Martin Riquer Introducción A Los Trovadores
Martin Riquer Introducción A Los Trovadores
Martin Riquer Introducción A Los Trovadores
LA LÍRICA TROVADORESCA
LOS CANCIONEROS
del alfabeto (en principio las mayúsculas están reservadas a los manuscritos
en pergamino y las minúsculas a los manuscritos en papel), que los proven-
íalistas suelen respetar en sus ediciones y estudios, cosa necesaria para no
introducir desorden en una materia ya de sí complicada, y que en estas pági-
nas pretendo resumir muy sucintamente.
Existen unos';95 cancioneros provenzales, número en el que entran tanto
los voluminosos como los fragmentos "a*é poras hojas que se han conservado
aisladamente. La mayoría de ellos suponen un trabajo cuidadoso de copista
profesional o de serio aficionado a la poesía. No^existen, pues, transcripciones
de tipo juglaresco, como en la epopeya pueden ser el manuscrito de Oxford de
la Chanson de Roland o el manuscrito de Madrid del Cantar del Cid. La tra-
dición ^indirecta está constituida por citas de versos o estrofas de trovadores
que se hacen en tratados de gramática o de preceptiva como las Razas de
trabar de Ramón Vidal de Besalú o las Regles de trabar de Jofre de Foixá
(véase § 23), o en determinadas obras literarias, como el Breviari d'amor dé
Matfré Ermengau 2 o en los poemas «con citas», frecuentes en la literatura
catalana de los siglos xiv y xv 3.
5. Los cancioneros más utilizados, y a los que hacemos referencia en la
pequeña bibliografía que encabeza cada una de las poesías que se incluyen
en la presente obra, son los que vienen en la lista que doy a continuación, en
la que las referencias a lugar de copia y fecha generalmente están tomadas de la
bibliografía de Brunel:
A Roma, Biblioteca Vaticana, lat. 5232. Copiado en Italia. Siglo xni. j
B París, Bibliothéque Nationale, fr. 1592. Copiado en Provenza. Siglo xin.
C París, Bibliothéque Nationale, fr, 856. Copiado en Narbona. Siglo xiv.
D Módena, Biblioteca Estense, a, R, 4, 4. Copiado en Italia. Fechado en 1254.
Va dividido en cuatro partes; la cuarta (D°) es el florilegio de Ferrarin de
Ferrara, de principios del siglo xv.
E París, Bibliothéque Nationale, fr. 1749. Copiado en el Languedoc. Siglo xiv.
F Roma, Biblioteca Vaticana, Chigi, L, IV, 106. Copiado en Italia. Siglo xrv.
Algunos de estos cancioneros son muy ricos, y a veces, junto a las piezas
líricas, transcriben obras narrativas o incluso en prosa. El manuscrito C con-
tiene 1 206 poesías trovadorescas; A transcribe 626. Lo más frecuente es gue
las poesías aparezcan ordenadas por géneros, a veces con alteraciones y repeti-
ciones^de materias, como ocurre en A, E, E, I, K, N, etc., o por autores, como
en C, Q, R, S, Sg, o combinando los dos criterios, como en G y H. Como ob-
servó Stronski, en algunos cancioneros las poesías de atribución dudosa apare-
cen transcritas al final4. Los problemas de atribución que plantean los can-
cioneros provenzales son frecuentes, graves y a veces insolubles. Ya tendremos
ocasión de ver que determinada poesía es adscrita por los cancioneros a tres,
cuatro o más trovadores, testimonios que se reducen cuando algunos cancio-
neros están muy estrechamente relacionados, como A y B, o C y JH, o I y K.
Incluso en algunos manuscritos que van provistos de tabla o índice ocurre
que una misma poesía es adjudicada a un trovador en el texto y a otro en la
tabla (como sucede a menudo en C). Algunos cancioneros, o secciones de can-
cioneros, como F, son meros florilegios, o sea que no transcriben las poesías
íntegras, sino sólo unas estrofas escogidas de cada una, generalmente la pri-
mera.
En algunos de estos cancioneros (G, R, W y X) el texto va acompañado
de la notación musical de las poesías, lo que constituye un conjunto de
256 melodías trovadorescas conservadas.
años del siglo xix, dotó a la literatura provenzal de buen número de poesías
hasta entonces desconocidas. " '
6. «El verso es bueno y cantable y quisiera buen entendedor. ¡Por Dios, buen clérigo,
pónmelo por escrito!», Lo ¡ot comens en un bel mes, 34, 2; edición Mouzat, pág. 17.
16 Introducción a la lectura de los trovadores
de jnialquier época. No divulgado todavía el papel, es de creer que esta
labor de creación se haría en tabletas de cera, que permiten borrar y enmen-
dar lo escrito, y que eran de superficie suficiente para inscribir en ellas una
canción de proporciones normales. Éste sería el borrador que tenía que ser pues-
to en limpio, en pergamino, sea por el mismo trovador, si era buen calígrafo,
sea por otra persona, como aquel a quien aludía Gavaudan o el clérigo al que
interpelaba Arnaut de Tintinhac en los versos que acabamos de leer. A este
ejemplar «puesto en limpio», aunque no esté materialmente escrito por el
trovador, podríamos llamarlo el autógrafo; y obsérvese que hoy día no es
el autógrafo el borrador de un escrííor, sino su transcripción primera con
carácter definitivo, generalmente mecanografiada, que puede haber sido pues-
ta a máquina por otra persona.
Gróber supuso la existencia de ciertas hojas volantes, en pergamino, con
la letra y la música de las poesías trovadorescas, a lasTqúe denominó «Lieder-
blátter»^ cuya finalidad era transmitir el texto compuesto, en primer lugar, a
los juglares que debían aprendérselo" de memoria para cantarlo y también
para hacerlo negar a determinadas personas interesadas: protectores del tro-
vador, la dama cantada, un colega en poesía. Esta hipótesis de Gróber quedó
brillantemente confirmada cuando en 1914 apareció en Madrid el famoso rótulo
de las cantigas gallegoportuguesas de Martim Codax. """"
El rótulo de Martim Codax es (o era, porque parece perdido o escondido)
una hoja de pergamino, de 340 por 460 milímetros, escrita a fines del siglo xm
o principios del xiv por un solo lado y a cuatro columnas, con iniciales orna-
das en azul y rojo, en la que se transcriben las siete famosas cantigas de Martim
Codax con su melodía (excepto la de la sexta, de la que sólo se trazaron las
líneas del pentagrama), y en cuyo ángulo superior izquierdo va el nombre del
poeta. Es importante observar que estas siete mismas cantigas, las únicas co-
nocidas de Martim Codax, aparecen, y en el mismo orden que en el rótulo
(pero sin la melodía), en los cancioneros de Colocci-Brancuti (o de la Biblioteca
Nacional de Lisboa) y de la Vaticana 7 . El rótulo de Martim Codax (prescindo
de otros dos tardíos), que no tiene nada semejante en literatura provenzal,
ilumina cabalmente sobre los «Liederblatter» trovadorescos intuidos tan sa-
gazmente por Gróber y nos explica cómo eran lo que podríamos llamar los
«autógrafos» r*« los trovadores, o por lo menos el texto definitivo de una
poesía al ser licenciado por el poeta para su divulgación.
7. Sobre el rótulo de Martim Codax véase G. Tavani, Poesía del Duecento nella
Peninsola Ibérica, Roma, 1969, págs. 84-85 y 153-167.
"1
Los cancioneros 17
compilada por Miquel de la Tor (véase cap. CIV) y el «libre» de composi-
ciones de Guiraut Riquier, que fue transcrito en los cancioneros C y R (véase
cap. CXIV). Otro caso similar e interesante es el conjunto de 104 poesías de
Cerverí de Girona que constituyen una parte del cancionero S3 8, que revela
un auténtico libro dedicado a este trovador en el que la mayoría de las com-
posiciones, que no siguen orden cronológico, sino vagamente temático, llevan
un título, aspecto que conviene destacar ahora. Las poesías trovadorescas no
suelen tener título, y por esto se acostumbran citar con la mención de su pri-
mer verso; pero a algunas, de cierto relieve, se las denominó de un moHo
•preciso, como el Vers del Lavador a un famoso sirventés de Marcabrú (21), la
Metgia a otro de Aimeric de Peguilhan (192). Esporádicamente, algunas com-
posiciones llevan una rúbrica, como título, en los cancioneros, como Lo ca-
rros (162) de Raimbaut de Vaqueiras. Que los títulos de las poesías de Cerverí
son debidos al trovador lo demuestra el hecho de que ninguno de los tres
copistas que transcribieron La canqo de les letres (434, 2; edición Riquer,
pág. 149) consiguió averiguar que se llama así porque presenta, en acróstico,
las letras del alfabeto, que los tres amanuenses estropearon al amoldar el texto
a su peculiar grafía s.
Avalle ha aducido razones poderosas para concluir que Peire Vidal, hacia
1201-1202, reunió en un códice dieciséis canciones suyas por orden cronoló-
gico 10; pero es posible que exista un caso similar relativo al pequeño can-
cionero de Pone de la Guardia (sobre el cual véase el cap. XXII). Como dejó
demostrado István Frank, el cancionero V, compilado en 1268 por R. de Ca-
pellades, coloca seis poesías de este trovador menor entre las de trovadores
clásicos de gran prestigio; y por otra parte el mismo Frank identificó a la
dama cantada por Pone con Marquesa de Urgel, vizcondesa de Cabrera ".
Ahora bien, lo que no advirtió Frank es que Capellades está apenas a tres
kilómetros al sur del castillo de Cabrera (actual partido judicial de Igualada),
lo que sin duda supone que Pon? de la Guardia compiló un «Liederbuch» de
sus poesías amorosas y lo hizo llegar al castillo donde residía la dama en ellas
cantada. Que en algunas ocasiones las damas leían personalmente las cando-,
nes que les dedicaban los trovadores lo revelan unos versos de Bernart de
Ventadorn (54, versos 49-56) y la afirmación de Rambertí de Buvalel cuan-
do dice que quiere hacer llegar una poesía a su dama «per letre» (cap. LXII).
Grober supuso además la existencia de lo que llamó «Gelegenheitssamm-
lungen», conjuntos de poesías de diversos trovadores, también perdidos, pero
cuya existencia creyó advertir en determinadas secciones de los cancioneros
s
conservados. ,
8. Véase F. Ugolini, II canzomere inédito di Cerverí di Girona, Roma, Reale Accade-
mia Nazionale dei Lincei, 1936.
9. Véase M. de Riquer, La canqó de les letres del trovatore Guilbetn de Cervera detto
Cerverí, «Atti» del VIII Congresso internazionale di studi romanzi, II, com., Florencia,
1956, págs. 339-346.
10. Véase la introducción de Avalle, Peire Vidal.
11. I. Frank, Pons de la Guardia, págs. 234-238 y 247-256.
18 Introducción a la lectura de los trovadores
EL TROVADOR
15. Los orígenes de la palabra trobador (en caso sujeto trobaire) no son
una mera curiosidad etimológica, sino una patente y decisiva constancia de
dos vertientes culturales que confluyen en el arte de nuestros poetas. Se admi-
te que las palabras provenzales trabar y trabador derivan del latín medieval
tropare y tropatore, formadas a si} vez sobrg froptff, nomBTe de ciertas compo-
siciones^ versificadas con melodía que se introducían en el canto litúrgico* y que
precisamente fueron cultivadas con intensidad en el siglo xi,,en la abadía de San
Marcial de Limotges, o sea en las tierras mismas donde se produjo la poesía
trovadoresca y algo antes de sus primeras manifestaciones conocidas 2. Desde
el punto de vista semántico reparemos en que el verbo provenzal frobar (com<5
en catalán, como el francés trouver y el italiano trovare) significa también «en-
contrar, hallar», y en latín invenire tiene, entre otros, los valores de «encon-
*trar, hallar», pero también los de «imaginar, inventar», y llegó a adquirir el
de «crear literariamente», como demuestra el título del tratado ciceroniano
De inventione. El trovador Guiraut Riquier pone en boca del rey Alfonso X el
""Sabio de Castilla esta afirmación:
segon proprietat
de latí, qui l'enten...
son inventores
dig tug li trobador®.
vadores que tomaron parte en las cruzadas: dejando aparte las cispirenaicas,
consta que fueron a Oriente Guilhem de Peitieu, Jaufré Rudel, Giraut de
Bornelh, Peire Vidal, Gaucelm Faidít, Peire Bremon lo Tort, Raimbaut de Va-
queiras, Elias Cairel, Savaric de Mauleon, Peirol, etc., aunque, en algunos
casos, más que como cruzados fueron a Tierra Santa como peregrinos. Ello,
que sin duda esfredió el trato entre trovadores de muy distinta categoría so-
cial, también sirvió para que se relacionaran con trouvéres franceses y Minne-
sanger alemanes que tomaron parte en las cruzadas. Se ha supuesto, además,
que estos viajes de nuestros poetas a las proximidades de la España musul-
mana y a Oriente los pudieron poner en contacto con la poesía árabe, de la
que algunos ven ciertos influjos en la lírica trovadoresca6.
