WOLGEMUTH, Robert. Mentiras Que Los Hombres Creen
WOLGEMUTH, Robert. Mentiras Que Los Hombres Creen
WOLGEMUTH, Robert. Mentiras Que Los Hombres Creen
E lladoctor David Swanson fue mi pastor por más de doce años. En el 2003 tuve
alegría de presidir el comité de nominación que invitó a David, junto con
su esposa Leigh y sus tres hijos, J. D., Alex y Kaylee, a venir a nuestra iglesia en
Orlando. Dijeron que sí.
En el 2015 me casé con Nancy Leigh DeMoss y me mudé de Florida a
Michigan. Sin duda, enfrenté muchos cambios, pero el más difícil fue
despedirme de David. Sí, él era mi pastor y un expositor brillante y apasionado
de la Palabra de Dios. Además, dirigía con fidelidad y valor el rebaño
conformado por la congregación de esa iglesia.
Sin embargo, lo que más valoré en David fue su disposición de ser mi amigo,
de acompañarme (él mismo solía llamarse mi «copiloto») durante la valiente
lucha de mi esposa con cáncer de ovario en etapa IV. David estuvo literalmente
disponible cada minuto de cada día cuando lidié con las dificultades de enfrentar
la inminente muerte de Bobbie, el agotamiento de ser su cuidador principal
(tarea que tuve el privilegio de asumir), y luego despedirla para que fuera al cielo
después de casi cuarenta y cinco años de matrimonio y treinta meses de batalla
valiente.
Este es un libro sobre la verdad, de la que David es un paradigma. Una y otra
vez lo demostró de pie en el púlpito o frente a humeantes tazas de café. Lo
demostró cuando era necesario decir la verdad, fuera conveniente o no. Me
encanta esto respecto a él.
Por eso, mi más profundo agradecimiento es para David Swanson… pastor,
precioso hermano, confidente y, sí, copiloto.
Este libro está dedicado a él.
CONTENIDO
CUBIERTA
PORTADA
ELOGIOS
A DAVID SWANSON
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS
CAPÍTULO UNO: CRUZA EL PUENTE CUANDO LLEGUES A ÉL
SEGUNDA PARTE: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN
CAPÍTULO DOS: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DE DIOS
1. «Dios no es muy diferente a mí».
2. « Dios no participa en los detalles de mi vida, ni le preocupan».
3. «Puedo ganarme el favor de Dios».
4. «Hay muchos caminos que llevan a Dios».
5. «¿Iglesia? Puedo tomarla o dejarla».
CAPÍTULO TRES: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DE SÍ MISMOS
6. «No soy responsable por mis acciones».
7. «El placer y la diversión pueden satisfacerme».
8. «Soy el amo de mi propio destino».
9. «Los verdaderos hombres no lloran».
10. «No necesito amigos varones».
CAPÍTULO CUATRO: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL PECADO
11. «Lo que otros piensen importa más que lo que realmente soy».
12. «Si tengo buenas intenciones, eso basta».
13. «Mi pecado no es realmente tan malo».
14. «Dios no me perdonará por lo que he hecho».
15. «Puedo ocultar mi pecado secreto, ya que soy el único perjudicado».
16. «La santidad es aburrida».
CAPÍTULO CINCO: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DE LA
SEXUALIDAD
17. «Un poco de pornografía no hace daño».
18. «Lo que mi esposa no sabe no la perjudica».
19. «Si experimento atracción por el mismo sexo, debo buscar una relación
homosexual».
20. «Tengo necesidades sexuales que mi esposa no puede satisfacer».
CAPÍTULO SEIS: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL MATRIMONIO
Y LA FAMILIA
21. «El amor no requiere palabras habladas».
22. «Se supone que mi esposa debe hacerme feliz».
23. «No tengo lo que se necesita para dirigir mi hogar. Puedo dejarle ese papel a
mi esposa».
24. «No tengo que crecer».
25. «Si disciplino a mis hijos, se rebelarán».
CAPÍTULO SIETE: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL TRABAJO Y
LA RIQUEZA
26. «Ganar más dinero me hará más feliz».
27. «Cómo gasto mi tiempo es asunto mío».
28. «No soy responsable de proveer para mi esposa y mi familia».
29. «Mi fe y mi trabajo no se relacionan».
30. «No puedo dar más dinero».
CAPÍTULO OCHO: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DE LAS
CIRCUNSTANCIAS
31. «Tengo derecho a enojarme cuando las cosas no salen como quiero».
32. «El dolor y el sufrimiento siempre son malos».
33. «El mundo se ha ensañado conmigo».
34. «No puedo dejar de reaccionar ante ciertas personas o circunstancias».
35. «Puedo escaparme de Dios».
CAPÍTULO NUEVE: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL MUNDO
36. «El mundo es demasiado malo para traer niños».
37. «Me mido por cómo me comparo con otros hombres».
38. Con todo lo que pasa en mi vida, realmente no es posible vivir con
integridad».
39. «Se supone que ser cristiano es estupendo».
40. «Mi muerte será el fin de mi historia».
TERCERA PARTE: ANDAR EN LA VERDAD
CAPÍTULO DIEZ: CONTRARRESTAR LAS MENTIRAS CON LA VERDAD
CAPÍTULO ONCE: LA VERDAD QUE NOS HACE LIBRES
EPÍLOGO
RECONOCIMIENTOS
NOTAS
GUÍA DE DIÁLOGO
CRÉDITOS
LIBROS DE ROBERT WOLGEMUTH PUBLICADOS POR PORTAVOZ:
PRÓLOGO
En respuesta a la pregunta que planteé cuando escribí estas palabras: «Sí, los
principios bíblicos que se encuentran en la Palabra de Dios realmente abordan
nuestros problemas». Y sé esto, no solo como un autor cristiano o graduado de
seminario que esperarías que hablara de este modo, sino también por experiencia
personal como hombre de negocios, esposo y padre que ha enfrentado la vida en
el crisol de la angustia y el dolor, y que emergió totalmente convencido de que la
Palabra de Dios es verdadera.
De nuevo, en mi primer libro escribí:
Los cristianos bíblicos no viven según sus propias ideas sino explorando,
comprendiendo y usando la Palabra de Dios.
El libro que ahora tienes en la mano revela esa clara comprensión de lo que
significa absorber y aplicar la verdad de la Biblia en la incesante declaración del
susurro de Satanás: sus mentiras.
Año y medio antes de su publicación, cuando Robert identificó por primera
vez las cuarenta mentiras que abordaría en Mentiras que los hombres creen, me las
envió para que las revisara. Así es como respondí: «Estás listo para despegar sobre
cualquier pista que elijas. En serio, como sospechaba, sin duda alguna no
necesitas ayuda. Esto se ve increíble. Te aprecio, amigo, Pat».
Entonces finalizó la lista de «mentiras», las «verdades» de la Palabra de Dios
fueron elaboradas y completadas, y ahora el libro está concluido: este libro. Las
mentiras y sus explicaciones complementarias se han desarrollado.
Y con este prólogo he tenido la oportunidad de dar un giro a la hélice y poner
en marcha esta maravillosa noticia. Estoy muy contento de que hayas decidido
subir a bordo. No te arrepentirás.
Que Dios te bendiga en este viaje.
DOCTOR PATRICK MORLEY
Orlando, Florida
Septiembre, 2018
INTRODUCCIÓN
Mentir en toda
forma,
condición y
magnitud
trae consecuencias.
Y este concepto no
es nuevo. Ha
existido
por mucho tiempo.
¿De veras? ¿En serio? ¿No es interesante la frecuencia con que oímos o
pronunciamos estas palabras? Quizá después que alguien dice algo estrambótico
o dudoso.
Pero estas palabras serían completamente innecesarias si todos dijéramos
solamente la verdad. Cada vez. Todo el tiempo.
Las mentiras vienen en muchas formas y dimensiones. Las «mentiritas»
incluirían la manera en que contestamos al policía que acaba de pararnos por
supuesto exceso de velocidad. «No, señor, no tenía idea de que iba más rápido
que el límite de velocidad».
O podrían ser embustes como mentir respecto a una aventura.
Pero mentir en toda forma, condición y magnitud trae consecuencias. Y este
concepto no es nuevo. Ha existido por mucho tiempo.
Tal vez no te sorprenda que la columna vertebral y el fundamento de este libro
sea la Biblia. Encontrarás aspectos y relatos bíblicos incluidos de principio a fin.
La Biblia nos habla de mentiras que los hombres creyeron hace mucho tiempo…
y que aún creen hoy día. Haremos nuestro mejor esfuerzo por identificar algunas
de esas mentiras, enfrentarlas y eliminarlas.
¿CUÁLES SON ALGUNAS DE LAS PRIMERAS MENTIRAS
ENCONTRADAS EN LA BIBLIA?
De las mentiras que hablan las Santas Escrituras, ¿cuáles son las más atroces? ¿Las
más dañinas para quienes las creen?
He aquí una para empezar:
No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios (Gn. 3:4-5).
Fue como si el Señor estuviera diciéndole a Adán: «Este lugar es tuyo. Disfruta
de todo… menos de ese árbol allí. Es agradable a la vista y su fruto es delicioso,
pero mantente lejos de él. Si me desobedeces, será tu fin».
La primera mentira atroz es que tenemos la capacidad de ser como Dios.
Y he aquí otra:
Dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al
cielo; y hagámonos un nombre (Gn. 11:4).
Aunque sabía lo que debía hacer y quería hacerlo, Pablo se veía impotente para
hacer lo correcto. Se encontraba indefenso, aparte del poder del evangelio y del
Espíritu habilitante de Cristo. Igual estamos tú y yo.
PAGAR EL PRECIO (LITERALMENTE)
Cuando era estudiante universitario me presentaron «la oportunidad de mi
vida… una posibilidad de ganancia demasiado buena para ser cierta».
Como era de esperar.
Durante las cortas vacaciones de Acción de Gracias me topé en mi iglesia local
con «Jenny», una compañera del liceo. Su padre era líder de una iglesia y
contador público certificado muy respetado en la ciudad. Cerca de la entrada de
la iglesia, después de adorar, Jenny me informó.
La «oportunidad» implicaba comprar y vender bonos de ahorro de los Estados
Unidos y hacer circular una carta en «cadena». «¿Es legal esto?», pregunté. «Sí —
me aseguró ella—, ya que la carta real no usa el Servicio Postal Estadounidense.
Papá dice que es totalmente legítimo».
Recuerdo haber pensado: Parece sospechoso, pero si el papá de Jenny dice que está
bien, debe estar bien.
Tras pasar por alto mi buen juicio (mi mente ansiosa le hizo caso omiso a mi
corazón vacilante) invertí $37.50 en comprar la carta, fui al banco y compré dos
bonos estadounidenses de ahorro a $18.75 cada uno (a nombre del individuo en
la parte superior de la lista en la carta)… otros $37.50. Ahora estaba metido en
esto con un importe de $75. No mucho dinero hoy día, pero para un estudiante
universitario a finales de la década de los sesenta… una gran fortuna.
Al ingresar al
dormitorio
le conté a mi
compañero
de cuarto lo que había
hecho. Su rostro era
una
mezcla de escepticismo
y asombro.
A la tarde siguiente volví a mi universidad. Al ingresar al dormitorio le conté a
mi compañero de cuarto lo que había hecho. Su rostro era una mezcla de
escepticismo y asombro.
«¿Es legal esto?», preguntó Steve. «Claro», respondí, tomando prestada la
confianza de Jenny.
Unos días más tarde vendí mi carta en cadena y bonos de ahorro a dos
compañeros de clase igualmente crédulos.
El proyecto se extendió por nuestro campus como un maremoto. En menos de
una semana, más de un centenar de varones universitarios inocentes, ansiosos (e
igualmente con poco dinero) se habían sumado. En unos días más, hombres de
otras universidades a poca distancia de la mía se enteraron de la oportunidad
(artimaña) y se incluyeron.
Una semana más tarde, después de dos severas advertencias de nuestro decano
de estudiantes, incluida la amenaza de expulsarme, fui de puerta en puerta en
cada pasillo de la residencia de varones y les supliqué a los muchachos que
detuvieran la carta en cadena. Algunos, incluso mi cauto compañero de cuarto,
habían quedado atrapados con una pérdida financiera.
«¿Cuánto perdiste? —le preguntaba a cada varón que se había tragado la treta
—. El decano me ha pedido, me ha ordenado, que les diga que no traten de
vender sus cartas».
Estos hombres no estaban contentos. Así que, registrando cada una de estas
pérdidas en una libretita en espiral, prometí reembolsarles su dinero. Trabajando
en construcción el verano siguiente envié a estos sujetos miles de dólares
duramente ganados para ayudarles a recuperarse de mi estupidez.
Al igual que Adán, yo sabía (al menos sospechaba fuertemente) en mi corazón
que lo que estaba haciendo era malo. Nadie me había engañado. Mis ojos
estaban bien abiertos. Más tarde solucionaré esto, pensé ingenuamente.
Por supuesto.
PENSAR CONSCIENTEMENTE, PLANEAR DESCUIDADAMENTE,
ACTUAR INSENSATAMENTE
El marido de Eva sabía que no debía comer del árbol. Si pudiéramos haberlo
llevado aparte en ese momento dramático, y le hubiéramos entregado un examen
sobre la ética de comer el fruto, habría superado la prueba. Pero cuando Eva le
ofreció ese primer mordisco, el hombre falló.
Tú y yo nos enorgullecemos a menudo de la claridad de nuestro pensamiento.
Parece que hacemos análisis desapasionados, que con cuidado construimos
elaborados escenarios como piezas de rompecabezas. Esta afirmación lleva a esa
afirmación, lo cual nos lleva a la siguiente afirmación. Y a la próxima.
A primera vista, esto parece algo bueno. El problema viene cuando las
decisiones deben tomarse en el momento, y nuestra imprudencia nos empuja a
hacer caso omiso a lo que en nuestros corazones sabemos que es correcto. Y
verdadero.
ACTUAR AHORA MISMO, ESCUCHAR DESPUÉS
Cuando David vio a Betsabé bañándose, no olvidó la prohibición de Dios contra
el adulterio (más sobre David y Betsabé después). Creyendo que su posición
como rey le proporcionaría lo que iba a necesitar para «solucionar esto después»,
hizo caso omiso a la ley de Dios y al pinchazo de su conciencia, y se acostó con la
mujer.
Cuando tú y yo somos
víctimas de mentiras,
es más probable que
la razón sea orgullo y
menos probable que
sea ingenuidad. En el
momento creemos saber
más que Dios. Sabemos
en
nuestro corazón y nuestra
conciencia lo que es
correcto, pero preferimos
lo que es incorrecto.
¿Te preguntas si el rey pudo olvidar esta horrible farsa en las semanas
siguientes? En realidad, dada la disposición de David de usar su poder para
abusar de la esposa de su prójimo, y luego para cubrir el hecho haciendo asesinar
al esposo, pareciera que hizo bien las cosas. El orgulloso y fácilmente distraído
rey se ocupó de sus deberes reales. Estuvo ocupado, atareado, ajetreado.
Entonces, un día, el profeta Natán le arruinó la fiesta al enfrentarlo con la
verdad.
Una vez que David supo que lo habían descubierto, lo abrumaron emociones
(que en primera instancia debieron haberle gritado). Una lectura de Salmos 51
muestra un mural de tamaño natural del profundo arrepentimiento de David
por haber tomado una mala decisión (en realidad, dos malas decisiones).
Cuando tú y yo somos víctimas de mentiras, es más probable que la razón sea
orgullo y menos probable que sea ingenuidad. En el momento creemos saber
más que Dios. Sabemos en nuestro corazón y nuestra conciencia lo que es
correcto, pero preferimos lo que es incorrecto.
A veces creemos la mentira de que Dios no se enterará de lo que hacemos. En
ocasiones creemos la mentira de que a Dios no le importará. Invariablemente
creemos la mentira de que de algún modo el asunto se solucionará, por lo que
seguimos adelante y hacemos lo que queremos hacer.
De regreso al huerto, Adán sabía que a Dios no le agradarían sus acciones, y
que él y Dios no estaban de acuerdo; tal vez en ese momento Adán fue tan necio
como para creer que su comportamiento era correcto y que el de Dios era
incorrecto… o al menos que podía seguir adelante con esa decisión
desobediente, que podía salir del lío, y que Dios comprendería y lo perdonaría.
Jesús, quien es la
Verdad, ha prometido
no solo revelarnos la
verdad a ti y a mí,
sino
darnos las fuerzas
para obedecer.
En los capítulos que siguen reflexionaremos en las clases de mentiras que los
hombres creen. A medida que leas, por favor, no pierdas de vista la razón de por
qué somos susceptibles a creerlas. El origen del problema es el orgullo. Nos
consideramos serios y en control. Nos creemos más sabios que el Dios que
planeó todas las cosas desde el principio hasta el final. Pensamos que podemos
ver el futuro, desobedeciendo a Dios y creyéndonos a nosotros mismos.
Sin embargo, estamos llamados a ser soldados obedientes del reino de Dios.
Estamos llamados a caminar con Él como pastores y esposos amorosos que
tratamos de reflejar a nuestro Buen Pastor, como padres que intentamos irradiar
el carácter de nuestro gran Padre, o tan solo como hombres que simplemente
queremos vivir una vida santa. Debemos llevar cautivo todo pensamiento y toda
emoción a la obediencia a Cristo (2 Co. 10:5).
UNA VIDA DE ORTOPRAXIA
Deberían obligarnos a desechar las mentiras de nuestro padre natural, el diablo,
y aceptar la verdad vivificadora y el corazón de nuestro Padre adoptivo, Dios
mismo. Para hacerlo debemos aprender a pensar y sentir de acuerdo con la
Palabra y los caminos de Dios.
Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para
que tema tu nombre (Sal. 86:11).
«Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es lo más importante para
nosotros». —A. W. Tozer
Al aplicar esta palabra a cada escena del drama, aconteció la muerte del primer
marido de Rut. Aconteció que Booz se fijó en Rut. Aconteció que, cuando
despertó, Booz encontró a sus pies a Rut. Y de esto, finalmente aconteció el
nacimiento del rey David y en última instancia el nacimiento del mismo Jesús.
