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Conciencia Universo y Mecanica Cuantica

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Conciencia, universo y mecánica cuántica: Las

carencias de la realidad
Archivado en: Ciencia — 4 comentarios
17/11/2008

Hoy en día es imposible entender no sólo la ontología del mundo físico, sino también la
del mundo viviente y humano, o sea, entender la ontología del universo, de la vida y del
hombre (la conciencia), sin hacerlo de acuerdo con la imagen de la realidad que nos ha
propuesto la mecánica cuántica. Para Ramón Lapiedra esta imagen cuántica nos lleva a
entender que, detrás de nuestras experiencias o medidas experimentales, se esconde una
enigmática realidad cuántica “con carencias de realidad” que excluye el determinismo
absoluto. Serían, tal vez, “carencias” de “realidad mecano-clásica”, pero, al mismo
tiempo, “nuevas formas” de “realidad mecano-cuántica”.

El profesor Ramón Lapiedra es, desde 1982, Catedrático de Física Teórica de la


Universidad de Valencia, de la que también ha sido Rector. Con la publicación de un
reciente libro titulado Las carencias de la realidad, aborda algunos de los problemas de
conocimiento más importantes que han sido planteados por la ciencia; se trata, como el
título ya indica, de la conciencia, del universo y de la materia (la mecánica cuántica).

En último término aparecen de nuevo aquí los grandes problemas propuestos al


conocimiento humano: cómo entender el mundo físico (materia-universo), cómo
entender la vida o la conciencia y cómo entender al hombre. Desde un enfoque
científico se busca un conocimiento integrado y armónico. La materia-universo explica
la producción de la vida, pero la vida-conciencia explica la emergencia del hombre. Se
trata, pues, de conocer la unidad psicobiofísica que, en último término, constituye
nuestra experiencia humana. El libro no aborda preguntas filosóficas, pero trata del
conocimiento psicobiofísico en aquella frontera más profunda en que las respuestas
científicas afectan siempre directamente a las respuestas filosóficas.

Existe una forma técnica de tratar el conocimiento científico, especialmente en física,


que se caracteriza por la descripción matemática de los fenómenos; es lo que vemos en
tratados y artículos ordinarios de investigación, que sólo son asequibles a quienes
profesionalmente se mueven en ese campo especial. Pero detrás de ese mundo
“esotérico”, aislado por la dificultad matemática, la ciencia habla del mundo real y
produce conocimientos que conducen a una imagen de la realidad física, biológica y
humana, que puede expresarse conceptualmente.

La ciencia no es sólo una relación de operaciones de medida y de números, como


pretendió el hoy, creemos ya superado, operacionalismo de Brigdman, sino una
construcción de conocimiento sobre el mundo. Y este conocimiento, en alguna manera
cualitativo, supone representaciones y conceptos que nos dan desde la ciencia la imagen
del mundo real. Lapiedra pretende, pues, pensar sobre la quintaesencia de esa imagen
del mundo de forma representativa y conceptual, de tal manera que sea una ayuda tanto
para científicos como para filósofos (o cuantos accedan a la lectura desde una
preparación suficiente).
La calidad del esfuerzo conceptual del profesor Lapiedra debe ponderarse desde tres
perspectivas.

1) Tiene una línea argumental sencilla expuesta con una extraordinaria claridad y
precisión conceptual que ayudarán a muchos lectores; no es fácil encontrar libros
similares con este nivel de acierto al hablar de cosas que son por su propia naturaleza
muy complejas. 2) Cuando el curso de la explicación desemboca en aquellas cuestiones
más discutidas que hacen más enigmática y desconcertante la mecánica cuántica, aun
manteniéndose en una línea de interpretación ortodoxa, sus propuestas explicativas
abundan en sentido común, sensatez y hacen el mundo cuántico intuitivamente
congruente con nuestra experiencia. 3) Además, y esto es en nuestra opinión muy
importante, se trata de un esfuerzo conceptual que con toda honestidad y sencillez lleva
la explicación y sus consecuencias científicas hasta donde su propia lógica exige,
tocando con ello en toda su profundidad las grandes cuestiones de la filosofía.

