CÓDIGO PENAL - República Argentina - Comentado Parte General
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DOCTRINA
Este artículo prevé los límites para la aplicación del derecho punitivo
nacional, con relación al espacio. El espíritu de este artículo es fijar la
extensión, en cuanto a su dimensión espacial, de uno de los momentos
constitutivos del Estado, cual es la soberanía, entendida como la facultad de
manifestar y hacer ejecutar la voluntad de la Nación, es decir, el ámbito
fuera del cual la autoridad de aquél pierde aquél carácter y cede frente a la
soberanía de las otras naciones.1
La determinación del ámbito de aplicación espacial de la ley penal es
el resultado de un conjunto de principios jurídicos que fijan el alcance de las
leyes penales del Estado en relación al espacio.
El principio dominante o columna vertebral del sistema es el
principio de territorialidad, según cual la ley es una emanación de la
soberanía del Estado y expresión de su voluntad. La ley penal es aplicable a
los hechos punibles cometidos dentro del territorio del Estado, sin
consideración de la nacionalidad del autor. En tal sentido, Laje Anaya
sostiene que este principio se concreta al disponer que la única ley que se
aplica es la que un determinado Estado ha sancionado, y que ha resultado
infringida en su territorio, con total independencia de la persona que la ha
violado. Ninguna ley perteneciente a otro Estado se aplica, ni la ley interna
puede ser aplicada fuera de los límites territoriales de cada Estado. En
síntesis, este principio impide que la ley salga del territorio, y a su vez
impide que la ley de otro Estado pueda regular situaciones jurídicas.
No obstante, este principio no es suficiente para determinar
acabadamente el alcance espacial de la ley penal, pues existen otros
principios que participan en tal determinación. Así, como principio
subsidiario al de territorialidad, aparece el principio real o de defensa o
protección, que como excepción, sostiene que la ley penal de un Estado se
aplica a aquellos hechos que afectan un interés nacional,
independientemente del territorio donde se cometa el hecho. De modo, que
no obstante haber sido cometido el delito en otro Estado, la ley aplicar va a
1
Breglia Arias y Gauna; “Código Penal”, Comentado, Ed. Astrea, 2001, p. 6.
ser la del Estado en el cual los efectos del delito han de producirse. Los
efectos de un delito, consisten en el menoscabo o puesta en peligro del bien
jurídico que se pretende proteger, pero no cualquier efecto, sino que debe
tratarse de un delito que pueda afectar un bien de naturaleza pública. Su
justificación proviene de la obligación que tiene todo Estado de proteger
aquellos bienes jurídicos que constituyen los pilares fundamentales de toda
sociedad organizada, y que frente a la importancia de tales bienes, resulta
irrelevante que los ataques provengan de hechos cometidos en el propio
territorio o fuera de él.
El tercer principio es el de la nacionalidad, que a los fines de aplicar
la ley penal, toma en cuenta la nacionalidad del sujeto activo del delito, así
los súbditos de un Estado, son atrapados por la ley del lugar al que
pertenecen, independientemente del lugar donde se encuentren. Este
principio tiene su origen en los países europeos, de raigambre emigratoria,
que tuvo por finalidad la protección del nacional frente a las leyes de los
países extranjeros.
El último principio es el principio universal, según el cual la ley penal
aplicable será la del Estado donde se encuentre el individuo autor del hecho,
con independencia de su nacionalidad, y del lugar de comisión del hecho.
Así, para este principio, la ley penal de cada Estado tiene validez universal.
No obstante esto, la doctrina considera que debido a la coexistencia de
diferentes Estados soberanos, este principio resulta prácticamente
inaplicable. Como consecuencia de ello, sostiene Buteler que sólo rige para
los llamados delitos contra el derecho de gentes, que tienen por objeto la
protección de bienes jurídicos supranacionales, y cuyo fundamento estriba
en el principio de solidaridad internacional, que autoriza la persecución
mundial de aquellos delitos que atentan contra los intereses jurídicos
comunes a las naciones civilizadas.
Como ya he mencionado en otras oportunidades, siguiendo a
Guillermo Fierro, hoy se acepta categóricamente que la ley penal nacional
admite limitaciones fundadas en el Derecho Penal Internacional. El
principio universal, mundial o cosmopolita, incursiona en delitos de carácter
internacional, que se registran en Convenciones. Pueden ser castigados por
cualquier Estado, no interesando el lugar donde se cometió. 2
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos mediante sesión
Nº 1608 de fecha 24 de Octubre de 2003, a través de la resolución nº 1/03
dijo que “los delitos de genocidio, crímenes de lesa humanidad y de guerra
constituyen una gravísima ofensa a la dignidad humana y una negación
flagrante de los principios fundamentales consagrados en las cartas de la
organización de los Estados Americanos y las Naciones unidas, por lo que la
comisión de éstos no debe quedar impune...”. Así en el postulado nº 5 de
esta resolución se exhortó a “señalar que el principio de la territorialidad
debe prevalecer sobre el de la nacionalidad” en tanto los Estados se
comprometan a perseguir y juzgar éste tipo de delito.
El párrafo segundo establece : “por delitos cometidos en el
extranjero por agentes o empleados de autoridades argentinas en
desempeño de su cargo”. El hecho de que se requiera que el delito sea
cometido “en desempeño del cargo”, señala que no es una limitación a la ley
penal en orden a su validez personal.
2
Parma, Carlos, “Nuevos Paradigmas del Derecho Penal”, Ed. Jurídicas Cuyo, Pág. 193.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
3
Carrera, Daniel; “El principio de extractividad de la ley penal y los delitos permanentes y
continuados”; Revista de Derecho Penal Integrado”, año III, nro. 5, Córdoba,
Mediterránea, 2002, ps. 120.
Irretroactividad: el principio de retroactividad de la ley penal más benigna
surge como consecuencia de la idea de defensa social que sirve de base a la
legislación punitiva; tal idea importa admitir que toda modificación de estas
normas obedecerá a que el legislador ha encontrado un desajuste entre las
leyes anteriores y los fines que perseguía al dictarlas, esto es, que la nueva
disposición sirve mejor a los interese que se busca tutelar y por ello, debe
ser ésta última la que se aplique a los hechos que hayan de juzgarse después
de su sanción. CSJN, 9-11-2000, “ V., C. y otros s/ Contrabando”, LD
textos.
Ley Penal más benigna: cuando el Código Penal dice que se aplicará la ley
más favorable si hay diferencia entre la vigente a la época de comisión del
delito y la que regía a la fecha del fallo, se refiere no sólo a lo atinente con
la calidad y cantidad de la pena, sino todas las circunstancias que puedan
influir en la imputabilidad y sanción. CSJN, 25-4-32, “L.R.,S.”, Fallos:
164:330
DOCTRINA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
TITULO II
DE LAS PENAS (artículos 5 al 25)
DOCTRINA
4
De la Rúa, Jorge; “Código Penal Argentino”, parte general; Bs. As., Depalma, 1997; ps.
83.
Estas difieren entre sí en cuanto a las consecuencias en orden a los
institutos reguladores del encierro, como la libertad condicional, o el
cómputo de la prisión preventiva. Además se diferencian porque el recluso
puede ser utilizado en la realización de obras públicas, en tanto que el preso
sólo puede ser obligado a trabajar dentro de los establecimientos donde está
detenido. Finalmente por el art. 10º, la pena de reclusión no es susceptible
de cumplimiento domiciliario.
"La pena de reclusión se reserva para aquellos casos "en que el acusado hubiese
obrado impulsado por móviles infames, bajos o deshonrosos, o que exhiba una
personalidad pervertida que justificasen imponerle la pena privativa de la libertad
más severa"."
"Las distinciones entre prisión y reclusión son, por tanto, fruto del criterio del Poder
Legislativo. Punto respecto del cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación se
ha pronunciado en reiterados casos en los siguientes términos: "La
inconsecuencia no se supone en el legislador y por esto se reconoce como
principio que las leyes deben interpretarse siempre evitando darles un sentido que
ponga en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras, y
adoptando como verdadero el que las concilie y deje a todos con valor y efecto
(C.S.J.N., in re: "Rieffolo Basilotta, Fausto", T.310:195, del 5 de febrero de 1987).
"No incumbe al Poder Judicial juzgar sobre la oportunidad o conveniencia de las
leyes que sobre política penal dicte el legislador, por lo que el control judicial de
constitucionalidad a su respecto queda limitado a la razonabilidad de la norma en
cuestión" (C.S.J.N., in re: "Incidente de excarcelación promovido en favor de Mario
Eduardo Firmenich", T. 310:1476, del 28/07/87)."
"Por ello, siendo evidente que el artículo 24 del Código Penal, al indicar la forma
de computar el tiempo de duración de las penas privativas de libertad sobre la
base de la prisión preventiva sufrida por el justiciable, atiende precisamente a
aquel orden de gravedad expuesto ut supra, la disposición se aviene a una
interpretación sistemática del ordenamiento de fondo cuya irrazonabilidad no ha
sido demostrada en el recurso."
"La Corte "también ha reconocido que el principio de la ley penal más favorable al
imputado no comprende a las leyes procesales, pues ellas se rigen por otros
principios que imponen su aplicación inmediata (conf. Fallos: 220:1250)"."
Multa, inhabilitación:
En la actualidad se ha puesto en crisis el mantenimiento de las penas
privativas de libertad, particularmente el relativo a penas cortas, y aun a las
intermedias; si se tiene en cuenta para ello el fenómeno llamado
“prisionización”, y el reconocimiento de que no existe en general
resocialización, y en cambio, sí desocialización. El preso asume la
convivencia en una sociedad distinta y esto lo aparta aún más de la sociedad
normal. Naturalmente, para el caso de los delitos graves, la seguridad de la
población exige la subsistencia de la cárcel. Pero para transgresiones de
menor entidad se aconsejan medidas coercitivas de reemplazo, como la
multa, el trabajo comunitario y la probation.5
La pena de multa importa una sanción pecuniaria que tiene un
carácter eminentemente retributivo, y que consiste en la privación de un
bien jurídico: el patrimonio. Es el Código es pena principal y puede
aplicarse también como complementaria. Es personal, y el Juez al imponerla
debe tomar en cuenta las circunstancias del delito y la situación económica
del condenado.
La pena de inhabilitación importa la pérdida temporal o perpetua de
alguna de las facultades que tenía el condenado. Pede ser la privación de un
complejo de derechos, absoluta, o la de determinada potestad, relativa.
La pena de “prisión perpetua” admite que el condenado sea puesto
en libertad por el transcurso del tiempo, de allí que se presente razonable lo
que afirma Marco Antonio Terragni al decir: “Tampoco existen en nuestro
derecho penas perpetuas, pese a las expresiones que en distintas normas una
el Código”6
Reflexiones acerca de algunas medidas alternativas a la pena
5
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 74.
6
Terragni, Marco Antonio en www.carlosparma.com.ar y en www.terragnijurista.com.ar
La idea prístina de la pena privativa de la libertad se encuentra
enraizada con la formación del Estado Liberal, especialmente sobre la base
de una idea humanitaria, utilitaria y resocializadora7.
Si bien la piedra angular sobre la cual se apoyara la dogmática jurídico
penal en la temática que nos ocupa fue el opúsculo que ensayara en 1764
Cesare Becaría en su inmortal obra “Los delitos y las penas”8, el gran debate
sobre el fin y función de la pena sobrevino recién a partir del siglo XIX y
aún no finaliza. Es que la sempiterna discusión entre aquellos que veían al
derecho penal como un instrumento al servicio del valor justicia frente a los
que lo entienden como un instrumento que debe servir prioritariamente al
valor utilidad9, se trasladó a resolver una primordial cuestión: cuál era la
naturaleza de la pena. Surgió así una serie de “principios o
axiomas legitimantes” que fundamentan la imposición de esta “amarga
necesidad”10 que venimos a llamar pena.
Las denominadas teorías absolutas propugnaban que “un mal se pague con
otro mal”, dicho de otra manera sería “la moneda con que la sociedad le
paga al delincuente el mal cometido”. En la primera idea se enrolaban Kant
(fundamento ético) y Hegel (fundamento jurídico)11. La segunda expresión
que hemos utilizado era de Carrara, quien además se arriesgaba a decir que
la “reparación” que la pena llevaba traía tras de sí tres resultantes, a saber:
corrección al culpable, estimular a los buenos y desalentar a los mal
inclinados.
Lo medular entonces estaba dado en que la pena tendría carácter
retributivo12, lo que implica un pago por el mal uso de la libertad o bien por
7
“Su humanitarismo radicaba en modificar la situación existente de tormentos, penas de
galeras y en general las de carácter corporal. Su utilitarismo en provecho para el Estado y
para regular en el mercado la mano de trabajo ociosa y marginal. Su resocialización
consistía justamente en disciplinar al campesino y al marginal para el trabajo en la fábrica
(Melossi y Pavarini). Cfr.: “Lecciones de Derecho Penal. Volumen I”; Bustos Ramírez -
Hormazábal Malarée; pág. 176: Editorial Trotta, año 1997.
8
En “Dei delitti e delle pene”, Beccaria indicaba que el fin de las penas no es atormentar ni
afligir, sino impedir al reo causar nuevos daños y retraer a los demás de la comisión de
otros iguales. Las penas deben ser proporcionadas a los delitos. La pena de muerte no es
útil ni necesaria. Así concluía su inmortal obra: “para que toda pena no sea violencia de
uno o de muchos contra un particular ciudadano, debe esencialmente ser pública, pronta,
necesaria, la más pequeña de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los
delitos, dictada por las leyes”
9
Bacigalupo, Enrique; “Manual de Derecho Penal”; pág. 11, Editorial Temis, Bogotá; año
1998.
10
El proyecto alternativo del Código Penal alemán rezaba así: “... una amarga necesidad en
la sociedad de seres imperfectos como son los hombres...” (Cfr.: “Lecciones de Derecho
Penal ”; Berdugo Gómez de la Torre y otros; pág. 26; Ed. Praxis, Barcelona, año 1999.
11
“Si se mira la secuencia externa de hecho y pena, se produce, según la conocida expresión
de Hegel, la irracional secuencia de dos males”. Cfr.: “Sociedad, norma y persona en una
teoría de un Derecho penal Funcional”; Jakobs, Günther; pág. 17; Editorial Civitas, año
1996. También puede verse al respecto: “El pensamiento de Günther Jakobs”, Parma,
Carlos; Ediciones Jurídicas Cuyo, año 2001.
12
Dable es recordar que Santo Tomás le daba a la pena carácter “medicinal” y no
retributivo. Así decía el Aquinate: “Las penas de la vida presente más bien son medicinales
que retributivas, porque las retributivas están reservadas al juicio divino, que se hará, según
la verdad ...”(Cfr.: “El fin de la pena en Santo Tomás”; Siro de Martini, con intervención de
Carlos Parma; en El Derecho, Nº II, Suplemento de filosofía del Derecho; 30/10/01;
violentar la norma, precisamente en un hombre con capacidad de decidir
libremente entre el bien y el mal. Por todo esto la pena a aplicar debe ser
justa, es decir proporcionada al mal causado13.
Tal vez en las antípodas de esa visión se encuentran las que han venido a
llamarse “las teorías relativas de la pena”. Estas intentan contestar la
siguiente pregunta: ¿para qué sirve la pena... cuál es su utilidad?. Dicho de
manera más simple ¿vale la pena la pena?14.
Ahora en esta cosmovisión, el derecho penal se justificará por razones de
política criminal y no por un criterio utilitarista de costos y resultados. Lo
nuclear entonces pasa a ser “la prevención”15
Se suelen subdividir estos seguidores. Unos aceptan la “prevención
general”, donde la pena se dirige a toda la sociedad para que “se abstengan a
delinquir”, en tanto la prevención especial apunta al delincuente mismo, ya
sea enmendándolo para que no vuela a reincidir en el camino del crimen o
bien neutralizándolo en tal sentido16.
En los tiempos que corren hay un auge de las “teorías de la unión”17, que
articulan prevención y represión. Baumann llama a estas teorías
conciliadoras y afirma que ellas pretenden armonizar la oposición entre
pena no dirigida al fin y pena con miras al fin, exigiendo la pena en el marco
de la culpabilidad por el hecho, pero atendiendo a sus fines18.
Finalmente es dable aludir al aporte dado por Mir Puig que propone un
sistema claramente alternativo en su conjunto al retributivo, sobre bases
(modelo de Estado social y democrático de derecho y la pena con una
misión política de regulación activa de la vida social) que resultan
ineludibles19
Argentina).
13
Se suele citar académicamente el ejemplo que dado por Kant cuando enseñaba que “aún
en el caso de que el Estado se disuelva voluntariamente, debe ser antes ejecutado el último
asesino, a fin de que su culpabilidad no caiga sobre el pueblo que no insistió en esa
sanción”.
14
Puede verse: www.carlosparma.com.ar. También: Parma, Carlos en “El pensamiento
penal posmoderno”; Cuadernos de la Universidad Católica de Cuyo; nro. 30, año 1998, San
Juan; pág. 107/111.
15
Roxin objeta esta tesis diciendo que “la idea de un derecho penal preventivo, de
seguridad y corrección, seduce por su sobriedad y su característica tendencia constructiva y
social... pero no da una justificación a las medidas estatales...”.
16
Puede verse un interesante cuadro de Pérez Manzano en “Culpabilidad -lineamientos para
su estudio-“; Parma, Carlos; pág. 137; Ediciones Jurídicas Cuyo, año 1997.
17
Roxin también ha dicho: “una teoría unificadora dialéctica, pretende evitar la exageración
unilateral y dirigir los diversos fines de la pena hacia vías socialmente constructivas, al
lograr el equilibrio de todos los principios mediante el procedimiento de restricciones
recíprocas... el delicuente es una persona débil y urgentemente necesitada de tratamiento
terapéutico - social, pero por otra parte debe ser concebido de acuerdo con la idea de
hombre libre y responsable...”(Cfr.: Roxin, Claus “Problemas básicos del derecho penal”,
Editorial Reus; Madrid, año 1976. ; pág. 34.
18
Romero, Raúl “Determinación de la pena”; en Revista de “ciencias penales
contemporáneas”; Nº. 1, año 2001, pág. 161, Ediciones Jurídicas Cuyo.
19
Bustos Ramírez, Juan, “Introducción al derecho penal”, segunda edición;; Editorial
Temis, Bogotá, año 1994, pág. 87.
Zaffaroni enseña que “si bien el poder punitivo utiliza múltiples
limitaciones a la libertad ambulatoria, la más grave de ellas es la que tiene
lugar cuando somete a una persona a una institución total, en cuyo ámbito
cerrado realiza la totalidad o la parte más importante de su actividad
cotidiana ( pernoctación, alimentación, trabajo, estudio, recreación, etc.).
Esta forma punitiva de institución total es la prisión, caracterizada también
como institución de secuestro (Foucault)”. En aguda crítica reafirma el
Maestro: “... ante el fracaso de las ideologías de la resocialización resulta
que en la realidad la prisión se convierte en un mero local de depósito de
seres humanos deteriorados ... se trata de una tendencia genocida que, en
definitiva, se afilia a la prevención especial negativa, es decir a la idea de
prisión como pena de muerte eventual (suicidio, enfermedad, etc.) o como
pena neutralizadora por morbilidad o deterioro psicofísico...”20.
Esta virulenta crítica, que indica el fracaso histórico de las penas de prisión,
se ha visto abonada por la opinión del interaccionismo simbólico21. Sin
embargo es oportuno puntualizar que también se ha cuestionado el hecho
que estas instituciones de encierro no sólo perjudican a los reclusos, sino
alcanzan a sus familias. Pueden sumarse a estas objeciones que hay una falta
de interés social por la problemática de las prisiones22, como también que en
los delitos no graves es poco el interés de la víctima por el encierro y más la
ambición pecuniaria.
Este universo de cuestionamientos hizo dar un vuelco importante dentro de
la política criminal y -de suyo- en el derecho penal en su conjunto, por lo
que se intensificó la búsqueda de sustitutos penales que sean una alternativa
viable y justa a la pena de prisión.
La idea de “trabajos comunitarios” (community service) fue un bastión
inexpugnable para gran parte de la doctrina anglosajona y alemana que
desde 1972 en adelante vieron este instituto como una herramienta eficaz
alternativa a la corta pena de prisión23. Básicamente aquí se lo sustraía al reo
del control de los muros de ladrillos y se lo sometía al control social.
En afán de simplificar los tediosos procesos penales, lograr una correcta
operatividad del sistema judicial y una mayor eficacia en la persecución de
ilícitos penales graves, la ley 24.316 incorporó en Argentina la “suspensión
del juicio a prueba”. Citamos este singular procedimiento, que en cuanto a
su naturaleza jurídica no se trata de una pena ni mucho menos una medida
de seguridad24, por los loables resultados que ha dado en torno a la
20
Zaffaroni, Eugenio, “Derecho penal; parte general”;; Editorial Ediar, año 2000; pág. 891
21
Puede verse: “Internados. Ensayo sobre la situación de los enfermos mentales”; Goffman,
Erving; Editorial Amorrortu, año 1994. También un clásico en la materia: “La sociedad
carcelaria”; Neuman - Irurzun; 4ta. reimpresión; Editorial Depalma; año 1984.
22
En este sentido se escucha como argumento el hecho que en Argentina “no hay para
comprar insumos hospitalarios o dar asistencia para la nutrición de un niño” por lo que las
prisiones pasarían a un segundo o tercer lugar dentro de las necesidades básicas del país.
23
En nuestro país la idea prendió a través de diversas leyes que modificaron el mismo
Código Penal( por ejemplo el agregado del art. 27 bis por la ley 24.316, inc. 8).
24
De Olazábal con firmeza ha dicho: “por más que materialmente las reglas de conducta
que se impongan al beneficiario tengan similar horizontes de proyección que las penas y las
medidas, esto es, prevenir la comisión de nuevos delitos, lo cierto es que ni la suspensión
del juicio a prueba ni las reglas de conducta que ella acarrea configuran una respuesta a la
comprobación judicial de un hecho delictivo, único supuesto en que, de conformidad al
mandato constitucional podría sostenerse la existencia de una pena...” (Cfr.: “La suspensión
del proceso a prueba”; De Olazábal, Julio; pág. 20; Editorial Astrea, año 1994.
descompresión de causas en numerosos Tribunales . Pero lo trascendente y
que importa en la especie, es que este instituto -que es para delitos cuyo
máximo no exceda de tres años- haya sido usado en favor de imputados,
manteniéndolos en libertad y quitándoles el “estigma” que suele provocar
una condena.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
38
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 91.
los gastos que causare en el establecimiento; 4. A formar un fondo
propio, que se le entregará a su salida.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
39
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 94
actos entre vivos. El penado quedará sujeto a la curatela establecida
por el Código Civil para los incapaces.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Artículo 13: (El condenado a reclusión o prisión perpetua que hubiere cumplido veinte
años de condena, el condenado a reclusión temporal o a prisión por más de tres años que
hubiere cumplido los dos tercios de su condena y el condenado a reclusión o prisión, por
tres años o menos, que por lo menos hubiese cumplido un año de reclusión u ocho
meses de prisión, observando con regularidad los reglamentos carcelarios, podrán obtener
la libertad por resolución judicial previo informe de la dirección del establecimiento bajo
las siguientes condiciones: 1. Residir en el lugar que determine el auto de soltura; 2.
Observar las reglas de inspección que fije el mismo auto, especialmente la obligación
de abstenerse de bebidas alcohólicas; 3. Adoptar en el plazo que el auto determine,
oficio, arte, industria o profesión, si no tuviere medios propios de subsistencia; 4. No
cometer nuevos delitos; 5. Someterse al cuidado de un patronato, indicado por las
autoridades competentes. Estas condiciones regirán hasta el vencimiento de los términos
de las penas temporales y en las perpetuas hasta cinco años más, a contar desde el día de
la libertad condicional.) DEROGADO.
DOCTRINA
Consideración previa:
La pésima política criminal instrumentada a la razón de pulsaciones
sociales espasmódicas que llevaron al tratamiento prematuro de leyes de
“emergencia” como éstas, ponen una vez más de manifiesto la gravedad de
una punición extrema que no guarda relación con los principios básicos de
un sistema penal garantista y democrático.
Los miembros informantes del proyecto dijeron: “Lamentablemente
en los últimos días, los distintos medios periodísticos han ido recogiendo,
una sucesión de hechos delictivos, atentatorios a la integridad sexual de las
víctimas y en algunos casos seguidos de muerte de la persona ofendida.
Esto, que no es nuevo, encuentra sus razones mas profundas, entre otras
cosas, en un déficit educacional que hoy a todas luces es imposible de tapar.
Sin embargo y más allá de las políticas estructurales, que puedan y deben
llevarse adelante para ir morigerando estas actitudes disvaliosas y
antisociales, las circunstancias exigen la búsqueda de remedios que más allá
de combatir las causas eficientes de estas acciones, lleven a sus posibles
autores a evaluar la conveniencia de sus conductas sobre la base de sus
posibles consecuencias. En ese orden de ideas, vemos como la Ley N°
25.087 sancionada el 14 de abril de 1999, modificando el Titulo III del
Libro Segundo del Código Penal "Delitos contra la integridad sexual" marca
un claro cambio de la política legislativa en cuanto a la tipificación de las
conductas descriptas, receptando el sentir actual de la sociedad. Igual
tendencia encontramos en varios proyectos legislativos según los cuales se
propugna la creación de un registro especial, donde figuren todos aquellos
condenados por delitos contra la Integridad Sexual. Todas estas iniciativas
tienden a rescatar la necesidad de la comunidad de contar con mecanismos
de defensa, que permitan en un aspecto adoptar actitudes preventivas de
protección y en otro, frente al hecho consumado, tratar de limitar las
posibilidades que se repitan. Resulta ya un hecho comprobado la tendencia
hacia la reiteración delictiva que evidencian los ofensores sexuales, y así
numerosas opiniones profesionales indican que existe una altísima
posibilidad de que, por ejemplo, aquellos que cometen delitos sexuales se
convierten en reincidentes. En esta problemática, la preocupación de las
autoridades debe estar dirigida a interrumpir el ciclo que conlleva el abuso
sexual, ciclo en que la reincidencia es inevitable por la superficial
comprensión de las exigencias del medio que tienen estos individuos, a
quienes, en muchos países adelantados, se los denomina predadores con una
muy escasa tolerancia a la frustración, poseen una manifestada incapacidad
de manejar sus impulsos instintivos, lo que los conduce a una incontenible
compulsión a la repetición. Es así como reinciden en un 95% de los casos,
según publicaciones recientes. Con solo recordar la estadística emanada de
la Dirección de Política Criminal, que indica que en el 2002 hubo 3036
violaciones registradas en el país, además de otros 5.772 delitos contra la
integridad sexual, concluimos que el problema es verdaderamente serio
como para no tomar medidas urgentes y de aplicación práctica inmediata.
Por ello, con esta reforma del articulo 13 del Código Penal que estoy
proponiendo, tiende a ver el problema una vez acaecido, desde un doble
punto de vista, por un lado, mediante una actitud de tipo terapéutica, que
permita recuperar en lo posible a los individuos de su patología, de ahí, la
redacción de un nuevo inciso el 6) y en otro aspecto, limitando las
posibilidades, de que por las especiales características psicológicas de
quienes incurren en este tipo de delito, puedan acceder al instituto de la
libertad condicional, en la inteligencia de que y con ello recuperen su
libertad anticipadamente. Por los motivos expuestos solicito a este cuerpo la
aprobación del presente proyecto”. (Ricardo A. Bussi - Delia Pinchetti de
Sierra Morales)
Plazos y condiciones:
El artículo en estudio establece los plazos y condiciones para la
obtención del beneficio de la libertad condicional. La ley exige condiciones
de tipo objetivo y de tipo subjetivo. Las primeras hacen referencia al
cumplimiento de los plazos determinados de encerramiento. Cuando estos
requisitos se han cumplido, corresponde el análisis de los de tipo subjetivo,
es decir, que se hayan observado los reglamentos carcelarios, cumpliendo
las disposiciones que resguardan la disciplina del establecimiento.
Asimismo, el artículo enumera las condiciones a que estará sujeta
la libertad, y que las mismas deben cumplirse por el término que duraren las
penas temporales.Para Núñez, el instituto de la libertad condicional significa
para el penado el más poderoso estímulo para mantener una buena conducta,
y de ahí que constituya un complemento indispensable de las penas de
privación de libertad. (T. II, págs. 380/1).
La resolución:
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
La ley 25.948 establece una nueva serie de restricciones para que los
reclusos obtengan la libertad. Así establece incorporar a la ley 24.660, como
artículo 56 bis, en el Capítulo 2 bis, el siguiente: "Artículo 56 bis.- No podrán
otorgarse los beneficios comprendidos en el período de prueba a los condenados
por los siguientes delitos: 1.- Homicidio agravado previsto en el artículo 80, inciso
7., del Código Penal. 2.- Delitos contra la integridad sexual de los que resultare la
muerte de la víctima, previstos en el artículo 124 del Código Penal.3.- Privación
ilegal de la libertad coactiva, si se causare intencionalmente la muerte de la
persona ofendida, previsto en el artículo 142 bis, anteúltimo párrafo, del Código
Penal. 4.- Homicidio en ocasión de robo, previsto en el artículo 165 del Código
Penal. 5. Secuestro extorsivo, si se causare intencionalmente la muerte de la
persona ofendida, previsto en el artículo 170, anteúltimo párrafo, del Código Penal.
Los condenados por cualquiera de los delitos enumerados precedentemente,
tampoco podrán obtener los beneficios de la prisión discontinua o semidetención,
ni el de la libertad asistida, previstos en los artículos 35, 54 y concordantes de la
presente ley." ARTICULO 3º - Sustitúyese el artículo 56 de la Ley Nº 24.660 por el
siguiente: "Artículo 56.- Cuando el condenado en libertad asistida cometiere un
delito o violare la obligación que le impone el apartado I del artículo que antecede,
la libertad asistida le será revocada y agotará el resto de su condena en un
establecimiento cerrado.Si el condenado en libertad asistida incumpliere
reiteradamente las reglas de conducta que le hubieren sido impuestas, o violare la
obligación de residencia que le impone el apartado III del artículo que antecede, o
incumpliere sin causa que lo justifique la obligación de reparación de daños
prevista en el apartado IV de ese artículo, el juez de ejecución o el juez que
resultare competente deberá revocar su incorporación al régimen de la libertad
asistida. En tales casos el término de duración de la condena será prorrogado y se
practicará un nuevo cómputo de la pena, en el que no se tendrá en cuenta el
tiempo que hubiera durado la inobservancia que dio lugar a la revocación del
beneficio".
45
Zaffaroni, Eugenio; “La reforma penal en materia de reincidencia y condenación
constitucional”, en “Doctrina Penal”, Editorial Depalma, año 1984, p. 361.
JURISPRUDENCIA
Artículo 15: (En los casos de los incisos 2, 3 y 5 del artículo 13, el tribunal podrá
disponer que no se compute en el término de la condena todo o parte del tiempo que
hubiere durado la libertad, hasta que el condenado cumpliese lo dispuesto en dichos
incisos. ) DEROGADO.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
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DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
TITULO III
CONDENACION CONDICIONAL (artículos 26 al 28)
DOCTRINA
50
Julio Maier, Derecho Procesal Penal, To.I, Editores Del Puerto, Buenos Aires, 2001,
págs. 510 y ss.
51
González B Cuellar Serrano, Proporcionalidad y Derechos Fundamentales en el Proceso
Penal, Colex, Madrid, 1990, pag.189.
52
Ellen Schlüchter, Derecho Procesal Penal, 20. Edición, Valencia, 1999, pag. 64
53
Claus Roxin, Derecho Procesal Penal, traducción de Gabriela Córdoba y Daniel Pastor,
Ed. del Puerto, Buenos Aires, 2002, ' 29. A
54
Roxin, ' 29 A
55
Schlüchter, ob.cit.pag. 64
56
Winfred Hassemer, Los derechos humanos en el proceso penal, en Revista de Derecho
Penal, Rubinzal- Culzoni, 2001-1,pag. 197
influido por el principio acusatorio, la privación de libertad no es utilizada
como fin en si mismo, esto es, como una pena, sino que sólo será un medio
instrumental y cautelar, debido fundamentalmente a que se basa en la
presunción de inocencia de la persona. Como bien lo formula Cafferata
Nores, al imputado se le reconoce durante la sustanciación del proceso, un
estado jurídico de no culpabilidad respecto del delito que se le atribuye (que
también se denomina principio de inocencia o derecho a la presunción de
inocencia, art. 11 DUDH) que no tendrá que acreditar (aunque tiene derecho
a ello), Y puede formularse diciendo que todo acusado es inocente (art.