Hay mucho que aprender de la historia de Rut y Booz, pero algo que no
debemos pasar por alto es el principio que se encuentra en el dicho que expresa:
Por falta de un clavo se perdió una herradura,
Por falta de una herradura, se perdió un caballo,
Por falta de un caballo, se perdió una batalla,
Por falta de una batalla, se perdió un reino,
Y todo por falta de un clavo de herradura.[1]
VERDAD
REFLEXIONA: ¿Cuándo la palabra «exclusivo» es una expresión desagradable? ¿Por
qué hay aquí buenas nuevas «exclusivas»?
VERDAD
REFLEXIONA: ¿Por qué es importante para nosotros experimentar comunión cristiana
intencional en el contexto de la iglesia local?
CAPÍTULO TRES
Imago Dei es un término teológico en latín que significa que la humanidad está
creada a imagen y semejanza de Dios. Dos aspectos importantes son ciertos en
cuanto a esta imagen. Primero, somos diferentes de los animales. Es más, como
portadores de imagen se nos ha dado dominio sobre todas las demás criaturas
que Dios creó. Nuestro dominio debería incluir compasión y buena
mayordomía de su creación.
Segundo, ser hechos a imagen de Dios significa que reflejamos algo de la gloria
del Señor. Así como la luna refleja el brillo del sol, nuestras vidas deben reflejar
la grandeza de nuestro Creador soberano.
Entonces, ¿cómo es esto?
Me alegra que lo hayas preguntado.
EL MUCHACHO QUE SERÍA REY
¿Conoces chicos de ocho años? ¿Qué hace el muchacho promedio a esa edad?
¿Cómo eras cuando tenías ocho años?
Seis siglos y medio antes del nacimiento de Jesucristo había un niño de ocho
años llamado Josías, que vivía en la tierra de Judá y tuvo un padre y un abuelo
malvados. Estos dos hombres habían sido los reyes de su nación y abandonaron
por completo al Dios de sus padres. Buenas excusas para que Josías también
fuera un «chico malo».
Sin embargo, según muchos eruditos, Josías tenía dos armas secretas: su madre
y su abuela. Jedida era la madre del chico, y su nombre significa «amada del
Señor». Y la madre de Jedida, Adaía, también fue bendecida con un gran
nombre que significa «honrada del Señor».
No sabemos por qué estas dos mujeres estaban casadas con tales granujas, pero
los epitafios de Amón y Manasés describen a déspotas malvados.
[Amón] hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como había hecho Manasés su padre.
Y anduvo en todos los caminos en que su padre anduvo, y sirvió a los ídolos a los
cuales había servido su padre, y los adoró; y dejó a Jehová el Dios de sus padres, y
no anduvo en el camino de Jehová (2 R. 21:20-22).
Volvamos entonces al niño de ocho años. Tal vez no sea exagerado creer que la
madre y la abuela de Josías le hablaran la verdad al muchacho. Estas mujeres
amaban y honraban al Señor. Es probable que hubieran conocido la piadosa
herencia judía y las palabras del Génesis de que fueron creadas a imagen de Dios.
Entonces, en lugar de ser criado como un bribón, a Josías le pudieron haber
recordado que tenía todas las características de un rey. Y así fue que…
[El rey Josías] hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de
David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda (2 R. 22:2).
PIEDRAS VIVAS
Otro ejemplo de que esta «autoimagen es un regalo» viene del relato del Nuevo
Testamento del discípulo llamado Simón, un pescador impetuoso a quien Jesús
invitó a unirse a su grupo. Como a mitad de su ministerio de tres años, Jesús
llevó a sus discípulos a una región llamada Cesarea de Filipo en el norte de
Palestina. Fue en esta pequeña reunión que Jesús le dio a Simón un nuevo
nombre, una nueva identidad.
[Jesús] les dijo [a los discípulos]: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque
no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también
te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella (Mt. 16:15-18).
Esa mañana Simón despertó siendo un hombre común y corriente. Pero esa
noche se acostó como un hombre nuevo. Una roca. ¿Te sorprendería que este
mismo hombre, el apóstol Pedro, escribiera más adelante estas palabras a la
Iglesia, a hombres como tú y yo?
Acérquense a [Jesús], a la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para
Dios es una piedra escogida y preciosa. Y ustedes también, como piedras vivas,
sean edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales que Dios acepte por medio de Jesucristo (1 P. 2:4-5, RVC).
Abrimos
nuestras
manos en una
postura de
generosidad y
asombro.
Tú y yo no nos creamos a nosotros mismos. Tampoco nos hacemos lo que
somos. La verdad es esta: no tenemos nada que primeramente no se nos haya
dado. Por esto es que decimos «gracias» cuando nos sentamos a comer. Estamos
reconociendo que es Dios mismo quien pone la mesa, quien nos provee nuestro
pan diario. Es nuestro Padre celestial quien convierte en nutrición las cosas
muertas que consumimos. Nuestros tiempos están en sus manos. Él es el
Alfarero y nosotros el barro.
¿Qué hacemos entonces con esta verdad? En realidad, es fácil. Tomamos una
posición de gratitud y humildad. Tratamos todo lo que poseemos como regalos
de nuestro Padre celestial. Abrimos nuestras manos en una postura de
generosidad y asombro. Guardamos nuestros pensamientos y nuestras bocas,
vaciándolas de palabras pecaminosas, cínicas y críticas y llenándolas con alabanza
y acción de gracias a Dios.
No cometamos la equivocación del gran rey Nabucodonosor. No nos hemos
hecho a nosotros mismos. Alabemos a Dios por todo lo que nos ha dado.
Reconozcamos su poder, su gloria y su misericordia, recordando que Él da gracia
al humilde y a veces humilla al altivo.
Y eso es bueno.
Este no fue un hombre que controlaba sus emociones. No era tímido, reticente
ni reservado, sino abierto delante de Dios, expresando la profundidad de sus
tristezas.
La realidad es
que
a menudo es una
demostración de
nuestra debilidad
la que ahoga
nuestras
lágrimas.
Y no fue solo por un breve momento que se le nublaron los ojos a David. No
fue solo una lágrima solitaria la que escapó de sus sonrojadas mejillas. No, sus
lágrimas fueron su «pan de día y de noche». Lloró, gimió y derramó su corazón
delante de Dios, y al componer su salmo permitió que innumerables
generaciones de peregrinos se le unieran en su viaje.
Como hombres, en ocasiones tú y yo creemos que se supone que debemos
suprimir nuestras emociones, disculparnos por ellas, u ocultarlas de aquellos en
nuestros propios hogares a quienes estamos llamados a proteger. Pensamos que
tal sensibilidad deja ver debilidad. No es así. La realidad es que a menudo es una
demostración de nuestra debilidad la que ahoga nuestras lágrimas. David, un
verdadero hombre, no tenía ese problema.
¿QUÉ HIZO JESÚS?
Si eso no es suficiente para ti y para mí, pensemos en otro Hombre: el más
grande descendiente de David, Jesús. El versículo más corto de toda la Biblia aún
tiene gran efecto. Jesús había regresado ante sus queridas amigas María y Marta,
quienes lloraban la pérdida de su hermano Lázaro. Y en su Evangelio, Juan nos
dice simple y elegantemente: «Jesús lloró» (Jn. 11:35).
Y esta no sería la última vez que Jesús mostró abiertamente sentimientos
profundos.
Lucas nos cuenta que la noche en que Jesús fue traicionado:
Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas
de sangre que caían hasta la tierra (Lc. 22:44).
REFLEXIONA: ¿Te disculpas a veces por tus lágrimas? ¿En qué situaciones son una
mala idea las lágrimas de un hombre? ¿Cuándo son buenas y apropiadas?
Un amigo es alguien
que está dispuesto
a
decirnos la verdad,
aunque duela.
Salomón dirige brillantemente sus frases. No solemos pensar en amigos que
nos hieran y enemigos que nos besan. Nos desagradan las heridas y nos gustan
los besos, detestamos a los enemigos y amamos a los amigos. Sin embargo, los
enemigos pueden buscar nuestro favor por medio de adulación. Los amigos son
los que están dispuestos a arriesgar nuestra amistad hiriéndonos temporalmente
al decirnos la verdad para nuestro bien.
Imagínate un médico que siempre está sonriendo. Que todo informe que nos
da es positivo. Que alienta nuestros hábitos malsanos. Cuando estamos
enfermos, nos prescribe helado. Cuando tenemos miedo de hacernos una cirugía
nos dice que está bien que no queramos realizar el procedimiento. Ese es un
compinche, no un amigo; un propiciador, no un médico confiable.
El médico al que le interesamos de veras nos habla de nuestra presión arterial
alta. Nos advierte respecto a nuestros malos hábitos. Y nos inyecta, y si es
necesario nos opera, para que estemos bien.
Así sucede con un verdadero amigo. Sus heridas producen sanidad. Un
verdadero amigo es como un hermano, alguien que nos ama lo suficiente como
para hablarnos con precisión quirúrgica y verdad. Un hombre de quien incluso
estamos dispuestos a escuchar sus preocupaciones por nosotros. El proverbio no
es simplemente decir: «Rodéate de personas que te menosprecian. Te hará bien».
Al contrario, es decirnos que alguien que nos ama expresa verdades duras y
brinda sabiduría. En respuesta, escuchamos y agradecemos a nuestro amigo por
amarnos tan bien.
Los hombres no solo necesitamos amigos casuales, sino amigos fieles, hombres
que están más unidos que un hermano… un buen hermano. Los amigos varones
tienen mejor comprensión de las debilidades de otros hombres, de nuestros
patrones de justificación. Y pueden expresar la clase de palabras que nos
animarán más. Los hombres necesitamos amigos varones que vengan equipados
con valor y sabiduría, y un compromiso común de seguir obedientemente en la
senda de nuestro amigo más grande, Jesús.
UN AMIGO QUE ENTIENDE
Hablando de nuestro amigo, el Señor Jesús, el escritor de Hebreos nos recuerda:
«No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado» (He. 4:15).
Jesús es nuestro hermano mayor, el primogénito de la familia de Dios. Siempre
nos dice la verdad mediante su Palabra. Y su propósito para nosotros, si le
pertenecemos, es que seamos felices. Bendecidos.
Él es Dios en la carne. Pero también es hombre, igual que nosotros, excepto
que sin pecado. Y Él nos llama no solo a tener amigos como hermanos, sino a ser
amigos como hermanos. La vida es difícil. Vivir con integridad y pureza son
batallas interminables. Y como ambos sabemos muy bien, hay una guerra allá
afuera.
Tú necesitas amigos. Yo necesito amigos… amigos que no solo nos digan la
verdad, sino amigos que nos reten con la integridad y el ejemplo de sus propias
vidas. Debemos amarnos bien, tanto como para atrevernos a escuchar y expresar
verdad.
Hace poco Nancy y yo tuvimos una «cita triple» con mis dos hijas y sus
esposos (amo a estos hombres que me llaman papá). Qué momento estupendo
pasamos. Mientras nos poníamos mutuamente al día en nuestras vidas, mis
yernos hablaron de cómo tienen contacto regular con amigos varones para
estudiar la Biblia, orar y rendir cuentas. En cierto momento uno de ellos se
inclinó y dijo: «Papá, ¿quiénes son los hombres que están hablándole a tu vida?».
¡Buum!
La verdad es que cuando me casé con Nancy y me mudé a Michigan dejé atrás
a mis hermanos de rendición de cuentas. Esos pocos hombres estuvieron a mi
lado cuando Bobbie fue diagnosticada y cuando entró al cielo. Uno de ellos se
autonombraba «copiloto de Robert».
No obstante, la advertencia de mi hijo, quien me ama lo suficiente para hablar
sinceramente, captó mi atención.
Desde esa corta visita a «planeta sincero» he comenzado a reunirme con un
nuevo amigo, un hermano cristiano, en forma regular. Me hace sentir bien. Otra
vez.
Gracias a mis hijos. Qué bendecido soy de tener amigos como ellos.
¿Y tú? Si te hiciera la misma pregunta acerca de tener un amigo confiable con
quien hablar de tu vida, ¿qué dirías?
REFLEXIONA: ¿Quiénes son tus amigos más cercanos? Nombra dos o tres. ¿Qué tan
bien te conocen? ¿Te hablan la verdad? ¿Son un lugar seguro al cual acudir?
CAPÍTULO CUATRO
Ananías tenía miedo, y según parece tal vez creyó que el Dios todopoderoso se
había olvidado de algún modo quién era este hombre ciego y lo que había hecho.
Ananías se avergonzó de la gracia de Dios y no creyó que esta fuera suficiente
para un sanguinario como Pablo.
Algunos de los
fariseos creían que
eran demasiado
buenos para la gracia
de Dios. Algunos de
los publicanos creían
que eran demasiado
malos para la gracia
de Dios. Ambos
estaban
equivocados.
Por supuesto, comprendemos el dilema. Así como Jonás fue renuente a
predicar a una ciudad tan malvada como Nínive, difícilmente podemos creer que
la gracia de Dios pueda perdonar realmente a personas malas. Pero la tentación
para los hombres que no han experimentado vergüenza declarada es olvidar que
estamos de pie solo por la gracia de Dios. Nunca seremos suficientemente
buenos. Somos culpables ante un Dios santo. Erróneamente suponemos que
debido a que somos buenos tipos «merecemos» la gracia de Dios. Lo triste es que
esto niega que la gracia esté disponible para todos.
Una de las grandes quejas de los fariseos con relación a Jesús fue que era amigo
de pecadores. Sí, Jesús se acercó y estuvo en compañía de publicanos y
prostitutas. Pero lo que estos «hombres santos» pasaron por alto es que también
tenían tanta necesidad de arrepentirse como aquellos cuyo pecado era más
flagrante. Estos individuos «justos» veían sus propios pecados como algo
insignificante y poco digno de ser considerado. Se equivocaron.
Algunos de los fariseos creían que eran demasiado buenos para la gracia de
Dios. Algunos de los publicanos creían que eran demasiado malos para la gracia
de Dios. Ambos estaban equivocados.
Por tanto, la línea divisoria entre quienes reciben y quienes no reciben la gracia
de Dios no se mide por la cantidad o seriedad de los pecados cometidos. Más
bien se encuentra entre los que se han arrepentido y los que no lo han hecho. La
promesa de Dios es bastante simple:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9).
Nuestra gran
tentación
es preocuparnos más
por cómo se ven las
cosas que por cómo
son realmente.
Otro relato aleccionador de pecado oculto por dentro es el de otro individuo
llamado Ananías,[3] y su esposa Safira, que se encuentra en Hechos 5. Esta
encantadora pareja que asistía a la iglesia mostraba una fachada convincente de
generosidad, pero por dentro era codiciosa y poco honrada.
Sin embargo, esta no es solo una historia de una pareja con nombres chistosos.
Se trata del dilema que tú y yo enfrentamos todo el tiempo. Nuestra gran
tentación es preocuparnos más por cómo se ven las cosas que por cómo son
realmente.
Solo estamos a una revelación de que la verdad salga a la luz, y potencialmente
de la ruina total. Vivimos en un equilibrio precario entre lo que el apóstol Pablo
identifica como vernos bien por fuera y la verdad de lo que realmente hay en
nuestro interior.
SE CIERRA LA BRECHA
Una de mis realidades favoritas de la Palabra de Dios es que no identifica el
problema sin presentar la solución. En este caso, la falsa pretensión de un
exterior impecable y el pecado que se esconde dentro tienen una solución. Un
arreglo.
Cuando los hijos de Isaí aparecieron ante Samuel, parecía que Eliab sería
elegido rey debido a su apariencia externa. Sin embargo, Dios envió este mensaje
a Samuel:
Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el
hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 S.
16:7).
De modo que tanto nuestra justicia propia (el lado agradable) como nuestra
injusticia (el lado feo) se consideran pecado.
Ya que la confesión es buena para el alma, y que tú y yo confesamos que
tenemos estas dos personas (el ángel exterior y el demonio interior), tengo una
pregunta: ¿Por cuál de estos tipos murió Jesús?
¿Fue a la cruz el Cordero de Dios para salvar al tipo que parece bueno o al que
está siendo golpeado?
Tienes razón.
Jesús murió por ambos. ¿Por qué? Porque estos dos individuos son pecadores
impotentes con necesidad de un Salvador. Son dos caras de la misma moneda…
Y, cuando la moneda se pierde, ambos lados están perdidos.
Tú y yo lidiamos constantemente con ser auténticos: ser quienes creen los
demás que somos o ser quienes somos realmente. Recordé esto una vez cuando
un elegante presentador de noticias por televisión local se vio vergonzosamente
expuesto por su «leal» equipo de producción.
El hombre acababa de terminar su transmisión diaria y pensó que las cámaras
ya no estaban filmando. De la cintura para arriba, detrás del escritorio, el sujeto
parecía modelo de revista de moda masculina. Pero cuando salió de detrás de su
mesa de transmisión llevaba puestos pantalones cortos de baloncesto desgastados
y holgados, y chancletas.
Ese fue un momento divertidísimo «hecho para la televisión». Hasta el
presentador se rió.
No obstante, llevar una doble vida no es para nada divertido. Sabemos que
esto es cierto.
Ellos sabían que estaban violando la ley. Debieron haber imaginado que sus
buenas intenciones contaban. Pero en una dramática exhibición pirotécnica,
Dios los derribó. Los «tostó» en el acto. Inmediatamente. No los reprendió ni los
animó a portarse bien la próxima vez. No declaró: «Voy a contar hasta tres, y es
mejor que hayan corregido esto para cuando haya terminado de contar».
Tampoco expresó: «No me importa qué clase de fuego traigan delante de mí. Lo
único que me importa es que sus intenciones sean buenas». No, los mató al
instante.
En una dramática
exhibición
pirotécnica, Dios
los derribó. Los
«tostó» en el
acto.
¿Por qué? Los eruditos bíblicos han reflexionado en esta pregunta durante
siglos. Se han propuesto diversas teorías. Algunos han sugerido que los hermanos
usaron el fuego equivocado por algún motivo nefasto. Otros han especulado que,
sin saberlo, consiguieron material explosivo que se les escapó. Sin embargo, no
hay necesidad de descifrar por qué Dios hizo esto. El texto nos lo dice. Es
probable que Aarón, el padre, aturdido y quizá enojado por el mal genio de
Dios, acudiera a Moisés para preguntarle: ¿Por qué?
Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a
mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado
(10:3).
Hay una respuesta clara. Dios trata sus reglas conforme a quién es Él: santo. El
versículo termina con la apropiada respuesta de Aarón a este mensaje del Señor.
«Aarón calló».
