Wolf - El Estudio de Los Efectos A Largo Plazo
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Wolf - El Estudio de Los Efectos A Largo Plazo
Mauro Wolf
Este paradigma resulta hoy profundamente modificado, algunas de sus aserciones han sido
abandonadas o transformadas: es decir, se ha pasado de los efectos entendidos como cambios a
corto plazo a los efectos entendidos como consecuencias a largo plazo.
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el centro de la problemática de los efectos está pues la relación entre la acción constante de los
mass media y el conjunto de conocimientos sobre la realidad social, que da forma a una
determinada cultura interviniendo en ella de forma dinámica. En esta relación son importantes tres
características de los media: la acumulación, la consonancia, la omnipresencia (Noelle
NEUMANN, 1973).
El concepto de acumulación se refiere al hecho de que la capacidad de los media de crear y
sostener la importancia de un tema es el resultado global (obtenido después de un cierto tiempo)
de la forma en que funciona la cobertura informativa en el sistema de comunicaciones de masas.
Es decir, no efectos puntuales, sino consecuencias vinculadas a la repetitividad de la producción
de comunicación de masas.
La consonancia va unida al hecho de que en los procesos productivos de la información los rasgos
comunes y los parecidos tienden a ser más significativos y numerosos que las diferencias (véase
capítulo 3), lo que lleva a mensajes sustancialmente más parecidos que diferentes.
El concepto de omnipresencia, por último, concierne no sólo a la difusión cuantitativa de los
media, sino también al hecho de que el saber público -el conjunto de conocimientos, opiniones,
actitudes, difundido por la comunicación de masas- tiene una cualidad particular: es públicamente
conocido que el mismo es públicamente conocido.
Esto refuerza la disponibilidad a la expresión y a la visibilidad de los puntos de vista difundidos por
los media, y por tanto el poder de configuración que dicha visibilidad tiene sobre los que aún no
han elaborado una posición propia. El resultado final, con frecuencia, es que la distribución efectiva
de la opinión pública se regula y se adapta sobre la reflejada por los media, según un esquema de
profecía que se autoverifica. En síntesis, por tanto, la nueva problemática de los efectos analiza
los procesos y las formas con los que los medios de comunicación de masas «establecen las
condiciones de nuestra experiencia del mundo más allá de las esferas de interacciones en las que
vivimos» (FISHMAN, 1980, 12).
2. La hipótesis de la «agenda-setting»
En el ámbito de los campos descritos en el anterior apartado, ocupa un lugar importante la
hipótesis de la agenda-setting. Esta sostiene que:
como consecuencia de la acción de los periódicos, de la televisión y de los demás medios de información,
el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos
específicos de los escenarios públicos. La gente tiende a incluir o a excluir de sus propios conocimientos
lo que los media incluyen o excluyen de su propio contenido. El público además tiende a asignar a lo que
incluye una importancia que refleja el énfasis atribuido por los mass media a los acontecimientos, a los
problemas, a las personas (SHAW, 1979, 96).
Esta formulación clásica de la hipótesis se inscribe en la línea que va de Lippmann a los Lang y a
Noelle Neumann: «la hipótesis de la agenda-setting no sostiene que los media procuran persuadir
[...]. Los media, al describir y precisar la realidad externa, presentan al público una lista de todo
aquello en torno a lo que tener una opinión y discutir (...]. El presupuesto fundamental de la
agenda-setting es que la comprensión que tiene la gente de gran parte de la realidad social es
modificada por los media» (SHAW, 1979, 96, 101).
Como afirma COHEN, si bien es verdad que la prensa «puede no conseguir la mayor parte del
tiempo decir a la gente lo que debe pensar, es sorprendentemente capaz de decir a los propios
lectores en torno a qué temas deben pensar algo» (1963, 13).
Antes de exponer algunos ejemplos de estudios realizados en este ámbito, conviene precisar los
aspectos generales de la hipótesis.
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configura a partir de dos niveles: a) el «orden del día de los temas, argumentos, problemas,
presentes en la agenda de los media; b) la jerarquía de importancia y de prioridad con la que
dichos elementos son dispuestos en el «orden del día».
«La manera de jerarquizar los acontecimientos o los temas públicos importantes, por parte de un
sujeto, es similar a la valoración que operan los media de los mismos problemas, pero sólo si la
agenda de los media es valorada sobre un largo período de tiempo, como un efecto acumulativo»
(SHAW, 1979, 102). La especificación, junto con el hecho de limitar la influencia al ámbito
cognoscitivo, por un lado explica el éxito de la hipótesis, por otro está en la base de su impasse
metodológico y de las dificultades de una comprobación empírica que pretenda superar el carácter
genérico de la formulación inicial. Ello obliga sobre todo a recurrir a métodos y aproximaciones que
se salen de los instrumentos que suelen utilizarse en la comprobación (análisis de contenido y
cuestionarios). Efectivamente, se ha abierto una curiosa contradicción: respecto a la hipótesis de la
agenda-setting, las problemáticas de los procesos de mediación simbólica y de los mecanismos de
construcción de la realidad son extremadamente pertinentes, así como es crucial el entero marco
de la sociología del conocimiento. Sin embargo, en el corpus de investigaciones las huellas de
dichas pertinencias teóricas están ausentes casi por completo, así como aparece débil la
conciencia de la utilidad de otras disciplinas (psicología cognoscitiva, semiótica textual). Nos
hallamos pues ante una orientación de análisis surgida en una matriz de tipo sociológico-
politológico, que señala problemas para los que la complementariedad de los modelos teóricos es
de hecho indispensable, pero que en la práctica de análisis todavía no ha desarrollado
adecuadamente dicha conciencia.
es decir, son demasiado fragmentarias para tener un significativo efecto de agenda. Las
características productivas de los informativos televisivos no permiten por tanto una eficacia
cognoscitiva duradera, mientras que, al contrario, la información impresa posee todavía la
capacidad de indicar eficazmente la distinta importancia de los problemas presentados. «La
información impresa proporciona a los lectores una indicación fuerte, constante y visible de
relevancia» (MCCLURE-PATTERSON, 1976, 26), mientras que normalmente la televisiva tiende a
achatar la importancia y el significado de lo que es transmitido.
