RETIRO DE DISCERNIMIENTO

VOCACIONAL
Armas para el Discernimiento
Vocacional



 


U
na persona que se siente llamada por Cristo Resucitado, entra en
una experiencia de comunión y se descubre amada, redimida, y
responsable en la obra de salvación de Dios. La fuerza de su Palabra
y su acción misteriosa hacen irresistible la respuesta del hombre.

Pero mientras camina, se involucra en una aventura espiritual que no es

fácil ni inmediata, y en el paso del tiempo, empieza a enfrentarse a sí mismo y
a sentirse interpelado por la historia y la realidad, por sus propias inconsistencias
y la lucha por responderle a Dios. En el interior de la persona se enfrentan
sentimientos, motivaciones, deseos, amores, aspiraciones, miedos, que
requieren unas armas y una estrategia concreta. No en vano define san Pablo
al cristiano como un soldado de Cristo (2 Tim 2,3).

Comienza una batalla interior que implica sentimientos de incapacidad y

precipitación, hasta dar pasos significativos en el autoconocimiento y la
aceptación. Sólo entonces se toman grandes decisiones y surge el
discernimiento.
Discernir la propia vocación es toda una aventura ¿Cuántas veces
hemos pensado en declinar? Aspirantes en proceso vocacional, jóvenes en
formación o religiosos de votos simples o solemnes, acuden con mayor
frecuencia a amistades, directores espirituales o confesores en busca de una
respuesta o claridad para tomar una decisión importante sobre su vida. En
muchas ocasiones, después de un acompañamiento serio y profundo, logran
encontrar su verdad y comprender la Verdad de Dios en ellos. Pero también
hemos sido testigos de decisiones equívocas a base de autoengaños y falsas
expectativas, que han generado episodios de frustración y desilusión.

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P
or estas y otras razones, el discernimiento ocupa un lugar
privilegiado en el camino de acompañamiento espiritual. Vamos a
compartir contigo tres armas que nos da Cristo resucitado para
discernir nuestra vocación. Para usarlas correctamente ten en cuenta las
siguientes indicaciones:

B
usca un lugar donde puedas entrar en tu corazón, alejado del ruido o
de cualquier distracción. Puedes ir a tu cuarto o a un lugar tranquilo de
tu casa. Jesús tal y como nos lo relatan los evangelios, solía buscar
momentos de intimidad con Dios Padre: “Después de despedir a la multitud,
subió al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo” (Mt 14, 23);
la soledad y el silencio posibilitan el encuentro con Dios.

E
l punto de partida será la fuente donde nace todo discernimiento, es
decir, el corazón humano. Abre tu corazón y deja de lado cualquier
resistencia, miedo o prejuicio.

B
ajo el recurso literario del lenguaje paulino, tomaremos tres armas
espirituales que serán de capital importancia para decidirse por la
voluntad de Dios sobre tu vida.

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1. La espada del Espíritu que es la Palabra de

Dios.

L
a palabra de Dios es un espacio fundamental para escuchar y
comprender el querer de Dios sobre nuestra vida; así lo experimentó
Agustín a lo largo de toda su vida, el contacto con la palabra siempre lo
transformó e iluminó. Su primer encuentro con la palabra lo describe en las
confesiones diciendo que escuchó “una voz procedente de la casa vecina,
una voz no sé si de niño que decía cantando y repitiendo en modo de
estribillo: Toma y lee, toma y lee” (8, 12, 29). Ante esta invitación divina Agustín
tomó el códice del apóstol san Pablo y leyó en la carta a los Romanos 13,13:
Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada
de rivalidades y envidias. Revestíos, mas bien del Señor Jesucristo y no os
preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Conf. 8, 12,
29)
Después de la lectura, el santo cuenta que sintió como si una luz de
seguridad se hubiera derramado en su corazón, ahuyentando todas las
tinieblas de sus dudas.
Esta es la experiencia que debes vivir cada vez que te acercar a la
palabra, una experiencia luminosa que nos permita iluminar las tinieblas de las
dudas que hay en nuestro camino y una oportunidad para afianzar nuestro
encuentro con Dios.

Por esto dice Agustín luego de tener este hermoso encuentro con Dios:
“Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y
fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de
ti, y siento hambre y sed, me tocaste, y me abrasé en tu paz. Cuando me
haya unido a ti con todo mi ser, habrán acabado para mí los dolores y los
trabajos (10, 38-39).
 T
e proponemos un acercamiento a la sagrada escritura, donde
puedas encontrarte y dejarte herir, como enseña san Agustín por su
palabra.

Para este ejercicio te pedimos que tomes el evangelio según san Mateo
capítulo 8, 23-27.

