MARIELA Mi Gran Verdad
MARIELA Mi Gran Verdad
MARIELA Mi Gran Verdad
Durante años les he contado historias de amor entre mujeres, hilvanadas por mi
imaginación a partir de hechos banales como ver a una mujer atendiendo una
estación de servicio, o en base a algo que hubiera soñado, o desde una frase
leída al azar en algún libro o desde el jugar en mi mente a “qué pasaría si…”. En
casi todas les conté del amor tal como lo idealizaba o contaba cosas que sé todas
soñamos vivir alguna vez, cosas que de hecho algunas podemos vivir.
Muchas veces a lo largo de estos años compartiendo historias, lectoras de este
sitio me han preguntado si había protagonizado alguna por lo reales que parecían
o porque sentían que eran historias que podían ser vividas o me preguntaron si
contaba historias que le hubieran pasado a gente conocida.
La respuesta era que no, hasta esta que hoy redacto, todas las anteriores fueron
producto de mi imaginación.
Esta que les comienzo a contar ahora es una historia real…es mi historia de amor
con quién es hoy mi pareja, la mujer que amo como jamás amé a nadie antes, la
mujer con la que lo quiero todo por el resto de mi vida, la mujer que cambió mi
mundo por completo, que me hizo aceptarme tal y como soy, que me da un amor
sin igual, la que me rescató de una vida que no estaba siendo la que yo quería ni
mucho menos la que merecía, que me hace crecer cada día, mi compañera –
cómplice – amante.
Antes de comenzar a escribir una historia de amor siempre tenía muchas
preguntas dando vueltas en mi cabeza. ¿Cuándo comienza una gran historia de
amor?. ¿La primera vez que ves a esa mujer que va a convertirse en el centro de
tu mundo?. ¿La primera vez que piensas que te gustaría estar con ella como
pareja?. ¿La primera vez que la tienes en tus brazos?. ¿La primera vez que tus
labios se encuentran con los de ella?. ¿Cómo reconoces, como sabes cuando
estás frente al gran amor de tu vida?. ¿Es cuándo sientes que quieres todo pero
todo con ella y que nadie más te ha hecho tan feliz en la vida?.
La primera vez que vi a Carla la tengo grabada en mi memoria a pesar del tiempo
transcurrido. Fue hace unos 9 años atrás en Espejismos, las uruguayas que pasen
los 35 años seguramente fueron cuando menos una vez a este boliche, que
durante años fue el referente para lo gay y el que las mujeres elegíamos porque la
otra opción de boliche gay en ese momento, así como sigue siendo hoy en día,
era y es concurrida mayormente por varones.
Había ido con quién era en ese momento mi pareja, A. y mi amiga G. como
solíamos hacerlo cada tanto. El boliche estaba lleno como siempre, yo había
tomado algo de alcohol antes de salir porque habíamos estado de previa en casa
las tres, preparando algunos tragos, picando alguna cosa y conversando porque
como no nos veíamos tan seguido con G., siempre había cosas para ponerse al
día. G. venía reponiéndose de una decepción amorosa y mi idea era que si salía y
se divertía, hasta quizás conocía a alguien, se recuperaría mas rápidamente.
Entramos las tres e íbamos caminando hacia el fondo, mientras nos acercábamos
a la barra la vi y llamó mi atención al instante. Si debo definir que fue lo que me
atrajo tanto de ella específicamente entre tantas mujeres como había esa noche,
ya que era una de esas raras noches donde había tanta cantidad de mujeres
como de hombres en un boliche en el que casi siempre los hombres eran mayoría,
me es difícil contarlo…quizás fue el cabello rubio, o la manera en que bailaba ya
que me encanta bailar y ella lo hacía y lo hace muy bien, la forma de vestirse me
gusta ese estilo suyo simple pero muy cuidadoso del detalle, o su cuerpo chiquito
y bien formado ya que me gustan las mujeres chiquitas (aunque mis anteriores
parejas nunca habían sido chiquitas)…o mas que nada lo que me gustó fue lo que
no se veía a simple vista, no era algo relacionado a lo físico pero que se adivinada
o que yo podía ver mientras la miraba, tratando de que no se notara mucho
porque A. era celosa y no quería tener que lidiar con una escena de celos en
pleno baile.
