Deontologia

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Viviana Burad - 2005 -

LA DEONTOLOGIA AL SERVICIO DE
UNA NUEVA PROFESIÓN:
INTERPRETACIÓN EN LENGUA DE SEÑAS
Subtítulos:

- ÉTICA GENERAL – FILOSOFÍA MORAL

- ÉTICA PROFESIONAL – MORAL PROFESIONAL – DEONTOLOGÍA

- LA PROFESIÓN – EL PROFESIONAL – LA INTERPRETACIÓN EN LENGUA


DE SEÑAS – EL INTÉRPRETE DE LENGUA DE SEÑAS

- PRINCIPIOS ÉTICOS APLICABLES A LA PROFESIÓN DE


INTERPRETACIÓN EN LENGUA DE SEÑAS
Principios Deontológicos aplicables a la labor profesional
en sentido general:
• Ciencia
• Vocación
• Autoridad
• Responsabilidad
• Honestidad Intelectual
• Secreto Profesional
• Honradez
• Honorarios Profesionales.
Principios Deontológicos aplicables al acto de
interpretación propiamente dicho:
• Idoneidad
• Decoro o Seriedad Profesional
• Diligencia
• Cortesía o Buen Trato
• Perfil del intérprete
• La formación aplicada al acto laboral específico
• Fidelidad
• Libertad.
Principios Deontológicos aplicables entre colegas
• Pluriempleo
• Dicotomía
• Soborno
• Derecho de propiedad intelectual
• Derecho a la fama y al honor
• Solidaridad
• La asociación
• PARA CONCLUIR O PARA COMENZAR

LA DEONTOLOGIA AL SERVICIO DE UNA NUEVA


PROFESIÓN:
INTERPRETACIÓN EN LENGUA DE
SEÑAS

El desarrollo de este trabajo pretende enunciar los criterios éticos


de mayor relevancia respecto al ejercicio profesional de los intérpretes
de lengua de señas. Filósofos, sociólogos y eticistas, entre otros, han
considerado la importancia y transcendencia de esta materia, ya que los
deberes profesionales constituyen una de las cuestiones más destacadas
de la disciplina Moral. Debe advertirse por consiguiente que el tema que
se intenta abordar es iniciático y por lo tanto avizora la necesidad de
que conocimientos de mayor integralidad contribuyan sobre esta base, a
un profundo desarrollo de la ética profesional en estudio.
Dice Ricoeur (2005) que la traducción, más específicamente en
este caso, la interpretación en lengua de señas – lengua hablada, no
plantea únicamente un trabajo intelectual, teórico o práctico, sino un
problema ético.
En el mismo sentido, entiende también Famularo (En Burad,
2005:7), que la ética se presenta como el fundamento de la conducta
profesional de los intérpretes de lengua de señas, “para que la
integridad y la honestidad sean los cimientos de nuestra relación con las
comunidades oyente y sorda”.
Pero antes de penetrar en la cuestión principal, -la deontología
aplicada a la interpretación en lengua de señas-, conviene delimitar el
campo en estudio mediante cuestiones meramente definitorias sobre los
conceptos de ética, moral, deontología, profesión y profesional para
introducirse después en el análisis de los principios éticos fundamentales
aplicables a esta nueva profesión.
ÉTICA GENERAL – FILOSOFÍA MORAL

A todos los hombres de todos los tiempos les interesó y les


interesa el hecho moral, desde los antiguos filósofos griegos, -Sócrates,
Platón, Aristóteles-, pasando por Cicerón y Santo Tomás y los filósofos
modernos, -Descartes y Spinoza-, Locke y Kant y los filósofos positivistas
y materialistas, -Comte, Spencer, Marx-, hasta la actualidad.
Saber lo que es el bien moral y el mal moral, la virtud y el vicio, la
honradez y el delito, es una condición necesaria de la conducta humana
(Ruiz, 1994).
De Matteis (2005:39) define a la Ética como “la doctrina o ciencia
de los motivos y reglas que guían las acciones humanas o más bien de
los principios que deben guiarlas para que sean buenas y dignas de
aprobación tanto por parte de la conciencia propia como de la ajena”.
Por su parte, Letizia (1983) considera que la Ética se refiere a los
problemas filosóficos derivados de los actos morales. Son las leyes
morales las que determinan lo que debe ser y la ética se presenta
entonces como la ciencia que estudia la recta ordenación de los actos
humanos en vista de los supremos fines establecidos por la razón.
Entienden Luna y Salles (1995:16) que la moralidad es un
“conjunto de normas y creencias (reales o ideales) sobre la conducta
humana individual o social y sobre los rasgos de carácter que hacen que
uno evalúe de manera positiva o negativa a otros. … La reflexión crítica
sobre la moralidad, los problemas morales y sus modos de resolución se
denomina Ética o Filosofía Moral. La Ética se concentra en el fenómeno
de la moralidad desde una de estas perspectivas: a) Meta – ética: analiza
términos y métodos de razonamiento. Examina el significado y sentido
de expresiones morales o términos como “correcto”, “obligación”, “bien”
y la posibilidad de justificación de juicios de valor. b) Ética Normativa: I)
General: … desarrolla un conjunto de juicios o pautas que nos indican
qué actos son correctos, incorrectos, obligatorios o prohibidos y provee
razones para aceptar estas pautas. Trata de descubrir principios de
conducta válidos y valores que puedan guiar el actuar humano. II)
Aplicada: es la aplicación concreta del razonamiento ético a áreas
específicas, como los negocios o la medicina”. La deontología pertenece
a este último grupo.
Las teorías éticas son las que contestan sobre qué base se toman
decisiones y se evalúa a otros, qué es lo que permite al hombre
determinar qué es lo correcto y qué no lo es. Son las teorías éticas las
que explican la moralidad y justifican en qué se debe apoyar el hombre
para tomar decisiones o evaluar el status moral de las acciones, sean
propias o de los otros, y el carácter de las personas.
Etimológicamente la palabra Moral y su expresión latina moralis
proviene de mos-moris que significa uso, costumbre, forma de vida,
comportamiento y corresponde al termino griego etos. (Letizia, 1983)
Así también, se ha definido a la Moral como “el estudio del
comportamiento humano, no en el sentido de comportamiento individual
sino en el sentido de comportamiento objetivo del individuo en el seno
de la sociedad (De Matteis, 2005).
Para Vázquez (1981) el término Moral es mayormente utilizado
para designar los problemas de la conciencia moral individual mientras
que el término ética se centra mayormente en los problemas de la
moral social.
Ruiz (1994:15) entiende que la “Etica o Filosofía Moral es la
rama de la Filosofía que estudia los actos humanos en relación con la
moralidad, es decir en cuanto son buenos o malos desde el punto de
vista de la moral. Su estudio constituye la Ciencia Ética, que no es
meramente teórica, sino teórico – práctica, por cuanto indaga los
fundamentos filosóficos que regularán la conducta humana”.
Por su parte Maliandi (1991) cita distintas definiciones de Ética
que se transcriben a continuación:
a. “Ética no es lo mismo que moralidad, sino reflexión sobre la
moralidad, reflexión que busca normas, las cuales están ya
siempre vividas antes de que se reflexione sobre ellas. Ética es
una teoría de la praxis.” (Hengstenberg – Grundlegung der Ethik
– Stuttgart – Kohlhammer, 1969:17).
b. “Toda Filosofía auténtica debe deducir de sus conocimientos
teoréticos los principios de la conducta vital del individuo y de
la orientación de la sociedad. La ciencia en que ello ocurre es
denominada por nosotros ética filosófica.” (Dilthey, 1973)
c. “La Filosofía moral es una investigación filosófica acerca de
normas o valores, acerca de ideas de justo e injusto, de bien y
de mal, de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer.”
(Raphael, 1986:25)
d. “La ética es una rama de la Filosofía; es la filosofía moral o la
manera filosófica de pensar en materia de moralidad, de los
problemas morales y de los juicios morales.” (Frankena, 1965:5)
e. “Por ética se entiende hoy, por lo general en todas partes, la
ciencia de la moralidad.” (Reiner, en Heidelberg – Quelle –
Meyer, 1964:15)
Existe una pronunciada tendencia a confundir lo moral con lo legal
y con lo religioso. Por ello Cortina (1995) marca una diferencia entre
ética, derecho y religión. Considera que son “tres tipos de saber
práctico, tres formas de orientar la conducta, que se encuentran
estrechamente conectadas entre sí, pero que no se identifican”.
Es importante distinguir que mientras el derecho regula la
conducta exterior de los individuos, la moral forma parte de su
interioridad, por ello surge del orden o del derecho natural y no del
derecho positivo.
Sintéticamente, entiéndese por Derecho Positivo tanto el
conjunto de leyes positivas que rigen en una determinada sociedad
como también la facultad del hombre para hacer lo que la ley positiva
prescribe o le permite. Este derecho dimana de la decisión del legislador
que es la autoridad legítimamente constituida para este fin.
Por otra parte, el Derecho Natural es el conjunto de principios
generales de la ley natural que contiene los principios de moralidad. Es
la conciencia la que dicta lo que se debe o no hacer independientemente
de las leyes establecidas por el Estado. Es la que dicta la propia
naturaleza del hombre por medio de la razón. La Ética forma parte de
este último (Ruiz, 1994).
Además, el cumplimiento estricto de las leyes positivas humanas
no basta para hacer del hombre un ser moralmente bueno ya que
existen actos humanos, especialmente los internos, que escapan a las
leyes como así también porque no todas las leyes humanas son
moralmente buenas, aunque debieran serlo. En los hechos, no siempre
un acto legal es moral ni siempre un acto moral es legal. La única forma
de determinar si un acto humano es bueno o malo moralmente es
comprobar si se adecua o no a una determinada pauta, norma o criterio.
Entiende Ruiz (1994) que la ética es también un contenido de
valores y debe ser una estructura normativa. La norma orienta, evita
desvíos, allana el camino, endereza, da tranquilidad en el obrar cuando
se procede con buena voluntad. La ética no investiga lo que hace el
hombre, sino lo que debe hacer (Ruiz, 1996).
Habiéndose determinado brevemente estos conceptos generales
de Ética y Moral, se intentará analizar ahora específicamente la ética
profesional, que no es otra cosa que la aplicación de los principios
universales de moralidad al ejercicio de cualquier profesión y
puntualmente, la ética orientada a la interpretación en lengua de señas
como un aspecto de la ética aplicada, determinando también cómo se
ajustan los principios éticos generales al comportamiento humano de los
intérpretes de lengua de señas, ya que todas las profesiones deben
tener normas específicas de conducta.
Se coincide con Maliandi (1991) en la importancia de la
“tematización” de la ética profesional entre los intérpretes de lengua de
señas ya que se observa la necesidad de convertirla en tema de
discusión, de debate y de análisis sin dejarla en un estrato de mera
reflexión, debiendo llevarla al caso concreto durante la práctica
profesional propiamente dicha, sin perderla de vista, antes y después del
acto de interpretar.

ÉTICA PROFESIONAL – MORAL PROFESIONAL -


DEONTOLOGÍA

Entiende Vázquez (1981) que la ética o moral profesional es


parte la moral aplicada a las profesiones y a los problemas éticos que
ellas plantean. Es una ciencia normativa que estudia los deberes y
derechos de los profesionales y los valores implicados en la actividad
laboral.
La ética general entonces proporciona normas para regular la
conducta humana en toda su amplitud, pero las profesiones, generan en
quienes las ejercen, obligaciones y derechos específicos. Así nació la
ética profesional modernamente denominada Deontología, -del
participio griego deon: lo que conviene- (Ruiz, 1994). Este trabajo
simplemente enumera las normas deontológicas aplicables a cualquier
profesión en general y en especial a la interpretación en lengua de
señas.
La profesión otorga la capacidad de contribuir al bien común,
implica un deber con la sociedad y es la ética profesional la que
recuerda los principios de ética general para iluminar las situaciones
prácticas de las relaciones sociales profesionales. (Menéndez, 1967).
Entiende Vázquez (1981) que la moral profesional se ocupa de
determinadas obligaciones éticas que surgen en relación con el ejercicio
de la profesión, en el desarrollo del trabajo y en relación con los
aspectos externos que tienen repercusión en la sociedad, común a los
demás hombres. Surgirán entonces deberes y obligaciones como
miembro de una sociedad en la que realiza una actividad específica y en
relación con su función particular. Considera este autor que la moralidad
profesional es un aspecto de la moralidad de la persona. La profesión
como actividad práctica está regulada por una norma ética y el
profesional debe obrar según como lo exija su conciencia. El aspecto
moral surge de la propia naturaleza de la profesión ya que resultan
incompatibles los conceptos de profesiones ilícitas y lo moral.
La profesión debe subordinarse a la moral y en caso de conflicto
debe prevalecer ésta sobre aquella ya que lo contrario sería una
subversión de valores humanos.
Dice Vázquez (1981) que la moral profesional se puede poner en
práctica teniendo presente los siguientes aspectos:
• El aspecto individual. Esto significa que el acto profesional
tenga todas las cualidades que hacen moralmente buena una
acción humana.
• El aspecto social. El acto profesional implica alteridad, esto es,
relacionarse con otros.
Para Menéndez (1967), la ética profesional o moral profesional
es la “ciencia normativa que estudia los deberes y derechos de los
profesionales en cuanto tales” y es llamada específicamente
Deontología.
En su raíz etimológica deontología es la ciencia del deber ser:
deontos = deber ser; logos = ciencia – tratado (Viñas, 1972).
La palabra Deontología, cuyo origen se debe al filósofo inglés
Jeremy Bentham, se define como “la descripción y el estudio de un
particular grupo de deberes concernientes a una determinada clase o
grupo profesional e indica lo que debe ser en contraposición con lo que
es. Implica un comportamiento adecuado a un fin y es mucho más que
un compendio de buenas maneras relativas a una profesión” (De
Matteis, 2005). La Deontología comprende los problemas inherentes a
los individuos como sujetos profesionales.
La Deontología, entiende Ruiz (1994:19), “no es una Ética aparte.
Es la misma Ética que desciende hasta las actividades concretas de cada
profesión, especificando las aplicaciones que derivan racionalmente de
los principios generales”. Se trata de establecer cómo ha de ser la
conducta ética del hombre en cuanto profesional, qué condiciones
morales se exigen en el profesional como tal y qué enfoque ético se les
deben dar a esas nuevas situaciones.

