APO - TEMA 1 - Nociones Basicas

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ASIGNATURA: LA APOCALÍPTICA BIBLICA

TEMA I: NOCIONES PRELIMINARES ACERCA DE LA APOCALIPTICA


Preparada y facilitada por docente Lic. F. Adalid García R.

OBJETIVOS EDUCATIVOS:

- Conocer las nociones básicas relacionadas a la temática de la apocalíptica bíblica y


sus relaciones.
- Identificar la relación y la diferencia entre la apocalíptica y la profecía bíblicas.

I. ACLARACION DE TERMINOS

La expresión «apocalíptica», término tardío, acuñado por F. Lücke (1791-1855).

En los estudios bíblicos se definían tres ámbitos diferentes con el término «apocalíptica»:
 el género literario,
 el grupo social que propagaba las ideas apocalípticas y, por último,
 el conjunto o corpus ideológico presente en los textos.

Esta confusión se mantuvo hasta 1970, cuando la pericia de Klaus Koch iluminó y ordenó los contenidos de cada
uno de los ámbitos mencionados. Este propuso una doble distinción:
 con el nombre de «apocalipsis» designó a las composiciones literarias que tenían unas características
comunes,
 mientras que llamó «apocalíptica» al grupo sociocultural que está detrás de estas obras literarias.
(Ignacio Rojas, 2013, p.47)

Posteriormente, el biblista Paul D. Hanson (1975) añadió un nuevo término a la clasificación de Koch, y dio el
nombre de
 «apocalipticismo » al universo de ideas, conceptos y tradiciones que forman el cuerpo ideológico de la
apocalíptica y que reflejan una visión concreta del mundo y de la historia.

Aunque algunos estudiosos posteriores fueron matizando la triple distinción terminológica, consideramos que en
la actualidad es la más aceptada por los especialistas. (I. Rojas, 2013, p.47)

Los apocalipsis como género literario

Los cristianos del siglo II d.C. fueron los primeros en constatar las notables semejanzas existentes entre el
Apocalipsis de Juan y una literatura judía anterior que se remontaba en sus orígenes remotos al periodo del
judaísmo tardío. Un esquema literario común, la fuerza del elemento simbólico en las narraciones, el contexto
de un mensaje divino misterioso, y otra serie de semejanzas, eran evidentes. Por ello, iluminados por la primera
palabra del texto cristiano «apocalipsis», denominaron con ella a esta literatura judía, con cuyo lenguaje y estilo
se sentían familiarizados. (I. Rojas, 2013, p.47 – 48)

El término «apocalipsis» pertenece a la familia de las palabras compuestas de etimología griega. En nuestro caso
la palabra está integrada por la preposición apó (lejos de) y la forma kaliptós (oculto); por tanto, «apocalipsis»
significa literalmente ‘desentrañar lo oculto’ o, de una forma más elaborada, ‘revelación’.

El apocalipsis es un género de la literatura de revelación con una estructura narrativa en el que una
revelación se transmite a un destinatario humano a través de un ser de otro mundo, revelando una
realidad transcendente que es temporal, en tanto que prevé la salvación escatológica, y espacial, en tanto
que supone un mundo distinto y supranatural (J. J. Collins, «Towards the Morphology of a Genre», p. 9).
(I. Rojas, 2013, p.48)

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Literatura que integran este género.

Aquí solo lo mencionamos porque en un tema más adelante abordaremos de forma amplia sobre cada uno de
ellos.

Una primera lista de esta literatura apocalíptica histórica sería la siguiente:


- Daniel (1-12)
- Libro de los sueños de Enoc (I En. 83-90)
- Apocalipsis de las Semanas (I En. 93,1-10+91,11-17)
- Libro de los jubileos (esp. 23,16-32)
- Judit
- De la literatura de Qumran: Documento de Damasco (C.D.), Regla de la Comunidad (I Q S), Rollo de los
Himnos (I Q H)
- Testamento de Levi
- Testamento de Moisés (Asunción de Moisés)
- Salmos de Salomón
- Libro 3 de los Oráculos Sibilinos
- Adiciones al libro de Ester
- 2 Enoc
- 3 Macabeos
- Sabiduría de Salomón
- 2 Baruc (o Ap Bar. Siríaco)
- 4 Esdras
- Apocalipsis de Abraham
- 3 Baruc (o Ap Baruc Griego)
- Apocalipsis de Juan (canónico del NT) (Pablo Richard, Ribla No.7, p.1)