Dios determina su ley. Determina cuán importante es. Él juzgará lo que
juzgará. Y no somos libres para convertirnos en sus jueces. Tú y yo no tenemos
derecho a indicar que Dios es demasiado exigente o que trata como algo
importante lo que carece de importancia.
No obstante, esto no significa que nuestro Dios sea cascarrabias o caprichoso,
dado a perder los estribos. La ley de Dios es clara. Es vinculante para todos. Y Él
requiere obediencia, no solo por su causa, sino también por la nuestra. La ley de
Dios siempre está diseñada para ayudarnos y bendecirnos. No suele imponernos
obligaciones onerosas. Sus reglas son una invitación al gozo. Desobedecemos
bajo nuestro propio riesgo, no solo porque lo ofendemos sino porque su ley
refleja lo mejor de cómo nos hizo.
Si me perdonas una ilustración de un perro, las reglas de Dios son algo como
pequeñas jaulas que compramos para nuestros cachorros. Por supuesto, esas
estructuras les impiden correr libres en nuestras casas o que entren al tráfico.
Pero también proporcionan un lugar seguro, libre del peligro exterior. Así sucede
con las leyes de Dios.
A veces la imagen del vaquero estadounidense se ve como el último ícono de la
libertad. Bueno, solo en caso de que te ganes la vida como vaquero, permíteme
decir rápidamente que algunos de mis amigos más cercanos son vaqueros. Pero
cuando se trata de nuestras almas, el campo abierto y vivir sin restricciones ni
cuestionamientos es realmente esclavitud. La verdadera felicidad en nuestros
corazones se encuentra en la obediencia. Al final, esto resulta en pura alegría.
Jesús, el Hijo perfecto de Dios, se sometió a las reglas de su Padre. Y como
nuestro abogado, nuestro ejemplo perfecto, Jesús estableció la norma elevada de
obediencia perfecta; el camino al cielo está pavimentado con su cumplimiento
voluntario a la ley de Dios. Y su sufrimiento fue en lugar nuestro debido a
nuestro fracaso en obedecer. El fuego de Dios eliminó a su Hijo en lugar de
eliminarnos a nosotros.
LA Nada de lo que hemos hecho nos pone fuera del alcance del perdón
total de Dios. Nada.
VERDAD
REFLEXIONA: ¿Quién da el ejemplo para el perdón? En el contexto de que Dios nos
perdona, ¿por qué es importante perdonar a otros?
¿Escribió Pedro esta carta a estas personas como castigo, o desde el corazón de
un hombre que las amaba profundamente y anhelaba lo mejor de Dios para
ellas? Sí, lo último.
¿Y era para el propio bien de ellas que las amonestaba con franqueza a fin de
que buscaran santidad delante de un Dios santo, con el más profundo respeto y
reverencia? Nuevamente, sí.
En su libro A Hole in Our Holiness [El agujero en nuestra santidad], Kevin
DeYoung resume la razón por la que debemos ansiar ser santos:
Dios es nuestro Padre celestial. Nos ha adoptado por su gracia. Siempre amará a
sus verdaderos hijos. Pero si somos sus auténticos hijos, también nos agradará
complacerlo. Será nuestra delicia deleitarnos en Él y saber que Él se deleita en
nosotros.[10]
LA Llevar una vida santa, dependiendo del poder del Espíritu Santo,
es algo maravilloso… es la senda hacia la felicidad y el gozo puro.
VERDAD
REFLEXIONA: ¿Qué significa para ti la palabra «santidad»? ¿Puedes pensar en
razones por las que la santidad personal importa?
CAPÍTULO CINCO
Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David
envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y
sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén (2 S. 11:1).
l rey respiró profundamente y miró con detenimiento alrededor de la ciudad.
E El sol empezaba a declinar en el occidente, lanzando largas sombras a través
de la ciudad que amaba. La ciudad sobre la cual reinaba. A excepción del canto
ocasional de un pájaro y el ruido de pasos de un transeúnte en los adoquines
abajo, todo estaba en silencio. Ah, cómo disfrutaba estas visitas en la tarde al
balcón del palacio.
«Todo esto es mío», susurró David para sí. «Mío», repitió.
La luz de una lámpara titilaba en una ventana allá abajo. El ojo del rey
escudriñó el marco y luego volvió a mirar.
¿Había alguien allí? Sí, una mujer.
¿Estaba bañándose? Otra vez, sí.
David llamó a un siervo que llegó al instante.
—¿Quién es esa mujer? —preguntó el rey.
—Es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo —contestó el siervo (2 S.
11:3).
El pulso de David se aceleró. Pudo haber pensado: No he estado con una mujer
en mucho tiempo. Pero ella es la hija de alguien. Y la esposa de alguien. No puedo.
Entonces debió haber racionalizado: Pero soy el rey. Nadie tiene el derecho de
impedirme este placer. Debo hacerlo. Lo haré.
Por un momento, el conflicto se intensificó. Y luego disminuyó. Prevalecieron
el placer inmediato y la necesidad de que el rey demostrara su poder e
importancia.
Al igual que esta ciudad, ella también puede ser mía.
«Ve —ordenó David a su siervo—. Tráemela».
En los momentos que transcurrían entre la orden y la llegada de la mujer a su
habitación privada, la mente del rey era un remolino. Sabía que lo que estaba
haciendo era una violación del mandamiento de Dios. Seguramente se
arrepentiría. Pero en ese instante no importaba. La pasión prevalecía.
La mujer fue llevada a la alcoba real; su mirada se encontró con la del rey. El
siervo se inclinó y salió.
La decisión estaba tomada. David conocía la ley. Estaba bien versado en cuáles
podrían ser las consecuencias. Pero en ese instante, la lógica no importaba.
Deseo intenso cubrió el pensamiento sensato. El rey resolvería eso. Siempre lo
hacía.
Y con David en el lugar de poder y autoridad supremos, Betsabé apenas tenía
alternativa al respecto.
SECUELAS DEL ADULTERIO
La mañana siguiente, Betsabé regresó a su casa. David volvió a sus ocupaciones
reales. En pocas semanas, la cita pudo haber sido un recuerdo desvanecido.
Para el rey, había trabajo por hacer, las guerras necesitaban toda su atención y
estrategia. La cita encontró un reducto en su memoria.
Entonces llegó la noticia: la mujer estaba embarazada.
La mente de David se aceleró. Sus opciones se pusieron en fila como siervos
obedientes. Y como siempre había hecho él en batalla, surgió un plan.
Entonces David envió a decir a Joab: Envíame a Urías heteo. Y Joab envió a Urías a
David (2 S. 11:6).
Sin embargo, la idea del rey terminó en tragedia. Un soldado leal pereció en el
campo de batalla. Un niño resultó muerto. El corazón del rey estaba arruinado.
Como una espantosa
tormenta
formándose
en el cielo
occidental,
esta secuencia
histórica se había
predicho.
Como una espantosa tormenta formándose en el cielo occidental, esta
secuencia histórica se había predicho.
De vuelta al Edén, cuando Eva tomó y comió el fruto prohibido y cuando,
consumido por su capacidad de racionalizar, Adán se le unió, la consecuencia fue
la muerte.
La mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos
comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis
de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis (Gn. 3:2-4).
GRATIFICACIÓN PROPIA
Volvamos al huerto del Edén, cuando Adán dio un mordisco al fruto prohibido
sabía exactamente lo que estaba haciendo. Es probable que su justificación
hubiera sido que resolvería eso más tarde. Algún día aumentaría su dominio
propio y superaría el incidente. Algún día.
Trágicamente, tú y yo aún vivimos con esta fantasía vacía de algún día. «Algún
día» nunca llega.
Antes de mudarme a Michigan en el 2015, viví en Orlando durante casi
dieciséis años. En ese tiempo, mi finada esposa y yo visitamos muchas veces Walt
Disney World y Universal Studios. Estos parques temáticos populares prometen
experiencias de deleite y asombro. Y, para la mayoría de los millones que los
visitan cada año, las promesas se mantienen, y por tanto son clientes habituales.
En esos años hubo algo que nunca vi. Ni una vez. Nunca vi a alguien (joven o
viejo) visitando solo uno de esos parques, o los cientos de otras «atracciones»
extraordinarias que presenta Florida central. Nadie, al menos que yo haya
presenciado, va a esos lugares solo. Yo tampoco iba solo. ¿Por qué es cierto eso?
Tú sabes la respuesta. ¿Verdad? El éxtasis que experimentas a solas realmente no
tiene nada de divertido.
Por ejemplo, la euforia intensa que los hombres experimentan durante la
masturbación es de corta duración. Sí, puede ser gratificante. Y, por definición,
la masturbación es algo que los hombres hacen a solas. Pero comparado con
participar de la relación sexual con la esposa a quien amas, el éxtasis que
experimentas por ti mismo es vacío. En realidad, tu mente puede llevarte a
lugares horribles en dicho momento. Una erección no tiene conciencia.
Ahora mismo, mientras lees este capítulo y, presumiblemente tienes «la cabeza
en su sitio», ¿crees que podría ser un buen momento para tomar una decisión
relacionada con qué ves y qué haces con lo que ves? Tal vez necesites un pastor
experimentado o un consejero profesional que te ayuden. Pero incluso la simple
decisión de buscar ayuda es tu primer paso para sanar de esta poderosa adicción.
[6] Este valiente paso empezará a ayudarte a tratar con tu insaciable atracción a
la pornografía.
Terminar con nuestra atracción a la pornografía no es simplemente una
experiencia grisácea de elegir una vida monástica enclaustrada. No se trata de
clavarnos las uñas en las encías en un acto de automortificación y de obtener una
sensación de orgullo por haber vencido a un enemigo traicionero.
No, no estamos alejándonos de algo peligroso con nada digno de tomar su
lugar. «Guardarte» para tu esposa vale la pena. Cuando un hombre se aleja de la
pornografía, no hay desazón ni remordimiento por haber perdido algo
maravilloso.
La pornografía, y la acción que nos impone, es un sustituto sintético para algo
mucho más maravilloso. Para un hombre casado, Dios ofrece un gozo que hace
de la gratificación propia algo tan emocionante como la montada de veinticinco
centavos en el pony de plástico en Walmart, comparada con montar la «Kingda
Ka» en el parque Six Flags en Nueva Jersey.[7]
La expresión sexual compartida en el contexto de un matrimonio monógamo
centrado en Cristo es fantástica. Eufórica. Mejor que cualquier cosa que
pudiéramos hacer solos. ¿Por qué? Porque el acto sexual es un regalo que le das a
tu esposa. No es algo principalmente acerca de ti. Esto es real. Es verdadero. Vale
la pena cambiar la gratificación propia por algo mejor.[8]
Y para un hombre soltero, la intimidad en una relación con Cristo que enfoca
energía para complacerlo y servir a otros llena con ternura y poder el vacío de
intimidad sexual no expresada.
Tengo un amigo cristiano que, como resultado de un reto de un orador en una
conferencia matrimonial, confesó a su esposa una adicción a la pornografía. Los
años que siguieron fueron dolorosos para esta pareja. Muchas sesiones con un
consejero piadoso, y aceptar tanto el pecado como el regalo de la gracia de Dios,
liberó lentamente a este matrimonio de los estragos y las consecuencias de esta
terrible adicción.
Hoy día esta pareja tiene un poderoso ministerio poco conocido para parejas
que enfrentan el mismo terror. La historia de ellos es un testimonio de todo lo
que hemos hablado en este capítulo. Si esta es tu historia, lo mismo puede
aplicarse a ti y a tu esposa.
Para un hombre casado, sea que mire pornografía y se masturbe, o que viva en
una relación adúltera, esto se describe exactamente como inmoralidad sexual. Y
la «inmoralidad sexual nos corta las alas que nos elevan hacia el gozo más
enaltecido, rico y perdurable».[9]
Esta es una realidad cruda y sin adornos. Una charla directa de un amigo. Lo
prometo. Igual que el veneno, toda clase de pornografía es devastadora para tu
corazón.
Nuestro Dios
está
redimiendo este
planeta pródigo
y haciendo todo
nuevo, incluso
a ti y a mí.
Y este debe ser nuestro anhelo para aquellos atrapados (deliberadamente o de
mala gana) en la conducta pecaminosa de la homosexualidad, o cualquier otra
clase de pecado sexual: soltar «el timón de la invención propia» y hallar libertad y
realización por medio de un encuentro con Cristo.
Cualquiera que sea el pecado con el que tú y yo estemos luchando, cuando lo
reconocemos, nos arrepentimos y lo abandonamos, podemos ser renovados por
el poder del evangelio.
No se engañen a sí mismos. Los que se entregan al pecado sexual o rinden culto a
ídolos o cometen adulterio o son prostitutos o practican la homosexualidad o son
ladrones o avaros o borrachos o insultan o estafan a la gente: ninguno de esos
heredará el reino de Dios. Algunos de ustedes antes eran así; pero fueron
limpiados; fueron hechos santos; fueron hechos justos ante Dios al invocar el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Co. 6:9-11, NTV).
Puede que no seas bueno con las palabras, pero cuando lees estas escritas por el
rey Salomón, quien debió haber sido alguna clase de amante, te recuerdan toda
la noción de que la intimidad física es una aventura encantadora y placentera, no
simplemente un momento en el tiempo.
Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo. ¿Se
derramarán tus fuentes por las calles, y tus corrientes de aguas por las plazas?
Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, y
alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus
caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre (Pr. 5:15-19).
uede que estés casado. Puede que no. Si no lo estás, quizá tengas planes. Tal
P vez no. En todo caso, mi esperanza es que este capítulo sea útil para ti o para
otros hombres que conozcas que estén casados.
CÓMO SUCEDE…
El chico ve a la chica. La chica conoce al chico. Los dos empiezan a salir, se
enamoran, y hacen planes para la boda. Captas la idea. Si estás casado, tienes tu
propia historia.
Sin embargo, esta secuencia es una construcción moderna. De vuelta a los
tiempos bíblicos, los matrimonios eran principalmente concertados. Los padres
de los chicos se reunían con los padres de las chicas. Se hacían acuerdos. El novio
conoce a la novia. Nada de caminatas tranquilas en el parque o besos a altas
horas de la noche en las sombras.
Adultos que sabían más sobre sus hijos de lo que los hijos sabían sobre sí
mismos hacían los planes. Los chicos y las chicas se enamoraban después de la
boda. A veces.
En los últimos cien años, el matrimonio en Occidente ha tomado un enfoque
diferente.
LA NUEVA MODA
Me he casado dos veces. La primera en el 1970. La segunda en el 2015.
Ambas bodas fueron acontecimientos especiales que honraron a Dios. En cada
caso me casé con una mujer que amaba al Señor. Y a mí.
Mi primer matrimonio fue con Bobbie Gardner, quien creció en la zona de
Washington, D.C., en un hogar en que el club campestre local era el santuario
elegido de fin de semana. Pero debido al fiel testimonio de un vecino cristiano
llamado Libby, Bobbie y su familia llegaron a la fe en Jesucristo.
Desde que era niña, Bobbie soñaba con casarse. Siendo joven participó como
solista (tenía una hermosa voz para cantar) o como dama de honor (o ambas
cosas) en muchas bodas. Cada una de estas confirmaba su deseo de algún día
usar el vestido blanco. Estaba llamada a casarse y lo sabía.
Mi segundo matrimonio fue con Nancy Leigh DeMoss, quien creció en una
familia donde se honraba a Dios y su Palabra. Sus padres tenían pasión por el
ministerio y, mediante varias actividades evangelísticas que realizaron en su casa,
literalmente miles de personas llegaron a la fe en Cristo.
Nancy desarrolló el mismo amor por Cristo que Bobbie tuvo, y de niña sintió
un fuerte llamado a servirlo vocacionalmente. De adulta joven sentía cada vez
más que iba a ser una mujer soltera, sin las distracciones del matrimonio y la
familia. No es que ella no fuera atractiva o que careciera de capacidades
relacionales o de oportunidades de casarse. Para nada. Nancy simplemente
quería servir al Señor, su Novio, con «su atención… no dividida» (ver 1 Co.
7:34-35).
CAMBIO DE RUMBO: VOLVER A EMPEZAR, NUEVO COMIENZO
Bobbie y yo fuimos bendecidos con casi cuarenta y cinco años de matrimonio.
Entonces, a principios de 2012 le diagnosticaron cáncer de ovario en etapa IV.
Treinta y dos meses más tarde terminó su batalla con esta enfermedad, y
delicadamente fue al cielo. El capítulo final del matrimonio terminó. Ese libro
fue cerrado.
En los meses que
siguieron a la muerte
de Bobbie, mi
corazón
fue atraído hacia
una mujer a quien
había conocido
profesionalmente.
En los meses que siguieron a la muerte de Bobbie, mi corazón fue atraído hacia
una mujer a quien había conocido profesionalmente. Conocí a Nancy una
docena de años antes y fui su agente literario durante un breve período.
Yo tenía profundo respeto por el corazón de Nancy hacia Dios y su Palabra, y
por sus habilidades en el ministerio, la escritura y el habla. Comencé a sentir
deseos de buscar una amistad con ella. Aunque Nancy era hermosa a los
cincuenta y siete, mi atracción hacia ella, además de su belleza física y encanto,
estaba arraigada en algo aún más convincente. Por presuntuoso que parezca, creo
que fue un llamado del Señor.
Me acerqué primero a Nancy en breves intercambios por correo electrónico y
luego en una conversación de noventa minutos en la oficina de un amigo. En las
semanas que siguieron, como ella lo describe, «el amor despertó» en su corazón.
Esta mujer que nunca había orado por un esposo o soñado con una boda,
comenzó a sentir que el Señor podría estar llamándola a una nueva temporada de
servicio. Una temporada de matrimonio.
Este capítulo habla de algunas de las mentiras que los hombres creen acerca del
matrimonio y la familia. Pero, antes que des vuelta a la página, me gustaría que
pienses en algo que va a parecer radical.
¿Recuerdas aquello de «la viste en medio de un salón repleto de gente»?
¿Aquello de que el chico conoce a la chica? ¿Aquello que «de todas las chicas en
el mundo te elegí a ti»?
Déjame pedirte que consideres algo más.
UNA CITA DIVINA
Aunque desde una perspectiva terrenal parece como si yo hubiera tomado la
iniciativa de desarrollar con Bobbie y Nancy relaciones que llevaron al
matrimonio, la verdad es que el Señor nos juntó providencialmente a su manera
para propósitos que eran mucho más grandes de lo que pudimos haber
comprendido en ese momento.
