Gustavo Rojas Pinilla
Gustavo Rojas Pinilla
Gustavo Rojas Pinilla
CENSURA Y REPRESIÓN
La dictadura militar de Rojas Pinilla se caracterizó por mantener un continuo
enfrentamiento con la prensa, con la expedición de normas legales que pretendían
proteger a funcionarios de posibles injurias y calumnias. Igualmente, el régimen fomentó
la creación de una prensa estatal y paraestatal subsidiada por el gobierno y el
hostigamiento legal, tributario y comercial de los periódicos de oposición. El 6 de marzo
de 1954, se ordenó por decreto «que todos los periódicos del país debían ceñirse al relato
de los hechos y evitar la interpretación». El 15 de marzo, el gobierno cerró la Unidad, un
semanario editado en Bogotá y dirigido por Belisario Betancur, por publicar un manifiesto
en contra del gobierno. Al mes siguiente se dictó un decreto que establecía pena de
prisión, de dos a cinco años, para quien difamara al gobierno militar.
El 30 de septiembre de 1955, Rojas Pinilla instaura la censura, y posterior clausura de los
diarios de oposición El Tiempo, El Espectador, Diario Gráfico y El Siglo mediante el
decreto 2535 titulándolo «una prensa libre pero responsable», aunque los dos primeros
los deja funcionando posteriormente respectivamente bajo los nombres de Intermedio y El
Independiente que funciona efímeramente en 1955. Igualmente, varios periódicos son
multados y les fue aplicada la censura previa.
Así mismo, el régimen de Rojas Pinilla instauró la persecución religiosa contra
el protestantismo, incluyendo el encarcelamiento de una misionera estadounidense de 82
años acusada de proselitismo comunista, lo que motivó la preocupación y protestas del
gobierno de ese país. El gobierno establece una emisora de radio llamada Radio
Sutatenza. El contenido de la emisora es más que todo propaganda católica, mezclada
con clases de alfabetización. El gobierno reparte miles de radios en las áreas rurales,
pero estos radios solo reciben una sola emisora.
GOLPE DE ESTADO
En 1953, Colombia experimentaba una crisis política. Las consecuencias del asesinato de
Gaitán aún se hacían sentir, el Congreso se encontraba clausurado desde el 9 de
noviembre de 1949 y el Partido Liberal, que no se había presentado a las últimas
elecciones presidenciales, desconocía la condición de presidente de Laureano Gómez. En
1951, cuando Gómez volvió a convocar a elecciones para el Congreso, el Partido Liberal,
de nuevo, no se presentó, como tampoco lo hizo en 1953, a las elecciones a la Cámara
de Representantes. En esta segunda cita electoral la crisis se agudizó, toda vez que
tampoco acudieron a ella los conservadores adeptos a Gilberto Alzate Avendaño.
La violencia, además, mostraba por aquellos años sus cifras más cruentas. En 1950 las
muertes consiguieron llegar a 50 253; 447 por cada 100 000 habitantes. A todo ello se
sumó la ausencia de poder que significó la designación de Roberto Urdaneta como
presidente, en 1951, dado el delicado estado de salud de Gómez. Aunque Urdaneta inició
conversaciones con los grupos armados de los Llanos Orientales, estas se rompieron
hacia 1952. El 6 de septiembre de ese mismo año una turba incendió las sedes de los
periódicos El Tiempo y El Espectador y de la Dirección Nacional Liberal, así como las
casas de Alfonso López y Carlos Lleras Restrepo. Todo ello con la complaciente no
intervención de la policía.
La muerte violenta del guerrillero Saúl Fajardo el 2 de diciembre de 1952, sumada a los
incendios del 6 de septiembre demostraron que los desmanes de las fuerzas del estado
hasta entonces sólo imputadas en regiones distantes sometidas al control militar, podían
suceder también en las calles de Bogotá. La repercusión de estos crímenes figura como
una de las causas que meses después contribuyeron al derrumbamiento del gobierno de
Urdaneta.
Laureano Gómez seguía teniendo influencia protagónica en el gobierno, que se tradujo en
la propuesta de una reforma constitucional y en la convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente que debía empezar a discutir el 15 de junio de 1953 el Proyecto de
Reformas presentado al Ministerio de Gobierno por la Comisión de Estudios
Constitucionales, fecha en que no fue iniciar su estudio porque el día 13 de junio el
General Gustavo Rojas Pinilla, quien era el comandante general de las Fuerzas Armadas
de Colombia, asumió el poder tras un golpe de estado.
No es pues casual que el golpe dado por Rojas haya tenido lugar dos días antes de dicha
Asamblea. La condición de presidente de Rojas fue legitimada cinco días después, el 18
de junio, por la Asamblea Nacional Constituyente, que, lejos de dejar de reunirse por el
golpe, se convirtió prontamente en la corporación legislativa del gobierno de Rojas.
La lectura del golpe no puede anacrónicamente remitir a las sangrientas acciones
militares propias del siglo XX. En este caso no hubo ni derramamiento de sangre, ni
acciones militares. Con excepción de la facción conservadora liderada por Gómez, el
golpe fue promocionado y celebrado por la élite política del país.