17, Pero es preciso hacer una distinción muy importante. Hay trovado-
res profesionales y trovadores para quienes el cultivo de la poesía es un com-
plemento de la personalidad o un instrumento de stts actitudes, lo que puede
cbncretarse afirmando que los primeros viven de su arte y los segundos tienen
al arte como un adorno o un arma.
El trovador profesional, que vive de lo que recibe del público (que puede
estar formado por una corte muy selecta o por un auditorio muy mezclado y
popular), constituye el primer caso conocido de escritor en ejercicio de la
Europa moderna. Ello parece ya configurarse en Marcabrú y en Fernart de
Ventadorn, pero aparecerá con características bien determinadas en Giraut
de Bornelh y Peire Vidal; y más tarde, en los casos concretos de un Pere
Salvatge o de un Cerverí de Girona, el trovador tendrá un carácter' áulico es-
table, al estar vinculado a una corte en cuya nómina constará como una especie
de funcionario. I/
Pero hay otros trovadores que, por su situación feudal, su jerarquía ecle-
siástica o sus bienes de fortuna, no tan sólo no compondrán versos para que
éstos les sean retribuidos, sino que lo harán por mero placer o por necesidades
inherentes a su postura en la vida. No en vano la literatura trovadoresca se
inicia con los nombres de tres grandes señores: Guilhem de Peitieu, duque
de Aquitania; Ebles II, vizconde de Ventadorn, y Jaufré Rudel, príncipe de
Blaia. Fueron excelentes cultivadores de la poesía, que dominaban en recursos
técnicos y en adornos retóricos, pero su actividad literaria está al margen de su
misión en la vida. Uno de ellos, Raimbaut, conde de Aurenga, empieza así una
de sus canciones:
Ben sai c'a seis seria fer
que^m blasman qar tan soven chan
si lor costavon mei chantar.
Miéis tn'estai
pos leis plai
quesea te jai
qu'ieu no chant mía per aver:
qu'ieu n'enten en autre plazer 7.
y el libro La poesía sagrada hebraicoespañola, Madrid-Barcelona, 1948. Se muestra afec-
to a la tesis arábiga Robert Briffault en su libro Les troubadours et le sentiment roma-
nesque, París, 1945. Importantes son las contribuciones de Aurelio Roncaglia, Laisat
estar lo gazel, «Cultura Neolatina», IX, 1949, págs. 67-99; La lírica arabo-ispanica e
il sorgere della lírica romanza fuori detta Península Ibérica, «XII Convegno Volta»,
Accademia Nazionale dei Lincei, Roma, 1956, y U primo capitulo nella storia della lírica
europea, en Concetto, storia, mili e immagini del Medio Evo, Fondazione Giorgio Cini,
Venecia, 1973, págs. 247-268. Consúltese también P. Le Gentil, Le vtrelai et le villancico,
París, 1953; E. Li Gotti, La leu araba sulle origini della Úrica romanza, «Biblioteca del
Centro di studi filologici e linguistici siciliani», Palermo, 1955; I. M. Cluzel, Les jaryas
et l'amour courtois, «Cultura Neolatina», XX, 1960, págs. 233-250; M. Menéndez Pidal,
La primitiva lírica europea: estado actual del problema, «Revista de filología española»,
XLIII, 1960, págs. 279-354; J. Vernet, Relaciones entre la literatura árabe y románicas,
GRLMA, I, 1972, págs. 206-215.
7. «Bien sé que les sería muy desagradable a los que me critican porque canto tan
a menudo si mis canciones les costaran [dinero]. Mejor es para mí que plazcan a aquella
24 Introducción a la lectura de tos trovadores
Y si entre los poetas aquí recogidos figuran reyes como Alfonso II de Ara-
gón (cap. XXV), Ricardo Corazón de León (cap. XXXIII), Pedro el Grande
(cap. CXII) o Federico III de Sicilia (cap. CXXII), ya se comprende que los
llamamos 8trovadores sólo en atención a su esporádico cultivo de la poesía
provenzal .
En grados inferiores, pero todavía entre señores feudales, vemos que culti-
van la poesía trovadoresca Rigaut de Berbezilh, Pone de la Guardia, Guilhem
de Sant Leidier, Raimon Jordán, Savaric de Mauleon, Guillem de Cabestany,
Gui de Cavalhon, Dalfin d'Alvernha, Pons de Capduelh, Blacatz y su hijo Bla-
casset, Pong d'Ortafá o Bertrán d'Alamanon, muchos de ellos de obra extensa
y fuertemente profesionalizados, al parecer, pero que probablemente sin el
ejercicio de la poesía su estado social no habría variado y que parece indudable
que no vivían de ella.
Pero hay casos en que el señor feudal hace de la poesía algo que forma
parte importante de su personalidad, aunque desde luego no viva de ella.
Guillem de Berguedá (cap. XXI) tiene _eg la_poes/£ jin^lemento capital para
expresar sus odios, su actitud de barón rebelde, en la que milita con las armas,
y la política de su bandería. Bertrán de Born (cap. XXXII) escribe sírven-
teses sobre coriffitíQgJjéHcqs erTJps que está comprometido y azuza" a" ía gue«a
porque en ella, barón casi arruinado^ ve posibilidades de rehacer su patrimonio-.
No puede negarse que ambos sean dos grandes y personalísimos trovadores,
pero no son unos profesionales del arte de trovar.
Como tampoco podemos considerar un profesional a Folquet de Marselha
(cap. XXVII), rico mercader que sabe escribir poesías perfectas, amigo de los
mejores trovadores de su época, y que abandonó el arte de trovar para ingresar
en religión y acabó obispo de Tolosa. Téngase en cuenta que la participación
3é*1a burguesía en la poesía trovadoresca es bastante considerable. Almeric de
PefuUBSíPéra hijo de un burgués de Tolosa, Galega Panzan fue un rico
comerciante de paños genovés, y, ya más humildemente, Bernart Martí era
pintor, Joan Esteve alfarero y Guilhem Figueira sastre e hijo de sastre. Algu-
nos se enriquecieron con la poesía y se hicieron mercaderes, como Salh d'Es-
cola y Pistoleta.
Algunas veces se^ cruzan los límites entre la nobleza y la profesionalidad.
Raimon deMíraval (cap.^XLIX)7señor de castillo, desposeído y arruinado,
parece evidente que se ganaba la vida con la poesía. Y por lo que a los ecle-
siásticos se refiere, si bien es seguro que Robert d'Alvernha, obispo de Clarmont
(véase cap. LXXVI), sólo toma la pluma, como un aficionado, para insultar
a sus parientes, no cabe duda de que el pintoresco Monje de Montaudon (ca-
pítulo LI) vivía de sus versos más o menos ajuglaradamente.
que me mantiene gozoso, pues yo no canto en modo alguno por dinero, porque me ocupo
en otros placeres», 389, 19; edición Pattíson, pág. 142.
8. Como ejemplo de toda una dinastía real con poetas véase I. Cluzel, Prínces et
froubadours de la maison royale de Barcelone-Aragon, «Boletín de la Real Academia de
Buenas Letras de Barcelona», XXVII, 1957-1958, págs. 321-373.
El trovador 25
11. Entre las ediciones completas de Vidas y razós se deben tener en cuenta la de
C. Chabaneau, Les btographies des troubadours (inserta en el tomo X de la Htstoire ge-
nérale du Languedoc, Tolosa, 1885); las de J. Boutiére y A.-H. Schutz, Biographies des
troubadours, «Bibliothéque Méridionale», Tolosa-París, 1950, refundida, muy enriquecida
de notas, con traducciones francesas e índices y con la colaboiación de I.-M. Cluzel, en «Les
classiques d'oc», París, 1964, reimpresa en 1973 (cito siempre por la edición de Boutíére'
Schutz-Cluzel), y la de G. Favati, Le biografíe trovadonche, Bolonia, col. «Studi mediolatini
e volgari», 1961. Véase el artículo de A. jeanroy, Les btographies des troubadours et les
«razas», leur valeur histortque, «Archivum Romanicum», I, 1917, págs. 289-306, y el capí-
tulo a ello dedicado en La poéste lynque, I, págs. 101-132. No deben confundirse estos
importantes textos medievales con las fantasiosas y mentirosas narraciones que forjó Jean
de Nostredame (1507-1577), hermano del famoso «profeta» Michel, de las que hizo una
primera versión hacia 1562, que luego, acrecentada con más falsedades, se imprimió en
Lyon en 1575 con el título de Les mes des plus célebres et anciens poetes provéngate,
reimpresas, con estudios e índices, por C. Chabaneau y J. Anglade, París, 1913 [reproduc-
ción anastátíca, Ginebra, 1970].
El trovador 27
16. S Stronski, La poésie et la réalité aux temps des troubadours, «The Taylorian
Lectute», Oxford, 1943, págs. 22-23.
30 Introducción a la lectura de los trovadores
22. Cómo debe escribirse, de qué modo hay que componer los versos, qué
está bien y qué está mal en poesía son problemas que preocuparon a los tro-
vadores intensamente, desde los primeros hasta los de fines del siglo xm,
19. Véase el libro de J. Rychner, La cbanson de geste, essai sur l'art épique des
jongleurs, Gmebra-Lille, 1955.
32 Introducción a la lectura de los trovadores
VERSIFICACIÓN
25. La poesía provenzal, al igual que las otras románicas y en oposición
a la latina culta, se basa en el número de sílabas del verso y en la rima. La
11. Para Las leys d'amors, en sus tres redacciones, es fundamental el estudio de
A. Jeantoy en Htstoire httéraire de la France, XXXVIII, 1941, págs. 139-233.
12. Edición de M. Gatien-Arnoult, Las Flors del Gay Saber, estiers dichas Las Leys
d'Amors, tres volúmenes, Tolosa, 1841-1843, muy deficiente; tomo las citas del fragmento
de esta redacción incluido por C. Appel en su Provenzaltsche Chrestontatbie, págs. 197-201.
13. Edición de J. Anglade, Las flors del Gay Saber, Barcelona, 1926, en «Memóries»,
I, de la Secció Filológica de l'Institut d'Estudís Catalans.
14. Edición de J. Anglade, Las leys d'amors, cuatro volúmenes, «Bibliothéque Méri-
dionale», Tolosa, 1919-1920 [reproducción anastática, Nueva York, 1971].
15. Ediciones de J. M.' Casas Homs, Joan de Castellnou, segle XIV: Obres en prosa,
Fundació S. Vives Casajuana, Barcelona, 1969.
16. Edición A. Grieta, Dtccionan de Rims de Jaume March, «Biblioteca Filológica»,
Barcelona, 1921.
17. Edición de J. M." Casas Homs, «Toramatty» de Luis de Avergó, dos volúmenes,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona, 1956.