XXVI, DADDH) mientras no se establezca legalmente su culpabilidad (art.
8.2, CADH), lo que ocurrirá cuando se pruebe (art. 14.2, PIDCP) que es
culpable (art. XXVI, DADD), en las condiciones de garantía que se
establecen en este capitulo57. En nuestro sistema constitucional, -aún antes
de la última reforma-, el imputado tiene derecho a permanecer en libertad
durante el proceso, ya que se garantiza el derecho de entrar, permanecer y
salir del territorio argentino, mientras no exista una condena concreta que le
impida tal derecho (art. 14 C.N). La privación de la libertad antes de la
sentencia, afecta este derecho constitucional, que además tiene cómo base al
art.18 de la Constitución Nacional, que exige sentencia firme para restringir
la libertad personal. A este panorama se agregan los Tratados sobre
Derechos Humanos, antes explicitados, en virtud el art. 75, inc. 22 CN.58
En este sentido, las leyes procesales penales sólo vienen a
reglamentar la Constitución Nacional, para que se determinen las
restricciones que se podrán hacer a la libertad de la persona, dentro de ese
marco normativo, ya que de lo contrario, esas normas procesales serían
inconstitucionales (Véase los artículos 71 CADH; art. 91 DUDH; art. XXV
DADDHy art. 91 PIDCP). El estado de inocencia, entendido de esta manera,
acompaña a la persona durante toda su vida (art. 18 C.N. y art. 14.2.
PIDPC); luego las medidas de imposición y cautelares deben ser restrictivas
y de acuerdo a los artículos antes mencionados. De estas ideas básicas se
deduce que el estado normal de una persona sometida a proceso, antes de ser
condenada, es la libre locomoción (art. 14 C.N.), por consecuencia, la
privación de libertad será excepcional59 (art. 280 C.P.P.N.).
Los Tratados Internacionales son expresos sobre este punto: El art.
9.3. P.I.D.C.P. El encarcelamiento durante el proceso tiende a asegurar la
comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro
momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del
fallo (véase el art. 91 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano). 60
Para sintetizar, y en palabras de Roxin la prisión preventiva es la
privación de libertad del imputado con el fin de asegurar el proceso de
conocimiento o la ejecución de la pena. Ella tiene tres objetivos: 1- asegurar
la presencia del imputado en el procedimiento penal; 2- garantizar una
investigación de los hechos en debida forma por los órganos de la
investigación penal;
57
Cafferata Nores, ob.cit.pag. 124
58
Julio Maier, Derecho Proceal Penal, To. I, Edicones del Puerto, Buenos Aires, 1996, pag.
511 y ss.
59
Maier, ob.cit.pag. 512 y ss.; Cafferata Nores, ob.cit.pag. 124
60
Maier, ob.cit.pag. 518
3- asegurar la ejecución penal. No pretende, por ende otros fines.61 De lo
que se deduce que debe haber un escalonamiento progresivo de las medidas,
por lo que está prohibida la coerción innecesaria y desproporcionada, 4- la
restricción de la libertad personal del imputado, mediante la prisión
preventiva o provisional, es sin duda la medida más gravosa que se puede
infligir dentro del proceso. Como bien se ha dicho, la prisión provisional
constituye la medida más grave que puede sufrir el ciudadano en el proceso
penal antes de su condena. El imputado, aun cuando no ha sido probada su
culpabilidad, es privado del libre ejercicio de uno de sus derechos más
preciados, el derecho a la libertad de movimiento, junto con otras
restricciones adicionales. En este sentido, la prisión provisional afecta
materialmente al derecho a la presunción de inocencia. 62... Roxin cuando
exige, cómo sus presupuestos materiales: 1) la sospecha vehemente con
respecto a la comisión del hecho punible, esto es, debe existir un alto grado
de probabilidad de que el imputado ha cometido el hecho y de que están
presentes todos los presupuestos de la punibilidad y de la perseguibilidad. 2)
debe existir un motivo específico de detención. ...afirma Roxin que los
motivos de detención son, en este sentido la fuga o peligro de fuga, que
comprende, la situación de cuando el imputado está prófugo o se mantiene
oculto; cuando exista la presunción de que el imputado no se someterá al
procedimiento penal, ni a la ejecución. Se debe tener en cuenta la pena y la
prueba en contra del imputado. 3) peligro de entorpecimiento: 3.1.Que el
imputado destruirá, modificará, ocultará, suprimirá o falseará medios de
prueba. 3.2. Influirá de manera desleal en coimputados, testigos o peritos.
3.3. Inducirá a otros a realizar tales comportamientos. Y todo ello si
comporta un peligro de que se dificultara la investigación. 4) la gravedad del
hecho. 5) el peligro de reiteración ....entiendo que no es de aplicación el art.
316 C.P.P.N., por estar en contra de los normado por la Constitución
Nacional, debiendo en el caso regirse por el art. 319 C.P.P.N. ... Si en la
etapa de preparación de juicio surgen más de una calificación como de
posible aplicación al caso, siempre se debe estar por la menos gravosa para
el imputado (cfr. la doctrina que surge del fallo Vicario de la Sala I de la
C.N.C.P., con comentario de Daniel Morin, Crisis de las pautas objetivas
que limitan la libertad del proceso penal, Cuadernos de Doctrina y
Jurisprudencia Penal, Casación, T° I, págs 433 y sgts.; asimismo cfr. los
argumentos que se utilizaron en la causa n° 12.088, Cabello, Sebastián
s/excarcelación, del 27/9/99, Sala V de este tribunal).... el respeto a la
libertad y dignidad del hombre es el fundamento de cualquier legitimidad
normativa, el Derecho será, lejos de un modo de solución pacífica de
conflictos, simplemente un instrumento de opresión (Seguí, Ernesto A.
Límites al poder punitivo, coercitivo y normativo del Estado, ed. Juris,
Rosario, 1993, pág.12).
También se ha dicho: ...que el principio de inocencia que asiste al
imputado durante el proceso impide la afectación de cualquiera de sus
derechos, incluso -y en especial - el de su libertad ambulatoria (art. 7.1 y 3,
CADH) a título de pena anticipada por el delito que se le atribuye, antes de
que adquiera firmeza (por no haber sido recurrida, o si lo fue, haber sido
confirmada) una sentencia condenatoria en su contra. Por tal motivo, la
61
Roxin, ob.cit.' 30, pag. 257
62
(González- Cuellar Serrano, pag. 203).
privación de libertad durante el proceso sólo encontrará excepcional
legitimación (no debe ser la regla general, dispone el art. 9.3. del PIDCP) en
cuanto medida cautelar, existiendo suficientes pruebas de culpabilidad (que
muestren como probable la imposición de una condena cuyo justo dictado se
quiere cautelar), y siendo ella imprescindible (máxima necesidad) - y por
tanto no sustituible por ninguna otra de similar eficacia pero menos severa-,
para neutralizar el peligro grave (por lo serio y por lo probable) de que el
imputado abuse de su libertad para intentar obstaculizar la investigación,
impedir con su fuga la sustanciación completa del proceso (no hay entre
nosotros juicio en rebeldía), o eludir el cumplimiento de la pena que se le
pueda imponer. Si este peligro no concurriera en el caso concreto, el
encarcelamiento no será preventivo sino que adquirirá una ilegal naturaleza
punitiva (Cafferata Nores, José I., Garantías y sistema Constitucional,
publicado en ARevista de Derecho Penal, Tomo 2001 - I, Ed. Rubinzal -
Culzoni, pág. 129).
... el encarcelamiento preventivo sólo puede tener fines procesales, porque
se trata de una medida cautelar, no punitiva, criterio que, como se dijo,
surge de lo expresamente previsto en el art. 280, CPPN, y que fuera
consagrada en distintos precedentes por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (ver, en este sentido, el comentario de Alberto Bovino
al fallo Suárez Rosero, en Nueva Doctrina Penal, 1998 B, págs. 631 y ss., en
part., págs. 672 y ss.) se habrá de declarar la inconstitucionalidad de la
interpretación realizada de las pautas fijadas en el art. 316 del CPPN (Fallos
313:209, Carlos Ernesto Ure, del 6/3/90, entre muchos otros)
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Aplicación: el último párrafo del artículo 27, establece que los plazos se
computarán desde la fecha del pronunciamiento originario cuando la
sentencia confirmada haya sido recurrida en cuanto al carácter condicional
de la condena. CNCas. Penal, sala III, 24/10/96, “C., J. C. s/recurso de
casación”, reg. 336, Fallos CNCas Penal 1996-2.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Finalidad: la razón de ser del art. 27 bis-agregado por ley 23.316- es tratar
que los delincuentes primarios u ocasionales, cuyas condenas se dejan en
suspenso, logren una verdadera resocialización mediante el cumplimiento de
reglas de conducta que hacen a su inserción social, siempre que las mismas
sean útiles para evitar la comisión de nuevos delitos. La fundamentación de
las reglas impuestas accesorias a la condena de ejecución condicional “en
tanto resultan adecuadas” es necesaria y exigible para satisfacer el recaudo
de la suficiente motivación del art. 123 CPPN sin que ello impida en ciertos
casos reproducir o -cuanto menos- remitirse expresamente a las producidas
para sustentar la condena de ejecución condicional. Es necesaria la
motivación de la imposición de las reglas de conducta establecidas por el
art. 27 bis del CP, tanto por su carácter complementario, cuya aplicación
debe ajustarse a las condiciones personales del imputado, como el
paralelismo existente con el beneficio de la suspensión del juicio a prueba
incorporado por la misma ley 24.316, para cuya decisión el juez debe
expedirse en “resolución fundada”. CNCas. Penal, sala III, 12/7/99, “T., D.
A.”, JA 2000-I-465 LL 2000-A-426/99934.
Aplicación: la imposición de todas o algunas de las reglas de conducta
reseñadas en el art. 27 bis deben ser dispuestas por la sentencia
condenatoria, no siendo posible su diferimiento condicionado a ulteriores
pasos procesales desde que, con el fallo definitivo de la instancia, el a quo
deja de tener jurisdicción plena para ello y sólo queda restringida su
potestad a la concesión o rechazo de recursos o al dictado de resoluciones de
mero trámite. CNCAs. Penal, sala III, 22/11/96, “T., O. s/recurso de
casación”, reg. 382, BJCNCas. Penal 1996-2.
DOCTRINA
TITULO IV
REPARACION DE PERJUICIOS (artículos 29 al 33)
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
El Código establece una responsabilidad limitada a la cuantía del
enriquecimiento, para aquellas personas que obtuviesen un beneficio
pecuniario a expensas de la comisión de un delito, cuando ignorasen la
existencia del mismo. Es requisito ineludible, la falta de ese conocimiento
por parte del beneficiario.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
El artículo plantea el modo de proceder para el caso de insolvencia
total o parcial del condenado, para la reparación de los daños causados por
el delito.
En el caso de las penas privativas de libertad, la norma remite a la
aplicación del art. 11º del mismo cuerpo legal.
Tratándose de otras penas, es el criterio del Tribunal el que se tendrá
en cuenta para realizar la correspondiente reparación.
TITULO V
IMPUTABILIDAD (artículos 34 al 41)
DOCTRINA
63
Jakobs, Günther; “Sociedad, Norma y Persona”; Madrid, Civitas, 1996, ps.60/61.
condiciones, es la incapacidad para “comprender la criminalidad del acto o
dirigir sus acciones”.
Oportunamente, al enfocar el tratamiento de este tema y su correlación con
la culpabilidad expresé: que el artículo 34, emplea una fórmula psiquiátrica,
psicológica, jurídica, partiendo de una concepción antropológica, por cuanto
considera al hombre en su totalidad e integridad, reconociendo su
participación de lo inorgánico, de la vida , de lo psicológico y de lo
espiritual. Sintéticamente sería así:
Alteración morbosa de facultades..............................psiquátrica
Comprensión (referida al profano)............................psicológica
Criminalidad del acto.................................................jurídica
Esta concepción antropológica remite a diversas grados o estados de
conciencia: fisiológica; psicomotriz; perceptiva y discriminativa.
José Luis Clemente ilustra en forma clara esta línea de pensamiento:
“a decir de algunos autores, se impone un criterio bio-psicológico o
psiquiátrico-psicológico-jurídica, pues se integra por el sistemático aporte
de elementos de esas tres naturalezas y hay imputabilidad toda vez que no se
encuentren reunidos simultáneamente esos tres elementos64
De la conciencia, diría Núñez, nos interesa el rasgo psicológico que nos
permita conocer y valorar nuestras ideas, estados, voliciones y conocer
también el mundo exterior, saber qué y quienes somos, donde estamos y
hacia donde vamos. Distinto es el criterio que ostenta Vicente Cabello, al
decir que la conciencia es la presencia del yo en el sentir, en el pensar y en
el actuar; es un atributo, pudiendo señalarlo como el don que poseemos de
saber sobre nosotros y sobre el mundo exterior.
Roberto Lavado, enseña diciendo: “comprender la criminalidad del acto
implica valorar el significado de ese hecho frente a la consideración de la
sociedad y del derecho. En otros términos, la comprensión de que el hecho
encierra grave intolerancia y dañosidad social; que es antijurídico o
contrario a derecho. Por ende, una valoración que es superior al mero
conocer, saber o entender...Ese “comprender” pertenece al ámbito del
estrato de la dimensión espiritual del hombre, que es el que le permite
abrirse al mundo de los valores. El mero conocer, saber o entender pertenece
al estrato o dimensión psicológica del hombre y lo psicológico es neutro al
valor, no le alcanza para comprender...” EL profesor Lavado explica que
para comprender adecuadamente la imputabilidad y la culpabilidad, resulta
imprescindible tener una noción clara y sostenida polémica entre partidarios
del libre albedrío, por un lado, y del determinismo por el otro, podemos
decir que el hombre normal ni goza de un libre albedrío absoluto, ni está
determinado al delito. Pensamos que lo correcto es decir que el hombre
normal tiene condicionamientos, pero ellos no lo determinan al delito. Que
es libre a pesar de los condicionamientos...al hombre normal siempre le
queda la posibilidad de optar o elegir. La verdadera libertad del hombre
normal reside en la actitud que adopta frente a los condicionamientos...es
decir elegir, y en esto precisamente reside su libertad65. Para Zaffaroni,
comprender significa “internalizar” o “introyectar” alguna idea, hacerla
propia. El hombre va en busca del sentido de las cosas (positivo o negativo,
64
Clemente, José Luis, “Opúsculos de Derecho Pnal y Criminología”, Ed. Lerner, 1991, ps.
11/12.
65
“Reflexiones sobre la vocación, la autenticidad y la justicia”. Entrevista a Roberto
Lavado, Revista Abogar, p.34, Nº 3, octubre de 1996, Mendoza.
bueno o malo, etc...), apoyado en su historia, busca proyectarse y ejercer el
señorío de sus actos. Así, adapta la vida en sociedad (en tiempo y espacio).
Por eso las acciones de los hombres no pueden ser resueltas con las reglas
frías de un teorema, debiendo elaborarse un criterio de “comprensión”, para
poder entender sus actos.
Debe quedar en claro finalmente que la imputabilidad es un concepto
jurídico que lo fija el Juez, basado por supuesto en los informes periciales,
por lo que no puede afirmarse que exista de antemano causa psiquiátrica de
por sí que acarree la inimputabilidad. Será entonces el juez que basado en
esta fórmula legal mixta que detallé precedentemente y en el estudio médico
determine si una persona es inimputable o no.
66
Jakobs, Günther “Fundamentos del Derecho Penal”; Buenos Aires, Ad Hoc, 1996, ps.
117.
Trastorno mental transitorio: en medicina y en psiquiatría se entiende por
trastorno mental transitorio: aquella alteración de la capacidad de la razón
humana, que por factores de tipo exógenos crea un estado de trastorno
psicológico en que las personas son incapaces de razonar normalmente y
esto se transporta a su obrar.
Lleva como caracterísitica central la “fugacidad” , aunque algunos
autores de fuste lo han ligado a la enajenación, exigiendo base patológica
(Soler, Núñez y Fontán Balestra). Otro sector afirma que no es necesario
que exista un proceso de naturaleza morbosa, sino que la alteración sea
morbosa, porque es lo que priva a quien la padece, de la comprensión o
dirección (Frías Caballero, De la Rúa, etc.). Esto parece ser lo más correcto.
Vicente P. Cabello por su parte entiende que se trata de un estado de
inconsciencia..
En estos casos el imputado “estalla”, digamos que pasa como un
meteroro por la escena del crimen. Aunque es dable aclarar con la feliz frase
de Roxin: “no hay rayo en tiempo sereno”, es decir todo tiene su base, su
causa. Este obrar súbito impide al sujeto discriminar la naturaleza ética de
las acciones como así también no deja ingresar las inhibiciones frenadoras
de impulsos delictivos67. Estimo que esta desviación fugaz de la mente en la
especie debe traducirse como una alteración morbosa debiéndosela
distinguir de la insuficiencia, pues ésta enfermedad es patológica (el hombre
nace y muere pobre intelectualmente).
68
Johns y Quay,; “La Psicopatía, teoría e investigación”, Barcelona, Herder, 1984, p.15.
Hanna ilustraba al tema diciendo que “la psicopatía no es una
enfermedad en el sentido anatomoclínico; el psicópata no padece de ninguna
alteración objetivable anatómica o funcional, ni su psiquismo presenta
trastornos groseros, pero existe si una desarmonía en la estructura de su
personaldad que condiciona un desequilibrio caracterológico que le impide
o dificulta su integración social... la diferencia con la neurosis es que en
éstas se siente y se vivencia una anormalidad...”69
Para Karpman (1961), el psicópata es una persona insensible,
emocionalmente inmadura, desdoblada y carente de real profundidad. ES
capaz de simular estados emocionales y afectos cuando cree que le van a
ayudar a obtener lo que desea de los demás. Su capacidad de discernimiento
es pobre y su conducta suele estar determinada por impulsos y necesidades
circunstanciales.
Se ha dicho que la aceptación de la inimputabilidad del psicópata está
supeditada en cada caso en particular a que el dictamen psiquiátrico admita
que el estado mental del afectado encuadra en el concepto de alteración
morbosa del artículo, y concurriendo como efecto psicológico, la falta de
comprensión de la criminalidad del acto realizado o su imposibilidad de
dirigir sus acciones.70
75
Frías Caballero, Jorge, “Temas de Derecho Penal”, Ed. DIN, 1989, pág. 172/3.
76
Vergara Luque, José; “Imputabilidad e inimputabilidad penal”; Mendoza, Ediciones
Jurídicas Cuyo, 2001, ps. 216.
77
Núñez, Ricardo; “Manual de derecho penal”. Parte general”; Córdoba, Lerner, 1999; ps.
181/182.
San Agustín en su obra hace referencia al caso Loth (génesis,
cap. 19, versículos 31 al 38) a quien sus hijas embriagaron para tener acceso
carnal con él. En orden a este relato el personaje bíblico fue responsable de
ebriedad pero no de incesto (Loth non de incesto, sed de ebrietate culpatur).
Por su parte Santo Tomás de Aquino afirma la responsabilidad moral como
fundamento de la responsabilidad penal. Así sostuvo que la ebriedad debía
ser atenuante de la culpabilidad. Dable es apuntalar que Santo Tomás enseña
que en la embriaguez voluntaria hay un mal voluntario en su origen.
También el Santo formula una referencia histórica a la antigua ley griega
impuesta por Pitaco la que imponía un doble juego de penas: una por
embriagarse y la otra por el resultado dañoso, criterio del cual Aristóteles ya
había aludido (ebrius meritu duplicem maledictio). Y era precisamente
Aristóteles quien había sentado el principio que decía que los legisladores
castigan a los que hacen mal “a no ser que obren por fuerza o por ignorancia
que no les sea imputable”.
Entre nosotros Frías Caballero ha desarrollado y marcado una
interesante evolución conceptual. Indica que Tozzini en referencia a las
personalidades psicopáticas que pudieran ser inimputables dice “si las
acciones antisociales obedecieron a una verdadera manifestación de opción
del sujeto de someterse a las circunstancias causales e instintivas, cuando
pudo escoger autodeterminarse conforme a sentido, debe regir el principio
expuesto de la actio libera in causa”. Agrega Frías que Núñez acertó al decir
que el gran aporte de esta figura “fue el de sacar el problema del puro
campo de la imputabilidad y llevarlo también, por lo menos en un aspecto
fundamental, al de la causalidad material”. Ante esto Frías afirma: “la
formulación moderna y coherente del principio no implica retrotraer tan sólo
la cuestión de la inimputabilidad al momento en que el sujeto se colocó en
situación de incapacidad de culpa, sino trasladar también a ese momento, la
verificación de la concreta culpabilidad. La cuestión afecta tanto la
imputabilidad, como a la culpabilidad.
Hay un planteo –cuenta Frías- que se opone a la aplicación de la actio libera.
El origen lo ubica en Horn (año 1969) y el desembarco en latinoamérica lo
identifica a través del maestro chileno Luis Cousiño Mac Iver. Este último
autor inspira a Zaffaroni, quien cambia su originaria posición y obtiene, ya
en esta nueva tesis, seguidores de la talla del profesor Jorge Sandro. Así
Frias dice este principio sería superfluo y que habría que aniquilarlo pues
conduce nada menos que a la negación de los dogmas básicos del derecho
penal, de legalidad y de culpabilidad. Según este criterio –además- en los
delitos culposos las “actiones libera in causa” no tendrían sentido, siendo
innecesario en lo que toca a los delitos dolosos de omisión. En definitiva
Frías rectifica su pensamiento y comparte los dichos de Alimena y
Zaffaroni78.
Zaffaroni lo explica así: “los defensores de la teoría de la a.l.i.c.
tienen un serio problema de tipicidad, porque no es necesario que sea libre
(esto es, que haya culpabilidad) en el momento de realizar la acción
ejecutiva del delito: basta con que haya sido imputable (culpable) en el
momento de la acción que fue causa de la acción ejecutiva. Esta teoría no
sólo extiende la culpabilidad a una conducta anterior a la conducta típica,
sino que extiende la tipicidad misma a la conducta de procurarse la
inculpabilidad Sandro dice que “crea el injusto”)... - continúa diciendo – La
78
Frías Caballero, Jorge; “Temas de derecho penal”; Bs. As., Din editora, 1989, ps. 79/142.
mayor objeción es que el sujeto sobrio no puede saber lo que hará o
sucederá en estado de incapacidad psíquica. La incoherencia finca en que
pretende reprochar un injusto típico con la culpabilidad de una conducta
atípica de colocarse en inculpabilidad y de este modo atribuir como dolo lo
que no es más que un elemento del ánimo”. El maestro de la Universidad de
Buenos Aires explica que los defensores de la teoría de la a.l.i.c. han dado
ejemplos de tipicidad omisiva para sostener esta tesis, pero la realidad es
que quien se pone con cierta precisión de movimientos para realizar la
conducta debida incurre con ello en un acto que, por lo menos es de
tentativa. Y en materia de delitos culposos la sistemática normal de la
imprudencia explica perfectamente los ejemplos que suelen plantear las
a.l.i.c.. Por ello dice que “no se duda en reconocer que importa una
excepción al principio de culpabilidad, aunque legitimada por la costumbre
o por el abuso del derecho. Jakobs para legitimarla se remonta al fin de la
pena, concluyendo que el agente pone de manifiesto un déficit en la lealtad
al derecho... En síntesis: esta teoría no puede fundar el dolo, tampoco sirve
para fundamentar la tipicidad culposa, tampoco es útil para la punición de
los delitos omisivos, porque la incapacitación para la acción debida es ya en
ellos un acto de tentativa...”79
79
Zaffaroni, Raúl; “Derecho Penal. Parte general”; Bs. As., Ediar, 2000, ps. 671/674.
80
Vidal, Humberto; “Derecho penal Argentino. Parte general; Córdoba, Advocatus, 1993,
ps. 327/328.
81
Cabral, Luis; “Compendio de derecho penal”, 2da. Ed.; Bs. As., Abeledo-Perot, 1991, ps.
159/160.
manera el error de prohibición invencible impide la infracción de la norma
penal primaria y así se excluye la posibilidad de culpabilidad, porque el
sujeto no tuvo la mera posibilidad de poder comprender la criminalidad de
la conducta, o –en términos de Roxin- “la posibilidad de acceder al
conocimiento del injusto”. Vemos entonces que la vencibilidad o
evitabilidad del error es un límite de culpabilidad, lo que significa un límite
de exigibilidad y de reproche.
Es importante dejar un poco de lado una pretendida objetividad y
efectuar el análisis en función de las condiciones personales del agente.
Zaffaroni dice que “el error exculpante invencible es el que
determina que el sujeto no haya podido comprender la criminalidad, en el
vencible la atenuación obedece a que su comprensión tuvo dificultades que
no le son imputables totalmente, y en los casos en que la no comprensión de
la criminalidad le sea completamente imputable, no corresponde considerar
atenuación alguna del reproche”82 .
Sobre las cuestiones referentes al error tendrá incidencia la teoría que se
adopte al respecto: del dolo o de la culpabilidad (ver: legítima defensa
putativa... teorías).
Error: síntesis:
Medidas de seguridad:
Se adopta una posición intermedia que consiste en aplicar medidas de
seguridad a los inimputables y a los imputables: penas. Hay excepciones
donde se pueden aplicar medidas de seguridad a imputables (art. 52 y 80 del
C.P.).
Para este tipo de medida la regla está dada por la peligrosidad. La
peligrosidad ilumina el horizonte de la pena al determinarla (art. 41 del C.
P.) y de la medida de seguridad (art. 34 inc. 1ro. Párrafo segundo y
tercero)84
82
Zaffaroni, Eugenio; “Derecho Penal. Parte General”; Bs. As., Ediar, 2000, ps. 698.
83
Sandro, Jorge; “Error de tipo y error de justificación”; Suplemento de jurisprudencia
penal y procesal penal; La Ley, 27 de Setiembre de 2004; ps. 4.
84
Montolla y Nigrelli; “Inimputabilidad y peligrosidad. Medidas de seguridad”; L.L.;
21/07/04.
INCISO 2º EVITAR UN MAL MAYOR
85
Vazquez Iruzubieta, Carlos; Código Penal Comentado I; Bs. As; Plus ultra; 1969; pag191
y ss
86
Zaffaroni, Eugenio R.; Derecho Penal . Parte general; Buenos Aires; Ediar;2000; p.712
y ss
Ese mal, que se quiere evitar puede provenir, tanto de una fuerza de la
naturaleza como de la acción humana: actúa en estado de necesidad
justificante quien arranca una cerca para repeler la agresión; el que viola un
domicilio para escapar de un secuestro o refugiarse de un ciclón; el que
empuja al epiléptico que le cae encima, el que trompea al hipnotizado que
tiene orden de lesionarlo, etc.
El fundamento general del estado de necesidad justificante, es la
necesidad de salvar un interés mayor, sacrificando el menor, en una
situación no provocada de conflicto externo. 88 Es uniforme la idea de
situación de peligro para un bien, las diferencias que surgen de la
comparación de bienes, la idea de mal causado, etc. Por lo que actúa de iure,
el que lesiona bienes jurídicos ajenos, para salvar un bien propio o de otro,
que se encuentra amenazado. Este bien debe ser de mayor valor que el
sacrificado. 89
El estado de necesidad es una situación objetiva de peligro inminente
o actual, para bienes o intereses protegidos por el Derecho en el cual no
queda otra alternativa que la violación de intereses o bienes jurídicos ajenos
o incumplimiento de un deber jurídico impuesto bajo amenaza de pena. 90
Dice Wolter, que las causas de justificación tienen como objetivo la
protección excepcional de intereses estimados más valiosos. Ello significa
que lo permitido, en el sentido de objeto de juicio de valor jurídico, no es la
acción justificante por sí sola, en tanto que expresión de una especie de
obediencia al Derecho, es decir la intención salvadora puesta en práctica. Si
la acción salvadora que se permite es más bien, por la posibilidad real de
protección del bien jurídico más valioso, que aparece asociada a ella (valor
de la acción).
Las proposiciones permisivas deben entenderse, como excepciones a las
prohibiciones de poner en peligro o incrementar dicho peligro, que se
explican por establecer posibilidades de salvación. Así el prototipo de la
justificación es la creación de una posibilidad de salvación. 91
87
Mir, J.: “ La Posición de la Justificación y de la Exculpación en la Teoría del Delito
desde la perspectiva Española “. Justificación y Exculpación Derecho Penal (Eser-
Gimbernat-Perrone). Madrid 1995. Pág. 21.
88
Nuñez, R.: O. Ctda.: Estado de Necesidad. p. 193.
89
Cortes de Arabia A.: O. Ctda., 2-Estado de Necesidad. p. 154.
90
Frias Caballero J.: O. Ctda.: E-2- Causas de Justificación. p 273.
91
J. Wolter: “ Imputación objetiva y personal a título de injusto”, p. 113.
El sistema moderno del Derecho Penal: Cuestiones Fundamentales; B. Schuneman –
(Estudios en honor a C.Roxin – 50° Aniversario) – Ed.. Tecnos – Año 1994.
mientras que otros (elaborada sobre las ideas de Hegel) partían de las
diferencias valorativas de los bienes jurídicos (Teoría de la colisión).
Aparecen las Teorías Unitarias, que pretenden contemplar todos los
casos de Estado de necesidad, sea como causas de exculpación – siguiendo
el pensamiento de la equidad – o como causas de justificación – según las
ideas de colisión.
Con Goldschmidt, se abre un panorama distinto, con la idea
diferenciada, considerando – contraposición existente – por un lado el
estado de necesidad justificante y por otro el exculpante.
Cuando se afecta un interés objetivamente menor al que se salva, nos
encontramos en un estado de necesidad justificante, es una causa de
justificación con todos sus efectos.
Pero si el valor relativo de los bienes es igual o, el bien que se afecta es
de mayor valor, la conducta no se considera justificada con arreglo al
criterio de colisión sino que será disculpada (estado de necesidad
exculpante), sino le es exigible al agente que soporte esa lesión. En
Alemania es necesario que el interés protegido sea esencialmente más
importante que el afectado, teniendo en cuenta el grado del peligro, y el
medio empleado sea el adecuado, sin perjuicio de otras circunstancias
relevantes para su consideración.
De esa manera admite la lesión de un bien jurídico de mayor rango que el
que se salva. Es así que el estado de necesidad exculpante nace para esta
tesitura, de la idea de la anormal motivación subjetiva del agente y esto
aparece cuando el autor se encuentra en un peligro para un bien
personalísimo suyo o de un allegado, con prescindencia de la ponderación
cuantitativa de los bienes en conflicto. 92
La justificación, dependerá de “ dos valoraciones “, “ en las que se
reflejan las opiniones doctrinales respecto al estado de necesidad supralegal:
en primer lugar, en una ponderación correcta entre intereses y bienes
jurídicos en conflicto, el interés que protege el autor debe preponderar
sustancialmente sobre el interés que menoscaba (teoría de la ponderación de
bienes); y por otra parte la acción de estado de necesidad debe aparecer en
una valoración global ético-social como empleo correcto para un fin
correcto (teoría del fin). 93
Requisitos: a) Gravedad del mal que advierte el autor, inminencia del riesgo
o situación de peligro. 94 Considerado tal la lesión o daño a un interés
individual o cualquier otro jurídicamente protegido, que se cause para alejar
aquella situación de peligro.
Dice Zaffaroni – se trata de la afectación de un bien jurídico, que
puede ser del que realiza la conducta típica, como de un tercero o del mismo
que sufre el mal menor; que puede provenir del Hombre o la Naturaleza. 95
Basta con un peligro para un bien jurídico cualquiera (vida, libertad,
honor o propiedad, etc.) o bienes de la comunidad (que en la práctica solo a
veces se planteará un estado de necesidad justificante a favor de bienes
92
Cortes de Arabia, A.: Ob. Ctda. Ps. 154/7.
93
Roxin C.: Ob. Ctda. p. 674.
94
Jurisprudencia Española: “ se trata de un mal real inminente que le acucie, carece de
todo medio legítimo para defenderse de él “. Lecciones Derecho Penal – Parte General –
Berdugo Gomez de la Torre – p. 191. Ed. Praxis. Barcelona. 1996.
95
E. Zaffaroni: O. Ctda. – 336 – 2. p. 502.
jurídicos de la comunidad). El estado de necesidad presupone un peligro
para el bien jurídico (peligro concreto), que por casualidad no se traducen en
un resultado, lo importante es ante que grado de peligro deben permitirse las
medidas salvadoras.
En lo sustancial hay acuerdo en cuanto a que se debe enjuiciar ex ante
(antes del hecho), si concurre un peligro es durante el hecho y no después
cuando hay que verificar si una acción está justificada o no. Y no se puede
enjuiciar de modo puramente subjetivo, desde la perspectiva de quien actúa
en estado de necesidad (la mera imaginación del mismo), pues el tenor de la
ley vincula la justificación a la concurrencia de un peligro.
