El Misterio de La Santísima Trinidad

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El misterio de la Santísima Trinidad

El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el


misterio de Dios en sí mismo. Es la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que
los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en el cristianismo.

La trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno


de los misterios escondidos en Dios “que no pueden ser
conocidos si no son revelados desde lo alto”. La intimidad
de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio
inaccesible a la sola razón (incluso a la fe de Israel antes
de la encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu
Santo).

Conceptos básicos

 “Substancia” (“esencia” o “naturaleza”) designa el ser divino en su unidad= La


trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas. “La
trinidad consubstancial”. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino
que cada una de ellas es enteramente Dios: “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el
Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es
decir, un solo Dios por naturaleza”. “Cada una de las tres personas es esta realidad,
es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina”. En Dios hay un solo ser, una
sustancia y esencia, una misma naturaleza divina. En Dios sólo hay distinción por las
relaciones que se dan entre las personas: la paternidad y la filiación, la procesión y la
espiración.
 “Persona” o “Hipóstasis” designa al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción
real entre sí; Las personas divinas son realmente distintas entre sí. “Dios es único
pero no solitario”. “Padre”, “Hijo”, “Espíritu Santo” no son simplemente nombres que
designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: “El que es
el Hijo no es el Padre y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el
Padre o el Hijo”. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen. “El Padre es
quien engendra, el Hijo quien es engendrado y el Espíritu Santo es quien procede”.
La Unidad divina es Trina.
 “Relación” designa que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.
Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de la Personas entre
sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en la relaciones que las
refieren unas a otras. “En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido
al Hijo, el Hijo lo es al padre, el Espíritu Santo lo es a los dos, sin embargo, cuando se
habla de estas tres Personas considerando la relaciones se cree en una sola
naturaleza o substancia”. “A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo
en el Espíritu Santo; El Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu
Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo”.
Las Tres Persona divinas

La primera Persona de la Trinidad: El nombre de “Padre”, el lenguaje de la fe indica


principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente y
que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Jesús ha revelado
que Dios es “Padre” en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es
eternamente Padre en relación a su Hijo único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación
a su Padre: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27).

La segunda Persona de la Trinidad: Los evangelios nos revelan que Jesús es “el Verbo que en
el principio estaba junto a Dios y que era Dios”(Jn 1,1), como “la imagen del Dios invisible”
(Col 1,15), como “el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia” (Hb 1,3). El Hijo es
“consubstancial” al Padre, es decir, un solo Dios con él. “El Hijo Único de Dios, nacido del
Padre antes de todos los siglos, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios engendrado no creado,
consubstancial al Padre”-

La tercera Persona de la Trinidad: Jesús anuncia el envío de “otro Paráclito” (defensor), el


Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (Gn 1,2), estará ahora junto a los discípulos
y en ellos (Jn 14,17), para enseñarles (Jn 14,16) y conducirlos “hasta la verdad completa” (Jn
16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al
Padre. El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es
enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo
en persona, una vez que vuelve junto al padre (Jn 14,26; 15,26. El envío de la persona del
Espíritu tras la glorificación de Jesús (Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa
Trinidad.

Apropiaciones

La trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una
sola y misma operación. “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las
criaturas, sino un solo principio”. Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común
según su propiedad personal. La apropiación consiste en un modo especial de predicar de
una sola persona un atributo o una operación divina común a las tres. Por lo tanto, crean las
Tres, redimen las Tres y santifican las Tres. Pero, por Apropiación o Atribución, se adjudica a
alguna de Ellas determinada obra: Por ejemplo, la Creación se “atribuye” al Padre. La
Redención, al Hijo. La Santificación, al Espíritu Santo.

Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el
“designio benevolente” (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo
amado, “predestinándonos a la adopción filial con Él” (Ef 1,4-5), es decir, “a reproducir la
imagen de su Hijo” (Rm 8, 29) gracias al “Espíritu de adopción filial” (Rm 8,15). Este designio
es nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda
la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya
prolongación es la misión de la Iglesia. Toda la economía divina, obra a la vez común y
personal, da a conocer la propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la
vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún
modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo,
lo hace porque el Padre lo atrae (Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (Rm 8,14).

Las misiones “hacia fuera”

1. La del Hijo enviado por el Padre. Es la encarnación redentora.


2. La del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, para dar testimonio de Jesús
Resucitado, recrear la Iglesia y santificar a los hombres.

Las misiones se dividen en visibles e invisibles, según que la nueva presencia de la persona
enviada sea perceptible por los sentidos o no. Ejemplos de misión sensible/visible son la
encarnación del Logos (misión sustancial) y la misión del Espíritu Santo bajo el símbolo
sensible de una paloma o de lenguas de fuego (misión representativa). La misión invisible
tiene lugar cuando Dios confiere la gracia santificante, y tiene por fin la inhabitación de Dios
en el alma del justo. Tal inhabitación es atribuida, generalmente , en la Sagrada Escritura, al
Espíritu Santo. Pero con el Espíritu Santo vienen también el Padre y el Hijo al alma del justo
para morar en ella.

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