El NT contiene más material apocalíptico que el AT: además de una obra completa como el Apocalipsis, tenemos
pasajes reconocidos como apocalípticos dentro de otras obras, como
 el discurso sobre el fin en los tres sinópticos (Mt 24; Mc 13; Lc 21),
 los pasajes paulinos de 1 Ts 5,13-18; 1 Cor 15,35- 53 (¿y Rom 8,18-25?), o una relectura como la de 2 Ts 2,1-
12.
 Las dos cartas a los Tesalonicenses están escritas en perspectiva apocalíptica en su totalidad por estar
teñidas de los temas del Día del Señor y de la parusía:
 lo mismo pasa con la carta de Judas o con la 2 P.

Pero en sentido propio, “apocalipsis” (cuyo rasgo describiremos después) es solamente el último libro del NT. El
discurso escatológico de Jesús (Mt 24 y par.) es eminentemente apocalíptico por su forma y su contenido, pero
está inserto en una obra (el evangelio) que no es apocalíptica y tiene un elemento esencial “desapocaliptizador”
como es el reclamo de misionar (Mt 24,14; Mc 13,10; Lc 21,12ss.). (S. Croatto, Ribla No.7, p.4)

II. RELACION Y DIFERENCIA CON OTROS TÉRMINOS: PROFECÍA Y ESCATOLOGÍA.

A. DIFERENCIA ENTRE PROFECIA Y APOCALIPTICA

1. Los grupos apocalípticos, y por tanto el movimiento apocalíptico, revelan una tendencia al exclusivismo
soteriológico; esperan la salvación/liberación para ellos, no para la humanidad o Israel; “ellos” son el grupo fiel
dentro de otra totalidad más abarcadora (son los elegidos, los santos, los justos);

2. de ahí también cierto esoterismo en el uso de símbolos y en la reserva de la “revelación” solo para el grupo para
el que se produce el texto. Los apocalipsis no son literatura universal, y nunca deberían serlo sin modificar su
razón de ser;

3. el rasgo señalado en el n. 1 marca una diferencia notable con la literatura profética, más dirigida a la
interpelación, al cambio, exigente de conversión y de fidelidad a la alianza. Los destinatarios de los apocalipsis

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son los elegidos, en todo caso ya convertidos. Los “otros” no son posibles integrantes del mundo futuro sino los
excluidos, los impíos (sociopolíticamente, los perseguidores/opresores);

4. en la profecía, el profeta es un contemporáneo real; en la apocalíptica el receptor de la revelación y


comunicador al grupo es un personaje arquetípico, alejado en el tiempo.

5. en la profecía se hace una memoria frecuente de la historia salvífica pasada de `, especialmente del éxodo, para
exaltar la acción de Yavé o reclamar fidelidad. En los apocalipsis hay algunas referencias a la historia de Israel
pero más bien para “periodizar” la historia, o para marcar la división entre elegidos e infieles. Los textos
apocalípticos se detienen en anunciar el futuro de la historia, su diagramación desde los orígenes.

Los sucesos históricos tienen un sello de trascendencia y son anticipados al receptor, y mediados por él (=por el
texto) al grupo. La finalidad del mensaje apocalíptico entonces es más la consolación, la paraclesis (nótese este
lenguaje en 1 Ts!): los elegidos deben aguantar el sufrimiento, pues SABEN que serán salvados cuando llegue el
Fin de la crisis.

Esquemáticamente sería algo así:

Profecía: historia ---------fidelidad ------- orden de justicia salvífica conversión renovación del pueblo/reyes...
alianza

Apocalíptica: historia futura ---- consolación ---- nuevo mundo revelada al grupo los elegidos los orígenes: fiel
destinos

6. el grupo apocalíptico aguarda su liberación; está en las postrimerías de la historia. En Dn 2; 7; 8; 10-12 los judíos
que sufren la persecución de Antíoco IV o están sofocados por la invasión cultural y religiosa de los modelos
helenísticos viven en el cuarto período de la historia, el más terrible pero también el último: “después, será el Fin
y el reino para ellos”; este esquema es, creemos, esencial en la cosmovisión apocalíptica de contenido
marcadamente socio-político. (S. Croatto, Ribla No.7, p. 11-12)

B. LA DISTINCION ENTRE ESCATOLOGIA Y APOCALIPTICA .

El concepto «escatología» lo utiliza por primera vez A. Calov (f 1686) en el volumen XII de su Systema locorum
theologicorum, que lleva por título Eschatologia sacra, donde se ocupa de la muerte, la resurrección, el juicio y la
consumación del mundo.