La primera vez fui bastante ajeno a esta «cita». Pero la segunda vez claramente
entendí que esa era obra divina. Y aunque Nancy, por no mencionar sus amigos
más cercanos y socios ministeriales, fue sorprendida por completo, finalmente el
Señor también confirmó lo mismo en el corazón de ella.
A medida que llegábamos a creer que nos casaríamos, Nancy y yo escuchamos
otro llamado distinto. Es más, independientemente de los detalles de nuestra
historia matrimonial, este llamado también viene para ti. Gary Thomas, autor
del afamado libro Matrimonio sagrado, lo expresa bien:
Dios no nos dirige a centrarnos en encontrar la persona correcta; nos llama a
convertirnos en la persona correcta.[1]
UNA VISIÓN MÁS AMPLIA
Por tanto, aunque tú y yo tengamos fotografías de nuestra boda (¿quiénes eran
esos chicos?), nuestro Padre celestial tenía en mente algo mucho más importante
que portadores de anillos y pétalos de flores esparcidos por el pasillo. Nuestra
ceremonia de bodas no consistió en vestimentas, madres sollozando, recepciones
y novios ansiosos; nuestras bodas fueron ceremonias de nacimiento.
Tú y yo estábamos dejando de lado la independencia y las múltiples opciones
que caracterizaban nuestras vidas de solteros. Nos sometíamos a algo diferente,
algo que nos negaría nuestras oportunidades de dar marcha atrás. Nuestra única
alternativa era seguir derecho. Y aún más importante que convertirnos en
esposos galardonados, al casarnos Dios estaba llamándonos a ti y a mí a amar a
una mujer y, si el Señor nos bendecía con hijos, amarlos a ellos también. Esta era
una nueva y diferente clase de grandeza.
¿CUÁL ES ENTONCES LA MENTIRA?
¿Cuáles son las mentiras en este capítulo acerca del matrimonio y la familia? Me
alegra que lo preguntes. ¿Estás listo?
Las mentiras acerca del matrimonio y la familia tienen que ver con el
cumplimiento de tus sueños más alocados de conquista y logro. Tu esposa y tu
familia (si estás casado y tienes hijos) se han incluido en tu vida como un espejo
de cuerpo entero. Están ahí para mostrarte y convencerte de que sin un Salvador
redentor eres un desastre, y que tu matrimonio está condenado a la mediocridad
en el mejor de los casos, y al fracaso en el peor. Y que tus hijos recibirán una
sentencia de por vida de crecer para ser como su padre.
No obstante, si te atreves a comprenderlo, la sorprendente verdad es que has
sido llamado a esta relación. Igual que Jesús fue llamado a la clase de humildad
que no podemos entender a fin de servir a su novia, nosotros no podemos hacer
menos.
Tu esposa y tu
familia
(si estás casado y
tienes hijos) se han
incluido en tu vida
como un espejo de
cuerpo entero.
De modo que, si esto parece una carnada, lo es. Exactamente. Lo que creímos
que iba a ser una vida de cenas íntimas y vueltas continuas en las sábanas se ha
convertido en la clase de trabajo que no habíamos emprendido antes.
Otra manera de decir esto es que el matrimonio no es un proyecto de
construcción tipo «hazlo tú mismo». Ya que me encuentro en un modo de
confesión total, admitiré que siempre me han atraído los peligros y riesgos de
hacer cosas por mi cuenta. He remodelado todo un sótano, con un baño
completo, oficina y sala de estar, usando solo una hoja de papel cuadriculado
como mi plano. Más de una vez.
He construido una plataforma curva de casi cien metros cuadrados con un
valor de veinte mil dólares en madera tratada a presión y materiales compuestos,
sin ningún plan escrito. Tal vez tengas tus propias historias de valor puro.
Sin embargo, hacer frente a un matrimonio sin saber hacia dónde te diriges no
es una buena idea. Asumir este tipo de responsabilidad sin procesar algunas de
las mentiras que enfrentas es una invitación a la frustración. Quizá a la tragedia.
Mi esperanza es que descubrir y exponer estas mentiras te ayude a empezar con
pie derecho si estás recién casado, a tener una base más sólida si has estado
casado por algún tiempo, o a ser un animador sabio y piadoso de tus amigos
casados si eres soltero… o que te ayude a estar bien preparado si ella aparece en
medio de ese salón repleto de gente.
REFLEXIONA: ¿Le has dicho hoy a tu esposa que la amas? ¿Le has enviado esto en
mensaje de texto? Si no lo has hecho… hazlo. Ahora mismo.
«Se supone que mi esposa debe hacerme feliz».
Estuve casado con Bobbie durante casi cuarenta y cinco años, enviudé después
que ella perdió su valiente batalla contra el cáncer ovárico. Entonces, en
noviembre de 2015, me casé con Nancy Leigh DeMoss, quien tenía cincuenta y
siete años de edad.
Este matrimonio era el primero para Nancy.
Cuando nos conocíamos, descubrí algo acerca de esta mujer que encontré
profundamente atractivo. Durante casi seis décadas, Nancy había sido soltera;
pero, en lugar de pasar esos años esperando y anhelando que llegara alguien y la
«completara», adoptó la soltería como un regalo del Señor, un llamado a servirle
y servir a otros.
No llegué
para
traerle
alegría.
Ella ya la
tenía
a plenitud.
Una de mis primeras claves sobre lo que le importaba a esta mujer se presentó
la primera vez que entré a su casa. Allí, al lado de la mesa de la cocina, había una
silla alta. ¡Una silla alta! Y cuando bajé las escaleras hacia el sótano alfombrado
descubrí un cuarto de huéspedes y una sala de estar, así como un salón de
recreación con muchos asientos cómodos y todo tipo de juegos y juguetes para
jóvenes y viejos… juegos divertidos como billar y mesas de Ping-Pong, futbolín,
y uno de esos aros dobles de baloncesto de feria con redes a cada lado. Uno que
tenía un marcador electrónico, ¡completamente iluminado!
Y después que conocí a sus amigos me contaron historias del hogar de esta
mujer soltera, una casa que estaba perpetuamente abierta tanto a amigos como a
extraños. Una pareja me contó que había vivido con Nancy durante más de tres
años. Otra durante casi dos años. Aun otros durante algunos meses.
Cuando Nancy y yo hablamos de estas personas, y observé cómo les había
servido con desinterés, me di cuenta de que ella no estaba buscando un esposo
que le trajera felicidad, propósito o realización.
No llegué para traerle alegría. Ella ya la tenía a plenitud.
¿NO ES BUENO ESTAR SOLO?
Cuando Dios creó la expansión del universo, los animales y Adán, evaluó su
trabajo. Y aun antes que el pecado alzara su horrible cabeza, Dios dijo: «No es
bueno que el hombre esté solo» (Gn. 2:18).
Por tanto, aquí surge una pregunta obvia: ¿Por qué no es bueno estar solo? ¿No
era buena la vida de Nancy sin esposo? Sí, era buena porque, aunque no tenía
marido, no estaba sola. Intencionalmente llenaba su vida, su casa y su corazón
con otros a quienes amar y cuidar. Esto era muy bueno.
En las primeras semanas de conocernos me di cuenta de que Nancy era una
mujer que diariamente encontraba profunda satisfacción en el amor constante
del Señor. Él era su amigo. Su compañía. Su Señor. Su esposo.
Así que pronto supe que Nancy no me buscaría para que la hiciera feliz. No
estaba buscando su otra mitad. En Cristo ya era completa. Supe que si se
enamoraba de mí sería una esposa maravillosa, ya que no estaba desesperada
porque llegara alguien a llenarle la vida. Ya la tenía llena.
Si eres soltero y no buscas una esposa, el apóstol Pablo te aplaude:
Quiero evitarles preocupaciones. El hombre que no se ha casado se preocupa de
los asuntos del Señor, y de cómo agradarle. Pero el casado se preocupa de los
asuntos del mundo, y de cómo agradar a su esposa. Entonces su atención está
dividida (1 Co. 7:32-34, PDT).
Toma un momento para considerar este increíble relato. Aquí está el Hijo de
Dios, cenando con sus amigos más cercanos. A diferencia de la pintura de da
Vinci de la Última Cena, estos hombres no estaban sentados a un costado de una
mesa cubierta con un mantel. Lo más probable es que estuvieran reclinados en el
suelo. Estaban con su Amigo, su Señor, su Salvador, Aquel que los había creado.
¿Qué hizo entonces este Hombre, este Líder, como símbolo de su papel?
¿Cómo actuó? ¿Qué hizo para «probar» su liderazgo? ¿Cómo los trató?
Les sirvió con amor y gentileza. Luego murió por ellos, reconciliando a cada
uno con su Padre. Y, a excepción de uno, a cambio lo amaron y le sirvieron.
Cuando el apóstol Pablo dice a las esposas que se «sometan» a sus esposos, esta
es la clase de líder que tenía en mente al cual ellas debían someterse (ver Fil. 2:3-
11). Y, sin dejar nada al azar, esto es exactamente lo que Pablo nos dice que
hagamos:
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella (Ef. 5:25).
DE VUELTA A LA MENTIRA
Lo interesante sobre esta mentira («No tengo lo que se necesita para dirigir mi
hogar. Puedo dejarle ese papel a mi esposa») es que la primera parte, en realidad,
no es mentira. Es la verdad. No tenemos lo que se necesita para proporcionar en
nuestros hogares un liderazgo con espíritu de servicio semejante al de Cristo.
Aunque he escrito un libro sobre el tema y he hecho todo lo posible para ser
esta clase de líder, la verdad es que no tengo lo que se necesita para ser el líder
espiritual en mi casa. Realmente no lo tengo.
Y solo entre nosotros, es probable que tú tampoco lo tengas.
Déjame decirte que el tipo de liderazgo al que creo que la Biblia nos llama
supone tierna humildad. Una clase de gracia que honra, protege, afirma,
defiende y ama a nuestras esposas.
La realidad es que por naturaleza tú y yo somos demasiado orgullosos, egoístas,
perezosos y exigentes para ser la clase de pastor que nuestras esposas y nuestros
hijos anhelan y necesitan. En realidad, no tenemos lo que se necesita para hacer
esto bien… día tras día tras día.
Está bien. No tenemos lo que se necesita… Pero aun así debemos hacer lo que
se nos ha encargado hacer.
En esta situación, nuestra mejor promesa de referencia es esta. Tú y yo no
podemos. Dios puede. Y lo hará, cuando reconocemos nuestra incapacidad y le
pedimos que nos llene de Él mismo.
Tal vez el apóstol Pablo estaba sintiendo algo de esta clase de ineptitud cuando
escribió:
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil. 4:13).
¿DIRECTOR?
Al haber pasado la mayor parte de mi carrera en los negocios, siendo incluso
«fundador y director» de una compañía, soy personalmente consciente del peso
de este título: el «líder».
Observa que no dije monarca o potentado. Autoritarios redomados que hacen
crueles y caprichosas exigencias a sus esposas e hijos, y luego se sientan y esperan
ser adorados y servidos.
Tú y yo no podemos.
Dios puede. Y
lo hará, cuando
reconocemos
nuestra
incapacidad y le
pedimos que nos
llene de Él mismo.
Por el contrario, como es probable que sepas, el director ejecutivo tiene la
responsabilidad final del funcionamiento general de la empresa y de su
desempeño exitoso. Por lo general responde ante la junta directiva, el organismo
que tiene el derecho de pedir cuentas al director ejecutivo por el éxito de la
firma. Es función del director asegurarse de que sus empleados reciban buena
instrucción, capacitación y servicio a fin de asegurar el cumplimiento exitoso de
sus deberes.
Por tanto, tú y yo somos los directores ejecutivos de nuestras familias.
Respondemos ante el Dios del universo. Él nos hace responsables de nuestra
misión de liderar. Y entonces hacemos todo lo posible por tomar en serio esta
especial tarea.
¿Cómo podría ser esto para ti y para mí? Veamos.
Los escritos del rey Salomón que encontramos en Proverbios son una fuente
abundante de sabiduría para esposos y padres. Allí hay algunas ideas grandiosas
para ayudarnos a ti y a mí a agradar a nuestro Padre celestial y liderar, servir y
proveer eficazmente para nuestras familias. Y como ya hemos pasado tiempo
hablando de tu relación con tu esposa (mentiras 18, 20 y 22), centrémonos en el
papel de director con tus hijos.
ENSEÑA A TUS HIJOS A AMAR Y TEMER A DIOS
Así como un director ejecutivo está sujeto a la dirección de su junta de directores
y debe hablar bien de ellos a su gente, tú y yo debemos ser ejemplo de un
amoroso respeto por Dios y enseñar lo mismo a nuestros hijos.
El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la
sabiduría y la enseñanza (Pr. 1:7).
A veces los hombres no son buenos en idear cosas creativas que hacer cuando
se trata de construir relaciones. Por tanto, nuestro grupo ideó algunas tareas
prácticas para llevar a cabo. He aquí algunas de ellas:
• ora con tu esposa en voz alta antes de ir a dormir
• anticípate a sus necesidades, incluso tareas en la casa… antes que ella lo pida
• sorpréndela con textos al azar de «te amo»
• sé el primero en pedir perdón cuando hayas hecho o dicho algo desagradable
o insensato
• sé generoso con tu tiempo y dinero
• alardea de ella cuando estés con tus amigos (este reporte correrá hasta ella
mediante las esposas de tus amigos)
Cuando pregunté qué pensaban sus compañeras sobre lo que estaban
obteniendo de nuestro estudio, la respuesta que dieron fue casi unánime: «A mi
esposa le gusta lo que estoy aprendiendo del libro… y de este grupo. ¡Gracias!».
Si dirigir tu matrimonio (y familia) significara dominar a tu esposa y tus hijos,
y obligarlos a ir contra su voluntad, las esposas de estos hombres no habrían
respondido como lo hicieron. Pero si el resultado de dirigir a la manera de Dios
es liderazgo humilde, confiado y de servicio que es realmente atractivo, es decir,
una forma de dirigir que atrae amorosamente, creo que podríamos estar en lo
cierto… con la ayuda de nuestro Buen Pastor.
El Espíritu produce amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio (Gá. 5:22-23, PDT).
La división
entre
lo espiritual y lo
físico es falsa.
La tentación es ver a la «madurez masculina» meramente en términos
espirituales, como si Pablo estuviera animándonos a convertirnos en simples
teólogos teóricos, que escriben comentarios y opiniones mediante un portal
electrónico y envían mensajes de texto según nuestra sabiduría desde el sótano de
nuestras madres. Pero la división entre lo espiritual y lo físico es falsa. Pablo
también nos ordena que luchemos por la madurez en nuestras vidas físicas, y que
nos mantengamos lejos de individuos que se niegan a madurar.
Os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os
apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza
que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis
imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni
comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y
noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos
derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno
no quiere trabajar, tampoco coma (2 Ts. 3:6-10).
Las Escrituras dejan en claro las responsabilidades dadas por Dios que tenemos
como hombres. Hacer caso omiso de ellas no las harán desaparecer. Estamos
llamados a ejercer dominio, a trabajar como para el Señor, a aceptar los llamados
de virilidad, matrimonio y crianza de hijos (si los tenemos), y a hacerlo con
alegría. ¿Da miedo? Sí.
Incluso a mi edad, el peso de la responsabilidad diaria todavía me asusta. Pero
mi Padre celestial está conmigo, preparándome, actuando por medio de mí para
amar y servir a mi familia. Que otros dependan de mí me recuerda que debo
depender del Señor por sabiduría, fortaleza y disciplina para cumplir fielmente
con mi responsabilidad.
Nuestra tarea como papás es ser tiernos y amorosos con nuestros hijos al
mismo ritmo que los disciplinamos fielmente.
¿Y cómo es la «disciplina»? Aunque aquí no hay espacio para explicar esto
completamente, mi consejo sería que tus acciones con tus hijos sean memorables
y apropiadas a la edad.
Quitarle las llaves del auto al niño de tres años y dar nalgadas al hijo de
dieciocho no funcionaría en ningún caso. Pero encontrar maneras de equiparar
el castigo con la infracción es importante.
Y recuerda que disciplinar a tus hijos no tiene que ver con tu manera de ajustar
cuentas con ellos por el inconveniente que su mal comportamiento causó. Es
más efectivo cuando les ayudas realmente a aprender una lección de que lo que
han hecho pudo haberles hecho daño, y que resuelvan no volver a hacerlo.
Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor (Ef. 6:4).
SOLTARLOS
En la providencia de Dios, la mañana en que escribí este capítulo recibí un
mensaje de texto de mi hija menor Julie. Ella y su esposo, Christopher, tienen
ahora dos hijas adolescentes.
Debido a que yo estaba en el proceso de descifrar esta mentira, le agradecí a
Julie por ser mi hija… como si ella hubiera tenido alternativa. Y le agradecí por
demostrar un deseo verdadero de ser obediente mientras crecía. Bueno,
permíteme decir que ella era una niña de voluntad firme. Incluso cuando era
muy pequeña me lanzaba «esa mirada» cuando la disciplinaba. Sus ojos
expresaban: «¿Debo obedecer o hacer mi voluntad?». Tal vez tengas un hijo así.
Así que la mañana en que le agradecí a Julie por su vida, por amar a su familia
y caminar fielmente con el Señor, ella pudo haber dicho algo respecto al
fantástico papá que fui. Pero no lo hizo. Qué decepción. En cambio, atribuyó su
corazón por el Señor a la instrucción y el aliento que recibió de Bobbie y de mí,
y «al poder restrictivo del Espíritu Santo».
Le recordé cuán a menudo su madre y yo orábamos por ella. Estas oraciones se
intensificaron a medida que se hacía mayor y más independiente. «No podemos
hacer nada respecto al corazón de Julie —orábamos—. Pero tú puedes. Por
favor, visítala por medio de tu Espíritu Santo. Háblale en términos que entienda.
Ayúdala a enamorarse de ti y a que decida obedecer tu voz».
ORAMOS POR NUESTROS HIJOS
Recuerda, criar a nuestros hijos es más como montar un caballo que una
motocicleta. No podemos controlar el resultado de sus vidas ni obligarlos a
tomar decisiones correctas. Ni siquiera con las mejores técnicas de crianza. A
medida que crecen tienen la capacidad de optar por obedecer. O no.
Criar a nuestros
hijos es más
como montar
un
caballo que una
motocicleta.
Entonces, ¿qué hacemos? Oramos.