LA PROFESIÓN – EL PROFESIONAL
LA INTERPRETACIÓN EN LENGUA DE SEÑAS –
EL INTÉRPRETE DE LENGUA DE SEÑAS

Determinado el concepto de Deontología se procede a definir


ahora qué es la profesión en sentido general según diversos autores y
qué significa específicamente la profesión de interpretación en
lengua de señas.
Cuando se usan las palabras profesión o profesional se hace
referencia a aquellas actividades laborales que suponen un título
universitario para ejercerlas.
Durkheim (En Vázquez, 1981:5) describe la profesión como una
actividad de “función social de la que emanan unas normas sin las
cuales no sería posible ni su origen ni su permanencia” proponiendo
condiciones morales necesarias para el establecimiento y
funcionamiento normal de toda moral profesional.
Por su parte, Max Weber (En Vázquez, 1981:5) define a la
profesión como “la peculiar especificación y coordinación que muestran
los servicios prestados por una persona, fundamento para la misma de
una posibilidad duradera de subsistencia o de ganancia”.
En el mismo sentido Todoli (En Vázquez, 1981:7) dice que “la
profesión es una actividad humana habitualmente dirigida a un
quehacer concreto, útil y exigido, por lo que el individuo, debidamente
preparado, colabora al bien común de la sociedad en que vive, al propio
tiempo que encuentra en ella los medios de subsistencia adecuados,
siempre bajo el control de la ley o los controles propios de su trabajo
específico”.
Entiende Menéndez (1967:20) que “la profesión es una capacidad
cualificada, requerida por el bien común, con peculiares posibilidades
económico – sociales”.
Pueden extraerse de las definiciones anteriores algunas ideas
importantes: que la profesión otorga la capacidad de contribuir con
eficacia e inteligencia al bien común, que implica un deber para con la
sociedad y que constituye un medio económico de subsistencia.
La evolución social y el progreso científico han ido acentuando con
ritmo acelerado la importancia de algunas actividades y de algunas
ciencias hasta el punto de crearse una conciencia de su autonomía y su
necesidad (Menéndez,1967). Se trata de las profesiones en
formación.
Dice Menéndez (1967) que las universidades tienen la función de
promover aquellas actividades de la inteligencia que seriamente
persiguen el bien común. La interpretación en lengua de señas es una
de ellas.
Sin duda, es la universidad la que prestigia el conocimiento y
forma profesionales que desarrollan actividades económico – sociales
específicas. Las características de todo universitario egresado formado
profesionalmente deberían ser:
a. La competencia, que significa la posibilidad de exhibir un título
universitario.
b. La independencia, que permite manifestar su iniciativa
personal, buscar el bien común y el bienestar de su propia
conciencia.
c. La humanidad, ya que el principal objetivo de toda actividad
humana debe ser el hombre.
Por otra parte, Gros (En Vázquez, 1981:6) define a los
profesionales como las “personas que poseen un amplio conocimiento
teórico, aplicable a la solución de problemas vitales recurrentes pero no
estandarizables y que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al
máximo de los conocimientos, al mismo tiempo que se sienten
identificados con los demás profesionales”.
En el caso específico de la interpretación en lengua de señas –
lengua hablada, lengua hablada – lengua de señas, considera
Famularo (En Burad, 2001:9) que se trata de una actividad profesional
relativamente reciente, con un campo de acción que crece en directa
proporción a las necesidades de participación social de las personas
sordas.
De hecho, esta profesión ha construido su organización sobre
varios pilares vinculados profundamente entre sí: las personas sordas, la
lengua de señas, las necesidades de comunicación con los oyentes y los
intérpretes de lengua de señas – lengua hablada como mediadores de
la comunicación.
Interpretar, entiende García Landa (En Burad, 2001:10),
específicamente en este caso, en lengua de señas – lengua hablada y
viceversa, es comprender lo que un ser humano quiere decir en una
situación, en un contexto determinado, desde una lengua y una cultura y
una mentalidad y ser capaz de reproducir ese querer decir en otra
lengua, otra cultura, otra mentalidad. No se trata de transformar señas
en palabras o palabras en señas. Se debe buscar la intención del
mensaje y retransmitirlo respetando la gramática propia de cada lengua
y el uso social que los hablantes o señantes hacen de su lengua.
Específicamente, el profesional intérprete de lengua de señas –
lengua hablada y viceversa, es un mediador en la comunicación entre
personas que se expresan mediante distintos códigos lingüísticos,
constituyendo este acto, un foco donde convergen un servicio: la
interpretación, -donde existe la ley de la oferta y la demanda-, los
usuarios: personas sordos y/u oyentes y los proveedores del mismo: los
intérpretes, tal como sostiene Rosana Famularo (En Burad, 2001:9)
Frishberg y Massone (En Burad: 2001:9) están de acuerdo en
sostener que no hay demasiadas diferencias entre un intérprete de
lengua de señas y un intérprete de lengua hablada extranjera: ambos
son profesionales que intervienen para transmitir un mensaje a un
destinatario que no comprende el modo de expresión o la lengua de
origen.
Existe una forma especial de traducción hablada y/o señada, que
se llama interpretación (García Yerba, 1989)
La interpretación en lengua de señas – lengua hablada y
viceversa, es un acto de comunicación atípico, en el que el intérprete se
caracteriza por conocer dos lenguas –de señas y hablada- y dos culturas
–la de la comunidad sorda y la de la comunidad oyentes- (Famularo,
1995). El intérprete es el que se fue a otro mundo: al mundo de los
sordos. Por ello puede comprender lo que estas personas quieren decir,
porque conoce su comunidad, su cultura, sus costumbres, su lengua.
El intérprete entonces, debe y necesita, conocer y respetar, no
solo el significado de las señas y de las palabras habladas sino también
el uso atribuido por los señantes y hablantes en sus conversaciones y la
gramática de ambas lenguas (Massone, 1993).
La interpretación en lengua de señas - lengua hablada, lengua
hablada - lengua de señas, presenta esta característica bipolar y es
mucho más que saber conversar fluidamente en las dos lenguas. La
tarea del intérprete consiste en encontrar la equivalencia en la
diferencia y en conectar dos mundos separados. (Bertone, 1989).
La distinción entre traducción, -escrita-, e interpretación -en sus
modalidades oral o señada- está hoy generalizada. No obstante, algunos
autores emplean el término traslación como designación genérica de
ambas especies: traducción e interpretación (García Yerba 1982).
En el mismo sentido, considera Barreiro Sánchez (1994), que la
interpretación es una actividad socio-comunicativa humana que si bien
adopta rasgos comunes con la traducción se diferencia de ella, ya que la
primera presenta la característica de realizarse en lengua hablada o
señada, trabajando sobre textos hablados o señados mientras que en la
traducción se utiliza la lengua escrita y la labor se realiza sobre el texto
escrito.
El proceso de interpretación, dice Daniel Gile (En Padilla Benítez,
1994), depende de un delicado equilibrio de atención oscilante entre
escucha -u observación en nuestro caso- y análisis, memorización y
reformulación, a lo que se suma el cúmulo de conocimientos en un
tiempo limitado, cuyo ritmo impone el orador, además de la
receptibilidad suficiente para poder canalizar los aspectos
paralingüísticos sin perder de vista que durante el acto se encuentran
presentes en el contexto comunicativo, el orador, el intérprete y el
destinatario del mensaje de la lengua terminal. - - - - - -
Para Padilla Benítez (1994), la interpretación es un proceso
cognitivo mediante el cual un texto hablado o señado, es recibido en
una lengua de partida, es decodificado, -liberado de su soporte
lingüístico-, y reconstruido en la lengua de llegada, en el que la agilidad
mental de intérprete juega un papel fundamental. Se coincide con el
autor en afirmar que el intérprete, en nuestro caso de lengua de señas –
lengua hablada y viceversa, necesita aprender a controlar, almacenar,
rechazar, recuperar y traducir la información recibida en una lengua de
partida mientras transforma el mensaje en una lengua término y
controla el "feedback" de su propia expresión. Interpretar, es un acto de
lingüística aplicada. (Famularo, 1995)
Dice Famularo que la interpretación en lengua de señas – lengua
hablada es una tarea apasionante y de gran alerta mental. Los
intérpretes se encuentran “tironeados lingüísticamente en dos
direcciones: mirando hacia la lengua fuente y hacia la lengua meta”
buscando frenéticamente el sentido y experimentando la soledad del
proceso interpretante durante la desverbalización. El intérprete también
es tironeado por las personas oyentes y sordas que esperan de este
profesional una mediación que vaya más allá de la función específica de
la interpretación y que pueda, además conciliar diferencias y
malentendidos culturales (Aut. Cit., 2000:164).
Los intérpretes de lengua de señas, que hacen de la
interpretación su actividad habitual, constituyen un grupo profesional,
empírico o titulado, vinculado con la comunidad sorda, su cultura y su
lengua. Funcionan como mediadores de la comunicación entre esta
comunidad y el grupo mayoritario oyente. Se mueven entre dos polos,
conocen dos lenguas y dos culturas.
Siguiendo esta línea de pensamiento, se aclara que interpretar
en lengua de señas – lengua hablada es mucho más que saber conversar
fluidamente en las dos lenguas ya que el intérprete activa mecanismos
encaminados a restituir el sentido de un mensaje, lo más rápidamente
posible, prácticamente en microsegundos, con claridad, corrección y
naturalidad para que pueda ser entendido en la lengua y en la cultura de
llegada.
Existe un proceso lingüístico - cultural e incluso psicológico
durante la interpretación, estrategias y técnicas específicas para
restituir el sentido del mensaje. Por ello, se enfatiza que saber lengua de
señas no es ser intérprete de lengua de señas – lengua hablada. La
interpretación requiere de conocimientos específicos diferentes al
simple aprendizaje de una segunda lengua, como sucede con la
traducción y/o interpretación de cualquier lengua extranjera. Tener
conocimientos y buen uso de la lengua de señas y de la lengua hablada
y haber adquirido competencia para interpretar en ambas direcciones,
son cosas distintas. A esto se suman obligaciones ético - profesionales
relacionadas con esta actividad (Burad, 2001).
- Dice Newmark (1999) que la traducción profesional en cualquier
lengua, es una disciplina reciente y aún no está ampliamente reconocida
la idea de que todas las lenguas del mundo, tienen el mismo valor e
importancia, de que todos los seres humanos tienen derecho a usar su
propio idioma, sea nacional o minoritario. También las personas sordas
deben gozar de este derecho. - - - Sin duda alguna, uno de los derechos
inalienables del hombre es el derecho a la lengua, a comunicarse con su
comunidad en una lengua propia y preservar sus tradiciones y su cultura
mediante esa lengua (Bravo, 1997). Las personas sordas también se
encuentran protegidas por la Declaración Universal de Derechos
Lingüísticos, proclamada en Barcelona, España, el seis (6) de junio de mil
novecientos noventa y seis (1996) que considera, entre otros, los
siguientes aspectos:
• -Todas las lenguas son la expresión de una identidad colectiva y
de una manera distinta de percibir y de describir la realidad
(art. 7).
• -Todas las comunidades lingüísticas tienen derecho a organizar
y gestionar los recursos propios con el fin de asegurar el uso de
su lengua en todas las funciones sociales y a asegurar la
transmisión y la proyección futuras de su lengua (art.8).
• -En el ámbito público, todo el mundo tiene derecho a desarrollar
todas las actividades en su lengua (art.12).
• -Toda comunidad lingüística tiene derecho a usar su lengua y a
mantenerla y potenciarla en todas las expresiones culturales y
el ejercicio de este derecho debe poder desplegarse
plenamente sin que el espacio de ninguna comunidad sea
ocupado de manera hegemónica por una cultura ajena (art.41).
Consecuentemente y en relación a la administración pública,
tribunales de justicia y actividades socio - económicas, todas las
comunidades lingüísticas tienen el derecho a utilizar su lengua
oficialmente, a comunicarse con sus autoridades oficiales en su lengua y
a ser juzgados en la lengua que pueden entender. Caso contrario
deberán contar con los servicios de interpretación. Este concepto abarca
también a la comunidad sorda.
Sobradamente escrito por los profesionales del medio, se coincide
en manifestar que el servicio de interpretación es, entre otras cosas,
un medio para que las personas sordas alcancen igualdad de
oportunidades y de participación.
Esta actividad, -la interpretación-, vieja como el mundo, está
dando a luz una nueva profesión. Por ello, el intérprete de lengua de
señas universitario, debe comprender que su responsabilidad es mayor
por los conocimientos que ha recibido y por la capacidad que se le ha
creado.
Cada profesión compromete la vida del hombre en una actividad,
que debe estar de acuerdo con las exigencias de su conciencia. Se
impone entonces una recta formación de la conciencia profesional
advirtiendo que si una persona actúa moralmente en su conducta
privada seguramente lo hará también en su conducta profesional
(Letizia, 1983)
Todas las profesiones, también la interpretación, tienen una
moral genérica que se reduce a trabajar bien y a asumir las
responsabilidades que devienen de su labor y el profesional debe
formarse específicamente para desempeñar su trabajo moralmente bien
aunque cada profesión plantea cuestiones morales específicas o
prioriza algunos principios éticos sobre otros y además implica
peculiares derechos y obligaciones (Vazquez, 1981).
PRINCIPIOS ÉTICOS APLICABLES A LA
INTERPRETACIÓN EN LENGUA DE SEÑAS

Después de aclarar algunos conceptos sobre profesión y


profesional y determinado el concepto de interpretación en lengua de
señas – lengua española así como el significado de la figura del
intérprete, se procede ahora a enumerar y definir algunos principios
deontológicos que pueden ser adoptados por los intérpretes que
realizan la mediación lingüística y cultural entre personas sordas y
oyentes.
Se intentará proceder a su análisis bajo la guía de diversos
autores, organizándolos en tres grandes núcleos: a) en primer término,
los principios éticos a tener en cuenta en la labor profesional en sentido
general; b) en segundo lugar, las reglas éticas empleadas durante el
acto de interpretación propiamente dicho y c) por último, los principios
deontológicos aplicables entre colegas.