La denominación común y más extendida tanto en la teología católica como en la luterana fue «De novissimis »,
aunque en los siglos XIX y XX fue ganando terreno el término «escatología». (J.J. Tamayo Acosta, 1993, p.13)

La idea bíblica de esperanza (ESCATOLOGIA)

La revelación bíblica está atravesada, de parte a parte, por la convicción de que el Dios de la creación es el Dios
de la salvación; el proceso histórico está dinamizado por una promesa que garantiza el futuro humano como
futuro absoluto y plenificador; la forma originalmente bíblica de vivir hacia él es la esperanza.

En hebreo, la idea de esperanza se expresa en un campo semántico variable y rico en matices, que incluye:
a. la expectación anhelante de la intervención salvífica de Dios por parte del justo (Sal 27,13-14; 130,5-7; Is
25,9);
b. la confiada certidumbre con que el creyente se pone en manos de Dios (Sal 22,5-10; 31, 25; 37,5-7);
c. la percepción de Dios como refugio seguro (Sal 7,2; 18,1-3; 31,2-7; 91,2-9);
d. la visión optimista de un desenlace final de la historia que cumple las promesas (Jer 31,31-34; 32,37-43; Is
61,1-11; 65,17-25; 66,22; Ez 16,59-63; 36,25-29).

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El fundamento de ese temple de serena confianza ante el porvenir es:
 el mismo Yahveh (que puede incluso ser llamado «esperanza»: Sal 71,5);
 la Palabra (la promesa) de Yahveh (Sal 149; Gen 15,1-6; 17,1-20);
 el hesed Yahveh, su graciosa misericordia (Sal 52,10; 130,7);
 bien su emet, es decir, su fidelidad (Sal. 31,6-8; 91,4). (p.27)

En el Nuevo Testamento volvemos a encontrar la misma fluctuación terminológica. Las referencias al futuro de
los creyentes se significan con verbos como
 elpídsein (esperar),
 gregorein (vigilar),
 hypoménein (perseverar pacientemente).

La expectación de la salvación escatológica


 es vivísima (1 Cor 1,7-8; 1 Tes 1,10; Rom 8,23-25; Flp 3,20-21);
 ha de ser sostenida con paciencia (Heb 10,32-37) y
 vivida en vigilancia (Mt 24,42-44; 25,13) y
 confianza (2 Cor 1,10; 3,12; 1 Pe 1,21).

Todo lo cual es posible en Cristo (Ef 3,16; 1 Tim 1,1), porque en él Dios ha cumplidora su promesa (2 Tim 1,1) y nos
ha mostrado su amor y fidelidad (Rom 5,8-10; 8,31-39; 1 Cor 1,8-9).

Así pues, el fundamento de la esperanza neotestamentaria —he ahí la novedad respecto al Antiguo Testamento
— es no ya una palabra divina o una inconcreta promesa, sino la propia historia personal y singular de Jesús. Más
que una deducción de los atributos divinos, lo que está en juego aquí es una constatación de las acciones obradas
por Dios en la existencia de Cristo. En su resurrección quedan patentizados el poder y la fidelidad de Dios (1 Cor
15,20) como cumplidor de la promesa (2 Cor 1,18-20). La esperanza no se refiere ahora a un Novum sin
precedentes, sino que tiende a acentuar lo que falta en ese proceso abierto en y por Cristo (continuidad-
novedad). De ahí las exhortaciones a la paciencia y la vigilancia a que nos referíamos antes, que confieren una
coloración peculiar a la expectación, desconocida para el Antiguo Testamento.