Esa rubiecita chiquita transmitía una tremenda seguridad en sí misma, un estar
cómoda con quién era, se veía llena de vida mientras miraba a su alrededor con
firmeza y sin timidez, se veía que disfrutaba de estar allí, del ambiente, tenía ese
toque de atrevimiento justo, tenía todo eso que me atrae de una mujer mucho mas
que una exuberante belleza física. No era casualidad que sonara “Is in your eyes”
de Kylie Minogue en ese momento.
Mientras conversaba con A. y G., cada tanto la miraba, sorprendida de que me
llamara tanto la atención, ya que no me pasaba ni me pasa que una mujer me
impresione tanto a primera vista. De pronto lo que me impresionaba mas que
ninguna otra cosa era lo mucho que ella se parecía a mi ideal de mujer, ese que
tenía en mente como inalcanzable pero que he de confesar que nunca había
buscado, justamente por considerarlo inalcanzable o imposible. Madonna hay una
sola, era lo que me decía a mi misma cuando mi mente me recordaba de ese ideal
y bajo esa creencia era que me había relacionado con otro tipo de mujer bastante
alejado tanto en lo físico como en carácter a esa que tenía en mente.
Después de ver que estaba sola, tomé a G. del brazo, hice que girara de posición
conmigo y le dije “mira a la rubiecita de remera blanca…está para darle”. Si, lo sé,
fue un comentario grosero, chabacano, en un tono de broma que por ahí ocultaba
la verdad. Lo cierto es que G. estaba soltera y pensé que ella sí tenía la total
libertad de acercarse a esta chica tan linda.
Yo estaba en pareja con A., estaba convencida en ese momento de amarla,
estaba muy comprometida en esa relación, estábamos conviviendo desde hacía
un tiempo y respetaba esa pareja, trabajaba cada día para que funcionara, así que
por mucho que me llamara la atención esta chica tan parecida a mi ideal, mi
código de valores no me permitía dar otro paso más que mirarla de lejos.
G. la miró y no parecía con muchas intenciones de avanzar, no recuerdo que me
decía, cuál era la excusa para no acercarse, aunque en el fondo la verdad es que
nunca fue el fuerte de G. iniciar el juego de seducción, así que lo que hice fue irme
acercando hacia donde estaba la rubiecita, a ver si G. tomaba coraje y le decía
algo al verla, no podía entender cómo iba a dejarla escapar.
No recuerdo cómo fue, pero en un momento la rubia no estaba más en la tarima
sino bailando con nosotras tres, mas bien bailando con G.. Si no lo recuerdo es
porque en ese momento de mi vida el boliche era un escape, un escape que me
sacaba de una vida que no estaba siendo la que yo quería, una vida que tenía a
veces algún destello de algo que parecía felicidad pero que la mayoría del tiempo
me agobiaba por muchas razones.
En el boliche, tomando alcohol y bailando, esa vocecita interior que me recordaba
a cada momento que no estaba llevando la vida que me gustaría, ni estaba yo
siendo la mujer que había imaginado ser y que de hecho estaba alejándome de
esa mujer cada día se callaba y podía darme un respiro de mí misma. Esa
imperiosa necesidad de escapar en esas horas los fines de semana para el lunes
continuar con mi vida y poder lidiar con esa constante batalla dentro mío entre ser
la que los demás esperaban o ser la mujer que yo imaginaba que podía llegar a
ser se había convertido en un tema de supervivencia. Había una Mariela pública
que funcionaba a nivel laboral y con los conocidos, una segunda Mariela que
conocían mi pareja, mis amigos y mis familiares aunque ninguno de ellos llegaba a
conocerme en profundidad porque yo no lo permitía acepto mi parte de
responsabilidad (aunque tampoco parecían ellos muy interesados en
conocerme)…pero había una tercer Mariela, esa que yo quería ser y no podía, esa
que no tenía el coraje de dejar salir; esa que imaginaba como una mujer fuerte,
segura de sí misma, sensual, sexual, que se quería a sí misma como para
plantarse y ser quién era sin adaptarse a lo que se esperaba de ella, valiente,
conquistadora, una que lograba todo lo que quería, que se daba a respetar…a
veces, en arranques llegaba a cumplir alguno de los puntos de ese yo ideal y daba
algún paso hacia la que quería ser pero nunca los cubría todos y me generaba
mucha decepción no ser capaz de lograrlo.
