Aplicación de La Teoria de Vigotsky
Aplicación de La Teoria de Vigotsky
Aplicación de La Teoria de Vigotsky
Vygotsky plantea que todo niño tiene un Nivel de Desarrollo Real, que se
define por lo que el niño puede hacer solo y un Nivel de Desarrollo Próximo o
Potencial, que se evalúan en función de aquello que puede realizar con
ayuda de un adulto o un niño con mayores conocimientos. Estos dos niveles
definen una zona de desarrollo potencial. En el proceso de desarrollo, el nivel
de desarrollo potencial se convertirá, en el futuro, en el nivel de desarrollo
real del niño. Es decir, aquello que en un momento el niño solamente puede
hacer si se lo ayuda, eventualmente podrá hacerlo solo. De aquí se
desprende que el nivel de desarrollo real de un niño es, por decirlo en
términos coloquiales, la historia de las zonas de desarrollo potencial que ha
recorrido. Aquello que un niño puede hacer al llegar a la escuela, entonces,
no se relaciona con sus capacidades sino con las oportunidades que ha
tenido de participar en situaciones sociales en las cuales pudo adquirir
conocimientos sobre la lectura y la escritura.
Pero, con esta afirmación, ¿no estamos transfiriendo la responsabilidad de
los escasos conocimientos de los niños a sus familias? ¿No estamos diciendo,
como se suele afirmar, que el problema radica en que la familia “no los
estimula”? De ninguna manera.
Sabemos que el desarrollo cognitivo se produce como resultado de la
participación en prácticas sociales, de la interiorización de las interacciones
sociales. Los niños adquieren los conocimientos que son altamente valorados
en la comunidad, por estar relacionados con las actividades que permiten la
supervivencia. En otros términos, los conocimientos con que los niños llegan
a la escuela no se vinculan con su capacidad o su inteligencia, sino que son
un reflejo de las prácticas que, en sus grupos sociales, son habituales y
necesarias para la vida de la comunidad. Aquellos niños que crecen en
familias en las que el uso de la lectura y la escritura es parte de la vida
cotidiana y del trabajo de sus padres, adquieren muy tempranamente estos
conocimientos. En cambio, en los casos en que la lectura y la escritura no son
esenciales para garantizar la supervivencia familiar, los niños llegarán a la
escuela con menos conocimientos sobre este aspecto específico.
No se trata de padres que “estimulan” más o menos sino de que en cada
sector social se enseña a los niños aquello que es parte de la vida de la
familia1. ¿Es posible decir que demuestra mayor preocupación por sus hijos
un padre que enseña a escribir que uno que enseña a manejar un martillo o
una pala?
En síntesis, desde una perspectiva vygotskiana, ante un niño con un bajo
nivel de conocimientos la primera pregunta que debemos formular no es
¿qué le pasa a este niño? sino ¿qué se le ha enseñado a este niño? ¿Cómo se
le ha enseñado a este niño? ¿Qué oportunidades de aprendizaje ha tenido?
Solamente cuando un niño ha participado de situaciones de enseñanza
adecuadas y aún así no aprende, es posible pensar que las dificultades se
deban a un déficit del niño. Pero si no ha tenido oportunidades para el
aprendizaje, se debe siempre pensar que es esta falta de oportunidades la
causante de las dificultades, entonces podemos decir que, si los niños no
aprenden, lo primero que tenemos que plantearnos es que, tal vez, no les
estemos enseñando adecuadamente.
Ahora bien, vamos a permitirnos aquí una pequeña digresión. Muchas veces
en ámbitos educativos se considera que una situación de escritura es
significativa solamente si reproduce una situación que se supone socialmente
significativa fuera de la escuela. Se actúa como si nada de lo que sucede en la
escuela tuviera legitimidad en sí mismo. Entonces, se pretende que la escuela
reproduzca permanentemente situaciones que corresponden a otros
ámbitos sociales, llegándose a que, por ejemplo, haya más recetas en los
cuadernos de los niños de primer año que en las cocinas de sus hogares.
Cuando nos referimos a situaciones socialmente significativas queremos
decir que se trate de situaciones que tengan sentido para los participantes,
situaciones en las cuales docentes y alumnos conozcan y compartan el
objetivo. Escribir un cuento divertido es una situación significativa en la
escuela pero también lo es reflexionar sobre la ortografía o prolongar
sonidos para poder escribir una palabra. Porque aprender a escribir es
significativo en sí mismo. Para comprobarlo, basta con preguntárselo a
cualquier niño de 6 años.