Sobre el criterio correcto para el juicio de peligro, la mejor solución es,
para situaciones que requieran un experto, atender como propone Jakobs, al
juicio del mismo, y en los supuestos en que los conocimientos
especializados no sirvan para enjuiciar si hay un peligro, habrá que atender
como sostiene Schaffstein, al “ observador inteligente y sensato “ (no se
sabe si los náufragos sabían nadar) y teniendo en cuenta la seria posibilidad
de producirse un daño (naufragio del barco) habrá que afirmar que existe
peligro. 96
b) Debe ser inminente, o sea de realización inmediata. Ser presente;
mal que puede producirse en cualquier momento, que está por suceder
prontamente, o sea un riesgo en pleno desarrollo, acusiante, considerado
actual.
Es una colisión de intereses jurídicos, por la inminencia, de pérdida de
uno de ellos, y la posibilidad de salvación del de mayor valor, sacrificando
el de menor valor. 97
También se requiere que el mal sea actual, que esté próximo a
suceder, que aparezca como de realización inmediata y que se tema que si se
espera, la ayuda llegará demasiado tarde, el autor debe encontrarse en la
disyuntiva de cometer un delito o provocar un mal mayor. 98
El peligro debe ser actual, que no es lo mismo que una agresión actual
de la legítima defensa, y aunque no sea aún inminente la producción del
daño posteriormente ya no sería posible hacerle frente o sólo sería posible
corriendo riesgos mucho mayores. Es la situación que conforme la
experiencia pone de manifiesto que si continúa evolucionando de modo
natural, será con seguridad inminente la producción del daño en caso de que
no se intervenga para impedirlo. Comprende además el peligro permanente,
que se traduce en una situación peligrosa que permanece durante largo
período, y que en cualquier momento puede desembocar en un daño (un
edificio en ruina o un enfermo mental peligroso). 99
El estado de peligro debe manifestar externamente dos características
interdependientes: a) La proximidad de la lesión del bien jurídico, y b) la
ausencia de una normal dominabilidad de las posibles causas salvadoras. 100
Que sea extraño, que no haya sido provocado por el agente, cuando
ese no es atribuible a su intención (quien prendió fuego a sus rastrojos sin
hacer los parafuegos necesarios y para evitar su extensión se apodera del
96
Roxin C.: Ob. Ctda. Ps. 675/79.
97
Bacigalupo E.: Ob. Ctda. . p. 74.
98
Cortes de Arabia, A.: Ob. Ctda. 2-2. p. 159.
99
Roxin C.: Ob. Ctda. Ps. 680/1.
100
Serrano-Piedracasas Fernandez: Fundamentación Objetiva de la Tentativa en el Código
Penal Español. Nuevas Formulaciones en las Ciencias Penales – Homenaje a C. Roxin. P.
443. Ed. Marcos Lerner Editora Córdoba. 2001.
equipo de labranza del vecino para realizarlos, no podrá invocar el estado de
necesidad, aunque eventualmente pueda quedar cubierto por una situación
de inculpabilidad. 101 Excluye desde luego la justificación cuando tal estado
ha sido predispuesto con el designio de valerse de él como pretexto. 102
Otra parte de la Doctrina, donde encontramos a Jimenez de Asúa,
Nuñez, entienden que la justificación no desaparece, si se origina en forma
culposa, a diferencia de otras posturas, que no distinguen, entre la
provocación intencional, o no intencional de la situación necesaria.
Actualmente es unánime la opinión que mantiene que la provocación
culpable de la situación de necesidad, no excluye la posibilidad de invocar
la justificación. El ejemplo del suicida, se tira al agua y cambia de opinión,
el propietario de la barca en la que pretende salvarse no puede arrojarlo de la
misma con el pretexto que aquel ha provocado su propia situación de
necesidad y por lo tanto que perezca en la misma.
En el caso de provocación intencional, quien se ponga
premeditadamente en una situación de estado de necesidad para poder
liberarse de ella a costa de otros, no actúa justificadamente aunque sus
intereses fueran al margen de ello sustancialmente preponderantes.
Con un ejemplo Roxin nos ilustra, respecto el conductor que con dolo
eventual había causado un accidente, que se da a la fuga por temor de ser
apaleado por las víctimas, no significa que deba soportar el peligro, pero
tiene que exponerse al riesgo de ser agredido puesto que él mismo lo ha
provocado concientemente.
Respecto a la actio illicita in causa, si el autor ha de pensar que va a
estar justificado al emprender el salvamento por esa acción salvadora, pero
va a ser castigado por su conducta previa, la mayoría de las veces se
abstendrá de realizar la acción salvadora para no incurrir en responsabilidad
penal. 103
Mir Puig, con referencia a una Sentencia del T.S. de España, de daño
culposo, en el que un automovilista, conducía en forma imprudente, tuvo
que atropellar a un ciclista para evitar una colisión frontal con un camión
que hubiera producido la muerte de los ocupantes del automóvil, se niega el
estado de necesidad y castiga con imprudencia, y que el autor critica la
fundamentación pero considera al fallo razonable. 104
c) La imposibilidad de evitar el mal por otros medios, o de otro modo.
No se puede invocar un estado de necesidad sin que el autor esté frente a la
alternativa de actuar o de que no actuando, o procediendo de una manera
inocente, o más benigna se efectivice el daño para el bien más valioso. 105
Roxin da un ejemplo: Un automovilista observa que hay un ladrillo
entre las ruedas dobles de un camión que le precede y se adelanta, rebasando
el límite de velocidad para avisar al conductor, esa conducta está justificada
por un estado de necesidad, dado que ese elemento al ser lanzada durante la
marcha podría causar un peligro (concreto) mayor que el de exceder la
velocidad (peligro abstracto) pues no tenía el automovilista otra alternativa
para dar aviso.
101
C. Creus: O ctda.: 2-a. p. 324.
102
J. Frías Caballero.: O.ctda. p. 277.
103
Roxin C.: Ob. Ctda. Ps. 697/700.
104
Cortez de Arabia. Ob. Ctda. Nota 106 p. 160.
105
R. Nuñez: O. Ctada. “ Estado de Necesidad “. p. 194.
Como el caso del que se encuentra en estado de embriaguez, y decide
transportar un herido al hospital, que puede hacerlo en determinadas
circunstancias para contrarrestar el peligro concreto, pero es más benigno
valerse de otra alternativa, como la de avisar a las autoridades o solicitar que
otro lo haga, si tenemos en cuenta el peligro abstracto por conducir
alcoholizado.
El mal amenazado debe ser inevitable de otro modo menos lesivo, lo
que no está expresamente exigido por la ley, pero se deriva de la naturaleza
de una situación de necesidad, porque de ser evitable de otro modo menos
lesivo, el mal causado no sería necesario. 106
La hipótesis de que hay que exigir una elevada diferencia de valor se
basa en la mezcla de la teoría de la ponderación de intereses, con la de
ponderación de bienes. Por eso hay que entender la cláusula de la
sustancialidad (o esencialidad) no en el sentido de una ponderación
cualificada o elevada en grado, sino en el sentido que de la preponderancia
de intereses ha de ser indudable e inequívoca para que se produzca la
justificación que sirve para la seguridad jurídica al garantizar que si el
resultado de la ponderación no está claro, no se puede producir la
justificación.-
La opinión dominante atribuye y considera como segundo escalón
valorativo, que además la justificación se dará “ solo en la medida en que el
hecho sea el medio adecuado para hacer frente al peligro “ (se basa en la
contraposición de los argumentos de la teoría de la ponderación de los
bienes jurídicos y la teoría del fin). 107
La acción por la que se sacrifica el interés de menor jerarquía debe ser
necesaria para la supervivencia del interés que se salva. Si no es necesario
sacrificar el bien que resulta lesionado, no puede admitirse la justificación.
108
Maurach, se refiere al estado de necesidad supralegal justificante, y que
éste descansa sobre el principio de ponderación de bienes y obligaciones.
Aunque señala que la regulación de mayor importancia y dificultad para el
estado de necesidad es el principio del interés preponderante (ponderación
de intereses). 109
El sujeto debe haber tenido la posibilidad de elegir entre dos o más
medios para alejar el peligro y su decisión debe recaer sobre el menos
gravoso, caso contrario su conducta encuadraría en un exceso. 110
En cuanto al acto de salvación, tiene que ser necesario, lo cual no
implica que haya sido efectivo – o sea que efectivamente haya evitado el
mal mayor – trátese pues de un concepto que más bien se refiere a un
pronóstico excluyente que requiere, por una parte, la racionalidad del acto
que se pretende como salvador (no cabe considerar como tal al acto
casualmente irracional: sacrificar el gato del vecino para regar con su sangre
una planta de gran valor para darle vigor o socialmente irracional: usar la
sangre del gato para regar la misma planta por no tener agua a mano), y por
la otra, que el agente no haya dispuesto de otro medio idóneo no delictivo
para intentar la salvación (no cabe la justificante sobre el hecho de quien en
vez de emplear su propio matafuegos para extinguir un incendio en su
106
E. Zaffaroni: O. Ctda. 336-4. p. 502
107
Roxin C.: Ob. Ctda. Ps. 712/16.
108
E. Bacigalupo: O. Ctda.: b-3. p. 76.
109
Maurach-Zipf: “ Derecho Penal “- Parte General. T.I. Ps. 467/471. Edit. Astrea. 1994.
110
A Cortes de Arabia: O. Ctda.- 2.2. p. 160.
propiedad, prefiere apoderarse del que tiene el vecino, cuando uno y otro
están en iguales condiciones). 111
d) Que el mal causado debe ser menor que el que se quiere evitar. De
acuerdo al criterio de nuestra legislación, un bien jurídico, sea vida,
patrimonio, honor, seguridad, honestidad, etc., sea propio o ajeno es
susceptible de generar un estado de necesidad justificante.
Para determinar, un criterio sobre la escala o forma de merituar, la
diferencia de los valores, aparece como necesario que el juzgador realice
una ponderación de esos bienes, en situaciones encontradas, ante el
conflicto, a fin de merituar, si en verdad se ha salvado el de mayor
intensidad o jerarquía.
En la ponderación de bienes hay que partir de las valoraciones que han
encontrado su expresión general en las conminaciones penales del Derecho
vigente, establecidas para proteger bienes jurídicos (la comparación de las
penas previstas sigue siendo hoy un importante punto de apoyo). Pero hay
bienes como el derecho general de la personalidad y del patrimonio, que
solo están protegidos frente a determinadas formas de agresión, y a veces la
pena prevista para su protección, no permite extraer una conclusión segura,
puesto que la misma está esencialmente co-determinada por las modalidades
del ataque. 112
El mal menor se individualiza mediante una cuantificación que
responde fundamentalmente, a la jerarquía de los bienes jurídicos en juego y
a la cuantía de la lesión, amenazada a cada uno de ellos. 113
La proposición abstracta de los bienes jurídicos remiten al principio
según el cual, junto al valor del bien, también representa un papel sustancial
en la ponderación el grado del daño que amenaza a los bienes jurídicos en la
situación del conflicto real. Si una persona implicada en un accidente
infringe su deber de espera hasta la llegada de la autoridad, porque de lo
contrario, debido a la pérdida de tiempo, sufrirá con seguridad menoscabo
patrimonial en sus negocios (ambos son bienes aproximadamente
equivalentes, por lo que deberá hacer depender la ponderación las
magnitudes concretas de los daños). 114 La apreciación, de ambas calidades,
no debe hacerse con arreglo al criterio personal del autor, ni del
damnificado, ni del juez, sino según el valor que le asigne el derecho
positivo, de conformidad con las normas de cultura social propias de cada
tiempo y lugar, como las circunstancias en cada caso. 115
Hoy se postula más que una comparación entre bienes jurídicos, un
cotejo entre intereses concretos en conflictos, puesto que de esta manera se
le otorga un significado más amplio, que el de bien. 116
Bacigalupo, considera que hay dos formas de estado de necesidad: una
en la que colisionan intereses jurídicos, y en otra deberes jurídicos, y que el
bien salvado debe ser de mayor jerarquía que el sacrificado, puesto que
primero se formuló el principio de ponderación de bienes que sostiene y se
limita a la ponderación a bienes jurídicos – considerados como si fueran una
necesidad estática. El conflicto que caracteriza un estado de necesidad está
111
C. Creus: O. Ctda. C-1-a. p. 325.
112
Roxin C.: Ob. Ctda. p. 683.
113
E. Zaffaroni: Ob. Ctda.- 5. p. 502.
114
Roxin C. : Ob. Ctda. p. 686.
115
R. Nuñez: Ob. Ctda. p. 193.
116
Frías Caballero: O. Ctda. p. 279.
determinado por numerosos factores y como principio más amplio se ha
propuesto el de ponderación de intereses, cuya misión sería la de considerar
la totalidad de las circunstancias relevantes para la situación. 117
Se debe tener en cuenta, - según el autor – tres aspectos para merituar
esa diferencia, partiendo de la teoría de los Intereses Jurídicos: a) relación
jerárquica de los bienes jurídicos como sería la relación entre la vida y la
propiedad, o verdad documental y el honor, etc. b) merecimiento de
protección del bien jurídico de mayor jerarquía en la situación social
concreta (como el caso vida de las personas después del nacimiento es de
mayor jerarquía – atendiendo a la pena con que los códigos penales
amenazan la lesión de cada uno de estos bienes – que la vida humana en
germen; sin embargo la práctica del aborto para salvar la vida de la
embarazada contra la voluntad de la madre no puede ampararse en el estado
de necesidad); c) debe ser esencial la diferencia de valor de los intereses, no
cualquier diferencia, sino una diferencia considerable en tal sentido, se
excluiría cuando la salvación de uno de ellos requiera la lesión de un interés
jurídico altamente personal ( la vida, la integridad personal, el honor, etc.)
118
117
Bacigalupo E.: Derecho Penal – Parte General – 2da Ed. Edit. Hammurabi SRL – 1999,
p. 378
118
Bacigalupo E.: O. Ctda. 2 – Ps. 75/76..
119
C. Gallino Yanzi: “ La Antijuridicidad y el Secreto Profesional “. Edit. Zavalía. p. 54 –
Año 1972.
cuantificaciones. Ante el Derecho toda vida humana... tiene el mismo
rango, y no existe un diferente “ valor vida “. 120
En tal sentido, al no comprenderle la causa de justificación no se
puede alegar defensa de su vida, ni que deba apelarse al derecho de la
fuerza, o que un tercero actúe como árbitro de la cuestión para beneficiar a
uno contra el otro.
Se ha discutido si el principio de la no ponderabilidad de la vida
humana, también se puede mantener en los supuestos de la denominada
comunidad de peligro, y en los que para una mejor explicación Roxin da los
siguientes ejemplos.
Un montañero cae, estando sostenido a una cuerda, a otro que de no
cortar la soga, ambos caerán. El del globo aerostático y uno para salvarse
arroja al otro, de lo contrario se desploma; el del piloto del Ferry, que
transporta un grupo de niños y por sobrecarga puede hundirse, y el piloto
hecha al agua unos niños para salvar a los demás; el del velero
británico que habiendo naufragado por la tormenta al estar sin alimentos el
capitán sacrifica
la vida del grumete, que estaba moribundo para alimentar a los restantes con
su carne y sangre; y el de la eutanasia de la época de Hitler, donde se mata a
unos enfermos mentales para salvar a todos los internos.
Algunas opiniones, entienden es posible la justificación, con ciertas
restricciones, en razón que no podría estar prohibido disminuir un mal que si
no será inevitable y aún mayor. Que un Derecho razonable no puede
prohibir que al menos se salve una vida cuando es imposible salvar ambas.
Que si bien nadie se puede arrogar una vida sobre otra, cuando no habiendo
oportunidad de salvación para el que se mata en bien de los demás, parece
requerida la justificación.
Los que consideran que este tipo de conducta resulta simultáneamente
correcta como equivocada, por lo tanto el Derecho debe dejar la decisión a
la conciencia del particular, que será conforme Derecho, en la medida que
sea “ in concreto “, admitiendo la justificación cuando ya está marcado por
el destino como condena a morir y no tenga – según Eb. Schmit – que
seleccionar las víctimas como en el caso de la eutanasia. Como en la
posición de la teoría que remite las colisiones entre vidas en caso de
comunidad en peligro al espacio situado fuera del Derecho, al levantar la
prohibición de matar.
Mientras que la doctrina dominante, que entiende que aunque se esté
frente a la comunidad de peligro no puede justificarse una ponderación de
vidas, y en los casos descriptos se ha actuado antijurídicamente.
Basados en un pensamiento ético de la preservación de la vida, en una
comunidad de peligro, se prohíbe someter la vida humana a un cálculo de
ponderación como meras partidas contables en una cuenta global. Que si
aparece que una persona pueda estar condenada a muerte, es una
construcción intelectual, puesto que en realidad nunca se puede saber con
seguridad lo que ocurrirá, ya que puede salvarse milagrosamente.
Cabe mencionar los casos de estado de necesidad defensivo, en los que
se producen conflictos desencadenados por seres humanos donde están en
juego la salud y en otros hasta la vida, por lo que es procedente según la
opinión de algunos autores la fundamentación de estos principios a fin de
lograr una solución.
120
A. Cortés de Arabia: O. Ctda.- 2.3. p. 161.
Roxin en su obra de Derecho Penal, señala cuatro grupos de casos en
los que la defensa frente a un peligro de origen humano debe enjuiciarse por
la justificación del estado de necesidad.
Hay dos de ellos en los que faltaría la acción y la agresión, en otra la
antijuridicidad, y la última la actualidad de la agresión, así por ejemplo;
cuando a consecuencia de un accidente, un vehículo es lanzado con vis
absoluta a la calzada contraria; el caso del epiléptico, que sufre un ataque
convulsivo, motivando que quiera romper elementos de un negocio dando
golpes, y el dueño de un jarrón valioso, lo empuja para repeler ese peligro,
cayendo al suelo, advirtiendo lesiones leves, la víctima de las lesiones es
quien crea el peligro, que da lugar a esa ingerencia permitiendo al otro una
acción defensiva salvadora.
Si lo defendido es de menor entidad, o sea el bien jurídico protegido es
valor inferior que el dañado, estamos ante una ponderación de intereses,
dado que nadie tiene porque indefenso amenazas, que vienen de fuera, (que
no se trata de una causa supralegal de justificación por analogía).
El caso del niño que previo a nacer se advierte una constitución del
mismo (hidrocefalia) y ello pondría en peligro la vida o salud de la madre
(que muestra dos vidas en conflicto, o sea valores del mismo rango). Se
admite el principio de estado de necesidad defensivo como última instancia
para salvar a la madre, debiendo ésta, previo soportar en la medida de lo
posible los daños de mediana entidad, dado su posición de garante.
Hay quienes entienden que debe resolverse en el plano de la causa
supralegal de exclusión de la culpabilidad, pero dejaría abierta la puerta que
ante el conflicto existencial entre la madre y el hijo el médico, podría elegir
por uno u otro, y por ello exculpado.
En tal sentido y como mejor solución se inclina la Doctrina a seguir el
criterio de la ponderación de intereses y de esa manera responder al deber de
salvar a la madre como deber superior rango.
Como último grupo, cabe señalar el de la legítima defensa preventiva,
que se manifiesta con un ejemplo: El dueño de un bar oye como unos
clientes se conciertan para atacarle tras el cierre del establecimiento, y
entonces les pone narcóticos en la cerveza para dormirlos, porque no cabría
la posibilidad de hacerles frente.
Vemos que el dueño del bar, se ve inmerso en una amenaza latente,
que si bien no constituye un peligro concreto, lo es aquella intención que se
pondrá en movimiento en cualquier momento, generando el riesgo para la
vida y patrimonio de aquel, que no puede enfrentarlos, acudiendo a un
medio preventivo defensivo, durmiendo a los futuros agresores porque no
tenía otra posible solución. 121
Entiende la tesis de la diferenciación: la justificación se da por los
diferentes valores que representan los bienes y se trataría si fuesen iguales,
de un estado de necesidad exculpante, excluyente de la culpabilidad por la
no exigibilidad de otra conducta, sin perjuicio que hay autores que lo
plantean como coacción o fuerza moral (Nuñez).
e) El agente no debe estar obligado a soportar el riesgo.
Quien está obligado a soportar el daño, no puede alegar el estado de
necesidad ni ampararse a él como una justificación.
Si bien este requisito no está previsto expresamente, es sin embargo
opinión unánime, que debe exigirse, según la Doctrina y la Jurisprudencia.
121
Roxin C.: Ob. Ctda. Ps. 686/90.
El deber de soportar el riesgo debe surgir de la ley o normativa jurídica: el
Bombero, la Policía, Fuerzas Armadas, etc. Debe quedar en claro que ello
no debe entenderse como imperativo absoluto, dado que surgen límites, es
cuando se advierte una gran desproporción prevaleciendo el deber, siempre
que ello no importe una conducta extraordinaria que ponga en peligro de
riesgo otros bienes o vidas o la suya propia.
Si ese deber, surge de una reglamentación legal que le imponga en tal
sentido, ese sacrificio extraordinario, no está obligado a llevar a cabo ese
designio al que estaría supeditado, aunque sea en razón del cargo, y/o le
imponga esa función.
Legítimo ejercicio del cargo: la conducta de esta norma está sustentada por
los mismos fundamentos que las del legítimo ejercicio de una autoridad y el
cumplimiento de un deber, que recibieron tratamiento precedentemente. El
ejercicio del cargo debe ser legítimo. La legitimidad supone la legalidad del
título en cuya virtud el autor desempeña el cargo y la legalidad de su
ejercicio ene l caso concreto. Lo primero requiere que la autoridad no haya
sido usurpada (CP 246). El ejercicio es legal si el autor obra en materia d su
competencia y no lo hace con abuso de autoridad ni con exceso en la acción,
sea en el modo o en la medida d su ejercicio.
125
Luzón Peña, Diego Manuel; “Aspectos esenciales de la legítima defensa”; Barcelona,
Bosch, 1978, ps. 96.
126
Von Ihering; “El fin del derecho”; Bs. As., Omeba, 1960; ps. 129 y siguientes.
127
Zaffaroni, Raúl; “Manual de derecho penal. Parte general”; Bs. As. Ediar, 1991, ps. 490.
Requisistos: 1- Agresión ilegítima: La agresión, que ha de ser antijurídica,
se puede plasmar por comisión o por omisión. Se trata de una conducta
humana que afecta un bien jurídico protegido o bien pone en peligro la
vigencia de la norma (según la concepción dogmática que se tenga), con la
característica que se apuntó supra: ilegitimidad. De allí que mal podría haber
legítima defensa de una legítima defensa128, lo que consolida la inexistencia
de la justificación de la justificación, pues el derecho no puede negarse
asímismo.
La agresión puede ser un acometimiento (que en el plano físico tiene
marcada relevancia) o una injerencia, pero también puede extenderse a
actitudes que afecten el honor, la espiritualidad o cualquier interés subjetivo
de la persona129. Esta agresión debe ser humana, la agresión efectuada por
animales está regulada por el estado de necesidad.
Vidal enseña que la ley no sólo autoriza a repeler la agresión sino a
impedirla. Dice el ilustre profesor cordobés: “El enfrentamiento de dos
personas y el ademán de extraer armas por una o ambas, con efectiva
portación de ellas, representa una agresión en el sentido de que la vida o
integridad personal se hallan en inminente peligro de lesión. En esas
circunstancias, esperar la extracción del arma –máxime si es de fuego- para
suponer la agresión, nos parece demasiada exigencia, puesta a cargo del
eventual necesitado; especialmente teniendo presente que tales actitudes
ocurren en un santiamén, por lo que no pueden imponerse tolerancias
lamentables”130
La idea entonces que la legítima defensa sólo prospera ante un
acometimiento físico debe ser rechazada de plano pues la condicionaría a
simples agresiones contra la integridad física, propiedad o la vida (Mir Puig,
Bascigalupo, Luzón Peña, etc.). Muñoz Conde sostiene que la agresión debe
ser dolosa, admitiendo también la omisión como forma de agresión131
La temporalidad de la agresión nos dice que debe ser “actual o
inminente” (ver punto siguiente). Por eso repelemos lo actual e impedimos
lo inminente132. Todo esto nos lleva a consolidar la idea de “inevitabilidad”,
es decir que en el caso el sujeto debe evitar la contienda en la medida que le
sea posible. Esto no quiere decir en absoluto que el derecho le mande a ser
“un cobarde”. Bacigalupo bien lo expresa: “El fundamento de la legítima
defensa necesaria se ve en el principio según el cual “el derecho no necesita
ceder ante lo ilícito”. Por ese motivo, el agredido no está obligado, en
principio, a evitar la agresión mediante un medio distinto de la defensa, por
ejemplo, huyendo”133
2- Razonable necesidad de la defensa: dada la agresión
ilegítima surge la necesidad de defenderse, entonces la ley autoriza que la
128
Taranto, Gustavo; “Antijuridicidad y causas de justificación”, en “Temas de Derecho
penal”, Córdoba, Advocatus – Alveroni; 1999, ps. 30.
129
Por ejemplo si alguien, sabiéndo que la persona ofendida es Judía, de acuerdo con
circunstancias de modo y lugar, hace gala, ostentación o un panegírico de los campos de
concentración nazis, sus técnicas de opresión y tortura. Tal actitud es considerada irracional
en un mundo civilizado, más lo será para quien se hace cargo por cultura y religión de las
víctimas de un genocidio.
130
Vidal, Humberto; “Derecho Penal Argentino. Parte general”; Córdoba, Advocatus, 1993;
ps. 194.
131
Muñoz Conde, Francisco; “Teoría del Delito”; Valencia, Tirant lo Blanch, 1991, ps. 98.
132
Jiménez de Asúa, Luis; “La ley y el delito. Principios de derecho penal”; Bs. As.
Abeledo Perrot, 1997, ps. 294.
133
Bacigalupo, Enrique; “Manual de derecho penal”, Colombia, Temis, 1998, ps. 123.
víctima pueda hacerlo “razonablemente”. La autorización legal está pero se
exige que sea “racional”. No debe haber desproporción entre la conducta
defensiva y el agresor, más ésta se apreciará –recalco- según las
características del caso. Se intenta dar un marco de tolerancia que guarde
equilibrio entre la precipitación y el retardo. Este “justo medio”, que en
términos aristotélicos se ubicaría entre el temerario y el cobarde, debe
medirse siempre en el caso concreto.
Debe guardarse cuidado al decir que la “agresión debe ser actual”, lo
que en doctrina sería que la misma haya nacido y no haya cesado. En ciertos
casos de robos a mano armada o tentativa de homicidio (por dar ejemplos)
resulta incierto poder descifrar cuando una agresión “ha cesado”. El hecho
que el agresor con armas se retire de la escena o deje de disparar no asegura
que no lo seguirá haciendo. Nada es seguro para una víctima que ha sido
objeto de un atentado injusto con armas.
La terminología aludida a la defensa como “medio empleado”
requiere amplios parámetros y extrema cautela en el análisis del juzgador.
3- Falta de provocación suficiente: no debe haber provocación
suficiente por quien se defiende legítimamente. El agredido no debe causar
concientemente la agresión. Se entiende que ha sido provocado por la
víctima cuando se ha colocado voluntariamente en peligro inmediato de que
se produjera la agresión dolosa, por ejemplo desafiando a pelear al atacante
o bien aceptando el desafío. Obviamente se trata de una conducta anterior a
la agresión ilegítima y al asumir esa “conducta” niega el “ánimo de defensa”
que debe existir en este instituto. Es lógico pensar que quien se coloca
voluntariamente en estado de necesidad, debe asumir las consecuencias de
su conducta y no puede alegar legítima defensa”134.
134
Parma, Carlos – Luque, Rodolfo; “El desafío o su aceptación como excluyente de la
legítima defensa”; Jurisprudencia de Mendoza, nro. 49, marzo de 1998; ps. 228.
135
Muñoz Conde; “Legítima Defensa Putativa”, “Der. Penal Europeo”, ps. 183 y sig.,
Ed.Bosch, año 1996.
en general136. Dable es anticipar, que este autor concluye en que el art. 34
inc. 1 del Cód. Penal, comprende al error de hecho como al de derecho.137
A los efectos de ilustrar en la materia, Frias Caballero138 enseña que,
el error es una representación falsa del objeto, un conocimiento equivocado.
Es un estado positivo. Para Ricardo Nuñez139,es la falsa noción del autor
respecto de un hecho cometido.
Ricardo Alvarez, entiende que el error es un estado cognoscitivo. Es un
conocimiento positivo distinto (equivocado) en relación a algo, o supone
ausencia de conocimiento de ese algo.
Ya en el tema que nos ocupa, desde el punto de vista de la psicología
de la forma
(Tozzini140), se ha dicho que hay defensa putativa cuando un sujeto obra
contra otro que cree su agresor, el que, en verdad, no le ataca ilícita, grave o
inminentemente, siendo en consecuencia, el agredido imaginario el
verdadero agresor. Seguidamente se afirma que es un caso de error,
originado en una equivocada estructuración de los datos sensibles, y se
sostiene que el error para ser tal, ha de ser siempre inconsciente.
En forma muy sintética, el análisis de la cuestión del error en la
legítima defensa, impone una breve visión sobre dos teorías:
Teoría del dolo: Para los cultores de esta corriente doctrinaria este tema de
la legítima defensa putativa, no es ni más ni menos, que un supuesto de error
de hecho no imputable, previsto por el art. 34 inc. 1del C.P., el que
transcripto en su parte pertinente dice: «No son punibles: el que no haya
podido en el momento del hecho..., por error o ignorancia de hecho no
imputables,... comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones.»
La mayoría de la doctrina argentina enrolada en ésta postura, distingue entre
error de hecho esencial y el accidental. La distinción es importante en virtud
de que sólamente el primero es causal de inculpabilidad cuando no proviene
de una negligencia culpable. 141Así Sebastian Soler, sostiene que el error
será esencial cuando el sujeto crea encontrarse en situación de justificación.
En tal caso el sujeto conoce todas las circunstancias de hecho que integran
la figura, pero se determina porque además, erróneamente, cree que existen
otras circunstancias que le autorizan u obligan en efecto a proceder, y esas
otras circunstancias son de tal naturaleza que si realmente hubieran existido
habrían justificado la conducta. Este autor pone como ejemplo el de un
136
Baigún, Zaffaroni, Terragni y ots.; “Código penal comentado”, ps. 531, tomo 1;
Ed. Hammurabi, año 1997.
137
Esto muy bien lo desarrolla Garibaldi y Pitlevnik en «ERROR Y DELITO»; Ps. 165 y
sig.; Ed. Hammurabi, año 1995.
138
Cfr. «Teoría Jurídica del Delito»; Jorge Frías Caballero, Codino y Codino; ps.
401. Ed. Hammurabi; año 1993.
139
Manual de Der. Penal- Parte General; Ricardo Nuñez; ps. 221; Ed. Lerner; 1972.
140
Cfr.: «Dolo, Error y Eximentes Putativas», Carlos A. Tozzini; ps. 49 y
ss.; Ed. Depalma; 1964.
141
Para clarificar el tema, es conveniente hacerse ésta pregunta: En qué casos quedará
quedará el remanente culposo?. Soler dice que el error no excluye la pena cuando pueda
imputarse al autor. Por ejemplo, el homicidio que se comete contra la persona de un amigo
contra el cuál se gatilló el revolver que por error se creía descargado. Ese error es imputable
y es justamente la negligencia del sujeto que lo ha mantenido en el error lo que hace
imputable el hecho a título de culpa.
sujeto antes amenazado, que es objeto de una agresión fingida por parte de
un amigo bromista, y que, creyendo real la agresión, comete un homicidio.
Nuñez sostiene «que los disparos que en broma se hace contra los
disparos del agredido lo autorizan a defenderse, siempre que no esté
enterado de que se trata de una broma, pues en caso contrario, ante sus ojos
no habría realmente una agresión». Para Nuñez, lo esencial entonces, es que,
concurriendo el peligro, el agredido se encuentre frente a la situación
material que tiene derecho a repeler142. Se ha dicho también que es
importante considerar que la valoración objetiva o subjetiva del juzgador no
debe hacerse por un proceso introspectivo, sino razonado, sobre la base de la
posibilidad de ver y reconstruir los hechos y sucesos tal como pasaron a
«ojos y a la imaginación del protagonista». Es decir hay que valorar las
circunstancias desde la perspectiva del sujeto. En apretada síntesis, para ésta
teoría, el error siempre elimina el dolo. Si es invencible, se elimina también
a la culpabilidad, si es vencible, hace culposa la conducta. No importa si
recae sobre el conocimiento del tipo o sobre la antijuridicidad, es siempre un
problema de culpabilidad.