Antes de leer el texto sigue los siguientes pasos:

Ora Con San Agustín

Padre mío
Principio y fundador mío, esperanza y herencia mía, mi casa, mi luz, mi
vida…
por quien discernimos los bienes de los males…
que nos conviertes y nos desnudas de lo que no es…
por quien no nos arrastran los que no creen, ni somos esclavos de los
esclavos…

en quien permanecemos hallándonos firmes…

¡Basta ya de ser juguete de las apariencias!
Enséñame el camino para llegar hasta ti; dame tú la fuerza para el viaje…
Sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus signos; dime
dónde dirigir la mirada para verte…Amén (Soliloquios I, 1,2-6).

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¡
Que Yo Te Conozca! (Escucha a Dios a través de su
palabra)

1. No quieras ir fuera (VR 39, 72). Busco un lugar y un tiempo tranquilos.

Dejo fuera todo aquello que me preocupe o me distraiga.

2. Entra dentro de ti (VR 39, 72). Relajo mis músculos y sereno mi cuerpo.
Enciendo mi corazón deseando este encuentro interior (puedo
servirme de un canto o imagen sugerente). Me descubro en la
presencia de Jesús; el Maestro interior, queriendo iluminar mi vida con
su Palabra.

3. ¡Dame lo que me pides! (Conf. 10, 31, 45). Dejo que su mirada
amorosa pase por mis vacíos y carencias. Le expreso lo que siento, lo
que estoy necesitando; le pido que Él pueda empapar esta sequedad
mía con su Palabra. Le pido que se abran mi corazón y mi
entendimiento a su orientación y su mensaje.
4. Toma y lee (Conf. 8, 12, 29). Hago lectura orante de la palabra de Dios
que la liturgia ofrece para este día; despacio, con calma y sin apuro.
Lo releo palabra por palabra. Me imagino el lugar donde sucede. Tal
vez me vea en alguno de sus personajes. Me detengo en lo que más
me llega, y lo identifico con mi vida y con lo que me está pasando.
Me dejo tocar. Me convenzo de que en ello Dios está hablándome.
Ante esta Palabra suya, guardo silencio; lo escucho.

5. Trasciéndete (VR 39, 72). Saboreo la sorpresa de este encuentro y las

luces o nuevos sentimientos que puedan surgir. Converso con Jesús
sobre lo que he sentido y descubierto. No sólo mi voz; dejo hablar a mi
corazón en amistad, libertad y espontaneidad. Dejo espacios de
silencio para seguir
escuchando. Luego me
despido con un momento
especialmente íntimo,
dándole gracias y pidiéndole
fuerzas para poner en @Vocaciones_OAR
práctica lo que Él ha
esclarecido en mí. @Vocaciones_OAR
 ¡ Que Yo Me Conozca! (Para compartir con mi acompañante Espiritual)

¿Durante la oración me sentí realmente acompañado? ¿Fue un diálogo

con Dios o un monólogo?

Qué sentimientos más fuertes tuve durante la oración. Les doy nombre: paz,
alegría, confianza, ánimo, valor, sentido de la vida, deseos de trabajar por
los demás; ansiedad, miedo, sentimiento de fracaso, angustia, tristeza,
desconfianza, desánimo, oscuridad, confusión.

¿Qué frase, personaje o escena de la Palabra de Dios resonaron en mi

corazón?

¿Hubo distracciones o imágenes que dispersaran mi oración? Si es así, ¿qué

provocaron en mí?

Luego de esta oración, ¿ha cobrado fuerza alguna claridad para mi vida y
discernimiento vocacional, en qué sentido?

¿Descubro alguna invitación de Dios: deseos, llamadas que haya

experimentado? ¿Cuáles son? (reconciliarme con alguien, cumplir con
algún compromiso, abandonar una relación inconveniente, aceptar su
llamado…).

¿Sentí alguna especial dificultad, miedo o resistencia ante esas llamadas,

inspiraciones o deseos?

¿Con qué nombre recordaré esta oración?

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2. Escudo de la fe. Ejercicio espiritual de

Conversión

T
al y como lo enseñó el papa Benedicto XVI, “apenas hay un santo que
nos resulte tan cercano, tan comprensible, como san Agustín, en cuyas
obras podemos encontrar toda la profundidad y la altura de lo humano,
todas las preguntas e indagaciones que nos siguen moviendo hoy día”. Su
comprensión profunda del hombre y su vuelta a Dios, permiten que cualquier
ser humano se apropie de la experiencia agustiniana y la haga vida. Podemos
ver en nuestra propia historia aquel joven africano que por muchos años vivió
alejado de la fe y de la Iglesia, y que gracias a las oraciones de su madre
Mónica, llega de nuevo a la casa del Padre.