[u]La línea argumental: explicación desde el mundo cuántico[/u]

Lapiedra apunta a ciertos objetivos precisos de conocimiento. A) Básicamente plantea el


enigma del origen del mundo; cuestión ciertamente fundamental porque todo lo que
vemos, incluida nuestra vida psíquica debe depender de la naturaleza germinal del
universo en el que todo ha sido producido. En el marco de este objetivo formula
también Lapiedra otros dos problemas: B) primero la cuestión del determinismo (si todo
el acontecer natural y humano está producido con necesidad por ciertas causas
precedentes) y, C) segundo, la cuestión del realismo (si existe una realidad que, al
margen de nuestra experiencia, responde a unos contenidos precisos e independientes).

La respuesta a estas cuestiones (naturaleza y origen del universo, el papel del


determinismo y el realismo que se esconde detrás del mundo fenoménico de
experiencia) se ha construido durante siglos desde un modo de organizar el
conocimiento del mundo físico que llamamos la mecánica clásica. Sin embargo,
Lapiedra expone la evidencia científica actual de que todas estas cuestiones deben
responderse a partir de la imagen del mundo construida por la mecánica cuántica.

Esta, en efecto, representa hoy nuestro conocimiento científico del sustrato más
fundamental y primigenio que constituye el universo. Esta materia es la que se produjo
cuando nació el universo y la que sigue dándose en el fondo profundo de los objetos
macroscópicos. Por tanto, el macrocosmos, el universo, y todos los objetos
macroscópico-clásicos que contiene, accesibles a la experiencia, incluida la conciencia y
su libertad, han sido producidos desde el microcosmos, o mundo germinal de la materia.

Así, tanto el universo como los objetos macroscópico-clásicos en su interior son una
consecuencia de la organización compleja, dada en el tiempo, de la materia, según su
naturaleza y propiedades ontológicas. Por tanto, si la mecánica cuántica representa
nuestro conocimiento actual de la materia microfísica es en ella donde la ciencia deberá
hallar el fundamento para responder (en cuanto podamos) al enigma del universo, al
alcance y modo de entender y valorar el determinismo natural y, por último, al grado de
“realismo” que podamos atribuir al fondo que sustenta nuestro mundo perceptivo de
experiencia.
El profesor Lapiedra, en consecuencia, debe construir la línea argumental que le lleve a
responder las grandes cuestiones planteadas desde la mecánica cuántica. La ciencia
moderna no nos permite otro punto de partida. Y para ello comienza exponiendo
conceptualmente los principios básicos de la imagen de la realidad física en la mecánica
cuántica; todo depende, según lo dicho, de esta imagen (capítulos 1 y 2). En el paso
siguiente aborda Lapiedra, en consecuencia, qué respuesta puede darse a la cuestión del
determinismo y del realismo (capítulo 3). El problema del determinismo debe estudiarse
de forma especial cuando nos referimos a la vida biológica en general y a la vida
humana. Estamos ya ante el hecho de la conciencia (nuestra experiencia de libertad) y
su posible explicación, que Lapiedra entiende también como una derivación
macroscópica de esas mismas propiedades de la mecánica cuántica (capítulo 4). Por
último, cuando entramos en el conocimiento del origen del universo nos hallamos
también en una situación en que sólo los principios de la mecánica cuántica permiten
hacer hipótesis y supuestos congruentes (capítulo 5).
[u]
La imagen cuántica del mundo[/u]

Lapiedra ofrece una visión congruente del mundo cuántico que presenta sus propias
opciones interpretativas que como él mismo dice, aun siendo ortodoxas, quizá no sean
admitidas por todos. Como antes decíamos, su explicación no sólo es defendible, sino
que, a nuestro entender, está respaldada por su congruencia con el mundo de
experiencia inmediata. Con toda brevedad sinteticemos ahora algunas de las ideas que
Lapiedra expone, sin duda, con mayor amplitud y precisión. A él nos referimos para
suplir nuestras imprecisiones expositivas. Los errores son, evidentemente, nuestros.

1) La función de onda. La realidad cuántica responde a un modo de ser que se expresa


en el principio de la dualidad corpúsculo-onda. Un sistema cuántico (una partícula, un
estado) queda descrito por la ecuación o función de onda (propuesta por Schroedinger,
1925) cuyo valor Psi depende de la posición en el espacio y en el tiempo, y de otras
variables o magnitudes. La función de onda, por tanto, es una expresión matemática que
describe en general el sistema cuántico (como la ecuación de la recta describe en
general todos los puntos que pertenecen a una recta). Si nos fijamos en un valor posible
“m” de una magnitud M de la función de onda, entonces la forma que toma la función
(Psi) para ese valor “m” se conoce como función propia para el valor “m” (o Psim ).