143
Cfr.: Tratado de Derecho Penal; Fontán Balestra; Tomo II, ps. 321; Ed. Abeledo Perrot;
año1.990.
144
Este tema se encuentra desarrollado extensamente en el libro: «Culpabilidad»-
lineamientospara su estudio. Parma Carlos; Ed. Jur. Cuyo, año 1997.
agresión) sea «razonable y fundado». Esto puede conducir, en determinadas
circunstancias, a la necesidad de admitir legítima defensa frente a legítima
defensa. Es probable que suceda perfectamente que el supuesto agresor, que
en realidad está siendo agredido,
incurra también en error sobre las intenciones del defensor putativo (el
auténtico agresor) y que, asimismo, tal error «sea razonable y fundado».
Esta «legítima defensa de la legítima defensa» resulta un absurdo y craso
error de la doctrina anglo-americana145, sin embargo para nosotros sigue
resultando un tema urticante.
Para Valdagua, sin una agresión antijurídica, el «agredido» no se
encuentra en una situación de legítima defensa, sino, justamente, en una
situación de estado de necesidad (exculpante o justificante, según las
circunstancias).
Obviamente la solución de Muñoz Conde es inversa, pues los casos de
error «razonable y fundado » relativos a los presupuestos objetivos de esta
causal de justificación, deben ser considerados dentro de la legítima defensa.
Pero el error esencial del agente excluye por entero la culpabilidad,
toda vez que, en éste caso singular, las circunstancias no le han permitido
valorar justamente su propia acción, súbitamente dirigida a la defensa
personal, por una deficiencia estimativa que no le es imputable.
JURISPRUDENCIA
INCISO 1º
146
Cfr.: «Fundamentos de Derecho Penal»; Jakobs, Günther; ps. 27/28; Ed. Ad-Hoc, año
1996.
Aplicación: en la fórmula mixta, biológico-psicológico-jurídica, que prevé
el art. 34, lo relevante para decidir acerca de la capacidad de culpabilidad de
una persona es determinar si tuvo alteraciones psíquicas que le impidieron,
en el momento del hecho, discernir entre motivarse en favor de la norma o
en su contra. Deberá condenarse al imputado si efectivamente contó esa
capacidad volitiva, pues resulta irrelevante que el encartado sea portador de
una patología de orden psíquica, la cual deberá determinarse por los
peritajes practicados y restantes elementos objetivos que permitirán
corroborar si en el momento de su accionar mantenía el pleno dominio de
sus facultades mentales y, en consecuencia, como se comprometía su
responsabilidad en el suceso. CNCCorrec. , sala VI, 29/12/98, “A., C. E.”, c.
28.215.
Absolución: para que corresponda la absolución por imperio del inc. 1 del
artículo 34 del CP, es menester que concurra verdadera imposibilidad de
comprender la ilicitud de los actos al momento que se llevan a cabo y/o
dirigir los mismos, no bastando entonces la acreditación del primer extremo
aludido -los trastornos de personalidad- si no se demuestra el segundo -la
comentada imposibilidad-. CNCCorrec., sala III, 15/10/91, “V., L.”, c.
29.384.
Embriguez: para castigar el delito doloso se exige una doble condición: dolo
respecto de la embriaguez y al menos dolo eventual respecto del hecho,
además de establecer la imputabilidad de la persona en el momento del acto
de decisión. Debe distinguirse entonces la intención de embriagarse por una
parte, y por la otra, la intención de cometer el hecho delictivo. Sólo la
relación con este último hace al problema de calificar la conducta como
dolosa, ya que, sin duda, el hecho de embriagarse tiñe la conducta posterior
de culpa, cuando el tipo penal existe. CNCCorr, sala I, 30/12/92, “A.,R.,A”,
c. 41.999.
Naturaleza de las medidas: las medidas previstas en el art 34, inc. 1º, del CP
no son simplemente institutos del tipo “asistencial” sino que se trata de
verdaderas consecuencias penales, restrictivas de derechos fundamentales
como la propia libertad del inimputable. Su fundamento no debe buscarse
únicamente en la “peligrosidad” del autor, sino también en la previa
comisión de un hecho ilícito, es decir, de un injusto penal. Está claro que
por más peligrosa que aparezca la persona, si no cometió ningún “hecho
previo”, el Derecho Penal debe abstenerse de cualquier intervención.
Tratándose de reacciones penales, es fundamental exigir respecto de las
medidas de seguridad la totalidad de garantía constitucionales impidiendo
(en lo posible) cualquier abuso o exceso, tanto en la imposición como en la
misma ejecución de la medida. JNEjec.Pen. Nº 3, 5/5/2000, “S.L.R.”, c,
2589. En igual sentido: 22/10/2001”A.R.M.”, c. 4733/I; 29/1/2002, “G.L.,
B.A.”c. 4922/I; 29/5/2001 “B.R.”, leg 4387/I.
INCISO 2º
INCISO 3º
INCISO 4º
Alcances: para que resulte amparada por la justificante del art 34, inc 4º del
CP, la conducta debió ejecutarse dentro de los límites de la ley, tanto en su
contenido como en su forma. La actuación fuera de esos límites es
antijurídica y por ende no puede ser alcanzada por la causa de justificación,
sea que se constituya un exceso (art 35) sea que, como en el caso, resulte
otra acción típicamente antijurídica. Nadie obra en cumplimiento de un
deber sino dentro de la ley y es incompatible con toda clase de
extralimitaciones provenientes del sujeto activo; el ejercicio de las funciones
del cargo de agente de la autoridad no autoriza el empleo de medios
innecesarios que la naturaleza de los hechos rechaza. CNCas. Pen, sala I,
1/9/98, “M:, M. E.”c. 1536, reg 2166, PJN Intranet.
INCISO 5º
INCISOS 6º Y 7º
Agresión ilegítima: cuando el art 34, inc. 6º, letra a) del CP contempla la
“agresión ilegítima” se refiere a una conducta antijurídica, actual o
potencial, que ocasiona peligro de daño para un derecho. Tal peligro es el
suficiente riesgo de daño (para un bien jurídico) como para hacer
racionalmente necesaria la defensa. Debe entonces tratarse de una agresión
peligrosa para la integridad de un derecho. Jurídicamente la existencia de la
legítima defensa obedece a la necesidad de preservación del sistema. De
modo que si la agresión ilegítima (actual o futura) ocasiona peligro
(presente) de daño a un bien jurídico, entonces la nota de actual
peligrosidad para un derecho caracteriza a la agresión que habilita la
defensa. Mientras se halla presente el peligro del daño que, para un derecho,
representa una agresión actual o futura (durante ese tiempo), la conducta
defensiva correspondiente debe ser oportuna. Porque mientras concurra
peligro habrá necesidad racional de defensa. SCJBA, 13/8/91, “P.M.B.
s/Lesiones leves”, P42744 S, JA 1992- III- 612, LL 1991-E-284, DJBA 141-
189, AyS 1991-II-803
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Medios empleados: “la figura del exceso en la legítima defensa (art.35 C.P.),
ya sea que nos enrolemos en la postura que es un medio para actuar
justificadamente reprochable a título de culpa, o que se considere los casos
de exceso como conductas dolosas, o se los sitúe dentro de la atribuibilidad,
lo cierto es que el exceso requiere que el autor despliegue una acción
justificada no sólo al comienzo del hecho, sino durante el mismo, actuando
con la finalidad de adecuar su conducta a la justificante y que haya
empleado medios de mayor intensidad que los necesarios (utilizar garrote
para repeler ataque a mano limpia), o haya empleado una mecánica de
mayor poder vulnerante en el hecho (repetir golpes innecesariamente).
Expediente: 66975, Carátula: FISCAL / ARAMAYO ECHEVERRIA,
WALDEMAR ERASMO, Fecha: 10/10/1999, Tipo: Sentencia, Tribunal:
Suprema Corte De Justicia, Ubicación: S291-446, Fichero: 2.4-L.
DOCTRINA
150
CREUS, Carlos, “Derecho Penal. Parte Genaral”, pág. 477/490, Ed. Astrea. Bs.As.,
1.996.
151
JESCHECK H, “Tratado de Derecho Penal. Parte General.”, 45ª. Edición completamente
corregida y ampliada a cargo de José Luis Manzanares Samaniego, Ed. Comares, Granada,
1.993, pág. 785 y ss.
establecida, como por ejemplo, suspensión de la ejecución, el cumplimiento
en un establecimiento determinado o bajo ciertas condiciones, la imposición
de deberes especiales, la indemnización del daño o la forma del pago de la
multa.152
Este procedimiento está regulado de manera meramente enunciativa o
no taxativa por los art. 40 y 41 del C.P.
De acuerdo al primero sólo es aplicable respecto de aquellas normas
penales que tienen penas divisibles, que son aquellas en que se fija un marco
o escala penal dentro del cual se debe determinar la pena a imponer en el
caso particular. A su vez se pueden distinguir en razón del tiempo, como la
reclusión, prisión e inhabilitación y en razón de la cantidad, como la multa.
Aún cuando el código no lo disponga expresamente, estos criterios
también deben orientar la decisión en casos de penas alternativas, incluso
sostiene Patricia Ziffer,153 si la alternatividad es entre penas absolutas (no
divisibles). A modo de ejemplo el art. 80 establece que se impondrá
reclusión o prisión perpetua, debiendo el juez elegir entre alguna de estas
alternativas, a tenor de las pautas de los arts. 40 y 41 del C.P.
Surge del art. 40 que para determinar la pena dentro del marco penal
se deben tomar en cuenta las circunstancias atenuantes y agravantes
particulares de cada caso (art. 40 C.P.), y valorarlas de acuerdo con las
pautas enunciadas por el art. 41 C.P.
De su lectura se advierte, que este artículo constituye una pauta
genérica de determinación de la pena, remitiendo al artículo siguiente las
circunstancias que deben tenerse en cuenta para agravar o atenuar una pena,
por lo que al decir de Zaffaroni, este artículo quedó vacío de contenido,
constituyendo el art. 41 la base legal infraconstitucional más importante del
derecho de cuantificación penal argentino.154
Este procedimiento está regulado el procedimiento de una manera no
taxativa, por cuanto el art. 41 C.P., se enuncian factores a ser tenidos en
cuenta por el juez al fijar la pena, pero sin predeterminar si ellos agravan o
atenúan o cuanto valor ha de asignársele. En forma similar está regulado en
el & 46 del C.P.155 Alemán. Señala Ziffer que si bien (a diferencia del
152
ZIFFER, Patricia, “Lineamiento de la determinación de la pena”, pág. 23, Ed. Ad. Hoc.,
Bs. As., 1.999.
153
ZIFFER, Patricia, “Código Penal”, t. 2, dirigido por Baigún, David y Zaffaroni, Eugenio,
Ed. Hammurabi, Bs. As. 2.002.
154
ZAFFARONI, Eugenio Raúl, “Derecho Penal. Parte General”, pág. 990, Ediar, Bs. As.
2.000.
155
Texto del & 46 StGB (Código Penal Alemán):
& 46 Principios de la individualización de la pena.
(1) La culpabilidad del autor es el fundamento de la individualización de la pena.
Se considerarán los efectos de la pena que son de esperar sobre la vida futura del autor en la
sociedad.
(2) Al individualizar la pena el tribunal ponderará las circunstancias que hablan a
favor o en contra del autor. Al respecto, se tomarán especialmente en consideración:
los motivos y los fines del autor;
el ánimo que expresa el hecho, y la voluntad aplicada al hecho;
la medida de la contrariedad al deber;
la forma de ejecución y las consecuencias culpables del hecho;
la vida anterior del autor, sus condiciones personales y económicas, así como
también su conducta
con posterioridad al hecho, y especialmente, sus esfuerzos por reparar los daños.
( 3) No deben ser tomadas en consideración aquellas circunstancias que ya
constituyen elementos del tipo legal.
C.P.Alemán), el art. 41 no contiene la afirmación explícita del ilícito
culpable como base de la pena, esto ha sido tradicionalmente entendido así
por la doctrina. Ello deriva, por otra parte, de la estructura general de los
tipos penales. La existencia de “escalas” orientadas a la gravedad
diferenciada de los hechos y el requisito de la culpabilidad permiten partir
de la base de que también en el sistema argentino “la culpabilidad es el
fundamento de la pena”. En base a ello concluye la autora que las
elaboraciones doctrinarias de la doctrina alemana son aplicables sin mayor
esfuerzo a nuestro ordenamiento jurídico.
Otra pauta a tener en cuenta, además de la culpabilidad es que los
criterios de determinación de las penas que establecen los códigos dependen
siempre del concepto y fin de la pena, surgiendo del texto del artículo 41, así
como de sus antecedentes históricos que el mismo no se enrola en una
determinada teoría de la pena y del derecho penal, abandonando el criterio
objetivo-subjetivo del Código de Baviera que figura entre sus antecedentes.
Sino, que más bien es producto de la búsqueda de soluciones de
compromiso. En base a ello y por no enrolarse en un sistema puro, resulta
muy importante la tarea científica y dogmática en la búsqueda de estos
criterios. 156
La mayoría de la doctrina es conteste en que en base al principio
“nulla pena sine culpa”, el ilícito culpable no sólo es un presupuesto sine
qua non para comenzar a analizar la posibilidad de una pena, sino que es el
factor legitimante de la pregunta. Compartimos la idea de Ziffer de que el
ilícito culpable no es suficiente, ya que se requiere la existencia de un fin
que autorice la existencia de un fin que autorice la ingerencia estatal.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
162
ZIFFER, Patricia, “Lineamientos...”, ob. cit. Pág. 28/33.
163
NÚÑEZ, Ricardo, “Derecho Penal Argentino”, Parte General, II, pág. 456/457, Ed.
Bibliográfica Argentina 1.965, Bs. As.
164
Soler, Sebastián, t. II, “Derecho Penal Argentino”, pág. 420 y sgtes.
165
Nuñez, Ricardo, ob. cit, pág. 337/340.
las inhabilitaciones no se prevean de manera rígida para cada hecho, sino
que se suministre al juez una escala penal, dentro de la cual el juez puede
elegir cualquier magnitud.
De otra idea es Ziffer, al señalarle límites al juez, ya que considera
que la función de los marcos penales no se trata de ámbitos dentro de los
cuales el juez se puede mover libremente y sin dar cuenta de su decisión,
sino que a través de ellos el legislador refleja el valor proporcional de la
norma dentro del sistema. Si el legislador quiso plasmar casos de diferente
gravedad, el juez deberá, en su decisión, identificar cuáles son los casos que
pensó el legislador para cada alternativa de pena, y compararlos con el que
tiene que juzgar, limitándose con esto, a buscar la “voluntad de la ley”.
Entiende, que esta noción tiene el mérito de descalificar la idea de la
“discrecionalidad” del juez y de reconocer en los marcos penales un
parámetro, si bien abstracto, de todas las formas posibles que puede llegar a
adoptar un delito. Además permite al juez adaptar su decisión a los cambios
sociales del momento.166
Para esta autora en el sistema de determinación de la pena advierte
como única pauta interpretativa “la gravedad del hecho y la personalidad del
autor”. No es posible hacer una separación tajante entre aspectos objetivos y
subjetivos, en virtud de que si bien el inc. 1, hace referencia al ilícito, para
determinar el mismo también se tienen en cuenta elementos subjetivos y que
constan en el inc. 2 y a la inversa para valorar la personalidad del autor
pueden ser relevantes circunstancias del inc. 1.
En base a lo expuesto, podemos afirmar que en el art. 41 hace
referencia a los criterios que debe analizar el juez para agravar o atenuar la
pena. Se pueden distinguir en: 1) Magnitud o grado del ilícito en el inc. 1 y
2) Culpabilidad en el inc. 2 y 3) Peligrosidad en el inc. 3, pero como
correctivo y no como un criterio más.
167
La Cámara de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires en sentencia del 9/8/90 en
la causa Nº 148, “Gomez”, ha considerado que si bien a través del recurso de casación no se
pueden ameritar nuevamente los elementos que forman convicción, esto debe ceder en tema
de graduación de la pena, pues lo contrario implicaría consagrar la discrecionalidad en la
valuación del más grave y trascendental momento del juicio penal, que es cuando se decide
cuáles son los bienes jurídicos que afecta la sanción impuesta , y la medida en que lo serán.
Este mismo tribunal en sentencia del 22/4/99, casa Nº 34, “nosvaski”, ha dicho que “el
proceso de cuantificación de la sanción penal es de la misma trascendencia que el juicio de
responsabilidad del injusto, por lo que no es correcto sostener que la valoración de la
sanción depende de una serie de elementos y apreciaciones de hecho que sólo pueden ser
evaluados por el juez del debate, desde que esto significaría tornar irreversible en casación
las consecuencias de la imputación delictiva”. (Cfr. Breglia Arias, pág. 355, T. I, “Codigo
Penal”, Ed. Astrea. 2.001, Bs. As.).
168
Zaffaroni, Eugenio Raúl, pág. 295/334, Ed. Ediar, 1.983, Bs. As).
169
Ziffer, Patricia, ob. Cit. Pág. 107. Se ha dicho por la SCBA, 9/4/94, que “el arma de
fuego tiene mayor poder vulnerante que otras que también satisfarían la exigencia del tipo
penal, por lo que constituye agravante la mayor peligrosidad evidenciada mediante su uso,
sin que ello importe una doble valoración de esa circunstancia, y también desde el punto de
vista objetivo (art. 41 inc. 1, Cód. Penal) su empleo aumenta el peligro causado”.
170
Ziffer, Patricia, “Lineamientos”, pág. 132.
Principio de Culpabilidad: las pautas mencionadas en el inc. 2, se basan
principalmente en la culpabilidad, entendida por Zaffaroni como
culpabilidad de acto que define como: “El reproche del injusto, tomando
como criterios la motivación, en cuanto a su grado de aberración y el
espacio o ámbito de decisión del autor en la situación concreta del hecho.
Este concepto descarta consideraciones de prevención general, en la que no
se responsabiliza a la persona por el hecho propio, sino por el peligro del
hecho ajeno”.
Hay teorías que combinan el principio de culpabilidad con fines
preventivos de la pena y que ha merecido la calificación de triángulo
mágico. Las mismas pueden sintetizarse en tres. 1) la pena exacta; 2) la de
valor de reemplazo y 3) ámbito o espacio de juego.
a) La culpabilidad de acto se opone, entiende Zaffaroni, a la
prevención general, por considerar al hombre como un simple medio para la
conservación del orden social. Desde esta perspectiva, hay que analizar “la
edad, la educación, las costumbres y la conducta precedente del sujeto”, que
va a indicar si el autor tuvo un mayor o menor ámbito de autodeterminación.
Estos aspectos se refieren a la personalidad del autor y ésta es la que
condiciona el ámbito de autodeterminación del hombre en ciertas
circunstancias. La edad nos indicará el grado de madurez que podía haber
alcanzado el sujeto, o bien el grado de asentamiento de ciertos caracteres de
la personalidad, lo que harán más fácil o más difícil la evitación de la
conducta prohibida.
b) La calidad de los motivos que lo determinaron a delinquir.
En este párrafo se encuentra el núcleo de la culpabilidad, ya que su
esencia es “haber podido motivarse de otra manera”. Desde este punto de
vista, cuanto más baladí sea el motivo y mayor el contenido de injusto del
hecho, mayor será el reproche. Así, es menos reprochable quien mata por
venganza que quien lo hace por placer, quien roba por relativa necesidad,
que quien lo hace por codicia.
c) La miseria o la dificultad de ganarse el sustento necesario y el de
los suyos.
Este aspecto del sujeto, hace referencia a la denominada co-
culpabilidad, que es aquella parte de la culpabilidad por el hecho con que
debe cargar la sociedad, en razón de no haberle brindado las posibilidades
que hubieren ampliado su ámbito de autodeterminación.171
Con este tema, se introduce por el código de 1.921 la cuestión social
y reconoce que existe una distribución inequitativa del espacio social entre
la población, y que de esto depende el ámbito de autodeterminación de una
persona.
d) En cuanto a los demás antecedentes y condiciones particulares, no
hace referencia a la personalidad del agente en sí misma, sino a las
particularidades de su persona. Se tiene en cuenta su posición social,
económica, nivel de instrucción, vida familiar y desarrollo en condiciones
normales. Estas circunstancias pueden ser condicionantes de su ámbito de
autodeterminación, pero también puede implicar una indicación de co-
culpabilidad.
e) “Los vínculos personales”, deben entenderse que son los que unen
al autor con el sujeto pasivo y que pueden hacer más exigible la conducta
171
Zaffaroni, Eugenio Raúl “Tratado”, ps.. 314.
conforme a derecho, como en el supuesto de que se deba especial
agradecimiento o razones de parentesco o de especial confianza.
En cuanto a “la calidad de las personas”, no hace referencia a la
calidad especialmente consignada en los tipos, en las que hay un mayor
contenido de injusto, como sucede en la calificación por funcionario
público, o las especiales relaciones de parentesco, sino de la calidad que da
lugar a una mayor exigibilidad atendiendo a las circunstancias concretas.
172
172
. Zaffaroni, Eugenio Raúl “Tratado”, ps. 316.
173
Zaffaroni, Eugenio Raúl, “Tratado”, pág. 326.
174
Bustos Ramirez, J, Medición de la Pena y proceso penal, en Hacia una nueva justicia
penal, Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 1.989, t.I, p. 329. citado por Magariños en
“Determinación Judicial de la Pena”, pág. 71/88., Editores del Puerto, Bs. As. 1.993.
El primero deriva del art. 19 de la C.N., que expresa “las acciones
privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral
pública ni perjudiquen a un tercero , están reservadas a Dios y exentas de la
autoridad de los magistrados...”.
Del mismo surge que lo único que puede ser objeto de prohibición
por el legislador son acciones, las que para que tengan relevancia penal
deben lesionar bienes jurídicos. Por tanto, no puede ser objeto de
prohibición y menos de consideración por el juez al momento de aplicar
pena, todo lo que tenga que ver con su ámbito de intimidad o con su
personalidad o carácter, siendo un rechazo al derecho penal de autor. En
base a ello, entiende Magariños que “el grado de la pena sólo puede
determinarlo el grado de la acción ilícita y el de la responsabilidad por ella”.
En cuanto al segundo de los principios, el de legalidad, deriva del
art. 18 de la C.N., que establece que: “a ningún habitante de la Nación podrá
aplicársele una pena que no esté fundada en una ley anterior al hecho”.
En base a ello, concluye Magariños 175que “si la pena debe fundarse
en lo que establece la ley (art. 18), y esta sólo puede validamente
seleccionar acciones –orden discontinuo de ilicitudes (art. 19)-, la aplicación
de la pena sólo adquiere legitimidad como respuesta a la realización del acto
que la ley contempla y, por el contrario, carece de toda legitimidad si
aparece como derivación, aunque sea parcial, de algo distinto, por ejemplo:
de la personalidad, del carácter o de la peligrosidad del individuo.”
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA:
JURISPRUDENCIA
Naturaleza: “No es una mera agravante general, sino que esta repercusión
sobre la magnitud de los marcos punitivos establecidos en los delitos de la
parte especial y las leyes complementarias, se produce por la incorporación
de una modalidad típica de ejecución de un delito violento (uso de arma de
fuego), no contemplada por aquellos.... “en el delito de homicidio con armas
de fuego... las penas se aumentan en esta ley...” (Trib. Superio de Justicia de
Córdoba; sala penal, causa nro. 106.446, “N., V:H:”, 27/8/03).
176
Barberá de Riso, María Cristina; “Arma de fuego y política criminal”; Revista:
“Pensamiento penal y criminológico”, año III, nro. 5, 2002, Córdoba, Ed. Mediterránea; ps.
99/118.
177
Reinaldi, Víctor; “Delincuencia Armada”, Córdoba, Mediterránea, 2002, ps. 99 y
siguientes.
*Artículo 41 ter: Las escalas penales previstas en los artículos 142 bis y
170 de este Código podrán reducirse en un tercio del máximo y en la
mitad del mínimo respecto de los partícipes o encubridores que,
durante la sustanciación del proceso o antes de su iniciación,
proporcionen información que permita conocer el lugar donde la
víctima se encuentra privada de su libertad, o la identidad de otros
partícipes o encubridores del hecho, o cualquier otro dato que posibilite
su esclarecimiento. En caso de corresponder prisión o reclusión
perpetua, podrá aplicarse prisión o reclusión de ocho (8) a quince (15)
años. Sólo podrán gozar de este beneficio quienes tengan una
responsabilidad penal inferior a la de las personas a quienes
identificasen. Modificado por: LEY 25.742 Art.2 ( Artículo incorporado,
B.O 20/06/2003)
DOCTRINA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
TITULO VI
TENTATIVA (artículos 42 al 44)
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
186
Parma, Carlos, “La tentativa”, Ed. Jurídicas Cuyo,. 1996, p. 43.
187
Zaffaroni, op. cit. , pág. 838.
188
Vidal, Humberto; “Desistimiento”; Córdoba, Lerner, 1989, Opúsculos de derecho penal
y criminología, nro. 35; ps. 41 y 42.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
TITULO VII
191
Villar, Mario; “La estructura de la omisión y su tentativa”; en Lecciones y Ensayos nro.
53, año 1989, ps. 183.
ARTICULO 45. - Los que tomasen parte en la ejecución del hecho o
prestasen al autor o autores un auxilio o cooperación sin los cuales
no habría podido cometerse, tendrán la pena establecida para el delito.
En la misma pena incurrirán los que hubiesen determinado
directamente a otro a cometerlo.
DOCTRINA192
192
Se ha tomado como base de este artículo un trabajo de Diana Bernal sobre “Autoría” el
cual se encuentra publicado en el libro “El pensamiento de Günther Jakobs” cuyo autor es
Carlos Parma.
193
Soler, Sebastián; Derecho Penal Argentino; Tomo II; Buenos Aires, Editorial TEA,
1992; ps. 286.
194
Núñez, Ricardo; Manual de Derecho Penal. Parte General; p. 235.Ed. Marcos Lerner.
editora córdoba. 4º reimpresión.1987.
195
Fontán Balestra, Carlos; Derecho Penal. Introducción y Parte General; ps. 422/23.
Editorial Abeledo - Perrot. año 1974.
196
Derecho Penal. Introducción y Parte General. Carlos Fontán Balestra. Sic. último párrafo
p. 423. Editorial Abeledo Perrot. AÑO 1974.
Creus, define como autor a todo aquel que realiza la acción descripta por el
tipo.197
El problema fundamental se presenta en un hecho delictivo, ¿a quién
le pertenece el hecho?, cuando debe imputársele a un autor como suyo, en
los casos donde existe una pluralidad de sujetos y se hace necesario recurrir
a la dogmática jurídica para delimitar el autor y demás partícipes del hecho
delictivo.
En ese campo dogmático penal clásico existen teorías objetivas y
subjetiva, en el intento de distinguir la autoría y la participación. Distinción
que refiere, Soler, reconocidas en el código Penal en los art. 45 y 46 y que
no solamente hacen a la penalidad aplicable, sino a la separación conceptual
de varias normas de participación y aunque se concluya, como lo hacen
algunas leyes, en la equiparación de penas no significa que no existan
diferentes maneras de participación y “que no solo es punible aquel que por
sí produce la acción típica que conduce el resultado típico ( matar,
apoderarse, engañar, etc.,) sino además otros sujetos que realizan otras
acciones distintas de la acción típica ( prestar el arma para que otro mate,
vigilar para que otro roba, etc.)”198.
Diana Bernal practica un enjundioso análisis del tema, diciendo:
“Señala Donna199: que para la determinación del concepto de autor existen
dos caminos posibles: Se puede considerar autor a cualquier sujeto que haya
cooperado de algún modo en el hecho, sin hacer ningún tipo de diferencias
entre los distintos aportes de los intervinientes. A esta posición responde el
llamado concepto unitario de autor.
La otra alternativa es distinguir varias formas de intervención según el
grado e importancia material de los aportes realizados. Desde este punto de
vista se procede a diferenciar al autor del resto de los partícipes, atribuyendo
aquel carácter sólo a la figura central del hecho”.
Si bien sólo debe ser castigado quien realiza el ilícito tipificado
como infracción a la norma en los tipos penales, es decir, quien aparece
como el infractor natural de la norma, en caso de intervención en el
acontecer descripto en el tipo de más de una persona, para proceder a la
determinación de la autoría, según Maurach200, desde una perspectiva
material puede considerarse autor a toda persona que de algún modo ha
cooperado a la realización de un acontecer típico; en tanto, sobre la base de
una diferenciación de fondo de los diversos aportes de autoría, es posible
castigar como autor sólo a la respectiva figura central. Esto da lugar a dos
posibilidades sistemáticas: un sistema unitario, orientado exclusivamente al
autor y otro que distingue entre el autor y los cooperadores en el hecho.
La dogmática jurídico penal ha recurrido también al concepto extensivo
de autor, cuya principal función fue justificar la llamada autoría mediata.
Conforme a este concepto, ya sea atendiendo a la causación de un resultado
como a la lesión del bien jurídico, todo aporte será básicamente equivalente
y consecuentemente, fundamentará la autoría. Solo desde el punto de vista
197
Sinopsis de Derecho Penal. Parte General . Creus Carlos. Pag.156. Editora Zeus,
Rosario. año 1977.
198
Derecho Penal Argentino. Tomo II. Soler Sebastian.pag 283 Editorial Tes. 1992
199
Donna, Edgardo Alberto: “La Autoría y Participación Criminal”, Rubinzal-Culzoni,
1998, ps. 10. Ver: Diana Bernal, en “El pensamiento de Günther Jakobs”, Mendoza, EJC,
2001, ps. 224 y sig.
200
Maurach-Gössel-Zipf: “Derecho Penal –Parte General”, T. 2, p. 285 y ss., Astrea, 1995.
del derecho positivo deben reconocerse “causas limitadoras de la
punibilidad” que permiten reducir la pena de algunos partícipes.
Por otra parte, en la actualidad es dominante el concepto restrictivo de
autor, que parte de la idea de que los tipos de la Parte Especial solo
describen el comportamiento del autor y la responsabilidad de los partícipes
en el hecho cometido por aquél se caracterizan como “causas de extensión
de la punibilidad”. De tal modo, las teorías de la autoría y la participación
deben caracterizar al autor y además establecer los fundamentos que
permiten una extensión de la punibilidad a personas que no han realizado
acciones de autoría, sino, simplemente, “tomado parte en el hecho del
autor”201.
203
Sin perjuicio de las especiales consideraciones en lo referente a delitos especiales, delitos
de infracción del deber y delitos de propia mano.
propia mano elementos del tipo; lo que si deben es, en todo caso, dominar la
ejecución del delito.
Es que el dominio se puede proyectar sobre la ejecución a través del
dominio sobre la decisión, ya que en la realización de un delito concurren
siempre el dominio de la ejecución y el dominio de la decisión, aunque sus
portadores puedan ser distintos sujetos. Así la autoría mediata se presenta
cuando el sujeto de atrás tiene el dominio del hecho a través del dominio de
la decisión de ejecutarlo. Esto significa que un mismo hecho puede tener un
autor directo, cuando se domina la ejecución de la acción típica realizada de
propia mano, y un autor mediato, cuando se tiene el dominio de la decisión
de la ejecución del tipo que realiza el autor directo.
Pero, en definitiva, como lo señala Roxin204, la cuestión fundamental estriba
en el encuadramiento de la problemática de toda la teoría de la
participación, ya sea en el tipo o en la culpabilidad, según las distintas
posiciones; “en general se consideraba una obviedad trivial el que la autoría
no significaba sino realización del tipo”, obviedad sólo aparente, ya que la
teoría subjetiva únicamente podría fundamentarse dogmáticamente
considerando a la delimitación entre autoría y participación como problema
de la culpabilidad.
El autor citado sostiene su encuadramiento en el tipo, en el injusto
típico, puesto que “únicamente la comisión de la acción típica puede dar
lugar a la pena por autoría”, en tanto que la disposición interna del autor, su
actitud, la intensidad de su voluntad delictiva no revelada en acciones
externas, etc., pueden tener relevancia en la determinación de la pena,
conforme a criterios objetivos.
De allí que sostenga el fracaso de la teoría objetivo-formal, dado que
el concepto de la realización del tipo no puede limitarse en todos los
supuestos a la realización de propia mano de los elementos de la figura
penal, siendo posible también realizar algunos tipos sirviéndose de otro
como instrumento –autoría mediata- o compartiendo la ejecución con otro –
coautoría-.
De igual modo critica la teoría subjetiva que se imponía en la
jurisprudencia alemana, al considerar irrelevante la clase de aportación
externa al hecho desplazando la diferenciación de autoría y participación al
ámbito de la culpabilidad y de la determinación de la pena, sólo aceptable
desde un Derecho Penal de autor, pero resulta incompatible con el Derecho
Penal del hecho.