El resto de la noche estuvimos bailando las cuatro, supe que la chica se llamaba
Carla y hasta hoy no recuerdo si G. se fue con ella o con nosotras del baile, no lo
registré en mi memoria, quizás por haberme ido del boliche en un estado de limbo
causado por el alcohol. Lo que si recuerdo claramente es que cuando hablé con
G. más tarde me contó que Carla estaba casada con un hombre desde hacía
años. Me enojé pensando que era la típica historia de la mujer casada que va a los
boliches gay buscando una mujer para tener un trío. Ciertamente no tenía porque
molestarme tanto me decía a mi misma tratando de apelar a mi parte racional. De
hecho me molestó mucho mas a mí que a G., ya que G. y Carla siguieron
viéndose y se convirtieron en pareja, con esa situación de estar Carla casada y a
pesar de que le dijo desde el primer momento que no iba a divorciarse del esposo.
Mi forma de pensar en ese entonces era mucho mas rígida que hoy en día, con el
correr del tiempo aprendí que no todo es blanco o negro, que hay matices de gris
entre medio y muchos, no un solo gris. El tiempo me ha enseñado a que no todo
es lo que parece, pero en aquel momento esta situación de G. con Carla, esta
pareja, me provocaba todo tipo de sentimientos encontrados: desconfiaba de
Carla un montón, no podía entender como podía G. manejar que estuviera con ella
y después estuviera con el esposo…la sola idea de que mi pareja fuera a su casa
a acostarse con un tipo me resultaba totalmente insoportable, durante un buen
tiempo seguí convencida de que Carla en algún momento le iba a proponer a G.
el tema del trío para incluir al esposo en la historia.
Cuando Carla comenzó a frecuentar mi casa, en compañía de G., ya que si G.
quería esa relación para ella para mi estaba bien y lo respetaba, además que en
verdad se veía feliz y yo no había visto así a mi amiga antes, tan contenta y tan
entusiasmada, al tratarla mas a Carla fui viendo que no, que no había nada de
historia de trío o similar, que ella sentía natural tener a su esposo y a una mujer al
mismo tiempo aunque yo no podía entenderlo por mas vueltas que le diera, pero lo
cierto es que al pasar tiempo con ella, compartir conversaciones, ver películas, o
ver The L Word que yo bajaba en la computadora, ir a bailar, a comer fuera, en fin,
todo lo que hacen dos parejas de mujeres que son amigas, la fui conociendo más
y en ese conocerla más me di cuenta que me sentía cómoda con Carla, de hecho
me gustaban muchas cosas de ella no físicamente hablando sino de su
personalidad, algunas las que había visto la primera vez en ese baile como la
seguridad, otras que fui conociendo a medida que la trataba como las ganas de
superarse, estudiar, trabajar, progresar, su sentido del humor, su forma de ser
positiva, la picardía, el que se permitía hacer lo que sentía sin censurarse, como
disfrutaba de las cosas de todas las cosas con esas contagiosas ganas de vivir,
los detalles y el cuidado que tenía con G. como pareja, como escribirle una
preciosa nota para calmarla cuando estaba celosa, o preparar un viaje sorpresa
porque G. no tenía dinero para irse de licencia, o encargar una torta de
cumpleaños erótica para festejarle el cumpleaños. Por mucho que me resultara
imposible de entender como Carla podía tener tantos detalles tan hermosos para
con su pareja y no tener intención de divorciarse del marido, en algunos
momentos pensaba que me gustaría a mí tener una pareja así de cuidadosa y
detallista.
Entre tantas cosas que pasaron en esos años recuerdo una en particular, cuando
Carla encargó esa torta erótica me pidió que fuera a buscarla porque festejamos el
cumpleaños de G. en mi casa y A. me acompañó a buscar la torta y en un
momento no sé a santo de qué me dice “Tú lo que necesitas es una mujer como
Carla”. Es increíble como a veces lo que están a nuestro alrededor ven cosas a las
que nosotras estamos totalmente ciegas, porque no podemos o porque no
queremos ver.