Cuando era pequeño, el sonido de papá orando me despertaba a menudo en la
oscuridad de las primeras horas de la mañana. Su voz profunda enviaba una
vibración silenciosa pero audible por nuestra casa. Mis hermanos, hermanas y yo
sabíamos que nos estaba nombrando, uno a uno: Ruth, Sam, Ken, Robert,
Debbie, Dan. Fielmente, de rodillas, nos llevaba delante de su Padre celestial y
abogaba por nuestro caso. Sabíamos que oraba por nuestra protección del mal y
para que obedeciéramos la voz de Dios.
Unos meses antes que muriera, me senté con papá en su casa. Padecía una rara
condición neurológica que lo dejó callado y retraído. Tenía dificultades para
hablar o escuchar. La vista le fallaba, por lo que no podía leer el periódico o ver
por televisión a los Cachorros o los Bulls.
—Papá —dije—. ¿Cómo te hace sentir todo esto?
—Inútil —contestó, mirándome directo a los ojos.
—Papá —expresé finalmente después de algunos minutos—. ¿Recuerdas cómo
solías orar por nosotros?
—Todavía lo hago —respondió con una leve sonrisa.
—¿Sabes cómo influye eso en nuestras vidas? —indagué—. ¿Sabes cuán
agradecidos estamos?
Asintió.
—Incluso si estuvieras sano y fuerte —continué—, aún no hay nada más
importante ni útil que podrías hacer que seguir orando.
—Gracias, hijo —respondió papá.
—No, gracias a ti —declaré acercándome a su silla.
Me arrodillé frente a papá, puse los brazos alrededor de él y lo abracé.
—Gracias —repetí, besándolo en la mejilla.
Lo apreté durante unos momentos más y lo volví a besar.[5]
Aunque tú y yo fallamos a menudo como padres, nuestro deber es hacer lo
posible por disciplinar con justicia a nuestros hijos y amarlos en forma
incondicional. El resultado final está, y siempre estará, en manos de nuestro
Padre celestial. ¿Y qué resultado anhelamos? ¿Hacia qué fin debemos orar? ¿Por
qué persistir en ello?
En última instancia, oramos porque nuestros hijos tengan un corazón para
Dios, amor por Cristo, amor por la justicia, carácter piadoso y la bendición del
Señor en sus vidas. Deseamos que estén preparados para ser hijos de Dios, sabios
y obedientes.
REFLEXIONA: ¿Qué es lo que más disfrutas de ser padre? ¿Cuándo ser un padre
exitoso no es un concurso de popularidad? ¿Cuán importante es que tus hijos tengan
un padre que no tema ser el padre?
CAPÍTULO SIETE
Así que Nabal tenía un trabajo significativo, mucho dinero, y una esposa con
buen juicio y físicamente atractiva. El tipo debió haber estado en el propio
paraíso. «Pero», como sigue diciendo este versículo, había un inconveniente:
Pero Nabal era insolente y malo (25:3, PDT).
¿En serio? Con todo lo que tenía, resulta que Nabal era un canalla egoísta y
malhumorado. Y a medida que la historia se desarrolla descubrimos que también
era ingrato. David (quien había sido ungido por Dios como el próximo rey de
Israel, pero que huía de Saúl, el actual monarca en el trono, que intentaba
matarlo) había protegido la tierra de Nabal, y este se había negado a preparar
una comida para los soldados israelitas.
Después de haber sido el blanco de ataques anteriores de ira, cuando David
recibió esta noticia ordenó a cuatrocientos de sus hombres que se le unieran
armándose y preparándose para la batalla. ¿Próxima parada? Maón. Prepárate
Nabal. Este va a ser un día infernal.
Por suerte para Nabal, su extraordinaria esposa se enteró del plan de David de
terminar con Nabal.
Entonces Abigaíl tomó luego doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas
guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y
doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos (25:18).
El plan de Abigail era intentar aplacar la ira de David preparando una cena
suntuosa para sus tropas. David cedió. Nabal se salvó. Misión cumplida.
Sin embargo, cuando Abigail regresó a casa encontró a su marido borracho en
una ruidosa juerga. A la mañana siguiente, cuando ella le explicó a Nabal lo que
había hecho para salvarlo, él se enfureció y sufrió un severo derrame cerebral.
Diez días después, murió.
PRUEBA A
¿Te has preguntado por qué el texto de la Biblia incluye historias como la de
Nabal, un individuo prominente y acaudalado con una bella esposa, que cae
muerto con una resaca y una actitud realmente mala? ¿Podría ser que Dios
quiere que sepamos que un buen trabajo, un cuantioso saldo en nuestra cuenta
bancaria y una esposa atractiva no son suficientes?
Jesús lo resumió cuando declaró:
¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Mr.
8:36).
Aquí está. Las mentiras que vamos a considerar tienen que ver con nuestro
trabajo y nuestra riqueza. Tú y yo no somos inmunes a caer presa de estas
mentiras. Por tanto, como el espadachín le dice a su oponente en la contienda,
este es un buen momento para estar «en guardia».
Cuando nos entregamos a la búsqueda de riqueza y de las cosas que esta puede
comprar, somos como un hombre sediento que intenta calmar su sed bebiendo
del océano. Mientras más bebe agua salada, más sediento se volverá.
LO ÚNICO QUE REALMENTE NECESITO ES MÁS GRATITUD
El dinero no nos dará felicidad. La gratitud sí. En Romanos 1, el apóstol Pablo
nos apremia con la verdad de que todos los hombres son culpables delante de
Dios. Sabemos que Él existe. Sabemos que no estamos a la altura de su norma.
Sin embargo, lo que también sabemos es que fingimos que no conocemos esto.
Suprimimos la verdad, tratando desesperadamente de sacarla de nuestras mentes.
Pablo concluye así:
Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino
que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido
(Ro. 1:21).
El dinero no
nos
dará felicidad.
La gratitud sí.
Veamos esto de nuevo. No pasemos por alto el poder. El apóstol afirma que a
pesar de lo que hemos sabido acerca de Dios, no le glorificamos como Él merece;
tampoco le agradecemos por lo que ha hecho. Como resultado, nuestros
pensamientos se vuelven «vanos» (RVA-2015).
Seas quien seas, sea cual sea tu saldo bancario, dondequiera que trabajes y
vivas, y conduzcas el auto que conduzcas, en comparación con la mayoría de los
demás hombres del planeta Tierra, tú y yo somos enormemente ricos. Un
corazón agradecido reconoce que nuestro Padre celestial es la fuente de la cual
fluyen «toda buena dádiva y todo don perfecto» (Stg. 1:17), que todo lo que
tenemos le pertenece, que simplemente somos mayordomos de esta riqueza… su
riqueza. Él es quien determina qué tendremos y cómo lo tendremos. No
conseguimos más por querer más, sino administrando bien lo que Dios ya nos
ha dado y confiando en que nos proporcionará más si sabe que realmente
necesitamos más para suplir nuestras necesidades.
No hace mucho tiempo tuve una conversación con un joven que trabaja para
mi empresa. Le expresaba lo agradecido que estaba por el buen trabajo que
realiza tan fielmente, día tras día.
Nos hallábamos en medio de una situación en que podíamos aumentar su
salario solo un poco, y le dije que podíamos otorgarle un pequeño aumento.
«Estoy bien —contestó—. Dáselo a otro». Y luego añadió: «Mi esposa y yo
tenemos suficiente. Y estamos agradecidos».
La respuesta de mi colega fue sorprendente entonces. Y sigue siéndolo.
La gratitud es
una senda hacia
la paz profunda
e
inquebrantable.
La gratitud es una senda hacia la paz profunda e inquebrantable. Escucha esto
por favor: no podemos estar agradecidos y resentidos al mismo tiempo. No
podemos estar agradecidos y descontentos. O agradecidos y temerosos.
Escogemos lo uno o lo otro.
Tú y yo podemos aprender de David, quien comenzó Salmos 23 de este modo:
«El SEÑOR es mi pastor; tengo todo lo que necesito» (23:1, NTV). David sigue
festejando porque su Pastor lo guía por verdes pastos y aguas tranquilas. Pero
incluso antes que se le den estas dádivas, él tiene todo lo que necesita, siempre
que tenga al Señor como su pastor. Dios es bueno. Este mismo Pastor es en
realidad suficiente.
REFLEXIONA: Es natural creer que ganar más dinero es tu objetivo final. ¿Te describe
esto? ¿Crees que tener más dinero te hará más feliz? ¿Por qué es falaz esta manera de
pensar?
Uno de los aspectos que caracterizan a los hombres como tú y yo, hombres con
una perspectiva cristiana, es el modo en que vemos el paso del tiempo y el orden
de los acontecimientos de la vida. Pensar «cristianamente» es afirmar «mis
tiempos, oh Dios, están en tus manos».[6]
ADMINISTRADORES DEL TIEMPO
Así que volviendo al modo en que tú y yo pasamos nuestras 168 horas, también
conocidas como «nuestros tiempos», tengo una pregunta que debemos
considerar. ¿Listo? ¿Cuáles de estas horas le pertenecen a Dios? La respuesta
debería ser clara.
Todas le pertenecen; somos administradores de todas y cada una.
En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis
perseguidores (Sal. 31:15).
El salmista pudo haber escrito: «Mis horas, todas las 168 de la semana, están
en tus manos, oh Señor. Estas horas son un regalo tuyo. Y la manera en que
gasto cada una es mi regalo para ti».
Algunos podrían razonar que quizá la respuesta rápida y obvia de que el
tiempo le pertenece a Dios serían las diez horas que pasamos en la iglesia y los
devocionales personales. Eso es bueno; pero no es la respuesta completa.
Cada una de nuestras actividades y tareas es una administración que viene de
nuestro Creador. O como el apóstol Pablo resumió en su primera carta a la
iglesia en Corinto: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo
para la gloria de Dios» (10:31).
Durante muchos años las personas usaron pequeñas pulseras elásticas con las
letras «QHJ» impresas en ellas: «¿Qué haría Jesús?». En cuanto a cómo pasamos
nuestro tiempo, incluso nuestro tiempo «libre», mi pregunta sería parecida,
QHJ: «¿Qué hizo Jesús?». ¿Cómo pasó sus 168 horas?
Mientras escapaba de la ciudad de Jerusalén, donde sus enemigos habían
amenazado con matarlo, Jesús pasó junto a un hombre ciego. Sus discípulos le
hicieron una pregunta sobre por qué el hombre estaba en esa condición. La
respuesta de Jesús parece un cambio de tema, pero no lo es.
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la
noche viene, cuando nadie puede trabajar (Jn. 9:4).
Jesús estaba diciendo «Cuando el sol brilla y hay trabajo por hacer, trabaja».
También estaba diciendo que, pase lo que pase, el ocaso está en camino. El día
terminará. Ahí es cuando lo que hacemos en la luz del sol habrá terminado. No
habrá más oportunidades de hacer alguna otra cosa.
Había que atender a un ciego, y Jesús lo curó. Pero después de este milagro y
de un terrible encuentro con dirigentes religiosos en el templo, la Biblia nos dice
lo que Jesús hizo a continuación con su tiempo libre:
Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado
bautizando Juan; y se quedó allí (Jn. 10:40).
Lo que tú y yo hacemos con nuestro «tiempo libre» puede decir más acerca de
nosotros que lo que hacemos con nuestro «tiempo productivo». Este es un gran
reto, ¿verdad?
Nuestro tiempo, todo, le pertenece a Dios.
VERDAD
REFLEXIONA: ¿Cuáles son algunos desperdiciadores de tiempo en tu vida? ¿Qué
pasos prácticos podrías dar para honrar a Dios con tu tiempo?
La verdad es que nunca estamos solos. Como ya mencioné, vivimos coram Deo:
delante del rostro de Dios. Reconozcámoslo o no, el Dios soberano es nuestra
compañía constante.
Dicho esto, integrar nuestra fe y nuestro trabajo no significa que hagamos un
espectáculo de nuestras oraciones ni que hostiguemos a nuestros compañeros de
trabajo con literatura del evangelio.
Martín Lutero dijo que un zapatero cristiano no es aquel que graba pequeñas
cruces en zapatos, sino el que hace zapatos excelentes y trata con honestidad a sus
clientes.[10] ¿No te agrada eso?
El apóstol Pablo expresó un punto de vista similar:
Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a
Cristo el Señor servís (Col. 3:23-24).
No sabemos
exactamente
qué aspecto
tenía ese «trabajo»,
pero está claro que el
plan de Dios no era que
Adán fuera un tonto
desnudo comiendo fruta
y haciendo siestas.
No sabemos exactamente qué aspecto tenía ese «trabajo», pero está claro que el
plan de Dios no era que Adán fuera un tonto desnudo comiendo fruta y
haciendo siestas. No, su trabajo era «cultivar» y «cuidar» ese huerto.
La descripción del trabajo de Adán era cultivar o atender el huerto y vigilarlo,
mostrando sus papeles como proveedor y protector. Desde luego, esto fue antes
de la caída, por lo que su trabajo no era arduo, sino un medio para glorificar al
Creador.
Después que Adán y Eva pecaron, Dios les impuso consecuencias específicas
de género. Para la mujer fue en el ámbito de su responsabilidad como madre y
cuidadora: habría dolor asociado con la maternidad (Gn. 3:16).
La consecuencia para el hombre fue en el ámbito de su responsabilidad de
proveer: habría dolor, espinas, cardos y labor ardua asociada con sus esfuerzos
por trabajar la tierra (Gn. 3:17-19).
Pero sea como
sea…
florista o experto en
negocios, nuestro
trabajo es bendito.
Es bueno.
En otras palabras, el pecado de Adán transformó su vocación de artista floral
en campesino. Su trabajo principal no consistiría simplemente en cortar flores
para la mesa del comedor, sino en luchar por la comida desde ese suelo
obstinado para esa misma mesa.
Pero sea como sea… florista o experto en negocios, nuestro trabajo es bendito.
Es bueno. Y es para el placer de nuestro Dios, quien está redimiendo este mundo
quebrantado y renovando todas las cosas.
Es más, hay una cualidad redentora en nuestro trabajo. Durante el verano
«redimimos» nuestro descuidado césped cortándolo y recortándolo.
«Redimimos» nuestros rebeldes setos para que vuelvan a estar en forma. Sacamos
las malezas de nuestros jardines.[11]
Arreglamos objetos rotos. Construimos nuevas cosas. Cambiamos el aceite de
nuestro auto. Hacemos entregas. Vemos pacientes. Manejamos subalternos.
Creamos planes de mercadeo para convertir plataformas rodantes de productos
en ingresos para que nuestra familia pueda sobrevivir.
Nuestro trabajo es bueno. Importa. Y cómo trabajamos también importa. No
podemos dejar nuestra fe en la puerta del almacén o en el ascensor de la oficina.
Si pudiéramos poner en «cuarentena» nuestra relación con Dios en lo que
hacemos cada día de 9 a 5, esta sería una buena señal de que, quizá, en realidad
no tenemos absolutamente ninguna relación con Él. Honestidad, integridad,
diligencia, estas son las características que nuestro Hacedor nos pide llevar a
nuestras labores. Son el fruto de su obra en nosotros; son su obra a través de
nosotros.
El apóstol Pablo resumió de este modo el propósito, el objetivo de todas
nuestras actividades:
Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria
de Dios (1 Co. 10:31, NVI).
Es probable que tengas anécdotas como esta de tu propia vida de cuando fuiste
generoso y debido a eso recibiste esa «bendición».
Al igual que Billy Zeoli, el conocido autor y consejero, el difunto doctor Gary
Smalley, también era un dador generoso. En comparación con hombres
realmente ricos, a Gary no lo habrían considerado en el escalón más elevado de
ricos del club campestre en su pueblo, pero, desde su propia perspectiva, Gary
tenía más de lo que necesitaba.
Una de sus actividades favoritas era visitar el Walmart local y recorrer los
pasillos buscando a alguien a quién bendecir. Cuando divisaba un comprador
empujando un carrito lleno que parecía como si también pudiera haber estado
presionando los límites de su capacidad financiera para pagar sus compras, Gary
esperaba hasta que esa persona seleccionara una fila de pago.
Sin que el
comprador
se diera cuenta,
Gary
se deslizaba hasta el
cajero y le pasaba su
tarjeta de crédito.
Entonces, sin que el comprador se diera cuenta, Gary se deslizaba hasta el
cajero y le pasaba su tarjeta de crédito. Susurraba al empleado, señalándole el
cliente que había seleccionado: «Cuando hayas terminado de registrar la compra
de esa persona, dile por favor que alguien no identificado ya pagó toda su
cuenta. Dile también que Dios le ama». Entonces Gary encontraba un lugar
donde nadie pudiera verlo, para observar desde cierta distancia el instante en que
la alegría se desplegaba. Gary Smalley era realmente un hombre rico.
Ahí lo tienes. Aprender a ser generosos produce bendición y alegría, no solo al
receptor del regalo, sino aún más al dador. Esto es algo que tú y yo podemos
hacer.
Cada vez que leo este relato, me sonrojo. ¿Te imaginas al Dios soberano del
universo atacándote así? Tampoco yo.
El recordatorio de quién es Dios movió a Job a profunda humildad y sincero
arrepentimiento. Se dio cuenta de que cuestionar al Poderoso era insensato y
juró no volver a hacerlo. Al final de la historia, Dios restaura a Job lo que se le
había quitado, y se nos informa: «Bendijo Jehová el postrer estado de Job más
que el primero» (42:12).
LAS CARTAS QUE TE TOCAN
El relato de este antiguo creyente nos recuerda que la bondad de Dios para con
nosotros no debería medirse o evaluarse por las circunstancias en que nos
encontramos en algún momento dado. Y nuestra alegría no tiene que fluir y
refluir en base a tales circunstancias, por difíciles que puedan ser.
La bondad de Dios con
nosotros no debería
medirse o evaluarse por
las circunstancias en
que nos encontramos
en
algún momento dado.
Los sufrimientos de Job fueron históricos, tan grandes que su nombre mismo
se ha convertido en sinónimo de sufrimiento. Si decimos que alguien está
«sufriendo como Job», casi todo el mundo sabe exactamente de qué estamos
hablando. Sin embargo, por difícil que fuera el camino que Job enfrentó y por
piadoso que él era, hubo un hombre que fue mucho más piadoso, quien padeció
mucho más.
Ese sería Jesús.
Jesús fue perfecto, totalmente sin pecado. Fue el Cordero sin mancha de Dios,
a quien señalaban todos aquellos corderos sacrificiales del Antiguo Testamento.