Pese a su falta de fundamentación teórica, señala Roxin un giro
evidente en la jurisprudencia alemana a partir de 1975, en la que “el
término “voluntad del autor” se va dotando progresivamente de contenido
material mediante el criterio del dominio del hecho”, imponiéndose en las
decisiones acerca de la autoría directa y de la mediata.
Así también las posiciones doctrinarias han asumido la teoría del
dominio del hecho casi en forma absoluta, aún con sus puntos
controvertidos, como lo resalta el mismo Roxin205, con lo cuál “Ya no es
acertado afirmar que la teoría de la participación sea el ‹‹capítulo más
oscuro y enmarañado de la ciencia penal alemana››.
204
Cfr. Roxin, Claus: “Autoría y dominio del hecho en derecho penal”, 6º edición, Marcial
Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., Madrid 1998, pág. 666/667.
205
Cfr. Roxin, Claus, op. cit., pág. 671/675.
Es que el dominio del hecho se puede presentar de diferentes maneras: como
dominio de la propia acción típica, como dominio de la voluntad de otro o
como dominio funcional del hecho. Como refiere Jaén Vallejo206, “el
concepto del dominio del hecho no es un concepto fijo, integrado por un
número definido y limitado de elementos, en el que se pueda practicar con
relativa facilidad la necesaria subsunción del hecho, sino un concepto
abierto, en el que se contiene una descripción y un principio regulativo que
habrá de orientar la decisión judicial”.
212
Cfr. Zaffaroni, Eugenio Raúl: “Tratado de Derecho Penal”, Tomo IV, pág. 320, Ediar,
Bs. As. 1983.
213
Cfr. Zaffaroni, Eugenio Raúl: “Manual de Derecho Penal - Parte General”, sexta edición,
Ediar, 1991, pág. 574.
214
Cfr. Roxin, Claus: “Autoría y dominio del hecho en derecho penal”, 6 edición,
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., Madrid 1998, pág. 584/586.
Coautoría: I.- Coautor es aquél que, sobre la base de la cooperación en
división del trabajo en la fase ejecutiva, presta una aportación no inesencial
al hecho. II.- En los delitos de infracción de deber es coautor aquel que,
mediante la infracción en común de un deber conjunto, contribuye a la
realización del tipo”.
Sostenía los beneficios que una regulación detallada acarrearía a la
decisión judicial, más advertía también que las codificaciones detalladas si
bien facilitan al juez el manejo de la ley, pero dificultan la superación de
errores y el tener en cuenta ideas nuevas pues mientras una buena ley
perdura, sin embargo la ciencia progresa y nunca va a poner fin a su labor”.
Por fin la reforma al Código Alemán da un nuevo fundamento legal a
la doctrina de la autoría y participación, al redactar el §25 StGB de la
siguiente manera: “1) Será castigado como autor el que cometa el hecho
personalmente o por medio de otro”, quedando en consecuencia
debidamente delimitadas la autoría mediata y la coautoría.
215
Cfr. Maurach- Gössel- Zipf: op. cit., pág. 329.
216
Cfr. Bacigalupo, Enrique: “Lo objetivo y lo subjetivo en las teorías de la autoría y la
participación”, Opúsculos de Derecho Penal y Criminología, Nº 63, Marcos Lerner Editora
Cba.
responsable el autor mediato”217. Y agrega que la autoría mediata no es
posible en la actuación plenamente delictiva, o sea dolosa y culpable del
ejecutor.
De allí también su firme postura en la conferencia antes citada218, en
cuanto niega la autoría mediata cuando el “instrumento” ocupa una posición
en un aparato de poder, o quien ejecuta con dolo aún sin intención, o cuando
adolece de algún elemento de cualificación en el caso de los delitos
especiales, sosteniendo que “no es un dominio lo que conduce a la autoría
mediata, sino la competencia por lo hecho por el instrumento”.
Más, en general, se puede sostener que la estructura de la autoría
mediata surge a partir de que el sujeto de atrás, con su sola intervención no
puede o no desea realizar el tipo delictivo y, en todo caso, aquella resultaría
insuficiente, recurriendo entonces a un instrumento que actúa bajo su
dominio, para que realice una acción –típica o no- que posibilita la comisión
de un tipo delictivo. De tal modo, se advierte la diferencia con la autoría
inmediata o directa, en la que el sujeto ejecuta por sí solo todos los
elementos del tipo, en tanto en la autoría mediata el sujeto de atrás –que
siempre actúa típicamente- lesiona un bien jurídico a través de otro, aunque
éste provoque la lesión de un bien jurídico propio.
Pero, se puede colegir de todas las prestigiosas opiniones doctrinarias
vertidas respecto al tema de la autoría mediata, las dificultades que existen
al momento de fundamentar esta especial figura, que Gimbernat Ordeig
califica de “casi insuperables”219, concluyendo que deberá encontrarse la
solución en la Parte Especial, por falta de definición del concepto de autor
en la Parte General, lo que considero hoy ya se encuentra previsto en el
Derecho Español, conforme a su reforma.
En su momento, también Hirsch220 reflexionaba acerca de la
delimitación de la autoría mediata, diciendo que sus fronteras se encuentran
en los supuestos de ausencia de culpabilidad del autor inmediato, no
extendiéndose a los casos de error sobre el sentido concreto de la acción, ni
a otros errores de motivación –sobre lo que volveré -. Agregaba el autor que
el problema no se limita a los casos de deficiencias del injusto por parte del
autor inmediato ni a una supuesta frontera dentro de los requisitos de la
culpabilidad, sino que puede apreciarse a partir de deficiencias en cada una
de las categorías del delito –tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad- que
“se orientan por fenómenos previos a la norma”, por lo que no se puede
resolver como un fenómeno meramente normativo, sino que “requiere una
fundamentación precisa, elaborada sistemáticamente sobre la base de los
principios generales de delimitación entre autoría y participación”. Admitía
que la teoría de la autoría mediata en Alemania había ido más allá de los
límites legales para solucionar “lagunas de la punibilidad”, que surgían de la
falta de una disposición que castigue la inducción al suicidio, sobre todo.
Roxin221, al sostener en la teoría del dominio del hecho sus
consideraciones acerca del “dominio de la acción” y “dominio de la
217
Cfr. Jakobs, Günther: “Derecho Penal- Parte General”, 2 Ed., pág. 763, Marcial Pons,
Ediciones Jurídicas, Madrid, 1997.
218
Conf. nota Nº 13.
219
Cfr. Gimbernat Ordeig, Enrique: “Autor y Cómplice en Derecho Penal”, Universidad de
Madrid- Facultad de Derecho-1966.
220
Cfr. Hirsch, Hans Joachim: ”Acerca de los Límites de la Autoría Mediata” en “Derecho
Penal –Obras Completas”, Tomo I, pág. 210/211, Rubinzal-Culzoni Editores, 1999.
221
Conf. Roxin, Claus, op. cit., pág. 163/164.
voluntad”, refiere que la figura de la autoría mediata, basada en una razón
objetiva independiente de todas las construcciones intentadas, “no
constituye un mero supuesto vergonzante de inducción y que consiste en
algo más que en la causación común a todas las formas de participación”.
Se trata de casos en los que falta la acción ejecutiva del sujeto de
detrás y el dominio del hecho sólo puede basarse en el poder de la voluntad
rectora, como corresponde apreciarlo en las diferentes manifestaciones que
pueden agruparse en: 1) la utilización de un agente no libre, es decir,
coaccionado; 2) la utilización de quien sufre un error; 3) el aprovechamiento
de elementos de superioridad psíquicos o intelectuales, por ej., de menores o
enfermos mentales; 4) la utilización de un aparato organizado de poder; 5) y
también las situaciones de utilización de un “instrumento doloso”; casos
todos ellos a analizar en sus respectivas particularidades y soluciones
dogmáticas y jurisprudenciales, que se intentará abordar, aunque más no sea
parcialmente, por el interés despertado, en el presente trabajo.
225
Hirsch, Hans Joachim, op. cit., pág. 210.
226
Conf. Hernández Plasencia, op. cit., pág. 266.
227
Gimbernat Ordeig, Enrique: “Autor y Cómplice en Derecho Penal”, Universidad de
Madrid, 1966, pág. 187/189.
228
Roxin, op. cit., pág. 271.
sólo por complicidad en el asesinato, considerando autores a los superiores
que impartieron la orden.
3.- También el Tribunal Supremo alemán, en materia de responsabilidad por
el producto, entendió que la omisión de control, por parte del jefe de una
sociedad de responsabilidad limitada, de la distribución del producto
peligroso a cargo de los dependientes y minoristas, quienes a su vez tenían
pleno conocimiento del carácter peligroso del producto entregado, que
ocasionara lesiones a terceros, hacía responsable como autor mediato a
aquel, por las lesiones causadas (BGHSt. 37,106); igualmente condenó a un
intendente por contaminación dolosa de aguas, por haber omitido avisarle a
los propietarios de los terrenos la prohibición de arrojar aguas servidas en el
sistema de canalización (BGHSt. 38, 325)229.
4.- En la jurisprudencia nacional, se puede citar el caso de las Juntas
Militares del Proceso de Reorganización Nacional argentino, juzgados por la
Cámara Federal del Crimen en 1985, en el que, desde la Fiscalía ejercida
por el Dr. Strassera, como en la sentencia del órgano juzgador, se
fundamentó la autoría mediata de los comandantes en su “dominio de la
voluntad en virtud de aparatos de poder organizados” invocando la posición
de Roxin al respecto, aunque la Corte Suprema en última decisión –en fallo
dividido- concluyó que debían responder como partícipes primarios en los
términos del art. 45 del Código Penal argentino.230
Es el propio Roxin quien en su clarísima exposición brindada en la
Universidad de Huelva –España- brinda no sólo su firme postura en relación
al tratamiento del tema, sino que también confronta las críticas de otros
autores y las razones que le llevan a descartarlas, que estimo provechoso
incluir a modo de conclusión de este aspecto de autoría mediata231.
En primer lugar sienta su posición diciendo que “un aparato estatal que
actúa delictivamente es un prototipo de la criminalidad organizada, porque
normalmente la organización del Estado en el ámbito dominado por el
aparato se muestra como su más completa y efectiva forma”.
En consecuencia, los ejecutores directos, soldados u otros funcionarios,
deben ser castigados como autores del delito cometido, aún cuando pudieren
estar convencidos de la legitimidad de la orden emanada de la superioridad;
pero serán también autores –mediatos- los que dieron las órdenes, “porque
controlaban la organización y tuvieron en el hecho incluso más
responsabilidad que los ejecutores”.
Cita su opinión con motivo del “caso Eichmann”, quien debía ser
considerado autor mediato aún cuando los autores directos fueran
igualmente responsables, porque éstos ocupan una posición subordinada en
el aparato de poder, son intercambiables y no pueden impedir que el
“hombre de atrás” alcance el resultado, dado que, ante una eventual negativa
otro ocuparía inmediatamente su lugar.
Refiere asimismo la postura del Tribunal Supremo alemán en el
juzgamiento de delitos cometidos por dirigentes de la República
Democrática alemana, que declarara la responsabilidad como autores
229
Aboso, Gustavo E.: “Autoría mediata a través de un aparato organizado de poder y el
principio de responsabilidad en las sentencias del Tribunal Supremo Alemán”, en La Ley,
Suplemento de Jurisprudencia Penal, Bs. As., 23/12/99.
230
CSJN, diciembre 30/1996, La Ley, tomo 1987-A, pág. 535/597.
231
Roxin, Claus: “Problemas de autoría y participación en la criminalidad organizada”,
Revista Penal Nº 2 –Julio de 1998-, Universidad de Huelva, Editorial Praxis, traducción de
Enrique Anarte Borrallo.
mediatos a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional por las muertes
de quienes intentaban cruzar el muro de Berlín, cometidas en forma directa
por los soldados de frontera.
Allí el Tribunal Supremo dijo: “hay casos, en los que pese a un
intermediario que actúa con completa responsabilidad, la intervención del
hombre de atrás conduce casi de forma automática a la realización del tipo
perseguido por el mismo cuando mediante estructuras de organización el
hombre de atrás se vale de determinadas condiciones, en las que su
contribución desencadena desarrollos regulares” ; aunque critica la
utilización de una segunda fundamentación, atribuida por Roxin a
Schroeder, que sostiene la autoría mediata, no obstante la responsabilidad
del ejecutor, cuando el hombre de atrás se vale de la “incondicionada
disposición del autor directo para realizar el tipo”, que estima no necesaria
porque aún en el caso de desobediencias aisladas la realización del tipo está
asegurada por las condiciones de la organización, como asimismo en caso
de “incondicionada disposición” de quien ofrece sus servicios para cometer
un delito, quien acepta la oferta es únicamente inductor, pues quien se
ofrece tendrá en sus manos la realización del tipo.
En su conferencia, Roxin refiere las coincidencias de criterio con
doctrinarios alemanes como Schroeder, Murmann, Jung, Gropp y Bloy y las
discrepancias de autores como Jakobs, Herzberg y Köhler: 1.- Para Jakobs,
la autoría mediata presupone la actuación del instrumento conforme a
Derecho, sea porque no es responsable o no completamente responsable,
pues si lo fuera no podría ser considerado un instrumento.
La fungibilidad del instrumento o el “automatismo” con que lleva a cabo la
acción, se tratarían de “datos naturalísticos intrascendentes” y la misma
responsabilidad para autor mediato e instrumento sólo es posible por la vía
de la coautoría, negando al “autor detrás del autor responsable”. A ello
responde Roxin que la coautoría presupone realización conjunta, que no
concurre en estos casos porque: 1º) los intervinientes, el que ordena y el
ejecutor, generalmente no se conocen, no deciden nada conjuntamente, ni se
encuentran en el mismo nivel; “con ello la coautoría pierde sus contornos”.
2º) tampoco se da una ejecución común, elemento constitutivo de la
coautoría. “El burócrata no ejecuta nada por sí mismo, <no se ensucia las
manos>, sino que se sirve del órgano ejecutor”. 3º) la teoría de la coautoría
elude las diferencias estructurales entre autoría mediata y coautoría; la
primera estructurada verticalmente –de arriba abajo, del que ordena al
ejecutor -, en tanto la segunda los está en forma horizontal –actividades
equivalentes y simultáneas -.
2.- Herzberg y Köhler sostienen que en los casos de actuaciones a
través de aparatos organizados de poder, sólo habría inducción por parte de
quien ordena. Herzberg dice: “Hitler, Himmler y Honneecker responden de
los homicidios que ellos ordenaron no como autores, sino como inductores”.
Por su parte Köhler expresa: “En los casos de determinados <dominios de
organización> es aplicable la inducción”. Ambos son coincidentes con
Jakobs y sus opiniones, sostiene Roxin, descansan en una consideración
puramente normativa del dominio del hecho, estimando que el dominio
efectivo y el poder de mando del hombre de atrás son datos fácticos o
naturalísticos intrascendentes. Aunque la solución de la inducción pudiera
ser más aceptable que la de la coautoría –dado que como la autoría mediata
supone una estructura vertical y también la realización de hechos por parte
de otro- Roxin la rechaza porque: 1º) decir que Hitler o Stalin sólo
ordenaron los hechos “contradice los principios lógicos de la imputación
desde una perspectiva social, histórica, pero también jurídica”, pero si se
pretende resolver conforme a la inducción, abandonando la teoría del
dominio del hecho, se debe fundamentar la diferenciación entre autoría y
participación según otros criterios, lo que no queda claro en Herzberg y en
Köhler. 2º) la posición de quien ordena se diferencia de la de un inductor,
porque éste debe buscar primero un autor; el “burócrata” sólo necesita dar la
orden. El inductor debe persuadir al autor, captar su voluntad y aún vencer
sus resistencias; el que da órdenes en la jerarquía de un aparato de poder no
necesita de ello. Tampoco, sostiene Roxin, puede compararse – en los casos
más elocuentes- a Hitler y dictadores comparables con un simple inductor.
La capacidad de dominio de aquellos así admitida “provoca una
simplificación normativa al prescindir de las forzosas diferencias
materiales”.
Concluye, entonces, Roxin, que no queda sino condenar como autor
mediato al “hombre de atrás” que ordena en el ámbito de aparatos de poder
organizados, concibiendo como tal, no sólo a la máxima jerarquía dentro de
la organización sino a todo aquel que en ella trasmita la instrucción delictiva
con poder de mando autónomo, pudiendo formarse así una cadena completa
de autores mediatos.
A ello no obsta el hecho de que el ejecutor pueda hacer fracasar el
delito, supuesto en el cual cabe admitir una autoría mediata intentada, del
mismo modo que sucede en los casos en que el instrumento del que se vale
el autor mediato es inimputable u obra sin dolo.
Por último se expresa el autor citado por la posibilidad de aplicación de toda
su construcción a cualquier criminalidad organizada, no sólo la estatal,
organizaciones en las que, según el Tribunal Supremo alemán, “la conexión
espacial, temporal y jerárquica entre la cumbre de la organización
responsable de la orden y el ejecutor inmediato, habla contra la coautoría
con reparto de poderes”, siempre que se comprueben los presupuestos de
autoría mediata sostenidos: intercambiabilidad del ejecutor y control
automático que de ella se derive. La participación criminal es el único
mecanismo del cuál dispone un sujeto que no puede ser indicado como
autor de un delito, para relacionarse o “conectarse” con el mismo. Esto
importa que el partícipes es alcanzado por una pena a raíz del acceso de su
acción a otra, desplegada en forma dolosa por el autor o coautor de un
delito.
La participación criminal es un fenómeno de naturaleza accesoria.
La acción del partícipe accede a un hecho principal. El partícipe no comete
ningún crimen autónomo e independiente del principal al cual accede.
Aparece relacionado a través del aporte o de la determinación que efectúa
para con sus autores. No es posible la participación si no se la conecta a un
hecho punible cuyo autor es otro, distinto del partícipe. En consecuencia, la
participación debe necesariamente acceder a una acción principal dolosa.
Para que haya participación es necesario que, tanto el cómplice
como el instigador, tengan una voluntad dirigida a la lesión del bien jurídico
atacado por la acción del autor del delito principal. Esta exigencia de
voluntad criminal en los partícipes excluye toda posibilidad de que se
considera como tales a aquellas personas que por haber, consciente o
inconscientemente, violado los deberes de cuidado y diligencia, hayan
“cooperado en”, o “determinado a” la comisión del delito. En estos
supuestos la ausencia de dolo hace que el agente desconozca por completo
la verdadera significación que su proceder adquiere en la comisión de un
delito ajeno. En consecuencia, la participación sólo se configura mediante el
despliegue de una acción accesoria dolosa.232
232
Fernández – Pastoriza, “Autoría y participación Criminal”, Ed. Lerner, 1987, ps.
115/116.
233
Roxin, Claus; “ Autoría y dominio del hecho en Derecho Penal”, Traducc. de la sexta
edición alemana por Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de Murillo,
Madrid, Ed. Marcial Pons, 1998, ps. 268.
dominio por parte del sujeto de detrás, porque desde su atalaya el agente no
se presenta como persona individual libre y responsable, sino como figura
anónima y sustituible. El ejecutor, si bien no puede ser desbancado de su
dominio de la acción, sin embargo es al mismo tiempo un engranaje
-sustituible en cualquier momento- en la maquinaria del poder, y esta doble
perspectiva impulsa al sujeto de detrás, junto con él, al centro del
acontecer...quien es empleado en una maquinaria organizativa en cualquier
lugar, de una manera tal que puede impartir órdenes a subordinados, es autor
mediato en virtud del dominio de la voluntad que le corresponde si utiliza
sus competencias para que se cometan acciones punibles. Que lo haga por
propia iniciativa o en interés de instancias superiores y a órdenes suyas es
irrelevante, pues para su autoría lo único decisivo es la circunstancia de que
puede dirigir la parte de la organización que le está subordinada sin tener
que dejar a criterio de otros la realización del delito...Así pues, el dominio
del hecho puede afirmarse sin reparos, aún cuando....el inculpado no
coopera 'ni al principio ni al final del hecho' y su intervención se limita al
'eslabón intermedio'. Que de este modo en su caso puede aparecer una larga
cadena de 'autores de detrás del autor' no se opone a esa afirmación..."234.
Kai Ambos ha apoyado este criterio sosteniendo que sólo la teoría del
dominio por organización aprehende el injusto de organización de modo
adecuado y satisfactorio, y que resulta preferible frente a la solución
mediante las reglas de la coautoría o inducción, por lo que corresponde a
Roxin el mérito de haber desarrollado la única propuesta de solución viable.
La posisión “roxiniana”, en opinión de Zaffaroni, sería compatible con
nuestro derecho positivo vigente puesto que no cabe duda que el comitente
es un determinador y es bastante distinta su posición a la del mero
instigador235. De allí que, retomando los dichos de Kai Ambos "...el primer
nivel, más elevado, está compuesto por los autores que planifican y
organizan los sucesos criminales, esto es, los que como autores por mando
pertenecen al estrecho círculo de conducción de la organización; en el
segundo nivel encontramos a los autores de la jerarquía intermedia, que
ejercitan alguna forma de control sobre una parte de la organización y por
esto puede designárselos como autores por organización; finalmente, en el
más bajo nivel, el tercero, están los meros autores ejecutivos que aparecen
sólo como auxiliares de la empresa criminal global"236.
234
Roxin, Claus; ob.cit. , ps. 270/271.
235
Zaffaroni, Raúl ( Alagia, Slokar);”Derecho Penal. Parte General”, Ed. Ediar, Bs. As.,
2000, ps. 747.
236
Kai Abos y Christoph Grammer, "La responsabilidad de la conducción militar argentina
por la muerte de Elisabeth Kasemann. Una cuestión de dominio del hecho por
organización", traducc. de Eugenio C. Sarrabayrouse, Cuadernos de Doctrina y
Jurisprudencia Penal, Año IX, N° 16, Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2003, ps. 163 y
siguientes).
Fue la obra Causalidad y acción, publicada por Hans Welzel, a la
corta edad de 27 años, la que produjo un giro copernicano. A partir de la
idea de “acción final”, lo decisivo es que el sujeto miembro de la comunidad
ha realizado una acción con la tendencia al menoscabo de bienes
jurídicamente protegidos, poniendo de manifiesto que la vida o la propiedad
del otro no le importan. A esto se ha venido a llamar desvalor de la acción.
Pero este desvalor de la acción debía estar unido al desvalor del
resultado mediante una causa. Rápidamente la doctrina elaboró una serie de
teorías donde la de la equivalencia de condiciones, sacó una ligera ventaja
sobre el resto.
La sobreviniente idea de la acción social, puso un bálsamo a tan
virulenta polémica entre causalista y finalista. Ahora la acción penal sería
una conducta humana socialmente relevante...(Jescheck).
Este loable enfoque, no define la acción por su finalidad sino por su
relevancia jurídico - penal. Trazamos este derrotero doctrinario, porque
según Pessoa por vía del concepto social de acción se llega a la teoría de la
Imputación Objetiva.
Origen de esta teoría: podría decirse que quien hizo conocer esta idea en el
mundo fue Claus Roxin ya hace casi treinta años.
Algunos directamente buscan en Richard Höning y su obra
Causalidad e imputación objetiva (1930) el antecedente necesario. Le suman
su garante filosófico: Emanuel Kant.
Otros en cambio reivindican a Larenz como el hacedor de esta idea,
ya que éste autor se respaldaba en Hegel.
Los más cautos dicen: la fuente de derecho penal es Höning y la de
derecho civil es Larenz.
Discípulo de Roxin, Bernd Schünemann es uno de los autores que
más ha aportado a esta tesis. El explica la historia dogmática de esta teoría
así: la idea de la imputación se remonta a la teoría de la imputación del
filosófico del derecho natural Samuel Pufendorf, como así también a la
filosofía de Hegel y al concepto de acción desarrollado por la escuela de
Hegel en el siglo XIX.
Sin embargo, el predominio del naturalismo penal que se impuso a
partir de 1870, interrumpió la continuidad de esta idea por muchas décadas.
Un retorno a la idea de la impugnación objetiva, se produce a partir de 1930,
a través de autores que se expresan casi al mismo tiempo: Höning, que quiso
eliminar cursos causales guiados por la causalidad mediante el criterio de la
persiguibilidad objetiva de una finalidad, Engisch, que partió de la teoría de
la adecuación y requirió la realización de un peligro específico y Welzel,
que en la primera etapa del finalismo incluyó a la adecuación social como
un presupuesto negativo de la impugnación para los delitos dolosos y
culposos. Estos enfoques reunidos por Roxin en la teoría de la impugnación
objetiva, que concibe la esencia, tanto en los delitos dolosos como culposos,
en la creación y realización de un riesgo no permitido.
Roxin lanza un axioma: “la tipicidad crea el objeto de
enjuiciamiento y con ello la base de su responsabilidad.”
Desde ese tópico, Roxin cita a Höning y dice: si la actuación de
voluntad no es típica, no existe absolutamente ninguna acción que interese
al derecho penal.
Con todos estos antecedentes jurídicos y filosóficos. Roxin
estableció una serie de reglas de solución, a partir de las cuales se permite
eliminar ya en el nivel de la tipicidad, comportamientos que son irrelevantes
para el derecho penal, de ahí su hallazgo.
Corrector del tipo penal: la unión de acción y resultado podía dar por
realizado un tipo objetivo que presentara algunas falencias, ya sea porque el
hecho no afectó un bien jurídicamente protegido, o porque el resultado no
debe ser imputado al autor del mismo, o bien por el riesgo social permitido,
etc.
Córdoba dice que esta idea surgió como un correctivo de aquella
concepción que veía en la existencia de una relación causal entre acción y
resultado, el criterio decisivo para tener por satisfechas las exigencias del
tipo objetivo en los delitos de resultado. Luego de este intento corrector se
sustentó la tesis del fin de protección de la norma.
Pessoa afirma: debe entenderse como un criterio corrector de la
tipicidad penal, cumpliendo el mismo rol que se han asignado a otros
modelos teóricos, como son por ejemplo: el principio de insignificancia, la
teoría de la adecuación social, etc. también Magariños piensa que se trata de
una herramienta eficaz para la delimitación del alcance de los tipos.
Para Sacher de Köster, en la imputación objetiva se extiende el
contenido del tipo objetivo, adquiriendo un mayor peso que el tenía en la
teoría clásica, neoclásica o finalista.
Esta extensión del tipo objetivo, tiene lugar en palabras de Roxin a
costa del tipo subjetivo.
Advertimos que la cuestión es un extremo compleja, ya que es el
propio Roxin quien admite que determinados aspectos subjetivos puedan ser
significativos para la imputación objetiva. Con base en Taeger
(conocimiento del hombre prudente con más los individuales del autor),
Roxin apela a lo que hubiese hecho un hombre razonable ante el siniestro,
sumándosele los conocimientos especiales que tiene ese autor concreto.
Veamos: si le indico a otro que viaje en avión y ese avión se cae, sólo seré
responsable si sabía de antemano que el avión sufriría el evento de la caída,
es decir tenía un conocimiento especial en el tema.
Podemos concluir diciendo que la teoría de la imputación objetiva
ostentará el mérito de ser la vanguardia de la dogmática jurídico penal en
materia de delitos culposos y de omisión. A través de esta teoría se solidifica
la idea que la intervención penal sólo empieza a partir del momento en que
se excede el riesgo permitido. Generar antagonismo entre subjetivistas y
objetivistas es un argumento baladí. En cualquier subvariante que se adopte
no se debe abandonar el principio de culpabilidad.
Roxin resume así: la imputación al tipo objetivo presupone la
realización de un riesgo creado por el autor, no cubierto por un riesgo
permitido, y que se encuentra dentro del radio de acción de tipo.
JURISPRUDENCIA
ARTICULO 46. - Los que cooperen de cualquier otro modo a la ejecución del
hecho y los que presten una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores al
mismo, serán reprimidos con la pena correspondiente al delito, disminuida de un
tercio a la mitad. Si la pena fuere de reclusión perpetua, se aplicará reclusión de
quince a veinte años y si fuere de prisión perpetua, se aplicará prisión de diez a
quince años.
DOCTRINA
237
Fernández – Pastoriza, “Autoría y Participación Criminal”, Córdoba, Ed. Lerner, 1987, ps. 121/123
llevado a cabo efectivamente, y se presta ayuda posterior al hecho delictivo, habrá
encubrimiento y no complicidad.
El límite temporal hasta el cual puede efectuarse la promesa, y a partir del cual la
prestación de ayuda será considerada como posterior está señalado por la consumación del
delito.
En cuanto a la penalidad del delito, la escala penal que conmina la participación
secundaria se reduce de manera similar a la rebaja establecida para la tentativa, respecto de
penas divisibles, aunque difiere cuando la pena es de prisión perpetua, que para el caso de
tentativa, la escala es de diez a veinte años, y para la complicidad secundaria, la escala es
de diez a quince años. Como en los casos de tentativa, esta norma no prevé una reducción
de la pena de inhabilitación perpetua, por lo que se aplica la misma pena que para el delito
consumado.238
JURISPRUDENCIA
Aplicación: la coautoría es atribuible a quienes, aun sin realizar de propia mano toda o parte
de la acción, prestan una contribuci´n en el marco del acuerdo común que constituye la
ejecución misma del robo calificado por haberse cometido en banda. CNCas. Penal., sal IV,
12/6/95, “B.C., J. S. Y otros”, DJ 1996-2-814.
DOCTRINA
238
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Buenos Aires, Ed. Astrea, 2001, p. 433.
partícipe. El principio de responsabilidad exige expresamente que cada cual responda por lo
sabido y querido por él.
La segunda parte contiene el supuesto de complicidad en la tentativa, es decir,
cuando el delito previsto no llegó a consumarse, pero existió complicidad en el intento. En
este caso se aplicarán las disposiciones concernientes a la tentativa en coordinación con las
correspondientes a la participación.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
239
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 437.
circunstancias y calidades personales que hacen a la culpabilidad, a la peligrosidad y a las
causas personales de exclusión de pena.
Claro está que cuando una de éstas causas de inculpabilidad se pone en práctica sólo
beneficia al autor o al partícipe que se encuentra involucrado en la inculpabilidad.
JURISPRUDENCIA
Aplicación: los art 47 y 48 del CP regulan las limitaciones que el legislador impuso a las
normas de la participación criminal. El fundamento de tal limitación radica en que el dolo
es incomunicable, cada cual debe responder del hecho propio querido y no del querido por
el tercero. C.Acus de Córdoba, 3/5/90, “B.O.,O. E” S.J.Nº 787
DOCTRINA
Este precepto constituye una verdadera excepción a los principios que rigen la
participación criminal. La razón de ser de la norma se encuentra en la común falta de dolo y
la necesidad de impedir la peor censura por medio del examen que los colaboradores
materiales harían ante su posible responsabilidad penal. Así se excluye a los partícipes
tipógrafo, diagramador y editor, aun cuando tuvieren conciencia de la criminalidad del
acto, haciendo recaer la pena exclusivamente en la persona del autor de la nota o
publicación delictiva. También se ha propuesto como ejemplo de que no se considere
partícipe de las injurias por la prensa al canillita que vende periódicos.
JURISPRUDENCIA
Aplicación: el art 49 del CP importa una clara y terminante excepción a los principios de la
participación criminal en materias de delitos perpetrados por medio de la prensa. El
fundamento d la excepción es de linaje constitucional y se propone evitar la censura previa.
Esta excepción sólo cede cuando la pertinente responsabilidad está expresamente prevista,
como en la hipótesis del CP art 128. CCCorr de Dolores, 8/7/91 “M”., J.A. 1982-I-549
Objeto: el que publica información relacionada con un asunto de interés institucional que
tiene como destinatario a un funcionario, persona publica o particular, obra en el ámbito
constitucionalmente protegido para el ejercicio de aquel derecho fundamental, que en esas
condiciones prevalece sobre el honor, si el querellante no probó que actuó con
conocimiento de su falsedad o con notoria despreocupación de ella; por el contrario, la
concurrencia de dichas condiciones subjetivas torna preponderante el derecho al honor ya
que denotan el ejercicio abusivo del derecho a la información. El medio periodístico que
brindó una noticia generada a partir de otra fuente (en el caso, los testimonios vertidos bajo
juramento y so pena de falso testimonio de una causa judicial) adecuó dicha información a
los datos de la realidad, no la creó, cumpliendo entonces con el deber de veracidad exigido
por las pautas estandarizadas por la CSJN a partir del caso “ Campillay” en relación a la
admisión de informaciones potencialmente ofensivas. El órgano periodístico que difunde
una información que podría tener entidad difamatoria para un tercero, omitiendo la
identidad de los presuntamente implicados o utilizados un tiempo de verbo potencial, o
atribuyendo directamente su contenido a la fuente pertinente, se libera de responsabilidad
civil o penal, debiendo sólo acreditar la veracidad de las declaraciones del tercero, pero no
del contenido de ellas. TSJ de Córdoba, sala penal, 9/9/99 “C. M.A. c/ R., L”
TITULO VIII
REINCIDENCIA (artículos 50 al 53)
DOCTRINA
Clasificación: -según el modo de cumplimiento puede ser ficta o real. Es Ficta cuando es
jurídicamente irrelevante si la condena anterior fue cumplida o se trató de condenación
condicional. Es Real o verdadera cuando la condena anterior se cumplió efectivamente.