Resumiendo, pues, la esperanza bíblica:


a. tiene que ver con la salvación,
b. En segundo lugar, la esperanza mira a unos contenidos que no son fabricación del hombre, sino don de
Dios. Las futurologías laicas conciben la historia como «laboratorio de una salvación posible » (Bloch).
c. La esperanza creyente es, según feliz expresión paulina, spes contra spem (Rom 4,18); consiste en
aguardar con confianza lo naturalmente imposible. (J.L. Ruiz de la Peña, 1996, p.28-29)

El concepto de escatología

Una vez clarificadas las categorías previas de temporalidad, futuro y esperanza, podemos ya dibujar con alguna
precisión el perfil de la escatología. Por tal hay que entender aquel sector de la teología al que incumbe
reflexionar sobre el futuro de la promesa aguardado por la esperanza cristiana. (J.L. Ruiz de la Peña, 1996, p.30)

La Biblia, en cambio, comprende la creación en función de la consumación escatológica: alfa es para omega, y no
viceversa; «en la teología del Antiguo Testamento la creación es un concepto escatológico». Dicho brevemente:
Dios crea por amor; mas el amor promete perennidad; luego la vida surgida del amor llega a la existencia con una
pretensión de definitividad, es vida eterna.
(J.L. Ruiz de la Peña, 1996, p.30)

Justamente por eso, además, la escatología no es una futurología. Mientras las futurologías versan
exclusivamente sobre el todavía no (el caso arquetípico sería Bloch), la escatología habla del ya y del todavía no.
Y no tiene más remedio que hacerlo porque, en última instancia, el suyo es un mensaje cristocéntrico: hay un ya
escatológico (el reino está ya presente) porque Cristo ha venido; habrá un todavía no (el reino será consumado)
porque Cristo vendrá. (J.L. Ruiz de la Peña, 1996, p.31)

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Idea restrictiva de escatología (Mowinckel)
Hay una posición restrictiva que entiende por escatología veterotestamentaria sólo lo referente al fin repentino
del actual estado de cosas y a la aparición de un orden nuevo entendido como restitutio in integrum (vuelta al
estado ideal de los orígenes). La transformación operada es universal y afecta al cosmos, y no es fruto de la
acción humana o de la evolución, sino de Dios.

Escatología profética
Frente a quienes sólo consideran escatológicos los textos que se refieren expresamente a acontecimientos
metahistóricos o a un final absoluto de la historia, von Rad y Moltmann abogan por una concepción menos
restrictiva y más abierta de la escatología veterotestamentaria y creen que son los profetas quienes llevan a cabo
la «escatologización del pensamiento histórico» en Israel.

Moltmann califica de escatológicas «aquellas promesas y expectaciones que se dirigen a lo histórico-futuro en el


sentido del horizonte último». Aun cuando los profetas se mueven en el seno de la tradición de la elección y de la
historia precedente de las promesas de Dios a Israel, establecen también una clara ruptura entre el actuar
histórico de Dios en el pasado y el nuevo actuar de Dios en el futuro. El nuevo actuar divino supera e incluso
disuelve las actuaciones salvíficas pasadas. Dios se distancia de su propia historia con Israel y se le hace hostil.
(J.J. Tamayo A., 1993, p.67)

Según la certera precisión de von Rad, sólo puede hablarse propiamente de mensaje escatológico allí donde los
profetas niegan el anterior fundamento histórico de la salvación, «donde Israel es empujado por sus profetas
fuera del ámbito salvífico de los hechos acaecidos hasta entonces, y cuando se cambia su fundamento salvífico
con otro hecho divino que está por venir». La diferencia entre el mensaje profético y el pensamiento hebreo
anterior radica precisamente en esto: en que, para los profetas, de ese suceso por venir depende la suerte de
Israel, es decir, su existencia como pueblo.

En los profetas, las señales antiguas de salvación se debilitan y se apuntan nuevas señales que, si bien se
relacionan tipológicamente con las antiguas (nuevo éxodo, nueva tierra, nueva alianza, nuevo David), remiten a
una nueva salvación, ya definitiva, superadora de la antigua. Si bien se imagina la salvación en analogía con otras
situaciones, lo nuevo a lo que apuntan tales analogías es «algo que es lo absolutamente no analógico».