2) Superposición de estados. Esto nos hace ver que el estado microfísico de un sistema
cuántico descrito por su función de onda puede coincidir con una multitud de estados
propios de esa función (cuando se concretiza en un valor u otro de sus magnitudes). El
principio de dualidad corpúsculo-onda nos dice que el sistema cuántico puede
comportarse como una onda o como una partícula. En general se dice que los sistemas
cuánticos presentan “superposición de estados” y por consiguiente la función de onda
está compuesta por una variedad de estados posibles, ninguno de los cuales se ha
realizado, y que es igual a la suma (superposición) de los estados propios. Así, la
partícula (vg. un electrón) está en todas sus posibles ubicaciones dadas por la función de
onda y no está en ninguna; tiene sus posibles localizaciones superpuestas. La mecánica
cuántica entiende, como sabemos, que el valor de |Psi|2 representa la probabilidad de
encontrar la partícula en unos determinados valores espacio-temporales dentro de la
función de onda.
3) Colapso de la función de onda y medida. La expresión mecano-cuántica “colapso de
la función de onda” se usa para decir que un estado cuántico de superposición (de
indeterminación en cuanto a un cúmulo de posilidades) queda concretado a una de ellas:
el tránsito desde la superposición a la concreción de un valor preciso es el “colapso”.
Así, la onda, que está superpuesta en relación a un abanico de localizaciones posibles
como partícula, se colapsa en una de ellas cuando lo hace en un punto. Este colapso es
el que se produce cuando sobre el sistema cuántico se realiza una medida por una
estrategia invasiva dirigida desde el mundo macroscópico (el observador). Muchos
teóricos entienden que sólo en el proceso de la medida se produce el colapso. Pero el
profesor Lapiedra defiende una interpretación natural más amplia del colapso. Al
margen de observadores y medidas, el fondo cuántico del mundo natural está por sí
mismo en continuas trasiciones reales entre los sistemas cuánticos y continuamente se
producen colapsos que pueden trasmitir sus efectos hacia el mundo macroscópico.

4) Relaciones de incertidumbre. Las magnitudes y variables del mundo cuántico están


afectadas por las llamadas relaciones de incertidumbre que se derivan de la misma
naturaleza de la medida y de los estados de superposición. Como se ve según el
“principio de incertidumbre” de Heisenberg es imposible, por ejemplo, medir con
precisión, al mismo tiempo, dos variables de un sistema cuántico: la posición y la
velocidad (o el momento) de una partícula. La medida de una variable produce un
efecto de incertidumbre en el valor de la otra. Diríamos, si nos movemos en una
interpretación “natural” del colapso, que probablemente no sólo las medidas
experimentales sino las relaciones de los sistemas cuánticos con los sistemas
macroscópicos del entorno (e incluso probablemente del efecto de unos sistemas
cuánticos sobre otros) producen constantemente en la naturaleza “efectos de
incertidumbre” en estos sistemas.

5) Indeterminación y probabilidad. Todo esto nos hace entender que el mundo cuántico
está indeterminado: no es posible predecir (en función de un conjunto de causas
precedentes) qué valores de la medida producidos en el colapso van a hacerse realidad.
Las interacciones de los sistemas cuánticos entre sí y de estos con los macroscópicos va
creando continuamente multitud de incertidumbres en la evolución del universo. En este
sentido la evolución del mundo no refleja una partitura preestablecida sino que es
“creativa”, al elegir continuamente unos valores precisos de entre un conjunto de
posibilidades superpuestas que nunca llegarán a ser realidad, tal como expone el
profesor Lapiedra. Es, por tanto, entendible que la mecánica cuántica describa siempre
la evolución de los sistemas cuánticos por medio de conceptos y de fórmulas
probabilísticas.

6) Indiscernibilidad de partículas idénticas. La enigmática “ontología” cuántica que


sintetizamos aquí no permite, pues, considerar que dos partículas idénticas sean
indiscernibles en el espacio. Tampoco permite decir que una partícula se mantenga
siendo “la misma” en el tiempo (por ejemplo, un electrón en su orbital atómico).