Principios Deontológicos aplicables a la labor profesional en


sentido general

Para trabajar sobre los principios deontológicos aplicables a la


labor profesional en sentido general se tuvieron en cuenta los conceptos
referidos a Ciencia, Vocación, Autoridad, Responsabilidad, Honestidad
Intelectual, Secreto Profesional, Honradez y Honorarios Profesionales.

La Ciencia – La Vocación

Ruiz (1994) considera que existen requisitos que deben cumplirse


para ejercer honestamente una profesión: ciencia y vocación.

La Ciencia

La ciencia, como requisito laboral, hace referencia a que el


profesional debe tener conocimientos específicos sobre su actividad. Se
estudia una carrera para aprender teórica y prácticamente todo lo que
atañe a la labor y el título es el comprobante oficial de que la persona
está preparada para ejercer su profesión. Se trata de una garantía de
preparación científica o técnica aunque no todos egresan con el mismo
caudal de conocimientos ni todos acrecientan su saber después del
egreso.
Por razones de ética, el profesional debe completar sus
conocimientos, actualizarse en cuanto a contenidos, métodos y técnicas
de procedimiento. Debe saber y debe estar seguro de lo que sabe, por
los beneficiarios del servicio, por él mismo y por las comunidades en las
que se inserta su actividad profesional.
Cuando se sorprenda en un error o ignorancia debe subsanar el
defecto y si este fue advertido por su cliente, debe admitir con
honestidad su error o ignorancia aún a riesgo de perderlo.
Se entiende por incompetencia profesional a la falta del minimun
de ciencia, de aptitud. Es importante dejar a salvo que los casos muy
difíciles de resolver hay que ponerlos en la cuenta de la limitación
humana y allí la ignorancia o el error son éticamente excusables. Cuando
se presentan estos sucesos, es importante tener la humildad de
consultar a sus colegas. Y es justamente esta actitud la que subirá el
nivel de su conducta ética.
Cada profesión es una especialidad en sí misma y a su vez dentro
de cada una existen sub – especialidades. Existe entonces una ciencia
general básica (la interpretación en lengua de señas) que caracteriza a
la profesión y sub – ciencias derivada de la anterior que profundizan y
particularizan algunos de los conocimientos que están en la ciencia
general (la interpretación jurídica en lengua de señas). Una exigencia
ética, es que los especialistas no traspasen los límites de su
especialidad, salvo casos de emergencia, debiendo advertir previamente
a su cliente que no es su área de trabajo específica. La actitud ética que
corresponde es aconsejarle que acuda a un especialista en la materia.
El Código de Ética y Procedimiento Profesional para Intérpretes de
Lengua de Señas –CEPPILS-, prevé la posibilidad de especializarse en
una función determinada: interpretación de conferencias, educativa,
técnica, pública, privada, oficial, interpretación en los medios de
comunicación como así también especializarse en cuanto a la materia:
interpretación médica, jurídica, teatral o artística, religiosa entre otras
(art.31). Tampoco debe comprometerse a realizar interpretaciones para
las que no está preparado, reconociendo su nivel de competencia
(art.13).
La actualización de conocimientos y el perfeccionamiento laboral
actualmente es una constante en todas las profesiones aún después de
terminados los estudios. Es la modalidad de la educación permanente.
En el CEPPILS también se encuentra previsto el deber de actualizar
los conocimientos en forma permanente (art.12) como también tener
competencia en las dos lenguas que se ponen en contacto –lengua de
señas y lengua hablada- (art.16).

La Vocación

Vocación , -dice Ruiz (1994)-, significa “llamado” interno hacia un


tipo determinado de actividad. Es una inclinación del espíritu hacia una
actividad que produce en el sujeto satisfacción y gusto y supone ciencia
e idoneidad.
La ciencia a veces origina la vocación y otras la vocación lleva a la
adquisición de la ciencia. Si bien la profesión es un medio de vida, una
actividad lucrativa, es fundamentalmente un servicio para la comunidad.
Servir a los demás es un objetivo ético de la actividad de la persona.
Cuanto más culto sea, cuanto más sepa sobre la interpretación, sobre las
lenguas, comunidades y culturas que pone en contacto, cuanto mayor
sea su aptitud para el trabajo y más clara sea su vocación, mejor servirá
a sus semejantes y mejor realizará su labor.
Para las normativas éticas, si lo único y/o lo primero que motiva al
ser humano para elegir su profesión es el lucro, está mal orientado.
Debe dirigirse primeramente hacia su vocación y sus aptitudes, elegir
una profesión que satisfaga su idoneidad y su vocación y que además
proporcione ingresos para subsistir.
Según Vázquez (1981) la ética más elemental exige del profesional
al menos dos cualidades fundamentales: vocación y aptitud.
En relación a la primera, dice García Hoz (En Vázquez, 1981:14)
que la vocación, es una “inclinación hacia determinado estado o
profesión”. Es un conjunto de aptitudes, cualidades o disposiciones para
realizar eficazmente algo. Según Ortega (En Vázquez, 1981:15), cuando
se es fiel a la vocación, se es fiel a la propia vida.
Para Todoli (En Vázquez, 1981) la vocación es una inclinación
natural a un trabajo determinado y la tarea consiste en descubrir esa
inclinación.
En referencia a la segunda cualidad, es una exigencia previa al
ejercicio profesional la aptitud para la profesión que se elige y que
puede ser una aptitud natural o adquirida.
La aptitud natural es la que indica en qué profesión se tiene mayor
probabilidad de éxito y satisfacción personal mientras que la aptitud
adquirida se refiere al título obtenido y a la eficacia en el saber y/o en el
saber hacer.

La Autoridad – La Responsabilidad - La Honestidad


Intelectual

Ruiz (1994) identifica tres cualidades morales que debe poseer


el profesional cuando ejerce su labor a saber: autoridad y
responsabilidad y honestidad intelectual.

Autoridad y Responsabilidad

El profesional debe ser una autoridad en sentido científico, debe


poseer un vasto y profundo conocimiento sobre su actividad, debe tener
la virtud de la veracidad y de la autenticidad que consiste en manifestar
lo que piensa.
Se trata de un profesional competente que predispone a los demás
a creer lo que esa persona diga respecto de los temas que le conciernen
porque tiene competencia (ciencia) y porque es veraz en la
manifestación de esos conocimientos (verdad moral). Cuando se duda
de la veracidad de un profesional, no se es digno de crédito, ya que se
pondrá en tela de juicio si lo que dice es lo que realmente piensa. Esta
incertidumbre hace perder la confianza en su persona y no se acude más
a él. Si no se duda de su saber pero se sabe que miente también sucede
lo mismo.
Un profesional con autoridad debe cultivar el hábito de saber y el
hábito de ser veraz. Pero la circunstancia de saber mucho sobre lo
profesional no convierte a nadie en una autoridad en la materia.
El intérprete es una autoridad cuando sabe y dice lo que sabe,
cuando tiene seguridad en lo que dice y en el caso de que no sepa
también lo debe decir. Así procede un profesional que tiene ética. Esto
hace crecer su prestigio por la virtud moral que manifiesta.
Existe entonces una responsabilidad ética ya que se puede ser
irresponsable y no trascender, quedando esto solo en su conciencia
moral y esta actitud queda fuera del alcance de la acción jurídica, ya que
no sale del secreto recinto de su conciencia.
El intérprete que aparece y parece éticamente correcto cumple
con su deber, con el compromiso que ha contraído con la comunidad,
realiza el servicio social. Esta es la importancia de la formación de la
conciencia en relación a la responsabilidad laboral que crece con el
desarrollo de la inteligencia y la voluntad.
El profesional en su conciencia sabe qué debe hacer, cómo lo debe
hacer, cuándo debe hacerlo, dónde lo debe hacer y porqué lo debe
hacer. Si descuida alguno de estos aspectos, es consciente de que ha
obrado mal y que debe dar cuenta a los damnificados aunque estos no
lo adviertan. Es una forma de cumplir con la virtud de la justicia. Deber
de justicia, es todo aquello que el profesional promete hacer para
satisfacer a su cliente, aún cuando no se obtengan los resultados
buscados. Si actúa con negligencia comete una injusticia.
Durante el acto de interpretación propiamente dicho, la
responsabilidad específica radica en transmitir el mensaje
correctamente y no en el contenido (ya que del contenido se hace cargo
el enunciador), debiendo comunicar la intención del mensaje,
manteniendo la pureza de las lenguas implicadas (art. 16 Código de
Ética y Procedimiento Profesional para Intérpretes de Lengua de Señas –
CEPPILS-). También forma parte de su responsabilidad profesional, evitar
en su labor la extracción de beneficios personales asumiendo las
consecuencias de su obrar (art.21 CEPPILS). Otra situación que marca la
responsabilidad profesional del intérprete es la prevista en el art. 8 del
código de ética. En él se establece que el intérprete no debe interrumpir
la prestación de sus servicios profesionales de interpretación sin
comunicarlo con una antelación razonable, salvo que circunstancias
especiales lo impidan. Así también, los compromisos verbales o escritos
deben considerarse por igual, de estricto cumplimiento (art.6 CEPPILS).

La Honestidad Intelectual

Se entiende por honestidad intelectual una forma de vida


profesional que busca, acepta, ama y transmite la verdad. El objeto de la
inteligencia debe ser la verdad y la honestidad intelectual designa una
combinación de voluntad e inteligencia.
La honestidad es la bondad moral mientras que lo intelectual es
relativo a la inteligencia por ello la honestidad intelectual es la conducta
moralmente buena en el ejercicio de la inteligencia y la única forma de
comprobar la verdad de un juicio es confrontarlo directa o
indirectamente con la realidad objetiva.
El profesional debe buscar la verdad en lo relacionado con su
actividad específica ya que la veracidad es una virtud social con
aplicación a lo profesional. Es “la virtud que inclina a decir siempre la
verdad y a manifestarse al exterior tal como somos interiormente”
(Letizia, 1983:171).
Si no dice la verdad es porque se tiene la intención de engañar o
falsear la realidad. Pero una verdad dicha en un mal momento o de mala
manera puede causar efectos desastrosos hasta el punto de resultar
perjudicial y destructiva.
Luna y Salles (1995) mencionan cuatro teorías y enfoques éticos
con referencia a la verdad: las teorías deontológicas, las teorías
utilitaristas, la teoría de la ley natural y la ética de la virtud.
Las teorías deontológicas afirman que el ser humano debe seguir
los principios o reglas éticas independientemente de las consecuencias
que ello provoque. El profesional entonces tiene la obligación de decir la
verdad aún cuando en ciertas ocasiones mentir pueda producir buenas
consecuencias.
Por otra parte, las teorías utilitaristas entienden que la obligación
moral consiste en maximizar resultados positivos y minimizar los
negativos, entonces el valor moral de una acción depende de sus
consecuencias. Si la consecuencia de mentir es más positiva que la de
ser veraz, ésa es la acción correcta.
Según la teoría de la ley natural el hombre debe recurrir a las leyes
naturales como guía del comportamiento, que las descubre a través de
la razón, de la racionalidad. El engaño no es aceptable porque implica no
reconocer el valor de la persona, pero admite una excepción: cuando se
lo practica para promover un bien natural.
Por último, la ética de la virtud se centra en las virtudes que se
desean estimular. Esta teoría se pregunta cómo se debe vivir para lograr
un carácter virtuoso, suponiendo que la persona virtuosa hará lo
correcto, que sabe seleccionar un principio moral en vez de otro. La
acción de mentir es incompatible con la honestidad y manifiesta un
rasgo de carácter moralmente indeseable. (Luna – Salles, 1995).
Existen virtudes morales como la prudencia que aconsejan en qué
sentido debe tomarse la decisión de decir la verdad. Transmitirla
constituye un acto de honestidad siempre que esa transmisión se ajuste
a las normas de la moralidad. La verdad siempre es un bien pero los
efectos de su conocimiento pueden ser malos física o psíquicamente
para aquellos a quienes se transmite.
La prudencia es la infaltable consejera. La única verdad,
éticamente hablando, es que siempre que se deba decir la verdad hay
que decirla. Pero, si un profesional revela un secreto de su cliente a otra
persona, dice la verdad pero comete un acto inmoral y además ilegal.
La mentira se opone a la verdad enfrentándose también con la
hipocresía y la simulación que atentan contra las exigencias de la vida
social.
Se define la mentira como “la locución contra la propia mente”
(Letizia, 1981:175). Se entiende por locución, la palabra o cualquier otro
signo externo que manifieste una idea. Se puede mentir con un gesto,
una mirada, una sonrisa. Se puede mentir usando la lengua de señas, se
puede mentir interpretando.
La mentira se diferencia de la equivocación porque al caer en
esta última, se dice algo falso pero de buena fe, por razones de
ignorancia o por error.
Por estas razones, el artículo 9 del CEPPILS ha dejado previsto que
toda opinión, certificación o dictamen escrito o verbal que emita el
intérprete de lengua de señas, debe responde a la realidad y ser
expresado en forma clara, precisa, objetiva y completa, de modo que no
pueda entenderse erróneamente.
Siguiendo esta línea de pensamiento, la hipocrecía consiste en
aparentar exteriormente lo que no se es en la realidad, mientras que la
simulación no se verifica con las palabras sino con los hechos. Este
punto debe ser bien analizado por los intérpretes de lengua de señas ya
que las personas sordas pertenecen a una cultura netamente visual lo
que significa que toda la información ingresa a la mente por medio del
sentido de la vista. Esto significa que el intérprete puede conducir a las
personas sordas a error o confusión si se simula una situación ya que
estas últimas se encuentran en una situación de desventaja físico –
sensorial respecto del intérprete.
Dice Letizia (1983) que para que haya mentira se requiere dos
condiciones: en primer lugar, que exista voluntad de decir lo que es falso
y en segundo término que la palabra (hablada o señada) no tiene que
traslucir ni representar el pensamiento interior, de tal forma que la
persona a quien se dirige caiga en engaño.
La mentira produce daño en el prójimo ya que lo induce a tomar lo
falso como verdadero, perturba el orden social y la convivencia pacífica.
Existe la obligación moral de no mentir. La mentira es la expresión
oral o escrita destinada a engañar a una persona. Se distinguen tres
tipos de mentira: la mentira jocosa por juego o diversión, la mentira
oficiosa por interés de quien la dice o de un tercero y la mentira dañosa
que se dice para perjudicar.
La mentira es intrínsecamente inmoral y puede causar
consecuencias graves o leves según el perjuicio que se ocasione. La
calumnia, sea oral o escrita, es una especie de mentira dañosa que
exige una reparación. Lo peor que le puede suceder a una persona en el
ejercicio de su profesión es que lo consideren mentiroso.
El profesional debe ser franco con su cliente y no engañarlo. Debe
confesar su incompetencia para resolver una cuestión y esta situación
de honestidad y sinceridad contribuyen a que mantenga su equilibrio
ético.
En el caso de los intérpretes de lengua de señas, el ejercicio
profesional debe ser digno, guiado por la verdad, norma de conducta
permanente y fin fundamental. Se advierte que no deben utilizarse
técnicas de interpretación para distorcionar la realidad (art. 2 CEPPILS)
ni permitir que otra persona, sea o no intérprete, ejerza la profesión en
su nombre o facilitar que alguien pueda aparecer como intérprete sin
serlo (art.10 CEPPILS).

