Mensaje A Los Estudiantes de Arquitectura

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Mensaje a los estudiantes de arquitectura

– Le Corbusier

El libro contiene un mensaje que Le Corbusier


brinda a los estudiantes de arquitectura en
respuesta a su constante solicitud de que les
imparta cátedra; pero ante la negativa de
aquél, argumentada por la falta de preparación
pedagógica, prepara a cambio un mensaje
para transmitir el conocimiento que le brinda la
experiencia.

Parte del reconocimiento del desorden urbano y arquitectónico que impera en Europa -y
en particular en Francia- durante la posguerra. Señala que dicha situación ofrece al
arquitecto la ambivalencia de presenciar la edificación de obras nuevas que en algunos
casos extremos desconocen el contexto en el que se sitúan, al lado de un afán de
conservacionismo a ultranza que defiende todo rasgo del pasado edificatorio sin conocer
el valor que algunos inmuebles en lo específico, pudieran o no tener. Dicha situación
habría de permitir a los estudiantes la doble oportunidad para proponer la vanguardia,
siempre que ésta fuera racional, o en su caso, luchar por el rescate y conservación de
algunos inmuebles y sitios de interés patrimonial. Pero ante todo, les invita a reflexionar
sobre el estilismo que lleva a la individualidad excesiva y que repercute en forma negativa
sobre la ciudad segmentándola, por lo que, en contrario, les exhorta a una revolución de
conciencia, que corresponde por tiempo a la juventud a la que el mensaje se dirige.

Es intención del autor que la misma


juventud conozca que desde su
concepción personal debe ser la
vivienda el centro de toda preocupación
arquitectónica, ya que la considera
como la célula de un tejido urbano y como tal, sería su misión regenerarlo como ocurre en
los organismos vivos. Si bien acepta que ha sido criticada la calificación de "máquina para
vivir" que otorgó a la vivienda en otro tiempo, también aclara el autor que sus detractores
no dieron a esa expresión el significado que él quiso imprimir, referido a la eficiencia de
ese espacio, más que a la deshumanización o mecanización del mismo. Reafirma tal
posición cuando patentiza que a través de la Carta de Atenas, participó en la
proclamación de reglas para humanizar el arte de edificar y el urbanismo.

Para Le Corbusier, la Arquitectura es el arte de construir mediante la técnica y la


conciencia, y es la vivienda el elemento primado en el orden social y urbano. Exalta ante
la juventud el carácter de habitación privada de la vivienda y el cobijo y la paz que ella
representa para el usuario, contraponiendo esta visión a la de quienes consideran a la
misma vivienda como a una mercancía sujeta a las fuerzas del mercado.

Por ello, formula una crítica a la escuela de Bellas Artes de su tiempo por no ocuparse de
inculcar a través del diseño, los valores de la vivienda en los futuros arquitectos como una
conciencia genérica que guíe su actuación ulterior. Respecto de la técnica, manifiesta que
ella está sumamente ligada al material, y que desde que los materiales de construcción
más usuales se internacionalizaron, resulta de escasa relevancia hablar de técnicas
locales, pero sí de suma importancia hablar de los rasgos locales de la arquitectura a fin
de que se adapte al contexto al que habría de pertenecer. Por ello alienta a la juventud a
un compromiso ético en ambos sentidos, de valores y de técnica.

Para Le Corbusier, la Arquitectura es la síntesis del trabajo, tanto interior como exterior; el
primero corresponde a la conciencia , misma que brinda una razón para vivir, mientras
que el trabajo externo corresponde a la técnica, que es una respuesta del hombre al
contacto con su ambiente; se trata entonces de una cuestión de razón y talento. "La
Arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes agrupados bajo la
luz" (p. 23).
Explica que todo hecho arquitectónico
atiende a una intención de modificar el
entorno y que tal impacto debe ser
calculado a priori; de ahí que parte del
mensaje se relacione con sus
apreciaciones respecto a la incidencia
sobre el proyecto y el hecho arquitectónico
por causa del clima, el sitio -que
representa el escenario de la obra-, la
escala, así como sobre las percepciones que se logren a través del recorrido y circulación
del hecho arquitectónico. Recomienda volver los ojos al pasado si de esa mirada se
recuperan reglas como la proporción, técnicas tradicionales de edificación y rasgos de
folklore que concedan a la obra identidad.

