Literatura Aborigen
Literatura Aborigen
Literatura Aborigen
EXISTENCIA
Las historias literarias de América Latina no suelen incluir la literatura aborigen (tampoco
las nacionales), salvadas algunas excepciones de los últimos años. Las razones podrían ser
varias: el difícil acceso a las fuentes prehispánicas, la inexistencia de una tradición pro-
indígena o la indiferencia hacia su cultura, la creencia según la cual no existió una literatura
aborigen, las limitaciones temporales o conceptuales del término América Latina, que solo
abarcaría lo mestizo, y otras más. Sin embargo, hoy es incuestionable la existencia de la
literatura aborigen. El arte ha sido connatural al hombre, y sólo una visión ideologizada y
tendenciosa de la historia podría negar su cultura literaria en un determinado momento. Si
bien es cierto que nuestros aborígenes, los habitantes del Nuevo Continente al arribo de
Cristobal Colón y sus marineros en 1492, no manejaban alfabetos fonéticos, sí habían
desarrollado otras formas de comunicación gráfica, como había sucedido entre los pueblos
sabios del Asia Menor antes de nuestra era. Esta escritura -que se estampó sobre papeles
especiales procedentes de la corteza del amate, en el caso del México antiguo, por ejemplo-,
o sistema de representación visual, utilizó caracteres o glifos pictográficos, ideográficos y
parcialmente fonéticos.. Entre los mayas y aztecas fueron comunes los libros llamados
después “códices”.
ANTES Y DESPUES
Pero junto a los hombres de la espada, el perro y el caballo -los popolocas, como llamaron
los aztecas a los españoles para designarlos “bárbaros”-, vinieron aquéllos que, como los
nuestros, manejaban la escritura y el arte. Y algunos de ellos entendieron desde un principio
que la nuestra era una cultura universal de la cual debía quedar una herencia para la
humanidad. Gracias a ellos se conservan los 40 o más códices aztecas que se encuentran en
las bibiliotecas de México, Europa o Estados Unidos..
Algunos consideran estos códices como precolombinos, a pesar de ser su escritura posterior
a 1492, por cuanto recogen cantos e historias anteriores a esa fecha, y fueron estampados en
los glifos originales de los propios artistas nahuas o mayas. También debe advertirse que,
en otras ocasiones, hubo versiones escritas por indígenas en sus idiomas naturales con
alfabeto latino o por españoles tanto en el idioma nativo como en el castellano o latín,
utilizando el alfabeto latino. Es decir, la literatura aborigen proviene de antes y después del
desembarco de los popolocas en las Indias Occidentales.
Las literaturas aborígenes que lograron llegar hasta nuestros días fueron las de aquellos
imperios, como el azteca, el maya y el inca, que más alto desarrollo urbano habían logrado.
Tenochtitlán, la antigua ciudad de México, tenía, al llegar Hernán Cortés, 300.000
habitantes, 5 veces más que Madrid y dos veces más que Sevilla, la mayor ciudad española
entonces. Machu Picchu, capital sagrada del imperio inca, era la fortaleza urbana más
grande y majestuosa de occidente (América y Europa). No significa esto que las demás
culturas aborígenes, la chibcha o las amazónicas, por ejemplo, no poseyeran sus literaturas
desarrolladas. Su precariedad arquitectónica y su nomadismo, simplemente, las hicieron
más endebles, y solo el testimonio oral llegó hasta nosotros.
De aquellas culturas más caracterizadas, son los mejores textos y libros aborígenes que hoy
hacen parte de nuestra literatura hispanoamericana: Popol Vuh, Anales de los
Cackchiqueles, Chilam Balam.