EL SECRETO PROFESIONAL

En relación al secreto profesional, se entiende por secreto lo


que cuidadosamente se tiene oculto. Existe aquí un doble significado: el
que indica que algo debe permanecer oculto y la obligación de no
revelarlo a nadie.
El secreto profesional está referido a algo confiado expresa o
tácitamente con la condición previa de no comunicarlo a ningún tercero.
Es un pacto entre el que confía algo y quien recibe la confidencia y esta
situación se da implícitamente entre el profesional y su cliente, entre el
intérprete y la persona sorda y/u oyente.
Suele violarse un secreto profesional de tres formas: por la
investigación ilegítima del mismo, por la comunicación indebida y por el
uso en beneficio propio.
En relación a la investigación ilegítima, toda averiguación que se
realiza sin otro fin que la curiosidad o la malicia es ilícita salvo que se
realice por el bien de la sociedad.
En lo referente a la manifestación indebida del secreto
profesional, es evidente que reviste una especial gravedad porque
debe mantenerse el secreto aún en aquellos casos en que debiera
manifestarse.
El bien común exige una confianza total en el profesional cuyos
servicios son indispensables para la sociedad y no puede divulgarse. Un
ejemplo extremo, para clarificar este punto, podría ser que una persona
sorda que se desempeña como militar contrate un intérprete de lengua
de señas para desempeñarse como mediador en un acto de
comunicación y que por razones de su trabajo, se entere de secretos de
Estado. Esa información no puede ser divulgada bajo ningún concepto ya
que cae bajo la esfera de la figura en análisis.
Por último, respecto del uso del secreto en beneficio propio, es
ilícito todo lo que pueda llevar al aprovechamiento indebido del mismo.
Salvo en ciertas circunstancias en las que la divulgación del secreto
pueda evitar un peligro mortal al propio cliente.
Dice Vazquez (1981) que el secreto profesional es tácito o
expreso entre el profesional y quien recurre a él. Se extiende a todo
aquello que no puede ser manifestado sin causar perjuicio o disgusto y a
todo aquello que ha sido confiado bajo promesa de guardar silencio.
El profesional debe guardar el secreto de lo que sabe por su
profesión y en algunas ocasiones no se puede decir la verdad sin
quebrantar el secreto profesional.
El CEPPILS, respecto de esa figura establece que la relación entre
el intérprete y los usuarios del servicio, sean sordos y/u oyentes, debe
desarrollarse dentro de la más absoluta confianza. El intérprete de
lengua de señas no debe divulgar ningún asunto sin la autorización
expresa de las partes mencionadas, como tampoco utilizar a su favor o a
favor de terceras personas, el conocimiento íntimo que obtenga de las
partes intervinientes en el proceso comunicativo o de interpretación,
adquirido como resultado de su labor profesional (art. 38). También se
encuentra previsto en el art. 39 de la misma normativa (CEPPILS) una
excepción a la regla: que el intérprete de lengua de señas se encuentra
relevado de su obligación de guardar el secreto profesional cuando
imprescindiblemente deba develar sus conocimientos para su defensa
personal, siempre que la información fuera insustituible.
Forma parte también del secreto profesional la situación prevista
en el art. 32 del CEPPILS. Esta norma prevé, -para el caso de la
interpretación de conferencias-, que los intérpretes pueden recibir los
textos a interpretar con anticipación al evento, con el solo fin de
preparar el contenido y los términos a interpretar. Esa información
recibida es de carácter confidencial, de uso exclusivo para el intérprete,
razón por la que no deberá ser difundida bajo ningún concepto.

La Honradez

Vázquez (1981) considera que existe también otra exigencia


fundamental que precede al ejercicio profesional: la honradez.

La Honradez

La honradez hace referencia a la cualidad de probo, a proceder


con rectitud. Este término encierra la actitud de bondad y de integridad
al obrar.
Honradez es rechazar la mentira y el soborno, es seguir el
dictado de la conciencia moral, no es un desenfrenado afán de lucro, ni
la competencia desleal, ni la propaganda engañosa, ni el descrédito al
colega, ni la envidia profesional (Vázquez, 1981).

Honorarios Profesionales
Este punto reviste una especial importancia ya que hasta hace
pocos años en la Argentina, la actividad del intérprete era de carácter
voluntaria.
Explica Famularo (1998) que a partir de 1960 las comunidades
sordas empezaron a luchar por el reconocimiento de sus lenguas y de
sus derechos. Uno de estos derechos, es poder acceder a los servicios de
un intérprete de lengua de señas – lengua hablada.
Hasta hace poco tiempo, para solucionar situaciones
comunicativas diariamente, para concurrir al médico, hacer trámites
administrativos o realizar una simple llamada de teléfono se recurría a
una persona oyente, de cualquier edad, incluso niños. Para estas épocas,
no existían los maravillosos avances tecnológicos de la actualidad (fax,
chat, E-mail, celulares de textos, etc.) que parecen haber sido diseñados
especialmente para personas sordas.
Explica Famularo (1999) que los primeros intérpretes fueron
voluntarios. Se trataba de familiares, -especialmente los hijos oyentes de
padres sordos-, amigos, maestros de sordos, e incluso, ocasionalmente,
vecinos o compañeros de trabajo. Se trataba de personas con buena
voluntad y tiempo disponible, que no fueron preparadas formalmente
para esta actividad. Solía ocurrir que la persona oyente sobrepasaba su
función, cometía excesos, por paternalismo o falta de preparación para
esta labor o por simple desconocimiento técnico. Este voluntario
entonces, tomaba partido en la comunicación, intervenía, comentaba,
aconsejaba, incluso decidía qué parte del mensaje se interpretaría.
Disimulaba o modificaba el mensaje a su antojo.
En un congreso internacional organizado por la Federación Mundial
de Sordos, en 1987, en Finlandia, los propios sordos comenzaron a
solicitar intérpretes de lengua de señas – lengua hablada que se
formaran profesionalmente con el mismo nivel que los intérpretes de
lenguas extranjeras y que fueran competentes lingüística y
culturalmente (Sánchez, 1990). De hecho, ambos son profesionales de la
comunicación que intervienen para transmitir un mensaje a un
destinatario que no comprende el modo de expresión (Massone,2000).
El trabajo del intérprete dejó de ser un voluntariado exclusivamente y
aparecieron partidas para la remuneración monetaria (Famularo, 1999),
aunque actualmente muchos intérpretes trabajan todavía en forma
voluntaria y muchos de ellos sin preparación universitaria.
El acto de interpretación constituye un foco donde convergen tres
puntos: el servicio profesional, los usuarios de ese servicio y los
proveedores del mismo. El servicio, es la interpretación en lengua de
señas – lengua hablada, donde existe la ley de la oferta y la demanda;
los usuarios son las personas sordas y/u oyentes que lo contratan; los
proveedores son los intérpretes de lengua de señas (Famularo, en
Burad, 2001).
Estos profesionales de la comunicación, que hacen de la
interpretación su profesión habitual, también tienen derecho a percibir
honorarios como sus colegas intérpretes de lenguas habladas
extranjeras.
Se advierte que actualmente las personas oyentes que no son
intérpretes pero que saben lengua de señas y actúan ocasionalmente
como mediadoras en un acto de comunicación, se consideran como
auxiliares oyentes y no como intérpretes (art. 37 CEPPILS).
El intérprete, al realizar su labor, brinda un servicio y debe recibir a
cambio una retribución. Debe encontrar en su actividad los medios de
vida adecuados para subsistir. A raíz de que el intérprete de lengua de
señas trabaja con personas sordas, resultaría conveniente que los
honorarios profesionales fueran afrontados por el Estado.
Es conveniente presupuestar por escrito los honorarios y las
condiciones de contratación para evitar malos entendidos. Incluso
prever honorarios adicionales para el caso de que se excedan las horas
de trabajo pactadas.
Los honorarios pueden convenirse por arancel, por horas o por
contrato, tomando como retribución guía, las tarifas sugeridas para
intérpretes de lenguas extranjeras teniendo en cuenta el tipo de
interpretación, quién contrata el servicio, los recursos disponibles, el
lugar y la duración de la labor. Se puede solicitar el reembolso de gastos
y viáticos (art. 40 CEPPILS). Adviértase que el intérprete realiza un
trabajo de gran alerta mental razón por la que se recomienda no trabajar
más de dos horas continuas sin pausa pudiendo solicitar un intérprete de
relevo que lo reemplace en la función (art. 24 y 32 del CEPPILS).
El tiempo estricto de trabajo no es el único factor que determina el
valor de los honorarios ya que al estimar el pago se tienen en cuenta
varios elementos como ser la formación y trayectoria del profesional y la
gran cantidad de tiempo que puede llevar la preparación previa del
trabajo, específicamente en el caso de la interpretación de conferencias.
Pero si no se cumple con el servicio, no se cumple con lo
estipulado o se exigen honorarios excesivos, no se realiza la justicia
conmutativa.
También se lesiona la justicia distributiva si el intérprete es
contratado en un cargo público y lo ejerce para su provecho propio o
cuando no es apto para esa función.
Se afecta la justicia legal si se defrauda a la comunidad por el
trabajo realizado o si ejecuta el trabajo de una manera que no debería
hacerse.
El cumplimiento del contrato laboral implica dos obligaciones
fundamentales: por parte del intérprete, ejecutar su trabajo y brindar el
servicio pactado; por parte de los usuarios del servicio o del contratante,
abonar puntualmente los honorarios pactados por la prestación de sus
servicios. “El cliente no recibe gratuitamente un servicio sino que
accede a él porque lo paga, directa o indirectamente a través de sus
impuestos” (Famularo, 2001).
El cumplimiento de los deberes no es el desenfrenado afán de
lucro, la competencia desleal, la propaganda engañosa, el descrédito al
otro (Vázquez, 1981).
El Código de Ética y Procedimiento Profesional para Intérpretes de
Lengua de Señas Argentina –CEPPILS- hace referencia a los honorarios
en un título específico en el que se determina que el intérprete tiene la
obligación de convenir honorarios por arancel, por horas o por contrato,
tomando como retribución guía, las tarifas sugeridas para intérpretes de
lenguas extranjeras teniendo en cuenta el tipo de interpretación, quién
contrata el servicio, los recursos disponibles, el lugar y la duración de la
labor, pudiendo solicitar el reembolso de gastos y viáticos (art.40). En el
art. 41 del mismo cuerpo normativo se aclara que el intérprete no debe
aceptar comisiones o emolumento alguno por asuntos que se
encomienden a otro colega, estableciendo dos excepciones a la regla:
cuando corresponda a la ejecución conjunta de un servicio profesional o
surjan de la participación de asociaciones profesionales.