Trate siempre de que no se me notara que me gustaban tantas cosas de Carla,
por respeto a A., por respeto a G., porque como yo soy no me iba a permitir nada
mas que un trato de amistad. Pero lo cierto es que me gustaba cada vez mas
compartir tiempo con Carla cuando se daba la oportunidad. No pensaba nada de
corte erótico en ese momento, solo que me gustaba cómo ella era y la
comunicación que teníamos. Era tan fluido, tan fácil, lo pasaba tan bien
conversando con ella. Soy naturalmente observadora y a ella le prestaba mucha
atención a lo que contaba, a cómo lo contaba, de hecho cuando nos reuníamos
las cuatro conversábamos mucho entre nosotras dos porque A. no se integraba
mucho y G. no recuerdo que hablara mucho tampoco o por ahí es que yo no le
prestaba atención. Carla contaba de sus aventuras con mujeres, de cómo el
marido había sido quién se había dado cuenta de que a ella le gustaban las
mujeres, de épocas en que se veía con varias al mismo tiempo, que no se iba a
divorciar del marido porque así todo estaba bien, que siempre que se había
relacionado con una mujer le había dicho esto mismo que estaba casada y no iba
a divorciarse…contaba muchas cosas, pienso que porque se sentía cómoda
conmigo y porque aún cuando yo no lo entendiera nunca me puse en una posición
de juzgarla lo que quería era poder entenderla. Escuchándola, observándola, fui
viendo algo que ella no podía ver, algo que estaba para ella en una enorme zona
ciega. Y un día en una previa a ir a bailar, un trago de por medio, le solté esto que
veía sin mucho tacto. Le dije “tú un día vas a dejar a tu marido porque te estás
engañando en esta historia, tú eres totalmente lesbiana…sos una lesbiana que
accidentalmente está casada con un hombre”. Carla se rió, me dijo que no, que
me equivocaba, dijo alguna cosa mas que sinceramente no recuerdo, si recuerdo
que eran argumentos para explicarme el porque iba a seguir casada, argumentos
con los que estaba tratando de convencerse a si misma mas que a mí, esa fue la
sensación que tuve así que me callé. Eran tan evidentemente claro para mí que
esa dinámica de Carla con un esposo y una mujer o mujeres en paralelo no podía
sostenerse, por más que por ahora el marido no viera a las mujeres como
competencia aunque lo eran y claramente lo eran, porque Carla no me contaba
que hubiera habido otros hombres en su vida. Yo veía que en algún momento
Carla iba a buscar en las mujeres algo más que sexo o una relación paralela, pero
Carla no estaba pudiendo o no estaba queriendo verlo. Cuando algo es
demasiado grande y nos va a exigir muchos cambios en nuestra vida suele
aterrarnos y lo que tendemos a hacer es taparlo, ocultarlo, no aceptarlo, cegarnos
totalmente y contarnos muchas historias que realmente resultan más que creíbles
para sostenernos en un área conocida y confortable.
Carla era para mí tan fácil de ver, tan fácil de tratar, me era tan cómodo congeniar
con ella, tan fluido el conversar y compartir cosas, teníamos tanto en común
aunque no lo pareciera a simple vista, que en cierto punto de cómo se venía
dando esta relación de amistad comencé a cuidarme en el cómo me acercaba a
ella. En algún lugar de mi mente y no se en que momento pasó comencé a sentir
que podía ser peligroso para mí acercarme mas allá de cierto punto a Carla
sintiéndome tan cómoda. A. le tenía muchos celos y cada vez que podía me
largaba algún comentario al respecto pero al mismo tiempo hacía cosas que yo no
podía entender como querer jugar en el boliche cambiando pareja de baile para
terminara bailando con Carla. Nunca le seguí esos juegos a A. porque cuando
salíamos a bailar estaba de por medio el hecho de que yo tomaba y no me tenía
confianza a mí misma porque alguna vez, estando con un poco de alcohol encima,
viendo bailar a Carla, había pensado en que pasaría si la besara. Existía esa
tensión latente en mis sentimientos y yo no quería averiguar que podía llegar a
pasar, desde lo racional no quería que pasara nada, no tenía esa intención con
ella, un enorme cartel de PARE sumado ahora al de PELIGRO estaban
destellando en mi mente bien rojos. El hecho que estuviera ella casada con un
hombre ya era para mi inadmisible aún cuando estuviera yo soltera, además de
eso yo estaba en pareja en una pareja que respetaba y quería que funcionara y
ella era la pareja de mi amiga.