Se trata de un punto de integración entre la hipótesis de agenda-setting y otros tipos de análisis:
en mi opinión, en efecto, las modalidades de mediación simbólica de los media pueden
comprenderse mejor extendiendo el análisis a las constricciones y condiciones productivo-
profesionales que vinculan la construcción de los textos difundidos por la comunicación de masas.
Como en este terreno los estudios de newsmaking (véase capítulo 3) se desembarazan de
cualquier teoría «conspirativa» (véase 1.8), las eventuales sobrevaloraciones del efecto agenda-
setting son «frenadas» por el estudio sobre las características constitutivas y productivas de la
información televisiva cotidiana.
La distinta eficacia de agenda-setting entre información televisiva e impresa es también confirmada
por un trabajo más amplio y detallado de PATTERSON-McCLURE (1976) sobre el impacto de la
televisión en los conocimientos de los electores. Los temas fundamentales de la confrontación
política son sistemáticamente penalizados en favor de los elementos de competición, del «folklore»
político, del curso de la campaña de los candidatos en liza. «Los canales televisivos subestiman,
minimizan los temas electorales. Muchas opiniones de los candidatos sobre los temas principales
son totalmente ignoradas. Cuando no lo son, raramente constituyen el único argumento de la
noticia. Con más frecuencia, cuando los canales refieren algo sobre un tema, la noticia está
cargada de muchos perifollos para hacerla visualmente interesante. Ello da lugar a una cobertura
de los temas tan superficial que resulta carente de significado» (PATTERSON-McCLURE, 1976,
36).
La información televisiva cotidiana presenta por tanto una situación de aprendizaje imposible: el
público es asediado por informaciones fragmentarias, totalmente inapropiadas para formar un
marco cognoscitivo adecuado a las opciones que el elector deberá llevar a cabo.
A conclusiones similares llega un estudio sobre la cobertura de un canal televisivo americano en la
Convention demócrata de Miami Beach de 1972 (PALETZ-ELSON, 1976). La enfatización de las
controversias, de los aspectos insólitos, el acento en los candidatos principales (en detrimento de
la actividad de los delegados), la penalización de los temas discutidos y de la propia discusión, el
acento puesto en los elementos de conflicto y de dramatización, son factores que contribuyen de
forma determinante a hacer que dichas características sean atribuidas más a la naturaleza del
hecho político que a la lógica de su representación televisiva.
El estudio de PATTERSON (1980) sobre la elección presidencial americana de 1976 proporciona
una ulterior confirmación. «Al cubrir la campaña presidencial de 1976, la prensa dedicó su mayor
atención a la batalla emprendida por los candidatos en la lucha por la presidencia, relegando a un
segundo plano los problemas más generales de política y de leadership nacionales [...]. Ganar o
perder, estrategias y organizaciones, mítines y tácticas fueron los temas dominantes de los
informativos cotidianos. La sustancia de la elección, en cambio, recibió una atención muy limitada.
Sólo el 30 % de la cobertura concernía a las posiciones políticas de los candidatos, a sus
capacidades personales y de gobierno, a su curriculum privado y público, a la información de base
sobre las issues, al apoyo de los grupos a los candidatos y a las promesas electorales de los
mismos» (PATTERSON, 1980, 270).
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Dos son las conclusiones que pueden extraerse: los distintos media tienen una capacidad
diferenciada de establecer el orden del día de los temas públicamente importantes. La televisión
parece ser menos influyente que la información impresa.
La segunda conclusión se refiere a los temas y a los aspectos privilegiados en la cobertura
informativa de las campañas electorales: controversias, competición, «folklore político» actúan en
detrimento de la información más significativa e importante.
Las consecuencias no son irrelevantes: «el poder de confeccionar la agenda de las elecciones es
el poder de establecer el contexto en el que los candidatos electorales serán valorados. Repitiendo
machaconamente día tras día el tema del desempleo, mientras se silencia el de la integración
racial, los mass media sitúan al desempleo en el vértice de la agenda de la campaña y relegan la
integración racial al fondo. El efecto puede ser decisivo: una elección disputada sobre el
desempleo será muy distinta de otra disputada sobre la integración; en algunos casos incluso el
resultado final puede ser distinto. Los informativos televisivos desempeñan un papel en este
proceso de agenda-setting (PATTERSON-MCCLURE, 1976, 75). Lo juegan sobre todo en
relación al bajo perfil de la agenda: es decir, no tanto la capacidad de focalizar temas y
argumentos concretos, delimitados, un orden del día jerarquizado (efecto más propio de la
información impresa), como la capacidad más indiferenciada (pero igualmente importante) de
enfatizar algunos aspectos generales en detrimento de otros (los aspectos competitivos y
formales, de «entre bastidores», frente a los elementos sustanciales de una estrategia política).
Dicho de otra forma, la incapacidad de la información televisiva cotidiana de proporcionar
instrumentos cognoscitivos adecuados para una racional elección política no invalida el hecho de
que la televisión, con su información fragmentaria, proporciona globalmente una representación de
la política, por ejemplo, como una plaza de toros en la que se suceden continuamente pseudo
golpes de escena, en donde los temas se empujan unos a otros para acaparar la atención de la
gente sin que acabe de entenderse en qué queda cada uno.