Por ser de claridad transcribiré la opinión de Carlos Mahiques: “En la reforma al art.
50 del Código Penal realizada por la ley 23.057, se dejó de lado el criterio de la
reincidencia ficta, que había inspirado a las leyes 17.567 y 21.333, para pasar al régimen de
reincidencia real, conforme al cual se requiere, no ya la mera existencia de una sentencia
condenatoria por el delito anterior al que se juzga, sino el efectivo cumplimiento de la pena
privativa de la libertad impuesta en razón de dicha sentencia, aún cuando el condenado no
haya completado el tiempo de su condena (cfr. Arnedo, Miguel Alfredo. “La reforma penal
y el nuevo régimen de la reincidencia”. E.D., Tomo 115, págs. 929/934, ver, asimismo,
fallo plenario “F.R.S.” de la Cámara Penal de San Martín c.39.585, rta. 3/7/1986, E.D.
Tomo 119, págs. 520 y ss.).
Guillermo Fierro, actualizador de la obra de Sebastián Soler, consignó por su parte
que “el cambio del sistema de reincidencia ficta al de la reincidencia real que ahora se ha
impuesto, determina que no basta con la mera condena en dos o más oportunidades a una
pena privativa de libertad, sino que ella tiene que haber sido sufrida total o parcialmente, es
decir, debe haber mediando un cumplimiento efectivo de la pena de encierro” (cfr. Soler,
Sebastián. “Derecho Penal Argentino”, TEA, Tomo II, págs. 509 y ss).El cambio de
sistema, a favor de la reincidencia real, conlleva una toma de posición por parte del
legislador, hacia una finalidad resocializadora de la pena, pues desde una perspectiva tanto
retributiva como preventivo general, no parece razonable exigir, para la declaración de
reincidencia, el efectivo encierro del condenado. Desde estas perspectivas, a los efectos
aludidos, basta con la existencia de una condena anterior, cuyo carácter comunicativo, sea
en forma de prevención o de represión, se ve nuevamente cuestionado por el accionar
posterior de quien recae en el delito. Por eso, la exigencia de un encierro efectivo significa
algo más que la reacción frente al cuestionamiento por el sujeto de la comunicación estatal
que le fuera realizada vía sentencia condenatoria.
Ese plus se encuentra en la inutilidad de la pena sufrida como instrumento
resocializador del delincuente, quien revela un mayor grado de peligrosidad frente a la
sociedad, al ignorar no sólo la comunicación de reproche que le fuera formulada al
condenárselo por primera vez, sino también el intento de resocialización al que fuera sujeto
al cumplir efectivamente la pena impuesta (cfr. Arnedo, Miguel Alfredo. ob. cit., pág. 390:
“...no hay duda que al mantenerse el instituto de la reincidencia en el código penal, y al
adoptarse el sistema de reincidencia real, el fundamento del instituto no puede ser otro que
la insuficiencia de la pena para modificar la conducta del sujeto...el sistema de
reincidencia real se encuentra íntimamente asociado a un criterio resocializador como
fundamento en la pena”.)
La finalidad vinculada a la resocialización predicada respecto del artículo 50 del
Código Penal no es ajena a nuestro ordenamiento positivo. Por el contrario, el artículo 5
inciso 6º del Pacto de San José de Costa Rica, incorporado a nuestra Carta Magna en su
última reforma, establece: “Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad
esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”.
En sentido coincidente, la ley nacional 24.660 sobre la Ejecución de la Pena
Privativa de Libertad (art. 1º) determina: “la ejecución de la pena privativa de libertad en
todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de
comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social...”240
JURISPRUDENCIA
240
Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, en pleno, expte. 10347, 23/03/04.
del art. 125 de la ley 14.467, tengan los órganos administrativos encargados de la ejecución
de la sentencia para aplicar al condenado el régimen penitenciario en su integridad. CNCas.
Penal, sala IV, 10/2/97, “C. S., M. A. s/recurso de casación”, reg. 751, BJCNCas. Penal,
1997-1.
Prisión preventiva: la nueva redacción del art. 50 se aparta del régimen anterior impuesto
por la ley 11.179, por lo que en la actualidad ya no se sigue el sistema de reincidencia ficta,
sino que resulta necesario que el encartado haya cumplido efectivamente, en forma total o
parcial, una condena privativa de libertad, pasada en autoridad de cosa juzgada, anterior al
hecho del proceso en el que se lo declara reincidente. La privación de la libertad en
detención o prisión preventiva, computable a los fines de la condena, conforme lo establece
el art. 24 del Código Penal, no importa cumplimiento de pena, en los términos del art. 50,
sino que es imprescindible para la procedencia del instituto previsto por esta última norma
que la privación de la libertad haya sido sufrida en virtud de una sentencia firme que así lo
ordena. CNCas. Penal, sala IV, 17/5/99, “N., J. G.”, LL 2000-B-149-10015.
ARTICULO 51. - Todo ente oficial que lleve registros penales se abstendrá de
informar sobre datos de un proceso terminado por sobreseimiento o sentencia
absolutoria. En ningún caso se informará la existencia de detenciones que no
provengan de la formación de causa, salvo que los informes se requieran para
resolver un habeas corpus o en causas por delitos de que haya sido víctima el
detenido. El registro de las sentencias condenatorias caducará a todos sus efectos:
1. Después de transcurridos diez años desde la sentencia (art. 27) para las condenas
condicionales; 2. Después de transcurridos diez años desde su extinción para las
demás condenas a penas privativas de la libertad; 3. Después de transcurridos cinco
años desde su extinción para las condenas a pena de multa o inhabilitación. En
todos los casos se deberá brindar la información cuando mediare expreso
consentimiento del interesado. Asimismo, los jueces podrán requerir la información,
excepcionalmente, por resolución que sólo podrá fundarse en la necesidad
concreta del antecedente como elemento de prueba de los hechos en un proceso
judicial. Los tribunales deberán comunicar a los organismos de registro la fecha
de caducidad: 1. Cuando se extingan las penas perpetuas; 2. Cuando se lleve a
cabo el cómputo de las penas temporales, sean condicionales o de cumplimiento
efectivo; 3. Cuando se cumpla totalmente la pena de multa o, en caso de su
sustitución por prisión (art. 21, párr. 2.), al efectuar el cómputo de la prisión
impuesta; 4. Cuando declaren la extinción de las penas en los casos previstos por los
artículos 65, 68 y 69. La violación de la prohibición de informar será considerada
como violación de secreto en los términos del artículo 157, si el hecho no constituyere
un delito más severamente penado.
DOCTRINA
Los antecedentes son operativos, ipso ipso, es decir, que no requieren una declaración
judicial especial. Se trata de una cuestión de hecho para la que basta la información del
registro que hace plena fe.
Cada vez que se “forme causa” contra una persona, el órgano judicial interviniente
informa al Registro Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal y Carcelaria, de modo
que queda consignado el antecedente, así como también se informa sobre sentencias firmes.
Todo ello integrará el antecedente. A su vez, todos los tribunales del país con competencia
penal, antes de dictar resoluciones en las que deba tenerse en cuanta los antecedentes
penales de una persona, deben requerir al Registro la información correspondiente.
Sin embargo, estos “antecedentes”, pierden efectividad por el transcurso del tiempo.
Plazos: diez años para penas privativas de libertad y condenación condicional, y cinco años
para las penas de multa e inhabilitación. Estos plazos comienzan a correr desde las
veinticuatro horas en que se dictó la condenación condicional o se extinguió la pena
privativa de libertad.
No obstante lo dispuesto, jueces podrán requerir informes ya caducos cuando mediare
consentimiento del interesado, y también, excepcionalmente, por resolución fundada,
cuando fuere necesario como elemento de prueba en un proceso judicial.
Con mayor razón la norma prohíbe que se den informes a cerca de procesos terminados
por sobreseimiento o sentencias absolutorias. Asimismo establece como excepciones,
cuando se requieran para resolver un hábeas corpus, o causas por delitos de que haya sido
víctima el detenido.
JURISPRUDENCIA
Antecedentes: los antecedentes del procesado dados a conocer por el Registro Nacional de
la Reincidencia y certificados por el juez no provocan por sí la nulidad de la sentencia, aun
si se operó el plazo previsto por el art. 51.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
ARTICULO 53. - En los casos del artículo anterior, transcurridos cinco años del
cumplimiento de la reclusión accesoria, el tribunal que hubiera dictado la última
condena o impuesto la pena única estará facultado para otorgarle la libertad
condicional, previo informe de la autoridad penitenciaria, en las condiciones
compromisorias previstas en el artículo 13, y siempre que el condenado hubiera
mantenido buena conducta, demostrando aptitud y hábito para el trabajo, y
demás actitudes que permitan suponer verosímilmente que no constituirá un
peligro para la sociedad. Transcurridos cinco años de obtenida la libertad
condicional el condenado podrá solicitar su libertad definitiva al tribunal que la
concedió, el que decidirá según sea el resultado obtenido en el período de prueba
y previo informe del patronato, institución o persona digna de confianza, a cuyo
cargo haya estado el control de la actividad del liberado. Los condenados con la
reclusión accesoria por tiempo indeterminado deberán cumplirla en establecimientos
federales. La violación por parte del liberado de cualquiera de las condiciones
establecidas en el artículo 13 podrá determinar la revocatoria del beneficio
acordado y su reintegro al régimen carcelario anterior. Después de transcurridos
cinco años de su reintegro al régimen carcelario podrá en los casos de los incisos 1,
2, 3 y 5 del artículo 13, solicitar nuevamente su libertad condicional.
DOCTRINA
La norma establece que, transcurridos cinco años del cumplimiento de la reclusión
accesoria, el condenado podrá solicitar y el Tribunal podrá otorgar, la libertad condicional
en las condiciones establecidas por el artículo 13, y siempre que el condenado hubiere
mantenido una buena conducta, y otras circunstancias hagan presumir su no peligrosidad
y recomienden su retorno al medio social.
Transcurridos otros cinco años desde el otorgamiento de la libertad condicional, el
condenado podrá requerir la libertad definitiva ante el tribunal que se la concedió. Este
decidirá sobre su otorgamiento o no, teniendo en cuenta los informes que le suministraren
las personas que estuvieron a cargo del sujeto durante la liberación condicional.
Si el condenado hubiese violado alguna de las pautas de conducta que enumera el
artículo 13º, se le revocará el beneficio y deberá cumplir nuevamente y de forma efectiva la
pena privativa de libertad.
No obstante la negativa, la norma establece que transcurridos cinco años desde su
reintegro a la cárcel, el condenado podrá solicitar nuevamente el beneficio de la libertad
condicional.
JURISPRUDENCIA
TITULO IX
CONCURSO DE DELITOS (artículos 54 al 58)
ARTICULO 54. - Cuando un hecho cayere bajo más de una sanción penal, se
aplicará solamente la que fijare pena mayor.
DOCTRINA
241
Gavier, Ernesto; “El concurso ideal. Como la sombra al cuerpo”; Boletín de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Córdoba, año 1941, ps. 394.
242
Botteri, María; “El concurso ideal de delitos: su problemática”; en “El derecho penal”, doctrina y
jurisprudencia, dir.: Carlos Mahiques; El derecho, Agosto, 2003, ps. 37.
243
Lascano, Carlos (h), “Derecho Penal, Parte General”, Ed. Advocatus, 2002, p. 562.
244
Núñez, Ricardo, “El problema del concurso ideal de delitos”, Ed. Lerner, 1986, p. 22/23.
proceder . Identifica el concepto ordinario de “acción” con la palabra hecho,245 que utiliza el
artículo 54 y 55 del Código Penal. Entiende que en la “concurrencia de normas penales”,
que estipula el art. 54º se da una relación lógica parcial entre clases de acciones. Sostiene
que la expresión hecho único debe abarcar no solamente los casos de una sola acción, sino
también los de varias acciones conectadas de algún modo.246
JURISPRUDENCIA
Concurso ideal: concurren en forma ideal el robo con armas cometido por el imputado y la
tenencia ilegítima de armas de guerra si queda fuera de discusión la unidad de
determinación y conducta del autor, pues el imputado llevaba el arma no es función de un
presunto potencial de fuego o con miras a alguna especial intimidación sino son con la
intención de utilizarla en el hecho concreto. CNCCorrec., sala VI, 15/0/2001, “T., M.”, LL
Suplemento de Jurisprudencia Penal del 7/9/2001.
Concurso ideal: se configura el concurso ideal entre los delitos de robo agravado con
tenencia ilegal de arma de guerra, cuando el hallazgo del arma se produjo con motivo del
robo calificado por el empleo de tal medio. D contrario, el concurso material produciría un
injusto agravamiento de la situación procesal. CNCCorrec, sala VI, 3/6/99, “Z., M.”, c.
11.329.
Concurso aparente: “la cuestión a dilucidar, al comentar un fallo de una sala de la Cámara
de Casación Penal explican los Dres. Carlos Parma y Rodolfo Luque, refiriendo que la
tesis que afirma la existencia de un concurso real entre las figuras del robo agravado por el
uso de armas y la tenencia de armas de guerra sin autorización legal, se basa en que la
tenencia ilegítima de armas de guerra es un delito permanente y el robo uno instantáneo, de
modo que las acciones sólo se superponen parcialmente, y que si se aplicaran dos
sanciones, cada una de ellas se referiría a conductas temporalmente diferenciadas y sólo
coincidentes en un momento. (La Ley t. 2.000-B, pág. 146).En igual sentido, encontramos
que se ha expedido la jurisprudencia expresando que, en los casos en que un procesado es
juzgado por robo calificado y por tenencia de armas de guerra, las dos infracciones son
autónomas y concurren materialmente entre sí, cuando la detentación del arma en cuestión
supera el tiempo en que se consuma el delito concurrente. Que la figura prevista en el art.
189 bis del C.P. es de peligro abstracto y de efecto permanente , por lo que se tipifica en
todos los instantes en que dura la tenencia del arma, y que si durante ese período se comete
otro delito en que el arma juega un papel jurídico autónomo, concurre materialmente con
esa tenencia que se venía consumando, con independencia y en momento distinto a éste
último hecho. (Cam. Nac. de Apelac. en lo Crim. y Corr. Federal, Capital Federal, Sala 02,
245
Recuérdese Ricardo Núñez equiparaba la palabra “hecho” a “delito”.
246
Nino, Carlos “El concurso en el derecho penal”, Buenos Aires, Astrea, 1972, ps. 115-128.
16/08/1990, causa “Incidente de excepción de previo y especial. pronunciamiento
litispend.”, según S.A.I.J. sumario 30003470).-
Igualmente se ha dicho al respecto, que el delito de tenencia de arma de guerra, concurre
materialmente con el de robo agravado por el uso de armas, pues como el primero es de
carácter permanente y precede al segundo en el comienzo de la ejecución, su consumación
no sólo se produce en un momento distinto al del robo, sino que continúa aún después que
éste se haya realizado. (Cam. Nac. de Apel. en lo Crim. y Corr., Cap. Fed., Sala 01,
“Romero, Julio A. s/Inconst.”, 01/10/1998, según S.A.I.J. sumario G0012144). Que aún
considerando que la tenencia perpetrada durante la fuga del asalto forma parte de aquella
que se da en el hecho mismo -desde que el autor pretende alejarse del lugar portando el
elemento usado en el atraco-, la actitud asumida por el nocente a partir del momento en que
se topa con el policía y éste le da la voz de alto, importa una tenencia distinta a la anterior
que debe ser juzgada en forma independiente. Ello así, pues el intento de extraer el arma
apuntándole al preventor, denota una renovación de la voluntad en la posesión del arma,
que va mas allá de aquella registrada en el autor en la planificación del robo. Esa tenencia
resulta diferente a la anterior pues no forma parte del objetivo tenido en cuenta en el
tentado asalto, sino que, por el contrario implica una finalidad diversa en la voluntad de
detentación que excede la del anterior hecho. (Voto del Dr. Fégoli) Cam. Nac. de Cas.
Penal, Cap. Fed., Sala 02, “Cantie Rahi, s/recurso de casación”, casa n 2036, 10/06/1999,
según S.A.I.J. sumario33001985.Ahora bien, conforme a la base fáctica fijada en el fallo en
relación a la tenencia ilegítima de un arma de guerra por parte del imputado Casas, no se ha
tenido por acreditado que Casas haya contado con la tenencia de dicha arma, antes del
comienzo de la ejecución del desapoderamiento violento, ni posteriormente a ello, ya que
como se explicitara ut supra, el intento de fuga y la persecución y detención posterior por
parte de la policía, como la circunstancia de arrojar el arma a un balcón y por lo tanto
deshacerse de ella, se encuentran dentro del mismo marco fáctico de la ejecución del
desapoderamiento violento.-
En este sentido, habiendo coincidido temporalmente la tenencia ilegítima de arma de guerra
con el robo agravado por el uso de armas, en tanto el arma fue utilizada únicamente durante
la ejecución de este último, considero que en el caso concreto la tenencia de arma de guerra
queda subsumida por el delito de robo agravado.-
En igual entendimiento se expedido la jurisprudencia, pudiendo citar entre otros, los
siguientes fallos: Cám. Nac. de Apelac. en lo Crim. y Correcc. Federal, Capital Federal,
Sala 02, en las causas “Santomingo, Jorge”, 17/03/1988, conf. S.A.I.J. sumario 30001646;
“Jaimes, Carlos Marcelo” 01/12/1988 conf. S.A.I.J. sumario 30002143; “Szedlar, Eduardo
Jorge” 21/07/1995 conf. S.A.I.J. sumario 30004720; “Yanacon, Oscar Alberto”,
05/09/1989 conf. S.A.I.J. sumario 30003293.-
En suma, conforme a los argumentos antes expresados, estamos ante un caso de concurso
aparente de leyes por consunción, en tanto, en el caso concreto el contenido de ilícito y
culpabilidad del delito de tenencia ilegítima de armas de guerra están incluidos en el de
robo agravado por el uso de armas, como la realización de un tipo más grave que incluye la
realización de otro menos grave. (Conf. Enrique Bacigalupo, “Der. Penal. Parte General” 2º
edición , Ed. Hammurabi, págs. 573/574). Suprema Corte de Justicia de Mendoza;
28/11/03; expte. Nº 77.323 “F. C/Peñalbert Hualpa Omar; Flores Ochoa, Miguel Angel;
Casas Vilches, Marcelo Alejandro p/Robo Agrav. en grado de Tent. Y Tenencia de armas
de guerra s/Cas.”
ARTICULO 55. - Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos
con una misma especie de pena, la pena aplicable al reo en tal caso tendrá como
mínimo, el mínimo mayor y como máximo, la suma aritmética de las penas
máximas correspondientes a los diversos hechos.
Sin embargo esta suma resultante de la acumulación de las penas correspondientes a
los diversos hechos. Sin embargo, esta suma no podrá exceder de (50) cincuenta
años de reclusión o prisión (ley 25.928, publicada el 10/09/2004).
DOCTRINA
La norma describe el concurso real o material de delitos, que tiene lugar cuando existe
una pluralidad de hechos independientes, encuadrables en uno o varios tipos penales,
realizados por el mismo sujeto activo, y que concurren para ser juzgaos en el mismo
proceso. En este caso, los tipos prohíben aspectos diferente de la conducta, sin tener
elementos comunes, porque no existe repetición alguna de la prohibición.
Si los varios hechos independientes se adecuan al mismo tipo penal, estamos en
presencia de un concurso real homogéneo. En cambio, se produce concurso real
heterogéneo cuando el agente consuma diversos tipos penales.247
Para que se configure el concurso real de delitos deben darse los siguientes requisitos:
1-pluralidad de hechos: varios hechos definidos como delitos por la ley penal,
2- independientes entre sí: éste requisito es indispensable para excluir las hipótesis de
concurso ideal, o delito continuado,
3- concurrencia simultánea o sucesiva de los distintos hechos; sea que encuadren en el
mismo tipo penal o en tipos diferentes,
4-encuadramiento en el mismo proceso judicial: es decir que los delitos no hayan sido
juzgados con anterioridad.
Soler conceptualizaba el concurso real de delitos como la pluralidad de hechos
independientes y, en consecuencia, una pluralidad de delitos. Aclara que para la integración
de un concurso real nada importa que se trate de una o varias acciones en sentido natural.
María Suárez dice que el concurso real no difiere del concurso ideal desde el punto de vista
de la pluralidad de lesiones jurídicas causadas por el delincuente, pues ambos suponen esa
pluralidad. La diferencia reside en que en tanto que en el concurso ideal las lesiones
jurídicas son causadas por un hecho calificado como delito, en el concurso real las varias
lesiones son causadas por varios hechos delictivos. El concurso ideal entonces implica
fácticamente una unidad delictiva. Y termina diciendo esta autora que por el contrario, el
concurso real representa tanto fáctica como jurídicamente una pluralidad delictiva248 .
247
Creus, Carlos, “ Derecho Penal, Parte General”, Ed. Astrea, 1988, p. 238.
248
Suárez, María de las Mercedes; “Capítulos de derecho penal”, tomo II, Editor, horacio Elías, Córdoba,
1990, ps. 112/113.
Si los tipos delictivos contienen penas divisibles de la misma especie, los máximos
correspondientes se suman, pero nunca podrá excederse del máximo legal que es de
cincuenta años de prisión o reclusión.
En relación a los mínimos, se impondrá el mínimo mayor de las escalas penales de los
tipos involucrados.
JURISPRUDENCIA
Concurso real: las acciones típicas de la tenencia ilegal de arma de guerra y robo calificado
mediante su empleo, sólo se superponen temporalmente en forma parcial de modo que la
exclusión de una de ellas no supone la de la restante y que se trata, pues de acciones física y
jurídicamente separables o independientes, que concurren en la forma prevista por el art. 55
del CP. CNCas. Penal, sala I, 3/9/96, “F., R. Y otro s/recurso de casación”, BJCNCas.
Penal 1996, tercer trimestre, p.21.
Aplicación: la figura típica del art. 189, tercer párrafo del CP, es autónoma, pues se
configura con la mera tenencia por parte del agente objeto(arma) sin la debida autorización
legal para ello. Por tanto, la utilización del arma a los efecto de cometer el delito de robo
agravado, art. 166 inc. 2 del CP, hace aplicable las reglas del concurso establecidas en el
art. 55, por tratarse de pluralidad de acciones. CNCCorrec., sala VI, 3/6/99, “Z., M.”, c.
11.329.
DOCTRINA
También es un caso de concurso real de delitos, pero en el que los tipos delictivos
correspondientes a los diferentes hechos están conminados con penas divisibles
(temporales), de diversa especie( reclusión y prisión), de modo que será de aplicación la
más grave, pero teniendo en cuenta los delitos de pena menor. Así corresponde la
acumulación de penas de diferente especie, previa su conversión a la especie más grave, es
decir, la reclusión. Hecha la acumulación, ésta se rige por lo establecido en el art. 55º.
En el caso que concurran penas privativas de libertad divisibles con una pena de igual
naturaleza no divisible, se aplicará, únicamente ésta pena, salvo en el caso que concurran la
prisión perpetua y la reclusión temporal, en cuyo caso se aplicará la reclusión perpetua.
En el caso que alguno de los tipos penales esté reprimido con multa o inhabilitación,
ésta penas se aplicarán indefectiblemente, independientemente de las privativas de libertad
que resultan de las reglas precedentes.
JURISPRUDENCIA
Aplicación: para el caso del concurso de delitos previsto en el párrafo primero del art. 56
“se parte de la pena más grave y se tienen en cuenta las demás para agravarla
proporcionalmente”. Ante las imputaciones de los delitos de robo calificado por haber sido
cometido en poblado y en banda, en concurso ideal con el de privación ilegal de la libertad
calificada por el empleo de violencia y amenazas, y en concurso real con el de tenencia
ilegítima de munición de guerra, resulta de indudable aplicación el art. 56, inc. 1, conforme
al cual deberá aplicarse la pena privativa de libertad más grave (reclusión), “teniendo en
cuenta los delitos de pena mayor, lo que actúan como agravantes dentro de la graduación de
la responsabilidad que debe efectuar el juzgador”. CNCas. Penal, sala III, 17/9/98, “R. S.,
R. A., J. B., R. H y O. S., E. A. s/recurso de casación”, c. 1543, BJCNCas. Penal 1998,
tercer trimestre, p.9.
Unificación: corresponde dejar sin efecto la sentencia que, al unificar una pena de prisión
perpetua con una de prisión temporal, impuso la pena única de reclusión perpetua,
excediendo los límites impuestos por el art. 56. CSJN, 18/4/89, “C., I.; R. S. y otros”, LD
Textos.
ARTICULO 57. - A los efectos del artículo anterior, la gravedad relativa de las
penas de diferente naturaleza se determinará por el orden en que se hallan
enumeradas en el artículo 5.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
El art. 58 regula la unificación de penas; no dispone unificación de sentencia,
pese a lo equívoco de su terminología ("dictar... su única sentencia"). Tal conclusión es lógica
cuando se ve que remite a las reglas del concurso (arts. 55, 56 y 57 del Cód. Penal), que se
limitan a normar sobre la individualización normal de la pena o sea, a determinar las penas
que el Juez pude aplicar en esos casos, como también que el mismo art. 58 prohíbe al
unificador revisar el contenido de las sentencias firmes cuyas penas unifica.-
Como consecuencia de esta primera precisión es que, en los casos de
unificación, no nos encontramos ante una "sentencia única" sino ante una "pena unica";
aunque podamos hablar de un nuevo juzgamiento, lo que en él se juzga es exclusivamente la
pena de los distintos delitos. Las diferentes sentencias firmes y, por lo tanto, las respectivas
condenas cuyas penas se unifican, mantienen su individualidad, lo que acarrea importantes
consecuencias en la aplicación del instituto.-
La unificación de penas es una regulación de orden procesal que intenta la permanencia de
una sola jurisdicción a los fines de la ejecución, pero contiene, a la vez, disposiciones
sustanciales, como es la de regular sobre la individualización legal de la pena, para conseguir
aquélla.-
Casi está demás aclarar que no obstante la genérica remisión a las reglas precedentes, en la
unificación de penas del art. 58 resultan inaplicables las que determinan la individualización
legal en el concurso ideal, puesto que en este la cosa juzgada abarca el único hecho; la
circunstancia que en la sentencia no se haya considerado uno de los tipos integradores del
concurso ideal no puede ser corregida en un acto jurisdiccional ulterior, ya que ello implicaría
un nuevo juzgamiento por el mismo hecho.-
Concepto de "hecho distinto": en cuanto a la primera hipotesis no cabe duda que la expresión
hecho distinto comprende, como supuestos de unificación, tanto los hechos anteriores como
los posteriores a la sentencia firme; si el nuevo juzgamiento se refiere a cualquiera de ellos,
pueden en él unificarse las penas.-
En cuanto al significado "violación de las reglas del concurso", para
determinar los límites de la pena unificada no significa que se aplique estrictamente
situaciones de concurso.-
Evidentemente ha mediado concurso cuando el órgano jurisdiccional
que debe unificar, está juzgando un hecho anterior a aquél por el cual el imputado se encuentra
actualmente cumpliendo pena o cuando la unificación de las diversas penas dispuestas en las
distintas sentencias firmes, refieren a hechos que de no haber mediado obstáculos
jurisdiccionales u olvidos, debieron haber sido juzgados en un proceso unificado y mediante
una sola sentencia. Pero no son casos de concurso -porque falta la necesaria base procesal de
su existencia- aquellos en los que el juez que va a unificar está juzgando un hecho posterior a
la sentencia condenatoria preexistente o cuando, de los distintos hechos de las sentencias
firmes, hay uno perpetrado luego que una anterior sentencia adquirió firmeza (Creus-
Cuestiones Penales - Pág. l30).
Los jueces de la unificacion: la ley, después de enunciar las dos hipotesis precedentemente
referidas, dispone que "corresponderá al juez que haya aplicado la pena mayor dictar... su
única sentencia". Como esa es la única referencia del artículo 58 al juez de la unificación
parecería que en ambas hipótesis el juez competente para unificar es el de "la pena mayor", lo
que a todas luces es imposible, puesto que en el único caso que se pude hablar de "pena
mayor" es con relación a la segunda hipótesis dado que las sentencias y pena plurales ya
existen cuando se va a proceder a la unificación. Pero, en la primera hipótesis, donde nos
encontramos ante una sentencia ya firme y otra en curso de gestación, es imposible hablar de
"pena mayor" puesto que de las penas plurales hay una que todavía no existe; en ella el único
juez que puede unificar es el que dicta la última sentencia, sea en ese mismo acto procesal, sea
en uno posterior que pasará a formar parte de aquélla. Nadie discute hoy esta competencia
unificadora del juez de la última sentencia aunque la pena que haya impuesto no sea la
"mayor". (Creus-135).-
Puede decirse que el art. 58 consagra una atribución excepcional de jurisdicción, puesto
que va mas allá de los principios procesales corrientes en cuanto se otorga respecto de hechos
sobre los cuales ya se agotó la jurisdicción -con sus contenidos potestativos en cuanto a las
decisiones sobre la responsabilidad y sanciones- al haber recaído sobre ello la cosa juzgada.
En la primera hipótesis permite que la jurisdicción no agotada todavía se extienda a un
pronunciamiento que fue propio de la que ya se agotó con la preexistente sentencia firme. En
la segunda, cuando todas las jurisdicciones se han agotado, la ley reabre la jurisdicción a los
fines de la unificación, por vía de la petición de parte. (Creus-l36).-
JURISPRUDENCIA
Unidad de coerción: para que una misma persona no se encuentre sometida a dos tareas de
resocialización simultáneas que se ignoren mutuamente, el legislador instituyó la unidad de
la coerción a través del art. 58. Esta norma establece las reglas concursales para el caso de
que: a) después de una condena dictada por sentencia firme se proceda a juzgar a una
misma persona que esté cumpliendo pena por otro hecho distinto, y asimismo, b) se
hubieran pronunciado dos o más sentencias firmes con violación de dichas reglas. Tal
norma, pues, responde al propósito de “establecer real y efectivamente la unidad de la
legislación penal en el territorio de la República, adoptando las medidas necesarias para que
ella no desaparezca por razones de funcionamiento de las distintas jurisdicciones”. CNCas.
Penal, sala III, 11/10/96, “B., F. A. s/recurso de casación”, c. 846, BJCNCas. Penal, 1996,
cuarto trimestre, p. 54.
TITULO X
EXTINCION DE ACCIONES Y DE PENAS (artículos 59 al 70)
DOCTRINA
Amnistía: es un acto de soberanía interna del Estado por el que, fundado en graves razones
de orden público cuya existencia y oportunidad sólo al Poder Legislativo le compete
valorar, éste, por medio de una ley con efecto retroactivo, declara el olvido de infracciones
de naturaleza penal, ocurridas con anterioridad, produciendo la extinción de todas sus
consecuencia represivas, sin individualizar a los destinatarios del beneficio, quienes no
pueden renunciarlo y, una vez reconocido por una resolución judicial pasada en autoridad
de cosa juzgada, es irrevocable.249
Según a Carlos Lascano (h), la amnistía es una institución de derecho público cuya
naturaleza participa de un doble carácter: político y jurídico. Constituye un acto de
gobierno de naturaleza político-jurídica, por consistir en una potestad de clemencia que el
Poder Legislativo puede ejercer discrecionalmente en base a consideraciones de política
criminal que no obstante exceder la normal facultad legislativa en materia penal, debe
sujetarse a los principios constitucionales. Es decir, pese a tratarse de un acto de clemencia
del Congreso, va más allá de la normal facultad legislativa penal, porque no implica un
cambio en la concepción represiva del legislador para el futuro y sólo abarca
retroactivamente hechos del pasado, a los que priva de punibilidad.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha expedido en este sentido
diciendo que “... son inadmisibles las disposiciones de amnistía y de prescripción, también
el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la
investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de derechos humanos
tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las
desapariciones forzadas, todas ellas por contravenir derechos inderogables reconocidos por
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”250.