Principios Deontológicos aplicables al acto de interpretación


propiamente dicho

Mientras que en el grupo anterior se incluyeron principios éticos


aplicables a la labor del intérprete en sentido general, en este segundo
núcleo se reunen las reglas deontológicos aplicables al acto de
interpretación propiamente dicho. Ellos son la idoneidad, el decoro o
seriedad profesional, la diligencia, la cortesía o buen trato, el perfil del
intérprete, su formación aplicada al acto laboral específico, la fidelidad y
la libertad.

La Idoneidad

Ruiz (1994) entiende por Idoneidad a la aptitud psicofísica para


ejercer la profesión. Si bien el título es un aval de ciencia y de idoneidad
puede ocurrir que el profesional no sea idóneo para el ejercicio de la
profesión.
Puede existir falta de idoneidad antes de estar graduado, lo que
impide obtener el título pero puede ocurrir también que la falta de
idoneidad aparezca después de obtenerlo ya que puede haber
sobrevenido alguna enfermedad, por el desgaste natural del organismo
o por hechos accidentales. Para ejemplificar esta situación se coloca el
caso de un intérprete de lengua de señas que debe usar con precisión
sus manos y contrae el mal de Parkinson.
El intérprete, como tal y más aún durante el acto comunicativo,
debe mantener el equilibrio psicofísico, lo que presupone el dominio
de los sentimientos, de las emociones, de las palabras, de los gestos, de
las señas y movimientos del cuerpo en general. Se trata de la armonía
bio – psíquica que debe tener y conservar el intérprete. Parece ser que
la falta de madurez intelectual, afectiva o fisiológica puede perjudicar el
acto de interpretación ya que se trata de una actividad vivencial. Lo
mismo puede suceder cuando ese equilibrio se ve afectado
temporalmente por un accidente o por avanzada edad.
El art. 18 de CEPPILS establece que el intérprete de lengua de
señas debe desprenderse de actitudes prejuiciosas respecto de los
mensajes que se viertan, manteniendo equilibrio emocional. No obstante
ello, el intérprete puede rechazar un pedido de interpretación por
razones personales, religiosas, ideológicas, relaciones de parentesco o
emotividad, que deben ser debidamente fundamentadas, ofreciendo un
profesional que lo reemplace en la labor (art. 13 CEPPILS).
Explica Famularo, que los intérpretes de lengua de señas tienen
predisposición a contraer estrés mental, a lesionarse por esfuerzo
repetitivo que puede provocar desde tironeos ocasionales en las
muñecas hasta parálisis momentáneas de las manos o brazos como
también desgarros e inflamaciones musculares y de los tendones. “Los
brazos del intérprete de lengua de señas se mantienen en una posición
estacionaria, alejados del cuerpo para hacerlos más visibles al auditorio
y el resultado es la tensión en los músculos de los hombros, cuello y
dolor en los brazos, muñecas y manos. El mal más conocido es el
síndrome del túnel carpiano” (Aut. Cit., 2000:164).

El Decoro o Seriedad Profesional

Entiéndase por decoro o seriedad profesional al respecto que


debe tener el intérprete hacia quienes contratan sus servicios. Se trata
de la seriedad de las acciones o de las palabras, al pudor y recato en su
apariencia física, en el lenguaje que utiliza o en su comportamiento; a
su aspecto cuidado, acorde y adecuado al lugar, tiempo y espacio en
donde desempeña su labor.
El decoro, dice Ruiz (1994), es la manifestación corporal de la
idiosincrasia interna de una persona, de su espíritu. Es el cuidado que
cada uno pone en el aseo personal, en su forma de vestir que denota
sobriedad y buen gusto y adecuación a las circunstancias de tiempo y
lugar. Incluso el modo de andar, los tonos de voz, el vocabulario que se
usa, son factores que constituyen el decoro. No atenta contra él la
pobreza de la ropa pero sí la dejadez, la desprolijidad y el desorden en
los elementos personales. Esto deja traslucir falta de respecto a sí
mismo y hacia los que contratan el servicio de interpretación: personas
sordas y personas oyentes. El decoro hace también a la seriedad
profesional y a la actuación responsable.
Por ello, los intérpretes de lengua de señas deben presentar una
apariencia personal sobria, prudente y discreta tanto en su desempeño
como en su vestimenta, acorde con el entorno donde realizará su labor
(art. 20 del CEPPILS). Para el caso de interpretar conferencia, el equipo
de profesionales puede uniformar su vestimenta prefiriendo que la
parte superior sea de color negro (art. 31 del CEPPILS).
Por otra parte, la dignidad es el sentimiento de amor propio o
autoestima que tiene el profesional sobre sí mismo como persona que
merece respecto y consideración de los demás. Mientras que la
probidad es característica de los profesionales honrados e íntegros.
En este sentido, el art. 44 del CEPPILS establece que el intérprete
debe ejercer la profesión con decoro, dignidad y probidad.

La Diligencia

La diligencia, -entiende Vázquez (1981)-, es otra condición


indispensable del profesional, que consiste en la entrega y el amor al
trabajo. Se traduce en los hechos actuando laboralmente con prontitud y
cuidado en el servicio profesional brindado.
Todo ejercicio laboral lleva implícito un contrato entre el
profesional y sus clientes que presupone obligaciones y derechos para
ambas partes.
La diligencia definida por la negación significa que no es
indolencia, que no es pereza, que no es descuido. Sintéticamente es lo
opuesto a la negligencia.
El incumplimiento del horario laboral, los descuidos en la
actividad, las deliberadas pérdidas de tiempo en el trabajo o las labores
incompletas caracterizan a la negligencia profesional. Estas actitudes
resultan moralmente ilícitas.

La Cortesía o El Buen Trato


Otro punto referido a la moral profesional distinguido por Letizia
(1983), corresponde a otra norma ética. Se trata de la cortesía o el
buen trato.
La cortesía o el buen trato es otra virtud social aplicada a la
ética profesional que consiste en obrar, en las relaciones con los
semejantes, de una manera acorde a la dignidad humana. Forma parte
del respeto mutuo.
En el ejercicio profesional se hace conveniente el uso del buen
trato que hace agradable la convivencia, ya que tanto el profesional
como el cliente deben moverse en un clima sereno y cortés.
La cortesía, según Guardini (En Letizia, 1983:183) es una expresión
de atención a la persona humana. Un profesional bien educado respeta
a todos sus clientes sin distinciones de ningún tipo. El término
cortesía proviene de la conducta apropiada de las cortes.
Posteriormente esta palabra tomó un significado más amplio. Por ello,
actualmente indica o hace referencia a la conducta de todo hombre
educado.

El Perfil del Intérprete

En relación al perfil del intérprete varios factores actúan en


cada quien razón por la que habrá intérpretes que se acerquen más que
otros al modelo ideal de profesional. Esto dependerá de algunas
circunstancias como el temperamento, la formación personal, el grado
de vocación.
El intérprete debe manifestar una personalidad equilibrada y
comprometida con su trabajo que pueda servir de ejemplo a los futuros
intérpretes de lengua de señas. Debe ser responsable, inquieto
intelectualmente, abierto a las dos culturas que pone en contacto: la
cultura sorda y la cultura oyente. De mente flexible a las idiologías
políticas y religiosas.
Es importante en esta actividad, adquirir la capacidad de
adaptación a los cambios repentinos e inesperados y a la toma de
decisiones en microsegundos neutralizando la inestabilidad psíquica
momentánea que pueda producirse por circunstancias no previstas. No
debe olvidar que el objetivo de su función es lograr la comunicación
entre personas sordas y oyentes y que debe ser leal a su labor y a los
seres humanos que pone en contacto. La cultura general que pueda
acopiar es otro factor que beneficia su profesionalidad.
En relación al rol del intérprete, se hace referencia a continuación
al imaginario social ligado a este profesional, advirtiendo que estos
conceptos han sido extraídos de una comunicación presentada en 1995
por Famularo y Fernández Tarzia.
Téngase presente que, -según Castoriadis-, el imaginario social es
el “conjunto de significaciones por medio de las cuales se instituyen
estos prejuicios o fantasía conceptuales en una sociedad o en un grupo
social. … Agrupan un conjunto de creencias compartidas socialmente. La
creencia implica conformidad con algún hecho o cosa. Es una valoración
previa con la que juzgamos o damos por cierto o verosímil los hechos de
la realidad.
Para el imaginario social de las personas sordas, los intérpretes
son aquellos que conocen sus problemas y pueden ayudarlos, los que
saben más y pueden manejar la situación comunicativa, una oreja de
gran alcance que puede traducir conversaciones lejanas gracias a su
poder de oír, alguien que tiene resistencia física y paciencia a toda
prueba, el interlocutor natural del oyente que puede transformar la
comunicación, -que era en tríada-, en una diálogo entre el intérprete y la
persona oyente o quizás un aliado de la persona oyente que puede
volverse en contra de los sordos.
Para el imaginario social de las personas oyentes, los intérpretes
son almas caritativas que ofrecen su tiempo y esfuerzo para ayudar a los
pobres sordos. Son los que conocen y pueden explicar todos los
problemas de las personas sordas o son los tutores y apoderados que
hablan por los sordos; los que pueden intervenir para ayudar o modificar
lo que dice la persona sorda; son intrusos cuya presencia y mirada
puede cuestionar la actitud de la persona oyente frente al sordo, o
simplemente personas de las que se puede prescindir ya que todo el
mundo y cualquier profesional de cualquier disciplina sabe comunicarse
con las personas sordas.
Por su parte, los intérpretes se ven a sí mismos como los paladines
de la comunicación, los super héroes llamados a resolver situaciones de
comunicación problemáticas de cualquier tipo, siempre dispuestos a
brindar sus servicios sin límites de horarios ni honorarios, interviniendo
para explicar a la persona oyente y/o a la persona sorda lo que dicen en
forma confusa, en síntesis, un paladín que debe poder satisfacer a todo
el mundo.
Entienden Famularo y Fernández Tarzia (1995), que el verdadero
lugar (entiéndase rol) del intérprete de lengua de señas durante el acto
de mediación es: un lugar físico que se ocupa temporalmente sin voz ni
voto; un lugar expuesto a los juicios de valor profesional y personal de
otros; un lugar de procesamiento lingüístico y cultural de la información;
un lugar donde se cumple un servicio social.
Las autoras mencionadas proponen que el intérprete que cumple
su rol, no debe ser paternalista, debe ser imparcial, no debe aparecer
como omnipotente y debe ser responsable.
Parafraseando a Moreno (1993), se espera que el intérprete esté a
la altura de su rol, se espera que un intérprete actúe como intérprete.