7) Teoría de los muchos mundos. La conocida teoría de los “muchos mundos” de


Everett, como sabemos, atribuiría realidad o existencia paralela a cada uno de los
itinerarios cuánticos posibles (abiertos por las infinitas posibilidades en superposición y
a su compleja combinatoria). Lapiedra rechaza esta teoría y no la considera exigida por
la mecánica cuántica ortodoxa, mostrando en ello su buen sentido. La evolución del
mundo real habría ido dejando en el camino como consecuencia del colapso una
infinitud de posibilidades que nunca llegaron ni llegarán a ser realidad.

Colapso en la mente del observador. Lapiedra rechaza también la teoría que se conoce
como “idealista” (Wigner) de la mecánica cuántica. Según Lapiedra. si no existieran
“observadores”, el mundo real seguiría siendo como es: el universo macroscópico
seguiría donde está con el bullir interactivo de los colapsos y superposiciones en su
ontología cuántica profunda. La teoría de los muchos mundos y la versión idealista son
discutidas por Lapiedra en el marco de un amplio análisis del experimento imaginario
del “gato de Schroedinger”, que consideramos en extremo acertada.

[u]Determinismo y realismo[/u]

Las grandes cuestiones de fondo abordadas por el profesor Lapiedra eran, recordemos,
el origen y naturaleza del universo, el determinismo y el realismo. Por consiguiente,
según la imagen del mundo en la mecánica cuántica (que nos dice qué es la ontología
profunda de la realidad), ¿qué podemos pensar del determinismo y del realismo? En
ambos casos, nuestra manera de pensar está intuitivamente influida por la imagen del
mundo macroscópica, mecano-clásica, y en ella se impone una forma de ver tanto el
“determinismo” como el “realismo”. La imagen cuántica nos obliga, sin embargo, a
matizar.

1) Determinismo. El determinismo mecano-clásico que la ciencia newtoniana constata


es verdadero en su ámbito; aunque sea también verdad que hay procesos clásicos que no
son analizables sino por métodos probabilísticos (vg. sistemas caóticos). La ciencia
cuántica, en cambio, tal como hemos visto muestra que los procesos germinales y
profundos de la realidad son en parte indeterminados y sólo pueden conocerse por
estadística y probabilidad. Puede ser objeto de discusión el alcance de la
indeterminación de los procesos macroscópicos (es decir, si sólo es un déficit de nuestro
conocimiento de las pequeñas variaciones en las condiciones iniciales o si la
indeterminación tiene un alcance real ontológico). Pero también la indeterminación
cuántica puede ser discutida: ¿es sólo epistemológica o se produce en los procesos
físicos reales al margen de nuestro conocimiento? La teoría de las llamadas “variables
ocultas” (Bohm, Einstein…) postulaba, como sabemos, un determinismo causal
objetivo aplicable también a los fenómenos cuánticos.

El profesor Lapiedra considera, sin embargo, que la indeterminación cuántica no es sólo


epistemológica, sino que sucede realmente en el mundo, incluso si no hubiera
observadores. La prueba que excluye una interpretación determinista (variables ocultas)
está contenida en el hecho de la violación de las desigualdades de Bell; la violación de
estas desigualdades (entrando también en consideración las desigualdades posteriores de
Wigner-D´Espagnat) excluyen una interpretación determinista de la mecánica cuántica
y refuerzan la admisión de las interacciones no-locales entre las partículas del
experimento EPR. Al mismo tiempo, estas indeterminaciones cuánticas (vinculadas a
colapsos de sistemas cuánticos en superposición de estados posibles), al trasmitir sus
efectos hacia el mundo macroscópico, podrían ser también causa de ciertas
indeterminaciones presentes en el ámbito macroscópico-clásico.

2) Realismo. Queda fuera de toda duda que Lapiedra no considera apropiada una
interpretación idealista de la mecánica cuántica. La realidad cuántica está ahí,
objetivamente y al margen de cualquier observador; Lapiedra defiende, pues, una
interpretación “realista” del mundo cuántico (aunque sin llegar al “hiperrealismo” que
supondría admitir la existencia real de los “muchos mundos” de Everett). Sin embargo,
la mecánica cuántica supone admitir la existencia de posibilidades “superpuestas” que
nunca llegaron, ni llegarán, a ser “realidad”. Por eso, al mundo cuántico cabe atribuirle,
en expresión de Lapiedra, ciertas carencias de realidad. Se entiende perfectamente lo
que Lapiedra quiere decir, pero, no obstante, cabría pensar si, con más acierto, no se
debería hablar de que la mecánica cuántica nos descubre “nuevas formas de realidad”.
Serían “carencias” de “realidad mecano-clásica”, pero, al mismo tiempo, “nuevas
formas” de “realidad mecano-cuántica”.