El Estado tiene el deber jurídico de prevenir razonablemente las violaciones a los
derechos humanos, de investigar seriamente con los medios a su alcance las violaciones que
se hayan cometido dentro del ámbito de su jurisdicción a fin de identificar a los
responsables251. Así vemos que la Convención Americana sobre Derechos Humanos
incorporada a la Constitución Nacional, y a su mismo nivel (art. 75 inciso 22), en su art. 25
establece en términos generales la obligación del Estado de proveer a los ciudadanos
sometidos a su jurisdicción una debida protección judicial cuando alguno de sus derechos
haya sido violado, siempre que éste derecho les sea reconocido por la Convención, la
Constitución o las leyes internas del Estado252 A efectos de sintetizar la cuestión de validez
249
Lascano, Carlos Julio (h), “Derecho Penal, Parte General”, Ed. Advocatus, 2002, p. 603.
250
Caso: Chumbipuma Aguirre y otros versus Perú; CIDH, 14/3/2001. Se lo conoce con el nombre de caso:
Barrios Altos.
251
Caso: “Velásquez-Rodriguez; CIDH, 29/7/88.
252
Cafferata Nores y otros; Manual de derecho procesal penal; Cordoba, Sima Editora, 2003, p. 244.
constitucional de las normas objetabas debemos tener en cuenta al menos dos tópicos: a) si las
mismas afectan derechos humanos básicos o directamente son crímenes de lesa humanidad253
y b)si las normas se refieren a crímenes que los Tratados Internacionales protegen o si se
quiere ser más extenso, protege el derecho consuetudinario internacional.
Este tipo de normas de “amnistía” son incompatibles con las obligaciones
internacionales asumidas por Argentina en virtud de lo dispuesto por los arts. 1.1 y 2 de la
Convención Americana de los Derechos Humanos. Así lo han expresado distintos informes
anuales de la Comisión Interamericana como en el informe 28/92 de Argentina, el informe
29/92 de Uruguay en “Informe de la CIDH 1992/1993”, también de la CIDH en el informe
anual nro 36/96 en el caso nro. 10.843 de Chile, párrafo 49 y en el informe 1/99 del caso nro.
10.480, párrafo 107 de la República de El Salvador, en el informe anual de la Comisión del
año 1998. Estas leyes de amnistía hacen ineficaz la obligación de los estados partes de respetar
los derechos y libertades reconocidos en la Convención y de garantizar su libre y pleno
ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción sin discriminación de ninguna clase , según
establece el citado artículo 1.1 de la CADH254
La nobleza con el lector me lleva a reconocer que serias opiniones oportunamente
consideraron que éstas leyes de amnistía que estamos analizando son constitucionales. Desde
el derecho constitucional Padilla relacionó estas leyes con la ley de Amnistía de Francia del 23
de Diciembre de 1962 (actos de guerra civil). Mi maestro, Carlos Lascano (h), también a su
tiempo, se expidió fundadamente y con fuerza sobre el particular al decir que “el Congreso de
la Nación puede validamente amnistiar cualquier clase de delitos (políticos o comunes, salvo
los de imprenta), pues la Constitución Nacional no ha restringido en forma alguna aquella
potestad privativa del Parlamento, ni siquiera ante hechos de gravedad inusitada, por el
repudio de la conciencia universal que despiertan como son los delitos de barbarie odiosa, el
terrorismo con sus medios atroces de comisión constitutivos de verdaderos crímenes contra la
humanidad y la traición a la patria”255. Sin embargo, hoy la posición de Lascano tiende a no
amparar este perfil de leyes sobre todo a la luz de los nuevos compromisos de Argentina en
materia de delitos de lesa humanidad.
Ya en una dimensión diferente, no debo dejar de mencionar que en aquellas leyes sobre
las que se ha guardado silencio, existe una presunción de legitimidad. Como se sabe las leyes
de amnistía datan del año 1986 y fueron “nulificadas” por el mismo Congreso en el año 2003.
Perez Hualde ha tratado la cuestión con esmero y en detalle en lo que hace a la aprobación
tácita del Congreso y cuando se refiere al criterio de la Corte de la Nación nos ilustra diciendo:
“sobre las que ha guardado silencio, debe interpretarse que las ha aprobado; la Corte ha
presumido el sentido positivo del silencio del Congreso; el máximo Tribunal de la Nación le
ha atribuido fictamente un sentido positivo que carece de asidero normativo”256
A modo de colofón es útil reivindicar el dictamen del Procurador de la Nación, Nicolás
Becerra, quien rescató el carácter de “imprescriptible” que tienen los delitos de lesa
253
El estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998 en su artículo siete dice: “a los efectos del
presente estatuto, se entenderá por crimen de lesa humanidad cualquiera de los actos siguientes cuando se
cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de
dicho ataque: a. Asesinato; b. Exterminio; c. Esclavitud.... h) persecución de un grupo o colectividad con
identidad propia fundada en motivos políticos , raciales, nacionales, etc.... i) desaparición forzada de personas.
254
Pizzolo, Calogero; “Constitución Nacional”, comentada; Mendoza, Ediciones Jurídicas Cuyo; 2003; ps.
241/242.
255
Lascano (h), Carlos; Derecho Penal- Parte General; Córdoba, Advocatus, 2002, p. 608.
256
Perez Hualde, Alejandro; Derecho Constitucional de la reforma de 1994; tomo L, Buenos Aires, Depalma;
1995; p. 511.
humanidad de acuerdo con los Tratados internacionales suscriptos por Argentina, los que se
encontraban vigentes y eran considerados por la legislación interna. Así coincide con las
resoluciones que en este sentido tomara la Sala II de la Cámara Federal. Becerra entendió que
estas leyes de impunidad han impedido a los órganos de administración de justicia el ejercicio
de la acción penal ante la comisión de determinados hechos que constituyeron graves
violaciones de los derechos humanos. Destaca –finalmente- que la persecución por los delitos
de desaparición forzada de personas no se encuentran prescriptos.
Prescripción: es una causa de extinción de la pretensión represiva estatal que opera por el
mero transcurso del tiempo tras la comisión del delito, según los plazos que fija la ley,
impidiendo la iniciación o prosecución de los supuestos responsables a quienes beneficia,
dejándola subsistente respecto los demás. La prescripción es de carácter personal, pues
elimina la punibilidad sólo en relación a las personas a quienes beneficia. Además, es una
institución de orden público de modo que opera de pleno derecho y debe ser declarada de
oficio, a diferencia de la prescripción civil que sólo puede serlo a pedido de parte.
Vera Barros enseña que “la prescripción de la acción extingue la facultad del Estado
para perseguir el delito o para imponer la pena. Su efecto no es el de producir la abolición
del delito, si no únicamente la facultad del Estado para condenar por el hecho cometido,
vale decir, para iniciar o proseguir la acción criminal. Aunque la prescripción afecte la
pretensión punitiva del Estado, no por ello borra los caracteres delictuosos del hecho ni
suprime la infracción. El delito no desaparece como ente natural ni tampoco como ente
jurídico, ya que la infracción sigue produciendo efectos en el campo del derecho. Lo que
ocurre en realidad, es que decae la potestad represiva que emerge del delito, pero sigue
produciendo otros efecto de naturaleza civil, administrativos o públicos... operada la
prescripción, la acción tendiente a reprimir el delito no puede iniciarse, y si a pesar de ello,
a sido promovida por su titular, el juez debe rechazar de oficio sin otro examen que el
relativo a las condiciones de la prescripción: calificación, fechas, suspensiones e
interrupciones que puedan haberse operado...”257
Renuncia del agraviado: Núñez dice que renuncia es “...la dimisión por el agraviado u
ofendido por el delito a su facultad de iniciar o proseguir el ejercicio de la acción
penal”.258La posibilidad de renunciar a la acción privada es una característica inherente a su
disponibilidad. En cuanto a su viabilidad, sólo se aplica a los delitos de acción privada, y
sólo puede ser hecha por el agraviado u ofendido, esto es, la persona titular del bien jurídico
atacado por el delito.
JURISPRUDENCIA
Amnistía: es un acto de gobierno y de soberanía que forma parte del sistema constitucional,
y la única autoridad facultada para dictarla con carácter general es el Congreso de la
Nación, en razón de constituir el ejercicio de una potestad por la cual el Estado renuncia
circunstancialmente a la represión de determinados delitos, disponiendo la extinción de la
acción penal y haciendo cesar la condena y sus efectos, con la excepción de las
indemnizaciones debidas a los particulares. Se borra así el hecho delictuoso, se extinguen
257
Vera Barros, Oscar “La prescripción penal en el Código Penal”; Buenos Aires, Ed. Bibliográfica
Argentina, 1960, p. 148.
258
Núñez, Ricardo, “Manual de Derecho Penal”, p. 213.
las penas aplicadas y sus beneficiarios se reputan legalmente inocentes, con la finalidad de
afianzar la unidad y la pacificación nacional. CSJN, 31/7/84, “L. D., B. A.”, Fallos:
306:911.
DOCTRINA
Para Núñez el efecto activo de la renuncia es personal, puesto que si son varios los
ofendidos por un mismo delito de acción privada, la renuncia que haga uno de ellos,
únicamente a él y a sus herederos perjudica. La renuncia debe ser formulada expresamente
por el agraviado o su representante legal, desistiendo de la acción en los procesos iniciados
o expresando su voluntad de no ejercitarla al que pueda promoverla. No obstante, el art.
1097 del Código Civil, excepciona el principio al establecer que si los ofendidos
renunciaran a la acción civil o hicieren convenio sobre el pago del daño se tendrá por
renunciada la acción criminal.259
DOCTRINA
El alcance de la amnistía debe ser determinado por la propia ley que la concede, en la
forma más clara y precisa; el Congreso puede amnistiar cualquier clase de delitos, pues la
Constitución no ha restringido en forma alguna aquella potestad . Sólo cabe considerar
como un límite temporal de la extensión de la amnistía, el momento de sanción de la ley
respectiva; los hechos anteriores a él pueden ser alcanzados, los posteriores no. Así la
amnistía debe ser declarada de oficio y produce sus efectos de pleno derecho a partir del
259
Creus, Carlos, “Derecho Penal, Parte General”, Ed. Astrea, 1996, p. 376.
momento que la ley lo establezca. No obstante, la acción civil que pudiera surgir del delito
amnistiado, no se extingue y puede ejercerse válidamente, puesto que la amnistía extingue
la potestad represiva del Estado , pero no la ilicitud del hecho, de modo que se mantiene la
obligación de indemnizar los daños causados a los particulares.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
La prescripción tiene como base el cese de la pretensión punitiva del Estado y la falta de
interés social en sancionar al delincuente, por haber transcurrido un tiempo que,
considerado el delito del caso, hace pensar que la peligrosidad ha desaparecido y que un
castigo tardío resultaría inútil. La prescripción de la acción penal se aplicará a todos los
casos en que no se haya dictado sentencia.
El sobreseimiento definitivo por prescripción debe ser obligatoriamente referido a una
persona determinada, siendo nula la resolución que declare prescripta la acción y sobresea
definitivamente la causa sin mencionar persona alguna.
El Código Penal no admite un único término de prescripción. Esta se produce en los
diferentes tiempos fijados por el art. 62º, de acuerdo a la especie y medida de la pena
correspondiente al delito imputado: No obstante, la pena que debe tenerse en cuenta no es
siempre la establecida para el autor respecto del delito consumado, en su forma simple,
agravada o atenuada, sino que teniendo la complicidad y la tentativa escalas penales
propias predeterminadas por la ley, a esas escalas debe referirse, en su caso, el término de
prescripción.260
JURISPRUDENCIA
Aplicación de los plazos: la prescripción de la acción corre y se opera con relación a cada
delito, aun cuando exista concurso de ellos; de ahí se deriva que no se acumulen las penas a
los efectos del cómputo del plazo pertinente y que éste sea independiente para cada hecho
criminal, en tanto también así lo sean ellos. CSJN, S.507. XXII, 15/8/89, “S., J.L. (Gral. De
Brig. [R] s/c Nº 11/86 s/ Pide sobreseimiento en caso “A” y cambio de calif. Y presc. Ac.
Penal en caso “D.F.” inc 373/88” Fallos: 312:1351
DOCTRINA
260
Núñez, Ricardo, “Manual de Derecho Penal”, ed. Lerner, 1975, p. 244.
El primer párrafo establece como regla general que la prescripción de la acción penal
de los tipos instantáneos comienza a correr desde la medianoche del día en que se cometió
el delito, de modo , que siguiendo la interpretación del art. 24º del Código Civil, debe
entenderse que la prescripción tendrá lugar a partir de la cero hora del día siguiente, y no
desde la cero hora del día en que el delito se hubiere cometido.261
El segundo párrafo, establece que si se tratare de un delito continuo, la prescripción
empieza a correr desde la medianoche del día en que cesó de cometerse.
JURISPRUDENCIA
Plazos: la prescripción de la acción penal en los delitos de acción pública nunca comienza
a correr desde el requerimiento de instrucción, ni desde el momento en que se realiza
cualquier acto emanado del impulso fiscal, sea que esté conformado por aquél (previsto en
el art 180 del CPPN) o por un simple decreto de instrucción de sumario en la actividad
delegada permitida por el art 196, párrafo tercero y no da lugar a hesitación alguna. La
única disquisición que señala para determinar cuál es el punto de partida para que comience
a correr la prescripción es según se esté en presencia de delitos instantáneos o de delitos
permanentes. Para los primeros el dies a quo empezará a correr desde la medianoche del día
en que se cometió el delito, para los segundos, desde la medianoche del día en que cesó de
cometerse ( voto del Dr. Mitchell). CNCas. Pen, sala II, 12/5/99, “O.G. s/ Recurso de
casación” c. 2031, reg. 25412.
Continuación del delito: como el delito previsto en el art 146 del CP es de carácter
permanente, la conducta típica había continuado ejecutándose desde el acto inicial de
sustracción del bebé hasta que cumplió diez años, fecha a partir de la cual comienza a corre
el plazo de prescripción. CNCCorr., sala VII, 13/2/2002 “G., H. A.”, c. 17.449, BCNCyC ,
Nº ½, p 54
*ARTICULO 64. - La acción penal por delito reprimido con multa se extinguirá en
cualquier estado de la instrucción y mientras no se haya iniciado el juicio, por el
pago voluntario del mínimo de la multa correspondiente y la reparación de los
daños causados por el delito. Si se hubiese iniciado el juicio deberá pagarse el
máximo de la multa correspondiente, además de repararse los daños causados por
el delito. En ambos casos el imputado deberá abandonar en favor del estado, los
objetos que presumiblemente resultarían decomisados en caso que recayera condena.
El modo de extinción de la acción penal previsto en este artículo podrá ser admitido
por segunda vez si el nuevo delito ha sido cometido después de haber transcurrido
ocho años a partir de la fecha de la resolución que hubiese declarado la extinción
de la acción penal en la causa anterior. Modificado por: Ley 24.316 Art.6 (B.O. 19-05-
94). Sustituído.
DOCTRINA
261
Lascano, Carlos (h), “Derecho Penal, Parte General”, Ed. Advocatus, 2002, p. 614.
de la acción penal por delito reprimido con multa, hay que distinguir entre el estado de
instrucción, durante el cual podrá pagarse el mínimo de la multa, y juicio, luego de cuya
iniciación se pagará el máximo.
Según Creus, la causal de extinción sólo es procedente cuando el delito es
reprimido exclusivamente con pena de multa, no cuando ésta funciona conjunta o
alternativamente con otra pena distinta.262
Por su parte, Núñez precisa que la extinción por el pago voluntario de la multa se
produce en los delitos reprimidos únicamente con multa. Y agrega que “ no es aplicable el
art. 64º si además de la pena de multa, al delito se lo reprime con otra pena aplicable,
alternativa, conjunta, accesoria o complementariamente”.263
Además, junto con la multa, el imputado para extinguir la acción, debe abandonar
los objetos que presumiblemente resultarían decomisados en caso que recayera condena, a
favor del Estado.
En cuanto a la aplicación del artículo, el mismo prevé su utilización en sólo dos
oportunidades, y pero para poder solicitar la aplicación por segunda vez del beneficio, se
exige hayan transcurridos ocho años de declarada la extinción de la acción penal por el
primer delito. El nuevo delito también debe estar reprimido única y exclusivamente con
pena de multa; esto por aplicación de los principios generales del instituto.
JURISPRUDENCIA
Extinción por pago voluntario: la extinción de la acción penal prevista por el pago
voluntario del máximo correspondiente en el art 64 del CP, se refiere sólo a aquellos delitos
reprimidos exclusivamente con multa. CNPEcon., salaA, 21/5/98, “Z., E. A. En : L., R. Y
otros” LL 1999C- 284
Casos de Aplicación: porque el pago voluntario del máximo de la multa como causa de
extinción de la acción penal sólo procede para los delitos exclusivamente reprimidos con
ese tipo de sanción, quedan excluidos los casos en los que la multa opera alternativamente o
conjuntamente con otra pena. Ello surge inequívocamente de la exposición de motivos de la
norma que lo fundamenta sobre la base de que “tratándose de penas pecuniarias no hay
peligro en dejar a las partes este medio de terminar los procesos” (Moreno Rodolfo, El
Código Penal y sus antecedentes, t.III, p. 188) CNCCorr, sala V, 21/6/85, “F.J”, c. 18.396,
BCNCyC 1985, Nº2, p.120
DOCTRINA
La razón que fundamenta la extinción de la pena por el transcurso del tiempo es que
se extingue la alarma social causada por el delito y la correspondiente exigencia social de
que se lo reprima, por esa misma razón, su declaración procede de oficio y es independiente
de la opinión de su destinatario. En el caso particular de prescripción de la pena, la
aplicación del instituto requiere el incumplimiento de la sentencia, puesto que su
cumplimiento es el presupuesto de la inexistencia de prescripción.
En cuanto a los términos establecidos para que opere la prescripción, el art. 65º
establece que en caso de prisión o reclusión perpetua, la extinción operará a los veinte años.
Si en cambio, se trata de delitos con penas de reclusión o prisión temporal, dicho lapso será
igual al del tiempo de la condena impuesta. Por último cuando la pena sea de multa,
prescribe a los dos años. La única pena que no prescribe es la inhabilitación.
Cuando se produce la prescripción de la pena procede la declaración de extinción, aun
cuando no medie petición de parte, pero no procede el sobreseimiento definitivo como
ocurre con la prescripción de la acción penal264
JURISPRUDENCIA
Penas conjuntas: si bien con anterioridad al texto legal vigente, tanto la doctrina como
jurisprudencia habían considerado que el sistema de la prescripción se regía por la pena de
mayor gravedad, según el orden del art 5º del CP, porque penas conjuntas forman una
unidad, en la actualidad el texto legal citado disipa toda duda, si se lo coteja con el art 65
del mismo Código. Además, como las penas conjuntas admiten modalidades ejecutivas
diferentes (art 26 CP), no se advierte obstáculo para admitir que las modalidades extintivas
de las penas conjuntas también pueden diferir. CNCCorr, sala VII, 16/8/85, “M.,J.C” (int)
c. 5680, BCNCyC, 1985, Nº3, p.211
Plazos: en el caso de penas conjuntas el plazo de prescripción se rige por el término mayor.
CNCas.Pen., sala I, 22/3/2002, “M., H. E. D.. s/Recurso de Casación”, c. 4920, reg. 4920.1
DOCTRINA
Los plazos de prescripción corren desde la medianoche del día en que se notificare
al reo la sentencia firme, o desde el quebrantamiento de la condena, si ésta hubiere
comenzado a cumplirse. En este último supuesto, en caso de ser pena privativa de libertad,
el término empezará a correr desde la medianoche del día en que se produjo la fuga, y en el
caso de ser pena de multa, desde la medianoche del día en que comience la falta de pago.
En cuanto a los medios de notificación, debe estarse a los que establecen las
respectivas leyes procesales.
JURISPRUDENCIA
Prisión preventiva: la prisión preventiva cesa con la notificación al reo, que prevé el art. 66
o con el agotamiento del plazo para la interposición del último recurso que fuere posible
articular contra la sentencia condenatoria, según opinión de otros autores. Cabe advertir que
el acto de la notificación resulta esencial para que la sentencia adquiera firmeza en
cualquier instancia del proceso. Tal circunstancia se pone de manifiesto, en los casos de
fuga, dado que si la misma tuviera lugar antes del acto de notificación, en los casos de fuga,
dado que si la misma tuviera lugar antes del acto de notificación de la sentencia definitiva
al reo, operar el término de prescripción de la acción penal; en tanto que, si ello ocurriera
luego de dicha notificación, comenzar el curso de prescripción de la pena, conforme lo
264
Dayenoff, David; “Código Penal Comentado”; Bs. As., A-Z, 1996, ps. 136.
establece claramente el art. 66 del CP. Cpen. De La Plata, Nº3, sala III, 10/4/97, “T., C. M.
S/homicidio”, sent. P80524.
*ARTICULO 67.- La prescripción se suspende en los casos de los delitos para cuyo
juzgamiento sea necesaria la resolución de cuestiones previas o prejudiciales, que
deban ser resueltas en otro juicio. Terminada la causa de la suspensión, la
prescripción sigue su curso. La prescripción también se suspende en los casos de
delitos cometidos en el ejercicio de la función pública, para todos los que hubiesen
participado, mientras cualquiera de ellos se encuentre desempeñando un cargo
público. El curso de la prescripción de la acción penal correspondiente a los delitos
previstos en los artículos 226 y 227 bis, se suspenderá hasta el restablecimiento del
orden constitucional (Modificado por: LEY 25.188 Art.29 (articulo sustituido con
vigencia especial a partir de los ocho dias de su publicacion (B.O 1/11/99)). La
prescripción se interrumpe solamente por: a) La comisión de otro delito;b) El primer
llamado efectuado a una persona, en el marco de un proceso judicial, con el objeto de
recibirle declaración indagatoria por el delito investigado; c) El requerimiento acusatorio de
apertura o elevación a juicio, efectuado en la forma que lo establezca la legislación procesal
correspondiente; d) El auto de citación a juicio o acto procesal equivalente; y e) El dictado
de sentencia condenatoria, aunque la misma no se encuentre firme.La prescripción corre, se
suspende o se interrumpe separadamente para cada delito y para cada uno de sus
partícipes, con la excepción prevista en el segundo párrafo de este artículo." (Ley 25.990
Promulgada el 10/01/05).
DOCTRINA
265
Soler, Sebastián, “Derecho Penal Argentino”, Ed. Tea, T. II, p. 542.
el caso de las acciones del art. 227º bis, corresponde que el curso de la prescripción quede
suspendido. Esta suspensión es hasta el restablecimiento del orden constitucional.266
La reforma de la ley 25.990 modifica y aclara el cuarto y quinto párrafo de este
artículo. Las causales de interrupción de un delito serán, además de la comisión de un
nuevo delito, el primer llamado a indagatoria, la el requerimiento de elevación a juicio (o
resolución similar) y la sentencia condenatoria (aunque no esté firme).
Ya se dijo que la prescripción se interrumpe por la comisión de un nuevo delito. Este
debe ocurrir desde la medianoche en delante de la fecha en que se cometió el anterior, dado
que hasta ese momento no habrá comenzado a correr el término interrumpible.
Habitualmente se ha sostenido en doctrina que la fecha de interrupción es la del día de
comisión del nuevo delito y no la de la sentencia al respecto.Antes de esta reforma existía
el concepto que interrumpía la prescripción la denominada secuela de juicio que
oportunamente fue definida por Soler como todo acto o impulsión real y eficaz del proceso
penal por parte de los órganos o de las personas que tienen a su cargo dicho impulso. Según
la opinión de los legisladores la idea de secuela de juicio daba lugar a diferentes
interpretaciones judiciales, es por ello que el Presidente de la Comisión de Justicia del
Senado de la Nación Jorge Agúndez dijo “nosotros quisimos darle una interpretación
restrictiva y estable”267.
La cuestión en lo sustancial se dirime entre dos riberas: quienes piensan que no se
puede dilatar sine die un proceso y que la garantía del plazo razonable previsto en la
Convenciones Internacionales debe privar y los que piensan que restringir los tiempos del
proceso es favorecer la impunidad y atar las manos de los investigadores. Hace tiempo la
Corte de la Nación en el caso “Matheu” dijo que el “encartado no debe ser sacrificado en
aras del proceso”. Tal premisa kantiana debe tenerse en cuenta a la hora de interpretar
sanamente este instituto.
Hay excepciones que se mueven en torno a la imprescriptibilidad de los delitos de
lesa humanidad y también las recomendaciones que los tratados internacionales tienen
dadas en referencia a los delitos de corrupción estatal.
Finalmente el último párrafo, establece como principio general que el cómputo de la
prescripción es personal y corre separadamente para cada uno de los partícipes del delito,
por lo que la prescripción operada, suspendida o interrumpida respecto de uno de los reos,
no beneficia ni perjudica a los demás. Ahora “la prescripción corre, se suspende o se
interrumpe separadamente para cada uno de los delitos y para cada uno de los partícipes del
delito”.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, apartándose del caso: “Kipperband”, ha
resuelto con arreglo al “speedy trial” fundado en la sexta enmienda de la Constitución de
los Estados Unidos de Norte América que todo imputado tiene derecho a un juicio rápido,
situación que a su vez redunda en beneficio del Estado mismo (también en apoyo el art. 8
inc. 1 de la Convención Americana de Derechos Humanos), por lo que de acuerdo al
tiempo transcurrido sin sentencia, si se percibe un abuso de la mora judicial corresponde la
prescripción toda vez que el tiempo de la posible condena máxima esté cumplido desde que
el Estado comenzó su actividad (ver fallo).
266
Breglia Aarias y Gauna, “Código Penal”, ED. Astrea, 2001, p. 563.
267
www.diariojudicial.com de fecha 8 de Febrero de 2005. En referencia a esto el Presidente de la Junta
Federal de Cortes y Superiores Tribunales de las Provincias Argentinas (JUFEJUS), Alberto Ballarini, afirmó
que esta ley terminará favoreciendo la impunidad en el país.
El término secuela de juicio no era una expresión feliz. Es tanto lo que se ha
extendido su interpretación que fue motivo en muchos tribunales de cualquier acto procesal
e inclusive un mero trámite. Obviamente se trata de una expresión vaga y oscura. Se han
formulado desde la doctrina algunas observaciones al término “secuela de juicio”. Jofré
dice que “se torna imperioso e imprescindible no sólo derogar la expresión secuela de juicio
del art. 67 del C.P. sino también prescindir de toda interpretación que, consciente o
inconscientemente, presuponga algún contenido del debate al que diera lugar...cabría
indicar, al modo del sistema alemán o italiano, un número cerrado de actos procesales,
predicando sólo de ellos el efecto de interrumpir la prescripción en curso de la acción
penal”268.
JURISPRUDENCIA
Juicio político: no tiene entidad suficiente para la suspensión de la prescripción los juicios
políticos intentados contra un juez, si los mismos no tuvieron trámite por haber sido
rechazados ab initio por la autoridad de selección de la Cámara de Diputados, pues
entender que un pedido que puede ser interpuesto por cualquier persona en cualquier
momento tiene poder interruptivo de la prescripción penal, resulta una interpretación
excesiva y riesgosa, toda vez que la prescripción es un instituto destinado a proporcionar
seguridad jurídica a todos los ciudadanos, incluidos los jueces, y no puede dejarse a éstos
fuera de la garantía del límite temporal de las acciones so pretexto de futuros y eventuales
pedidos de juicio político en cualquier término. Es el juicio político el que depende
temporalmente de la factibilidad del ejercicio de una acción penal y no a la inversa, y sólo
en tal sentido puede ser cuestión prejudicial o previa, sin perjuicio de que la doctrina
tampoco es pacífica en su delimitación. CNCCorr , sala VI, 23/12/94, “C., L.”, c.2161
Prescripción: transcurso del tiempo. “la Corte en el caso "Mattei" ha establecido que la
garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a
obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad,
ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la
libertad que comporta el enjuiciamiento penal, y que esto obedece además al imperativo de
satisfacer una exigencia consustancial que es respeto debido a la dignidad del hombre, el
cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona de liberarse del estado de
sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito (Fallos: 272:188)... Que
idéntico criterio mantuvo el Tribunal en "Mozzatti" (Fallos: 300:1102), frente a un proceso
que reflejaba claramente un caso de morosidad judicial —se había prolongado 25 años—,
donde resolvió declarar la insubsistencia de todo lo actuado y la prescripción de la acción
268
Jofré, Jorge; “Secuela de juicio:panorama y perspectivas”; Doctrina Judicial, nro. 20, 19/05/04.
penal, sin perjuicio de los derechos de las partes, de naturaleza patrimonial, sobre la base de
sostener que habían sido agraviados hasta su práctica aniquilación el enfático propósito de
afianzar la justicia, expuesto en el preámbulo y los mandatos explícitos e implícitos, que
aseguran a todos los habitantes de la Nación la presunción de su inocencia y la de su
defensa en juicio y debido proceso legal; garantías constitucionales que se integran por una
rápida y eficaz decisión judicial... Que no obstante la indiscutible inserción constitucional
del derecho a obtener un juicio sin dilaciones indebidas (art. 14, inc. 3°) del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la duración razonable de un proceso depende
en gran medida de diversas circunstancias propias de cada caso, por lo que no puede
traducirse en un número de días, meses o años....Que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, cuya jurisprudencia puede servir de guía para la interpretación de los preceptos
convencionales (Fallos: 318:514; 319:1840; 323:4130), considera que el concepto de plazo
razonable al que se hace referencia en el art. 8°, inc. 1° de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, "debe medirse en relación a una serie de factores tales como la
complejidad del caso, la conducta del inculpado y la diligencia de las autoridades
competente en la conducción del proceso" (caso 11.245, resuelto el 1° de marzo de 1996,
considerando 111).Que sin perjuicio de ello, y en función de lo expuesto en los
considerandos anteriores, surge que el tiempo empleado por el Estado para dilucidar los
hechos investigados en el sub lite resulta incompatible con el derecho a un juicio sin
demoras indebidas, amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y los tratados
internacionales que la integran. Resultando el único remedio posible a dicha trasgresión
constitucional la declaración de la extinción de la acción penal por prescripción, en la
medida que ella constituye la vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potestad
punitiva estatal por el transcurso del tiempo y salvaguardar de este modo el derecho
fundamental vulnerado (Fallos: 323:982)” (CSJN, causa nro. 2053-W-31, carat.: “BARRA,
Roberto s/ Defraudación”, 09/03/04).
ARTICULO 68. - El indulto del reo extinguirá la pena y sus efectos, con excepción
de las indemnizaciones debidas a particulares.
DOCTRINA
269
Zaffaroni, Eugenio Raúl, “Derecho Penal Parte General”, Ed. Ediar, 2000, p.849.
Es condición del mismo el “informe previo” del Tribunal que condenó, y por hallarse
esto fijado en la Constitución, su omisión determina l inconstitucionalidad del indulto. De
todos modos, el acto debe ser fundado, porque así lo impone la mínima racionalidad que
debe preceder a todo acto de poder público para que pueda conocerse su motivación.
El art. 68º establece que l indulto del reo extingue la pena y sus efectos, con excepción
de las indemnizaciones debidas a los particulares, porque siendo modos de cancelación de
pena usados por la autoridad política con fines de orden público, es justo que sus efectos se
limiten a los que el interés general requiere, sin alterar los derechos legítimos de las
víctimas del delito. Y además, porque el indulto hace desaparecer la pena pero no el delito.
Como consecuencia de este efecto, se considerará reincidente a una persona cuya pena haya
sido indultada, y cometiere un nuevo delito, sin que hayan trascurridos los plazos
establecidos. Asimismo, no habrá condena condicional, como tampoco la aplicación del
beneficio de la libertad condicional.
No caen dentro del campo de aplicación del indulto los delitos tipificados en la
Constitución Nacional. El art. 36º de dicho cuerpo dispone que quienes interrumpieren el
régimen constitucional por medio de actos de fuerza, serán pasibles de la sanción prevista
en el art. 29º, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos, y excluidos de los
beneficios del indulto y la conmutación de penas.
Cuando el indulto es parcial se lo denomina conmutación de pena. Esta consiste en el
cambio de una pena mayor por otra menor, o sea que se trata de la reducción del monto de
una sanción que ha sido impuesta con anterioridad por tribunal competente. En los casos de
conmutación, la parte conmutada debe descontarse de la pena impuesta en la sentencia a los
efectos de calcular el plazo para la concesión de la libertad condicional.