La salvación no se entiende en continuidad con lo conocido o como consecuencia del pasado, sino que está en
contradicción con ello y tiene que ver con lo desconocido. Lo nuevo no puede confundirse con la «restauración»
de la edad dorada de los orígenes; comporta olvido del pasado. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo
antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis...? », leemos en el Deutero-Isaías (Is 43,18-
19).

«Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento,
sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear», leemos en el Trito- Isaías (Is 65,17-18). El punto de
mira de los profetas -y de Israel- es el futuro, sin llegar a establecer la distinción entre futuro histórico y futuro
metahistórico. La esperanza se convierte en la actitud fundamental. (p. J.J. Tamayo A., 1993, 67)

Una característica del nuevo actuar de Dios es su universalidad. Se trata de la universalización del futuro, del
éschaton. Ello sucede cuando los profetas muestran que no es ya Israel quien juzga a los pueblos, sino éstos a
aquél. El juicio que viene de fuera se entiende como juicio de Dios. Así los pueblos entran a formar parte del
futuro de Dios. Yahvé es también Dios de los pueblos. Las promesas y amenazas de futuro de Dios se liberan del
particularismo histórico en que estaban encerradas y se tornan escatológicas. Estas visiones escatológicas,
observa Moltmann, siguen siendo todavía «escatologías israelo-céntricas», pero, en la medida en que quiebran
los límites nacionales y espaciales, estamos ante «las primeras huellas de una escatología de toda la humanidad».
(J.J. Tamayo A., 1993 p.67 – 68)

Aportaciones de la apocalíptica a la escatología

Al comienzo de este apartado hemos calificado a la apocalíptica de «forma peculiar de la escatología judía».
Ahora es el momento de aclarar en qué consiste dicha peculiaridad.

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1. Las afirmaciones de los profetas parten de su propio presente y, a partir de ahí, ofrecen su propia visión
del desarrollo histórico hacia adelante y hacia atrás. La apocalíptica, por el contrario, «disimula su
propio lugar histórico». Los acontecimientos se suceden deterministamente conforme a un plan
prefijado por Dios. Von Rad se pregunta si no se esconde aquí en realidad un pensamiento ahistórico.
Este determinismo choca de manera frontal con el mensaje profético siempre abierto a lo nuevo, a lo
inesperado.

2. ¿Resulta inalterable el plan de Dios en la apocalíptica? ¿Tiene el juicio carácter irrevocable? ¿Sucede el
fin de la historia en un tiempo prefijado por Dios? Si la respuesta a estas preguntas fuera positiva, la
diferencia con los profetas sería abismal, ya que para ellos el plan divino puede alterarse y su juicio
puede revocarse a condición de que el pueblo abandone el camino del mal y se convierta. La visión
apocalíptica del fin corre el peligro de convertir al ser humano en simple espectador y de alejarlo de sus
responsabilidades históricas. Aquí radica la conocida distinción de Martin Buber entre escatología
(profética) y apocalíptica. En la escatología (profética) se cuenta con el concurso del ser humano para la
redención. De ahí su carácter imprevisible.

La apocalíptica, sin embargo, no deja espacio a la iniciativa humana. La redención está ya pre-determinada. La
apocalíptica ofrece una visión pesimista de la historia humana. Esta camina hacia el abismo: «Cosa terrible has
visto, hijo, y grave sueño has tenido: los secretos de todo el pecado de la tierra, y cómo ha de ser tragada por el
abismo y desaparecer con gran ruina» (/ Henoc). El mal crece irremediablemente en la medida en que la historia
se acerca a su final. (J.J. Tamayo A., 1993, p.89)

3. La aportación específica de la apocalíptica es su reflexión sobre la historia universal con la mirada


puesta en el final de la historia, en su consumación escatológica, en el juicio universal, en la salvación
supraterrena. La esperanza rebasa el cosmos terreno y entra en un plano escatológico trascendente.