El análisis de la agenda del medio televisivo lleva pues por un lado a constatar la inadecuación
para establecer un conjunto de conocimientos concretos en el público (perfil alto de agenda), pero
por otro acentúa en cambio la imagen política general que proporciona: se trata siempre de un
efecto de agenda-setting, centrado no en conceptos específicos, articulados y definidos en su
importancia, sino sobre ámbitos simbólicos más amplios y genéricos. E1 estudio sobre la
capacidad diferencial de agenda de los distintos media permite articular también cualidades
distintas de influencia.
Dos observaciones antes de concluir este apartado: la primera se refiere a un ulterior dispositivo
de agenda-setting, además del «perfil bajo» y «alto»: la omisión, la no cobertura de determinados
temas, la intencional cobertura sumisa o penalizada que sufren determinados temas. Este tipo de
agenda-setting funciona evidentemente para todos los media, al margen de las diferencias
técnicas, periodísticas, de lenguaje, por la sencilla razón de que el acceso a fuentes alternativas a
las que aseguran el constante suministro de noticias es, las más de las veces, difícil y oneroso
(véase 3.5.2).
Entre los distintos media puede haber formas distintas de generar el efecto de agenda-setting por
omisión, pero todos incurren en cierta medida en él y ciertamente también el sistema informativo
en su conjunto.
La segunda observación se refiere al correcto planteamiento de la confrontación entre las
capacidades de agenda-setting de los media: debe ser planteado según las modalidades
específicas de cada medio para generar dicho efecto, más que según una capacidad (o
incapacidad) absoluta para generarlo. También el medio televisivo -en determinadas condiciones y
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incapacidad) absoluta para generarlo. También el medio televisivo -en determinadas condiciones y
según sus propias caracteristicas- puede obtener efecto de agenda-setting. La cobertura televisiva
determina una particular relevancia en circunstancias como la interrupción de la programación
ordinaria para informar sobre acontecimientos «extraordinarios», el uso de una presentación visual
eficaz y persuasiva de los hechos informados, la cobertura en vivo, en directo, de un
acontecimiento. Estas características comunicativas y condiciones técnicas atribuyen un particular
relieve a la información televisiva y por tanto una mayor potencialidad para obtener efectos de
agenda-setting. El uso de los visuals (es decir, de los acontecimientos públicos programados de
tal forma que encuentren amplio espacio e inmediata cobertura en directo en los telediarios: por
ejemplo el viaje a China de Reagan, las celebraciones en Normandía, etc.) demuestra la
conciencia de que también el medio televisivo tiene su particular y específico efecto de agenda.
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mediado por los hábitos de los electores para apoyar a uno de los candidatos. Los partidarios de Nixon
eran receptivos frente al énfasis de los media; los de McGovern no. Respecto a las noticias televisivas,
cuando los partidarios de McGovern estaban más expuestos a la cobertura de los canales, más rebajaban
la importancia del problema Vietnam. Los datos parecen indicar que sobre_los cambios de importancia del
elector, la preferencia por un candidato ejercía una influencia mayor que la exposición a los media
(McCLURE-PATTERSON, 1976, 26).
El mismo problema de las relaciones entre efectos cognoscitivos y estructuras de valores es
evidenciado por un estudio sobre las elecciones danesas de 1971 (SIUNE- BORRE, 1975). En él
se destaca que el papel de los media resultó incisivo para modificar la prioridad de los temas en la
conciencia del público («el aumento de la relevancia de los temas del Mercado Común, de la
economía y de la política fiscal [...] avanza paralelamente a la promoción de estos tres temas en
los mass media (...) El declive o el estancamiento de argumentos como los problemas sociales, la
educación y la cultura, los problemas del ambiente, es paralelo a la relativa penalización de los
mismos en los media» (SIUNE-BORRE, 1975, 67): sin embargo, resulta también que el público es
igualmente reacio a descartar completamente sus propios temas preferidos para adoptar
simplemente el perfil temático presentado por los media («temas como la política de la vivienda o
la ambiental persisten entre el electorado a pesar de que se les ha dado escaso relieve en la
campaña radiotelevisiva» (SIUNE-BORRE, 1975, 68).
Se delinea así una tendencia a la persuasión templada por la persistencia: las actitudes
personales de los destinatarios parecen actuar en el sentido de integrar la agenda subjetiva con la
propuesta por los media.
A este respecto hay que considerar también otro elemento en la formulación «clásica» de la
hipótesis de la agenda-setting. Se presupone por tanto que
la influencia de los medios de información sea la misma respecto a todos los tipos de temas. Dicha
aserción se halla implícita en la intención de estos estudios porque sólo en base a ella se puede esperar
que toda la lista de issues en la agenda de los media pueda «trasladarse» a la agenda del público
manteniendo el mismo orden de prioridades entre los argumentos. Este paso es el test de demostración
del efecto de agenda-setting utilizado por casi todos los estudios en este campo de investigación
(ZUCKER, 1978, 227).
Contra esta aserción implícita se avanza la hipótesis de una mayor articulación interna con el
efecto de agenda-setting: la capacidad de influencia de los media sobre el conocimiento de lo que
es importante y relevante varía según los temas tratados.
Sobre algunos temas es mayor que sobre otros: lo que distingue las issues «influenciables» de las
que no lo son tanto es su «centralidad» (Zucker la define obtrusiveness).
<p>«Cuanto menor es la experiencia directa que tiene la gente sobre una determinada área
temática, más depende de los media para obtener las informaciones y los marcos de interpretación
correspondientes a esa área. La gente no tiene necesidad de los mass media para enterarse del
aumento de los precios. Estas condiciones, cuando existen, invaden la vida cotidiana de las
personas» (ZUCKER, 1978, 227). La directa, inmediata y personal experiencia de un problema, lo
convierte en suficientemente relevante y significativo, relegando al fondo la influencia cognoscitiva
de los media. La variante de la «centralidad» debe por tanto considerarse como uno de los
factores de mediación de la agenda-setting.