Desde su nacimiento hasta su muerte, su resurrección y su ascensión, Jesús
nunca pecó. Ni siquiera un poco. Ni siquiera en privado. Y, no obstante, lo que
sufrió fue más severo de lo que alguien en la tierra haya padecido alguna vez.
Es común que los predicadores resalten la agonía física de la crucifixión de
Jesús. Esa forma bárbara de ejecución usada en la época romana sin duda era
horrible. Pero el sufrimiento físico de Jesús estuvo lejos de ser lo peor de lo que
soportó por nosotros. No solo padeció flagelación por parte del gobierno
romano (como padecieron decenas de miles más, incluso los ladrones
crucificados a cada lado de Él), sino que toda la ira del Padre, que justamente
debió haber caído sobre los pecadores, recayó sobre Él. Todo el sufrimiento que
tú y yo habríamos recibido sin Cristo en el infierno, Él lo llevó por nosotros.
Esas son dificultades, circunstancias con las que nada puede compararse.
Todo el sufrimiento
que tú y yo
habríamos
recibido sin Cristo en
el infierno, Él lo llevó
por nosotros.
La cruz, que pareció ser una derrota monumental para Dios, fue en realidad el
momento más grandioso en la historia, la victoria del segundo Adán, nuestro
momento de rescate, el triunfo de Dios sobre el diablo. Al igual que Job, los
discípulos lloraron cuando Jesús fue crucificado; todas sus esperanzas se hicieron
añicos. El diablo pudo haber bailado mientras corchos de champaña saltaban en
todo su principado. Jesús había sido ejecutado. Pero al final, Satanás averiguó
que todo estaba perdido, y los discípulos descubrieron que todo se había
encontrado. Todo esto de acuerdo con el plan eterno de Dios.
La hora más siniestra dio a luz al momento más brillante; el atardecer fue el
amanecer.
LOS DÍAS DE NUESTRAS VIDAS
Entonces, ¿qué significa todo esto para ti y para mí en las circunstancias que
enfrentamos hoy día? El Dios que creó y ordena toda molécula del universo nos
ha prometido esto:
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a
los que conforme a su propósito son llamados (Ro. 8:28).
Esta no es solo una panacea falsa, un ungüento demasiado fácil de poner en
nuestras heridas. Es la realidad de realidades. Si estamos en Cristo, si lo amamos,
si hemos sido llamados conforme a sus propósitos, entonces podemos saber con
certeza que todas las cosas ayudan a nuestro bien.
Las dificultades
son reales, no te
equivoques. Pero
tienen un
propósito
más elevado. Nos
purifican.
Desde luego, el «bien» de nuestras circunstancias no es garantía de felicidad
temporal o consuelo ininterrumpido, sino de algo incluso mejor. Es rehacernos a
la imagen de su Hijo. Las dificultades son reales, no te equivoques. Pero tienen
un propósito más elevado. Nos purifican. Encontramos el combustible para
nuestra paz y alegría frente a las dificultades cuando entonamos las palabras de
este himno inmortal compuesto en 1787, palabras que expresan el corazón de
nuestro Padre celestial:
La llama no puede dañarte jamás
si en medio del fuego te ordeno pasar;
el oro de tu alma más puro será,
pues solo la escoria se habrá de quemar.[1]
REFLEXIONA: Perdonar a otros los libera de su obligación hacia ti. Incluso iguala el
marcador. Tal vez hasta inclina la balanza en dirección a ellos. ¿Por qué es esta una
buena idea en todas tus relaciones?
Observa que no nos dice que demos gracias «por» todo… más bien «en» todo.
Hay algo importante para la experiencia de dolor y sufrimiento en el contexto
más grande de la voluntad de Dios. No festejé el diagnóstico de cáncer de
Bobbie. No nos alegramos por la noticia. Pero junto con nuestras hijas sabíamos
que Dios era sabio y bueno, y confiamos en que sacaría lo mejor de esta tragedia
humana.
El viaje que atravesamos como familia nos destrozó, pero nos formó y nos
moldeó más cerca de la imagen de Cristo. Muchos amigos, profesionales
médicos y otros que conocimos a lo largo del camino se toparon cara a cara con
el evangelio. Y así, en medio de estas dolorosas circunstancias, inclinamos
nuestros corazones y ofrecemos humildes acciones de gracias.
¿Te identificas?
¿Qué es aquello que deseas hacer, pero que te encuentras impotente para
llevarlo a cabo? ¿Tiempo constante en la Palabra de Dios y en la oración?
¿Atención y amabilidad hacia tu esposa y tus hijos?
¿Qué no quieres hacer, pero te sientes impotente para resistir? ¿Explosiones de
ira con aquellos que se supone que más amas? ¿Miradas furtivas a pornografía en
tu computadora? ¿La tentación de ser poco honesto en la declaración fiscal?
Tal vez te haces eco de los sentimientos de Pablo:
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque
según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis
miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley
del pecado que está en mis miembros (7:21-23).
En cierto sentido,
esta mentira sobre
nuestra
incapacidad
de controlarnos es
realmente la
verdad.
Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Hay esperanza? O simplemente estamos
destinados a seguir delirando, intentando sin cesar, fallando, intentando de
nuevo y…
El apóstol entendía esta frustración: «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte?» (7:24).
Ahí yace nuestra única esperanza. No en un qué, sino en un Quién. Pablo
exclama con gran alivio: «Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro» (7:25).
En el siguiente párrafo continúa:
La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (8:2-4).
Vivir en dos
esferas
puede ser un reto
incesante.
La relación que tú y yo tenemos con el mundo a menudo se siente complicada,
¿no es así? Vivir en dos esferas puede ser un reto incesante. ¿Cómo combinamos
el estudio bíblico y la oración con nuestra profesión? ¿Cómo hemos de vivir en el
mundo, pero sin ser del mundo? ¿Qué debemos hacer y por qué debemos
hacerlo?
PREPARACIÓN PARA LA BATALLA
Bill Bates jugó durante quince años con los Cowboys de Dallas. Pasó la mayor
parte de su carrera en equipos especiales, tarea que a menudo se considera de
segunda clase en la NFL. No para Bill. Su agresividad y valor en el campo
durante un saque inicial o un despeje lo convirtieron en favorito de los fanáticos.
Fue venerado por muchos amantes del juego.
Tom Landry declaró: «Si tuviéramos en el campo once jugadores que jugaran
tan fuerte como lo hace Bill Bates y que se desempeñaran como él, sería casi
imposible que nos derrotaran. Bill Bates y Cliff Harris son los más grandes
rematadores que he visto». Además, John Madden manifestó: «Todo partido
empieza con un puntapié, pero cuando Bates está en el campo, ¡todo partido
empieza con una explosión!».[1]
Tuve el privilegio de conocer a Bill Bates y ayudarle a publicar su libro.[2]
Durante la pretemporada de 1994, Bill me llevó a un recorrido privado por las
nuevas instalaciones de los Cowboys en el norte de Dallas. Al caminar por ese
asombroso complejo moderno, quedé completamente encantado con todo…
como un niño en una tienda de dulces.
Recuerda, esa era la pretemporada, por lo que yo esperaba que el lugar
estuviera vacío. No fue así. Había atletas por todas partes, levantando pesas y
trabajando en las máquinas de ejercicios cardiovasculares.
—¿Con qué frecuencia vienes aquí? —pregunté a Bill.
El caballero nacido en Tennessee sonrió con lo que pudo haber sido un gesto
condescendiente. Pero no lo fue. No era un hombre orgulloso, sino un hombre
centrado.
Mis adversarios
están en las
mejores
condiciones. Tengo
que estar mejor que
ellos o moriré.
—Menos el domingo —expresó—, todos los días. En ocasiones la mayor parte
del día.
Como te habría sucedido, quedé estupefacto.
—¿Todos los días? —repetí, y agregué ingenuamente—. ¿De veras? ¿Por qué?
Nunca olvidaré su respuesta. Esperé que Bill me dijera que hacía esto para
mantenerse en las mejores condiciones a fin de poder participar en otro Tazón
de las Estrellas, o para ayudar a los Cowboys a ganar su división. Sin duda estas
eran las razones, pero eso no es lo que dijo.
Después de unos momentos respondió mi pregunta.
—Defensa propia. Si no estoy en buena forma, me matarán allí —confesó,
pero aún no había terminado—. Mis adversarios están en las mejores
condiciones. Tengo que estar mejor que ellos o moriré.
El propósito final del entrenamiento de Bill Bates o de mi tiempo a solas con
el Señor es preparación para la batalla. El tiempo pasado en la Palabra y en
oración, o las repeticiones con pesas y el incesante trabajo cardiovascular, no son
fines en sí mismos. Son actividades con un destino. Hacer clic en mi nueva
aplicación favorita antes que mi corazón esté listo sería como si Bill entrara al
campo de juego antes de estar fuerte.
La oración de Jesús
inspira a hombres,
como tú y yo, no a
evitar el mundo, sino
a ser
suficientemente
fuertes para vivir,
incluso florecer
para Dios, mientras
vivimos en el
mundo.
Mi objetivo no es una vida monástica más de lo que el objetivo de Bill era
robustecer el cuerpo. La oración de Jesús fue una súplica a su Padre para que tú y
yo no nos enclaustremos en una abadía en lo alto de una colina ni fortalezcamos
nuestros cuerpos esculturales para fotos de revistas.
Estas cosas están destinadas a prepararnos, a «alejarnos del maligno».
La oración de Jesús inspira a hombres, como tú y yo, no a evitar el mundo,
sino a ser suficientemente fuertes para vivir, incluso florecer para Dios, mientras
vivimos en el mundo.
El gran atleta Eric Liddell adoptó esta idea y la vivió poderosamente. A Liddell
se le recuerda principalmente por su posición fundamentada de negarse a
competir en el Día del Señor en los Juegos Olímpicos de París en 1924. La
película Carros de fuego hizo una crónica de ese momento, y en 1982 la película
obtuvo siete premios Oscar, entre ellos a la mejor película.
Después que su competitiva carrera concluyera, Liddell pasó a servir durante
décadas en el campo misionero en China. Si alguna vez hubo un hombre que
buscó honrar a Dios en las esferas tanto secular como sagrada, fue Eric Liddell,
pasando sin problemas de la gloria olímpica al humilde servicio misionero.
El entrenamiento físico y el éxito de Liddell no eran lo importante. Prepararse
en cuerpo, mente y espíritu para el llamado de Dios en su vida era la razón
definitiva para su entrenamiento riguroso. Es más, tanto la preparación como el
rendimiento eran absolutamente esenciales. Como creyentes en Jesucristo
podríamos ir tan lejos como para decir que tanto nuestro tiempo a solas como el
tiempo en el gimnasio son sagrados.
Tú y yo no
necesitamos
construir
un muro entre
la práctica y el
rendimiento. La
preparación y la
vida real.
Apartados. Actos de adoración.
Tú y yo no necesitamos construir un muro entre la práctica y el rendimiento.
La preparación y la vida real. Ambos aspectos son necesarios e importantes.
¿No te agrada esto? El muro que algunos erigirían entre prepararse y luego
hacer realmente «cosas importantes» ya no está separado. Tanto los ensayos
como la batalla son sagrados.
Dios puso a Adán en el huerto y le dio su descripción de trabajo: «Que lo
cultivara y lo cuidara» (Gn. 2:15). Debía glorificar a su Creador mediante la
adoración y el trabajo. Su preparación y su trabajo eran sagrados.
UNA REMODELACIÓN SAGRADA
En la primavera de 1999, mi Julie eligió a un hombre llamado Christopher
Tassy para que fuera su esposo. Afortunadamente, casi al mismo tiempo él
también la escogió. Por tanto, según nuestro plan original, ella y yo decidimos
que ese sería un buen momento para terminar de remodelar su casa.
Julie había estado viviendo en el lugar que ella y yo habíamos renovado
completamente unos años antes, con la excepción de un cuarto que dejamos
inconcluso… en caso de que se enamorara de un chico que pudiera terminar el
proyecto conmigo. Por eso decidió que, puesto que iban a casarse en algunos
meses, ese sería un buen momento para que Christopher ayudara con esa
remodelación final. De esa manera, después de la boda en julio, él no se mudaría
a la casa de ella; más bien se mudaría a la casa de ellos.
Como universitario estadounidense y ex atleta profesional, «Tass» había pasado
la mayoría de sus horas de crecimiento en el campo de fútbol americano.
¿Una ferretería? No mucho.
Orábamos para que
tanto la
construcción
de ese espacio
como
finalmente vivir allí
fuera una aventura
sagrada.
Entonces, para el mes de junio de 1999, Tass y yo pusimos manos a la obra.
Tomamos lo que originalmente había sido un garaje adjunto en la pequeña casa
de granja y lo convertimos en una encantadora sala de estar, una lavandería y un
baño completo con pisos de mármol negro, un lavabo blanco de pedestal y una
bañera de hierro fundido con patas. Levantamos el techo y pusimos un tragaluz.
El producto terminado quedó increíble.
Cada mañana durante cuatro semanas, antes de encender las herramientas
eléctricas, nos arrodillábamos al lado de un caballete y orábamos. Por supuesto,
orábamos pidiendo seguridad de los traicioneros dientes de la sierra, pero
también para que el Señor bendijera nuestro tiempo juntos. Orábamos para que
tanto la construcción de ese espacio como finalmente vivir allí fuera una
aventura sagrada.
Al recordar, me doy cuenta de que Tass y yo estuvimos integrando lo «secular»
(madera, cables eléctricos, tuberías y accesorios de baño) con lo «sagrado» (hacer
de nuestro día una experiencia de vínculo masculino, duro trabajo, y adoración
al Señor juntos).
PREPARARSE PARA LA BATALLA
Desde la caída de Adán, los hombres han mostrado una propensión por poner
límites. Al igual que Adán, quien un día tuvo confiadamente una conversación
sincera con Dios y al siguiente se convirtió en un debilucho peso pluma con su
esposa, trazamos una línea clara entre la parte «religiosa» de nuestras vidas y todo
lo demás. Hay asuntos espirituales (oración, lectura bíblica, iglesia, discipulado,
adoración) y después, bueno, está el resto de nuestras vidas: educación, trabajo,
relaciones, familia, sexo, dinero, pasatiempos, recreación y más.
Como ciudadanos de dos mundos, tú y yo debemos aceptar intencionalmente
las realidades de un mundo peligroso (las herramientas eléctricas traicioneras y el
poder magnético implacable de Satanás) y la verdad redentora de la obra y el
mundo de Dios. Y de modo intencional debemos aceptar el poder de Dios, el
gozo de vivir en la luz de Cristo.
No hay necesidad de dividir en categorías. Podemos acoplar completamente la
«preparación» y el «desempeño».
Honramos a Dios cuando llevamos todo pensamiento (cada actividad, cada
tarea, cada clase de preparación y la obra que sigue) cautivo a la obediencia a
Cristo (2 Co. 10:5).
Así es. No solamente los hijos no son una carga, sino que son una bendición.
UN CAMBIO EN EL MUNDO: UN HIJO A LA VEZ
Semejante a muchas otras mentiras, hay una pizca de verdad en esta. En primer
lugar, el mundo es un desastre. Realmente malo. La razón de que esté mal es que
está lleno de pecadores. Y no somos simplemente las víctimas de los pecadores…
somos los pecadores. Y nuestros hijos también lo son. De hecho, si estuviéramos
realmente preocupados por lo mal que está el mundo, podríamos sentirnos
tentados a no tener hijos en absoluto, no porque serían demasiado buenos para
el mundo, sino porque como compañeros pecadores serían malos para el mundo.
Sin embargo, al igual que el creyente, el mundo no está hecho para quedarse
en mal estado. No obstante, por el poder del Espíritu Santo, Dios está en el
proceso de redimir este mundo y hacer santo a su pueblo. Estamos moviéndonos
de gracia en gracia, volviéndonos más y más como el Hijo cuya imagen
portamos. Y, cuando criamos a nuestros hijos «en disciplina y amonestación del
Señor» (Ef. 6:4), confiamos que lo mismo será cierto para ellos.
Como hombres pecadores somos claramente parte del problema con el
mundo. Pero, gracias al poder del evangelio, nosotros y nuestros hijos también
podemos ser parte de la solución. En el último libro del Antiguo Testamento, el
profeta revela el plan de Dios para su pueblo: «¿Y por qué un solo ser? Pues
porque buscaba obtener una descendencia para Dios» (Mal. 2:15, RVC). Dios aún
está buscando una descendencia piadosa. Todavía busca bendecirnos con ella y
usarla para glorificarlo en este mundo arruinado.
Claramente, criar hijos es un trabajo difícil. Son una bendición, pero una
bendición que nos quita mucho. Nadie que ha sido padre diría que criar hijos es
fácil, sin peligros ni riesgos. Quizá por eso es que podríamos estar tentados a
evitar esta bendición, a decirle al Señor: «No gracias», cuando se trata del regalo
de los hijos.
Hay un proverbio que habla de esta tentación:
Sin bueyes el granero está vacío; mas por la fuerza del buey hay abundancia de pan
(Pr. 14:4).
Podemos estar libres del trabajo desagradable de cambiar pañales, de los costos
de alimentar y vestir hijos y de la energía emocional requerida para cuidarlos,
pero también perderemos las bendiciones y la fructificación creciente que
podrían habernos traído. Y nos encontraremos yendo a la batalla con una aljaba
vacía.
Cuidar hijos es una carga que puede asumir el cuerpo de Cristo, incluso
quienes tal vez no tengan hijos propios. Cada noche antes de acostarnos, mi
esposa Nancy y yo oramos por cada una de nuestras hijas y sus hijos, así como
por nuestros hermanos y sus hijos. También oramos por más de una decena de
hombres jóvenes que conocemos o de los que sabemos, que están en un
momento crítico en sus vidas. Sabemos que cada uno necesita a diario una gracia
personalizada para caminar con Dios en este mundo estropeado. Y creemos que
Dios quiere usarlos para hacer brillar la luz de Cristo en las tinieblas.
Así que estamos llamados a recibir los hijos que Dios nos confía a nosotros y a
los que nos rodean, a fin de recibirlos, agradecer por ellos y amarlos, porque son
exactamente lo que Él afirma que son: una bendición.