Sobre su conversión escribe en su obra las Confesiones:

“Quiero recordar mis pasadas fealdades y las carnales inmundicias de mi

alma, no porque las ame, sino por amarte a ti. Dios mío. Por amor de tu amor
hago esto, recorriendo con la memoria, llena de amargura, aquellos mis
caminos perversísimos, para que tú me seas dulce, dulzura sin engaño,
dichosa y eterna dulzura, y me recojas de la dispersión en que anduve
dividido en partes cuando, apartado de ti, uno, me desvanecí en muchas
cosas. Porque hubo un tiempo de mi adolescencia en que ardí en deseos de
hartarme de las cosas más bajas, y me arriesgué con varios y sombríos amores,
y se marchitó mi hermosura, y me volví podredumbre ante tus ojos por
agradarme a mí y desear agradar a los ojos de los hombres” (Conf. 2, 1, 1).
La experiencia de vida agustiniana es parte del carisma agustino recoleto:
vivir en continua conversión. De hecho, la conversión cristiana, debe ser
entendida como un proceso que recoge toda la existencia humana, y la
reconcilia con la gracia de
Dios.

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L
a transformación del corazón de san Agustín, la fascinación por Cristo, y el
amor a la sabiduría y a la verdad, no fueron un simple momento fugaz,
sino un proyecto continúo hasta la unión definitiva con Dios. Por eso su
“conversión” tiene un carácter dinámico y permanente. Vivió un primer
encuentro con Dios a través de la Sagrada escritura y la celebración
sacramental del bautismo, recorriendo un camino que solamente culminó en
la vida eterna.
Toma y lee Gálatas 5, 16-26
“Por tanto les pido: Caminen según el espíritu y no se dejen arrastrar por
los apetitos desordenados. 19En cuanto a los frutos de los apetitos
desordenados son bien conocidos:  adulterio, relaciones sexuales fuera
del matrimonio, desenfreno, 20  infidelidad, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, iras, contiendas, desacuerdos, falta de fe, 21  envidias,
peleas, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales los amonesto, como ya lo he dicho antes, que los que practican
tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22  Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fe,
23  mansedumbre, dominio de sí mismo; contra tales cosas no hay ley.
24  Pero los que son de Cristo han crucificado sus apetitos desordenados

con sus pasiones y malos deseos. 25  Si vivimos por el Espíritu, andemos
también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanidosos, irritándonos unos a
otros, envidiándonos unos a otros”.
El encuentro con el Señor debe movernos a una vida en el Espíritu, una
transformación de nuestra mente y corazón. Esto fue lo que experimentó san
Agustín en su conversión:
¿Qué cambios está pidiendo Dios a tu vida en este momento?
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¿Qué frutos encuentro en mi vida en este momento?

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_____________________________________________________________.

Si has sintonizado con la experiencia de san Agustín y san Pablo, no crees que
Dios te esté pidiendo una revisión de tu vida. ¿Hace cuánto no realizas una
buena confesión sacramental? Termina este ejercicio con un examen de
conciencia Agustiniano que te prepare para la confesión.
Estos pasos te orientarán en tu examen:

1 V
. Oración Agustiniana
olved, pues, pecador al corazón y adheríos a él, que es
vuestro Hacedor. Estad con él, y permaneceréis estables;
descansad en él, y estaréis tranquilos. ¿A dónde vas por
ásperos caminos, adonde vas? El bien que amáis, de él proviene, mas
sólo en cuanto a él se refiere es bueno y suave; pero justamente será
amargo si, abandonado Dios, injustamente se llega a amar lo que de él
procede. ¿Por qué andas aún todavía por caminos difíciles y
trabajosos? No está el descanso donde lo buscáis. Busquen lo que
buscan, pero sepan que no está donde lo buscan. Buscas la vida en la
región de la muerte: no está allí. ¿Cómo hallar vida bienaventurada
donde no hay vida siquiera? (conf. 4, 18).

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2“ . Examen del Amor:
Ante todo, queridos hermanos, amemos a Dios; después, también al
prójimo, porque éstos son los mandatos principales que se nos han
dado”. (Regla 1,1).
Amemos a Dios...
- ¿Amas a Dios sobre todas las cosas? ¿Me acerco a él con la confianza
de un hijo a su padre?
- ¿Hago con desgano las cosas que se refieren a Dios? ¿Me acuerdo del
Señor a lo largo del día? ¿Rezo en algún momento de la jornada?
- ¿Me he interesado por estar en comunión con Dios? ¿He recibido al
Señor en la Sagrada Comunión teniendo algún pecado grave en mi
conciencia? ¿He callado en la confesión por vergüenza algún pecado
mortal?
- ¿He jurado sin necesidad o sin verdad? ¿He practicado la superstición,
brujerías (tarot, lectura de mano, predicción del futuro etc) o el
espiritismo?
- ¿He faltado a la Eucarística los domingos o días de precepto?
Amemos también al prójimo…
- ¿Manifiesto respeto y cariño a mis familiares? ¿Estoy pendiente y
ayudo en el cuidado de mis padres o familiares si lo necesitan? ¿Soy
amable con los extraños y me falta esa amabilidad en la vida de
familia? ¿Tengo paciencia?
- ¿Permito que actividades superficiales ocupen el tiempo y energías
que corresponden a mi familia o amigos? ¿Me dejo llevar por la pereza
en mis deberes?
- ¿Respeto la vida humana? ¿He cooperado o alentado a alguien a
abortar, a la eutanasia o cualquier otro medio que atente contra la vida