La Formación profesional aplicada al acto específico


de intepretar

Desde siempre hasta hace pocos años, el intérprete de lengua de


señas – lengua hablada desarrolló su tarea empíricamente. Se trataba de
expertos que conocían la práctica y no de profesionales formados
universitariamente.
Según Aristóteles (En García Yerba, 1989:18) “ … los expertos
saben el qué, pero no el porqué … “.
Dice García Yerba (1989) que es la teoría la que guía esta labor y
que lo que distingue al sabio es el poder enseñar. Por ello, se inclina a
intensificar la conveniencia de estudiar teóricamente los procesos de
traducción. Todos esos conocimientos teóricos forman un cuerpo de
doctrina que se llama Teoría de la Traducción, esencial para la formación
profesional de los intérpretes. Es la teoría la que guía a la práctica y se
necesita mucha práctica para dar vida a la teoría.
La formación del intérprete no debe ser reducida simplemente a
la competencia lingüística ya que esto no resulta suficiente para que la
tarea sea efectiva. Es imprescindible formar comunicadores
interlingüísticos e interculturales. Este profesional de la comunicación
debe saber trasladar el contenido del mensaje de una lengua a otra
lengua y de una cultura a otra.
Sintéticamente, el intérprete debe adquirir o desarrollar al menos
cuatro competencias: competencia en lengua materna, competencia en
lengua de señas, competencia cultural, –respecto de la cultura fuente y
de la cultura meta-, y competencia traductológica. La integración de
estos cuatro ejes pueden garantizar la formación completa del intérprete
profesional (Peña Pollastri, 2001) .
Existen diferencias entre el intérprete y el traductor propiamente
dichos, ya que requieren cualidades y destrezas diferentes. Mientras el
traductor trabaja sobre textos y lenguas escritas, el intérprete lo hace
sobre textos y lenguas habladas o señadas.
La traducción escrita tiene un proceso de elaboración con tiempos
suficientes para hacer consultas en el diccionario o enciclopedias o
textos especializados con la posibilidad también de poder revisar y
corregir el producto final.
En la interpretación hablada o señada el intérprete debe trasladar,
en tiempo real, lo que está diciendo el enunciador, a la velocidad que lo
diga, sortenado los obstáculos de vocabulario o terminología específica y
tomando decisiones en microsegundos.
De allí que el intérprete deba estar formado y preparado para
producir en forma espontánea la lengua hablada y la de señas a gran
velocidad.
Debe estar preparado y formado para escuchar la lengua hablada,
entender el mensaje, decodificarlo y trasladarlo a la lengua de señas,
todo al mismo tiempo. De allí la importancia de desarrollar la capacidad
atencional y la velocidad manual en su máxima expresión.
A su vez, debe estar formado y preparado para afrontar la
situación comunicativa inversa: ver el mensaje producido en lengua de
señas, entenderlo, decodificarlo, trasladarlo a la lengua hablada y
ejecutarlo oralmente, todo al mismo tiempo. Por ello necesita también
desarrollar la capacidad de hablar en forma rápida y de tener un buen
entrenamiento auditivo para poder discriminar diferentes acentos
regionales o la voz de los oradores extranjeros cuando no hablan su
propia lengua.
A esto debe sumarle la necesidad de prepararse para mantenerse
bien informado y actualizado y de acrecentar su cultura general.
En esta diversidad de tareas aparecen diferentes modalidades de
trabajo en el ámbito de la interpretación en lengua de señas:
interpretación consecutiva, interpretación simultánea, interpretación
directa, interpretación inversa, interpretación de enlace, interpretación a
la vista.
Se entiende por interpretación directa a la traslación del mensaje
que se produce desde la lengua de señas como lengua1, lengua fuente o
lengua de origen a la lengua hablada, -la lengua del intérprete-, como
lengua2, lengua de destino, lengua de llegada o lengua meta.
Cuando se realiza interpretación directa, el intérprete utiliza su voz
y el habla en su lengua materna. Debido a esta forma de trabajo, se
deben tener presentes varios factores a saber: ser claro en la
articulación, modular correctamente la voz y exteriorizarla con buena
potencia, tener fluidez en las palabras y ser armónico en su
combinación, evitar muletillas, realizar pausas adecuadamente, producir
inflexiones de voz, realizar buena respiración, mantener una actitud
corporal correcta y enderezar la postura de los hombros, cuidar la
expresión facial ya que refleja el interior de la persona, especialmente la
mirada que exterioriza sensaciones y estados de ánimo.
En el otro extremo se encuentra otra forma de trabajo que se
denomina interpretación inversa.
La interpretación inversa es el proceso traslativo que se produce
desde la lengua hablada, -la lengua del intérprete-, como lengua1,
lengua fuente o lengua de origen, a la lengua de señas, como lengua2,
lengua de destino, lengua de llegada o lengua meta.
Referido a estos dos conceptos, Famularo explica que el intérprete,
específicamente el de lengua de señas, realiza en un alto porcentaje, un
trabajo contra – natura (desde la lengua hablada a una lengua que no es
propia: la lengua de señas) ya que los otros intérpretes de lenguas
habladas extranjeras trabajan mayormente con interpretación directa
(desde la lengua extranjera a la lengua del intérprete).
Por otra parte, se llama interpretación simultánea al trabajo de
traslación en el que el intérprete reproduce en forma inmediata, quizá
con diferencia de microsegundos, el discurso del orador (Famularo,
1995).
Mientras que la interpretación consecutiva es aquella en la que el
intérprete reproduce fragmentos del discurso con intervalos de tiempo.
Primero escucha o ve el discurso y luego interpreta. Se aclara que aún
en esta modalidad, esos intervalos de tiempo son muy breves, ya que el
ritmo siempre es impuesto por el enunciador (Famularo, 1995).
Se entiende por interpretación de enlace o bilateral o de contacto,
al proceso traslativo hablado o señado que se produce en todo tipo de
comunicación entre enunciador –sordo u oyente- y co – enunciador –
oyente o sordo-. Esta modalidad la realiza el intérprete en forma
permanente en cualquier tipo de contacto entre personas sordas y
oyentes, ya que se produce espontánea y diariamente en cualquier
situación comunicativa (Vukovic – Lema, 2000).
Por último, la interpretación a la vista, es la traducción señada de
un texto realizado en lengua escrita. Puede ser de dos formas: a la vista
propiamente dicha o a ojo. La interpretación a la vista propiamente
dicha, es la interpretación consecutiva de un texto escrito que se
traslada a la lengua de señas. Mientras que la interpretación a ojo es la
interpretación simultánea también desde un texto en lengua escrita que
se traslada a la lengua de señas. La diferencia entre ambas entonces, es
que una se realiza en consecutiva mientras que en la otra se trabaja en
simultánea pero ambas se realizan sobre textos en lengua escrita
trasladados a la lengua de señas, es decir que comparten aspectos de la
traducción y de la interpretación (Vukovic – Lema, 2000).
El artículo 31 del CEPPILS hace referencia a estos tipos de
interpretación.
Como puede observarse claramente, el intérprete trabaja en forma
bi – polar (dos lenguas, dos culturas) desde la lengua de señas y hacia
la lengua de señas, desde la lengua hablada y hacia la lengua hablada.
Esto significa que su trabajo no se circunscribe únicamente a la palabra
señada. Utiliza también la voz y el habla y debe formarse para este fin.
Es importante también que aprenda a utilizar técnicas de
relajación sencillas antes de empezar la labor y prepararse
psicológicamente para poder perder el miedo a ubicarse frente al
público. Este temor es producto de la inseguridad, de la timidez y de la
angustia previa a una labor en la que el intérprete pone y expone toda
su persona física y psicológica a la mirada de todo el auditorio sordo y
oyente (Neira y Herchcovichz, 2001)
Cualquiera sea la modalidad de trabajo el intérprete debe tener
presente los siguientes puntos:
- Circunscribirse al lugar y momento de la interpretación, ni antes
ni después de ella, salvo en los casos en los que deba preparar
previamente su labor. Puede trabajar hasta dos horas en forma eficiente
con intervalo de 15 minutos (art. 14 CEPPILS).
- Las personas sordas, si bien pueden ser equiparadas a los
extranjeros por ser poseedores de una lengua y una cultura diferente, se
encuentran en desigualdad de condiciones a raíz de que padecen una
deficiencia sensorial, por lo que se enfatiza que se debe interpretar todo
lo que se diga durante el acto comunicativo incluso informar a la
persona sorda los ruidos exteriores que se produzcan durante la
interpretación, debiendo interpretar lo explícito y lo implícito (art. 17
CEPPILS).
- Previo a todo, debe explicar a los usuarios del servicio, antes de
iniciar su labor, el rol profesional que desempeña y sus límites de acción
advirtiendo que se debe hablar en forma natural directamente a la
persona sorda, mirando a ésta y no al intérprete, aunque la persona
sorda mantenga su mirada sobre el último mencionado (art. 19 CEPPILS).
- Las personas sordas constituyen un grupo humano que se
caracteriza por la heterogeneidad. Existen sordos monolingües en
español, monolingües en lengua de señas, bilingües o multilingües. Por
esta razón, se debe prever que pueden adoptarse diversos
comportamientos al realizar el servicio de interpretación. Asimismo,
deberá tener en cuenta las variantes regionales, sociales e individuales
de la lengua, el contexto y grado de formalidad, las relaciones entre
enunciador y coenunciador, número de participantes en la conversación,
el canal, el tema tratado y el tipo de conversación (art. 23 CEPPILS).
- En algunos casos, se puede solicitar previamente el escrito con
los temas a interpretar para estudiar el contenido y terminología a
utilizar, solicitando el trabajo en dupla cuando la labor dure más de dos
horas, teniendo presente que debe transmitir el mensaje correctamente,
esto es, la intención del texto, en el estilo adecuado (art.24 CEPPILS).
- No debe evaluar las competencias lingüísticas de la persona
sorda a pedido de un oyente como tampoco hacer juicios de valor sobre
el primero (art. 25 CEPPILS).
- El intérprete debe, -especialmente en el caso de la interpretación
de conferencia-, controlar con la debida anticipación, el lugar donde
interpretará, debiendo ubicarse en un lugar visible, iluminado por
delante y por encima del intérprete, de fondo uniforme y oscuro, de
frente a las personas sordas y cerca del enunciador con el fin de que las
primeras mencionadas puedan observar con claridad al intérprete y al
disertante, pudiendo solicitar una silla y debiendo colocar los
amplificadores de sonido detrás del intérprete. También se debe prever
la reserva de lugares para las personas sordas en las primeras filas (art.
26 CEPPILS).
- Durante la interpretación utilizará el discurso directo, es decir la
primera persona. Cuando el enunciador dice “yo”, el intérprete debe
decir “yo” aunque no sea su propio yo, actuando del mismo modo que
encarnaría un personaje, advirtiendo que los mensajes que se vierten no
son del intérprete sino del enunciador (art. 27 CEPPILS).
- Se debe aclarar también a los interlocutores que todo lo que
suceda durante el acto comunicativo debe ser interpretado ya que
algunos oyentes que están haciendo uso de la palabra, suelen
expresarle al intérprete “… pero esto no se lo diga a él …” refiriéndose a
la persona sorda (art. 27 CEPPILS).
- En el supuesto de interpretar debates o discusiones cruzadas,
debe actuar como moderador logrando que solo una se exprese por vez,
distribuyendo los turnos de intervención (art. 28 CEPPILS).
- Por respeto a la persona sorda, que a raíz de su diferencia no
capta los sonidos que se puedan emitir, el intérprete no debe comenzar
a interpretar cuando la persona sorda no haya fijado su mirada sobre él.
Para lograr salvar esta diferencia temporal o para que el mensaje no
llegue fraccionado, es deber del intérprete avisar anticipadamente que
la persona oyente va a empezar a transmitir su mensaje y viceversa (art.
29 CEPPILS).
- Para el supuesto de tener que interpretar neologismos, -nuevos
conceptos para los que todavía la comunidad sorda no ha establecido la
seña correspondiente-, el intérprete puede recurrir al alfabeto
dactilológico. A raíz de que esta técnica consume demasiado tiempo,
como alternativa momentánea y para salvar el obstáculo, (ya que el
ritmo lo impone el orador y el intérprete debe trasladar el mensaje a la
lengua de llegada en microsegundos), se pueden usar señas operativas.
Estas señas son aquellas que coloca el intérprete en esa circunstancia
específica descripta, a raíz de que ese nuevo concepto no tiene seña
aún. Corresponderá a la comunidad sorda adoptar la seña operativa al
caudal de vocabulario o crear una específica para el concepto. Esta
situación se produce en forma permanente ya que las lenguas se
encuentran en movimiento permanente y se ha observado este
fenómeno como consecuencia de los avances tecnológicos. Ocurrió años
atrás con los siguientes conceptos: fax, internet, chat, E-mail (art. 30
CEPPILS).
• Durante el acto de interpretación de conferencia resulta
conveniente el uso de la lengua estándar intentando omitir el uso de
regionalismos cuando los asistentes sordos pertenezcan a distintos
lugares del país. Las conferencias se realizan dentro de un contexto
formal de comunicación en el que existe distancia social pública, por lo
que resulta preferible utilizar el registro formal tanto de la lengua de
señas como de la lengua española.