Una noche fuimos las cuatro a un sex shop para conocer, estábamos festejando el
cumpleaños de G. y se nos dio por hacer una incursión por una de estas tiendas,
fue muy divertido en principio, G. tomaba los consoladores y fingía ser un
rinoceronte, había cosas que eran ridículamente grandes como para ser usadas,
en un momento Carla se puso a insistir para alquilar una película porno lésbica
para ver juntas…me negué de inmediato porque cuando lo propuso mi
pensamiento instantáneo fue “si veo una película así contigo te parto al
medio”…era uno de esos momentos en que esa faceta de mí, esa tercer Mariela
que no dejaba salir a al luz porque me daba temor se escapaba de mi control. Las
otras dos, A. y G., encantadas con la idea, se pusieron pesadas en el sex shop
con el tema de la película, hasta se pusieron a ver títulos y desistieron porque me
enojé bastante y me puse firme…traduje en enojo lo que resultaba ser miedo a mi
propia reacción, estaba mas enojada conmigo misma que con ellas, enojada por lo
impropio de ese pensamiento que se había zafado de mi férreo control. Obvio que
no podía explicar las verdaderas razones de mi enojo a ninguna de ellas porque
no quería ni explicármela a mí misma, mi pensamiento era zafar de algo que podía
resultar un peligro. Esa fue la primera vez que tuve un pensamiento claramente
erótico con Carla ¿o quizás la segunda?.
El tiempo sigue su curso, la relación entre G. y Carla duró algo así como dos años
si mal no recuerdo y en un momento terminó…según G. porque Carla tenía a otra
desde hacía meses y que le había mandado a ella mensajes que eran para la otra
y así fue que había descubierto el engaño. Fue algo raro para mí porque a esas
alturas había cambiado mi opinión sobre que Carla fuera una jugadora, y ahora
pasaba esto, por otra parte suponiendo que Carla fuera una jugadora ese tema de
mandar un mensaje equivocado no podía haber pasado nunca porque estaríamos
hablando de una mujer acostumbrada a jugar a varias puntas y sería una boluda
total si se le zafaba tremendo detalle. G. no paraba de repetirme que la había
estado engañando todo el tiempo, que había jugado con ella a propósito, que
capaz había habido otras antes, que Carla jugaba con todas las mujeres, que se
regodeaba lastimándolas, que no amaba a nadie, que tampoco quería al
marido…Carla había pasado de ser el amor de su vida a una versión de la bruja
mala corregida y aumentada. G. se puso muy mal de ánimo, muy deprimida, todo
el tiempo dándole al mismo tema, sin querer salir y yo estaba super enojada con
Carla, me sentía defraudada, traicionada porque había llegado a querer creer que
ella si iba a ser capaz de esa historia de estar con el marido y con G. sin
lastimarla, pero al mismo tiempo había algo que no me cerraba en todo este
asunto.
Confío en mi instinto y cuando algo no me cierra, generalmente es porque alguna
parte de la historia se estaba perdiendo. En esta historia no me cerraba era que
Carla se siguiera preocupando por cómo estaba G. con el paso de los meses y
hasta de años, porque como G. al principio no le quería hablar, me llamaba a mí
para saber de ella. Una mujer que está con otra solo por joda y sexo no haría eso,
mucho menos si ya tenía una sustituta, menos aún cuando pasan meses del tema.
La preocupación era auténtica, Carla me pedía que estuviera cerca de G., que la
apoyara, que la ayudara…me pedía que hiciera lo que ya estaba yo haciendo
como siempre hice mientras G. y yo fuimos amigas.
Mi enojo con Carla tardó bastante en diluirse, he de confesarlo. Si embargo, por
muy enojada que estuviera, no podía evitar comparar en mi mente una actitud con
la otra y sentía que G. quería en algún punto que Carla fuera infeliz para que
pagara su culpa, no es que lo dijera en palabras de esta manera que yo lo expreso
pero no era necesario, yo lo percibía por comentarios o frases sueltas y por otro
lado Carla estaba preocupada por G., se sentía mal por haberla lastimado y
realmente quería que G. superara ese rompimiento y que fuera feliz, seguía
cuidando de ella cuando ya no eran nada, eso hablaba muy bien de ella.