Este tema de la mediación es estudiado por un trabajo sobre la función de agenda-setting
desarrollada por el cotidiano L'Unita (BECHELLONI, 1982). Respecto al objetivo de saber si el
periódico logra o no «orientar la "percepción del mundo" de los lectores, consiguiendo que toda
una serie de problemas sea percibida por ellos según un orden de importancia igual o parecido al
orden instituido por el propio periódico» (BECHELLONI, 1982, 286), el estudio evidencia que los
temas de importancia nacional cubiertos en la primera página de L'Unita son ampliamente citados
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temas de importancia nacional cubiertos en la primera página de L'Unita son ampliamente citados
por los lectores como cuestiones a la orden del día, «es decir, que un argumento fuertemente
valorizado en el periódico tiene casi todas las probabilidades de serlo asimismo en la agenda del
lector, mientras que un tema escasamente valorizado puede también, en circunstancias y según
lógicas que hay que determinar, ser situado por el propio lector en zonas de mayor centralidad»
(BECHELLONI, 1982, 288) [el subrayado es mío].
Respecto a las limitaciones del efecto de agenda-setting planteadas por la centralidad del tema
para el individuo y sus predisposiciones, es posible apuntar otros tipos de correlaciones que
podrían atenuar las mismas limitaciones: en cualquier caso, el problema de integrar la hipótesis
sobre la influencia cognoscitiva de los media con las precedentes adquisiciones de la investigación
sobre los efectos, sigue siendo decisivo para el desarrollo de los estudios en este sector.
respecto al peso dado a los temas, los juicios de los votantes parecen reflejar una mezcla de la
cobertura de los media. Lo cual sugiere que los electores prestan cierta atención a toda la
información política independientensente del hecho de que proceda o se refiera a un particular
candidato preferido» (McCOMBS-SHAW, 1972, 181). La diferencia entre esta conclusión y las
citadas, por ejemplo, en 2.3.2, se halla estrechamente relacionada con el planteamiento
metodológico que exigía explícitamente indicaciones y valoraciones complejas, indiferentes a las
posiciones partidistas y a las actitudes de voto de los entrevistados. Ello evidencia los riesgos
inherentes a las comprobaciones de la agenda-setting que se basan en medidas agregadas de
datos y que prescinden de las correlaciones con los mecanismos de exposición, percepción,
memorización selectiva, que -cuando son consideradas- parecen influir sobre el mismo efecto de
agenda-setting. La decisión de usar una valoración general y compleja de la agenda de los media,
o bien al contrario, valerse de datos independientes para cada medio (además del hecho de
considerar, o no, los hábitos de consumo y las tendencias políticas de los sujetos) puede llevar por
tanto a resultados bastante distintos.
Como afirman McCOMBS-SHAW (1972), la explicación de un efecto de agenda-setting resulta
plausible sobre todo si se limita a basarse en datos y correlaciones globales.
Para terminar esta breve enumeración de estudios podemos intentar indicar algunos puntos
problemáticos y posibles tendencias que parecen plantearse actualmente en el análisis de los
efectos a largo plazo de los mass media.
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enfatizado. De lo que se deriva que si la agenda de los destinatarios está formada por los media, el medio
específico del que se ocupa representa una variante importante. Las agendas de los media deberían
agregarse sólo cuando se está en presencia de una correlación muy alta entre los distintos media (DE
GEORGE, 1981, 221 ) .
Pero respecto a esta indicación metodológica, también es importante la elección de los temas
sobre los que comprobar el efecto de agenda y, consiguientemente, del frame temporal (véase
2.4.3). Por ejemplo, la oportunidad de utilizar datos agregados para la agenda de los media varía
mucho según se quiera comprobar el efecto de agendasetting durante una campaña electoral o
sobre la cobertura en períodos normales de algunas grandes áreas temáticas (droga,
contaminación, emergencia moral, terrorismo, etc.). En algún caso más que en otro, la
homogeneidad de la cobertura informativa puede ser estructuralmente importante y vinculada, lo
que permite justamente utilizar datos agregados sin perder excesiva fiabilidad: en el caso de otros
contextos comunicativos. en cambio, esto no ocurre.
Por lo que se refiere a la comparación entre los media, «aunque la conclusión de la eficacia
diferenciada [entre prensa y televisión] parece dominar, la incompatibilidad en las técnicas de
medición y las dificultades en la formulación de la hipótesis, hacen problemático este tipo de
análisis. Gran parte del problema es metodológico: es difícil, si no imposible, citar dos estudios que
utilicen la misma metodología» (EYAL, 1981, 226).
Esto explica parcialmente una cierta divergencia en las conclusiones sobre el diferencial de
eficacia de agenda.
Respecto a los resultados citados en 2.3.1 (que destacan la mayor eficacia de la información
impresa frente a la televisiva) y como confirmación de la necesidad de plantear el problema según
el análisis de las moglalidades específicas de cada medio para generar efectos de agenda,
McCOMBS (1976) sostiene una eficacia temporalmente graduada y diferenciada de los distintos
media.
Los periódicos son los primeros promotores en organizar la agenda del público. Definen ampliamente el
ámbito del interés público, pero los informativos televisivos no carecen totalmente de influencia. La
televisión tiene un cierto impacto a corto plazo sobre la composición de la agenda del público. Tal vez la
mejor manera de describir y distinguir dichas influencias sea aplicar a los periódicos el papel de agenda-
setring y a la televisión el de «enfatización» (o spot-lighting). La naturaleza fundamental de la agenda
parece a menudo estar organizada por los periódicos, mientras que la televisión esencialmente reorganiza
o reconstruye los temas principales de la agenda (McCOMBS, 1976, 6).
Sobre la base de esta división del trabajo de influencia, McCOMBS (1977) distingue -en el caso de
una campaña electoral- dos fases temporalmente distintas: en su primer período el papel
desempeñado por la prensa es im portante, contrariamente al de la televisión; a medida que se
acerca el día de las elecciones, los papeles se invierten y la televisión parece adquirir mayor peso
para confirmar los temas importantes.