[u]Conciencia, libertad y mecánica cuántica[/u]

Ha existido, y sigue existiendo, una explicación determinista del hombre (y por ende de
los seres vivos) en el marco causal de la mecánica clásica. Las nuevas teorías
computacionales del hombre han supuesto hoy una versión renovada de ese
determinismo, por cuanto la conducta humana estaría producida por el sistema biológico
entendido como computador neuronal que procesa la información y emite las respuestas
deterministas de acuerdo con programas que responden a la evolución natural.

Lapiedra es consciente de estos determinismos y los expone sumariamente. Sin


embargo, considera que el determinismo no puede dar razón de la experiencia
fenomenológica de libertad que constatamos incuestionablemente en nuestra
experiencia individual y social. Podríamos decir que el determinismo no es un soporte
físico apropiado para explicar nuestra libertad. No somos robots.

Por consiguiente, ¿dónde hallar un soporte físico apropiado para explicar la conciencia
y la libertad? Lapiedra entiende que este soporte podría estar (e incluso cabe suponer
que debe estar) en la ontología cuántica de la realidad física de que están hechos
nuestros cerebros. Opta, pues, sin ambajes y con toda honestidad, por la línea de
pensamiento que hoy podríamos llamar “neurología cuántica”.

“Es nuestro hardware, el cerebro, nos dice Lapiedra, el que amplificando hasta niveles
macroscópicos las fluctuaciones cuánticas nos convierte, a los humanos, en unos seres
no totalmente predecibles, en contra de lo que establecería nuestra reducción a un mero
software clásico, por más sofisticado que sea” (179). Este indeterminismo viviente de
origen cuántico no sólo se aplicaría al hombre, sino también al mundo viviente en
general.

“La imposibilidad práctica de predecir los repentinos cambios en el movimiento de un


pez en una pecera podría venir, no únicamente de la dificultad de determinar en la
práctica las condiciones iniciales de un movimiento supuesto predecible en principio, o
incluso de las limitaciones fácticas de predicción que comporta el caos dinámico, sino,
también, del hecho de que en sus movimientos el pez podría estar amplificando, hasta el
nivel de su conducta macroscópica, las transiciones cuánticas imprevisibles que tienen
lugar en su propio cerebro” (191).

Como antes veíamos, la indeterminación cuántica podría ser discutida por la apelación a
un fondo de “variables ocultas” que permitiera explicar una última causalidad
determinista de las fluctuaciones cuánticas y de los colapsos. Sin embargo, la violación
de las desigualdades de Bell parece finalmente obligarnos a aceptar el indeterminismo
ontológico real del mundo cuántico. También en relación al mundo de la libertad-
conciencia podría arguirse una causalidad determinista, abierta como posibilidad no
descartable. Por ello, Lapiedra propone una vía que pudiera servir de experimento
crucial para descartar que la explicación de la libertad-conciencia pudiera ser clásica
(determinista) y no cuántica (indeterminista). Por ello, sugiere que esta vía quizá
pudiera consistir en hallar algo parecido a lo que son las desigualdades de Bell para el
mundo físico, pero aplicables al mundo neurológico. Su violación permitiría concluir la
existencia ontológica real de un indeterminismo neuronal.

[u]Perspectivas abiertas[/u]

Las reflexiones expuestas por el profesor Lapiedra llegan hasta ciertos límites
probablemente establecidos para mantener una extensión apropiada del texto. Sin
embargo, el hilo argumental deja abiertas una serie de perspectivas de gran interés.
Hubiera sido enriquecedor conocer el acertado juicio de Lapiedra sobre ellas.
Destacaríamos las siguientes.

1) Mundo macroscópico. Un montón de guijarros de río (objetos inorgánicos) o un


rebaño de ovejas (objetos vivientes) constituyen conjuntos de objetos independientes y
diferenciados que no se “diluyen” unos en otros en una unidad indiferenciada. Por eso
poseemos un cuerpo y podemos vivir nuestra vida en un mundo macroscópico que nos
contiene. Estas unidades diferenciadas se dan “en lo más pequeño” hasta un cierto
límite: los electrones en un átomo, por ejemplo, mantienen su diferenciación y por ello
es posible la estructura de la materia, aunque un electrón en su órbital deba ser
entendido como una función de onda en estado de superposición. Existe, pues, una
frontera o ámbito en que lo cuántico, en forma de materia fermiónica, comienza a
construir los objetos del mundo macroscópico.