18. Para determinados aspectos de versificación que se resumen seguidamente tén-
gase en cuenta Jeanroy, La poésie lyrtque, II, págs. 62-94, y las páginas dedicadas a ello en
algunas ediciones de trovadores, como las de Appel, Bernart von Ventadorn, págs. LXXXIX-
cxxiii, y Ratmbaut von Orange, págs. 62-92, y de Lavaud, Peire Cardenal, págs. 688-753.
En toda ocasión es imprescindible el Répertoire métrique de István Frank.
Versificación 35
línea o unidad métrica, que nosotros llamamos verso, es elemento que no suele
ser denominado de un modo especial por los trovadores ni por los tratadistas
más antiguos. Las le^d^a^^m^^^^J^^A que definen así:
«Bordos es una Jjaffz de rima que al may conté .xn. sillabas, et a tot lo mens
quatre, si doncx no son enpeutat o biocat» (II, pág. 62) \ Pero un poco des-
pués le dan sinónimos y hacen una importante salvedad: «E deu hom diré
bordo o basto, o bordonet, bastonet, o verset, e no vers.» Aquí se prescribe
•»^^^^^^MS&^^^
composición.
^^^^^^^«««tí^^^síKS^^af^^a^^SSa^i3:^^
Por lo que se renere a la medida oeT verso, hay que tener presente que el
f 1
Y una canción de Cerverí (434a, 80; edición Riquer, pág. 153) está com-
puesta en estrofas de versos de una sílaba alternados con otros de dos:
Us
an
chan,
pe-
san,
dre-
can,
ri-
man,
li-
man,
lau-
can,
aman
il man
d'en-
ten-
di-
menz
Aquí mot curt indica la palabra falta de sílabas que hace el verso hipomé-
trico, y el mot redon la palabra demasiado «oronda» que hace el verso hiper-
métrico, como ha aclarado J. H. Marshall 4, quien además pone de relieve otra
cobla, de un trovador llamado Raimon, que critica a otros y se envanece de
que él no comete sus errores versificatorios :
2. Frank, 659- 1, propone que todos los versos son monosílabos, pero ello supone
enmiendas en un texto de fácil corrupción y de difícil arreglo.
3. «Y hace contra mí canciones y sirventeses con miserables palabras, mal puestas y
mal colocadas: una corta y falsa, otra rota y redonda. Bien parece que tenía sueño cuando
las hizo »
4. J. H. Marshall, Ancien provengal mot redon, «Romanía», LXXXVI, 1968, pági-
nas 541-544.
5. «Y sé enmendar síncopa y falsedad y palabra redonda que es demasiado larga»,
Se l'Estanquer nt Otons sap trabar, 393, 3; edición Marshall, loe. cit., pág. 542.
Versificación 37
9. Salverda de Grave, Observattons sur l'art lynque de Giraut de Borneil, págs. 90-92.
10. Avalle, Peire Vidal, págs. 462-463, s. v. rima.
40 Introducción a la lectura de los trovadores
29. La estrofa, llamada por los trovadores y por los tratadistas cojzla, es
la unidad métrica cuyo número de versos y situación de rimas se repiten en las
diversas partes de una poesía, y que al propio tiempo es también una unidad
melódica. Teniendo en cuenta que existen composiciones de una sola cobla o
11. «Porque estoy asediado por el trabajo y llevado en la incertidumbre por esta que
aquí me tortura y me tiene en esta duda, porque con dulce sabor ceba sus palabras con
vÉ cebo.»
Versificación 41
a o q u e recurren'poetas muy a
rnaut Daniel (véase cap. XXVIII).
,
Se da el
i•
nombre de•»
composición
* i
en ^f^^^^SS3§^
coblas singulars
í
s ^^-~~,^— «
i aJ
a aquella
- . -
en que las•. ¡
_-
rimas remenmas. pues de otro mooose entorpecería la melodía). Jbs una com-
^fficlon'^uy'Trecuente, que también encontramos por vez primera en Gui-
lhem de Peitieu (7). No es raro paliar la aparente facilidad que supone la liber-
tad en el cambio de rimas intercalando en las coblas singulars un verso, o
varios, cuya rima se va repitiendo en todas las estrofas de la composición
(como en el mismo Guilhem de Peitieu, 1, 3,4 y 8).
31. Uno de estos recursos fue el de las cablas doblas: las mismas rimas
persisten en las estrofas primera y segunda, pero VorPotras en la tercera y la
cuarta, otras en la quinta y la sexta, etc., y cuando son en número impar, lo que
ocurre con frecuencia, una estrofa queda sin su pareja. Este procedimiento,
qüe~ya aparece en Guilhem de Peitieu (2), en Jaufré Rudel (10) y en Mar-
cabrú (17), es bastante usado por Bernart de Ventadorn (50, 51, 52 y 61)
y tendrá mucha aceptación.
El mismo sistema, en grupos de tres y tres, es llamado cablas ternas. Es
poco frecuente, pero tenemos una muestra en Bernart de Ventadorn, Can vei
la flor, Verba ven e la folha (70, 42; edición Appel, pág. 240), y otra en la
canción de Raimbaut d'Aurenga Assaz m'es belh (389, 17; edición Pattison,
pág. 120). Ya siguiendo por este camino existen las cablas quaternas, que van
de cuatro en cuatro, de las que hay un ejemplo en el sirventés de Bertrán de
Born leu chan, que-l reís m'en a prejat (80, 14; edición Appel, pág. 35).
Otra modalidad, muy frecuente, es la que Frank denomina estrofas alter-
nadas 14, en las que las estrofas impares reproducen siempre las mismas rimas
y las pares siempre otras, como en la canción de Bernart de Ventadorn Non es
meravelba s'eu chan (67).
Las estrofas alternadas se prestan a un complicado artificio que Las leys
i
33. ^mfAm%^m%m®*y*
Las poesías de ®'^^
smSi
los*'^^
sí
trovadoressuelen acabar con una o varias estrofas
^-^« -^ ,-t? *
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de menor numero de versos, llamadas tornadas, y a las que algunos •tfovSoores
^ciaban el as, pjraIelo~ de las Canciones
'"**^*% ha
rumos véfsQsdeJa estrofa*anteríor'ía^veceTta cíe todos los versos meHos~el
\^__^^fft<>i»>*'''^'*'^<í¡^tt^;¿íy^l^>ll^^''tl''^\ ,
porque sólo tie,ne un verso de menos; otras veces puede estar cons-
tituida por un verso solo, y por lo tanto con la rima del último de la estrofa
anterior). Puede haber varias tornadas (dos, tres e incluso cuatro), y
e^tt5^ja^|<jgejg<iha^^iic^si^3^8flfis^|r|erales y finales s_obre el
pqesía; pero, ^p||j^^g^^j~Jjgne)1 e j caJUter de* envíos a las persónas_a^
§ujenes el poJg^j^ejg^gu^jle^^W'óbfaj jm protectoj:^ un gran "senos, la
,ma cañtadáTuna
1&. ¡ajaííí**"^ fW-ic J&
dama consejera, un imígq, otro trovador (a
a*,. 'Ts&&*&P*-®&%>^^fi^^ -^ía^^^a^&^^a^sí^W"**^^ ^ - -««PS^aa^saSií-*^
veces para
* - _ *
que
_*
opine soBfe el váforliterario aeTa poesía^ y los*jugIiSj3ue_deben_llevarla
algún_sitio_y_cantarla o el mensajero encargado de su porte. A menudo las tor-
nadas varían totalmente según los cancÍ5ñeros o familias de cancioneros, y eüo
es "Hebido'a que la misma-gggsia ha sídq^enviada a varias tjejrsojias, bien simul-
táneamente, bien en épocas dístintas~o a qu<TeT trovador, tiempo despuéT~3e
haber compuesto una poesía, quiere volver a ponerla en circulación y hace lo
que hoy llamaríamos una nueva edición. Véase el caso de la poesía de Gaucelm
Faidit Ara nos sia guitz (149). La mayoría de los cancioneros que han transcrito
la canción de Arnaut de Maruelh Si m destretgnetz, dompna, vos et Amors (124)
la cierran con una tornada dirigida al marqués de Monferrato, pero en el ma-
nuscrito G aparece, en su lugar, otra tornada distinta dirigida al rey de Aragón,
lo que revela que el trovador envió la misma poesía a dos de sus protectores.
Del mismo modo Gui d'Ussel remitió simultáneamente su «mala cansó» (201)
a una dama llamada Margarita, a la eme elogia, y a la «mala dompna» que
maldice: en la mayoría de los cancioneros se ha transcrito la tornada dirigida
a Margarita, pero M nos ha conservado la otra versión.
15. Véase Anglade, Guiraut 'Riquier, págs. 212-216.
16 Véase, más adelante, Peire Raimon de Tolosa, cap. XLIV, nota 8, y nuestras notas
a Azalais de Porcairagues, 79, verso 51, y Bernart de Venzac, 269, verso 43, Otro caso en
Guillem de Bergueda, 210, 17a, edición Riquer, II, pág. 180.
Géneros condicionados por la versificación 45
Gui» (véase cap. LXIX). El utilizar melodías y métrica de gesta no era raro:
Giraut del Lúe escribió un violento sirventés contra Alfonso II de Aragón «el
son Boves d'Antona» (99, verso 2), es decir, el Daurel et Betón, gesta pro-
venzal que tiene por protagonista a Boves d'Antona.
Finalmente, por lo que a la imitación de forma y melodía se refiere, hay
que advertir que ésta también afecta a composiciones en lenguas distintas. Ya
aludimos al caso de Conon de Béthune imitando a Bertrán de Born. Intere-
sante es el de Peí messatgier que jai tan lonc estage (147) de Gaucelm Faidit,
pues, si por una parte imita la forma de una canción francesa de Gace Brulé,
por la otra es imitada por los Minnesanger Rudolf von Penis, Harwig von
Rute y Bligger von Steinach. Lo mismo ocurre con Miel sirventés vuolh jar
deis reís amaos (138) de Bertrán de Born: su estrofismo está tomado de una
canción francesa anónima, pero esta imitación provenzal tuvo tal éxito que
siguieron su métrica una canción alemana de Bernger von Horheim y compo-
siciones provenzales de Ademar, Perdigón, Raimbaut de Vaqueiras, Blacatz y
Peire Cardenal, aunque no siempre directamente. No deja de sorprender que
el estrofismo de un sirventés anónimo, declaradamente antifrancés, Vai, Hugo-
net, ses bistensa (367), fuera imitado precisamente en una chanson de croisade
francesa, lo que revela que la poesía provenzal fue escuchada en un ambiente
que le era hostil. La cansó de amor cum auctoritate de Jofre de Foixá Be m'a
lonc temps menat a guiza d'aura (353) ofrece la peculiaridad de imitar un
procedimiento de citas que se encuentra en una chanson del trouvére Gilíes
de Vieux-Maisons, pero las rimas de otra de Gace Brulé. Las relaciones de los
trovadores con los trouvéres y los Minnesanger, tan bien estudiadas por FrankB,
revelan interesantes casos de mutua imitación. El cochino diálogo entre Arnaut
Catalán, en provenzal (Senher, ara ie-us vein querer), y Alfonso X de Castilla,
en gallego (Don Arnaldo, pois tal poder), imita la delicada canción de Ber-
nart de Ventadorn Can vei la lauzeta mover (60, y véase el preliminar de 274).
