad. La Gnosis no es un grupo
religioso, ni un grupo fanático o sectario. Estudiamos la ciencia religiosa y la religión
científica. La religión sin ciencia produce dogmatismo, fanatismo. La ciencia sin religión
produce el materialismo escéptico.
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Ego
Como quiera que superior e inferior son dos secciones de una misma cosa, no está
de más sentar el siguiente corolario: “Yo superior, Yo inferior” son dos aspectos del
mismo Ego tenebroso y pluralizado. El denominado "Yo divino" o "Yo superior", "Alter
ego" o algo por el estilo, es ciertamente una triquiñuela del Mí mismo, una forma de
autoengaño. Cuando el Yo quiere continuar aquí y en el mas allá, se autoengaña con el
falso concepto de un Yo divino inmortal.
Ninguno de nosotros tiene un Yo verdadero, permanente, inmutable, eterno,
inefable, etc., etc., etc. Ninguno de nosotros tiene en verdad una verdadera y auténtica
unidad de Ser; desafortunadamente ni siquiera poseemos una legítima individualidad. El
Ego, aunque continúa más allá del sepulcro, tiene sin embargo un principio y un fin. El
Ego, el Yo, nunca es algo individual, unitario, unitotal. Obviamente el Yo es Yoes.
En el Tibet oriental a los Yoes se les denomina "Agregados psíquicos" o
simplemente "Valores", sean estos últimos positivos o negativos. Si pensamos en cada
Yo como una persona diferente, podemos aseverar en forma enfática lo siguiente:
Dentro de cada persona que vive en el mundo, existen muchas personas.
Incuestionablemente dentro de cada uno de nosotros viven muchísimas personas
diferentes, algunas mejores, otras peores. Cada uno de estos Yoes, cada una de estas
personas lucha por la supremacía, quiere ser exclusiva, controla el cerebro intelectual o
los centros emocional y motor cada vez que puede, mientras otro no lo desplaza.
La Doctrina de los muchos Yoes fue enseñada en el Tibet oriental por los
verdaderos clarividentes, por los auténticos iluminados.
Cada uno de nuestros defectos psicológicos está personificado en tal o cual Yo.
Como quiera que tenemos millares y hasta millones de defectos, ostensiblemente vive
mucha gente en nuestro interior. En cuestiones psicológicas hemos podido evidenciar
claramente que los sujetos paranoicos, ególatras y mitómanos, por nada de la vida
abandonarían el culto al querido Ego. Incuestionablemente tales gentes odian
mortalmente la doctrina de los muchos Yoes.
Cuando uno de verdad quiere conocerse a sí mismo, debe autoobservarse y tratar
de conocer los diferentes Yoes que están metidos dentro de la personalidad. Si alguno
de nuestros lectores no comprende todavía esta doctrina de los muchos Yoes, se debe
exclusivamente a la falta de práctica en materia de autoobservación. A medida que uno
practica la autoobservación interior, va descubriendo por sí mismo a muchas gentes, a
muchos Yoes, que viven dentro de nuestra propia personalidad. Quienes niegan la
doctrina de los muchos Yoes, quienes adoran a un Yo divino, indubitablemente jamás se
han autoobservado seriamente. Hablando esta vez en estilo socrático, diremos que esas
gentes no sólo ignoran sino además ignoran que ignoran. Ciertamente jamás podríamos
conocernos a sí mismos, sin la autoobservación seria y profunda.
En tanto un sujeto cualquiera siga considerándose como Uno, es claro que cualquier
cambio interior será algo más que imposible.
Personalidad humana
Un hombre nació, vivió 65 años y murió; pero ¿dónde se encontraba antes de 1900
y dónde podrá estar después de 1965? La ciencia oficial nada sabe sobre todo esto. Ésta
es la formulación general de todas las cuestiones sobre la vida y la muerte.
Axiomáticamente podemos afirmar: “El hombre muere porque su tiempo termina,
no existe ningún mañana para la personalidad del muerto”.
Cada día es una onda del tiempo, cada mes es otra onda del tiempo, cada año es
también otra onda del tiempo y todas estas ondas encadenadas en su conjunto
constituyen la gran onda de la vida. El tiempo es redondo y la vida de la personalidad
humana es una curva cerrada. La vida de la personalidad humana se desarrolla en su
tiempo, nace en su tiempo y muere en su tiempo, jamás puede existir más allá de su
tiempo. Esto del tiempo es un problema que ha sido estudiado por muchos sabios. Fuera
de toda duda el tiempo es la cuarta dimensión.
La geometría de Euclides sólo es aplicable al mundo tridimensional pero el mundo
tiene siete dimensiones y la cuarta es el tiempo.
La mente humana concibe la eternidad como la prolongación del tiempo en línea
recta. Nada puede estar más equivocado que este concepto porque la eternidad es la
quinta dimensión. Cada momento de la existencia se sucede en el tiempo y se repite
eternamente. La muerte y la vida son dos extremos que se tocan. Una vida termina para
el hombre que muere pero empieza otra. Un tiempo termina y otro comienza, la muerte
se halla íntimamente vinculada al eterno retorno.
Esto quiere decir que tenemos que retornar, regresar a este mundo después de
muertos para repetir el mismo drama de la existencia, mas si la personalidad humana
perece con la muerte, ¿quién o qué es lo que retorna? Es necesario aclarar de una vez y
para siempre que el Yo es el que continúa después de la muerte, que el Yo es quien
retorna, que el Yo es quien regresa a este valle de lágrimas.