Aparte de la necesidad de valorar comparativamente la eficacia de agenda según las
peculiaridades de cada medio, también está el problema de una comparación homogénea.
Generalmente se considera la información televisiva de los telediarios, mientras en el caso de la
prensa se consideran tanto los periódicos como algunos semanarios. En algunos casos, por tanto,
la comparabilidad de los datos está limitada por la heterogeneidad de los géneros informativos
tomados en consideración. Cuando se mide la agenda de los media habrá que adoptar por tanto
explícitos y claros parámetros de identificación de los géneros informativos que permitan una
comparación equilibrada entre los dos medios. A su vez ello implica también una atenta valoración
de la forma en la que evolucionan y se modifican los géneros mediológicos en el campo de la
información. Desde el momento en que se plantea el problema de la distinta eficacia de agenda-
setting de un medio respecto a otro, nos estamos refiriendo a una serie de factores relativos a las
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setting de un medio respecto a otro, nos estamos refiriendo a una serie de factores relativos a las
tecnologías comunicativas, a los formatos informativos de cada medio, a los géneros
considerados.
Desde este punto de vista resulta asimismo crucial el hecho de que los media posean distintos
umbrales de importancia (véase capítulo 3) respecto a los temas: éstos no son igualmerite
importantes para cada medio.
«Algunos temas surgen de condiciones que afectan dIrectamente casi a todos de la misma forma
(...). Un tipo de tema distinto corresponde a aquellas situaciones cuyos efectos son
experimentados selectivamente [...] Por último existen aquellos desarrollos cuyos efectos están
generalmente bastante lejos de casi todos [...]. Estas tres categorías tienen umbrales de
perceptibilidad bastante distintos y la naturaleza de la influencia ejercida por los media varía
correlativamente» (LANG-LANG, 1981, 452).
Un ejemplo de la conexión entre: a) criterios de importancia aplicados por los media, b) umbral de
visibilidad de los temas y c) efectos de agenda diversamente articulados como resultado de la
relación entre a) y b), es ofrecido por la llamada tematización.
Con este término se indica la transformación y el tratamiento de un cierto número de
acontecimientos y hechos distintos, en un único ámbito de importancia, que es consecuentemente
tematizado. La tematización es un procedimiento informativo perteneciente a la hipótesis de la
agenda-setting, del que representa una modalidad particular: tematizar un problema significa,
efectivamente, colocarlo en el orden del día de la atención del público, concederle la importancia
adecuada, subrayar su centralidad y su significatividad respecto al curso normal de la información
no tematizada.
Su función es «seleccionar ulteriormente [...] Ios grandes temas sobre los que concentrar la
atención pública y movilizarla hacia decisiones. Lo que por tanto distingue a un tema de un
acontecimiento o de una clase de acontecimientos a la que ya le haya sido asignada importancia y
mayor interés comunicativo, es, en esta acepción, no sólo el recoger una serie de acontecimientos
a lo largo de un período importante de tiempo, en un espacio ad hoc (específico, temporal y
espacialmente limitado), sino el hacer converger esta misma serie de acontecimientos en la
indicación de un problema que tenga significado público y que reclame una solución (o decisión)»
(ROSITI, 1982, 139).
Respecto a la estrategia comunicativa de la tematización, dirigida a obtener efectos de agenda-
setting, se repropone el problema de la distinta eficacia entre prensa y televisión. Si es cierto que
la información impresa se organiza en torno a la memoria de los acontecimientos, mientras la
televisiva se centra más en la actualidad, puede deducirse en el caso de la prensa un papel de
«producción de información segunda o información tematizada» (MARLETTI, 1982, 210), que
amplía la noticia, contextualizándola y profundizándola. Dicha información permite o permitiría ir
más allá de cada acontecimiento, integrándolo bien en su contexto social, económico y político,
bien en un marco interpretativo que lo vincule a otros acontecimientos y fenómenos.
Pero en el proceso de la tematización parece estar implícita otra dimensión, que no está ligada
únicamente a la cantidad de informaciones y al tipo de conocimientos que producen tematización
sobre un acontecimiento: es la naturaleza pública del tema, su importancia social. No todos los
temas y problemas son susceptibles de tematización, sino tan sólo los que explicitan una
importancia político-social. Los mass media, por tanto, tematizan dentro de unos márgenes que no
definen, sobre un territorio que no delimitan sino que simplemente reconocen y rastrillan.
Respecto al efecto de agenda-setting, la tematización se presenta por tanto como una posibilidad
limitada por la selección de los argumentos susceptibles de ser tematizados. Mientras, en líneas
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limitada por la selección de los argumentos susceptibles de ser tematizados. Mientras, en líneas
generales, cabe pensar en un efecto de agenda-setting sobre cualquier serie de argumentos,
siempre que sea extensivamente cubierta por los media, la tematización (con consiguiente
agenda-setting) sólo seria posible en ambientes ya provistos de una importancia «institucional».
El caso específico de la tematización -como ejemplo de una dirección particular de investigación
en el ámbito más amplio de la hipótesis de agenda-setting- indica un desarrollo que la hipótesis
está empezando a recorrer, es decir, el problema de cómo nace un tema a partir de los
mecanismos complejos de la información de masas, de cuáles son las fuerzas, los procesos y las
condiciones que limitan y enfatizan su visibilidad social. «Al actualizar el papel de los mass media
respecto a cómo se entructuran los temas de una campaña o las controversias durante un período,
hay que ir más allá de la búsqueda de una simple correspondencia entre el tratamiento de algunos
temas en la prensa y la medida en que el público es consciente, está informado e interesado en
ellos» (LANG-LANG, 1981, 453). La hipótesis de la agenda-setting, por tanto, se dispone a
recoger las necesarias integraciones y sugestiones del estudio de las condiciones sociales,
profesionales y técnicas de transformación de los hechos en noticias y temas (véase capítulo 3).