44. La palabra sirventés aparece casi simultáneamente a mediados del
siglo xn en textos provenzales (el Ensenhamen de Guerau de Cabrera) y
franceses (Román de Rou y Ogier le Danois)10, y se han propuesto dos etimo-
logías que parten de la Edad Media. Una de ellas supone que este nombre
hace referencia a que el sirventés se sirve del estrofismo y la melodía de una
preexistente canción, y la otra admite que se trata de un tipo de poesía escrito
por un sirviente (servens). La DoctrincTde compondré dictáis, siguiendo un
us*o muy medieval, admite las dos etimologías: «Serventetz es dit per co ser-
ventetz per c.o com se serveix e es sotsmes a aquell cantar de qui pren lo so
e les rimes, e per 50 cor deu parlar de senyors o de vassalls, blasman, o cas-
tigan o lauzan o mostran, o de faytz d'armes o de guerra o de Deu o de orde-
tiances o de novelletatz» (Marshall, pág. 97). Ya hemos visto que Las leys
d'amors sólo aluden a la primera etimología. La segunda gozó también de cier-
9. I. Frank, Trouvéres et Minnesanger, Sarre, 1952.
10. Véase Jeanroy, La poésie lyrique, II, pág. 179, y Pirot, Recbercbes, pág. 51.
56 Introducción a la lectura de los trovadores
los más brillantes cultivadores del sirventés político fue Bertrán de Born (ca-
pítulo XXXII), cuyas poesías versan sobre las luchas entre los Plantagenet, el
rey de Francia y el de Aragón. Otros grandes temas tratados por el sirventés
político serán:
a) La Reconquista española, ya presente en Marcabrú (19 y 21), y que
dará lugar a sirventeses escritos a raíz de la acción de Alarcos (1195) y de la
de Las Navas (1212), como ocurre en piezas de Folquet de Marselha (112) y de
Gavaudan (208).
b) La guerra de los albigensesr que originó numerosos sirventeses contra
Francia y la Iglesia, en defensa de las cortes de las tierras de oc y en relación
con la intervención o el absentismo de los reyes de Aragón. Son éstas las pie-
zas en las que la pasión está más encendida, pues se refieren a acontecimientos
que inciden en lo más íntimo del solar de los trovadores. Véanse las de Savaric
de Mauleon (186), de Raimon de Miraval (199), de Tomier e Palaizí (231), de
Gui de Cavalhon (237), de Bernart Sicart de Maruéjols (241), de Bonifaci
de Castellana (281), la del anónimo Vai, Hugonet (367), y mencionemos el
gracioso debate entre el trabuquet y la gata del sitio de Tolosa compuesto por
Raimon Escrivan (221).
c) Los asuntos de Italia, tanto los que podríamos llamar internos como
las divisiones producidas por la intervención en la península de los empera-
dores alemanes, y luego de Carlos de Anjou y de los reyes de Aragón. Este
aspecto se puede seguir muy bien gracias al importante libro de De Bartholo-
maeis w. Tenemos buenos ejemplos en los de Peire de la Cavarana (37), Uc
de Sant Gire (272), Perseval Doria (280), Galega Panzan (360), etc.
d) Las_pugnas_entre la coronajdeJFrajicia-yUa de-Aragón-en la segunda
mitad del siglo xin, que~produce~la aparición de algunos trovadores afrance-
sados. Véanse momentos de estas pugnas en la obra de Guilhem de Montanha-
gol (cap. C) o de Paulet de Marselha (cap. CI), y, más dramáticamente, en el
ciclo de sirventeses de 1285 (cap. CXII). Entre los trovadores afrancesados,
el citado Paulet de Marselha lo fue hasta 1262, y en esta actitud se caracte-
riza el grupo de Besiers: Raimon Gaucelm, Bernart d'Auriac y Joan Esteve
(véanse caps. CVII, CXII y CXIII).
e) Las cruzadas de_ Oriente. Aquí es posible incluir el género llamado
cansó d&~cróza3§'ls~> püés~de hecho se trata de auténticos sirventeses escritos
con la finalidad expresa de animar a los cristianos a participar en las cruzadas
y crear un ambiente propicio a éstas. Existen unas treinta y cinco poesías
provenzales de estas características 18, de las cuales destaquemos las de Peire
Vidal (176), de Peirol (224), de Pons de Capduelh (255), de Olivier lo Tem-
sirventese proveníale, en Concetto, storia, miti e immagini del Medio Evo, Venecia, 1973,
págs. 287-309.
14. V. De Bartholomaeis, Poesie provenzali stortche relative all'Italia, Roma, dos tomos,
1931, en la colección Fonti per la storia d'Italta.
15. Véase K. Lewent, Das altprovenzaliscbe Kreuzlied, «Romanische Forschungen»,
XXI, 1907, págs. 321-448.
16. Jeanroy, La poésie lyrique, II, págs. 331-333.
58 Introducción a la lectura de los trovadores
plier (309), y vale la pena de hacer mención de aquella poesía de Sordel (308)
que significa todo lo contrario, pues en ella el trovador manifiesta que no
quiere ir a Oriente. Ya hemos visto (§ 16) que fueron muchos los trovado-
res que tomaron parte en las cruzadas.
Cabría hacer una nueva distinción en la que entrara el sirventésj>oliticorre-
ligiosa, estrechamente vinculado con los que se refieren a la guerraTde~loTllbi-
genses, y considerar a Peire Cardenal^caprtzTV^su- principal a^ivadorT^"
D] Sirventés literario. La polémica literaria aparece desde los primeros
tiempos de la poesía trovadoresca, aunque se expresa principalmente en com-
posiciones que podríamos llamar «manifiestos» y en debates. Pero no son raros
los sirventeses en que los trovadores se critican, como D'entier vers jar leu
non pes (32) de Bernart Martí, contra unas palabras de Peire d'Alvernha en
Sobre-l vieill trabar e-l novel (47). Este último es autor de otro sirventés, la
famosísima galería satírica de trovadores (Cantaral d'aqestz trabadors, 49),
que fue imitada por el Monje de Montaudon (Pois Peire d'Alvernh'a chan-
tat, 207), piezas ambas de gran interés, no sólo por sus apreciaciones de orden
estilístico, sino también porque permiten al historiador de la literatura situar
a algunos trovadores. Entre las muchas piezas de polémica literaria citemos
Escur prim chantar e sotil (276) de Lanfranc Cigala, contra los trovadores oscu-
ros y en pro de la claridad poética, y la malhumorada Li fol e-il put eil filol
(194) de AMerkjde^Eeguilhan, ya viejo, contra los nuevos juglares que pululan
por las cortes de la ItaliaTéptentíional.
Partiendo de unas referencias poco precisas que se encuentran en las Vidas
de Peire Raimon de Tolosa (cap. XLIV), de Guilhem Augier Novella
(cap. LXVIII) y de Falquet de Romans (cap. LXXIII), sin duda mal interpre-
tadas, algunos provenzalistas dan el nombre de sirventés joglaresc " a poesías
escritas para juglares, sea dándoles consejos, sea burlándose de ellos. Aunque
tal nombre no puede defenderse, es bien cierto que esta modalidad de sirven-
teses sobre juglares existe. Uno de los más antiguos es el de Marcoat, Mentre
m'obri eis buisel (33).
Mayor alcance tiene el llamado sirventés-ensenhamen, largas composiciones
en las que un trovador se dirige a un juglar y le enumera el repertorio litera-
rio que debe poseer, como son los de Guerau de Cabrera (Cabra juglar), de
Guiraut de Calanson (Fadet juglar) y de Bertrán de París de Roergue (Guardo,
ie-us fas un sol sirventés Van) 18.
46. Una modalidad del sirventés es el gap («jactancia», «fanfarronada»,
en italiano vanto), composición en la que el trovador, como los doce pares de
17. Tratan de este «género» F. Witthoeft, Sirventés Joglaresc, ein Blick auf das alt-
franzosiscbe Spielmannsleben, Marburg, 1891, y Suzanne Mejean, Contribution & l'étude
du Sirventés Joglaresc, «Mélanges Boutiére», I, págs. 377-395. Véanse las observaciones a
esta denominación que hace Menéndez Pidal en Poesía juglaresca, 1957, pág. 110, nota J>,
y un resumen de la cuestión en Pirot, Rechercbes, págs. 46-49.
18. A estos sirventés-ensenhamen está dedicado fundamentalmente el libro de Pirot,
Rechercbes.
Géneros condicionados por su contenido 59
Francia en el conocidísimo episodio de los gabs del cantar de gesta Pélérinage
¿e Charlemagne, se envanece de ser capaz de realizar acciones, o hazañas, in-
verosímiles o imposibles. El más característico es Dragomán senher, s'ieu agües
bon destrier (170) de Peire Vidal. El de Uc de Lescura De mots ricos no tem
Peire Vidal (182) es muy interesante por sus alusiones a trovadores, algunos
de ellos desconocidos. Muchas son las poesías que, sin serlo estrictamente, tie-
nen matices de gap, como el vers de Guilhem de Peitieu Farai un vers, pos mi
sottelh (7) o la poesía de Raimbaut d'Aurenga Assatz sai d'amor ben parlar (71).
Y este último trovador es autor de otra, Lonc temps ai estat cubertz (74), que
podríamos denominar antigap, pues en ella finge haber sufrido la mutilación
de Abelardo.
19. E. Kohler, Die Sirventes-Kanzone: «genre b&tard» oder Ugitime Gattung?, «Mé-
langes Rita Lejeune», I, págs. 159-183.
60 Introducción a la lectura de los trovadores
48. El planh, o lamento fúnebre, es descrito por Las leys d'amors del
modo siguiente: «Plangs es us dictatz qu'om fay per gran desplazer e per gran
dol qu'om ha del perdemen o de la adversitat de la cauza qu'om planh. E di-
zem generalmen: de la cauza qu'om planh, quar enayssi quo hom fa plang
d'ome o de femna, ayssi meteysh pot hom far plang d'autra cauza, coma si una
vila oz una ciutatz era destruida e dissipada, per guerra o per autra maniera»
(Appel, Prov. Chrest., pág. 200). En cierto modo puede considerarse el planh
como un género emparentado con el sirventés, ya que, como éste, se refiere a
un suceso próximo. Se conservan cuarenta y tres planhs provenzales, la mayo-
ría dedicados a llorar la muerte de un gran personaje —protectores o protec-
toras del trovador, por lo general—, cinco sobre la muerte de un amigo o un
pariente del poeta y otros cinco escritos a raíz del fallecimiento de la dama del
autor 20. Con frecuencia se reducen a una serie de lamentaciones, acompañadas
de la enumeración de las virtudes que adornaban a la persona llorada, cuya
muerte, según un lugar común muy repetido, significa, al mismo tiempo, la
desaparición de las buenas cualidades y de las virtudes cortesanas, que se ha-
bían cifrado en el personaje fallecido y, faltando éste, se han ausentado del
mundo.
Normalmente el planh se atiene a una temática que ya se encuentra en el
planctus latino, del que deriva, que ha sido sistematizada por S. C. Aston,
siguiendo la distribución propuesta por Caroline Cohén 21. De acuerdo con As-
ton, en el planh trovadoresco se suelen encontrar los siguientes motivos:
a) Invitación al lamento.
b) Linaje del difunto.
c) Enumeración de las tierras o personas entristecidas por su muerte.
d) Elogio de las virtudes del difunto (es el motivo principal).
e) La oración para impetrar la salvación del alma del difunto.
/) El dolor producido por su muerte.
Este esquema es útil para determinar el grado de personalidad y originali-
dad de un trovador, y gracias a él advertimos que el planh de Guillem de
Berguedá Consiros cant e plañe e plor (95) es una pieza singular, obra de un
excelente poeta y que revela una sinceridad auténtica, porque en él faltan o
apenas están esbozados algunos de aquellos motivos z2. Pero por encima de los
tópicos, que un buen escritor siempre disimula y asimila con naturalidad, hay
en la literatura trovadoresca planhs de gran valor literario, como el famoso Si
tuit U dol e'lh plor e-lh marrimen (132), el de Gaucelm Faidit por la muerte
de Ricardo Corazón de León (Fortz chauza es que tot lo majar dan, 148), poe-
20. Jeanroy, La poéste lyrique, II, págs. 333-337. Véase H. Springer, Das altprovenza-
lische Klagelted mtt Berücksichtigung der verwandten Litteraturett, Berlín, 1895.
21. S. C. Aston, The provertfal planb: I, The lament for a prince, «Mélanges Boutiére»,
I, págs. 23-30, y The provengal planh: II, The lament for a lady, «Mélanges Rita Le-
jeune», I, págs. 57-65. Caroline Cohén, Les éléments constitutifs de quelques planctus des X'
et XI' siécles, «Cahiers de civilisation médiévale», I, 1958, págs. 83-86.