La Fidelidad

La fidelidad es un principio ético – profesional que merece en el


campo de la interpretación en lengua de señas – lengua hablada, varios
párrafos aparte ya que constituye un deber moral, un valor ético del
profesional. En este punto se realizará una acotación en relación a la
actividad específica que desarrollan los intérpretes de lengua de señas
advirtiendo que existen muchas dificultades en la traslación hablada o
señada que no solo abarca lo lingüístico sino que también se ve
involucrado el factor cultural.
García Yerba entiende por fidelidad al intentar definir la excelencia
en la actividad traductora, que la regla de oro es decir todo lo que dice
el texto original, no decir nada que éste no diga y decirlo con corrección
y naturalidad en lengua de llegada. Los dos primeros puntos (decir todo
lo dice el texto original y no decir nada que el original no diga) exigen
fidelidad absoluta al contenido del mensaje. El tercer punto (decir
todo con corrección y naturalidad según la lengua término) autoriza al
traductor a ser libre en cuanto al estilo. Este autor plantea la dificultad
de estos profesionales para aplicar las tres reglas al mismo tiempo. (En
Burad, 2001:10)
Parafraseando a Ricoeur (2005:11) el enunciador delega en el
intérprete un poder por el cual éste está autorizado a comprender y
reescribir el texto de partida. A esto, es posible agregarle una instancia
de control pero no de sanción ya que en última instancia, son los
destinatarios del mensaje los que evalúan la magnitud del acierto o del
error. Estos son los verdaderos fiscales del intérprete, además de sus
colegas que pueden advertirlos con claridad.
Una traducción fiel es la interpretación sentido por sentido y no
letra por letra ya que todas las lenguas difieren, más aún las que se
diferencian por tener canales de expresión muy distintos como la lengua
de señas, que se trata de una lengua viso – espacial. Como el término lo
indica, se manifiesta por el uso de la vista, las manos, el cuerpo y el
espacio mientras que la lengua hablada es auditivo - oral. Más aún,
entre ambas lenguas, “los campos semánticos no se superponen;
tampoco las sintaxis son equivalentes. Los giros idiomáticos no
transmiten los mismos legados culturales; y qué decir de las
connotaciones a medias mudas … “ (Ricoeur, 2005:22). Justamente,
entiende el mismo autor, la traducción existe porque los hombres hablan
lenguas distintas. Aún, “a pesar de la heterogeneidad de los idiomas,
hay bilingües, políglotas, intérpretes y traductores” (Ricoeur, 2005:41).
El intérprete de lengua de señas – lengua hablada, como mediador
en la comunicación, debe “servir a dos amos” (Ricoeur, 2005:19): a la
persona oyente y a la persona sorda. Uno de ellos, habita la misma
lengua del intérprete. Se trata de una problemática fuerte, dice Ricoeur
(2005), ya que debe existir un voto de fidelidad pero puede existir una
sospecha de traición: “fidelidad versus traición”, “traducibilidad
contra intraducibilidad” (Aut. Cit., 2005:36,42).
¿Qué es lo correcto? ¿Traducir las palabras? ¿Traducir el sentido?
¿Fidelidad a quién? ¿Fidelidad a qué? Todos estos interrogantes plantea
el autor. Una buena traducción ¿debe apuntar a la equivalencia
lingüística?
En este debate ético – profesional, Ricoeur (2005) propone realizar
un trabajo de duelo cuando el intérprete deba renunciar al ideal de la
traducción perfecta pero dejando abierto el interrogante de los riesgos
de la traducción – traición y del renunciamiento a la traducción ideal.
Pero advierte que “siempre es posible decir lo mismo de otra manera” y
esta es la forma de encontrar el sentido idéntico que vuelva equivalente
las dos versiones (Aut. Cit., 2005:52).
Siguiendo el análisis de este autor, el sentido, -que es un concepto
diferente al de significado-, aparece con el uso de la lengua dentro de un
contexto que puede ser evidente u oculto. Este último, -el contexto
oculto-, se denomina connotación y a su vez puede clasificarse en
intelectual o afectiva. Ricoeur sencillamente resuelve la gran
preocupación ético – profesional de los intérpretes de lengua de señas.
“No existe un criterio absoluto de lo que sería una buena traducción. Ese
criterio absoluto sería el mismo sentido … Una buena traducción no
puede sino apuntar a una equivalencia … Es importante aplicar a la
traducción esta fórmula: construir comparables.“ (Aut. Cit., 2005:67,70).
Se debe ser fiel entonces a las lenguas implicadas en el proceso
interpretativo. Es decir que la fidelidad debe ser dirigida al contenido de
los mensajes que se vierten. La fidelidad implica también otros principios
éticos: la neutralidad y la imparcialidad del intérprete.
Por otra parte, existe una triple regla a respetar en el proceso de
interpretación según Drallny (2000): No agregar. No omitir. No
distorsionar.
Siguiendo a este autor, el intérprete construye un discurso que no
es suyo, en otra lengua, gracias a su capacidad de haber podido
deconstruir el discurso original y reproducir el acto comunicativo. Pero
el contenido del mensaje debe ser el mismo aunque el contenedor, -la
lengua de llegada-, sea distinto. Se traslada el mismo discurso a otra
lengua y la tarea debe ser cumplida fielmente. Se trata de reproducir el
acto comunicativo inicial. Se trata de lograr la comunicación.
Si se omite re – expresar en lengua de llegada algo del original,
-sea lingüístico o extralingüístico-, se incurre en el error de interpretar
menos de lo que se dice en lengua de origen. Se trata de un error por
omisión. Algunos autores denominan a este fenómeno infratraducción.
También puede producirse la situación inversa: cometer errores
por acción. Es decir, interpretar más de lo que dice el texto en lengua
de origen, que se llama técnicamente sobretraducción.
En ambos casos, entiende García Yerba (1989:141), se viola una
ley fundamental en este arte: “decir todo y solo lo que dice el original”.
Este autor enfatiza que se debe salvar íntegramente el contenido y la
forma del texto original, advirtiendo que existen casos en los que no se
puede respetar la forma.
La figura en estudio, -la fidelidad-, está emparentada también con
la neutralidad y la imparcialidad del intérprete. Se trata de conceptos
similares.
El primero significa abstenerse de inclinarse a favor o en contra de
ninguna de las partes usuarias del servicio de interpretación como
también abstenerse de tomar parte en la comunicación. La
imparcialidad significa no colocarse en una postura que indique estar a
favor o en contra de una de las partes.
El CEPPILS (Código de Ética y Procedimiento Profesional para
Intérpretes de Lengua de Señas) establece que la responsabilidad del
intérprete radica en transmitir fiel y correctamente el mensaje, no en el
contenido ya que de este se hace cargo el enunciador (art.16). Debe
ser imparcial desprendiéndose de actitudes prejuiciosas respecto de los
mensajes que se viertan, manteniendo el equilibrio emocional, la
neutralidad y la fidelidad al discurso. No debe cambiar la intención del
mismo, evitando la sobre o infratraducción. Es importante tener en
cuenta que durante el acto de interpretación no se deben hacer
comentarios o expresar opiniones propias, intervenir, aconsejar,
disimular, modificar o tomar partido en la comunicación como tampoco
resolver problemas externos a la propia labor (art.18 CEPPILS). Además,
el intérprete no debe intervenir en situaciones comunicativas o de
interpretación en las que tenga interés como parte, sin dar a conocer
previamente esta situación a los interesados (art.43 CEPPILS) ya que se
puede perder la fidelidad al contenido del mensaje haciendo que el
intérprete no pueda mantenerse en situación de neutralidad y se
incline a favor de sus intereses o de alguna de las partes.

La Libertad

Un lugar especial en el espíritu de los intérpretes merece la


libertad tanto física como psicológica, lingüística y de conciencia.
La libertad, bien ubicada por Famularo (En Burad, 2005:7) en el
acto de interpretación, citando al poeta y ensayista mexicano Octavio
Paz, dice que “la libertad es un movimiento de la conciencia que nos
lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no. En un
primer momento, para el intérprete significa aceptar o no el desafío de
una mediación lingüístico – cultural, en una situación determinada y con
actores reales. … Libertad es decidir y también darnos cuenta que
tenemos el saber y el poder para resolver problemas enunciativos y
lingüísticos a través de nuestras intervenciones. … Todo proyecto ético
parte de la libertad y como señala Fernando Savater, para lo único que
sirve la ética es para intentar mejorarse a uno mismo, no para reprender
elocuentemente al vecino”.

Principios Deontológicos aplicables entre colegas

Se analizaron anteriormente preceptos éticos aplicables a la labor


del intérprete en sentido general en primer término para abordar en
segundo lugar los principios aplicables al acto de interpretación
propiamente dicho. En este tercer y último grupo se mencionan las
reglas deontológicas que pueden aplicarse a las relaciones entre colegas
intérpretes. Entre las conductas que no deberían darse encontramos en
este núcleo, el pluriempleo, la dicotomía y el soborno planteando
también el derecho de propiedad intelectual, el derecho a la fama y al
honor y la solidaridad. Por último se hace mención a la asociación de
intérpretes de lengua de señas.

El Puriempleo - La Dicotomía – El Soborno

El pluriempleo, la dicotomía y el soborno, son conductas inmorales


que pueden afectar en forma indirecta a la comunidad de intérpretes y
provocar situaciones tensas entre colegas.
No resulta moral el pluriempleo, es decir el ejercicio de varios
cargos y trabajos sin que se puedan desempeñar adecuadamente.
Puede suceder que el intenso trabajo de una persona que abarca lo que
no puede cumplir, ocasione un mal para el grupo de intérpretes o para
la sociedad (Vázquez, 1981).
El art. 42 del CEPPILS puntualiza esta situación en relación al
intérprete de lengua de señas: “No debe aceptar ni acumular cargos,
funciones, tareas o asuntos que le resulte materialmente imposible
atenderlos personalmente”.
Por otra parte, Vázquez (1981) marca una diferencia entre
dicotomía y soborno. La dicotomía es la repartición indebida o
fraudulenta de honorarios, el cobro ilegal de dinero por haber
recomendado clientes a un colega mientras que el soborno hace
referencia a comisiones, regalos o ventajas para conseguir
determinadas concesiones para sí o para terceros. El soborno no debe
aceptarse ni ofrecerse por el ejercicio o el cumplimiento de una
obligación profesional ya que constituyen dádivas o ventajas que
pueden inclinar la voluntad del profesional, que debe ser imparcial.
El intérprete de lengua de señas no debe aceptar comisiones o
emolumento alguno por asuntos que se encomienden a otro colega,
salvo que corresponda a la ejecución conjunta de un servicio profesional
o surjan de la participación de asociaciones profesionales (art. 41
CEPPILS).

El Derecho de Propiedad Intelectual – El Derecho de


Autor

Durante la interpretación de congresos suele filmarse la imagen de


los disertantes y de los intérpretes de cualquier lengua extranjera y
también de los intérpretes de lengua de señas. Generalmente se realiza
sin el consentimiento expreso de los profesionales intervinientes. Dicha
práctica lesiona el derecho de propiedad intelectual que tienen los
intérpretes sobre la versión que emiten y los derechos de imagen en la
que puede estar implicado su cuerpo o su voz o su imagen sonora.
Los derechos de autor están protegidos por la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) firmado en Estocolmo en
1967. Los autores gozan de los derechos patrimoniales y de los derechos
morales razón por la que se puede exigir que se indique en los
ejemplares donde se encuentra grabada su versión, sus nombres y
apellidos.
Por su parte, la Constitución Nacional en el art. 75 inciso 19
contempla la libertad de creación y circulación de obras del autor.
Faculta al Congreso a dictar leyes que protejan la identidad y la
pluralidad cultural, la libre creación y circulación de las obras del autor.
En el mismo sentido, la Ley de Propiedad Intelectual Nro. 11.723,
en el art. 23 se refiere a los derechos de traducción equiparándolos al
derecho de propiedad del autor. Se debe inscribir la obra en el registro
respectivo. La misma norma tutela el derecho a la imagen, protege la
apariencia física y se concentra en el aspecto exterior, por ello
contempla la necesidad de que exista consentimiento expreso.
Se sugiere, para evitar mayores complicaciones posteriores,
informar al organizador del evento o a quienes solicitan el servicio de
interpretación, sobre la existencia de los derechos de propiedad
intelectual que ampara a los intérpretes, ceder esos derechos en forma
escrita, en su caso, hacer expresar públicamente por micrófono quien
está realizando la interpretación, solicitar una copia de la grabación sin
cargo, peticionar que en las grabaciones aparezcan los nombres de los
prestadores del servicio, -los intérpretes y el o los coordinadores-, y
acordar un monto adicional en materia de honorarios si se ha de
proceder a una grabación con fines comerciales (Álvarez, 2001).
Respetando esta misma línea de pensamiento, el CEPPILS (Código
de Ética y Procedimiento Profesional para Intérpretes de Lengua de
Señas) en el art. 15 establece que el intérprete puede hacer filmar su
interpretación como documento que respalde su desempeño profesional.
Si su labor fuera grabada por un tercero, este último deberá solicitar su
autorización por escrito, ya que el intérprete tiene sobre su trabajo
derechos de autor.

El Derecho a la Fama y al Honor

En relación al derecho a la fama y al honor, se entiende por


fama a la opinión o estima que se tiene comúnmente de una persona.
Si su modo de vida o su conducta ante los demás es intachable,
adquiere buena fama y todos dan a entender la estimación que le
tienen por sus cualidades. Toda persona tiene un derecho natural a la
buena fama. Esta figura deontológica es muy importante para el
ejercicio laboral ya que de ella depende su porvenir y es también un
derecho profesional.
Letizia (1983) realiza una distinción en relación al concepto de
fama determinando que esta puede ser verdadera o falsa. Si alguien
tiene fama de competente y en verdad lo es, se trata de fama
verdadera. La fama falsa, por el contrario, hace ver al profesional como
honrado cuando no lo es. Sobre la base de la buena fama se construye
el prestigio profesional.
Es importante también tener en cuenta la diferencia entre
fama y honor.
El honor es el testimonio de la buena fama que se tiene. Es una
testificación de la excelencia ajena, mientras que la fama es la opinión
pública de esa excelencia. Se honra a los hombres virtuosos y a los que
sobresalen por la honorabilidad de sus actos y la eficiencia de sus
trabajos.
Se viola la fama ajena sin fundamento mediante la sospecha
sobre su persona y el juicio temerario. También, la difamación
aplicada al ámbito laboral, es la revelación injusta de un defecto o de
un vicio oculto de un colega que consiste en oscurecer la fama de una
persona injustamente. Es innoble e injusto entre profesionales
desprestigiar a otro dando a publicidad sus cosas íntimas.
La calumnia consiste en imputar falsamente a un colega por
un hecho que no ha cometido. El calumniado tiene derecho a una justa
reparación por lo que el calumniante está obligado a restituir la fama y
los daños causados aunque en la práctica cualquier tipo de reparación
sirve poco ya que el daño producido por una calumnia es en la realidad
irreparable.
En cambio, la violación al honor del profesional se realiza
mediante la injuria o contumelia. Se trata de la ofensa o insulto
realizados con palabras o hechos y el daño o molestia que causan cuya
finalidad es desacreditar o menospreciar a un colega. También se viola
el honor mediante la burla y la maldición (Letizia, 1983).
La injuria o contumelia o insulto es una figura parecida a la
difamación ya que se trata de la injusta lesión al honor de un
profesional causado en su presencia. Se distingue de la difamación
porque esta recae sobre el ausente mientras que el insulto sobre el
profesional presente. Puede realizarse con palabras o con hechos
concretos.
La burla o irrisión, dice Letizia (1983), consiste en divulgar las
culpas o defectos de una persona en forma jocosa para avergonzarla
ante los demás. Es una figura menos grave que la difamación porque
no implica desprecio sino broma.
Por otra parte, la maldición consiste en invocar un mal contra
alguien aunque en ciertas circunstancias, considera Letizia (1983), se
trata de un desahogo emocional más que otra cosa.
Por estas razones, el CEPPILS en su art. 36 establece que el
intérprete no debe formular manifestaciones que puedan menoscabar a
otro intérprete en relación a su idoneidad, prestigio o moralidad.
El falso testimonio es otra de las figuras descriptas por Letizia
(1983) que consiste en afirmar o negar en carácter de testigo algún
hecho falso a favor o en perjuicio de alguien. Encierra una triple
deformidad: perjurio –porque viola el juramento de decir la verdad-,
injusticia –por el daño que se produce a un inocente- y mentira –por la
falsedad testificada-. En este sentido, el intérprete de lengua de señas
no debe aconsejar, intervenir, amparar o facilitar actos incorrectos que
pueden utilizarse para confundir o sorprender la buena fe de terceros,
sean sordos y/u oyentes, usarse contrariamente al interés público, a los
intereses de la profesión o para burlar la ley (art. 7 CEPPILS). En
términos generales debe respetar y cumplir las disposiciones legales
(art. 4 CEPPILS).
Un renglón aparte merece el tema referido a la envidia como
sentimiento profesional negativo que se dirige en contra de los
principios de la moral profesional. La envidia, dice Letizia (1983),
consiste en entristecerse a raíz del bien ajeno, ya que se considera
como un mal para el envidioso. Es de este sentimiento precisamente,
de donde procede el odio, la murmuración y la difamación.
El odio consiste en desear un mal a un colega mientras que la
envidia es considerar el bien del profesional como un mal para el
envidioso. Este sentimiento suele surgir justamente entre personas que
comparten la misma profesión. El envidioso no puede gozar de la vida
porque sufre con los triunfos ajenos y se irrita ante la alegría de sus
colegas.
Algunos autores consideraron que la raíz de la envidia está
en el orgullo. Para Letizia (1983) no es así porque el verdadero
orgulloso no envidia ya que no se siente inferior a nadie. Es más,
cuando observa la grandeza ajena no sufre porque se propone
superarla mientras que la envidia proviene de una especie de
sentimiento de inferioridad en el que se ubica quien reconoce la
superioridad de otros y la propia incapacidad de alcanzar esa grandeza.
Manifiesta una forma de admiración acompañada por la tristeza de la
impotencia. Ni el soberbio ni el envidioso toleran al colega que se
supera pero la diferencia radica en que el soberbio pretende inferiorizar
al envidiado, ganarle, superarlo, mientras que el envidioso no puede
evitar sentirse inferior.
La Solidaridad