Cuando Dios quiere darte un regalo, y crees que no lo quieres, piénsalo otra
vez. Todos los regalos de Dios son buenos, especialmente los que durarán
eternamente. Él siempre es justo. No permitas que el miedo te aleje de la batalla,
sino confía en nuestro Jefe supremo. No te conformes con un establo limpio y
un campo no surcado si Dios quiere darte una abundante cosecha. Recuerda
que, a causa de nuestros hijos, estamos cambiando el mundo, un hijo (un pañal)
a la vez.
LA Los hijos son un regalo del Señor; Él quiere usarlos para extender
el evangelio en nuestro mundo arruinado. Cuando aceptamos los
VERDAD hijos como un regalo, nos asociamos con Dios en cambiar este
mundo.
REFLEXIONA: Jesús amó a los niños. Los recibió (Mt. 19:13-15; Mr. 10:13-16). ¿Cómo
tratas a los niños, sean tuyos o ajenos? Esto puede ser una ventana al interior de tu
alma.
Como solía hacer, Jesús respondió no solo diciéndoles la verdad (esta vez sobre
el peligro de compararse y competir), sino que también les mostró la verdad. Esta
respuesta fue algo que ellos pudieron ver.
Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que
si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así
que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los
cielos (Mt. 18:2-4).
REFLEXIONA: ¿Dirían tus amigos más cercanos que eres un hombre íntegro? Haz una
encuesta informal y averigua lo que piensan. ¿Estás dispuesto a identificar y abordar
aspectos en que te falta integridad?
REFLEXIONA: ¿Eres consciente de que puedes ser el único «Jesús» que las personas
puedan encontrar? ¿La «Biblia» que los perdidos leerán? Esto no es una obligación;
es un privilegio.
«Mi muerte será el fin de mi historia».
Un día tú y yo moriremos. Nuestra muerte puede venir después de una
enfermedad prolongada o de forma súbita. Una lucha con el cáncer o un fatal
accidente automovilístico. Una experiencia lenta y horrible con Alzheimer o un
repentino ataque cardíaco. Cualquiera que sea el viaje, el destino siempre será la
muerte.
Así que cuando esto nos suceda a ti y a mí, ¿cómo será? ¿Te has preguntado al
respecto?
Yo sí.
¿Y qué dirás momentos antes de respirar por última vez? ¿Será como dijo Sir
Winston Churchill: «Estoy aburrido de todo»? O quizá como John Wayne, cuya
hija le preguntó momentos antes de exhalar su último aliento si sabía quién era
ella, a lo cual él respondió: «Por supuesto, sé quién eres. Eres mi chiquilla. Te
amo».[7] O tal vez como Leonardo da Vinci, quien suspiró: «He ofendido a Dios
y a la humanidad porque mi trabajo no alcanzó la calidad que debió tener».
En el 2014 escuché las últimas palabras de mi esposa de casi cuarenta y cinco
años. Acostada en su cama de hospital en medio de nuestra habitación familiar,
me tomó de la camisa, acercó mi cara a la de ella y dijo en voz clara y fuerte: «Te
amo mucho». Luego cerró los ojos y falleció. Puede que no hayas visto la muerte
tan de cerca.
Yo sí.
No estamos solos en preguntarnos acerca de la muerte. A lo largo de la
historia, las personas han hecho grandes esfuerzos por prepararse para su propia
muerte. Las pirámides de Egipto las construyeron los faraones como lugar de
descanso final para sus cuerpos y un sitio seguro desde el cual ascender a la otra
vida. Algunos incluso ordenaron que cuando murieran ejecutaran a sus esclavos,
para que pudieran servirle tan espléndidamente en la muerte como lo hicieron en
vida. (Nota: Lee siempre la letra pequeña en tu contrato de empleo).
A través de los años, hombres y mujeres han tenido «experiencias cercanas a la
muerte». Han expirado, pero han resucitado. Los informes que dan son variados:
largos túneles, luces titilantes, extraños instrumentos musicales, imágenes de
seres resplandecientes. Pero cada una de estas personas que ha tenido una prueba
cercana a la muerte… morirá. No hay regreso. Esta vez de veras. Sin lugar a
dudas.
No debería sorprenderte que la Biblia tenga mucho que decir sobre la muerte.
Y DESPUÉS DE ESTO…
Es más, la Palabra de Dios dice dos cosas irrebatibles. La primera, sucederá.
Morirás. Moriré.
Pero la segunda es aún más importante que la primera. Se resume en estas
cuatro palabras: «Y después de esto».
Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio (He. 9:27).
Después que nuestros párpados se cierren por última vez, los familiares y
amigos «se despedirán». Algunos llorarán. Otros contarán entre sí recuerdos de la
amistad que tuvieron con nosotros. Algunos podrían describir su experiencia al
lado de nuestro cuerpo gris y frío, y cómo fue nuestro final.
Sin embargo, ese no será el final para nosotros. Al igual que los comerciales en
la televisión nocturna o en nuestras computadoras, «eso no es todo. Hay más».
El escritor del libro de Hebreos en la Biblia inserta estas cuatro palabras: «Y
después de esto».
¿Qué es exactamente «y después de esto»? ¿Qué nos sucederá?
En una palabra, juicio.
¿PUEDO VER SU LICENCIA Y SU MATRÍCULA?
No hace mucho tiempo, Nancy y yo conducíamos por una zona residencial en
Atlanta. Charlábamos alegremente sobre la reunión a donde nos dirigíamos. Yo
no estaba poniendo atención a mi velocidad. Desdichadamente para mí, alguien
más sí ponía atención.
De pronto, un policía apareció en el camino delante de mí. Literalmente, en la
calle justo delante de mí. No parecía feliz. Aunque usaba gafas oscuras, supe que
me miraba directamente. Su dedo apuntando en mi dirección marcaba más su
disgusto. Se me fue al alma a los pies. Te ha pasado lo mismo, ¿verdad?
Nuestro «y después de esto» será mucho más serio que mi experiencia ese día
en Atlanta. Tú y yo no estaremos en la presencia de un policía mortal. Estaremos
delante del Dios del universo. Su «radar» será realmente un libro de registro de
todo lo que hemos hecho.
Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos,
y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos
por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras (Ap. 20:12).
Nuestra audiencia delante de ese Juez podría ser algo así: su dedo derecho
revisará la lista hasta encontrar tu nombre. Si has confesado tu pecado, si Jesús es
tu Señor y Salvador, encontrará un asterisco. Una nota al pie. La referencia tiene
a su lado un símbolo conocido. Una cruz. Debido a que has recibido el perdón
que Jesús proporcionó por medio de su muerte y resurrección, tu «y después de
esto» será acceso al cielo.
He aquí lo que Él prometió en cuanto a nuestro «y después de esto»:
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros (Jn. 14:1-2).
M iraSamsi ypuedes imaginarte esto. Es 1952; soy el menor de los cuatro hijos de
Grace Wolgemuth (entonces).[1] Papá es el pastor de la Iglesia
Hermanos en Cristo de Fairview Avenue en Waynesboro, Pennsylvania, un
proyecto de recuperación denominacional que convirtió una congregación
pequeña y menguante en una vibrante, que hoy día sigue sirviendo a su
comunidad.
Eso fue hace
muchos años, pero
en mi memoria
solo hay un libro,
además de la
Biblia,
que puedo recordar
que Grace nos leía.
Nuestra madre, Grace, era una mujer de ternura, elegancia y… gracia.
Nuestra casa (que no era una mansión, ya que no había una casa ni un salario
asociados con esta asignación ministerial) estaba en lo alto de Frick Avenue, una
calle de tres cuadras con pendiente gradual que empezaba al pie de la colina
hasta Main Street, justo a kilómetro y medio al noroeste del centro de la ciudad.
En mi memoria, la hora de dormir en nuestra casa rara vez incluía a papá.
Creo que debía haber estado leyendo o preparando sermones. Pero siempre
contó con nuestra madre, Grace.
Nos reuníamos después de nuestros baños nocturnos, usando nuestros pijamas
enteros de franela, en una de las camas de la planta alta y escuchábamos leer a
mamá. «Chippie», nuestro pomerano de color negro también estaba allí.
Así que Ruth, Sam, Ken y Robert nos acurrucábamos mientras nuestra madre
nos leía. Eso fue hace muchos años, pero en mi memoria solo hay un libro,
además de la Biblia, que puedo recordar que Grace nos leía.
AVANZANDO
En el verano del 2017, durante los meses de dedicarme a redactar el manuscrito
de este libro, un querido amigo nos envió a Nancy y a mí una hermosa colección
de regalo de ocho libros clásicos: portadas finas de cuero, láminas finales
impresas, páginas doradas, y marcadores de cintas. El envío también incluía un
precioso soporte de madera.
Esa noche, Nancy llevó uno de los libros a la cena y sugirió que lo leyéramos
juntos después de terminar nuestra comida. Le contesté que creí que era una
gran idea.
El libro que ella había seleccionado era el mismo volumen que mi madre había
leído en voz alta a mis hermanos y a mí en pijamas hace más de sesenta y cinco
años. Yo no lo había leído desde entonces.
Terminó la cena, una hermosa noche de Michigan que nos dio la oportunidad
de disfrutar nuestra comida en la terraza. Con cantos de aves que
proporcionaban ensoñación musical, Nancy abrió el libro y comenzó a leer.
Iba yo caminando por el desierto de este mundo, cuando de pronto llegué a un
lugar donde había una cueva; entré buscando refugio, cansado, y me quedé
dormido. Allí tuve un sueño… Vi un hombre de pie, andrajoso, vuelto de espaldas a
su casa. En sus hombros llevaba una carga que parecía bastante pesada. Al fijarme
mejor en él, vi que abría un libro y lo leía, y que a medida que iba leyendo, se
estremecía e incluso lloraba, hasta que no pudo más y gritó consternado: —¿Qué
es lo que debo hacer?[2]
En los días que siguieron, creo que el Señor me habló. No con voz audible,
sino tan claramente como si lo hubiera hecho. Temprano una mañana yo estaba
sentado en la silla roja de Bobbie. Saqué su Biblia en un año y busqué la lectura
de esa fecha. Mientras leía el texto junto con las notas al margen de Bobbie, el
Espíritu Santo me dio un codazo. Repito, no con voz que yo pudiera oír, sino
muy claramente:
Robert, es hora de que tomes el reto de Bobbie. La has visto leer fielmente su Biblia
durante muchos años. No como preparación para enseñar, escribir o cualquier otra
cosa. Sino porque deseaba hacerlo. Ahora es el momento de que esta «semilla» se
plante en tu corazón. Y esa semilla debe producir muchas «semillas».
La carga que dio origen a este libro fue la misma que llevó a mi esposa Nancy a
escribir hace muchos años Mentiras que las mujeres creen. Pero mi anhelo era ver
hombres, no solo mujeres, libres por medio de la verdad. Esa visión se expresa en
los últimos versículos del libro de Santiago.
Si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,
sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte
un alma, y cubrirá multitud de pecados (Stg. 5:19-20).
Así es exactamente como se ve «ser libre». Cuando leemos sobre la vida del rey
David en el Antiguo Testamento y pasamos tiempo en los salmos que compuso,
está claro que él sabía una o dos cosas respecto a la esclavitud del pecado y el
puro gozo de ser libre.
Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras
rebeliones (Sal. 103:12).
P ormayor
años he tenido el privilegio de enseñar la Palabra de Dios en la iglesia. La
parte de esto ha sido en el contexto de clases de la escuela dominical
para adultos. El último recuento muestra un registro de cerca de seiscientas
cincuenta lecciones.
Lo que me encanta de enseñar es mirar los rostros de los presentes y obtener
una respuesta inmediata. Eso no tiene ningún sentido, podrían estar diciendo sin
expresarlo verbalmente. Por eso, cuando veo ese rostro, retrocedo y doy otro giro
a lo que acabo de decir, tratando de enseñarlo más claramente.
Entonces, por supuesto, a todo maestro le gustan las sonrisas que expresan:
¡Bingo! Necesitaba eso. Mi esposa Nancy los llama «rostros sí».
UNA CONVERSACIÓN AGRADABLE, NO UN MONÓLOGO CIEGO
Escribir un libro es diferente a hablarle a un grupo en vivo. Es como platicar con
una clase que está de acuerdo, pero esta vez cada persona tiene una bolsa marrón
sobre la cabeza con pequeños agujeros cortados para los ojos.
Cuando escribo no tengo idea si lo que he dicho tiene algún sentido, sea que
los lectores estén pendientes de cada palabra, o que intenten luchar contra una
noche corta de sueño. Dormitando.
Esto puede hacer que escribir un libro sea una experiencia desconcertante.
Hace muchos años, el finado doctor Tim LaHaye, autor de innumerables
libros, me dio una clave sobre cómo comunicarme eficazmente de este modo.
«Un libro es realmente una carta larga para una persona», expresó… yo sentado
con mi portátil, y tú con tu lector de libros electrónicos o pasando páginas
tradicionales de papel.
Así que mi sincera esperanza es que este libro haya sido precisamente eso: una
conversación tranquila e ininterrumpida. Tal vez con una taza de café en tu lugar
favorito.
La otra parte desafiante de ser escritor es que estoy cincelando en piedra mis
pensamientos y, en algunos casos, mi vida. La falsa suposición que podría
hacerse es que escribo como alguien que llega y se queda. Sin embargo, en
realidad soy un pecador, un hombre que necesita instrucción y ayuda… y un
buen amigo. ¿Quizá tú y yo tengamos esto en común?
Así que en este capítulo final me gustaría revisar rápidamente las verdades que
hemos estudiado juntos. Hemos recordado las horribles mentiras que nos
plagan. Ahora cambiemos el enfoque a la última frase en cada uno de los breves
capítulos de mentiras.
Al hacer esto recuerdo la amonestación favorita de mamá a mis hermanos y a
mí cuando la necesitábamos, lo que sucedió muchas veces.
Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad (Fil. 4:8).
Por tanto, aunque seguramente sientas la tentación de dar por concluido este
libro, ya que has llegado hasta aquí, te animo a darle otra mirada a las verdades
de las que hemos hablado, verdades que nos hacen (y nos mantienen) libres.
Bueno, he aquí nuestro recuento mediante este libro…
ace más de treinta años volé en un L-1011. Ese aeroplano fue uno de los
H primeros «aviones jumbo», con dos pasillos y tres columnas de asientos, una
nave que podía transportar cuatrocientos pasajeros. Recuerdo que me sentí
abrumado por la experiencia de subir a bordo de ese gigante y contemplar cómo
pudo despegar realmente con todas esas personas a bordo, entre ellas yo.
En el bolsillo del asiento frente a mí había una de esas tarjetas laminadas
plegadas que informa sobre las características de seguridad del avión. Al respaldo
de la tarjeta había un párrafo con el encabezado: «Acerca de este avión».
Detallaba el peso de la aeronave, la cantidad de hojas de aluminio y el número
de remaches necesarios para construirla. Leí cada palabra.
La primera frase de ese párrafo decía: «Si estás tomándote el tiempo para leer
esto, evidentemente eres alguien curioso. La mayoría de personas nunca se
tomaría el tiempo para leerlo».
Lo mismo podría decirse de ti.
Si has leído hasta aquí, claramente tomas en serio estas mentiras y la verdad.
Así que debes saber, por favor, cuán agradecido estoy que hayas recorrido todo
el camino hasta la meta. Ha sido un privilegio hacer este recorrido contigo.
UNA LABOR EN MARCHA
Mientras escribía este libro, por si acaso creas erróneamente que vivo en una
torre de marfil, hubo ocasiones en que me descubrí creyendo y siendo tentado
por las mismas mentiras a las que me refería.
«Se supone que mi esposa debe hacerme feliz».
«Puedo darme el lujo de acortar mi tiempo con el Señor esta mañana».
«¿Quién se dará cuenta si hago clic en esta fotografía obscena en mi portátil?».
«Actúo de este modo porque tengo muchas cosas en la cabeza».
«Mi valía proviene de lo que tengo».
Gracias a Dios, Él ha dirigido mi corazón de vuelta a la Verdad una y otra vez
en momentos agitados, molestos o frustrantes. A medida que leo sobre la verdad,
medito en ella, la creo y me rindo a ella, el Espíritu de Dios me libera: mi mente
y mis emociones se estabilizan y puedo ver mis circunstancias desde la
perspectiva de Dios. Cuanto más camino con Dios, ¡más consciente soy del
poder de la verdad!
Cuanto más
camino
con Dios, ¡más
consciente soy del
poder de la verdad!
Desde luego, hay muchas más mentiras que no hemos abordado. Te animo a
que le pidas a Dios que te ayude a discernir cuando estés tentado a creer cosas
que no son ciertas. Luego investiga las Escrituras y pide consejo de amigos
piadosos para descubrir la verdad que contrarresta y vence cada mentira.
En los próximos días, cada vez que te des cuenta de que estás creyendo
mentiras, regresa y revisa las verdades resumidas en el último capítulo. Renueva
continuamente tu mente con la Palabra de Dios y aprende a aconsejar tu
corazón según la verdad (Sal. 86:11).
Y no olvides que eres una labor en marcha. Una obra maestra inconclusa. La
obra de Dios en ti es real y no está concluida. Pero un día lo estará.
Dios empezó una buena obra entre ustedes y la continuará hasta completarla el día
en que Jesucristo regrese (Fil. 1:6, PDT).
E numerar a las personas a quienes agradecer por la inversión en este libro sin
antes agradecer al Señor sería insensatez. Así que es aquí donde empiezo.
Cuando Jesús declaró: «Yo soy… la verdad» (Jn. 14:6), estaba dándonos a ti y a
mí una nueva manera de contrarrestar las mentiras que creemos. La respuesta
fue: Él mismo. Él es la verdad. ¿Dónde estaría yo sin su amor y provisión? Su
gracia ha sido placentera y más que suficiente.
En segundo lugar, agradezco a mi esposa, Nancy DeMoss Wolgemuth. Su
amor, cariño y aliento durante el incesante proceso de redactar un manuscrito
han sido permanentes. Por experiencia propia, Nancy conoce el precio que un
escritor paga para teclear las palabras en tal forma que tengan sentido y
comuniquen claramente. En este frente y todos los demás que podría nombrar,
Nancy es un precioso regalo de Dios para mí. Ella ha sido una tierna fuente de
bondad y gracia en las madrugadas reservadas para hacer esto. También es una
fuente maravillosa de verbos geniales.