Por lo que concierne a su forma de trabajo, señala que su Taller se caracterizó por la
amplia participación de arquitectos jóvenes con los que intercambió opiniones y trabajó
conjuntamente, nutriéndose de su creatividad y aportándoles su experiencia ante
problemas de arquitectura inscritos en una realidad plena, sin mitigaciones académicas.
El Taller se constituyó en un espacio de búsqueda y a través suyo pudo reconocer que es
la tercera dimensión el medio único para conjuntar de manera racional todos los proyectos
e intenciones que se refieran a arquitectura.

Al abordar lo relativo a la enseñanza, explica que si hubiera tenido oportunidad de guiar


directamente a un grupo de jóvenes, habría solicitado:
1. El rechazo al academicismo, a la
arquitectura de estilo, al nacionalismo
acendrado, a la arquitectura fragmentaria y
superficial que en algunas ocasiones arroja
el modelo seguido por la tradición de las
bellas artes;
2. El fomento a la pureza, a la percepción
intelectual de la belleza plástica y de la
proporción;
3. Un sentido práctico de control y de juicio imparcial en la búsqueda de razones sobre el
cómo y el porqué de los elementos de la arquitectura;
4. El uso reiterado del dibujo, de la observación directa en sitio, del análisis del entorno, la
utilización del color como auxiliar en la proyección y la formulación de reportes escritos
relativos a problemas de Arquitectura.

Finalmente señala de manera clara que la Arquitectura es organización y no sólo el dibujo


estilístico sobre el restirador.

Análisis crítico.
Concerniente al aspecto formal es viable señalar que el autor elabora constantes
digresiones -que aunque valiosas por sí mismas-, distraen el entendimiento de las ideas
principales. Asimismo, es observable que la forma literaria denominada parábola se utiliza
recurrentemente, quedando el lector en la libertad y el trabajo de formular sus propias
conclusiones. Si se considera que se trata de un mensaje dirigido a la juventud y que la
acotación del significado de algunos términos no es clara suficientemente, tal vez esta
forma de exposición no habría sido la más adecuada. Si por el contrario el autor pretendía
generar polémicas, discusiones y juicios en torno a sus palabras, entonces el cometido
fue, a mi juicio, alcanzado con éxito.

Resulta altamente significativo el dar a conocer como posición personal del autor ante la
juventud, el entendimiento de la arquitectura y el urbanismo como un binomio indisoluble.
Tal vez la situación de posguerra que le correspondió vivir influyó para que ambas
disciplinas constituyeran a su parecer partes de un mismo conjunto, capaz de ser
moldeado a través de la conciencia y la técnica, tal y como lo menciona en el mensaje.
Este pronunciamiento es importante no sólo en el discurso, sino en la obra misma de Le
Corbusier y ha influido a nivel doctrinal en el pensamiento posterior al suyo.
El esquema propuesto de trabajo en grupo -que ahora parece tan común- representa,
además de una manera de abordar el quehacer profesional, una enseñanza pedagógica
en el sentido del maestro que aporta su experiencia a grupo de discípulos, los que brindan
por su parte la creatividad y la frescura de las ideas. Pero más allá, el enfrentamiento
conjunto a la realidad sin atenuantes -según palabras del autor- representa la oportunidad
para ejercitar el proyecto de manera consciente, racional, sin falsos academicismos que
continúen segmentando a la ciudad, en afán de una pretendida singularidad.

Por último, la declaración que sitúa a la vivienda en el centro de la preocupación


arquitectónica -que sin duda ha fructificado-, es a mi juicio uno de los pronunciamientos
más serios para la juventud de aquél tiempo. Conferir a la vivienda el carácter de célula
de la ciudad, como la familia lo es a la sociedad, ha sido motivo de frecuentes estudios
que abordan precisamente la humanización de la arquitectura; se trata a mi parecer de
una visión antropocéntrica en la que no es el individuo sino la familia, la base de la
sociedad y la civilización.

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