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- ¿Deseo el bien a los demás, o albergo odios y realizo juicios críticos?

¿He sido violento verbal o físicamente en familia, en el Colegio, trabajo,
o en otros ambientes? ¿He dado mal ejemplo a las personas que me
rodean? ¿Les corrijo con cólera o injustamente?
- ¿Procuro cuidar mi salud? ¿He tomado alcohol en exceso? ¿He
consumido drogas?
- ¿He mirado vídeos o páginas web pornográficas? ¿He sido causa de
que otros pequen por mi conversación?
- ¿Vivo la castidad? ¿He tenido relaciones sexuales o practicado
autoerotismo? ¿He consentido pensamientos, deseos o sensaciones
impuras?
- ¿He tomado dinero o cosas que no son mías? ¿En su caso, he restituido
o reparado?
- ¿He gastado dinero para mi comodidad o vanidad personal
olvidando mis responsabilidades hacia otros y hacia la Iglesia? ¿He
desatendido a los pobres o a los necesitados? ¿Cumplo con mis
deberes de ciudadano?
- ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse?
¿He descubierto, sin causa justa, defectos graves de otras personas?
¿He hablado o pensado mal de otros? ¿He calumniado?

3A
. Oración final: Te amo a ti solo
hora te amo a ti solo; a ti solo sigo y busco; a ti solo estoy
dispuesto a servir, porque tú solo justamente señoreas; quiero
pertenecer a tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que
quieras; pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus
signos; destierra de mí toda ignorancia para que te reconozca a ti. Dime a
dónde debo dirigir la mirada para verte a ti, y espero hacer todo lo que
mandares. Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre (sol. 1, 1,
5).

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 3. La rectitud como una “coraza”.  Mis
motivaciones Vocacionales

T
odo discernimiento debe conducir a una elección válida, libre,
responsable, generosa, acorde al diseño del Padre sobre la persona
llamada. Esto sólo se alcanza con un proceso de madurez de las
motivaciones, que de no hacerse, la autoreflexión y el acompañamiento
resultan incompletos e incluso inútiles.

La motivación es más que un simple deseo o ganas de tomar una decisión. Es

tarea de la persona completa, con sus fuerzas, corazón, inteligencia,
voluntad, iluminado por la fe y sostenido en un amor oblativo. La auténtica
motivación parte de una voluntad movida por el amor de Dios que lo invita a
consagrarse a Jesús, incluso si esto implica dificultades y renuncias.

Ahora que empiezas tu proceso piensa qué te motiva ser religioso. En ese
proceso puede haber algunas motivaciones auténticas, válidas y pueden
coexistir otras no tan válidas que se necesitan purificar.

Escribe tu historia vocacional e identifica en ella todas los

acontecimientos, experiencias, encuentros que han hecho
que tu voluntad se incline a ser religioso. Examina que
motivaciones encuentras en tu historia de acuerdo al
siguiente cuadro.



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 Motivaciones Auténticas Motivaciones Inauténticas
Se busca la vida religiosa inspirado Se busca la vida religiosa para
en un amor total y exclusivo que resolver un conflicto económico.
viene de Dios.

Se busca la vida religiosa como una Se busca la vida religiosa como un

respuesta libre a una llamada refugio emocional o afectivo; como
personal de Dios. una obligación o complacencia
familiar.

La vida religiosa es el espacio La vida religiosa es un medio para

donde se puede servir a la Iglesia y poder estudiar o tener un título
la comunidad. profesional.

El voto de castidad brota de una Hacer el voto de castidad es el

sexualidad sana y madura, en la refugio para problemas de tipo
q u e s e b u s c a a m a r a D i o s sexual.
exclusivamente y a su Iglesia.

EL llamado de Dios se experimienta A través del sacerdocio se va

como una llamada a identificarse alcanzar un status social.
con Cristo pobre para servir a los
pobres.

Se busca ser religioso por una Se busca ser religioso pues no se

inquietud y experiencia de amor tuvo éxito en las relaciones de
sobreabundante de Dios que invita pareja.
a dejarlo todo por él.

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