En relación a la solidaridad entre pares, en la interpretación en


lengua de señas, también existen personas aunadas por su labor y se
establece un compañerismo que puede ser profundo o superficial. Estos
compañeros son colegas; los intérpretes son colegas y la armonía
profesional debe ser una acción de conjunto.
Debe prevalecer la solidaridad entre pares, la comunicación
abierta y sincera para obtener logros comunes y conseguir un grupo de
trabajo integrado y coherente, dentro del cual se puedan intercambiar
opiniones, consultarse mutuamente, ayudarse, aconsejarse.
El título denominado “Conducta Interprofesional” del CEPPILS deja
establecida la necesidad de que el intérprete de lengua de señas actúe
con solidaridad en relación a sus colegas (art.35).
Una forma de aprender laboralmente a ser solidario es a través del
trabajo en equipo que además produce mayor efectividad y mejores
resultados.
La interpretación de conferencias es un buen ejemplo del trabajo
en grupo de intérpretes de lengua de señas ya que para este caso
específico se debe prever la designación de un coordinador de
intérpretes que organice la labor con profesionales que trabajen en
dupla, es decir, con intérprete de relevo.
El coordinador debe mantener reuniones previas con el equipo de
intérpretes comunicándose con los organizadores del evento, los
disertantes y el personal técnico. Puede designarse además, un
coordinador sordo para organizar a los asistentes sordos. En este caso,
ambos coordinadores, -sordo y oyente-, pueden trabajar
combinadamente. El coordinador oyente, es el encargado de planificar
la intervención de los intérpretes antes y durante la conferencia,
acordando los períodos de relevo, -treinta minutos aproximadamente-,
teniendo en cuenta que no deben trabajar más de dos horas continuas
sin pausas.
También deberá establecer el presupuesto para los gastos, viáticos
y honorarios de los profesionales intervinientes. Además, solicitará los
textos a interpretar con anticipación, distribuyéndolos a los colegas
participantes en el evento, a fin de que se prepare el contenido y
términos a utilizar, teniendo presente que la información recibida es
confidencial, de uso exclusivo para el intérprete, razón por la que no
podrá ser difundida.
Corresponde al coordinador también controlar el lugar a
interpretar, solicitando con anticipación un micrófono inalámbrico para
el caso de realizar interpretación directa, -de lengua de señas a lengua
hablada-, cuando las personas sordas presenten ponencias, realicen
preguntas o respuestas. El intérprete de apoyo debe colaborar en forma
permanente con su colega.
El equipo de intérpretes podrá uniformar la vestimenta prefiriendo
que la parte superior sea de color negro (art. 32 del CEPPILS).
El hecho de prever la figura del coordinador y del intérprete de
relevo, es un buen ejemplo de solidaridad y de trabajo en equipo.
Además, entienden Cuestas, Datko y Zamuner (2001), que al producto
final, -la interpretación-, hay que aplicarle también el control de calidad
del trabajo realizado con criterios de revisión y es justamente en el
trabajo realizado en grupo donde se tiende a mejorar el resultado de la
labor y a evaluar la eficiencia o no de la actividad y la eficacia o no de
los resultados alcanzados.
Es importante que al finalizar esta labor se debata entre los
intérpretes las dificultades o los errores observados para intentar
evitarlos en el futuro. Esto también hace a la solidaridad entre colegas.

LA ASOCIACIÓN

En la República Argentina, Provincia de Mendoza, existe desde


1996 una asociación que agrupa intérpretes de lengua de señas. Se
trata de AMILSA, -Asociación Mendocina de Intérpretes de Lengua de
Señas Argentina-. Fue fundada el 21 de diciembre de ese año y
constituye la primer agrupación en su tipo, legalmente constituida en el
país. En 1998 obtuvo su personería jurídica por Resolución 1197 de la
Dirección de Personas Jurídicas del Gobierno de Mendoza por la que se
aprobaron también sus estatutos reconociéndola como asociación civil
sin fines de lucro.
El objetivo fundamental es facilitar el acceso de la persona sorda a
la información general, intentar la integración de ambas comunidades,
-oyente y sorda-, que se ponen en contacto mediante el servicio de
interpretación, acompañar a esta comunidad en la lucha por sus
derechos y trabajar por la capacitación y profesionalización de los
intérpretes.
Paulatinamente se fueron estableciendo condiciones básicas de
trabajo que favorecieron la difusión de la profesión y las técnicas de
trabajo en un intento de cumplir con eficacia la labor y mejorar el
servicio para los beneficiarios oyentes y sordos.
Quienes ingresan a la asociación encuentran un grupo de colegas
que comparten experiencias en la tarea de mediación lingüístico –
cultural, principios éticos y de procedimiento profesional básicos,
dispuestos a trabajar y a priorizar la buena conducta profesional. No
obstante ello, existen intérpretes independientes en Mendoza que no
forman parte de esta agrupación.
En el año 2000 la Cámara de Senadores de la Provincia de
Mendoza por Resolución Nro. 844 declaró de interés legislativo las
labores de investigación y divulgación realizadas sobre la lengua de
señas argentina, sobre el derecho de las personas sordas a usar dicha
lengua y sobre la importancia de profesionalizar la actividad del
intérprete de lengua de señas.
En este mismo sentido, por Decreto 964 el entonces Gobernador
de la Provincia de Mendoza también formalizó y suscribió similar
declaración, el 31 de mayo del mismo año.
Por su parte, el Honorable Consejo Deliberante de la Municipalidad
de Malargüe por Resolución 456/2000 adhirió al contenido y forma de lo
resuelto por los Poderes del Estado Provincial anteriormente
mencionados.
También en el año 2000, se presentó en la Facultad de Educación
Elemental y Especial de la Universidad Nacional de Cuyo, un
anteproyecto para crear la carrera universitaria para intérpretes de
lengua de señas. Una comisión de intérpretes y de profesoras de sordos
de la asociación juntamente con una comisión integrada por profesoras
de la Dirección de Carrera de Profesorado de Grado Universitario en
Sordos y Terapia del Lenguaje y del Instituto para el Desarrollo de la
Educación Especial trabajaron sobre el anteproyecto original. La carrera
de “Tecnicatura en interpretación de lengua de señas” fue creada por
ordenanza Nro. 74 del Consejo Superior de la Universidad Nacional de
Cuyoel 12 de setiembre de 2003. La primer promoción ingresó a la
novedosa carrera en 2004.
También en el año 2000, se presentó otro anteproyecto pero esta
vez referido a las necesidades de sancionar una ley de igualdad de
oportunidades para las personas sordas a partir del uso de la lengua de
señas argentina. La norma fue aprobada unánimemente por ambas
Cámaras de la Legislatura Provincial donde fue registrada bajo el Nro.
6982 pero resultó vetada en el Poder Ejecutivo de Mendoza por Decreto
Nro. 343. Fue archivada, posteriormente desarchivada, modificada y
nuevamente aprobada tanto por la Cámara de Diputados como por la
Cámara de Senadores. La ley provincial lleva actualmente el Nro. 7393 y
fue aprobada por decreto del actual Gobernador de la Provincia de
Mendoza registrado bajo el número 1322, fechado el 15 de julio de 2005.
La nueva norma entre otros derechos contempla el uso de la lengua de
señas como lengua oficial, el acceso de la población sorda a la
educación bilingüe – bicultural en lengua de señas – lengua española, el
derecho a requerir los servicios de un intérprete de lengua de señas. Las
personas sordas de Mendoza, tienen derecho.
Por otra parte, en 2001, fue redactado y aprobado internamente
por las Comisiones Directiva y Revisora de Cuentas de la asociación de
intérpretes, el Código de Ética y Procedimiento Profesional para
Intérpretes de Lengua de Señas, el que fue formalmente aprobado por
Resolución Nro. 1858 de la Dirección de Personas Jurídicas del Gobierno
de Mendoza, el 02 de diciembre de 2004.

PARA CONCLUIR O PARA COMENZAR

Cada profesión tiene su etos, su ideal ético de ejercicio laboral, el


arquetipo de profesional. Este etos profesional se encarna en los
llamados códigos éticos que funcionan como meta, como guía o tutela
de los profesionales y de la vida social. Desempeñan una labor de
control, de estímulo y coordinación. (Vázquez, 1981)
Los códigos éticos están dirigidos a reglamentar la actuación de
los profesionales implicados en una actividad, tomando como punto de
partida casos prácticos reales y pretendiendo que las normas
establecidas salvaguarden valores comunes como ser el respeto a la
verdad, a los demás, la honradez en la tarea profesional y en la
remuneración, la competencia, la eficacia. Existe en ellos un principio
supremo: la primacía del bien común sobre el bien particular y del
interés general sobre el interés privado (Vázquez, 1981).
Al ordenar y sistematizar los conceptos en análisis aparecen estos
códigos de ética profesional que deberían ser específicamente definidos
como códigos deontológicos. En el caso de los intérpretes de lengua de
señas, el código de ética indica un tipo ideal de comportamiento para
estos profesionales funcionando como factor propositivo de orientación
laboral. En el Código de Ética y Procedimiento Profesional para
Intérpretes de Lengua de Señas –CEPPILS- se trató de plasmar un
máximo ético, un modelo a seguir. Apunta a alcanzar un alto nivel de
conducta en la interpretación en lengua de señas y su esencia es
mostrar un modelo realmente virtuoso de comportamiento y de habitus
profesional. Este código es un instrumento ofrecido a la comunidad para
medir la integridad y la profesionalidad de los intérpretes ya que los
principios contenidos en esas líneas éticas de conducta pueden volverse
útiles parámetros para la evaluación del comportamiento laboral de los
intérpretes. Estas reglas han surgido de la entraña misma del cuerpo
profesional al cual se refieren.
La ética general tanto como la deontología no son puramente
teoría, son teórico – prácticas y si sus contenidos no se vuelcan en el
torrente de la vida individual y profesional de cada ser humano, es inútil
su estudio (Ruiz, 1994).
Por ello, son repudiados los que traicionan, los que roban, los que
estafan. Los canallas, los egoístas, los explotadores, los poderosos que
pisotean a los débiles, llevan estos calificativos por su inmoralidad.
Mientras que merece alabanza quien cumple con su deber, quien trabaja
a conciencia, quien es sincero, el que procede con lealtad, el que ayuda
a sus semejantes sin torcidas intenciones, el que hace obras de bien. Es
que obrar bien proporciona alegría, satisfacción, optimismo, entusiasmo
en el trabajo, fortaleza. La felicidad depende mucho del lugar que ocupe
la conducta moral personal en la escala de valores (Ruiz, 1994).
Parafraseando a Ortega y Gasset (1937), el intérprete se mueve
entre la miseria y el esplendor de traducir. Sale de su lengua propia, sale
de su cultura y se traslada a una lengua ajena y a una cultura ajena. Se
convierte en otro. ¿Acaso son los intérpretes los que liberan a los
hombres de las distancias impuestas por las lenguas y las culturas?
Se quiere, desde la profundidad de quien escribe, que todos estos
conceptos sirvan a los intérpretes de lengua de señas para trabajar
honradamente, para reflexionar sobre sus funciones y responsabilidades
y para desarrollar la conciencia profesional en beneficio de las dos
comunidades que se ponen en contacto a raíz de su mediación
lingüístico - cultural.
Menéndez (1967:11) propuso tres interrogantes en relación a la
vida profesional que ahora se hacen extensivos al lector con el fin de
que intente realizar un análisis desde su interior virtuoso:
a) ¿Cómo se triunfa social y económicamente?
b. ¿Cómo se triunfa científicamente?
c) ¿Cómo es posible conjugar estos triunfos sin comprometer la
conciencia y la dignidad humana?
Una respuesta: El éxito profesional es la consecuencia del
cumplimiento de los deberes.
Es un anhelo personal que la interpretación en lengua de señas –
lengua hablada se nutra de las normas éticas tanto como que los
colegas intérpretes absorban de ellas la dignidad y la nobleza en la labor
profesional y la ejerzan con virtud.

Viviana
Burad
2005

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