Un tratamiento más amplio de estos extremos, aunque ya apuntados por Lapiedra,


hubiera permitido entender mejor, por ejemplo, cómo las fluctuaciones cuánticas
pudieran trasmitirse hasta efectos macroscópicos. El efecto imprevisible de la voluntad
humana ante varias acciones posibles (A, B y C) se induciría desde un nivel cuántico
actuante en el cerebro. A, B y C serían estados posibles en la evolución del mundo
macroscópico, pero sólo la opción B, por ejemplo, se haría realidad; por tanto, A y C
nunca llegarían a ser realidad macroscópica. Esto nos hace ver que el mundo
macroscópico sería algo así como una “burbuja de indeterminación” que hace posible
que las fluctuaciones cuánticas produzcan efectos imprevisibles de forma
indeterminista. El “universo abierto” de Popper podría ser así una combinación
complementaria de indeterminación cuántica e indeterminación clásico-macroscópica.

2) Holismo psíquico y holismo cuántico. Lapiedra aborda el problema de la conciencia


centrándose en una experiencia fenomenológica: la indeterminación o libertad. Sin
embargo, la fenomenología actual del psiquismo en las ciencias humanas constata
también (entre otras cosas) una propiedad psíquica que debe ser explicada por la
ciencia: es el holismo experiencial de la conciencia (vg. la imagen visual o la sensación
unitaria del propio cuerpo, propiocepción, como inmersión en un campo de realidad).

Esta propiedad (esencial para explicar la emergencia evolutiva del “sujeto psíquico”)
podría quizá ser explicada por ciertas propiedades “campales” de los sistemas cuánticos:
esto permitiría conectar con la presencia de la materia bosónica, la coherencia cuántica
y los efectos EPR. Muchos autores, en efecto, han planteado estos problemas, con
propuestas variadas, y hubiera sido muy interesante conocer el criterio valorativo del
profesor Lapiedra.

3) La hipótesis Hameroff-Penrose. El hilo argumental de Lapiedra se mueve


conscientemente en el ámbito de una hipótesis muy básica (aunque valiente e
importante). Es muy similar a la hipótesis clásica Von Neumann-Stapp: la naturaleza
experiencial de los procesos psíquicos debe de tener su causa en la naturaleza similar de
los procesos cuánticos. La búsqueda de un experimento crucial para apoyar esta
hipótesis cuántica es la que lleva a Lapiedra a sugerir la búsqueda de algo similar a las
desigualdades de Bell que fuera aplicable a la neurología.

Pero esta hipótesis básica de la neurología cuántica nos lleva a una pregunta más
concreta: ¿qué procesos cuántico-neuronales precisos causan entonces la
indeterminación y el holismo de la conciencia, y cómo se trasmiten sus efectos a la
neurología macroscópica? Como sabemos, responder esta pregunta no es fácil y la
llamada hipótesis de Hameroff-Penrose es hoy la propuesta más compleja y elaborada.
La hipótesis cuántica básica no implica estar a favor de la hipótesis Hameroff-Penrose,
o no poderla discutir o matizar. Lapiedra cita varias veces a Penrose con respeto, pero
no entra en la valoración de sus hipótesis sobre el psiquismo. Creemos que también aquí
hubiera sido enriquecedor conocer el criterio valorativo del profesor Lapiedra.

[u]El origen del universo[/u]

Lapiedra expone los problemas planteados a una explicación clásica del origen del
universo y, de nuevo, sólo la mecánica cuántica puede suministrar un marco conceptual
apropiado. En resumidas cuentas el origen habría que situarlo en una fluctuación
producida en una dimensión real conocida como “vacío cuántico”. La creación (o
autocreación) no se habría producido desde la nada y, por ello, no tiene sentido la
pregunta por el “qué había antes”. Siempre ha existido algo y no tendría sentido pensar
que de la “nada” pueda producirse algo.