22. Véase Riquer, Guillem de Bergueda, I, págs. 94-98.
Géneros condicionados por su contenido 61
La Doctrina de compondré dictáis define muy bien este género: «Si vols
far alba, parla d'amor plazentment; e atressi deus lauzar la dona on vas o de
que la faras. E bendi l'alba si acabes lo plazier per lo qual anaves a ta dona;
e si no-1 acabes, fes l'alba blasman la dona e l'alba on anaves. E potz fer aytan-
tes cobles com te vulles, e deus hi fer so novell» (Marshall, pág. 96).
Por lo que afecta al llamado amor cortés, es digno de notar que el alba
amorosa, si bien mantiene las características propias de la cansó, presenta al
amante y a la dama en la realización carnal del amor, sin que él tenga que
ser suplicante ni ella altiva ni desdeñosa 2B.
Existe otro tipo de alba en la que el poeta, por determinadas circunstan-
cias, expresa precisamente lo contrario, o sea su anhelo de que llegue pronto
el amanecer y su aborrecimiento por la noche. Tiene cierta relación con esta
última modalidad el alba religiosa o «a lo divino», de la que quedan seis
muestras; en ella el asunto del alba amorosa propiamente dicha se reviste de
un contenido sacro y adquiere sentido cristiano, en el que, por ejemplo, el
amanecer simboliza la gloria del cielo, la gracia o incluso la Virgen María, y
la noche, el pecado.
Aquí reunimos las albas siguientes: Reis glorias, verais lums e >
de Giraut de Bornelh, Gaita be, gaiteta del cbastel (166) de Raimbaut^
Vaqueiras, Per grazir la bona estrena (211) de Uc de la Bacalada, S'anc fui
belba ni frezada (247) de Cadenet, Ús cavaliers si jazia (294) de Bertrán
d'Alamanon, y las anónimas En un vergier sotz fuella d'albespi (364), Quan
lo rossinhols escria (365) y Eras diray fo que-us dey dir (366). Y también las
religiosas Vers Dieus, el vostre nom e de Sancta María (245) de Falquet de
Romans, Lo Pair'e-l Filh e-l Sant Espirité (270) de Bernart de Venzac y Axi
con cel c'anan erra la vía (335) de Cerverí de Girona.
Poesías con la situación y los personajes del alba se encuentran en todas
las literaturas: la china, la griega, la helenística, la latina, las germánicas, la
latina medieval, etc. Por lo que afecta al alba románica, concretamente a la pro-
venzal, sin olvidar sus orígenes remotos, parece evidente que algunos de sus
elementos son de procedencia litúrgica, que hay que rastrear en ciertos cantos
de aleluya y en himnos que desarrollan el tema del amanecer, señalados por
Jóle M. Scudieri Ruggieri precisamente en la liturgia hispánica2I. En los poe-
tas latinos, sobre todo en Ovidio, es frecuente el tema de los enamorados que
maldicen de la brevedad de la noche, como por ejemplo el dístico de la epístola
de Leandro a Hero: «Oscula congerimus properata sine ordine raptim Et
querimur parvas noctibus esse moras» (Heroides, XVIII, 113 y 114), o tam-
bién en la elegía XIII del libro I de Amores. La función del vigía del alba se
puede relacionar con textos literarios medievales que son precisamente can-
26. Véase D. Rieger, Zur Stellung des Tageheds in der Trobadorlyrik, «Zeitschritf für
romanische Philologie», LXXXVII, 1971, págs. 223-232.
27. J. M. Scudieri Ruggieri, Per le origtni dell'alba, «Cultura Neolatina», III, 1943,
págs. 191-202.
Géneros condicionados por su contenido 63
ciones entonadas por centinelas para no dormirse, como la famosa de la guar-
dia modenesa y el ¡Eya velar! de Gonzalo de Berceo2S.
Chrest., pág. 199). Conviene tener presente que el tono caricaturesco es más
frecuente en la pastorela francesa que en la provenzal; en esta última literatura
el género se encamina algunas veces hacia otras direcciones, e incluso ^e reviste
en ciertos casos de un carácter político que la acerca al sirventés (por ejem-
plo en la de Paulet de Marselha L'autrier m'anav'ab cor fensiu, 304, y en dos
de Cerverí de Girona).
Se trata, pues, del reverso de lo que se viene llamando poesía popular, ya
que el conflicto social que se esconde tras la pastorela sólo se explica^ frente
a las exigencias o los gustos de un público cortés. Y ello es así hasta tal punto
que no es raro encontrar pastorelas en que el trovador —o sea el caballero que
habla en primera persona—, después de haber establecido contacto con el am-
biente de la-moza de campo, siente avivársele la pasión por su dama, como
finge Gíraut de Bornelh (véase 87) en momentos de graciosa galantería. Es
curiosa, también, la pastorela de Joan Esteve (Ogan, ab freg que fazia, 342),
en la que la moza rechaza al caballero aduciendo que tiene el propósito de
meterse monja. En algunos casos, como en pastorelas de Cadenet y de Cerverí
de Girona, el trovador deja de ser actor de la escena para convertirse en
espectador del debate amoroso, viéndose a veces obligado a intervenir para
apaciguar los ánimos o impedir peleas. Gui d'Ussel (en L'autre jorn, per aven-
tura, 202) halla una pastora que se lamenta por un desengaño amoroso, y se
consuelan mutuamente de sus respectivas cuitas. Guiraut Riquier escribió seis
pastorelas que siempre ponen en escena a la misma pastora y que forman una
especie de deliciosa novelita bucólica, a través de la cual vemos cómo los años
pasan (veintidós) no tan sólo sobre el trovador, sino también sobre su simpá-
tica interlocutora, que en la primera composición tiene novio, en la quinta está
casada y es madre de una niña, y en la sexta ya es viuda y pretendida por un
viudo, y su hija es una bella muchacha de quince años (véanse todas ellas
en 347-352).
La localización geográfica precisa del encuentro es una característica de la
pastorela («en Proensa part Alest», 87, verso 2; «Entre Lérida e Belvis», 332;
«D'Olargue peí boy venia», 342, verso 3; «D'Astarac venia... vas la Ylla», 351;
«A Sant Pos de Tomeiras», 352, etc.), que también se halla en la francesa y
que reaparecerá en las serranas y serranillas castellanas.
Descartado el origen popular de la pastorela, como es evidente dado su
carácter aristocrático, su génesis se ha querido buscar en diversas direcciones.
Investigaciones de H. Brinkmann 30, M. Delbouille 3i y, más recientemente,
de Ada Biella 82, coinciden en señalar los orígenes de la pastorela en diálogos
amorosos en textos de literatura latina medieval, como Invitatio amice (siglo x),
1. «De Bergueda, escoged, según vuestro criterio, la mejor de estas dos posibilidades,
que yo mantendré tan bien la peor, que os pienso vencer, si se me quiere hacer justicia:
si preferiríais amar desamado o desamar y que fuerais amado. Escoged pronto la que más
os place», 10, 19 = 210, 10; ediciones Shepard-Chambeis, Atmenc de Pegudhan, pág. 116,
y Riquer, Gutllem de Bergueda, II, pág. 245.
2. Véase Jeanroy, La poéste lynque, II, págs. 264-265.
3. Además de los citados existen los tornejamens entre tres contendientes defendidos
por el conde de Rodés, Guiíaut Riquier y Marqués (140, 1 = 248, 75 = 296, 4; edición
Pfaff, Rtquter, pág. 238); por el conde de Rodés, el señor de Alest y Guiraut Riquier
(18, 1 = 140, 2 = 248, 76; edición Pfaff, pág. 248); por dos trovadores llamados Guilhem
y Rainart (201, 6 = 413a, 1; edición Suchier, Denkmaler, I, pág. 331), y por Arnaut, Folc y
Guilhem (25, 3 = 150a, 1 = 201, 5a; edición Kolsen, «Studi Medievali», N. S., XII, 1939,
pág. 210).
Diálogo y debate entre los trovadores 69
Ettore Li Gotti», I, Palermo, 1962, pág. 427). Y se conservan otros dos torne-
iamens con cuatro interlocutores "*.
55. La cabla es un debate breve, en una o dos estrofas, a veces con tor-
nada ves téE5iñff*que"no debe c*onf5So*irse cánff*3S88mínác1ón genérica de
que integra una composición larga ni con la cobla no dialogada, por
lo general moralizadora, epigramática o satírica. Típicas coblas dialogadas son
las que se cruzan la condesa de Provenza y Gui de Cavalhon (238), en las
que éste responde con gran discreción y elegancia. Adviértase que las coblas
cruzadas entre Blacatz y En Pelicier (253) son una parodia del tornejamen
tripartito entre Raimbaut de Vaqueiras y otros que acabamos de citar.
La que Las leys d'amors (Anglade, II, pág. 165) llaman cobla (ensoñada
es una estrofa, o conjunto breve de estrofas, con tomada, en la cual los dialo-
gantes intervienen en versos dentro de la misma estrofa. Véase, como ejemplo,
el gracioso diálogo entre Aimeric de Peguilhan y Guilhem Raimon (190). Cu-
rioso e intrigante es el caso de una cobla de Cerverí (331), donde parece que
los siete versos de la estrofa están en boca del padre del enamorado y los dos
de la tornada en boca del padre de la muchacha, si bien ello supone un diálogo
fingido.
56. En estos géneros dialogados el trovador que toma la palabra tiene
la gran ventaja de imponer un estrofísmo, unas rimas y una melodía a su" ad-
yefsarjp, que se ve obligado a seguirlo. Aunque por lo general la tensó, el
pártímen y las coblas toman versificación y música de una poesía ya conocida s,
es evidente que el que empieza tíené mayores facilidades. Vemos, así, que a
veces el interpelante se complace en buscar rimas difíciles para poner a su
adversario en un aprieto, aunque, si la composición es larga, esta misma difi-
cultad la experimentará él mismo cuando tenga que replicar. Esto es, sin
duda, lo que hace Guilhem Rainol d'At cuando interpela a Magret (251), y a
ello se refiere concretamente Bertrán Carbonel en las coblas que de él hemos
seleccionado (286-289). Estos textos de Bertrán Carbonel demuestran de un
modo indiscutible que la cobla muchas veces se improvisaba, como se impro-
visan los cantos a desafío aún vivos en la poesía popular8, y sin duda fueron
compuestas repentizando la cobla de Savaric de Mauleon (186) y las que se
intercambiaron Guilhem de Montanhagol y Blacasset (302 y 303, con una in-
congruencia en el verso 30 que supone irreflexión). Es a todas luces evidente
que un ^ueiLtr,Qvador_ha d,e ser_capaz de repentizar versos. Ya nos hemos
6. Antonio Viscardi, Intorno al problema delle origine trobadoricbe, «Attí del Reale
Istituto Véneto», XCIII, 2." parte, 1933-1934, pág. 1404. Sobre las relaciones entre la
poesía latina medieval y la trovadoresca, véase F. Gennrich, Zur Ursprungfrage des Minne-
sangs: em literarhtstoriscb-musikwtssencbaftlicber Beitrag, «Deutscher Vierteljahrsschrift
tur Literaturwissenchaft und Geistgeschichte», VII, 1929, págs. 187-228.
T.' Antonio Viscardi, La tradizione áulica e scolastica e la poesía trobadorica, «Studi
Medievali», R S., VII, 1934, pág. 154, y Bezzola, Les origines, II, pág. 257, nota 4.
8. Viscardi, ibíd., pág. 155.
I.-4
74 Introducción a la lectura de los trovadores
63. Existe, pues, desde los primeros tiempos de la lírica trovadoresca, una
clara bifurcación entre la escuela sencilla —trobar leu— y las escuelas hermé-
ticas —trobar clus y trobar ric—. En^el debate poético entre Raimbaut d'Au-
renga y Giraut de Bornelh (78) vemos hasta qué punto los trovadores son
perfectamente conscientes de esta distinción estilística. Pues bien, también
tenemos que recurrir a la retórica medieval de las artes poéticas para compren-
der esta dualidad y para hallar la clara explicación de este fenómeno, como
señaló Dimitri Scheludko 10. Según la retórica medieval hay dos procedimien-
tos para el ornato de la obra literaria: el ornafus facilisj? el ornalus dijjici}isf,
distinción que a su vez _deriva de la Rhetorích ad Tlerennium seudocíceroniana,
de la que toma lasjigurae para el primer estílo'y los iropí^pata el segundo.