Con el libro de Daniel se llega a la última fase de la evolución de la escatología veterotestamentaria: Dios
conduce la historia hacia la realización trascendente del reino de Dios y hacia la revelación definitiva de la figura
de la consumación final. Con la apocalíptica, la escatología supera el estancamiento en la historia de los pueblos
o en la historia existencial del individuo y se abre a la historización del cosmos. (J.J. Tamayo A., 1993, p.89, 90, 91)

El ocaso de la apocalíptica

La ideología y literatura apocalíptica perdieron progresivamente fuerza hasta desaparecer en el mundo judaico.
Algunos factores pueden sugerirse como determinantes de su ocaso: el eclipse del exacerbado nacionalismo que
condujo a la destrucción total, su fanatismo, el peligro de animar un dualismo teológico y el uso que de ella
hacían los grupos cristianos.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA PARA PREPARAR ESTA LECCIÓN:

PHILIPP VIELHAUER. Introducción al nuevo testamento, los apócrifos y los padres apostólicos.
SALAMANCA: EDICIONES SIGUEME, 1991.
Pablo Richard. En el Editorial de REVISTA RIBLA N° 7 - APOCALÍPTICA: ESPERANZA DE LOS
POBRES.
Severino Croatto. Apocalíptica y esperanza de los oprimidos (Contexto socio-político y
cultural del género apocalíptico). Revista RIBLA N° 2º - APOCALÍPTICA: ESPERANZA DE LOS
POBRES.
Ignacio Rojas Gálvez. Que base de los símbolos del Apocalipsis. Navarra: EVD, 2013)
Juan-José Tamayo-Acosta. Para comprender LA ESCATOLOGIA CRISTIANA. España: EVD,
1993.
JUAN LUIS RUIZ DE LA PEÑA. LA PASCUA DÉLA CREACIÓN Escatología. Madrid: BAC, 1996.

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El método teológico del apocalipticismo: visión de la historia.

Los letrados apocalípticos se sirvieron de las llamadas «relecturas históricas» para motivar la resistencia ante el
grupo dominante, e incentivar la esperanza de que sus estructuras serían radicalmente eliminadas de este
mundo.

Las profecías antiguas que contenían promesas escatológicas habían nacido en el ambiente de una clase baja que
vivía subyugada por señores de su propio pueblo y por las potencias extranjeras.

El pueblo veía que con el pasar del tiempo el prometido «Día del Señor» contra los opresores no llegaba a su
cumplimiento. La percepción de que la victoria sobre el enemigo no se alcanzaba aquí en la tierra fue calando
entre esta clase baja. De este trasfondo existencial surgieron las expectativas escatológicas (cf. Rainer Albertz,
Historia de la religión de Israel, II, p. 797). (I. Rojas, 2013, p.81)

Señor, en el peligro acudíamos a ti,


cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento.
Como la preñada, cuando le llega el parto,
se retuerce y grita de dolor, así éramos en tu presencia, Señor:
concebimos, nos retorcimos, dimos a luz... viento;
no trajimos salvación al país, no le nacieron habitantes al mundo
¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán,
despertarán jubilosos los que habitan en el polvo!
Porque tu rocío es rocío de luz,
y la tierra de las sombras parirá (Is 26, 17-19).

Los apocalípticos convencidos de que la promesa de Dios no caduca ni se desdice, se sumergieron en ella y
releyeron con ojos nuevos la historia.

[...] el autor apocalíptico no quiere hacer la tarea de un historiador del pasado sino acreditar sus visiones
relativas al futuro: el apocalipsis es la revelación de cosas inmediatamente futuras, es más, ya presentes
emergentes en el hoy, en el presente. Para el apocalíptico el acontecimiento futuro y el acontecimiento
pasado están estrechamente unidos no tanto cronológicamente, sino teológicamente, y la historia
aparece como un conjunto que se puede acoger en su totalidad (Enzo Bianchi, L’Apocalisse di Giovanni,
p. 10).

Con ciencia y destreza los autores de los apocalipsis se sirvieron de materiales heterogéneos procedentes de
distintas fuentes, principalmente de la tradición judía, pero no escatimaron a la hora de introducir otras
tradiciones que pudieran iluminar el contenido de su mensaje. Véanse, por ejemplo, las convergencias entre las
tradiciones de Azazel, el ángel caído educador de la humanidad presente en 1 Henoch, y el mito griego de
Prometeo, que robó el fuego de los dioses para dárselo a la humanidad (cf. R, Albertz, Historia de la religión, p.
809). (I. Rojas, 2013, p.82)

Un ejemplo claro de relectura aparece en el libro de Daniel. El profeta Daniel señala que está leyendo la profecía
de Jeremías y que en ella se inspira: «...yo, Daniel, leía atentamente en el libro de las profecías de Jeremías» (Dn
9,2).