“El lector se equivocará si piensa que las fluctuaciones cuánticas del vacío son meras
especulaciones de teóricos ociosos: algunos efectos de esas fluctuaciones se manifiestan
experimentalmente con una precisión extremada”. “De todas maneras, no son estas
creaciones efímeras de energía, inducidas por las fluctuaciones cuánticas del vacío, lo
que se necesita para crear nuestro Universo, dado que, como se ha dicho antes, la
energía total de éste es justamente cero. Al lado, sin embargo, de la creación de
paquetes de energía positiva, aquellas fluctuaciones pueden crear también, con una
determinada probabilidad, estructuras físicas de energía con un contenido de radiación y
de materia, más un campo gravitatorio, compensados entre sí de manera que la energía
total sea nula. Unas características que este sistema físico primigenio compartiría con el
universo actual. Por ese camino, a la hora de pensar el origen del universo, renunciamos
claramente a la noción de una nada absoluta, lo que nos librará de la extrañeza de un
universo que saldría de esa nada para pasar acto seguido a ser alguna cosa”.

“Llegamos al final de nuestro recorrido, nos dice Lapiedra: esta ha sido la historia de un
Universo que, con su espacio tiempo como escenario, surgió presumiblemente de una
fluctuación de la espuma cuántica primigenia, donde no había ni espacio ni tiempo. Un
tipo de fluctuación de energía total nula que ha preservado hasta hoy esa nulidad, de
acuerdo con el principio de la conservación de la energía total. Desde entonces este
mundo nuestro se ha ido expandiendo, en un corto intervalo temporal remotísimo, muy
rápidamente y después hasta ahora a un ritmo bastante más sosegado. Durante todo ese
tiempo, desde la creación primigenia hasta ahora mismo y en el porvenir, el mundo
continua con su tasa regular de autocreación relativa, anclada en las fluctuaciones
cuánticas del mundo microscópico, aquí y allá amplificadas macroscópicamente”.

[u]Consideraciones teístas finales[/u]

Esta consideraciones teístas no son del profesor Lapiedra, sino nuestras. El cristianismo
ha hablado, en efecto, de la creación ex nihilo (de la nada) como algo externo a Dios,
pero la creación se produce desde el supuesto de la ontología divina preexistente. Por
otra parte, el teísmo cristiano actual no pretende llegar, ni por la ciencia ni por la
filosofía, a una “demostración” impositiva de que Dios es el Creador del universo. Esta
racionalidad impositiva no sería fácilmente compatible con un universo cristiano
pensado para la libertad (por ejemplo, en el sentido del “principio antrópico cristiano”
de George Ellis).

¿Por qué existe un universo absoluto y eterno y no, más bien, la nada? ¿Por qué existe
Dios y no, más bien, la nada? ¿Por qué la materia es capaz de producir la sensibilidad y
la conciencia, y no, más bien, puros sistemas robóticos deterministas? Nuestra razón, ni
científica ni filosófica, puede responder estas preguntas. La razón debe atenerse a los
hechos, cuya existencia se constata aposteriori, y tratar de encontrarles una explicación
suficiente.

Ese vacío cuántico, mar holístico de energía de fondo, orden implícito …, tal como ha
sido conceptualmente construido por la mecánica cuántica, podría abrirnos a una
misteriosa “metarealidad”, que quizá pudiera estar bien descrita por las especulaciones
de la teoría de cuerdas y que quizá hubiera podido producir multiuniversos generados en
infinidad de fluctuaciones cuánticas; universos especulativos que incluso probablemente
nunca podríamos comprobar que existen. Esta metarealidad eterna no-divina sería el
fondo que explicaría la existencia, al menos, de nuestro universo.

El teísmo, en cambio, considera que esa enigmática dimensión de metarealidad de la


que hemos sido producidos por una fluctuación cuántica, esa realidad que hace emerger
los campos psíquicos de sensibilidad-conciencia, esa realidad que posee sorprendentes
propiedades que conducen a un universo antrópico que hace al hombre libre, es una
realidad que hace cada vez más verosímil (aunque nunca impone) la hipótesis de que
todo tenga su origen en una misteriosa ontología fundamental de la Divinidad. Autores
como el mismo Ellis y William Stoeger piensan incluso que el universo creado a través
de los multiuniversos sería compatible con el teísmo cristiano …

El profesor Lapiedra juega en diversos lugares, ambigua e inteligentemente, con los


conceptos de “creación” y “autocreación”. Quizá la lección más importante de la
imagen cuántica del universo sea el impulso a un pensamiento crítico y no dogmático, a
la libertad valorativa, al presupuesto de la honestidad y al respeto tolerante de todas las
opiniones que legítimamente puedan construirse.
http://www.tendencias21.net/El-mundo-cuantico-posee-ciertas-carencias-de-
realidad_a2736.html

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