Según lo preceptuado por los tratadistas medievales, el ornatus facilts, llamado
también vía plana, sermo levis, etc., estriba en el empleo de los colores retó-
9. Considérese esta comparación como una simple sugerencia; entre los que han
apuntado este paralelo, véase A. Serra-Baldó, Bis trobadors, Barcelona, 1934, pág. 23 Una
distinción entre trobar clus y trobar nc se halla también en el inteligente capítulo Style
and cnttcism, págs. 69 y sigs. del libro de H. J. Chaytor, 7rom scnft to print.
10, Artículo citado en la anterior nota 3.
76 Introducción a la lectura de los trovadores
ricos (o sea las figuras), de la annominatio (conexión entre palabras de la mis-
ma forma, pero de significado diferente) y de las determinaciones (cierta gra-
duación gramatical). El amatas difficüis, llamado también modus gravis, egregie
loquor, se caracteriza por el empleo de los tropos (metáfora, antítesis, metoni-
mia, sinécdoque, perífrasis, alegoría, enigma, etc.). En la Poelria de Juan de
Garlanda (nacido en 1180) hallamos dos pasajes muy significativos en este
respecto: «De facili ornatu per determinaciones verborum adjetivorum et
substantivorum: ítem si velimus leniter dicere et plañe, determinare debemus
nomina et verba»; «Ars de ornatu difficili: et si materia fuit levis possumus
eam reddere gravem et autenticara his novem quae sunt: proprieta tes pro sub-
jecto, materia pro materiato, consequens pro antecedente, pars pro toto, totum
pro parte, causa pro causato, continens pro contento, genus pro specie, spe-
cies pro genere et converso» ", o sea los tradicionales tropos de la poética
clásica.
Así pues, la distinción que Jos trovadores lucieron entrsjelJsahaíJeu, por
un lado, y eLtgphac sk¡$. y trohar^iíc, por otro, arranca de la división retórica
entre el ornatus facilis, llamado también sermo levis, y el ornatus dtfficilis, y
a través de ello de la distribución entre figurae y tropi de la preceptiva clásica.
Nada tiene de sorprendente que los poetas provenzales, puestos a^egcribjf en
vulgar, reprodujeran los conceptos estilísticos y las distinciones teórjcas j|ue
se ensenaban en las escuelas de^su tiempo y que desarrollaban los retóricos
contemporáneos suyos.
No olvidemos que en los escritores medievales existe lo que podríamos
llamar una teoría de la oscuridad, que justifica la posición de los trovadores
dados al hermetismo. Escribe Ramón Llull en el Libre de Meravelles que «hon
pus escura es la semblanca, pus altament entén í'enteniment qui aquella sem-
blan?a entén» 12; y don Juan Manuel, al iniciar la segunda parte del Conde
Lucanor, manifiesta que escribió la primera «en la manera que entendí que
sería más ligero de entender... et porque don Jayme, señor de Xérica... me
dixo que querría que los mis libros fablassen más oscuro... diré yo, con la
merced de Dios, lo que dixiere por palabras que los que fueran de tan buen
entendimiento commo don Jayme, que las entiendan muy bien» 1S. Ello pos-
tula una literatura de minorías, inaccesible para el vulgo y conscientemente
sutilizada, como con tanta frecuencia sorprendemos en los trovadores proven-
zales.
De lo que hemos expuesto hasta ahora, resumiendo un punto extraordina-
riamente complejo y debatido14, podemos sacar como conclusión cierta que
11. Véase en G. Mari, Poetria magistri Johatinis angltci de arte prosayca métrica et
rithmtca, «Romanische Forschungen», XIII, 1902, págs. 883-965, y E. Fatal, Les arts poé-
tiques, pág. 379.
12. Libro II, cap. XIV; ed. S. Calmes, col. ENC, vol. I, pág. 142.
13. Don Juan Manuel, El conde Lucanor, edición J. M. Blecua, «Clásicos Castalia»,
Madrid, 1969, págs. 263-264.
14. Volveremos a él, con más detención, al tratar de algunos de los trovadores inclui-
dos en esta obra, donde haremos referencia a la bibliografía más reciente sobre este pun-
poesía feudal 77
POESÍA FEUDAL
64, Hemos visto que la técnica literaria y estilística de los trovadores es,
en cierto modo, el resultado de la retórica medieval tal como la concibieron las
escuelas al interpretar la clásica. Estajécnica, siempre perfecta, depurada y so-
metida a un incesante jroceso de lima y de justeza, encierra a veces una ideo-
losíá v unos conceptos quew-fw"
H—/ -T—T- <-
chocan con el pensamiento-
de la poesía latina
.—»' *;>« ,
cía-
.
sica_yjbon la mentalidicrmoderna. La canso de los trovadores es casi exclusi-
vamente amorosa, y está concebida por lo general para el servicio de las damas.
Según Dante Alighieri, en un pasaje que no debería olvidarse al tratar de la
poesía cortesana en lengua vulgar, «lo primo che cominció a diré st come poeta
volgare, si mosse pero che volle fare intendere le sue parole a doma, a la
quale era malagevole d'intendere li versi latini» (Vita nuova, XXV).
Al leer las composiciones de los trovadores provenzales conviene tener bien
en cuenta que muchas cosasjjue jpuedenjjarecer tópicos o lugares comunes,
mil veces repetidos en poesía, no soiT tal, sino la manifestación de un espíritu
y de un concepto de la vida deterTfiíEEcfos y fijos, y que "hasta entoíces~no apa-
recieron ni pudieron aparecer. Lo que ocuire es que estos mismos conceptos
han pesado de tal modo sobre toda la poesía posterior de Occidente que al
hallarlos entre los trovadores corremos el peligro de tomarlos por puras fórmu-
las, vacías de contenido y de originalidad, cuando son, precisamente, los mo-
delos y los arquetipos de lo que luego se repetirá insistentemente.
Este ligero examen nos aclara unos versos que al hombre de hoy no dicen
absolutamente nada y los llena de sentido y de una intención que fueron
actuales. Y a posta, porque son demasiado claros, no he transcrito antes unos
versos que preceden a los examinados, donde Guillem de Berguedá dice que,
cuando estuvo donde se encuentra la dama, dejó con ella su corazón, y añade:
Pero la palabra homo, sin adjetivos, era sinónimo de «vasallo», y con este
valor aparece en multitud de textos feudales, y también multitud de veces
aparece om, en este preciso sentido, en versos de trovadores. En el mismo
Bernart de Ventadorn, por ejemplo:
Domna, vostre sui e serai,
del vostre servizi garnitz.
Vostr'om sui juratz e plevitz .. (57, versos 29-31);
o en esta tornada:
Domna, vos am finamen,
franchamen, de bo coratge,
e per vostr'om me razo, 9
qui-m demanda de cui so .
7. E. Wechssler, Fraudienst una Vassallitat, «Zeitschrift für franzosische Sprache und
Literatur», XXIV, 1902, págs. 159-190, y Das Kulturproblem des Mtnnesangs, Halle, 1909.
Véase también D. Scheludko, Über den Frauenkult der Troubadours, «Neuphilologische
Mitteilungen», XXXV, 1934, págs. 1-40; S. Pellegrini, Intorno al vassallaggto d'amore nei
pnmi trovatort, «Cultura Neolatina», IV-V, 1944-1945, págs. 21-36, aunque no estoy de
acuerdo en que el concepto del vasallaje amoroso sea una invención de GuÚhem de Peitieu,
y Rita Lejeune, formules féodales et style amoureux cbez Guillaume IX d'Aquttaine, «Atti»
del VIII Congresso mternazionale di studi romanzi, II, com., págs. 227-248.
8. «Ya no tendrá conmigo corazón perverso ni arisco ni creerá malvados consejos
contra mí, pues soy su hombre ligio dondequiera que esté, de modo que puedo darle
gaje de lo de encima de mi cabeza; con Jas manos juntas acudo a su voluntad y no quie-
ro dejar de estar a sus pies, hasta que por piedad me meta allí donde se desnuda», Can
vei la flor, Verba vert e la folha, 70, 42; ediciones Appel, pág. 243, y Lazar, pág. 88.
9. «Señora, os amo lealmente, francamente, con buen corazón, y a quien me pregunta
84 Introducción a la lectura de los trovadores
Y como para convertirse en vasallo de otra persona había que juntar las
manos, Raimon Jordán, quien por su condición de vizconde de Sant Antonin
estaba familiarizado con la ceremonia, al suplicar a su dama que lo ame le dice
«Lai jonh mas mans per hora esdevenir» (404, 12; edición Kjellman, pág. 96).
71. Ya^sé^que sería absurdo negar que la palabra amor, a secas, pudiera
tener para los trovadores un valor diferente del que siempre ha tenido y tiene.
Pero como nuestros poetas viven inmersos en un mundo feudal y, como aca-
barnos de ver, utilizan el lenguaje del feudalismo para expresar sus sentimien-
tos, no creo inoportuno recordar que en los documentos referentes al vasallaje
también amor adquiere un expreso sentido jurídico, que equivale a «gracia,
favor, pacto, alianza». Los textos son elocuentes: hacia 1100: «et si aliquis
homo vel fémína héc suprascripta vel aliquid de ipsis tibí tulerit aut vetaverit,
pacem cum illo aut treguara aut amorem non habebo»; año 1160: «precipio
ut quicumque contra hanc meam voluntatem iré presumpserit perdat meum
de quién soy me declaro vuestro hombre», Gent m'estera que chantes, 70, 20; ediciones
Appel, pág. 115, y Lazar, pág. 204. -^
10. Véase K. Menéndez Pidal, La primitiva lírica europea, «Revista de filología espa-
ñola», XLIII, 1960, págs. 340-341, y W. M. Hackett, Le probleme de «tntdons», «Mélan-
ges Jean Boutiére», I, págs. 285-294.
poesía feudal 85
amorem..- per omnia sécula»; año 1173: «Acido etiam vobis pro amóte Dei
auod si ín alio honore meo quem homines tenent per me poteritis cum eorum
amore aliquid conquerire vel emere»11; año 1218: «Si amorem domini sui non
potuerit obtinere» "; entre 1188 y 1229: «si quis eas fecerit... perdat amorem
meum et beneficium et terram si quem de iure tenuerit» w.
Que esta acepción feudal de la palabra amor era perfectamente conocida
por los trovadores lo revelan unos versos de Guillem de Berguedá contra un
vasallo suyo:
Tot atrestal en tal amor
com de vassal e de segnor, w
tole mi castel de Monmajor... .
72. En latín medieval existen tanto distinción como sinonimia entre los
términos curia y curtís (éste derivado de cohors), que algunas veces, y según
las regiones, coinciden en designar la residenei£useñorial, el palacio, el tribunal
que ejerce la justicia y el personal adscrito establemente al señor feudal. Los^
vasallos que vivían lejos de la corte tenían obligación de asistir a las sesiones
en ella convocadas por el señQr (faceré curies). AlHjpodían darse cuenta de
que los que residían en la corte se caracterizaban por su especial comporta-
miento y costumbres, llamado curíalitasTLa^CMtalitas es en lengua vulgar
corlezia (derivada de cort), conjunto-de vktudes^onSantemente citado por los
trovadores (a veces en oposición a la vilania, «rusticidad»). En los versos tro-
vadorescos la cortezia es una noción muy concreta, aunque muy amplia, pues
supone la perfección moral y social del hombre del feudalismo: lealtad, gene-
rosidad, valentía, buena educación, trato elegante, afición a juegos y placeres
refinados, etc. ~ ~ —
Uno de los refinamientos de la cortesía consistía en evitar que entre el
hombre y la mujer integrados en la sociedad.feudal (o deseosos de parecer in-
tegrados en ella) el amor se pudiera equiparar al practicado por los que viven
en la vilania («rusticidad»). Andrea Capellanus, en su famoso tratado De
amore, redactado a principios del siglo xm, y que hay que consultar con pru-
dencia porque a veces habla en broma, explica claramente lo que un hombre
cortesano entendía por de amore rusticorum: «Dicimus enim vix contingere
posse, quod agricolae in amoris inveniantur curia militan, sed naturaliter sicut
equus et mulus ad Veneris opera promoventur, quemadmodum ímpetus eis
naturae demonstrat» ". No quiere decir esto que el hombre cortés no prac-
sado a acentuar dos aspectos; Por una parte ha de demostrar que la fin'amors
ha acrecentado en^RodosTós valores y las virtudes de la~cortesía, perfección
molar y social que intentará^aícanzar gracias a su empeño en hacerse merece-
dor del premio de la dama, que sólo estará dispuesta a otorgárselo si lo cree
digno de ella. Por otra parte, el trovador se impone una especie de noviciado,
calcado del religioso, pero aún Más del que daba acceso ~a la caballería, que
nocirá"llevarlo a un estado de enamorado perfecto.
