Pequeño Análisis Del Poema "Amiga" de Pedro Salinas: para Cristal Te Quiero, Nítida y Clara Eres
Pequeño Análisis Del Poema "Amiga" de Pedro Salinas: para Cristal Te Quiero, Nítida y Clara Eres
Pequeño Análisis Del Poema "Amiga" de Pedro Salinas: para Cristal Te Quiero, Nítida y Clara Eres
En 1927, en una entrevista que le hicieron a pedro salinas (poeta español adscrito a la
generación del 27) le preguntaron por la poesía. Salinas, sin ir más lejos, dijo: “es un viaje hacia
lo absoluto”. Esta definición tan mística, nos permite vislumbrar la concepción de la poesía por
el poeta: sería un tránsito que, desde el principio, nos convierte en plenos viajeros y por tanto,
espectadores de ese paisaje que es la poesía. Ahora bien, ese “absoluto” no podríamos
definirlo porque toda definición es insuficiente. La definición, quizá, que más se le puede
acercar sería la de éxtasis. Ese éxtasis seria la llegada, la culminación del proceso poético, la
entrega total del poema al lector que, iniciando el mismo la lectura del poema, da de nuevo
comienzo al tránsito.
Pedro salinas fue, quizá, el poeta, de la generación del 27, que más canto al amor. En los
versos de salinas los amantes viven entregados a la contemplación de cada uno en su amor.
La “felicidad inminente” (así se llama uno de sus poemas), a los amantes los ha cobijado;
sienten que esa felicidad, por tanto tiempo esperada y amada, llegara pronto. Gozan de
felicidad y de anhelos amorosos, expresados en la pureza e inocencia de cada uno:
La presencia de la amada es tan pura que poete no la ve, por eso la nombra “invisible”. Sin
embargo, el reconoce la presencia de la amada, sabe que está ahí, al frente suyo, mas no la ve
por su propia pureza. No la puede ver, es decir, sus ojos no la ven, pero el, como se dijo
anteriormente, reconoce y tiene la plena seguridad de que es “verdadera”. Por último, el
poeta sabe que, por donde mire, el cristal que es su amada va a estar ahí, porque a través de
ese cristal, ve, reconoce y siente el mundo. Después el poeta rechaza mirar en el espejo, o
mejor dicho, no quiere mirarse; no quiere recordar su cuerpo: realidad carnal; por eso la
vehemencia al negar el reflejo que el espejo le daría.
…secar casi con alegría rojos charcos dejados por el vendaval la noche anterior
Los rojos charcos, o sea la sangre, simbolizan la muerte, o más exactamente, violencia. Las
personas del aseo limpian con “alegría” aquella sangre; esto quiere decir que, para ellos, ya se
convirtió en su propia rutina y están tan acostumbrados a hacer las mismas acciones que, lejos
de sorprenderlos o afligirlos, los divierte y hace reír. A consecuencia de lo anterior, la sangre
de otra persona importa poco. La “alegría “de los hombres del aseo, representa la indiferencia
de la misma sociedad. El “vendaval” es signo de desgracia, de infortunio. La poeta no precisa a
que desgracia se refiere, solo deja clara que la tragedia fue la noche pasada. De esa “noche
anterior”, solo queda la sangre: único rastro transitorio del ser humano en el mundo.
El cangrejo se libra de su anhelo. Se da cuenta de la verdadera realidad del hombre, por eso,
“asustado”, comprende que es “feliz”; se siente dichoso de ser un cangrejo, de ser un solo un
animal, tranquilo en su vivir. El “retroceder” se puede interpretar como el abandono de los
propósitos que antes anhelaba; el volver a ser el cangrejo que era, solo preocupado de sus
necesidad como animal. También “ríe” haciendo mofa del destino del ser humano. El, por el
contrario, al darse cuenta de la abyección del ser humano, se siente satisfecho y privilegiado.
Por otra parte, lo que quiere la poeta en la doble reiteración de las estrofas tercera y cuarta, es
hacer un énfasis en las acciones del animal, lo cual da vigor y resolución a las decisiones del
cangrejo. Finaliza el poema de esta manera: