Explosiones en Guadalajara

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EXPLOSIONES EN

GUADALAJARA
Joel Alejandro Del Angel Espinoza 6°A

A las 10:05 del 22 de abril de 1992 una serie de explosiones


en el Colector Intermedio de Oriente en Guadalajara causó
la muerte de 212 personas, 69 más están desaparecidas, se
registraron mil 470 lesionados, más de ocho kilómetros de
calles quedaron destruidas y resultaron afectadas mil 142
viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600
vehículos.

Hasta ahora no se ha comprobado con certeza quién o


quiénes fueron responsables de la tragedia y aunque
funcionarios como Enrique Dau, entonces presidente
municipal de Guadalajara, y Aristeo Mejía, funcionario del
Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado
pasaron algunos meses en prisión, para Rosa María
Alcanzar, una de las sobrevivientes de aquel miércoles de
pascua, la verdadera justicia tiene que ver con no olvidar.
La primera explosión, en Calzada Independencia y Aldama
originó un hoyo de 10 metros de profundidad que se fue
abriendo paso a lo largo de distintas calles.

Pasaban las 10 de la mañana cuando Rosa María manejaba


su auto por la calle Violeta del Sector Reforma, a las 10:15
llegó a la esquina de José Luís Verdía y en ese momento el
colector estalló.
creyó que había chocado: “me golpeé contra el volante y el
parabrisas, creo que me desmaye, después sólo me acuerdo
del dolor, cuando me estaban sacando”; los golpes le
provocaron fractura de clavícula, varias vértebras rotas y
aplastamiento de dos discos lumbares, lesiones que tardaron
más de tres años en sanar y le obligaron a llevar un par de
varillas en la espalda para sostener la columna.

Cuando la rescataron de entre los escombros escuchó la


historia del dueño de un taller cercano que vio su auto volar
por el aire, caer y ser aplastado por escombros.

“Era como una zona de guerra, nadie sabía lo que


estaba pasando, a mi me dolían las piernas y la espalda, me
pusieron en una tabla para llevarme en una camioneta
particular al hospital”.
En su opinión, el 22 de abril sigue ocurriendo, ocurre para
quienes están enfermos desde ese día, para quienes les
amputaron una parte del cuerpo, para quienes murieron
después por las heridas, para los que murieron ahí sin saber
qué sucedió.

Dos días antes, vecinos de la calle Gante habían reportado


que de las alcantarillas y los caños de sus casas salía un
fuere olor a gasolina; los bomberos de Guadalajara y
Protección Civil del Estado acudieron a revisar y señalaron
que no había riesgo, incluso la mañana del 22 de abril,
minutos antes de las explosiones, el jefe de los bomberos
tapatíos, Trinidad López Rivas –hoy titular de la Unidad
Estatal de Protección Civil y Bomberos de Jalisco–, insistía en
que no había peligro; más tarde se sabría que ellos nunca
utilizaron explosímetros para medir el riesgo

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