Decíamos entonces que es necesario estructurar situaciones en las que los
niños participen de un proceso completo, por ejemplo, de producción de
textos. Pero en el marco vygostkiano, esto no significa poner a los niños a
escribir en forma independiente, confiando en que, de algún modo, el niño
aprenderá por el mero hecho de escribir. En este marco se propone que los
niños participen de la escritura de textos pero con el apoyo del docente que
guía, orienta, enseña. Veamos un ejemplo. Una maestra de 1er. año propuso
a su grupo escribir un cuento a partir de una serie de personajes.
Este marco nos permite responder a algunas preguntas que, con frecuencia,
nos formulan los docentes. Por ejemplo: - ¿Tengo que escribir el texto tal
como me lo dictan los chicos o puedo intervenir? Evidentemente, la
respuesta desde esta perspectiva es que el maestro no solo puede sino que
debe intervenir. Pero no se trata de que el docente embellezca el texto para
que quede mejor sino que interactúe con los niños para que, juntos,
construyan un texto superior.
- Pero si es la maestra la que escribe ¿aprenden algo los chicos?
Esta pregunta tiene por detrás el supuesto de que el aspecto más importante
de la producción del texto es lo que hemos llamado transcripción, es decir, la
escritura de las palabras. Pero en realidad, se trata del aspecto menos
importante. En la producción de textos los niños deben aprender a organizar
las ideas, a ordenarlas, a darles coherencia, a relacionar palabras utilizando
conectores, etc. Y ese aprendizaje se produce en colaboración con la
maestra, sin necesidad de que los niños escriban “con sus propias manos”.
Ahora bien, para mejorar la calidad de los textos que producen los niños no
alcanza con que participen una y otra vez de situaciones de escritura con su
maestra. Así como los aprendices de sastre practicaban costura en retazos de
tela, los niños deben ejercitar aspectos parciales del proceso de producción
de textos para poder, con el tiempo, asumir cada vez mayores
responsabilidades.
¿Cuáles serían estos aspectos?
Evidentemente, los niños necesitan adquirir buenos niveles de escritura de
palabras. Si el trazado de cada palabra que el niño quiere incluir en su texto
le insume un gran esfuerzo, si cada palabra le demanda un análisis minucioso
para saber si poner una letra u otra, no logra retener las ideas que quería
expresar. Pero además, los niños deben adquirir y ejercitar conocimientos
específicamente textuales. Los niños deben adquirir un estilo de lenguaje
escrito, deben acostumbrarse a reconocer (aunque no necesariamente a
nombrar) las partes de un cuento, deben acostumbrarse a mantener el
tiempo verbal (los niños suelen comenzar un cuento en un tiempo y
continuar en otro), deben aprender a utilizar conectores, etc. ¿Qué implica
todo esto en términos de la organización del proceso de enseñanza de
producción de textos? Implica que no es suficiente con generar un espacio de
taller de escritura, digamos, una vez por semana. Es necesario que ese taller
sea parte de un proceso de enseñanza planificado y estructurado en el que
varíe el grado de participación de los niños y en el que se incluyan situaciones
para el aprendizaje de aspectos específicos del proceso de producción
textual.
Este proceso debería contemplar, entonces, situaciones en las cuales los
niños produzcan textos con sus maestros (en las que el docente tiene un
mayor grado de responsabilidad e interactúa con los niños dentro de su zona
de desarrollo potencial), situaciones en las cuales los niños ejerciten aspectos
parciales del proceso y situaciones de escritura independiente en las que
ponen en juego su nivel de desarrollo real. Evidentemente, no se trata aquí
de una secuencia fija sino de situaciones que cada maestro organiza,
implementa y repite en función de las necesidades de su grupo.
Así por ejemplo, una maestra de 3er año consideró que, en las situaciones de
escritura independiente de textos, sus alumnos tendían a omitir la escena de
los cuentos y no presentaban adecuadamente a los personajes. Decidió
entonces proponerles algunos ejercicios. Por ejemplo, les presentó una
oración como: “Pero una mañana, Juan se despertó y el pájaro no estaba en
su lugar habitual.” y propuso a sus alumnos que, entre todos, inventaran la
escena más apropiada para ese evento inicial. Posteriormente repitió la
situación con otra oración, pero los niños trabajaron en parejas, sin el apoyo
de la maestra. Cuando volvió a proponer a sus alumnos que escribieran un
cuento en forma independiente, la calidad de las escenas producidas había
mejorado notablemente.
Nos proponemos con esta nota recuperar algunas de las ideas de la Teoría de
Vigotsky desde dos puntos de vista al mismo tiempo. Por un lado, como un
instrumento para “pensar”, explicar,
“mirar” procesos cognitivos, teniendo en cuenta que una teoría cognitiva nos
habla de un sujeto (un niño) que conoce en relación o interacción con un
medio físico y social y no de un alumno en situación de clase. Y por otro,
desde el lugar de un docente de matemática.