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Los estudios sobre los procesos de comprensión y de puesta-en-discurso -en los ámbitos de la
psicología cognoscitiva y de la semiótica textual- proceden en una dirección distinta, señalando
que para la interpretación y la comprensión de un texto son esenciales también elementos que no
estén explícitamente mencionados. Para poder tratar la información contenida en el texto, el
destinatario debe combinar la información de entrada con la ya almacenada en la memoria:
la primera parte de un texto (o incluso sólo los primeros elementos lexicales del mismo) activan una
escena esquemática, en la que muchos elementos son dejados todavía en blanco; las sucesivas partes
del texto rellenarán estos espacios blancos (o al menos algunos de ellos), introduciendo nuevas escenas,
cambiando y superponiendo otras de distintas formas, a partir de relaciones causales, temporales, etc.
Quien interpreta va construyéndose progresivamente un mundo posible mental, donde integra los nuevos
detalles que el texto le proporciona, modificando, donde es necesario, las precedentes escenas que ya
había construido. Un texto coherente es un texto en el que las distintas partes contribuven a la creación
de una única escena, en general muy compleja. Es importante señalar que la naturaleza final de este
«mundo textual» muy a menudo depende de aspectos de las escenas que no están mencionados
explícitamente en el texto. Ello nos lleva de nuevo al papel y a la importancia desempeñados por los
conocimientos extralinguísticos en la interpretación textual, y a la necesidad de un modelo teórico que
permita explicar el sistema de inferencias necesario para la comprensión del texto (VIOLI, 1982, 93).
Esta orientación confirma el desplazamiento de tendencia que se está produciendo -sin un
proyecto unitario, pero de torma casi generalizada- en muchos ámbitos de análisis relacionados,
en sentido amplio, con los problemas comunicativos, y que afecta también al campo específico del
que estamos hablando. En efecto, es evidente que una hipótesis que se refiere explícitamente a la
capacidad de los media de proporcionar a los receptores sistemas estructurales de conocimientos
(no sólo el orden del día de los temas sino también su jerarquía interna), no puede ignorar del todo
el problema de cómo se produce dicho paso, de qué mecanismos comunicativos, interpretativos,
de comprensión y memorización, actúan como base y garantía de la verificación de dicho efecto.
Ya no es el problema de la descodificación aberrante que "distorsiona" el conjunto de
conocimientos transmitido por los media, y ni siquiera el de cómo la percepción y la exposición
selectiva modifican el contenido disfrutado respecto al transmitido. Al tratarse de efectos a largo
plazo, que se salen de la órbita de cada episodio comunicativo particular, el problema para la
hipótesis de agenda-setting es tener un modelo suficientemente fiable y complejo, capaz de
explicar de qué forma la nueva información absorbida de los media se transforma en elementos de
la enciclopedia de los destinatarios, es decir, del conjunto de sus conocimientos sobre el mundo.
Sin duda la hipótesis de agenda-setting no se confunde con este modelo, pero debe disponer de
él: no puede limitarse, como principio de explicación, al presupuesto de la frecuencia, que no está
en condiciones de explicar y justificar la realización de un efecto cognoscitivo tan complejo e
importante.
Este es uno de los puntos de mayor interés y más fecundamente productivo de la hipótesis,
aunque por este camino su inmediata operatividad y comprobación empírica queden todavía lejos.
Algunas trazas de este planteamiento "ampliadon" de la agenda-setting se encuentran en trabajos
de FINDAHL-HOIJER (1975) y de LARSEN (1980; 1983). Este último, en particular, intenta
ampliar el ámbito de la hipótesis, incluyendo el análisis de los procesos de tratamiento y de
memorización de la información (news memory, discourse processing). La finalidad es delinear
algunas características fundamentales del proceso de aprendizaje que se realiza en el efecto de
agenda-setting: los resultados (provisionales y limitados por la escasez de los estudios llevados a
cabo, pero a pesar de todo significativos) indican que las estrategias de tratamiento de la
información seguidas por los destinatarios conciernen sobre todo a la identificación de las
macroestructuras de los informativos, y que estas últimas son lo que más se recuerda. Dicho de
otra forma, la sensatez de un texto, de un discurso, de un conjunto de proposiciones, no está
ligada tan sólo a su ser coherente en la conexión entre frase y frase, sino también a su ser global,
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ligada tan sólo a su ser coherente en la conexión entre frase y frase, sino también a su ser global,
es decir, al hecho de poseer una unidad, un «hilo conductor». La macroestructura se deriva de la
información representada en las distintas proposiciones que componen un texto, y dicha derivación
se realiza a través de macrorreglas como la supresión (de detalles irrelevantes), la generalización
y la «construccióna (en la que, por ejemplo, las acciones integrantes definen una acción en su
conjunto) (VAN DIJK, 1983). Pero si se tiene en cuenta que los procesos de comprensión no se
refieren sólo a la comprensión de los textos, sino también a la de los estados de cosas descritos
por los textos, resulta claro que dichos procesos implican de forma crucial amplios estratos de
conocimientos sobre el mundo, precedentemente adquiridos. «Utilizar [este] conocimiento en el
proceso de comprensión del discurso significa ser capaz de establecer una relación entre este
discurso y cualquier estructura de conocimiento preexistente que por tanto le proporciona un
modelo de situacióna (VAN DIJK-KINTSCH, 1983, 337).
Es probable -y algunas hipótesis sobre los procedimientos de comprensión y memorización de los
textos lo plantean como una aserción fundamental- que existan estrategias de utilización de los
conocimientos, es decir, que en lugar de una "más o menos ciega activación de todo el
conocimiento posible [en la comprensión de un texto, la utilización del conocimiento] sea
estratégica, dependiendo de las finalidades del individuo, de la cantidad de conocimiento
disponible a partir del texto y del contexto, del nivel de tratamiento o del nivel de coherencia
necesario para la comprensión, que son justamente criterios para la utilización estratégica del
conocimiento" (VAN DIJK-KINTSCH, 1983, 13).
El papel preeminente de las macroestructuras en la comprensión y memorización de los textos
informativos, no es el único resultado indicado en el trabajo de LARSEN (1983): efectivamente,
respecto a la función de los conocimientos ya almacenados en la memoria, parece realizarse una
dinámica del proceso de comprensión y de recuerdo, que limita en parte el sentido de la hipótesis
de agenda-setting.p> <p>El conocimiento adquirido precedentemente en torno a los
acontecimientos, cuyas actualizaciones constituyen los informativos, parece incidir clarísimamente
en dos direcciones:
interesados, con mayor competencia cognoscitiva, son también los menos receptivos a la
influencia, por estar dotados de un sistema de conocimientos ya bien articulado y radicado.
Como conclusión -al margen del hecho de que existen diversos niveles y procesos de comprensión
y de que hay muchas maneras de comprender un texto- persiste la constatación de que es a
través de las líneas de investigación aquí apenas señaladas como algunos problemas
conceptuales de la hipótesis de agenda-setting se están ulteriormente elaborando y articulando.
La naturaleza acumulativa de este efecto cognoscitivo de los media es difícilmente analizable si no
se entra en la problemática de los procesos semióticos de comprensión, elaboración y
memorización de los conocimientos difundidos por los mass media.
a. el frame temporal, es decir, el período de recogida de los datos de las dos agendas (media y
público), la extensión global del tiempo en el que se actúa la verificación del efecto;
b. el intervalo temporal (time-lag), es decir, el período que transcurre entre la recogida de datos
de la variante independiente (la cobertura informativa de los media) y la dependiente (agenda
del público);
c. la duración de la recogida de datos de la agenda de los media, es decir, el período total de
cobertura informativa durante el cual se recoge la agenda, mediante el análisis de contenido.
En el caso de campañas eiectorales, a menudo es la duración de toda la campaña;
d. la duración de recogida de datos de la agenda del público, es decir, el período durante el
cual se establece el conocimiento que posee el público de los argumentos más significativos;
e. la duración del efecto óptimo, es decir, el período en el que se determina la máxima
asociación entre la enfatización de los temas por parte de los media y su importancia en los
conocimientos del público (EYAL-WINTER-DEGEORGE, 1981).
Resulta inmediatamente evidente que cada uno de estos parámetros es muy difícil de determinar:
¿cuál es el mejor intervalo entre la estimación de una agenda y la de otra? ¿Cuánto tiempo debe
pasar antes de que el efecto de agenda se manifieste o, al contrario, antes de que se atenúe y se
desvanezca? ¿Cuál es la más alta y conveniente duración para poner de manifiesto la agenda de
los media?
Son todas ellas preguntas carentes de una respuesta teóricamente fundada y motivada; y sin
embargo, influyen todas ellas probablemente en medida considerable sobre los resultados que
pueden ser obtenidos.
Del conjunto de los trabajos hasta ahora realizados, por otra parte, no llegan indicaciones
unívocas y teóricamente satisfactorias: el frame temporal puede ir de las dos semanas a los tres
años o incluso más; algunos estudios presentan superposiciones entre la recogida de datos de la
agenda de los media y la del público, con la consiguiente ausencia de time-lag, mientras que en
otros casos hay un time-lag de cinco o nueve meses. Un estudio de STONE-McCOMBS (1981)
establece en un período variable entre los dos y los seis meses el tiempo necesario para que un
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establece en un período variable entre los dos y los seis meses el tiempo necesario para que un
tema de los media de importancia nacional pueda ser registrado entre los importantes para el
público: la conclusión de todas formas es sólo indicativa y orientativa.
También el período de determinación de la agenda de los media es sumamente variable, yendo
del análisis de contenido de una sola semana a muchos meses de recolección de datos. Otro
aspecto crucial, cuya determinación sigue siendo imprecisa, se refiere al intervalo de tiempo a
partir del cual estimar el conocimiento de los temas entre el público: tratándose, por definícion, de
efectos cognoscitivos y acumulativos, cabría pensar que siguen siendo observables incluso
después de un cierto período de tiempo. En este caso, sin embargo, se hace difícil atribuirlos a la
cobertura informativa del período en el que ha sido recogida la agenda de los media, sino más
bien al hecho de que la fruición de comunicaciones de masas en el período de time-lag interfiere
probablemente en la agenda-setting. «Los múltiples factores que intervienen en el período de
construcción (de la agenda) con efectos de potencial refuerzo sobre la relevancia del tema,
deberían inspirar cautela a la hora de establecer cualquier efecto de los media» (LANG-LANG,
1981, 450).
Por otra parte, respecto al problema de la determinación óptima del time-lag es pertinente también
la elección del acontecimiento sobre el que medir el efecto de agenda (campaña
electoral/acontecimiento específico/coniunto de temas particulares cuya cobertura dura un período
prolongado, por ejemplo las negociaciones para el desarme, etc.). En efecto, las issues varían
respecto a la cantidad de tiempo necesaria para colocarlas en una posición de importancia entre la
opinión pública. Un embargo petrolífero conduce inesperadamente al tema de la escasez de las
fuentes de energía y de la política de ahorro energético en las agendas del público. Un escape de
petróleo bruto convierte en tema importante la contaminación ambiental, mientras que pueden
hacer falta varios años para que el tema de la moralidad en el gobierno sea preeminente en la
conciencia del público.