74. De ello nace una terminplog^,j)4:|5ÍsaJ aunque a veces abstracta, que
será una especie de código o, clave de la poesía trovadoresca que el lector
¿ctüáTEa de tener presente y conocer, hasta el límite que ello nos es posible,
para leer las canciones trovadorescas con algo de sentido y de comprensión.
Estg terminología, que podría parecer un conjunto de tópicos, pero que en
realidad responde perfectamente a la mentalidad de los siglos xn y xm en los
ambientes feudales del oeste de la Europa cristiana, deriva en gran parte del
lenguaje jurídico feudal y del empleado por la patrística y la exegética bíblica
cuando se teoriza sobre lo que podríamos llamar vicios y virtudes. Procede,
pues, como es natural, de lo que los trovadores tenían más a mano: el orden
jurídico en que vivían y lo que oían de los hombres de la Iglesia católica. Sin
olvidar que, como hombres de letras y con formación clásica (véanse §§60
y 61), repetían conceptos que habían aprendido de los autores latinos, algunos
de los cuales conocían a través de florilegios escolares o relaciones de aforis-
mos 1Sj si bien estaban familiarizados con Ovidio —del que parece proceder
el motivo del gardadar^qufr se'encuentra en Guilhem de Peitieu (véase preli-
minar de 6)—, poeta latino que influye muy a menudo en versos de trova-
dores19.
Una serie de virtudes y de estados de ánimo o de comportamiento social
reciben" en la poesía trovadoresca una especial denominación, y su alcance, pro-
fundidad y exacto significado son sometidos constantemente a examen por par-
te de la crítica. No hay que olvidar, en este tipo de precisiones, que nos en-
20. A. J. Denomy, Jovens- the notion of youth among tbe troubadours, «Mediaeval
Studies», XI, 1949, págs. 1-22, y Lazar, Amour coartáis, págs. 33-44.
21. E. Kohler, Sens et fonctton du terme «jeunesse» dans la poésie des troubadours,
«Malangas Rene Crozet», Poitiers, 1966, págs. 569-583. Véase G. Duby, Les «¡eunes»
dans la soaété anstocratique dans la trance du Nord-Ouest au XII' sude, en el libro
Hommes et structures du Mayen yí^^París-La Haya, 1973, págs. 213-225.
poesía feudal 89
cristiano, es una virtud muy apreciada en la Edad Media, y baste recordar la
figura del héroe desmesurado en relatos épicos como los de las leyendas de
Raoul de Cambrai y Girart de Rossilhó. En los trovadores, que en parte ya
encontraron este concepto delimitado, la mezura supone un sentido de la jijsti-
cia de lo razonable^, sensato, que implica1^ la pairdomínio de uno mismo y
ciertaTíumildadZ2.^
77.
* '
La Iare¡í£i0.o
^s^F*™?" ^1larguetat
°.
es la «generosidad»,
1 £* ¿p^íp^ítSs^r "**'" í3w>*«%%" ^
1
y el larc es el «genero-
1 1
so liberal», cualidad esencial en los nobles (nuestro «generoso» procede de
aenerosus, «noble»), que se opone a los execrables vicios avareza, «avaricia»,
y escarsetat, «mezquindad». Recordemos que en latín medieval largitas asume
los valores de «donación, autorización», y largitio designa la «carta de dona-
ción» en los documentos feudales 2S. Es su sinónimo el donars. En la Vida del
trovador y protector de trovadores Dalfin d'Alvernha (cap. LXXVI) se dice
que «per la larguesa soa perdet la meitat e plus de tot lo sieu comtat».
78. Conviene llamar la atención sobre otras nociones muy_ frecuentes,
aunque de menor peso que las anteriores, que, al aparecer en las canciones de
los trovadores, es preciso valorar en su más común significado, como siempre
variable. El enienkuttnen corresponde a nuestros conceptos de «cultura» y
«buena educación», ya que una persona mal ensenhadc( quiere decir que" es
«zafia,~Ígnoranté»; y cuando aquel concepto se aplica a las damas se aproxima
a lo que en la literatura castellana de los siglos xvi y xvii se llamaba «discre-
cióiBrftma «dama discreta» era, por lo general, una mujer instruida e inteligen-
te). El trafb con Í9r*geftte agradable y cultivada recibía el nombre de solatz,
término de amplio campo semántico, pues también puede revestir las ideáTHe
«consuelo», «conversación agradable», «trato afectuoso», y de simple «placer,
sóÜz»*algo próximo al dejwrj,^ «diversión» 24, que ha originado nuestro «de-
porte» y, dando una vuefta por el inglés, el «esport». Cuando los trovadores
solicitan la ñieffé, «jgjacia, piedad^ misericordia», a las damas, no hacen otra
cosa que trasladar al plano amoroso la merces de las relaciones vasalláticas,
que"énlas actas feudales aparece con los valores de «favor, benevolencia, pie-
dadjcoiidescendencia» que el señor otorga a sus vasallos 25. El pretz (praetiutn),
o «precio» de una perspna, tiene en nuestros poetas, que llegan a abusar de
este término, con lo que se acrecienta su vaguedad, el general sentido de «mé-
rito, valía, estima».
79. Consideremos, en último lugar, el fundamental concepto á¿jhi, sobre
el que tanto se ha escrito y tanto se ha divagado, y con razón, porque*es tons-
22. Véase J. Wettstein, Mezura. l'tdéal des troubadours, son essence et ses aspects,
Zutich, 1945, y Lazar, Amour courtois, págs. 28-32.
23. Cfr. Niermeyer, Medtae, págs. 581-582.
24. Véase E Lerch, Trobadorsprache una reltgiose Sprache: «joi», «solatz», «desport»,
«desduch-», «Cultura Neolatina», III, 1943, págs. 214-230.
25. Cfr. Niermeyer, Medtae, pág. 672.
90 Introducción a la lectura de los trovadores
tante en la poesía de los trovadores y, como es natural, sufre cambios de matiz
y puede no significar exactamente lo mismo en un poeta que en otro. Incluso
en una interpretación literal da posibilidades para ser traducido con términos
tan diferenciados como «placer, gozo, alegría, júbilo». Con la precisión mayor
que es posible utilizar tratando del joi, Jean Frappier lo ha caracterizado del
modo que me parece más acertado y menos peligroso: «joi traduce sin duda
una exaltación interior, un estado de espíritu que eleva al hombrejpor encima
de sí mismo, una alegría tan violenta que todo el ser se siente renovado. Pero
en los textos el joi no aparece totalmente separable del deseo~y~r}er-placer
amorosos, y los trovadores unas veces lo asocian a la naturaleza en primavera
y al canto de los pájaros, otras al recuerdo o a la presencia de la dama, y otras,
con mayor precisión, tanto a sus insignificantes favores como a4a entregajotal
de su amor. A veces sucede que joi personifica a la dama o es un mero sinóni-
mo de ftn'amor. A pesar del sentido un poco esotérico del término (el jai de
la poesía provenzal no debe confundirse con una alegría trivial o la sencilla
alegría de las fiestas de mayo), nunca se borra en él totalmente la idea de una
felicidad carnal» 28. Si bien comúnmente se admite que joi es la derivación
pictavina de gaudium (paralela del francés joie), que podría haber contribuido
a estabilizar Guilhem de Peitieu (distinta de la solución más provenzal, gaug,
que con el sentido de «gozo» es voz también muy frecuente en los trovadores),
hay que tener bien en cuenta la tesis de Camproux que supone origen distinto
y genuinamente propio de lengua de oc a ambas palabras: gaug deriva de
gaudium, pero jot derivaría de ¿oculum, de jocas, «juego», más o menos rela-
cionado con jaculare, «juglar» 27.
82. Rene Nelli dedicó unas interesantes páginas al estudio del assai o
assag («ensayo, prueba»), es decir, el concubitus une actu, a base de una
interpretación tal vez forzada de las canciones Ar em al freg temps vengut (79)
de Azalais de Porcairagues y Estat ai en greu cossirier (155) de la comtesa de
Dia, y de algunos textos tardíos y novelescos 36. De hecho no se trata de nada
insólito ni sorprendente, y, en narraciones novelescas, ello aparece en la famosa
noche de amor entre Perceval y Blancheflor en Li cantes del Graal8T y en
varios episodios de las relaciones entre Tirant y Carmesina en el Tirant lo
Blancb. Dejando aparte las motivaciones más o menos ancestrales o corteses
que Nelli ve en el assai, no olvidemos la mucho más prosaica y permanente
explicación que le otorga validez para evitar el deshonor aparente de la mujer
y otras lógicas consecuencias. Se puede sospechar que Raimbaut de Vaqueiras
se refiere al assai, con desfachatez, cuando se despide de la genovesa con estas
palabras:
mas enqera-us pteiarai
qe voillaz q'eu vos essai,
si cum proveíais o fai,
qant es pójate (159, versos 87-90).
36. R. Nelli, L'érotique des troubadours, págs. 199-209. Véanse las objeciones de
Akehutst, Les étapes de l'amour, págs. 145-146.
37. Véase Dronke, Medieval latín and tbe rise of european love-lyric, I, pág. 49.
94 Introducción a la lectura de los trovadores
38. Véase A. Micha, Le mari jaloux dans la littérature romanesque des XII' et XIII'
siécles, «Studi Medievali», N. S., XVII, 1951, págs. 303-320.
39. E. Kohler, Les troubadours et la jalottsie, «Mélanges Jean Frappier», I, pági-
nas 543-559.
poesía -feudal 95
Al sieu marit volgr'ieu un pauc atanher:
doncx l'anera ieu plus soven vezer,
e no-m calgra per ver guaire temer
quan lo gelos vilans ditz malamen:
«Aquest vassals, que sa ven tan soven,
ben volria saber que vai queren»;
e s'ieu agües razón que^n pogues diré,
plus soven pogr'ab lieys joguar e rke (226, versos 17-24).
d'Aurenga (véase 60, nota al verso 57). Así pues, el senhal no es únicamente
un pseudónimo con el que se esconde el nombre de la dama, sino una especie
de clave para designar a toda clase de personas, entre las que se cuentan pro-
tectores y colegas de trovadores. En las poesías de Bertrán de Born, por ejera-
pío, Ricardo Corazón de León es designado con el senhal de N'Oc-e-No, «Sí y
No», sin duda en alusión a sus titubeos y dudas, y su hermano Jaufré de
Bretaña, con el enigmático de Rassa; Peire Vidal llamará Castiat a Raimon V
de Tolosa; Raimon de Miraval, Audiart a Raimon VI, etc. El senhal recíproco
se da cuando dos trovadores, relacionados entre sí, se dan mutuamente el mis-
mo senhal: Folquet de Marselha y Pons de Capduelh intercambian poesías
llamándose Plus-Letal (111 y 254).