En el 2001, Nancy escribió Mentiras que las mujeres creen: Y la verdad que las
hace libres (el original en inglés). El libro ha vendido más de un millón de
ejemplares y se ha convertido en un clásico en todo el mundo. Casi todos los
días, Nancy oye de mujeres cuyas vidas han sido profundamente afectadas por
esa obra. Entonces, en el 2008, junto con su amiga Dannah Gresh, Nancy
publicó en inglés Mentiras que las jóvenes creen. Nuevamente, ese libro se abrió
paso en la experiencia de vida de centenares de miles de mujeres jóvenes, y
continúa haciendo una profunda impresión en ellas.
La oportunidad de escribir un volumen complementario con la etiqueta
«Mentiras» (esta para hombres) ha sido un privilegio singular. Gracias, Nancy,
por permitirme viajar en este tren. Y gracias por tu compañía, tus sugerencias de
contenido brillante y tus impecables correcciones a lo largo del proceso.
Oh, sí, y gracias por escribir el selecto respaldo que aparece en la
contracubierta de este libro.
Unos meses después de la publicación del original en inglés de Mentiras que los
hombres creen, se publicó en inglés Mentiras que las niñas creen (de Dannah
Gresh) y su compañero Mentiras que las niñas creen: Guía para mamás (de Nancy
y Dannah). (Esas son muchas mentiras y, gracias a Dios, un montón de verdad
para contrarrestarlas).
Moody Publishers ha sido el hogar para todos los libros sobre «Mentiras» en
inglés (y Editorial Portavoz para las ediciones en español). La sociedad de estos
amigos ha sido un regalo. Gracias a Greg Thornton, Paul Santhouse, Randall
Payleitner, Connor Sterchi, Ashley Torres, Carolyn McDaniel, Erik Peterson y
Richard Knox… Y a todos los demás en el equipo editorial.
En tercer lugar, mis hijas y nietos son una fuente constante de afirmación y
ovaciones. En realidad, Missy y Julie fueron animadoras en el liceo, por lo que
son buenas en esto. Estoy agradecido por Jon y Missy Schrader, Cristopher y
Julie Tassy, (el señor y la señora) Ben y Abby Schrader Quirin, Luke Schrader,
Isaac Schrader, Harper Tassy y Ella Tassy.
Y hablando de la familia, el clan extendido de Nancy ha sido una fuente
extraordinaria de bondad al recibirme a mí, su hijo, hermano y tío de arribo
tardío.
Año y medio antes que se concluyera el manuscrito de este libro, Del
Fehsenfeld, Dan Jarvis, Israel Wayne y el doctor R. C. Sproul Jr. aceptaron
ayudar con la integración de la lista de posibles «mentiras» para incluir.
Después de unas semanas de intercambiar correos electrónicos de ida y vuelta,
nos vimos personalmente durante varias horas y aprovechamos las posibilidades.
Su sabiduría y sus aportes fueron increíblemente valiosos… así como su
inspiración audible a lo largo del camino.
Es más, R. C. se quedó con el manuscrito y me prestó su cerebro teológico y
nítido, y las palabras para avalar a lo largo del camino. Gracias R. C.
Mis hermanos, y en especial Dan, fueron de gran ayuda con la mentira #11.
Gracias a estos hermanos, hermanas y amigos.
Mike y Janet Sonnenberg han sido un modelo de fidelidad, tenacidad y
paciencia frente al sufrimiento indescriptible durante muchos años. Su
disposición de permitirme contar un poco de su historia en la mentira #32 es
muy apreciada.
Rosaria Butterfield y Cristopher Yuan me dieron sabios consejos en relación
con la mentira #19. Estoy muy agradecido por estos amigos fieles.
Después de más de tres décadas de amistad y colaboración profesional como su
editor y agente, me llené de valor para pedir al doctor Patrick Morley que
escribiera el prólogo de este libro. Su poderoso ministerio a individuos de todo el
mundo, El hombre frente al espejo, ha cambiado las vidas de millones de seres y
ha sido un modelo para decenas de miles de iglesias que han usado los libros y
materiales de Patrick para llevar a hombres a la fe en Cristo y hacerlos crecer en
su caminar cristiano. La buena disposición de Patrick de prestar su nombre y su
confiable reputación para este libro es un generoso regalo.
Cuando llegó el momento de diseñar la portada, nuestros queridos amigos Bob
y Dannah Gresh intervinieron junto con el siempre increíble Erik Peterson en
Moody. El diseño de la cubierta de este libro se debe en gran medida a su
creatividad. Gracias.
Los hombres que agregaron sus buenos nombres para apoyar este libro son
muy especiales. Y muy amables: Jack Graham, Tim Challies, Bryan Loritts,
George Grant, Paul Santhouse y Bob Lepine.
Gracias a la familia Aviva nuestros corazones de Nancy y al padre de su
ministerio, Life Action Ministries.
Ya que mis preciosas hijas y mis lindos nietos viven a muchos kilómetros de
distancia, tres familias nos han adoptado como propios, proporcionándonos
muchos abrazos de parte de niños, grandes y pequeños, a quienes amamos…
Nate y Jessica Paulus y sus tres hijos: Addie, Ellie y Beckett; Aarón y Victoria
Paulus y sus cinco hijos: Jonathan, Annalise, Eliya, Ian y Karah; Del y Debra
Fehsenfeld y sus cuatro hijos: Shepard, Karia, Chalissa y Soˉl. Mi amor y
agradecimiento para ellos.
Y a mis agentes: Andrew Wolgemuth, Erik Wolgemuth y Austin Wilson.
Estoy feliz de que sepan lo que están haciendo.
Por último, y tan importante como todo lo anterior, gracias a ti por tomarte
tiempo para leer este libro. Tu tiempo es tu activo más valioso y has invertido un
montón aquí. Considérame agradecido.
NOTAS
INTRODUCCIÓN
[1] Nancy DeMoss Wolgemuth, Mentiras que las mujeres creen: Y la verdad que las hace libres (Grand
Rapids: Portavoz, 2018), p. 38.
[2] A excepción de la construcción en seco.
CAPÍTULO UNO: EL PROBLEMA DEL ORGULLO
[1] Una versión actualizada y ampliada de Mentiras que las mujeres creen fue publicada en el 2018.
CAPÍTULO CUATRO: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL PECADO
[1] https://www.goodreads.com/quotes/407467-i-once-sent-a-dozen-of-my-friends-a-telegram.
[2] Antonio Piñero, «Tercera de Corintios», Cristianismo e historia,
https://www.tendencias21.net/crist/Carta-apocrifa-de-Pablo-a-los-corintios-3-Cor_a897.html.
[3] Este Ananías era diferente al hombre que le impuso las manos a Pablo, restaurándole la vista. Al parecer,
los libros de nombres para bebés y niños tenían mucho menos acceso del que tienen hoy día.
[4] Bruce Larson, Living on the Growing Edge (Grand Rapids: Zondervan, 1969).
[5] R. C. Sproul Jr., Believing God: Twelve Biblical Promises Christians Struggle to Accept (Lake Mary, FL:
Reformation Trust, 2009), p. 13.
[6] Partes de esta historia se han extraído y adaptado de Robert Wolgemuth y Ann Spangler, Men of the
Bible (Grand Rapids: Zondervan, 2002), pp. 114-15.
[7] Bill y Pam Farrel, Los hombres son como waffles, las mujeres como espaguetis (Eugene, OR: Harvest House,
2007).
[8] Nancy Leigh DeMoss, A Revive Our Hearts Trilogy: Holiness: The Heart God Purifies (Chicago: Moody,
2008), p. 280.
[9] Ibíd., pp. 280-81.
[10] Kevin DeYoung, A Hole in Our Holiness (Wheaton, IL: Crossway, 2014), p. 74.
CAPÍTULO SEIS: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL MATRIMONIO
Y LA FAMILIA
[1] Gary Thomas, Sacred Marriage (Grand Rapids: Zondervan, 2000), p. 236. Publicado en español por
Editorial Vida con el título Matrimonio sagrado.
[2] Gary Chapman, Los 5 lenguajes del amor (Miami: Unilit, 2011).
[3] Esta recomendación de ser obedientes a los padres se repite a lo largo de Proverbios. Ver 2:1; 3:1; 4:1,
11, 20.
[4] Karol Markowicz, «Por qué tantos hombres viven con sus padres», New York Post, 30 mayo 2016,
https://nypost.com/2016/05/30/why-so-many-men-are-living-with-their-parents/. Ese mismo año,
Psychology Today reportó que en el estado de Nueva Jersey, el 45% de los hombres entre 18 y 34 años
viven ahora con sus padres (Hara Estroff Marano, «The “Failure to Launch” Epidemic», Psychology
Today, 5 diciembre 2016, https://www.psychologytoday.com/us/blog/nation-wimps/201612/the-failure-
launch-epidemic).
[5] Robert Wolgemuth, Prayers from a Dad’s Heart (Grand Rapids: Zondervan, 2003), pp. 12-13.
CAPÍTULO SIETE: MENTIRAS QUE LOS HOMBRES CREEN ACERCA DEL TRABAJO Y
LA RIQUEZA
[1] Colaboradores de la New World Encyclopedia, «John D. Rockefeller», New World Encyclopedia,
modificado por última vez 25 agosto 2016,
http://www.newmundoencyclopedia.org/entry/John_D._Rockefeller.
[2] San Agustín, Confesiones, trad. Ángel Custodio Vega Rodríguez,
http://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/conf_01_libro.htm.
[3] http://stress.lovetoknow.com/time-management-chart.
[4] «Paul Gauguin Biography», Biography.com, última actualización 27 abril 2017,
https://www.biography.com/people/paul-gauguin-9307741#artist-in-exile
[5] «Catecismo de la Nueva Ciudad», http://newcitycatechism.com/translations/spanish.html.
[6] Un agradecimiento especial al doctor Alistair Begg por esta idea procedente de una conversación
privada.
[7] Dictionary.com, s.v. «deadbeat dad», http://www.dictionary.com/browse/deadbeat-dad.
[8] Ver mentira #23 para algunas ideas útiles sobre cómo Proverbios nos ofrece sólida dirección en la
crianza de los hijos.
[9] C. S. Lewis, The Weight of Glory (San Francisco: HarperOne, 1976), p. 160. Publicado en español por
HarperCollins con el título El peso de la gloria.
[10] https://www.goodreads.com/quotes/924405-the-christian-shoemaker-doeshis-duty-not-by-putting-
little.
[11] Gracias a John MacArthur por esta perspectiva en un sermón titulado «The Theology of Work»,
https://www.gty.org/library/sermons-library/80-362/a-theology-of-work.
1. 1.
2. 2.
3. 3.
5. Los próximos capítulos van a retar tu manera de pensar y tu vida.
Tras saber que Dios es perfecto y te ama con amor eterno, ¿estás
dispuesto a entregar a Dios tu «Sí» incluso antes que sepas lo que
Él podría exigir de ti? Si es así, haz esta oración y firma con tu
nombre en la parte inferior. Si estás en un grupo, ¿qué tal si leen
esto en voz alta y firman juntos?
* Si aún no has llegado a ver tu pecado y aceptar el perdón de Dios confiando en Él como tu
Salvador personal, entonces habla con alguien después que termine la reunión del grupo.
¡Pídele que te ayude a dar este paso que es el más importante de tu vida!
TU PRÓXIMO PASO…
Para tener amigos debemos SER amigos. ¿Con quién puedes
relacionarte en esta etapa de tu vida?
Si tienes un buen amigo, programa un tiempo para tomar café o
almorzar con él esta semana. Agradécele por su amistad y cuéntale lo
que aprendiste esta semana en tu grupo que te hizo dar cuenta de lo
valioso que es para ti.
Si no tienes un buen amigo, llama y haz una cita para almorzar o
tomar café con un hombre con quien te gustaría relacionarte. (Podría
ser alguien en este grupo). Ora por tu reunión antes de llegar al lugar
de encuentro, y pídele a Dios que empiece a desarrollar una relación
perdurable y dadora de vida.
CAPÍTULO 4
PREGUNTA DE INICIO: ¿Qué pecado creíste alguna vez que no era tan
malo, pero ahora comprendes que tiene graves consecuencias? ¿Qué te
hizo cambiar de opinión y te ayudó a destruir ese engaño?
2. Después que los hayas escrito, dibuja una cruz sobre los pecados.
¿Cuántas de estas faltas cubrió Cristo con su sangre en la cruz, y
cómo puedes estar seguro de que esto es verdad?
MENTIRA #15: PUEDO OCULTAR MI PECADO SECRETO, YA
QUE SOY EL ÚNICO PERJUDICADO.
1. ¿Cuál es el peligro de esconder tu pecado?
TU PRÓXIMO PASO…
Esta semana dedica treinta minutos o una hora para sumergirte
profundamente en arrepentimiento. Consigue una hoja de papel (o
utiliza tu computadora) y escribe en la parte superior las palabras
«Hoja de pecado». Pon #1 en la primera línea y hazle a Dios esta
pregunta: «Señor, ¿hay algo en mi vida que no te agrade y que esté
perjudicándome y perjudicando a otros?». Escucha sus sugerencias
en tu corazón y escribe todo lo que Dios traiga a tu mente. No
racionalices ni inventes excusas.
Después que hayas tratado con todo lo que venga a tu mente,
regresa y pon un círculo a esos aspectos en que tu pecado es
conocido por otros o está afectándolos. Quizá debas poner más
atención cuando trates de tener «una conciencia sin ofensa ante Dios
y ante los hombres» (Hch. 24:16). Quizá debas acudir a alguien y
simplemente decir: «Dios me ha mostrado que lo que hice estuvo mal.
¿Me perdonas, por favor?».
Cuando hayas terminado con tu lista, marca cada línea,
agradeciendo a Dios por su perdón y pidiéndole que elimine esos
asuntos de tu vida. Comprométete a hacer un hábito regular de este
autoexamen y esta confesión.
CAPÍTULO 5
3. (No tienes que responder esto en voz alta, pero ¿existe un paso de
revelación y confesión que debas dar con tu esposa? Si es así, ¿por
qué no hablas con tu líder o un amigo piadoso confiable después de
esta reunión?).
MENTIRA #19: SI EXPERIMENTO ATRACCIÓN POR EL MISMO
SEXO, DEBO BUSCAR UNA RELACIÓN HOMOSEXUAL.
1. ¿Es igual participar en actividad con el mismo sexo que luchar con
la tentación de sentirse atraído por esa desviación? ¿Por qué sí o
por qué no?
TU PRÓXIMO PASO…
Examina esta semana las maneras en que puedes expresar amor a tu
esposa en formas totalmente desinteresadas. Sé creativo, pero ten
cuidado, ¡a ella podría darle un ataque cardíaco!
CAPÍTULO 6
2. Disciplina con amor, combinada con oración por los hijos son las
herramientas más poderosas para criarlos. ¿Cómo podrías hacer
una mejor labor de orar por tus hijos? Habla de ideas que han
funcionado para ti en desarrollar oración incesante por tu familia.
TU PRÓXIMO PASO…
Esta semana da al menos un paso visible en dirigir tu familia. Resiste
las mentiras de Satanás de que no puedes hacer esto o que no
funcionará. Él no quiere que dirijas. Habla con tu esposa sobre cómo
puedes ser un siervo más eficaz (un líder en tu casa). Ora acerca de
esto antes, durante y después de tu conversación con ella.
CAPÍTULO 7
TU PRÓXIMO PASO…
¿Cuáles son las diez cosas que deseas que Dios y otros digan acerca
de cómo manejas tu vida laboral? ¿Qué modificaciones debes hacer?
Dedica treinta minutos esta semana a escribir tu «Manifiesto del lugar
de trabajo» personal. Piensa detenidamente en esto. Imprime tu
escrito y colócalo en un sitio destacado en tu lugar de trabajo donde
puedas verlo a diario, quizá sobre tu escritorio.
CAPÍTULO 8
TU PRÓXIMO PASO…
La amargura es una acidez en nuestra alma que resulta de nuestro
fracaso en aceptar o agradecer a Dios en medio de las personas y
circunstancias que ha puesto en nuestras vidas. ¿Te ha sucedido
algo que no puedes aceptar o agradecer? De ser así, esto te afectará
y afectará a otros hasta que el problema se resuelva. La Biblia dice
que una raíz de amargura siempre brotará, siempre causará
problemas y siempre contaminará a muchos, a menudo a quienes
más amamos (He. 12:15).
Pasa algún tiempo trabajando en este asunto esta semana. Puede
ser muy útil encontrar un pastor o consejero piadoso que pueda
ayudarte a resolver la situación y encontrar liberación espiritual.
CAPÍTULO 9
2. Lean juntos Génesis 1:28. Esta orden la repite Dios varias veces en
las Escrituras. ¿Crees que Dios ha revocado alguna vez este
mandato? ¿Por qué sí o por qué no?
MENTIRA #37: ME MIDO POR CÓMO ME COMPARO CON OTROS
HOMBRES.
1. Este espíritu de comparación es generalizado y sutil. ¿Cómo se
manifiesta en tu vida? ¿Dónde crees que estás comparándote con
los demás? ¿Cómo te afecta esto?
TU PRÓXIMO PASO…
Dedica tiempo esta semana a pensar en el legado que estás dejando
en este mundo y en tu preparación para el próximo. Escribe cuatro o
cinco cosas que quisieras que se dijeran sobre ti después de tu
muerte.
Finalmente, escribe lo que te gustaría escuchar de Dios después
que mueras.
CAPÍTULO 10
TU PRÓXIMO PASO…
Pasa algún tiempo esta semana orando por las respuestas a las
siguientes preguntas y escribiéndolas:
1. ¿Hay alguna mentira que has creído a la cual debes renunciar?
2. ¿Hay alguna verdad que has creído a la que no te has rendido en
obediencia humilde? De ser así, ¡trata con eso hoy mismo!
CAPÍTULO 11
Título del original: Lies Men Believe, © 2018 por Robert D. Wolgemuth y publicado en los Estados Unidos
por Moody Publishers, 820 N. LaSalle Blvd., Chicago, IL 60610. Traducido con permiso. Todos los
derechos reservados. Lies Men Believe Discussion Guide por Bill Elliff, © 2018 por Moody Publishers.
Traducido con permiso. Todos los derechos reservados.
Edición en castellano: Mentiras que los hombres creen y la verdad que los hace libres © 2019 por Editorial
Portavoz, filial de Kregel Inc., Grand Rapids, Michigan 49505. Todos los derechos reservados.
Traducción: Ricardo Acosta
Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de
datos, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, fotocopia,
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1 2 3 4 5 edición / año 28 27 26 25 24 23 22 21 20 19
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