Osvaldo Picardo - Mar Del Plata PDF
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Osvaldo Picardo
Goles Rosas
Colección Suplementario
Primera Edición: Edición Martín, Colección La Pecera (2005)
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Índice
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No sabés qué hay al otro lado del horizonte,
donde éste termina con el día. No es una barca
que por cierto flota petrificada entre las nubes.
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Las ciudades son absurdas
Se astilla en miles de conciencias hasta que alcanzan
obligadas a la consideración y al lenguaje. la playa del hábito y del amor.
Y pronto, como el aire, todo es un lugar común.
Imponen un tiempo
y una mirada
que no eran tuyas.
saludarnos diariamente,
hablar de las mismas cosas
y aplastarnos …
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Quienes viven en la calle
No hay ciudad eterna, llevan una vida de perros. Así un hombre
lo sabemos. que de tanto revolver la basura
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Nada más intrascendente que una hormiga. Apenas son rastros, casi ruinas,
Leo. Y esa clase de intrascendencia -pienso- y no es poco:
heredará, algún día, la tierra. antes toda distancia era invisible.
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Hay un cuadro de Hopper Debería hablar sobre el mar,
que me recuerda caprichosamente el que le da nombre a la ciudad
la ciudad en que nací. tanto como que la niega.
Ventanas en la noche.
En primer plano, El mar -decir por ejemplo- respira.
por efecto de la luz y la sombra, Suben y bajan, apoyados, tres patos marinos.
una cadera de mujer y un codo Y sobre el ronquido de su sueño
indican un brusco movimiento
que una de las ventanas recorta. se sostiene el insomnio del pescador.
Es una historia que no necesita No está un marinero pensando en las playas
principio ni fin. de un vago, lejano, brumoso país…
La ciudad insiste en aparecer
en la tela del pintor. Me viene en cambio, la imagen del pescador.
De su espera larga, en la escollera.
También, para mí, Horas bajo el farol, horas de termo y de radio.
he creado mi propia tela.
No existió antes ni después. Y el brillo de unos ojos muertos
El inmigrante y el desterrado que traducen la incógnita de otro mundo.
me entienden. No es el mar, sino una caña en el tiempo.
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Esta ciudad fue construida
sólo se vive, cierto: sobre las ruinas de otras. Hubo
Sin olvido. una Costa Galana
Sin perdón.
y un saladero portugués
con una capilla colonial
que aún se conserva.
Dicen
-hay fotos para probarlo-
que también fue Biarritz.
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La ciudad se va llenando de filiaciones, Los cadáveres y las estatuas son parecidos,
va zurciendo la memoria mantienen la identidad del frío y se vuelven
con las grietas de la impaciencia. maneras -como en aquel poema de Ritsos-
Los trenes, los aviones, los autos de cuidar contra nosotros mismos
se concentran en la distracción del tiempo. así como contra los enemigos,
Y ellos mismos disuelven los espacios. a nuestros muertos.
¿No hay dos lugares que concuerden No son los héroes, tampoco los fundadores.
exactamente? Se pregunta. Estos se elevan del bronce que los militares adoraron
¿No hay dos colores iguales o se olvidan tras el bautismo de una calle.
en los otoños de una plaza?
Los otros cadáveres, en cambio, no tienen lugar:
Esta esquina me recuerda otra María Leticia Filosi, Marlene Michensi,
cuando era chico. Débora San Martín, las prostitutas de La Perla…
Un almacén abandonado
de milnovecientos veinte con un nombre Y Fernando Hallgarten, José Luis Musmeci,
en ruinas: El Progreso. Carlos Mendoza, Lidia Renzi, Ignacio Suárez…
Nombres en lugar de cuerpos, en lugar de un lugar.
El boulevar Colón y una lechería
Laponia con un heladero Ellos abordan la sombra de un "ángel rubio"
gigante y dolicocéfalo... cuando el verano los monstruos disfraza
de socios de una playa grande...
Todo es la fijeza extraña del agua
y en ella, los jeroglíficos Lo desaparecido aparece, entonces,
de un lobo marino entre las barcas. insepulto en el barro del arroyo invisible,
pero todavía adentro, con su oscuridad forzada.
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será la cifra impar de sus hijos. Hubo también un arroyo
que se llamó Las Chacras.
¿Qué otras imágenes unen lo que no existe
a lo que existe, y así en lo sucesivo? Ni siquiera fue un río
como el Arno o el Támesis,
¿Cómo algo tan fuerte lo desata, un día,
un simple, absurdo manotazo de viento ? pero su naturaleza de víbora
y sus desbordes obstinados
hicieron de largo muro
entre las luces del Hotel Bristol
y el miasma de animales y obreros muertos.
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las calles y desbarata los planes de una tarde. A principios del siglo XX, mi abuelo
fue albañil y fue socialista. Algo
Vuelve con el verano y las lluvias, desde su entierro, de su pasado me queda
con el ineluctable convencimiento del agua en una foto perdida y en un cuadro:
amordazada por la época y por los ingenieros. Episodio de la fiebre amarilla.
El albañil y el socialista
harán su casa sobre el arroyo, sobre
lo que fuera inundación y barrio pobre.
Rosa se llamará su amor. Y tres
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