Después que G. y Carla rompieron, dejé de ver a Carla. La comunicación pasó a
ser por teléfono, donde hablábamos mayormente de G. o por e-mail y ahí no solo
hablamos de G., sino que a lo largo del tiempo Carla me iba contando cosas de su
vida, de sus trabajos, de lo que iba estudiando al mismo tiempo que trabajaba
pese a lo complicado de sus horarios, de donde daba concursos queriendo
cambiar de trabajo para progresar, supe como iba progresando y
superándose…esa ganas de vivir que vi en ella desde la primera vez estaban tan
presentes en todo momento de su vida, esa fuerza para llegar donde quería me
encantaba. A veces me preguntaba porque me contaba esas cosas a mí, me
gustaba que lo hiciera y me gustaba no perder el contacto, pero me resultaba
también raro porque no habíamos llegado a formar una amistad tan cercana y eso
fue por mi causa, por la barrera que yo misma puse. Evidentemente la comodidad
que existía cuando nos tratábamos en persona persistía para que a ella le surgiera
contarme cosas de su vida. En momentos pensaba que me gustaría hacer el
intento de tener una amistad más cercana, sentía que podía ser muy positivo para
mí, pero sabía que eso seguía representando un peligro. Mi vida era un total caos
en esos años y no pasaba de ser un pensamiento el querer tener una amistad más
cercana con Carla.
La relación con A. en lugar de crecer parecía destinada a decrecer cada año que
pasábamos juntas, en lugar de afianzarse con la convivencia surgieron cosas más
jodidas que el que fuéramos muy diferentes en carácter, esa era quizás el menor
de los obstáculos. Sumada esta complicada relación de pareja se sumaba una
difícil relación con mi familia y un trabajo cuyo ambiente era bastante hostil y
enfermizo por mi incapacidad para poner límites, todo eso se fue sumando año
tras año en un auténtico cóctel molotov que minó mi salud primero llegué a
enfermarme seriamente del estómago, mi mente mas tarde cuando llegó una
depresión de la que me costó salir…fueron años muy duros y en cierto momento
de esos años llegué a pensar que no lo superaría. Que no iba a poder salir de la
depresión. Cada día me sentía mas lejos de la mujer que hubiera querido ser y en
ciertos momentos me miraba al espejo y me preguntaba quién era esa mujer
cansada, triste, agobiada que me miraba o me preguntaba por qué no era capaz
de reaccionar y mandar a todo y a todos al diablo de una buena vez, que era lo
que sentía que se merecían. Quizás el principal problema residía en mi propia
incapacidad de plantarme y darme el valor que tenía.
La última vez que hablamos por teléfono con Carla fue porque yo estaba enojada
con G. porque ella había tomado distancia de mí sin darme mayores explicaciones
y se lo conté a Carla por e-mail. Entonces ella hizo sus averiguaciones porque
para entonces G. ya había vuelto a hablarle y me llamó para contarme que G.
había tomado distancia porque había decidido ser heterosexual y temía que yo la
juzgara por ese punto o que no quisiera ser más su amiga y que entonces se
había distanciado para no tener que contarme. En esa misma conversación, en
algún momento y no recuerdo el porque surgió, si por un comentario o porque yo
le pregunté algo, Carla me contó que se había divorciado, que yo no había estado
equivocada en lo que le decía antes…mientras me lo contaba pensé que me
gustaría estar libre para ser su pareja. Ya Carla estaba con otra mujer, la
“causante” de que se separara de G. y se oía feliz y enamorada así que ese
pensamiento se disolvió a escasos minutos de haber surgido.
Después de esa charla la conversación se espacio todavía más porque Carla ya
no tenía computadora, y finalmente desapareció. La supuse feliz en su relación
con esta mujer, y por dentro tenía la satisfacción de que lo que había visto de ella
como persona era cierto y que mi predicción de que se divorciaría se había
cumplido. La vi a Carla con esta mujer una vez, en Kronos…Carla parecía muy
enamorada, las miré de lejos por un rato, hacía mucho que no veía a Carla y
seguía teniendo todo eso que me gustaba en ella, no me acerqué a saludarla
porque no quería conocer a la mujer que estaba con ella. Un tiempo después las
volví a ver en Il Tempo y esta vez no pude hacerme la tonta porque A. la vio
también y quiso ir a saludarla, así que conocí a su pareja y seré mala pero no me
gustó para ella.