Así pues, la necesidad de mantener el secreto amoroso no es la única razón
del senhal, lo que hace poco probable que su origen se encuentre en los nom-
bres fingidos, métricamente equivalentes, que los neoteroi latinos empleaban
para disimular el nombre de sus enamoradas —la Lesbia, en realidad llamada
Clodia, de Catulo; la Cintia, llamada Hostia, de Propercio; la Delia, llama-
da Plañía, de Tibulo—. Entre los trovadores este aspecto parece más rela-
cionado con los nombres literarios que se usaban en la corte carolingia, donde
Alcuino era llamado Flaccus; Einhard, Nardulus; Teodulfo, Pindarus; Mengen-
fred, Thyrsis; Arn, Aquila; Riculf, Flavius Damoetas; Sigulf, Veíulus, etc.41,
y, más aún, con los sobrenombres que se daban a reyes y grandes señores,
como los Talhafer de Angulema y de Besalú, los Tete d'Etopes de Poitiers o
Cap d'Estopes de Barcelona, los Grisegonelle de Anjou, los Bras de fer y Fiera-
brás de Flandes, Poitiers y tantos otros señoríos, los Trencaleon de Armanhac,
los Tete Hardie de Borgoña, sin contar a algunos en los que cabe la posibilidad
de que el sobrenombre derive precisamente de un senhal trovadoresco, como,
en los Plantagenet, Enrique del Curt Mantel, Ricardo Cor de Lion, Juan Senes
Terra. Usábanse, además, auténticos pseudónimos: la vizcondesa de Chátelle-
rault, amiga de Guilhem de Peitieu, era llamada Dangerosa y Maubergeonne.
Él senhal es un elemento muy útil para el provenzalista, aunque casi siem-
pre descubrir a la persona que esconde es tarea delicada. Las Vidas y las razós ,
proponen algunas identificaciones, y sus autores tenían posibilidad de estar in-
formados del secreto de los pseudónimos, que debían de ser claros para los jugla-
res; no obstante, como sea que se ha comprobado que a veces cometen errores,
hay que aceptar su testimonio con cautela. Y como a menudo el uso de un
senhal determinado es propio de un determinado trovador, como dan a enten-
der las palabras de Las leys d'amors antes transcritas, su consideración a veces
permite resolver los problemas que plantea una poesía conservada anónima o
transmitida por varios cancioneros con atribuciones diversas 42.
41. Véanse estos pseudónimos en Bezzola, Les origines, I, págs. 89-90.
42. Sobre los senhals véase Stronski, Folquet de Marseille, págs. 27*43*, y Jeanroy,
La poésie lyrique, I, págs. 317-320. Catálogos de senhals en F. Bergett, Die von den Tro-
badors genannten oder gefeierten Domen, Halle, 1913, y Frank M. Chambers, Proper ñames
in the lyrics of the troubadours, Chapel Hill, 1971.
Otras vertientes de la poesía trovadoresca 97
1. Véase Dimitri Scheludko, Über die religióse Lyrík der Troubadours, «Neuphilolo-
gische Mitteilungen», XXXVIII, 1937, págs. 224-250. En este trabajo se precisan los si-
guientes elementos religiosos en la lírica trovadoresca: 1°, motivo del Credo (patente en
Peire d'Alvernha, Folquet de Marselha, Guilhem de Sant Leidier, Pons de Capduelh, etc.);
2°, motivo de la Confessio peccatorum (en Peire d'Alvernha, Folquet de Marselha, Cade-
net, Guilhem Figueira, etc.); 3.°, motivo de la vanidad de este mundo (en Marcabrú, Cer-
catnon, Peire d'Alvernha, Bertrán de Born, Folquet de Marselha, Raimbaut de Vaquei-
ras, etc.); 4.°, idea de la muerte (en Marcabrú, Peire d'Alvernha, Giraut de Bornelh,
Aimeric de Belenoi, etc.); 5.°, el sentido moral de la vida (en Marcabrú, Peire d'Alvernha,
Giraut^ de Bornelh, etc.). Los textos de los trovadores se comparan con pasa|es bíblicos
y patrísticos, que demuestran el gran conocimiento que tenían los poetas provenzales de
la literatura sacra. Véase también D. Scheludko, Religiose Elemente in tveltlichen Lie-
benslied der Trobadors (Zu Form und Inbalt der Kanzotie), «Zeitschrift tur franzosische
Sprache und Literatur», LIX, 1935, págs. 402-421; Die Marienlieder in der dtprovenza-
liscben Lynk, «Neuphilologische Mitteilungen», XXXVI, 1935, págs. 29-48, y XXXVII,
1936, págs. 15-42, y V. Lowinsky, Zum geistlicben Kunstlied in der altprovenzaliscben
Literatur, «Zeitschrift für franzosische Sprache und Literatur», XX, 1898, págs. 163-271.
98 Introducción a la lectura de los trovadores
tra una vieja opinión, que parte de Diez, que consideraba insignificante la ver.
tiente religiosa en los trovadores, una serie de trabajos parciales y monográficos
de diversos provenzalistas, y los casos especiales del libro de Diego Zorzi, cen-
trado en la espiritualidad trinitaria 2 , y de la antología de poesía religiosa pro-
venzal de Francisco Oroz 8, desmienten aquella suposición y ponen de manifies-
to que, como en todas las literaturas europeas medievales, en la nuestra lo
religioso tiene cierta amplitud y consistencia.
Prescindiendo de obras de tipo litúrgico, moral o de didáctica religiosa y
ateniéndonos exclusivamente a la canción trovadoresca en poetas aquí recogi-
dos, ya tendremos ocasión de advertir que existen composiciones de carácter
puramente religioso en los cancioneros de Peire d'Alvernha, Giraut de Bornelh,
Guilhem de Sant Leidier, Bertrán de Born, Perdigón, Gavaudan, Falquet de
Romans, Cadenet, Aimeric de Belenoi, Bernart de Venzac, Lanfranc Cigala,
Peire Cardenal, Guilhem d'Autpol, Bertolomé Zorzi, Raimon Gaucelm de Be-
zers, Folquet de Lunel, y, en gran proporción, en los de Cerverí de Girona y de
Guiraut Riquier. Y adviértase que en esta relación no se incluyen trovadores
de tanta preocupación religiosa como Marcabrú, porque me limito a los que
han escrito composiciones de contenido exclusivamente sacro.
Algunas de las poesías religiosas, cuando tienen carácter reflexivo, peniten-
cial y de arrepentimiento, o parecen efecto de crisis morales, adquieren un
profundo valor humano, como la atribuida a Bertrán de Born Quan mi per-
pens ni m'albire (143), la de Giraut de Bornelh Be veg e conosc e sai (242,26;
ediciones Kolsen, I, pág. 74, y Oroz, pág. 204), la de Gavaudan Patz passien
ven ¿el Senhor (174, 9; ediciones Jeanroy, pág. 529, y Oroz, pág. 178), o la
de Cadenet Be volgra, s'esser pagues (106, 10; ediciones Appel, pág. 10, y
Oroz, pág. 112).
En la segunda mitad del siglo xm, dejando aparte a Peire Cardenal, llama
la atención la cantidad e intensidad de poesía religiosa que se da en la obra de
Cerverí de Girona y de Guiraut Riquier. Cerverí es autor de una magnífica
alba a lo divino, que incluso se ha supuesto inspiradora de los primeros versos
de la Commedia de Dante (véase preliminar de 335), y de ingeniosas poesías
religiosas como Lo vers de la hostia (De Deu no's deu nuytts hom meraveyllar,
434a, 15; ediciones Riquer, pág. 210, y Oroz, pág. 418) y Lo vers de Deu
(Un bo vers agrá ops a jar enans, 434a, 77; ediciones Riquer, pág. 186, y
Oroz, pág. 424), y alcanza sus mayores aciertos en arte y en fervor en su
poema extenso titulado Sermó (edición Riquer, pág. 364), que tiene versos de
gran originalidad y de indudable belleza, que a veces hacen pensar en su con-
temporáneo Ramón Llull. De Guiraut Riquier quedan una treintena de poesías
religiosas (la cuarta parte de su extenso cancionero), entre las que abundan las
10. R. Nelli, L'érptique des troubadours, págs. 232-233, hace una relación de trovado-
res suspectos de catarismo en la que entian Ademar Jordán, Ademar de Rocaficha, Arnaut
de Cumenge, Faidit de Belestar, Guilhem de Durfort, todos ellos de poco relieve, que
cultivaron esporádicamente la poesía y de los que conservamos una obra muy reducida.
Añade Nelli que tal vez fueron herejes Gui de Cavalhon, Aimeric de Peguilhan, Raimon
Jordán de Sant Antomn y Bernart de Rovenac. Pero véase, últimamente, María Picchio
Sitnonelli, Bernart de Venzac, págs. 129-176. Consta que, en la segunda mitad del si-
glo xn, Guillem de Berguedá tuvo estrecha relación con personas de catarismo piobado
(véase Riquer, Guillem de Berguedá, I, págs. 185-186).
11. «difícilmente estarás en lugar tan recóndito ni solitario, mientras haya en él poca
o mucha gente, que al punto no oigas cantar a uno o a otro, o a todos juntos, que incluso
los pastores de la montaña el mayor solaz que tienen está en cantar», Las razas de trabar,
edición Marshall, pág. 2.
Otras vertientes de la poesía trovadoresca - 101
oular y baste hacer memoria de Gil Vicente y de Lope de Vega AY crefr que
mucha razón asiste a P. Bec cuando divide la poesía trovadoresca efi dos gran-
des zonak- la popularizante, que comprende el alba, la pastorela, la balada, la
retroencha^etc., y la aristocratizante, con la cansó, el sirventés, el planh y los
Ello supone que el trovador, a grandes rasgos, puede adoptar dos actitudes
el momento de componer una poesía. La más generalizada es la actitud cul-
ta e intelectual, vinculada a la retórica y adecuada al ambiente refinado al que
se dirige. La segunda actitud supone un esfuerzo por imitar un arte popular
eme tiene gran vitalidad y~que, sobre todo" en él siglo~xm, ha conseguido agra-
dar a las clases elevadas. Cierta versión de En abril de Peire Bremon lo Tort
(véase cap. XX) podría revelar la adaptación de una canción popular, y popu-
lar es también el tono del refranh de la bella canción amorosa en forma de
dansa de Sordel (305). En Guillem de Berguedá (cap. XXI) es muy frecuente
el aprovechamiento de refranhs y melodías populares.
12. P. Bec, Quelques réflexions sur la poéste lyrique médiévale: problémes et essai
de caracténsatwn, «Mélanges Rita Lejeune», II, págs. 1309-1329.
102 Introducción a la lectura de los trovadores
En la presente obra se ha procurado dar cabida a todos los poetas que puedan tener
valor, inteiés o significado dentro de la literatura provenzal antigua. Las poesías se trans-
criben de acuerdo con las ediciones más solventes que existen de la obra de cada poeta l, y
se hacen preceder de una breve nota informativa y de una guía bibliográfica, en la que
constan los manuscritos que nos la han conservado y sus principales ediciones modernas.
Cuando éstas proceden de obras dedicadas particularmente al trovador del que se trata, se
indica siempre, en cifras romanas, el número que lleva la citada poesía en aquella obra,
a fin de poder identificar las citas que puedan hallarse en otros trabajos. Luego se da el
esquema métrico y la indicación del estrofismo. La traducción que sigue al texto de cada
poesía no tiene, en modo alguno, carácter literario, ya que sólo pretende guiar y ayudar
al lector que siga el original provenzal. Las notas van destinadas a ilustrar, aclarar o jus-
tificar lo que ha parecido que lo necesitaba. En todo caso, por lo que se refiere a la tra-
ducción y a las notas, se han tenido en cuenta las necesidades y los conocimientos del
estudiante de filología románica, a quien fundamentalmente va dirigida esta obra.
1. A ello obedecen las acusadas diferencias gráficas que observará en seguida el lector
entre el texto de un trovador y otro, y a veces incluso entre composiciones del mismo
poeta. Una normalización ortográfica es tarea muy arriesgada y que, ante todo, presupone
el conocimiento exacto de las posibles variantes dialectales empleadas por cada trovador.