Con la intención de anular la desazón del pueblo, los autores apocalípticos revitalizaron y pusieron al día las
promesas proféticas escatológicas, y revelaron por medio de símbolos un futuro donde una definitiva
intervención divina cambiaría todo. Fue así «como la apocalíptica desgajó de este plano terrestre la promesa de
un futuro glorioso y dichoso, situado al final de los tiempos, y lo condujo más allá de este mundo y de esta
historia» (Walter Schmithals, La apocalíptica. Introducción e interpretación, p. 70-71).

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Leyeron su historia recordando el actuar divino en el pasado y para dar valor a esta relectura de la historia e
interpretación del texto sagrado, descubrieron que era preciso encontrar sentido a la revelación de los misterios
sagrados, para ello se sirvieron del discernimiento sapiencial.

El sabio apocalíptico es el que comprende el plan de Dios sobre la historia en sus dimensiones fundamentales,
accede a sus secretos, y los sabe exponer, pero es también el conocedor del hombre, su contemporáneo. Aunque
resulte paradójico por la expresión simbólica que emplea, el apocalíptico es un hombre inmerso en su presente,
conoce en profundidad el cosmos, los interrogantes existenciales que acompañan el caminar de (I. Rojas, 2013,
p.83)

Es consciente del carácter efímero del mundo en el que vive. Por ello, la apocalíptica nos transporta a una nueva
perspectiva histórica universal, la búsqueda del conocimiento de lo escondido, la revelación de lo inaccesible.

Un claro ejemplo de ello lo encontramos en el apócrifo judío 4 Esdras. El breve diálogo entre el autor y el
mediador divino nos muestra la naturaleza profunda de la apocalíptica:

Y me respondió el ángel que me había sido enviado, de nombre Uriel, y me dijo:


—Tu corazón está gravemente desconcertado con los acontecimientos de este mundo; ¿cómo piensas
poder comprender los caminos del Altísimo? He sido enviado para mostrarte tres caminos y proponer
delante de ti tres semejanzas; si tú me explicas cada una de ellas, yo también te mostraré el camino que tú
deseas y te enseñaré el porqué del corazón maligno. Ve y pésame un peso de fuego, o mídeme una
corriente de viento, o hazme retornar el día que pasó.

Respondí y dije:
—¿Quién de los nacidos podrá hacer cualquiera de estas cosas de que me preguntas?

Y me dijo:
—[...] Si no puedes hacer las cosas que se desarrollan contigo, ¡cómo podrá tu mente comprender el
camino del Altísimo [...]? (4 Esdras 4,1- 12).

De este modo, con las relecturas de la historia renacieron la profecía y la sabiduría bajo la forma de una síntesis
original. El autor apocalíptico no «ve» acontecimientos precisos —estos tienen para él un interés secundario—,
sino que contempla el modo en que Dios, siempre fiel a sí mismo en el pasado, llevará definitivamente a
cumplimiento la historia. (I. Rojas, 2013, p.84)

El lector contemporáneo puede tener la impresión de que las relecturas son sencillamente correcciones, una
especie de «desmentido oficial» de las promesas que no se han cumplido. Sin embargo, los apocalípticos no
dudaron de la veracidad de la promesa revelada sino que trataron de hacer comprender a sus contemporáneos el
fatigoso actuar de Dios, aparentemente no realizado pero siempre dispuesto a abrirse a esperanzas más amplias.

Igualmente, podría plantearse que la lectura de la historia pasada y la invitación a mirar al futuro pueden ser una
forma de escapar de un angustioso presente, en cuyo caso la apocalíptica sería un subterfugio, una vía de escape
de la realidad. No es sino lo contrario, tal y como sugiere J. J. Collins, se trata del esfuerzo «por crear un cuadro
ideológico en el cual los hombres puedan tomar decisiones y actuar» (J. J. Collins, The Apocalytic Imagination, p.
287).

Precisamente porque afronta su hoy, el apocalíptico busca las constantes salvíficas de Dios para no dejarlas
petrificadas en un pasado glorioso, sino para descubrir su actuación en el futuro. (I. Rojas, 2013, p.85)

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