El Misterio de La Santísima Trinidad
El Misterio de La Santísima Trinidad
El Misterio de La Santísima Trinidad
Conceptos básicos
La segunda Persona de la Trinidad: Los evangelios nos revelan que Jesús es “el Verbo que en
el principio estaba junto a Dios y que era Dios”(Jn 1,1), como “la imagen del Dios invisible”
(Col 1,15), como “el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia” (Hb 1,3). El Hijo es
“consubstancial” al Padre, es decir, un solo Dios con él. “El Hijo Único de Dios, nacido del
Padre antes de todos los siglos, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios engendrado no creado,
consubstancial al Padre”-
Apropiaciones
La trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una
sola y misma operación. “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las
criaturas, sino un solo principio”. Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común
según su propiedad personal. La apropiación consiste en un modo especial de predicar de
una sola persona un atributo o una operación divina común a las tres. Por lo tanto, crean las
Tres, redimen las Tres y santifican las Tres. Pero, por Apropiación o Atribución, se adjudica a
alguna de Ellas determinada obra: Por ejemplo, la Creación se “atribuye” al Padre. La
Redención, al Hijo. La Santificación, al Espíritu Santo.
Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el
“designio benevolente” (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo
amado, “predestinándonos a la adopción filial con Él” (Ef 1,4-5), es decir, “a reproducir la
imagen de su Hijo” (Rm 8, 29) gracias al “Espíritu de adopción filial” (Rm 8,15). Este designio
es nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda
la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya
prolongación es la misión de la Iglesia. Toda la economía divina, obra a la vez común y
personal, da a conocer la propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la
vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún
modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo,
lo hace porque el Padre lo atrae (Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (Rm 8,14).
Las misiones se dividen en visibles e invisibles, según que la nueva presencia de la persona
enviada sea perceptible por los sentidos o no. Ejemplos de misión sensible/visible son la
encarnación del Logos (misión sustancial) y la misión del Espíritu Santo bajo el símbolo
sensible de una paloma o de lenguas de fuego (misión representativa). La misión invisible
tiene lugar cuando Dios confiere la gracia santificante, y tiene por fin la inhabitación de Dios
en el alma del justo. Tal inhabitación es atribuida, generalmente , en la Sagrada Escritura, al
Espíritu Santo. Pero con el Espíritu Santo vienen también el Padre y el Hijo al alma del justo
para morar en ella.