JURISPRUDENCIA
La naturaleza jurídica del indulto: consiste en una causa de extinción de la pena que deja
subsistente la responsabilidad criminal , y es por tal razón que no afecta las
indemnizaciones debidas en relación con el delito (art 68 del CP), por lo que sólo puede
tener lugar respecto de sanciones penales impuestas por sentencia firme. La conclusión de
que el indulto configura una causal de extinción d la pena y no de la acción penal, no
puede ser alterada por la previsión del inc 5º del art 443 del CPMP que lo incluye como
excepción previa o especial, ya que una norma procesal no puede incorporar causales no
previstas por el art 59 del Código Penal. El indulto, como facultad del Poder Ejecutivo (art
86. Inc6º de la Const Nac.), Sólo concierne a “las penas”, excediendo la atribución
conferida al presidente de la República las resoluciones dictadas respecto de encausados
con procesos en trámite, ya que se invade así la órbita exclusiva de los otros poderes, pues
sólo el Legislativo puede dictar amnistía y el judicial resolver causas concernientes a su
jurisdicción. El indulto dictado a favor del procesado es inconstitucional pues viola la
expresa disposición del art 95 de la Constitución Nacional, que veda al presidente de la
Nación ejercer funciones judiciales y arrogarse el conocimiento de causas pendientes,
atentando igualmente contra el principio constitucional de división de poderes. CNCCorr,
sala III, 13/6/91, “P.,L.”, c. 29.224, BCNCyC, 1991, Nº3.
DOCTRINA
El perdón del ofendido, se trata de otra causa de extinción de la pena, que proviene de
los titulares de la acción penal, y que se halla circunscripta a los delitos de acción privada.
Dado que el artículo se refiere a una pena impuesta, no puede ser efectivo como tal sino
cuando haya sentencia firme.
Por ofendido debe entenderse al que ha ejercido la acción penal y, en caso de ser
varios, para que el perdón surta efecto debe ser concedido por todos los accionantes. El
fundamento de esta disposición es, que tratándose de delitos en que la acción queda en
manos del particular ofendido, sin que el Estado intervenga en el impulso procesal, será
facultad del particular hacer cesar los efectos de ese impulso.270
La última parte del artículo establece que si fueran varios los partícipes, el perdón a
favor de uno de ellos, aprovecha a los demás. Es la llamada comunicabilidad del instituto,
característica fundamental del perdón.
Toda vez, que este perdón debe hacerse valer en el mismo tribunal de juicio o de
ejecución, debe ser dado en forma expresa y operar en forma auténtica por intermedio de la
justicia, no pudiendo ser rechazado por el beneficiado.
JURISPRUDENCIA
270
Zaffaroni, Eugenio Raúl, “derecho Penal, Parte General”, Ed. Ediar, 2000, p. 854.
DOCTRINA
El artículo contiene principios del derecho civil, por lo que parte de la doctrina
sostiene la no necesariedad del mismo. No obstante, podemos decir que el artículo
establece la efectivización de las responsabilidades civiles del condenado, sobre la mas de
su patrimonio, aún después de su fallecimiento.
Coincide la mayoría de la doctrina que queda excluída de tal efectivización la multa
impuesta en vida al condenado. Sin embargo, Núñez incluye a la multa, argumentando que
se trata de una obligación penal cuyo único sujeto pasivo es el condenado y su patrimonio
representa el bien mediante cuya disminución experimenta ella el mal de la pena.
TITULO XI
DEL EJERCICIO DE LAS ACCIONES (artículos 71 al 76)
ARTICULO 71. - Deberán iniciarse de oficio todas las acciones penales, con
excepción de las siguientes: 1. Las que dependieren de instancia privada; 2. Las
acciones privadas.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Titular de la acción: la acción penal pública está en cabeza del Ministerio Público Fiscal y
sólo a él le incumbe su promoción. Cuando se trata d acción penal pública podrá debatirse
en cada caso concreto si el querellante tiene o carece de legitimación procesal activa para
intervenir en el proceso, mas no es posible discutir si tiene o no “acción”, pues no es titular
de ella, sino que está en cabeza exclusiva del Fiscal. CFed. De Gral. Roca, 12/9/2000, “S.,
C. G. Y otros” c. 171/00, JPBA 114-192, f.403
Persecución Penal: en nuestro sistema de enjuiciamiento penal es el Estado el que por sí
mismo se encarga de la persecución penal (principio de oficialidad). Por tal razón el
principio acusatorio sólo puede ser concebido en su acepción formal, es decir aquella según
la cual se pone en manos de un órgano especial, distinto del que declara el derecho, el
cometido de excitar la jurisdicción mediante el ejercicio de la acción (voto Dr. Fayt)
Es la coexistencia del principio de oficialidad con el sistema acusatorio la que impide
introducir una connotación dispositiva de la acción penal (principio acusatorio material),
pues ello implicaría desconocer que el ius puniendi no pertenece al Ministerio Público
Fiscal sino al propio Estado del que también son expresión los jueces (voto Dr. Fayt) CSJN
M. 886 XXXVI, 15/8/2002. “M.P.J y otro s/Homicidio calificado- causa Nº 15.888/98”
*ARTICULO 72.- Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de
los siguientes delitos: 1º) Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal
cuando no resultare la muerte de la persona ofendida o lesiones de las mencionadas en
el artículo 91. 2º) Lesiones leves, sean dolosas o culposas. Sin embargo, en los casos de
este inciso se procederá de oficio cuando mediaren razones de seguridad o interés
público. 3º) Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no
convivientes. En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por
acusación o denuncia del agraviado, de su tutor, guardador o representantes legales.
Sin embargo, se procederá de oficio cuando el delito fuere cometido contra un menor
que no tenga padres, tutor ni guardador, o que lo fuere por uno de sus ascendientes,
tutor o guardador. Cuando existieren intereses gravemente contrapuestos entre
algunos de éstos y el menor, el Fiscal podrá actuar de oficio cuando así resultare más
conveniente para el interés superior de aquél. Modificado por: LEY 25087 Art.14 ((B.O.
14-05-99). Artículo sustituido)Antecedentes: Ley 23.487 Art.1 ((B.O. 26-01-87).
Sustituído.)Ley 24.270 Art.4 ((B.O. 26-11-93). Inciso 3) incorporado. )
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Indivisibilidad de la acción: si ha mediado una conducta culposa que produjo daño físico a
más de una persona, es evidente que la instancia ejercida por uno de los damnificados en la
forma prevista en el art 72, 2º parr CP, resulta suficiente para la válida iniciación del
proceso, pues no es razonable ni posible escindir la única acción de todas sus
consecuencias.
CNCas. Pen, sala I, 6/2/2002, “O.F.J. s/ Recurso de casación”, c. 3924, reg 4818.1
*ARTICULO 73.- Son acciones privadas las que nacen de los siguientes delitos: 1.
Calumnias e injurias; 2. Violación de secretos, salvo en los casos de los artículos 154
y 157; 3. Concurrencia desleal, prevista en el artículo 159; 4. Incumplimiento de los
deberes de asistencia familiar, cuando la víctima fuere el cónyuge. Modificado por: Ley
24.453 Art.1 ((B.O. 07-03-95). Sustituído. )
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Acción privada: en los delitos de acción privada y como una condición objetiva de
procedibilidad, el Estado subordina la persecución penal y la continuación (impulso) del
proceso a la voluntad exclusiva del ofendido. Por carecer el Ministerio Publico Fiscal de
toda intervención, el particular damnificado cuenta en forma excluyente con los
dispositivos de la pretensión punitiva. En esta clase de litigios (art 75 y 76 CPO) , la
víctima o sus representantes legales ejercen una especie de señorío sobre la acción y la
pretensión ( voto del Dr. Mitchell). A la querella que presenta un particular imputándole a
otro un delito de acción privada, no se le puede dar el carácter de una simple noticia de un
delito tendiente a provocar que el órgano público ejerza la acción penal, sino que se la debe
tratar como un permiso para proceder sin el cual no se puede abrir un proceso penal.(...)
CNCas. Pen, sala III, 17/8/2001, “C., J. R. S/ Recurso de casación”, c. 3178, reg 511.01.3
*ARTICULO 74.- NOTA DE REDACCION: Derogado por ley 24.453. (B.O. 07-03-
95). )
ARTICULO 75. - La acción por calumnia o injuria, podrá ser ejercitada sólo
por el ofendido y después de su muerte por el cónyuge, hijos, nietos o padres
sobrevivientes.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Muerte del ofendido: según dispone el art 75 CP., la acción por calumnias o injurias podrá
ser ejercida después de la muerte del ofendido por los descendientes o ascendientes que allí
se citan, rigiendo al respecto lo dispuesto por el art 175 c de procedimiento en materia
penal. CNCCorr, sala VI, 23/2/88 “m de S., M. M”, LL 1990- B-634, Jurip Agrup, caso
7092.
272
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, ED. Aastrea, 2001, p. 610.
273
Breglia Arias y Gauna, “Derecho Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 609.
ARTICULO 76. - En los demás casos del artículo 73, se procederá únicamente
por querella o denuncia del agraviado o de sus guardadores o representantes
legales.
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
Acción privada: en los delitos de acción privada y como una condición objetiva de
procedibilidad, el Estado subordina la persecución penal y la continuación (impulso) del
proceso a la voluntad exclusiva del ofendido. Por carecer el Ministerio Público Fiscal de
toda intervención, el particular damnificado cuenta en forma excluyente con los
dispositivos de la pretención punitiva. En esta clase de litigios (arts. 75 y 76 CP), la víctima
o sus representantes legales ejercen una especie de señorío sobre la acción y la pretensión.
A la querella que presenta un particular imputándole a otro un delito de acción privada, no
se le puede dar el carácter de una simple noticia de un delito tendiente a provocar que el
órgano público ejerza la acción penal, sino que se la debe tratar como um permiso para
proceder sin el cual no se puede abrir un proceso penal. Dicha querella es el acto
formalmente regulado por la ley procesal, cumplido por quien se siente ofendido por uno de
estos delitos, por el cual se excita la actividad jurisdiccional del tribunal a fin de que se
inicie el procedimiento especial correspondiente contra el indicado como posible
responsable y por el hecho de que en ese acto se le impute. En una acusación integrada con
sus elementos subjetivos (querellado), y objetivos (delito imputado) y por eso la ley le
exige todos los componentes estructurales de ella y otros más de valor probatorio. La
acusación que se efectúa en estos casos a través de la querellaa es el presupuesto necesario
de todos los actos jurisdiccionales a realizarse en el juicio, de donde naturalemente deriva
que si aquélla no se produce, o si se produce defectuosamente, la culminación anormal del
proceso se impone. En los delitos de acción privada, el poder jurisdiccional sa halla
limitado por la naturaleza de la acción ejercida al interponer la querella-acusación y si
ésta se instaura sólo por injurias y de su examen surge co evidencia que los hechos
denunciados configuran el delito de calumnias, es procedente la excepción de falta de
acción. Ello es así habida cuenta de que la acción penal no ha sido legalmente promovida.
Y esa excepción, por su dirección y su naturaleza, debe ser considerada como perentoria, es
decir, como una de aquéllas que está encaminada a impugnar el contenido sustancial de la
relación procesal (la pretensión punitiva). CNCas. Penal, sala III, 17/8/2001, “C., J. R.
S/recurso de casación”, c. 3178, reg. 511.01.3.
*TITULO XII
DE LA SUSPENSION DEL JUICIO A PRUEBA (artículo 76)
*ARTICULO 76 Bis.- El imputado de un delito de acción pública reprimido con
pena de reclusión o prisión cuyo máximo no exceda de tres años, podrá solicitar la
suspensión del juicio a prueba. En casos de concurso de delitos, el imputado
también podrá solicitar la suspensión del juicio a prueba si el máximo de la pena de
reclusión o prisión aplicable no excediese de tres años. Al presentar la solicitud, el
imputado deberá ofrecer hacerse cargo de la reparación del daño en la medida de lo
posible, sin que ello implique confesión ni reconocimiento de la responsabilidad
civil correspondiente. El juez decidirá sobre la razonabilidad del ofrecimiento
en resolución fundada. La parte damnificada podrá aceptar o no la reparación
ofrecida, y en este último caso, si la realización del juicio se suspendiere, tendrá
habilitada la acción civil correspondiente.
Si las circunstancias del caso permitieran dejar en
suspenso el cumplimiento de la condena aplicable, y hubiese consentimiento del
fiscal, el Tribunal podrá suspender la realización del juicio.
Si el delito o alguno de los delitos que integran el
concurso estuviera reprimido con pena de multa aplicable en forma conjunta o
alternativa con la de prisión, será condición, además, que se pague el mínimo de la
multa correspondiente. El imputado deberá abandonar en favor del estado, los
bienes que presumiblemente resultarían decomisados en caso que recayera
condena.
No procederá la suspensión del juicio cuando un
funcionario público, en el ejercicio de sus funciones, hubiese participado en el delito.
Tampoco procederá la suspensión del juicio a prueba respecto de
los delitos reprimidos con pena de inhabilitación. Modificado por: Ley 24.316 Art.3
((B.O. 19-05-94). Incorporado. )
DOCTRINA
La ley 24.316, del año 1994, introdujo el instituto de la suspensión del juicio a
prueba. Así el imputado por un delito o concurso de delitos cuya pena máxima sea de tres
años, puede pedir el beneficio de éste instituto, si da cumplimiento a una serie de
imposiciones, de modo que suspende así la potestad punitiva del Estado, dicho de otra
manera, se da por extinguida la acción.
Suspensión “a prueba”, quiere decir que se suspende el trámite del juicio, y se
establecen normas de cumplimiento para la persona sometida a proceso. De cumplir con
esas normas, se da lugar a la extinción de la acción, por eso se llama “a prueba”, porque se
pone a prueba al imputado.274
Dos teorías iluminaron el horizonte doctrinario y jurisprudencial . Una tesis amplia
abogó en referencia al cuarto párrafo de esta norma, que es aplicable a causas en las que,
aunque el delito tenga previsto una pena superior a los tres años en abstracto, en concreto
resulte que se aplicaría una pena que no supere ese tiempo y que por los antecedentes del
caso sería de ejecución condicional. Se dice además que en tanto el tercer párrafo sostiene
que el Juez será quien suspenderá el proceso, el cuarto párrafo habla de Tribunal. Esta
distinción –dice Gustavo Vitale- es compatible con los distintos casos en que la suspensión
a prueba puede ser dispuesta en la etapa de plenario, pues, en esa fase del proceso, suele
274
Breglia Arias y Gauna, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 618.
existir un órgano unipersonal (el juez correccional) para juzgar los delitos que en principio
resultan más leves y un órgano colegiado (el tribunal de juicio) para juzgar delitos de
mayor gravedad275.
El criterio restrictivo entiende que no hay posibilidad de aplicar la suspensión del
juicio a prueba en aquellos delitos que tienen penas mayores a tres años, aun cuando la
pena que en concreto se termine aplicando al imputado sea de pocos meses.
Cuando esta cuestión se dirimió en el año 1999 en los Tribunales se originó el ya
famoso plenario “Kosuta” de la Cámara Nacional de Casación Penal, acogiendo
favorablemente la tesis restrictiva. Prontamente se le cuestionó a este plenario su incidencia
sobre los Tribunales inferiores (por la inconstitucionalidad del art. 10 inc. b) de la ley
24.050. Alberto Bovino sostiene que “la resolución dictada en el caso Kosuta por la CNCP
carece de todo valor jurídico, al haber sido tratada más allá de los límites de su
competencia. De esta manera, el problema de la posible inconstitucionalidad de la decisión
plenaria se torna abstracto... el hecho que determina la inaplicabilidad de la doctrina Kosuta
es, antes que nada, la falta de competencia del tribunal que estableció dicha doctrina”276.
El Tribunal Oral Criminal nro. 14, con fecha 12 de Mayo de 2004, en la causa:
“Ahumada, Hugo”, nro. 107.640, por mayoría entendió que si el Fiscal tenía facultades para
desistir de la acción penal con más razón se encuentra habilitado para suspender el ejercicio
de la acción penal por aplicación del principio de oportunidad (en el caso se trataba del
delito de falsificación de documento privado y estafa en grado de tentativa). Báez en
notable trabajo comenta el fallo diciendo –sintéticamente- que es necesario que se destierre
la llamada posición restrictiva277
En cuanto a las condiciones que se exige que debe cumplir el imputado al momento
de solicitar el beneficio, figura el ofrecimiento de reparación a la víctima, que no debe
entenderse como la indemnización del art. 29º, sino según las posibilidades del imputado,
de allí que la parte damnificada podrá aceptar o no la reparación ofrecida y, en este último
caso, si el juicio se suspendiere, la víctima tendrá habilitada la acción civil correspondiente.
En síntesis, el ofrecimiento puede extenderse a una reparación integral de los daños y
perjuicios causados por el delito, pero también puede reducirse, si fuese razonable, al
simple perdón o a una reparación no necesariamente económica, pues bien puede ocurrir
que el damnificado no acepte la reparación por defecto o simplemente porque no tenga
interés en la reparación. En caso de que el delito esté conminado con pena de multa
conjunta o alternativa con la de prisión, el imputado deberá pagar el mínimo de la multa.
También deberá abandonar a favor del Estado los bienes que presumiblemente resultarían
decomisados en caso de recaer condena.278
El segundo párrafo establece que si las circunstancias del caso permitieran dejar en
suspenso el cumplimiento de la condena aplicable y hubiese consentimiento del fiscal, el
tribunal podrá suspender la realización del juicio. Para Zaffaroni, el principio es de dudosa
constitucionalidad, porque cada provincia organiza su justicia y distribuye competencias,
275
Revista “Fojas Cero”, nro. 139, Junio de 2004, ps. 1 y 2.
276
Bovino, Alberto; “La suspensión del procedimiento penal a prueba en el Código Penal Argentino”,
Editores del Puerto, Buenos Aires, 2001, ps. 262.
277
Baéz, Julio; “El ocaso del plenario “Kosuta””; en “Suplemento de jurisprudencia penal y procesal penal”,
La Ley, 28/06/04; ps. 35.
278
Zaffaroni, Eugenio Raúl, “ Derecho Penal, Parte General”, Ed Ediar, 2000, p. 928/9.
no pudiendo la ley federal entrometerse en ello, y porque además otorga funciones
judiciales al Ministerio Público , porque condiciona la decisión del Juez. 279
Quedan excluidos de la aplicación de éste beneficio los delitos en los que hubiera
participado un funcionario público, y aquellos que tuvieran pena de inhabilitación, en
cualquiera de sus formas. El Tribunal Penal nro. 1, en la causa 1765/1172, caratulada:
"Teodorovich, Carlos" declaró la inconstitucionalidad de la exclusión de este instituto en delitos que
tengas como pena la "inhabilitación" (ver www.diariojudicial.com; 22/04/05).
Durante el plazo de prueba se suspende respecto del imputado la prescripción por
la acción del delito que se le atribuye. Si durante ese período de prueba, el imputado dio
cumplimiento a la reparación ofrecida y aceptada, no cometió un nuevo delito y cumplió las
obligaciones impuestas, se produce la extinción de la acción.
JURISPRUDENCIA
Juicio a prueba y el art. 27 bis: si la suspensión del juicio a prueba procura un fin de
prevención especial positiva, es razonable aseverar como conveniente una interpretación de
la norma del art. 27 bis CP que, como la "tesis del carácter no taxativo" de la enumeración
de reglas de conducta allí contenida, propicie al juez la posibilidad de justipreciar la
elección del instrumento idóneo para lograr que el imputado adquiera la capacidad de
comprender y respetar la ley (arg. del art. 1, ley 24.660). De tal suerte, podrá el juzgador
valorar si es una de las reglas expresamente previstas en la norma de marras, la que mejor
consulta los requerimientos preventivo especiales de un imputado determinado, o si, por el
contrario, reúne tales características una medida diferente. En el precedente de esta Sala en
autos "Boudoux", se sostuvo que si la inhabilitación cautelar prevista por el artículo 361 bis
del Código Procesal Penal de Córdoba se impone como una regla de conducta, relativa a un
beneficio solicitado por el propio imputado (art. 76 bis C.P.), se satisfacen los fundamentos
del legislador. Surge claro, así, que, de modo implícito, aunque inequívoco, adheríamos a la
"tesis del carácter no taxativo", puesto que admitíamos sin cortapisas la posibilidad de que
el juzgador impusiera como regla de conducta a la cual se subordina la subsistencia de la
suspensión del juicio a prueba una actividad no contemplada específicamente por el artículo
27 bis CP. De consiguiente, lo que se trataba en dicho caso, era postular una interpretación
sistemática del orden jurídico penal que demostrara que la finalidad del instituto de la
suspensión del juicio a prueba es mejor perseguida por conducto de una interpretación de la
ley -concretamente, del art. 27 bis CP- que permita al juez escoger la regla de conducta más
adecuada para lograr prevenir la comisión de nuevos delitos y, así, facilitar la referida
resocialización sin condena. Y aunque la regla de conducta elegida en ese precedente
encuentra recepción expresa en una norma vigente del orden jurídico procesal penal
cordobés -el mencionado art. 361 bis CPP-, nada obsta a que se imponga una regla de
conducta que no tenga igual acogimiento legal en una regla legal provincial o nacional. En
este último sentido, incluso, esta misma Sala ha reconocido el carácter de regla de conducta
válida para la concesión y mantenimiento de la suspensión del juicio a prueba, la
inhabilitación para el ejercicio de la actividad comercial riesgosa que originó el delito de
lesiones culposas (art. 94 CP) (TSJ, Sala Penal, Sent. n° 101, 3/12/02, "Lavra")” Tribunal
Superior de Justicia de Córdoba; Sentencia nro. 82, carat. “Pérez Martín”, del 12/9/03 .
279
Idem, p. 929.
Finalidad del instituto: la finalidad de quien requiere la suspensión del juicio a prueba no
es la de obtener una sentencia absolutoria, sino la de no seguir sometido a proceso mediante
la extinción de la acción penal. CSJN, 11/11/97. “P.,O.P. y otros/ Defraudación” , c.274.
Fallos: 320:2451, LL del 3/4/98 , Nº 96.931.
Escala penal del delito : se rechazará la solicitud de suspensión del juicio a prueba, dado
que la escala penal prevista para los delitos de falsedad ideológica de instrumento público,
en concurso ideal con defraudación por administración fraudulenta, art 45, 54, 173 inc 7º y
293 CP, supera el marco de tres años previsto por el art 76 bis, CP, lo cual obstaculiza la
aplicación del instituto CNCCorr, sala IV, 23/4/99, “M., U. A.” c. 10.871
Aplicación: el art 76 bis del CP prevé dos supuestos de aplicación: por un lado, cuando se
trata de delitos de acción pública en los cuales el máximo de la pena establecida no exceda
los tres años de prisión o reclusión (1º parr.) y por otro (4º parr.) cuando las circunstancias
del caso permitan dejar en suspenso la condena aplicable ( en el caso se imputaba el delito
de robo en grado de tentativa). No hay otro argumento plausible que impida una
interpretación armónica de los párrafos primero y cuarto del art 76 bis CP. ¿Qué otro
sentido se podría dar a la expresión “si las circusntancias del caso permitieran dejar en
suspenso el cumplimiento de la condena aplicable (...) el tribunal podrá suspender la
realización del juicio”, que no sea concluir en unión con las pautas político- criminales de
rehabilitación y Derecho Penal minimamente estigmatizante que surgen de lo tratados
internaciionales incorporados a la Carta Magna, que es toda racionalidad dar justa cabida en
la norma analizada a los supuestos contemplados en el art 26 del CP? Es que , si no ¿ como
cumplir con aquel mandato interpretativo de conciliar ese primer párrafo que autoriza la
suspensión del juicio a prueba aun para la hipótesis de delitos reprimidos con penas de
reclusión cuyo máximo no exceda de tres años, con el curto que al supeditar esa decisión a
la posibilidad de que en el casos e deje en suspenso el cumplimienot de la condena, remita a
un instituto – el del art 26 ya citado- que expresamente excluye esa especie de pena? TOCr
de Capital Federal Nº 7, 27/7/2000 “C., J. D”
DOCTRINA
El artículo establece el plazo de duración del período de prueba que variará entre
uno y tres años. Durante ese plazo se suspende la prescripción de la acción penal y el
trámite del juicio se paraliza. Si en el mencionado plazo, el imputado no comete un nuevo
delito, repara los daños ocasionados y su reparación es aceptada, y además cumple las
reglas de conducta establecidas por el Tribunal según el art. 27º bis, la acción penal quedará
extinguida.
Si se produjere algunas de las causa mencionadas anteriormente, se suspende el
beneficio, reinicia el curso de la prescripción y se lleva a adelante el juicio. Si la
realización del juicio fuese determinada por la comisión de un nuevo delito, la pena que se
imponga no podrá ser dejada en suspenso.
En el caso de que realizado el juicio, el imputado resultare inocente, se le devolverán
los bienes abandonados al Estado y las sumas que en concepto de multa hubiere abonado,
pero no se le reintegrará lo que hubiere dado en concepto de indemnización.
El beneficio de la suspensión del juicio a prueba no podrá otorgarse por segunda vez,
sino cuando hubiesen transcurridos ocho años contados desde la fecha de expiración del
plazo de suspensión del juicio anterior. No obstante , si el imputado beneficiado
anteriormente hubiese violado las reglas de conductas establecidas en el período de prueba
anterior, no se le podrá conceder por segunda vez la suspensión del juicio a prueba.
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
Toda vez que el instituto de la probation importa únicamente la suspensión del juicio
a prueba, y de reunirse las condiciones exigidas, la extinción de la acción no causa estado,
es decir, que no existe pronunciamiento sobre el fondo de la cuestión y por consiguientes
resultan inaplicables las reglas de prejudicialidad de los arts. 1001 y 1002 del Código Civil.
No obsta tampoco a la aplicación de sanciones contravencionales, administrativas o
disciplinarias que pudieran corresponder.
En otro sentido, señala Creus, que los mencionados artículos del cuerpo civil, no
establecen auténticas reglas de prejudicialidad, pues no es necesario el trámite penal para la
acción civil. De haber existido acción penal, resultando condena, la sentencia civil no podrá
apartarse de ella.
JURISPRUDENCIA
*TITULO XIII
SIGNIFICACION DE CONCEPTOS EMPLEADOS EN EL CODIGO (artículos 77 al
78)
*ARTICULO 77.- Para la inteligencia del texto de este código, se tendrá presente
las siguientes reglas: Los plazos a que este código se refiere serán contados con
arreglo a las disposiciones del Código Civil. Sin embargo, la liberación de los
condenados a penas privativas de libertad se efectuará al mediodía del día
correspondiente. La expresión "reglamentos" u "ordenanzas", comprende todas
las disposiciones de carácter general dictadas por la autoridad competente en la
materia de que traten.
Por los términos "funcionario público" y "empleado público",
usados en este código, se designa a todo el que participa accidental o
permanentemente del ejercicio de funciones públicas, sea por elección popular o
por nombramiento de autoridad competente.
Con la palabra "mercadería", se designa toda clase de efectos
susceptibles de expendio.
El término "capitán", comprende a todo comandante de
embarcación o al que le sustituye. El término "tripulación", comprende a todos los
que se hallan a bordo como oficiales o marineros.
El término "estupefacientes", comprende los
estupefacientes, psicotrópicos y demás substancias susceptibles de producir
dependencia física o psíquica, que se incluyan en las listas que se elaboren y
actualicen periódicamente por decreto del Poder Ejecutivo Nacional.
El término "establecimiento rural" comprende todo inmueble
que se destine a la cría, mejora o engorde del ganado, actividades de tambo, granja o
cultivo de la tierra, a la avicultura u otras crianzas, fomento o aprovechamiento
semejante. Referencias Normativas: Ley 340.Modificado por: Ley 23.737 Art.40 ((B.O.
11-10-89). Ultimo párrafo incorporado por Ley 25.890. Modificaciones al Código Penal
de la Nación sobre el Delito de Abigeato. Sancionada: Abril 21 de 2004.Promulgada de
Hecho: Mayo 20 de 2004.
DOCTRINA
Las significaciones que este artículo concede a las palabras o conceptos de la ley
son obligatorias, siempre que en los particulares tipos delictivos no resulten expresamente
distintas.
El artículo primero trata la liberación de condenados, para la cual establece que se
efectuará al mediodía del día correspondiente. Esta es una modificación al texto anterior
que daba por cumplida la pena a las cero horas del día siguiente, por lo que el condenado
siempre cumplía un poco más de tiempo que el que le correspondía.
En los delitos culposos se observa la referencia a la “inobservancia de los reglamentos
o deberes a su cargo”, como una de las formas, -junto con la negligencia, la impericia e
imprudencia- de violación al deber de cuidado. La mención de “ordenanzas”, está en los
arts. 189, 196 y 203, son disposiciones de carácter general dictadas por la autoridad
competente.
En cuanto a los conceptos de “funcionario o empleado público”, el derecho
administrativo hace una distinción: el primero representa al Estado ante los administrados,
el segundo actúa en las relaciones internas de la Administración, y no en delegación del
Estado. En cuanto al derecho penal, sería equívoco hacer una distinción, puesto que se le
atribuye a ambos la idéntica condición como “todo aquél que participe accidental o
permanentemente de funciones públicas”, para concluir que lo que importa es esto
último.280
JURISPRUDENCIA
280
Zaffaroni, Eugenio Raúl, “Código Penal”, Ed. Astrea, 2001, p. 642.
debe ser ubicada el día 10 de octubre de ese mismo año, establece en su art 1º que
funcionario público es “ cualquier funcionario o empleado del Estado o de sus entidades,
incluidos los que has sido seleccionados, designados o electos para desempeñar actividades
o funciones en nombre del Estado o al servicio del Estado, en todos sus niveles
jerárquicos”. este tribunal, además, ha tenido oportunidad de precisar que en lo que al
Derecho Penal atañe, lo que da la idea de lo que es un funcionario o empleado público, es la
participación en el ejercicio de las funciones públicas mediante la facultad delegada de
manera permanente o accidental de formar o ejecutar la voluntad estatal para realizar un fin
público” CfedCCorr, sala II, 19/10/2000, “R., C. A. Y otros s/Procesamiento”, c. 16.810
DOCTRINA
JURISPRUDENCIA
DOCTRINA
281
Jiménez de Asúa, “Tratado de derecho Penal”, T. II, p. 721/22.
La reciente ley 25.506 de Firma Digital (2001), ha incorporado un nuevo artículo al
cierre de la Parte General a nuestro Código sustantivo, realizando así la equiparación de
sus conceptos centrales a los fines del derecho penal.
Según lo cita Riquert, la Ley de Firma Digital, publicada en “elDial.com”, diario
jurídico virtual, miércoles 30 de abril de 2003, comenta que la firma digital se presenta
como una herramienta tecnológica cuyo empleo tiene por finalidad brindar seguridad
respecto de la autoría de un documento digital y respecto de la integridad de dicho
documento, ofreciendo garantías de que el mismo no ha sido alterado. Debe ser susceptible
de verificación por terceras partes confiables, de modo tal que resulte factible identificar al
firmante y detectar alteraciones en el documento digital, posteriores a su firma. Aclara que
la autoridad de aplicación creada por la ley 25.506 tiene a cargo determinar los
procedimientos de firma y verificación, conforme estándares tecnológicos internacionales.
La infraestructura de firma digital está integrada por el ente licenciante, las autoridades
certificantes o certificadores de firma digital, los certificados digitales y las autoridades de
registro. El PEN cuenta desde 1998 con el decreto 427/98 que autorizó el empleo de la
firma digital para el perfeccionamiento de actos internos en el ámbito de dicho poder,
siendo la autoridad de aplicación por entonces la Secretaría de Función Pública. El decreto
2628/2002 establece para el ámbito federal lo que se da en llamar una infraestructura de
Firma Digital para ofrecer la autenticación y garantía de integridad para los documentos
digitales o electrónicos y constituir de esa forma la base tecnológica que permita otorgarles
validez jurídica, regulando el funcionamiento de los certificadores licenciados de manera de
garantizar la adecuada prestación de los servicios de certificación. Indica Granero que, dado
que la ley 25.506, siguiendo un criterio internacionalmente aceptado de normativas
“tecnológicamente neutras”, no definió la tecnología a adoptar para la emisión y
reconocimiento de firmas digitales, para evitar su obsolescencia, el decreto delega en la
Jefatura de Gabinete de Ministros, como autoridad de aplicación, la función de establecer
estándares tecnológicos y de seguridad aplicables en consonancia con estándares
internacionales, así como los procedimientos de firma y verificación conforme esos
estándares, las condiciones mínimas de emisión de certificados digitales y las denominadas
Políticas de Certificación, si bien acepta provisionalmente ,los Estándares Tecnológicos de
Infraestructura de Firma Digital establecidos en la Res. 194/98 de la ex Secretaría de la
Función Pública, lo que significa la aceptación expresa de la criptografía de clave
asimétrica.282.
282
Riquert, Marcelo Alfredo, “Protección Penal de la Intimidad en el Espacio Virtual”, Ed. Ediar, 2003, p.23.