En tanto la relación de Carla parecía ir muy bien y progresar, mi relación con A. se
terminó, ya había terminado de hecho sin que ninguna lo dijera cuando el sexo
desapareció después de que empezara con las dudas sobre su sexualidad hasta
que se declaró heterosexual pero a pesar de esta declaración, un día me decía
que quería que siguiéramos e intentáramos estar juntas igual porque ella podía
elegir ser lesbiana y al otro cambiaba de parecer y me decía que yo merecía otra
cosa, al tercero sugería que siguiéramos juntas pero que buscara una relación
paralela, fueron meses de idas y venidas que no definían nada pero si lastimaban
mucho.
Allá por Enero del 2012 fui yo quién pude terminar la relación de palabra, darme
mi justo valor, entender que no merecía estar prisionera en este juego de “te
quiero pero no te quiero pero quiero estar contigo pero a la vez ser libre”, pude
verbalizar el final porque hasta ahora solo ella había hablado alguna vez de
romper la relación sin concretarlo definitivamente, pude dar ese final después de
hacer el clic de que el milagro que yo esperaba nunca se daría. Ni A. se iba a
convertir en la mujer que yo quería en mi vida ni yo iba a ser nunca la persona que
A. necesitaba ya que seguía siendo yo mujer y lesbiana, A. quería ahora a un
hombre en su vida y esa relación, nuestra relación, en verdad había fenecido
hacía mucho tiempo atrás, era algo de tenía que aceptar, como tenía que aceptar
que por ahí A. nunca me había querido. Este fue un hecho fue muy fuerte y
doloroso en su momento para mí.
Seguimos conviviendo después de esa conversación en que mi cabeza al fin le
puso punto final a la relación de pareja a través de la palabra, en una situación
que distaba de ser la ideal, la de ex pareja que intentaban ser amigas y convivir,
yo no tenía fuerzas para dar el paso de separarme, me sentía perdida, paralizada,
no sabía que hacer o cómo seguir con mi vida esa era la verdad. Durante muchos
meses tuve el corazón roto, destrozado, no quería saber nada de tener otra
relación, estaba muy enojada con todas las mujeres en general, mi discurso es
que todas las mujeres querían a una mala persona que las hiciera sufrir y no las
respetara a su lado para estar conformes…creo que le pasa a todas esto de tener
pánico de sufrir nuevamente y de contarse muchas cosas negativas para no caer
en la tentación de relacionarse con alguien y volver a sentir. Estaba paralizada sin
saber cómo manejar esta situación, sintiendo dolor, rabia, decepción, pena y
mucho enojo, un enorme enojo conmigo misma por lastimarme a mi misma de esa
forma esperando un milagro, por haber dejado que ella me lastimara.
Hacia mitad del año pasado hice el segundo clic al pensar que no era justo que yo
no lo intentara nuevamente…que por muy dolida que estuviera, este fracaso tenía
que servirme cuando menos para saber que cosas no volver a hacer o que cosas
no volver a aceptar. Creo que lo principal fueron las palabras de buenas amigas
que me dijeron que me merecía ser feliz. Después decidí concentrarme en pensar
qué cosas me harían feliz, que cosas quería yo, Mariela…o mas bien no yo, no
esa que estaba siendo en ese momento, sino lo que querría esa Mariela 3, esa
que no permitía que surgiera e hice una lista de cómo quería que fuera mi pareja y
que tipo de relación quería…lo ideal pidiendo hasta el último detalle. Porque si ni
siquiera sabía que quería me iba a ser muy difícil encontrarlo. Se dice que el que
no sabe lo que busca encuentra lo que no quiere y yo sentía que eso me había
pasado hasta ahora. No solo no sabía lo que buscaba sino que tampoco sabía
muy bien quién era, así que hecha la lista, me tomé el resto del año para
conocerme mejor, para sanar heridas y acercarme a la que quería ser.
Continuará…
Continuará…
Mariela
Relatos Lesbicos
Enero 2014