«Dado que cada issue tiene su propia dinámica temporal, examinar más de un tema a la vez
puede resultar problemático» (EYAL-WINTER- DEGEORGE, 1981, 216). Una comprobación
negativa de efecto de agenda puede simplemente corresponder al hecho de que los tiempos de
influencia de las distintas issues no sean sincrónicos.
Por otra parte, también hay que considerar que «cuando un argumento lleva algunos años en
posición importante en los media, la mayor parte de la gente ya se ha formado una idea sobre el
mismo y por tanto es menos susceptible de ser influenciada respecto a cuando la issue se tornó
importante en los media por primera vez» (ZUCKER, 1978, 237). Es decir, los conocimientos ya
han entrado a formar parte de la enciclopedia de los destinatarios, mientras las preguntas de los
cuestionarios o de las entrevistas en la determinación de la agenda del público solicitan mencionar
sobre todo la información nueva, recientemente adquirida a través de la exposición a los media en
un período de tiempo no excesivamente lejano.
Por último, sobre los temas cubiertos por los media de forma constante, la atención tiende a
debilitarse y la información es más difícil de ser recibida, excepto en los momentos álgidos de una
continuing story.
Hay que señalar, por último, que a pesar de que la agenda-setting sea una hipótesis sobre la
influencia acumulativa y sobre los efectos a largo plazo, en realidad el análisis se ha limitado a
menudo a un contexto comunicativo específico, el de la «campaña», traicionando así de alguna
forma las premisas iniciales. Evidentemente, existen buenas razones metodológicas que justifican
este dato de hecho, pero en cualquier caso -como se ha dicho en 1.4.3- la situación comunicativa
de la acampaña electoral» es en muchos aspectos incongruente respecto al estudio de efectos
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cognoscitivos sedimentados. Es evidente, sin embargo, que en cuanto se abandonan los límites
temporales formalmente definibles y reconocibles de una campaña presidencial, los problemas
ilustrados en este apartado se hacen difíciles y complejos. Es casi imposible, en el estado actual,
ofrecer indicaciones definitivas sobre el aspecto metodológico del frame temporal en el análisis de
agenda-setting: las observaciones citadas concuerdan en considerar que el camino a seguir es
analizar índependientemente medios de comunicación distintos e issues diferentes, utilizando
diversos modelos de frame temporal.
En la mayoría de los casos, los estudios se centran sobre todo en el primer tipo de agenda -
intrapersonal-, al ser el más próximo a la existencia de un efecto causal directo entre
conocimientos difundidos por los media relevancia atribuida por el individuo a las distintas issues.
Es también el tipo de agenda más fácilmente analizable con las metodologías normalmente
empleadas (cuestionarios, entrevistas). La configuración de los otros dos tipos de agenda -además
de plantear algunos problemas mencionados en los anteriores apartados- exigiría también la
elaboración de instrumentos de análisis distintos. De todas formas es evidente que según el tipo
de agenda del público que se elige analizar, algunas de las numerosas variantes que entran en
juego en una hipótesis fundamentalmente tan compleja como ésta resultan más importantes que
otras: por ejemplo, la variante de la «centralidad» del tema (véase 2.3.2 y 2.4.1) corresponde más
a la agenda intrapersonal que a la interpersonal.
Otra tripartición se refiere al modelo del efecto de agenda (BECKER-McCoMBS-McLEOD, 1975).
La influencia cognoscitiva puede en efecto ser elaborada de las siguientes formas:
a. «preocupaciones» (concerns), es decir, las cosas de las que las personas están
individualmente preocupadas;
b. «percepción de los problemas-clave», es decir, las cuestiones que el gobierno debería
abordar y resolver;
c. «existencia de alternativas políticas» entre las que la gente debe elegir;
d. «controversias públicas»;
e. «razones o motivos subyacentes de una fisura política». (LANG-LANG, 1981).
La proximidad y parcial superposición entre estas acepciones es sólo uno de los problemas
relativos a la determinación del concepto de «tema»: el otro aspecto crucial es que los temas
tienen un desarrollo muy heterogéneo en su «vida comunicativa», mal representado por la pura y
simple búsqueda de correlaciones positivas entre agendas de los media y del público. Por
ejemplo, ya hemos señalado el hecho de que no todos los temas tienen la misma visibilidad y el
mismo umbral de relevancia para los destinatarios: respecto a esta condición de partida, la labor
operada por los media para llevar a agenda temas diversamente visibles, representa una fase de
gran importancia pero de resultado incierto, vinculada a múltiples variantes.
Cabe pensar por tanto que más que lineal, el proceso de «construrción de agenda sea un proceso
colectivo con un cierto grado de reciprocidad» (LANG-LANG, 1981, 465).
Algunas fases en concreto parecen ser importantes:
1. Ios media enfatizan un acontecimiento, un grupo, una personalidad, etc., hasta hacerla pasar
a primer plano. Tipos distintos de temas exigen cantidad y calidades diferentes de cobertura
para atraer la atención. Esta es la fase de la focalización, pero es sólo la primera, necesaria
aunque en sí misma insuficiente para determinar la influencia cognoscitiva;
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2. el objeto focalizado por la atención de los media debe ser enmarcado, debe ser interpretado
a la luz de algún tipo de problema que representa: es la fase del framing, es decir, de la
«imposición» de un marco interpretativo a lo que ha sido cubierto intensivamente;
3. en la tercera fase, se crea una relación entre el objeto o acontecimiento y un sistema
simbólico, de manera que el objeto pase a ser parte de un panorama social y político
reconocido; es la fase en la que los media son decisivos para relacionar hechos discretos,
discontinuos, en una sucesión constante, que se desarrolla sin solución de continuidad;
4. por último, el tema adquiere consistencia si puede personificarse en individuos que se
constituyan como «portavoces». La posibilidad de dar forma a la agenda reside en gran parte
en su habilidad para dirigir la atención de los media, en un proceso de enfatización que
repropone el ciclo completo de fases.
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