Todo retorno implica desde luego la fabricación de una nueva personalidad
humana. Ésta se forma durante los primeros siete años de la infancia. El ambiente de
familia, la vida de la calle y la escuela, dan a la personalidad humana su tinte original
característico. El ejemplo de los mayores es definitivo para la personalidad infantil. El
niño aprende más con el ejemplo que con el precepto. La forma equivocada de vivir, el
ejemplo absurdo, las costumbres degeneradas de los mayores, dan a la personalidad del
niño ese tinte peculiar escéptico y perverso de la época en que vivimos. En estos
tiempos modernos el adulterio se ha vuelto más común que la papa y la cebolla y como
es apenas lógico esto origina escenas dantescas dentro de los hogares. Son muchos los
niños que por estos tiempos tienen que soportar, llenos de dolor y resentimientos, los
látigos y palos del padrastro o de la madrastra. Es claro que en esa forma la
personalidad del niño se desarrolla dentro del marco del dolor, el rencor y el odio.
Existe un dicho vulgar que dice: "El hijo ajeno huele a feo en todas partes".
Naturalmente en esto también hay excepciones pero éstas se pueden contar con los
dedos de la mano y sobran dedos. Los altercados entre el padre y la madre por cuestión
de celos, el llanto y los lamentos de la madre afligida o del marido oprimido, arruinado y
desesperado, dejan en la personalidad del niño una marca indeleble de profundo dolor y
melancolía que jamás se olvida durante toda la vida.
La psicología revolucionaria del Movimiento Gnóstico, en forma clara y precisa hace
una distinción de fondo entre el Ego y la Esencia. Durante los tres o cuatro primeros
años de vida, sólo se manifiesta en el niño la belleza de la Esencia, entonces el niño es
tierno, dulce, hermoso en todos sus aspectos psicológicos. Cuando el Ego comienza a
controlar la tierna personalidad del niño toda esa belleza de la Esencia va
desapareciendo y en su lugar afloran entonces los defectos psicológicos propios de todo
ser humano. Así como debemos hacer distinción entre Ego y Esencia, también es
necesario distinguir entre Personalidad y Esencia.
El Ser humano nace con la Esencia mas no nace con la Personalidad. Esta última es
necesario crearla. Personalidad y Esencia deben desarrollarse en forma armoniosa y
equilibrada.
En la Esencia tenemos todo lo que es propio, en la Personalidad todo lo que es
prestado. En la Esencia tenemos nuestras cualidades innatas, en la Personalidad
tenemos el ejemplo de nuestros mayores, lo que hemos aprendido en el hogar, en la
escuela, en la calle.
La calidad de la Personalidad humana depende exclusivamente del tipo de material
psicológico con el cual fue creada y alimentada. Alrededor de Personalidad, Esencia, Ego
o Yo, existe entre los estudiantes de Psicología mucha confusión. Algunos confunden la
Personalidad con la Esencia y otros confunden al Ego o Yo con la Esencia.
Es urgente saber que necesitamos desintegrar el Ego, el Mí mismo, el Yo, reducirlo
a polvareda cósmica. La Personalidad es tan sólo un vehículo de acción, un vehículo que
fue necesario crear, fabricar.
La Personalidad en sí misma sólo es un vehículo y nada más. A través de la
personalidad puede manifestarse el Ego o el Ser, todo depende de nosotros mismos.
La muerte misma es una resta de quebrados: hecha la operación sólo quedan los
valores.
En la Personalidad misma se expresan estos valores. La Personalidad como vehículo
energético de expresión, nace y muere, o puede ser modificada. Es esclava no sólo de
nuestros yoes, también del tiempo, las modas, las costumbres, las sociedades, etc. Parte
la recibimos por herencia (genotipo), parte se desarrolla por la educación recibida
(fenotipo) y parte por el medio ambiente en que nos desenvolvemos (paratipo).
La Conciencia suele ser confundida con el intelecto. A una persona muy Intelectual se le
suele dar el calificativo de “muy consciente”. Pero en realidad son dos cosas muy
diferentes. El intelecto es la capacidad de formular conceptos lógicos con lo que
tenemos grabado en la memoria, y la Conciencia, aunque también puede formular
conceptos, sus datos no son aportados directamente por la memoria, ya que sus
percepciones son más profundas que la de los simples sentidos de percepción sensorial.
La Conciencia, la Esencia, es lo divinal, una parte del Ser, una parte del Alma, lo más
digno que llevamos dentro, un conjunto de energías psíquicas de altísimo voltaje
vibratorio, pero, hoy por hoy, en la mayoría de seres humanos, se encuentra atrapada,
embotellada y condicionada por el Ego en un 97 %.
El Ego, El Yo, El mí mismo, nuestros defectos de tipo psicológico, son los valores egoicos
o negativos que cargamos dentro. En las diversas culturas estos valores negativos han
recibido diversos nombres, entre ellos, el de los Siete Pecados Capitales. Estos Siete
Pecados Capitales tienen sus siete virtudes antitéticas.
Lujuria- Castidad
Gula – Templanza
Codicia – Altruismo
Orgullo – Humildad
Ira – Paciencia
Pereza – Diligencia
Envidia – Alegría por el bien ajeno
Papapurusha – India
Medusa o Gorgona – cultura greco-romana
Horribles entidades de Seth o Demonios Rojos – Egipto.
Agregados Psíquicos – Tíbet.
Centzonhuitznahuac o los 400 del Sur (aztecas = mayas).
Legion de diablos – Biblia.
Otros nombres son: Hidra de Lerna, el Dragón de las Tinieblas, el Minotauro de Creta,
etc.
En los Evangelios, se narra que Jesús sacó siete demonios del cuerpo de María
Magdalena. Estos son los elementos subjetivos de las percepciones. El mismo Ego.
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